Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mientras más lo pensaba, más extraño se volvía. Uno se movía con relativa ingenuidad, al menos yo, básicamente apostando y suponiendo que las cosas saldrían bien por mandato divino. Había planificadores, había mentes maestras y auténticas serpientes hechas de sombras. Eran Shinomiya, el Krait, Dubois, puede que incluso Arata. Estaban también los imbéciles como Rei y Subaru, ¿Cayden quizá? con un pie de cada lado pero sin cacaos mentales. Estaban los que se empujaban a pulso, como Kakeru, esos eternamente a medio breakdown de finalmente encajar; de hecho eso era, me jugaba un pie, lo que los convencía lo suficiente para no apartarse del tablero. Y luego estaban los que caían al basurero sin comerla ni beberla, los que un día, matando el tiempo en una cancha de baloncesto vacía, topaban con la gente equivocada y veían un refugio donde no existía. ¿En cuál de todos los grupos debería poner a Altan si tenía que?

    Lo supe de inmediato.

    Dios, fue... inevitable.

    Y se me ocurrió que ya no tenía remedio, que si no llevaba un imán pegado al cuerpo entonces era lisa y llanamente idiota. Se me ocurrió, como aquella vez en la enfermería, que de veras estábamos condenados, que las raíces ya se nos habían amarrado a los talones y no había salida real de estas arenas movedizas. Que el mundo era un lugar injusto, sí, lo era en todas sus dimensiones y aquí no sería la excepción. Estaban los que sabían gobernar y los que no. Los adaptados y los sobrevivientes. ¿Y el resto?

    Al fondo del basurero.

    No había recordado ni de coña nuestra conversación en la cafetería, pero sus palabras medio me obligaron a regresar en el tiempo y repasar todo con una velocidad vertiginosa. Desde las pruebas físicas, cuando instó a Jez a que me dejara trenzarle el cabello. Las cagadas, los desastres, los momentos de paz y la certeza silenciosa, redundante, de que estábamos hechos de formas muy diferente. De costillas ajenas, incompatibles incluso. Fue un pensamiento de mierda pero se hizo lugar, así fuera tan fugaz como el sueño de un sueño.

    Le permití explicarse con una calma absurda, una que, en parte, sí sentía. Y lo entendía. Yo tampoco creía ser la misma Anna de hace un mes, ese animal asustadizo que rehuía al contacto y veía monstruos en cada esquina. Había, de hecho, regresado poco a poco en dirección a la Anna que recordaba de antaño. Con días buenos, días malos, con cagadas de por medio, pero también con aquella pequeña, eterna chispa que siempre había querido conservar. Y había sido gracias a ellos. A Jez, a Emi, a Al. Había sido gracias a las personas que decidieron confiar en mí sin realmente conocerme, que me ofrecieron la mano y no juzgaron. Dios, no juzgaron ni un poco.

    Me habían salvado, qué va.

    —Te entiendo —murmuré en respuesta; había dejado el bento a un lado, sobre su envoltorio, para recoger las rodillas y enganchar los brazos a su alrededor—. A mí también me resulta más fácil hacer cosas por los demás antes que por mí misma; creo que se nota bastante.

    Solté una risa floja, me encogí de hombros y suspiré. No lo veía como algo malo, la verdad, en tanto se supiera equilibrar. Esa última parte era la que me costaba un poco más, pero trabajaba en ello.

    Había desviado la atención brevemente hacia el patio, pero no tardé nada en regresar a él. Era un jodido indescifrable con cara de poker, sí, de hecho no iba a entrarme nunca en la cabeza cómo coño le hacía, pero también... bueno, ya se lo había dicho, por muy poco que quisiera creerme. Le había hablado de los tonos de azul que encontraba en sus ojos, esos que danzaban como reflejos del agua y transmitían en idiomas extraños. O al menos era la única explicación que encontraba para haber aprendido a leerlo.

    Para interpretar los latidos de su corazón de máquina.

    Y haberme enamorado de él.

    La idea me pegó de lleno en el pecho, me dio hasta vergüenza y quise correrla a patadas, pero en el fondo supe que por mucho que quisiera convencerme de no venirme encima... había cosas que ocurrían y ya. Como esta frase de Cortázar que tanto había visto en internet. El caso fue que repasé sus ojos, apreté brevemente los labios y volví a suspirar, arrimándome a él para acomodar la cabeza en su hombro. Estaba encorvado y con el brazo atravesado, así que medio me metí y lo obligué a moverse.

    Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella.

    —Bueno, de eso sé un poco —murmuré, considerablemente más relajada, y me acurruqué contra su cuerpo. Estaba tibio—. De dar problemas, quiero decir.

    La eligen, te lo juro, los he visto.

    Sonreí, me resultó inevitable y alcé el rostro para verlo, aunque el sol medio me dio de lleno y tuve que arrugar toda la expresión. Eso, por alguna razón, me amplió la sonrisa.

    Como si se pudiese elegir en el amor.

    —Así que podemos dar problemas juntos.

    Como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.
    no te preocupes, obvi que el contador da lata aND THEREFORE i am spEED

    im sobbing on the floor, im sorry
     
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    Zireael

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    Si me repetía la pregunta o la formulaba de forma diferente, la respuesta cambiaría en su contenido, pero no en su objetivo último. No tenía interés en los Jackals, en el montón de críos perdidos que ahora quedaban bajo el cuidado de Minami y Shimizu ni más ni menos, si eso significaba un sacrificio tal que arrastrara a Anna conmigo.

    No quería decir ni por asomo que considerara que me había arrancado de las sombras, no cuando creía haber nacido de ellas, no cuando veía los hilos y sabía que podía convertirme en un titiritero. Tampoco era una promesa de que dejaría de meter las narices donde no me llamaban o que nunca más me vería con una hostia encima.

    No paraba quieto, lo sabía ella y lo sabía yo.

    La única certeza que le brindaba era que no pretendía arrastrarnos al tablero de forma consciente, no más, no atraería los focos en nuestra dirección porque consideraba de forma genuina que ya habíamos tenido bastante, que había sido agotador y si acaso nos merecíamos algo remotamente parecido a la calma. Era mi forma de decirle que sí, que algo había aprendido de ella y su amor desmedido, lo suficiente para forzar las vías de mi tren en otra dirección.

    Habíamos salido de moldes tan diferentes que seguía siendo extraño que hubiéramos encastrado como piezas de un mismo rompecabezas, pero lo cierto es que incluso nuestras personalidades encontraban pequeñísimos puntos de tregua y usaban los demás, las contradicciones, como contrapeso. Teníamos una balanza y estábamos aprendiendo a usarla para llegar un territorio seguro, tibio, ese donde sabía a casa y no había monstruos en las esquinas ni ríos de sangre.

    Nosotros no la habíamos juzgado a ella.

    Y ella no nos había juzgado a nosotros.

    Anna había pasado de ser aquel animal asustado que mordía manos a abrirme los brazos, acunarme en su pecho y dejarme llorar hasta que sacara todas las emociones que no sabía cómo procesar. Esta mocosa de metro cincuenta que seguro tirabas al otro lado del mar y tropezabas con ella en pasillo, sencillamente había decidido hacer eso por mí y desde ese momento había tomado el lugar de un ancla.

    Sabía por eso mismo que ella entendía esa lógica, la de que era más fácil hacer cosas por los demás que por uno mismo y a veces era una cagada, alcanzaba extremos confusos, traslúcidos como papel de mantequilla. Era bueno y era malo, como tantas cosas en la vida que no estaban ni de un lado ni del otro, nosotros mismos nos comportábamos así.

    —¿La chica que se puso su vestido de princesa y me preparó un almuerzo haciendo cosas por los demás? Qué va, no se nota nada —bromeé en voz baja, el tono se me suavizó contra mi voluntad eso sí.

    El corazón de máquina no me lo quitaba nadie ya que estábamos, pero había visto la historia repetirse una vez tras otra y sabía que no se trataba de que de un día para otro bombease sangre como un músculo vivo. Era solo... un chispazo, una correntada de electricidad o la mecha de una vela que nos ayudaba a activar otras partes del mecanismo y solo entonces sabíamos emular a estas personas, las que habían sabido amarnos entre un montón de trozos de metal sin forma.

    Cuando quise darme cuenta se había acercado a mí, básicamente se metió y la tontería me dio algo de risa, así que aflojé el cuerpo para poder echarle el brazo encima de los hombros y rodearla con el otro para estrecharla contra mí un momento. Era pequeña, estaba tibia y solo eso me relajó de tal manera que casi me dio sueño. No dejé de escucharla por supuesto, así que vi por dónde iban los tiros.

    Me di cuenta cuando alzó el rostro hacia mí, así que giré en su dirección y me comí parte de la sonrisa. Su sentencia era una tontería, pero fue dulce, jodidamente dulce y volví a darme cuenta que no tenía remedio, que estas cosas solo pasaban y no había sentido alguno en resistirse, aunque no era que hubiese puesto demasiada resistencia nunca.

    —¿Cómplices, quieres decir? —pregunté y busqué sus labios para dejarle un beso liviano—. Parecemos un combo destinado al desastre, lo que cumple perfectamente con el propósito de, bueno, dar problemas. Te lo compro.

    Se me escapó una risa por la nariz, fue baja y prácticamente rebotó contra ella porque volví a buscar sus labios, extendí un poco más el contacto, no lo profundicé demasiado pero lo cierto es que la besé con un cariño estúpido y al separarme de sus labios encontré su frente con la mía, cerrando los ojos. Respiré despacio, como si tuviese todo el tiempo del mundo o algo y acabé por quedarme allí.

    —Hey —llamé su atención en un susurro, todavía sin abrir los ojos ni despegarme de ella—, I love you.


    *c pega por el tocho* im absolutely sobbing, dying, screaming

    *le pega a su hijo también* es la segunda vez ya que te marcas estas ambigüedades en inglés Altan istg
     
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    Los días habían vuelto a su completa normalidad después del festival, y si bien era un evento que por regla general me resultaba indiferente, agradecía la tranquilidad habitual de mis alrededores después de que todo el mundo estuviese tan agitado por las vacaciones. Aunque tenía que admitir que aquel año yo también había sentido cierta emoción con todo el asunto, entre la presencia de Ken y el haberme encontrado con Blee la noche de los fuegos artificiales.

    Yo, por supuesto, había vuelto a mi rutina de pasar los recesos en la biblioteca, aprovechando especialmente que Emily tenía cada vez más gente con la que pasar los suyos y que, además, confiaba en que mi hermano se encargaría de que no me encerrase todos los días. No pensaba que fuese una buena decisión, porque Kenneth y yo éramos muy independientes en ese sentido, pero sorprendentemente el chico se estaba empezando a tomar más en serio sus responsabilidades.

    Así que, tras haberle rechazado ya un almuerzo entre los dos por haberme adelantado a la biblioteca el día anterior, el muchacho se tomó como misión personal el esperarme antes de poder escabullirme y arrastrarme así al patio para pasar el receso juntos. No opuse mucha resistencia, tampoco, en tano me dejó llevarme un libro para leer mientras estábamos ahí, y buscamos un hueco bajo la sombra del cerezo donde extender nuestro "picnic".

    —Estás contento —le dije, después de habernos acomodado y llevar ya un par de minutos comiendo.

    —Lo estoy, sí~

    —¿Y eso?

    —Uhm... hay gente interesante en esta academia, ¿no? —asentí con la cabeza antes su pregunta, aunque fui plenamente consciente de que se trataba de una retórica—. Pues he conocido a unas cuantas personas así y... es divertido.

    —Mhm, supongo que sí.

    yo: realmente debería no rolear hoy y ponerme a avanzar de verdad con el trabajo
    also yo: but los white siblings...
     
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    Las vacaciones habían sido... Normales, a decir verdad. No había pasado nada digno de ser destacado, tampoco me había molestado en pasarme por el festival ni de chiste, aunque en algún momento se me ocurrió decirle a Meyer-senpai si le gustaría ir o incluso a Cayden, pero acabé por descartarlo apenas se me ocurrió. Así que terminé por dividir el tiempo en hacer limpieza en casa y ayudar en la tienda, lo de toda la vida.

    Cuando sonó la campana ese día me quedé un rato en la clase, sopesando qué hacer ese día. No hacía mal clima, estaba nublado pero no parecía que fuese a desatarse el diluvio ni nada. Podía molestar a alguno de mis senpai, como siempre, o quizás solo quedarme allí a almorzar pero al final opté por tomar mis cosas y encaminarme al patio norte.

    A la sombra del cerezo distinguí a una de las amigas de Vólkov con un muchacho que tenía cierto parecido a ella pero no había visto nunca, más allá en uno de los bancos la mata de cabello de Dunn resaltaba como un salpicón de sangre. Estaba solo con una lata de café en la mano y su almuerzo en el espacio libre a su lado, en sí se le veía tranquilo, así que opté por dejarlo en paz y buscarme otro banco libre. Igual el chiquillo me saludó cuando me vio, lo que no era raro.

    Cuando encontré otro banco me senté, dejé el bento sobre mi regazo y me dispuse a desenvolverlo para probar los primeros bocados sin prisa real. Si lo pensaba las cosas habían estado tranquilas, bastante, y me pregunté si los amigos de mi hermano conocerían algo de esa tranquilidad extraña, casi enfermiza, de quienes han sido derrotados una y otra vez.

    Era jodidamente gris, ¿no?


    Mori holiwis, aquí dejo a la niña y pues eso (?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Había que ver como cruzaba de soñar a lo grande, con cosas agradables y hermosas, al sentir el temor de la realidad frente a cosas que, también, no habían ocurrido. Quería juntarme con Shiori, claro, pero a medida que pasaban las horas de clases mis pies empezaban a balancearse con suavidad, miraba el sol tras la ventana con preocupación, la gran estrella también se veía opacada por nubes. Me sorprendía... como podía influir a veces el clima en mi bienestar. Una lluvia sin paraguas, una tarde calurosa sin refresco... esperanzas sin frías, sin nada que iluminara el momento. Afirmaciones, recuerdos, suposiciones, cuando se trataba de las personas que quería, imagino, siempre reflexionaba al respecto: ¿Qué sería lo mejor? ¿Está bien, siquiera, que yo quiera hacer algo al respecto?

    ¿En verdad era capaz de hacer algo? Miré mi cuaderno, con apuntes vagos y, bueno, extraviados, de por sí era mala para atender a clases, menos efectiva sería teniendo una cabeza preocupada. Silencio, cabizbaja, con mi cabello dejándose caer a mis costados y con el rostro por completo paralizado, esforzándome por no desparramar cualquier cosa que llevara dentro.

    Tristeza, preocupación... Quería volver a los tiempos tranquilos y alegres con Shiori, pero... sería improbable volver a como fuimos antes, como también sería improbable eliminar el recuerdo del rostro quebrado de Natsumi, porque ya había ocurrido, a pesar de ser ingenua y a ratos pedirle cosas a los kamis tras brindarles ofrendas, los viajes en el tiempo no eran algo que pudiera tragarme, por lo que tampoco desearía poder cambiar el pasado. Querer hacerlo sería seguir sufriendo por cosas que, bueno, no podías cambiar. No podríamos evitar el sufrimiento de Natsu, porque ya hubieron consecuencia de ellos, no podría volver a papá y mamá otra vez como pareja, porque ellos ya habían decidido qué hacer, a pesar de que varias cosas aun me siguieran pareciendo un enigma...

    No podía cambiar a Shiori, privarla de querer relacionarse con cierto tipo de personas, como tampoco estaba dentro de mis capacidades evitar que desgraciados vinculados a ella quisieran aprovecharse de mí solo para volver a dañarla... Por eso, de alguna forma, debía ser fuerte, porque me arrepentiría perder a Shiori, ya me era terrible la situación actual, ya había perdido a papá y mamá sin darme cuenta, ignoré el sufrimiento de Ichirou, como también fui incapaz de saber sobre las amarguras que cargaba Natsumi. Haruka, cercana a mí, pudo aprender... al menos Aikido, para defendernos de desgraciados como el ex de Natsu... ¿Qué podía hacer yo, entonces? ¿Reír...? Porque... podía hacerlo.

    La campana sonó y con ello solté un quejido lastimero, cayendo sobre el pupitre.
    —Uh, ¿cansada, Watanabe? —preguntó Horia-kun, lo miré desde abajo, con mi clara expresión quejumbrosa, el sonreía con un ligera compasión.
    —El clima me trae mal —respondí ocultando la cabeza entre mis brazos.
    —Je... ¿Vienes conmigo a almorzar? —soltó entonces con más animo, el entusiasmo en la cara...

    Reflexioné con ligera seriedad, luego le respondí con una sonrisa que lamentaba negarle mi compañía.
    —Tengo planes para hoy con otra persona... pero podemos almorzar juntos otro día —finalicé con una sonrisa. Reaccionó con sorpresa, para luego sonreírme con cierta lástima, puede que al rechazo, también se sobó la nuca.
    — Oh, claro... Igual no creo almorzar solo, así que no hay problema. Disfruta de tu almuerzo, Nashi-san —soltó lo último con una sonrisa más socarrona, despidiéndose con la mano para marcharse lejos, siempre en marcha. Yo solo logré darle una sonrisa resignada y reflejé la despedida con la mano.

    Ufff...—suspiré, me había levantado y llevaba mi bolso escolar listo. Miré a mi alrededor... sería hora de buscar a Shiori.

    Apenas salí miré las escaleras hacia arriba, su salón... la azotea... Imagino que de estar en el salón, prefería estar sola y de estar en la azotea... Yo no la concurría mucho por el tipo de personas que se solían juntar ahí, así que, imagino, de estar allá esperaría a cualquiera, menos a mí. Pasé por el comedor, compré un refresco para Shiori, el que según recordaba, le agradaba. Me quedé viendo la colorida y llamativa etiqueta de ese tipo de refrescos y una vez fuera, con el sol escondido tras las nubes, busqué a Shiori sin dejar ganarme por las prisas de mi nerviosismo. No demoré en localizarla, a pesar de que ya no tenía sus características mechas azules, podía distinguirla sin mayor problemas... porque hasta su silueta parecía haberse gravado en mi memoria.

    Mientras avanza una sonrisa apareció en mi rostro, mis pasos eran cuanto menos silenciosos, mi presencia bastante irrelevante... claro, a menos que te interesara la chica y te preguntaras qué diablos hacía alguien como yo cerca de ella.
    —Shiori —terminé por soltar con suavidad, a un paso de ella, tras la banca. Con movimientos suaves y procurando no pasar a llevarla por cualquier sorpresa al inclinarme sobre ella, posé el refresco sobre su mejilla y sonreí con nerviosismo, a ojos cerrados—. Creo que podría haber sido mejor compras una bebida caliente.

    Y sin tener ánimos de molestarla más allá de generarle una ligera sorpresa, me volví a erguir como correspondía y le sonreía con suavidad, para luego acentuar el gesto de manera más alegre, alzando con ligereza la lata.
    >>Lo compré para ti.

    No iba a ser yo quien se invitara al almuerzo, pero tampoco sería quien se fuera y rompiera, de tal manera, la posibilidad de pasar el receso juntas. Porque la quería, pero también quería saber qué quería ella...
    esperaba que también me quisiera...

    Porque entre todas las mentiras, me parecería impresionante que su afecto no hubiera sido genuino, cuando siempre lo sentí tan real.

    Uy, me extendí un poco por mera contextualización, pero bueno, acá estamos uwu.
     
    Última edición: 19 Abril 2022
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    Gigi Blanche

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    La gran mayoría de los días pasaba el receso en la biblioteca, la verdad, donde solía encontrar a Kashya o a Jez sin haberlo planeado de antemano. Iba hacia allá tras haber almorzado directamente en la clase, siendo que siempre llevaba comida de casa y no tenía necesidad de bajar a la cafetería. Me tomaba algo de ¿quince minutos? No era de comer mucho ni de distraerme al hacerlo, sólo permanecía en silencio y disfrutaba los sabores que hubieran.

    Siendo francos, tampoco era que los disfrutara particularmente.

    Mi cabello se secó en el transcurso de la mañana y, con ello, le dije adiós a la única disrupción del día. Cuando salí de la 2-2, dispuesta a bajar a la biblioteca, me detuve en el pasillo un momento y reconocí a Kashya en el patio. Bueno, era una niña albina de cabello corto con un libro encima, ¿qué margen de error había? Además, quien se encontraba a su lado también se parecía a su hermano. La imagen como tal no modificó mi comportamiento sustancialmente, de hecho estuve a medio segundo de no concederle relevancia y seguir con lo rutinario, pero recordé que esa mañana habían empaquetado algo extra junto a mi almuerzo y mis pies dudaron.

    Lo pensé un poco y me decidí, regresando a la 2-2. Recogí la cajita dentro del furoshiki y desvié mi camino hacia el patio norte, echándole un vistazo desde la lejanía a la puerta de la biblioteca. No me incomodaba ni generaba disrupciones, de hecho se me ocurrió pensar que un ligero cambio de aires no era mala idea.

    —Senpai. —Me detuve frente a ellos y saludé primero al muchacho, siendo que él no tenía los ojos pegados a un libro. Luego le sonreí a Kashya y les mostré el furoshiki—. Me empacaron unos mochis junto al almuerzo y pensé que mejor valían compartidos.

    Ni siquiera había considerado la posibilidad de comerlos en el almuerzo, fue una cosa que no reflexioné hasta verlos en el patio. Recién entonces se activaron otros engranajes, unos oxidados que muchas veces olvidaba estaban allí.


    hola yes te pensaste que iba a dejar solitos a mis hermanos favoritos? no way in hell
     
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    Me había quedado absorta en el almuerzo, así que realmente pude apagar la cabeza un rato y no pensar demasiado en nada, aunque siendo honesta no pensaba con particular insistencia en nada desde la suerte de colapso que había tenido en el coche de Ootori el otro día. Había dicho cosas que dudaba fuese a repetir en el futuro cercano, cosas que ni siquiera le correspondía escuchar al pobre idiota.

    El caso es que fue por eso que no presté especial atención a los pasos casi imperceptible a mis espaldas, así que solo me percaté de la presencia de Nagi cuando llamó a mi nombre justo un instante antes de que posara una lata en mi mejilla. Estaba fría al tacto, me recordó al sutil tono gris que había tomado el mundo y estiré la mano un poco en automático para tomar el refresco, de paso negué con la cabeza.

    —Está bien así —respondí, dedicándole una sonrisa de las de siempre—. Gracias, Nagi.

    Ni siquiera reparé en que la había llamado por su nombre, así nada más como reflejo, solo lo hice. Recordé la conversación que habíamos tenido hace días, había sido horrible por el contenido en sí, pero al menos le había dejado claro que yo la consideraba mi amiga todavía y suponía que era lo que importaba al final del día. Le había dado su espacio para que pensara en todo lo que le había dicho.

    Si quería solamente a la muñeca.

    —Siéntate —dije unos segundos después mientras me hacía a un lado para dejarle espacio, como si no acabara de darle vueltas a un montón de cosas.
     
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    Kaisa Morinachi

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    En mi interior llevaba esa calma interna peculiar, ni siquiera sé como lo lograba, pues podría llorar por diversas cosas, pero terminé por sonreír amplio y con cierto regocijo, que se notó en el rubor de mis mejillas, cuando me agradeció la bebida. Bueno, yo agradecía que me la aceptara a pesar de todo.

    Sin pensarlo me coloqué a su lado con la delicadeza que me había inculcado mi madre, dejando de igual forma el bolso en mi regazo.
    —Gracias —musite con ausencia de algún temblor en mi voz, no sabría decir si seguía nerviosa, pero la preocupación no demoró en invadirme otra vez, ensombreciendo mi expresión por un momento. Tras reflexionar un leve segundo suspiré, liberándome de ese malestar, para mi propia sorpresa la sonrisa tranquila volvió tras eso, sacando mi almuerzo del bolso para dejarlo sobre este con precaución y cierto equilibrio.

    La miré de reojo, con la sonrisa que cargaba.
    —¿Qué tal estás?— Tras soltarlo con naturalidad no demoré en fijarme en mi almuerzo y probar bocado. Era... era un poco idiota, ¿verdad? Inconsciente de que tan solo conocía la superficie del problema, Kurosawa cargaba un montón parecía cargar con un montón de ellos... que, para mi, no se relacionaban tanto a ella. Le llegaron por terceros, arrinconada... Era triste, cuanto menos, así que no parecía tener sentido preguntar cuando la respuesta podría ser clara, pues dudaba que los problemas se hubieran solucionado tan rápido.

    Pero, como fuera, preguntar no estaría nunca de más... ¿cierto? Podría decirme que estaba bien, le creería, podría sincerarme todo... Haría el esfuerzo de recibirlo de la mejor manera posible.

    Para eso existían las amigas, ¿cierto? Para apoyarse, a pesar de los problemas que surgieran... eso era una amistad para mí... por eso no podría llamar amiga a cualquiera. Y Shiori ya era mi amiga. Como fuera, a la espera de su respuesta y para ocupar, de paso, mis nervios en algo, probé un bocado de mi sencillo y clásico bento... no era un sabor sorprendente.
     
    Última edición: 17 Abril 2022
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    De cierta forma me preguntaba hasta qué punto esta calma ausente de color era una ilusión, un espejismo como esos charcos de agua que se forman sobre el asfalto caliente en verano y desaparecían cuando te acercabas. Sentía que si, en efecto me acercaba demasiado, el cristal acabaría por desaparecer y me mostraría lo que había en realidad, que era... Nada, posiblemente.

    Quizás solo hubiese algo de naturaleza parecida a lo que sea que yacía en el fondo del océano, agua fría, aplastante, pero silenciosa y poco más. No tenía idea, honestamente, y quizás debía asustarme el hecho de que no saberlo no provocara demasiado en realidad siendo que venía acostumbrada a los estallidos de energía, como explosiones de gas.

    El caso es que la chica se acomodó a mi lado, la vi sacar su propio almuerzo y no mucho después me hizo la pregunta que ya de por sí esperaba, pues porque era parte de las charlas normales y ya. Tampoco hacía falta montarse un drama ni nada, la verdad era que no había pasado nada que fuese digno de mencionar tampoco.

    —Bien —respondí con simpleza, luego de masticar algo de comida y aproveché también para abrir el refresco que ella me había traído—. Han sido días tranquilos en realidad. Hice limpieza en casa, poco más. ¿Y tú? ¿Disfrutaste las vacaciones?
     
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    Amane

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    No hubo mucho más que recalcar después de aquella pequeña conversación entre los dos, a decir verdad. Kenneth pareció satisfecho con mi reacción, así que seguimos con el almuerzo en tranquilidad, con el chico contándome alguna que otra cosa de vez en cuando y yo comiendo en silencio. A decir verdad, aquel almuerzo no se diferenciaba demasiado de los que solía tener con Emily, y de alguna manera eso era agradable.

    En cuanto me sentí satisfecha, que fue relativamente pronto teniendo en cuenta que no comía demasiado por regla general, abrí el libro que me había traído para seguir con la lectura. Ken siguió con lo suyo, comiendo, y en algún momento me pareció ver que quería sacar su cuaderno para dibujar... pero se paró a medio camino. Aquello me extrañó lo suficiente como para levantar la cabeza del libro, dando con el motivo de su reacción al instante.

    —Buenas tardes... Bleke era, ¿verdad~? —saludó él, con su típica sonrisa tranquila.

    Era, efectivamente, Blee. Levanté la cabeza para mirarla y recibir su propia sonrisa, haciéndome levantar una mano a modo de saludo. Deslicé después la mirada hacia la tela entre sus manos y no dudé en asentir con la cabeza cuando se ofreció a compartirnos sus mochi, especialmente siendo consciente que a Kenneth no le molestaría en absoluto.

    Habíamos improvisado un pequeño picnic con un mantel que el mayor había traído de casa, así que simplemente nos movimos ambos hacia un lado para hacerle un hueco a la muchacha, momento en el que también aproveché para volver a guardar el libro entre mis cosas. No había esperado que Bleke apareciese para hacernos compañía, a decir verdad, pero no era algo que en absoluto me molestase, por lo que simplemente la miré con sin ningún atisbo de cambio en mi expresión.

    >>¿Qué tal has estado desde el festival, Bleke? —le preguntó Kenneth, en cambio, con un tono suave y aun la expresión de calma en su rostro.

    AAAA didn't expect it but im so so so happy uwuwuw and so are the siblings, of coursie
     
    Última edición: 18 Abril 2022
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    En algún punto cercano a mi arribo creí notar que el hermano de Kashya había tenido la intención de hacer algo y que se interrumpió a consciencia debido a mi aparición. Podría haberme amedrentado, suponía, aunque francamente no era esa clase de persona. Jamás lo había sido. Una vez decidía mis intenciones y curso de acción era difícil correrme del camino establecido. No tanto por tozudez, me gustaba creer, sino por una firme convicción y confianza en mí misma.

    También podía ser falta de empatía, ni idea.

    Asentí con calma en cuanto Kenneth buscó confirmar mi nombre, luego Kashya me saludó y me hicieron un hueco en el picnic que habían montado. Era bastante lindo, a decir verdad, todo el set up. Me pregunté si en algún otro momento, de alguna otra forma, mi hermano y yo habríamos sido capaces de compartir un almuerzo así.

    Me costó mucho imaginarlo.

    Mi sonrisa arrastró una disculpa implícita en lo que me acomodaba junto a ellos. Me senté sobre mis piernas flexionadas y, con movimientos mesurados, acomodé una porción de cabello tras mi oreja y desanudé los mochis que había dejado encima de la manta, justo frente a los tres. La pregunta de Kenneth me alcanzó en lo que me erguía, y antes de responder le dediqué un breve instante a sonreírle a Kashya, como si de esa forma le estuviera indicando que podía comer si así lo deseaba.

    —Bien, todo ha sido tranquilo. —Y no era mentira, vaya. Mi hermano no había causado alboroto y la casa, cada sol y cada noche, permaneció en una quietud pasmosa—. ¿Ustedes? ¿Siguieron aprovechando la Golden Week?
     
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  12.  
    Kaisa Morinachi

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    Las palabras de Kurosawa reflejaban simpleza, ya había demostrado que podía cargar un montón de cosas y aún así no desbaratarse, no por norma general, así que, aunque no me dijera mucho, era tranquilizante ver que al menos tenía fuerzas para mantener su personalidad... O lo que fuera que estuviera haciendo ahora, era sabido que conocía la punta del iceberg y con eso no sabría distinguir si lo que presentaba ante mi era o no genuino.

    Me faltaban matices, con el temor en mi cuerpo de estropear algo dudaba que lograra acercarme mucho más, conocerla... ¿Quería hacerlo? Podría decepcionarme la verdad, cierto, pero sería más desagradable vivir dentro de una mentira... más aún si era consciente de que había algo más. Algo que se escapaba de mis manos, atemorizante, pero no lograba paralizarme por completo, porque ignoraba sus características.

    No demoró en narrar como fueron sus vacaciones, eso era más interesante, así que recibí sus anécdotas con una sonrisa. Mira, no fue lo más sorprendente de escuchar, pero con lo agotada y abrumada que podría llegar a estar, un descanso haciendo cosas sencillas era de todo menos desagradable... eso espero.

    —Me alegra oír eso, Shio-chan— Intenté innovar con el nombre, siempre me era raro incluso llamar a mis amigas con los propios, los reducimos para hacer juego de palabras o bien nos sacamos apodos tras muchas pruebas y errores. ¿Le gustarían a Shiori? Eso espero. Luego miré al frente, reflexionando sobre mis vacaciones—. Uhmmm... Jejeje— Sonreí avergonzada en su dirección, aunque alegre en cierta forma, con los ojos cerrados. Miré el bento y las mejillas no se destiñeron—. Estuvieron bien... Fuimos a un festival en la Golden Week— Le dirigí una sonrisa, no se me pasó por la cabeza especificar que había ido con Shirai-kun y nuestra senpai, ¡Mejor aún! No quería avergonzarme de verdad por ese recuerdo nacido de mi torpeza. Miré otra vez el bento, más apaciguada, la sonrisa se mantenía, pero si que podría pecar de melancólica, aunque solo un poco—. Cumplió años mi hermano... el mayor —agregué lo último frunciendo los labios con nerviosismo, pero la sonrisa se mantenía, aún si era tensa. Di un suspiro borrando de mi cara cualquier alegría, pero solo sirvió para renovar la expresión con una ligera sonrisa—. Le grabamos un audio, el tres de mayo...— Voltee a verle con esa sonrisa tranquila, ¿reflejaban alegría? A saber, pero seguro ligeras preocupaciones nacidas de angustias si podían notarse en cada arruga—. Le agradó —terminé por soltar cerrando los ojos y ampliando la sonrisa. Luego miré mi bento, revolbí un poco el arroz y...— Era un audio de mi y Kazuki, me alegra que le haya sido suficiente —respondí por fin con más calma, se notó en mi expresión más relajada.

    Di otro bocado, expectante a alguna respuesta. Hablar de Kazuki siempre era una actitud recurrente, pero con el grandote ahora dentro del baile... ¿podría ser que le interesara saber más de él?

    Podría... me había dicho que los cuidara.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Por mucho que una parte de Nagi sintiera que no me conocía del todo o nada en absoluto, la realidad era que quizás ahora tuviese las piezas esenciales a su alcance sin siquiera ser consciente de ello. Era calmada, estudiosa y asombrosamente ordenada, poseía una resistencia que pecaba de extraña en alguien de mi edad, era servicial también y podía alcanzar el otro extremo; ese que se encerraba en una habitación para ahogarse en sus propias llamas.

    ¿Qué era lo que quizás debía preocuparme a mí y a ella de conocer más que eso? Suponía que solo aquella posibilidad extraña, surgida del corazón de la hoguera, de que no había altruismo real en mis acciones, que todas mis aproximaciones, la forma en que trataba a las personas y la calidez de mi personalidad surgía de una necesidad de control.

    ¿No había sido esa, acaso, la naturaleza real de la personalidad de mi hermano?

    Busqué con el rabillo del ojo la silueta de Cayden, allá en el banco donde se había quedado, se me ocurrió que él y los demás serían capaces de regañarme por pensar así de Kaoru, de Yako, su adorado hermano mayor. El obseso del control, ahora del poder, que los había cuidado tanto tiempo como si hubiesen nacido de la misma sangre Kurosawa que yo. Se me ocurrió que quizás tuviesen razón, que podíamos ser ambas cosas, que podíamos anhelar control pero amar genuinamente.

    Como fuese, escuchar la forma en que me llamó me arrancó una sonrisa suave que me hizo regresar la atención a ella, justo cuando comenzó a responder mi pregunta, me alegró de verdad que hubiese ido al festival aunque no me dijese con quiénes, porque realmente eso era lo de menos. Le di un trago al refresco en lo que ella hablaba y estaba por tomar el siguiente bocado de mi almuerzo cuando mencionó el cumpleaños de su hermano mayor, el que la había dejado en la mascarada. Igual me llevé la comida a la boca, mastiqué con calma y la seguí escuchando.

    Me miró y a pesar de la alegría que encontré en sus gestos, también vi algo de preocupación, ¿inseguridad quizás? Imaginaba que su relación con el mayor tenía sus dificultades, lo que no sería raro. No había que hacer una investigación exhaustiva para intuir que la fragmentación de la familia de Nagi habría implicado cosas.

    —Es tu hermano, imagino que debe alegrarle recibir cosas de ustedes, incluso si a ti te parecen simples —resolví con sencillez, revolviendo el arroz con los palillos—. Es lindo que te tomes el tiempo de saludarlo por su cumpleaños, así tenga su vida ya y tal. Además, él te llevó a la fiesta, ¿o no? Es una expresión de afecto en sí, bueno, me lo parece a mí.

    A mí me había llevado un soldado, el más frágil de ellos de hecho, y aún así era un gesto de afecto.

    —Oh, ver haberlo sabido antes podría... No sé, podíamos haber hecho galletas para que se las dieras, pero eso dependía de si podías verlo pronto o no. —La cosa se me ocurrió de la nada, pero sacudí la cabeza para desechar la idea porque de por sí ya habían pasado muchos días—. Ahora qué lo pienso, ¿qué edad tiene tu hermano, Nagi?


    escribí más de lo que pretendía no sé por qué JASJE
     
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  14.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Blee se unió a nuestro pequeño picnic improvisado sin comentar nada al respecto, aunque no fue especialmente difícil para ningunos de los dos captar la disculpa implícita en su sonrisa al hacerlo. Una disculpa que, por supuesto, Kenneth desechó con un movimiento rápido de mano y yo con una mirada que buscó ser algo más suave de lo que acostumbraba. Con todo, la chica se acomodó a un lado de ambos, y tanto Ken como yo seguimos sus movimientos con cierta atención.

    Dado que desde un principio había dejado claro que quería compartir los mochis con nosotros, no había esperado realmente ninguna clase de confirmación por parte de la chica. Pero aun así, interpreté su sonrisa como eso mismo, o más bien como una invitación a que empezase mientras ella le respondía a mi hermano, y fuese cual fuese de las dos, lo cierto era que no pensaba hacerme de rogar innecesariamente.

    —¡Claro! ¿No notas mi ya perfeccionado japonés? —contestó Kenneth, con un tono juguetón que dejaba ver su clara intención de broma.

    Aun así, a mi parecer sí que había perfeccionado de manera bastante considerable su japonés y, si bien sabía que se sentía orgulloso de sus avances, en el fondo sentía que buscaba algo de aprobación ajena también. No sabía si Bleke sería esa aprobación en cuestión, pero estaba convencida de que alguien lo haría en algún momento, pues era innegable que se lo merecía.

    —Hemos aprovechado la semana para practicar, sí —expliqué de manera más clara, mirando a la chica después de darle un mordisco al mochi—. Está muy rico, Blee —añadí después, sin más.

    —Kachito también me ha estado llevando a algunos sitios de interés por donde vivimos —siguió Ken después, aun con la emoción plasmada en su tono de voz—. Y creo que voy entendiendo lo de que Tokio está dividida en barrios especiales. ¿En cuál vives tú, Bleke? Nosotros vivimos en... Suginami, ¿verdad? —aquello último lo dijo mirándome, en busca de una confirmación de haberlo dicho bien, y asentí con la cabeza, haciendo que su sonrisa se ampliase un poco más y volviese a centrarse en nuestra acompañante.

    A veces parecía que yo era la mayor de los dos, a decir verdad.
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Pese a las similitudes físicas y a cierto ¿ingenio? que creía leer de ambos, los Thornton ciertamente podían diferenciarse sin ninguna clase de problema. Bueno, de por sí era consciente de la peculiaridad de Kashya; incluso cuando muchas veces llegábamos a comportarnos parecido, ella... me transmitía otra clase de tranquilidad. Un genuino desinterés, quizá, uno nacido de la naturalidad, de la aceptación, como un sabio antiguo de los que aparecían en los libros para dejar enseñanzas profundas y desaparecer. Lo que intentaba decir era que en la quietud de Kashya encontraba genuino silencio.

    La mía, pese a todo, era muy ruidosa.

    La energía de Kenneth, pese a no ser en absoluto avasallante, contrastaba bastante con el ambiente que solíamos manejar en el club de lectura. Su respuesta captó mi atención aún más que antes, me hizo alzar ligeramente las cejas y, tras unos pocos segundos, esbozar una sonrisa que logró despegarse de la cordialidad usual, la que traía de manual. Había esperado una respuesta más estándar de su parte, pero digamos que fue un cambio agradable.

    —Bueno, ahora que lo dices, es cierto —le concedí, tras analizarlo brevemente—. Sí has mejorado bastante. Supongo que tuviste una buena profesora.

    La explicación breve de Kashya vino al dedillo para confirmar mi idea, luego halagó los mochis y le sonreí, asintiendo suavemente. Yo no recibía ningún crédito de ellos y dudaba que fuera a transmitirle el mensaje a la cocinera en casa porque... porque éramos así, suponía, pero me alegraba que fueran de su gusto. Tampoco consideré relevante aclarar que no los había hecho yo, ya de paso, como si asumiera que el apellido se me notaba en la cara o similar.

    O como si no me interesara en absoluto qué idea se llevaran de unos míseros mochis.

    La emoción de Kenneth seguía siendo muy palpable, cosa que francamente me resultó algo adorable. Lo oí con atención, seguí sus movimientos y miré a Kashya cuando él lo hizo, para luego aprovechar un silencio y contestar.

    —Yo vivo en Chiyoda, cerca del Palacio Imperial —especifiqué por si le ayudaba a ubicarse—. No he ido casi a Suginami, la verdad, pero oí que tiene parques muy bonitos. Un par de santuarios también.

    No que sintiera un interés particular por las religiones locales, pero seguían siendo buenos puntos turísticos e históricos también.

    —¿Fueron a alguno de ellos, de casualidad? Hay un parque... ¿Zenpukuji, creo se llama? Recuerdo haber ido ahí de pequeña. Tiene un lago y estas bicicletas acuáticas para compartir.


    No estaba segura qué nos había llevado a Suginami, quizás algún evento veraniego de la empresa. Mamá nos había escabullido, a mí y a mi hermano, para divertirnos un rato en el parque. Recordaba lo bonitos que se veían los cerezos alrededor y la bicicleta acuática que había rentado para los tres, pues yo aún era muy pequeña y me había acomodado en su regazo. Ni siquiera llegaba a los pedales, pero en compensación me permitieron manejar el timón. El agua me salpicaba de tanto en tanto y las cigarras se oían a lo lejos.

    Era un buen recuerdo, en definitiva.
     
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  16.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Al parecer, estaba equivocada al pensar que Ken no recibiría la aprobación que buscaba por parte de Bleke, porque la muchacha confirmó que ciertamente notaba una mejoría y su sonrisa la delató a la hora de reconocerlo como un comentario genuino y no algo que decía por decir. Kenneth también notó el tinte sincero de su sonrisa y su sonrisa emocionada se renovó por ello, claramente contento por las palabras de la chica.

    Por mi parte, seguí comiéndome el mochi en silencio y con toda la tranquilidad del mundo, mientras el muchacho le explicaba a Blee lo habíamos estado haciendo durante las vacaciones y ella contestaba a la pregunta que él le hizo. La respuesta en sí no me sorprendió, pues ya sabía perfectamente dónde vivía mi amiga, pero Ken obviamente estaba en su salsa. Le costó un poco ubicar Chiyoda, pero al final lo logró, y asintió convencido por saber dónde quedaba.

    —Uhm... pasamos sobre todo por cafeterías y librerías, ya sabes como es Kashya... —me miró al añadir eso último, pero por supuesto le devolví la mirada sin entender ningún posible doble sentido—. ¡Vimos algunos parques, sí! Pero eran algo pequeños... y no recuerdo ninguno con un lago.

    —No fuimos a ese —aclaré tras acabarme el dulce, intercalando un par de miradas entre ambos para finalmente acabar con la vista fija en él—. No sé cuál es exactamente, pero podemos buscarlo el próximo fin de semana.

    Nice! —contestó, antes de extender finalmente el brazo para hacerse con un mochi, y le dio un bocado al postre antes de tener una idea y volver a hablarle a Bleke—. ¿Te gustaría venir con nosotros? ¡Ya que tú lo conoces y todo!

    Giré la cabeza en dirección a la muchacha también, esperando recibir su respuesta a la propuesta. En lo que a mí respectaba, por supuesto, no tenía ninguna queja al respecto de la idea.
     
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  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Había algo refrescante en verlos interactuar entre ellos, quizá se asociaba a la idea de que fueran capaces de tratarse con semejante naturalidad incluso llevando poco tiempo de retomar el contacto. Bueno, o al menos eso creía yo, pero Kenneth no tenía mucho en Japón y tratar con las personas cara a cara siempre era diferente. De la forma que fuera, era agradable. A una pequeña parte de mí le había preocupado un par de veces saber a Kashya sola, incluso con la asistencia y compañía de Emily, así que el hecho de contar también con su hermano me aliviaba. Descartaba algunas inquietudes, también.

    Por ejemplo, que Kashya hubiera tenido que lidiar con una familia de hielo.

    Seguí su conversación en silencio, ya que estaba empecé a mordisquear un mochi y me contenté con la idea de que fueran a buscar el parque que les había mencionado. Era bonito en verdad, al menos de lo que yo recordaba, así que seguro les gustaba. Se instauró entonces un breve silencio en lo que los tres comíamos, no me incomodó en absoluto y fue Kenneth quien lo rompió; eso no me extrañó para nada.

    La sorpresa vino desde otra dirección.

    Parpadeé, bajando el mochi lentamente, y por un instante la silueta del muchacho se solapó con la de Joey. Por Dios, pero qué tonta. De ahí la familiaridad, ¿cierto? El aire despreocupado, la capacidad de emoción digna de un niño, la liviandad y la chispa alegre. Joey había sido la última persona a la cual le permití arrastrarme en sus planes, la última con quien tropecé y luego... ¿luego qué?

    Luego me arrepentí.

    ¿Les haría algún bien aceptando? ¿Mi presencia era siquiera necesaria?

    ¿Lo había sido para Joey?

    —Ah. —Esbocé una sonrisa cordial, acomodé mi cabello detrás de mi oreja e intercalé la mirada entre ambos—. ¿Este fin de semana, dicen? No creo poder. Mi familia ya tiene planes, lo siento. Pero gracias.

    Su cicatriz conservaba todas las respuestas.

    —¿A ti también te gustaron? —le pregunté a Kenneth, indicando el mochi en su mano, y le sonreí a ambos.
     
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  18.  
    Amane

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    La verdad era que en absoluto había estado entre mis planes que alguien más se nos uniese al pequeño picnic improvisado, y mucho menos que ese alguien fuese la amiga del club de lectura de Kashya. No me molestaba ni nada parecido, ¡todo lo contrario! Me había dado genuina alegría verla acercándose a nosotros, especialmente cuando vi que nos ofrecía dulces una vez se acomodó.

    No me molestó, pero tenía que admitir que sí logró sorprenderme. Quizás me había hecho una primera idea de ella incorrecta, ni idea, pero no se me hacía del tipo de persona que simplemente buscaba a los demás para pasar el almuerzo en compañía; por el contrario, la había hecho mucho más parecida a Kashya en ese sentido. Podía haberme equivocado, sí, pero en realidad parecía ser más bien otra cosa totalmente diferente.

    Quizás era simplemente eso, el club de lectura, y el hecho de que fuesen amigas por ello, que las hacía comportarse de manera diferente cuando alguna estaba presente.

    La cuestión era que, a pesar de todo, la chica era bastante agradable y estaba siendo realmente fácil mantener una conversación con ella. De hecho, me daba la sensación de que hasta Kashya se abría un poquito más en su presencia, lo que conseguía reafirmar aun más mi teoría, dicho sea de paso. Y era probable que fuese aquella misma facilidad de comunicación, o la comodidad general que estaba sintiendo, lo que me incitó a extenderle la invitación para acompañarnos al parque, incluso si posiblemente se lo hubiese ofrecido en cualquier otra situación.

    —Ah, ¿en serio? —contesté, sin pretender ocultar la obvia decepción que adoptó mi tono de voz—. Qué pena. Supongo que podríamos ir otro día, pero... ¡Bueno! ¿Quizás puedas acompañarnos en otra ocasión? ¡Estoy seguro de que nos lo pasaríamos bien los tres! Piénsatelo, ¿sí?

    Qué sabía yo si de verdad no podía, si en realidad no quería o si alguna vez iba a preferir de verdad acompañarnos a algún paseo que hacer cualquier otra cosa que prefiriese hacer. Por eso no pretendía insistir, pero tampoco podía no ofrecerle la posibilidad de hacerlo, en definitiva.

    Me digné finalmente a probar uno de los famosos mochis, saboreándolo durante un buen rato con los ojos cerrados para centrarme mejor en la tarea y todo, y le dediqué una sonrisa de completa aprobación a la muchacha al volver a abrirlos para mirarla, comiéndome el resto de un solo bocado inmediatamente después.

    >>¡Sí! They're so tasty~ Kashya me ha dicho que eres de una familia con dinero, ¿no? ¿Tienes cocineros y todo ese rollo?

    Sí, también podía pecar de indiscreto más veces de las que cualquier persona debería, pero hey, siempre me había salvado de acabar mal por ello, así que no parecía que fuese a cambiar eso en algún futuro cercano.
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Una chispa de culpabilidad se me atoró en el pecho apenas supe, apenas el muchacho me confirmó que mi mentira había surtido efecto. De todos modos no la demostré en absoluto, asentí en cuanto buscó una confirmación así fuera tácita y me quedé allí, con la sonrisa resignada pegada al rostro. Esa era genuina, lo sentía. Lo sentía junto a los recuerdos palpitantes y la ilusión momentánea del viento en mi rostro, el sonido del chapoteo, la voz de mamá. Por un breve instante había imaginado visitar el parque junto a Kashya y Kenneth y la imagen, aunque distante y ajena, sí me gustó.

    ¿Me estaba equivocando?

    No lo sabía.

    Procuró mantener la invitación abierta, volví a pensar que me alegraba mucho que Kashya tuviera un hermano así y le sonreí, asintiendo. En mi gesto se imprimió la gratitud, puede que incluso un resabio de ternura, además de la eterna calma. La calma que, incluso sin darme cuenta, no estaba hecha íntegramente de hielo. No esta vez.

    Era más genuina.

    Puede que mi pregunta de los mochis hubiera sido una estrategia al paso para desviar el tema de conversación, pero en definitiva todos acordamos que estaban ricos y verlo zampándose tantos de golpe fue un poco gracioso. Desvié la mirada a Kashya, más que nada por curiosidad de saber si había pensado igual a mí, y la acotación tan repentina de Kenneth volvió a sorprenderme. Alcé las cejas, volviendo a verlo, y ya no me molesté en disimular la cuota de diversión y hasta incredulidad que se reflejó en mi voz.

    —Conque una familia con dinero —repetí, sin molestia real, y le lancé un vistazo a la chica antes de asentir hacia el muchacho; mi tono regresó a la suavidad usual—. Pues sí, soy una niña rica. Cocineros, sirvientes, mayordomo, chofer, y todo ese rollo.

    Suavidad que, claro, no perdió la diversión, y pestañeé con calma.

    —Así que pueden considerarse afortunados, están comiendo mochis de primera clase.


    kenny boy ya te dije que te amo
     
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  20.  
    Amane

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    A pesar de la decepción inicial que sentí por su rechazo, me alegró en gran medida ver que sí aceptaba la oferta de acompañarnos cualquier otro día, aun si nada me aseguraba que no lo estuviese diciendo por pura educación. La verdad es que lo sentí genuino, como si de verdad le hiciese feliz de alguna manera que quisiese incluirla en nuestros planes —incluso si no fue algo que pudiese verle a simple vista—, y eso me valió para contentarme con el desarrollo de la conversación.

    Luego la conversación se desvió hacia los mochis, y ya hubiese sido a propósito o no, lo cierto es que no me molestó en absoluto que así fuese. ¿A quién no le hubiese gustado ponerse a hablar de unos dulces tan ricos, al fin y al cabo? Imaginaba que zamparme un mochi tan de golpe no era lo más educado, tampoco, pero no hubo quejas al respecto por ninguna de las chicas y me lo tomé como señal suficiente para seguir comiendo tan pancho.

    Al parecer, el comentario que le hice sobre el dinero de su familia le hizo tanta gracia que la diversión se le reflejó en el tono de voz, detalle que me hizo alzar ligeramente las cejas por la sorpresa. Deslicé la mirada hacia Kashya también, pero cómo cabía esperar, la chica solo se encogió de hombros con indiferencia. El dato me lo había soltado un día cualquiera sin más, como la gran mayoría de cosas que Kashya decía, y personalmente, ni siquiera me sorprendí por el mismo.

    Aun así, no pude evitar tampoco mi propia sonrisa divertida por su reacción, y escuché su respuesta con atención, asintiendo un par de veces mientras seguía comiendo, casi como si fuese un niño pequeño aprendiendo algo nuevo. Al final ensanché un poquito más la sonrisa, separé el mochi para poder repasarlo con la mirada desde una distancia prudencial, y asentí con la cabeza a modo de confirmación antes de llevármelo de nuevo a la boca.

    —Qué honor, indeed! —exclamé, con una carcajada ligera—. Nosotros también venimos de buena familia, ¿sabes? Pero nunca hemos tenido cocinero, ni servicio en general. Supongo que es normal, porque nos la pasábamos de viaje cada tanto... —conté, por el simple hecho de compartir algo sobre nosotros también y sin ninguna implicación más allá, simple y llanamente porque dudaba que Kashya alguna vez les hubiese contado cualquier cosa sobre su vida personal.

    Me encogí de hombros, sin darle mayor importancia al asunto, y le eché un vistazo al reloj del móvil justo después, en gran parte para controlar el impulso de seguir comiendo como un desvergonzado y permitir que ellas también disfrutasen del postre del almuerzo.

    kenny boy loves you too uwu <3

    no creo que me dé tiempo a contestar más, si es que tú puedes y quieres hacer otro post, así que lo he dejado medio cerrado por eso /\ ya te lo he dicho por privado pero sis me lo he pasado super bien roleando esto, mucho más de lo que había esperado JAJAJ it was fun so, once again, thank you for that <3
     
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