Pasillo (Tercera planta)

La campana acabó por pillarnos a mitad de ¿conversación? Sí, suponía que no era demasiado osado llamarle de esa forma. Solté el aire por la nariz, repasando el espacio con la vista, y me despedí de Clevert alzando una de mis manos un par de centímetros, así permaneciera dentro del bolsillo de la chaqueta. La idea de volver a agradecerle se me atoró en la garganta y entré a mi clase sin más. Tampoco quería quedar tan intensa aunque, siendo honestos, decir hasta lo más básico me costaba un poco en este tipo de situaciones. Era una mezcla bastante desagradable de cansancio, de apatía y vanidad, era también vergüenza y culpa, y así como sabía que tenía que solucionar las cagadas que me clavaba, otra parte de mí ya estaba harta y sólo quería dejar de pararse frente a las personas a exponer sus errores.

Quería que me dejaran en paz y nadie me buscara.

Pero eso, que había mierdas que solucionar y al final del día, quisiera o no, acababa teniendo más peso la culpa. Me eché una buena parte de la mañana repasando lo que tenía en mente, imaginando escenarios que iban de malos a peores, y conforme las manecillas fueron acercándose al receso la ansiedad no hizo más que crecer. Reptar y reptar, como hiedras venenosas, enredándose en mi cuerpo entero.

Antes de salir chequeé con un espejito que me había traído de casa que el maquillaje del ojo no se hubiera corrido; jodidos moratones que les tomaba una eternidad irse. Bufé, recogí mis cosas y dejé la mochila enganchada a un costado de mi pupitre antes de incorporarme. El movimiento me lanzó encima un mareo ligero, siquiera me forzó a detenerme pero imaginé las razones, si apenas tenía mierda echada en el estómago. Nada que hacerle.

Subí al pasillo de tercero con las manos en los bolsillos, pensando que llevaba el día entero sola. Es decir, no me había topado ni una sola cara conocida, y así pudiera pasar la coincidencia me resultó irónica y divertida, pero de forma bastante amarga. Vete a saber, ¿sería un presagio? Tampoco me apetecía mucho ver a nadie, siendo honestos.

Acabé por apoyar la espalda contra la pared, justo frente a la puerta de la 3-2, y mantuve la seriedad que llevaba encima desde la semana pasada a todo momento. Era quizás un escudo, ni idea. Total que aguardé hasta que noté la cabellera de fósforo y tomé aire por la nariz antes de alzar la voz.

—Dunn —busqué llamar su atención en tono plano y señalé las escaleras de la azotea con un movimiento de cabeza—. ¿Me acompañas? Quiero hablarte de algo.

Igual medio seguí repasando el espacio con la vista, cosa de al menos saludar a Altan o a Jez si llegaba a verlos, sabiendo que también iban a esa clase.

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Yáahl hola qué tal vengo a arruinarle el día a Cay Cay

 

Gracias debía darle al clima por haberse dignado a estabilizarse, porque el par de días nublados no habían sido la joya de la semana pasada. No era que importara de por sí, vaya, si estaba de buen humor, pero ya lo había pensado un par de veces, era un bicho de sol.

El caso era que esa mañana ni siquiera me había encajado la chaqueta encima, tampoco el blazer del uniforme, ni con el frío ligero que hacía aún temprano y así me quedé el resto del día. Por la ventana se colaba un rayo de sol de lo más bonito, aunque la verdad también me adormeció y para cuando sonó la campana di un respingo en mi pupitre que alcanzó a sacarle una carcajada a Tolvaj antes de que se fuese por la puerta.

Suspiré por lo bajo, me estiré antes de levantarme y cuando salí noté la silueta de Hiradaira, llamó a mi apellido apenas verme y me quedé fuera de base un par de sólidos segundos porque creí que estaba allí por Sonnen. A ver, no me podía culpar, ¿qué iba a querer hablar ella conmigo un lunes? Aún así asentí con la cabeza apenas me reconectó la neurona, el gesto fue liviano, cargó una tranquila media estúpida teniendo en cuenta que la chica aquí presente estaba hecha un emotional mess calibre Dunn, para la gracia.

Pero no era adivino.

—Claro, te sigo —afirmé y alcancé a dedicarle una sonrisa bastante sosegada a pesar de que ella estaba seria.

Una gota helada me bajó por la espalda cuando sentí ojos encima eso sí, fue instintivo, y giré apenas el rostro solo para dar con la silueta de Sonnen unos pasos detrás de mí. Sentí que el jodido me sacó radiografía en el mal sentido, pero pareció ponerse correa a sí mismo en segundos, y cuando encontró la figura de Anna suavizó los gestos al punto de la estupidez.

—Me alegra verte, An —dijo con tal calma que poco faltó para que se me cayera la mandíbula en el pasillo—. No te interrumpo más. Puedes buscarme cuando prefieras, ¿sí?

Dicho eso se despidió, porque de verdad no pretendía interrumpir más por una vez en su puta vida y solté el aire despacio por los pulmones. La albina amiga suya salió casi detrás, notó a la chica y le dedico una sonrisa de lo más suave, si Sonnen no metía la nariz ella menos, que parecía capaz de llorar si mataba una mosca.

—Hola, cielo —saludó a la pasada—. Tenemos que almorzar juntas un día de estos~

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Hola buenas noches im here for it *le avienta el niño con listón de regalo* preparado para todas las desgracias

Also no pude contener AL OTRO PENDEJO, anyways ya sabes, te puedes arrastrar a Cay uwu

 

Contenido oculto: only cuz la estoy escuchando y la amo

Bueno, había sido un lindo fin de semana, suponía. Quizá demasiado nostálgico para mi gusto, pero no por eso le quitaría crédito a los buenos momentos, a la sonrisa de la abuela y sus manitos temblorosas, de piel aceitunada, alrededor de las mías. Sonaría cliché y todo lo que quieras, pero era por esas pequeñas cosas que encontraba el impulso de seguir esforzándome todos los días. Por la familia que tenía, la que quería conservar y atesorar.

Hacía buen clima y estaba también de buen humor, aunque no había olvidado ciertas... cosas pendientes. En la mañana vi a Arata en los casilleros y recordé la mierda de los móviles, pero imaginé que seguiría con sus problemas encima y, siendo honestos, no tenía la menor idea cuánto tiempo se suponía que tardaba vender esas cosas. Decidí dejarle su espacio, pues, y así hubiera deseado tener el dinero para la Golden Week pues tampoco pasaba nada si no ocurría. Ya me las apañaría.

Todo eso porque insistía en creer que no iba a cagarme, claro.

Las clases transcurrieron sin problema alguno, luego llegó el receso y estiré los músculos antes de salir del aula, dispuesta a comprarme mi juguito de cada día en planta baja. Me detuve, sin embargo, al sentir el móvil vibrando en el bolsillo de mi falda y en el movimiento no noté que se me fue al suelo una liga para el pelo. Estaba de lo más bonita, oye, tenía un pompón blanco y todo.

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excusas pendejas para un par de pendejas

Amane h-hola uwu

 

El fin de semana había ido bastante bien, a pesar de que habíamos tenido que dedicarlo casi por completo a terminar de colocar mis cosas en la casa. Sabía de primera mano lo reservada que era Kashya con todo el mundo, pero también sabía mejor que nadie que tendía a ser un poquito más sociable con la gente que confiaba. No mucho más, tampoco se podían hacer milagros, pero lo suficiente como para que devolviese una pregunta de vez en cuando o que diese sus consejos en base a lo que había aprendido de la persona.

También había conocido a la famosa Emily, claro, y no me costó demasiado entender cómo es que alguien como ella había acabado siendo tan amiga de mi hermana. Se la veía como alguien que genuinamente se preocupaba por los demás y que no esperaba nada a cambio, además de aceptar a todo el mundo por como era, y eso era en definitiva lo único que hacía falta para poder pillarle cariño a alguien como Kashya. Era una verdadera lástima que la niña hubiese tenido el fin de semana ocupado, que me había caído de lo más bien~

El lunes acabó llegando y yo ya me estaba empezando a acostumbrar al ritmo de vida más tranquilo que seguramente iba a acabar adoptando en Japón, para nada tan desagradable como había anticipado. A las clases me iba a costar un poco más acostumbrarme, pero tampoco iba a ser el fin del mundo teniendo en cuenta que mis padres me habían permitido tomarme aquel año sabático como recompensa por mi buena media general en los estudios hasta el momento.

Eso sí, a Kashya le encantaba encerrarse en la biblioteca siempre que tuviese un hueco, especialmente durante el receso, y yo tenía un límite con el silencio y la tranquilidad. Así que me tocaba buscarme la vida, principal motivo por el que estaba vagando por el pasillo de tercero y por el que pude ver como parecía caérsele algo a un pelirroja de lo más bonita. No dudé absolutamente nada en acercarme, recogiendo el objeto en cuestión que rápidamente identifiqué como una goma de pelo, y se la extendí con una sonrisa suave.

—No sé yo si te pega realmente, pero creo que esto es tuyo~

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Dos pendejas juntando a dos pendejos, so romantic uwu (?)

Me di por satisfecha al ver que había logrado mi cometido principal de sorprenderla, soltando una risilla floja al notar su reacción. Luego solo aflojé un poquito el agarre para no ir a ahogarla o algo, aunque mantuve la unión hasta el último momento, cuando ya ella misma decidió separarse de mi abrazo. Hice un pequeño mohín, cosa de nada, pero se lo permití y me quedé bien quietecita viendo como seguía recogiendo sus cosas, siendo que la había interrumpido de eso mismo con mi ataque sorpresa.

—¿El dojo? Nunca he entrado. ¿Hay fantasmas o algo así? Parece medio abandonado~ —comenté, un poco porque sí, mientras aceptaba su mano y notaba que se me pegaba al brazo prácticamente como yo solía hacer con los demás—. Uhm... también está la piscina. ¡O podríamos colarnos en el club de cocina! Con suerte se han dejado algún pastel preparado y lo podemos probar~

No, si la lista de posibles sitios para entretenernos era extensa, con lo grande que era la jodida academia esta y con lo mucho que sabía que nos gustaba colarnos en los sitios más extraños para hacer estupideces, porque era lo que más opciones de diversión y más adrenalina daba. Aunque quizás era buena idea que no nos metiésemos en ningún lío demasiado grande recién reencontradas, ¿verdad?

Quizás~

>>¿Las clases? Se me han pasado un poco más rápido esperando el receso, pero siguen siendo el coñazo de siempre —admití, girando el rostro para dirigirle una sonrisa mientras la guiaba por el pasillo hacia las escaleras—. Al menos el tutor de nuestra clase es joven y bastante guapo. Hasta dicen que está liado con una alumna, ¿sabes? —añadí, bajando el tono de voz y acercándome a su oído, como si fuese aquello alguna especie de información confidencial y no un rumor que literalmente todo el mundo conocía—. ¿Y las tuyas, cielo~?

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Sin problema <3 te la puedes ir arrastrando hacia abajo, a ver donde acaban (?)

 

Al final era un mensaje de papá, que estaba en casa y no recordaba dónde coño habíamos dejado la carpeta gorda de facturas ayer. A ver, yo la había puesto donde iba, así que lo mandé a buscarla ahí. No estaba muy segura qué hacía en casa a esta hora pero tampoco le pregunté y, de la forma que fuera, mi atención se acabó distrayendo hacia la silueta que se había detenido junto a mí. Aún con el móvil entre ambas manos giré el rostro, subí a sus ojos y le sonreí por inercia al detallar su expresión amable. Luego reparé en la liga, arrugué el ceño y llevé una mano a mi bolsillo, comprobando que efectivamente no estaba ahí.

—¿Cómo que no me pega? Si es de lo más bonita —le discutí sin perder la sonrisa, y recogí la liga de su mano para engancharla en mi muñeca—. Gracias~ Ni cuenta me había dado de que se había caído, pobrecilla.

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a Riri la arrastro abajo, indeed <3

 

La chica parecía haberse distraído con algo de su móvil y de ahí que no se hubiese dado cuenta de que se le había caído algo del bolsillo. No creía que fuese a echar mucho de menos una goma de pelo, aunque también era cierto que opinaba desde la inexperiencia que me otorgaba ser un chico, pero me pareció la excusa perfecta para acercarme a ella y, ni idea, interpretarlo como una señal divina a mi intención de socializar con alguien.

Solté una risa ligera cuando escuché su reclamó, a lo que acabé encogiéndome de hombros y aproveché para repasar su melena con la vista, sin ninguna otra intención más que analizarla para poder responderle, claro.

—No sé, me da la sensación de que prefieres tener el pelo suelto, con lo bonito que es, y que si te lo recoges es por obligación, así que no ves necesidad de usar adornos para lo poco que lo vas a tener así —comenté, al final, echándome un poquito de seriedad en la voz a pesar de que terminé de hablar con una nueva sonrisa en los labios—. O no, y solo me lo he inventado para poder sacarte conversación~

Y quizás me estaba arriesgando a asustarla siendo tan descarado, pero nunca me había preocupado demasiado por nada, mucho menos por eso, y ni siquiera lo pensé demasiado antes de soltarle la frase de turno. Tampoco tenía intenciones dudosas en ese momento, vaya, de ahí que hubiese hablado con el tono de voz liviando y hasta divertido en todo momento.

>>No es nada... —me quedé un par de segundos en silencio, mirándola con cierta duda, con objetivo de que se presentase, si es que lo creía conveniente, por supuesto.

 

No siempre todo se definía acorde a su valor económico, eso quedaba claro. Podíamos apegarnos a mierdas equivalentes a un riñón humano pero estaba segura que, sin falla alguna, de una forma u otra acabábamos atándonos con más fuerza, con más corazón allí donde el valor no venía en una etiqueta de mercado. Un dibujo viejo, una estrella de goma eva y purpurina o una liga para el cabello. Además, bueno, las chicas tendían a encariñarse mucho con una liga específica, esa que por fin no se estiraba al mes ni se deshilachaba, así que me habría dado mucha pena perder esta.

Pero claro, era un hombre y quizá no tenía hermanas ni nada. No tenía forma de entenderlo.

Igual era un socializador con patas y yo recién me iba enterando. Noté que su mirada recorrió mi cabello y me tomé el instante para repasar un poquito mejor sus facciones, antes de recibir sus ojos y prestarle la debida atención. Ya tenía bien pensado que en líneas generales no me gustaba la gente excesivamente aduladora, de esos que, no lo sé, a las dos palabras ya te están invitando a tomar algo. Como si el diablo los corriera o fueras un mero trámite. Este chico patinó un poco en dicha dirección, la de los aduladores, pero al mismo tiempo le acertó a mis preferencias y sin pensarlo mucho repasé mi cabello con la mano libre, medio empujando una porción encima de mi hombro.

Además, ¿qué con el tono? Tan serio de repente, como si leyera un paper o algo. ¿Iba a posta o sólo había querido bromear conmigo? No me quedaba del todo claro.

—Well, you got a point —murmuré, fue más un pensamiento en voz alta, y al notar su frase suspendida en el aire alcé las cejas, dándome cuenta que no me había presentado. Le sonreí como siempre, que igual sonreír como si nada era mi talento especial o algo así, y cambié mi peso de un pie al otro—. Ah, disculpa. Sasha Pierce, un gusto~ ¿Eres nuevo aquí? No creo recordarte.

 

Sabía que Kashya y yo éramos mundos completamente aparte, que a mí me gustaba conocer gente, hablar y pasármelo bien mientras que ella prefería el silencio, la soledad y quedarse en casa siempre que pudiese. Sabía eso, que a primera vista lo único que nos relacionaba era el apellido, y aun así también había algo en nuestra personalidad que nos unía más de lo que pudiese parecer, algo que habíamos heredado directamente de nuestros padres.

Lo analizábamos todo a nuestro alrededor.

Quizás no lo dejásemos ver con facilidad, pero no había nada ni nadie que se escapase de nuestra análisis. Observábamos en silencio y almacenábamos la información, sin importar si eventualmente la usaríamos para algo o no. El conocimiento era poder, al fin y al cabo, ¿o no?

La cuestión era que lo hacíamos, y aunque pudiese parecer que todo lo que le había dicho a la chica había sido al azar, la realidad era que todo había partido de una base de conocimiento que tenía y del breve análisis que le hice con el repaso de vista. Podía haber fallado estrepitosamente, por supuesto que sabía que existía aquella posibilidad, pero ella misma me lo confirmó casi inconscientemente y logró sacarme una ligera sonrisa victoriosa con ello.

—Sasha... viene del griego, es un nombre muy bonito. Yo me llamo Kenneth Thornton, encantado~

Se había presentado de la manera occidental y había hablado en inglés, además de que su aspecto no se asemejaba mucho al de alguien tipícamente oriental, así que decidí arriesgarme y presentarme de la misma manera. De todas maneras, no dudaba de que fuese una chica lo suficientemente lista para que se diese cuenta que yo sí que no era de ahí y discernir así cual era mi nombre.

>>De hecho, sí, es mi segundo día de clase —admití, con un tono liviano y sin perder la sonrisa suave en ningún momento—. Asumo que llevas bastante más tiempo que yo aquí, ¿cierto? Si no es muy indiscreto preguntar... ¿dónde me recomiendas pasar el receso? No me apetece mucho quedarme encerrado en el aula, a decir verdad.

Había jugado un poco con ella antes, usando aquel tono tan serio para decir la estupidez de turno, pero no pretendía pecar de confiado con una desconocida y asustarla, así que intenté sonar lo más educado posible inmediatamente después de recibir su presentación.

 

Más allá de las neuronas que pusiera al servicio de la escuela, de la organización de la vida diaria o de las mierdas que había acabado haciendo por diferentes razones, como los hurtos de la mascarada y luego con los móviles, entre mis prioridades nunca ubicaba el análisis de las personas que me rodeaban. Quizá sacara conclusiones casi de manera inconsciente cuando la situación lo ameritaba, cuando debía acercarme a un cliente, tratar con los niños o con el gerente, pero nada muy loco y menos con otros chicos de mi edad.

Era, en definitiva, una loca de las estructuras pero no de los archivos. Me gustaba mantener las cosas organizadas pero tampoco pretendía controlarlo absolutamente todo a mi alrededor, lo consideraba absurdo y una pérdida de tiempo. De la misma forma y en resumidas cuentas, no me molesté en ver más allá del comentario del muchacho. Nunca me tomaba la molestia.

Asentí al oírlo soltar el fun fact del día, ensanchando un poquito la sonrisa, y volví a inclinar la cabeza un par de centímetros después de su presentación. No era en serio, sólo me apeteció pues andaba de buen humor y, de hecho, se notó en la diversión que tenía pegada al rostro apenas erguirme.

—El gusto es mío~

Otra vez, no me enteré ni media de todos sus análisis y lo seguí escuchando. Se veía como un chico simpático y bastante tranquilo, en cierta forma me había recordado a Maze. No sé, daban esta aura de paz, quizá, con el tono de voz calmado, estable y todo el rollo. Asentí al deducir que yo llevaba en el Sakura más tiempo y sentí que se había puesto de lo más educado de repente, cosa que no me molestó. Sólo me causó un poquito de gracia.

¿Se había dado cuenta? Qué curioso~

—¿Supongo que ya recibiste el tour por la escuela? —arriesgué, girando el cuerpo en dirección a las escaleras, y se las indiqué con un breve movimiento de cabeza—. Iba abajo a comprarme algo para beber, si quieres puedes acompañarme a ver qué se me ocurre.

¿Con eso me estaba dando a entender que iba a pasar el receso solo? Hombre, adulador o no, era prácticamente un atentado contra mis principios dejar a alguien comiendo solo. Pero bueno, de momento podríamos conversar un poco más de camino a la máquina expendedora.

—¿De dónde vienes, por cierto?

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ken-kun estás jugando con el two de sasha, que lo sepas

 

Que no tendiera a mover dedo alguno definitivamente no significaba que pasara por alto las vibraciones en el ambiente, las tensiones repentinas y posterior relajación. Percibía muchas cosas, incluso más de las que en algún momento habría deseado. Ahora... bueno, digamos que había aprendido a archivar, filtrar y desechar. Quizá no hiciera una puta mierda con la información, pero noté la ligera brusquedad en la respuesta de Riamu y no lo boté de inmediato. Le dediqué, en cambio, un breve vistazo de soslayo. Ni idea, ¿le habría ocurrido algo?

Tampoco era que fuera a contármelo, ¿o sí?

Ni yo preguntar.​

Me sonreí al oírla decir que andaba de lo más complaciente, pues efectivamente sí que sonaba. Se desprendió de mi brazo, buscó la pared para recostar la espalda y la observé de costado, tranquilo. Se me pegó una sombra de burla en el rostro, mezclada con incredulidad, y antes de que pudiera responder el ascensor volvió a emitir su pitido característico. Las puertas se abrieron.

—Ri-chan, ¿no llevas más de una década vistiéndote sola? —repliqué, risueño, y salí al pasillo, básicamente pasando de su jugueteo con mi corbata.

Asumí que me seguiría, si en definitiva ella debía recorrer el mismo camino. Me detuve frente a la 3-1 y me giré en su dirección, habiendo sopesado la oferta en tiempo récord. Bueno, más bien había repasado mi agenda mentalmente. Me había apetecido molestarla un poco, siendo honestos me daba bastante lo mismo acompañarla a comprarse ropa.

Y daba la casualidad que hoy tenía la tarde libre, ¿verdad?

Pero no era la única capaz de joder a los demás~

—Déjame que lo piense —resolví, sereno, y le dediqué una sonrisa a medida que me giraba—. En el receso te confirmo.

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fuera de término i knou p-pero quería responderle a Ri-chan uwu

 

El festival había acabado siendo una experiencia tan divertida y que me dejó de tan buen humor, que ni siquiera me importó demasiado tener que volver a clases a mitad de semana o las clases extra que Kashya se empeñaba en darme para mejorar mi japonés. El buen humor me continuó durante el fin de semana, momento en el que aproveché el buen clima para sacar a la enana a dar un paseo por la zona cercana a nuestra casa y así, ya de paso, ir acostumbrándome a los lugares que teníamos más a mano.

La historia, sin embargo, cambió el lunes.

Después de todo lo bueno, siempre venía el duro golpe de la realidad, y ese fue el hecho de tener que volver a clases el lunes siguiente. Casi parecía haber borrado de mi memoria que me quedaba todo un curso que sacar por delante y que encima iba a tener que estar encerrado en la academia tantas horas con el buen tiempo que empezaba a hacer. Pero era lo que había, por desgracia, y centré todos mis esfuerzos en tomármelo con buena cara, como acostumbraba a hacer con todo en la vida.

Las horas extras de práctica con el idioma empezaban a notarse de manera considerable, y tenía que admitir que hasta las clases se me hacían mucho menos pesadas al entender de qué iban. Así fui recuperando genuinamente el buen humor y, al sonar la campana de anunciaba el comienzo del receso, salí del aula algo más tarde que el resto de alumnos y a mi propio ritmo, mirando el móvil de tanto en tanto.

Aprovechando el tiempo extra que las vacaciones nos habían otorgado, el domingo por la noche había preparado el almuerzo tanto para Kashya como para mí, y con intención de que fuese una sorpresa, no le dije nada hasta ese mismo instante, que le envié un mensaje diciendo que iba a recogerla a su clase para comer fuera. Cuál fue mi sorpresa al recibir de respuesta un simple "no puedo, estoy en la biblioteca". ¿Eh? ¿De verdad acababa de rechazarme y romperme el corazón con tanta facilidad? Realmente era duro ser el hermano mayor.

Fruncí el ceño ante el mensaje y, distraído como estaba por su respuesta, no me fijé demasiado por donde estaba yendo, haciendo que casi me chocase con una chica que iba en dirección contraria a la mía. Paré de puro milagro, a apenas un centímetro de su posición, y la miré con las cejas alzadas y una clara expresión de susto por lo que casi podía haber pasado.

—Perdón... —murmuré, tardando un poco en reaccionar por la sorpresa, y la repasé rápidamente con la mirada cuando pude finalmente conectar las neuronas—. Perdona, no estaba mirando por dónde iba. ¿Estás bien?

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¿Acabo de usar la excusa más cutre y usada del universo? yes i did, yes i did (?)

 

Mantuve la sonrisa divertida allí donde se había plantado y me encogí de hombros a su afirmación de estarnos pasándola bien los dos. Claro que sí, llevaba razón, pero ¿ir a reconocerlo tan de gratis? ¿Dónde quedaba el encanto? Lo siguiente que dijo sobre invertir el tiempo de las vacaciones en él consiguió arrancarme una risa que, si bien no pecó de burlona, sí cargó cierta incredulidad.

—¿Y qué hiciste, entonces? ¿Mascarillas faciales y meditación?

Le agradecí, la verdad, que no siguiera escarbando en el asunto de los móviles. No dejaba que me afectara lo suficiente para interrumpir mi funcionamiento diario pero tampoco era algo que hubiera podido quitarme mucho de la cabeza. Las razones se revolvían, desde la culpa por literalmente haber cometido un crimen, pasando por el dinero que faltaba en casa y, como broche de oro, el orgullo. El jodido orgullo, siempre. Pero vaya, sería un problema para otro momento. Lo importante ahora era que Sanji no parecía guardarme rencor alguno y eso, en definitiva, me alegraba mucho.

Su verborragia usual, ya de paso, me distrajo lo suficiente para apartar las mierdas sin dificultad. Lo seguí con la mirada, ya medianamente habituada a su habilidad para soltar tonterías por segundo, y acepté su mano sin cuestionármelo. Me incorporé, cargándole incluso cierta cuota de ¿teatralidad? a mis movimientos, como si fuera una dama o similar siendo asistida por un noble caballero para descender de su carruaje.

—Muchas gracias, Señor, pues mis ojos son delicados —bromeé en tono pomposo, colocando los dedos sobre mis mejillas para parpadear. Me quedé así unos pocos segundos y luego relajé el cuerpo—. ¡Encima olvidé las gafas anti divinidad! Cómo pude.

Nos dirigimos hacia el pasillo, aunque antes de que fuéramos a avanzar mucho le jalé suavecito de la chaqueta para que me prestara atención. Bueno, antes de que volviera a darle rienda suelta a su lengua, quería decir.

—Yo tengo el almuerzo en mi aula —le indiqué, señalando hacia la 3-1, y volví a sonreírle—. Creo que alcanza para los dos, pero igual podemos bajar a por unas bebidas y por si quieres comprarte algo extra. Quizá mi Señor come más de la cuenta, jamás me atrevería a adivinar~

Seguí hacia las escaleras, entonces, y me dispuse a responderle la lluvia de preguntas que me lanzó encima.

—Muy bien, a ver. —Una risa se me coló en la voz y alcé una mano para ir bajando dedos conforme descartaba asuntos—. Fui a un festival, sí, el Yozakura. ¡Estuvo muy lindo! Fui con mi familia pero también me encontré con unos amigos, so win-win~ Los fuegos artificiales, ¿los viste, dijiste? Estuvieron preciosos. Me gustaron mucho. Luego... Me va bien, no puedo quejarme, la verdad. Normal, supongo.

Le lancé una mirada de reojo antes de responder a su última pregunta, capté claramente el tinte de su sonrisa y le di un empujoncito suave en el hombro.

—No es que me guste sufrir, sólo es necesario. —Me encogí de hombros y noté que no había formulado del todo bien esa frase—. No que sea necesario sufrir, digo el dinero. Tenemos muchos gastos en casa.

Sanji podía parecer bastante despreocupado, de hecho lo era, pero confiaba que en su paquete de indiferencia venía incluido un instinto casi natural para saber dónde meterse y dónde no, así que confiaba que no hurgaría más allá de donde yo me detuviera. Aún así, era muy probable que un par de meses atrás siquiera hubiera sentido la confianza de soltar eso.

Notarlo me alegró, la verdad.

—¿Usted todo bien, oh, Su Excelencia?

Todo había ido muy tranquilo, la verdad. Los festivales me daban un poco de flojera, no era exactamente fan acérrima de las multitudes, pero a Hanabi sí le gustaban y mira, por la niña lo hacía. Con límites, claro. Resolvimos visitar juntas el festival que se llevó a cabo en casa de Ko, atendimos al desfile y luego recorrimos el resto. De paso aproveché la ventaja táctica para distraerme con el muchacho mientras Hanabi probaba todos los juegos. Y cuando digo todos, es todos. Tampoco le habrá sido muy fácil al pobre niño considerando que su abuela lo tuvo de acá para allá, pero digamos que al final todo me salió bien. Ni tan mal estuvo.

El resto del tiempo me lo pasé leyendo, escribiendo o saliendo por ahí a pasear.

La primera mañana que tuve que atender otra vez al despertador me cagué un poco en mis muertos, pero no podía hacer mucho al respecto. Lamentablemente seguía en edad escolar y la ley dictaba educación obligatoria hasta nivel secundario, así que... Poco a poco me fui reacostumbrando, al menos, aunque siempre con la eterna pereza de, bueno, madrugar y aburrirme.

En serio, era todo tan aburrido.

Para el inicio de la próxima semana la profesora quiso hablar del proyecto, vete a saber por qué con tanto delay, pero a mí me daba igual. Me tragué la gracia en lo que la señora parloteaba, luego se lo escupí encima a la pobrecita de Sasha y, bueno, seguí a lo mío. A ver, hora del receso. Me incliné y le eché un vistazo a la 3-3, pero no encontré a Ko y desistí de buscarlo por el resto de la escuela. Pereza. Suspiré apenitas, regresando a mi posición, y en lo que volvía a reanudar mi camino incierto acabé por topar con un tío que parecía venir en las putas nubes.

Fruncí el ceño por inercia, aunque al instante noté el móvil en sus manos y subí a su rostro, ya relajando el semblante en el proceso. Que me llamaran loca, pero el paneo que me permitió aquel movimiento fue suficiente para hacerme una idea de lo que iría a encontrarme incluso antes de alcanzar su cara ¿y qué podía decir? La carne es débil~

—Tranquilo —concedí, con una pequeña sonrisa y meneando la cabeza casi a cámara lenta—. No ha pasado nada, sólo me sorprendiste.

Había salido de la 3-3, ¿verdad? Volteé hacia dicha aula brevemente, envuelta en la calma usual, y regresé a sus ojos. Una excusa más que eficiente, ¿verdad?

—Ah, ¿de casualidad viste a un chico de cabello celeste? Hacia dónde fue, quiero decir. —Suspiré, rodando los ojos en el proceso, y recorté la distancia con la pared para echar allí la espalda—. Lo estaba buscando pero tampoco quiero buscarlo por doquier.

Aproveché, otra vez, el movimiento para recorrerlo brevemente con la vista. Tras alcanzar sus ojos ladeé la cabeza un par de centímetros.

—¿Quizá puedas ayudar a esta pobre señorita~?

 

Esperé por la reacción de la chica en silencio, ligeramente tenso por la expectativa de la misma, y sentí una oleada de alivio en mi interior al dar con su sonrisa. Una vez tranquilizado después del encontronazo, relajé también mi postura y aproveché el movimiento de la chica mirando dentro del aula para fijarme en su figura con más atención, levantando la vista justo a tiempo para dar con sus ojos y dedicarle una sonrisa suave.

En sí, no había esperado que la muchacha buscase más tema de conversación conmigo, pero hubiese sido realmente maleducado por mi parte irme sin más, ¿cierto? De ahí que hubiese decidido quedarme esperando un tiempo prudencial, y menos mal que lo hice, porque la chica volvió a hablarme. Levanté ligeramente las cejas, en un gesto de sorpresa, al escuchar su pregunta, y acabé por fruncir el ceño mientras apretaba las neuronas para intentar recordar si había visto algo parecido.

Desgraciadamente, había estado demasiado atento de mi móvil mientras salía del aula, y no me había fijado en absoluto a mi alrededor. Si tenía que ser completamente sincero, ni siquiera estaba seguro de haberme dado cuenta de que un chico con el cabello celeste estaba en mi clase, ya de paso. Así pues, acabé por negar con la cabeza, claramente decepcionado por no poder darle una respuesta satisfactoria.

Giré el torso en su dirección, sin apartar demasiado la mirada de ella en ningún momento, y una nueva sonrisa suave se me extendió por el rostro al escuchar su propuesta. Asentí con la cabeza sin ningún atisbo de duda, e incluso incliné un poco el cuerpo hacia delante en una especie de mini-reverencia. No podía simplemente rechazar la invitación de una señorita tan linda, ¿verdad? Mucho menos cuando me habían dejado plantado sin más.

—Sería todo un honor~ —dije, finalmente, para confirmar por completo mis intenciones, y al erguirme centré de nuevo la vista en ella, con algo de curiosidad en los ojos—. ¿Puedo saber tu nombre, antes de nada? Yo me llamo Kenneth, encantado.

 

Llevaba tan poco tiempo en la escuela y le prestaba tan poca atención al resto del alumnado que ni siquiera intenté deducir si aquel chico era un recién transferido o no. Además, el hecho de que simplemente sacudiera la cabeza no me brindó información extra. ¿No lo había visto o no tenía idea de quién le hablaba? Era imposible de definir. Tampoco importaba mucho.

Noté su mirada encima a todo momento, cosa que me agradó. Hasta cierto punto había sido eso lo que tanto había disfrutado de Cathy, ¿verdad? La forma en que me veía; como si el resto del mundo desapareciera, como si fuese una bruja que le lanzó un hechizo encima. Pero vaya, ¿qué podía hacer?

Los encantamientos no duraban para siempre~

Su sonrisa me dio la respuesta que esperaba incluso antes de que abriera la boca. La satisfacción se me pegó en el rostro, prácticamente ronroneé al seguir su pequeña reverencia y detallé sus ojos, oí sus palabras, antes de separar la espalda de la pared y empezar a caminar sin más.

—Morgan —solté al aire, luego lo busqué de reojo—, encantada~

Entrelacé las manos por detrás, como hacía casi siempre, y eché un vistazo dentro de las aulas a medida que las rebasábamos.

—¿De dónde eres, Kenneth? Percibo un acento ligeramente familiar.

 

La tontería de adelantarme y girar medio la había forzado sin motivo aparente, para enfocar los reflectores sobre mí y punto. Era algo que me surgía de tanto en tanto desde siempre, desde que era una mocosa y había descubierto cuánto me gustaban los aplausos. Su comentario, por ende, así no tuviera fundamento real bastó para dejarme satisfecha y sonreí, aunque la próxima mierda me arrancó una risa floja y la observé de reojo. ¿Que le bailara a ella?

—O podemos bailar juntas también, ni idea~

Vamos, esa tía no podía moverse mal, ¿verdad? Si se la pasaba meneando las caderas para poner a los perros a salivar. Además, venga, la imagen repentina de poder bailar con otra chica me emocionó bastante. No lo demostraría, claro, que me arrancaran un brazo primero, pero apareció como un pop-up en mi mente y se quedó un par de segundos. Aún recordaba cuando había tenido la oportunidad de bailar con Daute, eran tonterías que genuinamente me daban alegría. El mundo tintineaba y se llenaba de colores.

Alcé las cejas en cuanto me dijo que hacía boxeo, volteé a verla y todo, pero la estupidez sobre las actividades nocturnas y su guiño me hizo rodar los ojos en automático. Regresé la vista al frente, aunque no pude evitar la sonrisilla al encogerme de hombros. Avanzamos un poco, la miré de soslayo y solté una risa similar a la suya, bastante floja.

—¿Quién lo habría dicho? Un tanuki y una barbie.

No se lo dije, pero también le pegaba. Podía imaginarla golpeando un saco de boxeo mientras se le iba la vida en ello, ni idea. Era cosa de... ¿la gente intensa, quizá? De cualquier forma, ella regresó la vista al frente y yo hice lo mismo, reconocí a Zeldryck por sus tatuajes y me acordé del supuesto club de kickboxing. ¿Al final qué habría pasado con eso?

La voz de Alisha me alcanzó en lo que seguía al muchacho con la vista, hasta que perdí su silueta en las escaleras. La miré, un poco distraída, procesé su intento de molestarme con delay y meneé la cabeza, pillando su muñeca para arrastrarla conmigo. ¿Confianzuda? Toda la puta vida.

—O quizá te pierdas tú, con tanta maría encima. Mejor te acompaño~

Total que la arrastré, sí, y repasé el pasillo de tercero con la vista. No tardé nada en distinguir a Zeldryck, estaba en una de las ventanas y solté a Welsh apenas empezar a caminar porque, claro, en sí podía hacer lo que le saliera del coño. Me detuve junto al muchacho, esperé que notara mi presencia y le sonreí.

—¿Interrumpo el avistamiento? —bromeé, liviana, y balanceé el peso entre mis pies—. Oye, ¿qué pasó con el club de kickboxing? ¿Eso sigue en pie?

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tenía el 90% del post hecho en el pasillo de segundo y de repente la pendeja quiso preguntarle, así que weno acá tamos uwu/

 

La repentina propuesta de Anna de bailar juntas en lugar de que ella me bailase a mí logró sacarme una risa genuinamente divertida, porque realmente no me lo esperaba en absoluto. Quién sabía cuáles eran las probabilidades de que algo así pasase, pero la idea no me desagradó demasiado como para descartarla. Bueno, si decía que le gustaba como mínimo se le tenía que dar bien y, lo dicho anteriormente, la tontería me trajo demasiados recuerdos... y bastante más agradables de lo que hubiera podido esperar.

—Ya no soy tan flexible como en mis tiempos mozos, but it must be fun, so maybe someday~

De haber sabido lo que había pensado de mí en esos momentos, lo cierto es que me hubiese reído con ganas. Razón no le faltaba, ¿verdad? Podía habérmelo dicho con todo el desprecio del mundo y aun así le seguiría dando la razón, haciéndome la misma gracia. Desgraciadamente, no dijo nada, aunque sí rodó los ojos ante mi comentario que para nada tenía un doble sentido, y eso fue más que motivo suficiente para dejar que la diversión se mantuviese en mi rostro.

>>Un tanuki y una barbie... —repetí, bajando repentinamente la voz, y me quedé un par de segundos rumiando algo en murmullos, con el ceño fruncido, hasta que de la nada di un respingo al haberme funcionado la neurona—. ¡Una bratz! Tú y yo juntamos somos como una bratz, que en resumen son barbies tanukis, ¿no? Bueno, nos faltan los morros de bad bitch, pero nada que un buen pintalabios no arregle~

A aquellas alturas era demasiado obvio que había recuperado mi energía habitual, o al menos la estaba recuperando por ese período de tiempo, y supuse que dentro de todo no podía ser más que una buena noticia. Tenía una misión que cumplir ese día, además, así que más me valía no dejar que nada exterior me lo jodiese o realmente me arrepentiría más temprano que tarde.

Y el arrepentimiento no era algo que tuviese cabida en mi diccionario.

Anna no pareció prestarme mucha atención cuando la molesté después, era demasiado obvio lo distraída que se había quedado después de seguir mi mirada hacia Zeld, y lo cierto es no me importó demasiado. Sí que ladeé un poco la cabeza cuando finalmente me habló, curiosa por saber que soltaría siendo que no me había hecho mucho caso, y terminé por soltar una nueva risa cuando, de la nada, me vi siendo arrastrada por la enana hacia el tercer piso.

Me dejé llevar sin mucho problema, si de todas formas no podía huir de mi destino de ir a clase, y apenas me quejé por el puro teatro cuando alcanzamos el objetivo de la niña y me soltó. La seguí de reojo hasta que, tal y cómo había supuesto, se paró junto a Zeldryck para preguntarle sobre un club. De nuevo, me interesaba entre poco y nada, así que repasé el pasillo con la mirada en un intento de buscar más entretenimiento antes de verme en la obligación de encerrarme en el aula.

Bingo~

Mi mirada se iluminó un poco al distinguir la figura del castaño de nuestra clase, el niño rico aquel que Joey había molestado un par de veces y que tenía pinta de creerse superior que todos nosotros solo porque, valga la redundancia, era rico. No le había prestado mucha atención hasta ese momento, a decir verdad, pero al parecer bubbly no había conseguido bajarme todo el mal humor con el que había llegado aquella mañana.

Such a pity.

>>Koucito~ —canturreé, pasando a su lado hasta adelantarme y girarme sobre mis talones para poder mirarlo—. Oh, qué maravilloso ver tu resplandeciente rostro en esta bonita mañana de primavera. Tu brillante sonrisa compite con el mismísimo sol... ¡oh, me quemas los ojos!

Sobraba decir el teatro que monté mientras decía aquellas palabras, hasta llegando a taparme los ojos cuando dije lo último, y con una sonrisa que definitivamente aplicaba más a mi descripción que su expresión de mustio. Me incliné un poquito hacia delante cuando terminé de hablar, eso sí, quitándome toda la teatralidad de encima.

>>Or are you, perhaps, happy to see me~?

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sé que la va a dejar hablando sola pero idc, se va a marcar el monólogo aun así (? y puede que lo siga (?)