Pasillo

Quizás debía ser más cautelosa con algunas cuestiones, como el hecho de que estaba aquí caminando en medio de dos chicos de tercero como si nada, pero no era el caso. Me acoplé al ritmo de ambos cuando se dispusieron a seguir andando y Craig le dio un rato a su amigo por si quería decir algo, pero no lo hizo a pesar de que había preguntado por él como si no estuviese presente.

Al final fue el albino el que contestó entonces, encargado de su introvertido personal, y mientras iba hablando sonreí para mí misma. Que los club, que ya no andaba tan perdido y no sé qué.

—Depende del club, supongo. Igual están los de deporte, el de arte y no sé cuáles más —añadí sin motivo particular—. Algunos suenan más funcionales que otros, pero pues si existen es para adaptarse a los intereses de los estudiantes, creo.

Poco después del añadido de que ya no estaba tan desorientado sentí la mirada el chico encima, ni siquiera fue directa, si acaso reparó en mí con el rabillo del ojo. Todo para decir tan pancho que ahora sí sabía dónde estaba la oficina de la directora por si debía acusarme, la estupidez me hizo reír y después suspiré con cierto dramatismo.

—Confiaba con que no averiguaras dónde acusarme hasta el fin del año escolar —respondí con un dejo de diversión en la voz cuando alcanzábamos las escaleras hacia la planta baja—. Supongo que no me quedará más que ser una estudiante modelo de ahora en adelante, ¿o sí?

 

La sucesión de palabras de Anna logró causarme tanta gracia como curiosidad, ambas sensaciones bastante visibles en mi rostro a medida que ella seguía hablando; al final decidió que me lo contaría después y yo solo pude asentir con la cabeza, dejando escapar una última risilla ligera por toda la situación. Viendo su actitud al respecto, imaginaba que era una buena noticia, así que podía esperar sin problema a que estuviese lista para contármelo. También me achuchó las mejillas cuando me empecé a preocupar por el lugar del almuerzo, lo que en un principio me sorprendió, claro, pero al final tanto el gesto como sus palabras lograron el objetivo de aliviarme.

Lo que hizo después de eso no me molestó especialmente, pero sí que consiguió avergonzarme lo suficiente como para preferir no pensar demasiado en ello.

Encontré a Karou con facilidad, a quién saludé con una sonrisa en cuanto se nos unió en el pasillo, y por el momento preferí esperar a que ambas chicas se presentasen antes de añadir cualquier cosa a la conversación. A Karou se le notó la emoción de ver que había venido a buscarla, tal y como le había dicho que haría, a Anna se le notó la emoción por tener la oportunidad de conocer a alguien nuevo, y yo ya me sentía feliz por poder presenciar aquello.

Mientras las chicas conversaban de sus respectivas mechas, sin embargo, alguien más apareció en el pasillo para saludarnos y... en fin, de ahí la cosa escaló un poco. Fue Hubert el que se nos había acercado, a quién saludé de vuelta sin demasiado problema, y no mucho después Altan también apareció en escena, lo que provocó que me tensase ligeramente por la expectativa. Anna me había acabado contando un poco sobre su situación con el chico y, bueno, a pesar de no querer meterme demasiado en su relación, no podía negar que, como su amiga, no me agradaba nada lo que estaba pasando.

Sin poder evitarlo, me quedé observando la escena en silencio, y después no tuve demasiado reparo en despedirme de los dos chicos para continuar nuestro camino inicial hacia el invernadero. A medio camino alcanzamos a Anna, quien por supuesto se disculpó por lo sucedido, y yo no tardé en asentir con la cabeza cuando Karou se adelantó para confirmar que no pasaba nada.

—No te disculpes por nada, Annie —sentencié, solemne, para inmediatamente después acercarme aun más a ella y pasarle un mechón de pelo por detrás de la oreja, con un movimiento suave—. En el invernadero estaremos tranquilas, por si quieres hablar de ello... —murmuré, procurando que aquella parte solo la escuchase ella de momento, y le dediqué una sonrisa sincera antes de volver a tomar algo de distancia para poder hablarle a ambas—. Creo que te mencioné el invernadero durante el campamento, Karou, ¿no? Como dice Annie, paso bastante tiempo ahí dentro... espero que te guste, porque lo cuidamos con mucho cariño. ¡Ah! Y traigo un montón de comida, así que capaz ni tenemos tiempo de hablar con todos los platos que vamos a tener que comer.

 

Intenté mantenerme enfocada en la realidad, de veras que sí, pero la cabeza me iba cada vez más rápido y hacía demasiado ruido. Oí tanto a Karou como a Emily intentando tranquilizarme e incluso asentí ligeramente, pero no podía decir que sus palabras me hubieran alcanzado. La pequeña secuencia del pasillo se mantuvo en bucle frente a mis ojos, en mi cabeza, y tras alcanzar la planta baja contuve el impulso de bufar. No quería incomodar a Karou, la verdad.

—¿Quieren algo de tomar? —ofrecí con voz plana, ya caminando hacia la máquina.

Me tomé el camino para recoger las bebidas y el de regreso para juntar mi mierda y barrerla bajo la alfombra, así fuera a patadas. No quería arruinar el almuerzo ni olvidar la emoción que había sentido cuando Emi me invitó, cuando dijo que me presentaría a una amiga suya. Quería... ser esa persona. No esta.

Había acabado comprando un zumo para cada una, incluso si me hubieran dicho que no. Los repartí con un leve "aquí tienen" y me colgué de la conversación para intentar volver a la normalidad. Emily estaba diciendo que había traído muchísima comida y esbocé una sonrisa floja, mirando a Karou.

—Ah, sí. Además de jardinera, Em es nuestra mamá también —bromeé, girando el juguito entre mis manos—. Cuando pruebes su comida no querrás volver a comer otra cosa, te lo juro por Diosito.

 

Llevaba días con la idea pegada en la cabeza, la conversación con Ko había sido solo una pausa, después habían caído los consejos del viejo, otra pausa con el campamento, y después de regresar mi tren de pensamiento volvió a los rieles que seguía desde hace días. La conversación con Ivanova solo terminó de darme el impulso, así que ayer en la noche cuando iban a dar las nueve y algo hice la llamada correspondiente para convocar al par de estúpidos.

El resultado no fue el que esperaba, pero sí el que necesitaba y con eso era suficiente. Por el momento no me quedaba más que confiar en la capacidad de Sonnen para solucionar sus mierdas, porque de ello dependía una parte de mi plan incluso si no culminaba en nada. Era una cagada tener que confiar en los tiempos del cuervo que en esencia eran bastante caprichosos, parecía olvidarse del mundo tres de cuatro veces e incluso cuando no lo hacía su poco apego hacía ruido y que yo lo señalara ya era bastante grave.

Había llegado a la academia relativamente temprano, pero antes de entrar me quedé afuera en un punto lo bastante apartado para que nadie me pusiera demasiada atención. Le di una pitada al porro, minutos más tarde le di la segunda y lo apagué, cuando regresé los ojos al flujo de gente fue que noté la silueta de Sonnen entre las demás. Oscura, alta y con cara de que seguro un búho había dormido más que él, lo miré sin molestarme en disimularlo y el imbécil apartó la vista.

Más te vale arreglarlo, pensé.

Arreglarlo bien.​

Me quedé un rato más afuera, así que cuando por fin me decidí a entrar vi la comitiva que habían formado la albina amiga de Vólkov, Mason, Alisha y Fujiwara, pero me revolví con un tumulto de estudiantes con tal de pasar de largo. Decían algo del club de judo, así que de todas maneras no era algo que tuviese que ver conmigo, porque me metías a artes marciales y seguro me moría por esfuerzo físico nada más.

Cuando me liberé de la fiesta de la entrada seguí hacia el pasillo, ni siquiera había visto a Sonnen meterse en los baños, solo me quedé allí y abrí una de las ventanas. Observé el paisaje, respiré con calma unos segundos y saqué el móvil para ojear algunas cosas en Instagram, mataría algo de tiempo antes de comerme las horas de clase de la mañana.

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rellenazo puro y duro que iba a aventar pero postergué por la fiesta en los casilleros

 

Estaba por sacar el almuerzo cuando noté que no tenía nada de tomar, me acordé que en casa se había quedado la botella de agua que estaba junto al bento y suspiré con pesadez. Había mandado a Rowan solo al sauna para no tener que salir de la clase, pero tampoco iba a atragantarme con el almuerzo así que me levanté de mala gana y decidí bajar a la expendedora que estaba por la cafetería, pues porque ni modo.

Apenas salí al pasillo de la tercera planta noté a Akaisa mirando por una de las ventanas, pero dejó de hacerlo casi al mismo tiempo que reparé en ella y cuando me reconoció algo pareció a la confusión o a la molestia le recorrió el semblante. Me quedé en mi espacio, la enana se acercó y la miré desde arriba con cierto aburrimiento.

—¿Asumo que Rowan está aquí? —preguntó sin siquiera saludar.

—Asumes bien, cariño —le contesté con cierto aire sardónico—. ¿Qué pasa? ¿Esperabas que te lo contara? Se ven solo para darse como cajón que no cierra, una cosa no implica la otra, creo yo.

—Joder, no tengo idea de cómo te soporta. Me da igual, Rowan puede hacer lo que le salga de las pelotas.

Lo dijo como si fuese cierto, pero había algo de molestia en su tono de voz y aunque quise contestarle la verdad fue que no me dio tiempo. El minion se largó de vuelta a su clase sin decirme nada y yo retomé la marcha hasta la planta baja.

Ya allí saqué algunas monedas del bolsillo, las inserté en la máquina y presioné el botón para una limonada porque me acordé de la que me había dado Pierce el día anterior. La botella cayó, así que me incliné para tomarla y al erguirme la abrí para darle un sorbo antes de disponerme a regresar al salón.

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Insane ahí queda Tora sin supervisión de un adulto, otra vez

tremendo doble post ajsbde

 

La voz que escuché luego de haberle dado el trago a la limonada, el comentario más bien, me hizo suspirar con un hastío que no me molesté en disimular. Mira que yo solo había salido a comprar algo de tomar para volver al salón, pero ya en el camino me había topado a Akaisa y luego con el metiche de turno; a este paso nadie podría culparme de repetir el incidente Bernard antes del fin de semana.

Me alcanzó la disculpa de su acompañante, más o menos, me encogí de hombros y no pude mantener la boca cerrada ya de entrada. Yo no me metía en los asuntos de la gente en tanto no se metieran con los míos, pero no faltaba una espina en el pie, de verdad.

—Sería excelente si te lo hubiese preguntado —apañé mirando al tipo directamente, con solo eso me di cuenta que no hacía falta andarme con sutilezas y si la rubita andaba con él, bueno, era muy su problema.

En ese sentido era la misma lógica que aplicaba conmigo y Rowan, él se veía normal y lo que la gente pensara al verlo conmigo era un efecto colateral que solo debía soportar. Cada quién se mataba como le daba la gana, punto.

 

Cerré la botella, la sujeté por la tapa y dejé caer el brazo a un costado del cuerpo, balanceando el objeto como si fuese un péndulo. ¿Esperaba una respuesta? Un poco sí, porque el señorito aquí presente ya había hablado sin que se lo pidieran y asumí que lo seguiría haciendo, así que quería averiguar hasta dónde le llevaba el tocahuevismo. La dichosa respuesta me sacó una risa nasal, fue de burla y de nada más.

—Y tú pareces de la mala vida, pero no es mi asunto, ¿cierto? —apañe sosteniendo su mirada sin problema, porque a mí también me daba igual si no me lo habían preguntado.

Como fuese, giré el cuerpo después que me soltara la palabra en lo que sonó como francés y seguí con mis cosas. Antes de estar demasiado lejos alcé un poco la voz, tragándome la gracia.

—Suerte con el Akuma, Rubita.

Busqué el ascensor, entré y regresé al salón para poder comer en paz. De verdad que el montón de imbéciles de esta escuela parecían empeñados en probar mi paciencia.

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pero las risas no faltaron (???

 

Contenido oculto: me musicalizó el mess y me puso h-

En los segundos que me llevó pillar las monedas e incorporarme llegué a notar la cara de Dunn de soslayo. No escuché lo que dijo, tampoco hizo falta. Me retiré con la sonrisilla danzando en mis labios, divertida, y el gesto se desvaneció apenas puse pie en la cafetería. Ugh, cuánta gente. Pasé junto a la máquina y seguí de largo, prefiriendo probar suerte con la del pasillo. La encontré vacía, me sonreí y procedí sin complicaciones. Había introducido las monedas donadas por Cayden y estaba por elegir las bebidas cuando una mano se estampó en el vidrio, junto a mi cabeza. Era masculina.

No me sobresalté, a decir verdad. Deslicé la mirada con un ligero presentimiento y mi sonrisa se ensanchó, complacida, al confirmarlo.

—Something to confess, darling?

La voz de Joey vibró en un tono bajo, ácido, y el énfasis que le propinó al apodo me hizo entornar la mirada.

—No sé, dime tú —murmuré, sedosa, y regresé a la máquina para seleccionar los refrescos—. Parece que ya sabes la respuesta.

Se rió, aunque en cierto punto el sonido se asemejó a un gruñido y recortó aún más la distancia. Las bebidas rebotaron a mis pies, pestañeé y busqué sus ojos como si no sintiera una sola preocupación en el mundo. ¿Sabía de lo que hablaba? Por supuesto. Había esperado, de hecho, que lo descubriera. Podría haber cubierto mis rastros y no lo hice. Así era más divertido. Le sostuve la mirada, lucía realmente molesto y la sonrisa, irónica, le descubrió la dentadura.

—Hija de puta —soltó junto a su respiración, teniendo la revelación del siglo, al parecer—. Por esto me llamaste, ¿no?

¿Por esto me había acostado con él? Pues sí. Había reunido los fragmentos de información suficientes desde aquella conversación que no debía haber escuchado en la azotea.

—No te pongas así —me mofé—. Igual la pasamos bien, ¿no~?

Me agaché por fin para recoger las latas y él soltó el aire por la nariz, claramente molesto. Arrastró su cabello hacia atrás y aguardé, asumiendo que querría, no lo sé, ¿pedirme discreción? Ya no le quedaba mucho para hacer, de todos modos.

—¿Por qué coño te interesa, igual? —cuestionó, exasperado.

Lo sopesé algunos segundos y al final me encogí de hombros, repiqueteando las uñas en una de las latas.

—Te lo dije, ¿no? Estaba aburrida. —Joey bufó, desviando la mirada al pasillo, y una risa vibró en mi voz—. Tranquilo, guapo, no es como si planeara enviársela a Dios y el diablo... Not now, at least. It's good, anyway. Didn't expect less of you~

Se sonrió sin gracia, removiéndose, y seguí cada uno de sus movimientos con una satisfacción ridícula. No creía que le preocupara proteger a Pierce, no luego de ver su intercambio pasado, y aún así estaba claro que haber perdido el control de la situación lo alteraba. Poor thing.

Pues haber borrado la evidencia, ¿no?

—Eres un puto peligro —repitió, pareció asimilar la idea y meneó la cabeza—. Un puto peligro, Morgan.

—Well, thank you~ —Me miró de soslayo, volviendo a mofarse, y me preparé para irme—. No te estreses tanto, no hace falta. Y si tanto te preocupa lo que vaya a hacer, piensa en qué puedes ofrecerme para contentarme~ I'm pretty simple, you know it.

No atinó a responderme y giré sobre mis talones, pretendiendo hacer el camino inverso de regreso al patio. Ah, ver a Joey incordiado era realmente una delicia, de esas que no se gozaban a menudo. Y ¿qué había hecho falta? Un mensaje de texto, algunas cervezas y una contraseña memorizada.

So, so easy.

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como me va el mess, Joey queda ahí a disposición del público uwu7

 

Quizás nunca me había parado a pensarlo demasiado porque sabía que Riamu siempre estaba ahí, pero lo cierto era que en aquella semana me estaba dando cuenta de lo mucho que me había acostumbrado a su presencia en mi vida. No era la primera vez que la chica tenía que irse de viaje a algún sitio durante una temporada relativamente larga, pero sí lo era desde que nos habíamos transferido al Sakura y, bueno, digamos que la echaba un poco de menos; especialmente, durante los recesos.

Aquel día había decidido pasarlo como los anteriores, realmente, y eso se traducía a almorzar tranquilamente en mi pupitre, dentro del aula. A lo mejor podía parecer algo triste, pero para mí no lo era en absoluto; a pesar de todo, seguía disfrutando de la calma que me ofrecía aquella soledad. Sin embargo, parecía que había estado algo distraída aquella mañana y no me había metido la botella de agua en el bento, lo que significaba que iba a tener que bajar a la cafetería para comprarme algo de beber...

Bajé las escaleras cuando ya no me quedó más remedio que ir, habiéndolo postergado ya el suficiente tiempo, y a decir verdad, lo último que esperé encontrarme fue a Joey plantado junto a la máquina expendedora del pasillo. A medio camino había decidido que prefería comprarme algo de ahí, con tal de evitar la cola y el bullicio del interior de la cafetería, y el haber visto un rostro conocido en la zona de mi objetivo se sentía casi como una señal de destino.

—Buenas tardes... ¿Joey? —usé su nombre de manera tentativa, no queriendo pecar de confianzuda (y tomándome algunas confianzas aun así, teniendo en cuenta todo lo que había pasado en el campamento), y le dediqué una sonrisa suave—. ¿Vas a comprar algo?

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Gigi Blanche ups, se me escapó alguien

 

La hija de puta me la había jugado, ¿eh? Y yo aquí, creyendo que de repente había recordado cómo era ser sociable. Morgan iba y venía, era así desde que la conocía, no habría tenido forma de olerle las intenciones ni practicando magia negra. Le volabas un hospital al lado o le fusilabas un crío y no se inmutaba, pero un día amanecía con ganas de sembrar caos y te robaba la puta foto del siglo mientras dormías tras dejarte knockout de una follada. Era una hija de puta, punto.

Lo peor era que siquiera se había esmerado en cubrir sus rastros y descubrí la estupidez de casualidad, repasando mis chats viejos de puro aburrimiento mientras almorzaba. No recordaba haberle enviado una foto, entré y el pan por poco se me resbaló de las manos.

¿Qué opciones me quedaban? Ya había tenido tiempo de hacerle treinta copias de seguridad si le había dado la putísima gana. Me la había jugado, me había cagado y ahora, ¿qué? Pierce me importaba una mierda, sólo no me apetecía volver a comerme la bronca de su amiguito gánster ni jalar tanto los hilos. La cabrona me había amenazado, su seriedad me había alcanzado el hueso y anda, mira que me serviría de excusa decir "no fui yo, la pirada de mi amiga se envió la foto ella solita". Aún si me creían, les importaría una mierda.

Una ola de ira me bañó el cuerpo. Fue espesa, fría, y me activó los músculos endurecidos. Tuve suerte de encontrarla en la planta baja, o quizá no, porque obviamente la conversación no llegó a nada y me dejó aún más irritado que antes. Tuve que verla irse, frustrado, y me rasqué el cabello casi con violencia. Tenía la mandíbula tensa y mascullé por lo bajo, en un inglés grave, casi gutural.

Buenas tardes... ¿Joey?​

La voz provino de un punto intermedio entre mi costado y mi espalda. Maldije todos los dioses conocidos, solté el aire por la nariz con fuerza y la miré; era Alethea. Le lancé un vistazo a la máquina, advirtiendo que la estaba obstruyendo, y retrocedí un paso.

—No —respondí en voz baja, y me forcé a menear la cabeza para que mi reacción no fuera tan monótona—. No, disculpa. No te había visto.

 

Parecía que no había pillado al chico en su mejor momento, pues mi saludo le sacó una reacción que para nada se correspondía con lo que ya había conocido de su actitud; también era cierto que había hablado muy poco con él, no sabía si lo suficiente como para llegar a aquella conclusión de manera tan precipitada. En un principio, de todas formas, no tuve intención de comentar nada al respecto y simplemente le murmuré un 'no pasa nada' mientras me adelantaba en el espacio que me había otorgado.

Compré una botella de agua, me agaché para recogerla y, una vez tuve la misma entre las manos, me giré lo suficiente para poder mirar al chico a los ojos. Ciertamente, había pensado que era mejor no decir nada más allá de lo necesario, pero luego pensé que Ri lo conocía, que era amigo de Jack y que a mí me había ayudado durante la prueba de valor, así que quizás no podía ser tan mala idea mostrar un poco de interés, ¿cierto?

—Uhm... no quiero meterme donde no me llaman, pero no tienes muy buena cara —murmuré, ladeando apenas la cabeza en un gesto de cierta curiosidad—. ¿Te gustaría ir a la enfermería?

 

Tras dejarle el espacio a Alethea, hundí la mano en el bolsillo y saqué el móvil, echándole mi peso a la pared. Tanteé el chat con Morgan sin un plan concreto, me pregunté si debía decirle de todo esto a Alisha y al final no hice nada. Solté un bufido pesado. Iba a caerme con la bronca, ¿cierto? Y me la tenía merecida. En cualquier caso ahora mismo llevaba las manos atadas, había visto la notita tan adorable que la nueva le había dejado y fue cuestión de hacer dos más dos con lo que me había contado en el armario de enseres.

Las malas noticias iban a tener que esperar.

Estaba regresando el aparato a mi bolsillo cuando noté que Alethea volvía a dirigirse a mí. Sólo estaría preocupada, vaya, si parecía ser más pura que un angelito, y encima Jackie le había echado el ojo con ganas. Solté el aire por la nariz, pasándome una mano por el rostro, y se me aflojó una risa vaga, irónica.

—No te preocupes, bonita, estoy bien —murmuré, y alcé una mano en lo que viraba el cuerpo—. Nos vemos.

No estaba de humor para lidiar con demasiadas cosas y en especial no quería ir a meterme con una niña que nada tenía que ver con mi desastre. Recorrí el pasillo y desaparecí por las escaleras, de camino a... no sé, ¿la azotea? ¿Los baños? Cualquier lugar para fumar un rato.

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efe chipe-chan

 

No era ninguna experta en este tipo de cosas, pero juraría que no había que serlo para notar que el chico no estaba tan bien como decía estar. La cuestión era que, al mismo tiempo, yo tampoco era el tipo de persona que buscase indagar demasiado en los asuntos ajenos, especialmente cuando se trataba de alguien que apenas conocía de un par de intervenciones; podía llegar a preocuparme algo más que por cualquier otra persona, pero quizás eso fuese todo por el momento.

—Oh, claro —fue todo lo que alcancé a murmurar, irguiendo la cabeza de vuelta y levantando la mano para despedirme de él con un movimiento de la misma—. Nos vemos.

Lo seguí con la mirada a medida que se alejaba, sin pensar nada demasiado concreto al respecto, y dejé escapar un suspiro de nada mientras comprobaba la hora en el reloj de pared del pasillo. Retomé el camino de vuelta al aula, abriendo la botella para darle un trago al agua mientras tanto, y pensé que ojalá los problemas que el chico claramente estaba teniendo se solucionasen de la mejor manera posible.

Obviamente, no tenía ni idea de lo que estaba deseando.

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