Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido city gakkouer

    Leo
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    Había Sido muy vistozo el hecho de que había una actividad hoy en el patio norte, por los pasillos se escuchaban los murmullos y el cómo se armaban grupos para bajar y platicar en horario de almuerzo distrayendose ya fuese visual o auditivamente. Cuando salí del salón con Allen bajamos a la cafetería a comprar escuchamos a los lejos una trompeta.

    —¿Quieres ir? —me preguntó ella atándose a mi brazo, con el bento ya comprado en su otra mano.

    —Sí, parece entretenido.

    Me sonrió con la suavidad de siempre, le devolví la sonrisa con la nobleza acostumbrada y nos encaminamos hasta el núcleo del sonido. Noté que ya había gente reunida alrededor, por lo que ubiqué un espacio libre bajo la sombra de un árbol, Gen apartó su tacto para organizar su falda y sentarse.

    —imagino que pertenecen a un club y eso.

    —Supongo, porque no conozco al rubio de nada.

    —Mm —murmuró, organizándome la corbata del uniforme al pedirme que la mirara de un toque en el hombro—. ¿No la aplanchaste, Zold?

    Le mostréa hilera de dientes, desentendiéndlme de culpas que no me correspondían.

    —Mi hermano cogió la mía, y no me quedó de otra que sujetar esta que dejó sobre el sofá. Nos cogió la tarde en la mañana.

    —Eso veo —sus dedos se deslizaron por la tela, deshaciéndo el nudo y volviendolo a hacer desde cero.

    Aquí los dejo a disposición <3
     
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    Zireael

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    AltanBW.png

    Al salir de la clase me di cuenta que Arata estaba esperando en la pared frente a nuestra clase, estaba haciendo el imbécil en el móvil y cuando percibió que salí regresó el aparato al bolsillo para ponérseme al corte. Ni siquiera le dije nada, simplemente nos acompasamos al mismo ritmo y él me siguió en mi procesión sin quejarse ni nada, para variar.

    Antes de ir al patio me metí a la cafetería, me colé con todo el descaro del mundo, pedí un, bueno, un par de nikuman y regresé con Arata solo para hacer la otra parada en la expendedora. Compré dos botellas de agua como ya había anticipado y cuando estaba por irme Shimizu carraspeó la garganta de forma audible, mirando la expendedora como si se fuese a morir de sed.

    —Joder, lo que es ser un mendigo, de verdad —solté bien consciente de que no lo iba a molestar y metí monedas extra—. ¿Qué vas a querer, idiota?

    El imbécil soltó la risa, coló el cuerpo para presionar el botón de una soda cualquiera y se agachó a recogerla. Con su misión de vida finalizada, giró el cuerpo y guió la marcha hacia el patio. Desde hace rato habíamos escuchado la música, la trompeta, pero incluso sin eso ya sabíamos dónde debíamos ir porque tenía una suerte de primicia.

    ¿Pero a qué costo?

    —¿Metallica? Interesante —soltó el otro mientras caminábamos.

    —Metallica en trompeta, hombre. That's kinda fancy —apañé yo.

    Noté las cosas bajo el árbol, ya había comenzado a acercarse la gente y noté a Kohaku, a Hogdes que cargaba una botella de agua también, toalla y toda la cosa. A ver, daba un poco lo mismo, pero me sentí extrañamente estúpido así que desvié la vista y busqué dónde sentarme con el idiota que me había traído de emotional support, respetando la línea roja.

    —Nunca imaginé que vinieras a estas mierdas —dijo el otro, no fue amable, pero sonó serio.

    —¿No harías tú cosas parecidas por tu adorada Sasha que va por ahí diciéndote que te portes bien?

    —Si quieres que me calle puedes solo decir eso, ¿sabes?

    —Es más entretenido tocarte los huevos, sabrás disculparme —dije al recordar la conversación de la mañana con Morgan y le lancé uno de los nikuman.
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku 4.png

    La voz de Emily apareció a mi espalda medio de repente, el único preaviso que recibí fue la atención de Haru alzándose un segundo antes. Los tres la miramos y tanto Kakeru como yo le sonreímos, siendo él quien tomó la palabra primero.

    —Hola, Emily —la saludó, tranquilo, e hizo un espacio entre su cuerpo y el mío, palmeando el césped—. Por favor, si te estábamos esperando. Mira, te guardamos lugar y todo.

    La tontería me ensanchó apenas la sonrisa y noté que Kakeru advertía lo que Emily llevaba en las manos: la botella de agua, la toalla. Debía verse extraño, ¿cierto? Si no sabía del baile y tampoco era un día caluroso. No preguntó, sin embargo, y esta vez fui yo quien habló.

    —¿Todo bien, Emi-chan?


    Bleke 2.png

    Había sido bastante curioso que Morgan escribiera en el grupo del club de lectura, y era aún más atípico que su intención hubiese sido avisarnos de una presentación de baile en el receso. Asocié la invitación con el cartel que había visto en el tablón de anuncios justo antes de subir a clases y no tuve tiempo de responder nada, pues la mañana dio inicio. Llegado el receso, vi a Emily aparecer e irse con Kashya. Hiradaira, a su vez, se había retirado del aula un rato antes, alegando que necesitaba ir al baño. Quizá fueran sucesos aislados, pero en cierta forma vi plausible conectarlos.

    Salí al pasillo, pues, y alcanzando la escalera topé con Morgan. La chica llevaba la sonrisita de toda la vida y se amoldó a mi ritmo. La miré, compartimos un saludo básico y pensé que me preguntaría si había visto sus mensajes o si estaba yendo al patio, mas no fue el caso. Al alcanzar nuestro destino, sin embargo, su gesto se ensanchó y la observé de soslayo. No supe a qué atribuírselo.

    —¿A qué vino la invitación? —le pregunté.

    —Había unos chicos haciéndole pompa al asunto y quise ayudar —resolvió con sencillez y me rebasó apenas, paseando la vista por el patio.

    No tenía sentido cuestionarla. Ya la gente se estaba congregando, había un muchacho tocando la trompeta y otras preparaciones bajo el cerezo. Nos habíamos detenido más o menos a mitad del espacio y Morgan se giró hacia mí.

    —Mi misión aquí está cumplida —avisó, empezando a retroceder—. Nos vemos~

    Seguí su recorrido brevemente, se acomodó bajo un árbol y se puso a leer un libro que había llevado en la mano. Yo cambié el aire de mis pulmones y deslicé la vista de regreso al muchacho tocando su instrumento, permitiéndome disfrutar de la pequeña presentación. Parecía tan absorto en lo que hacía que era, en cierta forma, atrapante.
     
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    Bruno TDF

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    No fui consciente de que la reunión en los casilleros fue algo que estuve necesitando desde hacer un par de días, principalmente tras el incidente del pasillo de segundo año. El agobio se había extendido como una telaraña que penetraba el fondo de mis pensamientos y se colaba entre sus engranajes, obligándome a luchar internamente contra la amenaza de giros indeseados. Se trataba de un conflicto interno que no deseaba referir a nadie, por vergüenza y para no preocupar de forma innecesaria; hallaba su sustento en mi naturaleza de preocuparme por el bienestar de los demás, pero también me sometía un presentimiento de que podría haber hecho las cosas mejor. Las actividades del Club de Lectura ayudaron a sentirme menos asaltado por este exceso de responsabilidad, pero fueron las presencias de Cayden e
    Ilaina las que me otorgaron una energía amena que aplacó buena parte de los agobios. De modo que cuando sonó la campana del receso, me sentía sumamente calmado.

    Tuve claro que mi destino sería el Patio Norte. Me habían llegado los vestigios de un rumor, provenientes de conversaciones de mis compañeros de clase. Referían a un evento de baile y, como dato curioso, hablaban de la obligatoriedad de seguir el sonido de una trompeta. Sabía que existía un club de música ligera, pero resultaba curioso que estuviesen haciendo algo por fuera de la sala que tenían asignada. La curiosidad, como no pudo ser de otra forma, se sobrepuso con fuerza. Antes de ir salir al exterior, resguardado bajo mi cárdigan y con el blazer ajustado, me hice con una lata de café caliente, pues no necesitaba mucho más en un clima frío como el presente.

    El trompetista interpretaba desde la sombra del cerezo, allí donde nación la historia del príncipe y el caballero. Era un joven de elevada estatura al que no reconocía, pero incluso desde la distancia se sentía la pasión con la que tocaba. Junto a él se hallaba Fiorella, a quien había conocido en la fiesta de la playa, acompañada de una muchacha de cabellos rosáceos a la que tampoco supe dar un nombre, pero que parecía cumplir el papel de sonidista.

    También reconocí algunos rostros entre las personas que se habían congregado alrededor de aquella peculiar banda. Kakeru y Emily estaban reunidos con otros dos. Kashya los acompañaba apartada, algo tan típico con ella como el hecho de que leí con una concentración envidiable, sin importar lo que ocurriera a su alrededor. Opté por no interrumpir su lectura.

    A quien sí mi acerqué fue a Bleke, a quien noté de pie prestando atención al trompetista.

    —Buenas tardes, Middel —saludé con la suavidad suficiente para no tomarla desprevenida, pese a que daba la impresión de que nada escapaba a sus sentidos. Le sonreí con la amabilidad de siempre antes de acompañarla en la contemplación— Es atrapante, ¿verdad? No sólo por la música, sino por la pasión que transmite en cada nota.



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    Llegué a la academia como siempre lo hacía, acompañando a alguna muchacha bonita que estuviera dispuesta a charlar y dejarse conocer durante el rato que nos demorábamos en traspasar el patio frontal y dar con los casilleros. Ningún día era la excepción, hoy tampoco, y mi acompañante de esta mañana fue la primera en notar un cartel que avisaba de un evento de baile o algo por el estilo. Hombre, no sonaba mal. El baile era el territorio donde surgía la oportunidad de cortar las distancias con profundos contactos, ardientes roces e insinuaciones cargadas de secretos. No tuve que pensarlo mucho más para saber que mi plan para el receso estaba más que definido, aún si no estaba seguro por completo de cómo sería esa presentación. Algo me inventaría para comenzar otro juego de seducción entre las señoritas del gentío.

    La situación se tornó aún más interesante al principio de las clases. La despampanante e irresistible profesora Reiko asignó el famoso tour a un flacucho rubio y medio rarito que tenía todas las pintas de ser nuevo. Él rechazó su petición en tiempo récord y sus motivos dejaron desconcertados a más de uno, incluido yo. Para ser honesto, a mí tampoco me interesaba hacerle de guía a nadie que no fuese una chica linda, pero si la profesora Reiko me hacía el pedido, no dudaría en ganarme una voluminosa parte de su favor satisfaciéndole el pedido. Solicitud que jamás vino. En cambio le dejó la responsabilidad a una chica hermosa que, de no ser por sus ardientes ojos rojos y el tono un poco más colorido de su cabello, podía ser fácilmente confundible con la Cachorrita Nevada. Quizá por eso me despertó un interés especial. Pero tuve que resignarme, así me marché del aula con una sonrisa igualmente confiada.

    Compré unos chocolates en la Cafetería y me lancé al exterior, prestando atención al punto de donde venía el dichoso sonido de la trompeta. Pronto vi que la música surgía desde el árbol de cerezo y, para mi gracia, quien tocaba era el mismo chico que había rechazado los designios de nuestra profesora. Pero lo ignoré por completo apenas noté a las hermosuras que lo acompañaban: una estaba tras una computadora, con una sonrisa que hacía cosquillas de sólo verla; y la otra, cabellos de fuego, acariciaba las teclas de un piano portátil. Fui bastante rápido para ir a primera fila, justo detrás de la línea roja, con el fin de apreciar sus esbeltas figuras y buscar el brillo de sus miradas.

    Si el deseo de estas musiquitas era tener un buen público, el Lobo de Fuego se encargaría de cumplírselo. Y todos los demás que pidieran.


    Acá les dejo este diablito, ojo que muerde (?)
     
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    Amane

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    Emily 3.png

    Era realmente curioso si me paraba a pensarlo, porque por regla general me sentiría absurdamente intimidada si un grupo de tres chicos se me quedaba mirando de manera tan directa, pero en aquel momento intimidada era lo último que podía llegarme a sentir; incluso con Sugawara-senpai presente, que podía ir por la vida con cara de amargadito, pero yo sentía que en el fondo era mucho más suavecito de lo que aparentaba. En conclusión, les devolví al sonrisa a todos, e incluso dejé escapar una risilla divertida ante el comentario de Kakeru sobre haberme guardado un sitio y todo.

    —Ah, qué caballeros~ —canturreé, manteniendo la misma diversión en mi tono de voz, y antes de sentarme me di cuenta de una cosa que me hizo dar una palmadita (como pude) por la sorpresa—. Oh, sois como los tres mosqueteros —solté, completamente convencida de la analogía que había hecho.

    Volví a reírme con suavidad después de haber procesado la idea, con un ligero tono de vergüenza colándose al darme cuenta de que había soltado lo primero que se me había pasado por la cabeza sin ningún filtro, y me acomodé en el espacio que Kakeru me había otorgado sin mayor problema. Doblé con cuidado la toalla para poder dejarla sobre mi regazo, junto a la botella de agua, y asentí con la cabeza ante la pregunta de Ko, como respuesta preliminar.

    >>¡Síp, todo bien! Con ganas de ver la presentación~ —añadí, echando un vistazo rápido hacia el escenario improvisado—. ¿Y vosotros?
     
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    Zireael

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    Cayden5.png

    Suspiré con pesadez cuando Sonnen desapareció por la puerta de la clase luego de decirme que debería ir a ver a Anna porque también era amiga mía; no tenía ningún máster en compromiso ni relaciones de ninguna clase, por obvio que sonara. Incluso así no me dio el corazón, por más atorado que estuviera en conseguir las piezas para cobrar mi humillación, para seguirme burlando de los malos resultados de Sonnen.

    Había escrito en el pizarrón el recordatorio del evento, eso había bastado para que entendiera que Anna estaba metida allí y eso era todo lo que conservaba. Algo que ni siquiera era suyo realmente, un espacio que debía cederle a los otros y en el que él sería parte de la multitud, en el mejor de los casos. Incluso a mí me dio algo de ansiedad esa idea, la de ser solo una cabeza de alfiler entre muchas otras.

    Todos queríamos ciertos ojos encima, ¿no? Y de determinada forma también.

    Renunciar a eso era una mierda.

    Me quedé un rato mirando los caracteres en la pizarra, al imbécil no le faltaba razón. Consideraba a Anna una amiga, incluso si le había soltado a Aleck una parte de mi mierda o si solo pasaba a dejarme a Ko a casa a vete a saber qué horas de la noche luego de un festival. Reconocía en ella algo de mí mismo, por poco que fuese, y era suficiente.

    El rato que me tomé para pensarlo le dio tiempo a las chicas nuevas de declinar el tour por parte de Paimon, pero Ilana se quedó, indecisa, él se le acercó. Los observé un instante antes de levantarme del asiento por fin, decidido a ir a chusmear el asunto del patio, así que seguí el sonido de la trompeta como había dicho Miller.

    Bajé en ascensor porque el clima no me invitaba a esforzarme demasiado, me compré una botella de agua en la máquina del pasillo y salí al patio. Estudié el espacio primero, noté a Ko con Fujiwara, Haru y Emily, así que descarté el asunto. Más allá vi a Sonnen con Arata, parecían estar discutiendo entre ellos por vete a saber qué mierda y seguí notando caras conocidas aquí y allá.

    Fui descartando y descartando, como siempre, hasta que reconocí a Hubert hablando con una muchacha rubia, bastante rubia. Repasé el espacio una segunda vez, tomé aire y opté por acercarme, al hacerlo le di un toquecito a Mattsson en el brazo, le sonreí y deslicé los ojos a la chica para saludarla con un movimiento de mano. Tampoco quise interrumpir mucho la conversación ajena, pero pues para no quedarme parqueado en medio patio.

    —Espero que no les moleste si me quedo por aquí.


    cuándo voy a dejar de molestar a Belu con Cayden yahoo respuestas

    no fui capaz de recordar si este niño conocía a Blee o no, me exprimí la neurona I promise JASJS
     
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    quem

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    Virgo
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    EDA DIEKMANN 2.png

    Las clases me las había tomado con normalidad absoluta para decir verdad, claramente mi mente trascurrió todo lo que paso el día anterior el dibujo de alisha estaba en mi cuarto sin terminar en si le faltaban cosas y me daba risa por que ni siquiera había parado de verlo desde el día que lo abrí el libro de bocetos en mi cuarto, tal vez se lo traería la próxima semana aunque para ser sincera me daba mas gracia como termino el asunto.

    La cosa fue que la hora del receso llego, así que me dispuse a levantarme para poder ir a la cafetería a comprarme algo para después ir directo hacia el patio norte simplemente ni yo misma sabia que me había dado para ir a ver lo que pasaría en ese lugar, simplemente pensaba que algo bueno tendría que salir de ahí ¿no?. Osea no iba ir a perder mi preciado tiempo en algo que ni siquiera me gustaría ver, después de todo si iba a pisar el patio era por que de seguro valdría la pena.

    Me incorpore pero ante mire de soslayo a Jean, ella estaba bien tranquila teniendo la cabeza recostada sobre su banca.

    —¿No vendrás? —ni se inmuto cuando le hable, es que esta niña realmente nada le llamaba la atención tan solo que el tema se tratara de fotografiar.

    —No, anda tu si quieres —inquirió neutra, alzando en poco la cabeza muchos segundos después—. De seguro bajare a comprarme algo y bagare por ahí.

    Fruncí el ceño en poco antes de asentir, estaba rara si, por que en si ella nunca me respondía de esa forma es que en la boca de Jean siempre había algún comentario que sacara de casillas a los demás y mas si esa persona tenia la misma intensidad que ella, hay era donde se chocaban, no dije nada y ella volvió a lo suyo.

    Me dispuse a salir del curso baje a la planta baja y en eso pude escuchar el sonido de unas trompetas no le preste mucha atención, puede que algunos segundos después se escuchara algunas piezas de piano acompañando lo que fuera que estuviera tocando la trompeta, no duro mucho en si y tal vez fue por que el que estaba llamándolos a todo era el otro instrumento.

    Ya en la cafetería compre un jugo de cualquier sabor, no demore mucho en ella así que me dirigí al patio norte ya ahí note todo lo que pasaba, las personas que estaban bajo el árbol, pero lo que me llamo la atención fue ver la chica que estaba detrás del teclado.

    Fiorella Bianchi.

    Ella era la amiga de Enzo.

    Bueno lo sabia por que el me había mostrado fotos de ella y de otra chica mas, parpadee en poco, quitándole la mirada de encima para decir verdad ni idea de hacia donde caminaba pero acabe casi a lado de un chico, y por lo que miraba pues era de mi salón.

    —Buenas, espero no incomodarte si me quedo aquí.

    ¿Me importaba en algo incomodarlo? Para nada, simplemente había soltado eso por que fue lo único que se ocurrió.

    Holis Bruno TDF uwu, por aquí te dejo a esta niña <3.
     
    Última edición: 18 Octubre 2023
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    Gigi Blanche

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    Bleke 2.png

    Hubert se materializó a mi lado un tiempo después; lo hizo de forma silenciosa pero con la suficiente suavidad para no sobresaltarme. Deslicé la mirada a su rostro y le dediqué una sonrisa, asintiendo a modo de saludo. Adiviné que estaría aquí por el mismo motivo que todos: el sonido de la trompeta. Era casi hilarante si uno se detenía a pensarlo, el poder que una simple persona, una simple conjunción de notas era capaz de ejercer. Sólo una pequeña, muy pequeña disrupción de la cotidianeidad y ya parecíamos una muchedumbre hechizada. Ciertas personalidades y ciertas clases de arte poseían ese don.

    Regresé la vista al trompetista mientras oía las palabras de Hubert, las cuales verbalizaron precisamente lo que había pensado. La coincidencia me estiró apenas la sonrisa y pestañeé con calma. El muchacho se había unido al club de lectura y ya habíamos compartido varias jornadas en la biblioteca. Incluso si no conversábamos demasiado, creía que en el hecho se creaba otro tipo de vínculo, uno capaz de sincronizar a las personas y acompasarlas bajo un mismo ritmo; me ocurría algo similar con Kashya. No pretendía demasiado, estaba bien con esa clase de amistades.

    No creía poder permitirme nada más allá de eso, de todos modos.

    En los músicos encontraba algo similar a lo que veía en los escritores, un don que los separaba de mí y me empujaba a admirarlos, así fuese en silencio. Giré el rostro de regreso a Hubert y estaba por expresarle dicho pensamiento cuando un muchacho le tocó el brazo y le sonrió, saludándome luego. Repliqué el asentimiento de antes y supuse que serían amigos.

    —Hola —murmuré, cordial, y volví la vista al moreno, decidiendo sobre la marcha cambiar el tópico de conversación a algo más superficial—. Por cierto, ya leí el cuento que me habías recomendado. Me gustó mucho.


    Kakeru 2.png

    Oír a Emily diciendo que éramos los tres mosqueteros me arrancó una risa genuina que me cerró los ojos por un instante. No pretendía avergonzarla ni hacerla sentir mal, pero había sido tan repentino que no pude contenerlo. Además, el resto de la secuencia también fue una joyita. Sugawara frunció el ceño, aunque pareció más confundido que molesto, y le clavó la mirada encima a Kohaku como si le estuviera demandando una explicación. Ishi se tragó la gracia con más habilidad que yo, aunque la voz le tembló apenitas al hablar.

    —Hombre, a mí no me mires —se defendió, regresando luego a Emily—. ¿Dices que ahora tenemos que usar sombreros con plumas y salvar Francia?

    —Necesitamos espadas, también —convine, subiéndome al carro, y Kohaku se rió.

    —¡Y mallas! Haru, ¿te pondrías una malla? ¿Lo harías por mí?

    El aludido se pudo en modo gato arisco apenas recibió la atención de todos encima y desvió la mirada. Pobre criatura, igual tampoco tenía sentido que lo negara. Si Ko le pedía que se disfrazara de Pikachu seguro lo hacía.

    —Ya tenemos disfraz de Halloween —agregué prácticamente encima de las palabras de Ishi, pues para salvarle el culo al otro introvertido.

    Emily se acomodó en el lugar que le había dejado y, mientras le respondía a Kohaku, reparé con mayor detalle en la toalla que había ordenado sobre su regazo.

    —Todo tranquilo, sí —murmuró Ishi, sonriéndole.

    —Oye, Emily —la llamé, picándole apenas el brazo, y le señalé el objeto—. Perdona que me meta, pero te juro que me da mucha curiosidad. ¿Para qué es la toalla?
     
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    Zireael

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    Maze 2.png

    Había llegado un poco tarde, para qué mentir, pero nada exagerado tampoco. Uno o dos minutos de retraso por haberme quedado mirando el vacío al levantarme de la cama con ese clima. ¿Quién en su sano juicio querría ir a clases en vez de quedarse durmiendo hasta mediodía? Era una cosa de locos, pero la responsabilidad llamaba, más o menos.

    Mientras subía había, luego de otra parada estratégica en los casilleros para dejarle otro papelito a Sasha, había visto anuncio en el tablón. También llegué un instante antes de que Abby negara el tour porque en el receso pasaría algo y luego a eso se le sumó el recordatorio de Sonnen en el pizarrón, que fue bastante más raro viniendo de él que todo lo demás. Me comí el intercambio entre él y Swallowtail sin entender una mierda, obvio, pero supuse que tres señales eran suficientes para no ignorar el asunto.

    Me quedé en el aula un rato eso sí, como para darle tiempo a la multitud a formarse, y cuando me levanté me llevé el bento, un jugo que había traído de casa y me encaminé al patio. Al llegar noté caras conocidas aquí y allá, vi a Cayden otra vez pero estaba con otras personas así que descarté la posibilidad de pedirle que me reabasteciera el fin de semana y busqué dónde acomodarme.

    Esperaba que no les lloviera, porque este clima daba pena y sería muy aburrido tener que irnos.


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    Gigi Blanche

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    Sasha 4.png

    Mis decisiones muchas veces solían ser cuestionables, pero por motivos extrañamente correctos. Había otras que no, pero esas daban igual. Venir a clases era casi mortal para mi propia supervivencia con las pocas horas que había dormido, aunque en el fondo no importaba demasiado. Mi cuerpo ya se estaba acostumbrando a los horarios del Paraja y lentamente me programaba para funcionar con bajos recursos los viernes y los lunes, que eran los días que peor me pillaban.

    Cuando llegué a casa me encontré a papá desayunando con los niños. Me dio un poco de vergüenza, no lo negaría, pero tampoco lo demostré. Él le echó un vistazo rápido a mi aspecto por encima de la taza de café y yo los saludé como si nada, manteniendo la distancia; no sabía si olía a algo, pero prefería prevenir.

    —Iré a bañarme —avisé a la pasada, ya estaba alcanzando el pasillo cuando papá levantó la voz.

    —¿Te llevo a la escuela?

    Me detuve un instante para mirarlo de reojo. Comprendía el origen de la oferta, comprendí también que no se metería en mis decisiones, y sentí un revoltijo de emociones en el estómago. Era más fácil así, la libertad que gozaba era útil y efectiva, pero... también era mi papá, ¿no? Era mi papá.

    —No, está bien —lo rechacé, reanudando mi camino.

    Ejecuté el resto de la rutina en piloto automático. Mientras me vestía en mi habitación, papá me pegó un grito avisando que se iba con los niños y que ya llegaba la cuidadora de la abuela; así fue. En el living encontré un bento preparado y una caja de pockys, zambullí el primero en mi maletín y la segunda la abrí mientras caminaba hasta la estación de Suginami. No era un desayuno ejemplar, pero era algo. Tuve que apresurarme un poco y al final logré llegar al Sakura justo cuando sonaba la campana. La tontería me relajó el cuerpo.

    Como tal, ni de casualidad llegué a ver el cartel en el tablón de anuncios. En el receso salí al pasillo con la bolsa del bento golpeteando mi pierna y bajé sin un rumbo fijo, algo distraída. Paré en la máquina, me compré un jugo y estaba mordisqueando otro pocky cuando advertí el sonido de la trompeta. Me giré, confundida, y vi el flujo de personas saliendo al patio norte. Me sumé a la manada y más temprano que tarde reconocí la silueta de Gaspar tocando bajo el cerezo. Sonreí al instante, repasando el resto del despliegue, y me acerqué a paso lento mientras comía el palillo de chocolate con la misma calma. Era la primera vez que lo oía tocar música y recordé nuestra conversación en el salón de actos, sobre sus ambiciones y demás.

    Me quedé de pie, escuchándolo, con mi atención absorbida en su pequeño acto y permitiendo que la música me destensara el cuerpo. Parecía que habría... ¿una presentación, o algo así? ¿Del club de música, quizá? De la forma que fuera, me pareció buena idea quedarme.
     
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    Bruno TDF

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    Bleke respondió a mi saludo con un asentimiento que acompañó de una sonrisa, tras lo cual permanecimos en silencio contemplando al trompetista. Tanto con ella como con Kashya mantenía una relación bastante particular, en el sentido más agradable del término. En nuestros encuentros siempre nos conducíamos de esta manera: no recurríamos demasiado a las palabras, a pesar de que vivíamos rodeados por las mismas, las cuales rebosaban sin cesar de las páginas que leíamos juntos. Había silencio, pero en él existía una comunicación igual de constante que cuando hablábamos. Así, a través de las jornadas del Club de Lectura construí con ellas un lazo firme, fluíamos con una energía similar que nos vinculaba.

    Y en particular, sentía bastante cercanía con Bleke.

    Noté por el rabillo del ojo que giró el rostro en mi dirección, haciéndome saber que quería expresar un pensamiento. Le devolví la mirada, invitándola a hablar con una sonrisa, pero la sensación de un toque en mi brazo me llevó a girar el rostro en la dirección contraria para descubrir de quién se trataba. Mi sonrisa se extendió ligeramente frente al rostro Cayden, que se había sumado a nosotros con el mismo fin de apreciar al músico. Tuve la tentación de consultarle si había venido a verme, en devolución a cuando me dijo lo propio en los casilleros, mas callé por temor a incomodarlo con indebida torpeza. En cambio, busqué darle con un movimiento negativo de cabeza, para que supiera que no estaba molestando con su presencia. Middel le devolvió el saludo antes de retomar nuestra conversación, donde finalmente me contó que había leído los Crímenes de la calle Morgue, relato que terminó por gustarle.

    Asentí, complacido.

    —Me alegra y asimismo me entusiasma saber eso —dije sereno, mirándola—. Y es bueno que lo menciones, pues yo planeaba leer Antígona en el transcurso del fin de semana. Podríamos reunirnos para intercambiar impresiones, me interesa mucho saber tu opinión —le sonreí—. Por cierto, permítanme darlos a conocer...

    Cuando se saludaron entre ellos, no mencionaron sus nombres ni mostraron indicios de haberse visto con anterioridad. Di un paso hacia atrás para que ambos pudiesen verse mejor.

    —Cayden, te presento a Bleke Middel, amiga y compañera del Club de Lectura —presenté a la chica mientras lo miraba a él; acto seguido, mis ojos se posaron en ella—. Middel, él es Cayden Dunn, un buen amigo mío y también nuestro senpai.


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    Las personas continuaban llegando para mirar al tipo de la trompeta. Debía reconocer que el rubito no lo hacía nada mal, pero en realidad no me importaba tanto como las dos muchachas que eran dueñas de mis ojos. Seguía admirándolas con una sonrisa lobuna, en la que medio dejaba ver algunos centímetros de mis tentados colmillos. Pero no eran las protagonistas de este show tan peculiar y, para peor, la música que tocaba aquel sujeto no invitaba ni por asomo a que bailaran. Tampoco se movían, a lo sumo la muchachita de la notebook permanecía con la atención puesta en el monitor del aparato; un verdadero desperdicio, que no posara ese precioso verde oscuro sobre la sonrisa que le transmitía desde atrás de la línea roja.

    Pero mi paciencia fue bien recompensada cuando a mi lado se colocó una de mis compañeras de clase. Al igual que pasara con el rubio, a ella tampoco la había visto cuando asistí a la academia durante el primer mes, daba por seguro que también la transfirieron en mi ausencia. El cabello castaño oscuro caía por sus hombros, derramándose en su piel y ropas como una ola tentadora. Me vi reflejado en el precioso celeste de sus ojos al girarme para mirarla. Le sonreí como todo un caballero seductor y negué levemente, en respuesta a su comentario.

    —Jamás me incomodaría una belleza tan reconfortante como la tuya —respondí, guiñándole un ojo—. Si no me equivoco, tú debes ser Eda, ¿no? —le sonreí travieso, atento a alguna posible reacción de sorpresa— Lo escuché ayer, cuando pasaron lista en clase. Bonito nombre.

    Me volví a girar, esta vez para mirar al trompetista.

    >>¿Has venido por mera curiosidad o, quizá, te gusta la música? —pregunté, ni corto ni perezoso para comenzar a tantear el terreno.
     
    Última edición: 19 Octubre 2023
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido biblical gakkouer

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    La chica me saludó con cordialidad, no esperaba nada diferente, ya de por sí Hubert había negado con la cabeza para decirme que no le molestaba que me quedara así que activé un poco el modo fantasma porque tampoco me sentía cómodo con la idea de meterme en una conversación ajena, pero no estaba del todo mal con ser una suerte de, ¿llavero, quizás? En fin, que no dañaba a nadie por respirar el mismo aire que ellos, en definitiva.

    Me faltaba todo el contexto, vaya, contexto y cultura quizás. No era que no leyera, pero así como te leía Tolkien just for the sake of fantasy luego no te tocaba un libro en seis meses o terminaba nada más revisando los artículos de mi madre que eran académicos a cagar. Un poco alienígena sí que me sentí, no solía juntarme con gente que sonara especialmente lista y yo no me llevaba ningún premio al cerebro del año.

    Igual no lo dejé ver, me quedé cazando moscas, observando el flujo de personas y solo volví al planeta cuando escuché a Hubert decir que iba a presentarnos. La chica era amiga suya del club de lectura, lo que tenía todo el sentido del mundo, aunque la llamó por su apellido y me quedé patinando en la idea de la amiga o cómo definía este muchacho las categorías de gente que llamaba por su nombre o no.

    Como fuese, el caso era que la muchacha era de su grado también. El chiquillo me presentó como un buen amigo, senpai también y me permití una sonrisa liviana, junto a una ligera inclinación que imitó las reverencias con las que había crecido.

    —Es un gusto conocer a una amiga de Hubert —dije con una cordialidad parecida a la con que ella me había saludado—. Lamento no haberme presentado al llegar. No quería interrumpirlos tanto.

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    Un poco sin querer siempre me comía el numerito de Allen y Kasun, era así desde que habían llegado, pero a mí me importaba tres mierdas así que lo olvidaba casi todo el tiempo. Sin embargo, luego de la reunión en casa de Craig y luego de la piscina, cuando los vi all lovey-dovey, a ella más bien porque ya me daba cuenta de que él era tan imbécil como todos los demás que solo se dejaban hacer, la cosa empezó a darme entre pena y risa.

    Fingí demencia solo por el beneficio del chisme, salí de la clase y terminé viéndolos cuando salieron de la cafetería, así que otro show por la cara. La rubia se le colgó al brazo, buscaron donde sentarse y yo me hice la tonta por ahí, fingiendo que buscaba dónde sentarme mientras recogía información nada más. En cierto punto noté a Kurosawa medio camuflada entre un grupo que todavía no encontraba donde quedarse y me di cuenta que miraba lo mismo que yo.

    Una chica arreglándole el uniforme a su adorado Kasun.

    All of them are just the exact same, don't you think? —dije tan bajo como me lo permitió el ruido ambienta cuando alcancé a revolverme en el grupillo, de forma que pude llegar a la mocosa—. La rubia parece más rígida que una tabla, pero aún así creo que se le puede partir el corazón. Tú juega, niña, porque hace tiempo no le debes lealtades a nadie.

    —No es que me haya sentado a esperarlo —resolvió, extrañamente furiosa, y me dejó hablando sola antes de buscar otro sitio por ahí donde sentarse.

    Mi alma del desastre había estado al borde de preguntarle si no quería acompañarme con el par de tontos, pero ella se anticipó y prefirió eliminarse a sí misma la posibilidad. Por demás me dio un trozo de información ambiguo, inconexo, pero vital y me bañé en la satisfacción que me significó. Incluso si no me daba un nombre, lo que estaba insinuando era que estaba haciendo el imbécil.

    Ah, pronto tendría todas las piezas para despedazarle el teatro si quería.

    Era un trabajo de paciencia, como toda buena venganza.

    En todo caso, salí del grupo donde me había camuflado por ella, recorrí el espacio otra vez y acabé acercándome a Kasun y Allen como si nada. Me colé en su espacio, entrelacé las manos detrás de la espalda y antes de sentarme o cualquier cosa hablé desde arriba.

    —¿Puedo quedarme por aquí? Ya que somos compañeros de clase y eso.


    ¿Qué si estaba interrumpiendo? Me importaba exactamente lo mismo que parecía importarle a Kurosawa liarse a este un día y desaparecer al siguiente, básicamente: nada.

    :shani:
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido city gakkouer

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    Reanudé la corbata, organicé su cuello y deslicé la yema de los dedos por su dorso, alisando ligeramente la tela que miraba fuera de lugar hasta abndonar el tacto. Zold me mostró los dientes en una sonrisa y apreté los labios un poco, sujetando mi botella de agua para destaparla, sin embargo al intentar abrirla sentí que la fuerza egercida no era muy útil, pedí su ayuda en un murmuro y como todo caballero no tardó en solucionar el problema. Bebí un trago y me recosté sobre su hombro.

    —¿Y crees que todo sea sobre un evento de música?

    —Supondría que sí, o alguna obra de teatro.

    Observé por un rato al muchacho que tocaba la trompeta, me recordaba los eventos de música en Canadá a los que mi madre le gustaba ir, esos de música clásica que se presentaban cada cierto tiempo y compraba las boletas con antelación, fue entonces que la voz de otra chica se deslizó en nuestra cercanía, giramos la cabeza ambos para llegar a ella. Repasé sus pintas al saber que era una chica de la clase, la miré solamente, Zold si la saludó con la amabilidad de costumbre y asintió a su solicitud, por lo que no había ni como negarme. Torcí los ojos con simpleza, regresando la vista al frente.

    —No te pregunté pero, ¿te molesta que se quede? —murmuró, ajeno a la mirada que le hice a Akaisa.

    —No, no pasa nada —recosté mi cabeza en su hombro, de nuevo.
     
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    Amane

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    Sabía perfectamente que mi pequeño desliz no iba a pasar para nada desapercibido, pero también sabía que los chicos serían lo suficientemente considerados como para no hacerme sentir mal por ello. Realmente tampoco me importaba demasiado si se colgaban de la broma, aunque para ser completamente honesta, fue Haru el que acabó llevándose la peor parte de toda la situación. Me encogí de hombros cuando Kohaku me dirigió la primera pregunta, sonriendo de una manera que pretendió hacerle saber que no me parecía del todo mala idea si decidían usar sobreros con plumas, y después no pude hacer nada para evitar dirigir toda mi atención hacia Haru, junto a los otros dos.

    —Debo añadir que creo que os veríais muy guapos así vestidos —sentencié justo después del comentario de Kakeru, con toda la solemnidad que pude encontrar en mi ser.

    Kohaku fue el que me respondió a la pregunta que les devolví, haciendo que lo mirase con una sonrisa amable mientras asentía con la cabeza, y apenas el chico terminó de hablar, sentí que Kakeru pretendía llamar mi atención al picarme el brazo. Me giré hacia él prácticamente al instante, curiosa por saber que quería decirme, y, una vez más, no pude reprimir el gesto de sorpresa que me permeó el rostro al saber de lo que se trataba. Busqué a Kohaku de reojo, sin saber muy bien hasta qué punto podía contar, pero, después de un par de segundos pensándolo, decidí que lo mejor era ser sincera.

    >>Oh, bueno... hace bastante fresco hoy y pensé que seguramente Annie acabaría sudando después de bailar, así que la he traído para que se seque y evitar que se enferme... —expliqué, bajando la mirada hacia la toalla en cuestión a mitad del relato, y comencé a juguetear con mis manos sobre el regazo después, algo nerviosa—. ¿Creéis que es demasiado? No quiero avergonzarla, pero también me preocupa un poco...

    me gustaría tanto ser emi ahora mismo, rodeada de estos muchachotes
     
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  15.  
    Zireael

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    De verdad es que esto parecía una sitcom de lo más barata, solo le faltaban las risas y los aplausos, porque qué puta risa. En lo que me acercaba la rubita le había pedido a su caballero que le abriera la botella, le había recostado la cabeza en el hombro y básicamente estaba haciendo todo lo que seguro tenía a Shiori vomitando las bilis, allá donde se hubiese sentado, con lo posesiva que podía ser.

    A mí me había abofeteado por mucho menos que lo que estaba haciendo esta chica.

    Kasun parecía vivir en un eterno piloto automático o simplemente aborrecía lo suficiente el conflicto para reaccionar de otra manera que no fuese, bueno, cordial y aburrida. Incluso Mason parecía ser un poco más resolutivo que este muchacho y eso era mucho decir, tan siquiera había sido capaz de mostrar fastidio cuando le mencioné a Shimizu hace días. No sabía si este chico habría sonado molesto en sus, ¿qué? ¿Diecisiete años de vida?

    No le preguntó a la chica si le molestaba, acabaron cuchicheando y yo recogí mi falda para poder sentarme de manera que pudiese observar el patio. Gaspar estaba metido en el trance de su vida, para qué mentir, y notarlo me hizo la debida cuota de gracia aunque solo me permití la sombra de una sonrisa. Ya lo molestaría otro día, claramente.

    —¿Y les gustan esta clase de eventos? De música y tal.

    Fue una pregunta de rutina, para matar tiempo y porque obviamente no iría a preguntar otras mierdas bastante obvias. No a ella, quería decir.
     
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  16.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido city gakkouer

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    Estaba tremendamente acostumbrado a las manos de Gen arreglándome el uniforme, o cualquier contacto fisíco que ejerciera conmigo, al igual que yo sobre ella. Era una amistad de muchos años, podría decirse que le tenía mucha confianza y le quería lo suficiente como para no mostrarme precavido como lo había hecho con alguna otra en algún momento, por lo que pecaba de inocente de que Kurosawa nos estuviese viendo desde algún lugar, porque no le tenía malicia a Allen de ninguna forma. Me dejé hacer, destapé su botella de agua y entre tanto la voz de Akaisa la reconocí con una facilidad absurda.

    Le sonreí sin demora y Gen regresó su cabeza a mi hombro.

    —No realmente, pero es algo que no se ve muy seguido —respondí en lo que ella se sentaba a mi otro lado—, ¿a ti?

    La música continuaba reboloteando, me pensé en si destapar el bento o esperar un rato más, dudaba que Gen hiciera especial charla, por lo que continué proponiendo plática a Katrina, porque no me desgradaba en lo más minímo, la consideraba mi compañera de clase y le tenía cierta estima debida a la ayuda que nos había dado en la casa de Craig, y también en el salón de arte con lo del proyecto.

    Tenía una imagen distinta de ella, por mucha pinta gótica que se cargara encima.

    —¿Y ya almorzaste?
     
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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Alethea 2.png

    No era una persona que se fijase demasiado a su alrededor, pero aquel día estaba siendo prácticamente imposible no notar que algo especial estaba sucediendo. No tenía ni idea de lo que era, pero tenía que admitir que me dio algo de curiosidad el asunto y acabé por seguir a la masa de alumnos durante el receso, hasta llegar al patio norte. Una vez ahí, fue cada vez más fácil ir imaginando a qué venía todo el alboroto, aunque no lo suficiente como para tener una imagen realmente clara, y la curiosidad solo acabó por crecer en lugar de disminuir, lo que hizo que quisiera quedarme a descubrir más al respecto.

    No distinguí muchas caras conocidas entre la multitud, aunque aquello tampoco era una gran sorpresa teniendo en cuenta lo poco que me relacionaba con los demás, pero después de un rato fui capaz de descubrir a alguien con quien sí había podido hablar hacía poco. La chica estaba sola y pensé que no podía ser mala idea acercarme; el susto que ambas habíamos pasado durante el campamento era la excusa perfecta para considerarnos, como mínimo, algo más cercanas, ¿cierto?

    —Pierce-san, buenos días —la saludé con una sonrisa tranquila en cuanto llegué a su lado—. ¿Qué tal todo?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    —Ya quedamos, entonces —resolvió Kohaku tras el comentario de Emily, con la sonrisita inocente de siempre, y me vi venir que agregaría la estupidez de turno—. Si Emi-chan dice que nos veremos guapos, no podemos hacer otra cosa, ¿cierto?

    —Cierto —concordé, asintiendo, porque a veces nos parecíamos bastante.

    Mi pregunta no le dejó margen de improvisación a nadie. No comprendí la sorpresa inicial de Emily ni por qué buscó a Ko con la mirada, tampoco la razón de que el chico soltara el aire por la nariz y se encogiera de hombros, como diciendo "qué más da". Era muy simple, en verdad, Anna iba a bailar y Emily no quería que se enfermara. Era simple, pero... El pecho me punzó, fue desagradable, repentino, y desvié la mirada al perímetro delimitado con cinta roja. El trompetista, la pianista, los equipos de sonido. Me tomé el paseo para calmarme, siendo honesto, porque de un momento al otro Anna iba a bailar frente a todos nosotros y no sabía si estaba listo. Sonnen había escrito un cartel gigante en la pizarra.

    No sabía si estaba listo.

    Todas las veces que había bailado para mí, ¿y ahora?

    —Ah, claro. —Esbocé una sonrisa floja al regresar la mirada a Emily y disimular el agobio como un campeón—. ¿Demasiado? No, no creo. Sólo quieres cuidarla, es muy lindo de tu parte.

    Haru había mantenido la atención sobre nosotros y Kohaku se paseaba de aquí allá. Me había ocultado parte de la información adrede y, aún si entendía sus razones, también comprendía que saberse descubierto no era lo más cómodo del mundo. Me llené los pulmones de aire y exhalé lentamente, pellizcando briznas de hierba entre mis dedos. Anna iba a bailar. Era... me costaba definirlo, pero no era enteramente malo. No podía serlo.

    No tenía remedio.


    same sister, same

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    Hubert mencionó que planeaba leer mi recomendación en el transcurso del fin de semana y mi sonrisa, cordial, se ensanchó ligeramente con algo parecido al entusiasmo. Los libros eran mi único puente de conexión con el mundo, me proveían los refugios a los cuales acudía sin siquiera saber que los necesitaba. Hablar de ellos, por ende, era una de mis actividades favoritas, y de lo que más disfrutaba del club de lectura. Hubert me había hecho una introducción apropiada del relato durante el campamento, y más allá de que el desarrollo posterior y la prosa del mismo habían sido amenas y satisfactorias, había algo en particular que quería hablar con él. Algo que, incluso conociéndolo poco, me había evocado su persona por completo.

    A través de los libros me era más sencillo entender a los demás, quizá.

    —Cuando tú quieras —accedí, con suavidad.

    Luego se encargó de presentarnos con su amigo, quien al parecer iba a tercero. Deslicé la mirada a él y asentí ligeramente tras recibir sus palabras.

    —El gusto es mío, senpai —contesté, sin perder la amabilidad pero regresando, quizás, a la cortesía inicial.

    No vi necesario decir más nada y tampoco me apeteció especialmente, podría incluso haberlos dejado solos siendo que su relación parecía más estrecha y Dunn aparentaba sólo haberse acercado por el muchacho, pero esos detalles no tendían a preocuparme y, de todos modos, comencé a notar cierto revuelo alrededor.

    —Parece que está por empezar —murmuré, fue más un pensamiento en voz alta, con la vista puesta en el escenario improvisado.


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    Me había quedado mirando a Gaspar como imbécil, entre la música que me relajaba y el cansancio que de por sí me dejaba el cerebro medio inútil. La voz a mi lado me hizo parpadear y reconectar de un momento al otro. Giré el rostro, dando con Alethea, y le sonreí con dulzura tras asentir con la cabeza, regresándole el saludo.

    —Hola, linda. Todo muy bien, ¿y tú? —Solté una risa de nada al echarle un vistazo al despliegue frente a nosotras—. Supongo que las dos vinimos a curiosear lo mismo, ¿no? Difícil ignorarlo, de todas formas. Sólo les faltaron las marquesinas y las flechas con lucecitas.

    Era una broma, por supuesto. Esta clase de eventos, por pequeños o superficiales que fueran, siempre me habían gustado. Por eso me había empeñado en asistir al campamento, también, así como insistía en visitar todos los festivales posibles con los niños. Ver el movimiento de gente y la alegría generalizada de un ambiente tan relajado me hacía bien.
     
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  19.  
    Zireael

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    Si un día alguien me ponía a llenar un álbum de veces en las que un imbécil en que una amistad se iba a la mierda solo por ser incapaz de filtrar emociones, bueno, tendría dos situaciones vista de primera mano pero era hasta estúpido que pasara dos veces. Cada uno podía darme el mejor argumento de su vida, daba igual, pero siempre había uno demasiado consciente de las cosas y otro que, bueno, parecía no enterarse de una mierda por obvio que fuese.

    La falta de respuesta de la rubita solo siguió confirmando cosas, supuse. Igual tampoco me interesaba demasiado formar lazos con otras chicas como ellas no parecían interesadas en formarlos conmigo por obvias razones.

    —Me gusta el arte, ¿recuerdas, Kasun? Así que sí, incluso si no toco instrumentos o bailo o nada de eso, me gusta verlo.

    Mi respuesta fue sencilla, seguía con la vista puesta en el frente y empecé a arrancar briznas de césped a los lados de mi cuerpo sin darme cuenta. De no haber tenido eso era posible que hubiese acabado comiéndome las uñas, como siempre.

    —Comí algo rápido antes de venir aquí, sí —mentí sin más.

    Habría regresado la pregunta, pero había visto el bento comprado de la cafetería desde antes así que no hacía falta.
     
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  20.  
    Bruno TDF

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    En la unión de mis párpados y gracias al cristal sombrío de las gafas que siempre portaba sobre mi rostro, la penumbra surgía con brutalidad para envolver hasta el último bastión de mi ser. Era esta oscuridad la forma más pura de mis terrores, la ceguera que me dirigía guiños sugerentes con sus globos oculares carentes de vitalidad. Pero podía surfear, sin temor, a través de mil flechas negras cuando vaciaba los pulmones en forma de notas o en la instancia de mis dedos desgastándose entre instrumentos, dibujando pistas sonoras. Con la música, se extinguía lo malo y también lo benevolente. Cualquier frontera era desvanecida en fantasmales estelas de polvareda, se producía un vacío donde el instrumento y yo manteníamos una cordial combustión, de índole estelar. Era el centro de un sistema solar que explotaba y alcanzaba a los demás.

    Tras la nota final de mi trompeta, se produjo un estruendo. Inconmensurables cantidades de manos colisionaron de forma incesante, componiendo un masivo aplauso. Mantuve los ojos aún cerrados cuando desprendí el instrumento de mi boca, dejándome embargar por la sensación. Sin verlos, podía imaginar sus expresiones, sus movimientos, mezclados con la nieve de San Petesburgo. Un suspiro se escurrió desde la fosa más profunda del alma, siendo imperceptible entre tanta vorágine. No podía ceder lugar a la melancolía en un momento tan crucial... Por lo que seguí adelante.

    Abrí los ojos. Como una sábana de agua vaporosa, las nubes grises continuaban abrigando el cielo. Al comprobar la ausencia de estruendosa luz solar, me permití retirar los lentes de mi semblante. Miré hacia el público con expresión calma. Los estudiantes componían una multitud destacable, y entre ellos reconocí el oscuro fuego de Pierce y a Katrina, que apuñalaba el mundo con su destello azul. Me giré hacia Fiorella y Abigail. No les dije nada, me mantuve quieto, pero todo fue comunicado sin hacer uso de las palabras: debían estar listas, porque ellas también serían las protagonistas.

    Dejé las gafas pendiendo del cuello de mi camisa, me acerqué al micrófono y le di tres golpes leves. Mi uña estrellándose contra el aparato desplegó en el aire un tridente de sonidos profundos y retumbantes, con los que se calmaron las conversaciones desatadas entre el gentío y los resabios de aplausos. Siguió un silencio plagado de miradas. Me incliné sobre el micrófono y desplegué mis labios, en la promesa de unas palabras... Éstas no llegaron, sino que construí más silencio. Los presentes espectadores posaban las pupilas en mi dirección, sin ser conscientes de que todo esto consistía en pura distracción, cumplían mi orden silenciosa de que miraran hacia el cerezo... Frente a sus ojos apremiantes alcé con lentitud una mano, y a igual velocidad señalé hacia adelante. Hacia el público mismo.

    Era la señal.

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    Continúa en el próximo post, de Belu

     
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