Enfermería

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Su respuesta fue una estupidez, porque de por sí siempre me contestaba una tontería con otra y seguíamos en un bucle sin fin, ignorando el resto de mierdas. Me hizo reír ligeramente, pero lo dejé así y me monté el resto del numerito como si nada. Su cuerpo estaba tibio, así que aunque había dormido como oso anoche el cuerpo me pesó de repente y su caricia en mi cabello solo acentuó la sensación.

    El beso en la coronilla me hizo soltar el aire por la nariz, medio me derretí allí y para cuando se movió para arreglar el hecho de que nos íbamos a quedar muertos allí bufé de forma bastante audible. Le hice caso, vaya, no era que me dejara demasiadas opciones si hasta me había jalado fuera de la cama, pero el pseudo-berrinche ya lo había hecho así que ni modo.

    —Las mejores siestas son las que no se ordenan tanto, ¿sabías?

    Como fuese, se me pasó cuando la vi deshacerse de la falda, pues porque la carne era débil, y la miré con algo de interés que ni siquiera me molesté en disimular. Imaginé que vergüenza no le quedaba luego del show del observatorio y por la forma en que dejó la cuestión en la otra cama supuse que no quería que por pegarse una siesta la falda le quedara hecha un acordeón. Qué sé yo, para mí era ganancia.

    Se deslizó dentro de las sábanas, sonrió, a mí se me aflojaron los gestos y reí por lo bajo cuando estiró los brazos en mi dirección. Suspiré con cierto dramatismo, me senté en el borde de la cama y me tomé un sólido minuto para deshacerme de la camisa para quedarme con la de tirantes que siempre llevaba debajo, la del uniforme la dejé con el resto de nuestras cosas.

    Después de que me quité los zapatos me metí bajo las sábanas y prácticamente me le fui encima, le envolví con los brazos, la apachurré y me le pegué como un moco. Hablando de sinvergüenzas, busqué acomodarme contra su pecho sin ningún permiso y volví a cerrar los ojos.

    —Espero que esa respuesta sea así como que el mejor argumento del mundo, eh —le dije en un murmuro divertido—. Tanto misterio no puede ser en vano, sería demasiado sin gracia hasta para nuestra peli super hiper mega cutre.
     
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  2.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    —¿Me estás pidiendo a mí que haga algo sin planificación? —repliqué, mientras abría la cama, y le lancé un vistazo estático antes de seguir a lo mío—. Imposible.

    Era broma, pero tampoco era mentira. Supuse que el numerito de la falda le sacaría momentáneamente el sueño, o sea, ¡me habría decepcionado mucho si no! Una se mantenía humilde y todo eso, pero esa clase de miraditas hacían bien al alma. Se me ocurrieron un par de bromas en el camino, al final las descarté y me metí en la cama. Se tomó su buen tiempo para hacerme caso, aguardé en lo que se quitaba la camisa y aproveché aquellos segundos para observar su espalda, sin un motivo concreto. Se quedó con la camiseta de tirantes, detallé su nuca, los hombros, la línea de sus brazos.

    Al colarse en la cama, el idiota prácticamente se me tiró encima y lo repentino del movimiento me arrancó una risa-gritito divertida. Me hundí en las almohadas, sentí su peso encima mío y fue, en cierto modo, reconfortante. Al calmarse recostó la cabeza en mi pecho y lo envolví entre mis brazos al instante. Recorrí su espalda con caricias vagas, una de mis manos volvió a su cabello y le hice mimos ahí. De vez en cuando le rascaba la nuca.

    Mantuve la vista en el techo, pensando qué responderle, cuando parte de su aroma me alcanzó y me detuvo ciertas conexiones. Despegué la cabeza de las almohadas y le dejé otro beso en la coronilla, donde me mantuve un par de segundos. Olía... a Arata, vaya, fuera lo que fuera eso, el caso era que no olía a hospital. Estaba allí, pero no olía a hospital. Era una tontería, lo sabía, pero estaba muy cansada y tuvo la fuerza para acumularme un par de lágrimas tras los ojos. Presioné los labios una vez más, le rasqué la nuca y cerré los ojos un instante.

    Era mi agradecimiento, si se quiere.

    —¿Quién dijo que ya habías cumplido? —repliqué, volviendo a relajar el cuello, y desvié las caricias, casi cosquillas, de su espalda a la piel de sus brazos—. Mejor dicho, ¿quién dijo que ya te lo ganaste?

    La sonrisa se me estiró y flexioné una pierna hasta engancharla por encima de las suyas. ¿Por qué? Pues porque sí. No era el único que quería estar pegado como moco.

    —Estás metido en una cama, enredado a una chica bonita con poca ropa, ¿y sólo quieres dormir? ¿Ni un besito, siquiera? —reclamé, y a medida que lo decía me fui indignando más y más—. ¿Y te haces llamar fuckboy? ¡Vergüenza debería darte!
     
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  3.  
    Zireael

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    La puntualización de que era imposible que le pidiera a ella hacer algo sin planificar hizo que se me escapara una risa por la nariz. Después de todo llevaba razón, podría haberla picado por eso pero a ella se le ocurrió empezar a medio desvestirse frente a mí y pues solo tenía una neurona en funcionamiento, no podía pedirme más.

    En fin, me tomé mi tiempo solo porque sí y cuando me le fui encima se le salió una risa/grito que me hizo gracia por rebote. Me recibió en sus brazos, sus manos recorrieron mi espalda, una volvió a mi cabello y me desinflé el pecho lentamente. Volvió a besarme como antes, abrí los ojos y parpadeé despacio, allí me alcanzaba el calor de su cuerpo, su olor y el estúpido cariño que esta mocosa era capaz de profesar por el más desgraciado sobre la tierra si le daba la gana.

    Las palabras de Yuzu cuando le solté la sopa me palpitaron en la cabeza, desde lo del espejo hasta lo de que no me preocupaba ni por la gente con la que sí follaba y pensé que aunque había gente que me quería, muchas veces era un caso perdido a sus ojos. Me había forjado como uno, obvio, nadie tenía la culpa más que yo mismo, pero el punto era que Sasha insistía en sacarle la mugre a todo lo que yo ensuciaba a la fuerza y... y por primera vez se me ocurrió que era consolador.

    Su voz me alcanzó como de otro mundo, fui más consciente de su pierna enganchándose en las mías la verdad y alcé apenas la vista hacia ella sin despegarme de donde estaba. Parpadeé sin reaccionar de primera entrada, pero pronto fruncí apenas el ceño y solté el aire por la nariz.

    —¿Era un examen? Avisa o algo —Me quejé en un murmuro que sonó indignado.

    Había seguido con su sesión de reclamos (que parecía se le estaban pegando de mí), pero mientras se preguntaba si me hacía llamar fuckboy me fui desenredando de ella. Apoyé un brazo a un costado de su cuerpo, luego el otro y me las arreglé para medio acomodar el enredo de piernas que teníamos y la miré desde arriba.

    Fueron unos segundos, acabé inclinándome hacia ella, alcancé a dejarle un beso en la línea de la mandíbula y luego busqué sus labios. ¿Qué si me importaba ser predecible a cagar? Para nada.
     
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    Gigi Blanche

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    No tenía ningún motivo de peso para perturbarle la siesta, era lo más parecido a un capricho que probablemente viniera de mí. Bueno, eso y que cada vez me quedaba menos voluntad en el cuerpo para asistir a las clases de la tarde. En cualquier caso obedeció, fuera de buena o mala gana. Hundió el colchón a mi alrededor, lo miré desde abajo y me dejó dos besos, uno cerca de la mandíbula y otro en los labios. Volví a encontrar sus ojos y solté el aire por la nariz, navegando dos posibilidades en mi mente.

    —A veces eres un aburrido, ¿lo sabías? —murmuré, ligeramente divertida, y rocé su cuello con los dedos—. Te enseñé a morder, ¿tengo que enseñarte a besar, también?

    Mi mano siguió su recorrido hasta acunar su mejilla, presioné cerca de su nuca y lo atraje hacia mí. Mi nariz rozó la suya, deslicé la vista a sus labios y los recorrí con el dorso del pulgar, lentamente. Tomé aire, parpadeé despacio, y tardé un par de segundos más en consumir la distancia, justo después de instarlo a abrir la boca. Lo besé con y sin paciencia, fue profundo, casi a cámara lenta, y al exhalar por la nariz volví a relajarme sobre las almohadas, atrayéndolo conmigo.

    La mano en su mejilla viajó a su nuca, suave y firme, y la que tenía libre se coló dentro de su camiseta. Arrastré la palma por su espalda, lo pegué a mi cuerpo y me enredé en su cintura, presionando sus piernas con las mías ligeramente. Así lo besé un par de segundos más, hasta que aflojé la presión en su nuca y busqué sus ojos.

    —Cuando una chica te pide que la beses, hon, lo haces así. ¿Quedó claro?


    i can see my baby swingiiiing

    akkun sos una decepción para los fuckboys del mundo smh
     
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    Zireael

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    ¿Qué si lo había hecho para molestarla? La verdad era que sí. De hecho cuando soltó el aire por la nariz a mí se me escapó una risa baja aunque me hice el ofendido cuando me dijo aburrido, el roce en el cuello me erizó la piel un instante y la sonrisa me estiró los labios cuando siguió hablando. Tanto que había hablado de que todos éramos alumnos alguna vez y no sé qué, ¿ahora preguntaba si tenía que enseñarme a besar también?

    —Quizás —concedí en voz baja.

    Su mano acunó mi mejilla, presionó cerca de la nuca y cuando me atrajo hacia ella me dejé hacer como si nada. Siguió con el numerito, me rozó los labios con el pulgar y me instó a abrir la boca un segundo antes de eliminar la distancia, exhalé por la nariz al percibir la profundidad del beso, algo de mi peso cedió en su dirección y busqué su lengua sin particular prisa.

    Que colara la mano bajo la camiseta volvió a erizarme la piel, ahogué una especie de suspiro en su boca y me presioné contra su cuerpo; para cuando se separó ya tenía la neurona espesa, lo que en sí no era nada nuevo. Despegué una mano del colchón para colarla bajo su cuerpo con tal de enredarla a su cintura a la vez que sus palabras me regresaban la sonrisa al rostro.

    —Quedó claro —respondí, divertido y afirmé el agarre en su cintura—. ¿Algún otro consejo? Digo, si ves que me hace falta otro empujón en la tarea.

    En sí no le dejé tiempo de respuesta como tal, consumí la distancia que había creado para mirarme y me las alcancé para alcanzar su cuello, respiré allí, pero subí y le dejé un beso justo debajo de la oreja. Lo hice con cierta firmeza, separé apenas los labios para presionar la lengua contra su piel y en la tontería el beso se volvió algo más húmedo de lo que había anticipado al empezar; en cualquier caso delineé su mandíbula otra vez, regresé a sus labios y la besé, instándola a darme espacio.

    Aproveché que la tenía sujeta por la cintura para medio girar, recostar el costado en la cama y arrastrarla conmigo para no romper el contacto de ninguna manera. Solo entonces aflojé el agarre, mi mano rozó su espalda baja antes de deslizarse a su cadera, luego a su pierna y al delinear la curvatura de su muslo encajé la mano poco antes de la rodilla para instarla a rodearme el cuerpo. La estupidez me hizo sonreír en medio del beso, porque no la había dejado en paz, y retrocedí solo para pescar su labio inferior con los dientes.

    Igual me había venido un poco encima, ¿no? Qué más daba.

    sasha y belu: y te haces llamar fuckboy????
    akkun like: all according to keikaku
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  6.  
    Gigi Blanche

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    Lo que se divertía este cabrón a costa mía le quedaba bastante bien con la reputación de toca cojones, y si me las arreglaba para pasar de ello y seguir fluyendo era... bueno, ni siquiera estaba segura por qué o cómo funcionaba, pero lo hacía. Al final del día no me enfadaba ni me agotaba la paciencia, cosas que, de por sí, eran extrañas en mí. Había barajado la posibilidad de que sólo hubiera buscado molestarme, había sido el segundo escenario mental que al final descarté. ¿Para qué darle el placer de enojarme u ofenderme?

    Rentaba mejor seguirle el juego, ¿no?

    El beso me bañó con olas de electricidad suaves, sutiles pero constantes. Lo sentí envolver mi cintura al separarme, despegué la espalda del colchón para facilitarle la tarea y me afirmó contra él. La tontería me ensanchó la sonrisa y me mordí ligeramente el labio, atendiendo a su respuesta. Busqué sus ojos, preguntó si tenía algún otro consejo para ofrecerle y negué con la cabeza, satisfecha. Le dejé espacio para que se hundiera en mi cuello, cerré los ojos y respiré con pesadez. El beso debajo de mi oreja me arrancó un suspiro, ni siquiera me interesó modularlo y arrastré los dedos por su cabello. Entreabrí los párpados apenas un segundo, en lo que alcanzaba mi boca y volvía a besarme.

    No cuestioné nada cuando sentí que giraba y me arrastraba con él, de concentrada como estaba en besarlo. Me hundí en su boca, busqué su lengua con suavidad y cada pequeño contacto me chispeó en el cuerpo. Su mano abandonó la camisa, delineó mi cadera y recorrió la piel desnuda de mi pierna hasta afianzarse por debajo del muslo. El camino me cosquilleó, fue placentero y lo pensé cero segundos al rodear su cintura con la pierna, pegándome a él en consecuencia. Me mordió el labio, moví apenas las caderas y suspiré, clavándole la yema de los dedos en la espalda baja.

    —Aprendes rápido —murmuré por la gracia, moví la mano de su cabello a su mejilla y lo insté a girar el rostro; presioné los labios en su mandíbula—. Me superaste y todo.

    Fui bajando por su cuello, repartiendo más besos húmedos que no me molesté en disimular. Deslicé el pulgar sobre su Nuez de Adán, colé la mano por debajo del tirante de la camiseta, en su hombro, y empujé la boca contra su piel con fuerza; al mismo tiempo, también, acentué la presión de mi pierna. Lo mordí sin fuerza, la tontería me aflojó una risa baja y el cerebro se me rayó un poco con algunas ideas de mierda. Estaba acumulando energía aparentemente de gratis, porque igual no planeaba hacer nada demasiado loco con las putas cámaras prendidas.

    Ahí entraban las bondades de saber planificar, ¿verdad? Pero se lo diría dentro de un rato.

    Ah, baby —suspiré, regresando para rozar sus labios—. Ni siquiera me dejas dormir.

    Era... más divertido así~

    upload_2023-7-9_19-42-17.png
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Zireael

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    Escapa a todo mi raciocinio por qué la señorita No-hago-cosas-sin-planearlas se aguantaba las mil estupideces que decía y hacía al día solo para molestarla, pero lo hacía y estaba allí, como si nada, cuando en otro contexto seguro me hubiese mandado a la mierda desde el inicio. La verdad yo tampoco tenía muy claro por qué insistía en tocarle las narices si de por sí nunca se enojaba en realidad, pero la cosa era que nunca perdía el encanto suponía. Ella no me daba el gusto de enfadarla y yo nunca le negaba lo que buscaba al final del día.

    Era un intercambio de lo más conveniente.

    El tema fue que negó con la cabeza a mi pregunta de si tenía más consejos que ofrecer, me dejó espacio en su cuello y el beso bajo la oreja la hizo suspirar, dudaba que lo hubiese modulado siquiera y me reí por lo bajo un segundo antes de comerle la boca. Buscó mi lengua, la gracia me mandó una corriente por el cuerpo que solo se acentuó cuando me rodeó con la pierna como la insté a hacer; el movimiento de sus caderas me hizo presionar apenas su muslo, pues había dejado la mano allí.

    —Ya ves, para algo tenía que ser buen alumno, ¿no?

    Cedí cuando me instó a girar el rostro, sentí sus labios en la mandíbula y cerré los ojos cuando siguió bajando por mi cuello, los besos que repartió me hicieron soltar el aire por la nariz con pesadez. Su mano siguió, alcanzó a colarse bajo el tirante, se presionó contra mi piel con fuerza y sentí la presión de su pierna con algo más de firmeza. La cabrona me mordió sin fuerza, la estupidez me aflojó otra risa y tiré de su pierna en mi dirección, pegándola más a mí si es que era posible.

    —Es cierto, pobrecita —dije en un murmullo casi encima de sus labios y le di un par de palmadas firmes en el muslo, por la pura gracia—. Con lo cansada que estabas y yo aquí gastando el tiempo que podrías usar en dormir. Qué feo de mi parte, ¿no?

    Le di un beso liviano, luego otro en la mejilla y bajé a su cuello para dejarle otro, húmedo. De hecho me entretuve allí un rato, seguí repartiendo besos así, presioné la lengua de vez en cuando y cuando me acerqué al espacio entre su cuello y su hombro la mordí solo porque sí, le puse algo más de fuerza al gesto pero en sí no fue nada demasiado loco. Al separarme le dejé un beso allí y se me aflojó otra risa.

    —Aunque ahora que lo mencionas, ¿no fuiste tú la que me dijo que el beso no había alcanzado las expectativas?


    ma'am excuse you, tuve que cambiar de cinta and i regret nothing
     
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  8.  
    Gigi Blanche

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    Hice un puchero por el puro teatro, puse hasta ojitos de cachorro y asentí, dándole la razón con un murmullo quejumbroso a lo de que no me dejaba dormir. Se acercó para dejarme un beso en los labios y, a medida que bajaba, mi expresión cambió a una sonrisa bastante amplia.

    —Vergüenza debería darte —susurré, cerrando los ojos al sentirlo en mi cuello, y volví a mover las caderas sutilmente—. Ya ni dormir conmigo querías. El crimen sigue escalando.

    Entre el cansancio que igual sí sentía y el calor bañándome suavemente el cuerpo, en verdad era bastante parecido a estar borracho. Cada beso se imprimió en mi piel casi a cámara lenta, como si la arena del reloj se hubiera espesado, y solté los suspiros al aire. La mordida me hizo presionarle el hombro un poquito y solté una risa floja ante mi propio gesto automático. Había relajado el costado de la cabeza sobre las almohadas, despegándome de su cuerpo en el proceso, y oírlo hablar me forzó a abrir los ojos. Enfoqué la habitación parpadeando algunas veces y deslicé la mirada a él.

    —Claro, fue un beso de preescolar —murmuré, indiferente, y desenganché los dedos del tirante de su camiseta para rozar el contorno de su brazo en descenso, lentamente—. Puedo darte el análisis extensivo cuando quieras, tiene muchas críticas constructivas. Ahora, por ejemplo, mi estimación es que esperarías a que desabotone esto de aquí... —indiqué, liberando un par de botones de mi camisa—, y te diga la tontería de turno para darte vía libre. —Busqué su mano en mi muslo y la apoyé sobre mis pechos—. Presionarías aquí, volverías a besarme el cuello y seguirías bajando hasta quedarte tocándome las narices en el borde del sostén. En los intermedios te reirías de mis reacciones y volverías a esperar a que te diga algo. Otra vía libre, para pellizcar la tela y correrla.

    Suspiré, acentuando la decepción, y me estiré encima suyo para alcanzar el móvil. Programé una alarma rápidamente.

    —Deberíamos dormir, cariño. Tú no tienes cartas disponibles y yo necesito revivir un par de neuronas. Si nos dormimos ahora podemos despertarnos tipo dos y media. Estaríamos en casa a eso de las tres.

    Hasta ese momento había dicho todo con una cara de poker de antología. Fue entonces que lo miré, me deslicé a su oído y me sonreí.

    —Y allí no habrá nadie hasta las cinco. Tiempo de sobra para que definas un nuevo plan de acción, ¿verdad? —Retrocedí, entonces, lo suficiente para encontrar sus ojos con carita inocente—. ¿O me estoy equivocando en algo, quizá?
     
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    Se hizo la víctima con el asunto de que no la dejaba dormir, la estupidez me hizo su debida gracia pero tampoco detuve el asunto y seguí a lo mío. Susurró que debía darme vergüenza, me tragué una risa y el movimiento sutil de sus caderas me hizo soltar el aire con algo de pesadez, ni siquiera reparé demasiado en que la hoja de delincuencia seguía aumentando.

    Lanzó los suspiros al aire, me repicaron en el cuerpo y tuve que hacer un esfuerzo consciente por recordar que estábamos en la enfermería donde había cámaras y de por sí podía entrar cualquier imbécil, como ya se había visto ayer. Puede que yo no planeara las cosas con tanto cuidado como ella y fuese significativamente más estúpido, pero tampoco era para tanto. No quería más problemas de los que ya teníamos.

    La indiferencia con la que habló me regresó la sonrisa a los labios, soltó que había sido un beso de preescolar y la miré con cierto interés cuando dijo todo lo del análisis exhaustivo. ¿Me importaba? No demasiado y de por sí se puso a desplegar el resto del posible numerito, el que obviamente no iba a suceder, pero seguí sus movimientos con más concentración de la que habría usado para la escuela en toda mi vida.

    Habían prioridades en la vida, qué decir.

    Buscó mi mano, la apartó de su muslo y la llevó a sus pechos, que sí, no pasaría nada pero yo estaba bastante entretenido de todas maneras. Afirmé apenas la mano, escuché su decepción y cuando se estiró encima mío para pescar el móvil no me aparté de inmediato, hice el imbécil unos segundos más y solo después me aparté de su pecho sin motivo particular.

    —¿Me planificas la vida? Suena a que me va a salir mejor que si lo hago yo mismo —bromeé medio al aire en una pausa del monólogo.

    Todo lo había soltado con una seriedad envidiable, pero en cuanto se deslizó a mi oído para soltarme la estupidez de turno y se me escapó una risa baja, grave. Cuando retrocedió y me miró con ojos de cachorro mojado, al verla estiré la mano hacia su rostro, la posé en su mejilla y terminé deslizándola por su cuello hasta anclarla en su nuca.

    —Depende, cielo, ¿eso que escuché es una propuesta o me lo imaginé?
     
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  10.  
    Gigi Blanche

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    Que dejara la mano donde yo misma la había puesto no me sorprendió realmente, en ese sentido siempre tomaba lo que le quedaba al alcance y ya. De cualquier forma estaba demasiado metida en mi repentino rol de académica como para reaccionar a la gracia. Eventualmente quitó la mano, le extendí la invitación de turno y su pregunta me hizo soltar el aire por la nariz en un gesto algo burlón.

    What else? —respondí con sencillez, sintiendo cómo su mano se afianzaba en mi nuca.
     
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    Zireael

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    La forma en que soltó el aire por la nariz y su respuesta me estiraron la sonrisa como era de esperarse, la verdad era que no pretendía disimular nada, nunca había sido bueno en esa tarea y solo dejaba todo ocurrir. Cualquiera que me dijera que era malo con el control de impulsos posiblemente tuviese razón, mi historial no dejaba espacio a nada más.

    —Y yo, como soy tan bueno, jamás me atrevería a rechazar semejante invitación —respondí en un murmuro.

    Aproveché el ancla en su nuca para atraerla hacia mí y besarla de nuevo, no fue desesperado en todas las de la ley porque, de nuevo, no pretendíamos marcarnos un show tan de gratis aquí ni nada, pero sí fue profundo. La dejé ir unos segundos después, me despegué de sus labios, aflojé el agarre en su nuca y ajusté la posición para dejarle un beso bajo la oreja otra vez.

    —A dormir entonces, cielo —susurré aunque cierta cuota de diversión se me coló en la voz—. A lo mejor el nuevo plan de acción me llega en sueños.

    Relajé la cabeza en las almohadas, me acomodé de la mejor manera que pude y le dejé espacio para que hiciera lo mismo. Usé le brazo para instarla a acomodarse en mi pecho si quería, ni idea me pareció lo normal, y le dediqué una sonrisa.
     
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  12.  
    Gigi Blanche

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    Como venía siendo usual, dio el rodeo de turno antes de aceptar como obviamente haría y yo lo dejé correr, conformándome con la aceptación sin más. Me limité a rodar los ojos y descansé una mano en la curvatura de su cuello al corresponderle el beso. Después de eso le dejé el espacio necesario, presionó los labios bajo mi oreja y aguardé a que se acomodara para hacer lo mismo. Le dejé ir parte de mi peso encima, apoyé la cabeza en su pecho, le crucé el torso con un brazo y flexioné una de mis piernas sobre las suyas. Básicamente me pegué a su cuerpo y cerré los ojos, soltando todo el aire por la nariz.

    El cansancio no tardó nada en hacer de las suyas, lo sentí pesarme en cada centímetro del cuerpo. Eso, junto a su calidez, el vaivén pausado de su respiración y el sonido opacado de sus latidos, fue la fórmula del siglo para apagarme el cerebro en cuestión de minutos. Si acaso le di un apretón medio inconsciente, acurrucándome un poquito más, y lo que murmuré fue tan bajito, tan vago, que a duras penas se escuchó.

    I'm so glad you're okay.

    Y el mundo se evaporó en ese instante.
     
    • Adorable Adorable x 1
  13.  
    Zireael

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    Lo dicho, yo tiraba de las cuerdas, ella aceptaba sin más y al final yo cedía a lo que quisiera, fuese lo que fuese. Con la tontería de turno cerrada nos acomodamos, me dejó ir algo de peso encima, me cruzó con el brazo y con una pierna, básicamente se me colgó y la dejé hacer. Su cuerpo estaba tibio, fue suficiente para que girara el chip y el cuerpo me pesara como si el cansancio que esta criatura tenía encima se me contagiara por el aire o algo.

    Acomodé el brazo como pude para que no se me fuese a quedar demasiado apachurrado y para no incomodarla, pero alcancé a hundirlo suavemente en su cabello para dedicarle una serie pausada de caricias. A la vez medio giré la cabeza para dejarle un beso en el primer lugar que alcancé, allí entre la mata de rizos, y me desinflé los pulmones despacio.

    Cuando me dio el apretón supuse que no fue de todo consciente de ello, tampoco de que se acurrucó más y lo que soltó fue un murmuro tan vago que no supe si yo debía haberlo escuchado siquiera. La estructura fue más bien simple, lo entendí al segundo, pero en el momento me pareció una cosa inconexa y, estúpido como era, me tomó varios segundos asociarlo a lo que había pasado.

    Esta niña había escuchado mi apellido salir de una boca que apestaba a Infierno.

    Dios, ¿no había dormido por estar pensando en esa mierda?

    Una daga de culpa alcanzó a clavárseme en la columna, amenazó con salir por mi pecho y la detuve a duras penas. Mis ojos se pasearon por la enfermería, por el espacio blanco, hasta dar con el bento en la otra cama, la falda de Sasha y mi camisa antes de volver al techo. Si no se hubiese enredado conmigo desde el primer momento haberlo escuchado no había implicado nada, ¿cierto? Solo habría sido ruido, pero ahora no lo era. No lo sería nunca más y lo entendía.

    Detuve las caricias en su cabello con cuidado de no joderle la siesta, mi mano rodeó su cuerpo y la estreché suavemente. Vete a saber si fue una manera de decirle que sí, que estaba bien, o de sacudirme la culpa de encima. En su defecto daba lo mismo.

    —Descansa, cielo. Ya no hace falta que te preocupes.

    La tontería la dije en un murmuro que hasta a mí mismo me costó escuchar, tampoco supe que función cumplía y lo dejé ser. Fue lo único que susurré antes de cerrar los ojos, con el eterno cansancio que cargaba encima incluso si ayer había dormido bien sabía que no tardaría mucho en caer, era una ventaja suponía. Al menos así no iba a darle vueltas a todo el asunto.


    don't mind me era para cerrar la cosa, pero al final me quedó medio largo asbdhe sowwy
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Si existía una definición de cajón de una purga, lo de la azotea a las jodidas ocho de la mañana sin duda había sido una y era innegable. Podría darle la identidad de un dolor inevitable, como el de una inyección quizás, porque todavía sentía el pecho revuelto pero tan siquiera era capaz de existir de una forma en que no podía desde entonces. Mentía, funcionaba con los demás, pero luego tenía que lidiar con los ecos.

    Al menos ahora estaban en silencio, tan siquiera una buena parte de ellos.

    La sugerencia de Ko de saltarnos una clase fue bastante prudente, en términos de mi integridad no de nuestro futuro académico, así que cuando tuve que volver por lo menos ya no tenía tanta pinta de haber estado llorando hace dos segundos. Igual el idiota me había respondido al I love you con la naturalidad estúpida de siempre y, que me llamaran loco, pero el corazón se me aliviaba cada vez que le decía que lo quería y me respondía.

    Ambiguo o no, lo que le había dicho era una verdad absoluta aquí y en cualquier sitio. Él lo sabía, lo sabía yo y eso estaba bien. Amar a los demás sin temor a morir siempre estaba bien.

    En cualquier caso, lo que no se me quitó fue el dolor de cabeza por el numerito, era soportable, pero se sostuvo hasta que sonó el campanazo del receso y no tenía pinta de ir a desaparecer pronto. Era una de todas las desventajas de lloriquear, pero bueno eran las consecuencias de mis actos, así que solo decidí ir a buscar algo que tomarme.

    Entré a la enfermería luego de husmear en silencio por si había alguien y me dirigí a la cristalera de inmediato. Solo necesitaba una ibuprofeno y ya, mientras las buscaba tarareé muy bajito el fragmento de la melodía que había cantado Ko y me detuve cuando encontré las pastillas.

    Acababa de regresar el resto del blíster a la cristalera, luego de bajarme la pastilla con un trago de agua de la maquinita, cuando tuve un momento de terrible lucidez. Era consciente de ello, tampoco estaba tan imbécil, pero con la claridad mental post-purga recordé que llevaba siendo un asno con Ilana desde los casilleros y que quizás Hubert también había salido rascando sin querer. Quise pensar que no era el caso, que de hecho había pretendido callar las preguntas de Ilana para evitar esa proyección, pero también era cierto que el viernes me había ido a la mierda sin siquiera despedirme.

    Igual me estaba dando demasiada importancia, para variar.

    La gente no notaba la ausencia de los fantasmas.

    Navegué el espacio, terminé por apoyar la cadera en el único escritorio que tenía la enfermería y balanceé el vaso desechable vacío en la mano. Después de un debate mental saqué el móvil, abrí el chat de Ilana y le escribí que me disculpara si había sido brusco o raro el viernes, que no pretendía ser grosero con ella. Al salir de ese chat busqué el de Hubert y me quedé observando los últimos mensajes. ¿Y a este por qué le iba a pedir perdón? ¿Por algo que ni él sabía que me había asustado? Joder, qué martirio, y luego que por qué iba Ko amenazando con cortarme la lengua.

    El eco que se había revuelto alrededor de la figura de Mattsson, aunque estaba emparentado a los celos repentinos e irracionales alrededor de Ko, seguía una vertiente diferente. No se trataba de que creyera que el chiquillo se iba a ir a la mierda o lo considerara parte importante de mí, lo primero era una certeza y lo segundo una posibilidad todavía. Pasaba que de repente no sabía qué tan útil podía ser establecer amistad con alguien que, irremediablemente, volvería a su hogar que no estaba en este pedazo de tierra.

    Ya había pasado por eso.

    No quería repetirlo, era un corte dado sin anestesia.

    Era contradictorio, para variar, pero ya lo había dicho Yuzu y lo había repetido Ko. Mi fuerza y mi condena era la manera en que me involucraba con los demás, pero el hecho de que renegara de ello terminaba por salir peor. Limitarme a mí mismo, encerrarme, nunca había salido bien y siempre había sido obvio. Saliera como saliera, al final le escribí al mocoso y ya, luego me echaría una siesta aquí o lo que fuese.


    Hey
    Espero que el viernes la pasaras bien en el evento
    Me di cuenta después de que me fui sin despedirme, lo siento


    Bruno TDF como te decía, ni es algo que debas contestar o atender, pero no quería que el niño se lo dejara atorado (?

    EDIT: edité un poquillo unas cosas por lo que posteó Belu en el patio frontal, pero no es nada nuevo además de pura GAYNESS
     
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  15.  
    Amane

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    El almuerzo del día anterior había acabado siendo toda una experiencia, cuanto menos. Lo cierto era que había tenido mucho miedo de que la primera vez que viera a Kohaku después de todo, la situación fuera demasiado incómoda por mi parte, y el hecho de que aquello mismo hubiera acabado pasando delante de Kakeru, no ayudó demasiado con mis nervios al respecto. Al final, la cosa salió muchísimo mejor de lo que había esperado, por suerte para todos, pero eso no evitó que volviese a comerme la cabeza con el asunto una vez estuve de vuelta en mi casa; casi parecía que lo único que quería era auto boicotearme en todo momento.

    Sea como fuere, fue gracias a eso que, en algún momento de la tarde, decidí hablarle a Anna para saber cómo estaba, lo que desencadenó que me enterase en más detalle sobre su situación actual. Mentiría si no dijera que me sentí algo mal al saber que, durante aquel fin de semana, no le hablé por culpa de mis propias tonterías y no pude saber lo que le había pasado hasta aquellos momentos, que ya habían pasado un par de días. Por supuesto, procuré no darle demasiado pensamiento al asunto y tampoco decirle nada a ella, porque entendía que lo último que necesitaba era que yo me pusiese tonta por ello.

    Así pues, al final pasé casi toda la tarde del lunes hablando con ella, procurando contarle cualquier cosa que se me pudiese pasar por la cabeza para entretenerla y mandándole toda clase de vídeos de Instagram para comentarlos, una vez más, con el objetivo de que no se aburriese demasiado en el hospital. Obviamente, Anna intentó quitarle toda clase de importancia al tema cuando me lo contó, y si bien no me agradaba nada que no lo tratase con la seriedad que debía, también sabía que lo único que realmente podía hacer era intentar que la estancia ahí se le hiciese un poquito menos pesada. Para ser completamente honesta, me hubiese gustado ir a visitarla esa misma tarde, pero conociéndola, supuse que no le gustaría demasiado que la viese en ese estado, así que tuve que descartar la idea prácticamente al instante de tenerla.

    El martes acabé despertándome bastante cansada, lo que provocó que no fuera a la academia junto a Kashya y su hermano, y aunque pude soportar con más o menos entereza las clases de por la mañana, supe que durante el receso solo iba a tener una opción posible: colarme en la enfermería. Muy probablemente no me dormiría ni nada, porque me daba un poco de vergüenza y no me parecía del todo correcto, pero nadie me impedía quedarme descansando un poco en el lugar, ¿cierto? Al fin y al cabo, las enfermerías también servían para eso.

    yo a belu: bueno, no creo ir a hablar mucho de lo de anna, pero por mencionarlo en mi post...
    also yo: un medio tocho en donde la mitad es sobre eso

    en fin, las novias tienen ese poder (?)
     
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  16.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Estaba tan focused en mi misión principal con Joey, que ni siquiera me di cuenta de que el muchachito de esa misma mañana nos había visto al pasar por el pasillo. ¿Me hubiese avergonzado de haber sabido que estaba ahí comiéndose el espectáculo? Seguramente no. Había pocas cosas que me avergonzasen, y mi sexualidad definitivamente no era una de ellas. Hubiese sido gracioso, eso sí, porque si bien era cierto que había sido él quien me había dejado horny, también lo era que me enganché de la excusa un poco más de lo necesario con tal de llevarme a Joey por delante. ¡Un dos por uno en toda regla, oye!

    Sea como fuere, para cuando salí de los baños, pues el chico ya no estaba ahí, y yo seguí viviendo felizmente en la ignorancia. Me dirigí a la enfermería, tal y como le había dicho a Joey que haría, y me tiré sobre una de las camillas libres del lugar (pista: todas estaban libres). Ah, de verdad que era una maravilla poder echarse siestas como Dios mandaba en medio de las clases. ¡Gracias, pijos!

    ahora sí, ahí queda la señorita por si alguien quisiera caerle (?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Al notar que ya había alguien adentro de la enfermería estuve por retroceder, pero la chica me notó al instante y, con su mirada encima, sentí que habría sido muy vergonzoso o muy grosero pegar la vuelta sin más. Tampoco podría haber sido de otra forma, mi aparición no fue precisamente sutil. Intenté regular la tos por instinto y cerré la puerta detrás de mí, sacando por fin el broncodilatador de mi bolsillo. Conforme regresaba el silencio sentí el ambiente más y más incómodo, incluso si sólo eran ideas mías, así que una vez logré respirar con normalidad volví a mirar a la chica. Recordaba que era de tercero, recordaba su cabello pelirrojo de una vez que yo iba con Altan, aunque no sabía su nombre; estaba sentada en el escritorio con sus apuntes delante.

    —¿Estás bien, cielo? —indagó.

    Asentí, regresé el inhalador a mi bolsillo y me sentí extraña allí de pie, así que avancé hasta sentarme al borde de una cama detrás de ella. La chica giró el cuerpo hacia su otro costado para poder seguir mirándome y yo le correspondí el gesto.

    —Perdona por haber entrado tan de golpe —murmuré, pensando que quizá la había sobresaltado, y me sonrió con bastante suavidad.

    —No te preocupes. La verdad es que te venía oyendo desde el pasillo.

    Pretendió decirlo como una broma, era evidente en el tono, pero a mí seguía sin hacerme gracia todo este circo y no pude reaccionar como habría querido. Murmuré un sonido afirmativo, fue bastante vago y desvié la vista a mis pies, los cuales empecé a balancear de a uno. Ella no agregó más nada y, transcurridos varios segundos, la miré de soslayo. Había regresado a sus apuntes.

    —¿Tú estás bien? —pregunté.

    —¿Cómo? —Volvió a girarse, apoyando el brazo en el espaldar de su silla, y al encontrar mis ojos volvió a sonreírme; se veía cálido pero también extraño—. Sí, estoy bien.

    —¿Y qué haces aquí?

    Quizá no hubiese sido la pregunta con más tacto del año, pero en todo caso no pareció molestarse y me siguió respondiendo en el mismo tono, con la misma expresión.

    —Lo mismo que tú al venir hasta acá para usar tu inhalador: esconderme. —Volvió a darme la espalda—. Tengo tarea pendiente y es el lugar más tranquilo de la Academia, dudo que alguien me interrumpa.

    Al instante se dio cuenta de lo que había dicho, o como podía interpretarse más bien, y buscó mis ojos sólo un segundo para agregar que no se refería a mí. ¿No la estaba interrumpiendo, de todos modos? ¿O lo de hacer la tarea sólo era una excusa? Inhalé profundamente y me tumbé en la cama boca arriba. Me llegaban los resquicios del pasillo, el sonido de su bolígrafo y el techo blanco, inmaculado, frente a mis ojos.

    —¿A quién te refieres, entonces? —pregunté pasado un rato.

    Hubo un breve silencio hasta que me alcanzó su respuesta, podría jurar que la tinta también se detuvo.

    —A mis amigos, supongo.

    —¿Estás evitando a tus amigos?

    —A veces es más fácil hablar con desconocidos, ¿no crees? —replicó, oí en su tono la sombra de una sonrisa; se me escapaba la naturaleza—. Gente que no te conozca de nada ni espere nada de ti.

    —Por eso estamos aquí —repetí, desinflándome los pulmones.

    —¿Te avergüenza? —indagó ella tras una breve pausa—. ¿O no quieres preocupar a nadie?

    —Un poco de ambas, supongo, aunque más la primera. ¿Tú?

    —Un poco de ambas, supongo, aunque más la segunda. —Soltó una risa baja y suspiró—. Debo estar a una taza rota de echarme a llorar como una cría, así que prefiero minimizar daños.

    —Y luego me dices que estás bien...

    —En cierta forma lo estoy.

    Su respuesta fue contundente y alcé la cabeza para mirarla, así fuera sólo su espalda. Me pregunté si sería apropiado de mi parte indagar, aunque igual había dicho que era más fácil hablar con desconocidos y suponía que esta clase de charlas tan desapegadas también cumplían su propia función. Volví a relajar el cuello.

    —Si quieres puedes decirme qué te pasó —ofrecí.

    Hubo un silencio bastante largo, uno que me hizo creer que no me respondería, pero eventualmente lo hizo.

    —No es tanto lo que pasó, sino lo que va a pasar. —Suspiró, exasperada—. Estoy obligada a ver y pasar tiempo con alguien que... que no quiero ver en absoluto. Me dan náuseas sólo de pensarlo.

    —¿Trabajo? —Ella murmuró un sonido afirmativo y volví a desinflarme los pulmones; no había preguntado, pero supuse que era justo hacer intercambio de dramas—. Odio el asma, lo odio tanto que no puedo evitar sentir parte de ese odio hacia mí misma, y... me siento estúpida. Estoy intentando que el chico que me gusta se reconcilie con la amiga que le gustó siempre, y me siento estúpida.

    El suave quejido de su silla me dio la impresión de que se había volteado y me senté en mi lugar, encontrando sus ojos. Me sonrió con algo que me pareció ternura y me sentí ligeramente avergonzada.

    —Ahora lo recuerdo, eres la chica del evento de baile, ¿verdad? —me dijo y yo asentí—. Debe ser difícil llevar eso con el tema del asma, pero lo haces de todos modos.

    —Sí, bueno-

    —Y debe ser difícil intentar ayudar a ese chico y su amiga, pero lo haces de todos modos. ¿Ves lo que quiero decir?

    En el fondo sabía que eran cosas buenas, pero me costaba sentirme tranquila al respecto cuando entre medio se me cruzaban tantas emociones dispares. Me hacía dudar de mis propios motivos.

    —¿No tienes a nadie para hablar de esto? A lo del lío amoroso me refiero, no lo otro —agregó, junto a una risa breve—. Suena al tipo de conversación que se tiene con una amiga.

    Pensé al instante en Emily y agaché la mirada, jugueteando con las pulseras y la liga de cabello que tenía en las muñecas. Suponía que... tenía razón. Quizás hablarlo con Emi me ayudara a aclarar mis ideas o, como mínimo, dejar de hacerme tanto lío. Saqué el móvil, corroboré la hora y me quedé adentro del chat con ella, dubitativa. Al final volví a mirar a la chica.

    —¿Y tú? Suena... más complejo que lo mío, supongo, ¿pero no quieres hablar con nadie de eso?

    Había permanecido volteada hacia mí. La vi parpadear, esbozar una sonrisa extraña y regresar a sus apuntes.

    —No —murmuró—, no se lo puedo decir a nadie.

    Sentí que había vuelto a dejar caer unas compuertas muy pesadas, de hierro, y que no tendría sentido seguir indagando. Me deslicé fuera de la cama con movimientos suaves, más bien silenciosos, y al llegar a su lado me detuve. Ella me miró.

    —Pregunté si querías, no si podías —corregí, y le dediqué la mejor sonrisa que logré modular—. Será irónico viniendo de mí, pero escondernos no nos garantiza proteger al resto, sino dañarnos a nosotros mismos, ¿no crees?

    Hubo algo en su semblante que se desarmó ligeramente y agachó la mirada a su cuaderno; el cabello le tapó el rostro como una cortina y movió su mano en un ademán flojo para echarme.

    —Anda, se rompió la taza. Ya vete.

    No lo dijo de forma brusca, sólo con algo de apremio, y retrocedí hasta encontrar la puerta. Murmuré un "suerte, senpai" antes de salir de la enfermería y, una vez en el pasillo, sentí una mezcla de pena e impotencia. No me sentaba bien dejarla allí sola, pero también era consciente de que yo no podía ayudarla en nada. Tomé mucho aire, lo solté poco a poco y volví a desbloquear mi móvil.


    Em
    Estas libre?
    Si no tienes nada que hacer podriamos almorzar juntas?
    Me gustaria hablarte de algo


    Amane lo único importante para ti es literamente el último párrafo, pero te etiqueto anyways cuz Anna le escribió a Emi-chan
     
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  18.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Haber podido conocer mejor a una chica que resultaba ser mi compañera de clase había sido bastante lindo, aunque no podía evitar pensar que también había sido algo insatisfactorio; lo que quería decir era que no había conseguido resolver ninguna de mis dudas, si no más bien todo lo contrario. No había conseguido ninguna buena idea para organizar la bendita cita y, lo que es peor, había descartado cualquier otra opción que hubiera pensado de antemano. ¡No me veía dando un paseo por el parque con Morgan, honestamente! Y menos así de primeras, vaya.

    Bueno, ese asunto era una problema con el que tendría que seguir lidiando en los siguientes días. De momento, tenía que atender a las clases y, todavía más importante, ver si podía aclarar de alguna manera mi otro asunto pendiente. Cuando llegó el receso, pues, me dirigí muy decidida hacia la 3-1... La decisión me duró más o menos tres segundos, pues en el umbral de la puerta me topé de lleno con Thi, y eso me confundió tanto que hasta me olvidé del motivo principal de que estuviera ahí para empezar.

    —¡Thi! ¿Tú no tendrías que estar en tu casa? —murmuré, frunciendo el ceño en un claro gesto contrariado—. Espera... ¿has hablado ya con tus padres? ¿Ha ido bien?

    —Ah, hola, Ri... No, no he hablado con ellos, y no creo que vaya a hacerlo pronto.

    —¿Y eso? —seguí preguntando en un murmullo, enganchándome de su brazo para empezar a arrastrarla hacia las escaleras.

    —No lo sé, no me siento preparada. Creo que prefiero esperar a que ellos me lo cuenten... quiero decir, mira lo mal que me ha sentado la simple idea de tener que hablar de ello. Ahora estoy mejor, por eso también es que he venido a clase, pero... es demasiado para procesar de por sí y prefiero hacerlo poco a poco.

    —Oh, Thi... Si es así como te sientes, entonces es la mejor decisión que podías tomar —le dije una vez finalizó de hablar, dejándole un beso en la mejilla en el proceso.

    —Gracias, Ri. Por cierto, pensaba ir a la biblioteca para ponerme al día con los apuntes y tarea, ¿quieres venir conmigo?

    —Mejor no, Thi. Para el poco rato que no tenemos clase, prefiero hace otra cosa que no sea estudiar...

    —Me lo imaginaba —contestó junto a una risilla—. Nos vemos luego, entonces.

    Con la conversación, habíamos alcanzado la primera planta, así que me despedí de ella en lo que seguía bajando las escaleras y, una vez desapareció de mi campo visual, yo me dirigí hacia la enfermería; no era que me encontrase especialmente mal, pero lo único que sentí que me apetecía era tirarme a una de las camillas del lugar un rato. Nada más dejarme caer sobre el colchón de una, sin embargo, recibí un mensaje de mi padre, y no pude evitar el suspiro pesado que se me escapó de los labios al terminar de leerlo. Decía que iba a poder venir para la entrevista el viernes, a pesar de que iba a ser bastante apresurado, y que me lo recompensaría pasando el fin de semana conmigo, aunque eso último... bueno, habría que verlo.

    El viernes... ¿por qué me daba la sensación de que me estaba olvidando de algo para ese día?

    relleno solo necesario para mis tramitas, circulen (? even tho la niña se queda ahí, eso sí uwu
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Estaba un poco aburrido. O un poco muy aburrido. Me había quedado un rato derretido en mi pupitre, viendo a la gente pasar mientras lanzaba la paleta de lado a lado dentro de mi boca. Luego dejé caer la cabeza, dormité un rato y finalmente me levanté, saliendo del aula. Qué aburrimiento y qué pereza. Bostecé, encarando hacia las escaleras, y mientras bajaba sin ningún rumbo fijo recordé las conversaciones sueltas que había oído dentro de la clase. Decían que esta escuela no tenía enfermera, o como mínimo que nadie le conocía la cara.

    Un espacio así sin vigilancia... era algo polémico, ¿verdad? No tenía nada mejor que hacer, de modo que fui husmeando los carteles hasta que di con mi flamante objetivo. Me colé dentro del espacio sin una gota de reparo, cerré la puerta tras mi espalda con el pie y hundí las manos en los bolsillos, observando alrededor. Automáticamente me desvié hacia lo que parecía un escritorio rodeado por otros muebles, gavetas y cristalerías.

    Comencé a revisar cada rincón con toda la tranquilidad del mundo, saboreando la paleta y tarareando en voz baja. Claro que había notado a la niña tirada en una de las camas, pero ¿qué se suponía que hiciera? ¿Interrumpir su momento de descanso? O quizá...

    —¿Esperando al príncipe azul, Ri-chan? —alcé la voz sin voltearme ni detener mi muy diligente labor.
     
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  20.  
    Amane

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    Ya que había tenido que sacar el móvil para responder a mi padre y estaba tan cómoda tirada en la cama, no me quedó más remedio que quedarme ahí plantada mientras desconectaba por completo viendo vídeos infinitos en TikTok. Me estaba quedando completamente dormida cuando escuché la puerta cerrándose de golpe, provocando que diese un respingo sobre el colchón y me irguiese de golpe, buscando al culpable de aquel susto. Logré distinguir a Yuta con relativa facilidad, lo que me permitió relajar el cuerpo de manera visible y, en consecuencia, volver a dejarme caer sobre el colchón.

    —¿Tengo cara de ser una princesa en apuros? —comenté, dejando salir una risa nasal bastante irónica, y bajé la vista del techo para poder seguir su camino por la sala—. Y si eso fuese cierto, ¿significa que tú eres mi príncipe azul? ¿Me vas a dar un beso de amor verdadero, Yutarin~?

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