El primer día en una nueva escuela siempre era algo emocionante para Ai y, en ésta ocasión, incluso había logrado convencer a su padre de que no necesitaba un guardaespaldas siguiéndola por toda la preparatoria. En los últimos años había aprendido a leer los labios de forma aceptable en al menos tres idiomas así que esperaba poder seguir las clases con relativa normalidad. Observó su reflejo durante unos instantes, una joven de aspecto risueño le devolvía una mirada insegura de ojos color miel enmarcados por unas gruesas gafas de pasta rojas. Trató de alisar su cabello rebelde con el cepillo hasta quedar satisfecha y sonrió. Puedes hacerlo. Su padre ya la esperaba en la puerta, uniformado y armado. Miró la pistola con un suspiro resignado y avanzó hasta el asiento del copiloto en silencio, sin mirarle a la cara. Sabía que aquella era una discusión perdida. Cuando el coche de cristales cromados se detuvo frente a la puerta de la preparatoria, Ai inspiró hondo para prepararse mentalmente y su padre reclamó su atención con un toquecito en su hombro. Se volvió hacia él y su mirada se suavizó al leer sus labios acompañados del lenguaje de signos en sus dedos para enfatizar sus palabras. — Todo va a salir bien. Ánimo. Ai sonrió, asintiendo vigorosamente y dedicándole una sonrisa radiante antes de abandonar el vehículo. Claro que puedes hacerlo. Su profesora parecía una persona encantadora, la sonrisa sincera y el aspecto dulce y maternal reconfortaron los nervios de Ai mientras observaba fijamente su rostro para no perder detalle. Cuando terminó de introducirlas, Ai inclinó suavemente la cabeza a modo de saludo, sintiendo sus mejillas arder ante las infinitas miradas. —¡Bu-buenos días!— Exclamó, esperando que sus palabras hubieran sonado a un volumen adecuado. Regular el volumen de su voz era lo que más esfuerzo le costaba, dada su sordera.
Por algún azar del destino volvió a estar en sus manos hacerse cargo del tour de estudiantes nuevos, y si bien hubiera pensado que el hecho de hacerlo una segunda vez la haría estar mucho menos nerviosa, no fue así precisamente, incluso estaba segura que su rostro se había sonrojado por los nervios al aceptar de una manera un poco torpe la petición de la profesora. Así pues, al llegar a la hora del receso se levantó de su pupitre con su bento en mano en dirección a las nuevas estudiantes, haciendo una pequeña reverencia como saludo. —Buenas tardes y bienvenidas —sonrió con suavidad —, yo...puedo mostrarles por orden cada piso y acabar en la azotea para que disfruten su almuerzo o...¿quizás prefieran iniciar del tercer piso hacia los exteriores?
Miró atentamente a su compañera con una tímida sonrisa de disculpa y asintió lentamente. No le gustaba dar trabajo a los demás y pensó que aquella imposición justo en el receso debería resultar tediosa para Akizuki. — Cualquier cosa está b-bien Akizuki-san. — respondió en un tono quizá demasiado bajo. Su voz era suave, algo aguda de más, pero esencialmente tímida y con una cadencia extraña que, aunque tratase de disimular, revelaba que algo no iba del todo bien.— Lamento que tengas que encargarte. Juntó sus índices en un gesto involuntario e inclinó la cabeza respetuosamente para disculparse.