Lo cierto era que pese a que no me interesaba participar directamente seguía el hilo, para luego no quedar perdido en la conversación. Bajamos tranquilamente hasta la cafetería, solté lo de Craig como sino fuese ya obvio, el que su ser era de fabrica; buenos modales y cortesía a su alrededor, lo cual no era fingido ni mucho menos, sin embargo cuando realmente alguien se tomaba el tiempo de hablar más allá de lo superficial, era detectable el hecho de que el muchacho estaba cubierto por una gruesa capa de hielo, rayaba en lo distante, quizá en lo melancólico. Pero tampoco era algo que Rockefeller lograse notar en un almuerzo ni en cinco, por lo que daba un poco lo mismo, aunque podía estarla subestimando, quién sabe. —Quedamos atentos entonces a la información del club de astronomía —agregó el albino. Y aunque no lo dijese también me causaba interés. Probablemente porque dudaba que un club de ese tipo se llenase de mediocres. Continuando con el hilo, ella dió un listado completo de sus compañeros de proyecto, no me sonó ninguno por lo que supuse e iban a las clases vecinas. Ubicamos la mesa, tomé asiento y me dediqué también a abrir mi bento. —Puedes apoyarte en Pierce —comentó el otro en lo que abría la botella de agua—, de seguro te irá bien —le sonrió apenas, tomando un sorbo con la atención perdida en la multitud que se aglomeraba en la parte donde se hacía la fila para comprar. Sujeté los palillos y repasé cuidadosamente lo que me había empacado mi padre. Fideos udon, con carne y verduras salteadas. Sujeté una porción y le di el primer bocado, tragué y pensé que estaba bastante bien para la prisa que tenía en la madrugada. Que ahora que lo pensaba el viejo tenía bastantes ojeras estos últimos días, y andaba con un vaso de café negro para arriba y para abajo.
Cada quien ponía distancia con el mundo de la mejor forma que podía, algunos eran abiertamente hostiles y otros se valían de la amabilidad para no dejar ver nada más allá de eso, ocultando el resto de los ojos ajenos. No tenía manera de asumir en menos de media hora que ese era el caso con Craig, habría sido igual o más prejuiciosa que Paimon en ese caso, así que me aferré a lo que vi nada más. Era amable y ahí parábamos de contar por ahora. Asentí suavemente cuando Suiren dijo que quedaban atentos a mi información del club de astronomía, que solo Dios sabía de dónde iría a sacarla de por sí. Era medio en broma medio en serio, asumía que Paimon le interesaba porque se había subido bastante rápido al tren de "mi pasatiempo es aprender" y a Suiren, ni idea, ¿por el chisme nada más? No importaba mucho tampoco. De la manera que fuese, me dijo que podía apoyarme en Pierce, de que hecho me parecía recordar era la única chica del grupo además de yo misma y eso me alivió un poco. Digamos que mi experiencias de los últimos días había hecho que comenzara a preocuparme por las particularidades de la gente en esta escuela, para llamarlo de alguna manera. —Eso espero —atajé a lo de que seguro me iría bien—. No creí que me cayera el primero proyecto encima tan rápido, pero bueno así funcionan las cosas. Revolví un poco la comida, me bajé un bocado y observé el espacio sin intenciones particulares. —¿Ninguno de los otros clubes siquiera ha llamado su atención?
Terminé de beber el trago importante al sentir la garganta seca y dejé la botella sobre la mesa, la tapé apenas para dedicarme -igual que el par- a destapar mi almuerzo, que justo hoy era una cosa lo más de simple. Carne con gelatina, la había preparado ayer en la noche al no tener muchas ganas de cocinar, por lo que hice algo que consideré rápido dentro de mis débiles habilidades culinarias. Que igual con la ausencia de mi hermana en casa, y mi madre trabajando jornadas extensar no tenía derecho de quejarme. Ilana comentó en lo que terminaba de abrir mi almuerzo el que no esperaba un proyecto tan rápido, me reí entre dientes, mirándola tras el lente oscuro de las gafas en lo que mantenía mis facciones relajadas. —Consideremoslo un tipo de suerte —murmuré por la gracia, el si era mala o buena suerte ya dependía de ella. —Puedes salir de Rusia pero Rusia no sale de ti —comentó Paimon mirando de manera superficial mi almuerzo. —Eso parece —respondí, sujetando el tenedor para cortar un trozo de la carne con gelatina, dando el primer bocado en lo que Ilana preguntaba lo de los clubes. Me tomé unos cuanto minutos en lo que masticaba y pensaba. Lo cierto era que antes hacía bastante ejercicio, pero ahora último estaba medio sedentario, la fotografía no me gustaba, el arte tampoco me atraía, la cocina no tenía mucho que ver conmigo más allá de alimentarme por necesidad... aunque si había algo que llamó mi atención en un inicio pero lo descarté por dedicar tiempo a mi hermana en su momento. —La esgrima —murmuré—. aunque no me he animado a preguntar como tal por el club, pero me parece interesante. Y también el que mencionaste de astronomía. Paimon movió ligeramente los palillos en su almuerzo, con la vista en las verduras respondió igual: —Astronomía o lectura. Solo que prefiero hacer las cosas solo. —Si lo haces solo no sería un club —comenté por la gracia, a lo que el otro soltó el aire con algo de resignación. —Supongo —miró a la rubia luego—, ¿y tú?
El comentario de que podía considerar un tipo de suerte que asignaran un proyecto cuando recién iba entrando me sacó una risa floja, no sabía con seguridad hasta dónde uno podía hablar de la suerte como algo real, las cosas solo pasaban y uno las encasillaba como buenas o malas. Igual no me parecía un gran drama, incluso si el proyecto no salía demasiado bien al menos conocería a más personas. Me di cuenta del intercambio entre ellos, pero lo dejé correr sin más porque no tenía que ver conmigo y esperé por la respuesta a mi pregunta con calma. Suiren mencionó el club de esgrima y alcé un poco las cejas, porque aunque no esperaba algo en particular tampoco habría apuntado a ese como primera opción; la otra, de todas formas, fue el misterioso club de astronomía. Paimon dijo que el de astronomía o el de lectura, pero que prefería trabajar solo y lo que le dijo Craig me estiró una sonrisa en el rostro. —Hacer las cosas solo desafía las lógicas de los clubes escolares, sí —secundé y pesqué algo de comida con el tenedor—. Podrías intentar yendo conmigo, al de astronomía. El comentario lo solté sin más, justo como le había soltado la invitación al próximo evento de baile a Suiren, y le dediqué una sonrisa aunque se pasaba la vida con tremenda cara de indiferencia. Dejé el tema allí igual, me pensé la respuesta a la pregunta y crucé las piernas bajo la mesa, balanceando la que quedó encima. —Se necesita ajustar el equipo para tomar fotos nocturnas, pero pensé que podría mezclar el de astronomía con el de fotografía aunque no haya tomado una foto con algo más que un teléfono en mucho tiempo —argumenté después de darle vueltas un rato—. ¿Tal vez el de música? Me sabía unos acordes de guitarra. El de lectura lo descarto porque, pecando de caer en lo mismo, prefiero leer sola.
Lo cierto era que sabía que la hermana de Craig -en su momento-, había despertado interés por el esgrima, sin embargo por su condición no se animó nunca a tomar el paso de querer intentarlo, a lo que el albino la acompañaba regularmente en escuchar los torneos que daban en la televisión los fines de semana, y él le narraba más a detalle cada cosa que sucedía en el encuentro. La relación entre ellos tenía una armonía que en realidad, no había visto entre mis conocidos. Aunque la madre de ambos había tomado la decisión de transferirla a otro instituto especial para personas con algún tipo de discapacidad, uno que quedaba al otro lado de la ciudad. Nunca tocamos el tema, lo sabía porque en algún momento estando en casa de él lo mencionaron, así que era evidente -por prepotente que fuese-, en este caso haber decidido venir a vivir a este país luego de tanto tiempo por fuera. Al menos, suponía, que mi presencia hacía su soledad más llevadera. Dejé los palillos sobre una servilleta en lo que me dedicaba a destapar la lata de café negro, en lo que la llevaba a los labios oculté la sombra de una sonrisa ante su idea de ir juntos, así fuese algo en el aire. En parte, si ella estaba asumía que al menos habría alguien inteligente con quien hablar. —Vaya, otra chica ratoncita de biblioteca como el señor de acá —comentó Suiren en broma con respecto al leer sola—. Tiene su particularidad el pensar en mezclar dos clubes, si llegas a hacerlo nos muestras las fotografías. Imagino que te pueden dar acceso a otro tipo de cámaras para que no uses solo las del móvil. El albino continuó almorzando luego de eso, a lo que me apeteció preguntar: —¿Lo aprendiste en el pueblo? —bajé un poco la voz con respecto a la guitarra, dejando de nuevo la lata sobre la mesa—. No sé por qué asocié que sabías tocar algo como el arpa, aunque acerté con que sabrías algún instrumento —agregué porque sí, volviendo a pescar otro trozo de carne con verduras sin mirarla en el proceso. ¿Prejuicioso al otorgarle un instrumento musical a una chica que parecía Alicia y venía de un pueblo que lo reducía en mi mente a un bosque? Para nada.
El comentario de la ratoncita de biblioteca me hizo encogerme de hombros con suavidad, como declarándome culpable, no me consideraba tal cosa en todas las de la ley porque no creía leer los suficientes libros para serlo. Me comía artículos sueltos, documentales, vídeos de diez minutos de cosas random que me interesaran y así, pero cuando me ponía en investigar algo en particular necesitaba saberme sola incluso si las personas que estaban conmigo no hablaban. Asentí con la cabeza a lo de la mezcla de clubes, las fotos y el equipo. No añadí nada más porque no me pareció necesario y comí un poco más en esa franja de tiempo. La pregunta que me llegó de Paimon fue, bueno, muy Paimon de su parte y solté una risa floja por la nariz. —De las chicas mayores que solían cantar también, sí —respondí sin complicación y descansé un codo en la mesa—. El arpa es como demasiado... aparatosa. Pega más conmigo la kalimba, si me preguntas, algo que pueda llevar. La mención a la kalimba me hizo pensar que igual era un instrumento medio extraño, Paimon tenía ya toda la pinta de sabiondo encubierto y eso, pero pues qué importaba. Saqué el móvil del bolsillo, abrí YouTube y busqué el primer cover que me apareció de ese instrumento; dejé el teléfono en el centro de la mesa, a la vista de ambos. Contenido oculto videito en cuestión
Supuse que le causó gracia mi pregunta, pero ignorante era el hecho de que yo fuese de lo más prejuicioso, vete a saber, hasta el momento me lo habían mencionado un par de veces pero lo consideraba como una tontería, causándome indiferencia absoluta el opinar ajeno. Me respondió sobre que lo aprendió de las chicas mayores que cantaban, parpadeé con suavidad llevando el último bocado para masticarlo con simpleza, preguntándome si ella también lo hacía ya que estábamos, el cantar, que tenía toda la pinta de una rubia delicada que calzaba con dotes artísticos suaves, pero dejé morir la duda con respecto a ello. —¿Kalimba? ¿Qué es? —pregunté girando el mentón hacia ella, brindándole mi atención visual en el proceso. Sabía varias cosas porque mi cerebro era como un tipo de cajón donde guardaba información significativa, pero estaba más focalizado a la culinaría, los números y las finanzas. Además, de que el género de música que solía escuchar, sino era rock, metal, rayaba en el espectro de lo clásico, y tan solo era un público auditivo que no se interesaba por los instrumentos en sí, tan solo me dedicaba a disfrutar de la sinfonía, reconociendo lo más génerico del mercado. Sacó el móvil del bolsillo, aguardé hasta que estiró el celular al centro de la mesa. Suiren se inclinó un poco para poder mirar también, y lo que vi fue un instrumento músical totalmente desconocido, que generaba un sonar grácil y elegante. Meneé los palillos entre los dedos en lo que seguía fijo en el vídeo hasta llegar a su fin. —No lo conocía —agregó Craig, que bien podía ser un aporte en conjunto—. Suena bastante bien —sus orbes tras el lente negro se fijaron en Ilana por unos instantes—. ¿Te gusta el arte musical, Ilana? Supuse que detectó lo mismo que yo, el que Rockefeller tenía el porte de... ¿cómo se le llamaba a eso? Me terminé mi bebida en lo que echaba la vista a las ventanas de la cafetería, pensando hasta que logré ubicarlo. Bardos, los artistas antiguos que parecía tener alguna conexión con el mundo exterior, negados a las sombras siendo portadores de luz, conocimiento y arte. Me dediqué a cerrar mi almuerzo vacío entre tanto, ignorando a consciencia el hecho de que una chica de pueblo, parecía tener intereses mas significativos que las que llevaba conociendo en la ciudad.
Que fuese Paimon el que preguntara qué era la kalimba me dejó claro que buscar el vídeo era la acción correcta, porque en caso contrario hacer una imagen del aparato era un poco complicado basándonos solo en el nombre. Sabiondo en cubierto o no, sabía que todos le dábamos prioridad a cierta información sobre otra, fuese por gusto o porque nos resultaba más familiar. Suiren dijo que no lo conocía, yo sonreí y cuando me preguntó si me gustaba el arte musical regresé el cuerpo hasta encontrar el respaldo de la silla. No sabía decir si me gustaba la música como arte en sí misma, tampoco me consideraba ni una prodigio de los instrumentos ni una cantante del otro mundo, me gustaba la música porque había sido una parte importante del tiempo que había pasado en Estados Unidos, hasta que nos movimos aquí. —Tal vez sin querer roce un poco el estereotipo de theater kid —reflexioné pasados unos segundos, con el cover de kalimba ya terminando—. Las artes en general me llaman la atención, aunque no sea especialmente buena en ninguna. Hay una fracción del arte que está al alcance de todos, el que deja los grandes museos y teatros donde va la gente bien vestida, es la que prefiero. La respuesta fue algo más complicada que la pregunta, pero no le di mayor importancia y les sonreí a ambos. Me habría dado algo de risa si me hubieran dicho el paralelismo este tan extraño con los bardos medievales, no estaría del todo incorrecto, pero me sentía más cercana a otro tipo de arquetipos por llamarlos de alguna manera. Igual la noción de una vida nómada no pegaba tanto conmigo, aunque pudiera adaptarme a ella. —Cosas de chica de pueblo, supongo, ¿o me equivoco, Pai?
Me entretuve realmente en la video. Tampoco conocía el instrumento, se veía bastante práctico por su tamaño, adicional que el sonar era dulce, por ende fue que repasé sus facciones luego de que concluyera el material audiovisual. Ilana daba una sensación distinta a lo que percibía de las personas con las que había socializado acá dentro, que pecaban de más por caóticas, o simplemente rayaban en un espectro fisíco, pero ella a diferencia, brindaba algo similar a la tranquilidad, los temas de conversación fluían con simpleza, tanto así, que notaba que Orn no se obligaba a hablar, sino más bien, le placía hacerlo. Repasé al moreno luego, y una sonrisa de nada me curveó los labios en lo que retomaba la botella de agua. Me sentía medianamente tonto por haber tratado de que Pai se hiciese amigo de Kurosa o Akaisa. Cuando el cínico, parecía ya tener una amiga aquí adentro, con la que ridículamente se notaba cómodo. Asentí luego de beber para que supiera que la estaba escuchando. Noté al moreno sonreírse con cierto tinte que no me fue legible ante el comentario de ella. —Supongo —concluyó él por su parte. —¿De qué parte eres? —me animé a preguntar entonces, con la bebida ya vacía, y estiré la sonrisa en algo suave mostrando parte de mi dentadura, afable—. A Paimon le encanta el exterior, ¿ya te lo dijo? —bromeé, si el tipo era por demás de ciudad, aún así imaginé que Ilana ya lo sabría, aún así no dejó de causarme su debida cuota de gracia. —Solo por si acaso, no me metería en un pueblo que es un bosque —el comentario fue por demás resistente, como si le hubiesen dicho algo que lo indispondría más de lo normal. Me reí, empezando a guardar mi almuerzo ya vacío.
Desconocía los intentos de Suiren por ayudar a Mr. Indiferente a hacer amigos, de conocerlos los habría aplaudido aunque se veía que no estaban sirviendo (no de la manera que él estimaba al menos) y yo estaba aquí sentada siendo parte del paisaje de repente. No creía que mi presencia tuviera grandes implicaciones, pero tampoco ignoraba el hecho de que Paimon me había cumplido el capricho del baile y que daba por sentado que si conseguía la información del club de astronomía iría conmigo, así fuese una única vez. Mi comentario lo hizo sonreír de una forma que no pude descifrar muy bien, pero tampoco interesaba. Ya había entendido que este chico tenía metidos en la cabeza suficientes prejuicios como para llenar un álbum, así que lo mínimo que podía hacer era reírme a costa de eso. Reí por lo bajo con su respuesta y miré a Suiren cuando buscó saber de dónde venía, se olvidó que la cosa era medio chiste interno. Me puse a tapar el contenedor del almuerzo antes de contestar, el otro bromeó con que a Paimon le encantaba el exterior y el susodicho saltó de inmediato a decir que no se metería en un pueblo que es un bosque. —No es una aldea de hadas, cielo, no es como que los árboles crezcan en medio de la calle —dije en voz baja, tragándome la gracia, y no fui del todo consciente del apelativo que usé—. Vengo de Northwood, un pueblo de Pensilvania. Conecta con sectores de bosque que pertenecen a los montes Apalaches, de ahí que Pai piense que me sacaron de la madriguera de una comadreja para subirme a un avión. Contenido oculto me da mucha risa que Ilana en vez de enojarse se sube al tren de "vengo de un pueblo abandonado por Dios y por eso Pai piensa que todo es bosque"
Lo cierto era que desde antes tenía cierta distancia con pasar el tiempo al aire libre, si a mucho un par de vacaciones que igual no dejaban la comodidad en hoteles de lujo, playa, montañas o desierto, seguía siendo un privilegiado; apenas y participaba en actividades con mi familia -que en realidad me la pasaba por ahí sentado leyendo algún libro mientras mi padre, mi hermana y su novio se entretenían con los paquetes turísticos-, así que de uno a uno en la naturaleza... estaba de sobra descartado. Craig se metió como bromista por unos segundos, Ilana respondió. El apelativo no me pasó desapercibido aunque no reaccioné, ni siquiera para rechazarlo o poner un límite, el otro se dió cuenta de igual forma pero tampoco dijo nada al respecto, tan solo se rió de manera nasal con lo de que yo pensaba que la habían sacado de la madriguera de una comadreja. —Debió ser bastante divertido crecer en un lugar así —comentó el albino de manera genuina—. De niño, allá en Rusia con el clima no es que se pueda hacer mucho. A veces creo que los lugares fríos hacen a la gente más introvertida, o amargada. Aunque yo no aplico ahí, o eso creo. Lo noté levantándose en lo que se estiraba ligeramente. —Yo tampoco —agregué con la seriedad de costumbre, aunque claramente no era más que un comentario sarcástico. Craig miró a Rockefeller. —¿A ti te parece que él no calza con la descripción que di? —sujetó su almuerzo, esperó con paciencia una respuesta. Ciertamente, pensé que la única persona que no concordaba con las características era ella, que daba la sensación de todo lo opuesto a la amargura. Suiren después sujetó la botella de agua vacía, y estiró la mano para sujetar también la lata de café que no tenía contenido. se desplazó hacia uno de los botes de basura. No es como si hubiese esperado que se fuera, tan solo era algo entre ella y yo, los chistes internos, quería decir. —Una madriguera cubierta por petunias —murmuré, girando el rostro para verla a los ojos, me quedé mirándola unos segundos para luego soltar el aire por la nariz en tinte de hilaridad—, como en Alicia —comencé a levantarme de mi asiento, retirando el contacto visual. El albino regresó sobre sus pasos. —Vamos entonces a la biblioteca. No asentí ni nada, tan solo me dispuse a caminar luego de notar que Rockefeller lo haría.
No había nada malo en pasar el tiempo en interiores, en leer en soledad y todas esas cosas, pero era triste echarse la vida entre paredes. Había algo en el olor a tierra húmeda, a hojas descomponiéndose y los sonidos de los animales en el bosque que tenía la capacidad de sanar almas. No era necesario entrar al bosque, cavar un agujero para acostarte y esperar que te crecieran hongos, tampoco tenía que ver con pegarte un chapuzón en el río o el mar, las cualidades curativas de la naturaleza solo requerían que te sentaras allí y respiraras. En las grandes ciudades no se podía hacer eso, no a plenitud. Como no hubo un límite directo o una corrección el apelativo solo quedó allí, sin que yo reparara en lo que había hecho, y la conversación siguió. Suiren soltó una risa nasal por lo de la madriguera y luego comentó que debió ser divertido crecer en un lugar como ese, ante lo que asentí con la cabeza. Habíamos vivido siempre en la parte... pudiente de Northwood, eso no era difícil de adivinar, pero mis padres nunca me habían dicho que no podía jugar con el resto de chicos y ellos nunca me rechazaron en realidad. A mí me parecía innegable que el clima determinaba parte de nuestra personalidad, justo como existía la depresión estacional, la disminución en la cantidad de luz solar, el calor presente o no en el ambiente y demás cosas debían cambiar algo. No era lo mismo nacer en el trópico que en los polos, al menos no me lo parecía. Que Paimon replicara que él tampoco entraba en la categoría me obligó a tragarme una risa mientras me levantaba de la silla, recogiendo el contenedor ya cerrado y el móvil que seguía en la mesa en el proceso. Incluso con su tono parco se dio a entender el sarcasmo del comentario. —Encaja demasiado para su propio bien —le contesté el albino sin más. Cuando se fue a tirar la basura percibí que Paimon giraba el rostro, recibí su mirada y soltó tan pancho que una madriguera con petunias, el chiste interno se aclaró cuando trajo lo de Alicia a la conversación y se me escapó una risa nasal. Negué suavemente con la cabeza, como diciéndole que no tenía remedio, y respondí una única cosa antes de que Craig regresara, aunque no pretendí que fuese un secreto tampoco. —No pises las flores al entrar, Pai —dije casi en voz baja—. Me partirías el corazón. Suiren volvió, dijo que fuéramos a la biblioteca y nos pusimos en marcha pues era el plan desde el inicio. Contenido oculto te la puedes arrastrar owo
Para ser sincera ahora no tenía lo mismo ánimos que tenía en cuanto tuvimos al frente de Cayden junto a Eda así como el humor llego se fue, no tenía ganas que nadie me tocará, lo único que quería era estar lejos, pero muy bien sabía que esto era diferente simplemente diferente, suspire mientras entraba al salón en poco me encontré con Enzo él recibió mi mirada y lo cual me pareció de lo más estúpido el que no haya apartado la mirada hasta que yo no me ubique en mi asiento en sí no me sorprendía para nada sabía que Enzo era más retador y que le importaba poco lo que viera en los ojos de los demás, ese chico no leía las advertencias simplemente porque no le venía en gana para ser más que observador él era como una clase de ojos de águila convertida en humano con las sombras detrás de él. Como fuese al tocar la campana me quede en el asiento sin mucho ánimo de nada, ya sabía muy bien que significaba eso, un suspiro frustrado salió de mí en lo que alzaba la cabeza, cerré los ojos, respire en poco parpadee en lo que me levantaba del asiento sin mucho problema para no mentir recorrí el pasillo con cierta lentitud decidí de la nada que tenía que ir por de comer en la cafetería en lo que llegaba a ella noté el grupo de gente y de por sí pase sin siquiera tocarlas esto era lo que más odiaba por Dios, pedí lo que se me vino en gana lo único que quería era solo comer. Y eso ya era todo un jodido dilema. Al buscar una mesa vacía qué era algo imposible y eso era lo que realmente pensaba de la nada detalle, un cabello albino igual que el mío sin mirar quién era me senté ubique todo porque sencillamente era más ordena con eso que con otra cosa. Ahora los aires de princesa de la mafia podía estar más vivos que nunca. Comí en nada de la hamburguesa y me decidí en notar después de minutos de haber masticando quien era la desagradable persona que tendría que compartir la mesa y era irónico porque después de todo fue de mi parte lo sinvergüenza de sentarme aquí sin preguntar. Aunque sabía que casi nunca lo hacía. Entonces parpadeé en poco al notar quién era, ¿él era el chico que Zeldryck me había hablado? ¿No?, el que tenía el cabello igual que mío, después de todo antes de sentarme aquí fue lo primero que note. —Perdona la interrupción —lo miré fijamente buscando sus ojos por así decirlo, mientras que hablaba algo neutral, no tenía humor, pero supongo que podía pedir perdón, ¿no?—. Espero que no te moleste que me siente aquí aunque ya lo haya hecho mucho antes de preguntar —le dé dique una sonrisa qué más bien no entendía de donde salió. <<No creo que me equivoque, pero te llamas Suiren Craig ¿no? —eso lo pregunte por qué sí, además como siempre lo observadora y calculadora no podía salir de mí. El chico era apuesto después de todo. Aun con tu desequilibrio de, emociones nunca pierdes el tiempo, ¿no Anastasia? Contenido oculto Holiss re emoción uwu por aquí te dejo a la niña. Insane Espero que este bien que haya asumido que el niño ya estaba sentado?) sino pues, me avisas y sin mucho problema édito uwu
Hice la fila correspondiente para comprar mi almuerzo, la noche pasada lo cierto es que me sentía algo cansado para cocinar, mi madre también llegó tarde del trabajo, por lo que preferí acceder a la cafetería el día de hoy. Le comenté a Paimon que me esperara en la piscina, éste me miró como si la cosa no fuera con el lo que me causó algo de gracia pese a que no lo demostré, salió con su dichoso libro entre lo que me atendían. Pedí un bento sin preocuparme mucho por su contenido, y una botella de jugo, aproveché también en compar un chocolate ya que estaba para comerlo como postre. La señora que me atendió me sonrió con suavidad a lo que di las gracias. Me giré con el propósito de salir de ahí pero el móvil empezó a vibrar en mi bolsillo, dejé entonces las cosas en una mesa, saqué el celular y contesté. Era mi hermana. Me puse a hablar con ella, el tiempo de la llamada comenzó a diluirse por lo que terminé sentándome. En algún punto una mujer ocupó la misma mesa, continué en la llamada aún así, hablé un poco de Copito, de que estaba bien de salud y que probablemente este fin de semana le compraría algunas golosinas; Violet sonó emocionada al escuchar aquello del otro lado de la línea, me comentó que probablemente nos visitaría también y se quedaría en casa desde el viernes, me sonreí satisfecho, nos despedimos y colgamos. Volví la vista hasta el celular para mirar algunas aplicaciones a lo que la voz de la chica me llegó, elevé las pupilas hasta ella tras el cristal negro de los lentes. —No pasa nada —respondí entonces, cayendo en cuenta que era alguien de mi clase. Mencionó mi nombre después—, correcto, señorita. Me enderecé ligeramente, dejando el aparato sobre la mesa para detapar la el jugo, quité la tapa de la botella y luego de dar un sorbo hablé de nuevo: —Anastasia Ivanova. Parece que ambos prestamos atención al llamado a lista.
No había notado que estaba haciendo el chico cuando me senté en esta mesa, por lo que había seguido el chico está hablando por teléfono hasta que termino y yo me dirigí a él para disculparme sin mucho sentido de donde me vino la sonrisa qué me apareció en mis labios parpadee en poco mientras me detallaba el rostro del mucho con cierto detenimiento, el último lugar en él que me fije fue en el tono de su cabello sin mucho problema había seguido masticando en cuanto escuche su voz dijo que no pasaba nada y confirmo su nombre. Entonces no me había equivocado, aún como me conocía muy bien me dio algo de gracia cuando dijo después de mencionar mi nombre que los dos habíamos prestado atención al llamado de la lista, no la hice notar, solo baje mi vista a la mitad de hamburguesa para tomar algo de jugo mientras lo miraba fijo. —Así parece —le di el último sorbo—. Pero estaba con esa curiosidad de conocerte cara a cara, por lo que una persona me habló de ti. No sabría decir si él se imaginaría quién era. —Más que nada porque me habló del color de nuestro cabello —deje el jugo en la mesa mientras alzaba una de las puntas de mi pelo, como indicándole por pura inercia había sido—. Así que es un placer ¿Hace mucho que estudias aquí? Contenido oculto Holiss *aahhh desde el domingo* perdóname la demora uwu he estado un poco ocupada desde el día Lunes.
Dejé la botella sobre la superficie, no vi de otra que destapar el bento porque tenía algo de hambre, así que Paimon podría esperarme unos minutos, porque tampoco me parecía cortés dejarla a ella hablando sola. Sujeté el tenedor y comencé a revolver el arroz con las verduras en lo que la escuchaba nuevamente. —No creía que fuese popular en este lugar —murmuré con una cuota de sarcasmo que terminé escondiendo en cortesía. Empecé a comer en lo que ella hacía el apunte del cabello, por lo que la repasé entonces tras los lentes. Alzó parte del largo de su cabello, mostrando lo albina que era de inicio a fin. Me sonreí con ligereza al causarme gracia del porqué había decidido acercarse. —Creo que tres meses —no le regresé la pregunta debido a que estuve presente en cuanto la recibieron en clase, así que sabía que era relativamente nueva—. ¿Y qué tal te ha parecido la escuela hasta ahora? ¿Has hecho nuevos amigos?
Seguí todos sus movimientos con la mirada en lo que seguí con mi almuerzo tener las emociones revueltas no era nada bueno pues, ya era un milagro que yo estuviera comiendo, casi nunca lo hacía, y si comía era por una necesidad o solo llegaba a probar algún alimento por Eda, a ella se le daba muy bien tomarse atribuciones y mover todo como le placía sabía exactamente qué decirme para que pudiera probar algún bocado. Reí en cuanto el chico menciono que no creía que fuera tan popular en este lugar por pura inercia detalle su rostro, el color de sus ojos, el color de su piel y por último me fije en su cabello. —No lo llamaría exactamente popular —le sonreí en lo que dejaba la hamburguesa de regreso en la mesa—. Pero creo que eres el tipo de persona que llama la atención. Después de indicarle qué era albina de inicio a fin y, el porqué de una gran escusa del motivo por el que me había acercado, solté el mechón de cabello y las junte debajo de mi barbilla al escucharlo responder a mi pregunta solo asistí. —Interesante — respondí a su pregunta, detallo alrededor—. Y si he hablado con algunas personas de nuestro salón no tengo queja absoluta, ¿sabes? Hasta creo que tenemos un amigo en común. ¿Podía llamarle amigo a Zeldryck Kasun? ¿Con la confianza que me había tomado esa vez al tocarlo? Pues sí. —Y ya que los club están populares ahora ¿estas en alguno? Contenido oculto Holis Insane disculpame la demora ahhh desde el nueve de febrero, eso si que es full.
Continué comiendo, me pregunté si Paimon estaría esperando en la piscina, porque bueno, luego fingiría demencia a lo cual probablemente él haría lo mismo, así que me centré aquí como si nada. Continué con el arroz en lo que escuchaba su risa, y ya luego su respuesta. Dijo que no era exactamente popular, sino que simplemente llamaba la atención, algo que no era nuevo. Mencionó también que teníamos un amigo en común a lo que me sonreí sin cuota partícular, porque bueno, el único amigo que tenía aquí era Orn, y la única amiga que tenía él era Ilana, así que Anastasia estaba equivocada, aunque si hablaba de conocidos, bueno, de esos había muchos por el simple hecho de asistir a la misma clase. —No —murmuré en respuesta, volviendo a pasar la comida con el líquido. Me tomé una pausa y volvía a hablar—: por falta de tiempo dudo inscribirme a alguno, ¿y tú, señorita? Eché la espalda en el respaldar al sentirme satisfecho, comenzando a tapar el bento casi vacío y la botella de jugo, solté el aire por la nariz y repasé los estudiantes que salían en la cafetería, por una distracción visual más que nada hasta que decidí regresale mi atención a ella. —Eres rusa, ¿estoy en lo correcto? —pregunté, quitándome los lentes para dejarlos sobre mi cabeza.
Llevaba varios días atascada en la preocupación por Al que a veces olvidaba que Laila también estaba batallando, que trataba de habituarse a volver a clases, a encontrar su club casi muerto y a lidiar con ausencias que, para ella, eran inmensas. No hablaba al respecto, pero sabía que su intento por sostener el club quizás también era un esfuerzo por no dejar morir otra cosa, no olvidar a una persona. No sabía hasta dónde era bueno o malo para ella en este momento particular, pero sabiendo que Vero estaría en club dejé de preocuparme. Estarían bien juntas, lo estaban ahora, que nos reíamos del cuadro de Valeria y las trencitas de Vero. Todo podía estar bien algún día. En cualquier caso, seguimos sobre el asunto de las trenzas, llamé a Vero sensei, la sonrisa la delató antes de que dijera nada, ya Laila se estaba riendo de nuevo y aunque nos advirtió que no la llamáramos sensei tan de repente, bueno, no había mucho que hacerle. Laila estaba a un pelo de carcajearse, pero mantuvo la compostura y coló el rostro para poder mirar a Vero. —Sensei~ —repitió, estirando la palabra, y entonces a mí me dio risa. Ya en el pasillo Vero se acomodó entre nosotras, me miró, me acarició el hombro y se enredó a mi brazo también, yo ni siquiera puse resistencia. Me incliné apenas hacia ella, todavía moviéndonos, y medio recosté la cabeza en su hombro un momento. No nos conocíamos hace mucho, no había pasado un mes siquiera, pero esta chica se había adaptado a mí de una forma que todavía me parecía increíble. Por eso le había tomado tanto cariño tan rápido. —Es que solo sé hacer trenzas básicas —empezó a decir Laila y las dejé en su conversación—. Sería muy bonito que me enseñaras y me dejaras practicar en tu cabello. Lo de hacer demostraciones la hizo alzar la vista a su propio flequillo, desde que la conocía Laila había llevado el pelo de este tono de lila tan clarito, el fleco recto siempre pulcro y el cabello largo tan liso que se le resbalaban los pines apenas se los ponía. Sin duda era una buena cabeza en la que practicar peinados. —Oh, gracias —respondió con modestia al cumplido y sonrió—. Claro que podrías trabajar en mi cabello, sin problema. Seguimos andando hacia la cafetería, pero en camino Vero notó a las personas en la máquina y reconocí la silueta de Beatriz, estaba junto a un muchacho alto de cabello rojo que tenía pinta de venir llegando recién a la academia. Al final las tres los saludamos, aunque la reacción la empezó Vero, y la chica aunque dudó pudo saludarnos de regreso, el muchacho reparó en Laila, pero nos sonrió a las tres y con el intercambio hecho seguimos sin más. Al entrar a la cafetería nos pusimos en fila, yo no tenía que comprar nada así que solo me mantuve junto a Vero y Laila hizo lo mismo.
Era chistoso que una sola palabra pudiera ejercer tanto poder sobre mi cuerpo, y que a estas alturas no me hubiese acostumbrado a que me dijeran sensei. ¡Pero…! Tampoco iba a negar que la sensación me resultaba placentera. Tal vez, sólo quizás, por eso mismo, mi pedido de que no me dijeran así, tan seguido, traía implícito un mensaje del estilo “pero no me hago problema si continúan”. Eso sí, como acaba de recibir una dosis doble de esa palabrita, ya me quedé bastante suavecita. Esperaba que hubiese una tregua momentánea. Cosa que no ocurrió: Mey coló su rostro en mi campo de visión, noté mi reflejo blanquecino en el rojo de su mirada y… ¡Uf…! No sólo estiró la palabra enfrente de mí, su voz me parecía tan bonita que el sensei salió más potenciado. Mi sonrisa se iluminó, sentí cómo los ojos se me cerraban involuntariamente y, desde luego, el estremecimiento de mi cuerpo fue aún mayor. Comúnmente me habría sostenido las mejillas para retener mí reacción, era lo que solía pasar. Pero lo que hice esta vez fue tomar la mano de Mey; mis dedos se colaron entre los suyos y afiancé el agarre como si con eso canalizara mis energías desbordantes, tras lo cual relajé la mano y nos quedamos así. Ah, mucho mejor. —A ver, Mey, te me portas bien, ¿sí? —le dije en broma, porque otra vez se me notaba todo el gusto que había sentido. Ya cuando me puse en el medio para aferrarme a ambas, Jez recostó su cabeza sobre mi hombro y yo hice lo mismo, me incliné hacia su lado hasta que mi mejilla quedó reposando sobre su hermosa cabellera albina, y sin soltarla le hice una suave caricia en el antebrazo. Era algo maravilloso, ¿no es así?, la rapidez con la que conectamos y el tremendo afecto que nos transmitíamos en gestitos como este. No era de pensar en el corto tiempo que llevábamos de conocernos, sino en cuánto la quería y cómo ella me hacía sentir querida. Hecha la promesa de enseñarle a armar trenzas a Mey y tras el intercambio de saludos con Beauty y su muchachote, hicimos fila en la cafetería. No había tanta gente y el avance fue fluido, por lo que llegamos al mostrador en menos de un minuto. La empleada que nos atendió pareció reconocerme vagamente, porque había ido a verla esta mañana por algo en especial. —Quiero este bento de aquí —le dije, señalando uno que contenía dos porciones de pescado, un abundante surtido de vegetales y algunas piezas de fruta—. Y también vengo a buscar mi bolsita. Reaccionó levemente cuando le dije lo último y nos sonrió. Me dio el bento y, acto seguido, sacó una bolsa de tela blanca de un refrigerador a sus espaldas, la cual me alcanzó sin decir nada; para recibirla no me quedó más remedio que desenredarme de las chicas. Le pagué mi bento, pero además dejé una propina para ella, porque acababa de hacerme un enorme favor. Con agradecimiento y sonrisa, nos apartamos del mostrador en cuanto me aseguré de si Jez o Mey iban a comprar algo o no. De camino a las puertas de salida, les enseñé la bolsa con una sonrisa que fue dulce, tanto como lo que había en su interior. Sobre la tela se pudo ver el adorable logo de una panadería que pertenecía al barrio de la academia. —Postrecitos para nuestra celebración, los pedí pensando especialmente en ustedes —dije, alegre—. Esa amable empleada me ayudó a mantenerlos fresquitos. Ahora sí podemos poner rumbo a la piscina.