Exterior Piscina

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Amane

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    Lo cierto era que no tenía ni idea de que mi desinterés general por el proyecto podría llegarle a causar alguna clase de preocupación a Violet, o a cualquiera de las otras integrantes del grupo; principalmente porque no me importaba demasiado, para qué mentir. Aun así, tampoco era como si quisiese que cualquier persona asumiese que me caía mal por defecto cuando no era el caso, así que seguramente Suiren haría bien en no decir nada al respecto, porque definitivamente mi problema era con tener que hacer el trabajo en sí que otra cosa.

    Mi sonrisa se ensanchó apenas al escuchar su respuesta, momento que aproveché para echarle un nuevo vistazo fugaz de reojo, y me encogí de hombros, inclinándome hacia delante para hundir levemente los dedos de una mano en el agua. La saqué no mucho después y levanté el brazo, intentando salpicarle el rostro con un movimiento de dedos fugaz y fallando estrepitosamente en el proceso.

    La tontería me sacó una risa ligera y volví a centrarme en la piscina después de la misma, sacando las piernas para cruzarlas delante de mí.

    —Está bastante bien el agua, dan ganas de meterse dentro —comenté, observando las ondas que las gotitas iban dejando cada vez que caían contra la masa de agua—. ¿Qué dices? ¿Te apetecería darte un baño exprés conmigo? You know, a lil' bit of morning adventure~

    Ni de coña se me había olvidado la última conversación que tuvimos y cómo de mal acabó, hasta el punto de quitarme las ganas de seguir hablando con él por un buen tiempo. La cosa era que ya había pasado un buen tiempo y no tenía mucho motivo para seguir holding grudges, so there was that.

    Además, nada me quitaría las ganas de divertirme un rato siempre que la situación se presentase, fuese con quien fuese~
     
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    Insane

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    Denoté el intento de echarme algo de agua, la cual no llegó ni de cerca, sacándome una ligera sonrisa al escucharla reír. Welsh era por demás extrovertida, y podría verla en un matiz completamente diferente al que me movía personalmente. De cierta forma, su personalidad resultaba en una compañía agradable.

    Descendí las pupilas hasta dar con las suyas, por la invitación de meternos en la piscina a tempranas horas de la mañana. Estiré el labio hacia la izquierda.

    —Una aventura matutina —repetí sus palabras en un murmuro inaudible—. Prefiero prestarte mi ropa para cuando salgas, ya que no traje sudadera hoy.

    Repasé su uniforme y regresé a sus ojos.

    >>No vaya a ser que te enfermes por estar húmeda toda la mañana en clases~
     
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    Amane

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    Ni en mil años hubiese esperado que Suiren, posiblemente una de las personas más tranquilas que había conocido hasta el momento, aceptase la locura de darse un baño en la piscina antes de empezar las clases. La cosa era que, bueno, algo así nunca me iría a parar de intentarlo de todas formas, porque... ¿qué había de divertido en no arriesgarse ni un poquito por miedo al rechazo~?

    La propuesta que me hizo en su lugar fue mucho más adecuada a su personalidad y la acepté sin alterar ni una pizca mi sonrisa, igualmente satisfecha por las posibilidades que sus palabras ofrecían. Mira por dónde, si es que había topado con todo un caballero, ¿eh~?

    Me levanté, pues, y le dediqué una nueva sonrisa sedosa mientras comenzaba a desabrocharme la camisa del uniforme, sin ninguna clase de pudor encima. Acorté la poca distancia que nos separaba y coloqué la prenda sobre su hombro, siguiendo después con el mismo proceso para dejar caer la falda a mis pies y delante de él.

    Not my first time, tho~ —murmuré, cerca de su rostro al haberme inclinado para dejarle un beso de nada sobre la mejilla.

    No pasó mucho más hasta que me tiré a la piscina desde esa misma posición, buceando un poco hasta que finalmente tuve que sacar la cabeza para coger algo de aire. Me eché el pelo hacia atrás, pasándome también las manos por la cara para poder abrir los ojos sin problemas, y nadé hasta volver al bordillo de la piscina, apoyando los brazos sobre el cemento para poder mirar a Suiren con la sonrisa deslumbrante plantada sobre los labios.

    >>Ahora sí que he disfrutado de la temperatura del agua~ —canturreé, claramente divertida, y extendí un brazo hacia él para que me ayudase a salir del agua.
     
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    Insane

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    En cuanto se levantó y comenzó a desabrochar los botones de la camisa me quedé fijo en sus ojos, sin descender la mirada pese a caer la primera prenda y luego sentir el peso de la falda a sus pies. Podía darme cuenta el que no se sentiría incómoda, sin embargo no me tomé la libertad de repasarla pese al murmuro, sintiendo sus labios en un toque fugaz en la mejilla.

    Pestañeé con parsimonia en lo que se lanzaba al agua.

    —Nadas bastante bien, señorita —sujeté su mano entonces luego de verla recorrer la piscina, ayudándola a salir para ya después desabrocharme la camisa escolar y quedarme con la blanca de fondo—. No vaya a ser que se transparente tu ropa en clase, luego puedes regresarla.

    Se la acomodé sobre los hombros para cubrir su cuerpo semi-desnudo, quitándome los lentes, ya como tal escaneandola con naturalidad hasta finalizar en el azul ajeno, repasando luego la hora en el reloj de mano, susurrando entre tanto:

    —Espero no te moleste mi perfume, Welsh~

    Me di vuelta entonces. Debía ir a rectoría y eso antes de que sonara el timbre, y ver a Kasun igual en la tercera planta.

    >>Te acompaño a clase.
     
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    No esperaba que me ofreciera algo, nunca lo había esperado, y en el contexto en que estábamos mucho menos iba a bromear con nada relacionado. Así como le había dicho al imbécil de Wickham y a Yuzu, puede que lo único que buscara era que Sasha ejerciera su derecho a escupirme encima, porque al menos en las paredes de esa escuela, me parecía que solo ella tenía de verdad los motivos suficientes para querer hacerlo sin que buscara cobrarle algún karma después.

    Además, estos juegos de orgullo nunca habían sido lo mío.

    De ahí que la burla ligera, casi imperceptible en su voz, no me arrancara ninguna reacción real. Le seguí los pasos no mucho después de que ella se pusiera en marcha, la vi girar a medias el rostro en mi dirección y me encogí de hombros, porque todavía no había analizado a dónde ir y de hecho fui descartando espacios conforme bajábamos los pisos.

    La opción que me quedó parecía un chiste de mal gusto.

    Como fuese, me detuve en la máquina de abajo para comprar dos refrescos, ni siquiera me fijé en los sabores y caí en cuenta después, cuando me había agachado para tomarlos, y lo dejé ser. Ya luego vería si lo quería o no, era un poco indiferente y de por sí ahorrarme un refresco no iba a sumarle números a la pasta que estaba guardando, no los suficientes.

    —Puedes asumir a dónde vamos —dije un poco al aire cuando enderecé los pasos con intenciones de dirigirme a la piscina.

    La tensión que me cayó en el cuerpo fue de película, se expandió como un relámpago al golpear la superficie del agua y esta vez sabía que Sasha no haría las veces de parrayos ni por asomo, así que dejé la energía rebotar hasta amenazar con reventarme los huesos. El clima no tenía nada que ver con el ambiente general que había en el espacio, pero era mejor eso a que lloviera, así no debíamos quedarnos adentro.

    No quería más paredes.

    Asumí que me seguiría, pues porque de no hacerlo no habría aparecido en el pasillo de primera entrada, así que al llegar al terreno de la piscina avancé hasta la orilla para poder sentarme. Dejé ambos refrescos a mi lado, escarbé en el bolsillo hasta dar con la foto arrugada y la dejé en el suelo boca abajo, en realidad la estampé allí de un movimiento que pareció cargar toda la furia condensada que tenía. Llevaba cargando esa mierda desde ayer, estaba intensificando mi propio maleficio quizás en un intento por no olvidar.

    Que todos no éramos más que un montón de diablos y debíamos pagar.

    —¿Les creíste? —dije con la vista puesta en el agua, me tuve que esforzar por contener la ira que me estaba comiendo vivo, traté de sonar lo más compuesto posible y no supe si lo logré—. La mierda que sea que dijeran que hice, ¿les creíste sin más?

    No la estaba condenando por ello.

    Solo quería saberlo de su boca.

    we me la arrastré directo y solo cuando ya terminé el post pensé que igual debí hacer la transición más gradual HJASJEB perdón
     
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    Gigi Blanche

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    El camino hasta la planta baja se hizo lento y pesado que te cagas, eso de no hablar no era lo mío. Me detuve a una distancia relativamente prudencial de la máquina y me distraje a la fuerza observando los alrededores en lo que él compraba las bebidas, golpeteando aún la bolsita del almuerzo contra mis piernas; parecía un movimiento distraído, suponía, pero no dudaba que sólo estuviera intentando canalizar parte de los nervios que me comían el estómago.

    Los ruidos me indicaron que había acabado la transacción, así que deslicé la mirada hacia él justo cuando me rebasaba. Sus palabras rebotaron y me quedé quieta un instante antes de empezar a seguirlo; ahora que iba detrás suyo, pude esbozar sin culpa una sonrisa amarga y cargada de ironía.

    Tenía que ser una puta broma, ¿no?

    El sol me abrazó y entrecerré los ojos, sintiendo un revoltijo extraño entre su calidez reconfortante y todo lo demás. No puse pegas, pese a la gracia del asunto, a decir verdad lo dejé correr en cuestión de segundos e intenté enfocarme en el presente. El agua tintineaba bajo la luz del mediodía y la repasé con la vista, llenándome los pulmones de aire. Su pregunta regresó. No la de la desconexión, sino la otra.

    Se sentía muy lejano.

    Reinicié el camino a paso lento, Arata se había sentado a la orilla de la piscina pero en cierto punto me detuve en seco, hasta el último músculo del cuerpo se me congeló. Fue al ver aquel pedazo de papel que acababa de estampar en el suelo, al sentir los susurros vaticinando la realidad. Hubo un apagón, me apresuré hasta estar arrodillada a su lado y no quité los ojos del papel ni un instante. Ni siquiera supe dónde dejé mi almuerzo; sobre el césped, quizá. Daba igual, tenía una inscripción. Era rosa. Estaba en inglés.

    Sus palabras me alcanzaron, pero fueron un eco distante. Ya sabía lo que era, Dios, y aún así sentí que iba a morirme de algo en el pecho durante los segundos que me llevó recogerla y darle la vuelta. No pude mirarla más de un instante, me quemó en todo el cuerpo y cerré los ojos con fuerza, incorporándome casi de un brinco. Me quedé estática, dándole la espalda a Arata, incapaz de procesar nada a una velocidad decente. Vergüenza, ira, asco, miedo. Todo se me revolvió dentro, la punta del marcador crepitó contra mi piel y me sentí jodidamente expuesta.

    ¿Por qué mierda tenía esa fotografía?

    Y peor, ¿por qué coño me la mostraba?
    ¿Era su trofeo de caza, acaso?

    Cálmate, Sasha.

    Concéntrate.

    —¿Qué haces con esto? —pregunté desde mi posición, agitando la puta foto levemente, y me las arreglé Dios sabe cómo para voltearme y enfrentarlo.

    Bajé el brazo casi de un golpe seco y me quedé quieta, a la espera de su respuesta. Me importaba un coño su pregunta inicial, no tenía intención alguna de responderle sin atender esto primero.


    nah, no pasa nada owo
     
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    Zireael

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    Mostrarle la foto era cruel, sin importar los motivos lo era y lo sabía, pero tampoco se me apetecía mentirle. No quería solo aparecer, preguntar y pretender que nunca me habían dejado esa mierda en el casillero, que no sabía lo que le habían hecho. Habían cosas con las que no podía lidiar a punta de mentiras y esta era una de ellas, por eso había estampado la foto en el suelo y si solo le servía para encontrar más razones para mandarme a la mierda, pues bien.

    Cuando quise darme cuenta había dejado sus cosas en quién sabe dónde y se arrodilló a mi lado, mirando el papel que no tomó hasta después. Esperé, sentí que lo hice una eternidad y la tarde en la piscina palpitó en mi memoria, hostigándome. Recordé también el pasillo, cuando me encontró la mañana siguiente a lo de Ryouta y me ayudó a volver al centro, como el parrayos que podía ser.

    Me lo habían arrebatado, ¿no?

    La oportunidad de crear lazos con alguien.

    Como había hecho por mano propia por años.


    Sasha se incorporó prácticamente de un brinco y sentí el resto de sus movimientos como si tuviese putos ojos en la espalda, desde su inmovilidad hasta cuando por fin se giró para enfrentarme. Pasó de mi pregunta, naturalmente, y yo permanecí estático. Una parte de mí se preguntó si la foto le servía para confimar la putada que le habían dicho, la que fuese.

    —La metieron en mi casillero ayer en la mañana —respondí pasados unos segundos—. Como una puta oreja cortada, un trofeo o qué sé yo. Se ve que creyeron que debía darles las putas gracias o algo.

    Medio giré el rostro, no sé con qué fuerza lo hice, pero solo busqué distinguir su silueta y apenas lo hice los relámpagos se me espacieron por el cuerpo de nuevas cuentas. Estaba molesto conmigo, con ellos, con la vida entera.

    —¿Te piensas que te vendí por esto, un trofeo de la desgracia y unos billetes si acaso? ¿Es eso? —añadí sin darle casi ningún espacio de respuesta y alcé la voz por primera vez, no recordaba haberle hablado así ni siquiera a Wickham—. ¡Me fui al demonio para evitar que siguieran jodiendo y me salió como el culo! ¡¿Unos jodidos móviles, un error de críos y termina así?! ¡Seré un puto paria, Sasha, pero no soy un mierdas!

    No de estos en específico.

    No me di cuenta al principio, pero a mitad de todo lo que había escupido la voz se me quebró y cuando caí en ello me callé. Pasé saliva una, dos veces y regresé la vista al frente de un movimiento brusco. Me llevé las manos a rostro, me enjuagué los ojos y arrastré las manos hasta hacerme con mi propio cabello.

    —No soy un puto traidor —sentencié, modulando el tono por fin—. No lo soy y si quieres creerme o no me da lo mismo, porque sé cómo me veo, pero también sé lo que soy. Puedes escupirme, patearme, cagarte en mis muertos o lo que te salga del coño.

    Tomé un montón de aire, me llené los pulmones y deseé arrojarme de cabeza en la piscina para desaparecerme de allí. Presioné el cabello entre mis dedos en un burdo intento por volver a centrarme, aunque la ira siguiera comiéndome vivo, pescando bocados cada vez más grandes.

    Ya no quedaba casi nada que morder.

    —Cuando me asomé a tu clase y casi me como a Mason de un bocado venía de hablar con el maldito inglés.
     
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    Gigi Blanche

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    Mi pecho siguió enroscándose sobre sí mismo conforme esperaba por una respuesta, por obvia y predecible que fuera. Había muchas cosas que no entendía ni conectaban apropiadamente, y me estaba costando atar hilos a la velocidad necesaria. Lo primero que sentí fue un fogonazo de ira. Los hijos de puta habían dicho que la foto sólo era un puto seguro y ahí estaba, en manos de Arata. ¿Trofeo? Sonaba bastante apropiado, sí, pero ¿trofeo para quién?

    Seguía inmóvil, incapaz de decidir entre salir corriendo o hundirme en la tierra hasta desaparecer. Que medio girara el rostro en mi dirección me forzó a regresar la atención a él, suponiendo que seguiría hablando, y sus palabras se me clavaron en el cuerpo. Me sentí jodidamente expuesta y, en cierta forma, regañada. Me pateó el orgullo, pero aún así me contuve de reaccionar pues las piezas cuadraban cada vez menos. En vez de anudarse, más y más hilachas aparecían flotando en todas direcciones. Ondeaban, dudaban y se tensaron de repente cuando Arata alzó la voz. Lo hicieron junto a todo mi cuerpo y el corazón se me comprimió en el pecho.

    ¿Qué mierda era esto?

    ¿Por qué... estaba tan enfadado?

    Nunca había habido personas explosivas a mi alrededor, al menos no lo suficiente para activar botones viejos. Me quedé y me quedé allí, escuchando cada una de sus palabras. Su ira burbujeó con la intensidad suficiente para aplacar la mía y hacer temblar los cimientos. Quise pedirle que parara, que no quería que gritara, pero mi voz no salió.

    Tenía un auténtico desastre de emociones en la cabeza, en el pecho y en todo el cuerpo, pero su voz se había quebrado y lo noté claramente. Una de las hilachas, tensas, se había fragmentado como un trozo de cristal. Seguía sin entender, pero ya no estaba segura que fuera lo primordial. Aguardé, lo vi taparse el rostro y jalar de su cabello hacia atrás, y sus palabras resonaron. Claramente había hablado con Joey y Alisha, pero no sabía cuándo ni en qué condiciones. Ni por qué.

    Que no era un traidor, decía.

    ¿Habría sido una traición, de todos modos?

    Si no me debes nada.
    La seguidilla de opciones, contra todo pronóstico, llegó a aflojarme una sonrisa leve. ¿Patearlo? ¿Escupirle? Dios santo, ¿qué clase de chica se pensaba que era? Seguía sin entender, pero los viejos hábitos no se quitaban y sencillamente me resultaba imposible obviar cuán afectado se veía. No lo entendía, pero lo veía. Quizás era eso lo que siempre había esperado de las personas que se fueron.

    Que, al menos, les afectara hacerlo.

    Había hablado ayer con Joey, luego de... luego de recibir la foto, ¿cierto? Suspiré, lo hice para aflojarme la tensión del cuerpo y me senté en el suelo, arrodillada. Junté las manos sobre mi regazo. No estaba precisamente a su lado, pero tampoco estaba lejos. Pude hablar sin alzar la voz, y lo hice observando su perfil.

    —¿Por qué enviaste a Cayden, Arata? —inquirí, ya no con la ansiedad reciente ni mucho menos la burla de antes; tampoco era plano. Sólo quería entender—. ¿Por qué no me buscaste y ya? Dios, no voy a comerte.
     
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    Zireael

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    Este desastre era un caos de conexiones, habían cientos de hilos, de torbellinos girando sobre sí mismos y no acababan de conectar entre sí ni con nada más que nosotros y el otro par de imbéciles. Era todo un desorden de hilos que se chamuscaban entre la electricidad, el fuego que nacía de ella y volvían a surgir de todas formas, con la fuerza suficiente para aplastarnos.

    No supe si la estaba regañando o no, mi furia no supo darle dirección y la fuerza con la que le hablé no iba realmente dirigida a ella, pero le tocó comérsela. Una parte de mí estaba harta de saber que la gente a mi alrededor no esperaba reacciones de mi parte, que creían que todo me importaba tres mierdas y por consecuencia que la ira que me comía vivo parecía venida de ninguna parte.

    Pero surgía de ninguna parte y de todas a la vez.

    Con la fuerza suficiente para reventarme los huesos y sepultar el enojo ajeno.

    Puede que fueran los únicos estándares que mantuviera en mi vida, pero nunca había vendido a nadie con el que hubiese hecho un negocio, por mínimo que fuese y quizás surgiera de mi propia capacidad de tomar hilos para atarlos, pero eso me permitía saber que nadie me vendería a mí o disminuía bastante las posibilidades. Yako me había forjado así, Yuzu lo había relevado y por eso, por primera vez, puede que la culpa fuese suficiente para colapsarme.

    Había fallado a uno de mis principios fundamentales.

    Aunque mi moral no valiera para nada.

    Sentir su voz más cerca o algo así estuvo a nada de hacerme reaccionar, los músculos se me tensaron con la intención de levantarme de un brinco y poner distancia de nuevo, porque era lo más natural, pero me contuve y me mantuve allí, como un generador esperando por estallar. Su pregunta me arrancó una risa, no fue de las de siempre, fue jodidamente amarga y no volteé a mirarla.

    —¿Eres nueva acaso, Sasha? —La cosa podría haber sonado a burla, pero ni una sola variación en el tono lo lanzó hacia ese terreno—. Porque era más fácil. Me cago en mi puta vida, era mil veces más fácil y nada tiene que ver con que muerdas o no. Cayden solo fue mi cabeza de turco, le arponeé el pecho para que se quedara conmigo y lo usé a voluntad.

    Flexioné las rodillas, anclé una brazo en cada una y dejé ir mi cabello de golpe, dejando caer los brazos hacia adelante. Clavé los ojos en el agua, los reflejos que se arrancaban de ella y caían sobre mí, sobre los bordes, todo fuese por no mirar a Sasha.

    —Extirparse es siempre más fácil y todos somos los suficientemente estúpidos para creer que esa es la cura.
     
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  10.  
    Gigi Blanche

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    Su respuesta endureció mis facciones, al menos la parte que había pretendido suavizarse cuando su voz se quebró justo frente a mí. No tenía a la mano la calidez ni el corazón de oro que papá había intentado convencerme que poseía, me habían quedado dentro del cuarto oscuro en condiciones que me asustaba chequear. O quizá siguieran conmigo, sólo que demasiado asustados para asomar la cara. Tendrían miedo de que vuelvan a pisotearlos, jugar con ellos y dejarlos desprotegidos. Que así era más fácil, decía.

    Yeah, that's an old one —murmuré prácticamente para mí misma, bajando la mirada a la fotografía que aún tenía en la mano, y volví a leer la inscripción rosa. Mi tono se volvió monótono—. Supongo que sí, es más fácil así. Para ti, claro. O al menos lo fue por un rato, si no ¿por qué estarías aquí?

    No es propio de los cobardes dar la cara, Arata.

    Aunque evitar mirarme sí lo es.

    Ponte de acuerdo, ¿quieres?

    Volví a alzar la cabeza, a hablarle a su puto perfil, y deshice mi posición para sentarme con las piernas cruzadas. Mi mano, la que cargaba la foto, cayó en el hueco entre ellas.

    Well, tu cabeza de turco tuvo un timing bastante de mierda; no que sea su culpa, de hecho nada de esto es su culpa, but facts are facts. Vino a soltarme la bomba y básicamente a decirme que tú te estabas desapareciendo del mapa cinco minutos antes de que me marcaran como ganado. ¿Qué crees? ¿Que había alguna posibilidad de que no les creyera? Si todo encajaba de maravilla.

    El tono se me había tintado de acidez conforme hablaba, al final solté una risa nasal y meneé la cabeza, desviando la mirada al agua. Su reacción medio me había convencido con bastante certeza de que lo que Joey había dicho era mentira, pero eso no quitaba el resto de la cagada. No quitaba el hecho de que, si hubiera sido un imbécil decente y dado la cara en vez de enviar a Cayden, las cosas no habrían ido tan mal. Solté el aire por la nariz y bajé la mirada a la foto, le di la vuelta y me quedé allí, espiralando en el montón de mierda. Si me descuidaba, los costados de mi visión se empapaban de rojo.

    Y lo que agregué, otra vez, fue prácticamente un pensamiento en voz alta.

    But why the fuck would you care, anyway?
     
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    Zireael

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    Si algo quedaba de la Sasha que había comenzado a conocer ahora estaba detrás de veinte capas de concreto, ni siquiera podía culparla y era por eso que estaba allí buscando cualquier atisbo de ira que fuese capaz de dirigir a mí, porque puede que lo mereciera tanto como el otro par de idiotas. Que sí, que la bronca databa desde antes de mi presencia, pero solo parecía haberles dado el empujón y luego fue demasiado tarde para arrancarme como el tumor que era.

    No alcancé el cuchillo a tiempo.

    No era la primera vez que me fallaban los reflejos.

    Tomé un montón de aire, lo solté de golpe y no respondí a lo primero que dijo, porque claramente me refería que era más fácil para mí. Siempre era más fácil para el que se arrancaba, de alguna forma, el dolor no desparecía, pero a su vez se evitaban otros algo más fuertes si acaso. Era como ponerle una bandita a un cristal destrozado, lo sabía, pero tampoco conocía maneras diferentes de hacer las cosas.

    En general no tenía tiempo para estas mierdas.

    La escuché decir lo del timing de mierda de Cayden, lo hice y seguí con los ojos pegados en el agua. Puede que si la miraba el suficiente rato acabara por teñirse de rojo como el mundo, no estaba seguro y tampoco me molestaba averiguarlo. Sus palabras rebotaron en mí, la acidez de su tono y la primera gota de sangre cayó en la piscina, dándole un tono muy cercano al rosado. Ni siquiera parpadeé para deshacer la ilusión.

    Que por qué me importaría decía.

    Sí, ¿por qué coño me importaría?

    No lo sabía.


    No sé cómo pero me puse los cojones en mi lugar, lo hice para poder girar por fin el rostro y mirarla, aunque ella ya hubiese puesto los ojos en el agua y el tinte que había allí se trasladó a ella. Fue una mierda horrible, porque pude ver la silueta de la foto y quise arrancarme los ojos si servía para arrancarme esa imagen, pero era inútil.

    —No te estoy culpando por creerles. —Fue lo único que corregí, lo hizo con firmeza y tuve que pasar saliva para regresarle estabilidad al tono antes de que se me volviese a quebrar o algo—. Pero claro, ¿por qué me importaría? ¿Qué debería importarme lo que te suceda, grandísima idiota?

    Fue como el flash de una cámara, pero recordé cómo había salido corriendo hacia el Hibiya luego de ver a Yuzu descompuesta en llanto por la noticia de lo de Yako, fue un instante pero bastó para anudarme algo en la garganta. Seguía mirándola no sé con qué fuerza de voluntad, pero lo hacía, y por eso mismo lo que apareció frente a mis ojos después fue aquella unión rara que había hecho en el pasillo el día que le dije cómo me llamaba.


    Con su jodida chispa de luz en las estrellas.

    Esta maldita niña estaba hecha de oro, tenía que estarlo.

    Pero lo habían fracturado todo.


    —Me debería importar un demonio, porque tampoco soy un santo y no soy nada tuyo —repliqué completamente hastiado—. ¿Qué es entonces? ¿Un jodido capricho? ¿Una ilusión? La maldita chispa de luz, Sasha, ¿qué demonios hago con ella? ¿La meto al basurero? Debí decirte que ese puto dinero siempre está maldito, pero no lo hice, mandé a la cabeza de turco y la seguí cagando. Pero así como el timing de la mariposita fue una mierda lo fue el mío para extirparme.

    Bufé, fue casi inconsciente y ya que había encontrado los huevos para mirarla, me quedé estático allí. Fue como si me hubiesen atorado los engranajes en una sola posición.

    —La jodida deuda —murmuré terriblemente serio y con los gestos comprimidos—. Es mía ahora. Sé que no regresa el tiempo ni borra lo que pasó, no lo hago por eso, pero tampoco tengo claridad de por qué lo hago más que para dejar en claro que no vendo a nadie que haya acudido a mí, así sea por dos putos móviles.
     
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    Gigi Blanche

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    No estaba segura por qué antes apenas había podido ver la fotografía y ahora parecía no lograr despegarme de ella, pero tampoco me lo cuestioné demasiado. Quizá fuera la simple comodidad que encontrábamos en los lugares conocidos, por oscuros y aterradores que fueran. Daba igual, seguían siendo mejor que todo aquello lejos de nuestro control. Las voces se perpetuaban, las luces asfixiaban, pero daba igual. Había existido allí, me había fragmentado y los pedazos seguían dispersos. Quizá por eso me aferré a la foto, antes de lidiar con la bomba de tiempo impredecible que parecía ser Arata.

    Porque en esa foto estaba yo, todo lo que me pertenecía y aún no recuperaba.

    Y si la negaba, ¿no era negarme a mí misma?

    También pecaba de hipócrita, pues allí estaba echándole el muerto cuando era el mismo tipo de imbécil. Puede que no me arrancara con la misma contundencia, puede que me convirtiera en una sombra callada e indiferente hasta que las personas decidían irse, pero el resultado era el mismo. Y no sabía cuál era peor. Lo había pensado ayer, cuando dejé a Maze solo frente a mi pupitre. Arrancarse dolía, y a veces también aliviaba. Lo entendía. La diferencia era que en ningún momento había pretendido desaparecer de la vida de Maze, sólo necesitaba tiempo para rearmarme.

    Pero ¿y él? Él quería botarme, ¿o no?

    Ese era el problema.

    Sentí su mirada sobre mí por fin, pero me tomó un par de segundos corresponderle el gesto. Su voz sonaba diferente cuando la dirigía directamente hacia mí, era más áspera y me tensaba un poco más el cuerpo. Lo hacía más real e inminente, como si en cualquier momento pudiera incorporarse e irse sin más. Volví a sentir como si me regañara con aquello de la "grandísima idiota", fruncí ligeramente el ceño y algo se me amarró en la garganta. Algo muy parecido a las lágrimas.

    La chispa de luz.

    Un montón de imágenes de todo tipo se amalgamaron entre nosotros, frente a mí, y acabé por recordar la vez en los casilleros. Cuando el imbécil había aparecido hecho una desgracia y busqué la chispa de luz que había dentro de su pecho, la chispa de luz que todos, según mi abuela, poseíamos, para mostrársela. Para que viera que no estaba hecho de pura oscuridad. ¿Había servido de algo? Lo dudaba, pero eso no importaba. No hacía las cosas para cambiar el mundo.

    Hubo un tiempo muerto en el que dejó de hablar y armé las ideas en mi cabeza, pero entonces agregó lo de la deuda y eso absorbió mi atención. Mi ceño fruncido se acentuó y una simple palabra brotó de mis labios casi en automático.

    —No —murmuré, rotunda, y retrocedí un poco—. No, no te corresponde. No te corresponde en absoluto, Arata. Esa deuda es mía.

    Me removí ligeramente y suspiré, enganchando mi cabello para arrastrarlo hacia atrás. Bueno, iba a tener que decírselo, ¿no?

    —Uno de los móviles que vendiste era de Alisha —agregué, seria, y una chispa de vergüenza se me revolvió en el estómago—. Lo descubrieron y por eso la deuda, porque es dinero que genuinamente les debo. Eso no tiene nada que ver contigo. ¿Que ese dinero está maldito, además? El dinero es dinero, me importa una mierda de dónde venga, sólo me interesa que pague las cuentas y los medicamentos de Danny.

    Por eso ya había llamado a Teruaki-san.

    Suspiré ligeramente, lo suficiente para cambiar el aire de mis pulmones y empecé a juguetear entre mis dedos. Sólo me quedaba decir lo que ya había pensado, aunque fue cosa de separar los labios y sentir el nudo en la garganta. Era como tener frente a mí a un fantasma, uno que en cualquier minuto podía desvanecerse y desaparecer de mi vista para siempre. No tenía una sola certeza, el más mínimo control sobre él, y tampoco juntaba el coraje para preguntar.

    Si luego de esto realmente iba a irse.

    —Y la chispa de luz es tuya, Arata —murmuré, el nudo en la garganta se tornó doloroso y tuve que bajar la vista; de repente me sentía como una niña asustada, oyendo lo que no debe desde atrás de la puerta—. Es tuya y va a serlo siempre, creas lo que creas de ti mismo. Demonio, santo, paria, da igual. Es tuya y punto. Como mínimo, al menos deberíamos saber lo que tenemos, ¿no?

    Por eso quise mostrártela.

    Un rato después, cuando medio me convencí de que no me echaría a llorar como una chiquilla, pude volver a alzar el rostro y mirarlo. Aunque el tiempo siguiera corriendo y me estuviera mordiendo los talones, agotándose. Aunque siempre se agotara.

    —¿Por eso querías hablar ayer? ¿Para decirme lo de la deuda?

    Siempre se me agotaba.

    me ganó el drama

    also memeo, andaba escuchando esa misma rolita para esta interacción JAJAJA the fuckin odds
     
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    Zireael

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    Había sido una bomba esperando por estallar toda mi puta vida y de hecho había explotado contadísimas veces, estallaba, me aislaba y luego algo o alguien tenía que regresarme a la superficie porque me quedaba atorado en las capas de la tierra. Con el imperio en ruinas las pocas personas capaces de semejante tarea habían desaparecido, recluidas a su propia manera, y ahora que estaba aquí amenazando con reventar el Sakura entero no tenía certeza de si podría recoger los pedazos y volver a unirlos para ser el bufón de siempre.

    Estaba furioso, pero también estaba jodidamente agotado.

    No creía en nada, nunca lo había hecho y aún así estaba al borde de aparecer en el santuario de la familia de Ko y pedirle a todos los dioses una sola cosa. La única que me creía incapaz de pedir, porque significaba que la casa que sostenía se derrumbaría apenas sacara el cuerpo de la hendija donde lo había metido para evitar que siguiera hundiéndose.

    Que me dejaran descansar.

    Si Sasha me estaba echando el muerto o no era indiferente, puede que al final del día Yuzu llevara razón y estuviera empeñado en sacarla de la mierda porque había encontrado en ella un espejo, apenas un fracción que reflejaba algo de lo que yo habría podido ser y me cagaba que la aplastaran de esta manera. No estaba seguro, no quería darle ese poder, porque era la clase de poder que Cayden le había otorgado a Kohaku, el que Sonnen le otorgaba a Hiradaira y el que ambos Kurosawa parecían haber encontrado en cada bestia descarriada.

    Los espejos nos daban una conciencia con la que no me creía capaz de lidiar sin desmoronarme.

    Prefería ver mi reflejo en Wickham, era menos doloroso.

    La vi fruncir el ceño cuando le dije idiota, pero no me callé y seguí allí, hilando mis mierdas como siempre. Me había dejado la máscara de arlequín en casa, la había enterrado bajo tierra o la había quemado, no sabía, pero me costaba reconocer la seriedad en mi propia voz y sentí como si fuera un ser humano distinto, puede que conectara con un fragmento diferente de mi propia tormenta. Uno que era capaz de entregarse a la muerte y los barrotes, en vez de pasarse la vida huyendo.

    Su negativa no tardó en llegar, tomé aire y lo solté, ni siquiera le impedí seguir hablando. Eché el rostro sobre el brazo que tenía reposando en mi rodilla, lo hice con un cansancio que no debería sentir para tener diecinueve años, y la dejé decir lo que hiciera falta. Ni siquiera reaccioné cuando dijo que uno de los teléfonos era de la Barbie, como si era de la mamá de Tarzán, la procedencia no podía importarme menos.

    Si su temor era la mirada de reproche, claramente jamás iba a recibirla de mí.

    Sin embargo, cuando mencionó los medicamentos de Danny algo me atravesó el pecho de lado a lado con la fuerza suficiente para cortarme la respiración. Lo peor fue que no se calló ahí y siguió, se agarró de la estupidez de la chispa de luz y puede que en otro momento me hubiese descojonado en su cara, pero ya no me quedaban fuerzas.

    Todo lo que yo tenía era electricidad sin contención.

    —Como si el móvil hubiese sido del Emperador, es que me da lo mismo —dije sin atender su pregunta como tal—. La misma pasta de mierdas robadas y de contrabando es la que ha pagado las cuentas de mi casa, la ropa de mis hermanos, la comida en la mesa. El dinero es dinero, tienes razón, y no por ello deja de estar maldito, Sasha. El primer billete que llega en semejantes circunstancias nos condena y aceptamos la sentencia porque hay alguien que depende de nosotros, vidas que no pueden correr el mismo destino, y así nos volvemos nuestros propios chivos expiatorios.

    Era la primera vez que soltaba la sopa a voluntad.

    Y me sentí terriblemente expuesto.

    —Vendí el puto trasto de la Barbie por mucho que no lo supiera, el pollo es tanto mío como tuyo aunque quieras pretender que no. Voy a pagar, sea que le dé la pasta al dúo de la desgracia o te la dé a ti si tú insistes en darles la tuya, pero alguien va a recibirla y si ya viste cómo conseguir dinero, sé inteligente y guárdalo para Danny. —Regresé la vista al frente apoyando los codos en las rodillas y volví a hundir las manos en mi cabello, solo en ese momento me digné a atender a su pregunta en realidad—. Quería hablar contigo por lo de la deuda y porque estoy hasta los huevos de correr. Estoy cansado, por Dios, y si corro para que todo salga igual prefiero dejar de hacerlo de una puta vez.


    the witchcraft never fails to impress me

    ahora disculpa me wa llorar-
     
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    Gigi Blanche

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    No había esperado o temido realmente que Arata, de entre toda la gente, fuera quien me juzgara por haberle robado el móvil a una compañera de clase. Las mismas condiciones en las que lo había conocido anulaban de raíz la posibilidad. El tipo había atravesado un vaso de beer pong con un cuchillo en una fiesta pija de preparatoria, supe desde el primer momento que iba a servirme y ese era el problema. Me había acercado a él por la mera certeza de que nada de lo que dijera o hiciera sería suficiente para sorprenderlo o espantarlo. Me había valido de su agotamiento, sus problemas y la vida que cargaba a cuestas para convertirlo en una suerte de escondite. Con él no tenía que ser la hija perfecta ni la estudiante modelo, pues su traje de bufón le quitaba el privilegio de darle importancia a los demás. Vivía por y para entretener. No tendría que haber habido forma de que se involucrara.

    Pero yo también me había equivocado.

    Lo había puto usado como un comodín, el jodido joker de la baraja, cuando en realidad era también una persona.

    Sabía que iba a darle igual la proveniencia del móvil, si no se lo había dicho era por una mera cuestión de no andar divulgando información innecesaria. Había sido por evitar precisamente lo que había ocurrido, vaya. A raíz de nuestras conversaciones, además, ya me había hecho una idea vaga de su situación. El dinero maldito servía como cualquier otro para mantener una casa en pie y poner comida sobre la mesa, eso era lo fundamental de la cuestión. El precio lo pagábamos nosotros.

    Pero eso nos daba igual, ¿cierto?

    No encontré una forma inmediata de refutar sus argumentos, en cierto punto abrí la boca para interrumpirlo pero no salió una palabra. Era difícil argumentar si traía a colación la situación de Danny, y recordé en ese instante por qué nunca decía nada relevante de mi vida fuera de la escuela. Sus movimientos, me pareció a mí, ya no cargaban tanta inestabilidad como antes. Regresó su atención al frente y me desinflé los pulmones lentamente. Su última respuesta destacó por encima de lo demás como marquesinas de teatro, era egoísta y no me importó. No me importó en absoluto, pues yo jamás había pretendido tapar el sol con un dedo.

    Me preocupaba por las personas y me preocupaba por él, no quería que desapareciera.

    Era tan simple como eso.

    Suspendí unos cuantos segundos de silencio y quietud hasta que por fin me incorporé. Fue suave, y con el mismo cuidado avancé hasta sentarme a su lado, de cara a la piscina. Me incliné al frente para meter la mano en el agua y reactivarla; borboteó, ondeó y el sol le arrancó destellos turquesa.

    —Lo entiendes, así que entenderás también que no me quedan muchas opciones —murmuré, regresando la espalda, y mantuve la vista en el agua—. Que si no acudía a ti, habría acudido a cualquier otro. En ningún momento tuviste control sobre la situación, Arata, y por eso tampoco es tu culpa. No tienes la culpa de nada, vaya. Sólo de lo que hiciste con tu amigo. —Se me aflojó una sonrisa vaga y suspiré—. Voy a tener que disculparme con él. No lo traté muy bien que digamos.

    Deslicé la mirada a su silueta, su postura y todo lo demás, y estiré la mano únicamente para darle un toquecito suave en una de las suyas, que estaban encima de su cabello. No pretendía que fuera un hechizo mágico, pero sí le estaba diciendo que intentara relajarse un poco.

    ¿Cómo no iba a estar cansado de correr si era todo lo que hacía?

    Era una persona, no el personaje de una baraja.

    —Si vas a ponerte testarudo, podemos dividirla a la mitad y ya. Serían... veintisiete mil quinientos cada uno. Y así, los dos somos inteligentes y guardamos el resto para lo que realmente importa. —No sabía realmente en qué momento había llegado a suavizar el tono, pero no tenía mucho remedio en general. Lo pensé cuando no me costó sonreírle, intentando animarlo un poco—. ¿Qué dices? A mí no me parece un mal plan. Por cierto, ¿tienes tu encendedor encima?

    Pregunta extraña para redondear la idea, por supuesto, pero no me molesté en explicar. Ya iba a entender.


    growth line yes yes yeees LETS GO
     
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    Zireael

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    Sabía que si no acudía a mí acudiría a otro, no era tan imbécil, pero así como era una carta relativamente segura podía ser también la que despedazara toda la partida. Aunque en realidad puede, de hecho, que el problema esencial fuese a quién le había robado el jodido teléfono, pero a mí eso no me interesaba como le había dicho. De dónde provenían las cosas que nos servían para poner comida en los platos nunca importaba lo suficiente ni cambiaba nada en sus puntos fundamentales y lo que estaba cagado, cagado se quedaba. Todo lo que quería era que cada diablo se quedara en su pedazo de Infierno y los que nos imitaban por desesperación pudieran conservar los pedazos que a nosotros nos faltarían toda la vida.

    El brillo en los ojos de mis hermanos.

    Y el corazón de tontas como Sasha.

    El mundo dependía de personas que poseían fuego o algo muy parecido.

    Quizás traer a la mesa el nombre que acababa de brindarme era trampa, pero esos nombres, esas identidades eran las que nos servían de ancla cuando el mundo parecía desmoronarse. Era la carta de emergencia, la bandera de tregua, el ultimátum o lo que hiciera falta. Lo que resguardábamos detrás de la torre o de la tempestad era lo único capaz de mantenernos el alma en el cuerpo, pasara lo que pasara. Nos volvía murallas y eso era tanto una ventaja como una desventaja, pero era lo único que conocíamos.

    Solo sabíamos resistir.

    La escuché incorporarse, de nuevo el cuerpo se me tensó de energía contenida como si fuese un jodido resorte esperando por liberarse y me obligué a controlar mis malditos impulsos de huida en lo que se sentaba a mi lado. La vi remover el agua con el rabillo del ojo y la escuché mientras el tinte rojo se diluía hasta desvanecerse, regresando el agua al tono turquesa de los azulejos.

    Tal vez también estaba cansado también de separarme de la gente como si fuese a pegarles la peste, no estaba seguro.

    La mención a lo de Cayden fue el equivalente a que me pateara el estómago, comprimí los gestos y me rasqué las raíces del pelo con cierta fuerza. Yako estaba muerto, Yuzu me había hecho el favor de meterme al bar de Minato pero me iba a chupar el alma por haber dejado que el mocoso se comiera una hostia, Cay había usado todo su puto espíritu rebelde para zafarse de mí, incluso si sangraba a borbotones. Si seguía así iba a quedarme solo y a su manera cada uno iba a morir. Justo como había sentido que a Sasha la estaba persiguiendo un jodido Shinigami.

    Me daba terror y había intentado huir de eso.

    De la jodida muerte.

    —No te preocupes por Cay —murmuré cuando sentí el toque de su mano—. Es delicadito de corazón, si lo saludas en el pasillo lo toma como la disculpa del siglo. Igual al pobre desgraciado hasta el diablo va a tener que pedirle disculpas un día a este paso.

    Escuché lo demás obviamente, pero no respondí de inmediato porque seguía intentado regresar a mi centro de forma definitiva. Despegué las manos de mis cabeza, me restregué los ojos y suspiré mientras asentía con la cabeza a ambas cosas, lo de irnos a medias y lo del encendedor. No tenía energía para negociar con ella mucho más y sabía que no iba a ceder de por sí.

    La miré de costado, todavía serio que daba gusto, pero su sonrisa me regresó algo al pecho y me di cuenta que incluso si no buscaba perdón, si eso se le parecía podía tomarlo. Conseguí aflojara el cuerpo, retrocedí para poder estirar la pierna sin hundirla en el agua y escarbé en el bolsillo por el encendedor, era de esos baratos, de un verde chillón bastante feo. No recordaba a quién se lo había robado, porque sin dudas no lo había comprado yo.

    —Si nos sobra un mísero yen deberíamos tomarnos un trago o directamente le robo una botella a alguien —dije bastante al aire mientras le alcanzaba el pedazo de plástico—. ¿Para qué quieres fuego de todas formas?

    im fEELING IT *shora*
     
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    Gigi Blanche

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    Que hubiera permanecido en su lugar cuando me acerqué ya contaba como una mini victoria, probablemente, lo mismo tras recibir mi toquecito y todo el rollo. Me daba gracia que me dijera que no me preocupara por Dunn cuando había días que sólo parecía capaz de hacer eso. Fueran los niños, fuera papá, granny, mi trabajo, las cuentas, la escuela, la casa o el seguro médico de Danny. Siempre estaba puto preocupándome por algo.

    —Me disculparé con él de todos modos —resolví, no era necesario pero decirlo en voz alta también lo convertía en una suerte de promesa conmigo misma—. Y tú deberías hacer lo mismo. No por lo que hiciste, sino por lo mucho que ese chico parece quererte.

    Mi único fundamento era en el embrollo que el pelirrojo se había metido por el simple hecho de hacerle el favor a su amigo, y entre eso y la claridad de sus ojos me bastaba y sobraba para emitir juicio. Quizá me equivocara, pero tampoco importaba. Aún así, si al final del día Arata se disculpaba o no con él no me inmiscuía, sólo quería cumplir mi deber moral recordándoselo. Era la regla que aplicaba con todos: dejaba la sugerencia suspendida en el aire y me iba.

    Aceptó mi sugerencia de la deuda y al menos me quedé tranquila respecto a eso. Por supuesto me jodía que tuviera que poner dinero de su bolsillo, pero no tenía ganas de seguir insistiendo. No ahora, que habíamos encontrado cualquier cosa remotamente parecida a un tiempo de tregua.

    Esperé a que sacara el encendedor y lo tomé, sin darle relevancia a su color. Me quedé jugueteando con él entre mis dedos en lo que Arata hablaba, y la tontería me aflojó una risa nasal.

    —Ahora que hago memoria, ¿no que querías que me tatuara también? —lo molesté, señalándolo con el encendedor verde chillón—. Se te acumulan las promesas, Shimizu, que lo sepas.

    Solté el aire medio de golpe cuando preguntó por el fuego, el pecho se me oprimió un poco y deslicé la mirada al otro lado de mi cuerpo, donde había quedado la foto. La recogí del reverso.

    Those fuckers, "sólo es un seguro para que pagues" dijeron. Ese día estaba particularmente idiota, con la de estupideces que les creí. —Tenía la foto en una mano y el encendedor en la otra, pero dudé y las mantuve sobre mi regazo—. Lamento que te hayan involucrado en esto, por cierto. Que sí, vas a decirme que también cargas responsabilidad, pero me refiero a... esto, concretamente.

    Al jodido pecado.

    Debería haber gozado el derecho de llevármelo a la tumba.

    Pero ni eso me permitieron.

    —Y no sé si sirva de algo o tenga sentido, pero voy a pedirte que lo olvides. Olvídalo, no es importante y no vale la pena que nadie se amarre a esto.

    Decir esas palabras, oírlas de mi voz en cierta forma me dio el impulso que necesitaba. Alcé la foto frente a mí y activé el pequeño incendio, acercando la llama hasta que lamió suavemente la esquina inferior del papel. Comenzó a consumirse lentamente, el fuego repiqueteando en mis ojos. Era un acto muy concreto pero también pretendía que fuera una especie de ritual, si se quiere. Una constatación de lo que acababa de pedirle.

    Olvídalo.

    Ya no existe.

    —Se creerán la gran cosa por ser malvados y atormentar gente en la escuela, por robar almuerzos y esconder apuntes, pero no son más que insectos. Jamás olvidé eso, y harías bien haciendo lo mismo. —Mi voz, si se quiere, se había sincronizado al vaivén del fuego, con todo lo que eso implicaba. No pretendí esconder la nota de oscuridad, de calma y certeza—. Son insectos y su reinado va a caer cuando salgan de estas cuatro paredes. ¿Cómo puede afectarme algo con tan poco poder? Pueden hacerme lo que quieran, da igual. Va a doler, sí, pero da igual. Ni siquiera vale la pena pensar en venganzas o ajustes de cuentas. Son sólo insectos.

    Solté la foto cuando el fuego iba a alcanzar mi piel, las cenizas se derramaron hacia el agua y seguí la caída. Giré el rostro hacia Arata, entonces, le alcancé el encendedor de regreso y le sonreí, por mucho que esa sonrisa no coincidiera con mis palabras.

    —Podemos aplastarlos cuando queramos.

     
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    Zireael

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    Sabía que decirle que no se preocupara era como decirle que no viniera a la escuela, la jodida cabezona se había aparecido allí luego del espectáculo del club y por rebote sería la misma cabezona que buscaría disculparse con Cayden, incluso si al otro no le hacía falta. Por la forma en que me había enfrentado entendía que el rechazo sí le había pegado, incluso si él huía de todo contacto, pero no creía que esperara una disculpa. Así como en teoría yo no buscaba perdón, pero aquí estaba.

    Que me dijera que debería disculparme con el cachorro me hizo soltar un bufido, no fue de molestia sino de resignación y es que por mucho que me jodiera llevaba razón. Cuando me salía del culo le hacía la vida de cuadritos, lo molestaba hasta que reventaba, pero también le hacía de cable a tierra si hacía falta y eso, para un imbécil de su clase, significaba más que todo lo demás.

    Era lo que tenía atar a un perro.

    Hasta los lobos respondían a un amo si se los sacaba del cubil a tiempo.

    No pretendía disculparme ahora mismo, puede que fuese un palo de dientes pero tampoco quería llevarme un manotazo por deporte, así que más me valía dejarlo calmarse y luego ver si podía reparar mi propio desastre. Además, me quedaban muchas noches de desvelo para pensar en cómo hacerlo, así que tiempo era lo que me sobraba, por desgracia.

    —El idiota que me dio el apodo tuvo la brillante idea de asignarme como la cabeza de un grupo de mocosos —murmuré casi al aire, fue prácticamente un pensamiento en voz alta en lo que ella aceptaba el encendedor—. Una chica, algo así como la segunda en fila y la que sigue siendo como nuestra hermana mayor me dijo que los cuidara. Solo quedan cuatro cachorros de la camada y solo dos siguen atados a mí.

    Su comentario del tatuaje me aflojó una risa por fin, que me soltó todo el cuerpo y me encogí de hombros con la vista puesta en sus manos que jugueteaban con el encendedor. No me acordaba de esa tontería, entre toda la mierda que decía a diario algunas se me quedaban perdidas, pero tenía razón.

    —Tiempo al tiempo, Pierce. Cumplo con mi palabra tarde o temprano.

    En cualquier caso, pronto mi atención se desvió a lo que pretendía con el encendedor y la foto. Debí darlo por asumido, pero había quedado medio aturdido por la oleada de ira que arrastraba desde el día anterior y ahora que el rojo parecía haber bajado de intensidad sentía el cerebro denso, espeso. Aún así escuché sus palabras con una atención estúpida, como si fueran una puta invocación en latín para desatar el caos en el mundo o algo y una electricidad diferente se me esparció por el cuerpo.

    Que lo olvidara pedía.

    Pero lo habían grabado con hierro caliente.

    El fuego lamió el papel e incluso allí, a la luz del sol, algo del tono rojizo alcanzó su silueta. No sé por qué demonios pensé en las quemas de brujas, pero lo hice y me hubiese gustado poder tener una jodida hoguera solo para arrojar allí ese pedazo de papel, que desapareciera en medio del fuego en un segundo. Su voz se sincronizó con el vaivén del fuego y los ojos se me quedaron pegados a la flama que consumía el pecado y la correa con la que pretendía ahorcarnos a los tres si todo se torcía demasiado.

    Ni siquiera vale la pena pensar en venganzas o ajustes de cuentas.

    ¿De verdad?

    Son sólo insectos.

    Somos.

    Podemos aplastarlos cuando queramos.

    Sus palabras fueron un mantra extraño, se alzaron con el humo negruzco de la foto y se deshicieron como las cenizas al tocar el agua, si acaso volví a la tierra cuando Sasha me regresó el mechero y encontré su sonrisa, que nada calzaba con todo el discurso que acaba de soltar. Con la foto consumida, la correa cortada y la ira regresando a su lugar fui capaz de sostenerle la mirada, ya no estaba con los gestos comprimidos, si no que había relajado las facciones.

    —Estamos en el mismo bote que se hunde y con la misma plaga de ratas, si ya no importa el dinero maldito, si se olvida el trofeo de caza. ¿Qué más da convertirnos en socios oficialmente? —dije mientras volvía a flexionar las rodillas para poder reposar el mentón en mi brazo—. Ven conmigo una noche, la que te sirva.

    Sabía que sonaba a puto delirio de fiebre, no me molesté en filtrarlo ni siquiera y todo lo que me permití antes de añadir algo más fue una sonrisa bastante más calmada que las usuales.

    —Para el tatuaje, digo.


    llevo aquí dos horas y me disculpo por este tocho-
     
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    Gigi Blanche

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    Dejé correr su bufido tras escuchar mi sugerencia (que también podía ser medio regaño, la verdad) como si fuera un niño que, por mucho que proteste, sabes que te escuchó y probablemente haga caso. Estaba allí, al menos, y suponía que moverse para aclarar los tantos conmigo era mucho menos importante que hacerlo con su amigo.

    Y bueno, en cualquier caso sería su problema.

    La explicación que repentinamente me dio llegó a confundirme un poco, al menos me tomó algo de tiempo conectar las ideas con lo que sea que estuviera pensando. Con el apodo se refería al de Honeyguide, suponía, y lo demás... ¿sería una gang o similar? O sea, que este tío fuera parte de una pandilla no le sorprendería a nadie, pero hasta la fecha nunca había hablado tan directamente al respecto. También supuse que uno de esos cachorros a su cuidado era Cayden, o al menos fue la conexión que encontré con la conversación anterior.

    Me lo pensé un poco, pero al final abrí la boca en lo que seguía tonteando con el encendedor.

    —A veces no lo pedimos ni lo buscamos, pero toca hacerlo de todos modos, ¿no? Por el simple hecho de asumir responsabilidades o para rellenar asientos vacíos. —Me distraje en el encendedor, rascando con la uña la poca etiqueta que le quedaba adherida—. Los niños perdieron a su mamá hace dos años y ninguno supera los ocho de edad, así que imaginarás lo que ha sido mi vida desde entonces. El noventa por ciento del tiempo no tengo idea lo que estoy haciendo, pero al final hay que hacerlo y ya.

    Si hubiese sabido que el chico quería empeñarse en tapar el espejo entre nosotros quizá no le habría soltado la información tan fresca, pero no lo imaginaba y tampoco me pasaba. A decir verdad, y sin atender demasiado a las razones, en vez de agobiarme me tranquilizaba encontrar puentes. Él había preguntado si m sentía desconectada, al fin y al cabo, y le había dicho que sí. El problema era ese.

    La ausencia de puentes.

    Su risa sonó bastante genuina y me alivió ver que poco a poco salía de ese estado en el que había llegado. Podría haberme preocupado que la balanza, ahora, se inclinara en mi dirección, pero no quise escucharlo. No quise recordar que me valía de reconfortar a los demás para ignorar mis propias voces pues necesitaba estabilidad, así fuera ilusoria y temporal.

    Mi discurso de turno también cargó su cuota de hipocresía. Más que reflejar lo que sentía, era en verdad un cúmulo de lo que, sabía, debería pensar, y lo que quería que él pensara. Así le servía mejor, así le sería más fácil olvidar. En cuanto a mí, bueno...

    Era más fácil si no importaba.

    Su propuesta tan repentina me hizo alzar las cejas y soltar una risa casi involuntaria. Miré alrededor, identifiqué el almuerzo en el césped y me incorporé para buscarlo.

    Partners in crime, you say? Qué emoción, siempre quise uno —solté por la puta gracia, y al regresar me enganché los zapatos con el pie opuesto antes de sentarme. Introduje las piernas en el agua, dejando la comida sobre mi regazo, y suavicé el tono al regresar la mirada a él—. Vaya, cielo, pensé que no ibas a decirlo nunca~

    Bueno, ya estaba de molestarlo. Siendo realistas, no tenía la más puta idea de qué podía llegar a hacerme un tatuaje, pero ¿qué más daba? Su propuesta me arrojó directamente a un evento concreto y me pregunté si tenía sentido que se lo dijera o no. En esencia la verdad era que no, pero ¿y si sabía algo que me ayudara a tomar la decisión?

    —Pues estás de suerte, I guess. Hoy a la noche se supone que esté en Minato. —Me incliné ligeramente sobre el bento para abrirlo, siendo consciente de que ya sonaba bastante raro aquello, pero antes de seguir ventilando los trapos preferí mirarlo y sonreírle—. No es casera esta vez, pero viene de la cocina de un café con muy buena puntuación en Google. No debería fallar, ¿verdad? En cualquier caso nos envenenamos juntos, si quieres, ¡como Romeo y Julieta!
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Siempre daba un montón de vueltas alrededor de las cosas que tuvieran que ver con los chachales, era como si me diese miedo abrir una cripta y lo que saliera fuese un espectro o un jodido vampiro dispuesto a darme fin. Sin embargo, así como Sasha sabía que yo no la juzgaría por una mierda, yo era consciente de que, al menos respecto a eso, ella tampoco lo haría. Además iba con mi personalidad, eso de haber estado metido de lleno en una pandilla, lo que había detrás de esa cortina de humo era otra cosa.

    Pocas cosas me importaban en la vida, si esta chica quisiera joderme en algún momento comenzaba a tener el poder de hacerlo.

    Su respuesta me alcanzó mientras seguía tonteando con el mechero, tuvo sentido para mí y asentí ligeramente con la cabeza sin dejar de oírla. Había una parte de esta chica que no parecía tener la edad de una cría de secundaria y puede que allí, en ese espacio muerto, hubiese encontrado lo más remotamente parecido a la calma en mi eterno caos silencioso. La gente con la que me enredaba a veces me resultaba incomprensible, tenían problemas de críos, los que yo debería tener, pero no comprendía ni me alcanzaban.

    El espejo de Sasha aterraba tanto como consolaba.

    Soltó que los niños habían perdido a su madre hace dos años y algo, lo que sea, me arponeó el pecho con más fuerza de la que me hubiese gustado. No lo dejé verse, pero el espejo siguió acercándose y me di cuenta que no tenía caso seguirlo rechazando, así como había tenido caso correr. Inhalé profundamente, me llené los pulmones y los vacié despacio.

    Había dicho la madre de los niños.

    No la suya.

    —Nunca se tiene idea de lo que sea hace —respondí, me di cuenta de lo calmado que sonaba cuando dejaba de jugar al bufón y la realización me sacó la sombra de una sonrisa—. Puede que al final solo importe cómo nos ven las personas de las que se supone que cuidamos y así se sigue, a pesar del dolor y el cansancio.

    Le había dicho a Sonnen que no preocupara a los suyos cuando Hikari lo dejó molido.

    Si su discurso era un reflejo de lo que debía pensar más que de lo que sentía realmente no era una novedad, pero tampoco iba a ser yo el que se pusiera a desmenuzar el asunto. A veces era necesaria esa cuota de hipocresía para volver a centrar las ideas y era la misma que, quizás, moviera la confianza en uno mismo y con ella otro montón de cosas. Cuando nos engañábamos con la suficiente fuerza podíamos vestirnos de leones.

    Mi propuesta salida del humo le arrancó una risa y seguí sus movimientos cuando se incorporó para traer el almuerzo que había dejado por allí en medio del torbellino inicial. Mientras hablaba hice un sonido afirmativo a lo de partners in crime y sonreí desde mi posición al oírle lo de pensaba que no iba a pedírselo nunca. No era la idea, pero ahora con la mierda en el cuello era más inteligente eso que lo otro, ¿cómo era esa tontería de historia? Lo de divide y vencerás. Servía en la calle, en la guerra y contra un par de matones.

    —Romper la ley solo a veces es muy aburrido —concedí todavía con el rostro reposando en mi brazo—. Se ve que hacía falta que me tocaran los huevos para que lo recordara.

    Había metido las piernas en el agua y se había dejado el almuerzo en el regazo, yo si acaso ajusté la posición pero no mucho más. La mención a Minato me pareció extraña, pero no tenía cara con la que juzgarla tampoco y viendo que sin quererlo nos andábamos pisando los talones, supuse que acabaría descubriéndolo tarde o temprano. Igual lo de morir envenenados juntos me hizo alzar las cejas y despegué el rostro de mi brazo, relajé toda la postura en realidad, estirando apenas la espalda.

    —Pues te pegaste la lotería, Rojita, porque el mismo barrio me espera hoy y por quién sabe cuánto tiempo más. ¿Has andado en moto? —Lo pregunté como si le preguntara por el clima y la cosa tuvo su gracia, aunque seguí moviéndome al otro tema—. Dije compañeros de fechorías, linda, no de suicidio. ¡Preferiría no morirme justo ahora! Pero dejarte morir sola no sería muy propio de mi parte, ¿o sí?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Ya lo había pensado un par de veces, en especial de aquel primer encuentro donde, debía insistir, el imbécil atravesó un vaso con un cuchillo y no llegó a espantarme. No estaba segura dónde yacían mis límites morales, si eran rígidos o maleables. Tenía más pinta de estirarlos hasta donde quisiera o me conviniera, la verdad. Si hacía memoria, habían sido muchas las veces que en Sydney robábamos golosinas de despensas viejas o costeras sin cámaras de vigilancia. ¿Alguna vez me lo había cuestionado, o generado remordimiento? En su momento habían pasado por travesuras de niños problema o simples juegos pasajeros, pero realmente marcaban el inicio de una línea.

    Y sobre esa línea se ubicaba ahora el resto de la mierda.

    Así que no, podía decirme que ayer había vendido un kilo de cocaína y probablemente no lo juzgara por ello, y no comprendía las razones pero tampoco me interesaba fabricarlas. Vivía mejor dejando a la gente hacer lo que les saliera del culo. Si acaso le admiraba que arrojara cuchillos a plena vista y se tatuara el tablero entero y le importara una auténtica mierda la opinión de los demás. De ese peso nunca me había deshecho.

    Pero quería hacerlo.

    Era muy molesto.
    Esbocé una sonrisa algo resignada ante sus palabras, pues se alineaba con lo que había pensado y era una cagada. La vergüenza, en todas sus formas, era una cagada que no soportaba. Puede que fuera el miedo más denso e irracional que cargaba encima; que junto a los planes de excelencia y la satisfacción de los trabajos bien hechos, también se alineara la eterna posibilidad de ya no estar a la altura de las expectativas. No tenía idea qué pensarían papá o Maze de mí si supieran en las que andaba, y me negaba a averiguarlo.

    —Cansa, sí. —Solté una risa que de cómica no tuvo mucho y exhalé por la nariz, como si intentara quitarme todo ese peso de encima—. La verdad es que cansa un huevo.

    Luego de buscar mi almuerzo, regresar y toda la mierda, su respuesta me arrancó otra risa breve y no mucho más. Una tontería por otra parecía un trato justo, y al menos prefería bromear al respecto antes de hundirnos en un pozo de ira y depresión. No era mi estilo en absoluto.

    Al parecer los dos acabábamos en Minato por vueltas del destino. Alcé las cejas como él, mofándome en voz baja por la pequeña coincidencia, y meneé la cabeza sin prisa.

    —Nop~ ¿Es una invitación? ¿Una advertencia? Whatever, I'm in. —El resto de la tontería me arrancó una risa más parecida a una carcajada corta y me incliné en su dirección para empujarle el hombro un poco; el movimiento me sirvió de resorte y regresé por la misma inercia—. Por supuesto que no, en absoluto. I mean, con el pedazo de caballero que eres, ¡a quién se le ocurriría!

    Bueno, en mis planificaciones esta conversación siempre había virado en direcciones mucho menos amistosas, así que sólo había traído un par de palillos. Me sonreí, pues no era ni por asomo la primera vez que me pasaba y empezaba a convertirse en una broma personal. Le quité la tapa al bento, pues, y examiné el contenido para descubrir en tiempo real qué coño había metido ahí en la mañana. Recién ahora notaba que no tenía idea.

    —Uhm... —murmuré, golpeteando los palillos en mi barbilla, y los fui usando para separar el contenido—. A ver, acá hay pedacitos de pollo frito. Esto es... ¿pizza? ¿Pizza de a cuadritos? ¿O lasagna aplastada? Man, this is hard. Mira, estos de aquí, ¿qué dices que son?

    Alcé una rebanada de alguna verdura encurtida, o marinada en salsa, qué sabía yo, y la suspendí entre ambos para escudriñarla.

    —¿Pepino, quizá? Creo que alguno de los dos tendrá que jugarse el pellejo para averiguarlo —suspiré, bastante dramática, y por la pura gracia le sonreí bien inocente—. Suena a algo que haría un caballero, ¿no~?
     
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