Aula 3-2

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Hygge

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    Las palabras de Kagehira se quedaron atoradas en algún lugar de mi mente durante la sesión de clases. Parecía tener una facilidad absurda para actuar libremente acorde a lo que pensaba y sentía. Tanto, que hacía parecer sencillo aquello de "dejarse llevar" por otros.

    Para mí era mucho más que eso. Se me hacía completamente cuesta arriba.

    No obstante cuando la campana dio inicio al receso, me levanté de mi asiento dejando escapar un suspiro. Podría visitar la biblioteca en cualquier otro momento, suponía. Además, notar la dedicación e ilusión en los estudiantes que de alguna forma parecian relacionados con el evento, ya fuera de forma presencial o en calidad de amigo, me dieron quizás el empujón necesario para hacer mi elección.

    —Lo lamento, Orn-san —Hice una reverencia formal frente al muchacho que fue asignado a hacernos el tour, apenada—. Me temo que no podré asistir al tour, le prometí a unos compañeros ir con ellos a ver el evento.

    —Ya somos dos~ —Otra de las chicas recién ingresadas se acercó a la mesa, de cabello violeta y ojos brillantes. Le dirigí una mirada silente, y la chiquilla al darse cuenta me dedicó una sonrisa en respuesta, luego al resto de presentes—. Me tiene bastante intrigada, y con la emoción que le puso la chica de cabello rosa como para perdérselo, ¿no?

    Nos despidió de lo más tranquila, y le seguí poco después, habiéndome disculpado de nuevo con el chico por denegar su colaboración con la tutora. Busqué la mecha roja de Kagehira con la mirada por el pasillo, pero la acumulación de estudiantes en el lugar lo iba a hacer algo complicado durante los siguientes minutos.

    Perdón, ya había quedado con las niñas de Rojo y quem para ver el evento ;-;
     
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    Insane

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    La mañana había transcurrido con la tranquilidad habitual, aunque el día anterior había hecho el reclamo a mi padre luego de la escuela, lo cual terminó por su parte en un desentendimiento del tema, risas también por parte de él y a la final me resigné, como estaba por hacerlo hoy también sin saberlo realmente. Atendí a las clases con la atención acostumbrada; cuando sonó el timbre la docente asignó a Miller con lo del famoso tour y ella no tardó en negarse, luego sentí su mirada encima sin reaccionar en realidad.

    Era irresponsable por parte de Patterson, indicarle a un nuevo que le diera el tour a otras muchachas nuevas.

    Solté el aire por la nariz con la vista a la ventana. Craig había faltado a la escuela así que me había programado por almorzar solo en la azotea, me había dicho que era un buen lugar y obviamente evitando en donde se centraría el gentío por una actividad que no era de mi interés; en lo que me mentalizaba para pararme se me acercaron dos de ellas, una se excusó como japonesa de protocolo, asentí solo para que supiera que la había escuchado y la otra de manera más informal también desistió del tema. Esperé unos minutos más, por si la tercera también se zafaba y me lavaba las manos con un niño esfuerzo pero no pasó, por lo que a la final me levanté y sujeté mi bento, echándole la vista encima a la rubia.

    —Rockerfeller, ¿correcto? —fue más una validación a si había pronunciado bien o no su apellido—. Espero no tengas expectativas muy altas, porque no llevo mucho tiempo acá —advertí en consecuencia, enterrando la mano libre en el bolsillo.
     
    Última edición: 18 Octubre 2023
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    Zireael

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    Tonterías a parte la cosa esta del tour me ponía un poco nerviosa, porque al entrar a la clase con Cayden percibí caras de todas clases, unas más serias que otras y también me di cuenta que el moreno de la mañana, el que tenía pintas de no haber dormido bien en tres días, también estaba allí. Llevaba exactamente cinco horas en esta escuela y ya había tensiones por todo lado.

    Habíamos tres chicas nuevas, la tutora pretendió darle la responsabilidad a una muchacha pero dijo que estaba ocupada y anunció que algo pasaría en el receso. Así el tour acabó en las manos de otro chico de cabello negro con tenía toda la pinta de ser la criatura más seria que podrían haberme puesto por delante. Encima las otras chicas declinaron el tour, me di cuenta desde mi asiento, y yo me quedé debatiéndome mentalmente sobre qué hacer.

    El tiempo de decisión me permitió observar otras cosas, al conocido de Cayden escribir en el pizarrón un recordatorio del evento y a Cayden hablarle con algo parecido a la arrogancia. No le llevó el apunte, le dijo que debía ir porque seguro una de las chicas que estaría en el evento también era su amiga y se fue, dejando al pelirrojo callado.

    Decidí no mirar a nadie ni buscar respuestas, así que busqué entre mis cosas y eso le dio tiempo a Paimon para acercarse a mí. Alcé la vista, me levanté despacio y tuve que luchar bastante con esta idea, necia, de no querer molestar a nadie. Protocolario o no el caso era que se había acercado.

    —Rockefeller, sí. Tú eras Paimon, ¿verdad? —Puede que me lo imaginara, pero sentí los ojillos de Cayden encima. De cualquier manera le dediqué una sonrisa sutil al moreno y negué suavemente con la cabeza—. No pasa nada. Tampoco creo que haga falta un recorrido demasiado exagerado ni nada.

    Orn y el misterio de cómo librarse de mis niñas: la saga
     
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    Al adentrarnos al salón de clase señaló lo tedioso de los mosquitos. Habían repelentes y toda la cosa pero la verdad es que los insectos no dejaban de ser fastidiosos, y más esos pequeños que vivían solo para sacarnos la sangre en el menor descuido. Un punto más para no interesarme en conocer ese tipo de espacios, como por ejemplo Craig que me habló del campamento que organizó la escuela, pero igual si hubiese estado tampoco hubiera ido.

    Me imaginé luego los mapaches, eran conocidos por ladrones y eso pero al menos ese tipo de animales no me disgustaban. Eché la vista general por el salón de clase, aún estaba medianamente desolado, su pupitre estaba algún poco alejado del mío por lo que le hice un señalamiento con la cabeza hacia el puesto que quedaba al lado del mío. Era de Suiren y con su ausencia estaba libre.

    —Muy poco —contesté sin problemas—. He ido a la playa con mis amigos, supongo que eso cuenta como aire libre —la molesté, porque sabía que estar bajo una sombrilla leyendo un libro con una limonada helada al frente del mar no comparaba con lo que ella hablaba.

    El bosque era un espacio totalmente distinto, al igual que las montañas.

    Me senté en mi puesto, y aguardé por si ella iba solo a sentarse en el de Craig para girarme a medias o si iba a traer el asiento frente al mío. Cualquiera de las dos situaciones se ajustaba.

    —Cuando hablas de tu pueblo imagino un aire a película de terror, sinceramente —descansé la espalda en el respaldar—. ¿Alguna vez los llegaron a asustar o algo?

    Era escéptico, si, pero por la mera gracia preguntaba.
     
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    Tenía cierta gracia imaginar a este chico metido en el bosque con los mosquitos, el olor a hojas húmedas en el suelo y el ruido de cosas que, a veces, no podías ver. Parecía una alteración en el orden como lo conocía, incluso si yo no sabía qué tan grave era realmente su suerte de encierro voluntario entre un montón de edificios. Los citadinos eran bastante graciosos cuando ponían el pie en el primer montón de barro.

    Entramos al salón, él señaló el asiento cerca del suyo y yo recorrí el salón con la vista un segundo. Reparé en que lo que había escrito el otro moreno con pintas de punk, Sonnen, seguía en la pizarra y recordé el intercambio que había presenciado un poco sin querer. Supuse que ambos, Cayden y Sonnen, estarían abajo todavía. Vete a saber cómo se les daba lidiar con ese ritmo más urbano.

    De la manera que fuese, seguí los pasos de mi compañero, él se sentó en su lugar y aunque escuché su respuesta no dije nada de inmediato. Tomé la silla del asiento vacío, la arrastré hasta su pupitre y la acomodé a un costado, aunque antes de sentarme también lo miré desde arriba.

    —De hecho eso solo cuenta como vacaciones de citadino, Pai —advertí en un tono bastante suave.

    El otro soltó como si nada que le imaginaba un aire de película de terror al pueblo, la estupidez me arrancó una risa y dejé el bento en su mesa mientras me sentaba por fin. Dudaba que creyera en esas cosas, pero suponía que todos los gatos pecaban de curiosos así que la pregunta me estiró una sonrisa en el rostro. Crucé una pierna sobre la otra, dejé las manos en el regazo y reí por lo bajo.

    —Es el bosque, se escuchan muchas cosas raras un poco por defecto. Te sorprendería la cantidad de sonidos que puede hacer un mismo animal y lo humanos que pueden sonar —contesté balanceando la pierna suavemente y aunque tenía una verdadera respuesta a su pregunta, preferí reservármela—. Nunca me pasó nada raro, no. Tampoco a los demás porque siempre estábamos en grupo.

    Pero lo había escuchado, ¿no?

    El canto en las bocas abandonadas de las minas.

    :shani:
     
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    La noté repasar lo que habían escrito en el tablero, pero a la final mi interés solía ser tan nulo en los demás que no me interesó preguntar, ni pensar en por qué el chico se tomó el tiempo para escribir algo que ya se sabía por los panfletos y los rumores que habían de un lado a otro. Cada uno con sus cosas.

    Rockefeller a la final arrastró el asiento así que no tuve que acomodar la postura ni nada así se hiciera a mi costado, pero antes de sentarse sentí sus orbes encima. Subí la mirada y di con sus cuarzos, entre las pestañas.

    —Ah sí, vacaciones también —murmuré con un tinte sardónico porque sí al ser lo suyo un tipo de advertencia pese al tono suave de su voz.

    Dejó el bento sobre la superficie y soltó una risa. Parpadeé con parsimonia porque no era falso lo que había dicho, un espacio cubierto de naturaleza a altas oscuras de la noche no dejaba de ser algo tétrico. Los sonidos, los insectos, las historias rurales y eso, aunque de nuevo, por más escéptico que fuese era una experiencia que me perdería a propósito.

    —¿Crees que si hubiesen estado por separado entonces si hubiese pasado algo paranormal? —pregunté al ella hacer referencia que siempre andaban en grupo—, porque en caso de existir algún espectro o lo que sea, imagino y tomarían las almas más puras, ¿no crees?

    Giré ligeramente el rostro hacia ella, repasando sus facciones con liviandad.

    —Y tú pareces tener una.
     
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    Zireael

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    En lo que a mí me concernía, Paimon era indiferente a sus alrededores por elección y yo más bien pecaba de estar demasiado pendiente de los otros por ansiedad. Esta no era la Ilana del pueblo, la de quince años que se metía al bosque con la gente de la escuela a montar una pseudo-fiesta y beberse un par de cervezas solo por llevarle la contraria a alguna norma. Tampoco era la que había comenzado a fungir de líder para el resto.

    Era la que habían arrancado y reconstruido, como una flor trasplantada.

    Su respuesta a lo de las vacaciones fue sardónica, nada nuevo, y sonreí para mí misma sin añadir nada más a eso. Mantuve el foco en la pregunta que me había hecho entendiendo su naturaleza, pretendía satisfacer su curiosidad. En cierta manera me observaba y me hacía preguntas como si fuese un animal enjaulado, silvestre, pero con la inteligencia suficiente para responderle preguntas sobre un espacio que seguramente no pisaría en su vida, no a voluntad.

    No le inspiraba desconfianza, ¿cierto?

    La siguiente pregunta que hizo siguió la misma curiosidad que la primera, necia, y la sonrisa se me estiró en los labios. Estaba hablando de almas, de pureza y cosas de lo más extrañas, su siguiente argumento fue que yo parecía una de esas. No reaccioné más de la cuenta, seguí balanceando la pierna, despegué las manos del regazo, apoyé un codo en su pupitre y descansé el rostro en mi mano.

    —Eso no fue lo que dije, no. En general entrar al bosque solo es una mala idea desde el más racional de los pensamientos, piensa en él como la casa de muchas criaturas y tú solo estás entrando sin permiso. Si te topas con algo, bueno, puede enojarse y con toda razón —respondí desde la más absoluta de las calmas y desde la objetividad más clara—. La mente es poderosa, además. Si incluso en grupo escuchas cosas y rellenas los agujeros de información con incoherencias, si estás solo es peor.

    Lo noté repasar mis facciones antes, así que desde mi nueva posición hice lo mismo con las suyas. Parpadeé despacio, casi adormilada, y retomé el hilo de ideas.

    Three basic rules —apañé en mi lengua materna, el tono de mi voz se suavizó más con el cambio de idioma y volví a sonreír—. Gran parte de Pensilvania está cruzada por los Montes Apalaches, los nativos y los pueblerinos nunca olvidan las reglas, Pai, cuando el lugar en el que vives tiene menos de trescientos habitantes algunas cosas se mantienen de la misma manera por décadas. En ese sentido puede que tus ideas sobre los pueblos tengan razón.

    Alcé la mano libre en el espacio entre nosotros y estiré un dedo por cada regla que fui nombrando.

    —La primera y por cuya violación existen las otras dos: no entres al bosque de noche. La segunda: no silbes de noche. La tercera: no mires en los árboles. —Dejé la mano suspendida allí, con los tres dedos estirados—. Muchas otras se desprenden de ellas. ¿Escuchaste algo en el bosque, te llamaron por tu nombre o alguien gritó? No, no escuchaste nada. ¿Sentiste que algo te observaba? No sentiste nada, no lo busques y sigue caminando o enciende una fogata, una lo bastante grande para que siga ardiendo toda la noche. No es para el frío.
     
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    Inicialmente argumentó lo de espacios que no nos concernian a nosotros los humanos, lo cual era cierto. Era territorio ajeno, de distintas especies que tenían la libertad de reaccionar con instintos primitivos por cualquier intruso. El como ella describía la naturaleza de la mente al tratar de rellenar sonidos extraños en un ambiente que se consideraba poco seguro era de lo más lógico, por ende, podría decirse que había logrado que el receso lo pasará completamente con ella.

    La conversación era interesante, y parecía una chica de lo más lógica pese a sus raíces.

    Sus pestañas bajaron y subieron en un par de parpadeos lentos, para luego hablar de tres reglas fundamentales, colandose su lengua materna en el proceso. El tinte de su voz se suavizó ligeramente por el idioma y se me antojó entretenido el seguir escuchándola.

    Remarcó las tres normativas que de cierta forma provocaron una sensación extraña, quizá porque no parecía hablar de broma ni medio en juego, sino como cuando das las instrucciones para ingresar a un espacio desconocido, lo necesario para sobrevivir o como fuese.

    Posiblemente era una sensación de incertidumbre, aunque no lo demostré de ninguna forma.

    —Si tu propósito es que nunca vaya a tu pueblo no te preocupes, no pensaba hacerlo —comenté en serio, pese a que mis facciones de relajaron en un tinte sarcástico—, pero ya que estamos. ¿Alguna vez rompiste una? De las reglas que acabas de dar —me prendé a sus ojos porque así se me antojó.
     
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    Mis argumentos estaban basados en una lógica que rozaba el sentido común, ¿no? De hecho todas mis respuestas hasta ahora podían pecar de eso, de basarse en una lógica tan básica que parecía obvia e inocente. Lo demás claro que sonaba a delirio de fiebre, pero las mentes de las personas, de los jóvenes y los niños en particular, eran un mundo completamente diferente. Se movían, vibraban y creaban nuevas respuestas que no estaban ligadas al mundo del sentido común pero parecían parte de él.

    Como un País de las Maravillas.

    El rechazo de mis pares me había hecho olvidar uno de los pilares de mi existencia: el poder de las palabras. Si alguien te prestaba atención, si escuchaba, no solo comenzabas a formar un lazo sino que creabas confianza, por mínima que fuera. Era como lanzar un salvavidas al agua, incluso si no había nadie ahogándose, solo en caso de que alguien cayera por la borda.

    Incluso si Paimon me estaba escuchando solo por curiosidad, por diversión, como el gato que saca un ratón del nido para jugar con él hasta aburrirse o matarlo, lo cierto era seguía allí. La seriedad con la que había soltado las normas y sus variables podía pasar por risible o por inquietante, quizás, pero no le llevé demasiado el apunte. Él seguía preguntando y yo respondía.

    En cierta forma era como hablar con un niño.

    Había sido igual en Northwood.

    Cuando dijo que no pensaba ir al pueblo me permití una risa baja, pues porque nadie iba a subirlo a un avión de por sí, además había percibido el sarcasmo usual y lo dejé ser. Bajé a mi regazo la mano con que había enumerado las reglas básicas de los Apalaches, aunque mantuve el rostro descansando en la otra y volví a reír cuando preguntó si había roto alguna de las reglas. La respuesta a eso ya la había dicho.

    —Todos rompíamos la primera. La periferia del bosque nos parecía menos peligrosa por alguna razón —respondí sin mucha dificultad—, pero las otras dos... No, nunca. Ni un alma se atrevía a silbar o alzar la vista de no ser que no hubiese una sola rama sobre nosotros.


    pasaron cosas (?
     
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    Sinceramente agradecía el criarme en la ciudad, dónde por posición económica solía tener lo que necesitaba en inmediatez, sin contratiempos, pocos amigos sí pero los necesarios, suponía. Y ahora continuaba en la misma línea, porque no me apetecía salirme de mi molde. Rockefeller soltó una risa suave y al momento volvió a reír.

    Parecía que tenía dotes graciosos yo y aún no los había descubierto. Ironía afuera, continué escuchándola. La primera regla era obvia, y me había expresado mal al creer que ella la descartaría de mención, aún así también habló de que nunca rompió las otras dos, y me pregunté qué de diferente hubiese en ella si lo hubiese hecho en algún momento. El silbar o el mirar de más.

    —Entiendo.

    Regresé la espalda al respaldar y miré hacia la ventana que estaba al lado del pupitre original de Craig. El cielo continuaba grisáceo, el tiempo seguía pasando, e intuía que pronto sonaría el timbre.

    —¿Y cuántas personas eran en promedio? A tus amigos me refiero —mantuve los ojos en el cristal que daba al exterior—. Y ya que estamos, ¿qué tal fue el primer día que llegaste a la ciudad?
     
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    Todo el asunto era risible por sí mismo, pero percibir que la cautela o desagrado de Paimon respecto a meterse al bosque aumentaba por mis... ocurrencias, por llamarlas de alguna manera. Las estaba soltando con seriedad, como si fueran normales, porque para nosotros lo eran, lo habían sido toda la vida. Las ciudades limitaban esas cosas, las rechazaban por naturaleza y más de una vez llegué a pensar que era así como debía ser.

    Que nosotros, los de la periferia, éramos naturalmente rechazados por los del centro.

    Su respuesta a lo de las reglas fue escueta, no dijo nada más y tampoco esperé otra cosa. Todo lo que hice fue desviar la vista a la ventana cuando él lo hizo, el cielo seguía gris y puede que mi propio temor, ahora bastante controlado, me estuviese dando una sensación de intranquilidad generalizada. Era como si algo en lo nublado del día, a pesar de la alegría de la música abajo y todo lo demás, anunciara que algo estaba fuera de lugar. Era una simple corazonada, no podía justificarla.

    —¿Los chicos? —Antes de contestarle empecé a hacer un conteo mental—. Al menos diez, más o menos, a veces los hermanos de algunos se sumaban o venía otra gente entonces no era un número escrito en piedra.

    Preguntó también cómo fue mi primer día en la ciudad, no era la primera vez que estaba entre el cemento, para nada. Había viajado con mis padres a la ciudad cercana, a veces habíamos hecho algún viaje porque alguna investigación particular requería de mi padre, ya bastante reconocido en su labor dentro de la inteligencia policiaca.

    —Extraño, supongo. Es diferente solo visitar la ciudad que saber que vivirás en ella de ahora en más —contesté todavía con los ojos puestos en el cielo—. Además, no puedes ver las estrellas de noche, hay demasiada luz artificial. En cierta forma las ciudades son frías a pesar de su movimiento constante, no conoces a los demás y nadie voltea a mirarte. La primera noche que dormí aquí extrañé el ruido de los grillos, la cigarras y demás.
     
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    Imaginaba un número bastante grande, para qué mentir. El que un poco de mocosos se metieran a mitad de un bosque por puro entretenimiento en esos sitios aledaños no me sonaba loco para nada, quizá porque tras de todo juzgaba que no tenían en que más invertir el tiempo, y suponía que sus padres -como los míos- trabajaban todo el día. Sino me hubiese criado en la ciudad sino en por ejemplo, las montañas, me preguntaba si continuaría con el interés de sentarme a leer un libro en una cabaña o lo que fuese, pero a la final suponía que sí, que en ese ambiente de igual forma no me hubiese mezclado con ellos.

    Recordaba que en algún momento se hizo un campamento en el instituto pasado, Craig me empujó bastante a ir pero a la final desistí, así el albino estuviese en mi casa con la mochila al hombro; a la final terminó yendo con mi hermana, su novia y los amigos de éstas. No me resultaba aburrido como tal, pero si un poco tedioso, y ahora con las referencias de Rockefeller la probabilidad de que pisara por voluntad propia un pueblo remoto se reducía a menos cero.

    En cierta forma las ciudades son frías a pesar de su movimiento constante, no conoces a los demás y nadie voltea a mirarte.

    Me sonreí apenas aún con la mirada en el paisaje gris. Parecía que me estuviese describiendo a mí con el nulo interés que tenía por los demás.

    —Supongo —concordé—. Acá a la hora de dormir escuchas autos, y eso si tu casa da a una avenida principal. Japón es bastante silencioso, al menos por donde vivo.

    Aunque en Rusia era igual, solo que con ventiscas heladas frecuentes. Me preguntaba si los climas y eso tenían que ver también con el carácter de uno, o si era completamente aislado de nuestra estructura. Porque bueno, Suiren tampoco era lo más empático del mundo, tan solo era educado y ya estaba, pero le daba bastante igual el resto. Y los otros tres con los que andabámos no eran muy diferentes, cada uno en lo suyo. Regresé la vista a ella.

    —¿Y tus padres a qué se dedican?
     
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    Cada uno parecía hecho al molde del espacio donde se había criado, ¿no? Si este chico no era indiferente conmigo era, de nuevo, por el interés que había despertado en él como un animal en un zoológico. Este chico había crecido con los grises de las ciudades, yo con los colores de las hojas y las voces de los otros. Eso marcaba una diferencia, incluso si con personalidades introvertidas como las suyas parecía ser indiferente.

    Por otra parte, era risible el hecho de que su interés en salir de la ciudad estuviera siendo mediado por mis ocurrencias, por llamarlas de alguna manera, porque no tenía cara de interesarse demasiado en lo tétrico de un espacio, pero iba a ser que sí era un motivo de descarte incluso si era escéptico. En cualquier caso, había secundado mi opinión de las ciudades, más o menos, sonreí para mí misma.

    Las ciudades tan grandes no dormían.

    Preguntó a qué se dedicaban mis padres, no quité los ojos del vidrio y parpadeé de nuevo. En cierta manera se notaba su resistencia a quedarse en el pueblo, se había notado siempre, pero les había tomado años de trabajo y estudio lograrlo.

    —Mi padre sirvió a la inteligencia policiaca más de veinte años. Aquí trabaja como investigador privado desde que llegó.

    No había terminado de decir eso cuando escuché el movimiento de una silla no muy lejos y percibí el chispazo rojo, sanguinolento, del cabello de Cayden antes de que tomara asiento, notarlo me hizo girar el rostro para verlo. En sí no miró a ninguno de los dos, pero juré que en su perfil percibí una sonrisa que fue una mezcla de incredulidad y arrogancia, cargó una energía parecida al tono con que le había hablado a Sonnen cuando empezó el receso.

    —Mi madre es ingeniera biomédica. Logró conseguir una beca para un doctorado aquí, se titula el próximo año —continué respondiendo a la pregunta a pesar de mi breve distracción y volví a Paimon—. Supongo que ahora se entiende un poco más por qué hablo como hablo.

    Decir eso me hice reír de nuevo, fue una risa bastante baja y tomé una pausa para revisar la hora en el móvil. Viendo que Cayden había regresado se me ocurrió que ya no le quedaba mucho al evento de abajo, aunque lo cierto es que ignoré lo que ya me habían dicho las gemelas. Lo de su tendencia a la huida, quería decir, y lo reservado que era. Ya en sí más bien era extraño que hubiese ido a meterse con toda esa gente.


    :shani:

    quise ir cerrando la interacción por el tiempo, pero igual me quedó medio abierto JAJAJ si no te da tiempo de volver a postear no pasa nada, entiéndelo como un cierre
     
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    Alcé ligeramente las cejas pese a que no me estaba mirando directamente. No tenía pre-meditada la profesión de su padre, porque en algún momento me imaginé que fuese no sé, docente si a mucho en el pueblo donde vivían, pero el señor tenía una profesión que realmente era algo atípica en el común de la población, y más en un país como éste que el índice de violencia o delitos era reducido si se comparaba con otros países en cuestión, aún así sabía que siempre había algo en lo que hilar, investigar y encontrar. Sería interesante conversar con él, con lo deductivos que solía ser los que se dedicaban a esas cuestiones.

    Ya había notado por el rabillo del ojo el cabello rojizo, sin embargo me dio lo mismo, aunque Rockefeller si volteó a mirar de quién se trataba. Ya luegoo comentó sobre su madre, la cual estaba por terminar de cursar un doctorado.

    La repasé de nuevo porque se me antojó, y depronto pensé que esta niña tenía futuro; y que por ello, no estaba mal tenerla cerca.

    —Supongo que esperan bastante de ti —murmuré en lo que comenzaban a aparecer un par de estudiantes más. Supuse que lo del evento estaba por terminar, así que saqué el móvil, denoté un par de mensajes de Craig y retorné la atención visual a ella—. No te molestes en arrastrar el puesto, ahora lo puedo organizar yo.

    ¿Era una forma de decirle que se fuese al suyo? No tenía mucho tacto para muchas cosas, vaya, por lo que agregué:

    —Te buscaré otro día para almorzar, así te presento al que se ausentó hoy.

    Encantadisíma con tu niña, por aquí cierro con Pai ♥
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Sabía que la profesión de papá siempre sonaba un poco imponente, sobre todo en un pueblo donde uno esperaría que no pasara la gran cosa, pero era lo que era. El pueblo había tenido una suerte de tiempo oscuro hace muchos años, gente desaparecía sin dejar rastro y todavía conservaban un caso abierto, al menos lo tenían cuando nos fuimos y mi padre lo dejó en manos de una suerte de joven promesa.

    ¿Cómo era? ¿Pueblo chico, infierno grande?

    Paimon no había reaccionado a la llegada de Dunn, como era de esperarse, pero cuando terminé de hablar me miró, me repasó y lo que dijo me hizo sonreír con algo parecido a la resignación. Esperaban mucho de mí, claro, ¿por qué habíamos cruzado el mar si no era así? Por eso yo misma aspiraba a tantas cosas a la vez y me negaba a dejar de aprender.

    No contesté nada como tal y él soltó tan pancho que no me molestara en acomodar la silla, que él lo haría. Supuse que había sido su intento por sonar relativamente normal, pero había sonado igual de grosero que otras cosas antes, porque era un "vete" camuflado, estaba levantándome cuando dijo lo de buscarme para almorzar y presentarme a su amigo.

    Pasaba de un extremo al otro con relativa frecuencia.

    —Cuando quieras, Pai.

    Eso lo dije antes de tomar mis cosas de su pupitre, dejé la silla allí pues porque dejaría que Mr. Rude la acomodara como había dicho y caminé para dejar el bento vacío en mi propia mesa. Podría haberme quedado quieta, pero no lo había hecho en Shimizudani y no lo haría ahora, puede que las chicas me molestaran el resto del año con esta tontería, pero era lo que era. Había algo haciendo ruido en este muchacho, existía incluso desde el día que lo vi golpeado.

    Me acerqué al asiento de Cayden, me acuclillé a su lado y él me miró, cauteloso de por sí. No lo pensé hasta después, pero mi mano se posó en su pierna, a unos centímetros de la rodilla y aunque se tensó no me rechazó. Me recordó a un animalillo del bosque, la verdad fuese dicha, y no fui capaz de asociar su falta de reacción al hecho de que se sentía en deuda conmigo, como un ciervo congelado ante la mano que intenta desenredarlo del alambre de púas.

    Are you okay? —pregunté en un susurro, ahora que sabía que hablaba inglés.

    No lo decía ya por el tinte de su sonrisa, ni el tono en que la había hablado a Sonnen, lo decía porque desde los casilleros parecía haberle caído un diablo encima. Poco sabía yo era era solo uno de tantos y yo, mencionando a mi padre policía, solo lo había empeorado; eso y que me había visto haciendo migas con uno de los amargados del salón. En fin, que le había lanzado como tres cosas más en la cara sin saber.

    Me observó unos segundos, preguntándose quizás por qué era tan insistente o cómo mandarme a volar sin ser demasiado grosero, ni idea. Me dio la sensación de que tenía las pupilas algo dilatadas, pero lo ignoré como había decidido ignorar por qué estaba solo en un parque hace semanas. No era mi mejor decisión, pero ya no había marcha atrás.

    —Lo estoy —contestó en japonés después de su debate mental y lanzó la mirada a la ventana sin intenciones de decirme nada más.

    No me lo debía, vaya, era posible que yo no fuese ni siquiera la persona que esperaba que se acercara a él si de verdad le pasaba algo, pero era lo que había. Igual no quería presionarlo, así que suspiré, rompí el contacto con su pierna y me erguí, dejándolo ser. Regresé a mi asiento y saqué el móvil otra vez, ahora para enviar algunos mensajes al chat grupal con las chicas, solo para decirles que había tenido un buen primer día.


    pedazo de relleno que nadie pidió, AGAIN
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Había sido un fin de semana horrible. Ya no por mi necedad, sino la impotencia. El mundo temblaba, seguía temblando, la vibración se agolpaba en mis oídos y me comprimía el estómago. Amenazaba con derrumbar estructuras enteras, a las personas que quería, como si todos y cada uno fuéramos desechables. Como si nadie valiera un centavo. Quizá fuera así, quizá Kou llevara razón y fuéramos débiles a secas. ¿Qué importaba? Sería un mocoso triste y necio hasta el fin de los tiempos, daba igual. No era ese el problema.

    Su monstruo era negro y rozaba el techo.

    Había nacido en un pasillo de hospital, afuera de una habitación con mi nombre.

    Mi nombre, era mi nombre. La idea latió dentro de mi cabeza una y otra vez durante todo el domingo, las horas que no pude dormir, el viaje en tren y el camino hasta el aula. Estaba cansado y el cansancio era lo único que me separaba de un corazón hecho añicos. Había revisado el móvil en Shinjuku, en los casilleros, el pasillo. Me senté en mi pupitre y volví a sacarlo, resignado, pero la notificación que emergió me trabó el aire en la garganta. ¿Qué esperaba leer? ¿Un milagro? ¿Una noticia aún peor? Mi pregunta pecaba de rutinaria y Ema debía estar cansada de repetir la misma mierda a cada persona. Ema estaba cansada, punto, Anna siempre lo había dicho; pero su agotamiento ayer se me enterró en el pecho. Tenía los ojos irritados, el cabello enmarañado. "Pablo está en la otra punta del país", había musitado. "No puedo dejarla sola".

    Yo no era la persona indicada, pero a sus ojos no había más.

    ¿Emily? ¿Ko? ¿Rei? Fruncí el ceño sin ser consciente. ¿Sonnen, quizá? ¿Me correspondía inmiscuirme o debía respetar sus deseos? Anna era jodidamente difícil a veces, se doblaba sobre sí en formas que su naturaleza jamás debería y se tragaba todo. El fuego, el humo, todo. Anulaba el oxígeno hasta extinguir la llamarada y no le decía nada a nadie. El móvil me vibró entre las manos con una notificación del grupo y salí del chat de Ema. Ayer, muy tarde, Rei había dicho de quedar hoy en la noche, y nadie había respondido hasta ahora. Era ella.

    Perdona Ishi, tengo que hacer horas extra en el gimnasio
    Pero júntense, dale!
    Y chupen como esponjas por mí


    Anna no sabía. Suspiré, agobiado, y regresé al chat con Ema, desplegando el teclado. Anna no sabía que yo sabía. Ayer, cuando había llegado, Ema tenía el rostro entre las manos y se disculpó por recibirme así. Me explicó que por fin había conciliado el sueño. Comprendí, entonces, que había aguantado el llanto durante quién sabe cuánto tiempo.

    Está un poco mejor, ayer a la noche pudo descansar un par de horas
    Pero aún tendrá que quedarse aquí
    Yo no puedo cuidarla en casa

    Imagino cómo estará la enana
    Como un león enjaulado

    Imaginas bien
    Gracias por preguntar, cielo
    Te avisaré cualquier cosa


    Me llené los pulmones de aire, bloqueé el aparato y lo apoyé boca abajo sobre la mesa. Pestañeé con fuerza, sentí las lágrimas y apoyé los codos en la mesa, tapándome el rostro con las manos. Presioné, bufé y me descubrí los ojos. No podía. Temblaba, temblaba sin piedad, el mundo entero se sacudía y nadie parecía notarlo. Era incómodo y desesperante, me picaba en la piel y no lograba quitármelo de la cabeza. Su monstruo era negro y rozaba el techo. Ella siempre había dicho que era inofensivo, pero la había atacado sola, en su casa, y la habitación del hospital había llevado mi nombre. Ahora tenía el suyo.

    Tenía el suyo.


    se pensaron que no tenía más drama preparadísimo??? JA
     
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    El día me lo había tomado demasiado normal para ser sincera, la mañana había sido fría y claramente había estado de lo más cómoda ese era mi lugar, no por nada me llamaban la reina de hielo. Me había quedado sentada todo el día desde que empezó la mañana, (osea después que me había despedido de Eda) y ahora que lo pensaba bien me daba algo de gracia lo que estaba pasando, Enzo pronto estaría aquí, y no sabía que noticias traería eso.

    Como tal, no dije nada, no me moví para nada y ni quise hacer nada, hasta bueno, algo llamo mi atención después que la campana del receso sonará había seguido los movimientos por qué si, y lo mejor de todo ya estaba capacitada para darme cuenta de cualquier cosa que hicieran los demás.

    Ladee en poco la cabeza cuando visualize mi próxima víctima, si es que podía llamarlo así de lejos se notaba que el chico era mucho, menos la palabra tranquilo. No me hacía para nada mal acercarme y hacer nuevos amigos ¿no? Reí ni yo misma me lo creía, pero veremos hasta donde llegaba todo.

    Avance sin prisa recogí una botella de agua que había traído por qué en si, podía olvidarme de todo menos de el agua tome en poco para así sonreí miestras me ubicaba detrás suyo, estaba guardando los apuntes que le había de seguro emprestado a la chica que había salido no hace tanto
    .

    Hola —susurre eso en poco, y mire mi alrededor antes de sentarme en el pupitre que estaba a su lado, no sin antes moverlo para acomodarme con una sonrisa en mis labios para buscar sus ojos—. Mucho gusto creo que ya has escuchado mi nombre por la lista y todo —lo mire con cierta curiosidad—. Pero eso no quita el hecho a que pueda presentarme soy Anastasia Ivanova y ¿tú eres?.

    Espere a que se presentara y todo y puede que haya escuchado su nombre pero yo no era el tipo de persona que le gustara ver quién era quien, por solo escuchar nombres salir de la boca de los profesores.

    ahhh holis uwu Insane por aquí te dejo a la niña <3.
     
    Última edición: 15 Noviembre 2023
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    Llegar al pasillo de segundo me hizo más consciente de la posibilidad de topar con Anna y aunque luego del evento no creía que fuese el fin del mundo, había cierta ansiedad en la cosa que posiblemente no pudiera quitarme en varios días. Pensaba que podía pasar de desinteresado a intenso y me pregunté cuál podía ser el punto intermedio, la suerte de línea de partida, porque todavía no lo tenía muy claro. Por demás, ansiedad o no, medio husmeé en su salón a la pasada pero no me pareció verla y de repente la pregunta del viernes, la que le regresé y me respondió me abrió un surco en la cabeza.

    La gente no va a morirse porque salga de tu vista.


    A veces Arata tenía razón, otras estaba absolutamente errado.

    La tensión se me proyectó al cuerpo, la hice retroceder a la fuerza porque estaba con más personas, pero cuando llegué a la clase y entré unos pasos delante de Rockefeller después de haber despedido a Maxwell el nudo ya se me había enredado en el cuello. No pude dejar el cuerpo quieto las horas de clase, que si no era la pierna eran los bordes del cuaderno, un lapicero y de vuelta al principio.

    Para cuando sonó la campana saqué el teléfono del bolsillo, abrí los chats y me detuve en el de Anna sin hacer nada, ni siquiera leí los últimos mensajes, solo me quedé suspendido allí por vete a saber cuánto tiempo. Fue suficiente para que Jez se acercara, pretendiera averiguar si existía alguna posibilidad de que abriera la boca de una vez y renunciara en el acto. Sentí su caricia, también escuché lo que dijo, que comiera algo, y luego oí que se iba.

    No era culpa suya.

    Mi distancia no era culpa suya.

    Era la única manera en que había podido trazar una verdadera línea.


    Dejé el móvil sin haberlo bloqueado sobre la mesa, me enjuagué los ojos con algo de fuerza y anclé los codos en la mesa. Ni siquiera tenía claro en qué clase de bucle estaba atorado, parecía paranoia a secas, y desconocía si debía darle poder o no. Había fragmentos del incendio de Anna que conocía como mi propio océano, existían recovecos oscuros incluso en las cuevas en llamas y eso, quisiera o no, era una verdad tan antigua como el universo mismo.


    parte de un relleno bien salvaje que no mandé temprano porque lo iba a escribir en el pasillo de tercero y luego se apiló por el poder del guion rolístico *sips tecito*
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    El fin de semana había sido medio partícular, digamos que las piezas comenzaban a tener forma, una que había anticipado entre mi hermano y Gen desde hace bastante, que venga, era obvio, por lo que metí la cucharada en el taxy al hablarle directamente, y si hacía falta ponerle las cartas sobre la mesa en algún momento probablemente lo haría. Que no quisiera que ella llorase no evitaría que lo hiciese por la realidad que la esperaba. Como fuese, estuve entre tiktok, instagram y google en clase por lo que la atención estuvo a medias, sin embargo había notado a Manson anotando como toda niña aplicada que parecía ser.

    Ya había hablado con ella antes en clase, un par de veces.

    Tenía su encanto, era más risueña que quién sabe qué, amable aunque al inicio parecía evitar hablar con cualquiera, pero parecía que estaba bajando las alarmas. Le pedí copia en otras palabras, aceptó a cambio de un pago que le di sin problemas quedándome con su libreta. Ojeé regresando a mi puesto las páginas, tenía una caligrafía lo más de delicada, suponía que transcribiría no sé, en mi casa con buena música, la cosa fue que de la nada se me acercó una tipa en lo que guardaba la libreta en la mochila.

    Ella no llevaba mucho acá sino mal recordaba, el apellido y todo gritaba Rusa como fuese.

    Saludó arrastrándose una silla y tod. Vaya, ¿y este bonito recibimiento de lunes?~

    —Zeldryck Kasun, un gusto, bonita —me senté entonces de regreso porque no le haría el desplante de dejarla ahí sola cuando se tomó la molestia de correr un asiento—. ¿Y qué te trae de visita a mi puesto?
     
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    quem

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    Mire atenta los movimientos del chico en cuanto me acerque como cuando guardo los apuntes hasta que se sentó en su pupitre, mi vista estaba fija en su rostro lo repase de arriba abajo osea me gustaba visualizar a las personas que tenía al frente por puro impulso o más que todo por qué era algo que ya estaba acostumbrada hacer~.

    Entonces repase su nombre algunas veces en mi mente, miestras reía al escuchar lo que dijo ¿Que me trajo hasta su puesto? Para ser sincera pues fue por puro deseo y por qué me dio la gana, pero ah, eso no pensaba decirle para nada.

    —Asi que Zeldryck Kasun es un placer conocerte —le guiñe un ojo en poco miestras sonreí al escuchar el bonita salir de sus labios al rato heche una mirada a mi alrededor para hacerle un paneo rápido al lugar—. Creo que fue por ganas de conocer nuevas personas, tu tienes más tiempo en este lugar que yo, creo, así que no me haría mal tu compañía ¿no?.

    Eso lo había dicho mientras volvía mi vista a el.

    ¿Y por cierto hace mucho que estudias en la academia?
     
    Última edición: 16 Noviembre 2023
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