Interior Cafetería

Era una opción viable, el terminar el proyecto en un receso, por lo que podría ser cualquier día de la semana. Al llegar a la cafetería eché un vistazo superficial en las vitrinas en lo que hacíamos la fila, quizá comer algo dulce por el momento estaría bien. La fila continuó avanzando en lo que Ali me habló de regreso; el cabello le siguió el movimiento y sus orbes separaron en mí.

—Efectivamente no soy de ese tipo —concordé por la gracia, porque ir a descubrir una discoteca solo no era mi estilo—. Por Akaisa. Digamos que teníamos cierta curiosidad por la vida nocturna de la ciudad, y ella nos llevó a ese sitio —regresé los zafiros a la mujer que estaba atendiendo, concediéndole a Welsh el que pidiese antes que mi persona.

Ya luego, señalé el pudín de chocolate, lo recibí con la cuchara de plástico entregando el dinero de lo que Ali y yo pedimos.

 

Noté que la respuesta la cogió fuera de base, en sí, no solía relacionarme demasiado aún en la escuela, digamos que tampoco sentía interés por si equis se conocía con ye, por lo que tan solo asentí en cuanto mencionó que hablaba en plural, digamos que Kasun, Kurosawa y Paimon entraban en la colada, pero me apeteció cortar la lista.

—Mi mejor amigo Ali —murmuré recibiendo el postre luego de ella hacer su pedido. Había encargado algo picante, imaginé que las mejillas se le pondrían coloradas por lo mismo luego de comer—, llegó hace poco, así que tomamos la invitación y bueno, fue agradable.

Seguí sus pasos en lo que ella seleccionaba una mesa en la cual entraba algo de sol, se sentó ella primero y la seguí después, comenzando a destapar el pudín, frenando apenas la acción ante lo que dijo luego, retomándola con la ligereza de costumbre, aunque una risa nasal me alcanzó.

—¿Te diste por vencida tan rápido? —murmuré, recostando el mentón en el dorso de la mano en lo que deparaba en sus ojos. El sol que se colaba por el cristal bañaba ligeramente su cabello -que ya de por sí, resaltaba-. Deslicé la cuchara con la mano libre por el dulce, sin comerlo aún—. Es una lástima.

Como fuese, comí del pudín, el sabor a chocolate estaba bien, así que funcionaba para el antojo.

—¿Y te gusta mucho el picante o es el capricho del día? —pregunté mirando su almuerzo, fue en cuanto noté tras ella a Paimon en la máquina expendedora, me sonreí sin tinte particular—. Mira, es ese del que te hablaba.

Tenía la cara de indiferente de siempre, en lo que posaba los orbes negros en nosotros al darse vuelta -supuse que buscando una mesa libre-. Tampoco era como si hubiese estimado que la conversación de su proyecto le tomase tiempo demás, con lo seco que solía ser.

—¿Te molesta si lo invito?

 

No era como si esperara otra respuesta de Ali, digamos que la inteligencia emocional que solía verse con la gente de mi edad era más o menos la misma, por lo que recibí sus palabras, murmuré un me imagino tras su comentario de que tenía más opciones sin interés en particular y continué con el postre, notando su encanto por el picante en cuanto me respondió, me sonreí con suavidad al verta tan contenta disfrutando algo.

—Concuerdo con lo del dulce —el picante no era de mis predilectos, pero los postres si me dolían gustar bastante, aunque casi no los comía por distintas razones—. Diría que perdido es lo que menos está.

Saqué el móvil para llamarle porque no iba a alzar la voz ahí, el moreno contestó, le pregunté si quería almorzar con nosotros pero se dió vuelta hacia la puerta en lo que me continuaba hablando, mencionó que iría al salón porque debía hablar con su hermana y no quería repetir lo que le pasó el segundo día de clases. No entendí muy bien, por lo que di un sonido afirmativo y colgué.

—Se bajó del barco antes de subirse —agregué por la gracia—. ¿Y que harás el fin de semana? —continué retomando la charla.

 

Me hizo bastante gracia pensar que Zeld iba por ahí, sosteniendo frente a su hermano gemelo la idea de que yo no parecía una chica de tercer año. Tal como le dije la semana pasada, atribuía su confusión a mi metro sesenta de estatura y, en menor medida, al tono de mi carácter; esto último no lo comprendía del todo, pero la gente solía atribuirme cierta edad por mi manera de comportarme. ¡Y bueno…! A esto debíamos añadir lo que dijo el muchachito aquí presente: que parecía una chica muy tierna. Su comentario hizo que contuviera una risita tras los dedos de una mano, en señal de que me lo había tomado bien. Podía considerarse un pequeño cumplido, pero también me agradó la soltura con la que se había expresado.

Si no agregué nada, fue porque me distraje para poner los focos sobre Zold y lo que dijo su hermano de él. Cuando dibujé los tatuajes de Zeld sobre mi rostro, mi compañero soltó una risa detrás de su brazo, fue tan refrescante que me resultó contagiosa, así que lo acompañé en eso sin darme cuenta. Por supuesto, no se trataba de una burla hacia Zeld ni nada parecido, simplemente nos dejábamos llevar.

Entonces, Zold me contó que, antes de que su hermano se hiciera los tatuajes, tenían por costumbre intercambiar lugares para diferentes asuntos. La idea me resultó muy graciosa, pero admito que en mis ojitos también brilló algo de fascinación: eso de tener un hermano gemelo debía de ser toda una aventura.Cuando me hizo las preguntas y se alborotó los cabellos, volví a mirar su rostro con cierta atención, sonriendo. En el proceso, un dedo meñique fue a posar a mi labio inferior, era un gesto que solía hacer cuando me ponía pensativa.

—Son como dos gotitas de agua, así que me costaría diferenciarte de Zeld… salvo por un detalle —respondí—: tus ojos. Tienes una mirada más… ¿amable? —hice una pausa, todavía pensativa— Creo que “adorable” es la palabra que mejor la define. Incluso si pusieras una expresión bien ruda, los ojitos te delatarían.

Asentí con una mezcla de seguridad y diversión, entretenida por mi propia divagación. Mientras tanto, ingresamos a la cafetería y ocupamos un lugar en la fila.

—Yo tengo una hermana mayor, se llama Valeria —contaba a Zold mientras tanto—. Somos bastante parecidas, y además ella también es albina. Pero ni de lejos podríamos intercambiar lugares como ustedes —me reí—. Tiene los ojitos violetas y una estatura parecida a la tuya. Por no mencionar que me lleva como ocho años.

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¡Me disculpo por la demora! Fue una semana complicada.

Como no creo que lleguemos a rolear la charlita sobre el proyecto, podemos hacer que luego se mensajeen por chat o algo así (?). O volver a hacer que se vean en el transcuro de la semana uvu

Esto no es un cierre, podré postear un par de veces antes de que termine el día.

 

En lo que terminé de desordenarme el cabello también aflojé los dos botones iniciales de la camisa, que tampoco es como si mi uniforme fuese extremadamente pulcro, pero a diferencia de mi hermano si lucía un poco más organizado, estuve por decir algo pero Maxwell habló, deslicé los miel hasta sus azules con la curiosidad surcando al ella hacer salvedad de un detalle, luego mencionó que daba aires de amabilidad, y luego agregó adorable. El tono se me subió en las mejillas, me reí de igual forma pero me había dado algo de vergüenza recibir un... cumplido, porque podía tomarlo como tal, supuse.

—Gracias.

Ingresamos a la cafetería, hicimos la fila y pagué por un bento del día, sin dar muchas vueltas al tener bastante hambre, sin embargo también me fijé que en la estantería tenían algunos pockys, compré una cajita, aunque me había costado algo decidirme entre uno de chocolate blanco y otro de chocolate negro; me pregunté cuál le gustaría más a Kurosawa, en lo que terminé inclinándome por obsequiarle las de chocolate negro, echándomelos al bolsillo y la otra caja la regrese a la señora.

—¿Una hermana mayor? —murmuré más para mí que para ella retomando el tema—, oh, es mayor, ¿y a qué se dedica tu hermana? ¿viven juntas o algo? —sujeté el almuerzo ubicando una mesa vacía para guiar los pasos—. ¿Y cómo la describirías? ¿Amable, mal-humorada, cuidadora? —por un momento volví a ser la metralleta de preguntas, pero en mi defensa me sentía bastante cómodo.

Me tomé mi tiempo para iniciar a almorzar, esperando que Vero me acompañara con su almuerzo que había interrumpido en el tercer piso.

>>¿De regreso me acompañarías a la 2-2 a dejarle algo a una amiga?

 

El color que subió a sus mejillas no pasó desapercibido frente a mis ojitos. No había sido mi intención provocarle vergüencita con mi comentario sobre sus ojos, pero eso no impidió que disfrutara en silencio de su rubor. De hecho, reafirmó mi impresión de que este chico era bastante adorable, además de cálido; motivo por el cual me alegraba haberme acercado, por fin, a hablar con él. Sentía comodidad en la soltura con la que nos tratábamos, era de lo mejorcito para un alma confianzuda como la mía.

Ya en la cafetería, la fila no demoró mucho en avanzar. Zold compró su bento sin pensárselo dos veces, pero distinto fue el caso de las cajitas de pockys. Observé con una sonrisita de curiosidad cómo parecía debatirse entre los de chocolate negro y los de chocolate blanco, preguntándome cuál sería la razón de su repentina duda. Si me hubiese concedido el poder de decidir, sin dudas me habría quedado con las dos cajas. Al final eligió los de chocolate negro y, de camino a la mesa, retomó el tema de nuestra charlita.

—Mi hermana es guardaespaldas —respondí, tomando asiento enfrente suyo—. Cuida del hijo de un importante magnate ruso de Vancouver, que es la ciudad donde crecimos. La familia para la cual trabaja viaja constantemente por el mundo, a causa de los negocios del padre, y Valeria debe seguirlos para cumplir con su deber. Por eso, no vivimos juntas.

Hice una pausa para destapar mi bento, mientras una ligera pizca de nostalgia teñía mi expresión. Adoraba muchísimo a mi hermana… y por eso la extrañaba. Había pasado más de un año desde la última vez que nos vimos, cuando se pudo permitir unas cortas vacaciones. Pero al instante, el inmenso cariño que sentía por ella me inundó la sonrisa.

—Es bastante seria y reservada —describí, contestando así a las preguntas de Zold—. Una mujer muy fuerte, centrada y capaz. La admiro. Y nos queremos una barbaridad —afirmé—. También diría que es muy cuidadora, pues siempre me acompañó y protegió desde que era pequeñita, y hasta me ayudó a entrenar en las artes marciales que practico.
>>¡Ah...! Es que hago karate kyokushin y judo, ¿sabes? Me gustan las artes marciales (y los deportes de combate en general), por eso me emocioné mucho cuando me enteré del club de Zeld, pero... Me ha dejado con las ganitas, ay...

Me reí por lo bajo mientras daba unos primeros bocados a mi comida, dedicando unos segundos a disfrutar de los sabores. En eso, mi compañero me pidió algo que volvió a hacer que mi curiosidad vibrara. Al saber que pretendía dejarle algo a una amiga, recordé lo de los pockys. Asentí en respuesta.

—Claro —dije, mostrando una sonrisa cálida—. Conozco a alguien que va a la clase 2-2, podría aprovechar para saludarla porque hace mucho que no la veo —lo miré—. ¿Te suena Shiori Kurosawa?

 

En lo que comenzaba a comer escuché a Vero, lo que dijo no me lo esperaba para nada por lo que terminé alzando las cejas con asombro, tragué luego con algo de pesadez al quedarse a medio camino el alimento. Aún no asimilaba el hecho de que su hermana mayor ejerciera una labor tan arriesgada, supuse que el pago debía ser generoso, pero aún así... el peligro también podía estar rodeando a la persona que protegía.

—No me lo esperaba —solté de sincero, retomando mi almuerzo. Además, describió la personalidad de la mujer como un espectro contrario al de ella, lo cual tenía su punto cómico.

Porque no me imaginaba un guardespaldas con una sonrisa amable en el rostro veinticuatro horas del día, así que tenía sentido. Luego soltó que la ayudaba con las artes marciales y pensé que Maxwell era una cajita de sorpresas, o uno simplemente estaba acostumbrado a juzgar libros por su portada, como buen adolescente; asentí para luego preguntar que arte marcial practicaba, ella me respondió sobre la marcha y me reí.

—Yo sé algo de boxing por papá que nos enseñó a mi hermano y a mí, pero tampoco es la gran cosa, me gusta más la natación si te soy franco.

Porque no tenía mucho interés en los deportes de contacto, aunque conocía lo básico del boxeo. Me dispuse a destapar la bebida luego de pedirle el favor de que me acompañara al segundo piso, me dispuse a beber ante su afirmación, dijo que conocía a alguien y cuando dijo su nombre el líquido se me fue por otro lado, volteé el rostro para no toserle y me tapé la boca en lo que regulaba la tos.

Respiré luego, suavizando las facciones sin darme cuenta en el proceso aunque tenía las mejillas ligeramente calientes.

>>Justo el detalle es para ella, Vero.

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Sé que es posible que no alcances a responder, por lo que aprovecho a decirque que disfruté mucho esta interacción, ha sido muy cute <3

 

Se giró, me miró como si hubiese dicho algo malo y yo alcé las manos declarándome culpable o inocente, o un poco de ambas, pero mostrando en el proceso que no tenía nada para atacar o defenderme; porque sería muy cruel de su parte atacarme apenas llegando, ¿no? Negué ligeramente con la cabeza pese a que la sonrisa suave se me mantuvo en toda la cara.

—Jamás, mi capitana, yo respeto las jerarquías —murmuré regresando las manos a mis costados, dió una respuesta bastante extense como para tener mayor cobertura y me reí—. A ver, ¡qué tramposa! Lo ampliaste demasiado —asentí de igual forma luego—, pero sí, pertenecemos al Reino Unido.

Al llegar a la planta baja la noté acelerar el paso, como si un chute de energía le recorriera las articulaciones, extendió los brazos por lo que alcé las cejas, llevé las manos a mis labios exagerando la sorpresa al estar en tal lugar, luego la seguí hasta la fila, husmeando lo que pedía la gente de adelante para darme una idea de lo que podría comprar.

—¿De California? Nunca he ido por allá, ¿qué tal? —aproveché a ir sacando el dinero de mi bolsillo, lo conté tratando de hacer el cambio entre la libra estelina al yen—. Mi padre viene a predicar la palabra, algo así, con un grupo conformado de no sé qué, así que me quedaré acá uno o dos años, creo. Su religión se lo pidió —bajé la voz, pegándome a ella para contarle un secreto de estado—, pero yo creo que e suna secta, no sé, pero shhh.

 

Había adivinado rapidamente, me encogí de hombros al verme atrapado. Ya no era un misterior que ella fuese a resolver, ¡ya lo había resuelto! y solo me quedaba asentir para darle la razón. Mencionó de lo más alegre cosas que le gustaban de su País natal, en lo que comencé a hacerme una idea mental de lo que mencionaba. ¿Helados por probar? Bueno, me quedaría con esa duda de qué sabores no se conseguirían a este lado del mundo, a fin de cuentas hace qué, dos días había llegado, tendría que ir a una heladeria y comenzar a comparar con Escocia.

Ya tenía en la cabeza qué pedir, y también lo que quería tomar, pero el que Abby me mirara tan fijo de repente me hizo trastabillar en pensamiento, me eché algo hacia atrás y me reprendí por andar soltando la lengua, aunque bueno, la cosa podía pasar de broma con una facilidad risoria.

—Es algo del Presbiteriana, aunque la verdad no sé mucho de eso. Solo que papá respeta su creencia y le tiene mucho cariño a sus cosas —me desentendí pese a que noté la suavidad de su sonrisa, y lo siguiente me hizo reír—. Obediente, casto, inocente. Soy un todo en uno, ¿qué más se puede pedir?~

Llegamos a donde nos atendía ya la señora, pasé más de lo que era porque aún ni idea con el dinero de acá, me devolvió billetes en lo que señalé un sandwich de... ¿pavo era eso? y una gaseosa. Di un gracias y la esperé a ella.

—¿Y dónde nos vamos a sentar, mi capitana?

 

Parte de lo que le había soltado era molestando, otra parte era totalmente enserio, pero nada que puntualizar aquí, era mi primer día, no un día de confesiones, ¿no?~ Mencionó que podríamos comer en otro lado en lo que abandonamos la fila, eché un vistazo por la ventanas con la intención de verificar que tanto sol hacía por pura manía.

—Bueno, con esta guía que me trajo por provisiones y no me ha mostrado nada más a ver pienso —lo dije por el teatro aunque ya tenía un lugar con las opciones que brindó al ser bastante reduccionistas—, El patio, con el clima es bien recibido al aire libre.

Abrí la soda para darle un sorbo largo, que se me notaba ya la sed y la CocaCola me gustaba bastante, auqnue era una lástima todo lo que decían que contenían, pero tomarla cada cierto tiempo no era pecado, así que bueno.

—Ve Miller, ¿y estás en algún club? ¿Tienes muchos amigos acá? Porque te veo bastante sociable y tengo curiosidad, curiosidad de turtista~

 

Mi pronunciación estuvo mediocre, cosa que al decirme más o menos sentí un punzado al corazón, me hice el drámatico aunque luego relajé la postura y me reí, sin importancia real en todo este asunto. Al curiosear en su semblante el tipo estiró la sonrisa, solté el aire por la nariz de manera jocosa regresando la mirada al frente; parecía un lobo con sus gestos, y mi padre bien me decía de mantenerme lejos de los carnívoros, vaya falla.

Seguimos los pasos por el pasillo, ajeno era a que este muchacho llevaba más o menos respirando el aire de esta academia un tiempo similar al mío, por lo que obviamente de ingenuo asumí que no sé, era minímo su segundo año en esta academia o algo así, porque no tenía ni idea que la gente aquí entraba y salía cada dos o tres días. Mencioné a mi padre entre la conversación y a éste se le escapó una risa... una risa genuina.

—¿Una experiencia interesante? Es una forma de decirlo bastante atractiva —me encogí de hombros. El chico manejaba una palabrería que hacía diferencia con su fisíco, no era que estuviese diciendo que parecía desaliñado, pero con sus colmillos y la burla constante era un contraste visible.

No me pasaba desapercibido, claro, no era ciego, pero... ¿no era mi padre quién decía no juzgar un libro por su portada~? Dio una ceña para que bajaramos más rápido, me acomplé entonces hasta llegar a la cafeteria. Eché un vistazo por lo que comían algunos estudiantes en las mesas, y se me apeteció uno de esos raros onigiris.

—Ya sabes, es lo que hacen los padres responsables —, además, yo era un angelito perdido en este mundo cruel. Me encaminé hacia la fila y esperé a que me siguiera—; completamente de acuerdo, por lo que contigo puedo portarme bastante bien, ¿no? —una de las señoras nos atendió, pedí eso de tres onigiris, una botella de agua y una porción de verduras, en lo que traía mi pedido aproveché para mirar a Ryuuji—. ¿Y tú qué quieres comer? La señora no está en el menú, por si acaso.

 

Experiencia. Esa era la palabra que más me gustaba usar para referirme a los encuentros entre personas, con especial foco en quienes se veían las caras por primera vez. Podría haberle dicho que el concepto no tenía que ver únicamente conmigo, que aplicaba a cada alma que nos rodeaba. Incluso él estaba suponiéndome una experiencia en el día hoy, una que podía definir como intrigante: había venido a mí como un cachorrito simpático, tan puro, tan… ideal para maleducar, pero yo era un animal demasiado callejero como para no dejar pasar ciertos aromas invisibles. Era lo que más comenzaba a divertirme de este tipo, seguramente, el no saber qué pasaba exactamente por esa cabecita suya.

Pero, en resumidas cuentas, preferí centrar la charla en mi figura, porque era un egocéntrico de mierda cuando quería. Mi nuevo “amigo” señaló que sonaba atractivo la idea de que conocerme era una "experiencia interesante".

—Me gusta que lo veas de eso modo~ —respondí, casi en un ronroneo— Eso significa que eres un tipo inteligente.

En la fila de la cafetería me dijo lo del padre, que su preocupación era lo más clásico que podía esperarse de alguien responsable, que se preocupaba por su angelito hecho de luz, ja. Su afirmación de que conmigo podría permitirse el portarse bien me estiró la sonrisa otro poco. Primero, porque me divertía que fuese insistente con el conceptito y la gracia del niño bueno; segundo, porque decía la mierda con tantos sentidos ocultos que daba gusto. Antes de soltar cualquier otra tontería, esperé hasta de que pidiera su comida. Observé los tres onigiris que se había pedido, abrí la boca para contestarle pero, ni corto ni perezoso, el muchacho remató con que la señora no estaba en el menú. Se me escapó una risa por la nariz.

—Lo que pidió él —le dije a la señora.

La mujer me dio los onigiris, completamente ignorante de lo que acababa de decirme el amigazo aquí a mi lado. Una vez que éste pagó, mientras buscábamos mesa, ahí sí que le respondí.

—Tienes buen ojo, estos onigiris son de lo mejorcito del menú de la academia, créeme lo que te digo —dije con un descaro monumental, porque no tenía ni puta idea de cómo era la comida del Sakura; seguro que sofisticada y con ingredientes de primera calidad—. Y la señora es simpática y encatadora, te la puedo presentar si quieres. Digo, ya que te fijaste en ella.

Me reí por lo bajo, con las cejas danzando sobre mis ojos. Lo guié hasta una mesa al azar, pero moviéndome con la seguridad de quien pisó este lugar cientos de veces, y eso que era la primera vez que me detenía en este lugar. En lo que llevaba en la academia (recordemos, casi lo mismo que él), me traje el almuerzo una o dos ocasiones, y comí al aire libre. Las veces que me daba pereza tener un bento haciendo bulto entre mis cosas, iba con Koemi y rasqueteaba bocados del suyo cuando miraba, llevándome así sus encantadores insultos.

Al dejarme caer sobre la silla, me relajé con despreocupación. Eché un brazo tras el respaldar y… apoyé los pies en la mesa. Me había despertado generoso, por lo que las suelas de mis zapatos no quedaron apuntado al jeto de este señorito, menos a su comida, quedaron en un costado más bien. Tomé un onigiri de los míos y lo alcé frente a él, como si brindara con una copa de vino, y le di un mordisco. No estaba mal.

—¿Y qué cosas te gustaría hacer en tus primeros días en Japón? —pregunté mientras masticaba— ¿Probar más de nuestra comida, visitar algún lugar, conocer señoritas? Lo que es seguro es que entretenimiento no te va a faltar, vaya.

 

Me reí cuando dijo lo de un tipo inteligente, bueno, no que no lo fuera, pero se entendía la risa, más con el ronroneo. Me pregunté en algún punto para que lado direccionaba Ryuuji, no porque me interesara ni mucho menos, por curiosidad. Medir el pecado decía papá. Dios, necesitaba que se reconciliara rápido con mamá a ver si dejaba de estar tan pendiente de mí, con lo bien que me solía portar no entendía su desconfianza, era agotador, por eso uno terminaba buscando aquí resguardos como éste buen samaritano, no era mi culpa.

Cuando la señora trajo mi pedido el ordenó lo mismo, me soltó que eran de lo mejor y obvio que le creí, era él quien llevaba más tiempo aquí ¿no? Al menos no me caerían mal, y el almuerzo del día de ayer también había sabido bien, así que dudaba decepcionarme, además era bastante difícil lograr una decepción por mi parte con los sagrados alimentos.

—Ya sabré que pedir mañana también. Me pensaré eso de pedirte tu número, digo, si llego a estar en aprietos del menú —solté con cierto aire de complicidad, regresando la vista a la señora de la cafetería, solté la carcajada al verle las cejas bailando con descaro, apenas alcancé a cubrirme la boca para no ser escandaloso—. A ver, a ver, no te lo he dicho pero debo llegar casto al matrimonio, nada de libidinosidad por aquí con una señora mayor~

Saqué los billetes, me demoré un poco porque aún seguía con la cabeza haciendo cambios de mi moneda natal a ésta, así que no era mentira cuando decía que estaba perdido en esta parte del mundo. Ya luego seguí la marcha atrás del tipo, me guió a una de las tantas mesas del lugar, tomé asiento luego de dejar el almuerzo sobre la superficie, recordando que no me había puesto los aretes en todo el día. Rebusqué en mi bolsillo, sacándolos para comenzar a colocármelos, era la rutina de todos los días para no llevarme los regaños de la vida en casa.

Cuando acabé destapé la botella de agua, le seguí el juego del brindis y tomé un sorbo.

—Conocer, ¿qué? Nosé, ¿se puede todo en una noche? Tipo salir a comer una hamburguesa, ir a tomar algo y luego hablar con gente nueva —resolví imaginando lo que me gustaría hacer aquí, aunque era difícil hacerlo. Solté el aire por la naris y eché la espalda en el respaldar, comenzando a almorzar—, ¿por? ¿Me llevarás a algún lugar, Ryuuji? Puedo escaparme si me lo pides~