Interior Salón de actos

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Curiosamente, tanto Catherine como yo logramos realizar hasta la tercer posición sin mucha dificultad, lo que resultó ser bastante sorprendente para todos los presentes del lugar. Anna se enorgulleció bastante de ello, también, y no tardó mucho más en explicarnos las dos últimas posiciones, que de por sí parecían ser las más complicadas de todas. Le presté completa atención a sus movimientos, analizando la manera en la que colocaba las manos y los pies, así como la moción que hacía con cada una de ellas.

    Después de su demostración y nuestros intentos iniciales, Anna nos encomendó seguir practicando mientras ella atendía... ¿unos mensajes? No supe muy bien de donde surgió el impulso, porque no creía categorizarme como una persona chismosa, pero lo cierto era que seguí el camino que hizo hasta alejarse y la observé lo suficiente como para concluir que, efectivamente, estaba escribiendo unos mensajes.

    Era información completamente irrelevante, y aun así decidí registrarla en mi memoria.

    Luego sí que me puse a practicar lo que nos había enseñado, repitiendo los movimientos el suficiente número de veces como para sentirme relativamente satisfecha con lo que hacía, y me paré sin mucho problema cuando Anna volvió a nuestro lado. No hubo en mí ninguna muestra que me delatase por haber intentado curiosear lo que había estado haciendo, así como no solía haber muestra de nada, y simplemente me llevé las manos tras la espalda mientras asentía con la cabeza cuando terminó de hablar.

    —Yo me siento más cómoda solo con la parte de ballet, la verdad, así que esto mejor os lo dejo completamente a vosotras —informé, con la neutralidad de siempre, y di un par de pasos hacia la posición de los chicos.

    Suponía que podía ayudar con la música de alguna manera, al menos.
     
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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Miró con atención los movimientos de Anna, motivada por sus halagos por haber hecho bien aquel movimiento de ballet de buena manera. Si bien no estaba completamente familiarizada con aquellas posturas, imitar a Anna no le parecía algo tan complicado si ponía toda su empeño en ello para que todo saliera bien y así siguió sin tomar demasiada importancia a que ella terminara apartandose por unos cuantos minutos, no le correspondía y tampoco creía que fuera demasiado relevante.

    Así que, cuando volvió tan solo la recibió con una sonrisa mientras hacía una última repetición de todo lo que les había mostrado.

    —¿Estás segura? Siento que te quedaría bastante bien ese estilo —Ya sentía en sí que tenía el look para el estilo en cuestión para destacar en algo así, pero, tampoco se le podía forzar ni nada por el estilo, luego miró a Anna —, sería bueno practicar un poco, ¿quizás marcar un poco los pasos? —Preguntó mientras sacaba el celular para poner el video en cuestión y darle una señal a Dante para ver si podía sostenerlo para que fuera mas fácil para ellas ver.

    —Podemos hacer algo rapido solo para familiarizar, ¿te parece?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mi idea le gustó, vete a saber por los motivos que fueran, el caso era que mi plan había ido bien y ya con esa certeza podía moverme sintiéndome lo suficientemente cómodo y seguro de mis alrededores. A la niña se le puso cara de que tenía una maldad en mente, pero ¿de qué sería capaz Riamu?

    Nada capaz de espantarme, claro.

    Aprovechó su movimiento para inclinarse hacia mí, yo la recibí en mi espacio sin problema y pestañeé, incorporándome un segundo después. Metí una mano en el bolsillo y empecé a caminar hacia el pasillo. Podría haberle respondido cualquier tontería, pero no lo vi necesario. A las puertas de la 3-1 le pedí que me esperara y entré para recoger mi maletín, donde llevaba algunas mierdas que había pillado de casa. No era ningún experto tomando medidas, pero había aprovechado una visita del sastre para preguntarle al respecto.

    Me mantuve en silencio todo el rato hasta nuestro destino, vete a saber si porque me la sudaba la small talk o porque, quizá, quisiera ¿meterle suspenso al asunto? Puede que incluso muy, muy en el fondo no me disgustara del todo la idea de... castigarla un poco. ¿Me tomaba la molestia de averiguar su cumpleaños, organizar una cena para ello y enviarle su regalo en medio del desastre que me cayó encima, para que me tratara así?

    Muy feo, oye.

    —¿Al final qué obra elegiste? —le pregunté con la vista puesta al frente, atravesando el salón. Estaba vacío y había mucho eco.

    Subí las escaleras laterales del escenario y, habiendo alcanzado el telón, lo corrí para invitarla a cruzarlo. Como todo un caballero, oye.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Hicimos una parada de necesidad en el aula del chico, aunque yo me quedé esperando en el pasillo mientras él hacía lo que hiciese falta dentro, y el resto del camino lo hicimos en absoluto silencio. No era yo el tipo de persona de pasar tanto tiempo sin hablar, y clara muestra de ello habían sido todas las otras veces que me la había pasado parloteando cuando estaba con Kou, pero si él no quería abrir la boca pues, hmpf, yo tampoco.

    Me entretuve, principalmente, mirando el paisaje a nuestro alrededor y comprobando alguna cosa en el móvil de vez en cuando, hasta que finalmente alcanzamos nuestro objetivo. Una vez ahí dentro, Kou acabó por dignarse a ser el primero en hablar, y centré la mirada en su espalda mientras lo veía alejarse. Tenía que darle puntos a favor, aunque seguramente él no lo supiese ni lo hubiese hecho a consciencia, pero hablar de cualquier cosa relacionada a la actuación me ablandaba de una manera absurda.

    —Romeo y Julieta —contesté, esbozando una sonrisa suave a medida que lo seguía hacia el escenario—. Los hombres suelen tener muchos más monólogos que las mujeres en Shakespeare, pero ella tiene un pequeño cuando se va a suicidar que me gusta mucho —expliqué, un poco porque sí, pero también para que supiese el momento con el que tenía que trabajar para el vestuario.

    Mi sonrisa adquirió un tinte de sedosidad al alcanzar su posición, dedicándosela un breve segundo antes de introducirme en el hueco que había dejado en el telón, y eché un vistazo rápido a los bastidores, terminando el recorrido con las manos en la espalda y mirando al castaño.

    >>¿Y bien? ¿Por dónde vas a empezar?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Obviamente la chiquilla enfurruñada no iba a ser la primera en dar conversación, si debía picarle la garganta o algo sólo de pensarlo. No era buen trigo ni el rey de la empatía, jugaba demasiado lejos de esas canchas, así que me disculpara si me parecía... bastante cómico, digamos. No tenía intenciones de soltárselo en la cara, primero, porque no era precisamente de los toca huevos, y segundo, ¿qué ganaba? ¿Que se enfadara aún más? Si lo que mejor me venía era que se aburriera de estar hecha una diva.

    Ya se le iba a pasar, podía esperar un rato.

    ¿No me jactaba de ser terriblemente paciente, acaso?

    Su respuesta vino desde atrás, nuestras voces rebotaron suavemente sobre el vacío del espacio y me sonreí, sólo que sin burla ni nada. Le pegaba, suponía. Más allá de que le gustara tontear conmigo o con cualquiera, tenía pinta de ser de las románticas. Por eso me entretenía montándome las citas de película barata, con los regalos, los coches caros y hasta el jodido champagne; era el placer de leer a los demás, anticiparse a ellos y darles precisamente lo que desean, incluso sin que lo pidan.

    Además era un tipo de detalles, digamos, tanto en el amor como en la guerra.

    —¿Un dramaturgo patriarcal en el siglo diecisiete? Quién lo diría —solté por la pura gracia, otra vez, no pretendía ser irónico ni mofarme de ella.

    Con todo, el cliché y demás, no era una mala idea. Podía trabajar sobre una base bastante sólida si debía pensar en una Julieta al borde del suicidio. Dramático, sí, pero contundente y preciso. No me las daba de artista, pero sí que tenía buen gusto y unos cuantos años de experiencia preocupándome por mi aspecto. Era lo que tenía ser arrancado de una posición en el tablero para pegarme a otra, suponía.

    Aguardé por ella, con el telón sostenido y la sonrisa de caballero pegada al rostro. La seguí con la mirada hasta que la oscuridad de los bastidores se la tragó, pestañeé sin prisa y me colé en el mismo espacio, soltando la tela. Me habitué rápidamente a la escasez de luz, eso no quitó que una sensación extraña me corriera por el cuerpo; estaba más cómodo así. Tenía su gracia, además.

    ¿De veras iba a seguir metiéndose conmigo en lugares tan oscuros?

    Esta chiquilla.

    Escaneé el espacio rápidamente, lo hice de pura manía y acabé en Riamu. Su pregunta quedó suspendida en el aire y sonreí, acercándome a una mesa pequeña para dejar las cosas. La libreta, un bolígrafo y el centímetro de tela.

    —¿Ya estuviste ensayando? —murmuré, mi voz se deslizó sobre el silencio y recosté las caderas en esa misma mesa, para abocar mi atención a ella—. El monólogo que elegiste, digo. ¿Tienes alguna idea en mente, además? Para tu vestuario.

    ¿Pasando por completo de su propia pregunta? Pues sí.


    BEAUTY BABY IMMA GO CRAZY UR TURNING ME INTO A FEIGN
     
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    Amane

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    El comentario que soltó ante mi propia explicación logró sacarme una carcajada de genuina gracia, algo de lo que quizás me arrepentiría más tarde, cuando recordase que seguía molesta con él, pero que no me importó demasiado en ese mismo instante.

    —Lo sé, todo un plot twist —comenté en respuesta, con un obvio tono jocoso, y me quedé un par de segundos en silencio mientras caminaba, hasta que volví a hablar para soltarle por la cara el fun fact que recién había recordado—. Dicen que en realidad le gustaban los hombres. O que era bisexual, quién sabe. Parece que tiene una colección de sonetos donde la mitad están dedicados a una mujer y la otra mitad a un muchacho joven.

    Todo aquello se lo dije sin ninguna intención real, a decir verdad, simplemente era esa clase de información curiosa que uno acababa teniendo de una figura histórica y que decidía contar en cualquier momento de una conversación como detalle curioso a saber. No tenía ninguna relevancia, vaya, y tampoco la adquirió cuando la oscuridad de los bastidores nos acabó engullendo a ambos, dando la sensación de que a partir de entonces quedaba poco de conversación casual entre nosotros.

    Para cuando Kou se movió hacia una mesa cercana a su posición, mi vista ya se había acostumbrado también a la oscuridad del sitio y no me fue muy difícil seguir su camino con la mirada, tomándome un par de segundos extras para repasar los objetos en cuestión que había traído. ¿Era de verdad estrictamente necesario que me tomase las medidas para un simple proyecto escolar en el que posiblemente solo presentaríamos un par de minutos de vídeo? Lo dudaba enormemente, pero desde luego no iba a comentar nada al respecto.

    Ignoró mi pregunta, también, pero lo cierto era que a aquellas alturas eso ya no tenía ningún poder para echarle más leña a mi molestia, y mucho menos cuando su cambio de conversación giró en torno a mí. Era una chica bastante simple, al fin y al cabo~

    >>Por supuesto. ¿Quieres que te lo recite~? —cuestioné, y al mismo tiempo levanté un brazo para comenzar a juguetear con el lazo del uniforme entre los dedos, tironeando ligeramente de él para ir deshaciéndolo poco a poco—. Y para el vestuario... había pensado en un vestido simple y de colores oscuros, incluso negro. Está llorando la muerte de su amado, así que algo parecido al luto sería adecuado.

    Di un par de pasos hacia delante, acortando la distancia entre nosotros unos cuantos centímetros.

    >>¿No crees~?
     
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    Gigi Blanche

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    Mi comentario sobre Shakespeare le arrancó una risa bastante genuina, que me hizo un poquito de gracia pero lo dejé correr. Desde el principio había asumido que no estaba realmente molesta conmigo y que, por ende, se le pasaría rápido, así que todo bien. Me contuve de voltear a mirarla, limitándome a contentarme con mi propia gracia, y sólo giré el cuello cuando volvió a abrir la boca. Alcé las cejas ante el fun fact y la sonrisa se me ensanchó apenas.

    —Si lo piensas, no sorprende mucho, ¿cierto? Shakespeare, Wilde, García Lorca, luego tienes a Alejandro Magno y demás griegos. Ha existido siempre. —Volví la vista al frente, y en voz algo monótona agregué—: Y se empeñan en negarlo.

    El silencio era francamente delator, no había paso o respiración que acabara opacada. La observé desde mi posición contra la mesa, casi como si estuviera esperando que se marcara la mierda de turno, y deslicé la mirada de sus ojos a su mano cuando ésta se alzó. Mi expresión no cambió, aunque el chispazo de satisfacción fue inevitable al ver cómo se deshacía el nudo.

    De repente me traía un par de recuerdos.

    —¿Quieres recitármelo? —repliqué, encogiéndome un poco de hombros—. Tenemos tiempo, la verdad.

    Analicé su sugerencia de vestuario en mi mente a medida que se acercaba. Cuando se detuvo a mitad de camino, golpeteé suavemente los dedos contra el borde de la mesa y me separé de ésta. Agoté la distancia que nos quedaba, lo hice sin prisa y la repasé con la vista, de arriba abajo.

    —Hmm... No lo sé —murmuré, acariciando su mejilla con el dorso de un nudillo—. ¿Por qué definir a Julieta en base a Romeo? El luto es importante, pero si es lo único que vamos a ver de ella, ¿por qué, aún siendo su único monólogo, le daríamos el protagonismo al muerto?

    Mi nudillo siguió su camino hasta su barbilla, rozó la curvatura de su cuello y llegué hasta el nudo a medio deshacer del moño. Lo pillé con cuidado y jalé, hasta que cedió.

    —Además, me encanta cómo te queda el blanco —agregué, casi en un susurro, y regresé a sus ojos—. Pega mucho contigo, Ri-chan.
     
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    Amane

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    Asentí ligeramente con la cabeza ante su comentario, sin tener realmente nada más que añadir al respecto, y decidí dejar morir el tema ahí. Dependiendo del caso, había más o menos pruebas al respecto de las preferencias sexuales de estas y otras figuras históricas, y los que querían esconderlo constantemente de la historia... bueno, ellos eran los que tenían el verdadero problema. Y en cuanto a nosotros...

    Digamos que teníamos asuntos más interesantes entre manos~

    Pude notar el movimiento descendiente que hacían sus ojos, incluso a pesar de la oscuridad, y una sonrisa triunfal se extendió por mi rostro. Podía no haberse inmutado demasiado en apariencia, me daba igual, yo sabía que había conseguido perfectamente mi objetivo y era lo único que me importaba. Me encogí también de hombros en respuesta a su pregunta, acentuando ligeramente el movimiento de la tela entre mis dedos.

    —Quizás. No sé si prefiero guardarte la sorpresa para el final y que me veas cuando todo el mundo... —murmuré, dejando la frase en el aire completamente a propósito.

    Luego me acerqué, él hizo lo mismo después de un rato, y sentí la tensión acumulándose con nuestros cuerpos apenas rozándose tras haber acortado toda la distancia posible. El roce de su nudillo me lanzó un escalofrío a lo largo de la espalda, pero decidí ignorarlo a consciencia y terminé por inclinar la cabeza hacia el lado contrario del que me estaba acariciando, justo cuando llegó a la barbilla.

    >>Pero ella está enamorada de Romeo, quizás hasta obsesionada con él, hasta el punto de querer suicidarse por saberlo muerto —repliqué, sin atreverme ni querer alzar la voz lo más mínimo, y dejé caer el brazo una vez noté sus intenciones de terminar el trabajo con el lazo.

    Lo dejé hacer, claro, y solté un poco de aire de golpe por la nariz ante la sensación de libertad en cuanto el nudo se aflojó. La especie de suspiro se acabó entremezclando con una risilla ligera, pues su comentario del blanco quedándome bien me hizo algo de gracia, y aproveché la posición de su mano para alcanzarla con la mía y guiársela hasta el primer botón de mi camisa.

    >>¿Sí? —murmuré contra sus labios, habiéndome alzado en puntillas para poder rozárselos con los míos—. Pues te va a encantar lo que llevo debajo del uniforme.
     
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    Gigi Blanche

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    Imaginé que no me la iba a poner muy fácil y que, en el caso de querer oír el monólogo, no iba a bastar con ofrecerle la posibilidad. ¿Debería insistirle un poco? ¿Usar otros métodos, quizá? Podía pensármelo, ¿por qué no? Pero de momento iba a dejarlo estar. Lo importante era saber las cartas que venían en la mano, no apresurarse por ganar.

    Además, ¿qué diablo nos corría? Al menos a mí, por una vez en la vida, ninguno.

    —¿Y eso es todo lo que es Julieta, la bella heredera de los Capuleto? —repliqué, disfrutando enormemente la cercanía, el silencio y la certeza de que, pese a todo, aún no se atrevería a rechazar mi tacto—. ¿Una niña descuidada y solitaria, que acabó obsesionándose con un hombre para compensar sus vacíos?

    E incluso si llegaba a ser la idea del autor, ¿por qué respetarla? ¿Qué sentido tenía, en los tiempos que corrían? El nudo del lazo cedió, lo deslicé por su cuello y lo junté dentro de mi puño para guardarlo en mi bolsillo. Su mano encontró la mía, entonces, me guió hasta el primer botón de su camisa y se arrimó a mis labios. Una corriente de energía me recorrió el cuerpo y el comentario de mierda que soltó me amplió la sonrisa, lo suficiente hasta descubrirme la dentadura.

    —Es el mismo caso de Ophelia —continué mi tesis, valiéndome de ambas manos para comenzar a desabotonarle la camisa lentamente—. ¿Qué más da si su existencia giraba en torno a Hamlet? Si también se quitó la vida por él. Sirven para comprender épocas, pero siguen siendo fantasmas del pasado.

    Otro botón.

    —Arcaicos.

    Otro.

    —Y obsoletos.

    Y otro.

    Habiendo acabado la tarea, colé los dedos por la apertura de la tela y rocé su piel hasta alcanzar su cintura. Estaba tibia, afirmé la mano y deslicé la mirada hacia su pecho, sin ninguna clase de decencia. Había dicho que iba a gustarme lo que llevase abajo, ¿cierto~? La camisa, sin embargo, seguía bastante en su lugar y no pude apreciar las vistas.

    —Vaya, está bastante oscuro aquí, ¿no crees? —susurré, volviendo a rozar sus labios, y sonreí contra ellos—. ¿Deberíamos despejar el panorama?
     
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  10.  
    Amane

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    Era un poquito gracioso estar llevándole la contraria de esa manera, especialmente porque yo no era ni de lejos una purista que creyese que había que representar a los personajes tal y cómo habían sido escritos en su época, pero por escuchar a Kou defendiendo su postura iba a llevar esa visión lo que hiciese falta. Era gracioso, pero también me gustaba; me gustaba mucho, de hecho, haber acabado en esa especie de debate con él sobre un tema que me fascinaba tanto como lo era el teatro.

    Me daban ganas de olvidar mi enfado con él y lanzarme a comerle la boca.

    —Quizás solo quería llamar la atención de sus padres y nadie se dio cuenta~

    En su lugar, me mantuve firme, y dejé que cumpliese con la tarea que le había encomendado sin moverme ni un ápice de mi posición. Lo hice sin perder detalle de sus palabras, tampoco del movimiento que hacía sus dedos, y alcé la mirada para buscar la suya solo cuando sentí el roce de su mano en mi cintura. Coincidimos durante un breve segundo, justo antes de que él bajase la vista, y me sonreí ante la simple idea.

    >>No te hacía yo un feminista tan reivindicativo, Kouchii —murmuré, sin pretender ocultar el tono de clara diversión que se me coló en la voz—. Quizás tenía que haber escogido a Beatrice~

    No me hice demasiado de rogar con lo de la camisa, no le veía sentido a hacerlo, y con un par de movimientos suaves de mis manos deslicé la tela por mis hombros, haciendo que acabase cayendo a lo largo de mis brazos por su propio peso, hasta caer al suelo. El sujetador que llevaba aquel día no era ninguna locura, no había planeado acabar enseñándoselo a nadie, pero justamente era blanco y tenía algo de encaje rosa decorándolo, así que debía cumplir bastante bien con las expectativas.

    El contraste de temperatura me erizó la piel, pero no hice nada por disimularlo ni por controlarlo. Lo que sí hice fue girar la cabeza hacia la mesa, anulando la cercanía que nuestros labios habían encontrando, y extendí el brazo hasta lograr hacerme con el centímetro de tela. Cuando lo tuve en mi posesión, lo deslicé entre nosotros hasta dejarlo colgando delante de mi cuerpo, dejando que parte del mismo se colase en mi escote sin ninguna clase de reparo.

    >>¿Empezamos o qué? —cuestioné, con una expresión de inocencia que, de verdad, no supe ni cómo logré echarme encima.

    No creo que Much Ado about Nothing sea una obra tan famosa, pero es de la que hice mi TFG, y Beatrice is an icon (?) tiene una especie de speech en el que se queja de que no puede defender el honor de su prima por ser mujer y que los hombres que si podrían defenderlo, hacen todo lo contario, and she wants to kill them uwu
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    Nunca había sido particularmente dado a esta clase de nerdy shits, la verdad; no porque no las supiera, sino porque no encontraba un interés particular compartiéndolas con los demás. Los círculos donde papá me había forzado a insertarme no colaboraban en la cuestión, claro, con el montón de pandilleros de baja cuna que a duras penas sabían quién era Murakami. Aburrido, circunstancial e intrascendente. Y si pecaba de soberbio, ¿qué más daba? Tenía el dinero, la educación y la cultura.

    —Quizá, sí —acordé tras murmurar un sonido afirmativo—. Freud siempre tuvo razón, al fin y al cabo.

    Había acabado con su camisa, así que me afiancé en su cintura por el puro placer de hacerlo y le dejé la mierda suspendida, por si quería pillarla y darme el gusto. Seguí sus movimientos entre las pestañas, la pequeña sonrisa inmutable, sin disimular demasiado. La tela descubrió sus hombros, se deslizó y la oí caer al suelo con la liviandad de una pluma.

    —No lo soy —repliqué, comiéndome las vistas como un hijo de puta, y la mierda me ensanchó el gesto—. Sólo tengo la cabeza sincronizada a los tiempos que corren. Por fuera de eso, me contento con admirarlas.

    Como estaba haciendo ahora~

    Sabía que mirándola con tanto descaro le daba precisamente lo que quería, y no me importó en lo más mínimo. Mi mano seguía en su cintura y la deslicé hasta su espalda con la pretensión de arrimarla a mí, pero ella misma se inclinó y aguardé. Noté que estiró el brazo, en consecuencia encontró mis labios y parpadeé algo pesado, tragándome el cosquilleo que me recorrió la nuca.

    Las putas ganas de comerle la boca.

    La dejé hacer, que se separara y me mostrara el centímetro. Exhalé por la nariz, me despegué de su cuerpo y acepté la cinta.

    —Aún así, no conozco a Shakespeare en profundidad —retomé el tema inicial, recorriendo el centímetro hasta alcanzar el inicio—. ¿Beatrice? A menos que ahora hablemos de Demian, nunca había oído de ella.

    Me sonreí, mi voz seguía siendo prácticamente un susurro y empecé mi tarea. Apoyé la punta de la cinta sobre su hombro, la presioné con el pulgar y me valí de la otra mano para acompañar su recorrido descendente. Rozando sus clavículas, el monte de sus pechos, la tela del sostén y su abdomen.

    —¿De qué trata? —le pregunté, inclinándome hacia abajo para facilitarme la tarea. Presioné sobre sus caderas, me alejé, anoté y regresé, sonriéndole—. Brazos arriba, Ri-chan.

    Ahora, su cintura.


    gracias por la nota al pie cuz ni Kou ni yo habíamos oído nunca de esa obra unu
     
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  12.  
    Amane

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    Si tenía que ser completamente sincera conmigo misma, no tenía ni idea de cuanta fuerza de voluntad iba a ser capaz de tener para continuar con todo aquello sin que yo misma acabase cayendo en mi propia trampa. El asunto se volvía especialmente complicado, además, si Kou me comía con la mirada de la manera en la que lo estaba haciendo en esos instantes, logrando provocarme un escalofrío de pura satisfacción solo por ello.

    El ascenso de su mano no me pasó en absoluto desapercibido, de hecho logró erizarme un poquito más la piel si es que eso era posible, pero justo en ese mismo instante fue que decidí inclinarme para coger el centímetro y nuestros intenciones se vieron superpuestas. Eso no implicó que el asunto fuese de alguna manera inocente, qué va, porque acabamos con los labios tan jodidamente cerca que solo con un pequeño movimiento involuntario acabaríamos besándonos.

    El espacio estaba tan calculado que no pasó nada que no debía pasar, y el habernos alejado me sirvió para poner un par de neuronas en orden, aunque no demasiadas. Tampoco duró demasiado, pues tuvo que volver a acercarse para empezar a medirme, y yo seguí todo el recorrido que hacía con la mirada, con tal intensidad que cualquier diría que estaba haciendo cualquier otra cosa menos la estupidez de estar midiéndome con un centímetro normal y corriente.

    —Es de una comedia, quizás por eso no es tan conocida. Beatrice es la prima de la protagonista, está empeñada en que nunca se va a casar con nadie y tiene una especie de rivalidad con un lord, Benedick. Ella es genial, es prácticamente la única que defiende a su prima cuando los hombres la acusan de no ser pura, ¿sabes? Además, se pica mucho con Benedick y son muy graciosos~

    No iba a engañar a nadie, era obvio que me estaba aprovechando de la trama de la obra para distraer mi mente del recorrido que sus manos estaban haciendo, así como de la posición que había tomado para poder presionar el centímetro sobre mis caderas. Tuve que contener un poco el aire en ese momento, solo liberándolo cuando se alejó para anotar la medida en el cuaderno, y aproveché la relativa calma renovada para volver a sonreírme. Levanté los brazos, así cómo me había pedido, pero en lugar de mantenerlos en el aire como debería, decidí apoyarlos sobre sus hombros.

    >>No me has dicho si te ha gustado o no... —murmuré, haciendo un ligero puchero de molestia, y enredé de manera muy superficial los dedos en la cabellera de su nuca—. Lo que llevaba debajo, digo~

    a total pleasure hacer uso de mi degree para lo verdaderamente importante: el rol y estos horny bitches uwu
     
    Última edición: 1 Noviembre 2022
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Tenía su encanto seguir esforzándonos tanto por mantener una conversación coherente en medio de la estupidez que nos estábamos marcando, la verdad. Era algo que llevábamos haciendo desde el principio, si recordaba con exactitud, y ¿qué decir? No me aburría. Riamu se había convertido ya en una de mis válvulas de escape, puede que una de las más inofensivas.

    Te mantenían la cabeza en el cuello, al mismo tiempo que te la arrancaban.

    Vaya ironía.

    De repente estaba disfrutando un huevo la simple tarea de tomar sus medidas y no me lo cuestioné ni un segundo. Tampoco me quedaban grandes opciones si la chiquilla se me ponía prácticamente en ropa interior, oye. Era un caballero, ¿cómo negarme a su iniciativa? Tracé y recorrí, prestando atención a sus palabras, con la jodida satisfacción impresa en el cuerpo de saber que cada lugar donde la tocara cumpliría su función. Mi respiración prácticamente rebotó en su abdomen cuando solté una risa floja, justo antes de marcar la medida hasta su cadera y alejarme.

    —¿Algo así de enemies to lovers? —indagué, anotando en la libreta—. Sólo que en comedia, claro.

    Regresé frente a ella, le indiqué que alzara los brazos y obedeció, sólo que enganchándolos en mis hombros. El ligero cambio de planes hizo de todo menos molestarme. Tuve que pasar el centímetro por detrás de su cintura, así que me incliné sobre sus labios y me sonreí un segundo antes de retroceder, habiendo pillado la cinta con la otra mano. Deslicé la mierda por su piel y, otra vez, me agaché para ver bien el número. Estaba muy oscuro, oye, tuve qué~

    —¿Hmm? —murmuré al escuchar lo primero, memoricé el número pero me quedé allí en cuanto completó su idea. Me sonreí, deslicé la mirada a lo que literalmente tenía enfrente y de ahí a sus ojos, irguiéndome lentamente—. Mis disculpas, Ri-chan.

    Pese a haber dicho eso, sin embargo, retrocedí hasta deshacer su agarre y volví a anotar en la libreta. Dios, lo bien que me la estaba pasando tenía que ser ilegal.

    —Ocurre que aún no lo analizo al detalle —agregué, regresando, y la rodeé hasta detenerme a sus espaldas—. Aquí, por ejemplo...

    Seguía con el centímetro enredado entre los dedos, pero me incliné hasta echarle mi respiración encima del hombro. Exhalé, lo recorrí brevemente y dejé un beso en la base de su cuello, a pocos centímetros de uno de los tirates. Me tomé unos segundos para apartarme y medir la línea de sus hombros, de lado a lado.

    —¿Y esa es tu obra favorita de Shakespeare?

    Ah, seguía sin darle mi opinión, ¿no?

    Qué cosas.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Solté una risilla ligera por su comentario, tan simple y efectivo después de haberle casi soltado toda la trama de la obra, y asentí con la cabeza un par de veces mientras hacía un sonido afirmativo a labios cerrados, dándole la razón sin añadir nada más. La verdad sea dicha, era exactamente lo que yo había pensado al ver la obra, así que no podía llevarle la contraria de ninguna manera, por mucho que me gustase hacerlo en general.

    Luego se me ocurrió la tontería de apoyarme sobre sus hombros y él no puso ninguna queja, lo que me hizo ensanchar ligeramente la sonrisa. Nuestros labios casi se encontraron de nuevo, ambos con aquellas sonrisas que no podía augurar nada bueno en todo aquel tonteo, y después seguí sus movimientos con la mirada cómo había estado haciendo todo el rato. Sus gestos y constantes roces no me estaban haciendo bien, genuinamente no sabía hasta dónde iba a poder seguir tirando de la cuerda sin romperla por completo, pero por el momento estaba decidida a seguir disfrutándolo todo como una desvergonzada.

    Se disculpó tras mi reclamo, también deshizo mi agarre y yo lo dejé hacer sin problema, y finalmente lo sentí rodeándome hasta quedarse a mis espaldas, lo que por supuesto me provocó una tensión para nada desagradable en la zona del bajo vientre. El beso que me dejó en la base del cuello, después de toda la estupidez en la que estábamos montados, me hizo tener que morderme el labio inferior para que el ligero gemido que solté no se escuchase demasiado.

    —Quizás, no las he visto todas —murmuré en respuesta, sin tener ni idea de cómo logré formar una idea completa en tan poco tiempo—. Igual deberías llevarme a ver alguna otra, a ver si se vuelve mi favorita~

    Bueno, eso había sido relativamente atrevido, pero nada nuevo dentro de mis parámetros. Sea como fuere, no esperé realmente respuesta antes de inclinar la cabeza hacia delante y llevar mis manos al borde de la falda, abriendo la cremallera para dejar que la prenda cayese también a mis pies. Me costó un poco, pero no me pasó desapercibido que había decidido no responderme, y pensé que, bueno, mejor que apreciase todo el conjunto al completo, ¿o no?

    Porque por supuesto que llevaba ambas partes conjuntadas~

    >>¿Sabes? Si no te gusta, quizás tenga que quitármelo... —acabé susurrando, alzando la cabeza para girarla ligeramente hacia un lado y buscar su mirada de soslayo.

    No pensaba dejar morir el tema tan fácilmente, ni de coña.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Tal y como habíamos dicho, aprovechamos el receso para reunirnos todos en el salón de actos. Yo fui con mi mochila a cuestas y en las escaleras me encontré con Kakeru, a quien había convencido de darnos otra mano con la filmación. En ese sentido el chico era jodidamente servicial y no sabía hasta qué punto estaba aprovechándome de eso, pero no le di mucha cabida.

    Dejé caer la mochila en el centro del escenario, una vez estuvimos todos reunidos en torno a ella, y me agaché para abrirla y empezar a sacar las piezas de vestuario. Por alguna razón del universo asumí que iríamos primero con la coreografía de ballet, así que les fui pasando las cosas. Había tules bastante mullidos y con brillitos adheridos que podíamos atarnos a la cintura, encima de las faldas, además de cintas para el cabello y las zapatillas de ballet. La había tenido más difícil con Dante, la verdad, prefería evitarle las mallas claramente, así que podría usar el pantalón del uniforme, la camisa y...

    —¡Tará! —Me incorporé de un saltito y le presenté una especie de chaleco en tonos negros y rojizos, que tenía pinta de mierda medieval—. No preguntes de dónde lo saqué, sólo disfrútalo.

    —Ahora entiendo el tamaño dinosaurio de la pobre mochila —comentó Kakeru junto a una risilla, observando el despliegue de cosas.

    —¡Y aún falta el segundo cambio!


    Amane Nekita holis

    no tenía idea qué hacer para conservar la dignidad de Dante y me acordé de este dude de Barbie JAJAJA so el chaleco es algo como lo que él lleva puesto.
     
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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    No podía negar que tenía demasiada curiosidad sobre los vestuarios que había mencionado Anna, aunque definitivamente no superaba la emoción que estaba viendo en Catherine por el empeño que había tomado en Anna en que incluso el video quedara un poco mejor al tener a todos vestidos más acorde a las cosas que iban a bailar.

    —Realmente pensaste en todo, se ve muy lindo —Dijo Catherine observando todo lo que terminó recolectando para su vestuario —, si quieres hacerte un moño de balerina puedes decirme, seguro te queda bien~ —Tomó asiento en el suelo solo para poder ponerse las zapatillas de una manera más cómoda.

    Y así es cuando finalmente llegó su oportunidad de ver lo que le tocaba y una genuina risa terminó saliendo de sus labios.

    —Una lástima, realmente me daba curiosidad saber de donde podías sacar algo así...—Tomo la prenda todavía con una sonrisa divertida mientras se lo ponía sobre su camisa —, ¿que haras con todo el vestuario luego?
     
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    Amane

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    Acordamos, pues, encontrarnos durante el receso en el salón de actos para grabar lo que nos correspondía para el trabajo y así terminarlo de una vez, que al final se nos había echado un poco encima la fecha de entrega. No era algo que me preocupase especialmente, contrario a lo que pudiera parecer, pero después del esfuerzo que todos le habíamos puesto al proyecto para que saliese algo bonito, lo mínimo era poder entregarlo a tiempo y que se viese el trabajo detrás.

    Así pues, recogí mis cosas en cuanto tocó la campana y seguí a Anna hacia la planta baja, aunque lo hice a mi ritmo y eso implicó que me quedé muy atrás de los pasos de la chica. Para cuando llegué, ya todos estaban reunidos alrededor de la enorme mochila que Anna ya nos había adelantado por la mañana, acompañados de nuevo por aquel chico que parecía ser bastante buen amigo de la misma.

    Me uní al grupo y fui tomando las prendas a medida que la morena nos las iba ofreciendo, observando con cierta curiosidad cada una de ellas según las iba teniendo en mi poder. Vaya, sí que se había esforzado por conseguir todo lo que hiciese falta... Era bastante admirable, honestamente.

    —Has hecho un buen trabajo buscando todo, Anna —le dije, al mismo tiempo que me iba colocando los tules alrededor de la falda—. Se nota que te importa.

    Y pensé que merecía la pena que lo supiese, la verdad.
     
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    Gigi Blanche

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    Seguí el movimiento de su dedo un instante antes de regresar a su rostro, mientras escuchaba lo que decía sobre la sinfonía única que había en el Sakura. Metáforas musicales aparte, tenía razón. Recibí sus ojos con calma, mientras me contaba lo que le había ocurrido esta mañana. Era un chico extremadamente sereno, pero también bastante charlatán. No me desagradaba, era una combinación... ¿cómo le diría él? Armoniosa.

    —¿Que te invitó al club de música-? —repetí, casi en un susurro, como una exhalación de sorpresa, y fingí mucha indignación—. No puede ser, ¿quién se atrevió a hacer mi trabajo? Dime ya su nombre, tendré unas palabras con ella. —Rápidamente dejé correr la broma y solté el aire por la nariz, dedicándole una sonrisa cálida y genuina—. Well, well, suena a una buena bienvenida, ¿no? Me alegra que tu estancia aquí haya iniciado así. Espero estar a la altura~

    Me incliné ligeramente hacia él al agregar aquello último, denotando que, otra vez, lo decía en broma. Entonces me pidió que lo esperara y lo vi dirigirse a la enfermería. Me sonreí, medio satisfecha, mientras me cruzaba de brazos y recargaba el hombro contra la pared. Vaya, vaya, ¿acaso las gafas oscuras sí cumplían un propósito de supervivencia? Quién lo diría. Me quedé allí hasta que reapareció. Mantuve mi mirada en él, jugó con los blisters y lo recibí con una sonrisa rollo I know what you did last summer, pero en el buen sentido. Si esta pobre criatura andaba con resaca no creía que fuera buena idea sacarlo al sol, quizá le daba dolor de cabeza o se me deshidrataba aún más.

    —Nunca vienen mal, indeed —acordé, y sus sugerencias de conversación me arrancaron una risa floja. A medida que giraba el cuerpo, agregué—: Podría decirte qué hice durante el fin de semana, pero luego tendría que matarte.

    Suavicé el tono adrede al decir aquello, pretendiendo que su carácter de chiste no fuera tan evidente, y empecé a bajar con movimientos más bien livianos. Funnily enough, no era cien por ciento mentira. Había un bendito contrato y la mierda no me permitía andar de lengua floja. Tras alcanzar la planta baja le indiqué con un movimiento de mano que me siguiera, y en el camino hasta la máquina expendedora seguí hablando.

    —Y mi primer día aquí... God, parece que fue hace una eternidad. —Solté una risa floja, rememorando aquellas épocas, mientras buscaba e insertaba las monedas—. Aquí, en Japón, tuve que acabar la escuela media, y lo hice dando tumbos en una institución pública de mi barrio. No conocía el idioma, ni las costumbres, ni la cultura. Fue un poco desastroso. —Volví a reírme, meneando la cabeza, y aguardé por la botella de agua que había elegido—. Fue por eso, en buena medida, que intenté ingresar en el Sakura. Eloise trabajaba aquí y creía que era un ambiente más amable con los extranjeros, lógicamente, así que le metí turbo a los estudios y conseguí la beca. Fue... ¿divertido, supongo? Ver tantas caras diferentes luego de ser la única pelirroja en un mar de japoneses era agradable. Pero a la larga me terminé acostumbrando y pues, perdió el encanto.

    Era una forma sutil y políticamente correcta de dejar a un lado la seguidilla de mierdas que estallaron a los pocos meses de haber ingresado al Sakura. La escuela no tenía la culpa, y ahora que lo pensaba, ¿cuán diferente podría haber sido mi vida escolar si... hubiera sido ordinaria? ¿Podría haberle dicho que genuinamente disfruté mi estancia aquí? Quién sabe. Tampoco importaba.

    Me agaché para recoger la botellita, estaba fría y, aunque se me atravesó la tontería de apoyarla en su mejilla, no había tanta confianza. Se la extendí, pues, con la suficiente vehemencia para no dejar espacio a quejas.

    —Tampoco viene mal para un lunes, ¿cierto? —retomé sus palabras, sonriéndole—. Ten, cielo, considéralo cortesía del paquete turístico. Y ven conmigo.

    Lo que hacía me gustaba hacerlo bien, o como mínimo esforzarme en torno a ello, de modo que atravesamos toda la extensión del pasillo hasta derivar en el extremo opuesto a la cafetería. Era una puerta doble y bastante bonita, aunque el letrero delataba mis intenciones. Malditos letreros. Abrí y nos recibió un espacio muy amplio, vacío y oscuro, sobre el cual nuestros pasos hicieron eco.

    —No quiero que te mueras de una insolación, así que pensé que podría gustarte conocer este espacio —hablé al aire, ya que había apresurado el ritmo.

    Subí las escalinatas laterales del escenario, me colé detrás del telón atado y... uy, había un montón de interruptores. Había uno etiquetado como "reflector central" y aposté por él, encendiéndolo. Resultó ser el que quería, así que salí al escenario y me detuve al borde, justo bajo la luz, con los brazos extendidos. De una de mis manos colgaba el bento.

    —Ta-ra~ —murmuré, risueña, y recogí las manos tras la espalda—. Las ventajas de ser una escuela pija es que tienen mucho dinero para gastar.
     
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    Bruno TDF

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    Esta vez llegó, a mí, el turno de sentir las ondas cerebrales desorbitadas, producto de la respuesta tan interesante que esta chica me dio sobre su fin de semana. Lo dijo mientras giraba su figura esbelta: que tendría que quitarme la vida con sus manos, si revelaba los secretos escondidos en la extinción de la semana. Su tono de voz acomodado en la más suave de las notas. Quedé detenido por unos momentos, con el brillo intrigado de mis ojos maltrechos. Fue una contestación compuesta con humor, pero algo en la resonancia me hizo sentir la existencia de un verso oculto en su hablar… Misterio trepidante que terminé atribuyendo a los resabios de la resaca, aunque no del todo en verdad.

    La seguí sin decir mucho más hacia el nivel inferior. Allí viramos el andar en dirección a un aparato de bebidas frescas, donde presté mis oídos al relato sobre el origen de su vida escolar. Una huella de comprensión, en silencio resonante, marcó cada rincón de mi cuerpo cuando me habló sobre los problemas que le trajo el desconocimiento de la lengua, las costumbres y demás infortunios culturales, desde antes de la llegada al Sakura. Su desastre era también una definición de mi mudanza a tierras japonesas. Porque sin previo aviso y sin ensayo alguno, todo me fue arrebatado… sin que mi opinión contara con validez. Mi amada ciudad de hielo, la voz por tantos años desarrollada con mimo, la banda que allí había formado… Todo se quedó atrás con estrépito, y sólo después de dos órbitas planetarias bailando con el sol, pude empezar a avanzar de nuevo. Había encontrado el tono y la voz en esta cultura. Mas, la amargura del desahuciado cada tanto latía en las sombras ocultas del sentimentalismo, preparada para amenazar la nueva melodía que intentaba componer. No podía saber quién tomó la decisión de transferirme al Sakura estando a las puertas de junio, pero quizá la razón residía también allí: en que era perfecta para extranjeros.

    —Realmente eres la reina de las reinas —fueron las palabras con las que recibí su botella de agua, cortesía del tour.

    Por evidentes razones no conocía de nada a mi compañera Pierce, pero la primera impresión que estaba llevando sobre su individualidad, era que sabía esforzarse por el otro, así fuese un ruso emergido de una ciénaga de vicio nocturno. Incluso se ocupaba de que me sintiera mejor con mi resaca, lo cual era de valorar. Se diferenciaba en ese sentido de Markus, que en sí no parecía un mal sujeto, pero sus impulsos impredecibles me habían despojado del agua que llevaba encima; quizá lo suyo fuese un egoísmo involuntario. Le di un largo trago a mi nueva botella, y en ese breve lapso donde la garganta volvía a ser humedecida, mi guía se adelantó hacia unas puertas bastante llamativas. Tuve que apresurar el paso para alcanzarla.

    Era el más impresionante de los salones, con un escenario descomunal que en nada se comparaba a los pocos que había pisado en mi breve existencia. Incluso tenía un nivel superior que imitaba una suerte de palco, y las ventanas parecían bastante costosas. Algunas estaban abiertas, tal vez para ventilar en este día infernal. Atravesé el pasillo central a paso calmado mientras bebía con movimientos discretos, observando con detenimiento los objetos presentes. Pierce se había perdido de vista y yo no lo advertí, enfocado en aquel salón con la imaginación carburando ideas.

    Un reflector se encendió sobre el centro del imponente escenario y la chica apareció con brazos abiertos, la caja del almuerzo pendiendo de su mano. Le recibí con un aplauso suave, aunque mi cara mostraba la serenidad de siempre. No era alguien acostumbrado a sonreír. Me eché los cabellos hacia atrás mientras la escuchaba hablar, pensando en lo bien que se veía en esas alturas, como una estrella de rock.

    —Pierce, tu apariencia melodiosa tiene buena sinergia con el escenario y la luz —mencioné sereno.

    Me dejé caer en una butaca de las primeras filas, desde donde podíamos vernos. A mi lado quedó el estuche de la guitarra. Clavé en ella mis ojos, que siempre destellaban en jade a pesar de los lentes oscuros. Me recliné sobre el asiento. El dorso de una de mis manos hizo contacto con la parte baja del mentón, con el codo en el apoyabrazos sirviendo de pilar.

    —¿Has actuado frente a un público alguna vez? —quise saber— Si tuvieras que desatar la música de tu ser sobre ese escenario, ¿cómo la describirías?

    Era ese el estilo con el que desataba la oleada de cualquier conversación, y la pregunta con la que buscaba saber un poco más sobre cualquier persona que empezaba a conocer. Yo podía emitir una opinión, pero siempre surgía algo interesante de lo que un individuo decía de sí mismo. La metáfora era musical, pero el interrogante contenía profundidad, o eso optaba por creer. ¿Qué respondería Pierce, quien me cuidaba y afirmaba tener que matarme?
     
    Última edición: 27 Julio 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Solté una risa ligera en respuesta al ¿cumplido? que me brindó debido a la botella de agua. Me había parecido su forma de agradecerme sin más, de por sí este muchacho hablaba con cierta peculiaridad, así que me limité a la risa y lo rebasé, dirigiéndome al salón de actos. Su ritmo algo rezagado me permitió alcanzar el escenario y elegir el interruptor correcto, e internamente sentí un leve dejo de satisfacción ante el timing sincronizado de toda la secuencia. Emitió un aplauso suave ante mi entrada triunfal y volvió a barrerse el cabello hacia atrás. Sus palabras... ¿intentaba decirme que tenía presencia escénica, o algo así? Eso se ligaba directamente al aspecto físico y a la actitud, suponía. Por lo general no le daba muchas vueltas a lo que los demás decían, pero quizá fuera el paso intermedio de traducción lo que me obligaba a prestarle una cuota extra de atención. Mi sonrisa se suavizó y crucé un tobillo frente al otro, inclinando la cabeza un par de centímetros.

    Well, thank you.

    Pensé que me acompañaría en el escenario, pero en vez de eso tomó asiento en una butaca y dejó su estuche a un lado. No expresé la sorpresa, tampoco abandoné mi posición bajo el reflector, me sentí francamente observada y, para variar, no me disgustó. Siquiera lo cuestionaba, era uno de mis pequeños... caprichos, quizá. Sacudí la cabeza suavemente ante su primera pregunta, y la segunda resultó bastante más compleja. A ver, traducción... Los escenarios servían para resaltar y direccionar la atención, eran la tarima adonde se subían las personas que ansiaban, o las forzaban, a ser vistas, oídas, reconocidas; las razones variaban. Era, en esencia, pura exposición. Si este chico era músico debía entenderlo y compartirlo, yo... nunca me había subido a un escenario. No poseía dotes ni destrezas artísticas.

    Y, sin embargo, estaba allí. Bajo el reflector.

    Alcé la vista al haz de luz, cegándome momentáneamente, recorrí el salón vacío con la vista y acabé sobre Gaspar. Me agaché para depositar el bento en el piso de madera, lo hice con movimientos silenciosos y, al erguirme, me desinflé los pulmones. Los años que llevaba al servicio de los demás habían acabado borroneando mi individualidad, lo sabía. Ya no quedaba rastro de aquella chiquilla alegre, avispada y algo vanidosa que se enorgullecía de su habilidad con la tabla de surf o la patineta, que vivía a su propio ritmo y nada le preocupaba demasiado. Ahora, sin embargo, las cosas estaban cambiando otra vez. Fuera por un buen o un mal camino, mis pasos empezaban a alejarse. Había alegría, había ingenio y una chispa de vanidad. El método no me enorgullecía, pero quizá estuviera probando su efectividad. Comencé a caminar por la línea del borde del escenario, pero antes de ello, en el último segundo que miré al chico, esbocé una pequeña sonrisa, ligeramente ladeada.

    —La música de mi ser...

    Lo repetí calculando cada paso, cada movimiento, para ejecutarlo con la mayor suavidad posible; mi voz, también. Lo había pensado, ¿cierto? El Paraja era, a su vez, un gran escenario, donde todos desempeñábamos nuestro papel de la mejor forma posible. La supervivencia se ligaba a la teatralidad, la inteligencia y los encantos. Era sencillo y complejo al mismo tiempo. Controlado. ¿Qué le mostraría a este chico? ¿Una versión fabricada, diseñada específicamente para él? Podía hacerlo; pero no estaba trabajando, vaya. Y jugar a ser una muñeca era... algo aburrido.

    —Te mentí —murmuré, ligeramente risueña, y le lancé un vistazo breve en lo que viraba y seguía caminando casi a cámara lenta, de un extremo a otro—. He actuado frente a un público. Lo hago, de hecho, con cierta regularidad. Sobre un escenario se desarrolla una exposición pero también hay una entrega, ¿verdad? Una intencionalidad. En esa exposición hay otra persona que absorbe lo que ofrecemos y lo interpreta. Actuar frente a un público es concederles el permiso para redefinirte. La individualidad se torna difusa y... algo fluye. La entrega se convierte en intercambio.

    O al menos, así lo sentía en el club. Las chicas y yo podíamos intentar proteger nuestro núcleo, aquello que nos definía, encerrándolo bajo llave en lo más hondo del pecho; pero era imposible salir indemne, el día menos previsto podía aparecer alguien y desarmarnos por completo. Era un riesgo que debíamos correr. La atención y satisfacción ajena nos daban de comer. Quizá sólo quisiera poner a prueba lo que Aria me había enseñado. ¿Era capaz de robar su atención? ¿De difuminar el mundo por cinco minutos?

    —¿Qué veo en el espejo? —Me detuve bajo el reflector y le sonreí con suavidad, a la distancia—. En tanto yo esté aquí y tú ahí, eres mi espejo. Así que dime, ¿qué ves ahora mismo?


    Era el trabajo de cualquier artista, ¿no?
     
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