Pasillo (3º piso)

Parecía una chica tranquila, me di cuenta desde que nos saludó en el momento en que la tutora (salida de algún hentai extraño, a mi parecer) la asignó con nosotros y ella nos saludó. En esencia no me importaba dar una vuelta por la escuela, hacer el mapeo mental de turno y luego ver qué provecho podía sacarle a la institución o no; aunque igual no podía ponerme muy imbécil, los Sakai se habían dejado una parte importante de dinero para meterme aquí luego de que la cagara en el instituto del barrio.

Rowan estaba aquí más o menos por el mismo motivo que acababa de exponer la muchacha al responder mi pregunta con información extra, quería un nombre en sus papeles, uno que se viera bien y lo respaldara si era necesario. Era gracioso porque parecía que se la traía floja la mitad de la existencia del mundo, pero luego hacía movidas de lo más extrañas por prestigio o por dinero y seguía su vida sin más.

—Bueno, entonces parece que tenemos algo en común —resolvió el pelirrojo, tranquilo pero reflejó la pizca de diversión que notó en el rostro de Alethea y yo me tuve que tragar la risa.

—Música dices, ¿con énfasis en algún instrumento? —pregunté un poco porque sí, para seguir ese hilo, y me di cuenta que medio le había robado la idea a Rowan porque se mantuvo callado.

En cualquier caso ella sopesó nuestras opciones, las enumeró y Rowan cruzó los brazos sobre el pecho, pensativo. No tenía pinta de querer recorrer los pasillos, a mí tampoco me apetecía demasiado, pero esperé a ver qué decidía él. No tardó mucho, volvió la atención a la chica y le sonrió de nuevas cuentas.

—El invernadero suena bien —contestó y se permitió una risilla, porque estaba pecando de lo mismo que todos los nuevos—, igual y me hablan las musas viendo las flores, ¿no crees, Tora?

—De hecho no —respondí, dudoso, pero miré a Alethea y me encogí de hombros a la vez que le sonreía también—. Lo que Rorin quiera está bien.

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ja behold el poder del doble post

 

Llegué bastante temprano a la escuela, entre la hora a la que había salido del Paraja y el hecho de que, en sí, a duras penas había pegado ojo. Estaba cansada, mi cuerpo al menos, pero no logré silenciarme el cerebro. Di vueltas y vueltas en la cama, hasta que las aves piaron y qué más daba, preferible aprovechar el tiempo. Además, si seguía dedicándome full time a comerme la cabeza me iba a terminar de estropear el humor.

No había podido dejar de pensar en la mierda que Frank le soltó a Yaboku tan fresco. Sugawara notó mi sorpresa en ese instante y por un segundo temí haberla cagado, pero no dijo nada y se fue. El resto de la noche no logré quitarme a Dubois de encima ni saber el paradero de Yaboku, y haber tenido que tapar la preocupación con sonrisas y puro show fue genuinamente agotador. Al llegar a casa sólo quise dormir, pero las cosas iban a seguir sin salirme como pretendía. Tuve que aplacar veinte veces el impulso de escribirle a Arata a las tres, cuatro de la madrugada para... qué sé yo. Preservar mi orgullo, quizá, y no pecar de intensa.

Al menos la vigilia me sirvió para trazar un breve plan de acción. Hice el almuerzo, salí temprano y fui de las primeras en llegar a la escuela. Me quedé en la 3-1 adelantando tarea (o al menos intentándolo) hasta que vi a Sugawara pasar hacia su aula. Dejé las cosas, entonces, y lo seguí. Escaneé el espacio de su clase brevemente y repiqueteé las uñas sobre su mesa, llamando su atención. Siempre tenía la misma cara de culo, así que su expresión no cambió.

—Te dije que- —pretendió regañarme, pero lo corté con firmeza.

—Necesito hablar contigo sin que Dubois meta el hocico, ¿te parece que puedo hacerlo en el club? —Le señalé la puerta con un movimiento de cabeza y deslicé la mano lejos de su pupitre—. Vamos.

Bufó a mis espaldas, pero se incorporó y me siguió. Me detuve junto a las ventanas del pasillo y él apoyó la espalda en ellas, con las manos en los bolsillos. Miré su perfil.

—El Shimizu de ayer, del que Frank te pidió que te encargaras —lo ubiqué, y recibí su atención de soslayo—. ¿Tiene algo que ver con tu compañero de clase?

Su respuesta fue casi automática.

—No tengo idea. —Se encogió de hombros—. Si te sirve de algo, igual no es él.

Sentí un alivio absurdo, uno que me hizo consciente de la tensión que había acumulado desde ayer a la noche, y solté el aire por la nariz. Eso... Bueno, en los escenarios que había dibujado en mi mente se había resistido un poco más a darme una respuesta. No creí que tuviera el detalle de atender a mis demandas porque sí.

—Vale —murmuré, algo fuera de base, y una muy ligera sonrisa le estiró la comisura de los labios apenas un segundo.

—Considéralo una excepción. Claramente estabas agobiada y no me interesan las razones, pero déjame darte un consejo. —Despegó la espalda de la ventana y se giró para enfrentarme, clavándome la mirada helada encima—. Que sea la última pregunta que hagas. Si quieres mantenerte libre de problemas, limítate a hacer tu trabajo. No ves nada, no oyes nada, no piensas nada. ¿Quedó claro?

Por un instante juraría que olvidé respirar. No pude razonarlo, fue... fue intimidante, de una forma extraña y atípica. Asentí, a sabiendas de que ninguna otra opción me servía de algo, y Sugawara simplemente se giró y regresó a su clase. Como si nada. Lo observé un par de segundos, tomé aire y parpadeé, escaneando el pasillo un momento antes de volver a la 3-1. La verdad, sólo me importaba la pizca de información que me había obsequiado. Con eso podía ponerle un freno a la paranoia y resetear las funciones.

Del resto me encargaría poco a poco, como siempre hacía.

 

Asistir a esta Academia se había vuelto bastante más complicado de lo que ya era de por sí. Había liviandades, gestos y concesiones que no quería perder; era, probablemente, lo más egoísta y abnegado que había sentido nunca, todo al mismo tiempo. No me llevaba bien con las emociones intensas. Estaba desde el año pasado haciéndome a la idea de que mi relación con Anna había cambiado, que esto era lo mejor para ambos. El domingo me había dicho que no quería perderme. Le creía.

Pero dolía.

No me sentía cómodo en esta escuela, honestamente, pero no había mucho por hacer. Tocaría seguir amaneciendo, seguir viniendo y seguir estudiando hasta que... la sensación pasara. Me daba miedo que no lo hiciera, eso sí, aunque intentaba no prestarle demasiada atención a mis pensamientos. Tendían a espiralar y era difícil escaparles.

Aquellos días tras el campamento había funcionado bastante en piloto automático. La campana del receso sonó y estaba pensando que no sentía mucha hambre cuando oí un... una suerte de llamado desde la puerta. El apodo que, desde el lunes, identificaba como propio. Tras alzar la vista di con los ojos azules de Verónica, tenía la cabeza asomada dentro del aula y verla así, como si estuviera en modo ninja o algo, me arrancó una risa nasal ligera. Metí mis cosas en el compartimento inferior del pupitre y me incorporé, yendo a su encuentro.

—Hola —murmuré tranquilo, sonriéndole, y apoyé el hombro en el marco de la puerta; también hundí las manos en los bolsillos y la sonrisa me cerró los ojos un momento—. ¿Cómo estás, Vero?

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look, a cutie uwu/

 

La chica estaba con el ánimo fresco y radiante que le recordaba del campamento, de por sí no había dudado que genuinamente se tratara de su personalidad. Dijo que estaba muy contenta, alcé ligeramente las cejas para que me contara por qué y comenzó a enumerar razones. Solcito, almuerzo y nuestro flamante reencuentro. Solté una risa en voz baja, cristalina, y me incliné en su dirección, para equipararme un poco mejor a su estatura. Saqué una mano del bolsillo y, con movimientos suaves, le alcé un cuarto dedo.

—Y es viernes —destaqué, divertido, y colé la punta de los dedos para separarle también el pulgar—. Y... voy a invitarte a un juguito, ¿qué tal?

Con cinco razones podíamos irnos hechos, ¿cierto? Ya muchos querrían tanta abundancia. Volví a erguirme sin prisa, en lo que ella bajaba el brazo y tanteaba su falda. Comprobé que tuviera la billetera en el bolsillo, el móvil también, y salí al pasillo para empezar a caminar sin más.

—Vamos a rostizarnos un poco, que entre tu blancura y la mía le competimos al sol —bromeé, equiparando mi ritmo al suyo, fuera cual fuera.

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podés arrastrarlos si querés <3

 

Cuando me respondió la estupidez con otra de calibre parecido eché la espalda hacia atrás encontrando la silla y chasqueé la lengua, bastante resignado con el asunto en apariencia. Negué con la cabeza, solté el aire por la nariz y la miré como si no tuviese salvación o algo.

—¿Todas estas semanas perdiendo tiempo cuando podríamos estar grabando la peli más cutre del mundo de la empollona que terminó haciendo el imbécil con el motociclista? —Me llevé la mano al pecho como si la cosa fuese el fin del mundo—. Hasta sale una trilogía si nos da la gana.

Como fuese, el tema de llevarla de regreso lo dejé ahí en el aire para que luego ella decidiera si la dejaba directo en su casa o en cualquier otro lado, en realidad podía hacerlo siempre que necesitara y le ahorraba el viaje en tren, además de que de por sí gastaba combustible la llevara o no, pero ya se lo diría después. Total que mi explicación la hizo oxigenar el cerebro, su reacción encajó con el hecho de que acababa de explicarle la cosa como si fuese un cría y pensé que se quedaría en eso, pero de pronto me señaló con un dedo y me sobresalté un poco.

¿Me estaba acusando de pervertido y de vampiro a la vez? Eso había escalado rápido.

No me dejó tiempo de reacción de por sí, me pescó del brazo y pasó de "¿Necesitas algo de la enfermería?" a "Vienes conmigo porque lo digo yo" en menos de dos segundos. Apenas me dio tiempo de pescar el bento para llevármelo, pero me las arreglé después para enredarme en su brazo y comenzar a caminar para salir de la clase, en ese rato ella siguió hilando pensamientos que en sí parecían bastante inconexos.

—¿Vas a decirme que puedes mirar una peli sin quedarte dormida a la mitad? Enciendo la tele diez minutos y me dormí y me preguntas si vi a los vampiros —solté con tono de queja, aunque lo peor era que lo decía en serio. Igual a pesar de que estaba delirando como ebria le seguí la corriente—. A ver, desarrolla ese argumento. ¿Por qué no tengo pinta de vampiro? Te puedo morder aquí mismo, a los cuatro vientos, ¡pruébame!

 

Qué tan increíble le parecieran a Adara mis ofertas me daba lo mismo porque era comprensible, así que no reaccioné a ninguna de sus miradas y cuando preguntó lo de la comida limpié el tenedor con una de las servilletas que venía en el bento de Jez, me levanté de la silla sin prisa y luego de que ambos compartiéramos otra mirada tapé el almuerzo con cuidado. Jez lo envolvió de nuevo entonces, tomó los tenedores, los ajustó en el trozo de tela y lo mismo hizo con el par de servilletas restantes.

—Podemos seguir comiendo abajo —respondió ella mientras se levantaba con el bento sujeto en una mano.

Con eso dicho esperé que Adara nos siguiera los pasos, momento en que salí al pasillo y enderecé los pasos hacia el ascensor. Dudaba que alguno de los tres tuviese demasiadas ganas de ir por las escaleras, la verdad.

—¿Se te antoja algo en particular? —pregunté medio al aire y luego me iluminé—. Jezzie, ¿quieres algo tú también?

—No, cielo. Estoy bien así.

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medio feo el post, perdón (?

 

Los viernes y los lunes seguían siendo jodidos por culpa de los horarios del trabajo, pero al menos, y de a poco, me iba habituando. El fin de semana había sido... tranquilo, suponía. Seguían asignándome clientes bastante sencillos de leer y Frank se había ausentado sábado y domingo, así que me ahorré algo de agobio. Aproveché los intermedios y los tiempos muertos para beber tragos ricos y seguir analizando el panorama: el salón, los movimientos hacia y desde el vestidor, las cámaras de seguridad. Lentamente iba asimilando la realidad que ahora me pertenecía y era absurdo pensar cómo hasta el agujero más podrido y corrupto de todos podía naturalizarse.

Hacía bastante calor, pero tampoco me parecía extremadamente agobiante. Antes de salir preparé el bento con algunos restos de la cena de anoche y un poco de verdura fresca recién lavada. Había cortado un par de manzanas en cubitos para los niños, también, así que tomé mi propio consejo y agregué algunos a mi almuerzo. Obvié el blazer por razones evidentes y la calidez del sol me resultó agradable contra la piel.

No sabía si podía decir lo mismo del chico nuevo, claro. Entre su nombre claramente ruso y los anteojos gigantes inferí un par de razones por las cuales, quizá, preferiría saltarse la visita guiada y quedarse descansando dentro del aula; sin embargo, aceptó el tour y se incorporó, echándose un estuche musical a la espalda. Bueno, eso explicaba su forma de hablar, suponía. ¿Las notas musicales fluían? Hombre, mejor le creía.

Repasé su aspecto brevemente sin ninguna expresión particular más que la sonrisa casual, aunque justo antes de hablar se me filtró algo de diversión.

—¿Noche dura? —indagué un poco al aire, ya girando sobre mis talones para empezar a caminar. Había estado a medio pelo de soltarlo en inglés y logré cambiar el chip en el último segundo. Bajo el umbral de la puerta, lo esperé y miré de soslayo—. Tenemos un trato, entonces. Me aseguraré de que nadie muera en el camino.

Empezamos a recorrer el pasillo a ritmo lento. Me parecía absurdo eso de señalar cada puerta como si, de por sí, no tuvieran carteles a un lado, de modo que limité la información a lo que creía potencialmente relevante.

—Ese es el club de música —indiqué, echándole un vistazo a su estuche, y solté una risa breve—. Digo, a menos que lleves un cadáver ahí dentro. Abrió hace poquito y suele estar cerrado con llave. Si te interesa, puedes preguntar por el presidente en la sala de profesores que está abajo, en el segundo piso.

Me dirigí hacia las escaleras, girando el rostro para verlo.

—¿Llevas tiempo en Japón? ¿O vives aquí hace poco?

 

La conversación con Emily me había retrasado un poco, acabé llegando a mi aula al mismo tiempo que el profesor y por ello, tras dedicarle una breve sonrisa de disculpa, me senté en mi lugar sin atinar a revisar el móvil. Me esforcé por concentrarme en las clases, aunque de tanto en tanto me encontraba a mí mismo pensando en los planes de cocina y cómo preparar todo de la mejor forma posible. Suponía que la sala no se estaba usando, así que podría llegar temprano, acomodar las cosas y dejarlo listo para buscar a Verónica en el receso.

Estaba medio derretido sobre mi banco cuando la campana sonó. Bostecé, tapándome la boca con una mano, y sin modificar demasiado mi posición agarré el móvil. Estaban los mensajes de Verónica de hoy a la mañana, sonreí ligeramente al leerlos y, antes de responderle, entré al grupo con los chicos. Rei había propuesto salir a tomar algo, que el lunes pasado habíamos cancelado por el campamento y ayer, suponía, al menos tanto Anna como yo fingimos demencia. Subaru le respondió bastante rápido y me quedé esperando al ver que Anna escribía cuando me entraron los nuevos mensajes de Vero. El primero mencionaba a Copito y cambié de chat, curioso. Fruncí el ceño, volviendo a sonreír. ¿Que mirara por la ventana? Giré el rostro hacia el exterior, pero mi cerebro por fin hizo sinapsis y asoció el segundo con el tercer mensaje. Pasillo, ventana.

Miré al otro lado, entonces, y tuve que estirar el cuello hasta ver al pequeñín hecho un bollito de plumas blancas al borde de una de las ventanas. Sonreí más amplio y se me escapó una risa breve, en lo que apoyaba las palmas sobre el pupitre y me incorporaba. Salí al pasillo a ritmo sereno y abrí la ventana, apoyando los antebrazos al borde para hablarle a Copito.

—Hey —murmuré, acercando la mano lentamente hasta rascarle la cabecita—. ¿Qué haces aquí, pequeñín? ¿Disfrutando del solcito?

Me quedé así, observando al ave y disfrutando del aire fresco un par de segundos. Ahora que lo pensaba... Como que sentía ojos en la espalda, ¿no? Me tragué la sonrisa y me separé ligeramente de la ventana, buscando a Verónica con la mirada y la seguridad de que la encontraría husmeando desde alguna esquina.

 

La chica cumplió la petición de darme su nombre para usarlo en lugar del apellido y, siendo yo tan expresiva como solía ser, no tuve reparo en demostrar la sorpresa que sentí al escucharlo. ¡Es que Eda era mil veces más sencillo de recordar que Diekmann, a dónde íbamos a parar! La tontería me hizo su relativa gracia, para qué mentir, y la expresión de asombro no tardó en transformarse en una sonrisa amplia mientras escuchaba su petición.

—¿La sala de arte? Eso es asumir un poco, but lucky for you, en esta escuela tenemos toda clase de absurdidades —contesté, encogiéndome de hombros a medida que iba dirigiendo la marcha hacia el exterior del aula—. Está en la primera planta, así que voy a aprovechar para contarte sobre otros lugares por los que pasemos. Por ejemplo, aquí arriba tenemos el club de fotografía y la sala de música as well. Por allá se va a la azotea, y esa puerta de ahí la queremos evitar, porque es la oficina de la directora.

Después de haberle señalado las puertas de las salas que iba mencionando y que, según yo, eran las más relevantes a conocer para alguien nuevo, redirigí la caminata hacia las escaleras para empezar a bajar; si su mayor interés era el club de arte, no merecía la pena perder el tiempo en los pasillos que no tenían nada que ver con eso, al fin y al cabo.

>>¿Te gusta dibujar, entonces? Conozco a la líder, por cierto. No es precisamente Miss Simpatía, pero el club le importa, así que imagino que os podréis llevar bien~

Dentro de lo que cabía, parecía que había tenido bastante suerte con los alumnos que me habían tocado para el tour, pues de primeras parecían ser bastante tranquilos y simpáticos. Ambos aceptaron mi idea del tour general, también, así que asentí con la cabeza a medida que iba dirigiendo la marcha hacia el pasillo. Si lo pensaba con detenimiento, aquello me iba a venir bastante bien para comprobar qué tanto conocía de la escuela yo también, así que más me valía esforzarme e intentar acordarme de todo.

—Mi nombre es Eun-bi, encantada —dije hacia la muchacha, a modo de respuesta, manteniendo la sonrisa—. Si tenéis alguna pregunta mientras vamos dando el tour, podéis preguntarme sin problema. Y, uhm, ¿os gustaría uniros a algún club? Aquí hay un montón de clubes disponibles, seguramente encontréis algo que os llame la atención.

Para demostrar mi punto, aproveché para indicarles las dos salas en relación a clubes que teníamos en aquella planta: la de fotografía y la de música; también les indiqué la oficina de la de directora, la salida a la azotea y los baños, ¡porque era importante saber dónde estaban!

 

Iba a ser la primera vez que la estatura me jugaba en contra. Husmeé en el pasillo hacia ambos lados, prestando especial atención a la puerta de la 3-3, pero no vi a Vero por ningún lado... o al menos, en cierto punto, eso fue lo que actué. En uno de los movimientos percibí bien, bien de refilón el chispazo albino de su cabello, probablemente meciéndose más lento que ella y jugándole en contra. No me dio el corazón para arruinarle la diversión, sin embargo, así que fingí demencia y bajé la vista al móvil en cuanto éste vibró en mi mano. Su mensaje me arrancó una sonrisa pero, en vez de girarme, decidí prolongar un poco más el show. Suspiré de forma exagerada y regresé los antebrazos a la ventana.

—¿Dónde se habrá metido tu dueña? —le dije a Copito, pretendiendo que la chica me oyera—. ¡No la encuentro por ningún lado! Y dice que está detrás mío pero... —Me giré de golpe, pero mantuve la barbilla bien alta y fingí no verla antes de regresar al ave—. Nada. ¿Tú la ves, pequeñín?

Alcé las cejas de repente y expresé preocupación, casi pánico.

—¿Se habrá vuelto invisible? ¿Quizá sea un fantasma? ¡¿O un yokai?! Encima... dice que se alegra de verme. —Me sacudí un poco, como si me hubiera corrido un escalofrío—. ¿No es lo que dicen los espíritus asesinos en las pelis? ¿"Me alegro de verte otra vez" y zas, muerto? Creo que corremos peligro aquí, Copito.