Apenas me acerque a la chica, esta me dio la bienvenida para después saludarme junto a una sonrisa, al mismo tiempo que se paraba hizo una inclinación de cuerpo, dijo que no preocupara y que le gustaría mucho poder ayudarme a sentirme un poco menos perdida por pura manía y respecto le respondí con una sonrisa en mis labios para ser sincera no me gustaría recorrer todo el edificio había visto lo más importante ¿por así decirlo? Al ingresar con Enzo, aunque había un lugar al que sí quería visitar a toda costa. El invernadero. Ese lugar era el único al que me interesaba ir después de todo en Italia, tenía uno, era la única persona que pasaba la mayor parte del tiempo allí, Enzo me acompañaba por no dejarme sola y ayudarme en lo que pudiera, a mi madrastra nunca le gusto según ella era una perdida de tiempo y creía yo era muchísimo más fácil hablar con las plantas que con las personas les había agarrado cariño después que mi madre se alejara de mi vida —por no separar a una familia— ella me había enseñado a cultivarlas las cuidaba más que a mi propia vida, era el único recuerdo que tuve conservando y que mi padre me permitió tener y, era raro, yo siendo una persona algo fría estuviera tan cerca de las plantas que eran tan delicadas. —Creo suponer que si hay un invernadero, ¿no? —sería imposible que no lo hubiera ¿en dónde iba a pasar mis recesos? Prefería mil ver estar con las plantas que con las personas no se me daba muy bien mantener una conversación tan larga si no tenía algo interesante de tratar—. Quería conocerlo si no es mucha molestia. ¿A mí importándome de molestar alguien? Para nada, solo me estaba esforzando de tratar a Emily con amabilidad. A ella la miraba calidad. >> Por cierto ¿existe el club de jardineria?
Me dejé caer en mi asiento junto a un suspiro, fijando después la vista en la bolsita que había dejado sobre mi pupitre con un mohín de labios. Estaba convencida de que cualquier otra persona no le habría dedicado más de dos segundos al asunto, pero siendo yo como era... la verdad, me había estado sintiendo bastante mal aquellos días. Había podido hablar con Kohaku y eso me había aliviado un montón, pero la conversación me había dejado pensando en el pobre Haru. Así hubiese sido de manera inconsciente, la verdad era que había invadido su intimidad con Kohaku, y también había pensado varias... cosas de él, así que me sentía bastante culpable en general y quería disculparme. Así que le había hecho unas cuantas galletas. La cuestión es que me arrepentí nada más alcanzar su casillero y, objetivamente hablando, acabé huyendo del lugar nada más pensarlo. No era que Haru me impusiese tanto respeto como el resto de los senpai, incluso con su ¿malhumor? general, pero me di cuenta que el gesto podía causar más problemas que soluciones. Quería decir... era probable que no tuviese ni idea de por qué le estaba dejando unas galletas para empezar, pero si acababa llegando a la conclusión acertada, ¿no le molestaría saber que los había visto? ¡Probablemente! Suspiré de nuevo, con cierto aire de derrota, y abrí la bolsita para poder llevarme una de las galletas a los labios. Quizás solo estuviera dándole demasiadas vueltas al asunto, como hacía siempre.