Pasillo (Primera planta)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El gesto de Kenneth, aquella ceja alzada, fue más que suficiente para ensanchar sutilmente mi sonrisa; quería decir, el cambio era bastante ligero, pero muchas veces mis expresiones no condecían con lo que pensaba o sentía. Quizá no me agradaran las personas que demostraban demasiado porque yo hacía lo opuesto, y quizá lo hiciera de tantos gritos que había oído, tantos portazos y tanto llanto innecesario. Eran cosas que habían quedado en el pasado, pero el pasado era nuestra sombra, ¿cierto?

    No se despegaba nunca de nosotros, aunque no siempre pudiéramos verla.

    En definitiva, consideré mi objetivo cumplido y me regodeé en ello, así Kashya no hubiera tardado nada en aclarar mi comentario tan ambiguo. Sonreí con un poquito de ganas y asentí un par de veces, estirando la mano para repasar su melena albina suavemente. Como si fuera... un cachorrito, quizá.

    —Nos divertimos bastante, ¿no? Robándole la ropa a Akaisa y poniéndonos bien bonitas. —Mi voz ya no cargó aquella cuota de evidente ambigüedad, lo había dicho con calma y miré a Kenneth—. Hubieras visto a la pequeña, estaba muy linda~

    ¿Intentando tranquilizarlo? Qué va, sólo daba la broma por terminada. Algo así como... como hacerle saber que ya me había satisfecho, quizá.

    La expresión del muchacho emanó verdadera alegría en cuanto le agradecí el dibujo, y bueno, recordé que de nosotros tres él seguía siendo el más normalito. Lo escuché con una pequeña sonrisa plasmada en los labios y pestañeé con cierta lentitud justo antes de responderle.

    —Bueno, si de veteranos hablamos, esa opinión no debería ser la mía —repliqué, mirando brevemente a Kashya, y medio giré el cuerpo—. ¿Vamos yendo?

    Lo usual era que empezara a caminar sin esperar a nadie ni fijarme que me siguieran; esta vez, sin embargo, me acerqué para hacerme con la mano de la chica. Entrelacé nuestros dedos, fue un movimiento suave y medio me enredé a su brazo para, ahora sí, iniciar el trayecto.

    —Pero ya que me preguntas —retomé el asunto inicial, hablando un poco al aire—, no lo veo como una mala idea. Tienes el talento, así que si también tienes el tiempo libre, ¿para qué darle vueltas? Quizá te diviertas.

    Me tragué gran parte de la gracia y deslicé la mirada hacia él, de soslayo.

    —Y así sabré dónde buscarte —agregué, suave, y volví la vista al frente—. En caso de que necesites de una modelo, claro~
     
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    Gigi Blanche

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    Tragué saliva y me quedé esperando por la respuesta de Emi, con la preocupación pegada en toda la cara. La verdad, la chica había caído como un ángel del cielo justo cuando más la necesitaba sin siquiera haberlo notado. Los nervios y los pensamientos atravesándome la cabeza a mil kilómetros por hora seguían ahí, pero al menos había podido externalizar algunos. Era un pequeño peso menos.

    Mantuve mi plena atención en ella todo el rato, frunciendo un poco más el ceño cuando la oí decir que Al y yo lo estábamos intentando en serio. ¿Era cierto, siquiera? Quizá hubiera sido más sencillo de contar con esa certeza e intentaba, de hecho, aferrarme a ciertos recuerdos puntuales para no dudar demasiado. El problema radicaba precisamente allí.

    En que eran recuerdos.

    Empecé a caminar cuando me instó a hacerlo y solté una especie de quejido similar al berrinche de una niña. No quería este problema, Dios. Por fin había algo de tranquilidad, ¿por qué siempre las cosas se tenían que complicar?

    —No puedo verlo como un asunto sin importancia —repliqué, aún con rastros del mohín anterior, y me apreté suavemente contra el brazo de Emi; lo hice, también, para bajar la voz—. Me preocupa mucho Kakeru, y no quiero... sacudirle la estabilidad que por fin encontró. Quizá me estoy dando demasiado crédito, no lo sé. Además... ¿y si lo desestabilizo por nada?

    El nudo en la garganta se me fue apretando a medida que hablaba y suspiré, intentando removerlo. Fue inútil. Procuré, al menos, que mi tono sonara lo más calmado posible; porque era la primera vez que iba a decirlo en voz alta y me estaba dando cuenta que me dolía más de lo necesario.

    —Quiero mucho a Al, pero últimamente... no lo sé, siento que está en su mundo y yo... tampoco quiero imponerme, ¿sabes? Pero no sé. ¿Y si yo me hice puras ideas estúpidas? Antes por poco me lo cruzaba en cada puta esquina y ahora casi siempre está en su aula, con Jez. Y está bien, es su mejor amiga.

    Pero era inevitable que la idea apareciera, al menos de forma intrusiva.

    Había permanecido aferrada al brazo de Emi sin darme cuenta, y apenas notarlo alcé las cejas y me separé un poco, ligeramente avergonzada. No me gustaba en absoluto haber tenido que ponerlo en palabras y liberé todo el aire de golpe, alcanzando el primer piso para seguir subiendo.

    —Supongo que no hay taaanto apuro, de todas formas, ¿no? Quiero decir, la escuela es grande. Pero... sí. Se lo voy a decir, supongo. No sé cuándo, pero prefiero que lo sepa por mí. —Boté el aire otra vez, esta vez para renovarlo y sonreírle a Emi. Hora de distraerse—. Eso de lado, ¡por fin los voy a poder presentar! Kakeru tenía muchas ganas de conocerte, creo que siempre le gustó la idea de que hubiera hecho una amiga. ¡Ah!

    Me detuve de repente y la señalé con el dedo.

    —Aunque no sabe que te metí a Kabukicho, mucho menos al bar del Krait. Porfa, no le digas o me cuelga de una pica.
     
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    Amane

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    Mentiría si dijese que no estaba un poquito nerviosa por la posible reacción de Anna ante mi consejo, por lo que me mantuve un poco más atenta de lo normal a sus movimientos hasta que finalmente recibí su respuesta. No quería decir que existiese la posibilidad de que la chica se enfadase conmigo por simplemente dar mi opinión, pero también era cierto que Anna no dejaba de ser algo impredecible de vez en cuando, y eso sumado a que tampoco confiaba plenamente en la efectividad de mis consejos no me facilitaba en absoluto el estar completamente segura y tranquila al respecto.

    No hubo ninguna clase de altercado, tal y como mayormente había esperado de igual manera, y decidí no interrumpirla en ningún momento mientras seguía contándome sus preocupaciones, poniéndole toda mi atención al escucharla mientras seguíamos caminando. No iría a regodearme de ello, pero era plenamente consciente de lo mucho que significaba, tanto para Anna como para mí, el hecho de que estuviese confiándome esta clase de pensamientos sin haber mostrado ninguna duda sobre si era lo correcto o no, y, como tal, no quería hacer absolutamente nada que pudiese estropearlo de alguna manera.

    —No es que lo veas como algo sin importancia, es intentar no pensar tanto en ello para que te resulte más fácil. Entiendo que no quieras romper su estabilidad, cielo, y eso es algo muy noble por tu parte, pero... ¿no sería peor que se enterase de cualquier otra manera? No es como que sea fácil mantener un secreto en esta academia, tampoco...

    De todas formas, era cierto que yo no conocía de nada al muchacho ni tenía idea de sus avances o lo mucho que podría afectarle una noticia así, por lo que al final iba a depender completamente de Anna el saber qué y cómo hacerlo. Sabía que era un peso enorme y una decisión demasiado importante, pero no siempre podíamos elegir las vías fáciles para seguir adelante, y muchas veces no nos quedaba más que enfrentarnos a aquellos dilemas tan complejos y esperar lo mejor.

    Y yo no podía hacer mucho más por ella salvo estar ahí cuando lo necesitase.

    Aun así, el problema no parecía radicar tanto en el hecho de decirle a Kakeru sobre Altan, si no más bien en la relación que ella tenía con este último. Si tenía que ser completamente sincera, y por algún motivo difícil de discernir, me resultaba bastante complejo preguntarle sobre el mayor y la relación que tenían, así que realmente siempre iba hablando según asunciones que hacía con lo que ella me contaba, escuchaba por ahí o tenía que ver de vez en cuando.

    Así y todo, Anna era mi amiga, y eso era lo único que realmente importaba por encima de cualquier cosa. Por ello, seguí prestándole toda mi atención y terminé por dedicarle una sonrisa suave ante su exabrupto al darse cuenta de lo mucho que se había pegado, llevando la mano que tenía libre hacia las suyas para intentar consolarla con un par de caricias livianas.

    >>Quizás hayan estado ocupados con cosas de la escuela, o quizás sea simplemente consecuencia del tiempo... ya sabes, en algún punto las relaciones se estabilizan tanto que ya no hay ni pizca de la intensidad inicial. Pero no me hagas mucho caso, no sé nada de relaciones —añadí, con una risa ligeramente avergonzada—. Sea como sea, suena a que deberías hablar con él sobre todo esto, cariño.

    Sopesé seriamente si aprovechar aquel momento de confesiones para contarle lo que había pasado con Kohaku cuando fui a ayudarle para el festival, pero acabé desechando la idea al instante. Era algo que quería decirle con el tiempo, y el hecho de no habérselo contado aún llevaba atormentándome desde hacía un buen rato, pero decidí que aquel no era el momento ni el lugar adecuado para ello y simplemente lo dejé pasar, esperando encontrar la ocasión más pronto que tarde.

    Afortunadamente, me distraje bastante de aquellos pensamientos cuando la chica se paró en seco para señalarme con el dedo y avisarme de que no le contase a Kakeru sobre nuestra primera salida y el lugar donde habíamos acabado pasando parte de la noche. Solté una risa ligera, sin poder esconder la leve diversión que me provocó la escena, y negué con la cabeza antes de retomar la marcha, manteniendo la sonrisa liviana sobre mis labios.

    >>Tranquila, no veo contexto alguno en el que le fuese a soltar de buenas a primeras cómo acabé enamorándome de su hermano mayor~ —contesté, claramente con tono de broma—. ¡Pero a mí también me alegra poder conocerlo al fin! Supongo que hoy le asignarán un tour en el receso, pero quizás podríamos quedar para almorzar los tres mañana o pasado. ¡O con más gente, si queréis! Podría ser divertido~
     
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    Zireael

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    En otro momento de mi vida, quizás durante las primeras semanas en esta escuela, era posible que esto hubiese sido muy diferente. Si no rechazaba la estupidez del tour quizás me hubiese significado mucho más esfuerzo ser tan siquiera un humano decente con Fujiwara, pero ahora digamos que eso, por escueto y plano que pareciera, era el default. De alguna manera la aparición de Anna, de Ishikawa también y puede que incluso la presencia de Arata nuevamente, me había hecho ampliar el mundo que conocía y aunque me seguía implicando un esfuerzo consciente, digamos que era menos insoportable que cuando solo éramos Jez y yo.

    Por años había pretendido no absorberla y lo había logrado.

    Pero, ¿qué había pasado conmigo, así no me diese cuenta?

    Esa claridad mental, apartada del rojo opaco que era el único color que conocía más allá de toda la escala de grises, me permitió reconocer que como mínimo la presencia general de Fujiwara no era molesta. Había gente que solo servía para incomodar incluso sin decir nada, a veces yo mismo era de esos si me levantaba del lado equivocado de la cama, pero no por ahora no había nada en este cabrón que fuese especialmente molesto o irritante. De alguna forma era como si estuviese allí y a la vez no, existía pero no consumía espacio.

    Era una sombra.

    O un fantasma.

    Atendí a su respuesta a lo de la burocracia, bien sabía yo que con los contactos justos se la pasaban por el culo y la prueba, así como él mismo, era que Arata siguiera allí. Igual desconocía qué manos habían colocado aquí a Fujiwara, puede que no me diese cuenta hasta mucho después si es que algún día se sabía, por lo que su comentario me sirvió de poco o nada, siendo que tampoco buscaba llegar a esa información en específico. Los motivos por los que estaba allí de un día para otro le concernían únicamente a quienes lo conocían de antes, si acaso.

    —De nombre y sangre nada más —respondí a su pregunta de si era extranjero, porque no vi por qué mentir con algo tan sencillo que estaba en bases de datos y chorrocientos papeles distintos—. Nací aquí.

    La pregunta de los clubes sí la había soltado un poco por tocahuevos, siendo que estaba entre el montón de información que Anna me había soltado. Su sonrisa, aunque no la vi, no fue de burla, pintó más a ironía propia y me contuve de permitirme una parecida así no se fuese a dar cuenta tampoco porque algo de decencia me quedaba. No tenía la sopa completa, pero no hacía falta, y me di cuenta que independientemente de cualquier cosa la red me unía a este imbécil, el hilo de Anna lo cruzaba, luego a mí y así continuaba hasta perderse. Era lo que era, sin más.

    El jodido se había metido al pasillo y le seguí los pasos aunque algo más despacio, no suficiente para poner demasiada distancia ni nada, pero me dio un margen para hacer más o menos lo mismo que él. Eché un vistazo a la clase, el cabello de Anna siempre ayudaba a encontrarla, y se me suavizaron los gestos hasta entonces ligeramente tensos al ubicar su silueta.

    A la pobre iba a darle algo si me veía tan pancho recorriendo la escuela con su fantasma, ¿no? ¿Tal vez debía decírselo? Que estaba en mi clase y todo el cuento.

    No encontré una respuesta en ese instante, siendo que todavía estaba un poco en el aire la confirmación de si era o no era (o quizßs era mi negación a secas), pero esperaba que para cuando llegáramos a la planta baja ya se me hubiese ocurrido algo o hubiese llegado a la conclusión que me pareciera correcta. No sabía muy bien a quién preguntarle estas cosas, si éramos honestos, así que me tocaba improvisar.

    —Ya sabes, todo el repertorio. Artes, deportes y lo que no tienen lo inventan, como en toda escuela de niños pijos —añadí un poco porque sí a lo del repertorio, así fuese consciente de que no le iba a interesar—. Un día escuché a hablando a unos en un pasillo de un dizque grupo de ocultismo. Aunque me ofende que no me hayan contactado con estas pintas de Drácula.

    Fue lo primero remotamente parecido a una broma que solté y de hecho lo hice sin dejar de mirar la clase todavía, pues porque me daba un poco lo mismo si el otro se daba cuenta de que estaba husmeando o no. Regresé la atención a él cuando se detuvo frente a mí, eso sí, y mis facciones recuperaron algo de la tensión, aunque no del todo. Había dejado ir el sufijo, normal siendo que yo no lo había usado con él para empezar, y entre eso y que estaba tonto le regresé la sombra de una sonrisa antes de negar con la cabeza.

    —¿Además del club de mandarme cagadas dices? No —respondí retomando la marcha—. Un amigo quería armar un club de música, pero al final no sé en qué quedó eso. Lo de los clubs nunca fue mucho lo mío en realidad.

    Una vez abandonamos el pasillo de segundo alcanzamos el otro; aquí y allá habían críos de primero que parecían de otro universo viendo las caras de desgracia a las que los de tercero estábamos acostumbrados. Me desinflé los pulmones y señalé una sola puerta, la del club de cocina.

    —Dicen las malas lenguas que si tienes suerte puedes encontrar algo preparado en la nevera, pero es como jugar la lotería. —A medio camino me acordé de la enfermería, así que me interné un poco en el pasillo—. Si tienes una emergencia lamento informarte que te tienes que atender solo, eso sí. Nunca hay nadie en la enfermería.

    Con eso suponía que se acababa el pasillo de primero, así que volví la atención a Fujiwara, hundiendo la mano derecha de nuevo en el bolsillo para distraerme con el mechero. Finalmente retomé los pasos con el mismo ritmo que habíamos manejado hasta ahora.

    —¿Le caíste a tus amigos de sorpresa? —pregunté como si nada—. Más de uno parece tener ese hábito por aquí.
     
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    Gigi Blanche

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    Vete a saber dónde yacía la contradicción que me empujaba a sobrevivir en la calle pero no percibir ninguna armonía extraña proveniente de Sonnen. Ni siquiera podía calificar esta escuela de espacio seguro, no cuando Kou había aparecido de las mismísimas sombras para invocarme aquí con un objetivo preciso, meticuloso y calculado. Lo sabía. Sabía que era un peón en multitud de partidas paralelas, que el dichoso paralelismo pendía de un hilo y en cualquier momento dado, la bomba podía caer. Las dimensiones implosionarían, chocarían entre sí y se fundirían como les fuera posible.

    Con todo el caos y descuido consecuentes.

    Sabía, también, que me estaba metiendo en un juego particularmente peligroso, pero ¿me quedaba opción? No al Kakeru que me esforzaba por ser, al menos. El que pretendía reconstruirse, compensar los errores del pasado y, por una vez en la puta vida, ser capaz de cuidar a quienes le importaban. Había fallado con Kou, con Anna, con mi hermano y todas las serpientes. Le había fallado a Shinjuku.

    Pero seguía aquí.

    Y tenía ventajas.

    Las ventajas de un fantasma.

    La pregunta se la había soltado a Sonnen por mera cortesía, siendo honestos no podía darme más igual si había nacido aquí, en Rusia o el Congo Belga. Cuando regresé junto a él noté que había posado su atención en el interior del aula, y si llegó a palpitar una armonía a destiempo detrás de las esquinas, lo cierto es que no le di importancia. No era tan puto avispado ni tenía el sexto sentido de Kohaku, y definitivamente no iba a creer de buenas a primeras que este cara de moco podía estar liado con Anna.

    La mención del famoso club de ocultismo me hizo alzar las cejas y su broma (suponiendo que trató ser eso) me arrancó una risa nasal, bastante floja, que murió al cabo de unos pocos segundos. Repasé sus facciones sin mayor motivo que el de su propia mención y el gesto se me ensanchó levemente, como si le diera la razón. Claro que no estaba mirándome, pero qué más daba.

    —¿Me cuido el cuello, entonces? —solté casi en un susurro, la tontería arrastró un tono ligeramente extraño que no supe definir ni me preocupé por hacerlo.

    Vete a saber por qué de repente el señor vampiro parecía más dispuesto a ser una persona conmigo, pero lo agradecía. Su réplica a la mierda de los clubes se alineó con mi comentario de la manada de elefantes y, no sé, hubo ahí un breve sentimiento de simpatía o algo. No estaba enterado del club de Kohaku, por desgracia, o quizás habríamos encontrado un muy bonito punto de conexión. El mocoso no hablaba mucho de por sí y Anna sólo se había enfocado en la dichosa lista de canciones para el proyecto.

    No sabía ya cuántas mierdas de k-pop había oído en los últimos dos días.

    —¿Hay club de mandarse cagadas? Cuéntame adentro, por favor.

    Los puntos importantes del primer piso eran sencillos, aunque ubicar la enfermería no venía mal. Gajes del oficio, suponía. En cuanto al club de cocina... bueno, no era lo que se dice una joya de la sociedad y el dinero en casa a veces tropezaba, así que puntos por el dato. Quizás acababa convenciendo a mini Ishi y todo de colarnos y ser chicos malos. Era la adrenalina de la estupidez y no mucho más.

    Siempre lo era, de hecho.

    Repetí la mecánica con el primer piso, me separé un poco para echar un vistazo y luego regresé junto al adulto responsable. Su pregunta me aflojó una risa que estuvo a nada de convertirse en una carcajada y me encogí de hombros, desviando la mirada.

    —No me digas, pensé que iba a poder marcar tendencia —solté porque sí, porque tenía una facilidad irrisoria para decir mierdas que no valían nada, y volví los ojos a los suyos—. Diez puntos para Gryffindor. O, bueno, ¿Slytherin, quizá?

    La puta serpiente enroscada que llevaba tatuada en la nuca palpitó contra mi piel y mi sonrisa reflejó apenas una sombra de toda esa tinta.

    —Y sí, aunque no fue tan buena idea —reconocí finalmente, suspirando—. Me comí un par de golpes bastante merecidos, pero golpes en fin. Ahora toca redimirme, supongo.
     
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    Amane

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    En cualquier otro posible contexto, no estaba segura de si le hubiese propuesto a Bleke subir juntas a clase con tanta tranquilidad como lo estaba haciendo en ese momento, aunque por supuesto no pensaba desaprovechar ese impulso en absoluto. No era que la chica me cayese mal, ni muchísimo menos, pero sí que me solía intimidar un poco su presencia y, ni idea, tenía un aura bastante madura a su alrededor, lo que me hacía pensar que mi actitud mucho más infantil no sería de su agrado.

    Pero aquella mañana estaba estúpidamente contenta y ni siquiera lo pensé demasiado antes de soltarle la idea. ¡Quizás fuese un buen momento para quitarme aquel miedo tonto de encima! Al fin y al cabo, sabía que Kashya le tenía apreció a Bleke, quizás hasta un poco más que a las otras chicas del club por compartir clase, y lo último que haría en esa vida sería desconfiar del criterio de Kashya hacia los demás.

    Esperé pacientemente a recibir su respuesta, sabiendo que si me rechazaba tampoco me iba a molestar u ofender de alguna manera, y mantuve la vista fijada sobre ella mientras caminaba, girándome a medida que ella avanzaba para no perderla en ningún momento de mi campo visual. Una nueva oleada de alegría me cayó encima cuando sí aceptó mi oferta y volví a sonreírle, sin poder aguantarme la emoción, mientras encaminaba la marcha hacia el pasillo.

    —¡Qué bien! —exclamé contenta, queriendo hacerle saber que realmente me alegraba que quisiese pasar algo más de tiempo conmigo—. ¡He estado muy bien, la verdad! Me preocupaba un poco el proyecto, especialmente porque una de las chicas no se había presentado a nuestras primeras reuniones, pero al final conseguimos avanzar bastante y creo que nos queda muy poquito para finalizarlo. ¡Y hoy voy a almorzar con unos amigos!

    Mientras caminábamos, no pude evitar balancear ligeramente el maletín a mis espaldas, y tampoco pude contener especialmente bien la emoción que se me coló en la voz al hablar, especialmente al revelar la última parte de mis motivaciones para tal alegría. La miré de reojo, forzándome a relajar un poco el ritmo de toda esa energía, e intenté dedicarle una expresión más sosegada.

    >>¿Y tú, Middel-san? ¿Cómo has estado~?

    el último post del pasillo de abajo es mío so me la arrastro aquí u///u
     
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    Gigi Blanche

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    Me metió el corny mood y está muy suavecita so probablemente sea mi ost para todo este wholesome lunch (??

    Kakeru.png

    Probablemente estuviera siendo bastante corny si lo pensaba, pero no me interesaba lo suficiente para analizarlo o detenerme. Ya no. Había desperdiciado demasiados años de mi corta vida preocupándome por cumplir roles o adecuarme a moldes ajenos, sacrificando partes de mí mismo en el proceso. Me había cortado dedos, extremidades enteras, la lengua, los oídos. Me había negado con una insistencia demencial y los resultados calificaban en lo absurdo. Quería volver a ser el niño que había conocido a Kou en un baño de la escuela, ese pequeño fragmento que había encontrado a Anna en la cancha de baloncesto.

    Quería pavimentar los caminos que me llevaran de regreso a ellos.

    Y lo estaba haciendo.
    Ayer me había divertido bastante en el salón de actos con el grupo de Anna, no habíamos hecho nada loco pero el simple hecho de pasar tiempo con ella lo hacía especial. Corny, sí, ¿qué más daba? Me estaba presentando a sus amigos, la había visto bailar. No podía mejorar mucho a partir de ahí. Con ese prospecto, hoy había amanecido particularmente contento y mi buen humor se mantuvo a lo largo de toda la mañana. Era genuino, tenía muchas ganas de conocer a Emily. Anna se había echado media vida hablando de ella o mencionándola en cualquier contexto, con cualquier pequeña cosa que le recordara a ella. En ese sentido siempre era muy transparente y, vaya, saltaba a plena vista.

    Lo mucho que la quería.

    Así que recogí a Kohaku, recogimos a Anna y la última parada era la famosa señorita. Ya me habían mostrado fotos, cómo no, pero aún así volví a pensar que era muy bonita y que realmente no pintaba matar ni una mosca. La pobre se sonrojó con mi tontería de la reverencia y el tema viró casi al instante, cosa que, supuse, le dejaría espacio a relajarse. En cuanto me respondió el saludo, entonces, me limité a sonreírle. Bueno, era un senpai, ¿no? Debían haberle entrado los nervios, era normal.

    Comenzamos a caminar y charlar. La voz de Emily quizá se opacaba un poco debajo de la de Anna, incluso la de Kohaku, y precisamente por eso le puse especial atención para no ir a ignorarla si llegaba a hablar. Alcé las cejas en su dirección ante la mención del observatorio pero Anna me ganó de mano.

    —¿En serio? —le preguntó a Emily, sorprendida, y me reí.

    —¿Segura vienes a esta escuela desde principio de año, Anna?

    —Lo inauguraron hace poco —aportó Kohaku, inclinando la cabeza hacia adelante para llegar a verlas—. Y no lo anunciaron mucho, yo lo vi porque está cerca del invernadero.

    —¡Tenemos un observatorio! —exclamó Anna, quien se había enganchado al brazo de Emily—. ¡Hay que ir algún día!

    —¿Será de libre acceso? —sopesé.

    —Ni idea —negó el muchacho, meneando la cabeza.

    Volví a oír a Emily, entonces, quien había preguntado por las clases y recibió un largo bufido en respuesta por parte de Anna. Luego se enfocó en mí y alcé ligeramente las cejas, indicándole que la escuchaba. Mi energía oscilaba entre la de Anna y la de Kohaku, aunque con personas introvertidas o tímidas me autorregulaba casi al instante; cosa que, por supuesto, la enana no solía hacer.

    —Sip. —Sonreí, asintiendo—. Ha sido tranquilo, y la escuela está muy guay. ¡Los uniformes también me gustan! ¿A que nos vemos super guapos con Ko-chan?
     
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    Insane

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    Sobraba expresar verbalmente mi satisfacción con lo logrado por el grupo, si podía decirse que lo habíamos hecho con las uñas, porque pese a los recursos nuestros cerebros no encajaban artísticamente con el proyecto, sin embargo se le dió forma y demás; siendo obvio el que la ayuda de Akaisa había venido como anillo al dedo, aunque era una lástima el no saber que su proyecto no había andado igual de bien, de lo contrario la hubiésemos anotado en el nuestro, aunque también era una duda si alguien como ella aceptara. Continué en la plática con la amabilidad de siempre, invitándola a subir con nosotros.

    Craig se ajustó a la marcha de Mason, lo que si noté fue la sonrisa del primero al darse vuelta, luego de saludar a Katrina con un asentimiento de cabeza, simple de por sí.

    —Ya que estamos, ¿han escuchando los rumores del campamento? —murmuré, bostezando en lo que llegabámos al primer piso.

    Era inevitable el no escuchar la gente hablar, y más en un instituto donde los rumores parecían correr rápidamente, y bueno, el poner tema de conversación con dos tipos de pocas palabras y Akaisa no estaba de más.
     
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    Amane

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    La respuesta de Anna a mi mini-confesión me sacó una sonrisa ligeramente más divertida, e inmediatamente después no pude evitar darle un golpecito de nada en la frente, con el dedo índice y a modo de "reproche", incluso llegando a fruncir ligeramente el ceño al hacerlo.

    —Tonta, no creo que sea para tanto. Y, de todas formas, ¿por qué no vienes a mi casa para practicar, si quieres? Nos lo pasaríamos bien y, bueno, me gustaría mucho que vinieras... —admití, y aunque fui relajando la expresión a medida que iba hablando, no pude evitar sentir como de nuevo se me subía algo de sangre al decir aquello último.

    La conversación continuó hacia los bentos de Kakeru, lo que me permitió recuperar la compostura relativamente rápido, y simplemente moví la mano para quitarle importancia a los halagos de Anna. Sabía que le gustaba la comida que yo preparaba, y creía genuinamente en su palabra, pero estaba convencida de que el chico preparaba unos platos muy ricos también, posiblemente incluso mejores que los míos. ¡Dependía de los gustos de cada uno, al fin y al cabo!

    Anna respondió a mi pregunta mientras avanzábamos por el pasillo de segundo, logrando sacarme una carcajada divertida tanto por su respuesta verbal como las reacciones en general que iba teniendo mientras hablaba; parecía una niña pequeña y era adorable.

    >>¿Más peligrosa que la Anna hiperactiva? No lo creo~ —bromeé, extendiendo el brazo libre hacia su costado para picarla un poquito, y solté otra risilla antes de volver a mi espacio—. Pero es cierto que ha estado bastante tranquilo... Me pregunto si los de tercero estarán haciendo planes sin nosotros, porque estaría bastante feo.

    En aquel momento ya no me pude resistir y yo también acabé inflando las mejillas, en un gesto totalmente infantil. ¡Sí que estaría feo que nos dejasen de lado! Diría yo que habíamos demostrado ser bastante acordes a sus planes a pesar de ser algo más pequeños, vaya.

    >>¡Aun así! —exclamé después de un rato, una vez empezamos a bajar las escaleras hacia el primer piso—. ¿No has oído los rumores del campamento? ¡Espero que sea verdad! El año pasado no pude ir, ¡pero este año tengo que ir sí o sí! A ti te gustan los campamentos, ¿no? ¡Te pegan mucho!
     
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    Zireael

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    Lo que había dicho sobre nuestros motivos similares le causó curiosidad, al menos eso dijeron sus facciones cuando volteó a mirarme y le sonreí sin más, asumiendo que no preguntaría. En líneas generales la gente aquí era bastante consciente de los límites del otro, con algunas excepciones por ahí, así que justo como era de esperarse lo dejó estar y se enfocó en responderle a Tora que seguía con su entrevista.

    —¿De verdad? —atajé con cierto entusiasmo que noté cuando ya era demasiado tarde para detenerlo—. Vaya, multifacética y todo. Suena muy genial.

    Quizás me había emocionado más de la cuenta, pero aunque suponía que era parte de ciertos paquetes pasearse por varias áreas siempre me llamaba la atención. Igual apenas la muchacha se dispuso a liderar la marcha ambos la seguimos sin demasiado problema, que nos fue indicando las cosas de interés de la planta de tercero y luego de la de segundo. Al continuar el camino hacia el primer piso ella nos preguntó si nos preocupaba quedarnos atrás.

    —Me hubiese gustado poder transferirme apenas inició el año, pero al final no pudo ser y aquí estamos —me quejé medio al aire, rascándome la nuca—. Es posible que te fastidie alguna vez si me siento demasiado perdido, gracias.

    —¿Guía completa? —preguntó Tora y si la cosa cargaba otra intención ni siquiera yo la noté, porque le vino después sería el deflect del sigo en ese caso—. ¡Podemos ponerte un gafete! "Guía profesional de la Academia Sakura" y tu nombre.

    La frase la cerró señalando su propio pecho, donde iría el gafete en cuestión, y la tontería me hizo cierta gracia para qué mentir.
     
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    Su respuesta sobre el contenido del estuche fue inesperada y la hizo sonar tan casual que tuve que volver a mirarlo, primero a él y luego al misterio que cargaba en su espalda. Mi ceño ligeramente fruncido denotaba confusión y una pizca de incredulidad, pero no seguí preguntando. No me correspondía ni interesaba insistir, sólo solté una risa floja.

    Bajamos al segundo piso mientras me contaba sobre él, que llevaba dos años aquí y, como había supuesto, provenía de Rusia. Nos detuvimos brevemente, me devolvió la pregunta y repasé sus ojos un instante antes de señalar hacia el interior del pasillo.

    —Ahí, la sala de profesores —indiqué, y reanudé el descenso—. Pues... como tú. Nos mudamos aquí por el trabajo de la esposa de papá hace... cuatro años ya. Es muy extraño al principio, pero eventualmente te adaptas. —Lo miré de soslayo—. Soy de Sydney, por cierto.

    Mi sonrisa lució algo divertida al decir aquello, por el simple hecho de que mi ciudad natal y la suya debían ser diametralmente opuestas. Él habría crecido tapado de nieve mientras que yo había vivido en la playa, fuera surfeando o patinando. Era curioso pensar en la cantidad de realidades que convergían en una escuela como esta.

    Alcanzando el primer piso, volví a detenerme y apunté a una puerta específica. Me había negado lo de la noche jodida y no iba a cuestionarlo, pero ya que estaba...

    —Ahí tienes la enfermería. No me preguntes por qué, pero no suele vigilarla nadie. Puedes encontrar ibuprofeno, paracetamol y ese tipo de cosas, no he revisado muy a fondo. —Se me coló una risa en la voz—. También me han contado los pajaritos que te puedes echar una siesta ahí dentro. Hay cámaras, pero... bueno, esta escuela tiene principios bastante extraños. Con ver a algunos profesores basta. Dicen que hay una docente en primero que solía pertenecer a una guerrilla, que hay un tío liado con una alumna, que Patterson tiene una colección de huesos increíblemente exhaustiva en su casa. —Suspiré—. Akuma-sensei basta con verla.
     
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    La joven y suave muchacha reaccionó como si sus ondas cerebrales hubieran sufrido una interferencia, a causa de la respuesta que entoné sobre los secretos en mi estuche de guitarra. Me sentí observado y, de haber tenido consciencia propia, el objeto sobre mi espalda habría experimentado una similar impresión. Era, esa incredulidad en sus ojos perspicaces, lo que encontraba con altas frecuencias en las personas. Tal forma de clavar la vista en mi figura iba, por regla general, acompañada del comentario de que yo era, para bien o para mal, un tipo excéntrico en su forma de ser. Por fortuna me mantenía ajeno a la opinión pública, ya que no me parecía negativa la excentricidad. Pierce se ahorró los comentarios que, con seguridad, rondaron por su cabeza, así que nos limitamos a descender hacia las plantas inferiores del edificio. Señaló mi segundo futuro cercano, aquel lugar que visitaría pasado el tour: la sala de profesores. Tenía otro lugar que quería visitar antes iniciar los trámites para sumarme al club de música ligera, pero callé para no importunar a mi guía. Así que oí su origen en Sydney, una ciudad incluso más lejana que Tokyo, compartiendo así la desventura de la adaptación.

    En el primer nivel de la academia, enfocamos todos nuestros sentidos en la puerta referida a la enfermería. Pierce mencionó que era un sitio librado de la opresión de la vigilancia, un santuario del sueño para cuando el cuerpo ya no soportaba el flow desarticulado de los días rutinarios. Cuando hizo alusión a los extraños principios de la academia y mencionó a los profesores, me sentí acompañado al saberme rodeado de tanta extravagancia. Me rasqué la barbilla, asintiendo con la cabeza para dejarle claro que la escuchaba, pues no había despegado los ojos de la puerta.

    —Coincido —le dije, con la imagen de la profesora Akuma volviendo a entonar mi mente: su presencia me había impactado de un modo diferente al que podía llegar a asumirse—. Es común que en un mismo lugar haya una orquesta de energías diferentes, y que algunas desgarren sobre la melodía de la cotidianeidad… —con el índice que posaba sobre el mentón, señalé el suelo que pisábamos— Pero esta academia, aunque llegué hace pocas horas, me parece que tiene una sinfonía de personas bastante… única —dije la última palabra con profundidad en la voz, tras lo cual me giré hacia Pierce para observarla con calma— Esta mañana crucé caminos con un sujeto inquieto, allá en los casilleros, que no paraba de moverse como si quisiera ponerse a bailar; curiosamente lo transfirieron hoy, como a mí, y nuestro encuentro parece cosa del destino. También se nos acercó una chica de enormes lentes oscuros y energía refulgente, que fue la que me invitó al club de música ligera.

    >>Y así como se aparecieron, se fueron. Dejaron tras de sí la estela de la extravagancia, que de algún modo compartimos… Tal fue mi inicio en el Sakura.

    Con un movimiento de la mano, le pedí que me esperara unos momentos. Me introduje en la enfermería como una brisa de aire, silenciosa, y en cuestión de un minuto retorné al pasillo con dos blísteres en una mano. Los hice girar en el aire para atraparlos al vuelo.

    —Ibuprofeno y aspirinas. Vienen bien para los lunes —mencioné, imperturbable—. Podemos seguir, Pierce. Mientras tanto y si forma parte de tu intención, puedes hablarme de cómo fue tu primer día en esta renombrada escuela, o bien contar sobre tu fin de semana. La elección queda en tus labios.
     
    Última edición: 24 Julio 2023
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    Para ser sincera no note que estuvo haciendo el chico cuando había empezado a caminar por el pasillo de la segunda planta, pero obviamente podía sentir su mirada, me dio algo de risa como reacciono cuando mencione esas palabras en italiano y como me llamaba, había alzado mi vista por encima de mi hombros así que por eso la pude ver. Pare por un momento mi caminata para escuchar lo que el me respondía a la pregunta que le había hecho.

    —Yo también llegue el año pasado, pero recién entre a estudiar este año —sonreí en poco cuando dijo lo de su familia—. Mi familia no es una familia de músicos pero yo amo la música, toco la guitarra así que es lo mas cercano a la música que he podido estar.

    Entonces lo que hizo después me dejo algo impresionada, había bailo si, pero era distinto a todo lo que el hizo y cuando termino y la ligera reverencia que hizo me saco una risa de la nada, era raro por que yo no era una persona que reía a menudo, pero este chico contagiaba a cualquiera.

    —Toda tu vida has bailado ¿no? —había hecho esa pregunta después de asentir cuando el dijo que estaba listo para continuar—. Si tu me invitas algo para tomar yo te invito algo para comer o al revés ¿te parece?.

    Con eso seguí la caminata hasta que llegamos a la primera planta, mire todo a mi alrededor para así señalar lo que podía interesarle: —Mira aquí tienes la enfermería, la sala de arte y el club de cocina —me gire para mirarlo—. Aparte de bailar ¿que mas te gusta hacer?
     
    Última edición: 27 Julio 2023
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    De entre las cosas que contó mi pequeña guía, lo que sin dudas se había robado una buena parte de mi atención era su amor por la música. Pues vaya, ¡mira tú cuánta casualidad! ¡Se ve que estaba teniendo una suerte de los mil angelitos, porque era el primer día de clases más musical de mi vida! Primero Flowcito y Baby Abby, ahora Sophita. ¿Cuántos músicos más encontraría en lo que quedaba del año? ¿Era yo, acaso, como un imán? Bueno, danza y música siempre fueron de la mano y de los pies, por lo que no era raro que pareciera estar destinado a ampliar mi mundillo de personas “melodiosas” (como de seguro diría Flowcito).

    —Oh, sí, bailo desde que era así de alto —respondí a su pregunta y tuve que inclinarme bastante para poner la palma de mi mano muy cerca del piso, con una sonrisa bromista en el rostro—. Se ve que me gustaba mover el esqueleto desde chiquitín. Zapateo de todo un poco, pero soy especialista en la mejor música que nos dejaron los años 20: ¡el swing! —empecé a seguirla hacia el piso de abajo— Ah, e invitarte a algo de tomar me parece más que perfecto para un día como hoy. Afuera está que arde, uf.

    En el camino me señaló la enfermería, la sala de arte y el club de cocina. Algo me habían dicho de que las escuelas de Japón tenían clubes, aunque en realidad yo imaginé equipos de fútbol en su momento, así que en mi colegio anterior me fui derecho para el club de fútbol. Ahora, entre que Baby Abby dijo lo del club de música liviana y este club de cocina que Sophita me mostraba, iba cayendo en cuenta de que la cosa era bastante variada. Lo cual me gustaba.


    —Aparte de bailar ¿qué más te gusta hacer? —preguntó ella entonces.

    Me llevé una mano al mentón y cerré los ojos para hacerme el que pensaba, porque en realidad se trataba de una pregunta con una respuesta bastante clara. Tenía esa pequeña manía de volver todo un espectáculo entretenido, supongo que porque me gustaba provocar expectativa y sonrisas en las personas. Abrí los ojos de pronto y le sonreí mostrando brillosos dientes.

    —Conocer gente nueva, salir de fiesta y jugar a la pelota, supongo —respondí, más jovial que una lechuga fresca—. También me gusta cantar, pero no soy muy bueno si te digo la verdad. Es más complicadete de lo que pensaba.

    >>¿Tú cantas cuando tocas la guitarra?
     
    Última edición: 30 Julio 2023
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    Era posible que Tora estuviese pensando que esta chica era de esas personas que no podían solo estar en silencio y ya sin aburrirse, un poco como Shimizu, algo en lo que posiblemente tuviese razón. A mí no me molestaba realmente, imaginaba que a él tampoco pero en sí almacenábamos ese tipo de información. ¿Para qué? Bah, realmente no tenía una función específica, si acaso así nos adaptaríamos a ella y ya.

    Por demás, esa acotación por parte de Sakai me hizo pensar que la chica había pretendido meter la nariz en algún lugar que a él le encendió las alarmas y a partir de ahí todo se jodió. A ver, no era justificable pero sí era comprensible en vistas de que Tora, aunque no lo pareciera, era bastante cauteloso en líneas generales y ya lo había demostrado en otras oportunidades.

    En fin, ella se había mantenido detrás de nosotros y la dejamos estar. Respondimos la pregunta, ella también y nos preguntó si alguna vez habíamos jugado ajedrez. No lo demostré, pero la pregunta me hizo cierta gracia que nada tenía que ver con el tema; no me gustaba el ajedrez, nunca había pretendido jugarlo en realidad, pero a la larga el mundo donde me había metido, ¿no era como una partida sin fin?

    La yakuza y los japoneses de cepa lo equiparaban al shōgi, dominaban en un tablero inmenso donde nosotros éramos las piezas que movían.

    —La verdad es que no —respondí unos segundos después.

    —Yo tampoco —secundó Tora aunque lo suyo pecaba de obvio.

    Al final ella accedió a lo de la sala de arte, así que apenas llegamos a la primera planta enderecé los pasos en esa dirección. En lo que hacíamos el camino hacia allí, volví a atender a la conversación para hacerle una pregunta distinta.

    —¿Tomas fotos digitales o con cámara analógica?
     
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    quem

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    Para ser sincera me encantaba jugar el ajedrez, por que simplemente me justaba ser la jodida reina del tablero, sabia muy bien como mover cada pieza a mi antojo hasta podría decir que el ajedrez se comparaba en muchas cosas en como le servía a la mafia alemana, pero claramente no todos sabían que yo era que hacia todo lo que el don mandaba, muy pocos conocían a la hija del Señor Bernard.

    Y eso me favorecía en muchas formas. Simplemente era un fantasma detrás de todo lo que hacia, con Eda y Anastasia sirviéndome como hacker y con Enzo y Kang acompañándome detrás y a los lados éramos inseparables. Pero no quería que nadie supera de mi mas de la cuenta, y tampoco quería subir algún cargo, estaba mejor donde estaba sirviendo como fantasma.

    Como una pantera.

    Como una reina en los tableros.


    Aunque Eda era igual que yo cuando se trataba de mover todo lo quería, gracias a ella había aprendido hacer lo que ahora sabia.

    Escuche lo que me dijeron cuando respondieron a mi pregunta, asentí en poco, metí mi mano al bolsillo de la falda para sacar mi móvil en eso escuche la pregunta que me hizo justamente cuando íbamos hacia el pasillo de la primera planta justamente para llegar a la sala de arte.

    —Fotos digitales —contesté sin apuro alguno—. Uso mas la Nikon d5300 —desbloque mi móvil para poder alzarlo para poder mostrarle la cámara y algunas fotos que tenia colgadas en mi habitación —. Esta es la cámara y también algunas fotos que tengo colgadas en mi habitación.

    Mientras se lo extendía para que pudiera verlas, en eso mire de reojo a Tora para después volver a mirar a Rowan.

    —¿Y tu que tipo de artes haces, o te gusta? Por que tengo entendido que existe algunos tipos ¿no?.

    Mire a Tora devuelta ¿Qué pregunta podría hacerle? Ni idea simplemente no me quería dejarme llevar y volver a cometer algún error no quería que el tigre volviera a rugir. Estaba mucho mejor así tranquilita.

    Эстетика.jpeg

    descargar.jpeg
    Pd: Puedes asumir que en las fotos estas sus amigos uwu.
    No se pero me da algo si ellos llegan a reconocer a Anastasia, Eda, Enzo ?) <3.
     
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    La niña para ser japonesa se hacía bastante la graciosa, pero era lo de menos. Imaginaba ya que era una actitud normal de ella, y veía el porqué cuando le pregunté a Craig sobre ellos, de qué tal eran y así por hacer conversación éste me comentó que Kurosawa, aunque la acababa de conocer le daba la impresión de que podría mantenerse una conversación tranquilamente, y bueno, parecía tener razón hasta el momento. La quedé mirando en lo que decía lo de la dirección.

    —Ya veremos entonces por qué cosas podría acusarte —le seguí el hilo, soltando lo otro como un murmuro en lo que recibía el celular—, aunque no tienes cara de dar razones para eso.

    Miré la hora en el móvil y continué con este en la mano, empezando a caminar tras ella, que tal como lo había dicho, parecíamos un par de escoltas tras la princesita de cabello negro, pero no veía el por qué perder el tiempo en eso, continuando relajado como tal hasta que llegamos con la chiquilla de cabello albino. Si me lo preguntaban creería que estaba en segundo, no por su altura realmente, porque la otra tipa del domingo, la gótica pese a su tamaño se veía que tenía más mundo que los tres juntos; sino por la actitud infantil y lo pésimo de su escondite, al menos era lo que reflejaba a primera vista.

    Ni corta ni perezosa aceptó la invitación de Kurosawa, y ya luego trastabilló con la presentación, una cosa tras otra. Me sonreí en algún momento, tenía su gracia.

    —Un gusto Verónica —me tomé las atribuciones para presentarlos a todos—, Orn Paimon, mi amigo de aquí es Suiren Craig —desplacé las pupilas hasta la cabellera carbón—, y ella es Shiori.

    Craig le dedicó una sonrisa cortés en forma de saludo.

    —¿Y a qué clase vas, Verónica? —preguntó el albino en lo que nos disponíamos a empezar a subir las escaleras.
     
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    Bruno TDF

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    El muchachito despreocupado fue el primero en responder a mi presentación, me dijo que era un gusto conocernos. Giré el rostro en su dirección para dedicarle una pequeña afirmación, con la que pretendí dar a entender que compartía el sentimiento, pese a que ya lo había dicho en voz alta hace apenas segundos, ¡pero…! Nunca estaba de más reafirmar, claro que no. Me había formado una primera impresión sobre él desde la distancia; ahora que lo tenía más de cerca, sus modos tan tranquilos me caían de maravilla, resultaba bastante relajante ese primer intercambio entre nosotros. Su nombre era bastante único: se presentó como Orn Paimon.

    Así las cosas, mi nuevo conocido se puso en el papel de presentador. Primero señaló al chico albino y así fue como supe que se llamaba Suiren Craig. Miré directo hacia su rostro pero no pude adivinar el color de los ojos, sólo hallé en la oscuridad de los lentes mi reflejo pálido. La sonrisa se me ensanchó un poco y me permití un segundito de más para mirarlo, sobre todo deteniéndome en su cabello, hasta que me enfoqué en la chica cuando su nombre también me fue revelado: Shiori.


    —Qué nombres tan bonitos tienen —solté sin reparo alguno, tan típico de mí.

    Suiren me mostró una sonrisa muy cortés. Era bastante galán si me lo preguntaban, con esa estatura, los lentes y la voz que venía con sus palabras. Su gesto trajo consigo una pregunta que no tardé en contestar:

    —Soy de la 3-3 —revelé con una devolución de sonrisa, tras lo cual me enfoqué en los ojitos naranjas de Shiori— ¿Hasta dónde te acompañamos? ¿Sus clases quedan en el mismo piso?
     
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    Ya había internalizado que era y no era igual de rígida que el promedio, habían cosas que tenía demasiado arraigadas como los honoríficos, pero otras tantas las ignoraba como una campeona. Por demás, el comentario también sirvió para ver hasta dónde podía hacer el tonto o no alrededor del moreno, pero su respuesta fue bastante normal entre todo.

    —Puede que en eso lleves razón —contesté junto a una risa baja a lo de no tenía cara de ir a darle razones para acusarme.

    En fin, que la chica albina se alegró cuando la invité a acompañarnos, yo asentí con la cabeza cuando dijo que parecía bien acompañada y se sumó a la escolta, más o menos. No tardó mucho en presentarse cómo Verónica, Paimon nos presentó a nosotros ante lo que la muchacha dijo que teníamos nombres bonitos y lo genuino de su comentario me hizo sonreír. De cierta forma, quizás por el cabello blanco y la personalidad, me recordó a Vólkov.

    Había estado por decirle que su nombre también era lindo cuando anunció que era de tercero y a mi japonés de caja casi le da un colapso, aprovechando que acabábamos de llegar al pasillo me detuve para girar el cuerpo hacia ella e hice una reverencia un poco repentina, la mantuve por algo más de tiempo que la de los muchachos pero cuando me enderecé respondí a la pregunta.

    —Me acompañan al pasillo de segundo, Verónica-senpai. Soy de la 2-2 —dije si alterar mi calma a pesar de que había estado por tomarme demasiadas confianzas con ella por error, no pude decirle su apellido pues... porque no me lo había dado—. Los muchachos son ambos de la 3-2.
     
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    Craig la invitó con nosotros y ésta luego de parecer pensarlo aceptó, en lo que retomaba la marcha abrí el espacio para que caminara en mitad de ambos, y me puse a mirar por las ventanas en lo que la escuchaba preguntar de mí en tercera persona. Me sonreí con un tinte que no sabría especificar, hasta llegar al primer piso al ya bajar las gradas. Craig me dió como un minuto para saber si intervendría pero al no hacerlo éste continuó la conversación en el mismo hilo de ella:

    —Diría que se está adaptando; ayer le mencionaron algunos club's y le comenté sobre el club de lectura.

    —Igual habría que ver qué tan útil es pertenecer a un club.

    No tenía problema en tener vida social, pero si se limitaba solo a eso me parecería una perdida de tiempo. Y un club de lectura... No lo veía especialmente necesario, quizá en otros ámbitos.

    —Ah, y pues ya no anda tan desorientado.

    —Ah sí —secundé, mirándola por el rabillo del ojo—. Supongo que ya sé donde está la directora por si debo acusarte.

    Aunque ya había dicho que ella no tenía cara de matar una mosca, y por otro lado, yo tampoco tenía cara de poner quejas a los directivos.
     
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