Pasillo (Primera planta)

Cuando me giré para expresar mis primeras impresiones sobre la nueva actividad escolar, el azul de mi mirada envolvió a Cay como si fuese la amable ola de un mar. No tenía la agudeza suficiente para adivinar qué cosas ocurrían en esa cabecita, estaba muy lejos de la extraordinaria habilidad de Hubby para leer los entornos; tampoco contaba con Copito, cuyos comportamientos a veces me daban pistas de que sus instintos detectaban algo. Pero tenía a mi favor los largos años de entrenamiento marcial y, gracias a eso, creí notar un “algo” en la postura de Cay, una muy ligera variación en la energía del fuego. ¿Puede que una tensión en los músculos? No tuve manera de saberlo porque lo noté por un instante demasiado fugaz para darle forma, y era más alta la chance de estar equivocándome. No habituaba conducirme bajo presuposiciones, eso iba en contra de mi filosofía. Por lo que dejé el asunto estar y, en cambio, me concentré en las palabras de Cay.

—Soy bastante parlanchina, como ya estarás viendo —afirmé—, así que para mí será un gran placer ponerme en el papel de una entrevistadora. Pero todo depende de los gustos, historias personales o habilidad, sí. Me gusta que tengas disciplina para ambos tipos de proyecto, no estaría mal tomarte como ejemplo a seguir.

Lo último sonaba a broma, pero lo dije con una suavidad que dejó bastante en claro que se trataba de lo contrario. Y como siempre que me expresaba con honestidad, busqué sus ojos dorados y le dediqué una sonrisa dulce. Lo suyo hablaba de esfuerzo, y era una cualidad que valoraba mucho.

En cuanto a la pregunta que le hice, el chico me comentó que su madre era bióloga, un buen comienzo para el proyecto porque conectaba con la lista. La biología era uno de mis campos preferidos de la ciencia, más que nada pensando en los animales en general. Me encantaban, incluidos los que tenían mala fama para la mayoría de la gente; las serpientes, por ejemplo, lo cual explicaba que me gustara tantísimo el tatuaje que Fuji lucía en su nuca, esas serpientes negras que se enredaban como en un abrazo. ¡Pero…! Sin duda alguna, las aves eran objeto de mi mayor adoración, Copito el que más.

Fueron segundos de silenciosa divagación mental, pero no me olvidé de la pregunta que Cay me hizo antes de hablarme de su madre. Para cuando comencé a responder, ya estábamos subiendo por las escaleras que nos llevaron al primer piso.

—Una es mi hermana mayor, que trabaja como guardaespaldas —respondí y, otra vez, un inmenso cariño inundó el tono de mi conversación—. Cuida del hijo de un importante magnate del que no me acuerdo su apellido, creo que es ruso. Se la pasan viajando alrededor del mundo debido a los negocios del padre.

>>La otra persona es mi tutor legal en Japón. Ah, es que yo vengo de Canadá, pero soy de nacionalidad estadounidense. Todo un enredo sí —aclaré con una risita—. Mi tutor trabaja como herrero. Hace un poco de todo, pero se especializa en katanas decorativas. Deberías verlo en persona, parece un samurái moderno… Ah…

De repente recordé algo, que me dejó pensativa por espacio de otro par de segundos, mirando al techo.

—También está su hermano, que es mi sensei de judo. O incluso podría decirle a mi sensei de karate kyoushin, sí. A lo mejor sus enseñanzas cuentan como Educación Física, si bien no se limitan a eso.

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—Sí, estoy desde antes aunque tampoco es mucho la diferencia —llegamos al pasillo de segundo, continuando con los escalones.

Me pensé un poco la respuesta, porque lo cierto era que el instituto seguía representando algo medio indiferente con el flujo de mi vida, carecía de amistades y apenas comenzaba a sentirme algo más a gusto con la llegada de Orn, y lo que conllevaba el que estuviese aquí, a fin de cuentas antes de eso me dedicaba solo a cumplir con lo que tenía que hacer y el trabajo a medio tiempo.

—En realidad no me he relacionado mucho, ni con los clubs ni las actividades que suelen hacer, así que supongo que está bien con lo necesario que equivale a la educación.

Pai permaneció ajeno a la conversación, que de igual forma no es como si tuviese algo para aportar.

—Escuché igual que el día que me ausenté realizaron algo relacionado con el baile, así que espero estar presente la próxima vez —la miré por el rabillo del ojo, continuando el habla luego de unos segundos—, ¿y has logrado visitar algún club de tu interés?

 

Había notado de soslayo el cómo Jez también pareció buscar a alguien entre las personas que se divisaban en el segundo piso, tanto en el pasillo como a través de las ventanas de los salones. Nuestros ojitos repasaron el espacio en una graciosa sincronía, pero no tardamos en continuar nuestro andar porque ninguna divisó a su personita particular. Y casi como una revelación, me acordé en ese momento que ella y Hubby se conocían por el Club de Lectura. No creía que estuviese intentando dar con el mismo muchachito que yo, habría sido demasiada coincidencia; sin embargo, ese recuerdo me fue suficiente para decidir incluirla en el almuerzo que quería tener junto con Hubby y Cay, en un futuro muy, muy cercano.

Pero dejé este nuevo plan para más adelante. Porque quería disfrutar a pleno del que ya estaba teniendo curso; de esta bonita reunión donde las risitas de Jez me relajaban mientras nos repartíamos mimos con dulce constancia.

Yo misma dejé escapar otra risa fugaz al sentir cómo me tironeaba del brazo, a la vez que asentía. Le había puesto mucho empeño al tour de los Hattori y, desde mi punto de vista, todos nos quedamos satisfechos, por los motivos más acorde a nuestros intereses, a nuestras historias.

—Yes! Me cayeron genial —respondí en lo que caminábamos por el primer piso—. Mi compañerita, Kaia se llama, es una chica serena y bastante formal, pero se le notaba la emoción contenida en el cuerpo. En cuanto a su primo, Yuta… —pausé, porque debí contener una risita—. Parece serio, pero se la pasó bromeando con bastante sutileza. Apenas nos conocimos, me pidió una palabra; le dije “Brillante”... pero se hizo el desentendido cuando le pregunté para qué la quería —suspiré, haciendo una negación que, de todos modos, vino acompañada de una sonrisa jovial; no estaba molesta ni contrariada, sino al contrario— Presiento que me voy a divertir mucho con él, me pareció simpático.

>>Nuestro tour terminó en el dojo, porque también practican artes marciales. Se van a unir a mi club y al de Mey —cerré los ojos—. Me alegra muchísimo por ella.

 

Ante que el muchachito no tenía nada por preguntar, replicar, quejarse o agradecer continuamos el recorrido bajando las escaleras para llegar al primer piso. Repasé con la vista el letrero de la enfermería y luego más allá el de el club de cocina, porque no recordaba que había un club de eso pero bueno, con las indicaciones tan solo era señalar lo obvio. Iba a disponerme a hablar pero primero le respondería a la princesita, que no sería yo un mal educado con una niña bonita~

—Parece que tenemos algo en común —comenté con respecto al aburrimiento, que yo huía de esa mierda. Estar aburrido era como estar muerto—. A ver preciosa, te cuento que hace poco estuve en el cine, vi una peli con mi hermano y mi mejor amiga. Era algo como de suspenso pero estuvo regular —me reí entonces—. Lo mejor, supongo que fueron la palomitas.

Ignoré por un rato más el tour de Enzo, porque primero lo primero, ¿no?~

—¿A ti te gusta el cine, o prefieres otras actividades?

Aguardé su respuesta para pescar el hilo que había dejado abandonado, encogiéndome de hombros como si nada.

—Ah, y en este pasillo puedes encontrar la enfermería que de por sí mantiene sola, hay algo de cocina por allá —señalé con un movimiento de cabeza—, pero la verdad ni idea, y también hay un club de arte.

 

Mire a mi alrededor mientras bajamos hacia el pasillo de primero Enzo estaba al igual que yo, por lo que note encima de mi hombro era algo que ya estábamos acostumbrados hacer, no los enseñaron desde que tengo memoria, nuestro mundo era cosa peligrosa sino
estábamos apercibidos.

Zel dejo lo del tour de Enzo por un momento, para así poder responderme, y para ser sincera, no podía negar que me encanto, estaba acostumbrada a esto y puede que a Enzo le importara muy poco, lo que el chico hizo muy contrario a mí. Escuche lo que dijo atenta como si él me estuviera diciendo lo mejor del mundo.

—¿Otra cosa que tengamos en común? Puedes enumerarme cualquier cosa que te guste, si quieres así vemos cuáles son las otras, ¿no? —sonreí por pura gracia.

Parpadee un poco al escuchar su pregunta a ver si lo pensaba bien no estaba acostumbrada ir al cine, más bien mi vida apuntaba a solo estar a cargo de hackers, cualquier cosa que nos pidan con Eda y que los encargados lleguen completos entre otras cosas ¿pero eso diría? Para nada.

—No es que me guste —lo mire de reojo, además aún no había soltado mi mano de su brazo—. Estoy acostumbrada haber otras actividades —reí mientras decidía agregar otra cosita—. Pero eso no quita el hecho que algún día de estos puedas invitarme, ¿no?

Después de eso, pues él siguió con el tour, Enzo apenas miro todo lo que enseño, lo vi asistir mientras miraba el suelo, al sentir mi mirada solo alzo una ceja, reí en poco porque sabía muy bien que significaba eso, me estaba haciendo muchas preguntas con la mirada.

<< ¿Qué más piensas enseñarle por cierto? —eso lo pregunte porque me vino en gana, pero sonreí con burla al ver como el chico de atrás me miraba.

—Si quieres que me vaya no tienes que ser tan directa Anastasia —inquirió con sarcasmo y algo de frialdad—. No necesito conocer esta escuela del tirón —note que miraba a Zel—. Puedes llegar hasta la planta baja, supongo, ahí, pues quedan libre de mi presencia.

Con eso dejo caer algunos mechones de su cabello a su frente.

 

La chica me indico que podría hacer para pertenecer al club de jardinería, asistí en poco a todo lo que dijo ¿así que eso era todo? Entonces supondría que tal vez llenaría el formulario algunos de estos días, ella dijo que pertenecía al club de cocina, la mire en poco para ser sincera, no me imagine que eso también hubiera aquí, pero imaginaba que esta escuela estaba llena de todo. Escuche lo que menciono después y apenas sonreí en modo de respuesta, no estaba segura de que me uniría al club de lectura, pero no consideraba la idea tan mala si me animaba hacerlo algún día, ¿no?

Seguimos caminando esta que llegamos al pasillo de la primera planta, mire todo a mi alrededor fijándome en cada puerta de no tenía interés de preguntar así que me bastó con solo leer lo que decía. La voz de Emily se escuchó, apenas repare en la pregunta que me hizo parpadee en poco aún con la mirada al frente pensando en que responderle. No pensaba decirle que mi familia era extraña para mí, para otras personas, peligrosa, mi apellido no era fácil de llevar para mí y para mi gustosa edad era demasiado pesado.

—Llegue con mi hermano hace dos días —murmure—. Estudiaba desde casa, pero papá decidió mandarnos a estudiar acá —pausé un poco—. Un cambio extremo, pero creo que me adaptaré poco a poco.

Eso de poco a poco, como que era mayormente falso, me había adaptado a vivir con mi padre, ¿esto? No sería nada.

>> ¿Y tu? has estudiado aqui ¿desde primero?

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holiwis uwu, perdóname la demora <3.

 

Escuche lo que me dijo Jez sin ningún problema, realmente le agradecía que fuera estado allí cuando Ada perdió su collar, era algo importante, lo supe desde el primer día cuando nos conocimos en el cementerio después de haber dejado a mis padres en ese lugar me encontré con ella aunque sus padres no estaban ahí ella me acompañó. Hasta pensé que me dejaría ahí, pero no. Se quedó conmigo y desde ahí fue que me empezó a llamarme Roja.

La cosa fue que al caminar por el pasillo estaban un grupo de personas, por ahí llegué a reconocer a Anna y Emily, a las otras dos que no conocía de nada y al chico pelirrojo que vi en el campamento, el que estaba con Adara, otro chico más y Jez.

Después de que Jez me dijera que había llegado aquí con su familia y que ya casi venían siendo ocho años desde que había llegado aquí a Tokio, solo asistí en modo de hacerle saber que la estaba escuchando. Me dijo que la disculpara por un momento, noté a quién iba a saludar. Por mi parte, solo caminé despacio esperando a que ella me alcanzara. Cuando lo hizo, la recibí con una sonrisa.

En sí ni tenía nada que decirle ahora, a veces simplemente se iban las palabras, así que decidí agregar otra cosa.

—Por cierto, si no te molesta mucho, los apunté de mañana y de los días de la otra semana —la miré de reojo—. Se los puedes dar, Adara, ella de seguro estará aquí entre martes y miércoles, así que es más seguro que la veas antes que yo.

Después de decir eso la mire tranquila.

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Holissss disculpame la demora uwu.

 

Para ser sincero no sabría decir de donde me salía tantas confianzas, para tratar a esta chica de la forma y la diversión con la que ahora mantenía mi rostro sabía que normalmente mi rostro siempre estaba serio y con la frialdad palpando en mis ojos y cuando llegaron a presentarnos, pues, simplemente como siempre lo hacía, nunca le presentaba la dicha atención que se merecían esas personas que hacían o iban a hacer negocios con mi padre él era la cabeza de todo por mi parte solo daba mi apoyo cuando me convenía realmente.

Podía ser muy observador y todo,
el mundo en el que había nacido me había enseñado a ver el mínimo detalle era eso o tendría que dejar a Stella desprotegida después de todo me había prometido velar por ella, pero a veces simplemente no perdía mi tiempo en cualquier cosa. Era arrogante a cargar y lo egocéntrico me salía por los poros.

Note su sonrisa y lo que murmuro hizo que el aire que mantenía en mis pulmones, saliera junto con una risa nasal. Había obtenido lo más difícil por lo que veía, ¿no? Ya vería como manejaría lo que quedaba de esta conversación claramente sin que todo el humor se me fuera.

No dije nada porque no se me apetecía más bien, la observe por algunos segundos ya había vuelto a mi espacio y antes de eso había notado sus ojos en mi rostro cuando había detallo el lugar. En lo que las neuronas me permitían pensar por ahora escuche lo que dijo, noté su diversión, mi acción más que nada fue alzar una ceja y porque se me permitió reí.

¿Había bajado aquí solo por invitarla? Eso creía. Nunca invitaba a nadie a nada si no me salía de los cojones hacerlo.

La miré cuando dijo lo que me pareció, una orden, pues hice una leve inclinación, espere a que ella avanzara y aun con la sonrisa en mis labios la seguí detrás hasta que me apeteció a acoplarme a su caminar.

—Ingresé ayer con mi hermana —no tenía sentido decirle el nombre, ella ya sabia cuál era—. Y la realidad de todo fue llegamos hace dos días.

Murmure eso, y mis pasos empezaron, y trascurrieron tranquilos, terminé por meter una mano al bolsillo del pantalón para luego mirarla de reojo.

—¿Quieres tu bebida de las expendedoras de por aquí? ¿O te apetece ir a la cafetería? —mi notó fue tranquilo, algo pausado y bajo hasta podía decir que algo neutral era como normalmente hablaba con los demás me fijé en él frente en cuanto llegamos al pasillo de la primera planta—. Como a la señorita le apetezca.

No me importaba demasiado el lugar, más bien no tenía idea de a donde iría a parar con ella.

 

Seguía sin estar plenamente segura sobre el interés que Shinomiya tenía en torno a este tour, ya que en sus ademanes notaba algo de ligereza, un roce tentativo hacia la distracción. Había, eso sí, una muestra de voluntad por cumplir su labor de orientarme y además seguía el hilo de la conversación, se ocupaba de darme a entender que escuchaba mis palabras. Incluso, antes de responder que los clubes no le interesaban, se permitió un apunte sobre mi comentario del “cambio de aires”, frente a lo cual esbocé una pequeña sonrisa.

—En eso llevas razón —respondí—. Es más: no sólo me transferí de escuela, también vengo de otra ciudad. Lo que quise decir es que lo de los clubes permitiría un cambio de aires más… personal, supongo, ya que lo otro no dependió de mí.

A mi padre le había exigido en más de una ocasión que me transfirieran, ya que el aire pesado de mi anterior escuela me estaba llevando al borde del agotamiento. A él no le importó. Sus únicas respuestas habían sido negativas silenciosas y la frialdad de sus ojos, que no dejaban acusarme de ser la vergüenza de los Nakayama. Si mi deseo finalmente se vio cumplido, fue porque los negocios de la corporación familiar nos arrastraron hasta Tokio. Sus decisiones siempre fueron egoístas e interesadas, yo jamás habría querido el cambio de ciudad.

De todos modos, no me quedaba nada en Kioto.

—Aunque no unirme a un club seguiría esa misma línea, supongo —añadí, como para completar mi planteamiento—, no es que sienta especial entusiasmo.

Nos detuvimos en la mitad del pasillo. El suspiro de Shinomiya no me pasó desapercibido. Apreciaba que se esforzara, así que yo debía poner de mi parte para que este tour fuese algo entretenido, no solamente un repaso de puertas. Mientras me señalaba las sitios de interés de este pasillo, pensé que esta actividad tal vez contenía una doble función, y el comentario final de Shinomiya ensanchó mí sonrisa. Fue como si leyera parte de mis pensamientos.

—Nuevamente, agradezco tu guía —respondí con amabilidad, dedicándole una reverencia rápida—. Supongo que la verdadera esencia del tour es ayudar a los nuevos a integrarse, ya que ofrece la oportunidad de dialogar, darnos a conocer —opiné—. Siempre dependerá de cada persona, claro está.

Seguimos avanzando por el pasillo y no tardamos en consumir la distancia que nos separaba de las escaleras. Bajamos hasta el pasillo del primer piso, envueltos en un silencio bastante agradable.

>>¿Llevas desde siempre en el Sakura? —pregunté, girando mi rostro hacia Shinomiya— ¿O también te tocó un tour?

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Esto originalmente lo iba a postear en el segundo piso junto con Vero y Melinda, pero preferí adelantarnos un pasillo para descomprimir, jaja

 

El inmediato interés que demostré por la biblioteca dejó en evidencia mi inclinación por los libros, hecho que Kashya había buscado confirmar al preguntar si la lectura me interesaba. Lo más preciso sería afirmar que la disfrutaba con la debida moderación, pero sin perder la constancia frente a las páginas impresas. Era lo mejor que me podía permitir entre las paredes de una academia; ya que había otra actividad a la que dedicaba una parte incluso mayor de mi tiempo, pero Heller y Alexander me aconsejaron no mencionarla enfrente de mis compañeros, y mucho menos realizarla.

Por su parte, la pregunta de la chica no implicaba, necesariamente, que ella encontrara el mismo disfrute que yo frente los libros. Mi interés por la lectura había sido fácil de deducir y cabía la posibilidad de que simplemente hubiese seguido ese hilo conductor al momento de hablar. Por ese motivo, no vi mal devolverle la pregunta. Y cuando efectivamente respondió que también le gustaba leer… Recibí la información sin más, manteniendo mi expresión de siempre. Eso sí, presté atención a sus intereses, que se volcaban hacia el misterio y los ensayos (siendo este último un punto en común), pasando por los clásicos y la poesía.

También mencionó un club de lectura.

—Coincidimos en la preferencia por lo ensayos —apunté, avanzando por el pasillo sin prestar especial atención a los carteles de las puertas—. En cuanto a lo demás, leo bastante de literatura fantástica, sobre todo historias relacionadas con la magia; me resulta interesante descubrir las diferentes formas en que los autores representan este concepto. También me gustan las novelas históricas.

>>En cuanto a ese club de lectura que dijiste… ¿Es necesario llenar un formulario? ¿O puedo presentarme directamente en las reuniones?

Comenzaba a acostumbrarme a su tendencia a mirarme de soslayo. Lo atribuía como un rasgo de su personalidad, junto a su aire sereno y aparentemente despreocupado. Me replanteé mi primera impresión y consideré que Shinomiya, en realidad, rumiaba sus propios pensamientos, como si analizara los entornos. Los segundos que se tomó para responder mi pregunta lo demostraron, así como la observación de que los tours los implementaron después de su ingreso. Me permití una sonrisa muy ligera cuando sugirió que Akuma-sensei había tenido un mal pasar justo esa jornada, el comentario me hizo algo de gracia. Pero más allá de eso, denoté que el chico también era un estudiante transferido, frente a lo cual no consideré necesario añadir preguntas.

Volvimos a detenernos a mitad de pasillo, Shinomiya miró las puertas como en las dos ocasiones anteriores, pero aquí sus cejas se alzaron. La curiosidad que su gesto me provocó fue inmediatamente satisfecha cuando señaló una puerta cuyo cartel rezaba “Sala de arte”, la cual miré por un breve instante antes de regresarle mi atención para recibir el resto de la información. Lo de la sala de entrevistas era particularmente confuso, y lo fue aún más con el añadido de los proyectos mensuales y el hecho de que yo, por haber ingresado en cierta fecha, hubiese quedado fuera de la dinámica. También mantuve la tranquilidad en mi semblante, pero mis ojos delataron el desconcierto que me palpitó.

—Curioso, cuanto menos. Lo normal sería que me incluyeran en un grupo existente —comenté en un intermedio, echándome un mechón tras la oreja—. En fin, tampoco es me suponga una desventaja —completé con una sonrisa algo más divertida, como para complementar que la gracia que su voz transmitió.

Las extravagancias no finalizaron ahí, Shinomiya también me reveló las características de la enfermería. La cual, para empezar, no tenía enfermera y, por lo mismo, era un espacio que escapaba al control del personal académico. Me quedé un poco incrédula frente a semejante información, pero al menos era data bastante precisa. Llegué a pensar que no sería la última rareza con la que me encontraría en esta academia.

Me hizo entonces una pregunta, que ya contenía la respuesta por sí misma. Ambos lo sabíamos.

—La sala de arte, ¿no es así? —respondí tranquila, con el rostro volteado en su dirección— Si tampoco la visitaste, podríamos considerarlo un descubrimiento compartido, supongo. Sería otro buen modo de aprovechar el tour.

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Este es el momento en el que te invito amablemente a proceder con la arrastración de este par uvu

 

—Ilana —murmuré como afirmación a sus palabras—. ¿Tu nombre te lo puso tu mamá, tu papá o ambos?

Pregunté de curiosa para poner conversa en lo que descartaba el ponerme los audifonos, porque basicamente sería grosero si estaba con ella. Eché el celular con aurículares y todo al bolsillo de la falda para luego estirar los brazos y suspirar. Hoy me sentía nuevamente con la energía usual, suponía que correspondía a que dormí apenas llegué de la escuela hasta el día de hoy, que ni había calculado en horas pero de seguro rozaba entre diez a doce horas.

Como fuese, hoy prestaría probablemente más atención a las clases y me saltaría cualquier dolor de cabeza.