Tenía tanta emoción adentro del cuerpo que me daban ganas de zapatear encima del pupitre y menear las caderas con tal de sacar afuera toda esa energía. ¡Y eso que hoy me había levantado bastante temprano para ensayar en la academia antes de las clases! Cuando se trataba de divertirme con algo que tanto amaba, no importaba cuánta exigencia hubiera en medio, era alguien que podría estar desplegando su danza durante todo el día. Tenía pulmones de acero, como había dicho mi nueva amiga, la fantástica Annita. Era enérgica, inquieta y le sobraba entusiasmo, algo que me parecía muy importante para llevar adelante el plan de las muestras semanales. Gaspy fue un caso un poco aparte y costó lo suyo, pero al final aceptó sumarse a la fiesta. Todo iba en viento en popa para lo del viernes, tan sólo debíamos meterle ganas a los ensayos con tal de lograr algo genial, que gustara a la gente. Por eso, cuando Sophita se me acercó para saludarme, me encontró con una sonrisa muy amplia en los labios. Negué con la cabeza frente al comentario que hizo. —Oh, mi Sophita, mi buena guía —saludé, con un buen humor super-visible—. No interrumpes nada, tu presencia suma mucho a mi día —afirmé con un asentimiento—. ¿Cómo has estado? ¿Qué milagro te trae a mi humilde mesita?
Sonreí en poco al ver las expresiones de Mark se veía emocionado, bueno en lo poco que lo conocía ya lo había visto así, yo era muy diferente claramente no siempre andaba con una sonrisa en mis labios yo simplemente era mas bipolar y no podía agregar nada mas. Me aleje de el en poco y me pare al frente de su pupitre moviendo un poco el que estaba adelante. —Pues me alegro a ver aparecido —sonreí en poco—. Estoy bien en lo que cuenta, si es que así puedo decirlo —una de mis manos que no tenia nada la apoye en la mesa, para así alzar la que tenia las cosas—. Pues ya hable con Fiorella sobre presentarte a ella y dijo que si, así que traje esto para que comiéramos en la piscina, ella me dijo que también iba a traer así —sonreí—. No tienes que preocuparte de nada. Desvié mi vista hacia la puerta, para poder volverla a el unos segundos despues. >> Por cierto se emociono mucho cuando le dije que también eras de Italia, así que imagínate que apenas te vea te hablara Italiano.
Con los dedos tamborileando sobre mi rodilla, observé el suave movimiento de la chica cuando se deslizó hasta quedar frente a mi mesa. Era como un pequeño susurro, caminaba casi sin hacer ruido alguno; bastante diferente a los zapateos y meneos con los que yo, en cambio, iba por la vida. Yo era un fanático de la energía y la explosividad, no había manera alguna de negarlo, pero... También encontraba el encanto en la calma, porque en esa paz estaba la promesa de una explosión incluso más emocionante. ¡La de sorpresas que me habré llevado cuando vi bailar a personas que se veían tan tranquilillas, hombre, qué deleite para los ojos! Por eso, cuando Sophita me dijo que estaba bien pero agregó lo de “si es que así puedo decirle”, un lado de mis labios se alzó bastante hacia arriba, la típica sonrisa de los que se traen algo entre manos. “Cuando llegue el viernes, te sentirás mejor que nunca” pensé con aire travieso. Pero no hubo más lugar para pensar en los fantásticos planes que cambiarían la vida del colegio para siempre, ¡porque el nombre de Fiorella llegó a mis oídos! Hoy era el día en que por fin nos veríamos las caras con el fantástico auspicio de Sophita. ¡Pero no sólo eso! Ambas habían venido bien provistas para un almuerzo inolvidable, ¡y en la piscina! Cuando mi compañera de clase aclaró que yo no tendría que preocuparme por nada, pues… Pues… Cerré los ojos, me llevé el dorso de una mano a la frente y me aflojé sobre la silla, entre dramático y encantado. —Oh, Sophita, creo que me voy a desmayar —bromeé—. ¿Acaso estoy por ir al paraíso? ¿Con un par de angelitas que se ocupan de que no me preocupe? ¡Uf, qué nivelazo! —con esa mini-actuación ya hecha, con la que expresé lo suficiente, me puse de pie; también apoyé las manos sobre el pupitre y la miré con carita de diversión—. Me temo que tendrás que ser mi guía otra vez y llevarme hasta Fiorellita —le dije—. Si lo pienso bien, no me quejaría si tuvieras que guiarme todos los días. >>Oh, y espero que estés lista para deleitarte con tanta "italianidad". Contenido oculto Puedes proceder a arrastrarlos
Qué barbaridad, hombre. Es martes y todavía estoy patidifuso. El show del viernes había sido un exitazo, con todo y altibajos incluidos. Annita y yo no trastabillamos ni un solo milímetro durante la presentación, bailamos con movimientos realmente precisos. Se lo debíamos al mate que nos habíamos tomado esa misma mañana. Ah, y también se logró gracias a los ensayos, ¡no nos olvidemos de ese detalle, que es muy importante! Y la gente del público fue muy participativa en general, todos esos muchachos y muchachitas me llenaban de orgullo, pese a que en el medio debí lamentar el momento incómodo de Fiorellita. Todo esto fue el tema de conversación estrella en las comidas familiares, prácticamente no hablé de otra cosa. Mi padre se descostilló de la risa porque no era la primera vez que armaba todo un espectáculo en una de mis escuelas, pero sí se sorprendió por la rapidez con que logré dominar el Sakura; mis tres tías me llenaron de preguntas, pidieron que les enseñara la coreografía y demás; y mis primitos, ay, sus ojos brillaban con tanta admiración que me hacían sentir demasiado importante, cómo los quería. Para completar esta extraordinaria semana, Annita me había pasado la canción que eligió para el show del próximo viernes. Pero esa presentación, ahora, debía esperar. El lunes fui de los primeros en llegar a la academia. Anna y yo veníamos con muy temprano para poder ensayar las coreografías en el salón de actos, lugar en el que me dediqué a esperar con un matecito recién preparado… Pero Anna nunca llegó. Le escribí bastante intrigado, porque ella no se perdería los ensayos. Ya la había notado medio tristona la última vez. No era de meterme en la vida privada de los demás, pero como se trataba de mi best fren y compañera de baile, no podía quedarme de brazos cruzados si notaba que algo no marchaba según lo esperado. Por suerte Annita me contestó... para contarme eso por lo que me quedé medio de piedra. Tenía un problema de asma que empeoró después del viernes. Yo es que sigo sin poder creerlo, de verdad. Me tranquilizaba pensar que simplemente la habían mandado a descansar y que lo cosa no parecía muy grave, al menos eso fue lo que ella me dio a entender en sus mensajes. ¡Pero igual…! No dejaba de preguntarme si el show de baile provocó esta situación… Me sentía responsable. Y como autor material del delito de “Exceso de swing”, me encargaría de echarle una mano a Annita en lo que estuviese a mi alcance. No podíamos bailar ahora mismo, ni siquiera tomar un mate juntos, pero seguíamos siendo compañeros. No la iba a abandonar. Y como muestra de ello, ¡le conseguiría material de todas las clases que se perdiese! Fui el primero en salir cuando se escuchó la campana.
Kenzo-sensei ingresó a la clase secándose la frente con un pequeño pañuelo de bolsillo que no tardó en guardar con movimientos algo torpes. Estuvo por resbalársele de las manos, sus labios apenas se movieron en un balbuceo ininteligible y finalmente alcanzó el escritorio, donde dejó caer sus cosas y suspiró. ¿Tenía calor? ¿Estaba nervioso? ¿Acababan de avisarle que debía restaurar la paz mundial? Todas eran posibilidades. —Buen día... —saludó, distraído, y se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz para leer la lista—. Uhm, ¿Hayashi-san...? Recorrió al alumnado con la vista hasta dar con la muchacha y esbozó una pequeña sonrisa. —Ah, bienvenida. Aquí solemos, uhm... Brown-san, ¿podrías ocuparte de enseñarle la escuela durante el receso, por favor? Asintió, como si se autoconvenciera de algo, y se giró con movimientos lentos para proseguir con la rutina que, al parecer, él debía pensar, repensar y volver a verificar hasta el cansancio.