Exterior Patio norte

Era un poco gracioso, pero mis conversaciones con las personas no parecían tener puntos intermedios, porque esquivaba por completo cualquier opción de charla seria desde el inicio o me atoraba en un bucle de cosas complejas como estábamos viendo aquí. Es decir, no me parecía una conversación usual entre un idiota de dieciocho y otro de diecisiete, que era lo máximo que podía tener Hubert. ¿La observación como método de recolección de datos? Parecían los artículos que revisaba mi madre.

Qué remedio.

Igual suponía que le daba tantas vueltas a la pelota porque aunque esa tendencia a ver en lugar de involucrarme me era natural, me había visto en la obligación de pulirla desde que era un mocoso. Así como a Arata me habían entrenado para observar, almacenar y conectar, para luego reproducir la información de la forma que nos fuese más útil aunque ya no lo hiciera con tanta frecuencia. Le había salvado el culo al imbécil más de una vez a punta de leer el ambiente, ¿no? Como le había dicho a Mattsson, era un sistema de seguridad.

—Supongo que sí —contesté junto a una risa a lo del nexo con la ciencia—. Hagamos un bingo Dunn-Mattsson, ponemos todas nuestras características en un cartón y así nos damos cuenta de lo que tenemos en común.

Era una tontería, vaya, pero al menos a mí me parecía que podían salir más cosas de las que uno asumiría de primera entrada. Ya era evidente que yo, como siempre y para mi desgracia, era la cara emocional de la moneda así que por ahí teníamos diferencias, pero en lo demás igual nos llevábamos una sorpresa. Aunque el bingo como que ya lo estaba haciendo mentalmente.

Como fuese, cuando tomé la pausa para atender al cerezo noté la atención de Hubert encima y seguí a lo mío. Desde que Ko me había contado lo de Chiasa, aquí bajo el cerezo, yo también había encontrado una parte de ella en el árbol, en la copa y sus ramas, en los pétalos que bañaban el césped y la corteza. Era su hermana... ¿Y yo? Yo había aceptado iluminar el camino de Kohaku. Saludar a Chiasa en este árbol era lo que correspondía, pues ya no podía hacerlo de ninguna otra manera.

Tenía su gracia, porque de haber sabido la sensación de calidez que Mattsson notaba en todo lo que le rodeaba me habría acordado de la tontería del fuego de Yuzu y medio mundo. No era mucho, no en días normales, pero tenía una llama diminuta en el centro del pecho que no me molestaba poner al servicio de los demás. Era la fogata dentro de mi cueva.

—¿Mis nuevos compañeros de curso? —Busqué confirmar cuando ya estuvimos acomodados y empecé a destapar el bento—. En general esta escuela recibe demasiadas personas que son... diferentes en más de un sentido. Extranjeros, gente becada o niños ricos, japoneses de toda la vida y mentes maestras incluso, me di cuenta pocos días después de que entré. Cuando juntas tantas excepciones estadísticas en un mismo espacio pasan a convertirse en la norma, por lo que hay que darles tiempo para que vuelvan a ubicarse en otras partes del gráfico. En resumen, por ahora no, ninguno me parece más interesante que otro.

El resto sucedió un poco como anticipaba, al chico el comentario de mi segundo descubrimiento lo tomó por sorpresa y desvió los ojos al patio. Darme cuenta me hizo soltar una risa baja, dudé que él la escuchara siquiera, y le dejé espacio para reordenar su mente al ritmo que considerara necesario mientras yo probaba los primeros bocados de mi almuerzo. Me forcé a comer más despacio, como siempre, pero sonreí ligeramente cuando me pareció notar el mismo gesto en él con el rabillo del ojo.

Al girarse para sonreírme directamente volví el rostro para poder recibir su mirada, que me regresara la suerte de cumplido no me sorprendió y pude manejarlo de forma decente, pero cuando dijo tan fresco que mi sensibilidad seguramente reconfortaba a quienes me rodeaban solté una risa algo más audible. Me encogí de hombros, regresé la vista al patio, comí un poco más y le di un par de vueltas.

—Es debatible, supongo. No soy demasiado diestro recibiendo emociones de los otros de manera más... directa, por decirlo de alguna manera, me agobio con rapidez —añadí revolviendo el arroz con el tenedor y la sonrisa que me permití fue más bien avergonzada o culpable—. Es posible que haya abandonado a personas cuando necesitaban soporte o que yo mismo me haya recluido a voluntad en vez de pedir ayuda. A veces tus mayores cualidades se amalgaman con tus debilidades, ¿no crees?

Me había patinado de lo lindo en la conversación, otra vez, así que al darme cuenta hice como un soft reset y sacudí la cabeza. Al hacerlo alejé un poco la suerte de niebla mental, pude ignorar la sarta de tonterías que acababa de soltarle y volver a lo que era importante, así que lo miré de nuevo para dedicarle una sonrisa bastante amplia. De hecho alcanzó a entrecerrarme los ojos.

—Aunque me alegra que pienses eso de mí. Es bonito.

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*shy cay noises*

also, no te preocupes, bru uvu mi niño y yo te esperamos aquí sin prisas

 

Mi primera respuesta había sonado bastante cuadrada en comparación al resto de cosas que le había dicho antes y lo que le había dicho después, era evidente, pero había momentos en la vida en que también era una mente bastante rígida. Si no había un lazo, si todavía no había visto nada que implicara algo, podía solo desentenderme y ya. Así como la sensibilidad, supuse que era ventaja y una desventaja.

Tenía el cuerpo rodeado de espadas, si daba un paso y dudaba el filo de alguna me atravesaba el pecho.

Recordé las palabras de mi padre con todo su rollo de que dominara mi propia personalidad, que en caso contrario acabaría por aplastarme y todo el resto del monólogo. No lo soportaba, de verdad que no, pero si aquel pensamiento en voz alta de mi madre tenía fundamento él era el único que podía sentenciarme de esa forma, a sabiendas de la naturaleza de nuestras propias personalidades.

En cualquier caso, por la manera en que el chico se llevó la mano al mentón supuse que se quedó atorado en mi confesión y yo esperé mientras seguía comiendo. Soltó que le había pasado, que no era fácil lidiar con la culpa y sonreí para mí mismo a la vez que masticaba un bocado de comida; su respuesta continuó para entrar en el territorio de "nuestras cagadas nos ayudan a convertirnos en mejores funciones de nosotros mismos" y así podíamos hacer una revisión retrospectiva de nuestros actos, ya que el pasado era solo un maestro.

Me quedé callado un rato, procesando todo lo que acababa de decirme y al final se me escapó una risa. Fue cristalina, pecó de sonar hasta infantil y descansé mis manos sobre el regazo; en toda la tontería no conecté lengua con cerebro un instante minúsculo, pero bastó para que soltara lo primero que se me cruzó por la cabeza.

—Suenas como un señor. ¿Cuántas vidas tienes en el contador? ¿Por cuál reencarnación vas? —apañé entre la risa y cuando vi que podía sonar mal pretendí corregirme—. No es algo malo, solo me hace gracia.

Había mantenido la atención al frente, pero con eso flexioné la rodilla, apoyé el brazo allí y descansé el rostro en dirección a Hubert, mirándolo con cierta curiosidad. Unos segundos después me permití otra sonrisa, fue suave y respiré profundamente después de repasar mis propias palabras. Era una excepción estadística de las que había hablado antes, ¿no? Sin ánimo alguno de ofender, el niño era un poco raro y estaba bien, eso lo volvía interesante.

—Supongo que lo intento, sí —respondí en un murmuro a todo el embrollo de usar el pasado como un maestro—. Es mejor intentarlo que solo resignarse o eso quiero pensar. Además si necesito otro recordatorio, en plan un consejo salido de un sabio, siempre te puedo preguntar a ti, ¿no?

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yo: cay no lo digas, por f-
cay: suenas como un viejo :D

 

No llevaba en la sangre el afán de burlarme de nadie, no era un bully ni nada, de hecho había sido la víctima más de una vez y por eso aunque me reí de lo que dijo Hubert lo hice solo porque me pareció curioso que hablara de forma tan profunda para ser un chico de segundo. Ni en tercero había escuchado tantas palabras grandes, es más, ni siquiera Sonnen que supuestamente era un genio y toda la mierda hablaba así. Era curioso como mínimo.

Mi reacción desentonó con el tinte general de la conversación, así que no me sorprendió que el pobre se quedara un poco desubicado con la situación, ni la sonrisa que se permitió. Dudaba mucho ser el primero que hacía esa clase de comparaciones, si debía ser honesto, así que solo entonces se me ocurrió que el pobre igual estaba harto del asunto aunque dudaba mucho que fuese a decírmelo si fuese el caso. Era amable y cortés, no podía imaginarlo admitiendo que algo lo había molestado, no con alguien que conocía de hace poco.

Lo que me respondió siguió esa línea, me dijo que aunque no fuese ningún sabio podía intentar servir de algo y eso me estiró un poco más la sonrisa. Fue mi manera de darle las gracias por seguirme la corriente con la tontería, pero no dije nada más porque me dio la sensación de que él añadiría algo así que esperé sin cambiar mi posición.

Terminó de comer, se bajó el bocado con agua y luego de pensar un rato se tragó una risilla, para acto seguido rascarse la mejilla. Lo había visto hacer eso en el campamento también, parecía algo movido por los nervios o por lo menos alguna cuestión de esa naturaleza. Fue después de ese gesto que dijo que en el campamento lo habían comparado con un trovador, un príncipe y un duque, que mi comentario le había recordado a eso.

—Una vez mi madre dijo que las personas hablan como escriben, por rebote supongo que todos hablamos y escribimos de acuerdo a lo que hemos leído —concedí con tranquilidad y relajé la rodilla para poder volver a ocupar las manos en mi bento—. Prince Hubert... Yo digo que te queda, sí que sí.

Luego de comer un par de bocados recibí su pregunta, resonó en lugares dispares de mi memoria y reí por lo bajo al tener la boca llena. Quizás tenía más apodos de los que guardaba en la memoria, yo qué sabía.

—Sonnen me llama Puppy, creo que lo escuchaste —dije para empezar por alguna parte y me encogí de hombros mientras tomaba una pausa beber un poco de jugo—. Otro chico de tercero me llamó Cardenal una vez, supongo que por el color de pelo. En la línea de apodos... un amigo hace años me llamó Swallowtail, por las mariposas cola de golondrina, y al final la tontería perduró en el tiempo. A la fecha varios se agarraron de eso para referirse a mí como mariposita.

Me quedaba un solo puñado de arroz en el bento, pero lo revolví con el tenedor de nuevo y me dediqué a sobrepensar la situación, para variar. Habían algunas cosas que eran un poco evidentes, el resto quién sabe y no sabía si quedarme así o no, pero al final me lo reservé. Solo solté lo que me parecía más inofensivo.

—El noventa y cinco por ciento de los idiotas se empeñan en señalar que tengo cara de bebé y parezco bastante frágil en general —resolví junto a una risa floja.

 

Que el chico sonriera cuando le dije el título de Prince Hubert fue suficiente para saber que no le molestaba la comparación ni nada, así que todos podíamos quedarnos tranquilos con el asunto. De hecho en sí la comparación no tenía ningún tinte ofensivo o de burla, yo lo sentía así, de forma que no pasaba nada. También asintió a mi comentario del habla, la escritura y la lectura, así que supuse que estaba de acuerdo con el argumento y lo dejé ahí suspendido sin más.

En sí no me molestaba que la gente me recordara que mis pintas no eran las más intimidantes, sabía que tenía cara de mocoso y me veía menor, pero también era consciente de mi propia fragilidad. Lo que me jodía era que usaran esas obviedades para pretender pasarme por encima, pero ese era un tema a parte relacionado a mi rollo con la resistencia, el miedo y no sé qué más.

Por eso había recibido la protección de la sombra de Kaoru y seguía aferrándome a la de Yuzu, bajo la misma lógica por eso le pedí a mi padre que me regresara mis derechos en el Triángulo del Dragón luego de que me comiera el golpe en la cara cuando me robaron todo. Apenas perdía la seguridad que adquiría por otras figuras entraba en pánico porque podían aplastarme.

La respuesta de Hubert me trajo de regreso a la conversación, dijo que era un buen apodo y reí con algo más de ánimo al escucharlo seguir hilando ideas respecto a la figura de la mariposa. Me recordó a las palabras de Kaoru cuando me dio el apodo, a su argumento de que las mariposas bebían sangre y lágrimas a pesar de su apariencia delicada. Hubert, por su parte, estaba poniendo la fuerza del insecto en sus alas y era una manera interesante de verlo.

—Un poco, sí —afirmé al escucharlo decir que había sonado otra vez como la reencarnación de un príncipe y reí porque noté el tono bromista con el que lo dijo.

Hice una pausa para comerme el bocado que me quedaba de comida, bebí un poco de jugo para bajarlo y cuando terminé pensé una tontería relacionada con el embrollo este de Hubert como príncipe. Tuve que tragarme la risa antes de decirlo, pero estiré la mano ahora libre ya que había terminado de comer y le di un toquecito al niño en el brazo.

—¿Sabes qué? Todo príncipe necesita un caballero —solté y se me fue aflojando la risa mientras hablaba—. Para enfrentarse al dragón de la historia o al villano que quieras, you name it. Si no podemos hacer más que aceptar que eres la reencarnación de un príncipe, mi estimado muchacho, no me quedará más que convertirme en el caballero de tu causa.

¿Qué causa? Yo qué sabía, la tontería se me acababa de ocurrir y ya.

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man, yo por las risas busqué prince and knight y terminé en un cuento infantil. Bueno, Pau, y qué onda con eso te preguntarás, pues que se van a derrotar al dragón pero el príncipe se enamora del caballero-

voy en el episodio #23732 de por qué cayden es gayden hasta sin saber de qué anda hablando

 

Era una tontería viendo que esta escuela por momentos parecía un respiradero del Infierno, pero desde que me habían transferido aquí sentía que había dado algunos pasos para ser una versión más decente de mí mismo. Era igual de ensimismado e intenso que siempre, pero de alguna manera sentía que la forma en que me relacionaba con los otros era menos rígida. Con el paso de las semanas era incluso gracioso de ver, pero si me juntabas con otros introvertidos era yo el que terminaba pareciendo el culo inquieto de turno. No paraba quieto, ¿o sí?

Lo que quería decir era que esa sensación me daba estar con este chico, era como si tomara el lugar que antes me pertenecía y yo, al abandonarlo, mutara hasta convertirme en una figura más activa. Suponía que era mi manera de darle a entender a las personas que disfrutaba su compañía, porque dudaba que pudiese hacerlo sin morirme de vergüenza.

En lo que soltaba la estupidez de turno lo vi pescar un pétalo del cerezo al vuelo, fue un movimiento bastante preciso así que imaginé que era algo que debía hacer con cierta frecuencia. Fue cuando le hablé que volvió a mirarme, me vio con curiosidad y al final mi risa se le contagió ligeramente, aunque al final la sonrisa se le amplió en el rostro.

No creí que se subiera al tren así, pero lo hizo y de la nada estaba allí dándome el título de caballero, que Sir Cayden The Swallowtail Knight y no sé qué cosas. Me dio risa de nuevo, no hice nada por contenerla pero sí busqué sosegarme relativamente rápido para darle al tema algo de seriedad y me quedé pensativo cuando dijo que nuestra aventura podía consistir en buscar una causa que defender.

—Ya, pero si decidimos que el equivalente del dragón sean los yokai entonces nos fue medio mal con esa primera misión de... reconocimiento del enemigo. No andaba muy compenetrado con mi lado caballeresco en ese momento —reflexioné unos segundos después y me permití un suspiro un poco dramático, por el amor al teatro nada más—. Así que supongo que por ahora podemos dedicarnos a buscar nuestra causa, príncipe.

Como ya me había puesto tontísimo solo seguí fluyendo, así que me incliné apenas en su dirección, al menos lo suficiente para poder decirle algo en voz baja. No que fuese un secreto de Estado ni nada, pero qué importaba.

—Además, me parece una excusa perfecta para pasar tiempo juntos. —Al regresar mi espacio saqué el móvil para ver la hora y suspiré al notar que nos quedaba poco tiempo de receso, pero regresé la atención al chico después, dedicándole otra sonrisa—. Digo, si es que necesitamos excusa para eso. Puedes buscarme en mi clase o si regresas a casa en tren podemos hacer una parte del trayecto juntos cuando quieras. O si quieres quedar un día después de la escuela igual está bien.

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no me lo tienes que decir dos veces

 

Si algo había aprendido en los últimos dos meses era que en la vida necesitábamos espejos y contracaras, personas que nos mostraran un reflejo de lo qué éramos o en su lugar que nos hicieran ver aquello de lo que carecíamos porque ellos lo poseían. Era una forma de aprendizaje, pero sobre todo una manera de hacer las pases con uno mismo y avanzar hacia alguna parte, no quedarse estancado. Conocía a mis espejos, también a algunas de mis contracaras y su existencia había logrado dejar marcas en el núcleo de mi personalidad, ese del que le había hablado a Anna.

Por muy observador que fuese, lo cierto era que también me movía muchísimo por corazonadas y en general no fallaban, por ello quería confiar en la sensación que me había alcanzando desde que empezamos a hablar. Era un buen chico, eso estaba claro como el agua ya, pero creía que su compañía me ayudaría a seguir aprendiendo cosas. Era la lógica de las amistades después de todo, ¿no? Así que esperaba tener razón.

En el instinto que me decía que Hubert podía ser un buen amigo.

Como fuese, mencionó que algo aprendimos de la experiencia con los yokai y soltó bien pancho que también era su deber como príncipe velar por su caballero, que era la lucha conjunta de dos hombres y no sé qué. A ver, yo me quedé atorado en lo de velar por el caballero y el resto lo almacené en el primer fólder mental que pude. Para qué mentir, escucharlo así me dio algo de vergüenza y sentí que la sangre se me subió al rostro, solo esperaba que la luz general del ambiente me disimulara el bochorno. Al menos tuve la decencia de asentir con la cabeza para responderle.

Mantuve la vista al frente, sonreí aunque fue más bien para mí mismo y lo escuché mientras me respondía lo demás. En ese mismo espacio de tiempo recogí el bento, lo tapé y me bebí lo poco que me quedaba del jugo.

—Shinjuku —respondí sin ningún punto de conexión a la conversación—. Soy de Shinjuku, te puedo acompañar hasta que haga el trasbordo del tren que nos saca de aquí, creo que el mío es antes que el tuyo. Por ahora, supongo que te acompañaré de regreso a tu clase, como el buen senpai que soy, ¿no?

Luego de dejar esa información para que la usara como deseara me levanté sin prisa, anticipándome a la campanada del receso, me sacudí el pantalón con las manos y después levanté mis cosas. Con eso hecho y el sonrojo inoportuno superado miré al chico desde arriba, tranquilo.

—No hay nada de lo que preocuparse entonces. Nací en Japón, así que tienes a un conocedor frente a ti; no dude de mi compromiso con esta misión —dije cambiando hasta a un tono más formal poco después de la mitad de la clase y acto seguido hice una reverencia un poco exagerada—, mi querido príncipe.

Al enderezar la espalda le dediqué una sonrisa calmada y solo esperé a que se levantara para retirarnos, como si no acabáramos de estar allí estableciendo contratos de jóvenes nobles y no sé qué. En lo que a mí me concernía de por sí, había sido un buen almuerzo.

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Soy el rayo mcqueen, no hay dudas ya

Obviamente ya este es el cierre uwu pero no pude quedarme sin contestar, Cay me susurró cosas (?) Gracias por prestarme al niño, la pasé muy bien <3 siempre supporteando a Gayden y Homobert

 

Estaba un poco más habituado que Tora al orden occidental de las cosas a pesar de que era hijo de un padre japonés y había nacido aquí, así que cuando la chica se presentó la cosa no sonó tan extraña ni se enredó especialmente. En su defecto, también nos dejó llamarla por una versión corta de su nombre así que eso nos hubiese ahorrado la confusión, de haber una.

Así como ella, cuando estuvimos en el patio le echamos una ojeada y dimos con la misma sombra que ella, al menos los dos detuvimos la mirada allí. La pregunta de la clase llegó mientras estábamos con ese mapeo y Tora se adelantó a contestar.

—Nos asignaron a la 3-1 la semana pasada. ¿Tú eres de tercero también? ¿A qué clase vas?

Total que caminábamos hasta la sombra detrás de los pasos de la muchacha, que se giró, se acomodó en el césped y nos invitó a hacer lo mismo con la mirada. Yo me senté sin pensarlo mucho, dejé el bento frente a mí, el jugo a un lado y me di cuenta que Sakai se había quedado observando a las personas en el patio unos segundos, hasta que salió del mini-trance y se sentó con nosotros, dejando el jugo a un lado también.

La pregunta de la chica nos cayó encima cuando Tora se estiró para tomar el bento y abrirlo, le congeló los movimientos un instante, el par de segundos en que estudió si tenía intención de joder o no; al darse cuenta que era una pregunta más de curiosidad lo dejó pasar, poniendo su atención en la comida. A mí la duda me hizo toda la gracia, para qué mentir, y se me escapó una risa.

—Hasta cierto punto todo mejor amigo es como una pareja, pienso yo —contesté por la tontería de darle vueltas a la cuestión, vete a saber por qué, pero al final negué suavemente con la cabeza. Le di un empujón a Tora para destapar una sección del bento donde estaban los palillos y alcanzárselos para que dejara de pescar las verduras con la mano—. Pero eso, mejores amigos, supongo.

—Nos conocemos desde que yo tenía catorce y él quince —añadió Sakai ahora sí, tan siquiera tuvo la decencia de no hablar con la boca llena.

 

La chica confirmó que iba a tercero también, aunque estaba en la 3-2 y yo me limité a asentir, no vi que hubiese más que añadirle a eso así que lo dejé así. La verdad era que no había husmeado lo suficiente en el resto de mis compañeros de curso, sabía que Katrina estaba aquí metida, pero estaría en uno de los otros dos salones; luego estaba Honeyguide y la famosa socia, después Bernard con sus amiguitos de la mafia. Con semejante selección, iba a tener que ponerme a hacer un bestiario con los cabrones.

Al menos así dejarían de tomarme por sorpresa.

En cualquier caso, Katherin concordó con mi afirmación de que a la larga los mejores amigos eran una pareja o algo así y reí por lo bajo. A ver, sonaba un poco raro pero si uno se ponía a pensarlo, eran personas que nos conocían más que otras y con la que compartíamos más cosas, el concepto no estaba tan lejos, si acaso difería en una cosas puntuales que ciertos individuos se encargaban de desdibujar ya de por sí.

—¿De almuerzo? Arroz, algo de carne y una porción bestial de verduras hervidas porque mamá insiste en que si como vegetales seguro me sentiré mejor —respondí a su primera pregunta junto a una risa floja y tomé el otro par de palillos para comer un bocado de arroz—. Lo del insti... Esta academia tiene un nombre grande, más grande que el de algunos institutos de artes y tal. Quería que el nombre apareciera en mi expediente, ni más ni menos, tal vez me sirva de algo.

—A mis padres les preocupaba que me quedara sin Rowan en el otro instituto, que no sé qué de que tenía pocos amigos y todo el tema —explicó Tora después de comer un trozo de carne—. El prestigio de la escuela acabó llamándoles la atención después, así que hicieron los trámites y terminé aquí con él.

—¿Tú estás en la academia desde primero? —pregunté cuando él terminó de hablar.

 

Cualquiera diría que no le estaba prestando atención a Manson, lo que era cierto en alguna medida, pero escuchaba sus preguntas y noté cómo sus facciones se suavizaron cuando Ro mencionó a su madre con lo de las verduras. En parte por eso no me pareció tan sorprendente que la chica pidiera probar la comida, igual le había despertado un recuerdo o algo, al menos tenía pinta de que le había suavizado algún borde.

Rowan sonrió para sí, pero empujó el bento ligeramente en dirección a ella para que comiera lo que quisiera y yo aproveché el intermedio para beber un poco más. En eso Manson soltó lo de que podía decirles a mis padres que tenía una nueva compañera y todo el tema, ¿lo haría? Quién sabe, si trataba de manejarme oc cierta decencia por el mundo era justamente para poder librarme de las preocupaciones innecesarias de mis padres adoptivos. Como los Sakai me siguieran moviendo de psiquiatra en psiquiatra ya iba a ver qué risas.

La cosa fue que sonreí con naturalidad y asentí con la cabeza, fingiendo entusiasmo con la idea, me había comportado de una manera parecida con Ethans y el único desliz en mi teatro eterno había sido Bernard, así que nada se salía mucho de la línea base. Rowan pescó el asunto en el aire y lo dejó estar, en parte porque él me había enseñado a meterme en personaje, de hecho ni siquiera añadió algo a la conversación y me dejó el espacio.

—Bueno, pero ampliamos el círculo social de los tres al decidir almorzar juntos hoy, ¿no? —atajé después de regresar el jugo al suelo—. No será mucho, pero yo digo que sirve.