Ciudad Libertad

Liza White

Me costó un par de segundos enviar aquel mensaje. Siempre se me hacía un mundo, de hecho, pero sentía cómo con cada intercambio se volvía mucho más sencillo. Quizás me estaba acostumbrando a su presencia y a estos sentimientos, tan torpes y atolodrandos.

Quién sabe.

El caso es que al volver con los vasos el sillón seguía patas arriba y no parecía que la guerra fuese a acabar pronto. Les dirigí una mirada reprobatoria, y estaba por dejar las cosas sobre la mesa para separarlas yo misma cuando la voz de alguien más al otro lado de la puerta detuvo mi tren de pensamientos.

No me hizo falta mucho para reconocerla en el acto.

¿Huh?

—Pensaba que estarías descansando o viendo el combate de Lucas —Fue todo lo que mencioné al abrir la puerta. Encontré sus ojos, y la severidad en ellos me dejó en claro que Mimi estaba en modo "hermana mayor" en ese instante. Aunque ese fuese mi propio rol y no me gustase demasiado intercambiarlo no era como si estuviese en mi mano evitarlo. De modo que solté el aire por la nariz en una risa baja y le hice un gesto escueto con la cabeza, resignada—. Puedes pasar. Solo ten cuidado: este camerino está presenciando una guerra en este instante.

Me hice a un lado, y Honda pudo contemplar desde ese ángulo a Amber intentando quitarse de la melena a una bola de lana. No tardó en detectar su olor, y le cedió momentáneamente a Nana el trono para ir al encuentro de la rubia alegremente.

Dio una vuelta a su alrededor, y olfateó la palma de su mano como el cachorro que insistía en ser.

Cerré la puerta a mi espalda con una sonrisa de circunstancias.

>>Lo siento, cielo. Es demasiado mimosa y le agradas bastante.

 

Mimi Honda

No sabía que esperar. Ser eliminada tan cerca de la final podía resultar frustrante. Por eso estaba allí en primer lugar. Si Liz lo necesitaba estaría allí para quitarle de la cabeza la absurda idea de que no había hecho nada por obtener la victoria, como había hecho con Em.

Sin embargo cuando la puerta se abrió y nos encontramos cara a cara... ese no parecía ser el caso. Sus ojos tenían el brillo de siempre, incluso se rió. El alivio que me produjo se sintió como quitarme un peso de los hombros y también se me escapó una risa cuando di un paso al interior del camerino.

—Ese era el plan, sí, pero lo dejé a un lado porque quería venir a hablar contigo—respondí entonces. Hice una gesto vago con la mano—. No sabía cómo te habías tomado... bueno, eso. Me alegra ver que mis sospechas han sido infundadas.

Enarqué una ceja entonces, curiosa.

¿Huh? ¿Una guerra?

Si no era una guerra se le parecía bastante. Nana y Amber luchaban por ver quién se quedaba con el sofá. Sin embargo el levantamiento en armas no duró mucho y Amber no tardó en acudir a mi encuentro.

Esbocé una ligera sonrisa.

Había pasado un tiempo.

Dejé que Amber oliese mi mano—reconociendo así mi olor— y después acaricié su cabeza detrás de las orejas. Su melena era más corta pero seguía recordándome a Raiden. Solo en aspecto, el carácter era un tema totalmente diferente... pero seguían siendo Luxray a fin de cuentas.

—No me importa—le respondí a White con suavidad, considerablemente aliviada—. Hace mucho que no nos vemos ¿huh?

Amber pareció ronronear bajo el tacto de mis dedos. Era tan mimosa como un Shinx, pero su aspecto seguía siendo el de un majestuoso Luxray. Y no pude evitar preguntarme cómo estaría después de tanto tiempo.

Raiden.

Suponía que después de todo lo sucedido en Gérie solo restaba regresar a Galeia.

Avancé hasta el sofá y tomando a Nana en mi regazo me senté allí. Apoyé la cabeza en el respaldo y cerré los ojos.

—Ah—suspiré—. Estoy agotada, en serio...

 

Liza White

Intuí perfectamente el motivo de su visita, pero escucharlo de sus propios labios suavizó mi expresión aún más si cabía. ¿Había dejado el combate a un lado por venir a ver cómo estaba?

Qué tierna.

—Probablemente a la Liza de hace un año le habría sentado como una patada a su orgullo competitivo, no lo dudo —respondí, cruzándome de brazos cerca de la puerta. Amber ronroneó ante su tacto y se refregó contra su mano con más ahínco al recibir atención. Sonreí ante la escena—. Pero esa Liz ya no está. Gracias por venir de todas formas.

Cait lo había mencionado, ¿cierto? Aquel viaje me había hecho madurar. La frustración momentánea no me la quitaba nadie, por supuesto. Pero la satisfacción era mayor que cualquier otra cosa.

>>Se ve que ella también te echaba de menos —convine, avanzando hacia el centro de la sala y recogiendo mi propio vaso. Dejé el batido allí en caso de que Mimi quisiese servirse otro—. Realmente ha crecido con ambas, de una forma u otra.

Se ve que distraerme dándole un sorbo al batido fue un error garrafal, pues cuando quise darme cuenta el sofá ahora le pertenecía a Mimi, Nana acurrucada en su regazo y Amber en el resto del espacio. Dejé caer los hombros, derrotada, no sin cierta gracia.

Yo que me había mantenido neutral en la guerra y resulté una clara perdedora.

—Es lógico. Hemos estado combatiendo una semana sin demasiado descanso de por medio —Me dejé caer en el suelo (tampoco me quedaba de otra) y extendí los brazos en el aire pidiéndole a la chica que me lanzase uno de los cojines a su lado. Hice un ligero mohín entonces—. En estos momentos es cuando debería haber una cama. Estúpidos camerinos y sus reglas raras.

>>En cualquier caso, ¿cómo te tomaste eso tú? Se te ve bien. Con cara de muerta, pero bien a fin de cuentas.

 

Ian Lockhart

—Así que es eso, ¿eh~? —respondí, haciendo como si no estuviese convencido por su respuesta—, supongo que es verdad que los opuestos se atraen, aunque lo de Céline aún es un problema, no me gusta compartir a mi víctima de travesuras~ —dije juguetón—, aunque supongo que tendré que hacer una excepción en esta ocasión.

Sonreí triunfante cuando Emily aceptó hacerme compañía tumbándose en el césped, olvidándose momentáneamente de si había alguien vigilando. Su cabello se desparramó graciosamente por todo el suelo, dándole un aspecto nada desagradable. A la chica tenía que darle el mérito de siempre lucir bien.

—Ah, seguro —solté una pequeña risilla ante su pregunta, girándome levemente hacía ella—, no podrías estar en manos más seguras. Aunque probablemente te dibujaría unos bigotes de gato y un parche en el ojo, sabes. Oh, y también haría algo como esto —acercando mis manos a su cabeza, tomé varios de sus mechones de cabello que reposaban sobre el césped y jugueteé con ellos tranquilamente, antes de anudar un par de ellos entre sí—. Sí, te queda perfecto —me burlé—, creo que deberías empezar a llevar este peinado a partir de ahora, je.

 

Mimi Honda

—¿Para qué quieres una cama?—se me escapó una risa baja. ¿No podía estar hablando en serio o sí? Podía molestarla con esa idea pero decidí que era mejor no hacerlo—. Liz, los camerinos no son habitaciones de hotel. Están hechos para ofrecer descanso de forma momentánea a las estrellas, no para un alojamiento indefinido. ¿Imaginas lo tedioso que sería tener que estar despertando a un famoso de su siesta cuando le quedan menos de cinco minutos para salir a escena?

Su función era ofrecer un pequeño lugar de descanso, incluso preparación antes del show. Tener una cama sería muy poco práctico.

Pero la inocencia de White en lo referente a estos temas siempre se me antojaba tierna. Igual que en el centro comercial. No entendía nada y todo le resultaba nuevo y fascinante. Era como... un Pokémon recién salido del huevo. Ambas lo éramos en según qué situaciones.

Éramos mundos totalmente dispares pero aprendíamos la una de la otra.

Y me gustaba eso.

Sin embargo mi expresión se agrió momentáneamente y abrí uno de mis ojos para dirigirle una mirada de circunstancias. Enarqué una ceja.

—Yo no tengo cara de muerta—repliqué antes de volver a cerrarlos. Suavicé mi expresión y suspiré—. Estoy bien. Podría sentirme frustrada pero la verdad es que estoy satisfecha. He llegado mucho más lejos de lo que creí llegar, tengo todo un club de fans y logré demostrar de lo que mi equipo y yo éramos capaces. No puedo pedir más.

>>Y por si fuera poco logré que Arryn se tragara sus palabras—forcé en mi voz un tono infantil, uno que me recordaba bastante a la persona que trataba de emular. Aunque fue una imitación bastante burda—. "De tu equipo solo Mienryu se salva" Idiota. Fue Himeko quien te destrozó.

Probablemente nunca lograría entender su obsesión por ganar. Era casi... una necesidad. Como si el solo hecho de perder implicase que había fracasado en la vida. Le había defendido frente al público y no me arrepentía de eso. Pero seguía frustrándome su actitud.

Abrí los ojos de nuevo.

—¿Qué haces en el suelo a todo esto?—le pregunté a Liz entonces y palmeé un huequito a mi lado en el sofá— Anda ven, no seas tonta.

 

Liza White

—Pero —repliqué, frunciendo el ceño con confusión sin poder evitarlo—, ¿por qué hacer habitaciones individuales si la finalidad es un descanso breve? Podrían hacer una sala común bien equipada. Es un derroche de dinero, de luz y de comida. ¿Y por qué tanta comida a todo esto? ¡No soy un Snorlax!

Señalé entonces con un acusador dedo índice la mesita a lo lejos.

>>¿Te haces siquiera una idea de cuántos árboles han tenido que talar para esa cantidad de posters y cartas? No lo entiendo. Ni siquiera el nombre tiene sentido.

Sí, creo que era más que evidente que nunca entendería esa clase de lujos. Ese no era mi mundo, lo mío era la austeridad y la sencillez... Pero suponía que a ojos del resto debía ser divertido verme allí. Tratando de comprender infructuosamente la lógica detrás del mero consumismo.

Suavicé mi expresión no mucho después, al escuchar que al igual que yo se sentía satisfecha con su desempeño más que otra cosa. Ambas habíamos llegado bastante lejos, debíamos sentirnos orgullosas de ello.

Tensé los labios, conteniendo una risa que amenazaba con vibrarme en el pecho ante su burda actuación del tal Arryn. Había visto su combate en la retransmisión pero no dejaba de divertirme escuchar el resumen de manos de Mimi.

—No parecía que lo dijese con el corazón —comenté con tranquilidad, levantándome del suelo para acercarme al sillón. No era mi idea quitarle aún más espacio, pero si me lo ofrecía no iba a decirle que no. La espalda me estaba matando. Me senté a su lado entonces—. Las palabras de Arryn, quiero decir. Era como si estuviese representando un papel, ¿no te lo parece?

En determinado momento tomé a Nana en brazos, quién bufó por lo bajo entre tanto cambio, y me acurruqué en el regazo de Honda abrazando a la bola de lana contra mi pecho. Su pelaje me cosquilleó las mejillas.

Era de esas veces en las que la comodidad de la situación me permitía dejar mi papel maduro por un rato para recordarme que seguía siendo la menor de las dos después de todo.

Podía permitirme ser infantil por un rato.

>>Ah, mucho mejor.

 

Mimi Honda

—Por la privacidad ¿supongo?

Suponía que debía tratarse de eso. Una sala compartida podía funcionar pero no era la mismo. Tampoco tenía ese sentimiento de "exclusividad" que tenían los camerinos.

Aunque Liz probablemente no entendería eso.

>>Pero en esos posters y cartas está el cariño y el apoyo de tus fans—repliqué—. No creo que siendo ese el caso los árboles hayan sido desperdiciados. ¿Las has leído siquiera?

Esperaba que lo hubiera hecho porque si no iba a molestarme. El apoyo de los fans lo era todo... no podía desatenderse así como así. Ya fuera un entrenador, un coordinador o incluso un ídolo. Los fans eran una base importarte del éxito conseguido y la mejor manera de corresponder su cariño era leer y contestar sus mensaje.

Estaba por levantarme e ir a por ellas cuando White se sentó a mi lado y cambió el curso de mis pensamientos. En un inicio sus palabras me confundieron.

Arryn era raro y un idiota pero... no parecía estar fingiendo. Negué con la cabeza.

—Daba la impresión de estar hablando muy en serio. En sus ojos había genuino pánico. ¿Recuerdas cuando enfrentamos a Zach? Al final, cuando sus planes se truncaron... tenía la misma expresión. Esa desesperanza.

Como si, de hecho, esa fuera su única meta en la vida. Su única misión. Y ahora que había fracaso en ella no le quedase nada.

Era perturbador incluso si me paraba a pensarlo. ¿A qué clase de desalmado pretendía demostrarle nada? ¿Y con esa ansiedad? Porque esa persona no era, ni por asomo, él mismo.

Tan sumida estaba en esos pensamientos que me sobresalté ligeramente cuando sentí la cabeza de Liz sobre mis piernas.

¿H-huh?

Parpadeé con lentitud tratando de hacer funcionar los engranajes de mi cerebro algo oxidados por el cansancio acumulado y entonces, a pesar del ligero rubor en mis mejillas por el sobresalto, se me escapó una risa por la nariz.

—Ahora yo soy la cama ¿huh?—cuestioné y forzando una sonrisa tensa tomé sus mejillas y las estiré como represalia. Generalmente me daría vergüenza pero esa vez no fue el caso, no en su totalidad. Solo impuse el orgullo como solía hacer y solté su cara—. No te acostumbres. Esto es solo una... una ocasión especial ¿sí?

El silencio se hizo entonces.

Lucas debía estar combatiendo en ese momento pero la paz dentro del camerino parecía incapaz de romperse con nada. Ni las voces del público nos alcanzaban allí.

Después de la emoción del día que nos había drenado tanto física como psicológicamente se agradecía algo de tranquilidad. Ahora solo necesitaba un té.

—¿Qué harás ahora?—pregunté entonces— ¿Regresarás a Galeia? Recuerda que aún no visitamos el museo.

>>Y que tienes una cita con el bobo gigante amable.

 

Liza White

—A-auch. Mimi~ —me quejé, alargando la "i" innecesariamente al notar el tirón en mis mejillas. Pero me dejé hacer porque era ella después de todo—. De acuerdo, de acuerdo. Solo por esta vez.

Dudaba que me negase algo así en otra ocasión pero prefería conservar mi nueva cama un poco más.

Quizás no necesitaba palabras de ánimo ni consuelo de hermana mayor de su parte, no en esa ocasión, pero sí que necesitaba esa repentina paz. Se sintió como un bálsamo capaz de llevarse lejos nuestro cansancio, al menos, por un instante. Me permitió cerrar los ojos y acurrucarme junto a Nana, siendo consciente de que al fin había pasado todo.

La pregunta era obvia.

¿Ahora qué?

—Esperaré a que la ceremonia finalice oficialmente para ver qué procede —respondí y abrí uno de mis ojos para mirarla desde abajo—. Recuerda que estamos aquí por una misión, cielo. Tan solo hemos cumplido una pequeña parte del trabajo.

El secuestro de Joel.

Tyre Chance.

Zach nos iba a dar las pruebas que necesitábamos pero nos había pedido tiempo. Quizás el transcurso de la Liga sería suficiente para tenerlo todo listo. Ahora nos quedaba la parte más difícil, detener aquel maldito futuro y evitar la muerte de tantos inocentes. El dominio mundial de un par de psicópatas. El control mental sobre los pokémon.

La muerte de Nikolah.

Teníamos mucho por delante pero nos merecíamos celebrar que una parte del camino ya estaba hecho.

—Además, no puedo perderme esos planes por nada en el mundo —Miré mi muñeca, allí donde descansaba mi videomisor con cierto aire soñador—. Nikolah parece ocupado de momento de modo que no pretendo molestarle. Así que, dime...

Le dirigí una sonrisa dulce desde abajo, expectante.

>>¿Mañana estás libre?

 

Ian Lockhart

—¿Ah? ¿pero quién más que tú podría cumplir ese papel tan bien? —me burlé—. Hubert y Alpha no están por aquí, y no hay nadie más que disfrute molestando más que a ti, Emi-chan~

Por supuesto, mis acciones terminaron molestando a Emily, que se levantó y se puso encima mío, refunfuñando adorablemente.

—Hey, hey, nada me gustaría más que verte intentando vengarte de mí —me levanté ligeramente del suelo, lo suficiente para alcanzar los mofletes inflados de Emily y tirar un poco de ellos, como de costumbre—, aunque con ese rostro tan adorable que tienes, dudo mucho que en algún momento lo consigas —reí.

Mis ojos se fijaron una vez más en su cabello y en el "arreglo" que había hecho, sonriendo divertido.

—Ah sí, definitivamente te ves más guapa con ese nuevo peinado, de nada. De hecho, déjame verlo un poco más de cerca, ¿quieres? —y, sonriendo con malicia, tiré de ella hacía mí, volviéndola a arrastrar conmigo al suelo.

Qué tour tan divertido estaba siendo~

 

Mimi Honda

—Tyre Chance...—repetí.

Fruncí los labios en una fina línea.

Ese maldito ególatra manipulador de masas. Cierto. Zach tenía en su poder las pruebas necesarias contra él. Ese había sido el objetivo en primer lugar. Pararle los pies a Chance y anular su absurda política de "supremacía humana".

No era mala persona por haberlo olvidado ¿verdad? ¡No podía estar en todo y ese siempre había sido mi sueño! La atención del público, los reportajes en revistas, el centro de mira de las cámaras... probablemente era un pensamiento bastante egoísta ahora que me paraba a pensarlo.

Sin embargo me faltaba datos para entenderlo. Había una parte de todo el asunto de las elecciones que se me escapaba. Mientras yo estaba en Sinnoh, el resto de holders fueron testigos de un futuro apocalíptico en el que ganó Haku. Pero solo sabía eso; las piezas del puzzle mental seguían muy dispersas.

Enarqué una ceja entonces.

—¿Así que como Nikolah está ocupado quieres salir conmigo? Que amable por tu parte—repetí con fingida molestia y volví a tirar de sus mejillas, apretándolas a medida que hablaba. Juraría que incluso se me saltó la vena de la frente—. ¿Como crees que voy a tomarme eso?

Cuando comenzó a quejarse la solté. Tampoco quería deformarle la cara. Y tampoco me molestaba realmente. Pero eso era típico en nosotras ¿no?

Menudo par de tontas.

>>Para tu información mi único plan de mañana era visitar el museo así que supongo que puedo dejarte acompañarme—moví mis rodillas—. Ahora... ¿qué tal si dejas de usar la pseudo-cama y me acercas un té?

El tono de mi voz sonó radicalmente distinto cuando volví a hablar, sin embargo. No era un asunto que tomarse a broma. Y me avergonzaba, tal vez en cierta forma, no estar al tanto de todo.

>>Liz...—murmuré y desvié la mirada, tensa— ¿que pasó en el futuro? Estaba en Sinnoh por ese entonces así que no pude verlo. Solo sé que fue horrible.

 

Lucas Diamond

Dicho y hecho, Darren y Lucas salieron al vestíbulo, cuando aún no había nadie allí. El entrenador de tipo planta se detuvo en la mitad del lugar, tan tranquilo, y se sentó como de costumbre, fingiendo que no se había movido en todo el tiempo. Poco a poco, sin embargo, comenzó a llegar la gente.

—¡Hey, menudo palizón me han dado! —comentó Cory, frotándose la nuca—. The Sponsor no bromea, desde luego... se lo toma en serio.

El siguiente en salir, algo más contento, fue Shai.

—... h-hola.

—¡Esa cara es que has ganado, eh, pequeñín! —siempre alegre, Cory pasó la mano por encima del hombro de Shai, y le felicitó con una sonrisa. Él asintió, aún algo avergonzado.

—Pues The Supervisor no fue para tanto —apareció, saliendo de la sala en cuestión, Ragan, cruzado de brazos. Su rostro lo decía todo, también, y sus palabras lo confirmaron: había ganado—. Uno a uno, Organizadores —le dijo a Darren.

Tras eso, Colin se unió al grupo, y los cuatro estuvieron allí, reunidos de nuevo. Darren felicitó a los ganadores y animó al resto, aunque con su... "entusiasmo" característico de siempre, claro. Y luego se dispuso a dar paso a las siguientes batallas.

—Bueno. Van dos tandas de batallas. ¿Quién se queda fuera ahora?

Shai levantó la mano, tímidamente.

—... m-me gustaría descansar y estar solo un rato... esto es demasiado movimiento seguido para mí.

—Entonces nosotros elegimos, ¿no? —Colin se cruzó de brazos, mirando las salas con interés—. Cory, yo digo que tú y yo tenemos que elegir primero, por ser quienes hemos peleado solo una vez, ¿te parece?

—Yeah, pues yo elijo, hm... agh, no sé, ¿qué será mejor?

—Quita, anda —Ragan se antepuso, y, sin preguntar a nadie, comenzó a caminar en dirección a una de las salas. Eligió la sala de Eileen, The Recruiter, y se perdió en ella. Cory suspiró.

—... tronco, ya me quitaron la elección.

—Hay que estar rápidos. Hmmm, supongo que mi elección está entonces entre The Sponsor y The Supervisor

Cory miró a Lucas entonces, suspirando.

—Yo ya me enfrenté a The Sponsor, así que a mí me toca uno de los otros dos, o The Promoter, o The Supervisor.

—Según lo que elija uno, los otros dos solo tendrán una opción posible, ¿eh? —comentó Darren.

Y, así, las miradas se centraron en Lucas.

—Pues como Lucas y Colin tienen las dos mismas opciones... imagino que me toca a mí ir a por The Promoter —susurró Cory, suspirando después. Huh, ¿acaso se olía el tipo que le tocaría enfrentar y le tenía pavor?

Colin asintió.

—Venga, Lucas. Nos toca a los dos decidir... pongámonos de acuerdo, ¿cuál querrías desafiar tú?

>> The Sponsor
>> The Supervisor

 

Liza White

La sonrisa en mis labios perduró un par de segundos, los justos para que Mimi tergiversase la inocente propuesta y volviese a tomarla con mis pobres mejillas.

¿Eh?

—E-Eso no es verdad, ¡no seas así...! —me quejé, arrugando el entrecejo como una cría. Sus dedos estiraron mis mejillas con ahínco entre frase y frase, dificultando mi propio habla—. A-auch, ¡Mimi...! ¡Para~!

No tardó mucho en liberarme en cualquier caso. Me acaricié las mejillas con cierto aire ofendido. Esa idiota. Sabía que era típico en nosotras bromear de esa forma, pero no podía evitar pensar que en el fondo, muy en el fondo, aquello pudiese tener una pequeña parte de verdad.

>>Gracias por permitirme tal honor, entonces —dije entonces, alivianando el tono de mi voz. Me hacía cierta gracia lo poco honesta que resultaba ser Honda a veces. Cerré los ojos, y enterré el rostro en la lana de wooloo ante la idea de tener que levantarme—. No, gracias. Estoy bien aquí~.

Era evidente que el ambiente distendido no duraría demasiado. El tono de Mimi tomó seriedad e intuí que había algo que le preocupaba. No esperé, sin embargo, que ese algo fuese aquel tema en específico.

El futuro.

—Mhm... Lo fue. Tuve pesadillas durante mucho tiempo; las sigo teniendo, de hecho —Mis dedos se cerraron en torno al cuerpo de Nana. La wooloo pareció notar que ejercía cierta fuerza, tensa, y se giró hacia mí con preocupación—. En ese futuro Hana Haku ganaba las elecciones. Estableció un régimen donde los pokémon debían ser liberados, y los humanos eran considerados inferiores a ellos. Pokémon como Darkrai y Necrozma volvieron a ser libres y... sembraron el caos.

Recordé la explicación del Lucas del futuro. Cómo Udan había sido arrasada en un genocidio sin precedentes. Los escombros de lo que alguna vez fue ciudad Témpera. El refugio de los rebeldes. Las miles y miles de muertes.

>>Nuestros yos del futuro formaban la rebelión. Aún creían en los lazos de hermandad entre pokémon y humanos, y resistían en un refugio que estaba a punto de ser invadido por las tropas de Haku. Logramos detener a Darkrai pero... nos engañaron. Lo usaron de distracción para que Necrozma atacase en otro de los refugios, repleto de inocentes —Mi voz tembló por un instante—. Fue demasiado tarde, Mimi.

>>No pudimos salvarles.

Nikolah. Alpha. Hubert. Gardevoir.

Raiden.

 

Lucas Diamond

Salimos Darren y yo del estadio, con algo de "prisa", para estar los primeros y fingir que Darren nunca estuvo ahí dentro. Así podría asustar a otros como hizo conmigo (aunque malamente, claro). Pronto, salieron también Cory y Shai, y regresó al hall Colin. Ragan salió unos minutos después, orgulloso.

—¿Qué, cómo ha ido esa ronda? Yo he conseguido ganar el combate —comenté, saludando al resto. Shai también había ganado, como Cory adivinó, mientras que este último había perdido contra The Sponsor. Ragan, por su parte, ya anunciaba su victoria con gran modestia. Al menos ahora podíamos ver a Shai más contento y a Ragan no enfadado. Cory, por su parte, tenía un humor muy templado, así que no se alteró por la derrota, sino que en su lugar se alegró por la victoria de los demás.

Colin volvía ahora a combatir, y sugirió que fueran él y Cory los que eligiesen primero, al ser los que aún no habían combatido más de una vez. No tenía problema en su criterio, y como Shai había pedido descansar ahora, eso facilitaba mucho la organización. Pero bueno, Ragan no estaba tan de acuerdo, y antes de que nadie pudiese detenerle, se encaminó a pelear contra Eileen. Vaya... Buena suerte, Ragan.

—Eso nos deja a nosotros tres... —comenté. Y claro, eso también descartaba muchas opciones. Cory debía enfrentarse ahora a Darren, pues en caso contrario, o bien Colin o bien yo mismo debíamos repetir contra el presentador—. No hay otra, Cory. Te toca contra The Promoter, supongo... ¡así que buena suerte! —le animé, dirigiéndome luego a Colin—. Y nosotros... Pues bueno, uno cada uno. Si te soy sincero, tengo ganas de probar contra The Sponsor. Hasta ahora es el único que ha vencido a los dos que lo han desafiado, ¡así que quiero ponerme a prueba! ¿Te parece bien que vaya yo a ese estadio?

Claro estaba, Colin no tenía ninguna objeción. Él iría contra The Supervisor, mientras. Así pues, nos despedimos de Shai y nos deseamos suerte en nuestros respectivos combates, mientras me adentraba al nuevo estadio.

—Veamos de qué pasta estás hecho, The Sponsor.

 

Mimi Honda

Sabía que el futuro había sido horrible... pero no sabía que tanto. Mientras Liz hablaba y se encogía más y más sobre mis piernas abrazada a Nana, más podía hacerme una idea cercana a como de terrible había sido.

Un futuro distópico y oscuro donde imperaba la titánica ley del más fuerte.

Dejar la región en manos de Chance o de Haku era una idea nefasta. Sus políticas eran demasiado radicales y peligrosas. Ninguno de los dos bandos—pokemon o humanos—era mejor o mejor que el otro y pensar en ponernos en contra era ridículo. Ambos bandos eran fuertes. Darle más importancia a cualquiera de ellos por encima del otro solo podía acabar en tragedia.

¿Porque no era a fin de cuentas la integración de todas sus partes lo que hacía crecer a una sociedad? Una sociedad disgregada, disctatorial y autoritarista no iba a ninguna parte. Si algo habíamos aprendido de la historia era que no funcionaban, sin más. ¿Disctaduras? ¿Aristocracias? ¿Oligarquías?

Sin embargo no pude decir nada de eso. Aunque me irritaba no pude expresarlo. Porque un sentimiento muy distinto se impuso y desbancó a la rabia.

Mierda.

Yo no había estado entonces y tampoco creía que mi presencia hubiera cambiado algo. Pero quizás podría haber ayudado, quizás... incluso podría comprender mejor el horror que habían vivido de primera mano. Compartiría las pesadillas y el miedo. Y dejaría de olvidar la importancia de que Irvine ganara esas estúpidas elecciones.

Pero...

Apreté los labios.

La sensación creció asfixiante y me hundió en el asiento. Mis puños temblaron por la fuerza con la que estaba apretándolos tratando en vano de contener mis emociones.

No haber estado allí, no haber intentado al menos hacer algo... me carcomió por dentro como el ácido.

Separé los labios para hablar pero volví a cerrarlos. ¿Que se supone que debía decir? ¿Cómo resumir todo lo que estaba sintiendo?

—... Lo siento—en eso lo resumí. Incapaz de hacer contacto visual agaché el rostro hasta que el flequillo oculto mis ojos. Hubo rabia y una impotencia sorda en mi voz cuando volví a encontrar las palabras—. Debí estar ahí. Debí haber... hecho algo. ¡Lo que fuese...!

Mis uñas dolieron contra mis palmas.

>>¡Estaba luchando mi propia guerra en Sinnoh pero...!

Una guerra contra mí misma pero una a fin de cuentas. Contra mis propios demonios. Contra el miedo primitivo que había sacado a la luz el rechazo de Emily. Contra mis problemas de abandono.

Y ahora me sentía como una estúpida egoísta.

Incapaz de soportar aquella situación me incorporé del sofá bruscamente y le di la espalda a Liza mientras me dirigía a la mesa. Estaba molesta conmigo misma.

Y soné derrotada, apesadumbrada quizás, a pesar de que traté que mi voz no tuviera ninguna emoción discernible.

>>... Iré por ese té yo misma.

 

Liza White

Al terminar de hablar sentí que el nudo en mi garganta me impediría mantener la compostura por mucho más tiempo, de modo que decidí guardar silencio. No era un tema del que me gustase hablar; mencionarlo lograba traer a mi memoria imágenes tan vívidas que me causaban escalofríos. Pero no podía culparla por querer saber. Era algo que la involucraba.

No sentí la necesidad de añadir más, en cualquier caso. Aquello fue suficiente para hacerse una idea de que no debíamos dormirnos en los laureles. Aún estábamos a tiempo de alejarnos de aquel futuro distópico. De evitar las muertes de miles de inocentes y la desaparición del mundo tal y como lo conocíamos.

Tensé los labios.

Debíamos cumplir nuestra promesa.

Entonces la escuché. La rabia sorda en sus palabras, la evidente frustración en su voz. Parpadeé, apartando las lágrimas que amenazaban con salir de mis cuencas y busqué sus ojos, pero fue inútil. Se levantó con tal brusquedad del sillón que Nana se apartó de un saltito al suelo.

Me erguí, con evidente confusión en mi rostro.

—¿Mimi...?

Comprendía cómo debía sentirse. Ella había estado en su región natal durante todo el suceso, debía ser frustrante enterarse de algo de tal magnitud cuando era demasiado tarde. Los holders siempre afrontábamos los problemas juntos... pero seguíamos teniendo una vida que enfrentar.

Nuestros propios demonios eran igual de importantes.

Me levanté del sillón, y caminé hacia la mesa donde se encontraba, resuelta. Me daba la espalda, ocupada en calentar el agua para el té como estaba, de modo que no notó los brazos que la rodearon por detrás hasta que fue demasiado tarde.

—Cielo, no tienes que disculparte por nada —murmuré. El agua bullía y rompía el silencio que se extendió entre ambas—. Has dado tu vida por la región en numerosas ocasiones. Ya era hora de permitirte ser egoísta por una vez.

Cerré los ojos. Mi voz se suavizó.

>>Comprendí tarde que no importaba lo que hiciésemos, era demasiado tarde para cambiar ese futuro. Estuvieses allí o no —Las tropas nos superaban en número y eran inteligentes, tal vez demasiado. Suspiré—. Podrás ayudar y redimirte, aún estamos a tiempo para eso. Pero no pidas haber estado allí, Mims.

No le desearía eso a nadie.

 

Mimi Honda

¿Era egoísta entonces? A pesar de todo el tiempo que llevaba intentando mejorar... ¿no había cambiado nada? Preocuparme por mí misma cuando ellos estaban pasando una situación tan horrible... que estúpido.

No podía saberlo... ¿pero y qué? Si estar o no no cambiaba nada al menos podría hacer ofrecido apoyo moral. Pero no estuve y me sentía culpable y furiosa conmigo mismo por no haberlo hecho. Por ser ahora la pieza floja del puzzle que debía entender el pesar de sus amigos usando la empatía en lugar de haber estado y enfrentado el horror por sí misma.

Puse el agua a calentar.

Mi mente funcionaba rápido, demasiado quizás. Era un cao en esos instantes. Por eso preferí largarme y no mirar a White a los ojos. No me sentía capaz.

Yo, que se supone que intentaba hacer el papel de la hermana mayor con mis diecisiete años porque era una de las pocas cosas que podía hacer bien... y había fallado.

Me jodía.

Tan sumida estaba en mi auto crítica que el abrazo de Liz por la espalda me tomó por sorpresa. Mi cuerpo se tensó y di un pequeño respingo.

—¡Pero...!—exclamé, obcecada como estaba en mi idea. Cerré mis puños con más fuerza aún—. ¡Debí haber estado! ¡Era mi deber! ¿No se supone que los holders siempre estamos juntos?

¿No se suponía que así funcionabamos? ¿En las buenas y en las malas? ¿Que éramos un equipo, una familia? ¡Las familias no se abandonaban maldita sea!

>>¡Aunque mi presencia no hubiese cambiado nada debí—!

Me obligué a callarme mordiéndome el labio. Recriminarme a mí misma no estaba ayudando. Sabía que era inútil lamentarse por algo que ya había sucedido o que, en teoría, ni siquiera había sucedido aún. Pero mi familia me había abandonado tantas veces... que pensar que yo había hecho lo mismo me quemaba por dentro.

El sonido del agua hirviendo fue todo lo que rompió el silencio. Acerqué las manos y vertí el agua caliente en dos tazas. El vapor se alzó como una nube difusa.

No hice ademán alguno por apartarme del abrazo de Liz. En su lugar solo tomé ambas tazas y me recliné un poco más contra su cuerpo. El calor del té y su propio calor lograron serenarme en parte.

Suspiré.

>>... El futuro aún puede cambiarse ¿verdad?—dije en voz baja, fue poco más que un murmullo—. Entonces... no tiene caso lamentarse por eso ahora.

Pero no estaba segura si lo decía con total certeza.

 

Liza White

Era obvio que no iba a escucharme. No importaba lo que dijese, su terquedad se sobreponía ante cualquier cosa y continuó criticándose con dureza. Intenté alzar la voz, pero sus gritos opacaban la mía y mis brazos se tensaron alrededor de su cuerpo entonces, frustrada e impotente.

Quizás había venido a mi camerino buscando hacer las veces de hermana mayor, pero ahora era ella quien lo necesitaba más que yo.

Cambiábamos de papeles con una facilidad absurda.

—¡Mimi, basta!

Guardó silencio. Probablemente se obligó a sí misma a callarse pero me importaba poco o nada. Necesitaba que esa idiota me escuchase. Y esa era la oportunidad perfecta.

>>Tu deber era hacer que la Mimi de verdad regresase. Ese era tu verdadero deber —Como cuando me perdí en el suceso de los Laboratorios. O cuando Dante lo hizo y se refugió en su hogar por meses. O Emily, regresando a su casa para continuar su viaje con fuerzas renovadas. Todos pasamos por un momento así—. De nada nos hubiese servido el apoyo moral de alguien que no estaba bien consigo misma. ¿Qué clase de trabajo crees que habrías hecho? Uno horrible.

Estaba siendo dura pero era lo que necesitaba. El golpe de realidad suficiente como para que dejase de culpabilizarse por algo que no tenía caso. La verdadera ayuda la necesitaríamos ahora. La necesitábamos a ella. Pero la necesitábamos bien a fin de cuentas.

Apoyé el mentón en su hombro y asentí.

>>Mhm. Ya estamos cambiándolo, de hecho —murmuré también—. Faltan muchos holder pero tú estás aquí. Estás ayudando. Y eso es todo lo que importa.

Los holders éramos una familia pero no podíamos estar siempre en todos lados. Éramos humanos, teníamos limitaciones. Mimi quizás no estuvo en el futuro pero estuvo en Gérie en lugar de otros. Sonaba a un intercambio equivalente bajo mi perspectiva.

Me separé entonces del abrazo. La rodeé, y tomé con cuidado una de las tazas que sujetaba. No esperaba que me preparase un té para mí también pero tampoco iba a rechazarlo pese a que no fuera lo mío.

Miré el agua caliente y luego a ella, disimulando mi claro escépticismo.

—¿Qué... tipo de té es?

 

Mimi Honda

¿De verdad estaba ayudando? No estaba haciendo gran cosa. Al participar en el campeonato de Gérie, alcanzar la fama y tener fans solo estaba pensando en mí. En mi sueño, en mis propias necesidades.

Sin embargo darle vueltas a esa situación no cambiaría nada.

Detestaba ser regañada como una niña pero entendía su actiud. Entendía por qué había tomado el rol de la hermana mayor. Por eso no dije nada. Por eso me obligué a callar y forcé a mi obcecado y terco yo a escucharla.

Al menos tenía razón en algo. Ahora estaba allí. Y no pensaba irme de nuevo.

—Pu erh—respondí su pregunta como si nada. Ante su expresión de circunstancias se me escapó una risa baja y especifiqué—: Rojo.

Desde siempre había amado el té. Era una bebida saludable, sofisticada y me daba la energía necesaria gracias a la teína. Prefería una taza de té a cualquiera de sus alternativas. ¿Refrescos? No gracias. Había formas más sanas de morir.

Caminé hasta el sofá pasando por su lado y volví a sentarme sosteniendo la taza por el asa antes de darle un sorbo. El aroma a hierbas inundó mi nariz. Crucé una pierna sobre otra y la balanceé ligeramente.

Ah, tan cálido.

>>Es menos amargo que el negro pero sigue siendo fuerte y tiene un aroma muy característico—seguí explicando ufana y relajada. Hizo un 'clinc' al chocar con el plato. Moví suavemente la taza y el líquido rojizo en su interior se agitó—. Es mi favorito. Además tiene un montón de propiedades: entre ellas reducir los niveles de azúcar en la sangre. Y teniendo en cuenta que te encantan los refrescos, te vendría bien tomarlo para evitar problemas futuros.

Como una diabetes prematura.

Tomé el azucarero de la mesita y lo aparté de su vista antes de dirigirle una mirada de circunstancias. Fruncí el ceño. Mi tono hosco hizo una clara separación entre palabras.

>>Ni. Se. Te. Ocurra. Echarle. Azúcar.

Se hizo un corto silencio. Imaginaba que diría que no pensaba echarle azúcar pero no la creí para nada. Le encantaba esa cosa.

Y a mí también de vez en cuando... ¡pero ese no era el punto!

>>Sin embargo, como el té amargo puede ser demasiado para un paladar no acostumbrado...—volví a acercarme a la mesita y traje conmigo una pequeña bandeja con unas especie de galletas confitadas. La dejé frente a Liz. Sonreí—. Pastas de té. Y si aún así sigue sin ser suficiente puedes hacer esto mientras no lo vuelvas costumbre.

Me senté a su lado de nuevo, unté mermelada sobre una de ellas con un cuchillo cuya finalidad era esa y se la extendí. Una vez la tomó deslicé la lengua por mi propio pulgar porque tenía algo de mermelada en él. El sabor dulce aliviada el amargor natural del té y su mezcla suavizaba el paladar.

Probablemente compartir pequeños pedazos de mi mundo con ella se volviera costumbre. El centro comercial, el té.

No me iba a quejar por eso.

>>Rico, ¿no?