Eldritch Horror: Azathoth Acciones

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por Maialc, 2 Marzo 2023.

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    Maialc

    Maialc Iniciado

    Aries
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    En este tema podrán debatir qué es lo que les conviene hacer. Ustedes como investigadores se conocen y pueden comunicarse telefónicamente lo cual no cuenta como una acción que consuma tiempo. Sin embargo, cada acción que realicen les consumirá horas. Algunos podrán realizar más acciones que otros, porque a diferencia del juego, aquí yo puedo medir mejor el consumo de horas, por ejemplo, un viaje en barco no va a demorar lo mismo que un viaje en tren. Ir de Arkham a San Francisco en tren va a ser mucho más rápido que ir de Arkham a Londres en barco, aproximadamente unas 20 horas contra unas 100 horas. Así que, al tomar decisiones deben pensar en la realidad de las cosas, hacer un descanso reparador no tomará más de 8 horas y hacer una adquisición de activos no tomará más de 4 horas. En consecuencia, deberán pensar bien qué hacer porque quien quiera realizar un viaje en barco posiblemente tome todo su tiempo mientras que otro podrá descansar, viajar en tren, adquirir activos y realizar intercambios todo en el mismo tiempo.
    No limitaré las acciones sino que daré algunos ejemplos, fuera de eso pueden hacer cualquier otra cosa que ocurra a su imaginación, cualquier acción que realicen puedo evaluar el impacto que podría llegar a tener eso en sus investigadores, por ejemplo, un sueño reparador les recuperará 1 de salud y 1 de cordura, pero si en vez de eso eligen distraer su mente en un parque a lo mejor recuperan 2 de cordura o si eligen visitar un hospital 2 de salud, eso tendrán que verlo ustedes dependiendo donde estén y qué necesite su investigador pues no podrán visitar un hospital si no están en una ciudad y no recuperarán cordura si intentan distraer su mente en el parque de una ciudad donde hay un portal o una invasión de un monstruo. No podrán realizar más de dos veces la misma acción, excepto la de viajar y eso será puesto a evaluación. Tampoco podrán dormir, ir al parque e ir a un hospital todo seguido por más que les alcancen las horas, sus investigadores son seres humanos, no un Sim que rellena sus barras como un muñeco de trapo.
    Ejemplos de acciones:
    *Descanso (8 horas) recupera salud y cordura
    *Recolección de Recursos (6 horas) obtención del ítem Recursos
    *Lectura de pruebas y pistas (6 horas) obtención del ítem Enfoque
    *Intercambio (En la misma posición. Consume horas de ambos investigadores) (2 horas)
    *Adquirir activos (Sólo en una posición de ciudad) (4 horas)
    *Viajar: En tren (marcado con vías en el mapa): 1 hora cada 200 km.
    En barco (marcado con vías blancas en el mapa): 1 hora cada 50 km.
    A pie (marcado con linea punteada): 1 hora cada 20 km.
    *Realizar acciones bono de cada investigador (las horas dependen de la dificultad de la acción. Se pueden usar una vez por fase de acción y no se gastan.)




    La noche anterior muchos de ustedes habían visto algo raro en el cielo. Un Presagio. La luna, tantas veces tranquila y brillante, se había mostrado enorme, carmín y descabelladamente aterradora, tentando con caerse y llevarse con ella al planeta hacia quien sabe dónde. Una persona normal había pensado que era un fenómeno climático, que estaba viendo mal o incluso habría pensado que estaba maldito, incluso eso hubiera sido normal. Ustedes presentían otra cosa.
    A la mañana siguiente, indudablemente, algo tenía que pasar. Los periódicos corrieron rápidamente la voz: la secretaria del alcalde de Arkham había muerto. Se había suicidado aparentemente y cada diario informaba distintas razones: remordimientos por arreglos de campaña, estafas, demasiado trabajo y poca diversión y otros, los más populares y tontos, rumores de que había dejado sus faldas al descubierto con el político equivocado. Qué afortunados esos idiotas que le buscaban soluciones tan banales a un asunto tan complejo. Si había sido suicidio no era por ninguna de esas razones, la noche anterior bastaba ver la luna por cinco minutos para tener unas hermosas ganas de cortarse las venas con el primer objeto filoso que hubiera a mano, ¡si casi parecían sentirla palpitar en su cabeza! Algo había detrás de todo eso y no era algo terrenal.
    No lo dudaron. Tenían que conseguir Pistas y rápido. Debían comunicarse con sus colegas en el tema pues no era algo que pudieran resolver solos.


    Gianna Fiore: Bombay (17) Mori

    En tus últimos meses trabajando en la India lograste hacer poco y nada de vida social, exceptuando la gran cantidad de gente muerta con la que te relacionaste. Sin embargo, el presagio de la noche anterior y el "suicidio" de la secretaria del reconocido político activaron una alarma. Te sentías un poco insegura, si bien eras muy responsable en tus labores, sentías un punzante pensamiento de que dejes por un tiempo todo de lado y te enfoques en una sola tarea: averiguar si algo más estaba sucediendo. Normalmente no le hubieras dado mucha importancia a un suceso como la luna de color rojo, eras una persona de ciencia y sabías que todo tenía una explicación. Sin embargo, tus últimas lecturas de libros en Bombay revolucionaron un poco tus pensamientos acerca de ciertas... anomalías paranormales. Intentabas no creer en eso, QUERIAS no creer. Sabías que sería saludable dejar esas cosas de lado. Sin embargo no podías. Ya te habías enterado que ese tipo de presagios podían significar algo serio a escala planetaria y no podías dejar de tenerlo presente. Tenías algunos contactos repartidos por el mundo, podías aprovechar una pequeña licencia en el trabajo e investigar un poco, quedarte en tu sitio, viajar, hacer algunas llamadas y hasta reunir algunas provisiones. ¿Quien sabe qué ocurriría próximamente?

    Pista: Tienes lugares importantes cerca: El Himalaya, un lugar donde siempre ocurren muchos sucesos extraños. Estambul, una ciudad más grande y sofisticada en la cual tenías algún conocido. Shangay, un lugar Megantesco, ideal para adquirir conocimientos e incluso pistas.

    Agatha Milebourne: Sudáfrica (15) Ichiinou

    La luna de la noche anterior y el suicidio en los periódicos encendieron una bomba de tiempo en tu mente y en tus creencias. A diario lidiabas con gente que creía en todo tipo de aberraciones y las desmentías, las opacabas, les mostrabas un camino iluminado que daba calma a esas pobres almas atormentadas por la locura. Sin embargo, no eras una monja de clausura. Eras una monja de acción y esos hechos profanos requerían hacer algún movimiento de tu parte. Era hora de cobrarte algunos favores con conocidos que sabían mucho de estos temas controversiales y hacer algunas preguntas a personas influyentes que no podrían negarse a contestarle a una hermana del señor. Estabas en un sitio un poco complicado por su lejanía y en una ciudad que si bien era grande tenía pocos adelantos a disposición de los ciudadanos. Al menos alguna linea de teléfono podrías conseguir.

    Pista: Estás muy lejos de cualquier Gran Ciudad, tendrás que pensar bien si vas a realizar algún movimiento o al menos ponerte de acuerdo con otros investigadores dónde sería un buen lugar para recolectar pistas. Tienes un ticket de barco que te ayudará a acelerar el viaje. Buenos Aires o Sydney son buenos destinos para comenzar la investigación pero son los destinos más alejados. Bombai es una opción, recuerdas que una conocida forense trabaja por ahí y sería un lugar más cercano. Tu otra opción es explorar en donde estás o adentrarte al corazón de África, suelen ocurrir muchos sucesos extraños y a veces las tribus son muy perceptivas con respecto a estos hechos con pocas explicaciones.

    John Doe: Estambul Slam

    Casi saltabas de júbilo con los últimos hechos. Por fin, luego de tanto tiempo y tanta lectura, comenzaba a suceder. Sujetaste un viejo diario de uno de tus escritorios con tu mano temblorosa y balbuceaste en voz muy baja algunas palabras que segundos después no recordabas haber pronunciado. Tu mente no era suficientemente rápida para procesar toda la información que intentabas meterle. Sentías que ibas a explotar y era algo muy placentero para ti. Debías salir de ahí, debías contarle a todo el mundo, estabas muy feliz. Algo estaba sucediendo, ¡al fin! Obvio, no sabías qué era lo que iba a suceder pero alguien debía saberlo ¿no? O al menos tener una pista, en tu caso no tenías nada más que una luna roja y una loca suicida en alguna parte del mundo pero por algo debía comenzar. Estabas tan ansioso que no sabías qué hacer primero, quizá llamar a alguien que te despeje algunas dudas o tal vez visitar algunos políticos que ahí, en Estambul, había a montones. Y conocías a muchos, o al menos los habías visto deambular en algunas de las bibliotecas que administrabas o a sus allegados, claro.

    Pista: Te encuentras en un lugar clave, en el centro de Europa y Asia. Es un excelente lugar para comenzar a investigar, adquirir algo que necesites, intentar buscar pistas entrevistando algún sospechoso y más. En tren puedes llegar casi a cualquier parte: África, Roma, Rusia, India. En Roma y en India tienes conocidos que pueden estar interesados en el tema. En África no hay muchos con quien hablar pero las Pirámides son siempre un objetivo de cualquier cosa paranormal que suceda.

    Leah Miller: Buenos Aires April BookLover

    No pudiste evitar esbozar una sonrisa al ver los diarios con la secretaria suicidada en la portada. No la conocías, pero seguramente era alguien totalmente opuesta a ti misma. Una vil sirvienta de una persona influyente que seguro se pasó la vida balbuceando halagos para poder llegar donde estaba y ahora el destino le cobraba la cuenta. Eso no te hacía feliz pero si te entretenía aunque no tanto como el misterio que todo ello encerraba. La luna en estado némesis de la noche anterior era todo lo que necesitabas para estar en alerta. Debías ser la persona más informada del planeta sobre estos temas o al menos tu ego te hacía creer eso. Un horror dimensional estaba al acecho. Era emocionante pero absolutamente peligroso para todo el mundo, era el momento de aprender todo lo posible acerca de eso pero sin dejar que lo que sea que fuere se apoderara de la razón de todos. Al menos te reconfortaba saber que eras una persona bastante cuerda, o eso te hacía creer tu ego. Era hora de comenzar a trabajar, había mucho hilos de los cuales tirar para desenmarañar misterio y debías pensar muy bien de cual tirar porque el tiempo podía ser escaso.

    Pista: Estás en una localización emblema para investigar, quedarte es tu mejor opción. Tus otras opciones de cualquier forma no son muchas, todo te queda espantosamente lejos. Centroamérica, África, Oceanía e incluso La Antártida eran buenas opciones para investigar pero todos a gran distancia, muchos días de viaje. También tienes, un poco más cerca, el Amazonas. Es un lugar con mucha energía dimensional, es un buen sitio para hacer trabajo de campo. Además, recuerdas tener un conocido en Bogotá, está un poco lejos pero podrías ponerte de acuerdo con él para investigar a la par, si es que está interesado.

    Torahiko “Byakko” Sakai: Bogotá (7) Yáahl

    A ti te importó bien poco la luna enrojecida y la secretaria con los sesos en el suelo, tenías un montón de trabajo en la zona. Sabías que algo raro sucedía, los animales, la gente alborotada por demás en las calles, los políticos traqueteando con sus trajes por la ciudad de Bogotá yendo y viniendo con grandes maletas de dinero o sustancia. El olor a miedo era palpable. Acababas de atrapar a dos jovenzuelos que se habían escapado de un poderoso traficante, vaya a saber qué les harían. Debías reunirte con una persona en esos instantes, en ese bar pintoresco del sur. Esperaste una hora. Esperaste dos horas. Y ya comenzaste a impacientarte. ¿Seguirías esperando? O quizá podías dar una vuelta por ahí o buscar algún otro trabajo, bastaba levantar la mano y decir que resuelves problemas para que lluevan los negocios en ese lugar.

    Pista: Estás en Centroamérica. Tienes a poco tiempo el Amazonas, un lugar con mucho que hacer. Si bien está lejos, tienes acceso a los trenes y podrías llegar en poco tiempo a Norteamérica, aunque no es una opción sencilla, ahí el trabajo no es tan informal y hay mucha competencia. También puedes ir a Buenos Aires, es un viaje largo y no hay mucho para ti ahí, salvo una conocida de hace tiempo que está trabajando en la zona aunque no terminas de entender por qué se te cruzó por la cabeza, no tendrás nada de trabajo ahí.

    Ophelia Byrne: Sydney Gigi Blanche

    Tú alcanzaste a percibir el desorden mucho antes de que los presagios ocurrieran. Tus pinturas eran más oscuras y atormentadas que de costumbre. En contrapartida, tu imaginación se desbordaba de tu cabeza. Absorbías todo lo que veías y lo volcabas en el lienzo en dos pinceladas. Estabas un poco encantada por eso pero angustiada al mismo tiempo. No sabías por qué, en lo profundo de tu ser sabías que algo andaba mal. Cuando la luna roja se vio en cielo algo en tu mente cambio. Hiciste diez pinturas diferentes de la luna esa noche, todas con un monstruoso y aterrador rostro en ella, diferente el rostro en cada una pero en todas era aterrador. La noticia del asesinato de aquella persona de la comitiva del alcalde de Arkham detonó con un horror en tu mente que te hizo retorcer del dolor de estomago.
    Tenías que hacer algo, ya no podías sólo pintar, si bien distraías tu mente ya el malestar te estaba impactando físicamente.

    Pista: Estás en Sydney, un lugar ideal para conectarte con tu físico y de paso obtener algo de información. Sabes que hay un marinero en el muelle con el que sueles conversar de fenómenos estelares, de premoniciones que tienes e incluso intercambian ideas sobre pinturas y pesca, podría hacerte bien encontrarte con él y tomar decisiones en conjunto. De otra manera puedes moverte a otra posición aunque estás bastante alejada de tus próximos destinos como Buenos Aires, África o la Antártida (¿por qué rayos irías a la Antártida?) si estás un poco más cerca del sudeste asiático que siempre tiene fenómenos extraños que ofrecer y que dibujar.

    Fiorella Bianchi: Roma quem

    Estabas de paseo en Roma cuando oíste la noticia de boca de un mercader. Habías intentado mantenerte al margen, necesitabas estar enfocada para que tu trabajo sea lo más preciso posible pero cómo podrías analizar la mente de otras personas si no podías entender lo que estaba procesando la tuya. Ya no sabías si la luna roja realmente había sucedido o estabas un poco abrumada por el trabajo. No querías caer en la negación pero tampoco querías aceptar que las cosas no andaban bien ni a tu alrededor ni en el resto del mundo. En Roma, una de las ciudades más grandes e influyentes del mundo, se respiraba un clima enrarecido, el vaticano estaba claramente cerrado a los visitantes en los últimos días, los comercios abrían tarde y cerraban temprano y había pocos sitios donde distraerse un poco. Aunque sí abundaban los potenciales pacientes para tu actividad, la gente parecía pedir a gritos con la mirada que los analicen, incluso algunos directamente ya pedían que los aten y amordacen por su propio bien. Pero no querías juzgar, no estabas ahí para eso. En esos momentos tenías que ponerte a pensar si te calmabas o te dejabas llevar por la curiosidad de investigar qué estaba pasando ahí.

    Pista: En Roma tienes mucho para hacer. Hacia Estambul o hacia las tierras nórdicas tienes trenes con los que llegarías rápidamente. Recuerdas que en Estambul tienes un conocido que te ha sabido contar de sucesos relacionados a fenómenos estelares y que parecían no presagiar nada bueno. También tienes cerca la ciudad de Londres excelente lugar para encontrar pistas generalmente aunque tendrás que tomar un rápido buque. Las lejanas tierras de África son un destino posible pero poco tentador en ese momento de descanso.

    Leila Westminster: Juneau (1) Ikoma-kun

    Por el momento no habías hecho gran cosa a través de tu vida pero en ese momento estabas en un lugar clave. ¿Quién diría que estar en Alaska te hubiera servido? Estabas a un pequeño viaje en barco hasta San Francisco y luego directo a Arkham, el lugar donde había ocurrido el hecho, el suicidio de la secretaria. Estabas acelerada desde la noche anterior, reportando el estado de la luna. Habías informado la noticia al periódico pero no creías que en otra parte del mundo se hubiera visto así de bien como la viste allí. Una gigantesca esfera bordó que parecía resplandecer furia y caos. En ese periódico la mitad de las noticias resplandecían con furia y caos pero esta vez era cierto y parecía algo a tomar en cuenta, no una cosa aislada. Claro que cualquier cosa publicada sería opacada por la noticia del suicidio pero eso no te desalentaba, donde había suicidio podría haber algo mucho más oscuro y morboso.

    Pista: Tu principal objetivo debería ser ir a Arkham, es un lugar demasiado tentador como para dejarlo. Sin embargo, puede ser peligroso y debes recordar que en tu condición será un poco complicado, eres una persona con un destino un poco complejo. Para ir a Arkham puedes ir pasando por San Francisco que te llevaría rápidamente por barco y por tren o puedes ir atravesando Canadá y Chicago, un camino más difícil pero podría llevarte por destinos interesantes.

    Hunt Macavoy: Sydney rapuma

    Nunca habías visto el mar como lo viste la noche anterior. Habías percibido cientos de veces alteraciones en el mar por culpa de los astros pero nada como lo que sucedió con esa luna roja. No demoraste en enlistarte para cualquier cosa que pudiera suceder. Preparaste tus instrumentos de medición de tormentas, pusiste un bote a disposición por si acaso y tu fiel red de pesca siempre a mano. Por lo general en Sydney nada pasaba pero luego de esa luna todo podría ocurrir. No solías leer el diario pero la noticia de que una persona influyente de Arkham se había suicidado llegó a tus oídos pues en el puerto todo se sabía. Eso te alertó más aún, tanto que estuviste a punto de lanzarte a la mar, sólo porque ahí te sentías más cómodo. Sin embargo, contuviste esas ganas y preferiste pensar con un poco más de claridad. Tal vez podría ser momento de poner un poco a prueba tu fuerza física y mental.

    Pista: Cerca de ti hay un investigador con el cual puedes unir fuerzas e intercambiar información. Las costas están alejadas, tanto América como, África y el continente helado pero un marinero como tú no teme a eso. Otra opción es la cercana costa de Asia a la que llegarías rápidamente y ahí tendrías una gran cantidad de opciones para elegir e investigar.





    Si tienen dudas o consultas este es el momento, explayense con sus acciones que por esta vez será sencillo, luego levantaremos la dificultad. ¡Espero les agrade mi idea y se diviertan como yo escribiendo!
     
    Última edición: 10 Marzo 2023
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Omg, cuánto extrañaba a Lucas King con Gianna.

    Gianna Fiore.
    Bombay (17)

    Gianna Fiore era una adicta al trabajo, podía pasar horas tras horas leyendo los archivos, noche tras noche analizando los casos y días tras días practicando su destreza para que al momento de abrir un cuerpo lo pudiera hacer con una precisión envidiable para cualquiera cirujano. Quería asegurarse un puesto de trabajo como médica forense y dio todo en la universidad para ello, no era buena relacionándose con gente y tan solo perdía el tiempo con ellos cuando los trabajos grupales, necesarios en el área de salud, eran en estricto necesarios. Aprendió a encajar en la sociedad, por más que sintiera que nunca podría pertenecer del todo a esta, buscaba perderse entre los transeúntes, entre los doctores, entre las caras conocidas, que nadie descubriera la semilla negra que yacía en su corazón.

    Un vórtice, uno oscuro, un agujero como nunca nadie se podría imaginar. Sus cabellos de un castaño claro, casi rozando lo cenizo, ondulados y con sus ojos debatiendose entre el verde y el café claros debían expresar su calidez, aquella mezcla del romance francés y la confianza italiana, pero no. Era una chica amargada, con una escasa comunicación que se agitaba con cualquiera y su actitud tan borde como arisca no era sencilla de controlar.

    Era esa Gianna Fiore la que había llegado hace un año a Bombay para ejercer como Médica forense, la que había vivido gran parte de su niñez en Francia, su adolescencia y juventud temprana en Japón, terminó gran parte de sus estudiados en Roma e incluso llegó a visitar Sydney un par de veces, para practicar la taxidermia con unos conocidos que hizo gracias a los estudios universitarios. No era mucho de socializar, pero si que había viajado de un lugar a otro, aprendido cosas desde distintas perspectivas, porque la mente inquieta de esa chica con un agujero en el pecho no podía satisfacerse nunca. A falta de sentimientos, la información era su brújula, dependía de ella y por más científica que fuera las teorías nacida de los astros, pero también de las energías, la ataban con fuerza a un limbo entre el escepticismo y ser una agnóstica de cuidado.

    Todo ese panorama hizo que Gianna descarrilara su mente al ver la gran luna roja que invadió la calle cuando iba de regreso a su casa, habiendo salido del hospital a las cuatro de la mañana. Sus ojos se quedaron prendados a ese rojo con una magnitud que sentía fuera de su control, pero pronto su ceño se frunció y sus dientes se apretaron tan fuerte como sus puños.

    Detestaba el color rojo más que muchas otras cosas sobre la faz de la tierra.

    Y las ganas de clavarse sus largas uñas en la piel le hicieron tensarse aún más. Sentía que era una mujer con algo autocontrol, uno que le impedía romper las normas morales, uno con el que se encadenaba así misma a ser tan solo una transeúnte más. Una doctora más, una simple mujer, una cualquiera, la sombra al fondo en la izquierda.

    Las ganas de matar, desmembrar, observar y comprender cuándo era el último alito de vida, todo eso lo reprimía y dejaba afuera solo un amargado ser que no quería nada con nadie. Muy considerado de su parte, ¿No? La única realidad es que su mayor tesoro era su libertad, su mayor deseo descubrir los secretos oscuros sobre la tierra y su único temor que le cortaran las alas.

    Que le cortaran las alas o que de frentón la mataran.

    Se abofeteó la mejilla con fuerza, una descomunal para su delgado cuerpo. Apretó los dientes, casi que gruñía, y con la vista clavada al suelo que también se le sentaba rojo volvió al pizo de su departamento. El cuarto, el baño y la cocina; su pequeño cuarto lleno de papales que no demoró en desordenar uno, tras otro, tras uno, tras otros, un baño que con suerte y tenía una ducha, la cocina igual de pequeña y apartada.

    Akai Tsuki, follia di massa, the secrets in the stars, Psychopathie et autres troubles de la personnalité.

    Suicidio masivo... Un número de teléfono reciente. Estaba nerviosa, incluso podía decir que ella, la mismísima Gianna Fiore, aquella que su cabeza dibujaba escenarios macabros e ideas retorcidas, que lidiaba con eso desde que tenía siete años, tenía miedo. El miedo le trepaba por la espalda, ese miedo a morir que solo aparecía cuando se veía amenazada de muerte, pero con justificación real más allá de una luna roja, también aparecía ese temor en la solitaria bruma de su mente cuando esta le empujaba a lo más oscuro dentro de su cabeza.

    Tenía que hacer algo, confirmar sus sospechas, así que sin más dilación tomó una pequeña libreta que siempre llevaba en su bolso, en ese momento estaba guardada en el cajón con llave de su cómoda, porque no podía llevarla al hospital y peligrar con que alguien la encontrara. Fuera de eso, siempre la llevaba consigo. El número de papá, el número del centro médico donde internaron a mamá luego de la muerte de Manon, el número de la jovencita Bianchi y el número de Tora, entre muchos otros, esos dos últimos estaban en la última página de la libreta, apartados de los otros junto al número de Mathis. Se debatió entre cuáles tres llamar, el ignorante músico adicto al sexo y alguna drogas no era ni de cerca la mejor opción, no quería que su única psicóloga la llenara de preguntas tras más de un año sin contactar con ella, más aún si se sentía al borde del colapso, así que se decidió muy pronto por el Tigre del Oeste, Sakai Torahiko, Tora para los amigos, cualquiera de sus nombres o insultos para Gianna, supongo que había confianza.

    Marcó una, dos, tres. Colgó, revisó desesperada sus documentos para reafirmar sus apuestas, cuatro, cinco, sesi, empezaba a querer mascar sus uñas, pero su sentido de la estética era más fuerte, siete. Siete veces y el condenado no contestaba, tocaría llamar a ese bar se mala muerte al que siempre asistía, así que eso hizo y se apoyó en el borde del mueble que sostenía el teléfono pasando una mano por sobre su vientre, su pie hace un "tap, tap, tap, tap..." A un ritmo preciso y constante, tenía cierta noción de entonación, pero sobre todo una capacidad rítmica envidiable cuando no era en demasia complejo.

    Espèce de putain de racaille, fais-toi écraser par un train si tu ne réponds pas au putain de téléphone, frai du diable —murmuraba con una rabia que seguro espantaría a cualquiera que la viera, pensando que algún par de tornillos le hacían falta...

    Y puede que no estuvieran tan equivocados.

    Estrenando Roles, yuju (?)
    Antes de ir a cualquier lugar, quiero gastar tiempo (no sé sí tú ves luego cuánto se gasta según cuánto dure la conversación) en llamar al chico de Yáahl , Torahiko uwu.

    Cualquier detalle que se me pasó o que erré me avisas para solucionarlo, por favor (?)

     
    Última edición: 3 Marzo 2023
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Torahiko Sakai
    Bogotá (7)

    ¿Qué podía importarme a mí que la secretaria del alcalde de Arkham se hubiese metido un tiro en la frente? Incluso si había sentido los filos invisibles de una navaja acercarse a mis propias muñecas bajo la luz carmesí de la luna que solo anunciaba pura mierda. Que se había matado por remordimientos, por exceso de trabajo, por haberse puesto de rodillas con el político incorrecto o la estupidez que fuese.

    Si ella había renunciado no era mi problema.

    ¿Quién coño la mandaba a mirar la luna?

    Arrojé el periódico al primer tacho de basura que me encontré, aburrido como me resultaba ese montón de papel, y seguí observando la ciudad como hacía siempre. Luego de entregar a los mocosos que se habían creído lo bastante inteligentes o afortunados para escaparse de un puto traficante en el paraíso de la droga me quedaba algo de tiempo libre antes de atender lo siguiente. Aunque igual, ¿en qué puta cabeza cabía ser tan imbécil como esos críos? Si aquí contrataban sicarios y cazarrecompensas como quien le paga a un cazador de venados, porque no buscaban humanos, buscaban traidores.

    En este trozo del mundo los traidores estaban incluso más abajo que las pestes.

    El caso era que debía reunirme con alguien en el bar del sur, lo teníamos ya acordado, pero en este lado del charco la puntualidad se la pasaban por donde no daba el sol. No era la primera ni la última vez que me hacían esperar pero esto de que llevara dos horas y pico escuchando a la chica que cantaba en el fondo desde una pequeña tarima en el centro del local y bebiendo cerveza ya era una jodida falta de respeto hasta para mí. Centroamérica era el nido de los infelices, si este no se presentaba siempre podía buscar otro. Habían tantos que parecían una jodida plaga.

    Estaba por levantarme para irme después de haberle pegado el último trago a la cerveza que tenía delante cuando el teléfono del bar sonó, pero no me importó demasiado hasta que vi al encargado despegarse ligeramente el aparato de la oreja. Lo vi suspirar con algo parecido al hastío, pero luego se le aflojó una risa y me buscó con la mirada.

    —Te habla la francesa.

    Alcé apenas las cejas, pillando las palabras al vuelo, y me desinflé los pulmones. Si Gianna estaba llamando a vete a saber qué horas era, casi sin espacio a dudas, por el asunto de la luna roja. La mocosa no se removía por nada, ¿pero el rojo? Parecía el puto fin de los días.

    Puede que lo fuese, al menos en este caso.

    Me moví hacia el lado más cercano de la barra al teléfono, quité a un tipo de una de las sillas que se fue maldiciendo en el español cantarín de los colombianos, pero no se atrevió a llevarme la contraria, y me senté. Estiré la mano hacia el encargado del bar para que me alcanzara el teléfono, desde el que se escuchaban los improperios en francés de la chica.

    —Toma, Tigrillo —dijo mientras me cedía el teléfono.

    Dejé que Gianna terminara su recital de insultos elegantes, cuando me pareció que se calló me llevé el teléfono a la oreja y antes de decir algo me reí, incluso si su inexpresividad alcanzaba para que no se molestara yo me divertía a su costa. La risa fue ronca, claramente burlona, y le dije al encargado con una señal de la mano que me pusiera otra cerveza.

    —Giarin —la llamé con cierto tono de diversión colándose en mi voz—. No hace falta que me dediques versos de amor tan temprano, se van a hacer ideas raras aquí en el bar.


    god: cómo de insufrible quieres a tora?
    yo: sí-
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Gianna Fiore
    Bombay (17)

    —Torahiko, busco a Sakai Torahiko, Byakko o como mierda le llaméis— Me había costado frenar la cadena de insultos, pero parece que fue en realidad eso lo que les permitió identificar a mi contacto, los insultos en francés, como si no hubieran más francesas en el mundo. Cómo fuera, puede que si fuera posible que fuera la única que llamaba a ese lugar. Guardé la palabra "Tigrillo" en mi cabeza por más que no terminé de entenderlo, el gatito no demoró en soltarme una risa en toda la oreja y eso solo provocó que mi boca se torciera en una mueca de desagrado, casi llegando al tic en el ojo. Que cargante eran las risas a veces, daban ganas de explotar sus cabezas, sobre todo las aguadas, el Byakko tenía un punto a favor con eso. En fin, que lograr contactarme con él me había quitado un poco de la ansiedad de encima. La gracia no se le fue cuando me dijo Giarin, a finales de nuestros años escolares me había acostumbrado al apodo, pero como ya no lo oía seguido cada que lo llamaba me sentaba como una patada en el estómago. Había olvidado por un momento que por allá era de día, como si yo no supiera, entre todos los posibles, cómo diablos funcionaba el mundo.

    —Me importa una mierda las ideas raras que se hagan —espete con rudeza, la seriedad fría no estaba presente, ni siquiera esa concentración de cuando me entusiasmaba algo, había recibido al chico con pura rabia y seguro se daba cuenta con eso que las cosas no estaban yendo bien para mí. Aunque eso sí, guardé un solo segundo de silencio al meditar sus palabras, la rabia se esfumó un momento al usar una lógica muy estúpida—, pero si te interesa dar buena imagen de novio no me importa recibir uno que otro regalo...— No podía verlo, la sonrisa filuda casi rozando el sadismo, pero puede que mi peculiar tono de voz lo reflejará bien—, no me vendrían mal un hueso o dos~

    Te encargabas de barrer personas, ¿No?

    >>Un buen craneo es muy caro —solté con más seriedad, pero luego volví a recordar por qué le había llamado, así que cierta agresividad volvió con el temor a mi cuerpo, apreté mi mano con más fuerza contra mi vientre, efectivamente, me clavaba las uñas a un costado y tensaba la mandíbula—, ¿Qué viste de la luna roja? ¿Qué mierdas dicen por allá sobre eso? Y más te vale darme algo jodidamente bueno —espete lo último con más agresividad—, porque no quiero marcar a mi médica confirmándole más locuras.

    Eso por si creía que la luna y sus efectos era cosa de drogados o locos, que lo primero no tenía chances en mí, muy pocas veces me había emborrachado o siquiera fumado, pero otra cosa muy distinta era cuestionarme mi cordura y este chico tenía una relación cercana con mis malas costumbres.
     
    Última edición: 3 Marzo 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Hacía calor. Por las cortinas translúcidas se filtraba el sol matutino y hacía calor. La migraña me perforó la nuca con fuerza, abrí los ojos y me encontré recostada en el sofá. No recordaba haberme dormido ahí. Poco a poco me alcanzó el piar de las aves y mis dedos rozaron la textura de la carbonilla. Al pretender incorporarme, unas cuantas hojas se deslizaron de mi cuerpo hasta llegar al suelo, la textura vaporosa de mi vestido acompañando el vaivén. Estaba rodeada de dibujos, de lunas carmesí, y en todas ellas aparecían rostros monstruosos.

    Vaya.

    Mis manos estaban completamente manchadas en rojo y negro. Alcé un dibujo, el primero que captó mi atención, para observarlo con detenimiento. Los trazos eran orgánicos y consecuentes, mas poseían una cuota de descuido propio de la ansiedad. La insanidad, también. Me reconocía en ellos, solía bocetar así cuando iba con prisa o la energía acumulada me cosquilleaba en los dedos. Deslicé la mirada a la ventana y caminé hasta ella, descalza. El cielo turquesa, las calles concurridas y las herraduras de los caballos traqueteando contra los adoquines. La había visto, sin embargo. Estaba segura.

    Esa luna carmesí, tan hermosa y acuciante, había sangrado frente al mundo entero la noche anterior.

    Un recuerdo palpitó dentro de mi cuerpo, una suerte de amalgama indefinida y comprimí el gesto, llegando al baño con cierta dificultad. No estaba bien. Había algo... que no estaba bien, y a mi cuerpo le resultaba cada vez más difícil tolerarlo. Tomé una ducha, algo de medicación y, habiendo guardado todos aquellos dibujos en mi cuaderno, salí del hotel donde me estaba hospedando. Recorrí pocas calles hasta que los periódicos en exposición captaron mi atención de soslayo. Había un muchachito vendiéndolos, encargándose de repetir los titulares a viva voz. Con cada palabra, mi visión de tiñó de rojo y negro.


    —¡Tragedia en Arkham! ¡La secretaria del alcalde de Arkham se ha quitado la vida!

    Palpitó, se estremeció, los monstruos de la luna se revolvieron contra mis oídos y me acuclillé, abrazándome el estómago con fuerza. Me hice pequeña, todo lo que pude, y me pregunté si las medicaciones estarían dejando de servirme.

    —¿Señorita? —La voz del muchacho sonó distante, deformada—. Señorita, ¿se encuentra bien?

    Dolía. Llevaba semanas doliendo y ningún médico me había dado una solución. Las pesadillas, la carbonilla en mis dedos, el insomnio y el desorden. La luna carmesí. ¿Esta noticia de Arkham estaba relacionada? ¿Había algún sentido en este caos retorcido?

    Unos cuantos minutos después, el dolor amainó y pude despedirme de aquel niño tras haberle agradecido por preocuparse por mí; no me ocurría con frecuencia. Decidí comprarle un periódico y caminé con la mente algo embotada hasta percibir el aroma salado en el ambiente. Las gaviotas se oyeron a lo lejos y los adoquines se convirtieron en tablones de madera bajo mis pies. Observé alrededor, sosteniendo el elegante sombrero blanco con una mano, y mi vestido se deslizó en contraste a la oscuridad de mi sombra. El puerto de Sydney seguía siendo un lugar precioso.

    Por desgracia, hoy estaba algo distraída.

    Suspiré ligeramente al dar con Hunt, bajé la breve escalinata entre saltitos moderados, viré hacia uno de los muelles y lo recorrí hasta detenerme junto al hombre. No acostumbraba pasar demasiado tiempo en ninguna parte, motivo por el cual mis cuadernos rebosaban con retratos de cualquier cantidad de personas. Hunt había sido de los primeros aquí, y su dibujo era de mis favoritos.

    Old man —lo molesté junto a una sonrisa suave—. ¿Cómo es que siempre te encuentro aquí? Deberías variar tus entretenimientos.

    Ya sabía su edad y ni siquiera llegaba a los treinta, pero la vida de marinero pesaba en el cuerpo y me daba la excusa perfecta para bromear. Observé el mar un par de segundos, recuperando parte de la calma que había perdido la noche anterior, y volví a mirarlo con una leve nota de seriedad en mi semblante. Oscuridad, incluso.

    —Hunt, ¿la viste anoche? —murmuré, y algo en mi voz sonó tan preocupado como fascinado—. La luna carmesí.


    rapuma wenas wenas

    edit: no sé qué le pasó a mi neurona que no había asimilado bien mi prompt y me había pasado info por los huevos JAJAJA pero ya, ya quedó
     
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    Kao

    Kao 

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    Leah Miller

    La joven inglesa se encontraba sentada en la azotea de su departamento en completo estado de ebriedad y a muy altas horas de la noche, en las muy raras veces tranquilas calles de buenos aires, fumando un cigarro y disfrutando de las latas de cerveza que daban sentido a su patética vida, trago tras trago, caía en esa sensación tan placentera como artificial, cuando de repente, observó la pared, y su suelo como si estuviera bajo un filtro rojizo que se hacía más denso, al mismo tiempo que la luminosidad crecía de una forma inexplicable para una noche.

    Pocas cosas en pueden provocarle terror, pero incluso sin saber el por qué, una sensación de opresión estaba presente en su pecho al mismo tiempo que podía ver esa luz rojiza haciéndose presente, casi como un reflejo, no pudo evitar alzar su rostro mientras quitaba el cigarro de sus labios.

    Sus ojos se abrieron de par en par, sus pupilas empezaron a crecer, llenando casi la totalidad de sus iris ante algo tan imponente, la luna, algo tan cotidiano y natural, era el causante de tal increíble espectáculo, esta se encontraba creciendo, tiñiéndose poco a poco en un color que imitaba la sangre.

    Su corazón latía cada vez más rápido, la opresión en su pecho era casi tan palpable como la lata que tenía en su mano izquierda y que dejaría caer, derramádose sobre sus pies, pero ella ni se inmutó ante el líquido, estaba demasiado inmersa en aquel mórbido espectáculo, no estaba maravillada, no estaba preocupada, no sintió nada que pudiese explicar, su mente casi parecía haberse apagado, mientras su cuerpo entraba en un estado de angustia, apretándo los puños en un intento de calmarse, pero símplemente no podía dejar de mirar aquello, tal cual un niño que observa, sin poder hacer nada, una pelea entre 2 adultos.

    Sin saber cuánto tiempo había pasado, al borde del colapso nervioso, su mente despertó de ese estado, el "cielo", parecía haberse esfumado y haber sido consumido por la luna, apreto los dientes ante una horrible sensación de dolor, todo este tiempo había apretado sus puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en su piel y sentía bajar la sangre desde sus palmas. abriendo estas, su mente se estaba partiendo, pese al dolor no pudo empezar a arañarse su rostro, casi queriéndo abrirse el rostro y arrancarse sus sesos de cuajo.

    Pero ella no lo haría, ella no haría eso, incluso si la luna le caía encima, ella no le pondría fin a su vida, se adentro mareada y desorientada, ¿Por la luna?, ¿Por su ebriedad?, puede que ambas, pero no le importó, pasó por las escaleras, luchando el impulso de saltar por ellas. pasó por su cocina, luchando contra el deseo de empalar su tráquea, e ingresó a su laboratorio de química, donde usando sus conocimientos empezó a elaborar un analgésico , luchando contra el anhelo de beber un ácido que queme sus entrañas, logrando elaborar la cantidad correcta de Desflurano, que, conociendo su propio peso y los datos necesarios, inhaló sin cuestionárselo.

    Poco a poco ese impulso, deseo y anhelo desaparecieron, al igual que su conciencia, cayendo por completo en un estado de inconciencia, donde, al volver en sí, desde su ventana pudo ver el brillo normal de una mañana, la herida en su mano había coagulado, aunque tanto en su espalda como en el suelo había un charco de sangre ya casi color negrizo, rastro de lo vivido en la noche previa.

    Tomó un baño, mientras no pudo evitar reir como lunática, de haber sobrevivido, de saber que todo fue real, pero ¿Por qué reiría de algo que casi provoca su propia muerte?, en parte por estar viva, pero al mismo tiempo de que esto era algo inexplicable, algo que le daría sentido, propósito y algo en lo que ocuparse.

    Su rostro aún le ardía por los arañazos, y los agujeros auto infinjidos en sus palmas no sanarían con rapidéz, pero no eran ninguna prioridad, tendría que informarse al respecto, ¿Alguien más habría intentado explicarlo?, ¿Cómo reaccionarían las tontas masas ante esto?, para su sorpresa, los periódicos se centaron en el suicidio de una secretaria, no pudo evitar esbozar una sonrisa, al igual que muchos de los testimoniso de personas que sufrieron de casi lo mismo que ella, muchos en un nivel inferior, pero al mismo tiempo no pudo evitar preguntarse como alguien priorizaría el suicidio de alguien tan patética frente a un evento de tal trascendencia astronómica y sobrenatural.

    Pero no importaba, porque este misterio era su nuevo juguete...uno podría matarla, pero uno nuevo, ¿Y no era eso lo importante?

    Empezó a prepararse, pensando en cuál sería su primer paso para investigar en algo como esto, pero antes de nada, quiso tener la opinión de alguien mas, tenía muchos contactos que hizo alredeedor de los años, podría hablar con un meteorólogo, con un físico, pero no, eran temas donde ella conocía bastante bien, incluso si se alejaban de su área principal de estudio, aunque algo que siempre se había deslizado de entre sus manos, siempre fué la mente.

    Entonces recordó a la hija de la familia Bianchi, con la cual su familia mantuvo contacto durante viajes a Francia, y que había llegado a conocer varias veces, teniedo una relación bastante formal, siendo ella alguien bastante destacable en su ámbito, que le podría tal vez compartir conocimientos sobre por qué la mente reaccionaría de tal forma, y podría aprovechar para de primera fuente preguntar sobre, si este evento tuvo alcance en otros rincones del globo.

    Sus doloridas manos se posaron sobre su teléfono, marcando al teléfono de contacto con ella, y esperando recibir una respuesta


    el mensaje dice que los inv nos conocemos, espero que no sea solo entre las opciones sugeridas sdsfsn, pq mori ya me ganó a mi unica opción, so sad </3
    Peeero, hay muchos personajes geniales en este rol owo
    quem ¿Nuestros Oc se podrán llegar a contactar?
     
    Última edición: 3 Marzo 2023
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Torahiko Sakai
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    La respuesta brusca de Fiore me vino en gracia tanto como su sarta de insultos y eso que ni me los había comido directamente, la dejé hablar tanto como le saliera de los ovarios, que siguiera con el rollo de los novios y alcé la vista al techo del bar, pensativo. La otra ya estaba delirando con huesos y no sé qué mierdas, como siempre, solo escucharla me hizo bostezar.

    El tipo del bar me alcanzó la cerveza, le pegué un trago antes de la primera pausa de Gianna, es decir, antes de que se acordara para qué mierda me estaba llamando. ¿La fachada de buen novio? Ni en esta vida ni en la otra, no podía importarme menos. Aunque si éramos objetivos puede que la única persona con que pudiese fingir todo el teatro fuese con ella, que era como una muñeca. No sentía nada.

    —No me interesa —respondí con el tono plano y me rasqué el cuello, en el tatuaje del tigre—. Si quieres huesos búscate un exhumador, cariño.

    Me quedé con la cerveza a medio camino cuando soltó la pregunta, la sonrisa me alcanzó los labios de nuevo y regresé el botellín a la barra casi con pereza. Para ser tan inteligente, que médica y no sé qué a veces hacía preguntas un poco estúpidas, ¿acaso los que tenían estudios superiores eran todos así? Qué puta risa.

    —Pues la vi igual de roja, ni modo —resolví con sencillez, ahora sí pegándole el trago a la cerveza—. Si no quieres confirmarle más idas de olla a tu doctora, pues no le marques o miente. No es tan difícil, Giarin.

    Bostecé de nuevo porque era importante, suponía, pero eso no significaba que fuese importante para mí debía insistir. Yo solo quería dinero, si éramos sinceros. Balanceé el botellín de cerveza con la mano libre, noté el que encargado me seguía mirando y yo le dediqué una sonrisa inocentona, como para quitarle importancia, y el otro se puso a limpiar unos vasos, así que yo pude relajar los gestos a la indiferencia que me era más natural y pude responderle a la chica de forma un poco más seria.

    —Que se mató la secretaria de Arkham, cielo, lee un puto periódico o algo. Normal, si mirabas mucho la luna te daban ganas de rajarte las venas en vertical con un pedazo de espejo roto de un burdel —respondí sin complicación, casi con aburrimiento—. Lo otro es lo que no dice nadie. La gente y los animales están alterados, los políticos andan moviéndose por la ciudad también. Pasa algo, obvio, la menor de nuestras preocupaciones debería ser una secretaria que esparció los sesos en el piso y los chismecitos de por qué lo hizo.

    Me bajé otro trago de cerveza, solté el aire por la nariz y seguí hablando.

    —O me quedo aquí o bajo a Buenos Aires, donde está Miller, para ver qué mierdas está pasando en este lado del mundo. No tiene mucho sentido, en el sur no hay trabajo.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Estaba en la playlist de Gianna y me pega pa ambos, sinceramente. Versión subtitulada y otra extendida pa que me dure todo el tochazo que no me vi venir, UNA HORA CONESTO. Suerte el viaje me tiene concentrada uwu.

    Gianna Fiore
    Bombay (17)

    Bufé cuando se negó a lo de entregarme huesos, genial, tampoco tenía tantas ganas ni me había hecho las ligeras ganas de conseguir algo con facilidad.

    —¿Y tienes algún buen contacto exhumador? —pregunté con mi seriedad ya habitual, aunque pronto espabilé y chasquee la lengua—, dije una tontera, olvídalo, el horario laboral me está matando —me quejé porque podía, por más que le importara un comino y que supiera de mis malos hábitos por cosas que le hablé apenas entré a estudiar, como dormir tarde, no dormir, excederme con el café y las energéticas, en verdad empecé a ir con mi sicóloga por todos los dramas que tenía con el estrés y tal y solo esperaba que no me pillara la psicopatía de paso.

    Confirmó luego que vio la luna roja, como era de esperar, y la verdad poder conversar con alguien, con él más que nadie, en verdad me estaba ayudando a centrar mis ideas y era algo que no podía desaprovechar, porque me quitaba los nervios de encima, así que extendería la charla lo que fuera necesario. Fruncí la nariz sobre el comentario de mi psicóloga, aún con mala hostia y apatía era de lo más expresiva con las pocas emociones y sentimientos que tenía.

    —Uhm —solté con cierta tensión, meditativa—, supongo —concedí a medias con tranquilidad seria, aún me abrazaba con le otro brazo, a veces necesitas hacer fricción sobre mi otro brazo, porque algo me seguía carcomiendo por dentro, esa maldita luna seguía en mi cabeza por más oscura que fuera mi habitación. Había prendido las luces, pero no eran muy buenas, porque quise conseguir un piso más barato antes que nada.

    Que bostezara a cada rato me hizo fruncir el ceño con seriedad, aún con el cansancio encima la condenada luna me dejó más despierta que recién resucitado, hice una mueca de desagrado y le repliqué con ese enojo que no llegaba a la histeria, cosa que a veces también tocaba si los nervios me superaban de más, por más que a veces pareciera que los tenía de acero. Las ratas vivas eran un buen ejemplo para cosas que me enloquecen en un sentido poco querible.

    —¿Por qué mierdas bostezas tango, condenado? Ni que fueran las una de la mañana por allá— Aunque estaba ignorando si estaba con sus artimañas desde la madrugada, de ser así seguro que la pobre alma condenada estaba con el sueño casi tan trastocado como el mío.

    Por suerte cuando me dijo cielo la regañina que me dio trasmitió la suficiente rabia a mi cuerpo para ignorar lo asqueroso que me sentaban los apelativos cariñosos, así que una cosa por la otra y prefería estar con una mala hostia digna de casa piso de Dante antes que sentir el asco subirme por las entrañas al punto de darme arcadas.

    —¿Cuál parte de que el puto trabajo me está matando y con o sin luno no me vendrían mal reventar mis sesos no quedó clara?— Di un bufido, tampoco era que amara desquitarme con otros porque sí, por más que me importara un comino qué sintieran, porque la rabia tampoco estaba entre las emociones que me gustaban.

    Paz, eso, tranquilidad y que no me jodieran, dudaba poder tener algo así pronto... Ahhhh, tal vez sí mentira mis manos en alguna carne caliente, por más que el dolor me diera náuseas. Escuché la segunda parte de su informe con suma atención, soltando un "Uhm" reflexivo, terminé por chasquear la lengua otra vez por una clara metáfora en mi cabeza, una que no demoré en exteriorizar, porque este condenado me aguantaba casi todo y con eso se ganó... que fuera la única persona que en verdad conocía mira reales colores.

    El vórtice, ese que relampagueaba con ira, aquel que se tragaba incluso lo que creía y me hacía ser la muñeca que era. Aquel "corazón" que solo sabía reaccionar al terror, horror, asco e ira. Aquel ser que... En fin, la psicópata era yo y el que tenía complejo narcisista él, incluso podíamos ser una pareja dinámica como en las grandes novelas policiales o góticas y la idea no me desagradaría~ Si otra cosa me daba satisfacción era saber que mi estática y mi figura tenían aquel brillo oscuro, aquella presencia inexacta que trasmitía las mismas cosas que yo sentía por lo que tenía curiosidad, la estética, las grandes aparecías, amoldarme a la sociedad para sobrevivir con mi condición sin cagarla y terminar en una cárcel donde quién sabe qué cosas horripilantes me harían, o en cuál callejón de mala muerte terminaría destripada, me brindaba la sensación de recompensa cada vez que me sentía admirable, superior o "correcta".

    En fin, que el temilla de los animalillos me recordó la horrible luna y el mal cuerpo regresó.

    —Soy feral, creo que no es necesario explicarte, creo que voy a enloquecer porque me muevo como un jodido animal, esos que solo piensan en cómo sobrevivir y con suerte tendrán pareja que sí es necesario se las comen al final—. Cómo las serpientes de sangre fría que solo pueden sentir el calor de otros, el tejón de la miel que será casi como un perro o zorrillo, pero era de las criaturas más peligrosas en la jerarquía de la sabana, o bien cualquier animal que se pudiera comer sin dramas a su propia especie.

    Aunque jamás comería carne humana, de por si el jodido olor de aquella vomitiba cosa me daba arcadas.

    >>Tengo miedo, Sakai, porque siento que más temprano que tarde me arrancaré las entrañas con mis propias garras y no quiero conseguir eso. Suficiente mierda tiene mi familia para que la pendeja se les haya muerto de falla integral y yo termine destripada en mi piso sin que nadie me descubra a los meses— Una solo ja cargado de sorna, negro como me gustaría tener mi cabello, solté sonoro—, con eso y la vieja se termina de matar en el centro médico, ¿Sabes?

    Me quedé callada, seria... ¿Cómo estarían? Hace tiempo que no les hablo. Papá resultó ser el más cuerdo, pero no me extrañaría que con el podrido árbol familiar que cargábamos, entre traumas de guerras y conflictos internos tanto familiares como personales de los francoitalianos terminara de arrastrarlo a la muerte, por caer en drogadicción a lo Mathis, locura como yo o mi madre o puede que simple mala suerte de que un vehículo le partiera las entrañas. Tenis problemas con el olor de sangre y las cosas asquerosas, pero bien fácil que es imaginarme todo eso.

    —¿Esa loca que poco a poco se está matando? —traté de recordar a los contactos de Sakai, soné con duda, como era de esperar solté el comentario sin ninguna pizca de culpa, luego indiqué más seria, aunque lejos de tener un tono autoritario, vamos, era lo que podías esperar más bien en cualquier relación de amigos, aunque prefería la palabra cómplice entre nosotros— Cuidado que no se mate —comenté como si nada, no con preocupación por su individualidad y significado en este mundo, si no más bien por la utilidad que le podía llegar a ser para Sakai—, así que mejor y te vas viajando al sur— Sonreí con más sorna, con algo aterciopelado en la voz—, puede y que te venga bien un cambio de aires~— Agregué luego seria—, y aparte aprovechas de dormir en ese largo camino en tren... O barco, lo que sea, ¡Y no olvides purificarte los pulmones y traerme un recuerdo!— Vaya que jodía con los recuerdos, y por más extraño que fuera, algo me decía que más pronto que tarde nos veríamos cara a cara.

    La agitación en el vórtice negro que provocaba la luna roja mi lo gritaba dándome arrebatos de ansiedad e ira.

    >>
    Cualquier cosa me vas avisando, como llegue a saber que te vas, cambias de lado y no me dejas tu nuevo número te dejaré yo misma hecha picadillo en algún punto de mala muerte en la calle pública, sea el país que sea— Por más real y serias que sonaran mis palabras, no creía ser capaz de matarle, era mi cómplice como bien había dicho, a ratos mi otra parte, ese puerto a tierra que se vio destruido con la muerte de Manon y la crisis de mamá— Cuídate, que nos veremos pronto. Ah, y claro, si no me mato en el proceso te aviso cualquier cambio de residencia y ojalá nos organicemos bien para no quedarnos sin nuestros números... Aunque siempre puedes pedirles a tus amigotes de Bogotá que nos sirvan cómo punto de intercambio para los números y esas mierdas— sonreí pícara, hablé más sedosa que nunca— Les puedes ofrecer una noche con una Francesa~— Y susurré lo último, con la sonrisa desquiciada en la cara—, por más que amanezcan destripados al día siguiente~

    Nunca me iría a un motel con un hombre, la verdad, con suerte me había toqueteando con un par de doctores e internos en mi trabajo, por mera curiosa, y la mayoría me dio arcadas, aunque entendía la obsesión de algunos, algunas cosas se sentían bien... aunque me iban más los "juegos" de poder.

    —Bon bash~ —solté sedosa con esa voz que a ratos podía pecar de angelical o reemplazar a la banshee de turno, solo porque imaginar a unos random destripados sobre la cama de de un motel me trasmitía adrenalina—. Ah,y marcale a esa Meller, no se vaya a matar —dije con seriedad, esperé cualquier cosa de respuesta, menos que se atreviera a cortarme primero, y creo que logré mi cometido.

    Ya les suelto a la monedita de oro que tanto anhelan (?) Eso sí, maybe si Pau me responde y siento que tengo que agregar algo más, haré otro post, pero en teoría aquí cierra su parte Gianna.

    Cualquier cosa me chiflan o les caigo en el perfil.

    ¿Ah, disfruté escribir esto? Claro que sí, nunca seré Gianna, pero Gianna sigue siendo producto de mi mente que por algo cree.
     
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    Fiorella Bianchi
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    Parpadee un poco tratando de procesar lo que había escuchado no ha se mucho, había salido de paseo por que realmente estar en casa no me serviría de nada ahora, terminaría por volverme loca y eso era lo menos que quería juntamente ahora. El trabajo me necesitaba realmente concentrada y sin cero estrés, ser psicóloga fue algo que me gusto desde muy pequeña, mi madre me había enseñando tantas cosas, que me sirvieron de mucho para llegar hacer lo que ahora era. Pero lo que estaba pasando ahora no era para nada normal, el vaticano no le cerraba así por así las puertas a los visitantes, todo estaba fuera de lo normal.

    Pero lo que me pregunta era:


    ¿Esa luna roja?.

    ¿Me la había imaginado? o ¿realmente paso?.


    Estaba claro que no lograría estar tranquila hasta saber que estaba pasando en el mundo. Suspire con pesadez mientras miraba a mi alrededor, de que me servia ser psicóloga si ni yo misma podía llegar a controlarme.

    Tranquilízate Fiorella.


    Estaba realmente nerviosa y con ganas de saber mas, necesitaba pistas ahora, ¿pero a quien llamaría?. Entonces revise mis contactos mas cercanos entre ellos y repase a cada uno de ellos, sin embargo antes de aplastar a alguno una llamada llego.

    Leah Miller.

    Miller.

    Ese apellido se me hacia conocido, ¡y claro! ya lo recordaba era la hija de la familia que era conocidos de mi padre, seguro que me llamaba por que de seguro halla donde vivía también estaba pasando lo mismo, abrí la llamada.

    —Buenas ¿Leah eres tu? que bueno que me llamas —inquirí suspirando alegándome un poco del lugar donde estaba parada—. ¿Supiste lo de la luna?.

    Holis April BookLover claro sin problema aquí tienes a la chica uwu
     
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    Kao

    Kao 

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    Leah Miller
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    Ante la respuesta al otro lado del teléfono, sintió una sensación de tranquilidad, no se había equivocado de número, y finalmente tenía contacto con otra persona, nuevamente, por interés cuasi laborales, pero no podía negar que se sentia bien de poder hablar con alguien.

    —¡Así es!, Leah al habla, escucho por tu voz que ya no eres la adolescente que recuerdo, he oido rumores sobre tí, ¿Es cierto que hoy en día eres una talentosa psicóloga?, nunca esperé que terminases justo con la vocación que tus padres querían para tí— soltó una leve risa, en señal de amenidad y tratando de no ser demasiado brusca, sin detenerse a pensar en que tal vez podría ser una fibra sensible para algunas personas.

    —Y tienes razón, justo por eso te llamaba, al parecer sí que ha llegado a ocurrir por otras partes del globo, incluso con la diferencia horaria...si una lluvia haciéndose grande y roja ya es raro, el que esto pueda verse incluso en partes donde no debería estar visible la luna, lo es aún más—

    Guardó un momento para sí, era algo horriblemente aterrador, pero muy en el fondo, no pudo dejar de sentir una sensación de emoción por tal maravilla o horror del que formaba parte, donde podría sin duda descubrir cosas nunca antes vistas, y tal vez por soberbia, creía ser capáz de manejarlo

    —Tú, como una psicóloga, ¿Ves alguna explicación a que cientos de personas que observaron la luna hayan tenido impulsos de auto mutilación o suicidas?, por lo que pude leer en los periódicos, a medida veías esta por un tiempo más prolongado, este efecto era más intenso—

    Entonces, no pudo evitar ver su mano, con unos agujeros aún rojizos en sus palmas provocadas por sus propias uñas, y luego, observarse al espejo, donde su rostro tenía múltiples rayas de tonos rosados, rastros de sus propios rasguños en ese momento de desesperación.

    —Yo lo vi un poco, y puedo confirmar que si da una breve sensación incómoda y esos pensamientos pasan por tu mente, pero tal vez sea una exageración de los medios, ¿Tú que dices?—Aunque quería una epxlicación sobre lo que le ocurrió y leyó, en el fondo le avergonzaba admitir el casi haber sucumbido a aquel efecto por haber sido tan descuidada como para observar aquello por demasiado tiempo


    shei :D, ojalá se lleven bien dentro de todo y que no se maten... eso lo intentarán los monstruos (?, no nosotros sjdjsfj, por cierto, ¿Cómo haces ese efecto de degradado en las letras :0?
     
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    Zireael

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    Torahiko Sakai
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    La pregunta del exhumador me estiró la sonrisa, no dije nada y dejé que se contuviese a sí misma, incluso si a mí me daba igual incluso si me pedía el contacto de un asesino directamente. Había perdido casi todo capacidad de espanto, si es que alguna vez había tenido una, y que Gianna fuese una puta rarita me era más bien indiferente. En algún lugar del mundo habría un loco que le consiguiera huesos si los quería, aunque no fuese yo.

    Me hizo gracia que no pareciera haber pensado en la posibilidad de mentirle a su doctora o no llamarla, incluso si el tornillo flojo se le notaba desde aquí, porque a mí siempre me había parecido la opción más obvia. Era más fácil librarse así de muchas cosas, aunque a veces se necesitaba de varios factores reunidos para poder montarse bien la mentira.

    —Quisiera decirte que es de sueño, pero la verdad es de aburrimiento —solté cuando preguntó por qué bostezaba tanto.

    En cualquier caso, la regañina desató a la chica y pronto se le patinó la lengua y me aburrí todavía más antes de que llevara siquiera un tercio del discurso. Me despegué el teléfono de la oreja, suspiré y lo dejé sobre la barra en lo que Gianna soltaba el montón de mierdas, lo importante debía estar mezclado con divagaciones y quejas que a nadie más que a ella le interesaban.

    El encargado del bar me miró, volví a sonreírle y el otro solo formuló una frase con los labios, sin decirla en voz alta.

    —¿Es brava?

    Me dio algo de risa, pero la contuve porque Gianna seguía parloteando al otro lado de la línea y mi respuesta para el hombre fue encogerme de hombres, como si fuese un pobre desgraciado lidiando con su novia molesta. Quizás me juzgaran de poco hombre por no ponerla en su lugar, pero me daba igual todo y además era más fácil dejarla monologar hasta que pareciera ir a callarse para responderle.

    Escuché cosas cortadas, las que no se perdían entre la música, que era como un animal y no sé qué, que tenía miedo por tal cosa, que ya su familia tenía suficiente mierda y así seguía el rollo. Me pregunté que hacía Fiore pensando en las vivencias familiares, si parecía importarle más bien poco todo lo que pasara a su alrededor, pero no externalicé la duda porque no quería seguir pegado a este teléfono una hora.

    Cuando preguntó por Miller o eso me pareció volví a levantar el teléfono para escucharla como correspondía, hice uno sonido afirmativo para confirmar que hablaba de ella. Me decía que tuviese cuidado de que la otra se mataba, cuando acababa de estar hablando de que temía, no sé, agarrar una navaja y abrirse el abdomen al mejor estilo de los samurai de Japón.

    No pensaba moverme de Bogotá hasta no haber hablado con Miller para saber si valía la pena dejar el trabajo que ofrecía esta ciudad. Además hace años ya que había dejado de trabajar en grupo formalmente, tener que aliarme con alguno de estos desgraciados no era la primera de mis opciones, no sin una buena recompensa por delante.

    —Sí, sí —dije a todas las indicaciones, pedidos y el resto de cosas incluso si no pensaba cumplirlas, era para sacármela de encima de una vez. Me empiné la botella antes de decirle algo más—. No te destripes tú misma. Sería muy aburrido venir a enterarme que te encontraron a los cuatro días llena de larvas.

    Con eso dicho colgué por fin, estiré el cuerpo para dejar el teléfono donde correspondía y al volver a sentarme lo hice con algo de fuerza añadida. El pendiente en mi oreja se balanceó por el movimiento, tintineando débilmente, y solté el aire con fuerza mientras sacaba unos papeles viejos para revisar los números de teléfono que tenía anotados.

    La verdad ya que Fiore me había detenido a medio camino cuando pensaba irme luego de estar dos horas esperando como estúpido, quedarme un rato más a ver si la persona con la que debía reunirme aparecía no sonaba tan descabellado. Le daría una media hora al asunto, llamaría a Miller y saldría del bar a buscarme la vida.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Hunt Macavoy

    No pudo descansar muy bien en la noche, con aquella luna gigante y roja, como si fuera la premonición de algo terrible. Esa noche tenía pensado navegar hacia Melbourne, dónde un pequeño comercio le esperaba para hacer entrega de su cargamento pero era imposible navegar con aquél extraño presagio en el aire; las aguas estaban revolucionadas y sus instrumentos de medición estaban completamente desquiciados; la brújula no marcaba el norte.

    Volvió a mirar a la luna, como si fuera un insecto atraído por aquella luz carmesí que parecía penetrar en su mente y obligarle a suprimir sus pensamientos más instintivos, cómo arrojarse al agua para sentirse seguro. Se colocó una manta y se sentó en la proa. Se sumió en la oscuridad, quedando solo con el frío manto de las estrellas sobre él y con un agridulce dolor llenandole el pecho.

    Apenas había cerrado los ojos cuando el amanecer le encontró en la misma posición, apretujado bajo su manto, mirando en la misma dirección siempre, esperando volver a ver esa luna roja para comprobar si había sido imaginación o si realmente había sido testigo de algo imposible.

    "Old Man"

    Hunt giró el rostro y sonrió al comprobar que se trataba de su artista preferida. Ophelia era una mujer joven y de belleza calma para los ojos. Se puso en pie, retirando la manta y golpeándose las piernas para que la sangre circulara con rapidez. Su rostro estaba oscuro y atezado y su cabello rubio, casi blanco por las interminables jornadas bajo el sol, hacía restallar sus ojos celestes como piedras chispeantes.

    —Pensé que te gustaba pintar en tus papeles mi perfil mirando el horizonte. Simplemente estaba esperando otro dibujo. —dijo jovial, sonriendo ligeramente para luego fruncir el ceño al oír la pregunta de la luna. El rostro de Ophelia, dulce y grave, risueño un momento antes, se nubló abruptamente.

    Hunt rompió el contacto visual para volver a mirar al cielo, sujetándose con un brazo a la embarcación que se mecía ligeramente por la corriente.

    —Anoche hasta la brisa parecía inquieta y desasosegada, golpeando mi barco contra el muelle, parecía buscar algo con urgencia.

    Volvió a buscar a la mujer con sus ojos.

    —Creo que es peligroso que estés sola. Si tú también viste la luna y no fue mi mente quemada por el sol... algo malo va a suceder. Lo presiento. Hay un no-sé qué en el aire. ¿Volverás a tu hogar?
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Gianna Fiore
    Bombay (17)

    Cuando Torahiko apartó el teléfono lo noté y en consecuencia, en vez de bardearlo otra vez con un tropicon de insultos tan solo aumenté el volumen para que me escuchara por más lejos que estuviera, me daba las molestias de hablar con él y así me.pagsba, chasquee la lengua ante la idea. Dijo que no me quería ver llena de larvas y me dio un asco que te cagas la imagen mental, aunque no dejaba de ser emocionante imaginarme destripada en mi cuarto, aunque mis ojos muertos no podían llamar mi atención, si que no. Ese lindo gesto fue nuestra despedida y seria la mayor preocupación que mi cuerpo recibiría sin tener arcadas.

    Colgué brusca el teléfono y no demoré en llevar mis manos a mi cara, me las estampé hasta que llegaron a las raíces de mi pelo y las eché hacia atras con cabeza y todo, condenada. Di un fuerte suspiro y en menos de dos segundos tenía una libreta de hace poca adquisición en mis manos. De cubierta dura y lomo con detalles plateados, sin títulos, un par de páginas usadas, la abrí y con mi pluma escribí los datos que conseguí con Sakai.

    —Luna roja de este a oeste.
    —Locura en humanos.
    —Animales inquietos.
    —Politicos en movimiento.

    Luego preguntas, todo en orden.

    —¿Efecto manada, locura masiva?
    —¿Control mental?
    —¿Horror cósmico?
    —¿Enfermedad viral con reacciones psicosomáticas?

    Me separé del papel y lo observé reflexiva desde arriba... aquello último podía ser la explicación lógica que buscaba, pero el horror cósmico me arañaba la nuca por dentro. Di un suspiro pesado y decidí darme un baño para calmar los nervios y reflexionar. La luz roja se filtraba por las ventanas y mis ojos buscaban sin querer todas las navajas y objetos cortopunzantes que solía tener cerca mío. Pensé varias cosas en la ducha, pero una vez fuera supe sobre quienes quería saber: Ophelia y Mathis, la primera era delicada y también tenía un pie dentro de la locura, el segundo ya estaba condenado por sí mismo, me preocupaba qu la luna roja los guiara a su fatidica muerte.

    Gianna Fiore preocupada a cagar por dos personas, cuando ella misma podía crear una matanza sin sentir remordimiento alguno. Esta vez no quise discutir con mi cerebro tres horas por qué sentía lo que sentía, porque no quería pensar en cómo estos se mataban de maneras asquerosas y humillantes. Ophelia era una muñeca, una desgracia que hiciera aquello, Mathis lo conocía desde pendejo y era de aquellas piezas en mi vida que no quería perder, ya sea por conveniencia o mera costumbre.

    No llamaría a Mathis, si estaba muerto no quería enterarme ni de cómo ocurrió, sobre Ophelia tendría que esperar a que ella me marcara, pues no sabía en qué parte del mundo se encontraban sus pies ahora, hace una semana que no recibía cartas de ella.

    Di un suspiro pesado hasta que mi cabeza dio con otro número, lo revice entre la agende que guardaba los contactos prescindibles. Marqué, se demoraron menos en responderte que en Bogotá.

    —Doe Jhon, ¿Hablo con él? —seria, pero con calma, la charla con el gatito y la ducha me calmó gran partes de los nervios más que continuara con alguna que otra manía cómo marcar el ritmo con mis dedos o pies, continué cuando me respondieron—, quiero contarte unas cosas, creo que también tendrás cosas que contarme —hablé en el idioma que teníamos en común, inglés, francés, italiano si quería.

    A diferencia de Torahiko él no conocía sobre el vórtice oscuro y mis tendencias al sadismo y psicopatía, pero conocía mi mente inquieta, mi seriedad y que me encantaba conversar con él todas las locuras que investigaba y estaba dispuesto a escuchar, como yo también escuchaba con suma atención todo lo que descubría. Era como encontrar un cuaderno que habla y no tener que leer y rebuscar y pagar y gastar por información cuando él ya tenía todo eso. Ojalá y que tuviera todo listo para pasar a los cuestionamientos luego del contexto.

    Slam llamo a tu niño uwu
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El estado y la posición en las cuales había encontrado a Hunt ya me habían dado la respuesta que buscaba; sólo era cuestión de confirmarlo. Al menos había contado con la prudencia de echarse una manta encima, no estaba segura qué clase de noche pasaría uno a la intemperie y besando el océano. Una cosa era segura, sin embargo: lucía afectado. Al oír mi voz pareció volver en sí y se incorporó, concediéndome una de sus sonrisas habituales. Parpadeé, atendiendo su respuesta, y mi sonrisa se mantuvo en su lugar.

    I do —reconocí sin complicaciones, y estiré una de mis manos, envueltas en guantes de seda, en su dirección—. Pero me he dejado las carbonillas. Ayúdame.

    Aquella distancia me incordiaba un poco, así que le pedí asistencia para subir de igual forma a su barco. Éste se mecía suavemente y, una vez a bordo, esbocé la pregunta que ya tenía respuesta. Hunt desvió su mirada al cielo, yo mantuve la mía en él y volví a sostener mi sombrero. La brisa arrastraba la sal y la humedad del océano.

    Al recibir sus ojos de nuevas cuentas suavicé mi semblante a voluntad, mi sonrisa torciéndose ligeramente con una cuota de condescendencia. No era voluntario ni pretendía ser maligno, sólo que a veces era demasiado honesta. ¿Que no debía estar sola, había dicho?

    —Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento, por mí se va a la gente condenada —cité con voz firme y elocuente, separándome de su lado para caminar hacia la proa del barco. Observé el cielo, tan limpio, y medio giré el torso hacia Hunt—. La luna siempre ha sido un fenómeno curioso, ¿cierto? Los marineros lo saben mejor que nadie. Creo en su poder, así no lo comprenda. Creo... en su entidad. Sea ella o sea algo vil que la ha poseído, estoy segura de una cosa: puede regir sobre todos nosotros. Quizá sea incluso una puerta.

    Extraje mi cuaderno del bolso que llevaba atravesado sobre mi torso y me senté donde Hunt había estado antes, invitándolo a acompañarme con una sonrisa. Le mostré, entonces, los dibujos de la noche anterior: las diez lunas carmesí, brillantes, con aquellos rostros inhumanos sobre ellas. Volver a verlos me lanzó una punzada de dolor a la cabeza y desvié la mirada al paisaje, el infinito océano, y a mis manos. Las había cubierto con guantes por no haber conseguido limpiarlas enteramente.

    —Mi hogar soy yo, daor —murmuré con calma, era difícil discernir las emociones que estuviera embotellando—. Mi libertad adquirida, este cuaderno y las manos con las que pinto. La belleza inconmensurable del mundo que habitamos y cada alma que reconocen mis ojos.

    Por ello me sentía a gusto donde sea que estuviera, en tanto me permitieran dibujar lo que viera y conocer personas. Si acaso, el único hogar que no me pertenecía era la casa donde había crecido; pero esa historia ya no le correspondía a nadie.

    —También sentí algo extraño al ver esto —agregué, en cierta forma cambiando mi tono de voz a uno más casual, y a los dibujos sumé el periódico que había comprado—. Supongo que no oíste nada, si estuviste aquí toda la noche como un pobre corderillo hipnotizado.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Hunt Macavoy

    Tomó su mano, torpe y nudosa, vil entre las suyas, fría y perfumada por el guante. Tiró con fuerza para que de un movimiento la mujer se encontrara sobre su embarcación. Ladeó el cuerpo y presentó con su brazo diestro la pequeña embarcación que era su vida.

    —Mi madre solía decirme que la luna siempre tiene poder en nosotros, después de todo nuestro cuerpo está constituído por agua. La luna afecta a las mareas, cambia su ciclo, también a nosotros, nos altera la percepción y nos excita. Pero nunca viví algo como la noche que pasó.

    Hunt la siguió con curiosidad, ya que aquél simple gesto rompía todo protocolo establecido entre ellos. Observó los dibujos, las distintas lunas mientras Ophelia las extraía del cuaderno. La mirada azul del marinero se perdió por unos momentos en esos rostros, en esas formas; algo palpitaba a su alrededor, lo sentía en el aire, hinchándose, creciendo, haciendo crujir la madera de su nave. Chirridos y rumor de pequeños pies que corrían de aquí para allá.

    Apartó la vista con espanto, cortando aquella sensación que lo perturbó. Se persignó contra las malas energías y sacó una moneda de su bolsillo que mordió con fuerza para luego arrojarla sobre su hombro izquierdo al mar; los marineros eran supersticiosos y aquellos momentos no eran normales.

    —Hablas como marinero, Ophelia. —intentó olvidar la sensación que los dibujos provocaron en su mente y se obligó a sonreír levemente, mirando el horizonte. —Hay poco interesante en este mundo. Arroja una piedra en el agua y el impacto formará círculos que se abrazarán unos a otros. Las personas son así, lejos o cerca son iguales del primero al último. —Hunt era alguien práctico, era un navegante y su vida era la misma desde que tenía uso de razón. No conocía más allá de un puerto.

    Observó el periódico con timidez, ya que no sabía leer muy bien.

    —El puerto es como una casa de barrio, mujer. Todo marinero es una vieja que le encantan los chismes. —se quedó en silencio, observando el titular de la noticia. —¿Es algo que nos debería preocupar? Simplemente sucedió en un país que se encuentra a miles de millas de aquí.

    Se rascó la barba y esta crujió por la sal.
     
    Última edición: 6 Marzo 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Asentí con cierto dejo ausente a las palabras de Hunt, sobre su madre y lo que solía decir respecto a la luna. Llevaba razón, por supuesto. Al final del día no éramos más que siervos a disposición de los titanes naturales que nos rodeaban. El sol, la luna, las mareas y las tormentas. Las tempestades en las que se agitaba la mismísima tierra. Un soplido bastaría para desmantelarnos y aún así perseverábamos. ¿Cómo no habría belleza en una voluntad tan fuerte?

    No tuve idea lo que Hunt sintió al ver los dibujos, pero su silencio se prolongó lo necesario para ayudarme a comprender que no le resultaron indiferentes. Percibir sus movimientos de soslayo me hizo mirarlo, y tras advertir que estaba ejecutando una suerte de ritual mis ojos se permearon de curiosidad, como si todo aquello aconteciendo se hubiera trasladado a un segundo plano. Lo vi morder la moneda y seguí el recorrido de la pequeña, hasta oír el ligero chapuzón que hizo en el agua. Parpadeé, me cargué los pulmones de aire y deslicé la mirada de regreso al muchacho. Todos los marineros que había conocido pertenecían a costumbres y supersticiones que escapaban a mi comprensión, a los libros que leía y la educación que me habían impartido. Era fascinante.

    Almacené la breve escena en mi memoria, pues, y lo escuché con atención. La primera declaración, eso de que yo sonaba como un marinero, me hizo alzar las cejas y esbozar una sonrisa ligeramente divertida. Hunt era pragmático y desencantado, cualidades que podía emparejar con mi prima. Pese a eso, llevaba haciéndome caso desde que aparecí por primera vez en aquel puerto y le pregunté si podía retratarlo; de perfil, con la mirada perdida en el océano, justo como lo había encontrado hoy. En cierto punto lograba comprender su visión al pensar en la circularidad de su vida.

    —El deseo de conectar es eminentemente humano, pero eso no nos vuelve copias de carbón —repliqué con una seriedad ligeramente risueña, viéndolo a los ojos—. Queremos conectar, y también queremos perder, hallar, perdonar, traicionar, amar, odiar. Eso que hiciste con la moneda —mencioné después, señalando en un gesto vago el bolsillo del cual la había sacado—, ¿es contra la mala suerte? ¿O algo más específico?

    Su reacción ante el periódico me hizo preguntarme qué clase de educación habría recibido Hunt, si sabría leer o sería analfabeto, mas no dije nada. La descripción del puerto me vino en gracia y reuní los dibujos, para apilarlos y guardarlos con una calma pasmosa. Lo hice, sin embargo, con las hojas del revés.

    —Supongo que vale la pena decirlo. —Suspiré, algo contrariada—. Llevo semanas sintiéndome sumamente extraña. Pesadillas, breves lapsos de inconsciencia, imágenes que saturan y perturban mi imaginación. Jaquecas, punzadas de dolor, retortijones de estómago. La luna carmesí provocó algo similar, sólo que mucho más fuerte, y en mi camino hacia aquí vi esta noticia. El efecto fue el mismo.

    Arrugué el ceño, desviando la mirada. Sabía que sonaba descabellado, pero dudaba que hubiera una gota de cordura en toda esta historia.

    —Mi cerebro no lo comprende, pero lo siento, Hunt. Tú también lo sentiste anoche, ¿verdad? No sé qué sea, pero me acecha una sensación sumamente oscura. Durante semanas creí que estaba enloqueciendo, pero ahora puede que no. Puede que sea real. —Presioné el índice sobre la noticia titular, buscando los ojos del hombre—. Hablan de un suicidio. Ayer, bajo la luna roja. Si controla las mareas y estamos hechos de agua, si se tiñó de sangre y nos susurró al oído, ¿por qué no habría hecho lo mismo con ella?

    Mi voz se había tornado ominosa y una chispa extraña centelleó en mis ojos.

    —¿Y si es únicamente el comienzo de algo?
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Leila Westminster

    Había llegado a un punto donde estaba por dar la razón a mis padres sobre mi grandiosa idea de ejercer periodismo, por el momento no sabía dónde estaba metiendo la pata y si alguna vez en verdad podría destacar al menos en aquella humilde revista. Teorías de conspiración, apariciones, criptidos y un sin fin de historias y leyendas urbanas por investigar. Para mí desgracia muchos resultaron siendo intentos descarados de algún pobre imbecil con ansias de fama.

    Alaska era mi más reciente destino por la supuesta aparición del mismísimo pie grande. Si bien había farsantes siempre existía la posibilidad de hallar algo que dejaría a nuestros lectores quebrando se la cabeza en busca de explicaciones.

    Estaba por comunicar a un guía local para ir directo al área donde alguien vio un extraño ser por las montañas. Luego enviaría todo al editor en jefe y tendría una nueva noticia en nuestro edición de fin de semana.

    Pero la noche tenía otros planes.

    Luego de un reposo en la cabaña prepare algo de chocolate caliente justo para continuar mi investigación. En las ventanas un extraño resplandor rojizo se hacía cada vez más notorio; olvide por completo el chocolate en la orilla de la mesa y abrí la puerta, el firmamento irradiaba un rojo sangre que hasta tuve que tallar mis ojos.

    Y allí supe que algo iba a conseguir...y era algo tan real.

    Mire y allí estaba, casi sentía ganas de correr muy lejos ¿La luna era tan grande? O ¿Alguna vez había desprendido un brillo rojo tan furioso. De querer correr pase a estar atrapada por aquel brillo carmesí...y quería correr de nuevo...correr y correr hasta caer en un precipicio para quebrar mis huesos y finalmente...

    —¿Y ese ruido?

    El estruendo de porcelana quebrandose me distrajo de aquel inquietante espectaculo, al entrar vi el chocolate desparramado en el piso de madera, una brisa helada logro derribar unos utensilios para luego provocar la caída de la taza.

    —¡Pero que desastre! ¿Dónde está el trapeador?—mi desesperación cambio a limpiar todo el chiquero que por descuido había ocurrido.

    Durante la noche nadie fue a la cabaña y las cosas se tornaba más que extrañas. Los locales parecían muy inquietos. Ningún quería salir y regulan el uno del otro ¿Que estaba ocurriendo? Recibí llamadas de la editorial y exigieron que reportará cuanto supiera de aquella luna carmesí.

    Mi artículo reportando el evento iba a la par con otros diarios donde el país parecía enloquecer por la luna.

    Pero aquello no sería nada al lado de otra noticia; el suicidio en Arkham. La secretaria del alcalde había volado sus sesos sin razón aparente o tal vez víctima de alguna trama política.

    —¿Ah no? Sabes que la gente dice cada chisme tonto solo por alborotar—respondí al terco de mi jefe, donde según "fuentes" algo más allá de problemas mundanos provocó el final de la desdichada. Aunque una parte de mi no negaba tal conjetura.

    —Solo se sabrá una vez llegué allá y punto—Corte la llamada con el engreído de mi jefe.

    En unas horas partiría hasta el lugar de los hechos aunque algo me decía la locura que eso podía significar. Existía la posibilidad de llegar antes pero, pensé en primero cruzar Canadá y Chicago para ver que otros efectos podría observar en la gente.

    >>Y sea lo que se que tenga encima, tal vez no sea la única en percibirlo.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Hunt Macavoy

    Su cuerpo se encontraba destemplado por las eternas horas en vela junto a su nave, por lo que volvió a colocarse la manta sobre sí mismo; envolviendo su pecho mientras oía la voz de Ophelia. Se sentó a su lado con un gruñido, con el poco tacto al que estaba acostumbrado. Se encogió de hombros al oír la pregunta sobre la moneda.

    —Contra los malos espíritus. —dijo sin mucha explicación, como si estuviera hablando de algo prohibido y que es mejor dejar tranquilo. —Pero no me hagas mucho caso, tenemos muchas superticiones. Como por ejemplo prohibir que una mujer se suba a bordo. —lanzó una carcajada campechana que reverbo en el mastil de su barco. —Mi padre me mataría si viviera. Me haría meterte en un barril de aceite de pescado hasta pisar tierra nuevamente.

    Su rostro se ensombreció al escuchar las sensaciones que Ophelia sentía en su interior; como si su mente se viera afectada de una manera sobrenatural por la inmensidad de aquella luna roja que parecía tener control y poder sobre todo ser vivo, cayendo a merced de su visión. Hunt tambien vivió lo mismo, en menor medida quizá, pero casi podia sentir una voz susurrando en su cabeza mientras aquella luna carmesí observaba todo como testigo triunfal de la noche anterior. Casi podia oír una risa desvergonzada en su imaginación. Una risa desquiciada que le hizo erizar los vellos de los brazos.

    —Mi padre me contó que en epocas inmemoriales, los adoradores de la Serpiente cumplian sus ritos en cada luna roja. Sacrificaban vidas humanas sobre rocas. La leyenda dice que los fantasmas de los muertos siguen buscando vidas para ofrendar. —estremecido, se arrebujo en su manta. Por debajo de esta, sus manos hacian el signo de protección contra los malos espíritus. —Cuando uno se hace a la mar el sendero desconocido tiene una extraña magia para quién lo navega. El mar y la sal te hablan y el viento es todo un gorjeo de rumores. Cuando era joven, las millas náuticas hablaban para mí y su sal y su salpiqueo de olas murmuraban al pasar las extrañas leyendas que se forjaron en ellos desde los tiempos inmemoriales. Pero este mar y sal es duro y negro y su viento es cruel, tal vez tan negro como la noche.

    Hunt divagó un poco mas de la cuenta, los acontecimientos que se sucedían no eran normales.

    Una puerta. Ophelia le observaba con atención, sus ojos enigmáticos brillantes.

    —Una puerta. —repitió en voz alta. —Una puerta... ¿hacia dónde? —silencio. —Y si la puerta no es hacia aquí sino hacia otro lado. —miró el cielo, intentando descifrar aquél enigma. —Una puerta que no podemos abrir pero si podemos mantener cerrada. —de pronto movió la cabeza, desdeñando esas ideas. —Quizá simplemente sean coincidencias.

    Pero en el fondo de su alma, Hunt sabía muy bien que las coincidencias no existian. Eran palabras para calmar su ánimo... dichas sin mucha convicción.


    PERDON POR LOS ERRORES. ESTOY EN UN TECLADO ENGLISH Y ME DUELEN LOS OJOS. VOY A EDITAR DESDE EL CELULAR
     
    Última edición: 6 Marzo 2023
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    Slam

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    John Doe - Estambul

    Estaba en la biblioteca donde trabajaba, mirando al cielo a través de su ventana, pensando en esa luna sangrienta que había visto la noche anterior. Justo la misma noche en que según las noticias, se había suicidado esta mujer.

    En ese momento sonó el antiguo teléfono negro del mostrador. Antes de atender, se preparó como si fuera a tocar a un paciente de ébola, sólo le faltaba el traje. Tenía guantes de látex blancos, su barbijo hipoalergénico que siempre llevaba colocado y un rociador de alcohol desinfectante que le echó al tubo teléfono antes de tomarlo. Éste ya relucía por tanta asepsia, pero igual sacó una carilina y lo repasó para extender el desinfectante.

    Tras atender, se enteró que se trataba de Gianna Fiore, una forense conocida suya.

    Veo que también te ha despertado la intriga este fenómeno, esa extraña luna roja como una maldición, como si se conectara de alguna manera con esa tragedia del suicidio y anunciara otras por venir... Pero tal vez desvarío, hasta ahora todos los libros que he leído que hablen de algo así sólo son de ficción. Pero aún no me he leído todos los libros de la biblioteca— mencionó esto último, mientras levantaba la vista hacia el viejo y amplio edificio de tres pisos repletos de libros. Realmente tenían de los mejores archivos del país ahí.

    Pero, mientras sigo investigando...— continuó —...quizás podrías darme una mano, pero que quede claro que lo digo en sentido figurado, sabes que le tengo aversión al contacto físico. Si me tocas, soy capaz de cortarme la mano, y eso no lo digo en sentido figurado— se acomodó sus gruesas gafas y continuó la perorata —Tengo conocidos en Roma y en India que podrían estar interesados en el tema y hasta tener información. Si pasas por alguno de esos lugares podrías contactarlos y viajar juntos hasta aquí a Estambul. Ya sabes que tampoco puedo salir mucho por mi agorafobia, pero si vienen ustedes en unos días, de seguro puedo haber encontrado algún libro que nos ayude a develar este misterio. Además, tengo un mal presentimiento con todo esto, probablemente sea lo mejor estar acompañado... por mucho que me pese—

    Luego de pasarle a Gianna la información sobre sus contactos, se despidió y colgó, para meterse de lleno en la lectura.


    Realizo las siguientes acciones (que creo Maialc me habías dicho le lleva unas 5hs)

    - Adquirir Activos: Amuleto Protector
    - Acción bono: Si estás en una ubicación de ciudad realiza una prueba de observación. Si tienes éxito ganas un Tomo de los activos por adquirir o uno al azar.
    -Usar este objeto:
    Viejo Diario
    ACTIVO ÚNICO
    Tipo: Árticulo. Tomo
    Descripción: Como una acción, podes hacer una prueba de observación. Si tienes éxito, activarás un efecto misterioso.
    -Telefonear: A mis dos contactos para avisarle que Gianna podría pasar por alguno de ellos.

    Mori te lo dejó ahí para que puedas decidir si con gianna te pasas en algún momento por la biblioteca, pero cuando vos quieras. Lo mismo si quieres traerte a uno de estos conocidos o no, no es que John te presione, sólo te lo propone xd

    Por ahora mi pj no ve una razón para salir del confort de su biblioteca así que de momento se queda ahí investigando...
     
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    Fiorella Bianchi.
    Roma

    Espere pacientemente a que la persona del otro lado de la linea respondiera a mi pregunta, si realmente la chica que estaba el nombre de la pantalla o pensaría que realmente estaba loca, o todo lo que ocasiono esa luna me estaba volviendo así. La cosa fue que escuche la voz de la chica, se escuchaba como si estuviera contenta de hablar conmigo.

    En pocas palabras, yo también lo estaba.

    Escuche atenta a todo lo que decía, desde el momento que me afirmo su nombre hasta cuando menciono sobre lo de talentosa psicóloga, reí entre dientes antes de sentarme en algún lugar alejado.

    ─Leah, me da mucho gusto también de oírte ─musite─. Supongo que si eso has escuchado eso, es porque es real créeme, me conociste desde que estábamos jóvenes y sabias cuales eran mis sueños, así como yo sabía los tuyos ─inquirí─. La vocación que mis padres me enseñaron, pues solo sirvió para ser en lo que mi madre logro hace muchos años y ahora que no está, pues solo debo agradecerle por lo que me enseño.

    Entonces se cambió de tema, tan rápido a como sopla el aire, asentí a lo que me iba diciendo hasta que llego a su pregunta si veía alguna explicación como psicóloga a que las personas reaccionaran de esa forma al observar la luna.

    Suspire.

    ─Para serte sincera aun no le he encontrado ninguna explicación a lo que le ocurrió a esas personas, he tratado muchos temas pero, una luna roja que tan solo quedarse viéndola haga que tenga esas reacciones no es normal ─apunte escuchando lo que decía hasta que dijo que ella lo había visto, y que llego a sentir esa sensación y cuando pensiono sobre los pensamientos que llegaron a su mente, fruncí el ceño leventemente.

    ─ ¿Te sucedió algo malo, llegaste a herirte? ─pregunte con ligera preocupación, hasta que le preste atención a lo que dijo después, sobre que pensaba─. No puedo suponer nada ahora, Para no mentir yo lo vi brevemente, pero llegue a sentir nada, más bien pensé que era una alucinación he tratado de olvidarlo en todo, por lo que he tratado de concentrarme en el trabajo pero llegue a escucharlo o través, y pues, ya no pude ignóralo mas ─musite─. ¿Has hablado con otra persona sobre esto, aparte de mí?
     
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