Alce una ceja ante la invitación de comer ramen, pues estaba siendo sincera realmente me gustó mucho desde que lo provee por primera vez. ─Claro, no hay problema ─murmure después de todo no podía declinar una propuesta como esa, y claro tampoco quería ser maleducada. Sonreí sin emoción alguna en mi rostro cuando se presentó, realmente me ahorro el tiempo no quería seguir llamándolo solo extraño, solo me quede quieta sin mover ni un musculo de mi cuerpo por la reverencia que hizo, no debería de sorprenderme después de todo esto era Japón. Después de meditarlo si presentarme o no, lo termine haciendo. ─Lo mismo dijo mi nombre es Sophie Brown ─mi voz sonó un poco apagada y aguda a la vez, mire atenta a sus movimientos cuando me extendió la barra de dulce, lo tome sin rechinar ni nada, para después concentrarme en mirarlo fijo─. Gracias, supongo. Espere que me digiera a donde más podríamos ir, mientras movía mis pies en una sola dirección. ─¿La biblioteca?, claro por mí no hay ningún problema. Me abrí paso y espere que me direccionara hacia el próximo destino. Contenido oculto Ikoma-kun
La muchacha se veía bastante simpática y tranquila, o por lo menos esa sensación fue la que yo percibí en su compañía. Me estaba siguiendo sin poner ninguna clase de queja al respecto, y también noté el interés y la atención que le estaba prestando a toda la información que le estaba soltando, seguramente intentando recordar el mayor número de detalles para el futuro. —No te preocupes, en un par de días te sabrás dónde está todo de memoria —le dije con tono tranquilizador y una sonrisa calmada—. Y, de todas formas, todas las estancias tienen cartelitos indicando qué son. Amplié un poquito más la sonrisa al escuchar su respuesta a mi pregunta, pues justamente los clubes de esas dos aficiones me eran muy conocidos, y asentí con la cabeza un par de veces antes de retomar la marcha hacia el invernadero, pasando primero por la cafetería. >>¡De hecho sí! El club de lectura se reúne en la biblioteca y son un grupo de chicas muy tranquilas, ¡te caerán bien! Y en el club de jardinería estoy yo, junto a un amigo. Nos solemos reunir en el invernadero para tomar el té. ¡Es un sitio muy bonito, ya verás! La cafetería estaba tan concurrida como siempre, pero por fortuna no íbamos a tener que pasar mucho rato en todo aquel barullo, y no tardé demasiado en abrir la puerta que daba acceso al patio del cerezo. >>¿Hace poco que has venido a Japón, Smith-san? ¿Qué te parece Tokio? Contenido oculto iba a llevarlas al patio norte para después pasar al invernadero, pero el último post allá es mío y encima con emi JAJAJA so hago este post intermediario y puedes seguir tú ahí, si te parece uwu
La clara molestia que a Riamu no le preocupó disimular me causó cierta gracia, pero no dije nada. No era que a ella le hubiese ocurrido y a mí no, sino, como siempre, la transparencia de sus emociones. Estando ya en el pasillo retomé el asunto de los postres para que a la niña se le pasara la frustración, funcionó y seguimos nuestro camino hasta la cafetería. Le quedaba poco al receso, así que estaba relativamente tranquilo; al menos no había fila, quería decir. Su idea de darme de comer con la cuchara me hizo soltar una risa nasal. —¿Con avioncito y todo? —repliqué, sin dejar claro si accedía o me negaba a la idea. Me acerqué al mostrador de los postres, pues, identifiqué la tarta de fresa que ella había dicho pero vi otra de durazno que tenía muy buena pinta. Sin dejar mucho espacio a nada, fui a la caja ya sacando la billetera de mi bolsillo. —Buen día. Una porción de tarta de fresa y una de durazno, por favor. La señora se fue adentro para preparar el pedido y deslicé la mirada a Riamu, con una sonrisilla divertida pegada al rostro. ¿De veras habría creído que le dejaría pagar? Eso sí era un gran chiste.
Mi tontería de ofrecer darle de comer con la cucharita le sacó una risa nasal, una que no pude evitar imitar segundos después, cuando él añadió la idea lo del avioncito a mi idea inicial. Me encogí de hombros como toda respuesta, sin definir si aceptaba o declinaba tan tentadora oferta, y dediqué el corto camino hacia la cafetería a intentar imaginarme la escena en cuestión, pero realmente fue misión imposible; era necesario demasiado tiempo y demasiada imaginación. En cuanto llegamos a la cafetería, me fue imposible no distraerme con la cantidad de dulces que había expuestos en la vitrina del lugar, y no fue hasta un buen rato después que me di cuenta de que Kou había sacado su billetera y parecía dispuesto a pagar las dos porciones que había pedido, incluso si ya le había dicho que era yo la que quería invitarlo en aquella ocasión. Inflé las mejillas en consecuencia de su sonrisa, frunciendo también el ceño con algo de molestia, y me acerqué a su posición para quitarle la cartera de las manos y llevármela a la espalda. —¡No, no! —sentencié, incluso negando con la cabeza un par de veces para reforzar el punto—. He sido yo la que te he invitado, así que pago yo. ¡Y no me lleves la contraria, o me voy a enfadar de verdad! —amenacé, descubriendo solo una de mis manos para señalarlo con un dedo acusador.
Era obvio que iba a clavarse una mini rabieta por estar pretendiendo pisar sus intenciones, y justamente por eso se lo estaba gozando. Se había distraído en la vitrina de los postres, pero vino hasta mi posición y yo, por supuesto, la esperé. Intentó agarrar mi billetera, la moví a un costado, luego alcé el brazo y con esa tontería me divertí un rato hasta que una risa me aflojó el cuerpo y consiguió pillarla. Si era mérito suyo o había decidido dejar de molestarla, pues sería un misterio para todos. Acabé la risa soltando aire por la nariz y la miré, con una sonrisa tranquila pegada al rostro. Enfoqué la vista en su dedo acusador, cruzando un poco los ojos, y al final me encogí de hombros. —No querríamos que Ri-chan se enfade, ¿cierto? —concedí, suave, y en lo que la señora regresaba con los postres retrocedí un paso, cediéndole el lugar frente al mostrador—. Toda tuya la transacción, entonces. Contenido oculto No voy a tener tiempo mañana para rolear a tiempo most likely, así que voy a cerrar con Kou aquí. Gracias por rolear conmigo, bebi, i really enjoyed it uwu
Como cabía esperar, Kou no permitió que mi misión de quitarle la cartera fuese especialmente sencilla, aunque después de un rato tentándome con la misma, y de mí siguiéndole el rollo con una mezcla de frustración y diversión en el semblante, conseguí arrebatársela de las manos así como había planeado desde un inicio. Mi orgullo, si bien algo infantil a veces, en aquella ocasión no me dio espacio a pensar en la posibilidad de que él me hubiese dejado ganar, así que me permití mirarlo con la barbilla en alto con clara intención de querer presumir mi victoria. Lo miré mientras él desviaba la vista hacia mi dedo acusador, sin poder reprimir la risilla de diversión que se apoderó de mí al ver su rostro, y finalmente la sensación de victoria se apoderó por completo de mi cuerpo cuando se rindió ante mi amenaza, haciéndome ensanchar aun más la sonrisa y transformar el gesto de mi mano en una 'V' con los dedos índice y medio. Me adelanté en cuanto me dejó espacio para ello y le devolví la cartera al chico antes de sacar un par de billetes del bolsillo de mi falda para pagarle a la señora de la cafetería. Giré el rostro para mirar a Kou, sonriente como nunca, y recogí los dos platitos en los que nos habían servido los dulces. En un impulso surgido de a saber dónde, me eché hacia adelante para acortar la distancia entre nosotros y le planté un beso sobre los labios, porque sí. Fue una contacto fugaz superficial, del que me separé prácticamente al segundo, y le sonreí con un aire genuino antes de girarme para dirigirme más al interior del lugar y escoger una mesa libre para sentarnos. Yo invitaba y yo elegía dónde nos sentábamos, claro~ Contenido oculto yo también lo disfruté mucho, bebi, it's always a pleasure tocarle las narices a kou con cariñito ririano uwu <3
Arata despegó el hombro del marco de la puerta y medio nos acompasamos mutuamente al ritmo del otro, que de por sí nadie llevaba mucha prisa. Yo solía caminar más rápido por el simple hecho de que vivía yendo de un lado al otro, pero el ajuste forzado me hizo darme cuenta que no había necesidad de eso. El receso era, en sí mismo, un momento de descanso; aunque, claro, no hubiera sido siempre así. Volví la vista a él cuando habló y me limité a asentir sobre su solicitud de parar en la cafetería. No llevaba nada encima, así que se compraría allí algo para almorzar, suponía. Ya de paso podía aprovechar la movida y pillar un refresco de la máquina expendedora. Estaba trazando el plan en mi mente, pues porque así era, cuando noté de soslayo que se inclinaba encima de mi espacio. No tenía mucho sentido pretender husmear un bento cerrado, pero lo dejé ser y su mención de aquella comida pseudo radioactiva me arrancó una risa breve. Lo había olvidado por completo. —Esta vez es todo certified, calidad asegurada por Pierce Corporation o le devolvemos su dinero —bromeé—. Lo hice hoy a la mañana, no había sobrado nada de la cena de ayer. Suelo traer más cantidad, también, pero hubo un fallo logístico en casa. Y por ello agradecía que ya hubiera dicho que parábamos en la cafetería, me resultaba más que impropio de mí no invitarlo a compartir lo mío. Había acompañado lo dicho de una risa liviana para disimular bien la mentira. La verdad era que los fines de mes siempre nos agarraban con el agua al cuello y esta vez aún más, con mi cambio de trabajo y el pago que le estaban pateando a papá. En sí era una absoluta estupidez haber pretendido pagar la deuda sin la ayuda de Arata, considerando que ese poco dinero extra desaparecería mañana en un adelanto para dejar al casero más tranquilo. Confiaba en que las cosas se acomodarían con el correr de las semanas, de momento tocaba aguantar y apilar las monedas. Llegando a planta baja, correteé hasta la máquina para comprarme una soda y para que, cuando Arata me alcanzara, la transacción ya estuviera hecha. Le sonreí, balanceando la lata entre mis manos, e ingresamos a la cafetería. Estaba bastante llena. —El tatuaje cicatrizó bien —murmuré un poco de repente, y le concedí una sonrisa—. Qué bueno que tuve al mejor curador de Tokyo, ¿no?
Pretender ponerle prisa a un día tan gris como este no servía de mucho, eso y que en general no era demasiado amigo de la lluvia, así que ni modo. A fin de cuentas tenía un almuerzo por delante, una misión también, pero sobre todo un almuerzo porque no había desayunado ni nada antes de salir de casa. Igual el plan de la cafetería nos servía a ambos si nos faltaba algo antes de seguir el camino, pero la distraje con la estupidez de la comida del otro día y se le aflojó una risa que me provocó exactamente la misma reacción. Su respuesta me vino en gracia también, se me soltó otra risa y volví a mi espacio para seguir andando. —Muy bien. Una jovencita no tiene que andar comiendo cosas radiactivas, para nada —comencé a decir—. ¿Cómo vas a enfrentarte a esta academia con unos cuadritos de pizza cuestionables en el estómago? Las razones de por qué traía menos cantidad no eran mi asunto y en su defecto me resultaban más que comprensibles, así que no me detuve a hacer preguntas de ninguna clase. Lo dejé pasar como todo y la vi corretear hacia la máquina, se compró una lata de refresco y solo la seguí luego de haber hecho lo mismo. Ni siquiera me fijé de qué sabor fue la lata que cayó luego de presionar el primer botón que vi. La cafetería estaba llena, pero aún así atendí a su voz cuando me habló y me permití una sonrisa bastante tranquila. No respondí de inmediato, en su lugar observé la fila hasta dar con algún hueco en el que colarme, obviamente. —No esperaba otra cosa, viendo que me cortabas los momentos de meditación —respondí por fin, pero se notaba desde el espacio que no lo decía en serio—. Podría haber encontrado la cura a tantas enfermedades, pero qué va, tenía que pensar en curar a la señorita. ¿Te parece bien? Me excusé un momento con Sasha en el momento en que ubiqué a una víctima en la fila, era Kurosawa, y me colé de inmediato. A la cría la asusté, pero apenas me reconoció le hice algo de charla y me dejó pasar en su lugar para comprar un sándwich de jamón, bueno dos en realidad porque mejor prevenir que curar. No quería quedarme con hambre el resto de las horas de clase. Despedí a la mocosa, le revolví el pelo antes de irme y volví junto a Sasha, orgulloso de mi gran hazaña. Alcé el par de sandwiches como si fuesen un trofeo, aunque los bajé no mucho después. —Estamos listos, Rojita.
Al acercarnos a las puertas de la Cafetería miré por sobre mi hombro, para asegurarme de que Fuji no se me quedase ni un cachito atrás. Los viernes siempre eran un gran motivo para animarse y fue genial que lo recordara, pero que me invitase a un jugo disparó mi entusiasmo con creces. Fue un ofrecimiento que me tomó un poco por sorpresa, aunque en realidad no tenía motivo alguno para sorprenderme: era algo que podía esperarme de él. Y yo acepté al instante. Tan encantada, que de seguro mis pasos se aceleraron un poquito en cuanto dejamos el pasillo del tercero atrás. Le dirigí una mirada entre enternecida y agradecida al atravesar el umbral de la Cafetería, mientras sentía cómo el sol que ingresaba por los enormes ventanales me daba directamente en la cabeza y encendía mis cabellos con brillo. —Cuéntame, Fuji, que ahora me entró la curiosidad —decía mientras nos acercábamos a una de las máquinas expendedoras— ¿Cuál es tu sabor favorito? Yo adoro los jugos de uva, tan suaves y deliciosos —empecé a contarle sin más, mientras señalaba una botellita violeta tras el vidrio del enorme aparato—, pero tampoco me le resisto a lo cítrico. Nunca viene mal ponerle un poco de sabores fuertes a la vida —me reí. Contenido oculto Gigi Blanche
No estaba seguro cuál era el motivo para apresurarse si igual iba a estar chequeando a cada rato que la seguía, pero el gesto seguía resultándome tierno y no me quejé. La primera vez me hizo gracia, a la segunda solté una risa baja y, a partir de entonces, me quedé esperando a que lo hiciera. La fui recibiendo con diferentes caras. Le fruncí el ceño, luego me puse bizco, entonces le saqué la lengua. Entre tanta tontería alcanzamos la cafetería. Eché un vistazo alrededor de pura manía. Había bastante gente comprando y un flujo importante por las puertas que daban al patio norte. Seguí a Verónica hacia la máquina expendedora y atendí su pregunta, su respuesta también. ¿Mi jugo favorito? —De... ¿naranja? —resolví, no muy convencido, pero mi sonrisa se ensanchó y me reí al recibir la epifanía—. ¡Ah! Es un cítrico. Saqué la billetera tras alcanzar la máquina y me hice con algunas monedas. Primero seleccioné un zumo de uva y luego un té helado. —Aunque no soy muy de zumitos, la verdad —agregué, mientras las bebidas caían y me agachaba para recogerlas—. Me gusta mucho el té. Aquí tienes, jugo de uva para la dama. Comencé a caminar sin prisa hacia el patio, balanceando la botella entre mis manos. De un momento al otro recordé algo y la miré, alzando las cejas. —¿Cómo anda Copito? ¿Se porta bien?
—Así que naranja, eh —dije cuando me hizo la revelación de su preferencia en jugos. En un principio no pareció muy convencido de su respuesta, pero luego dejó escapar otra risa en cuanto cayó en cuenta de que se trataba de un cítrico, un gusto que compartíamos. Cuando se puso a buscar en su billetera las monedas necesarias para la máquina expendedora, en ese pequeño instante me quedé pensando en su forma tan sutil de reírse: a mis ojos se estaba convirtiendo en uno de sus rasgos principales. Y no sólo eso, también estaba su forma de jugar conmigo; por ejemplo, con las caritas que me hizo mientras veníamos a la cafetería, o cuando alzó los dedos de mi mano. Eran destellos que se desprendían de su actitud siempre calma y creo que por eso se me hacían tan especiales. Me estaba alegrando mucho de conocernos. Y también tenía ese tatuaje tan bonito y un poco misterioso en su cuello, que llamaba mi atención cada vez que mis ojos daban con él. Pude verlo de vuelta, por un segundín, cuando Fuji se agachó para recoger las bebidas. Las pequeñas serpientes que se enredaban como abrazándose en la nuca del chico. Se me ocurrió la atrevida idea de que podría recorrer el tatuaje con un dedo, siguiendo el dibujo de las serpientes y a lo mejor haciéndole cosquillas a Fuji, pero incluso yo conocía mis límites en cuanto a confianzas, obviamente no lo iba a hacer en ese momento. —Muchas gracias —dije sonriente al recibir mi jugo de uva. Él se había pedido un té helado. Fuji me dijo que le iba a más a eso, y fue una información que dejé bien guardada en mi cerebrito. Lo seguí a su ritmo, caminando hacia el patio norte. La frescura de la botella en mis manos resultaba muy relajante y prometedora, pero lo era aún más estar en tan buena compañía. Pensaba en esto cuando me preguntó sobre Copito. —Copito está bien, pero es un completo travieso. Se parece a la dueña —respondí en broma—. Creo que no te lo dije en el campamento: él siempre viene a la Academia conmigo, por lo general anda volando por las afueras. A veces se para junto a la ventana de mi aula. Pero otras veces… Mi sonrisa se desvaneció un poquito, pero no abandonó del todo mi rostro. Miré hacia nuestras espaldas de forma sutil, también hacia los costados. Cuando me aseguré de que no había personas cerca de nosotros, le hice un gesto a Fuji con el que le pedía que me acercara su oído. Me puse en puntas de pie, sin dejar de caminar, para susurrarle de cerca: —Otras veces entra conmigo a la Academia —revelé, sentía que podía confiarle tan particular secreto—. Se esconde en mi mochila o incluso entre mis cabellos, como un ninja —la sola imagen de Copito ninja hizo que casi me riera en el oído de Fuji, pero logré contenerme—. Está prohibido entrar con mascotas al colegio, por eso digo que es travieso como la dueña... Ella también se porta mal a veces. Cuando me aparté un poco de él, le guiñé el ojo con una sonrisa cómplice. El secreto ahora pertenecía a alguien más. —Cuando alcancemos el patio seguro baja a saludarte, él también se pondrá contento de verte —asentí con completa seguridad en mis palabras. >>¿Y tú como has estado, Fuji? Disculpa que no haya preguntado antes eso, es que me había quedado pensando en los jugos cuando me invitaste —admití un poco avergonzada. Contenido oculto Ahora yo te concedo el honor de arrastrarlos uvu
Igual la estábamos forzando, ¿no? La idea me asoló de repente, venida de ninguna parte, y me estrujó el corazón en el pecho con bastante insistencia. No sabía si era mejor dejarla sola, que fuésemos a buscar a Fiorella o solo seguir con nuestro pequeño teatro que pretendía distraerla de una asunto serio con un poco de azúcar. Sabía que quizás solo estaba sobrepensándolo, pero la sensación no fue nada agradable. —Podemos probar uno de algún otro sabor —dije junto a una sonrisa, disimulando mi lío mental. Cuando las puertas se abrieron Altan se adelantó, al pasar junto a mí me dio un toquecito en las costillas pero no dijo nada y supuse que habría notado que me estaba comiendo la cabeza. No tenía mucho caso ocultarle algo, nos conocíamos hace demasiado tiempo, era innegable. Suspiré con cierta pesadez y busqué a Adara con la vista antes de salir. —Ah, ¿te gustaría ir a mi casa este fin de semana? —pregunté un poco de la nada—. Como acordamos en el campamento. Puedo decirle a mi tía que prepare algo rico. Altan guió la marcha hasta la cafetería donde me hizo una seña para que me sentara si quería mientras él se adelantaba, la fila se había disipado teniendo en cuenta que el receso estaba por terminar así que imaginé que no tardaría demasiado. En lo que se alejaba miré a Adara y estiré la mano para alcanzar una de las suyas, dándole un suave apretón. —¿Buscamos dónde sentarnos, cielo? Puedes elegir la mesa que quieras, casi todo el mundo está afuera con el buen clima. Contenido oculto quería ir cerrando la interacción por si fuese de mis últimos posts antes del cierre de día, pero no encontré cómo xD
Por lo menos agradecia mucho haber dejado de lamentarme por un rato o mejor dicho por algunos segundos, cuando llegara casa todo seria peor. De eso no cabria duda. Mire a Jez cuando dijo que podíamos probar algún otro sabor, sonreí en modo de respuesta mientras asistía en modo de respuesta, por mi estaba bien no traía el caso que me partiera la cabeza pensado que dulce podría probar, después de todo la castella también un dulce, para ser mas precisa un bizcocho. Sali del ascensor después de que Altan de adelantara la cosa fue que me encontré con los ojos de Jez antes de salir, la mire por unos largos segundos por la pregunta que me hizo. A decir verdad me había olvidado que habíamos quedado en campamento que iría a su casa para regalarle algunos libros que yo ya no usaba, y tampoco había leído, para no mentir ni me acordaba como esos libros llegaron a mi biblioteca si nunca los leí, y tampoco tuve que hacerlo, simplemente no me había dado gana de hacerlo y que podría hacer con eso, pues regárselos a alguien en quien confiara y le gustara leer. ¿Y Jez lo era? En lo poco que llevaba conociéndola si, podía decir que si, se estaba convirtiendo en esa clase de persona. —Claro tu solo dime la hora, y listo —le dedique una sonrisa en boca cerrada cuando dijo lo de su tía—. Puedo llevar algo de mi casa para comer si quieres, cualquier dulce o algo. Escríbeme que te apetecería y lo llevare. Con eso ultimo seguí a Altan ya que el dirigió la caminata hasta la cafetería, note la ceña que le hizo a Jez mientras el se adelantaba a la fila, ya casi no había estudiantes el receso prácticamente ya acabaría busque con la mirada a Fiorella por si me la encontraba por aquí, pero no vi rastro de ella tal vez no salio al receso y se quedo en su aula o compro lo que necesitaba y subió de vuelta. Deje de mirar los alrededores cuando escuche la voz de Jez. ¿Sentarse ahora? Podría ser, busque una mesa cerca del lugar para que Altan no tuviera que caminar tanto a donde estábamos. Solo la lleve hasta la mesa que había elegido, y hasta hora había procesado el como se había dirijo, por lo menos no reaccione como la había hecho en el campamento, ahora lo había hecho de una forma algo mas tranquila. —Aquí estaba bien ¿no? —mire de reojo al chico—. Para que Altan no camine tanto. Contenido oculto Puedo decir que ya somos dos uwu, pero para decir verdad una vez mas me gusto rolear con tu niños. Por si no puedes hacer un post para terminar y yo tampoco pues solo dijo que fue divertido..
Las distracciones que teníamos eran bastante penosas, la verdad fuese dicha, pero entre menos lo pensara suponía que era mejor para todos. De hecho por eso mismo le dije lo de mi casa, además de que suponía que se le habría olvidado entre una cosa y la otra, pensaba que fuese un día después de clase pero al final acabé postergándolo hacia el fin de semana. —Puede ser cerca de la hora de almuerzo, ¿te parece? Como a la una de la tarde y lleva lo que gustes de tu casa, no te preocupes. Al final la chica buscó una mesa que no estuviese demasiado lejos de la fila para ahorrar a Altan algo de la caminata, accedí sin problema y tomé asiento, desenvolviendo el bento de nuevas cuentas. Comí un poco más y solo después de unos segundos recordé que habíamos dejado los jugos en la clase, lo que me hizo suspirar. Altan se acercó con un plato con varios trozos de castella, un par eran de chocolate, otro era de matcha por el color verde que tenía y el restante tenía un tono sutil de rosado, supuse que sería de fresa o cereza. Empujó el plato suavemente en dirección a Adara, dejando que escogiera los que quisiera y luego me miró con el rabillo del ojo. —Traje para ti también, por si quieres. Te gusta el de chocolate, ¿no? —Sí, con un trozo está bien, aunque te dije que no quería nada. —Siempre dices eso y siempre quieres algo —argumentó, ligeramente risueño y luego miró a Adara—. ¿Irás a casa de Jez entonces? Su familia es muy buena, ya verás. Seguro querrán consentirte. Contenido oculto me puse en modo turbo gracias por prestarme a Adara, como siempre uwu <3 jez es muy feliz de poder pasar tiempo con ella
Estar cerca de Jez no me molestaba, al contrario, llegaba a pensar que ella me hacia recordar a Fiorella, por como era y como trataba a Altan ya que se notaba que este ultimo tenia un carácter difícil, no podía decir que yo era muy diferente y hasta ahora entendía en como había conseguido que Fiorella se convirtiera en mi mejor amiga. Escuche que me dijo sobre la hora que podía ir a su casa, y que podía llevar lo que gustara de mi casa, solo asentí pero no dije nada, no hasta que llegamos a la mesa a la que había propuesto para que Altan no caminara tanto. —Me parece bien —eso lo había dicho cuando ya me había sentado—. Solo tendrías que pasarme la dirección como lo habíamos acordado en el campamento. En eso Altan llego, no me fije específicamente en el sino en lo que traía en la mano, le dijo algo a Jez, pero no le preste tanta atención no hasta que deslizo el plato hacia mi para que escogiera el que mas me gustara, los mire brevemente antes de escoger el rosado, me gustaba el de chocolate era el que yo mas comía, pero esta vez aprobaría este. Alce mis ojos hacia el. —Gracias —susurre aprobándolo en poco, en eso escuche su pregunta pero solo asistí ya que estaba demasiado sumida comiendo el bizcocho ya luego me la mentaría del collar de mi abuela y de las preguntas que mi padre haría. Mientras tanto disfrutaría de lo que estaba comiendo, hasta que el receso terminara. Contenido oculto y yo que pensaba que no lo terminaría uff fue un placer rolear contigo uwu, lo mismo dijo de Adara gracias por prestarme a Jez y Altan <3
La conversación entre ambos se desenvolvía con naturalidad absoluta. Era el nuestro un encuentro producto de la casualidad, ya que Cayden muy seguramente había pasado junto al pasillo de mi clase en el preciso momento que yo opté por pararme a observar el exterior. A pesar de los días transcurridos desde el campamento, había una suerte de sinergia allí, de pie frente a la ventana, los dos vislumbrando el cielo despejado como si aquello fuera una costumbre compartida por días. La conexión invisible que solía mirar desde las afueras, en la lejanía, era ahora parte de mi propia experiencia, de los días venideros. No rechazaba la soledad, pero valoraba más poseer algo como este relajante instante, y en particular oír a Cayden compartiendo su visión sobre la costumbre de observar el mundo. Asentí con calma al saber que teníamos algo como eso en común, siendo lo suyo algo más singular ya que terminaba involucrado en los elementos que se detenía a mirar. Ahora que caía en cuenta, los tres parecíamos poseer ese rasgo. Altan, Cayden y yo. Éramos observadores natos, recolectores de datos (usando parte de las palabras de Dunn). Pensar en esto me hizo sonreír un poco; era otra casualidad bastante interesante que, quizá, volvía esas conexiones invisibles un poco más fuertes. Sonreí ante su respuesta a mi invitación. Dejaba entrever que la idea de almorzar juntos le agradaba tanto como a mí, pero también hizo una broma sobre el episodio de la Nure onna. Cayden seguía teniéndolo muy presente incluso días después. Resultaba positivo que bromeara con eso, pero por si acaso mantuve la cordialidad de mi sonrisa para que no se interpretara alguna burla de mi parte. —Si te parece bien, iremos primero a la cafetería —dije en tono amable, mirando hacia las escaleras—, compraré allí algo para almorzar. Luego podremos sentarnos en algún lugar del patio norte. Al sol, si así lo prefieres, no me parece mala idea aprovecharlo. Apenas comenzamos a encaminarnos hacia nuestro destino, continué con la conversación respondiendo a sus preguntas. —En cuanto a mí, me he encontrado bastante bien. Han sido días agotadores pero fructíferos en lo académico —dije con tranquilidad—. Me dediqué a estudiar a fondo durante el transcurso de la semana pasada, por lo que no es que haya conocido mucha gente luego del campamento —admití—. A simple vista puede parecer que quiero lograr buenas calificaciones; lo cual es cierto, ya que soy dedicado al respecto. Pero mi objetivo principal no era ese, sino poder disfrutar con más soltura de momentos de distensión —me giré hacia Cayden y le mostré una sonrisa calma—, como el que tenemos ahora. Es como un pequeño cimiento para comenzar a fundar nuestra amistad, ¿no te parece? Al arribar a la Cafetería, contamos con la suerte de que no estaba agolpada por estudiantes. Si acaso para evitar que alguna repentina e inesperada multitud nos cortara el paso, nos apresuramos en dirección al mostrador de ventas, donde compré un sándwich de tamaño pequeño, de tomate, lechuga y un poco de queso entre panes integrales; era idóneo para el calor actual. Tras pagar la suma requerida, le pedí a Cayden que me siguiera hacia la máquina expendedora de bebidas. —Por cierto, me parece interesante tu postura sobre lo que implica la acción de observar el mundo —mencioné mientras aproximaba mi dedo hacia el botón del agua mineral—. Yo creo que esa costumbre surgió en mí de tanto acompañar a mi padre en sus tareas. Es científico —conté tras oprimir el botón, acción que desembocó en la resonancia de la botella plástica cayendo hacia la parte inferior de la máquina—, así que su trabajo es eso: observar. Recolectar datos, elaborar hipótesis y buscar la verdad tras ellas. Aunque él lo tiene más difícil para involucrarse de forma directa con lo que mira —mencioné con cierto tono de broma. >>Tema aparte, ¿me dejas pagarte una bebida? Ya que vamos afuera, es mejor hacerlo bien hidratados.
Con todos los introvertidos existía cierta familiaridad natural, como la de varias camadas de cachorros nacidas en una misma estación. Reconocíamos ciertos hábitos, encontrábamos consuelo en ellos y nos volvíamos compañeros con relativa facilidad; con algunos era más sencillo que con otros pero el resultado era el mismo. Suponía que era el alivio que nos brindaba encontrar personas con las que solo existir y ya, sin necesidad de grandes interacciones de por medio. Incluso así no todos teníamos la costumbre de recoger tanta información como parecíamos hacerlo Sonnen, Mattsson y yo. Algunos la pillaban al vuelo, eran como antenas de radio pescando señal y hacían lo que podían con eso, otros nos sentábamos adrede como observadores no participantes y el resto, bueno, parecían solo disfrutar de su preciado espacio. Todas las versiones eran válidas. El asunto era que esas similitudes habían ayudado a que una fina hebra nos uniera, delgada y apenas visible. Era el principio de otra intersección en la telaraña del mundo, sin más, lo que hiciéramos con ella dependía de cada uno, aunque por ahora el chico parecía interesado en aumentar la resistencia de la hilacha de seda. Era un muchacho bastante formal y cortés, ¿no? Tenía un poco alma de viejo, aunque sonara raro, pero en sí estaba seguro de que era una buena persona. Esa clase de corazonadas por lo general no me fallaba, no si ignorábamos ciertas... situaciones de los últimos días al menos. En cualquier caso, accedí a lo de la cafetería sin problema, aunque lo de sentarse al sol sonaba a suicidio eso lo decidiría después. Siempre podíamos buscar una sombra y ya, aunque era posible que la del cerezo estuviese ocupada para estas horas algo debíamos poder pescar decía yo y si no pues nada, a tomar sol como lagartijas. Una vez nos pusimos en marcha el chico atendió a mis preguntas, usó un par de palabras bastante grandes y me permití una sonrisa casi enternecida mientras lo escuchaba. En cierta forma lo entendía, no me mataba estudiando ni nada, pero era organizado y me las arreglaba para compensar el hecho de que no era muy avispado académicamente con cierto esfuerzo y eso me dejaba espacio para, bueno, otras actividades. Mucho menos loables, pero actividades al fin y al cabo. —Me alegra contar con alguien tan organizado como para adelantarse a preparar el terreno y dejarnos tiempo libre para este asunto tan importante llamado: hacernos amigos —completé con cierta diversión en la voz, no fue una burla en lo más mínimo—. Una misión de carácter urgente si me preguntas. Total que acompañé a Hubert a comprar su almuerzo que resultó se un sándwich pequeño que al menos a mí, con este estómago de balde sin fondo, me dejaría con hambre y salimos de la fila. Seguí sus pasos hasta la expendedora, donde retomó lo de la observación mientras se compraba un agua mineral. Alcé las cejas al escuchar que su padre era científico, no lo esperaba pero tenía sentido que adquiriera el hábito de él. Por demás, lo dicho, lo mío venía del simple hecho de que era frágil de corazón y ya. Estaba por responderle cuando me dijo lo de la bebida, tuve un breve debate mental, también cierto contacto con un recuerdo que prefería ignorar y luego de unos segundos terminé por aceptar. Asentí con la cabeza, le dediqué una sonrisa tranquila que me ayudó a disimular mi desorden de ideas y volví al centro, más o menos. —Un jugo de frutas, si se me permite elegir —dije después y apoyé el peso del cuerpo contra la máquina para poder ver al chico—. Supongo que todos observamos el mundo de formas diferentes. Al hacerlo desde los ojos de cierta profesión, como tu padre, muchas cosas cambian y nosotros cambiamos con ellas. Tomé aire por la nariz, lo solté con cierta pesadez y le eché un vistazo a los alrededores. No tuve una intención particular al hacerlo, solo era la fuerza de la costumbre en todo su esplendor. —Si yo tuviese que lidiar con animales de laboratorio acabaría tratándolos como mascotas y jodería los resultados, por ejemplo. Al observar a las personas, por decir algo, acabo tomándoles afecto o despreciándolos, encuentro similitudes en los otros o diferencias irreconciliables. Una lectura emocional del mundo da acceso a una suerte de deck de reacciones, una baraja de opciones sobre cómo moverte por el mundo para evitar justamente esa sobrecarga que puedes recibir. Es como un sistema de seguridad. Volví a despegar el cuerpo de la máquina, solté una risa suave y me encogí de hombros. >>Pero al final del día puedes crear una lista de las cosas por hacer y moverte por la vida así, con una checklist basada en todo lo que ves. Como una lista de la compra. Es rápido y funcional —continué hilando sin motivo, por la gracia, y luego desvié el asunto a medias—. ¿Dijiste que tu padre es científico? ¿Qué estudia?
Esbocé una sonrisa cuando Cayden habló de nuestra futura amistad como una misión urgente, de elevada importancia. Pese a que lo decía en un tono divertido, comprendía que también estaba siendo honesto conmigo y acompañaba el objetivo, por lo que asentí. Sus cejas expresaron sorpresa al mencionar la profesión de mi padre; para mí era habitual el ámbito de la ciencia, pero era consciente de que la palabra “científico” podía llegar a sonar imponente a oídos de los demás. Introduje otro par de monedas en la máquina expendedora y oprimí un botón diferente, pero desató los mismos sonidos mecánicos y precisos. Cayden siguió hablando y me daba cuenta de su sensibilidad. Las dificultades que tendría observando animales de laboratorio me pareció bastante adorable, que los tratara de mascotas era evidencia de amabilidad y afecto, cosa que confirmó al referirse al lado más sentimental de la observación. No pude añadir otra cosa, pues inmediatamente preguntó por el campo de investigación de mi padre. —Es físico —respondí al tiempo que dejaba el jugo de frutas en su mano y lo miraba—, y lleva un buen tiempo dedicado a investigaciones de astronomía. Se involucra en proyectos relacionados con el descubrimiento de planetas y galaxias; actualmente participa en la creación de un nuevo telescopio espacial —sin previo aviso, una pequeña risa debió ser contenida en mi pecho, pero no pude evitar cerrar los ojos ante la aparición de un recuerdo que no estaba mal compartir:—. De pequeño iba mucho a su trabajo porque, según suele decir mi madre, yo era muy inquieto e insistente. Bastante diferente a mi carácter actual —con un gesto de la cabeza lo invité a caminar hacia las puertas de salida, continuando la conversación mientras caminábamos—. Así que moverme por su ambiente laboral, rodeado de otros científicos, telescopios, registros de investigaciones… supongo que me dio la costumbre de observar. Aunque en mi caso, prefiero detenerme más en lo que me rodea, sin un objetivo determinado. Es mi modo de ser, supongo. >>En fin, ¿tú que has estado haciendo estos días, Cayden? —pregunté, dirigiéndole una sonrisa sosegada— ¿Descubriste algo interesante a través de la observación? Contenido oculto Preguntas difíciles de responder, Parte 3: Hubert's side (2023, colorized)
Estábamos cerca a la cafetería así que solo lo guie a pasos lentos, después de preguntarle si le interesaba el algún club, por ejemplo el club de música ligera pero lo que no esperaba era que el me preguntara si mi amiga era una chica con nombre ¿Abby? fruncí un poco el seño sin mucho significativo para decir verdad. Todo lo dijo antes de eso me saco algunas risas bajas. —Hmm no, no es ella —sonreí—. Su nombre es Fiorella Bianchi ella es Italiana igual a tu —murmure—. De seguro que le caerás bien cuando la conozca a ella le gusta relacionarse con las personas, aunque a veces se le hace algo difícil mantener una conversación estable con alguien, y mas si esa persona no le da muy buena espina. Con eso empezamos a entrar a la cafetería cuando le preste atención a lo que dijo sobre lo que podía invitarle a comer. —Listo entonces dos pasteles será uno de frutas secas y el otro de chocolate, y de bebida pues me gustaría un jugo de naranja —sonreí mientras lo guiaba para poder pedir lo que comeríamos—. ¿Te gusta el chocolate? La pregunta la había dejado en el aire mientras pedía los dos trozos de pasteles. Murmure un gracias cuando ya los tuve en la mano a espera a que Markus pidiera las bebidas.
La amiga de Sophita no era Abby, sino alguien llamada Fiorella Bianchi. Una ceja me salió disparada hacia arriba apenas terminó de decir su nombre. La curiosidad me recorrió parte del cuerpo como un estallido de chispas, y mi guía no tardó más de un segundo en darme la fantabulosa confirmación de que proveníamos del mismo país. O sea, algo me habían dicho del Sakura y toda la cosa de que estaba llena de estudiantes que, como yo, venían de afuera, ¡pero enterarme de otra italiana en mi primer día era como haberse sacado una lotería, oye! ¡Y encima también andaba metida en aventuritas de música, nada menos que en el famoso club de Abby Baby! —Supongo que me la vas a presentar pronto, ¿no? —dije con una sonrisilla en el rostro—. Seguro que nos ponemos a reír en italiano y todo, ¡pero para ti no será un problema seguirnos el paso! Entramos en la cafetería, un sitio exageradamente enorme para algo tan rutinario como el almuerzo. Se notaba que a los del colegio les gustaba poner todo el empeño (y dinero) para hacer que la gente se sintiera bien cómoda dentro. Seguí a Sophita hasta el lugar donde compró los pastelitos, medio meneando las caderas. Cuando llegó mi turno de pedir las bebidas vi que había una máquina expendedora cerca, así que llamé a la chica con un movimiento suave del dedo índice y me dirigí al aparato haciendo movimientos rítmicos con el pie. Tenía una guía adorable, descubrí la existencia de una italiana en el colegio, iba a comer pastel de frutas y la piscina estaba a la vuelta de la esquina, ¿quién no se sentiría de buen humor con tremendo recibimiento? —El chocolate es la maravilla entre las maravillas, casi como un buen tema de swing —respondí a Sophita mientras metía las monedas y pedía un jugo de naranja para ella. Recogí la botella fría y se la pasé con una sonrisa en la cara—. Te gustan mucho las cosas dulces, ¿no, Sophita? Yo creo que es algo que pega contigo —añadí con una risa leve, animada. Mientras esperé a ver qué decía ante aquello, pedí a la maquinota una lata de café frío.