Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El revoltijo de emociones que sentía ahora mismo era bastante importante. Estaba la alegría espontánea de ver a Kakeru aquí, en el culo del mundo, para asistir a la misma escuela que mini Ishi y yo; pero también había dudas, algo de miedo y definitivamente un chispazo de ira. ¿Qué hacía en el Sakura, en verdad? Ya había visto demasiadas movidas extrañas de alumnos transferidos para no darle la debida importancia. ¿Debía preocuparme, acaso? Además estaba Shinomiya. Ya me lo había olido desde que nos llevó a la Cámara de Shibuya, él y Kakeru habían retomado el contacto. No era imbécil, sabía que habían sido amigos por muchos años y que Kakeru, por desgracia, le guardaba un aprecio casi ciego.

    Si lo pensaba con detenimiento, ese era un rasgo constante y desafortunado suyo.

    Dios, no confiaba ni un puto pelo en Shinomiya.

    Kakeru estaba estable pero los hechos hablaban por sí solos, y desde la noche de la mascarada me había dedicado a cuidarlo lo más posible. No me apetecía en absoluto que un narcisista del calibre de Shinomiya apareciera por su puta cara a arruinar el progreso que habíamos logrado. Y luego... bueno, luego estaba yo. El Sakura. Altan. No por nada lo había mantenido secreto.

    Mierda, sólo no quería desestabilizarlo.

    Suspiré, cerrando la puerta de mi casillero, fue más bien un montón de aire que liberé a presión. Por el rabillo del ojo vi que Kakeru y Kou se perdían escaleras arriba y mi mano se deslizó por el metal hasta regresar junto a mi cuerpo. Muy bien, iba a tener que tomar una decisión. No iba a ser lo suficientemente estúpida como para pretender proteger a Kakeru con mentiras y omisiones, ya habíamos visto cómo salió eso conmigo. Por otro lado, bueno, Altan parecía estar en su mundo y a duras penas nos habíamos visto en el último tiempo. No que me hiciera gracia, pero ahora de repente parecía ser de utilidad y todo.

    Me daba tiempo para pensar, al menos.

    Con el cacao mental en su punto máximo, Emily apareció de repente junto a mí. Abrí los ojos al verla y se me vino encima, la envolví en automático y luego se me aflojó una risa breve. Le sonreí apenas dar con su mirada, fue una mezcla de calidez y resignación.

    —Ay, Em —solté, meneando la cabeza, y le eché un vistazo a sus pies para corroborar que aún no había hecho el cambio. Volví a sus ojos—. No tienes idea lo que acaba de pasar.

    Me acerqué un poco más a su posición, como si fuera a contarle un secreto de Estado. Era consciente de que resultaba un poco extraño viniendo de mí la idea de ventilar mis problemas de buenas a primeras, pero a Emi ya le había contado buena parte de la soap opera en su momento.

    —Kakeru está en el Sakura.

    La dejé hacer sus propios cálculos, la verdad. Más temprano que tarde iba a entender gran parte de las razones de por qué era... complicado.


    el mood no pega como tal pero yo sólo quería estrenar mi cintita nueva :<
     
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    Zireael

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    Las decisiones que tomaba eran una mierda en grandes rasgos, lo sabía Dios, el diablo, Buda y cuántos pudiera enumerar, pero no significaba nada a largo plazo. No estaba echado a morir ni nada, pero no tenía el cerebro funcionando a la velocidad que necesitaba ni podía sacarme de la cabeza las estupideces de la escuela, lo de Shinomiya, las posibilidades silenciosas que había asumido, los presagios y todo lo demás. Daban vueltas y me aturdían, impidiéndome leer el mundo como lo hacía usualmente.

    Sin embargo, el lunes en la noche tenía un par de negocios con los cuchillos de Arata pendientes y podía atenderlos relativamente temprano, así que eso fue lo que pretendí hacer. Aunque tuve que moverme a Chiyoda, en teoría me daba tiempo de cerrarlos y volver a Shinjuku, pero, bueno, no habían salido lo que se dice bien. Había llegado a casa cerca de las once y me colé en silencio, para no despertar a mi madre y que viese el destrozo.

    A la mañana siguiente me levanté o me arrastré fuera de la cama más bien, y el pómulo izquierdo me lanzó un relámpago de dolor que me llegó al fondo del cerebro, la inflamación no me dejaba abrir bien el ojo. Me salté un día completo de clases, me inventé la excusa estúpida de turno y mi madre que salió y volvió tarde no se enteró de mucho más que el hecho de que estaba indispuesto. Mis tíos no pasaron por casa y yo me di por servido.

    No podía seguir saltándome clases, claro, aunque me venía como anillo al dedo así que me obligué a salir de casa luego del día muerto. Me fui antes que mi madre y ni siquiera desayuné hasta que cerca de la estación me metí dos latas de café a velocidad antes de subir al tren. Bastó para medio regresarme algo de funciones atencionales vitales, pero poco más.

    Al llegar a la Academia me quedé fuera un rato, junto al portón, así llevara agua como un perro y solo cosa de unos cinco minutos después encontré un remoto interés en entrar. Me sacudí las gotas de lluvia diminutas del cabello y estaba despegando la espalda del portón cuando una voz conocida me alcanzó, haciéndome lanzar la vista al suelo como un perro de una vez.

    —Buenos dí-

    Se cortó en seco, el saludo se le murió en la garganta y cuando quise darme cuenta tenía a Arata prácticamente encima. Me pescó del cuello de la camisa, corbata incluida y volvió a pegarme la espalda al portón. El gesto fue brusco que te cagas y aún así fue mucho más agresivo cuando me encajó la mano en la base de la mandíbula para obligarme a mirarlo. Comprimí los gestos, pero no me quedó más que verlo a los ojos.

    Big sis va a dejarme hecho carne molida en Roppongi —murmuró, aunque fue más un gruñido—. Te lo juro por mi madre, Yuzu me va a reventar las pelotas como te vea así. ¿Qué coño te pasó? ¿Vas a decirme que no echaste a correr a tiempo, puto imbécil?

    —No lo hice —confirmé en voz baja, pasando saliva después. Busqué zafarme de su agarre sin hacer mucha fuerza, pero fallé—. Suéltame, Mishi. Big sis no tiene por qué verme.

    —Suéltame, Mishi. —Me copió hecho una furia y sus dedos presionaron la piel con cizaña—. Te he dicho que dejes de meterte a Shibuya.

    —Chiyoda ya no es el idilio que recordamos, para que lo sepas. Llevo meses sin pisar Shibuya. —Medio pude decir acorralado como me tenía—. Tus cuchillos y la pasta que traía encima, se lo llevaron todo. Lo tenían planeado... y no lo vi, no lo sentí tampoco, por eso no pude correr a tiempo y me resistí. Not my best idea, that's for sure.

    —No deberías-

    —¿Ser fichado o atacado? Eso pensaba yo. Ahora suéltame, si se me agalopa la sangre a la cabeza siento que me muero, Mishi, me duele. —Fue prácticamente una súplica, pero me dejó ir como si le quemara y regresé la vista al suelo—. ¿Cómo vas?

    Bufó como un toro cabreado, me pescó de la ropa de nuevo esta vez para arrastrarme y obligarme a avanzar por el patio frontal. A ninguno de los dos parecía molestarnos la lluvia en sí misma y recordé que cuando sepultaron a Yako había caído un diluvio, lo que podía explicar más o menos el asunto. Además el frío del agua refrescaba la mente, me parecía a mí, y también el cuerpo o eso quise pensar.

    —El palo de dientes tiene la mente ocupada —interrumpió el tono plano de Sonnen desde un costado—. Pregúntale y verás.

    Eso bastó, fue el gatillo que había buscado por días y mi fuego se elevó como un obelisco, me surgió del centro del pecho y algo, lo que fuese, me mordió la yugular al mismo tiempo. El imbécil había hablado desde el lado más próximo a mí y me giré, echándole el peso del cuerpo encima sin éxito alguno, no lo desbalanceé siquiera pero me recibió y lo empujé en el pecho con ambas manos.

    —¡Deja de meterte en mi puta vida, Sonnen! ¡Eres un parásito! ¡¿Lo sabes acaso?! —Sus pozos sin fondo reflejaron mi ámbar, pero no reaccionó y no supe si eso me molestó más o menos. Deseé que hubiese algo en esos agujeros negros, algo que justificara mi fuego, pero no lo encontré—. You fucking-

    Come on, puppy. Bite me —murmuró en su inglés americano, revolviendo recuerdos inconexos—. Pero no es mi cuello el que buscas, ¿o sí?

    Me apartó sin fuerza real sujetándome por la ropa, me revolví como un loco y lo empujé de nuevas cuentas sin lograr siquiera hacerlo retroceder un paso. Era un puto chiste, la realización me molestó aún más y si no seguí con mis esfuerzo inútiles fue porque Arata me arrastró lejos de él, dejándolo allí a mitad del patio frontal. Me echó el brazo sobre los hombros, pegándome a él y me obligué a calmarme antes de que nos metiéramos al edificio y finalmente al pasillo de tercero.

    La hostia de la cara me palpitó de puro estrés, a pesar de estar mucho menos hinchada que ayer, y me desperecé del brazo de Shimizu bastante despacio. Había seguido caminando hacia mi casillero en automático, pero con la vista en el suelo como la llevaba no reparé en la chica, pero Arata por supuesto que sí.

    —Ri-chan —dijo, la suavidad en su tono me extrañó y fue cuando encontré a la muchacha con la vista—. Qué bueno verte~

    Era... ¿La de la fiesta? Algo del rollo, no podía ubicar bien de dónde creía recordar el pelo de chicle, pero no veía posible que me lo hubiese soñado ni nada.

    —¿Ri-chan? –pregunté casi en voz baja.

    —Riamu, va a mi clase. Es una gran chica, te lo aseguro —comentó sin sacarle los ojos de encima y solo pensé que este idiota no tenía remedio.

    Se me iluminó la bombilla de repente de todas formas, repasé a la chica con la vista y suspiré sin molestia real ni nada. Una parte de mí agradecía que estuviese allí, otra no tanto porque de alguna forma me comprometía a trabajar con el resto y con el otro jodido que no quería ver ni en foto, pero qué más daba.

    —Una de mis compañeras de proyecto entonces —dije cuando logré encontrar mis propias palabras—. Lamento no haber dado señales de vida y eso.


    we perdón el tochaco, pero lo tenía escrito ya alv y por eso mismo te aviento a Arata en el paquete, aunque no estaba en el plan inicial
     
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    Amane

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    Emily 3.png

    Anna me correspondió al abrazo sin mayor complicación, pero sentí que algo no estaba del todo bien en cuanto nos separamos y reparé en su sonrisa. Era genuina, pero también se le notaba algo resignada, y por encima de todo, no estaba intentando disimularlo de ninguna manera, así que era obvio que íbamos a acabar hablando de lo que sea que le estuviese preocupando de esa manera, ya fuese por decisión propia o por mi insistencia al respecto.

    Por suerte, y así como supuse, fue ella la que sacó primero el tema, y puse toda mi atención en ella mientras lo hacía. Primero la seguí con la mirada, sin poder esconder del todo la curiosidad de tanto secretismo, y luego la miré con los ojos ligeramente abiertos, intentando procesar la información que me había dado.

    —Kakeru... ¿tu ex? —cuestioné, manteniendo el tono bajo porque sí, y eché un vistazo rápido a nuestro alrededor antes de volver a centrarme en ella, frunciendo ligeramente el ceño—. Pero... ¿en plan de visita o se ha trasladado del todo? ¿Y sabes por qué? ¿No te lo había dicho antes ni nada? ¡Esto es muy raro!

    Bueno, también era probable que yo me estuviese montando películas de gratis, ¡pero seguía siendo bastante extraño! ¡Seguro que Anna también lo pensaba!

    Riamu 3.png

    Claramente, no tenía manera de enterarme de lo que estuviese pasando en el exterior, y mucho menos cuando en algún punto había decidido sacar el móvil para revisar Instagram mientras esperaba al muchacho en cuestión. Acabé con la atención bastante centrada en las fotos que estaba viendo, pero por suerte pude notar la presencia del pelirrojo cuando llegó al casillero, y levanté la vista del móvil para saludarlo.

    El asunto no fue tan fácil, sin embargo, porque el chico estaba mirando al suelo y Arata fue quien acabó ganándose mi atención en su lugar, siendo que de repente había aparecido caminando junto al otro. Le dediqué una sonrisa suave a modo de saludo y terminé por ladear un poco la cabeza, observando el intercambio de ambos con las cejas ligeramente alzadas por culpa de la curiosidad que sentía por el mismo.

    —Esa soy yo~ —contesté, ensanchando un poco más la sonrisa mientras me erguía para pseudo-presentarme—. ¿Os conocéis? No sabía que tenías amigos, Shimi-kun~ —bromeé, picándole un poco el brazo en el proceso.

    No pude evitar soltar una risilla cuando terminé de molestarlo, y fue también ese el momento en el que Cayden se dirigió a mí y pude volver a centrarme en él. Asentí con la cabeza un par de veces, confirmando que estábamos juntos en el proyecto, e inmediatamente después negué con la misma para indicarle que no pasaba nada por su desaparición; nos habíamos apañado bastante bien entre los tres por el momento.

    >>¡No te preocupes! Nos reunimos ayer por primera vez, de todas formas. ¡Y pues venía a decirte que hemos decidido hacer una representación teatral para el trabajo! Yo actuaría, Thi se encargaría de la música, Kou-chii del vestuario y el escenario, y había pensado que tú podrías encargarte de lo que es grabar, editar el vídeo y todo ese asunto. ¿Qué te parece? No sé si es algo que te guste o se te dé bien, ¡por eso quería preguntarte y asegurarme!

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    Última edición: 11 Agosto 2022
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    Zireael

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    No pasé por alto el cómo la chica había observado nuestro intercambio a pesar de tener la cabeza medio apagada y todo, pero tampoco husmeé demasiado. Con los años había aprendido a no interesarme por las chicas que se juntaban con Arata, muchas de ellas a veces ni se relacionaban con nosotros y las pocas que sí acaban por desaparecer al cabo de un par de meses, como mucho. No estaba condenando a la pobre Riamu ni nada, lo que quería decir es que no le di mayor importancia a su intercambio por eso.

    —¿Ah? ¡Me lastimas! —soltó Shimizu y cruzó los brazos sobre el pecho luego de que ella lo picara—. Con lo carismático que soy, por favor. Me ofendes muchísimo, claro que tengo amigos.

    —¿Seguro que seguimos hablando de Shimizu Arata o de tu alter-ego al que no le hemos puesto nombre? —pregunté mirándolo de costado, el otro frunció el ceño y se encogió de hombros.

    En cualquier caso, la muchacha me dijo que recién ayer se habían reunido por primera vez y me explicó lo que se les había ocurrido hacer. Lo de la obra no sonaba mal en realidad, por más introvertido que pudiese parecer digamos que entendía el encanto detrás de interpretar papeles, de fingir ser otra persona y así, para variar, tener un reflector. No me pasó por alto la forma en que se refirió a Alethea, tampoco a Shinomiya, y me di cuenta que el cuerpo extraño era yo.

    Nada nuevo bajo el sol.

    Arata intercambió la vista entre Riamu y yo, ni lo disimuló, y se quedó esperando mi respuesta o lo que fuese. Sentí que tenía ganas de decir alguna de sus estupideces o preguntar algo, pero se lo reservó por el motivo que fuese.

    La verdad era que si ya habían delegado tareas y me habían dejado lo que se hacía en solitario en su mayoría en estas condiciones salía ganando, para qué mentir. Suponía que eran las ventajas de faltar un día y evitarlos el otro, que solo me movían como una pieza y ya, sin que me implicara verdadero esfuerzo. Sonaba igual de parasitario, así que no tenía mucho que reclamarle a Altan, pero qué más daba.

    —Por mí está bien. No prometo una obra maestra ni nada, pero al menos lo esencial puedo hacerlo —contesté unos segundos más tarde, escarbé en el bolsillo y saqué el móvil que no me habían quitado de encima el lunes solo porque lo había dejado en casa. Desbloqueé la pantalla y la extendí hacia ella con el teclado abierto, no tenía mucha energía, pero alcancé a dedicarle una sonrisa—. ¿Me dejas tu número? Te mando un mensaje para que te quede el mío y así si te organizas con los otros chicos para otra reunión me avisas.

    —Eh, míralo nada más. Pidiéndole el número a una chica y todo~

    —¿Te puedes callar, Mishi? —repliqué con la atención dividida entre los dos—. Será tu amiga y lo que quieras, pero le vas a colmar la paciencia.

    —¿A Ri-chan? ¡Jamás! —soltó y poco le faltó para inflarse el pecho de orgullo.

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    Gigi Blanche

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    Definitivamente no era de los que andaban, lo que se dice, distraído. Llevaba la cabeza soldada al cuello, ya ni siquiera pegada, siempre retrocedía un paso antes de avanzar dos y de pura casualidad se me escapaba algún detalle de los alrededores. No era sano, pero era lo que había. Grande fue mi sorpresa, entonces, al palmear mis bolsillos arriba y darme cuenta que no estaba el móvil. Revisé el bolso, lo pensé un instante y supuse que, si no lo encontraba en los casilleros, bien podía darlo por perdido. No me afectaba demasiado.

    Sólo era algo de dinero.

    Le sonreí a Kakeru a modo de disculpa, le indiqué la 3-2 y regresé sobre mis pasos. Tampoco estaba saltando en una pata por pasar tiempo con él ni nada parecido, el simple hecho de que hubiera aceptado mi oferta mi satisfacía a niveles estúpidos; fuera por las razones que fueran. Sabía reconocer derrotas e incluso moldear esas a mi favor. También conocía la paciencia.

    La conocía demasiado bien.

    La reunión tan pintoresca en los casilleros no me pasó desapercibida, aunque no le concedí especial importancia hasta que encontré el móvil en mi casillero y oí mi nombre en boca de Riamu. Bueno, ese apodo que usaba conmigo, más bien. Las piezas encajaron, esbocé la sombra de una sonrisa y deslicé la mirada hacia ellos sin siquiera mover la cabeza. A ver, a ver, ¿qué había en el menú? ¿Una chica bonita y un par de perros sucios?

    Interesante.

    No le di muchas vueltas, como nunca me hacía problema con mis válvulas de escape. Guardé el móvil en el bolsillo, esa mano la dejé ahí y me sumé al grupo como quien no quiere la cosa. El rubio no me interesaba demasiado, así que reparé brevemente en Dunn y luego miré a Riamu. La cara del pelirrojo era un poema y, llamarlo locura o instinto, una sombra palpitó detrás de su silueta.

    —No me digas, ¿reunión del proyecto? ¿No planeaban invitarme, Ri-chan? —cuestioné, en tono suave y sin perder la sonrisa liviana, y alcé las cejas apenas—. Ah, ¿hiciste la tarea, entonces? ¿Ya pensaste en una obra concreta?


    wenas, quería ser responsable

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    Amane

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    Dejé salir una carcajada ligera tras escuchar la réplica de Arata, encogiéndome de hombros con cierto aire risueño, y decidí no responder nada más tras haberle permitido a Cayden soltar su propio comentario. Carismático o no, sí que se veía que ambos se llevaban bastante bien y que se tenían confianza, así que definitivamente algo bueno tenían que haber encontrado en el otro para llegar ahí.

    Sea como fuere, después de aquella conversación distendida inicial, me puse solo un poquito más seria para explicarle a Cayden lo que tenía que saber del proyecto. Por suerte, tampoco tenía que ponerle al día de demasiado, y eso me permitió formar una nueva sonrisa ligera al terminar de hablar. Y para continuar con lo positivo, resultó que el chico sí que estaba cómodo con el papel que le habíamos adjudicado, ¡así que todo ventajas, la verdad!

    Acepté su móvil en cuanto me lo extendió y no tardé nada en comenzar a registrar mi número, aún siendo capaz de tener la atención puesta en ellos al mismo tiempo y acabando por soltar una risa renovada al escuchar la nueva rencilla en la que se estaban metiendo. Parecían la típica pareja de gato y ratón, esa en la que uno molestaba al otro constantemente porque sabía que siempre iba a reaccionar a sus piques, y estaba siendo bastante gracioso de presenciar en primera persona.

    —¿Será que está celoso, más bien~? —canturreé, casi más como si fuese una cosa al aire que dirigida a alguno de los dos, y terminé de teclear los últimos números con una sonrisa ladeada antes de extendérselo de vuelta al chico.

    Tampoco había necesidad de decirle que al único que parecía colmarle la paciencia era a él, ¿verdad~?

    Estaba con la atención bastante centrada en ellos dos, por lo que no me di cuenta de la presencia de Kou hasta que prácticamente estuvo encima de nosotros, haciéndome pegar un ligero respingo por la sorpresa de escuchar su voz tan repentinamente. Me recuperé al instante, sin embargo, y suavicé mi expresión al mismo tiempo que escuchaba sus preguntas.

    >>¿Eh~? ¿Tanto me echabas de menos ya~? —repliqué, con un tono ligeramente sedoso, y no mucho después asentí con la cabeza con energías renovadas—. ¡De hecho, sí! ¡Pero no os lo voy a decir aún! Tengo que hablar con Thi de una cosa antes de empezar las clases y en el receso ya os lo vamos a decir. ¡Es una sorpresa, al fin y al cabo! ¿Vas a poder aguantar la curiosidad hasta entonces, me pregunto~?
     
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    Zireael

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    Si alguien me lo preguntaba, o incluso si se lo preguntaban a cualquier otro de los imbéciles con los que me juntaba, era posible que todos respondiéramos lo mismo a nuestro destino o nuestra suerte: estábamos malditos. Era una cosa que uno daba por sentada, ya casi rozaba el fun fact, y por mucho que me pateara los huevos cada vez no era que hubiese nada que hacer al respecto.

    El intercambió con Yumemi sucedió con normalidad, me di cuenta al pelo por qué se llevaba bien con Arata más allá de las costumbres del idiota. El comentario de la chica le sacó una risa a Shimizu, vete a saber qué respuesta cargaba consigo, tampoco me interesaba mucho así que recibí el móvil con calma. No esperé para enviarle un mensaje, un sticker de gatito pues porque hacía el trabajo, así le quedaba registrado mi número. Estaba terminando de hacer eso cuando el silbido de una cuerda invisible me alcanzó desde alguna dirección.

    Comprimí apenas los gestos, nada demasiado exagerado, y regresé el móvil al bolsillo justo cuando Mr. Indeseable apareció. Más que mi propio sentimiento, lo que me alertó de la nada fue la ligera tensión que le noté de repente a Arata al verlo por el rabillo del ojo, porque hasta entonces le había dado igual todo pero tenerlo en frente le arrojó un peso extra en la espalda. La sonrisa se le estiró, no fue particularmente extraño viniendo de él, pero había pasado mucho tiempo pegado a este imbécil y su violencia perenne a veces, solo a veces, cobraba fuerza, como un remolino.

    ¿Ahora sí estaba celoso de verdad?

    ¿O era un sentimiento completamente distinto?

    ¿Qué si me sorprendió la aparición de nuestro lobito favorito? Cincuenta y cincuenta. Era lo que no quería, pero era lo que se me otorgaba... o debería decir lo que se
    nos otorgaba, viendo el peso añadido sobre el cuerpo de Arata. Como había pensado desde que vi la lista y me largué a la azotea durante el receso, no significaba nada real en semejante contexto académico, pero para mis bandos y asunciones era como ofrecerle gasolina a un incendio. Ahora entendía a Kurosawa, ¿no?

    —Bien. Supongo que con eso queda, así que me retiro. Nos vemos luego, Yumemi —dije con una calma que no sentía realmente y no supe de dónde me saqué. La miré a ella, luego al príncipe de la desgracia y lo que dije al final, ya varios pasos lejos de ellos, fue un susurro para mí mismo—, Wolf.

    Shimizu había quedado allí, pero luego de revisar el móvil frunció el ceño al leer un par de mensajes o lo que fuese, y bajó el brazo al costado del cuerpo con cierto aire hastiado de que por sí era normal en la mayoría de sus movimientos. Igual aflojó los gestos al reparar en el par, se volvió a poner la sonrisa insoportable encima y se despidió con un movimiento con la mano libre.

    —Te veo en clase, Ri-chan —soltó a medio camino, antes de alcanzarme a paso redoblado. No dijo nada, pero marcó un número de memoria y se llevó el móvil a la oreja.
     
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    Gigi Blanche

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    Kou 2.png

    Mi aparición despertó un montón de emociones, y no pude más que regodearme en el hecho. Riamu dio un auténtico respingo, al parecer no había captado mi presencia ni de casualidad y por un breve instante me pregunté qué se sentiría vivir así. Tan relajado. Los cachorros estaban bien entrenados, pero tampoco había que ser ningún genio para deducir que mi carita les causaba de todo menos gracia. Daba igual, estaba habituado. La mitad de Tokyo me miraba así para estas alturas, fueran las serpientes por la tan famosa "traición", fueran los chacales por la mierda de Tomoya o fueran los mismos lobos que había desterrado, precisamente, por la razón número dos.

    Daba igual.

    Podía vivir siendo el chivo expiatorio.

    Mientras tanto, ¿quién tenía poder y quiénes no?

    Tampoco les presté demasiada atención, si debía ser honesto. No había absolutamente nada en sus existencias que pudiera interesarme, al menos de momento, y de todos modos ¿qué ganaba? Seguían atascados en el pasado, dando vueltas y vueltas detrás de sus colas y pretendiendo encontrar una respuesta o camino en los hoyos que hacían en la tierra. Tampoco importaba. Más temprano que tarde, estimaba, llegaría el día en que debieran detenerse, alzar el hocico y darse cuenta que las luces apuntaban en otra dirección.

    Y si eran lo suficientemente inteligentes, las seguirían.

    Mi sonrisa se suavizó apenas ante la sorpresa de Riamu y alcé los hombros, indiferente, ante su primer comentario. Ya sabíamos que no era mi estilo andar mintiendo sin razón, por eso le había soltado buena parte de la sopa en el club, ¿cierto? Suprimí el impulso de echarle un vistazo a los caballeros aquí presentes.

    Me preguntaba si todos podíamos decir lo mismo.

    —¿Hasta el receso? —le seguí el teatro, alzando las cejas, y solté un suspiro sumamente liviano—. Ah, no lo sé. Tendré que intentarlo.

    Volteé el rostro hacia el pelirrojo cuando abrió la boca. Ah, hablaba. Se excusó, sin embargo, para cuando quise acordar ya había puesto una debida distancia y el otro no tardó en seguirlo. Por supuesto que se despidieron, sólo que no de mí. Mantuve la sonrisa en mi rostro a todo momento, y apenas cuando dejó de haber olor a perro fue que volví a suspirar, haciendo un puchero que denotaba mucha preocupación.

    —No puede ser, ¿acaso los espanté? —murmuré como un crío, aunque por dentro me estuviera partiendo de risa. Miré a Riamu y pestañeé, haciéndole ojitos con todo el descaro del mundo—. ¿Tanto miedo doy, Ri-chan~?
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    No tardé en coger mi móvil para revisar el mensaje que el muchacho me había mandado, notando una ligera sonrisa asomando por mis labios al descubrir el sticker de gatito en el chat, y lo registré como "Dunndunn" porque así de tonta y confianzuda se nacía. Lo cierto era que el chico se veía bastante introvertido y, teniendo en cuenta que Arata y yo éramos todo lo contrario, había asumido que saldría corriendo en cuanto tuviese la oportunidad; me dio la sensación de que la aparición de Kou acabó acelerando incluso más aquella intención.

    Lo que me sorprendió un poco más fue el hecho de que, tras despedirme del pelirrojo con un gesto de mano, Arata no tardó prácticamente nada en excusarse y seguir el mismo camino que había hecho su amigo. Lo seguí con la mirada y el ceño ligeramente fruncido, incluso haciendo un mohín con los labios en el proceso, y finalmente dirigí la vista hacia Kou, mutando de la mueca de confusión a una de molestia, que no dejaba de ser claramente fingida.

    —¡Sí que los espantaste, Kouchii! ¡Ya te vale! —me quejé, en un tono de queja infantil, y le di un empujón de nada en el hombro con el dedo índice, más como señal incriminatoria que otra cosa.

    El teatro me duró bastante poco, de todas formas, porque la expresión de corderito del castaño era todo un espectáculo y estaba siendo cada vez más difícil aguantar mi propia escena. Solté el aire de golpe, en una mezcla de suspiro y risa contenida, y me giré sobre mis talones mientras me encogía de hombros, dispuesta a hacer el cambio de zapatos de una buena vez.

    >>¿Será~? Aunque a mí no me das nada de miedo —contesté, con un claro deje de diversión en mi voz, y lo miré de reojo sin pretender esconder la sonrisa risueña de mis labios—. Ahora mismo me dan ganas de comerte, de hecho~
     
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  10.  
    Gigi Blanche

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    Kou 2B.png

    Tuve la ligera impresión de que la despedida del rubio le molestó a Riamu, cosa que no había ocurrido con Dunn. Lo pensé durante un segundo y lo descarté, distrayéndome en el chiste de empujón que me dejó ir la chica. Su reclamo tampoco cargaba seriedad alguna y me quedé quieto, sin preocuparme por agregar nada más.

    Seguí sus movimientos con calma en lo que se cambiaba los zapatos, de modo que di con sus ojos en cuanto buscó los míos. Su comentario me torció ligeramente la sonrisa y relajé el semblante, dejando de lado los ojos de cachorro y todo el rollo.

    —Nada nuevo bajo el sol, supongo —murmuré, sin preocuparme por lo jodidamente egocéntrico que sonaba aquello, y eché un vistazo hacia la entrada—. ¿Esperas a Ethans o subimos, Ri-chan?

    Nunca me había molestado mostrarme tal cual era ante ella, la verdad, y si aún así había decidido quedarse no me incumbía. Ya lo había dicho, ¿no? La falsa modestia me enfermaba. Y si Riamu prefería no salir de la boca del lobo, ¿qué quedaba?

    —Estoy algo cansado hoy, ¿sabes? —solté un poco al aire, aunque al final busqué sus ojos otra vez—. Podríamos pillar el ascensor.

    Procurar que estuviera cómoda, por supuesto.
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    Ayer había acabado fumando más de lo previsto, dudé bastante hasta decidir ser un alumno ejemplar y regresar a clases. Man, no cacé una puta mierda. Al menos me sirvió para notar dos cosas: una, que Sasha no había regresado. Dos, que el mundo había seguido girando a un ritmo pasmoso, absurdo. Totalmente absurdo. Estiré el cuello en varias direcciones, los párpados me pesaban y vete a saber cómo junté la fuerza de voluntad para quedarme hasta las cinco.

    Pensando en la noche, quizá.

    No tuve ningún reparo en escribirle a Matty y pedirle si no podía dejarme la casa libre un... par de horas. He was such a good boy, ¿cómo negarse? Con la mañana, pues, llegó una cuota extra de claridad mental y una única motivación para salir de la cama, preparar el desayuno e ir a la escuela.

    Bueno, o dos.

    Llegué junto a Ali, a ritmo tranquilo, y ya desde el inicio del patio frontal había comenzado a repasar los alrededores. Dentro de los casilleros observé brevemente sobre mi hombro y, sin detenerme en ningún momento, sólo estiré el brazo y dejé que la fotografía se deslizara dentro del casillero de Arata, por una de las hendijas de la puerta. La oscuridad palpitó entre las yemas de mis dedos y sentí su tinta, lo que llevaba escrito detrás, casi marcado a fuego frente a mí. Me despegué de Ali sólo para cambiarme los zapatos, una risa incrédula se escapó por mi nariz y me reuní junto a ella al pie de la escalera.

    —Un sándwich completo de la cafetería a que vino hoy —murmuré en voz baja y tono grave, profundamente divertido. Por supuesto, me refería a Sasha.

    Ni siquiera lo que le habíamos hecho iba a detenerla de cumplir con sus obligaciones, ¿cierto? En ese sentido era frustrantemente responsable.


    bueno Yáahl welcome to hell, pido disculpas in advance JAJSAJ si no sabes qué contiene la foto exactamente me dices y te la describo, porque no está descripta en ningún post concreto del club y creo que no te lo leíste a eso. Y ya que estamos aquí im sowwy, quería responderte con Ko pero la nación de la migraña atacó y me asesinó; por eso me atrasé una hora en abrir el día, también. Pero bueno, por supuesto el niño lo acompañó a su casa sin ningún problema, in fact seguro se autoinvitó a la cena también. Cero pruebas, cero dudas.

    y Amane también re-bienvenida al mess even tho sé que vas a leerme uwu
     
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  12.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Arata 1.png

    Mi medida de contingencia era una reverenda mierda aquí, en la India, en América y en el puto fondo del mar, pero tampoco podía hacerle contrapeso a mi propia personalidad. Me sacrificaba por pocas personas y cuando algo apestaba retrocedía, porque en general funcionaba para que las vidas ajenas regresaran al ritmo que habían mantenido antes de topar conmigo. No hacía promesas, juramentos de sangre ni nada parecido desde hace años.

    Claro que no faltaban los que disfrutaban revolcándose en la porquería.

    En el receso del día anterior Ko se había excusado para irse, no hice preguntas ni asumí nada, como era costumbre y lo dejé ser. Tampoco supe si Cayden había hecho algo o no, por lo menos en ese rato no supe absolutamente nada y horas más tarde, entre clases, el idiota no me respondió el par de mensajes que le envié. No había demasiado que hacer, podía buscarlo mañana.

    No tardaría en preguntarme si debía agradecerle por callarse con tal de evitar la escena que hubiese hecho o dejarle morado el otro ojo.

    A la mañana siguiente me levanté antes, revisé al menor de mis hermanos que parecía seguir pegado con la fiebre del día anterior, le dejé un cóctel de medicinas, una nota y me fui. Acabé llegando algo más temprano de lo usual a la escuela, no era el plan pero tampoco tenía demasiado sentido quedarme haciendo el tonto, así que luego de meterle un par de jalones a un puro me dispuse a cruzar el patio frontal.

    Repasé el espacio con la vista, esperando dar con la mata de pelo rojo de Cayden, pero al parecer no llegaba todavía. Me tocaría esperar al receso o lo que fuese para preguntarle, porque seguía sin haberme atendido los mensajes para esa jodida hora y estaba comenzando a tocarme los huevos, si éramos honestos. Así entré al edificio, todavía sin saber nada, y fui hasta el casillero para hacer el cambio de turno.

    Fue abrir la puerta y quedarme estático, la foto había quedado encima del desorden que siempre tenía allí, así que resaltaba como un puto letrero de neón. No supe si mi cerebro no quiso enfocarla o qué mierdas, pero la tomé, solo entonces procesé realmente lo que era, la silueta, las letras que me recordaron el maldito fierro este con el que marcaban al ganado y al girarla, lo que tenía escrito detrás.

    Arrugué la foto en la mano, lo hice con una fuerza jodida y la ira que me cayó encima fue comparable a la que había sentido al ver al imbécil de mi padre en medio del comedor dándome órdenes y amenazando a mamá, como si fuese normal. Vino de todas partes y de ninguna, me cruzó como un relámpago reventándome los huesos en el proceso y con ella vino el ruido de las sirenas, el miedo a la muerte también, pero perdí todo sentido de control.

    No tenía nada que perder en esta puta escuela, ¿no?

    Los culpables se habían colocado una jodida flecha en la frente el día del patio.

    Retrocedí un paso, suficiente para hacerme lugar para cerrar el casillero de un portazo que hizo eco en todo el espacio y me comí el pasillo de un par de zancadas, buscando a cualquiera de los dos imbéciles teniendo en cuenta que era temprano y no debían haber ido demasiado lejos. Dicho y hecho, porque encima parecían un puto moco pegados todo el tiempo, así que me acerqué, pasé de la existencia de Alisha y le estampé la mano con la foto en el centro del pecho al inglés aunque no solté el pedazo de papel; me apartara, retrocediera o no me importaba una mierda, le invadí el espacio de todas formas.

    Ni yo mismo supe cómo me contuve de dejarle ir una hostia en toda la cara, pero lo hice y encontré sus ojos. La sonrisa que me revoloteó en los labios fue completamente distinta a las de eterna burla a las que estaba acostumbrado.

    Mi maldito desliz de principiante, la pasta en el casillero, le había costado a Sasha la puta dignidad.

    —¿Y bien? ¿Te creció la polla después del espectáculo o sigues igual de pitocorto luego de fastidiar a tu compañera de clase? —Había hablado en un murmuro, pero la diversión que palpitó en mi tono fue oscura, me di cuenta y no hice nada por cambiarla—. Si andan dejando orejas cortadas por ahí es que quieren algo y esta mierda se arregla hoy mismo. Espero que la agenda de Al Capone tenga espacio para una cita en la azotea.

    Desvié la vista a Alisha por fin, fue cosa de un segundo en lo que retrocedía, y la sonrisa me descubrió los dientes. Las posibles respuestas en los intermedios me eran indiferentes.

    —Lleva a tu zorra si quieres también, me da igual, ya que no puedes hacer nada sin ella. —Tenía todavía la foto arrugada entre la mano izquierda, no la había dejado ir ni en medio de mi propio numerito. Puse distancia en dirección a los casilleros, aún con la sonrisa bien pegada en la cara y arrojé la bomba antes de irme por dónde había venido—. La suerte que tuvo la hija de puta cuando el alemán se la llevó de Bunkyō muerta en vida.


    mi propia migraña ahí boosteando el mess *c mata* leí el caos en cuestión entrecortado cuz me estaba dando amsiedah, pero sí pesqué justo esta parte (?) Also perdón el PUTÍSIMO TOCHO. Es mi personal reminder de por qué este dude era eight y no seven-
    Edit: se me mandó antes de tiempo así que si hay typos o lo que sea, whoopsies lo wa releer pa arreglar eso y sorry por dejarlo ir así a lo pendejo, pero no pude controlarlo más

    Por la respuesta con Ko, no worries que yo aventé el post ya como para dejarlo cerrado pero pues Cay y sus preguntas pendejas. Me anoto violentamente que se autoinvitó a la cena porque es lo más accurate que se dijo nunca tho JASHAJE
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El portazo me alcanzó y con la misma velocidad se disolvió, fue una cosa extraña, casi subliminal, que no procesé de forma consciente pero obró con el suficiente énfasis para tensarme ligeramente los músculos. No era miedo, o al menos no lo sentí así. Simplemente me preparó el cuerpo. Fue, si se quiere, muy similar a lo que había sentido cada vez que papá llegaba a casa antes de mudarnos. Había aprendido bien a dejar de ser la presa.

    Y es que prefería ser un hijo de puta si eso ya no me victimizaba.

    De casualidad llegué a notar su cercanía por el rabillo del ojo, pero me dio el tiempo suficiente para soltar a Alisha, incluso alejarme apenas, voltearme y que su mano acabara estampada en mi pecho. Un poco me sorprendió, claro, aunque la satisfacción que sentí fue tal que no alcanzó mi expresión. Eh~ Pero si había chequeado el patio y todo, ¿cómo nos había alcanzado tan rápido?

    No me digas, ¿tan enfadado estaba~?

    Lo acepté en mi espacio con una calma absurda, la misma que le había concedido a Sasha cada vez que le colmaba la paciencia y empezaba a vomitar mierda. Algún día toda esta gente aprendería que las palabras no servían con nosotros, que ya sabíamos todo lo que éramos y no les quedaba un solo truco bajo la manga capaz de desestabilizarnos. Eran, si se quiere, las gentilezas de verse al espejo y encontrar un montón de desperdicio asqueroso. Detallé su expresión con un gusto estúpido, la sonrisa de mierda y el siseo de su voz. Venga, ¿ni una hostia?

    Qué decepción.

    Alcé las cejas apenas recibí la invitación a la azotea y mi sonrisa se torció hace un costado, burlona. ¿Qué motivo le había dado yo a este idiota para creer que me interesaba lo que él quisiera? Hablaba de orejas cortadas y de segundas intenciones, incluso usando referencias de películas. Bastante culto para ser un gang boy, ¿eh? Lástima que no tuviera nada, absolutamente nada que me interesara. ¿Se quedaría esperándome el receso entero, acaso? Pobrecito~

    Por esa misma razón me callé, porque era un cabrón. Shimizu retrocedió, su sonrisa se amplió y un escozor desagradable me recorrió el cuerpo. Era, otra vez, el instante previo a que el viejo dejara de tambalearse y reparara en mí. No tenía idea qué iba a ser.

    Sólo sabía que sería malo.

    Las neuronas me funcionaron a una velocidad atroz, tan rápido que estuvieron a medio pelo de anularme. Había sido en la azotea, Alisha me lo había contado a medias y, aunque no pasó a mayores, aparentemente no lo había olvidado. El rompecabezas se completó, este hijo de puta apareció en escena y mi sonrisa se evaporó.

    Fui a buscarlo, como la puta mierda fui a buscarlo y, aunque no lo toqué, sí invadí su espacio.

    Say it —demandé en un siseo, serio a cagar, sin quitarle los ojos de encima—. Say it, you motherfucker. ¿Por qué tuvo suerte?


    uff, pensé que se iba a ir pero no pude predecir a mi propio personaje a fuckin gain *c persigna*
     
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  14.  
    Zireael

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    No era ningún genio, pecaba de imbécil, pero si había aprendido algo era dónde repartir hostias y dónde no. La escuela era mala opción para empezar un lío, eso sin duda, el que la iniciaba siempre salía perdiendo, porque aquí no regían las mismas normas que en la calle, que eran básicamente ningunas. Por otro lado, sabía que con gente de mi clase y la de estos putos imbéciles, con los que puede que tuviera más en común que con la misma Sasha, las palabras no servían, pero nadie iba a quitarme el gusto.

    Además, no funcionaban hasta que tocaban la fibra indicada.

    Alisha era el inicio y el fin e hijo de puta yo que lo sabía.

    Por eso tomé la cuerda y la enredé en el cuello de los tres, incluyéndome.

    Lo dicho, los intermedios me importaban entre poco y nada, lo que sea que le pasara por la neurona a este cabrón igual, pero era un jodido huracán en medio del océano y si desataba la tormenta, si yo caía, me arrastraba a todos los malnacidos que pudiese conmigo. Mi sonrisa era una maldita alarma, era la que aprendía uno de los lobos famélicos, la de los imbéciles que no tenemos más que perder.

    Mi comentario, ese que había lanzado al aire porque era un hijo de perra y nada más, fue como una bengala que se elevó, iluminó las sombras y finalmente fue absorbida por la electricidad contenida arriba. La sonrisa del estúpido se desvaneció como si le hubiesen sacado las baterías de la nada y la mía, por el contrario, se estiró más si es que era posible.

    La electricidad siguió esparciéndose, porque podía haberme dejado ir pero le había tocado a su muñeca de cristal y eso le jodió el cerebro, un cable tras otro se chamuscaron. Se acercó, no me tocó, pero me invadió el espacio y no me quitó los ojos de encima, suficiente para que me sirvieran de espejo y encontrara en ellos la silueta de Shimizu Ryuota en vez de la mía. No me pesó la conciencia como sí había ocurrido en casa, de hecho la realización solo siguió cargando el generador de mi desastre.

    —Cómo se invierten los papeles —atajé en un murmuro, sin retroceder un solo paso y una risa baja me surgió directo del pecho. Me pasé la lengua por los labios, tragué grueso porque estaba a nada de tener la boca hecha agua, la sonrisa de mierda se reinició un segundo después—. Yo debería ser la menor de tus preocupaciones.

    Era poco dado a hacer lo que la gente me pedía.

    Pero este muchacho, vaya, parecía tan molesto de repente~

    —No te habrían regresado más que una muñeca de trapo —siseé en respuesta por fin, era ambiguo que te cagas, pero servía al propósito—. Si preguntas es porque lo sabes.

    Seguía sin moverme, si quería dejarme ir la hostia a los cuatro vientos podía hacerlo, y puede que no lograra más que tambalear su aparente reinado del terror. Podía tocarme, porque allí me podría noventa correas si hacía falta para no regresarle la paliza, porque corrían otras reglas y estábamos en el panóptico.

    Sin embargo, el diablo había tenido un montón de hijos bastardos que estábamos deseosos de disputarnos el asiento.

    Solo debían darnos suficientes razones.

    mom come pick me up im scared
     
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  15.  
    Gigi Blanche

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    Era consciente de mis limitaciones, los miedos latentes y los botones que me accionaban. No me consideraba un tipo violento ni de mecha corta, si acaso me ubicaba en el extremo opuesto; al menos en apariencia. El problema era que cargaba, cargaba y cargaba, y seguía cargando hasta que el cuerpo entero se me reventaba entre los cables. Había válvulas de escape, había remedos de placebos, pero en definitiva no sabía cuándo la bomba iba a estallar.

    Estallar otra vez, más bien.

    Y me aterraba.

    Y quizá fueran las similitudes que gritaban en este imbécil las que me orillaban a no soportarlo. Las tenía pegadas en el cuerpo, en los ojos y la sonrisa socarrona. Quizá fuera, también, la razón por la que necesitaba joder a Aaron cada vez que lo viera; porque el estúpido cachorro era lo más remotamente parecido a un boleto de salida para Katrina. Y de esta suerte de infierno, del lugar que había reclamado propio, nadie se escapaba.

    Nadie avanzaba mientras yo siguiera estancado en el fango.

    Nadie.
    El hijo de puta por poco no estaba salivando, la ira se me revolvió en el estómago y casi me lo atoró en la garganta. Aún así, su comentario consiguió arrancarme la sombra de una sonrisa. ¿Que él era la menor de mis preocupaciones? Ya quisiera.

    —No habrá sido esa noche, no con ella, pero tú lo sabes mejor que nadie —mascullé en voz baja, prácticamente encima de su rostro, saboreando cada palabra—. Eres precisamente el tipo de cabrón por el que mucha gente no tiene suerte.

    Su respuesta no me sorprendió, y aún así consiguió decepcionarme. Meneé lento la cabeza, con la sonrisa incrédula expandiéndose en mi rostro, mientras intentaba ordenar un poco mis ideas. No me le iba a ir encima, no cuando apenas ayer me había tomado tantas molestias para joder a Sasha y salir impune, pero mierda. Lo veía particularmente entusiasmado por juntarse todas las papeletas.

    Y luego era yo el que se medía la polla jodiendo chicas, de verdad. Además, ¿a qué venía semejante reacción? Alisha era mi puto mejor amiga, pero ¿para qué coño se apasionaba tanto con una causa que no le correspondía? ¿Con una idiota que a duras penas conocía? Venga, lo nuestro había sido apenas una mentira piadosa.

    Pero empezaba a cuestionarme su veracidad.

    —La verdad, estoy sorprendido —solté, ciñéndome los cables alrededor del cuerpo y regresándole algo de su espacio. Conseguí suavizar el tono, esbozar una sonrisa, como si nada—. ¿A quién en su sano juicio le sentaría tan mal un mero agradecimiento? Mierda, ¿es por el dinero? Te dejamos una parte si quieres, sin problema, de verdad. No lo necesitamos.

    ¿Qué tal ustedes?

    —Vuelve al hueco del que te arrastraste, Shimizu —sentencié, aplanando ligeramente el tono, y empecé a retroceder—. Aprecio el entretenimiento, pero no tienes nada que hacer aquí. No es tu problema, ¿no? Lo sabes. You fucking do.

    No te queda el disfraz de héroe.

    No eres una puta mierda de la otra cabrona.
    Así que obedece y deja mi infierno como está.
    Le vendí una sonrisa de mierda todo el tiempo que lo enfrenté, pero apenas voltearme y caminar hacia el pasillo me la arranqué del rostro.

    —Vamos —demandé en voz baja al pasar junto a Alisha, dispuesto a subir al tercer piso.


    i only have two moods

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    Zireael

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    Por mucho que juzgara a Sonnen por ser un puto desquiciado que se cargaba todo lo que se le cruzara por delante, en el fondo sabía que no era diferente, que todos nosotros, los que teníamos la ira pegada como un parásito en la nuca, éramos iguales al final del día. La forma en que se manifestara, cuándo estallara o lo que implicara era indiferente, porque el caso era que la furia no desaparecía. Crecía y crecía, como una garrapata chupándote la sangre.

    Hasta que algo, una mano invisible, aparecía para reventarla y desperdigar la sangre a medio digerir encima de todo.

    Habían fragmentos de este maldito estúpido que podían superponerse con mi propia personalidad, lo tenía escrito en los ojos, en todo el cuerpo, en la burla con la que pretendía responder a cada mierda que sucediera. Las diferencias quizás fueran tan sutiles que el espejo lo tuviese hasta la polla, pero de hecho esas similitudes eran las que me tenían allí arrojándole la electricidad encima sin ningún atisbo de culpa.

    En el infierno todos apestábamos igual.

    No había a quiénes salvar.

    Su respuesta me aflojó la risa, fue más sonora que la anterior y tuve que contenerla para evitar que se convirtiera en una carcajada. Él lo había pensado, yo lo sabía, y el resto era historia porque las palabras no servían en este nivel del Inframundo. No había nada que este imbécil pudiese decirme que no hubiese visto ya en los ojos de los demás y en el espejo. Lo dejé seguir hablando, que regresara a su centro y reiniciara su propio torbellino de oscuridad.

    Era el error, era el tumor.

    A la vez era el reseteo y el bisturí.

    Debían de haberme dejado muerto en los callejones hace años.

    El placer que había encontrado en haberle soltado la bomba no me lo quitaba nadie de por sí, el gusto que existía en la violencia no me abandonaba nunca. Por eso había disfrutado como un desgraciado su reacción, por breve que fuese antes de volver a su estupidez de fábrica, y su discurso no modificó una mierda, si acaso revolvió más las correntadas de viento.


    No había héroes. Solo ojos y dientes que cobrar.

    Porque todo estaba perdido.

    Desde el momento en que acepté el puto negocio de mierda.

    —Espero que disfruten la pasta cuando se la metan por el culo. —Fue todo lo que solté apenas giró el cuerpo, pasando de la mitad del discurso como un campeón.

    Seguí retrocediendo de espaldas, sin quitarme la puta sonrisa de la cara, pero me obligué a aflojar la mano que tenía como una garra alrededor de la foto con tal de estirarla de nuevo lo suficiente para poder doblarla y zambullirla en el bolsillo. Ni siquiera la miré, no tuve los huevos para hacerlo una segunda vez, pero era la única arma que tenía después de todo, ¿no? Para seguir presionándonos el cuello hasta que los huesos cedieran.

    La calma con la que regresé a mi casillero no la sentía pero ni de puta broma, pero lo hice y escarbé por lo que creía necesitar para seguir haciendo el papel de estudiante las horas que seguían. Dudaba poder poner las neuronas a funcionar para algo que no fuese seguirla cagando, honestamente.


    puro relleno tbh pero no pude evitarlo

    me acabo de acordar que le tengo que regresar el cuaderno prestado a Sash y oh mah lord *c suisida*
     
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  17.  
    Amane

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    Emily 3.png

    El día se había presentado un poco curioso aquella mañana, pues había dejado de llover y ya no hacía tanto frío, pero el cielo seguía cubierto de una capa de nubes bastante desagradable. Así y todo, no había manera alguna de que el tiempo o cualquier otro asunto pudiese estropear el buen ánimo con el que me había despertado aquella mañana. ¡Estaba realmente emocionada por el almuerzo que íbamos a tener, al fin y al cabo!

    Me desperté temprano, dispuesta a preparar la comida que ya había planeado hacer el día anterior, y me encontré con la gran sorpresa de que Fred también estaba despierto, y lo que era aún más llamativo, metido en la cocina de buena mañana. Me acerqué sin poder esconder mi curiosidad, descubriendo así que estaba preparando mi desayuno favorito y que había dejado listas algunas de las cosas necesarias para el almuerzo que justamente quería hacer, lo que logró que le dedicase una sonrisa deslumbrante antes de ponerme manos a la obra.

    Sabía que esa era su manera de agradecerme por haberle encubierto el día anterior, algo que no le iba a negar por mucho que nunca hubiese pretendido recibir nada a cambio.

    Terminamos con tiempo de sobra, lo que nos permitió desayunar juntos antes de que el resto de la familia se despertase, y esperé a que estuviesen todos presentes para poder despedirme y salir hacia la academia. Tardé un poco más de lo esperado en llegar, teniendo en cuenta que llevaba el peso extra de cuatro almuerzos completos, pero estaba demasiado contenta por cómo había empezado el día y cómo se presentaba para que me importase demasiado ese detalle.

    Para cuando yo llegué, todo el caos de los casilleros se había calmado, y aunque escuché algunos susurros desperdigados al respecto mientras me cambiaba los zapatos, no me dio la neurona para prestarles demasiada atención o unir los detalles de lo sucedido. ¡Mejor así, de todas formas! No quería que nada ni nadie afectase mi humor de alguna manera hasta después del almuerzo, hmpf.

    un poco de relleno para calmar los casilleros, no me hagan caso (?)
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Esa mañana, cuando me bajé del coche y alcé la vista al cielo, pensé que el tiempo se había convertido en arena. No sabía de dónde había surgido la idea ni a qué preconcepto se amarraba, pero parpadeé, seguí ligeramente el movimiento de las nubes y empecé a caminar. Quizá fueran las particularidades de su acumulación; cada segundo, un grano de arena. A un ritmo lento y constante, inadvertido y silencioso, se apilarían, crecerían e irían ocultando a los anteriores. Quizá por eso nos costara tanto analizar más allá de lo evidente. Quizás allí radicara la culpa de la memoria.

    Y su pésima capacidad.

    No era muy dada a enfrascarme en sinsentidos. Quería decir, de nada me servía pensar que el tiempo era arena, por muy bella que me resultara la idea. Por otro lado, últimamente había estado más sola que de costumbre. Al menos tenía al club de lectura y Violet había regresado a la escuela, pero papá se había comprometido con una seguidilla absurda de viajes de negocios y Jenkin llevaba ya un tiempo sin aparecer por casa. Sólo éramos el servicio y yo, en esa casa gigantesca. De vez en cuando pensaba en Ophelia.

    Pero ella también se había ido.

    Lo había sospechado, de hecho. Papá nunca organizaba su agenda con tanta desprolijidad, así que quizá la tía Diantha le hubiera pedido ayuda. Como era lo usual, ninguna alarma se había encendido a viva voz, ninguna noticia había corrido entre los Middel que coincidiera con la evidente urgencia del asunto. No. Ophelia se había ido de casa y el hecho, antes que un motivo de angustia, era vergüenza. Todo en esta maldita familia funcionaba a destiempo. La noche que lo supe, doblé sobre sí misma la carta de mi prima y agudicé el oído, absorbiendo todo el silencio de la casa. Imaginé ritmos apresurados al otro lado de la puerta, personas discutiendo e incluso llorando. Imaginé que la desesperación se impregnara en las paredes mismas y las atravesara hasta estrujarme el pecho.

    Pero no.

    Nada cambió.

    Ya era una semana y media de eso, y ahora el tiempo se me asemejaba a la arena. Entré en la zona de los casilleros y, en mi camino al propio, noté que había un llavero caído en el suelo. Estaba junto a la amiga de Kashya, quien solía buscarla varias veces en la biblioteca. Sabía su nombre, por supuesto, incluso recordaba el timbre de su voz. Había muchas cosas en mi mente que casi nunca encontraban la puerta de salida.

    —Hodges-san —la llamé con calma, agachándome para alcanzar el llavero y extendérselo; le sonreí—. ¿Esto es tuyo?


    ahora emi-chan tiene llaveros colgando del bolso because i say so. No pasa nada, se lo regaló Anna la semana pasada (???

    perdón el tochito, llevaba un tiempo queriendo rolear a Blee para updatear su storyline unu
     
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  19.  
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    Había empezado a tararear una canción cualquiera mientras hacía el cambio de zapatos, completamente ajena a casi todo lo que sucedía a mi alrededor. Estaba lo suficientemente distraída como para no darme cuenta de que se me había caído algo, aunque no lo suficiente como para ignorar una voz que se dirigiese directamente a mí, incluso si esa voz era la sosegada de Bleke.

    Me giré para mirarla en cuanto escuché que me llamaba, con una clara cuota de confusión en el rostro, y seguí su movimiento al erguirse con la mirada, intercalando varios vistazos entre el llavero que me estaba extendiendo y sus ojos.

    —¡Oh! —exclamé al final, recogiendo el llavero para decidir guardarlo dentro del maletín—. ¡Sí, sí! Me lo regaló una amiga hace poco y está un poco suelto. ¡Mi hermano dijo que lo iba a arreglar pero aún no lo hace! —expliqué, aun a sabiendas de que posiblemente a la muchacha no le interesase demasiado, y le dediqué una sonrisa amigable tras levantar de nuevo la vista—. ¡Gracias, Middel-san!

    Me quedé un par de segundos en silencio, mirando sus zapatos para comprobar si se los había cambiado o no, y acabé por ladear ligeramente la cabeza cuando centré la vista en su rostro una vez más, recuperando la sonrisa animada.

    >>¡Buenos días, Middel-san! ¿Qué tal estás~? ¿Tienes algo que hacer antes de clase? ¡Si quieres, podemos subir juntas!
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Asentí ligeramente a su breve explicación, sin desestimarla de ninguna manera, y en cuanto me agradeció acentué la sonrisa para menear la cabeza. Todos mis movimientos, por supuesto, eran bastante suaves.

    —No es nada.

    Estuve a punto de saludarla e irme, pero noté que su atención bajaba a mis pies y parpadeé en cuanto recibí sus ojos otra vez. Su sonrisa era bastante amplia. ¿Si tenía algo que hacer? Ah, era para subir juntas. Cerré los ojos un brevísimo instante y la rebasé para alcanzar mi casillero; aún así quedé cerca suyo, por ello le hablé mientras procedía.

    —No, no, sólo iba a subir y ya. —Me erguí, cerré mi casillero y acomodé algo de cabello detrás de mi oreja, mirándola de costado para sonreírle—. ¿Cómo has estado, Hodges-san?


    puedes arrastrarlas si quieres <3
     
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