Tokorozawa Bosques de Totoro [Bosque]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 31 Enero 2023.

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    Gigi Blanche

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    El argumento de Alisha no logró convencerme o aliviar la mezcla de culpa y vergüenza que estaba sintiendo, la verdad. El gesto se me quedó así por un rato, hasta que decidí pasar página y nos viré en otra dirección, empezando a caminar. Oh, bueno, ya estaba. Dudaba que Alethea hubiera interpretado mis intenciones y ya no movería un dedo al respecto, Jack no tenía por qué enterarse, ¿verdad?

    El espacio estaba bañado en colores. La voz de Ali me alcanzó, admitiendo que se había asustado con la prueba, y en respuesta afirmé el agarre un instante. También reconoció que me había extrañado pero sólo un poco, y solté una risa nasal.

    It was not my dream team, that's for sure —murmuré, reparando brevemente en Kenneth y Sasha, y Arata más allá, antes de girar en otra dirección—. Pero ni tan mal. Básicamente nos ignoramos. ¿Tu equipo qué tal estuvo, linda? ¿Funcionaron bien o hubo drama~?


    Sasha 4.png

    Acepté a Kenneth en mi espacio sin cuestionármelo realmente, sus caricias pretendían confortar y lo recibí como lo que era, sin más. Era un buen chico, al fin y al cabo, tranquilo y llevadero. También me negó haber pasado por el estanque y sonreí con ilusión; era un lugar precioso y, en cierta forma, siempre había querido mostrárselo a alguien como Eloise me lo mostró a mí. Estuve por responderle cuando dejó una nueva frase suspendida en el aire, se inclinó hacia mí y soltó la tontería.

    —Definitivamente —acordé, conteniendo la risa para no estropear la broma—. Podrías tirar mi cuerpo al lago y nadie se enteraría nunca, es el plan perfecto~


    Kohaku 4.png

    Finalmente alcanzamos la isla central del humedal, donde convocaron a todos los grupos y... no pasó nada. Me distraje un momento con las luces de colores, pero mi atención en seguida se fue al pilar de piedra y las sandalias que había allí depositadas. Pensé en el mino que cargaba, también de niño, y sentí una punzada extraña en el pecho. Las palabras de Jack se revolvieron con la sensación. El relato en las pistas, el santuario a Jizo, el pequeño con la máscara...

    Me había abstraído. Volví a la realidad al notar que alguien, Cayden, se aproximaba a mí. Me sonrió y reflejé su gesto al instante, estirando un brazo para rodearle el cuello. Lo atraje hacia mí sin pensarlo demasiado, le di un apretón y le regresé su espacio.

    —Hola —murmuré, y una pizca de diversión se me coló en la voz—. ¿Cómo la pasaste, Cay Cay?

    No había sido un evento apto para cardíacos, y aún si descartaba que se hubiera traumado tanto como Jack, pues... bueno, Cay era de corazón sensible. Me distraje un instante cuando vi pasar a Anna junto a nosotros, pero siguió de largo y se sentó contra el tronco de un árbol, distanciada del malón de gente. Básicamente había regresado al grupo, pero Jack no estaba, David y Fiorella estaban conversando, y lo mismo para mí y para Cay. Até los cabos rapidito y la dejé ser, regresando mi atención al chico.

    hola hola, mis niños, anuncio parroquial para informarles que en estos días ya voy a avanzar con la trama <3
     
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    —Así es, Altan —respondí al darnos el apretón de manos.

    Darnos este saludo formal también implicaba un alivio para mí tras saber que, en mi afán de buena intención, había enredado el reencuentro entre dos personas que se importaban. Podía afirmar con tranquilidad la importancia del vínculo que unía a Altan con aquella chica, porque sus gestos no se me habían escapado, eran de esas cosas que detectaba sin querer por mi costumbre de ejercitar la capacidad de observación. Pero de igual forma era muy respetuoso con las relaciones ajenas; si bien me gustaba ver algo tan noble como personas que se preocupaban por otras, mi propia educación me llevaba a no involucrarme si no me sentía parte. Mi propio gesto al final había provocado una reacción diferente y procuraría ser más cuidadoso de ahora en adelante. Si algo podía sacar en positivo, era que me había otorgado una nueva persona con la que relacionarme.

    Altan me había comentado, también, que era nacido en Japón y por eso me estuvo llamando por el apellido todo el tiempo.

    —Sobre el apellido, supuse que era algo relacionado con las costumbres —dije con una sonrisa comprensiva, casi de disculpas, tras terminar nuestro saludo con la mano—. Así que eres nacido aquí. Yo me mudé hace relativamente poco a Japón, provengo de Suecia; vine como estudiante de intercambio. No creo que se me haya visto mucho en la academia porque me quedaba leyendo libros en el aula, pero sé que a partir de este campamento las cosas serán diferentes —afirmé con tranquilidad.

    Ahora tenía mis primeros vínculos en Japón.
     
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    No era que estuviese cagado hasta las patas en todas las de la ley, pero luego del incidente Hihi la verdad era que comenzaba a sentirme cansado más que nada y tuve unas ganas bastante importantes de mandar todo a la mierda para volver al campamento para echarme a dormir en lo que esta gente terminaba con el show. Por suerte el resto de pistas las encontramos rápidamente, así que las adivinanzas se acabaron cuando una chica mencionó el objeto y nos convocaron a la isla central del humedal, donde estaban las sandalias.

    Las miré a la distancia unos segundos antes de distraerme con las lunes, las voces de los demás y el hecho de que ya podíamos estar tranquilos. Fueron un par de minutos si acaso, pero pronto busqué a Ko con la mirada y no tardé en encontrarlo, así que lo pensé exactamente cero segundos para separarme del grupo e ir con él, que apenas llegué a su lado me rodeó el cuello con un brazo, me dio un apretón e hice lo mismo sin siquiera pensarlo.

    Su pregunta me hizo suspirar con cierto aire dramático, negué con la cabeza y ahora fui yo el que le echó el brazo encima, sobre los hombros, para atraerlo hacia mí. En el proceso vi pasar a Anna, pero siguió directo y como ya estaba en medio del teatro, la dejé estar viendo que Ko había hecho lo mismo.

    —Verás, tuvimos una noche muy interesante, sí —comencé a narrar e incluso me aclaré la garganta—. Todo empezó normal con un Ijū, terminó con un Hihi y en los intermedios casi me muero en diez centímetros de agua por buen samaritano. Aquí donde me ves pudieron beberse mi sangre y dejarme hecho un trapito mojado, agradece que sigo vivo para poder venir a molestarte.

    Estupideces a parte, le regresé algo de su espacio para poder escarbar en el bolsillo del pantalón y sacar su sombrero, lo había tenido que hacer un poco una bola para guardarlo y no perderlo, era lo que había guardado luego de que el mono nos diera vueltas como licuadora. Se lo regresé dedicándole una sonrisa, pues porque debía habérselo de vuelto desde el inicio.

    —¿A ustedes cómo les fue? ¿Están bien?


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    Igual el raro era yo que no me hacía tanto lío mental con ciertas cosas mientras que en otras me quedaba atascado días y días, pero en ese momento tampoco le di mucha cabida al tema de que este chico se había retirado con una intención, le había salido al revés y Anna se había acercado con una intención que también le había salido al revés. Digamos que ambos habían chocado en su intento de no molestar al otro, lo que en cierta medida era dulce de parte de ambos, problemático también. Suponía que incluso las buenas intenciones eran capaces de colisionar entre sí sin quererlo.

    Regresé la mano a mi espacio después del apretón, la hundí en el bolsillo y atendí a la naturaleza de su sonrisa y a sus palabras después. Alcé apenas las cejas cuando dijo que venía como estudiante de intercambio, pero que no creía que se le hubiese visto demasiado por la academia porque se quedaba leyendo, pero que sabía que ahora sería diferente.

    —Imagino que terminaste de intercambio en Japón por un interés cultural, tiene pinta. ¿Qué tal era Suecia de todas formas? —atajé luego de observarlo unos segundos—. Tan siquiera con el campamento ahora reconoces a un grupo de gente y sabes que puedes acercarte a nosotros cuando quieras. A mí y a Cayden al menos.


    parecen dos señores hablando istg
     
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    Gigi Blanche

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    Que le agregara el tinte teatral a la narración me hizo algo de gracia, ya que no estaba seguro de cuánta compostura habría mantenido realmente mientras ocurrían todas esas cosas. Almacené los nombres que me arrojó y los fui procesando con un poquito de delay, haciendo memoria de qué era cada cosa. Los iju eran inofensivos, los hihi no tanto, pero se reían mucho y era... bastante gracioso. Lo de que casi murió en el agua fue lo que más captó mi atención, principalmente por lo incierto de la descripción.

    —Por buen samaritano... —repetí, anudando las ideas, y me sonreí—. Ah. Quisiste ser el héroe y la cosa casi te come vivo, ¿no? —Solté una risa liviana—. Eres carne de cañón para los yokai malvados, Cay Cay.

    Se separó y hurgó en su bolsillo, sacando mi sombrero. Lo acepté con simpleza y lo enganché de mi otra mano, la que de por sí cargaba el mino. Vete a saber por qué aún no lo había soltado. Cay me regresó la pregunta y volví a reírme un poco. A ver, ¿cuánto debía delatar a mis compañeros?

    —A mí me fue bien —murmuré, mis ojos recorrieron el espacio pero no dieron con Jack, y en cuanto a Anna... ya sabía dónde estaba—. Un muchacho de nuestro grupo la pasó bastante mal, me dio algo de pena. Encima nos tocaron yokai... bueno, vamos a decir que dejaron una impresión. —Suspiré, lanzando un vistazo en dirección a la chica—. Creo que Anna tampoco debe estar muy bien, por mucho que no diga nada. Si a ti casi te matan en un charco de agua, a ella básicamente la secuestraron.

    Meneé la cabeza, perdiendo la sonrisa desde que había empezado a hablar de Jack. Que fuera medio especialito no significaba que no tuviera empatía y ahora, con la mierda en el pasado, me pregunté si tanto Jack como Anna podrían superar fácilmente lo que había pasado. A Atkinson no lo conocía, pero de la chica sabía un rato y le conocía los miedos.

    —Pero bueno, todos firmamos para esto, ¿no? —resolví, encogiéndome de hombros—. Sólo ha sido un susto, como... ver una peli de terror muy bien hecha. Pasará rápido.
     
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    Sonreí un poco al escuchar lo que dijo el chico, era verdad al menos ya estábamos todos, y era algo que me alegraba aunque no conociera a la mitad de las personas que estaban aquí. Fije mi vista en Adara, ella se había quedado viendo todo el lugar con la mirada perdida mientras se tocaba el cuello, suponía que se estaba tocando el collar que su abuela le había dado antes de fallecer, yo sabia muy bien su significado y para decir verdad pues no se como reaccionaria si llegara a perderlo.

    Como fuese, volví mi vista a David y me encontré con la suya por por puro reflejo, la aparte por un momento antes de regresar a verlo cuando escuche su respuesta a la pregunta que le había hecho, asentí en modo de respuesta a lo que iba escuchando y una sonrisa apareció en mis labios brevemente.


    Prácticamente también me trasferí este este año, pero recién llegue a estudiar hace ¿dos meses? —reí un poco por mi duda—. Para no mentir soy demasiado olvidadiza —murmure risueña—. Pero llevo viviendo aquí en Japón casi tres años, bueno soy Italiana nací en Roma, pero he tenido que acostumbrarme a viajar mucho por los negocios de mi padres.

    Cosa que me ha costado muchísimo.

    Lo mire lentamente mientras molestaba la punta de mi cabello con las yemas de los dedos.

    —¿Entonces que te gusta hacer es tu tiempo libre?, aparte de cantar ¿creo?.

    Andas muy preguntona Fiorella. ¿Entrando en confianza? Ni idea.
     
    Última edición: 9 Julio 2023
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    Bruno TDF

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    —Seguramente me vean más seguido durante los recesos —asentí cuando me dio vía libre para acercarme a él o a Cayden.

    Me alegraba que fuera él quien hiciera la propuesta, porque no era de tomarme algunas confianzas muy a la ligera. Eso seguro tenía relación con mi educación y el lugar del que provenía, donde la gente por lo general es celosa de la privacidad propia y ajena. Altan, precisamente, mostró algo de interés por mi razón de estar en Japón y por Suecia en sí. Medité un poco la respuesta ya que la pregunta era muy amplia.

    —Como has dicho, estoy aquí por interés cultural pero también porque me asaltó algo de espíritu aventurero, tenía ganas de salir al mundo —reconocí mientras volvía a mirar las luces danzantes—. En Suecia he estado bien, supongo, aunque sólo conozco Estocolmo que es donde nací. Somos una sociedad bastante cortés y educada, pero también muy estricta; por eso debo parecer demasiado formal para mi edad, ¿no? —me reí mientras se me volvía a escapar el gesto de la mejilla— Aunque Japón es algo parecido en ese sentido, tiene una energía muy diferente que me agrada y me hace sentir bien recibido —admití.

    >>Supongo que las raíces de tu familia también son europeas, ¿estoy en lo cierto? —quise saber con interés.

    Dios, sí JAJAJA

    Dos señoritos cerebritos
     
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    Zireael

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    Vete a saber si le había puesto algo de teatro a la cuestión para quitarle el peso real que tenía, no estaba seguro y no le daría vueltas ahora, que ya no importaba. Total que el niño se quedó con lo último que dije, repitió lo del buen samaritano y cuando conectó neuronas me permití una risilla baja, como si me hubiese atrapado con las manos en la masa o algo.

    —No diría que quise ser el héroe, pero de que la cosa estuvo por comerme vivo, pues sí —contesté antes de desinflarme los pulmones con cierta resignación—. Pues claro, ¿te piensas que con estas pintas me puedo defender de un yokai? Qué va. Bueno, dudo que nadie pueda sin haberse preparado antes pero tú entiendes.

    Que le regresara la pregunta lo hizo reír, pero pronto desembuchó y aunque fue un poco antinatural se me ocurrió que el chico que la había pasado mal era el alto, pues porque conocía a Mason y no era lo que se dice asustadizo. Cuando me contó lo de Anna comprimí apenas los gestos, lanzándole un vistazo fugaz a la muchacha, y suspiré negando suavemente con la cabeza.

    —Se les fue la mano con algunas cosas, if you ask me —le dije medio en secreto, porque aunque me faltaba información bastante vital eso de ser secuestrado no sonaba bien en ningún contexto. Si me había comido una hostia por resistírmele a un ladrón de cuarta imagina si me apartaban del grupo de gratis—. ¿Crees que prefiera estar sola un rato o le hacemos compañía?

    Su resolución del asunto me hizo asentir con la cabeza, algo más serio, y recordé la conversación en la mesa antes de la prueba. Igual nos había salido un poco para el culo, ¿no? Uno al borde de ser comido y la otra secuestrada, pero desgraciadamente no era algo que estuviese en nuestro control.

    —Supongo que sí. Habrá que dejar que se pase el efecto de casi habernos cagado encima —reflexioné sobre lo de que era como una peli de terror bien hecha y desvié la vista la mano en la que Ko cargaba el mino—. Imagino que todos los grupos ayudábamos a un niño... en algún punto desapareció. Teatro o no, espero que al menos les hayamos sido útiles.

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    No esperaba que la chica me soltara tanta información de gratis, la verdad, pero no me molestó y la miré con cierto interés cuando dijo que había tenido que acostumbrarse a viajar por los negocios de sus padres. No era equiparable suponía, porque con mi madre solo habíamos tenido que hacer este cambio grande, pero pasar del pueblito a Japón había sido... Una mierda, la verdad. Que a Fiorella no le quedara más que acostumbrar a esa inestabilidad debía ser una misión.

    —Yo me mudé aquí por el trabajo de mi madre también —solté en un momento de sinceridad salido de quién sabe dónde y distraje la mirada en las luces—. Pero pues lo que dices, toca acostumbrarse.

    No era fácil, para nada.

    El grado de desconexión que manejaba lo dejaba claro.

    Regresé la vista a ella cuando preguntó qué me gustaba hacer en mi tiempo libre además de cantar, le dediqué una sonrisa y le di un poco de vueltas al asunto. No era demasiado interesante, la verdad, me había pasado encerrado un buen tiempo y cuando empecé a salir de casa no tardé en ponerme a hacer puras estupideces. Mi tiempo libre lo consumía salir de casa cuando mi madre no estaba y volver cuando me diese la gana.

    —Cocinar, supongo —respondí recordando los almuerzo con Sasha y me reservé el resto de cosas innecesarias—. Aunque supongo que solo me gusta cuando tengo con quién compartir la comida, si es solo para mí me da algo de pereza.

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    Escucharlo decir que lo veríamos más seguido tan siquiera alcanzó para hacer que la sombra de una sonrisa me alcanzara el rostro, el gesto seguro se perdería entre los reflejos de las luces pero era un cambio en alguna dirección. Con esta cara de culo igual entendía que la gente no se acercara mucho de no ser que lo sugiriera yo mismo, así que para evitarnos cualquier lío preferí dejarle al oferta clara de una vez.

    Se tomó un momento para meditar la respuesta que iba a darme, pero terminó por confirmar que había venido por interés cultural pero también porque tenía ganas de salir al mundo. Era un poco intenso si me lo preguntaba, la gente de nuestra edad que quería salir al mundo a veces se limitaba a irse de excursión, para contemplar irse de intercambio había tener los recursos y más que espíritu de aventura, la verdad.

    —Un poco, sí —respondí a lo de la formalidad y se me escapó una risa baja que no pretendió ser una burla en lo más mínimo—. Imagino que sí, pasar de Estocolmo a Tokyo tendrá sus diferencias y sus similitudes. Igual la academia a la que viniste a parar tiene un revoltijo de culturas, al final lo que resultó se parece poco al resto de Japón. Es como una suerte de domo donde algunas de las normas del resto de la sociedad se invierten, como experimento psicológico es una joya, por raro que suene.

    Esta escuela perdida en los bordes de Tokyo podía emular las puertas del cielo o la boca del infierno, dependía mucho del día y el humor de sus habitantes.

    —Alemanas por parte de mi padre e italianas de mi madre —contesté cuando preguntó por las raíces de mi familia, encogiéndome de hombros—. Mis abuelos maternos migraron aquí, mi madre también fue nacida en Japón así que cuando quisieron establecerse lo hicieron aquí.
     
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    La profesora Sachi se detuvo y volteó tras notar, por el rabillo del ojo, que el anciano trastabillaba levemente. Kanade le ofreció su mano en silencio, pero el hombre lo miró y sacudió la cabeza sin prisa, volviendo a erguirse. Afirmó el bastón que llevaba de soporte.

    —No se preocupen, jóvenes —murmuró—, el terreno es algo escabroso pero ya queda poco.

    Estaban alcanzando el centro de la isla, donde los estudiantes ya se habían congregado. Sus voces animadas, las conversaciones cruzadas se oyeron en la distancia, sobre el infinito silencio de la noche, y el anciano sonrió. Eran muchos años desde la última vez que había visto la reserva tan… vigorosa.

    Ante la presencia de los dos profesores y aquel hombre mayor, los alumnos fueron suspendiendo sus charlas. Se detuvieron frente al pilar de piedra, allí donde yacían las sandalias, y el anciano las observó con una mezcla de emociones impresa en su sonrisa. Las luces danzaban, tomó mucho aire y alzó la vista, recorriendo las caras de los estudiantes. Pronto descubrirían que se trataba del anciano que les había estado dando indicaciones por la radio, y Joey y Kenneth pudieron confirmarlo: era Tomoki Oda, el hombre del santuario.

    —Muchas gracias por su esfuerzo, jóvenes —pronunció, en voz clara y serena—. No debe haber sido fácil, y sin embargo están todos aquí. Lograron recuperar las memorias que antaño creí perdidas, sepultadas bajo el paso del tiempo. —Deslizó los ojos a las sandalias zōri un instante—. Tsukumogami. ¿Han oído el término? Se le llama así a los objetos que, tras muchos, muchos años, adquieren una consciencia propia, convirtiéndose en yōkai. Pudieron leerlas, ¿verdad? Sus memorias, sus recuerdos más preciados, sus culpas y arrepentimientos, todo… encerrado en pequeños objetos inanimados. —Cerró los ojos un breve instante—. ¿Podrían traerlos aquí, jóvenes? Los tsukumogami que encontraron.

    Aquellos que cargaban con los objetos se fueron acercando al pilar. Ayako con la biwa, Kohaku con el pequeño mino, Jezebel con la kendama y Altan con la linterna chōchin. A medida que los depositaban en el pilar, alrededor de las sandalias zōri, el anciano siguió hablando. Las emociones le permearon la voz conforme recibió y reconoció los hallazgos.

    —Esta biwa… Dioses, a duras penas recuerdo cómo se tocaba, y eso que mi madre se esmeró en enseñarme con tanto, tanto cariño. El dulce sonido de sus cuerdas aún existe en multitud de recuerdos de mi infancia. Ella tocaba la biwa como nadie más. Se sentaba a la orilla del lago junto a las demás mujeres y tocaba, tocaba durante horas, mientras nosotros jugábamos, bailábamos, cantábamos.

    Sí, el grupo de Sasha podría corroborar aquellas palabras. Según los recuerdos de la biwa, el instrumento le había pertenecido a una mujer que, más tarde, le enseñó a tocar a su hijo. Hablaba, también, de la tristeza en sus ojos. El anciano, entonces, bajó la mirada a la linterna chōchin y rió, fue un sonido dulce y apagado.

    —Esta pobre… No puedo creer que siga en una pieza. —La alzó y, con cuidado, limpió el lodo acumulado en la base. Apareció una escritura en kanjis que rezaba “Tomoki”, en caligrafía torpe y bastante descuidada—. La última vez que la vi fue en… Tanabata, sí. El día de Tanabata. ¿Conocen la tradición, jóvenes? Según la leyenda, las estrellas Orihime y Hikoboshi son amantes separados por el espacio y sólo se les permite reunirse una vez al año, en el día de Tanabata. Era… una gran celebración. Nos reuníamos todos en la playa, comíamos, reíamos, tocábamos música y liberábamos estas linternas. Eran nuestros deseos, nuestras propias estrellas fugaces. Nosotros, los niños, pedíamos por más juguetes y días de sol. Los adultos, probablemente, pedían que la guerra acabase. —Sonrió con tristeza—. Supongo que… todo era una gran puesta en escena. Con la música de las biwa, las canciones y los bailes, con las linternas flotantes, intentaban disimular las luces en el horizonte; hacernos creer que, allí afuera, sólo había más personas como nosotros pidiendo deseos. El país… estaba en llamas. Y vivíamos en la más feliz de las ignorancias.

    No sabían la edad exacta de aquel hombre, pero fácilmente lograrían deducir a lo que se refería. Si había ocurrido durante su infancia, si era una guerra que destrozó Japón… Al parecer, por aquellos tiempos la reserva era habitada por una comunidad que logró permanecer aislada, a salvo de los conflictos armados. Había piezas que aún no encastraban, sin embargo. Según los recuerdos de las sandalias zōri, aquella linterna había pertenecido a un niño y ese niño fue quien la llamó Tomoki. ¿Le había… puesto su propio nombre? ¿La linterna había sido del anciano? O quizá…

    —Dioses, mírenla. Está prácticamente desintegrada —murmuró, tras regresar la linterna para inspeccionar la kendama—. La conservé muchos años en mi casa, incapaz de dejarla ir, hasta que… eventualmente desapareció. Ni siquiera supe cómo. Es uno de mis recuerdos más preciados. Tantas, tantas tardes de juegos con los demás niños. Tantas competencias, tantas risas. Perdíamos la noción del tiempo de tal forma que nuestras madres iban a buscarnos. Nos cargaban en sus espaldas y recorríamos la reserva sin prisa, con el atardecer filtrándose entre los árboles y las libélulas revoloteando. Había una canción, incluso. Ah, ¿cómo era…? “Libélula roja, libélula roja al atardecer. ¿Iba en la espalda de alguien cuando te vi por primera vez?”.

    Tomó aire, asintiendo suavemente. El grupo de Altan podría reconocer esa breve melodía, si hacía memoria. Era la canción que el niño había cantado durante el camino, ¿verdad? Justo antes de topar con el ijū. Por otra parte, el escenario que Tomoki dibujaba era agridulce. El anciano había disfrutado de una infancia pura y alegre, protegida. Si sus madres eran las que siempre los buscaban, si quienes tocaban la música eran mujeres, eso significaba…

    —La guerra se había llevado a todos los hombres de la comunidad —prosiguió el anciano, tras una pausa—. Padres, tíos, hermanos mayores. Koda y yo empezamos a trabajar en los campos de arroz a una edad muy temprana, todos los niños lo hicimos. Aún así, fuimos felices. —Sólo quedaban el mino y las sandalias zōri. Tomoki las observó largo y tendido y su gesto se contrajo—. Lo fuimos… por un tiempo.

    Rebuscó en sus ropas, entonces, y depositó un sexto objeto sobre el pilar. Era un pequeño muñeco blanco, raído y bastante sucio, que emulaba a un espíritu del bosque: un kodama. Jack lo reconoció al instante y quizá no tuviera sentido, pero su mente hizo una asociación relámpago. Koda, kodama… El grupo de Altan, a su vez, recordó el nombre que el niño les había conferido: Kodai, ¿cierto?

    —Koda era increíble, irritantemente inquieto. Sentía fascinación por las libélulas. Aquí, en los humedales, estaban los campos de arroz. Nuestra madre nos tejía los mino, las zōri y toda la ropa que necesitáramos para trabajar. Ella y yo perdimos la cuenta de la cantidad de veces que Koda se escabulló de casa para salir a cazar libélulas. Dejamos de prestarle atención. Hasta que un día… no regresó.

    Suspiró. Fue un suspiro largo y profundo que se encargó de contar el resto de la historia. El niño que habían conocido durante la prueba, aquel tan enérgico para algunos, tan asustadizo para otros, era… Kodai. Kodai Ono, el hermano del anciano, ¿verdad? Por eso llevaba ropas antiguas y parecía conocer al dedillo la reserva y los yōkai que la habitaban. Debía llevar muchos, muchos años vagando por estas tierras.

    El pequeño que habían conocido era… un espíritu.

    —Jizō se encarga de proteger a los peregrinos y a los niños, aquellos fallecidos antes que sus padres, incapaces de cruzar el Sanzu y alcanzar el descanso eterno. Tenemos, sin embargo, formas de ayudarlos. —Su mirada se detuvo en Joey y en Kenneth, los reconoció en aquel momento y sonrió—. Podemos apilar piedras para ellos, podemos… reunir aquello que les perteneció, aquello que los amó, aquello que los conformó en vida. Podemos recuperar sus memorias perdidas y guiarlos hacia el río Sanzu. —Bajó la vista a los objetos—. Allí, donde papá y mamá te esperan, Koda.

    —Felicidades, chicos —intervino Sachi por primera vez, con voz dulce—. Han completado exitosamente la prueba de valor y, con ella, le regresaron los recuerdos al pequeño Kodai. Ahora podrá descansar en paz, ya ningún yōkai lo atormentará ni asustará. Kodai… está a salvo. Gracias a ustedes.

    Por un instante creyeron ver la silueta difuminada de la máscara de zorro, detrás de los adultos y en la espesura de la vegetación. Quizá fuera un delirio o un espejismo producto de las luces, quién sabe. Fue breve, les punzó el corazón y… desapareció. En cierta forma, lo sintieron como una despedida. Un agradecimiento, también. ¿Lo haría? ¿Realmente ahora podría abandonar el bosque y descansar?

    Las pruebas de valor del Sakura vivían de su reputación, y en aquel momento lo entendieron. Había yōkai asustadizos y temerosos, como el ijū y el ippondatara del estanque, con los que Kodai convivía y, quizá, fuera amigo. Había yōkai intimidantes y silenciosos, como kendatsuba, a quienes Kodai comprendía. Pero había, también, yōkai que sufrían, otros que se divertían asustando humanos, que buscaban su muerte o directamente se alimentaban de ellos. El mundo al que habían ingresado luego del crepúsculo era extraño y complejo. Era el mundo que Kodai había habitado todos esos años. El pequeño los había acompañado a través de sus propios pasos, en busca de aquello que había perdido. Su mino y sus zōri, su chōchin, la kendama con la que jugaba con Tomoki y la biwa de su madre. Los tsukumogami.

    —Gracias, jóvenes. —El anciano Oda los recorrió con la mirada y su sonrisa, aún triste, expresó una paz inmensa—. Muchas gracias.

    Se había encontrado a sí mismo.

    Ahora, por fin, podría descansar.


    ¡Felicidades, mis niños! Han completado exitosamente la prueba de valor. Les dejaré espacio para que reaccionen, si quieren, y en mi próximo post les daré indicaciones de lo que ahora pueden hacer, que es pretty much anything. De momento, además, pueden hablar con los NPC. Les dejaré sugerencias que pueden tomar si gustan, aunque también pueden preguntar cualquier otra cosa.

    A los profesores (Sachi/Kanade)...
    >>Preguntar sobre los yōkai o algún yōkai específico.
    >>Preguntar sobre el niño de cada grupo.

    A Tomoki...
    >>Preguntar sobre su madre.
    >>Preguntar sobre su padre.
    >>Preguntar sobre la reserva tras su infancia.
    >>Preguntar sobre cómo llegaron allí.


    Amane Zireael Etihw quem Bruno TDF Reual Nathan Onyrian Ikoma-kun
     
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    Zireael

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    Me había quedado con Vero, sujeta a su mano y con Copito en mi dedo, bastante tranquila. A nuestro alrededor vi varios reencuentros suceder, a Anna con Al, a Kenneth con una muchacha pelirroja muy bonita, más allá estaba Cayden con un amigo suyo y Altan al final se quedó con un muchacho que no me sonaba de nada. A nuestro alrededor las personas conectaban, volvían a sus centros y buscaban a los que querían, la sensación me sobrecogió y así como en la fiesta de la azotea quise que todo siguiera así. Que nada alterara las amistades que se habían forjado ni los puentes que nos unían, algunos más estables que otros.

    En algún punto acerqué la mano al hombro de Vero para que el gorrión se posara allí, con su amiga, y guardé silencio hasta que poco después aparecieron los profesores con un señor mayor. Él tomó la palabra, mencionó los tsukumogami y un escalofrío que recorrió la espalda, pero acudí cuando pidió que lleváramos los objetos. Solté con cuidado la mano de la chica, le dediqué una sonrisa y avancé para reunirme con los demás.

    Altan traía consigo una chōchin, parecía maltrecha aunque todo parecía en el mismo estado. Cuando todos estuvimos allí dejamos las cosas alrededor del pilar y el hombre siguió hablando, dijo algo de cada objeto y conforme sus ideas iban hilándose comencé a sentir un nudo en la garganta, fue como si alguien me hubiese presionado el cuello, y pasé saliva con dificultad.

    Luego de haber entregado los tsukumogami había retrocedido un poco, Altan había hecho lo mismo en la dirección opuesta y entre las luces, la voz del hombre y todo lo demás dudaba que fuese a notar que estaba colapsando. En realidad esperaba que nadie se diera cuenta, con lo mucho que me había costado hacerme la tonta luego del niño desaparecido, el intento de Alisha por hacerme centrarme y todo lo demás.

    Para cuando comenzó a hablar de Koda, cuando lo hizo en pasado, me di cuenta que un grueso cristal deformaba las luces que nos rodeaban, tenía los ojos terriblemente empañados y pensé en mis padres. En como ellos, en un contexto diferente también, un día simplemente no habían regresado. Pensé en el pequeño niño, el que me habían arrebatado en las narices, y supe que no habría podido salvado por mucho que hubiese querido.

    ¿Era teatro? Vaya, qué más daba.

    El poder que poseía yacía en su capacidad para tocar fibras sensibles.

    Un pensamiento me rayó la cabeza, fue casi violento, y tuve que desconectar mis propios cables para no comenzar a desprenderme de mi propio cuerpo. Fue de naturaleza parecida a los que pensamientos que me habían asolado años atrás, cerca de los quince, esos que me hacían lamentarme por no haber corrido el mismo destino y supe que si me quedaba atorada allí no podría salir, así que me forcé a detener mi tren. Lo que quedó en su lugar fue una sensación de vacío, lejana.

    Kodai.

    Lo habíamos ayudado a cruzar el Sanzu para encontrarse con su familia.

    Debía bastarme.


    Al alzar la vista, entre el cristal que deformaba todo, creí distinguir la máscara de zorro del pequeño y no supe si ya estaba delirando, pero la visión me arponeó el corazón. El cristal cedió, ni siquiera pude intentar contenerlo y a pesar de ello permanecí estática, como si anular todos mis movimientos tuviese la capacidad de hacerme desaparecer de los que de repente sentía como cientos de ojos en la espalda.


    damn im absolutely destroyed
     
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    Ikoma-kun

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    Todos nos reunimos en una búsqueda donde debía resolver un acertijo más, trataba de pensar en alguna pista pero mi brazo aún seguía acalambrado debido al encuentro con aquel...Yokai no podía hilar alguna respuesta, dolía algo pero no era algo que deba decir a Hubert.

    Los minutos pasaron y alguien más dio la respuesta, según se trataba de un calzado hecho de arroz. Lo que recordaba de las instrucciones de Misato coincidía con la respuesta, más tarde nos enteramos que la respuesta era acertada. Vaya era un alivio saberlo.

    La respuesta nos llevo a reunir a los cuatro grupos en una laguna, debía decir que era un verdadero espectáculo. Busque entre mis cosas y para mí alivio mi cámara no había salido volando por ser sacudida de un lado a otro.

    —¡Una selfie y esto será todo!—tome la foto pero justo había utilizado mi brazo entumecido, una muñeca de dolor se escapó pero no por suerte no había estropeado la foto.

    Entre los presentes estaban los docentes y un anciano encargado de algún santuario; empecé a escucharlo y quedé algo sorprendida sobre los objetos que se habían recolectado ¡Tsukomogami! Por fortuna parecían no ser muy...agresivos como la historia del cojín que casi enloquece a un hombre.

    A medida que el anciano hablaba todo sonaba extraño pero a la vez conmovedor el parecía otro más que presenció todo el horror de la guerra, asi como la familia de Misato, la cual por cierto provenía de Hiroshima...justo de ese lugar.

    —Por suerte el abuelo era muy listo—murmure en referencia a las historias del abuelo de Misato.

    —¿Eh?

    Una extraña imagen se manifestó a espaldas de los adultos, era como una máscara de zorro, sacudí la cabeza por si era algún delirio. Sin duda era muy extraño digno de contar en un Vlog de misterios.
     
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    Bruno TDF

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    Me encontraba disfrutando en silencio de mi momento con Jez, miraba con una mezcla de ternura y cariño la manera en que asomaba una sonrisa a su rostro mientras observaba de cerca a Copito. Las luces continuaban danzando a nuestro alrededor, llenaban de colores sus blancas plumas e incluso nuestras cabezas eran inundadas de diferentes tonalidades. Se dibujaban sobre ese intenso blanco que volvía tan especial mi cabello y que ahora podía compartir con ella, que podíamos encontrar en la otra. Era algo que me hacía sentir todo esto, nuestra nueva amistad, de una manera especial. Le devolví la sonrisa cuando puso al gorrión otra vez en mi hombro.

    Entonces llegaron los profesores en compañía de un anciano que se veía bastante amable, y supuse que era la otra persona que nos había hablado por la radio antes de que los grupos se reunieran. Yo aún seguía con reclamos en la punta de la lengua que pretendía soltar luego de que el viejito terminase de contarnos su historia… Pero…


    Cualquiera que fuesen las palabras que tenía preparadas, se desvanecieron en el olvido.


    Comenzó hablando de los Tsukumogami, que así se conocían a los objetos que habíamos buscado durante la prueba de valor, incluida la kendama que Jez se acercó a entregar. Conforme recibía los objetos, el anciano nos fue revelando la historia de cada uno… La historia de su pasado, de su familia y de este lugar... Y el destino del pequeño niño-zorro que nos había guiado a través del bosque… Con cada cosa que ese hombre nos contaba, cuanto más palpable fue la carga de sentimiento en su voz… Yo no pude evitar apretar los labios, cayendo en cuenta de muchas cosas que no supe advertir en un comienzo. Cerré los ojos y dejé escapar aire por la nariz, sintiendo conmoción. Copito en mi hombro movía las alas con inquietud.

    Fue entonces que busqué a Jez con la mirada, con un repentino azote de preocupación. Pues acababa de recordar. En mi mente afloraba el instante en el que Koda había desaparecido de nuestra vista arrastrado por las sombras negras y lo mucho que eso pareció haberla afectado. Ella había ido a entregar el kendama, oyó toda la trágica historia tan de cerca y… Y... Seguí buscándola...

    Hasta que la hallé con rapidez gracias a su precioso cabello blanco. Nuestro color. Copito emitió un leve sonido junto a mi oído.


    Pero yo me había dado cuenta mucho antes.


    Tal vez fue por su postura, una que sólo podía ver con facilidad otra persona transparente. Supe al verla que estaba sufriendo mucho y eso me llenaba el pecho de angustia. Un nudo amenazó con formarse en mi garganta. Sin mediar palabra con nadie más, caminé en su dirección. Y en lo que me acercaba, me pareció ver entre la espesura la máscara del niño-zorro. Al notarla no me sobresalté, si no que apreté los puños casi sin darme cuenta. Me sentí entristecida.

    Cuando la tuve cerca, me aproximé despacio a Jez . Primero le hice saber de mi cercanía apoyando mi mano sobre su hombro, bajo la atenta mirada de mi gorrión. Fue un tacto delicado que esperaba que reconociese, porque habíamos enlazado nuestros brazos, nuestras manos. Y con la misma lentitud me coloqué junto a ella buscando su rostro.

    Como cristal, las lágrimas recorrían sus mejillas. El nudo finalmente terminó de formarse en mi cuello. Vi mucho dolor presente en esta persona, en mi amiga; era algo que atravesaba con la fuerza de un desgarro. Había podido verlo desde antes de que Copito piara; era un ave silenciosa que sólo hablaba ante la presencia de la más profunda tristeza. Busqué sus ojos con labios temblorosos, quería que viera los míos para que comprendiese. Para que supiera que estaba ahí con ella. Pero las palabras no lograban salir y, de todas maneras, creo que era mejor así. Para no obligarla a responder, para no hacerla quebrar en llanto.

    Pero yo no pensaba abandonarla en su estado. No quería, me entristecía demasiado. Porque algo en mi interior exclamaba, me decía que había muchas cosas de fondo. Así que lo que hice en lugar de hablarle fue, igual que hace unos minutos, cuando el tono del ambiente era diferente… Lo que hice fue pegar mi hombro con el suyo. Mi brazo recorrió su espalda en un abrazo. Con la otra mano busqué y tomé la suya. Con el pulgar comencé a hacerle caricias en el dorso, suaves, para buscar reconfortarla

    E hice algo más, sin darme cuenta.

    La acerqué un poco a mí y, ambas mirando al frente, apoyé suavemente mi cabeza contra la suya. Nuestros blancos se fusionaron en uno solo, y con el color compartimos la angustia y la tristeza.
     
    Última edición: 10 Julio 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku 4.png

    No llegué realmente a contestarle nada concreto a Cayden, ni siquiera al preguntarme si debíamos o no hacerle compañía a Anna. En cualquier caso, no tenía una respuesta. Anna me resultaba muchas veces impredecible, sobre todo en este tipo de situaciones. Había veces, como cuando me pidió desde el baño que regresara a la escuela por ella, que sus emociones eran apacibles; y había otras, como el camino en taxi hasta casa de los Fujiwara, que parecía capaz de asfixiarme. Probablemente fuera egoísta a cagar e incluso calificara de mal amigo, pero... no, no estaba seguro de querer acercarme a ella. Por eso, quizá, no dije nada.

    En cualquier caso, los profesores aparecieron y me salvaron el culo. El anciano del walkie era aquel que empezó a hablar. Dijo que los objetos eran tsukumogami y bajé la mirada al mino. Tenía... sentido, sí. Me acerqué al pilar en cuanto nos lo pidió, deposité allí el impermeable y retrocedí un par de pasos, los suficientes hasta alinearme con los demás. Si debía ser honesto, en ningún momento le había dado mucha cabeza al propósito nuclear de toda esta actividad; me había entretenido demasiado con las apariciones de los yōkai. Su relato, sin embargo, era íntimo, era personal, y los hilos se fueron tensando. Volví a oír a Jack, en el santuario. Aquello que en su momento había parecido una completa locura estaba ocurriendo, estaba allí y... miré mi mano, con el gesto contraído. El mino... Dioses, el mino. Lo había encontrado en el agua del humedal, embarrado y...

    Cerré el puño con fuerza y regresé la vista al anciano lentamente. No quería que me afectara, pero... pero estaba Chiasa. Estaba Chiasa, estaban sus recuerdos y todo con lo que aún luchaba por aceptar. Había rezado por ella hacía media hora, frente a la estatua de Jizō. Chiasa se había ido demasiado pronto, como le ocurría a todos los niños que él protegía, y no podía permitirme pensar que mi pequeña Chiasa estaba condenada a sufrir lo que Kodai.

    Pero ¿y si así era?

    No moví un músculo, y las últimas palabras de la profesora no me alcanzaron realmente. De un momento al otro sentí una mano en mi brazo, fue sutil y di con los ojos de Anna. Me estaba sonriendo, pero lucía preocupada y... lo entendí, entendí sus intenciones, incluso sin palabras. Extendió sus brazos hacia mi cuello y envolví su espalda con movimientos lentos. Mi cuerpo en parte se resistía, mi mente acababa de rechazar la idea de ir donde ella, y ahora estaba aquí, intentando consolarme. No le había dicho una sola palabra y estaba aquí, apretujándome con ahínco.

    A veces era un egoísta de mierda.

    Joey 4.png

    El circo se nos acabó relativamente rápido cuando los profes aparecieron con Tomoki, el señor de hoy a la tarde. Quise buscar a Kenneth entre la multitud, al menos para compartir el descubrimiento, pero el anciano comenzó a hablar y pronto captó mi atención.

    Cuatro personas se acercaron a entregar los objetos, de los cuales reconocí a Sonnen y a Jez, además de la rubia de mi clase. Seguí sus recorridos bastante porque sí y la historia siguió colándose en el espacio, mutando junto a las luces. Varias dudas aparecieron en mi mente conforme hablaba, cuestiones más bien... técnicas, si se quiere. ¿Seguía siendo todo una puesta en escena? Me costaba definirlo y suponía que esa era la gracia de la prueba: mantener el show hasta el último momento. El relato genuinamente me conmovió y por un instante creí ver la máscara del pequeño Kodai entre las penumbras del fondo. ¿Me lo... había imaginado? No tenía idea, vaya.

    Con el anuncio de Sachi felicitándonos, solté todo el aire que tenía en los pulmones. Había varias personas lloriqueando aquí y allá y supuse que era comprensible. Estaba todo muy bien armado. Repasé algunas caras con la vista, las que más o menos sabía dónde se encontraban, hasta que di con la silueta de Jez. Vete a saber si fue paranoia o sexto sentido, pero me olí la situación y di un paso en su dirección cuando otra muchacha albina apareció junto a ella, tocó su hombro y todo lo demás. Volví a suspirar, quitándome aquella sensación del pecho a la fuerza, y retrocedí hasta mi posición original.

    Bueno, quizá fuera mejor así.

    ya lo tenía medio escrito cuando posteó Bruno así que weno, lo aviento igual (?
     
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    Zireael

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    El vacío se quedó allí, palpitando, y traté de no mover un solo músculo de no ser que fuese estrictamente necesario porque sentía que si lo hacía atraería demasiada atención o que terminaría rompiéndome en una cantidad de pedazos que no se me apetecería levantar. Que el cristal cediera me aclaró la visión, pero la máscara de zorro ya no estaba y no hice más que seguir tragando lágrimas en silencio.

    Los cables que había desconectado me hicieron elevarme, el ruido de las personas a mi alrededor bajo de volumen hasta casi desaparecer y por un segundo no sentí que mi cuerpo fuese, bueno, mi cuerpo. Por eso cuando sentí una mano en el hombro tardé unos sólidos segundos en reaccionar, cuando el cerebro me funcionó pensé en Altan, pero la silueta que percibí en su lugar era pequeña y brillante.

    Como el núcleo remanente de una estrella.

    Sus ojos encontraron los míos, por un instante la vi sin verla realmente hasta que procesé que era Vero. Sentí su hombro junto al mío, su mano después y el vacío retrocedió gradualmente. No fui consciente de la facilidad con que me dejé hacer hasta que la sentí apoyar su cabeza contra la mía y entonces reaccioné muy despacio, como si recién reseteara los sistemas.

    Deshice el agarre de su mano con cuidado, me despegué de ella apenas lo suficiente para ajustar la posición y, tratando de no llevarme a Copito en banda, la envolví en un abrazo. Por un momento la mente se me rayó con otro pensamiento, pensé que era egoísta de mi parte absorber la calidez de una chica que acababa de conocer, sin importar si le había dicho que ya éramos amigas; la idea tuvo fuerza, batallé con ella unos segundos para no soltar a la chica y cuando logré eliminar la sensación respiré profundamente.

    La primera correntada de lágrimas había mermado, pero todavía se me acumulaban en los ojos y al sentirme incapaz de decirle algo sin sonar como un desastre, todo lo que hice fue apretujar a Vero contra mí. Fue mi forma de agradecerle por haberse acercado, por haberme ofrecido su compañía aunque no dijera nada y por no haberme hecho responder.

    Hace semanas lo había dicho como si nada.

    ¿Pero ahora? Ahora no creía poder contarlo sin llorar como una niña.

    Cayden 2.png

    Humedal de libélulas

    Mi pregunta quedó sin respuesta por la aparición de los profesores junto al hombre que asumí era el que nos había hablado por el walkie en determinado punto de la travesía, comenzó a soltar información y fui atando cabos porque, al final del día, me había criado en Japón. Cuando Ko tuvo que ir a dejar el mino me despegué de él sin problema y lo seguí varios pasos por detrás, solo para ver como los demás se congregaban con él.

    Conforme el hombre fue hablando sentí las hilachas vibrar, se tensaron y me advirtieron de que esto estaba golpeando demasiado cerca de casa. Recordé la mano de Kodai, cómo me había regañado y su figura de repente se fundió con la de Chiasa diciéndome que me quedara a cenar, fue un pensamiento salido de la mismísima nada y mis ojos se quedaron pegados en la espalda de Kohaku.

    Libélula roja, libélula roja al atardecer.

    ¿Iba en la espalda de alguien cuando te vi por última vez?

    El paralelismo me revolvió las suficientes emociones para dejarme estaqueado así que Anna lo alcanzó primero, lo envolvió y yo me desinflé los pulmones con fuerza, liberando el aire que ni siquiera me di cuenta que había contenido. Una parte de mi cuerpo me impulsó a acercarme, la otra se resistió y en vista de que Ko no me había contestado lo de antes le hice caso a la segunda, como si creyera que ese instante les pertenecía.

    Creí ver la máscara de zorro más allá de los cuerpos de ambos, cerca de los profesores, y me forcé a apartar la vista para lanzar los ojos al cielo o la vegetación, lo que alcanzar al ver hacia arriba. Parpadeé varias veces porque me ardieron los ojos, porque acababa de estarle diciendo a Ko que esperaba que hubiésemos sido de ayuda para el niño, para Kodai.

    Y sentí que se me iba a partir el corazón.

    Pasé saliva, tomé un montón de aire por la nariz y aunque no tenía idea de a qué le hacía caso, si a las tradiciones japonesas o al catolicismo de mi madre para cuando me di cuenta estaba elevando una plegaria silenciosa al cielo. Teatro o no le pedí a Dios por Kodai, por Chiasa y por Kaoru, quizás le pedí hasta por nosotros y cuando terminé no regresé la vista al frente, en su lugar la mantuve en lo alto de la bóveda celeste, oscurecida por la noche y la vegetación que nos rodeaba.

    —Libélula roja, libélula roja al atardecer —canté en un murmullo—. ¿Iba en la espalda de alguien cuando te vi por primera vez?


    llevo como tres lloradas en dos horas, this is getting way too personal ngl (?

    alto relleno con cay cuz idk, me salió así, prometo que luego respondo con alguien que me permita hacer algo más que llorar a lágrima viva-
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    [Humedal de libélulas]

    Quizás fuese la primera en ser consciente que aquel gesto de mi parte había sido algo... inesperado, cuanto menos; la cuestión fue que, en ese mismo instante, ni siquiera pensé demasiado en ello. Lo había pasado bastante mal en la prueba, posiblemente hasta peor de lo que hubiese podido esperar en un principio, y quizás no fuese completamente consciente de todo lo que el movimiento podía conllevar, pero al menos sabía que nunca me iba a arrepentir por el mismo porque, vaya, estaba super cómoda y tranquila ahí.

    Escuché la nueva verborrea de Jack sin problema alguno, prestándole toda la atención posible a sus palabras, y simplemente negué con la cabeza cuando se disculpó, pues genuinamente no había momento alguno en el que me molestase que el chico fuese tan hablador. Levanté apenas la vista para recibir sus ojos cuando noté que giraba la cabeza, y seguí dedicándole mi atención a su relato hasta que el mismo acabó despertándole los nervios de nuevo. No indagué demasiado, más que nada por no querer asustarlo más de lo que ya parecía estar, y en su lugar decidí centrarme en la pregunta que me hizo después.

    —Estuve con Joey, que imagino que lo conoces por cómo lo abrazaste, ¿no? También Sasha, la chica pelirroja de nuestra clase, Arata, que es un conocido de mi amiga, y Ayako... a ella no la conocía de antes, tristemente —le enumeré, sonriendo suavemente, y aunque quise devolverle la pregunta, la presencia de los profesores en la isla me interrumpió las intenciones.

    Ayudé a Jack a levantarse para acercarnos a los demás y, dado que él era mi amigo y se notaba que realmente sí seguía estando algo nervioso con todo aquello, decidí quedarme a su lado mientras el señor del walkie nos contaba la historia de aquello objetos. Nuevamente, lo escuché con atención y aunque, honestamente, no sabía si creer por completo que nos habíamos encontrado con un espíritu de verdad, lo cierto es que no pude evitar girar la cabeza para mirar a Jack con algo de preocupación; toda aquella historia estaría afectándole más, ¿no?

    >>¿Estás bien? ¿Quieres que hablemos con los profesores y te acompaño al campamento?

    Alisha 2.png
    [Humedal de libélulas]

    Supuse que no había mucho que yo pudiese hacer para conseguir que Joey no se preocupase por haber intentado ligar con el potencial crush de Jackie, pero también lo conocía lo suficiente como para saber que aquella posible culpabilidad al respecto no le duraría demasiado. Así pues, dejamos el tema pasar y continuamos con nuestra caminata algo dispar mientras hablábamos de otra cosa; el afianzamiento de su agarre al admitir que había pasado un poquitito de miedo no me pasó desapercibido, y si bien lo agradecía en mi fuero interno, no iba a ser yo la que le diese más vuelta al asunto. Jamás de los jamases iba a admitir abiertamente mis debilidades, eso era puro sentido común.

    —Hubo drama —admití todavía en voz baja, tras haber soltado un resoplido ligero—. A Jezzie le dio un meltdown en mitad de la prueba y tuve que ir a zarandearla un poco. Casi me pega un mordisco, but oh well, I did what a leader should do~ Por lo demás... Kenny boy was as cool as a cucumber, Verónica was okay y el tal Kakeru... sin más, la verdad.

    Me encogí de hombro, quitándole toda posible importancia a la anécdota inicial, y en ese momento escuché la voz de los profesores llamando nuestra atención para reunirnos donde las sandalias. Le dediqué una mirada a Joey, sonriente, y le planté un beso sobre la nariz una vez nos separamos para reunirnos con los demás. Me quedé relativamente cerca de él, por simple pereza de ir a buscar a mi grupo, y escuché el relato del señor mayor... porque tenía que escucharlo, qué remedio. Super sad and all, pero seguía sin creerme que todo aquello no había sido un derroche absurdo de dinero por parte de la directora, honestamente.

    Me di cuenta al vuelo de las intenciones de Joey, algo no muy difícil teniendo en cuenta que lo tenía al lado y que lo conocía como la palma de mi mano, y no pude evitar deslizar la vista hacia el lugar donde él había mirado antes, con curiosidad. Me encontré la escena de las dos albinas, claro, y una vez más resoplé sin poder controlarme, aunque al menos creí conseguir que no fuese algo demasiado llamativo. Fruncí el ceño mientras volvía mi atención hacia el chico, sin entender muy bien el porqué de ello, y me acerqué lo máximo posible a su cuerpo para poder hablarle en voz bien bajita y que así nadie nos escuchase.

    >>Sigue en pie lo de esta noche, ¿verdad? —le dije, llevándome una mano hacia un mechón de pelo y jugueteando con él entre los dedos de manera distraída—. See you later then, hon~

    Kenneth 2.png
    [Humedal de libélulas]

    Sasha me siguió el juego sin mucho problema, asunto que logró sacarme una pequeña sonrisa divertida mientras asentía con la cabeza, completamente convencido y satisfecho por su argumento a favor de aquel sitio como posible escena de crimen. Quitando toda aquella broma, de todos modos, lo cierto era que me alegraba que hubiese aceptado mi propuesta y, ni idea, un estanque de libélulas debía ser bastante bonito de ver, ¿cierto? Sobre todo en una noche como aquella, así como ya le había dicho antes.

    It's a date then~ —sentencié, sin perder la sonrisa y aprovechando que había mantenido la cercanía para seguir susurrándole—. Luego paso a secuestrarte~

    Finalmente me erguí después de decir aquello, echando un vistazo general al resto de alumnos al notar algo de movimiento en los mismos, y mientras buscaba el origen de aquella acción, casualmente di con la melena pelirroja de mi compañero de carpa. Casualidad o cosa del destino, aquello me hizo recordar la conversación que ya habíamos tenido mientras montábamos la tienda en cuestión, por lo que mi atención volvió a volcarse en Sasha instantes después, queriendo aprovechar el momento antes de tener que separarnos por culpa de los profesores.

    >>Puede ser un cita triple, si quieres llevar a alguien más. I'm open, but only if you want to~

    Le guiñé un ojo, lo suficientemente disimulado para que solo ella lo viese, y después simplemente le indiqué con la cabeza que fuésemos con el resto de alumnos. Una vez reunidos con ellos, mi atención sí que pasó a centrarse por completo en el relato del señor mayor (señor que, efectivamente, era quién Joey, Bleke y yo habíamos conocido aquella misma tarde). Parecía que habíamos logrado ayudar a su hermano a descansar, o ese parecía haber sido el objetivo que quisieron hacernos creer con toda la prueba; era algo escéptico con todo aquello, en comparación a Kashya, pero eso no significaba que fuese a quitarles mérito por el asunto o que pretendiese ir en contra de todo el asunto. De hecho, me acerqué al señor mayor en cuanto tuve oportunidad, con la sonrisa ligera de toda la vida sobre los labios.

    >>Oda-san, ¿verdad? Un gusto verle de nuevo. ¿Qué tal? Disculpe, espero no ser muy indiscreto con mi pregunta, pero... ¿me puede contar un poco más sobre su madre? Me despertó la curiosidad después de escuchar el relato y leer las pistas.
     
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    Bruno TDF

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    La chica tardó en reaccionar a mis contactos físicos, era como si estuviera realmente perdida en medio de algo que la atormentaba. Pero tal vez un ligero brillo en sus ojos me permitió saber que se había dado cuenta de mi presencia, de que era yo. Y sólo cuando apoyé mi cabeza en ella para acompañarla, se movió. Lo primero que hizo fue soltar el agarre de mi mano; y de no haber sido por el cuidado con el que se desprendió, muy seguramente eso habría hecho que mi pecho diera un vuelco. Por suerte no era un alejamiento… Muy al contrario. Jez se colocó enfrente de mí y envolvió mi cuerpo en un abrazo. Copito, que estaba sobre mi hombro, se acomodó tranquilamente contra mi cuello, quedando como parte, también, de aquel gesto.

    El abrazo de Jez hizo que casi se me escaparan las lágrimas a mí también, porque era lo que había querido hacer desde el principio cuando la vi sufriendo: abrazarla. Pero no me animé a hacerlo por temor a exponerla, viendo la forma en que trataba de disimular su malestar. Yo era muy confianzuda y abierta con la gente, era mi realidad; pero había veces que veía líneas, límites tras los cuales me paraba a esperar a que la otra persona me abriera su corazón. Y Jez no sólo me abría el suyo en ese momento, como un hermoso libro… sino que me abrazaba, llenándome de una cálida conmoción que humedecía mis ojos. Me alegraba demasiado saber que ahora no tendría que contenerme para estar con ella como correspondía. Sentí cómo me apretujaba contra ella. Y yo, con suma dulzura, también la envolví en un abrazo. Nos abrazamos. El abrazo que quise darle desde el comienzo...

    Con mi mano acaricié suavemente su cabeza mientras la invitaba, en silencio, a humedecer mi hombro con las lágrimas que le quedaran. Conmigo no era necesario que se contuviera. Ahora éramos amigas.

    —Estamos juntas —le dije en un tono cálido— y Copito nos cuida —hubo un pequeño instante de silencio, tras el cual volví a apoyar mi cabeza contra la suya—. Te abrazaré todo el tiempo que haga falta.

    No era algo que debiese responder. Sólo palabras que me salieron del corazón. Puras.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Incluso con mi atención puesta más allá, había llegado a escuchar un ligero resoplido a mi lado y, al girar el rostro, comprobé que Ali estaba viéndome con el ceño fruncido. Realmente no logré darle mucha forma a la situación, entre mi propio impulso espontáneo y esto. Y, como solía hacer con cualquier mierda relativa o potencialmente compleja, la barrí debajo de la alfombra. A Ali no me apetecía preguntarle qué ocurría y a mí no me apetecía atorarme en ningún cacao mental. Llevaba ya un buen tiempo con la sensación de que Jez, durante aquel almuerzo, en cierta forma se había arrancado a sí misma, y no sería yo quien la detuviera. Era un cabrón, después de todo, pero no era tan egoísta.

    Alcé ligeramente las cejas cuando Ali me habló, haciendo memoria. ¿Esta noche? Ah, cierto. Lo que le había dicho bien temprano. Por un instante desvié mi atención al movimiento en su cabello y se me ocurrió una tontería, ¡la mejor del siglo!

    Sure —murmuré, suave.

    La tonta se despidió de repente pero yo no había terminado de hablar. La pesqué de la muñeca casi al vuelo y la regresé hacia mí, chasqueando la lengua un par de veces.

    —¿Adónde crees que vas? —reclamé, decepcionado, y por la pura gracia me deslicé a su espalda y apoyé las manos en sus hombros, direccionando su cuerpo hacia los tórtolos más allá. Le hablé sobre el oído—. I was thinking... Podríamos invitarlos, ¿cierto? Jackie-chan iba por descontado, y con Ethans... Bueno, de eso me encargo yo.

    En definitiva había mantenido buena relación con ella durante la prueba, no me negaría la invitación a nuestra super mini fiesta, ¿verdad? Me sonreí, satisfecho con mi plan malvado, y apoyé la barbilla en el hombro de Alisha.

    —¿Qué dices? —indagué, risueño.


    Los ojos de Tomoki se abrieron brevemente, en ligera sorpresa, al distinguir a Kenneth. Tras el pequeño monólogo, el anciano había retrocedido algunos pasos y simplemente se quedó allí, apreciando la escena con una paz inmensa. Recibió al muchacho con una sonrisa gentil y asintió, desviando la mirada al cielo un instante.

    —Mi madre... fue una mujer impresionante. Resistente como un roble, amable como la brisa de primavera. Se encargó de cuidarnos a Koda y a mí cuando papá debió ir a la guerra, y lo hizo siempre con una sonrisa. No soy siquiera capaz de imaginar la angustia y la incertidumbre que debió sentir cada noche que la silueta del Monte Fuji apareció incendiada, cada día que las cartas de papá se atrasaban. —Suspiró—. Todas las mujeres de aquí fueron increíblemente fuertes. Muchos niños quedaron en cierta forma huérfanos y la comunidad los abrazó. Eran, de por sí, una gran familia. Supongo que los tiempos de necesidad, los tiempos oscuros también traen consigo esos pequeños rayos de luz.

    Hizo una breve pausa para tomar aire, incluso si todo aquello lo había dicho con calma y suavidad.

    —Hoy, cuando los encontré en el santuario, lo que realmente estaba buscando era ese trapo viejo —bromeó, señalando el muñeco del kodama con un movimiento de cabeza—. Llevaba muchos, muchísimos años perdido, y se me convirtió en una suerte de rutina el salir a probar suerte. Los hábitos desdibujan los propósitos originales, y en cierto punto... supongo que olvidé la importancia que poseía. —Una gran sonrisa iluminó su rostro—. No podía creerlo en absoluto cuando, más temprano, la pequeña Kiki llegó corriendo a mi casa, envuelta en una alegría que pocas veces le había visto. Dijo que uno de ustedes lo encontró en el bosque, y considerando lo que ocurriría más tarde... —Suspiró—. Realmente somos apenas una mota de polvo suspendida en medio de este gran universo. El pequeño Koda volvió a mí, y lo hizo cuando debía hacerlo. Lo demás no importa.

    Si lo ponía de aquella forma, en verdad parecía cosa del... destino o lo que fuera. Tomoki se sumió brevemente en sus pensamientos y de repente soltó una risa breve.

    —Esta reserva pertenece a la Fundación Totoro no Furusato, ¿lo sabías, joven? Una vez, hace muchísimo tiempo, conversé con el maestro Miyazaki cerca del santuario y se interesó por las ofrendas que allí había. Recuerdo que pilló el muñeco destartalado de mi hermano y, al observarlo, una... especie de luz brilló en sus ojos. Le conté su origen y de dónde provenía. Aún recuerdo sus palabras. "Oda-san, ¿me permitiría honrar la creatividad de su hermano en una de mis películas?". Dijo que aún no tenía idea cómo simbolizar a los kodama, y que en aquel trapo sucio había encontrado la respuesta que buscaba. Cómo negarse a una cosa así, ¿verdad?

     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Asentí en cuanto Alethea me enumeró a sus compañeros de grupo. Cierto, había visto que Joey estaba con ella, y creía recordar a los demás, aunque sea de vista. La única que conocía por nombre era Sasha, debido a que bueno, iba a nuestra clase, pero creía que nunca había hablado con ella. Sobre los otros no tenía ni idea.

    No pasó mucha más tiempo antes de que los profesores hicieran acto de presencia en el lugar, acompañados de un anciano. Suponía que era el anciano que nos había estado hablando por los walkie talkie, Ono-san. No, espera. No se llamaba así, ¿verdad? Hice una mueca y me ruboricé apenas en cuanto me di cuenta. Vaya, había estado confundiendo su nombre hasta recién. Comenzó a hablar, y Alethea me ayudó a incorporarme, para luego acercarnos a los demás. A medida que fui hablando, las expresiones en mi rostro fueron variando.

    Desde un ceño fruncido de confusión, porque la verdad, entendía la mitad de las palabras, hasta los ojos bien abiertos de comprensión. Una sonrisa triste, mezclada con ternura, apareció en mis labios en cuanto comenzó a enumerar los objetos, y las memorias que tenía con ellos. Tenía debilidad por los viejos cuando se ponían melancólicos. Varias veces me había quedado en casas de ancianos cuando con mis amigos visitábamos pueblitos de las periferias por los eventos de parkour y nuestras escapadas. Ellos estaban contentos de tener a alguien joven con quien conversar, y yo estaba contento con tener un lugar donde dormir, y que encima, me cocinaban.

    Además, la infancia del anciano había sido dura, por lo que se podía inferir. Luego no dejó mucho más espacio a adivinaciones, dejando bien en claro el período en el cual había vivido. Hice otra mueca, mientras movía los dedos de los pies de manera algo incómoda. Yo era austríaco, después de todo. No nos dejaban nunca olvidar lo que había ocurrido durante esas décadas, así que lo tenía bastante presente.

    Todo pensamiento, sin embargo, desapareció de mi cabeza, cuando mencionó el nombre de Koda, y luego, rebuscando entre sus ropas, sacó el muñeco que yo había encontrado. ¿Cómo me habían dicho que se llamaban? ¿Kodama? Oh, por Dios... Mi cara debía ser un poema en esos momentos. Todos los recuerdos del día me embargaron en ese momento, desde que había escuchado voces al lado de la estatua, hasta que encontramos el mino en el agua. El silencio que el anciano dejó descansar a continuación se sintió como un peso enorme sobre mis hombros.

    No entendía. No entendía nada. ¿Todo esto era un elaborado teatro? ¿Seguirían los profesores actuando? ¿El viejo sería parte de todo esto?

    No. No podía ser. Yo había escuchado esas voces. Había escuchado a Koda. Lo había escuchado, y me había guíado hasta el muñeco. El muñeco que era de Tomoki. El muñeco kodama. Tragué saliva, mientras dentro de mi interior había un torbellino. Todo esto había sido real. Tenía que serlo. Si no, estaba volviéndome loco, y diesciséis años no era edad para volverse loco.

    Alcé la mirada, y trastabillé ligeramente cuando logré captar, de manera tan efímera como un suspiro, la silueta de la máscara de zorro. El niño que nos había acompañado durante la mayor parte de la prueba, ¿de verdad era Koda? Kodai Ono, como me enteré después. Sentí la boca algo seca. La historia había sido muy linda y todo, pero los escalofríos en mi nuca todavía no se habían ido.

    Alethea me habló en esos momentos, y solo la pude mirar, con un rostro inescrutable. La verdad, ni yo tenía idea de como me sentía en esos momentos. Alcé la vista hacia el anciano, pero este se encontraba hablando con otro alumno, y no creía que lo mejor ahora mismo fuera interrogarlo sobre el hermano al que supuestamente acabábamos de liberar. Sin embargo, aún había gente aquí que podía arrojar algo de luz a todo este asunto.

    — Me están ocurriendo demasiadas cosas, Ale. Y no sé que pensar de todo esto, la verdad. Puede que haya acabado de descubrir algo sobre mí mismo, y no estoy seguro de que me guste mucho —suspiré, mientras meneaba la cabeza.— Ven, vamos a hablar con los profesores. Necesito resolver una duda.

    Me acerqué a la profesora Sachi, y me rasqué la nuca, sin saber muy bien como encarar la pregunta, si mi duda era estúpida o no. Al final, decidí arriesgarme.

    >> Disculpe, profesora, pero tengo una pregunta. ¿Todos los grupos estuvieron acompañados por niños? Si es así, el que vino con nosotros, ¿se encuentra bien? Digo, puede haber sido una experiencia algo complicada para un niño.

    Tragué saliva. Había desaparecido cuando nos encontrábamos en el humedal. Si me llegaba a responder que estaba bien porque habíamos podido reunir todos los objetos y darle su merecido descanso en la eternidad, era probable que me terminara desmayando allí mismo.
     
    Última edición: 12 Julio 2023
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    Gigi Blanche

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    Sachi recibió a Jack y Alethea con una sonrisa amable, esas que ya eran usuales en ella. Una chispa de ternura pareció danzar en sus ojos ante la pregunta del chico, a quien tuvo que mirar con el rostro alzado. Vaya que aquel alumno era alto y en especial para ella, habituada a los niños de primero.

    —Ah, ya veo. Queriendo desentrañar los misterios de la prueba —murmuró, ligeramente pícara, y compartió una mirada del calibre con Kanade, quien estaba a su lado oyendo el intercambio—. Bueno, está oficialmente acabada, así que podemos decirles.

    —A cada grupo le fue asignado un niño, sí —respondió el hombre, incorporándose a la conversación—. Todos representaban a Kodai Ono, lógicamente, y sabían lo que debían hacer y cómo. Y todos se encuentran bien, no se preocupen. Ahora mismo deben estar en la zona de acampada, quitándose la mugre y cambiándose.

    Aquel último comentario lo acompañó de una risa ligera, despreocupada. Si lo que decía era cierto, si todos habían sido actores de la prueba y ahora se encontraban muy, muy lejos en la reserva, ¿qué era... lo que acababan de ver entre el follaje? ¿Había sido real, siquiera? ¿Se lo habrían imaginado?
     
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    Sonreí mientras escuchaba lo que el chico me decía, a mi no me gustaba cocinar pero siempre que lo hacia, era algo que siempre hacia con mucho gusto, pero ya cogerlo como algo que fuera unos de mis pasatiempos favoritos no lo creía posible, asentí en poco pero no logre decir nada ya que la voz de los profesores y un hombre mayor llego a mis oídos, deje mirar a Maze, para poder llevar toda mi atención a lo que ellos hablaban, pidió que le llevaran lo que tenían en la mano, note a Kohaku, Jezabel, (la amiga de Adara) y otro chico que no reconocí de nada.

    Parpadee mientras escuchaba de pronto sentí que todo los recuerdos de mi yo pequeño venían como ráfagas. Cerré los ojos por largos segundos recordando lo que había pasado ese día, esa noche. Había perdido a mis padres, llevaba el peso de sus muertes en mis hombros, habían salido por mi culpa y nunca mas volvieron, no hasta que me entere al día siguiente que habían tenido un accidente automovilístico.

    Pude decirles que no salieran.

    Pude haberles dicho que esperaran hasta que la lluvia se calmara.
    Pude haberlos salvado si tan solo no fuera insistido.
    Ellos ahora estuvieran aquí conmigo...

    Era una cosa muy diferente, y debía de sentirme alegre y realmente lo estaba habíamos ayudado a un niño. Pero eso no quitaba que tal vez realmente también pude haber salvado a mis padres. Suspire ante de abrir los ojos en eso sentí que algo resbalaba por mi mejillas, eran lagrimas, las limpie con mis nudillos antes de alzar mi ojos hacia Adara me encontré con su mirada, estaba fría de por si ella nunca la cambiaba, tan solo que estuviera a lado de alguien que la tranquilizara o como siempre ella decía que no le jodiera la existencia.

    En su mirada me preguntaba si estaba bien, solo asentí, pero supe que no me creyó por la mirada que me dio, como fuese mire que siguió con suyo pero también me dio la impresión de que se había recordado de sus padres, ella era buena ocultando sus emociones y también leyéndolas en cambio yo era como un libro abierto. Deje de pensar tanto y mire por encima de mi hombro antes de ver a Maze, realmente me había olvidado de que el estaba aquí. Sonreí antes de girarme por completo sobre mi eje para verlo mejor, pero se que la sonrisa no llego ni a mis ojos.

    —¿Quieres preguntar algo? puedo acompañarte si quieres.

    Yo aquí tratando de olvidar de como la vida se había encaprichado conmigo.
     
    Última edición: 14 Julio 2023
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    Bruno TDF

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    Altan tenía raíces tanto alemanas como italianas por parte de su familia, cuyas generaciones pasadas se habían asentado en Japón. Todo cuanto pude llegar a hacer fue contestar con un asentimiento de la cabeza, pues en medio de tan amena charla aparecieron los profesores acompañados por otro hombre, más mayor, que nos miraba desde el altar de piedra con una sonrisa cargada de emociones. Supimos que debíamos guardar silencio entre los tenues colores que nos bañaban.

    Altan fue parte de las personas que entregaron los objetos, también le chica del gorrión, un joven de llamativos cabellos celestes y otra persona que no logré reconocer. Pude notar, además de nuestro respectivo chochin, la biwa, el kendama y el mino. Habían dicho Tsukumogami, ¿no? Eso daba sentido al tono de los mensajes en papel que fuimos hallando durante la prueba de valor. Pero, además, cada objeto recibido… revelaba parte de la infancia del hombre mayor que teníamos ante nosotros. Una historia atravesada por la guerra y la ausencia, pero también por la fuerza de voluntad. Y sobre todo, por la inocencia.

    Me impresioné al reconocer la canción de la libélula roja. Y al oír el nombre que sonaba similar a Kodai, un torrente frío y fugaz me recorrió las venas... Mi lógica aún me impidió cuestionar, una parte de mí seguía asumiendo que era el mejor montaje preparado en años. Pero, por otro lado, mi lado sensible ensombreció mis ojos ante la revelación silenciosa de la tragedia sucedida aquí, en este mismo humedal...

    Cerré los párpados y agaché la cabeza mientras el anciano nos seguía contando su historia, sin parar de recordar al niño cantándole al Iju, cuando defendió a Cayden y el momento que nos ayudó a liberar a Clementine. Fue nuestro guía durante el bosque, nos protegió... Un espíritu... Mi mente sólo lograba razonar tal explicación... ¿Cómo…? ¿Cómo se supone que debía sentirme, si esto es parte de una prueba? ¿Por qué me estaba afectando por dentro?

    ¿De qué forma llevaría todo esto conmigo?

    Pensé que sería irrespetuoso agachar la cabeza ante el anciano Oda. Sus sentimientos no eran parte de ninguna puesta en escena. Eran reales. Y yo debía mirarlo para recibir su historia y ayudarle a conservar sus recuerdos más preciados. Así que alcé los ojos en su dirección. Al hacerlo, vi la máscara de zorro a lo lejos, confusa en la penumbrosa espesura. En un solo parpadeo desapareció de mi vista, dejándome con una sensación punzante en el pecho. Tuve que suspirar para recomponerme de la sensación… Y refugiarme en la creencia de que, montaje o no, habíamos hecho lo correcto.

    Pero claro está, me quedaron interrogantes que ansiaba responder. Así que me adelanté despacio hacia el anciano. En el camino pasé frente a Cayden y pude notar en su murmullo la canción de la libélula roja. Era triste de cierta manera, pero oírlo ayudó a relajar mis pensamientos.

    Señor —dije hacia Tomoki, inclinándome con algo de torpeza en su dirección; no estaba acostumbrado a la costumbre japonesa de reverenciar a las personas. Al erguirme no pude evitar una sonrisa; parecía ser un señor agradable y eso hizo que decidiera cambiar el tono de mi pregunta— ¿Cómo llegaron usted y su familia a este lugar?

     
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