Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Wickham se desinfló los pulmones en una risa prácticamente insonora y seguí sus movimientos al menear la cabeza y regresarse el cigarrillo a los labios, desviando la mirada al paisaje. De un momento al otro pareció que habíamos dejado de existir para él y lo que más me jodía del asunto era precisamente eso: que al tipo le importaba una mierda si nosotros estábamos o no aquí. La demanda era unidireccional.

    No ganábamos nada siendo obstinados.

    Resoplé con fuerza y, en un impulso de ira, hartazgo o incomodidad, acabé desprendiéndome de la mano de Altan. Lo hice para girar el cuerpo, arrastrarme el flequillo hacia atrás y caminar, así fuera en un espacio reducido. Ya ni quería mirar a Wickham. Intenté regular mi propia energía, respirando a consciencia, y le eché mi peso a la pared de cemento.

    —Ya vámonos —acabé por decir, revuelto con otro bufido.

    En sí ni siquiera tenía mucho sentido que bajáramos juntos, había preferido hacer el corte aquí, lejos de cualquier espectador indeseado. Pero vaya, ¿dejar a estos dos solos en la azotea? No había forma de que fuera buena idea. Le lancé un vistazo fugaz a Wickham, ya de paso, pero el cabrón seguía fumando y estaba metido en su móvil.
     
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    Zireael

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    Una parte de mí no esperaba una mierda de este idiota, ni la más mínima, ni que nos prestara atención y mucho menos que tuviese un momento de iluminación divina en el que solo se fuese por dónde había venido, regresándonos el espacio. Otra estaba esperando el empujón para simplemente abrir los grilletes y vaciar el caos sobre alguien. Ninguna sucedió, la queja siguió cayendo en saco roto y comencé a encabronarme con el mundo entero, para variar.

    El resoplido de Anna fue un anuncio, pero incluso así no me dio el tiempo de reaccionó para afianzar su mano y cuando rompió el contacto, cualquiera que fuese el motivo, el miedo me anudó el estómago como si fuese una puta piedra. Semejante reacción física solo siguió cargando el generador, ya no sabía si la molestia era conmigo mismo o con el que nadie había mandado a llamar, pero me quedé allí hasta que el cuerpo logró ponerse a funcionar.

    Vámonos, ¿fue eso lo que dijo?

    No estaba dispuesta a dejarme aquí con el imbécil.

    En circunstancias más ideales habríamos hecho el verdadero corte aquí, lo sabía, habríamos reventado la burbuja cuando sonara el campanazo para irnos y enfrentarnos a la mierda de la mejor manera que pudiéramos, pero el derecho se nos había sido revocado. La había escuchado, pero me había quedado con los ojos pegados en el inglés y con las restricciones aflojándose, así que tardé unos sólidos segundos en moverme por fin.

    Hundí la mano que había estado sosteniendo la de Anna en el bolsillo, giré el cuerpo y me ahorré el insulto de despedida de puro milagro. Ella había echado el peso en la pared de cemento, al llegar a la puerta saqué la mano para poder abrirla y trastabillé de forma visible, porque abandonar este espacio volvería todo una realidad.

    —Vámonos entonces —murmuré cuando reuní la fuerza mental para abrir la puerta.
     
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    Amane

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    Obviamente, la pregunta de Joey me hizo alzar una ceja inquisitiva mientras ladeaba la cabeza, porque creía que ambos éramos bastante conscientes de que era de mí de quién hablábamos y 'conversación civilizada' rara vez entraba entre mis primeras opciones a la hora de tratar... bueno, básicamente cualquier cosa. De todas formas, la expresión acabó durándome bastante poco, ya que lo que añadió después me hizo suavizar la expresión casi sin poder controlarlo, sonriéndole completamente encantada.

    Todo el buen humor acabó desvaneciéndose ante la mención de Sasha, claro, pero suponía que era lo que tocaba. La peor parte de aquella situación era que, por mucho que Joey lo hubiese planteado como plan Z, creía que ambos éramos bastante conscientes de que no nos íbamos a poder escapar para nada de la situación. Tener que lidiar con Sasha y su nuevo perrito era lo último que me apetecía hacer, pero de nuevo, suponía que era lo que nos iba a tocar.

    My thoughts exactly, darlin' —contesté después de haber soltado otra risa floja, sin quejarme por el gesto de su mano.

    Me levanté, aceptándolo en mi espacio sin ningún problema, y nos dirigimos a la azotea con un claro objetivo en mente. Lo bueno de todo era que la mayoría de los alumnos parecían haberse reunido en el patio norte gracias al evento de turno, lo que implicaba que íbamos a tener la azotea para nosotros solos con casi toda seguridad. Cogí un montón de aire una vez salimos al exterior, lo dejé salir lentamente, y después me giré hasta encarar a Joey, estirando un brazo para hacerme con su corbata y tironear ligeramente de la misma.

    >>Y'know... I may not be really mad at you, but next time we're fucking...

    Dejé la frase en el aire, sin especificar absolutamente nada, y me eché hacia delante para dejarle un beso superficial en la barbilla; aproveché la cercanía, también, para colar la mano en su bolsillo y hacerme con el paquete de tabaco. Saqué un cigarro, llevándome a los labios, pero no hice lo mismo con el mechero, a la espera de que él mismo me lo encendiese, simple y llanamente porque así me apeteció.

    >>Cuéntame algo bonito, anda.
     
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    Gigi Blanche

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    El cielo estaba terriblemente encapotado y alcé el rostro para verlo con la nariz apenas arrugada, preguntándome si aguantaría o se caería un aluvión a media tarde. Me era bastante indiferente, si acaso me jodería la vuelta a casa. Mi atención se redirigió a Ali cuando sentí el jalón en mi corbata y sonreí con cierta soberbia ante la mierda que murmuró. Su beso fue ligero y le permití quitarme el atado de cigarrillos sin oponer resistencia.

    Is that supposed to be a threat? —tanteé, en un murmullo bajo.

    Se ubicó el cigarro en los labios y me miró, a lo que hundí la mano en el otro bolsillo y extraje mi encendedor. Me acerqué a ella sin prisa, puede que un poquito más de lo necesario, y me desinflé los pulmones al tiempo que giraba la ruedilla y la flama le seguía al chispazo. Me había pedido que le contara algo bonito y lo pensé, mientras acercaba el fuego a su cigarrillo y mantenía la otra mano dentro de mi bolsillo.

    Don't know, mi vida últimamente ha sido muy aburrida o un fiasco a secas —confesé, sin necesidad de alzar el tono, y una risa me vibró en el pecho—. Lo más bonito es que a Matty le fue bien en su examen de la semana pasada, muy bien, de hecho, y lo celebramos con unas hamburguesas del tamaño de mi cara.

    Me sentía... atascado, en cierta forma. Quizá debiera valorar esta tranquilidad en vez de renegar de ella, disfrutar de los pequeños momentos con mi hermano, con Ali, y dejar toda la mierda aparcada afuera. Quizá debiera ser más inteligente y mejor persona, pero no sabía hacerlo. No sabía existir con calma, pues en la tranquilidad reinaba el silencio y sobre el silencio los monstruos se elevaban. Me era inútil la paz cuando tenía un agujero en el pecho, oscuro y hambriento, que respiraba entre silbidos y escupía el hedor en cada exhalación. Era desesperante, y me había acostumbrado tanto a vivir con él que, cuando el silencio reinaba y la calma resplandecía, dolía más que nunca.

    Pues no había escapatoria.

    No la había.

    —Tu turno —agregué, concediéndole una pequeña sonrisa, y apagué el mechero para regresarlo a mi bolsillo—. Cuéntame algo bonito, Ali-chan. Además de ti, claro.
     
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    Amane

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    La respuesta de Joey a mis palabras fue completamente predecible, pero ni siquiera eso logró quitarle una pizca de encanto a la situación. Me dejó invadir su espacio sin ningún problema, se sonrió con soberbia por lo que dije y yo no pude evitar reflejarla, soltando una risa nasal en cuanto terminó de hablar.

    It will be~ —fue todo lo que añadí, encogiéndome de hombros.

    Entendió la intención de mi mirada al instante, como bien cabía esperar, y me quedé quietecita mientras se acercaba para encenderme el cigarro, sin emitir queja alguna a pesar de notar lo obviamente lento que estaba yendo a propósito. La chispa finalmente se iluminó, permitiéndome darle una buena calada al cigarrillo, y escuché la contestación de Joey mientras echaba el humo hacia delante, poniéndole toda mi atención a su voz.

    >>Well, congrats to him~ —contesté, sonriendo con algo más de ánimo ante la noticia, y de nuevo tuve que dejar salir una risilla divertida por su piropo exprés—. No hay nada más bonito que yo, ciertamente —añadí, sin pretender esconder el tono de satisfacción que permeó mi voz, y le pasé el cigarro mientras hacía una mueca pensativa—. Tampoco me ha pasado gran cosa, honestamente, si acaso la cita de ayer fue el highlight de la semana.

    'Ah, por cierto, la semana pasada vi a mi ex saliendo de un hotel con una chica preciosa. Te preguntarás por qué de repente tengo un ex y qué hace en Japón, y esa es una pregunta muy válida.' Por supuesto, ni loca pensaba soltarle eso por la cara, y menos en aquel momento, pero el diablo sabía por qué de repente se me había pasado el recuerdo de mierda por la cabeza.

    >>¡Oh! Creo que no te lo conté, pero Vero-chan me hizo un folleto personalizado para unirme a su club. That was also really cute~ —saqué el móvil al mismo tiempo que le contaba aquello, encendiéndolo para buscar en mi galería las fotos que había hecho para granny, y se lo extendí para que pudiese mirarlas tranquilamente—. But that's about it... which is really sad, truly. Tenemos que hacer algo, siento que envejezco cada vez que me aburro... —gruñí ligeramente ante la idea, echando la cabeza hacia atrás con cierto aire de frustración—. Should we go out tonight or something?
     
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    Gigi Blanche

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    Tras encender su cigarro siquiera me molesté en pedirle uno para mí por obvias razones. Seguí sus movimientos con ligereza, mi sonrisa se ensanchó apenas al recibir la mierda y le di una buena calada, oyéndola. Sabía a cuál cita se refería, no necesité preguntar. Estaba prácticamente contratado de forma permanente para organizarle la agenda y los ligues a esta niña desastrosa, ya conocía hasta sus planes para Julio. No se trataba de mi memoria prodigiosa ni un interés marcado, era más bien el trabajo que a veces nos llevaba coordinar todo.

    Le regresé el cigarro cuando pareció recordar algo más y le dediqué mi entera atención. Mis facciones se suavizaron y repasé la foto que me mostró en su móvil, esbozando una pequeña sonrisa.

    —No me digas, Ali-chan, ¿sólo con eso ya te pusiste suavecita? —la molesté, preparado para recibir algún posible golpe encima.

    Era coña, el folleto estaba muy simpático y daba ternura que lo hubiese hecho específicamente para ella. Se notaba que la niñita se estaba esforzando. Ali propuso entonces que saliéramos esta noche y alcé la vista al cielo un instante, vaciándome los pulmones.

    Sure, why not? Podemos decirle a Jackie-chan. —Regresé la vista a ella—. ¿Y vas a unirte? That little white bunny's club, I mean.
     
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    Amane

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    Joey me entregó de vuelta al cigarro al mismo tiempo que yo le extendía el móvil, provocando de aquella manera una especie de intercambio bastante gracioso. Por supuesto, y siendo Joey de quién hablábamos, el chico no dudó ni un segundo en tomar la oportunidad para intentar picarme con la tontería y a mí no me quedó más remedio que rodar los ojos de manera exagerada, dándole un golpecito de nada en el brazo antes de darle una nueva calada al tabaco; no dijo nada más al respecto, de todas formas, e igual sabía que a él también le parecería tierno el gesto.

    Después vino el completo cambio de conversación, conmigo proponiendo salir esa misma de noche y él aceptando sin mayor complicación, incluso añadiendo que podíamos invitar a Jack as well. Asentí un par de veces con la cabeza, claramente emocionada por el prospecto de finalmente tener algo entretenido que hacer, y hasta di un par de saltitos en el sitio mientras aplaudía, enfatizando todavía más el sentimiento. Poco a poco se me iba quitando aquel cúmulo de sentimientos que se me habían atorado en el cuerpo tras la noticia del día y, honestamente, solo por eso iba a permitirme reaccionar según me viniese en gana.

    Yeah, I will —admití tras escuchar la pregunta del muchacho, pegándole una segunda calada al cigarrillo antes de dárselo en aquella ocasión—. No le puedo decir que no a una buena actividad física, you know that. ¿Vendrás a animarme, peaches~?

    En ese momento, después de formular la pregunta de turno, me di cuenta de que algo de música se estaba colando desde el patio, y no pude evitar acercarme a la reja para husmear de qué iba el asunto. Era imposible distinguir algo con claridad, pues las figuras eran apenas perceptibles desde aquella altura y la música apenas se escuchaba realmente, pero no era para nada difícil imaginar lo que estaba pasando, lo que me provocó una sonrisilla divertida mientras volvía a girarme para mirar a mi amigo.

    >>Wanna dance or what?

    i've noticed that reference 7u7
     
    Última edición: 28 Octubre 2023
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    Gigi Blanche

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    Aún estando preparado y aún sabiendo que su golpe sería una caricia del viento, no me negué el derecho (o el placer, más bien) de quejarme y dar un respingo ante el impacto. No encontré problemas al aceptar su propuesta y la tontería le enchufó un chute de emoción encima. La miré de soslayo, su sonrisa, los aplausos y los saltitos, y mi sonrisa se suavizó en lo que regresaba la atención al paisaje.

    Había decidido unirse al club de Maxwell, cosa que no me extrañaba. La energía que Ali era capaz de gastar a lo largo del día a veces me asustaba, y mira que yo tenía las baterías de todo buen campesino. Preguntó si iría a animarla y solté una risa casi insonora que me dejó una amplia sonrisa pegada al rostro.

    —¿Tengo opción? —la molesté de nuevo. Esta vez, sin embargo, estiré un brazo por su cintura y me acerqué a ella, bajando el tono de voz—. ¿Ir a verte sudar, usar ropa deportiva y derribar gente? Baby, I'm already signed up.

    Le estampé un beso en la mejilla, a medio camino se me coló una risa y la dejé ir, retrocediendo hasta cargarle mi peso a la reja. En ese momento el rumor de la música viajó con el viento y bajé la vista al patio por encima del hombro. Había varias personas bailando, desde aquí parecían hormiguitas y la tontería me hizo gracia. Ali se había reunido conmigo, ella apreciando el show de frente, y al hablarme la miré. No dije nada, mi reacción fue prácticamente automática. Sonreí muy amplio, entre divertido y travieso, y la jalé de la muñeca hacia el centro de la azotea. Al llegar a mi destino me giré hacia ella y aproveché su envión para enredar el brazo libre en su cintura. La pegué a mí, extendí nuestras manos unidas y empecé a bailar con energía, al ritmo de la canción. Eran movimientos algo torpes que sólo empeoraban debido a la velocidad y me arrastré a la chica en todos y cada uno, a medida que barríamos el espacio de la azotea haciendo lo que nos saliera del culo.

    En algún punto la separé de mí, la hice girar dos veces, la atraje y nos inclinamos hacia el suelo. Nos erguí a ambos de golpe y por fin se me aflojó una risa.

    —¿Alguna vez oíste hablar de la dancing plague? —encuesté, sin dejar de bailar—. Ocurrió en 1518, en Estrasburgo. Una mujer comenzó a bailar en el centro de la ciudad como desquiciada y la gente empezó a imitarla. Bailaron, bailaron y bailaron durante un mes, sin parar. Algunos dicen que murieron, otros, que sólo se descompensaron por agotamiento. Y ahora... yo... ¡Oh, no! —Abrí los ojos, preocupado—. ¡No puedo dejar de bailar!

    these silly dorks *sigh* i lov them
     
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    Amane

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    Sabía que Joey iba a aprovechar mi pregunta para intentar picarme un poco, porque esa era una de las grandes bases de nuestra amistad, pero al mismo tiempo también sabía que no me negaría el placer de compartir algo que disfrutaba con él, quizás porque en el fondo sabía que era algo que él querría hacer de todos modos. Lo que no esperé del todo fue que me enganchase de la cintura para hablarme bien cerca del oído, aunque por supuesto lo acepté en mi espacio sin problema, y me sonreí con cierta diversión al escuchar su comentario.

    Don't get too excited, honey —le murmuré en respuesta, justo después de haber recibido el beso en la mejilla, aunque, vaya, la expresión de mi rostro dejó ver con bastante claridad lo encantada que realmente estaba con la situación.

    Luego nos percatamos de la música que venía del patio, le solté la proposición del baile al chico y, en menos de lo que canta un gallo, el mismo me tiró de la muñeca hasta arrastrarme al centro de la azotea y, efectivamente, hacerme bailar por el lugar. Solté una carcajada divertida, que me fue imposible reprimir por la sorpresa del gesto, y me acoplé perfectamente a todos y cada uno de sus movimientos, al instante de empezar estos; nos movimos sin parar a lo largo de toda la azotea, siguiendo o no el ritmo de lo poco que podíamos escuchar, y tuve que soltar una nueva risilla cuando me hizo girar un par de veces más antes de inclinarnos hacia el suelo.

    >>¡Oh, no! —exclamé tras haber escuchado su relato con toda la atención el mundo, echándome encima una expresión de preocupación digna de un Óscar—. Darlin', don't! You must resist the urge to dance!

    Sin perder en ningún momento el ritmo de baile, me liberé de su agarre para poder darle la vuelta, y nada más alcanzar el espacio que había detrás de su posición, me impulsé hacia arriba para colgarme de su espalda, enganchándome a su cuerpo tanto con los brazos como con las piernas.

    >>You are not allowed to die without me, understood? —le recriminé, antes de echar la cabeza hacia delante y mordisquearle la oreja a modo de reprimenda.

    they are the most precious thing in this world *sobs*
     
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  10.  
    Gigi Blanche

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    But I already am! —me quejé al instante, mutando mi comportamiento para pasar de donjuán a crío de primaria en medio segundo.

    Luego nos alcanzó la música y comenzamos a bailar por toda la azotea, fieles a la maldición de Estrasburgo. Ali se acopló a la tontería, exclamando de forma muy dramática, y yo mantuve la cara de pánico hasta que me rodeó y se me echó encima. La tontería me arrancó una risa muy sonora, mezcla de diversión y del esfuerzo que me implicó cargar de repente con su humanidad. Yo la quería mucho, pero era muy alta y yo un escarbadientes. Aún así, anclé las manos en sus muslos y di un par de pasos torpes hacia adelante. El mordisco me hizo reír aún más.

    But you're killing me already! —me quejé a viva voz, entre las carcajadas.

    Para ese entonces la música había cesado y una voz sonaba en el aire, a lo cual no le prestamos mucha atención. Di un saltito para acomodar mejor a Ali en mi espalda y seguí caminando por el espacio sin mucho objetivo.

    —¿Y bien? ¿Su Majestad desea arribar a algún destino en específico? —indagué, con voz pomposa.
     
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  11.  
    Amane

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    Ser mi amigo no era tarea fácil, a decir verdad, y eso el pobre de Joey lo sabía mejor que nadie; no eran pocas las veces que me acababa tirando encima de él, a pesar de ser perfectamente consciente de que en algún momento el chico acabaría cediendo por mi peso. Nunca me había preocupado demasiado por ello, y aquella ocasión no iba a ser muy diferente, porque si nos caíamos... pues lo hacíamos los dos, qué problema.

    Joey se quejó como buen crío que podía llegar a ser, pero sus palabras tuvieron muy poco peso entre las risas que se le iban escapando y, sobre todo, al hacer lo posible por acomodarme mejor a sus espaldas. No tuve ningún problema con ello, obviamente, y le dejé caminar sin mucho rumbo hasta que volvió a hablar, provocándome una risa sonora con el tono pomposo que se echó encima.

    —Hmmm... —murmuré, colocando una mano encima de su cabeza con algo más de presión de la necesaria—. To the palace, of course! —exclamé finalmente, levantando el otro brazo para señalar hacia el frente con el dedo índice.

    ¿Y dónde quedaba exactamente el palacio? Hombre, pues ni idea, él era el conductor de la carroza, ¿o no?
     
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  12.  
    Zireael

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    CaydenD.png

    Cuando me metí a clase el viernes, unos minutos antes de que todo el mundo comenzara a volver del patio, lo menos que había esperado era escuchar a Ilana diciendo que su padre había servido a la policía veinte años. Mira que la mocosa estaba meada por elefantes sin saberlo, ¿qué coño hacía una hija de policía revolviéndose a mi alrededor? Era contraproducente para mí y para ella. Tras de todo a la criatura al final Paimon le había llevado el apunte, vete a saber por qué, y me pregunté si no estaría todo el mundo revuelto siempre con un cara de culo de pelo oscuro. Que Sonnen, que Paimon, que Haru.

    El pensamiento fue intrusivo que dio gusto y pretendí patearlo lejos, pero sentí que tropecé con la misma idea cuando Ilana apareció en mi campo de visión. La rechacé, como rechazaba a tres cuartos de la población, y a la mocosa no le quedó más que regresar a su lugar y ya. Era lo que le convenía, lo que yo prefería y así había que dejarlo, pero estaba demostrando ser insistente.

    Podría ser un problema en el largo plazo.

    Tenía la cantidad exacta de cero interés en pegarme un viajecito de introspección el fin de semana, así que me la tiré durmiendo medio día y ambas noches salí. Lo hice para recuperar parte de lo perdido en el incidente del Shimizudani, porque no era que tuviera ahora mismo pasta para irme de fiesta o algo así y supuse que meterme alcohol en la sangre no era buena idea. Las últimas dos veces que lo había hecho así de sobrecargado había mandado todo a la mierda, ¿no? Mejor prevenir que curar.

    Cuando desperté el lunes tenía el interés por ir a la escuela en números negativos, pero no tenía mejores opciones. Sin más que hacer me levanté, me preparé en modo zombie y cuando iba de salida en vez de ponerme el blazer del uniforme me encajé la sukajan negra, la del dragón dorado en la espalda. De por sí afuera estaba nublado y el viento que soplaba estaba frío.

    Al llegar a la academia esquivé a las personas en mi camino hacia el edificio, que no eran tantas aún, pasé directo por los casilleros, me cambié los zapatos y seguí la procesión hasta el pasillo para comprar una botella de agua en la expendedora. Esa fue la segunda pausa antes de que tomara las escaleras de cada piso hasta que vi las de la azotea.

    Las paredes ya habían colapsado, ¿verdad? Estaba encerrado en la cueva, atrapado, y apenas alguien moviera una roca todo podía irse a la mierda. Llevaba semanas apilando cosas sin saberlo, el viernes otras más se habían sumado a la torre ya de por sí inestable y ahora solo bastaba una correntada de aire en la dirección incorrecta.

    El estallido del que hablaba Arata.

    Estaba rodeado de minas.

    Subí una a una las escaleras a la azotea, arriba me recibió un viento frío que me revolvió el cabello, agitó la chaqueta. Parpadeé con cierta pesadez, crucé el espacio y apoyé el cuerpo en la reja, alzando los ojos al cielo encapotado. Volví a parpadear, dejé la botella en el suelo, saqué un porro del bolsillo y lo encendí con tal de darle un par de caladas, aunque el aire dificultó un poco la tarea.

    Cuando liberé la segunda bocanada de humo blanquecino la vi elevarse mientras regresaba todo al bolsillo y me quedé así un rato. Un minuto o dos, no los conté tampoco, pero en cierto momento suspiré casi con resignación y uní las manos, ajustando los dedos de una en el espacio entre el pulgar y el índice de la otra. Al crear la pequeña cámara quedaba un espacio entre los pulgares, así que soplé allí y ajusté las manos.

    Un silbido se perdió en el aire, se alejó, quedó suspendido y murió. Tío Finn con sus novecientas estupideces por día me había enseñado a eso desde pequeño, ni idea de por qué lo había venido a hacer ahora pero tampoco lo cuestioné. No lo repetí, solo dejé caer las manos a los costados del cuerpo, no tardé en hundirlas en los bolsillos del pantalón y permanecí así otro rato.

    Oh Lord, oh Lord. What have I done? I've fallen in love with a men on the run —comencé a cantar con los ojos pegados al otro lado de la reja—. Oh Lord, oh Lord. I'm begging you please, don't take that sinner from me. Don't take that sinner from me.

    Había tenido la canción atorada desde que salí de casa, me había dado vueltas incluso cuando cambié lo que venía oyendo en el tren y luego directamente me saqué los auriculares, pero seguía dando vueltas. Ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que la había escuchado, pero se me había pegado en la mente.

    Oh Lord, oh Lord. What do I do? I've fallen for someone who's nothing like you —continué luego de tomar aire—. He's raised on the edge of the devil's backbone.

    Guardé silencio entonces, observé el espacio, el día gris y pensé que yo me había metido en todo esto y yo debía sacarme, pero todo parecía estático. Que cobraría mi humillación en algún futuro lejano, quizás, que posiblemente Arata nunca se disculpara en su vida por haberme mandado a tratar de salvarle el culo a Pierce, que Sonnen se echaría meses con cara de haber visto al diablo a los ojos, que Hubert se iría de regreso a Estocolmo justo como Aleck se había convertido en humo y Ko seguiría teniendo a su amargado personal. Pensé que nada cambiaría realmente.

    Porque nunca lo había hecho.

    Todo era una ilusión inmensa.

    No había dejado de ser ese mocoso de quince años que había huido de su propia madre, que había mentido, robado y traficado; el mismo que había dejado a sus amigos irse y el que se cancelaba antes de poder ser rechazado o cuestionado. Que era el mismo que tenía terror de decirle a su madre la única verdad que era importante, esa que el viejo me había escupido en la cara para silenciarme.

    No había manera de que fuese otra cosa, ¿cierto?

    Mi personalidad cálida del último mes era un sueño de fiebre, no había manera de que ese fuese yo de verdad. No había ni la más remota posibilidad de que hubiese logrado arrancar de mí todos los defectos que me habían condenado desde que robé la primera billetera y dejé al primero irse.

    No había derechos para los que no ponían resistencia.

    alto relleno pero ayer tuve una epifanía con la canción (?

    ahí queda ª
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El sábado y el domingo habían tocado días muy bonitos que aproveché para atender el jardín, cumplir los recados de la abuela y básicamente permanecer internado en los espacios naturales del santuario. Eran desconexiones que no interpretaba como tales, las llevaba afianzadas en lo más hondo del alma; quizá demasiado. ¿Cuánto era justificable? ¿A partir de dónde debía asumir responsabilidades? Lo cierto era que no lo pensaba. El viernes sólo había intentado esmerarme por animar a dos personas que se sentían mal.

    Pero el remedio a veces era peor que la enfermedad.

    Con el desastre entre Haru y Fiorella no había reparado en Emily, en absoluto. Seguía atorado en la más perfecta de las ignorancias y aún si me lo dijeran, aún si lo supiera, ¿qué habría sentido? ¿Cómo habría reaccionado? No tenía idea. Había acompañado a uno, le había comprado una porción de pastel a la otra, y me fui a casa de lo más contento conmigo mismo, habiendo creído ser un buen amigo.

    El lunes había regresado parte del mal clima, me puse el cárdigan debajo del blazer y cumplí con la eterna rutina. Fui a la escuela con Morgan y conversamos sobre esto y aquello, aunque al llegar al tercer piso advertí la silueta de Cayden perderse hacia la azotea. Fue más bien un chispazo de rojo y dorado, de las chaquetas que le gustaban, pero me bastó para reconocerlo. Me había detenido y Morgan volteó para mirarme. El ligero desconcierto de su expresión me hizo consciente de la propia y relajé el semblante.

    —Voy a subir un rato —avisé.

    —Vas a congelarte, Ko.

    —Por eso me vine extra abrigadito.

    Le sonreí y estiré los brazos, mostrándole los puños mullidos del cárdigan que asomaban debajo del blazer y me tapaban casi toda la mano. Ella se sonrió y parpadeó con cierta lentitud, echándole un vistazo a mi destino anunciado antes de regresar a mí.

    Alright. Nos vemos luego~

    Nuestros caminos se bifurcaron y subí, tranquilo. ¿Estaba tirando demasiado del famoso sexto sentido? Creía que no. Incluso si el otro día habíamos almorzado con normalidad, en parte me había confesado que algo ocurría y lo conocía. Lo conocía lo suficiente para saber con cuánta facilidad llegaba a atorarse en ciertos espacios intermedios. Además, vaya. Que me dijeran loco, pero el niño solía aparecerse con estas chaquetas bien extra cuando tenía algo metido en la cabeza. Como si necesitara proclamar una declaración incluso sin abrir la boca.

    Una advertencia de peligro.

    O un pedido de ayuda.

    Vi bien intentar seguir siendo un buen amigo, en definitiva, con todo y lo que ignoraba. Abrí la puerta de la azotea, advertí su silueta varios metros más allá y recorrí el espacio sin prisa, en su dirección.

    Kinryū —murmuré, refiriéndome al dragón dorado en su espalda, y se me aflojó una risa breve—. Ya tienes la mariposa, pero ese suena como... ¿cool?

    Había una interferencia suspendida en el aire, verlo a la cara terminó de convencerme. Bajé la vista al suelo y recargué mi peso en la reja, a su lado pero sin invadir mucho su espacio. No le veia sentido a preguntarle cómo estaba, lo tenía escrito en el rostro. Al menos a mí me lo parecía.

    —Si te apetece compañía puedo quedarme —agregué, alzando la mirada al paisaje—. Pero también puedo irme. Lo que decidas está bien, Cay Cay.


    desde que vi la firma nueva chillé porque adoro esa canción JAJAJA y ahora que la usaste en el post no sé, como que tenía que caerte para decir esto??? igual me siento todo lo culpable que Ko no por el double kill que se marcó ayer, así que a ver si empieza a hacerse cargo de sus cagadas (???
     
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    Zireael

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    Con la última estrofa que canté guardé silencio otro rato antes de comenzar a tararear, lo hice bastante bajo y en algún momento la melodía se perdió al igual que el silbido, dejándome con el silencio de nuevas cuentas. No sabía discernir con claridad si era mejor o peor, pero estaba habituado a esto. A la ausencia de ruido externo, los ecos insistentes de mí mismo y las paredes casi infinitas que se elevaban, dejando a los demás fuera.

    Era mi santuario y mi prisión.

    En medio de mis contradicciones nunca me había puesto a hacer una revisión a conciencia de ciertas cosas más automáticas, como encajarme las chaquetas estas encima como si fueran una maldita bandera. Lo hacía, Dios, era casi repugnante, pero lo hacía para lanzar señales mezcladas. Era el equivalente de las falsas corales, robaba colores para lanzar una advertencia cuya realidad subyacente era casi patética.

    No me toques, decía.

    No me toques porque no puedo defenderme.

    Era un estandarte de guerra y una bandera de rendición, pero no había una cuota de pensamiento en la acción como tal, como tampoco la había habido en mi recorrido automatizado hasta la azotea. Incluso si resaltaba como una puta antorcha quise pensar que mi presencia de fantasma, que mi tendencia al encierro era capaz de salvarme de cualquier ojo ajeno. Eso sin mencionar que había subido como caballo con anteojeras, no había mirado a un solo diablo en el trayecto.

    Cuando la puerta se abrió suspiré con hastío, insoportable como podía ser, incluso estuve por maldecir en inglés al alma que se atrevía a interrumpir mi aislamiento voluntario, pero cuando giré el rostro y lo que distinguí fue la silueta de Kohaku el alma se me desplomó al suelo. Pobre desgraciado, lo miré como si fuese un extraterrestre y seguí su recorrido, se coló entre las minas sin saberlo y yo comprimí ligeramente los gestos, pero tampoco fue algo consciente. No supe si esperaba que pisara alguna solo por existir, porque era casi imposible de imaginar, pero sí que me descolocó mi propia falta de resistencia aunque no era nada nuevo.

    Kinryū.

    Dragón dorado.

    Se recargó en la reja que se quejó apenas por el peso recibido y yo seguía congelado. Algo se me revolvió en el pecho, fue alivio porque cuando Ilana me habló el viernes habría preferido a Ko, fue miedo porque no quería ser un arma de destrucción masiva y fue molestia, fueron celos conscientes y quise quemarme vivo, que me lanzaran a la hoguera y me callaran porque este no podía ser yo. Nunca me había importado, llevaba semanas y nunca me había importado, ¿por qué ahora sí?

    ¿No estaba agarrándolos de chivos expiatorios?

    La letra de la canción me rebotó en la cabeza, se amalgamó con sus palabras y aunque tenía un cacao mental inmenso regresé la mirada al frente para dejar de mirarlo como si fuese un alien, pero cuando dijo que podía irse negué con la cabeza. Lo hice porque no conocía otra forma de existir y volví a pensar la mierda del viernes, que me revolvía como un poseído bajo ciertas manos y en otras cedía como un imbécil.

    —¿Kinryū no es como que demasiado imponente? —pregunté en voz baja y al decir lo siguiente solté una risa por la nariz, resignada que dio gusto—. Soy un puto palo de dientes. Lo he sido siempre.

    Dudé de forma visible, pero estiré la mano hacia él, le acaricié el brazo todavía sin mirarlo y regresé a mi espacio casi de inmediato. Ni siquiera supe muy bien a qué respondió el gesto.

    —Te vas a helar aquí, ¿no? Luego pescas un resfriado y hay que subir las escaleras del santuario para hacerte una sopa.


    wITCHCRAFT!!!1! okay listen to me estoy obsesionada con esta canción y me ofende profundamente venir a escucharla recién???? but OH LORD OH LORD the vibes son *brillitos* inmaculadas *brillitos* Por otro lado, Ko solo viviendo la vida y los pendejos a su alrededor: pediste un breakdown por lo que vimos o asumimos? no? ups

    El high four de Cay is just acting-up, me disculpo públicamente (???
     
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    Gigi Blanche

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    Cay permaneció en su lugar al verme llegar, por un segundo llegué a preguntarme si acaso estaría respirando, y en definitiva no reaccionó de ninguna manera hasta luego de que yo hablara. Había sentido su mirada encima, el calibre de la misma, y quizá por ello ofrecí la posibilidad de irme. No creía que fuera a tomarla, sólo me correspondía dejársela al alcance. Su movimiento de cabeza, la negativa, me alcanzó de soslayo y entonces lo miré; su perfil, al menos. No me gustaba verlo así, vaya.

    Me respondió, con la vista aún pegada al frente, y yo insistí en su rostro. Su risa sonó resignada y la reflejé en una sonrisa leve, encogiéndome apenas de hombros.

    —Un poco imponente, sí, pero ¿a quién le importa?

    Su brazo se coló en mi espacio y me confirió una caricia leve. Era su respuesta, supuse, su "quédate", o su "gracias por venir", y tomé aire por la nariz. Dijo que me enfermaría y se me estiró la sonrisa, pues Morgan me había reñido con lo mismo.

    —Por eso me vine extra abrigadito —repetí, guardándome la gracia, y mi tono se suavizó—. Me preocuparía más por ti, Cay Cay. Eres tú el desabrigadito.

    Separé la espalda de la reja con movimientos casi perezosos y viré el cuerpo para pararme frente a él. No pretendía forzarlo a mirarme o algo parecido, quizás estuviera siendo pushy de por sí, pero bueno.

    —¿Te gustaría hablar de algo? ¿O prefieres que me aviente un monólogo de cualquier cosa?


    no pasa nada, in this household lo queremos y se le perdona uwu7
     
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    Zireael

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    Seguí con los ojos puestos al frente, entre que no me creía capaz de verlo sin irme a la mierda, sabía que me costaba mucho mentir con los ojos en estos estados y todo lo demás fue lo único que pude hacer. Lo seguía escuchando de cualquier manera, me respondió la tontería y yo me encogí de hombros también, suponía que realmente a nadie le importaba, ni siquiera a mí.

    También contestó lo del resfrío, que había venido extra abrigadito, la voz se le suavizó y mis resistencias, casi nulas de por sí, se siguieron desbaratando. En cualquier caso no era mentira, cuando lo vi entrar llevaba el cardigan bajo el blazer, así que no se iba a cagar de frío aquí ni nada. Soltó que más bien se preocuparía porque yo era el desabrigado, parpadeé despacio y me encogí de hombros de nuevo.

    —Aguanto mejor el frío de lo que parece.

    Se separó de la reja, yo me hundí en ella con más ahínco solo porque no podía arrojarme de la azotea y se detuvo frente a mí. Sabía que Ko no me forzaría a nada, pero la aproximación fue más directa de lo que habría estimado y el corazón se me quedó atorado en la garganta, tropecé cerca del perímetro de una mina y sentí que iba a escupir cuarenta pecados juntos, cada uno más incoherente y patético que el anterior.

    No respondí, tampoco me digné a alzar los ojos y pasé saliva. No supe cuánto tiempo me quedé tratando de bajarme el corazón a su lugar, hilando ideas o más bien no pensando nada en lo absoluto. Cuando abrí la boca supe que había detonado un explosivo completamente distinto y los demás se fueron en cadena, iniciando un ruido que no fui capaz de silenciar.

    —Hablé con el viejo cara a cara. Mi padre, quiero decir, bueno cómo sea que deba llamarlo, da igual —escupí sin una pizca de anestesia y hundí la espalda contra la reja con algo más de ganas. Todavía no podía mirarlo, que Dios me perdonara porque lo quería y estaba confesándole mi pecado más grande sin poder mirarlo—. Hace semanas, fue incluso antes del campamento.

    Nunca fui capaz de amarte como ella lo hacía y como correspondía.

    Las palabras del infeliz surgieron de un lugar terriblemente oscuro y me rasgaron el fondo de la cabeza con violencia, pero esta vez no pude rajarme la garganta para despertar de mi pesadilla. No pude y me pasé la manga de la chaqueta por el rostro, inquieto. Me ardieron los ojos en una mezcla de tristeza y furia espantosa, porque había aguantado el golpe entonces pero ahora no fui capaz y las figuras se amalgamaron. Uno a uno los delirios de abandono y de segunda opción me golpearon la nuca queriendo mandarme a negro.

    La verdad era que llevaba días mintiendo, había mentido todo el campamento, le había mentido en la cara el jueves y ahora tenía los santos huevos de hacer este berrinche, porque eso era. No tenía otro nombre, no lo había tenido nunca. Era siempre así, ¿no?


    Mírame, por favor, mírame.

    Era un maldito caprichoso.

    Mírame a mí.


    —Necesitaba mis privilegios de vuelta —continué en la misma posición y a mis oídos fue tan ambiguo que casi me dio asco. Solo Dios sabía si me refería a los privilegios de bebé de la mafia extranjera, a los que según yo me atribuía como amigo suyo o quién sabe que más. No era la primera vez que hablaba en ese código, mamá se lo había comido por años—. Fui a pedirle eso y luego seguí haciendo mierdas, porque me quedé atascado. Es siempre lo mismo y estoy cansado de ser esto.

    Hice un movimiento que pretendió señalarme a mí mismo, volví a pasarme la manga por el rostro y guardé silencio. Lo rompí porque se me escapó una risa de lo más amarga, rozó lo ácido y lo que dije después sonó como un reclamo al aire.

    —¿Quién coño va a elegir esto a voluntad de por sí?


    bruh, me cayó la canción del planeta del tesoro y todo se descontroló mucho para ser un post de la mañana in-rol
     
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    Gigi Blanche

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    Permanecí en silencio el tiempo que fuera necesario, entendiendo su propia ausencia como el preludio a la primera opción que le ofrecí. No era nadie para quejarme de aislamiento y hermetismo, y quizás, al final del día, todos nos cosiéramos la boca cuando se trataba de heridas que realmente nos dolían; que, sin importar las veces que las lamiéramos, nunca se cerraban. Eran de las peores, ¿cierto? Podían no ser tan profundas o incisivas, pero la insistencia sabía a fracaso y frustración. Sabía a derrota personal, y allí radicaba su poder.

    Las heridas que no cicatrizaban nos convertían en el enemigo.

    Fue lo primero que pensé al oír la mención de su padre. Daba igual que Cayden no tuviera la culpa de nada, daba igual que todo se basara en decisiones ajenas. Cuando la sangre brotaba del propio cuerpo, cuando lo hacía una y otra vez, entendíamos que había algo mal con nosotros mismos. Nos cansábamos de los errores, de los golpes, nos cansábamos de la imagen en el espejo.

    Es siempre lo mismo y estoy cansado de ser esto.
    Si no puedo salir de aquí es mi culpa, pensábamos.

    ¿Quién coño va a elegir esto a voluntad de por sí?

    Es mi culpa.


    Lo escuché de principio a fin, sin siquiera moverme o cambiar mi expresión. Había buscado a su padre, le había pedido algo, y el resto... el resto escaló, suponía. Liam Dunn era la herida de Cayden que no cerraba, lo había sido siempre. Realmente nunca hablaba del hombre, ni siquiera para quejarse, y tenía sentido. Su existencia a duras penas repercutía en la de su hijo, era un fantasma e incluso menos que eso. Un tajo, sin más. Apenas nació le abrió un tajo en el cuerpo y se fue. A mí me habían arrebatado un pilar un año atrás, pero ¿cómo sería aprender a caminar con una pierna menos de por sí?

    Solté el aire lentamente y navegué el espacio con las manos. Tanteé sus hombros, lo hice con la precaución suficiente para que pudiera negarse si así lo prefería, luego afiancé y lo atraje hacia mí, despegándolo de la reja. Recordé la tontería de los abrazos de Ko-chan del otro día y lo presioné contra mí firmemente, apoyando la barbilla en mis propios brazos. No me creía que fueran milagrosos ni nada, sólo eran lo mejor que tenía para ofrecerle. Hundí una mano en su cabello y lo insté a esconder el rostro en mi cuello, cerrando los ojos.

    No mires.

    Deja de torturarte un rato.

    —No es tu culpa —susurré, tranquilo, pero sin relajar la firmeza del abrazo—. Sé que no tiene mucho caso viniendo de alguien más, pero no es tu culpa, Cay Cay.
     
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    Zireael

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    Como me negaba a mirarlo lo que me alertó de su intención fue el sonido de su ropa al rozarse y el miedo, necio, me encajó los dedos en la herida abierta para hurgar en ella. El cuerpo se me tensó, me acordé que también había rechazado el tacto de Yuzu hace semanas, cuando él estaba desaparecido, y la intención de zafarme, de morder y huir me rebotó en el pecho. Se revolvió con la idea casi disparatada de que podía mancharlo con mi sangre, con los fragmentos que de mí mismo que dejaba la explosión y sentí que no era justo. Que nada de lo que le hacía a Ko era justo en realidad, que quizás solo lo consumía, que me tragaba todo el oxígeno de su aire.

    Le había dicho que le prestaría mi fuego.

    ¿Pero esto qué era?

    A pesar de la resistencia que se me acumuló en el pecho cuando me atrajo hacia sí no fui capaz de negarme, pero tenía la capacidad de reacción terriblemente atrofiada así que me quedé tieso. Su cuerpo estaba tibio, me sujetó con firmeza y en medio de mi falta de reacción su mano alcanzó mi cabello, me instó a esconder el rostro y así lo hice.

    El abrazo tuvo la intención de impedir que siguiera viéndome en los fragmentos del espejo roto, pero cada trozo me regresaba una imagen distinta y no era capaz de reconocer ninguna. Desde el mocoso de quince que huía de casa, hasta el de dieciocho que buscaba a su demonio más grande y le exigía reconocimiento, pasando por el que convocaba a Arata y Sonnen sin dudar y el que veía a Haru y lo noqueaba una idea de abandono irracional. No pude reconocer ni siquiera al Cayden que había consolado a Ko debajo del cerezo de Chiasa.

    Que no era mi culpa.

    No, ¿pero entonces de quién?

    —Me dijo que nunca me quiso, el grandísimo hijo de puta, me lo dijo en la cara como si fuese un fun fact —murmuré desde allí y los ojos se me cristalizaron sin permiso—. Sentí que iba a vomitar las tripas frente a él.

    Era la primera vez que le soltaba eso a alguien, ni siquiera le había dicho a mi madre que lo había buscado, lo que le había pedido y lo que me había dicho. Estaba oculto de todos los ojos, pero la sangre brotaba a chorros y ya no sabía si mi orgullo quería cobrar el golpe en la cara del Shimizudani o la manera en que mi padre me había amputado de sí como si fuese un cuerpo extraño. Todo era lo mismo, todo era humillación y miedo.

    Las manos me reaccionaron por fin, se colaron en el espacio, alcanzaron su pecho y tardaron unos segundos en rodearlo. Pobre imbécil, me aferré a él como si fuese un salvavidas en pleno mar incluso si seguía pensando que era una injusticia. Pasé saliva, sorbí por la nariz y me negué con todas mis fuerzas a romper a llorar, porque no quería y sabía que si cedía escupiría las otras cuarenta incoherencias. No quería tener que sumar otra versión de mí a las tantas irreconocibles.

    —Perdón —dije en un murmullo quedo—. Lo siento.

    on the edge of comfooort that's where I find loooove *dies*
     
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    Gigi Blanche

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    El cuerpo no le reaccionó. Incluso si sonaba egocéntrico, me fue inevitable pensarlo como una anomalía. Mantuve la firmeza del abrazo, de todos modos, y me quedé totalmente quieto hasta que su voz me alcanzó. Baja, queda, opacada por mi ropa. Las hebras rojizas me cosquilleaban entre los dedos y presioné con algo más de fuerza, entreabriendo los ojos. No quería transmitirle ninguna de mis emociones, ya suficiente tenía con las propias, pero la incomodidad que me punzó el pecho en ese momento se pareció demasiado a la ira. Podía haberse ido a la mierda, podía haber pretendido arrancarle la curita de golpe, pero ¿qué clase de hijo de puta le enterraba esa daga a su propia sangre? Una que sólo cargaba con la culpa de... haber nacido. Era su maldita responsabilidad, no la de Cayden.

    Tuve que tomar aire, lo hice por la nariz y lo solté poco a poco. Sus brazos reaccionaron por fin, yo lo estreché con más fuerza y si acaso le dejé alguna libertad de movimiento. La vista me había quedado clavada en una intersección de la reja, tenía todo el semblante tenso y me forcé a relajarlo. Volví a exhalar, apoyé la barbilla cerca de su cuello y cerré los ojos. Le acaricié el cabello, calmándonos a ambos o al menos intentándolo. No podía hacer mucho al respecto. Liam Dunn jamás había sido santo de mi devoción ¿y ahora? Quizá mis emociones no fueran tan intensas, explosivas o densas como las de otras personas, pero todos los elementos poseían su propio poder destructor. Fuera un incendio, un océano embravecido, o un tornado. El aire podía arremolinarse, aullar y tragarse todo lo que encontrara a su paso; podía arrancar árboles y casas de sus raíces. Quizá se pareciera más a la frustración que a la ira, quizás el aire se agitara dentro de mi cuerpo y muriera allí, daba igual. Liam Dunn era la herida de Cayden que no cerraba.

    Y él era mi niño.

    —No seas tonto, por favor, no me pidas perdón —murmuré con algo de apremio—. Vuelve a pedirme disculpas y te corto la lengua, ¿me oyes?

    Suspiré, meneé la cabeza en el poco espacio que tenía y le concedí una caricia en la espalda, lenta y amplia. Quise calmarlo, calmarme, pero mis manos volvieron a afirmarse entre sus omóplatos, en su cabello, y prácticamente lo fundí contra mi cuerpo. No tenía idea lo que se sentía, siempre había contado con el cariño y el apoyo de mi familia. No tenía idea lo que se sentía, pero Cay estaba ahí y lo veía. Me dolía.

    —Yo lo siento, más bien —agregué, en voz baja, y una cuota de frustración trastabilló entre mis palabras—. Lamento que ese... tú lo dijiste, que ese hijo de puta te haya dicho eso. No tenía derecho, Cay, no tenía el más mínimo derecho. Es un hijo de puta, punto.

    No iba a pedirle que no le llevara el apunte, no insistiría en que era una mala persona y que no tenía sentido usarlo de espejo. Seguía siendo su padre, seguiría encontrándose en su imagen. Era una cagada, pero apenas tenía dieciocho años y su propio padre le había abierto el corazón. ¿Para qué?

    ¿Por qué puto motivo?

    Me forcé a calmarme. Respiré hondo un par de veces, me concentré en el aroma ligeramente húmedo que impregnaba el aire, en los resabios del mismo chico, y comencé a murmurar la melodía de una canción. Poco después, también, canté las primeras líneas. Fue breve y quedo, si acaso un instante perdido en el viento, pero me ayudó a regresar. Mis emociones no le servían de nada ahora mismo.

    —Sé que no sirve de mucho, pero... estoy aquí, ¿sí? —murmuré, con suavidad, y reinicié las caricias en su cabello—. Estoy aquí y ya lo sabes, no me iré a ninguna parte. No quiero hacerlo.

    La última frase prácticamente la extinguí en su mejilla, donde me había colado para dejarle un beso y volver a abrazarlo.

    la canción que Ko empieza a cantar es esta, que de paso es su voz oficial so 10/10 el servicio
     
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    Zireael

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    Dolía como la mierda, quemaba y ardía. Ya hace tiempo había reconocido la herida, que una sola idea de abandono se proyectaba a todo lo demás. Veía a mi alrededor posibilidades inminentes de que los otros se arrancaran de la misma manera en que el infeliz lo había hecho, que un buen día cualquiera despertaría y se cansaría de esta mierda, de este lío mental, de mis manías y mi distancia. Temía la posibilidad de no reaccionar otra vez, de ver a alguien irse y no hacer nada.

    Era hijo del mismo dragón que Liam, me habían escupido del mismo fuego terrible y oscuro y lo aborrecí, lo odié tanto que quizás comencé a odiarme a mí mismo. Odié saber que podía convertirme en eso, porque sabía que mi propia madre temía esa posibilidad. Ella me miraba, veía al hombre que no había podido amarme y al que ella había amado, pero al que no había podido cambiar.

    La sentencia del demonio pretendió abrirme el cuello con su guadaña, pero recibí el arma y soporté la ejecución del Segador, me negué a morir frente a sus ojos porque me estaba probando, el desgraciado hijo de puta. Esa noche despegué el metal de mi cuerpo, salí de Shibuya y soporté por días la infección hasta que la fiebre me derribó.

    Sentí que Ko me presionó contra sí, también lo sentí tomar aire, me estrechó con más fuerza y me dejó tan poco espacio de movimiento que de repente me aterró la idea de haberle dado un objeto de odio. Era diferente haber deseado que odiara a Shinomiya por lo que sea que le había hecho, porque lo tenía bien asumido ya con su falta de respuesta de esa vez, que saber que yo, a viva voz, le estaba entregando un detonante de ira real. El viejo hijo de puta no lo merecía.

    Porque Ko era mi niño de las nubes.

    Me metería un tiro en la frente antes que entregar a las personas que me pertenecen.

    Ko era mío.

    Liam no merecía una sola emoción de este niño que era el que estaba sujetando mis pedazos, Kohaku no tenía vela en este entierro y era él el que tenía que limpiar el desastre del otro estúpido que nunca se había hecho responsable del caos emocional que había provocado. Las dudas, el miedo incesante y los delirios que se me anudaban en el corazón solo tenían un origen.

    ¿No era esta la prueba absoluta de que Ko no iba a dejarme? ¿No me lo había dicho ya de por sí, el mismo día me contó lo de Chiasa, y yo había dejado que el diablo encarnado que era Liam me hiciera dudar? ¿No era un pecado encontrar un consuelo en la frustración que repiqueteaba en su cuerpo, que me recordó que yo era parte de él y calló una parte del miedo?

    ¿No estaba siendo igual de soberbio que mi demonio?

    El apremio en su voz me estrujó el corazón en el pecho y su reprimenda, o lo que fungió como tal, logró que me hiciera pequeño en el abrazo, como un cachorro regañado. Estuve por soltar otra disculpa, fue involuntario, pero logré contenerla y pasé saliva. La caricia en la espalda pretendió mantenerme de una pieza, mantenernos más bien, pero acabó por casi fundirme a él y sentí que mis vidrios rotos se le pegaron en la piel cuando habló de nuevo. Su aire se había arremolinado, lo sabía, el pobre niño no era de piedra.

    Don't get mad —murmuré tan bajo que casi no me escuché yo mismo, ni siquiera filtré el inglés (o nada en lo absoluto) y la voz me salió estúpidamente suave, aunque también se escuchó como una súplica por alguna razón—. Don't get mad, love, please.

    El fuego moribundo se me agitó en el pecho, deseé correr de regreso a Shibuya, derribar la puerta del viejo y quemarlo vivo, ya no por mí, si no por la frustración de Ko. Merecía ser arrojado a la hoguera, desaparecido del mundo, castigado por esto. Por la herida abierta y la sangre que manchaba a los demás, a las personas que me habían amado todo lo que él no era capaz. Merecía ser castigado por haberme arrancado los ojos de las cuencas, condenándome a vagar este laberinto maldito una y otra vez; por hacerme dudar de Kohaku de toda la gente posible.

    La melodía que comenzó a murmurar no tardó en transformarse en una canción y por más que quise evitarlo, ignorar el nudo inmenso que tenía pegado en la garganta haciéndome de corazón, me tembló la mandíbula porque ya lo había sentido el otro día que escuché su guitarra: sonaba a hogar. Incluso si fue para centrarse a sí mismo, en su voz encontré algo que reconocer por fin y recordé que su nombre había sido uno de los que me rasgó la mente cuando lloré a lágrima viva en el Shimizudani.

    Había querido invocarlo para que anulara la pesadilla.

    Resistí el llanto con muchísima fuerza de voluntad, que pronto quedó en nada. Bastó que hablara para que todo se me desbaratara, la suavidad de su voz, el cariño que percibí en sus palabras y en el beso en la mejilla a pesar de lo frustrado que debía estar me abrieron el corazón de par en par, como una puta puerta. Era una herida completamente distinta.

    Las marcas del núcleo de las que le había hablado a Anna.

    Una respiración se me atoró en el pecho cuando la correntada de lágrimas fluyó, no fue un estallido, para nada, solo me rendí y me desbordé. Fue un revoltijo de tristeza desoladora y alivio, de culpa y sosiego, de dolor y aceptación, porque dejé de ahogarme pero me sentí estúpidamente expuesto y eso siempre me había dado terror.

    Aflojé apenas el agarre en su cuerpo, no lo hice para soltarlo si no todo lo contrario. Mis brazos se colaron en medio del abrazo, afiancé los dedos en las solapas de su blazer y quise desaparecer allí, entre sus brazos. Me hice tan pequeño como pude, cerrando los ojos, y tomé mucho aire por la nariz. Así como la noche que Anna lo dejó en casa, reconocí su aroma y me ancló. Era peligroso el poder que tenía Ko, pero me daba igual.

    —Era lo que necesitaba escuchar. —Hablé porque creí que podía hacerlo, pero la voz se me quebró de lo lindo y me dio muchísima vergüenza. No mejoró el hecho de que una vez abrí la boca no pude parar, justo como había predicho—. Me da miedo quedarme solo, me da muchísimo miedo y a veces nada más… Solo se me ocurre y me aplasta. Por eso me la paso como un imbécil buscando atención.

    Puedes decirles que no quieres estar solo en realidad.

    —Nunca te pedí que te quedaras conmigo. —Otro tajo al corazón, otra fractura expuesta, otra ola de lágrimas y otra verdad escupida en la cara. Tuve que sorber por la nariz antes de seguir hablando y no supe si fue un capricho, el mayor pedido de auxilio de la historia o solo una confesión, lo dije en un murmuro quedo que casi murió allí donde estaba oculto, en un punto muerto entre su cuello y su pecho, pero me liberó—. Quédate. Por favor, no me dejes.

    Liberó al niño de tres años solo en la habitación oscura, al de dieciséis que Arata había tenido que salvar de sí mismo y al de dieciocho que había deseado llamar a su nombre para que lo consolara después de recibir el primer golpe de su vida. Le había dado voz al fin, luego de contenerlo por años.


    Pedazo de fatality con el niño cantando y soltando ese diálogo del final, madre de dios santísimo. Corté un huevo de cosas porque parecía un fic esto todavía lo parece pero tengo a Cayden demasiado enredado al corazón ya para este punto de la vida como para no admitir que lloré un río jsjsjs

    Ko we love u so much, hope u know that
     
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