Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Así que.

    Kou Shinomiya.

    Para decir verdad mi papá no sabía que me había decidido hablar con él, tampoco se lo pensaba decir por qué simplemente no tenía ganas de hacerlo, después de todo eran mis decisiones y si no perjudicaban a mi familia pues, mi padre no tenía nada que ver ahí.

    En sí había veces que aparentaba no ser hija de quien era, eso no era algo que me gustaba presumir por ejemplo con: Alisha, todo salió natural y fue sencillamente porque yo ya era así. Prácticamente, me creía un peligro a la naturaleza como me decía Kang y con Ali, pues solo como que nos complementamos por así decirlo, pero otras veces simplemente hacía notar quién era realmente, y me tomaba realmente el título de ser hija de un Don, o como me decían la reina del tablero.

    Mostraba lo que me convenía y soltaba lo que me daba en gana.

    Como tal, no dije nada y no vi que más decir, excepto cuando me respondió la pregunta que le había hecho, lo mire fijo porque sí, y reí mientras notaba como balanceaba el cuerpo para empezar a caminar.

    —¿Entretenerte? No me gusta y no soy de entretener a nadie, pero —ladeé la cabeza—. Te daré ese gusto simplemente porque estoy de buen humor —alce los hombros mientras empezaba como a direccionar mis pasos hacia el pasillo—. Para ser sincera me acerqué a ti por qué primero, quería conocer al gran Alpha der Wölfe en persona, las fotos no hacen justicia con lo que uno puede encontrarse en físico, ¿sabes? —hice una pausa—. Y segundo, por qué tenía cierta curiosidad en saber en lo que me supongo que ya sabes de los negocios que mi familia está haciendo con la tuya, ¿no?

    el susto que me lleve con el Foro en estos días <3.
    Gigi Blanche holis gracias por avisarme y eso, so por aquí continuo con lo de ellos.
     
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    Hacía calor. Quizá no fuera excesivamente agobiante, pero la luz del sol incidía con fuerza y la sentía en mi cabello, las manos, la cara. Era pesada a su manera, me mantenía pegado al suelo. Las baldosas presentaban fisuras e irregularidades de tanto en tanto, también estaban mis zapatos negros, el dobladillo del pantalón. Las voces de los estudiantes a mi alrededor. Mi terapeuta insistía en eso, en encontrar la forma de enfocarme en el presente. El sol, la brisa, mis pasos. Era un entrenamiento sacrificado, un esfuerzo constante y tedioso por no escaparme entre mis propios dedos. A veces me preguntaba por qué era tan difícil.

    La desconexión surgía de los descuidos, como un monstruo en la eterna espera.

    Estaba por alcanzar las puertas de la Academia y seguía empeñado en observar mis zapatos cuando mi móvil sonó. Se asemejó a la interrupción del ruido blanco. Parpadeé, hundí la mano en el bolsillo y eché un vistazo alrededor antes de enfocarme en la pantalla: Anna. ¿En qué momento me había resbalado? No tenía idea.

    —Buenos días, An-

    —Mamá me dijo que te dijo. —Su aseveración fue firme, percibí la molestia subyacente y aguardé un poco más—. Me dijo que viniste el otro día.

    —Sí.

    Mi respuesta fue suave y anuló momentáneamente el avance del incendio, pues tardó algunos segundos extra en hablar. Tomé aire, lo liberé con disimulo y me detuve, apoyando la espalda en el paredón externo, junto a la entrada. Desde mi visita al hospital me había mantenido en contacto con Ema, nada extravagante, sólo lo justo y necesario para saber que el estado de Anna no había empeorado. La mujer no me había pedido que guardara el secreto, pero de todas formas no había encontrado razones para hablarle directamente a ella. Aún era incómodo y algo agobiante. ¿Y esto? Una puesta en escena, como siempre.

    —Dios —se quejó en español, lo hizo en voz baja y la oí chasquear la lengua antes de agregar—: ¿Le... le dijiste a alguien?

    —No, An. —Ella suspiró y me pareció que se dejaba caer, suponía, de regreso en la cama. Lo dudé, dudé si debía, pero me había prometido mejorar—. ¿Por qué no quieres que lo sepan?

    El sol aún incidía con fuerza y los estudiantes se deslizaban frente a mí. Era una realidad tan ordinaria y nadie parecía capaz de ver las fisuras e irregularidades en las baldosas, en los cuerpos, en los demás.

    —Ya conoces a Emi —soltó junto a una risa floja, sin gracia—. Se preocupa un montón y de por sí ha estado super pendiente de mí sólo porque no fui a la escuela. No puedo decirle la historia completa. No quiero que la sepa.

    Emily, vale, ¿y los otros?

    ¿Y Sonnen?
    —¿Se lo dirás luego? ¿Cuando haya pasado? —insistí, en un murmullo.

    Tardó en responder.

    —Supongo que sí. —Volvió a chasquear la lengua y lo que agregó se asemejó a un pensamiento en voz alta, presa de la frustración—. Dios, ¿por qué tuvo que llamarte?

    —Ema está muy preocupada por ti, Anna, y no tiene el tiempo para ocuparse como querría. Por eso me llamó. —Suspiré y bajé la vista de regreso a mis zapatos, volviendo a suavizar el tono—. No te enfades con ella. No diré nada, quédate tranquila.

    Tomó mucho aire y lo soltó con pesadez, pero no replicó nada. Creía conocerla lo suficiente para entender que por fin había cedido y reanudé la caminata, empezando a atravesar el patio frontal sin prisa.

    —¿Cuándo te dan el alta? —pregunté.

    —No lo sé aún, están esperando los resultados de unos estudios que en teoría llegan hoy. Eso debería definir la fecha.

    Tenía dudas, muchas, que no me sentía cómodo cuestionando. Murmuré un sonido afirmativo y permanecimos en silencio algunos segundos.

    —Perdona por haberte llamado así —dijo ella, en voz baja, y yo volví a detenerme con calma—. Luego le... le pediré perdón a mamá y todo eso. Y gracias por no decir nada. —Soltó una risa floja—. Estar aquí encerrada me está comiendo la cabeza, te lo juro.

    ¿Tienes miedo?

    ¿Te sientes sola?

    ¿La pasaste muy mal?

    ¿Estás preocupada?

    —Descuida, es entendible —murmuré, conciliador, y esbocé una pequeña sonrisa—. Cualquier cosa avísame, ¿sí? Estoy aquí para ti.

    Una breve despedida de manual y eso fue todo. Me despegué el móvil de la oreja con cierta reticencia y lo hundí en mi bolsillo, sintiendo que en el movimiento quebraba uno de los pocos hilos que mantenían a Anna unida al mundo real. Lo comprendía. Las habitaciones podían convertirse en prisiones extrañas bajo la fuerza del hábito suficiente. Se oscurecían, los muebles perdían forma, y sobre las paredes aparecían visitantes indeseados. Susurraban, se movían, te miraban y se alimentaban de tu letargo.

    Respiré con pesadez y retomé la caminata. En cierto punto detecté un chispazo blanco a la distancia y me pregunté si eso también habría nacido bajo la fuerza del hábito; o de cierto anhelo, quizá. Recordé lo que traía dentro de mi maletín y decidí acercarme a Verónica, pero un pelirrojo lo hizo primero varios metros por delante de mí y perdí el impulso por completo. Mantuve mi camino recto, pues, e ingresé en los casilleros. Era Dunn, de mi clase, y desde la conversación que habíamos tenido y el apodo que me había escupido no me apetecía verle la cara más de lo necesario. Aún menos ahora.

    No me quedaban muchas opciones. Lo había traído sólo por la insistencia de mamá, y me había echado el viaje en tren autoconvenciéndome de que era un buen puntapié. Que me estaba arrancando, que el sol pesaba y la desconexión nacía de los deslices. No quería volver a caer ahí. Quería mejorar.

    Abrí el casillero de la chica y deposité con cuidado, sobre sus zapatos, el bento. La caja de madera estaba envuelta en un pañuelo de tela decorado con crisantemos blancos, y en su interior conservaba un almuerzo casero. Algunas piezas de karaage, unos onigiri rellenos de pescado, y una ensalada de pepino, zanahoria y brotes de soja. "Toma, llévaselo a tu amiga de mi parte", me había dicho junto a una sonrisa, "en agradecimiento por las galletas".

    Mi plan original había sido dárselo en persona, pero había trastabillado y ahora me avergonzaba un poco. Suspiré, saqué un par de cosas más de mi maletín y le dejé un post-it pegado encima del nudo del pañuelo. "De parte de mamá", decía, "ojalá lo disfrutes, Shiro-chan". Le agregué una carita contenta y cerré el locker, desviándome al mío para hacer el cambio de zapatos y subir.


    Bruno TDF holis, iba a caerle a Verito pero buenu, ahí Kakeru le dejó algo en el casillero ♡
     
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    Había momentos que simplemente me dejaba llevar por lo que sentía e ignoraba a las personas de mi alrededor, un claro ejemplo me llevé ayer cuando Adara paso por mi casa, la esperaba con ansias, pero se me daño el día en cuanto mi hermana se levantó con ganas de hacerme la vida cuadritos más de lo que siempre lo hacía. Pero lo peor de todo fue que totalmente lo que experimente en esa mañana lo eche encima de Adara sin que ella tuviera alguna culpa de algo.

    Demasiado tenía ya ella con la perdida de su collar.

    Suspire en poco, lleve mi vista al cielo después de salir del coche, me despedí del chofer sin ningún problema, los rayos del sol daban en mi cabello y hacían que este se viera mucho brillante de lo que ya era. A veces desearía ser igual que él. Que mi vida brillara de la misma forma, pero parecía que eso iba a hacer imposible desde la muerte de mis padres, todo cambio en mí no volví hacer la misma y creo que la pared que siempre levantaba para que no me lastimaran si la estaba derribando, pues sencillamente volvería a subirla.


    Por mi bien y por el de las personas que me rodeaban.

    ¿Pero a dónde dejaba a Kohaku? ¿A Adara? ¿Podía alejarme de ellos por qué simplemente mis emociones estaban más revueltas que las de una ensalada desde el día viernes? No lo sabía con una certeza cierta.

    Entonces suspiré frustrada, así que decidí dejar de pensar tanto (porque era lo mejor) y entre de una vez por todas a la academia, al llegar a mi casillero hice el cambio de zapatos sin ningún problema, saqué algunas cosas que necesitaría y lo cerré, pero lo que no sabía era que al salir de allí para dirigirme hacia el pasillo me chocaría con alguien las cosas en mi mano cayeron al suelo en un golpe seco. Alce mi vista en poco hacia arriba y cerré los ojos.

    Lo que me faltaba más despistada no podía ser.

    Me incliné para recoger las cosas, pero mientras lo hacía mire por encima la mano que suponía que era de la persona con la que había chocado, recogí la mayoría, pero lo poco quedo en la mano de la persona contraria.

    —Aquí tienes.

    —Gracias perdón por lo de an —parpadeé en poco al reconocer el acento italiano, al llevar mi vista al frente, suponía que de la impresión o del susto o que mismo sería, pero di un paso hacia atrás—. ¿Stella? —eso significaba que si ella estaba aquí mire detrás de ella—. ¿Enzo?

    —¿Te encuentras bien?, parece como si hubieras visto fantasmas —desvíe mi atención en la hermana menor de Enzo cuando hablo su voz sonaba diferente a como la recordaba.

    Asentí repetitivamente.

    —Sí, solo no esperaba que encontrarlos aquí —los mire a los dos—. ¿Por cierto que hacen aquí en Tokio?

    —No pensé que lo primero que harías al verme sería hacerme esa clase de pregunta —la voz de Enzo sonó en mis oídos y lo mire cuando dio un paso al frente—. ¿Y el abrazo a donde queda rojita?

    Mire sus manos extendidas por unos largos segundos para después fijarme en sus fríos ojos grises, me miraban con detenimiento, le sonreí en poco antes de refugiarme en sus brazos para ser sincera, se sentían como recordaba, reí al recordar que él era mucho más alto que yo y que apenas ahora le llegaba hasta casi alcanzar su pecho.

    —Te extrañé —susurré—. Me hiciste mucha falta, ¿sabes?

    Río.

    —Yo también te eché de menos enana.

    Al escuchar el apodo que más odiaba que él me dijera le pegue en el hombro.

    —¡Oye! Eso dolió —él lo dijo serio, pero muy sabía que era mentira—. ¿Así es como me recibes? ¿Después de que casi han pasado tres años sin vernos?

    Iba a alejarme de él para replicar, pero no me dejo, así que solo alce la cabeza para mirarlo.

    —Te lo mereces, sabes que no me gusta ese apodo, lo odio —entrecerré los ojos y recordé algo—. ¿Ya sabes en qué salón les toco? —noté que los dos asistieron—. ¿Cuáles son?

    —Curiosa como siempre —alce los hombros en modo hacerle entender que ya me conocía, después me removí entre sus brazos para que me soltara—. El mío es el 3-2 y el de Stella 2-3.

    —Te toco con Adara —sus cejas se alzaron por curiosidad—. Ella está en la 3-2 —la sonrisa arrogante en sus labios me dio a entender algo—. Ni lo pienses a ella no le gusta que le fastidien la existencia, como siempre dice —mucho menos ahora con lo que había pasado con el collar de su abuela—. Ya la conoces, no sé por qué te aferras tanto en quererlo hacer cada vez que la vez.

    —Eso es algo que se me daba muy bien cuando ella está cerca —río, pero su rostro se tornó serio después de segundos, era el mismo que mantenía siempre y que se relajaba cuando nos tenía cerca Adara y a mí note que miro a su hermana y ella asistió—. Así que no puedo prometerte no hacerlo —me miro por segundos que se sintieron eternos—. Yo y Stella iremos subiendo, ¿nos acompañas?

    Negué y miré las cosas en mi mano.

    —Iré a devolver algo en mi casillero que saque por error —él asistió mientras se iba alejando su hermana, avanzo primero, no sin antes despedirse con un asentimiento de cabeza —Por cierto mi salón, él es 3-3 por si quieren ir a buscarme —eso, medio lo grite mientras ellos se alejaban Enzo solo asintió con una sonrisa que casi nunca notaba en su rostro.

    Mire su espalda mientras se marchaban, se me hacía raro que él estuviera aquí, se miraba diferente y sentía que no era porque simplemente ya tenía dieciocho años, era otra cosa. Lo sabía muy bien, la vida de Enzo siempre fue un misterio, y ahora que lo miraba bien.


    Todo en él gritaba peligro.


    No sé qué era, pero lo descubriría.

    Sentí que no me iba a gustar, algo me decía que estaba más cerca de lo que pensaba, cerré un poco mis ojos antes de regresar a mi casillero, regrese lo que había sacado por error, aunque no lo cerré enseguida, estaba demasiado concentrada pensando en el reencuentro que había tenido con Enzo y su hermana.

    Pero sentía eso, que tenía que alejarme.

    Como si eso fuera tan fácil de hacer, él era mi mejor amigo, pero la misma palabra seguía repitiéndose en mi mente.

    Aléjate.

    holis puro relleno que necesitaba hacer por el reencuentro de estos dos.

    Y por aquí dejo a Fiore hecha un lío de emociones <3
     
    Última edición: 3 Enero 2024
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    El suspiro de Kaia fue extenso y profuso. La miré de reojo, sin modificar mi seriedad, y ella se tomó unos segundos para regresarme el gesto. El coche estaba deteniéndose frente a las puertas del Sakura, extendí la mano y afirmé el agarre sobre la suya, comprimida en su regazo. No sabía quién debía consolar a quién, honestamente; la lógica me señalaría a mí como la víctima principal, pero el mundo que habitábamos se agitaba bajo otros vientos y respondía a reglas inauditas, incomprensibles a oídos de la mayoría.

    —Es cuestión de tiempo —murmuré, el vehículo finalmente estático.

    —Es cuestión de tiempo —acordó ella, en una suerte de mantra.

    Le sonreí y regresé a mi espacio, abandonando el coche tras despedir al chofer. Kaia me imitó por su lado y comenzamos a andar el patio frontal; yo hundí las manos en los bolsillos y permanecí en silencio, dubitativo respecto a su deseo por conversar. Poco después, sin embargo, habló.

    —¿Tenían que llegar tan lejos? —cuestionó, en voz baja; percibí un revoltijo de rechazo y tristeza.

    —Les di vía libre —resolví, tranquilo, con la vista puesta al frente, y noté que Kaia me miraba. Le correspondí el gesto—. Les dije que podían hacer lo que quisieran, me daba igual.

    —Pero, Yu, ¿y tu reputación?

    —A la mierda eso —solté, firme—. A la mierda la reputación, el honor de la familia, los vínculos sociales. ¿Qué gloria se puede conservar entre esas paredes? El nombre de los Hattori tendría que haber sangrado hace mucho tiempo, sólo me ocupé de reventar la infección. Prefiero que las altas esferas me den la espalda, que me escupan, si quieren. Me da igual. —Esbocé una pequeña sonrisa—. Aunque lo más probable es que estén demasiado ocupados quemando sus propios trapos sucios. Basta uno cazado para que el resto sienta el peligro en la nuca.

    Les di vía libre.

    Para que el espectáculo aterrorice a todos los parásitos.

    —¿Y tu mamá?

    —La cuidaré. —Miré a Kaia, suavizando el tono—. Las cuidaré. Para eso estoy aquí.

    Ella detalló mi semblante un par de segundos, hasta que asintió y volvió a suspirar.

    —No me convence —murmuró—, pero si es lo que quieres está bien, Yu.

    Saqué la mano enguantada del bolsillo y la atraje por los hombros, abrazándola sin brusquedad ni dejar de caminar.

    —Quiero que seas una estudiante de preparatoria ordinaria, Kai, que participes de los clubes y hagas amigos. —Le sonreí—. Ha sido divertido estos días, ¿cierto?

    Ella sonrió a traición y desvió la vista al frente, sin darme una respuesta directa; no era necesaria. La apretujé un poco y la dejé ir, ingresando a los casilleros. Nos ubicamos frente a nuestros lockers, aunque la atención de Kaia se había desviado ligeramente hacia lo que parecía ser un reencuentro. Las palabras y acciones nos alcanzaron quisiéramos o no, el grupo se disolvió y quedó en la zona la pelirroja. Yo no les llevé el apunte por fuera de lo que absorbí bajo la fuerza del hábito, pero Kaia se quedó mirando a la muchacha.

    —Va a mi clase —fue lo único que le oí murmurar antes de retirarse.

    Se acercó a la susodicha tras cambiarse los zapatos y me debatí mentalmente si esperarlas o subir. La primera opción me daba pereza y la segunda... bueno, igual no me venía mal ponerle buena cara a la gente de esta Academia. En especial si Kaia se iba a empeñar en hablar hasta con los árboles.

    —Hola —la saludó con el tono suave y la sonrisa amable de siempre, sin dejar entrever ni una pizca de nuestra conversación inicial o sus emociones subyacentes—. Disculpa, ¿te sientes bien? Me pareció que tenías mala cara.

    Estaba reuniéndome con ellas mientras Kaia hablaba. Me detuve a un costado, ambas manos en los bolsillos, y saludé a la desconocida con un asentimiento.

    —Vas a mi clase, deja que recuerde —prosiguió mi prima, detallando a la chica con los ojos entrecerrados—. Hmm... ¿Bianchi-san, tal vez? ¿Acerté?
     
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    El reencuentro con Enzo me había dejado demasiado anonadada como para pensar en algo del estado de ánimo en el que me encontraba desde el viernes, mis emociones estaban por el piso si debía ser sincera conmigo misma. Entonces, en eso de estar metida en mis pensamientos, apenas me había dado cuenta de que alguien se me había acercado, solo porque escuche él ''hola'' en un tono suave, sin esperar tanto lleve mi atención en poco en la persona en cuestión.

    Parpadee en poco era la chica nueva de mi clase, ¿pero qué hacía ella acercándose a mí? Y aún más la pregunta que hizo me cogió desprevenida, no la esperaba, pensaba responderle después de repasarla suavemente, pero la llegada de una segunda persona que esta vez sí no conocía de nada detuvo mi acción, pues se reunió a nosotras cuando ella aún seguía hablando, pero paro aún costado.

    Ladee un poco la cabeza y lo mire con cierta curiosidad, hice el mismo repaso que había hecho con la chica, pero esta vez fue más detenido pase por sus facciones, hice lo mismo por su cabello hasta que llegue a sus ojos por algunos segundos, obviamente no dije nada, y solo le respondí el saludo de la misma forma en la que él lo había hecho.

    Aunque por así decirlo de lejos distinguí en él algo de la misma aura que había sentido cuando abracé a Enzo.

    Sin más, termine de fijarme en la chica.

    —Hola —sonreí, aunque no estuve segura de que eso fuera servido de algo para mejorar la expresión en mi rostro—. Sí, estoy bien —regresé mi vista a mi casillero para después cerrarlo, entonces me di cuenta de algo, esas paredes que puede que se estaban derribando, pues, se estaban levantando de vuelta—. No pasa nada, pero gracias por preocuparte, después de todo soy una casi desconocida para ti.

    La intención es la que cuenta Fiorella.


    Cuando ella buscó acertar que Bianchi era mi apellido, asentí lentamente.

    —Si Fiorella Bianchi —ahora si me puse a su frente—. Y tú eres la chica nueva, Kaia Hattori ¿no? Es un placer.

    Entonces así, sin más, mi vista se desvió en el chico, en lo que hacía la pregunta.

    >> ¿Puedo hacerles una pregunta? —mi voz se torno con algo que no destingui de nada—. ¿Ustedes dos son familiares?
     
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    A veces las estaciones se apresuraban por sucederse las unas a las otras. Era lo que sentía cuando, al caminar, las hojas bajo mis pies crujían, y también cuando, saliendo de casa, los pétalos rosa revoloteaban sobre mi nariz. Sabía que era necio y tonto, pero no podía evitar desear que a veces, sólo a veces, el tiempo se deslizara con más calma. Que al cerrar los ojos, al irnos a dormir, al taparnos los oídos, el mundo se congelara a medio giro y permaneciera así. A menudo soñaba con los copos de nieve suspendidos en el cielo, la quietud me permitía tocarlos.

    De otro modo se me escapaban.

    Quizá fuera lisa y llana cobardía, después de todo había sido partícipe activa de este plan, pero ahora que las consecuencias empezaban a precipitarse... El corazón se me había encogido ante las imágenes, la suciedad e inmundicia en ellas. Era poético a su manera, una declaración de su verdadera naturaleza, y la incesante pregunta encerrada dentro de mi mente me negó el sueño una buena cantidad de horas. ¿Por qué? ¿Por qué me generaba tristeza? No habían hecho más que perecer en su ley. Les arrancaron los pecados de entre las costillas y los iluminaron bajo reflectores de exposición. No había nada injusto ni deshonesto en ello, y aún así no lo creí correcto. Cerré los ojos, me tapé los oídos y escondí el rostro.

    Esperé que el tiempo se detuviera.

    Yuta se veía tranquilo, sin embargo, y supuse que debería aferrarme a eso. Al ingresar a los casilleros anudé la máscara de arcilla, engrosada y perfeccionada con los años, con tal simpleza y costumbre que siquiera lo noté. La máscara me permitió olvidarme del tiempo, de la imagen, de nuestro apellido, y le presté atención a una chica de mi clase. Puede que mi irrupción hubiera pecado de atrevida, de hecho percibí en su semblante que la tomé por sorpresa, pero no me cohibió lo suficiente... o algo en absoluto. La muchacha reparó en Yuta antes de responderme y lo observó con un detenimiento que captó mi interés ligeramente. Atendí al duelo de miradas, curiosa primero, divertida después. Yuta mantuvo la cara de poker sin dificultades y, cuando Bianchi regresó a mí, lo miré unos escasos segundos extra: balanceó el peso sobre sus pies y se desinfló los pulmones por la nariz. Fueron detalles sutiles.

    —Me gusta creer en la amabilidad de los extraños —murmuré cuando ella alegó ser una desconocida a mis ojos, y tras completar la frase le concedí una sonrisa que pretendió conciliar—. A veces las brisas más frescas provienen de los ríos más lejanos, ¿cierto?

    Resultó que sí era Bianchi-san. Al saber de mi acierto reí con suavidad, contenta, y junté las manos en una palmada breve. Ella también recordaba mi nombre y asentí con vehemencia.

    —El placer es mío, Bianchi-san.

    Su tono de voz mutó ligeramente entonces, pidió de hacernos una pregunta y sus ojos viraron hacia Yuta, quien se vació los pulmones con algo parecido a la decepción.

    —¿No podemos ser sólo dos albinos que se conocieron en un grupo de albinismo? —replicó.

    —Tú serías el primero en comenzar a faltar si hubiera un grupo así —le dije, divertida, y miré a Fiorella—. Sí, somos primos. Es un rasgo bastante frecuente en nuestra familia.

    —Y también aquí, por extraño que resulte —agregó él, estirando el cuello para mirar en varias direcciones. Al final regresó a la chica—. ¿Y no hay grupo de pelirrojos? No son tan raros como nosotros pero igual hay pocos, como... ¿un uno por ciento mundial?


    —No me mires a mí, eres tú el de los datos random.

    —Ah. —Alzó brevemente las cejas y miró a Bianchi, sin modificar su cara ni un ápice—. Hattori Yuta, por cierto. Un placer. ¿Kai se porta bien en clase?
     
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    Apenas y había pensado que la forma en la que había observado al chico había sido con tanto detenimiento en sí, era algo que siempre hacía cuando alguien llamaba mi atención y más que nada por la curiosidad de saber de quién se trataba simplemente el muchacho a mi vista y con todas sus expresiones y más que nada por la cara de poker que se cargaba, pues era un misterio para mí.

    Entonces la chica hablo y escuché lo que dijo con demasiado detenimiento, sus palabras las sentí sincera y por un rato me recordé de Adara. Asentí confirmado lo que dijo por qué era verdad, note en poco su sonrisa al saber que había acertado con mi apellido. Se la miraba contenta con eso y para ser sincera, pues era bueno.

    Mire e intercale la mirada entre los dos cuando hice mi pregunta sobre si los dos eran familiares, note su interacción y reí en poco al notar en poco por así decirlo la decepción del chico, supongo que quería ¿que supusiera que no eran familiares sino simplemente conocidos? Ni idea; sin embargo, cuando Kaia menciono que eran primos, solo sonreí, pues había hecho la pregunta, porque los dos, pues, tenían cierto aparecido.

    Por lo tanto, cuando el chico pregunto que si no había un grupo de pelirrojos, reí divertida.

    —No que yo sepa —mire a mi alrededor—. No soy la única pelirroja aquí —alce un poco mi cabello—. Por lo poco que he visto de los terceros, pues en cada salón hay un uno por ciento de nosotros.

    Recibí la mirada del muchacho y todo sin dificultad y cuando me dijo su nombre al presentarse sonreí para mis adentros.

    —El placer es mío —lo miré en poco—. ¿Puedo llamarte Yu? —yo bien confianzuda, ¿no? Mire a Kaia—. ¿Y a ti Kai? —aún no había alejado mi vista de Kaia cuando respondí la pregunta del chico—. Por lo poco que he visto hasta ahora que recién hemos pasado palabra alguna —le sonreí en poco—. Muy bien.

    Y yo que no era muy observadora, pero sabía como distinguir muy bien de lejos a la gente tranquila.

    Pero a veces simplemente había personas que fingían serlo, ¿no?
     
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    ¿Y ahora por qué esta tía me miraba así? ¿Me había quedado la sábana pegada en la cara? ¿Me bailaban monos arriba de la cabeza? Apenas sentí su mirada encima le devolví el gesto y no cedí hasta que ella cambió su centro de atención, algo así como los gatos que no se quedaban tranquilos hasta que dejabas de verlos. No la creía una amenaza inminente ni nada remotamente parecido, sólo era la costumbre.

    Mi cuerpo aprovechó el tiempo libre de atención para descargar ligeramente la incomodidad acumulada, así fuera leve. Kaia soltó su lección de vida del día y para cuando la pelirroja regresó a mí, ya había dejado atrás la competencia de miradas. Mi comentario se quedó a medio camino entre la broma y la ironía, pero ella se rió divertida y asumí que era el mejor outcome posible. Detalló su propio cabello, hice lo mismo por inercia y alcé apenas las cejas.

    —Ah, sí. En mi salón hay algunos pelirrojos. Nos queda la 3-2 como misterio.

    Poco tardó en descolocarme otra vez, sin embargo. Cuando quise acordar estaba preguntándome si podía llamarme Yu y me pregunté de dónde coño se estaba tomando las confianzas. Su solicitud fue tan directa que no encontré una forma bonita de eludirla, al menos no en los escasos segundos que tuve de prórroga.

    —Primero me escaneas la cara y luego quieres acortar mi nombre de buenas a primeras —enumeré, tranquilo, y me incliné hacia ella con una sonrisa ligeramente divertida. Detallé sus ojos y agregué—: ¿Algo que quieras compartir con la clase, Bianchi?

    ¿Mi estrategia era molestarla para que ya no quisiera ser tan... amigable conmigo? Quizá. Mis métodos solían ser cuestionables, los resultados no tanto. En cualquier caso, apenas terminé de hablar regresé a mi posición y giré sobre mis talones, empezando a caminar sin prisa.

    —¿Vamos subiendo? —propuse al aire.

    Me pareció oír a Kaia exhalando a mi espalda y su respuesta a Fiorella me alcanzó de igual manera, iniciando el camino hacia las escaleras.

    —Puedes llamarme como te apetezca, Bianchi-san. No te molesta que yo te diga así, ¿verdad? Mi crianza fue... bastante tradicional. —Soltó una risa breve, suave, cuando la pelirroja dijo que se portaba bien en clase—. La verdadera pregunta es si tú te comportas, Yu, pero perdí la oportunidad de preguntárselo a Meyer-san.

    —Podrás quitarte la duda cualquier día —respondí, medio girando el rostro.

    —Oh, cierto —dijo Kaia, mirando a Fiorella—. ¿Estás en algún club, Bianchi-san?
     
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    Bruno TDF

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    Algo nos unía. No por nada nos encontrábamos charlando con tanta soltura después de haber cantado la misma canción. En eso me hizo pensar Cay cuando continuó mi broma (no tan broma) sobre la buena fortuna que teníamos por estar bajo la consideración de Hubby. Estuve muy de acuerdo con su perspectiva de que compartíamos una misma clasificación, se lo hice saber con un asentimiento marcado. Y habría contribuido con alguna palabrita más, pero me fue imposible debido a que mi sonrisa se ensanchó con lo de “montoncito de nieve”, adoré esa definición. ¡Y sep…! Definitivamente él se veía como un fuego, con sus ojos de oro y el cabello rojo, de brillo intenso bajo el sol... Conformábamos un par interesante, y capaz me terminaba derritiendo (como buen montoncito de nieve que era) si seguía exhibiendo esa actitud tan tierna que parecía caracterizar sus ademanes. En cuanto a la dichosa prueba de valor, supe con toda certeza que Hubby estuvo a bastante buen resguardo, mi comentario tal vez sólo buscaba confirmar lo evidente: viendo cómo era el muchacho pelirrojo frente a mí, no me cabía la menor duda de que mi vecinito también era afortunado.

    Al ver que daba unos pasos hacia la academia, fui a buscar mis cosas, las cuales había dejado contra la pared: sobre el hombro me eché la tira del bolso deportivo y en mis manos sostuve el maletín escolar, tras lo cual me puse a la par de Cay con una sonrisita.

    —Será un día maravilloso, sin dudas —secundé mientras nos aproximábamos a las puertas de entrada—. Si esto sigue así, pronto podrás ubicarme fácilmente, porque sólo tendrás que seguir el canto de un gorrión acompañado del tarareo de una chica —asentí—. Ah, y hablando de eso…

    Volví a girar el rostro hacia el hombro donde se hallaba Copito, que intercambiaba miradas de curiosidad con los estudiantes que nos rodeaban. Le hablé otra vez en voz baja, una frase diferente. El chiquito entonces levantó vuelo, sacudiendo un mechón mi cabello con el viento de sus alas, y su cuerpito no tardó en perderse en las alturas hasta confundirse con las blancas nubes del cielo. Con eso, Cay y yo entramos al edificio.



    —Cuando no hace frío, Copito vuela libremente por nuestros alrededores, aunque la mayor parte del tiempo se queda en la ventana de mi salón durante las clases, que mi pupitre queda justo al lado de ésta —le explicaba al chico mientras nos dirigíamos a los casilleros de tercero—. Es un pajarito muy inteligente y con un gran sentido de la orientación: siempre permanece en mi cercanía, sin importar dónde me encuentre. A veces lo llamo con un silbido especial para que vuele hasta mi mano.

    >>¿Y tus gatos cómo se llaman? El negro y el gris, o quizás los dos son de ambos colores —quise saber, mi interrogante vino acompañado de una pequeña risa— ¿Tendrás a mano alguna fotito de los michis?

    Pido encarecidamente que aún no los arrastres de aquí, porfa, que necesito narrar que encuentra el almuerzo que le dejó el Kakeru <3
     
    Última edición: 6 Enero 2024
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    Los gestos de esta muchacha eran terriblemente transparentes y aunque se le notaba enérgica, sabía contener ciertos estallidos de emoción para no absorbe la energía de los otros en el proceso. Era extraño y reconfortante a la vez, pero supuse que era uno de los motivos por los que había terminado en la clasificación Huberística. Inspiraba confianza con bastante facilidad y al final del día el mundo se reducía a eso; la confianza, como la esperanza, parecía ser un salvavidas y un arma de destrucción masiva, todo dependía de quién empuñara el arma y cómo decidiera usarla.

    En cualquier caso, cuando la llamé montoncito de nieve me di cuenta que se le ensanchó la sonrisa y reí por lo bajo. Aunque ambas cosas eran lo mismo al final, la nieve me parecía más amable que el hielo en sí mismo, por evidentes razones, pero también cabía señalar que los días nevados no eran siempre frío y, qué sé yo, depresión estacional. La gente disfrutaba la nieve, poder salir, jugar y tener una excusa para usar ropa de invierno y beber chocolate caliente sin morir de calor.

    En fin, que me había patinado de lo lindo como siempre, pero seguí atento a la conversación y tal. Soltó que si todo seguía así, pronto la ubicaría fácilmente porque solo tendría que seguir el canto del gorrión y a la chica tarareando. A ver, razón no le faltaba porque el cuadro era bastante raro en sí mismo, pero me hizo gracia el detalle de que ignorara lo demás.

    —También podría solo seguir el reflejo del sol en el montoncito de nieve —atajé bastante entretenido con la obviedad.

    Vete a saber qué le dijo Verónica al gorrión, porque salió volando y su figura blanca no tardó en desaparecer. Observé el camino que trazó unos segundos, antes de volver a atención a la chica y entrar al edificio, donde me fue explicando qué pasaba con Copito en el tiempo muerto de clases. No había lidiado con aves en mi vida, lo que sabía era lo que mamá me contaba, pero me parecía fascinante lo amansado que estaba el bichillo como para acudir ante un silbido específico.

    —Hace más caso que mis gatos. —Me lamenté medio en broma, medio en serio—. Nunca había visto que alguien tuviera una unión tan fuerte con un ave, es interesante.

    Continuamos hasta los casilleros de tercero, los recorrí con la vista buscando figuras conocidas y, quisiera admitirlo o no, buscando también la silueta de Sonnen. No di con ella de todas formas, así que solo seguimos caminando y atendí a la pregunta que me había hecho Verónica.

    —Cinis el gris, Nyx la negra —contesté mientras hundía la mano en el bolsillo. Saqué el móvil, lo desbloqueé y busqué una foto donde estaban ambos aplastados en el sofá, uno pegado al otro—. Puedes sostener el teléfono si quieres, así hago el cambio de zapatos.

    Supuse que lo haría, confianzuda como era, y al detenerme en el casillero hice el cambio con fluidez. Escarbé un poco las cosas, por si se me quedaba algo que necesitara en las primeras horas, pero al confirmar que no era el caso cerré la taquilla y regresé la atención a Verónica, apuntando al resto de casilleros con la cabeza para que fuésemos al suyo.


    tranca palanca, lo tenía presente uwu
     
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    Bruno TDF

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    Mi plática sobre Copito era chistosa si la mirábamos desde cierta perspectiva, pues hablé de nuestra dinámica con una naturalidad inusitada, como si fuera lo más típico del mundo el comunicarme con un ave y mantenerla cerca de mí (cosa de la costumbre, ¡supongo…!). De hecho, el propio Cay apuntó que nunca había visto a alguien que tuviera una unión tan fuerte con un pajarito, que le resultaba interesante. Y bueno… Oír esa apreciación por parte de otra persona… ¡se sintió bonito…! Entonces se me ocurrió que su concepción de “fuego” no se limitaba solamente a su aspecto físico: sus palabras mismas emitían una calidez agradable, eran como pequeñas fogatas nacidas de la antorcha.

    Recibí con mucho gusto su móvil entre mis manos y, mientras él realizaba el cambio de zapatos, observé a los mininos. Para ser honesta, prefería mantener distancia de los gatos debido a su problemática relación con las aves… Lo que no impidió que una larga y suave exclamación de ternura surgiera de entre mis labios mientras miraba la foto en pantalla, porque los felinos en general me parecían muy adorables pese a todo. Y los de Cay en particular…

    —Son increíblemente preciosos —dije, con la mirada iluminada—. Qué chiquitita se ve Nyx al lado de Cinis —hice zoom hacia la michi oscura—. Y mira qué carita, aw, dan ganas de mimarla. Y a Cinis también, obvio, que nadie se quede afuera. De paso aprovecho para pedirles que le hagan más caso a su dueño —añadí al final con otra risa ligera.

    Los preparativos del chico fueron fluidos, por lo que estuve unos segundos paseando el zoom entre sus mascotas con la expresión aún enternecida. Debía agradecer que Cay tuviese colores intensos, ya que detecté instantáneamente la atención de sus ojos por el rabillo de mi mirada; caso contrario, me habría entretenido un tiempo de más, ups. Pasé junto a él y le devolví su aparato con respetuoso cuidado, murmurándole un "Thank you". Mi casillero no quedaba a tanta distancia del suyo.

    Y cuando lo abrí...

    —Epa… ¿Y esto?

    Me encontré de frente con unas flores blancas. Eran muy bellas y estaban hechas de una suave tela que envolvía algo que, si mis ojos no fallaban, tenía la forma y tamaño de un bento. En el nudo superior había una notita, y todo cobró sentido cuando leí el “Shiro-chan”, ese apodo que era tan especial para mí. La sonrisa se me disparó a la velocidad de la luz, intensa, y tuve que llevarme las manos a las mejillas para absorber buena parte de mi reacción.

    Lo tomé con muchísimo mimo. Me giré hacia Cay y le enseñé las blancas flores desde la diminuta distancia, sintiéndome increíblemente dichosa.

    —Tenías razón: es un gran día ya —comenté.

    Lo primero que hice fue cambiarme los zapatos. Luego, opté por guardar el bento dentro del bolso deportivo para llevar todo con más comodidad, aprovechando que quedaba espacio disponible en su interior; lo deposité sobre el traje de karate, preguntándome sobre las delicias que contendría. El descubrimiento lo haría durante el receso, pero mentiría si dijera que no me surgió la tentación de darle una probadita ahí mismo.

    Eso sí, conservé en mi mano el post it. Saqué un bolígrafo de mi maletín y, con el mismo, escribí en la otra cara del papel: “¡Muchísimas gracias, son un amor! Almorcemos juntos mañana, Fuji”, y al final añadí el dibujito de un corazón. Le hice un gesto a Cay de que me aguardara un momentito más, pues fui a dejar la nota en el casillero de Fuji, sobre sus zapatos de calle.

    —Perdón por la demora —le dije al pelirrojo cuando terminé de disponer mis cosas y me acerqué a él; si ya se me notaba feliz de antes, ahora lo estaba más—. Tu compañera de travesía está lista para continuar.

    Gigi Blanche Vero le dejó una notita al hermoso de Kakeru <3
     
    Última edición: 7 Enero 2024
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    Gigi Blanche

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    Hombre, había pasado una eternidad. Bueno, sólo habían sido tres días, pero se sentía como una eternidad. Me resultó extraño y a la vez absurdamente natural despertarme en mi propia cama, pillar el tren y caminar hasta la escuela. Estaba tan contenta de haber recuperado la normalidad y había tenido tanto, tanto tiempo de introspección forzada que las emociones iniciales parecían ya una historia vieja. Quizá las cosas volvieran a tambalearse cuando me habituara, pero ahora mismo no me importaba lo suficiente. Sólo había querido que el jodido médico firmara el papel que tenía que firmar.

    Era un "felicidades, ya no estás tan enferma".

    Me habían regañado, hecho mil estudios, pasado por cien máquinas y recetado medicamentos nuevos, y todo eso era una mierda pero ya no quería revolcarme ahí. Incluso con el cielo tan gris, ¡daba igual! Dios santo, nunca antes me había alegrado tanto ir a escuchar a Nakano-sensei en su velocidad de cero coma veinticinco usual. Ingresé a los casilleros y por un momento sentí el cartel sobre la cabeza, ese grande y con luces de neón que me delataba, pero rápidamente logré deshacerme de la paranoia. Además, apenas abrí mi locker me encontré la primera sorpresa del día. Recogí la bolsa de galletitas sintiendo una ilusión creciente en el pecho, la sonrisa me iluminó el rostro conforme la inspeccionaba y, al leer la notita, se me escapó una risa en voz baja. Si no sería Cay Cay una cosita...

    Espera. Fruncí el ceño, haciendo sinapsis, y abrí el empaque. Metí la nariz primero y lo olfateé, como si eso pudiera darme alguna pista, luego extraje una galleta. Apenas le hinqué el diente noté que estaban algo duras y me desinflé los pulmones en un suspiro apesadumbrado, masticando el trozo que había mordido. Serían... ¿del lunes, quizá? Pobres cookies, pobre Cay ¡y pobre yo! ¡Me merecía probarlas en todo su esplendor! Pero bueno, nada que hacerle.

    Me acabé esa galletita y dejé la bolsa dentro del casillero para cambiarme los zapatos. No le veía sentido a seguir guardándolas, aunque... ¿debería guardarle un par a Emi? ¿Así, todas duras? Berta obviamente no se las comería... Bah, mejor me sacrificaba yo por la causa. Había sido mi culpa que se pusieran así, así que yo me las comía, punto. Volví a recoger la bolsa, entonces, y guardé el post-it con la notita en un bolsillo de mi mochila. ¡El gatito estaba muy bonito! Algo... rústico, ¡pero muy pintoresco!


    por qué la saqué tantos días de la escuela yahoo respuestas, cómo extrañé a mi niña JAJAJA

    ahí queda uwu7
     
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    Zireael

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    Antes de irme a dormir anoche me había encargado que cubrir las trenzas que había hecho Vero con una de esas cosas de satín que se ponía Nani en el pelo cuando se lo arreglaba y esperaba usar el mismo peinado la mañana siguiente. Las usaría hasta que tuviera que lavarme el cabello, al menos esa era mi idea, así que al despertar solo arreglé algunos mechones que parecían haberse movido y me puse a prepararme para salir.

    Llegué a la hora, crucé el patio frontal y quizás lo soñé, pero me pareció reconocer el cabello de Anna por ahí y algo parecido a la incertidumbre me repicó en el cuerpo. Ayer por la tarde lal volver al centro fui a casa, dejé mis cosas y me cambié para luego ir a casa de Altan, en la puerta me recibió la mujer japonesa que se encargaba de la casa y me hizo pasar.

    Erik me atendió al cabo de media hora, me ofreció té, dijo que Janet estaba ensayando en un teatro y que Altan no había llegado, que no creía que fuese a llegar casi hasta la hora en que ellos se iban a dormir. Le dije que no venía por Al, si no que quería hablar con él y le solté la bomba de la manera más amable que pude; no pareció sorprendido en lo absoluto y al cabo de un rato me dijo que vería qué podía hacer, aunque ya había hablado con él por la mañana.

    La advertencia que le hice a Erik Sonnen fue terriblemente ambigua, extraña incluso, pero le pedí que lo vigilara... como si el peligro fuese únicamente él mismo. El hombre me miró, reconocí los rasgos de Altan en él, y si quiso preguntarme si tenía teorías respecto a algo en específico no lo hizo y yo me fui a casa sin saber qué haría cuando su hijo apareciera en casa.

    Aunque se me ocurrió que era capaz de confinarlo si le parecía la única solución a su alcance.

    Quise ir a saludar a Anna, pero me acordé que le había dicho a la amiga de Adara que podíamos hablar hoy por la mañana así que seguí a los casilleros de tercero un poco a regañadientes. Me cambié los zapatos, saqué de la mochila las cosas que había fotocopiado ayer también y me quedé esperando que Fiorella apareciera para no ir a dejarla plantada ni nada.

    —Vólkov-san —saludó de repente la chica rubia del salón, la nueva, y me dedicó una sonrisa bastante dulce.

    —Rockefeller, ¿cierto? —pregunté solo para asegurarme y ella asintió—. Espero que estés a gusto en la escuela.

    —Lo estoy. Todos han sido muy amables —contestó balanceando el peso del cuerpo en los talones y luego en la punta de los pies. Me recordó a alguna especie de hada, como si quisiera elevarse en el aire—. Solo quería saludarte, transmites bastante confianza.

    —Podemos almorzar juntas algún día, si quieres. ¿Qué te parece?

    La chica asintió con bastante ánimo, realizada con la idea, y con eso dicho se excusó para continuar su camino. Yo me quedé donde estaba, con la espalda apoyada en las taquillas.


    quem ahí te queda Jez uwu
     
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    Ayer había llegado a casa sin muchas ganas de hacer nada, estuve encerrada todo el día en la sala donde tenía el piano y para ser sincera no llegue a tocar nada bueno ya llevo algunos días sin hacerlo. Estaba muy preocupada por Adara más que nada desde el momento en que me dijo que iría a visitar a su mamá y abuelos. Me dolía mucho porque sabía muy bien qué significaba eso. Mis padres estaban enterrados en Italia, pero su madre y sus abuelos estaban en Grecia, su papá nunca quiso que se quedaran en Italia, nunca lo entendí, pero él era el que tomaba la última decisión, tal vez fue porque ellos eran de ese país y de seguro le dijeron Xander Makris que querían ser sepultados en Grecia.

    Ahora que pensaba en Adara, pues hoy tampoco vendría, ni mañana y ni los días de la otra semana. Siempre iba a saber que pensar en cómo lo estaba haciendo era más difícil de lo que podía imaginarme, pues ella se encerraba en su burbuja y no dejaba que casi nadie se le acercara, lo experimenté desde el día en el que nos conocimos. Para ser sincera, me alegraba mucho que Jez entrara en su vida. Hoy me tocaba hablar con ella, ahora solo esperaba decirle todo con tranquilidad.

    Como tal, apenas me levanté, me arreglé sin mucho problema, me dejé el cabello suelto como normalmente lo llevaba siempre, no tenía apetito, así que no desayune y ni mucho menos me despedí de mis padres. Apenas estuve subida en el carro, le dije al chofer si podía pasar por una tienda, pues llevaría cosas de comer, no me sentía con ganas bajar y muchos menos de caminar realmente estaba haciendo un esfuerzo muy grande.

    Antes de entrar a la academia y miré el cielo por un rato, era una costumbre que ya tenía. Al llegar a mi casillero, hice los cambios de zapatos, saqué algunas cosas y giré sobre mi eje para ver mi alrededor por si me encontraba con Enzo junto con su hermana, aún seguía sorprendida por encontrármelos, aquí nunca lo imaginé así.

    Deje de pensar tanto y empecé a buscar a Jez con la mirada, me movi un poco, no sin antes dejar cerrado mi casillero, parpadeé un poco, así que no pasó mucho hasta que di con ella. Estaba recostada en las taquillas, no demoré mucho en acercarme, lo hice a una distancia algo pronunciada.

    —Buenos días —aún tenia la bolsita en la mano, así que la afirmé un poco más—. Espero no haberte hecho esperar mucho —la miré fijo—. Por cierto gracias por aceptar reunirte conmigo Adara me dijo que podía pedirte los apuntes a ti —le sonreí un poco tratando de relajarme—. Ya que no va a poder venir hoy, ni mañana y algunos de los días de la otra semana —hice una pausa—. Solo espero no haber interrumpido ninguna actividad que tuvieras antes.

    Holis uwu.
     
    Última edición: 23 Enero 2024
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    Amane

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    El día había amanecido bastante nublado, a decir verdad, aunque el ambiente seguía siendo bastante cálido y, eh, al menos no parecía que fuera a llover. Asumí que sería un día bastante corriente, quizás hasta aburrido si no fuera por el proyecto mensual, y por eso mismo... ¡no me esperé en lo más mínimo encontrarme con Anna en los casilleros! Estaba entrando a la academia junto a Kashya, como casi todos los días, cuando distinguí el rosa tan característico de la chica junto a su casillero.

    —¡Annie! —exclamé, habiendo acelerado el paso para acercarme a su posición, y no tuve ningún reparo en lanzarme a abrazarla una vez la alcancé—. ¡Buenos días! ¿Ya estás mejor? Bueno, obviamente, si estás aquí. ¡Que alegría! ¿Cómo estás? —seguí hablando, algo acelerada debía admitir, tras ya haberme separado; aun así, mantuve el contacto al haber buscado sus manos con las mías.

    Mientras tanto, Kashya también me siguió hasta ahí (aunque mucho más tranquila) e intercambió un par de miradas entre ambas cuando llegó a nuestro lado.

    —Bienvenida de vuelta —le dijo, neutral como siempre, antes de alejarse hacia su respectivo casillero.

    aaaa *pega saltitos en el sitio*
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Estaba a punto de comenzar a subir cuando escuché una voz llamándome. ¿Qué decía? No era una voz, ¡era la voz de Emi! La reconocí al instante y giré con tal fuerza que sentí el cabello alcanzar mi hombro opuesto. La chica venía hacia mí y la recibí en un abrazo bien, bien fuerte, sin poder (ni querer) contener la risa que me brotó del pecho. No respondió a nada, fue la alegría tan repentina que sentí al encontrármela de un segundo al otro. Había planeado escribirle, esperarla junto a su clase o buscarla en el receso, ¡pero aquí estábamos!

    Entre las preguntas a tropel y las correcciones de las mismas me soltó un montón de cosas que me hicieron reír un poco más. Nos separamos, mantuve mis manos en las suyas y les di un apretón al encontrar sus ojos apropiadamente; la bolsita de galletas quedó pendiendo, sujeta entre dos de mis dedos. Estaba tan, tan contenta de volver a verla que todo lo demás, todo lo malo, desapareció en ese instante.

    —¡Estoy bien! Bueno, estoy mejor, ¡pero estoy bien! —respondí, prácticamente repitiendo sus palabras, y volví a reírme al notarlo—. ¿Tú cómo estás? ¡Te extrañé mucho!

    Fue decirlo y volver a lanzármele encima, apretujarla, zarandearla y estamparle un sonoro beso en la mejilla antes de regresarle el espacio. En ese momento noté la presencia de Kashya, me dio la bienvenida y le sonreí con entusiasmo. ¿Hasta ella me estaba saludando? ¡Este era un día histórico!

    —Gracias, Ka-chan —le respondí, sin molestarme en disimular la alegría.

    AAAAAA MIS NOVIAS *rueda*
     
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    Zireael

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    Me quedé en mi lugar, esperando y me dediqué a agitar suavemente las fotocopias engrapadas que tenía en la mano derecha, distraída. Vi la gente pasar, pensé en lo gris del cielo y agradecí que al menos por ahora no tuviera pinta de ir a llover. No se me antojaba mucho comerme un bajón emocional por el clima, la verdad.

    El punto fue que Fiorella tardó menos de lo que esperaba en aparecer, noté la mata de cabello pelirrojo incluso antes de que ella reparara en mí y para cuando se acercó negué suavemente con la cabeza, diciéndole que no había esperado casi nada ni había interrumpido algo que hubiese planeado antes. Dijo que Adara no podría venir hoy, ni mañana, ni algunos días de la otra semana y comprimí un poco los gestos sin querer, todavía preguntándome por qué no me lo decía ella misma.

    —Esto es lo de ayer —dije extendiéndole las copias—. Puedo ir apiñando lo de los días que falte de hoy en adelante para dártelo todo en un día, por si la vieras antes que yo cuando...

    Como no sabía qué era lo que mantenía a Adara fuera de clases no pude rellenar la frase, lo que me hizo suspirar y cuando tuve la mano libre me sujeté el otro brazo. Aflojé los gestos a conciencia, respiré y opté por preguntar.

    —¿Por qué no viene a la escuela? ¿Le pasó algo?
     
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    Noté cuando negó con la cabeza, dijo que no me había esperado casi nada ni había interrumpido algo que hubiese planeado antes para ser sincera, lo agradecía mucho, pues no me gusta hacer esperar a nadie, me resultaba algo horrible. No comprendía cómo a otras personas se les hacía fácil, aunque era razonable en cuanto se presentaba algo.

    La cosa fue que ella me extiendo las copias de los apuntes que habían dado ayer, se lo agradecí en voz baja y los repasé hoja por hoja en un vistazo rápido, al alzar mi vista a ella, puede que repasara un poco sus expresiones. De seguro se estaba preguntando por qué no se los pedía la misma Adara, ¿no?

    Era un poco difícil de explicar, por qué ni yo misma lo llegué a entender cuando recibí su llamada ayer. Escuché lo que dijo y lo que no terminó de contemplar en la frase, no dije nada, llevé una mano a mi cabello esparciendo un poco hacia mi espalda y otro poco hacia delante. Entonces llegó la pregunta que no podía mentir que estaba esperando.

    Mis ojos permanecieron en los suyos. Suspire antes de tomar un poco de aire.

    —Para ser sincera, creía que te llamaría a ti para avisarte que no podría venir —sonreí un poco con algo de sutileza y pena también—. Pero me sorprendió mucho cuando recibí su llamada.

    —Ella me dijo que la migraña le había atacado mucho peor que las otras veces —hice una pausa, no podía decirle de qué forma me lo dijo, prácticamente eso me hirió mucho—. He de suponer que sabes lo del collar de su abuela, ¿no? Bueno, se lo dijo a su papá y, pues, dijo que no se lo tomó de la mejor forma.

    Alce la mirada mientras cerraba los ojos, ya estaba dicho, pero aún faltaba lo del viaje.

    No la preocupes, por favor.

    Como si eso fuera fácil de hacer, Adara.
    —Y los otros días no va a poder venir, porque se fue a Grecia, a su padre, se le presentó algo y ella iba a visitar a su mamá y abuelos —no le expliqué de más que significaba eso, ya que Adara dijo que Jez lo iba a entender muy bien.

    Cuando mencioné lo de su madre y abuelos, lo dije con los ojos cerrados; pasaron algunos segundos, hasta que volví a verla otra vez.

    —Espero que no te moleste que no te haya dicho nada, a veces se le da demasiado bien encerrarse en sí misma y levantar muros inquebrantables, aunque eso no sea muy bueno, tal vez lo haga para no lastimar a nadie —le sonreí—. Por otra parte, te agradezco mucho que hayas aparecido en su vida.

    << Y creo que ayuda mucho que estudien en el mismo salón, así tal vez, puedas ayudarla mucho más de lo que yo lo hice un día.
     
    Última edición: 24 Enero 2024
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    No era lo que se dice el mejor timing de la historia, con Altan cerrado como almeja y Adara enviando a Fiorella de recadera. Eso solo confirmó lo que ya era evidente, el parecido que tenían era más grande de lo que había estimado y de lo que estimaban ellos muy seguramente. No veía en qué cabeza era mejor enviar a alguien a dar el aviso que escribir un mensaje, pero yo había pecado un poco de lo mismo cuando nos fuimos a Países Bajos.

    La sinceridad de Fiorella me hizo tomar aire por la nariz, despacio, y cuando me contó que a Adara le había pegado la migraña recordé que le había ofrecido lass medicinas de Al en algún momento. Las figuras siguieron fundiéndose, como amalgamas, y fui repentinamente consciente de que Altan no llegaba a la escuela todavía.

    Quizás le había llegado su time-out.

    Asentí a lo del collar, la seguí escuchando y todo siguió tornándose extraño. Que el viaje a Grecia, que su padre tomándose mal lo del collar, que A, B y C. Parpadeé con pesadez, absorta, y me rasqué el brazo con cierto aire de desconexión.

    —Ya, lo sé. Adara es buena dando advertencias también y yo tengo práctica con los constructores de paredes —dije sin cambiar el tono, impasible. Ni siquiera soné molesta—. Lástima que quiénes las levantan no se dan cuenta de que chocar con la pared duele igual que pasar directo y caer en el precipicio.

    >>Habría preferido que me lo dijera ella, eso es todo. Iba a preocuparme independientemente de quién lo hiciera.

    Despegué el cuerpo de las taquillas, me encogí de hombros y pude dedicarle una sonrisa a Fiorella, pues porque la pobre era solo eso: una mensajera. Tampoco era el mejor favor que uno pudiera decidir cumplir.

    —Si no tienes nada más qué hacer aquí podemos subir juntas si quieres.
     
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  20.  
    Amane

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    Anna reaccionó ante mi presencia con la misma efusividad (¡si no más!) que yo ante la suya, provocándome un risilla ligera que acabó entremezclándose con la suya. Me correspondió al abrazo con fuerza, me respondió a las preguntas que le solté a tropel mientras yo iba asintiendo con la cabeza ante cada palabra que decía y, al terminar de hablar, volvió a sacarme una carcajada divertida cuando se me lanzó con otro abrazo; en aquella ocasión fui yo la que le correspondió, claramente con el mismo entusiasmo que ella.

    —¡Yo también te extrañé! —atiné a decir, en medio de su vorágine de energía, y solo cuando nos separamos pude aprovechar para tranquilizarme un poco, justo en el momento en el que Kashya intervino para saludarla—. ¡Estoy bien! ¡Mucho mejor ahora, vaya! No te haces idea de lo aburrido que es esto sin poder verte. Aunque, bueno, ayer llegó una chica nueva y me tocó darle el tour, así que estuve algo entretenida.

    Nos habíamos vuelto a separar después de aquel segundo abrazo, pero yo no tuve reparo en volver a buscar su mano para apretarla ligeramente con la mía, antes de repasarla con la vista y arrastrarla hacia mi casillero, pues había podido comprobar que ella ya se había cambiado los zapatos; en el proceso, claro, me di cuenta de la bolsita que llevaba entre los dedos.

    >>¿Y eso? ¿Algún admirador secreto mientras no estabas~?

    Kenneth 2.png

    El día se había presentado algo más nublado de lo que ya venía siendo costumbre esta última semana, lo que hizo que me diese mucha más pereza de la habitual levantarme de la cama y, por lo tanto, acabase teniendo que dirigirme a la academia sin la compañía de Kashya y Emily. Una pena, la verdad, aunque con lo dormido que seguía estando, quizás fuese lo mejor para todos.

    Hablando de Kashya y Emily, las vi nada más entrando a los casilleros; Emily se le había tirado encima a... Anna, ¿cierto? Su amiga, que también era compañera de clase de Kashya. Cierto, me habían dicho que estaba faltando a clases y demás. La escena me sacó una sonrisilla de nada, desperezándome al mismo tiempo que me encaminaba a la fila de casilleros de tercero. Me había espabilado un poco con toda la tontería, pero... qué va... se me acabó escapando un bostezo en cuando llegué a mi destino, ni modo.

    dejo a este pendejo disponible uwu7 y, bueno, kashya también está por ahí, si alguien quisiera caerle <3
     
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