Interior Pasillo (Planta baja)

Hablar con las chicas el miércoles igual no había sido la mejor de las ideas, porque ahora sentía que lo que me habían contado de Cayden estaba metiendo muchísimo ruido en mi manera de acercarme o de observarlo. Seguía preocupada por él, pero su rostro ya estaba sano, así que ahora solo quedaban el montón de dudas extra.

La manera en que miró al moreno que le dio el toque en el hombro a Mattsson fue extraña en sí misma; había sido intensa, exigente incluso y en nada se parecía a los ojos con los que miraba a su kohai o con los que, aterrado todavía, me había mirado en el Shimizudani. No supe qué nombre darle y cuando se dio cuenta de que lo había notado esa exigencia se proyectó a mí. No tuvo que hablar para dejarme claro que era mejor que no abriera la boca, que no debía atreverme a violar ese límite invisible que ya de por sí había respetado antes.

Era raro describirlo con esas palabras, pero era como si el chico hubiese tomado una navaja para lanzar un tajo sobre el hilo que lo pretendía relacionar a mí. Se negó sin decir una palabra, me rechazó y volvió sobre su eje en el mismo espacio de tiempo, forzando el mismo nivel de reset en mi sistema. Fue bueno en cierto sentido, porque seguíamos en una conversación de tres personas, y así pude fingir que nada de lo que había notado era real y solo seguir con la vida.

Aunque eso no me eliminaba la inquietud del corazón.

La charla siguió, Hubert acotó que éramos tres forasteros en un mismo punto pero volví a sentir que lo que llevaba sintiendo desde que llegué a este país, que la forastera era yo. No me refería solo a cuestiones de nacionalidades, geografías y tal, porque sí, lo cierto es que los europeos eran ellos y yo era la americana, si no a que no pertenecía a este espacio.

No quise mortificarme con ello más de la cuenta, lo dejé pasar y le dediqué una sonrisa al muchacho, tratando de internalizar que solo era mi primer día en esta academia y debía tomármelo con calma. El chico me contestó la pregunta previa, por la forma en que hablaba, supuse que influenciada por sus raíces, me pareció de lo más natural que sus motivos estuvieran lazados a la cultura y el aprendizaje, a querer descubrir cosas que Suecia no podía ofrecerle.

A pesar de lo educado de sus palabras y lo natural de sus motivos, me pareció que una decisión así de un chico de, ¿dieciséis años? ¿Diecisiete? Cargaba más fuerza de la que uno mismo reconocía. Yo había ido de intercambio también, por mis propias razones que eran más bien un intento de entender dónde no era una extraña, una forastera, así que fui capaz de imaginar que había algo más allí. Algo que no hacía falta que compartiera conmigo, ni siquiera con Cayden. Podía ser una proyección nada más, también era posible.

No todos tenían motivos ocultos.

Pero el silencio nos aplastaría a los tres algún día.​

Después de chequear la hora sugirió que era hora de ir subiendo, ante lo que asentí pero retomé el otro tema para no dejarlo tan colgado. Cayden no había dicho nada más, como si de repente se hubiera quedado atorado con un pensamiento, así que yo tomé la palabra.

—Espero que disfrutes mucho la experiencia entonces —dije para el muchacho estirando la sonrisa y lo que dije después no lo filtré demasiado—. Al menos has dado con un buen senpai. Se ve que se llevan bien.

El comentario captó la atención del pelirrojo, me miró con cierta confusión pero acabó sonriendo y se encogió de hombros, restándole importancia. Después estiró el brazo hacia el moreno, pescándolo del propio, y comenzó a andar sin especial prisa.

—Obviamente vamos a escoltarte hasta tu clase, Mr. Kohai —comentó con suavidad aunque sentí que algo en su tono había cambiado—. Vamos, vamos. No podemos dejarte aquí solito.

Quizás solo me lo estaba imaginando.

Independientemente de mis delirios, comencé a caminar a su ritmo y pronto estuvimos en el pasillo. Forastera o no, estaba con ellos y eso era algo. No había percibido el mismo desdén que durante el primer año en la otra escuela.

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Ilana está así de: huele a quilombo

edit: iba a postear en el pasillo de la primera planta, pero estaba muy feo el doble post entonces lo hice aquí JAJAJA

 

Su respuesta fue bastante centrada, la verdad, incluso si caía en lo prejuiciosa uno no esperaba respuestas demasiado elaboradas de muchachos de nuestra edad. Tampoco se encontraba uno demasiada gente que le soltara por la cara que tenía conversar de filosofía con sus amigos, era una imagen peculiar por decir algo. En cierta medida pegaba con su aspecto serio y en apariencia introvertido.

—Un poco de todo, imagino —añadí sin ninguna intención particular, fue más una acotación, pero me sonreí para mí misma al decirlo—. Es bueno no cerrar demasiado las opciones.

Volvió a echarme un vistazo, nada raro, y me preguntó si había leído dónde estaba el observatorio. Pecaba un poco de obvio, quería decir, el lugar del que le hablaba no estaba especialmente escondido ni nada. Igual era nuevo y todos nos fijábamos en cosas diferentes en el espacio, así que no importaba mucho.

—La torre visible en el exterior, por el... ¿El dojo, creo? Tiene una cúpula metálica.

Le había contestado solo para prestarle atención después, observé la puerta del club de cocina ya que me había dicho que el espacio le llamaba la atención antes y seguí el resto de letreros con la vista. Seguí sus pasos cuando retomamos la marcha hacia las escaleras y atendí a su pregunta.

—¿Estudiar es un pasatiempo? —tanteé luego de pensarlo un rato—. Bueno, no estudiar estudiar. Me gusta aprender cosas nuevas en general, a veces leo más sobre el proceso de las cosas que la manera de ponerlas en práctica. ¿Y tú, tienes alguno?

 

No sería yo quién cuestionara las capacidades de observación de este muchacho, para nada, con lo serio que parecía. Igual sabía que esto de observar el espacio para ubicar sitios de referencia y tal era algo que no todo el mundo hacía, mucho menos dentro de una escuela. Pasaba que el dojo conectaba con el patio frontal por el que se pasaba para llegar al edificio central y lo otro era... pues una torre con cúpula, telescopio y toda la parafernalia. Resaltaba un poquito.

—Todo dúo de turismo necesita alguien que se sepa la ubicación de lugares que no ha pisado en su vida, supongo.

De la manera que fuese, mi pregunta sobre si estudiar era un pasatiempo lo hizo aflojar los hombros y lo escuché murmurar que sí lo era encima de mis palabras. Completó la información diciendo que parecía ser que tenía mismo pasatiempo que yo y que podíamos formar un club de aprendizaje autónomo, fue un comentario que se paseó entre la jocosidad y el sarcasmo. Me hizo algo de gracia viniendo de él que parecía tan estoico.

Por demás no hizo falta que se permitiera una expresión para que diera por asumido que no quería ser parte del tumulto en el patio norte. A mí me llamaba un poco la atención, pero también era cierto que no quería meterme en algo así en el primer día de clases. Prefería tomarme las cosas con algo más de calma, al menos por ahora.

Igual le presté atención al cierre del tour express, obviamente y pensé solo agradecerle por el tiempo cuando dijo que almorzaría en el observatorio, preguntando si iría después. Lo miré unos segundos, pero no pasó mucho más hasta que una sonrisa me suavizó los gestos y asentí con la cabeza. Había cargado mi almuerzo desde el salón, así que tampoco haría falta que hiciéramos paradas extra.

—Voy.

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te la puedes arrastrar owo

 

El camino hasta la puerta había sido genuinamente tortuoso, entre los cientos de ojos que sentía encima y la obligación autoimpuesta de caminar a un ritmo estándar en vez de salir corriendo. No me interesaba darle forma, no ahora mismo, ni comprender por qué era capaz de administrar un puto casino pero en la escuela me ahogaba.

En la escuela me ahogaba.

Lo hacía todos los días.​

Dentro del pasillo la luz solar desapareció, la música menguó y sentí que por fin me arrancaba las piernas fuera de un pantano. Eché la espalda contra la pared, resoplé con fuerza y el borde trasero del puto sombrero rebotó; me lo quité con una mezcla de ira y hastío, como si me quemara. Lo observé allí, en mi mano, con el ceño fruncido, y contuve por los pelos el impulso insidioso de tirarlo al suelo. Con todo, ciertas restricciones sociales permanecían y las correas se tensaron, cortándome la circulación de las extremidades.

No lo hagas.

Deja de hacerlo.
​

Contrólate.​

El corazón aún me golpeaba el pecho y volví a vaciarme los pulmones, incapaz de calmar mi propio cuerpo. La chiquilla era amiga de Ko y la había dejado pagando frente a media escuela, incapaz de al menos decirle una palabra. Su puta madre, no tenía la culpa de nada y la había tratado para el culo. Nada nuevo, ¿no?

¿Y ahora?

Las posibilidades se dispararon, atracaron en mi garganta y pasé saliva con pesadez. Tuve que darle un manotazo al panel de botones, apagarlos, romperlos si hacía falta, y el revoltijo de emociones me espesó el cerebro. No quería pensar en nada, en la mierda que acababa de hacer ni las potenciales implicancias. Despegué la espalda de la pared y enderecé mis pasos hacia la máquina expendedora, dándome cuenta demasiado tarde que había gente ahí. Un relámpago de absoluto hartazgo, con el mundo y conmigo mismo, se descargó en mis articulaciones y colé el cuerpo en el espacio que ocupaba la rubia de mi clase.

—Quita —dije en voz baja sin siquiera mirarla, en un tono demasiado neutro para que calificara de brusco.

Aunque seguía siendo una orden en sí misma.

 

Una vez estuvimos fuera de la torre la luz que nos recibió me hizo entrecerrar los ojos un momento, a pesar de que estaba nublado. En cierta forma a veces las nubes reflejaban más la luz que el cielo despejado, como pasaba con la nieve.

La voz de Paimon me hizo voltear a mirarlo, parpadeé y negué con la cabeza comenzando a caminar de regreso al edificio. Quizás si llevara más días en la escuela habría sido mejor idea, pero recién llegada... No parecía ser lo más inteligente. Lo mejor era no tomar tantos riesgos.

—¿Qué piensas de eventos como esos? —pregunté mientras caminaba—. Ignorando la multitud de gente, quiero decir.

Tampoco era que tuviera mucha idea de qué estaba pasando allí, más que lo que había escrito el... ¿Amigo? ¿Enemigo de Cayden? Lo que sea, el muchacho moreno que también tenía cara de no ser el alma de ninguna fiesta, pero con la música se sacaba un poco por rebote.

 

Apenas Haru viró el cuerpo y se fue directo a la puerta como caballo con anteojeras me desinflé los pulmones por la nariz. Deslicé la vista de regreso a Fiorella, quien finalmente reaccionó y se escabulló de regreso al asiento frente al teclado. Seguí sus movimientos de reojo, no quería agobiarla y la voz de Abby sonó a mi lado.

—Man, that sucked —murmuró, paseando la vista entre las parejas, y yo solté un sonido afirmativo.

No culpaba enteramente a Haru, pero desde luego Fiorella era quien se había comido la mierda de gratis. Mantuve la espalda contra el cerezo un par de segundos extra, balanceé el peso entre mis pies y al final me deslicé fuera del escenario, siguiendo el camino que Haru había hecho. Me pesaba un poco en la consciencia, si debía ser honesto. Por suerte lo encontré de pie junto a la máquina expendedora, bebiendo una botella de agua de a sorbos lentos. Tenía la misma cara de siempre, pero al dar conmigo desvió la mirada en automático.

—¿Cómo estás? —indagué, en voz baja, colocándome frente a él.

Estaba echado sobre la pared, nuestros pies medio se intercalaron y lo vi respirar hondo.

—Forzar así a la gente —masculló—, ¿qué tienen en la cabeza?

—No sabía que tenían esto planeado, quizá no te habría dicho de venir si no. —Cacé su chaqueta del borde y logré que me mirara; le sonreí—. Ahora relájate, ¿sí?

—¿Podrías...? —Se interrumpió, bajó la vista y suspiró—. No, nada. Lo haré yo otro día.

Mi sonrisa se amplió, pues comprendí a qué se refería y me alivió mucho que la intención naciera de él. Eché un vistazo hacia los lados, aunque siendo honesto tampoco me esforcé demasiado. Aproveché el volumen de la máquina expendedora para inclinarme y dejarle un beso en los labios. Fue ligero, pero permanecí allí, a centímetros de su rostro, y detallé la intensidad de sus ojos celestes.

—Igual calmaré las aguas —susurré.

Haru deslizó la mirada a mis labios y dudó visiblemente hasta que mandó el reparo a la mierda y me besó. Alcancé a acunar su mejilla, su cabello oscuro me hizo cosquillas y tras algunos segundos me separé. Le sonreí, retrocediendo, y me moví frente a la máquina.

—Lo siento —murmuró, aún desde su posición, dándose golpecitos leves en la pierna con la botella.

—No te preocupes, sé que no lo haces adrede. —Me agaché para recoger el zumito de manzana y le hablé con suavidad—. Agradezco que me lo digas, igual. De verdad.

Le concedí una última sonrisa y giré sobre mis talones, de regreso al patio.

 

Anna nos empujó de vuelta al público apenas un par de minutos después de habernos acercado, alegando que todavía quedaba algo más del evento por ver; la tontería me hizo soltar una risilla ligera, y por supuesto que no opuse ninguna resistencia a su movida. Una vez de vuelta en el césped, me volví a sentar junto a Kakeru, y me mantuve atenta a lo que sea que los artistas nos tuviesen preparado. Mentiría si no dijese que me puse algo nerviosa al ver que lo que estaban haciendo era llevarse a gente de la audiencia hacia el escenario, pero no tardé en relajarme cuando yo no fui una de ellas; a Kashya sí que la habían arrastrado y, honestamente, estaba siendo un poco divertido verla intentar hacer algo junto a Dunn-senpai.

No sabía si iban a seguir arrastrando a gente, pero por el momento decidí aprovechar mi pequeño golpe de suerte para escaparme del patio un par de segundos. No pretendía huir del todo ni nada, pues no tenía problema en intenta ignorar mi vergüenza con tal de participar en algo que Annie y sus compañeros habían preparado, pero si tenía que acabar bailando con algún posible desconocido delante de toda la escuela... lo mejor iba a ser que estuviese bien aprovisionada de energías. Así pues, me despedí de Kakeru y me adentré en el pasillo de la planta baja, con intención de comprar algo en la máquina expendedora.

A aquellas alturas del receso y con el evento del patio, lo cierto es que esperé que el pasillo estuviese prácticamente desierto, y por eso mismo me sorprendí al distinguir dos figuras masculinas cerca de la misma máquina que era mi destino. Pronto me di cuenta de que se trataban de Ko y Haru, y por supuesto mi primer impulso fue el de acercarme a saludarlos de nuevo; mis intenciones, sin embargo, se vieron abruptamente interrumpidas cuando me acerqué lo suficiente para distinguir que los dos chicos se estaban besando. La escena me dejó estaqueada en el sitio, lo que provocó que acabase comiéndome el segundo beso también, y ni siquiera supe de dónde saqué la suficiente fuerza para darme la vuelta e irme de ahí antes de que ninguno de los dos pudiera verme.

Volví al patio prácticamente corriendo, aunque me di cuenta demasiado tarde que quizás aquel no era el mejor sitio para esconderme después de lo que había visto. Tampoco tenía nada que hacer al respecto, ¿cierto? Ya lo había pensado antes, al fin y al cabo, y es que genuinamente ignoraría cualquier cosa con tal de participar en algo que sabía que mi amiga había preparado con ilusión. Y quizás no tuviese derecho a sentirme así, pues ya se lo había comentado a Anna en el campamento: sabía que no había posibilidad de nada serio con Kohaku.

Pero, Dios, saberlo no había logrado que doliese menos.

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me han pedido drama and drama i give

 

Me costó un poco oírla por encima de la música, pero logré pescar el agradecimiento y luego se giró hacia mí. Yo ya me había incorporado nuevamente y asumí, por sus movimientos, que había aceptado mi sugerencia. Antes de irnos quiso asegurarse de que no estuviera haciendo esto por obligación y me tragué la respuesta obvia, pues ella aún no me conocía demasiado. Había tradiciones e imposiciones sociales que respetaba por pura crianza, pero en líneas generales nunca me movía en base a criterios forzosos. No me interesaba quedar bien o vender una imagen que no me correspondiera.

Buscarla sin el deseo real de acompañarla habría sido directamente cruel.

—¿Acompañarte? ¿Adónde? —Hundí las manos en los bolsillos y fingí demencia en lo que caminábamos hacia la puerta, esquivando a la gente—. Yo sólo estaba pensando en regresar porque aquí se juntó mucho barullo, ¿no me digas que tú también?

Agradecí que Haru ya se hubiera ido, la verdad, vete a saber dónde. Probablemente habría regresado a la clase, lo cual descartaba la opción para nosotros.

—Hmm, ¿qué me apetece hacer ahora? —murmuré al aire, aprovechando que aquí había más silencio—. ¿Tomar aire en otro lado? ¿Comer algo? ¿Leer? ¿Encestar en el aro? Ah, tantas opciones. —La miré, como si no hubiese reparado en ella hasta ahora, y alcé las cejas—. Ah, sigues aquí, Fio-chan. ¿Qué planes tienes?

 

¿Era quizás demasiado raro guardar una camisa de repuesto en el casillero, para lo que pudiera pasar? A lo mejor lo era, no tenía idea, pero hey, ¿acaso no acabábamos de darle exactamente ese mismo uso a la prenda? Me parecía a mí que eso justificaba perfectamente todo el asunto. La cuestión fue que Sasha sí conocía al muchacho, así que ella fue la que se encargó de llevarle la camisa en cuestión, y por mi parte solo levanté la mano con una sonrisa en cuanto Sasha me señaló; luego ella se fue, no sin antes hacer un saludo militar, y no pude evitar sonreír con algo de gracia antes de despedirla.

—Sí, claro, vamos —murmuré, girando el rostro para mirar a Maze, y comencé a caminar hacia el interior del pasillo inmediatamente después—. Todo bien, la verdad. Bastante tranquilo, si te soy honesto... —contesté a su pregunta, una vez hubimos emprendido la marcha, y me encogí levemente de hombros, quitándole cualquier posible importancia al asunto—. ¿Y tú? ¿Algo emocionante que contar?

 

La muchacha observó sus alrededores, supuse que buscando algo o a alguien, pero al final dijo que no tenía nada más qué hacer. La seguimos entonces, haciendo una sola pausa para cambiarnos los zapatos sin retrasarnos demasiado, y retomamos la marcha apenas estuvimos listas.

Antes de dejar la línea de casilleros noté que se había hecho una pequeña comitiva un poco de repente, estaba Vero, un muchacho de cabello oscuro, Sonnen y una chica rubia. El grupito era de lo más variopinto, quizás me llamó la atención por eso, igual ya estábamos dejando la fila de tercero así que ni Jez ni yo interrumpimos. Me pareció notar cierta intranquilidad en ella, demasiado sutil, casi como si me la hubiese imaginado, pero se desvaneció antes de que pudiese darle forma.

—Yo no. Fui al dojo y estuve limpiándolo con una amiga de Jez —respondí a la pregunta de Makris.

—Yo tampoco. ¿Tú fuiste, Ada?

 

No quería pensar que este muchacho era así, en lo más mínimo, incluso si el viernes le dije a Paimon que nunca debíamos esperar de los otros nada más de lo que nos habían mostrado a conocernos. Había conocido a Cayden humillado y ahora conocía a Sonnen apagado, recordaba más a sombra que a una persona y fue extraño. No creía haber tenido esa sensación antes, ni siquiera con gente tan seria como parecía serlo él ni al chocar con pared.

A pesar de lo extraño que me resultaba no cambié el semblate cuando nos unimos, bastante sin querer, a la conversación de los otros dos muchachos, porque alguien tenía que salvar este bote de por sí. Mattsson era bastante sereno, ya lo había demostrado el otro día, y Maxwell era más energética que todos nosotros juntos. Brillaba un montón además, parecía una lucecita.

Sonnen le aclaró la confusión a Hubert y sin importar lo que tuviera encima fue capaz de ser medianamente educado con la albina. Jezebel era nuestra compañera de clase, ¿no? La muchachita de los ojos ámbar, albina también. No tenía nada de información, pero iba uniendo los fragmentos que llegaban a mí, construyendo un rompecabezas.

—Ah, cierto, el club —apañó Altan sin cambiar el tono hacia ninguna dirección cuando Hubert dijo que conocía a la chica.

Al parecer Verónica apreciaba mucho a Jezebel, mencionó lo dulce que era y Sonnen, todavía a mi lado, hundió las manos en los bolsillos en un ademán que me pareció extramente ansioso. Tampoco fue que pudiera llevarle mucho el apunte, la voz de Hubert nos distrajo a ambos recordándonos la hora y Altan asintió, dándole a entender que lo esperábamos.

Me pareció que la albina trató de recomponerse, quizás porque no sabía que el chico era de segundo, pero no lo señalé y lo dejé estar. La chica sacó el tema del evento del viernes y como me intimidaba un poco este muchacho lo dejé, por si quería hablar primero, y al mirarlo pude advertir que las expresiones se le suavizaban un poco.

—Yo sí fui. Bailaba una amiga mía —respondió y la voz también le cambió de timbre, se le escuchó más tranquilo, menos rígido si se quiere—. Sacaron a gente del público, sí, no sabría decir si salió bien o mal, quizás un poco de ambas. Fue divertido, creo, al menos disfruté una parte.

—A mí me dio algo de miedo ir, era mi primer día en la escuela —añadí yo después, intercambiando el peso de un pie al otro—. ¿Mattsson fue?

—Estaba con Dunn y Middel, otra chica del club de lectura, luego lo pusieron bailar con ella.

En lo que esperábamos a Hubert aprovechamos nosotros también para cambiarnos los zapatos, excusándonos un momento con Verónica, y luego ya solo quedaba esperar el regreso del muchacho. No creía que alguno quisiera llegar tarde, bueno, excepto por Altan al que parecía darle igual si debía ser honesta.

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nyooom

 

Ante el sonido de la campana me desperecé con ganas y me quedé así, estirado como serpiente, mirando los alrededores. El detalle me recordó a los gatos cuando tenían tanta pereza que permanecían estáticos en las posiciones más extrañas. El flujo de gente me distrajo un par de segundos y solté el aire por la nariz, pasándome las manos por el rostro.

Por Dios, qué sueño.

Me incorporé medio a rastras, me guardé el móvil y la billetera en los bolsillos, y fui hacia la puerta. Me quedé en el umbral otro ratito, repiqueteando los nudillos en el marco metálico, porque claramente no tenía motivaciones concretas ni sabía qué hacer con mi vida ese receso. Al final salí al pasillo, y bajé y bajé las escaleras hasta detenerme en la máquina expendedora. ¿Té? ¿Gaseosa? ¿Zumo? Ah, los problemas de primer mundo.

El estómago me gruñó apenas. Esa mañana había desayunado poco y, encima, tendría que comprar el almuerzo en la cafetería. ¿Y lo peor de todo? Era lunes. Y estaba nublado.

—A little mercy, perhaps? —murmuré en voz baja, esbozando una sonrisa resignada.

Ya sabía la respuesta.

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no tenía idea a quién aventar a la divina providencia y dado-sama dijo que a joey :D