Contenido oculto: N/A Es el escrito más raro que he hecho desde que tengo noción xDDD. Este OneShot participa en la actividad Multiverso Halloween. Me tocó: Momia. Halloween se esperaba en Fondo de Bikini con gran entusiasmo como todos los años. Era el momento perfecto para ser creativos, el mejor disfraz ganaba. Pero antes, debían sobrevivir al Castillo del Terror y hacerlo traería consigo espectaculares premios. Al menos a Bob Esponja y a su inseparable mejor amigo, Patricio Estrella, les entusiasmaba esto último. Calamardo por su parte iba a pasar aquella noche en la soledad de su casa. Y de sólo pensarlo le quitó una sonrisa, sin embargo, apenas bajó su revista se encontró con los ojos saltones de Bob Esponja. Suponía que su conversación de nerds había acabado y ahora tenía que sufrir las consecuencias. —¿Qué quieres? —Ven con nosotros, Calamardo. ¡Es Halloween! —¿Y eso qué tiene de emocionante? —preguntó con monotonía. —Yo digo que le tiene miedo. ¡Halloween! —exclamó Patricio agitando sus brazos. —¡Basta, Patricio, lo asustas! —Siento que esto ya lo viví —murmuró pensativo, sacudió su cabeza y cerró la revista dejándola encima de la caja registradora —. Como sea, fuera de mi vista; vayan con Arenita. A ella no le importa que dos idiotas como ustedes la arrastren a hacer estupideces. Así que no insistan, nada podrá hacerme cambiar de opinión. * Calamardo no estaba tan seguro de cómo fue que había dejado que esos dos lo convencieran de ir a tan nefasto lugar, pero allí estaba, frente al gran Castillo del Terror. Era una ñoñez estar allí, justo en ese momento podría haber estado disfrutando de un largo baño de burbujas estrenando su esponja exfoliante. Pero no, esos dos siempre tenían una increíble capacidad de obligarlo a hacer cosas que ni por casualidad pasarían por su cabeza. Miró hacia todas partes y notó que no había muchos habitantes de Fondo de Bikini. De hecho, sólo el anfitrión estaba por esos lados y una gitana de dudosa procedencia. ¿Estarían allí dentro? Observó con desconfianza al pez y luego su mirada instintivamente recayó sobre las dos grandes puertas que sobrepasaban sus cabezas. ¿Podría albergar a todos los habitantes ahí dentro? —Mira esas lámparas, Bob Esponja, parecen las que tiene Don Cangrejo en su casa —Patricio llevaba un disfraz de estrella fugaz, mientras que Bob Esponja había decidido ser una medusa esa noche. Este mismo escudriñó las lámparas, pero no sintió que fuesen las mismas. Tendría que ser demasiada casualidad para serlo, ¿verdad? —. Y mira eso, Bob Esponja, parecen estar rodeadas con esas esferas que utiliza Arenita para respirar. —Patricio, si tienes miedo puedes regresar a la feria del frente. Nadie te llamará cobarde —retó Bob, soltando una risa divertida. —Veamos quién orina sus calzones primero —dijo Patricio acomodando sus pantalones amarillos para finalmente tomar la delantera. Calamardo, quien hasta entonces había sido un silencioso testigo, lo siguió sin más. Después de todo, no era más que un juego absurdo de miedo —. ¿Qué esperas pantalones cuadrados? —Ah, sí —dijo siguiéndolos. Apenas podía caminar con aquel disfraz, pero lo grande a veces sumaba —. Tres boletos, por favor. —Oh, claro, criaturitas. Si lo que buscan es miedo, miedo es lo que encontrarán —murmuró el pez soltando una carcajada maquiavélica —. Son tres billetotes. ¿Tienen alguna afección cardíaca? ¿No? ¡Excelente, que tengan un feliz Halloween! —saludó efusivo moviendo su galera. Las puertas se abrieron y las bisagras chirriantes no se hicieron esperar. —Clásico —murmuró con desdén Calamardo, pero luego un humo espectral salió por ellas —. Bueno, eso no estuvo mal, pero sigue sin darme miedo. Ni Patricio, ni Bob Esponja dijeron algo. De hecho, apenas dieron el primer paso en el interior del Castillo se abrazaron. La música para el gusto de Calamardo era horrenda, las telarañas falsas y esa luz parpadeante era irritante. —¿Escucharon eso? —preguntó de repente. Eran voces, voces espectrales —. Hay que admitir que suenan muy reales. —Debe ser una grabación. Todos estos lugares usan grabaciones —comentó, apresuradamente, Bob Esponja quien ya para ese punto, estaba totalmente espantado. —Feliz Halloween —susurró alguien detrás de ellos de forma aterradora. El trío se giró, las luces se apagaron una a una, pero la luz de la luna que entraba por aquella solitaria ventana dejó visualizar dos manos putrefactas envueltas en telas mal atadas y amarillentas. —¿Arenita? —preguntó en un hilillo de voz Bob Esponja, antes de que alguien lo tomara de los pies y lo arrastrara por el suelo —. ¡Ahhhh! Patricio y Calamardo gritaron junto a él, pero no podían verlo y después de un rato, dejaron de escucharlo. Tragaron con dificultad, caminaron uno al lado del otro, pero no fueron más allá de la luz de la luna. —Dime que tienes una linterna en ese disfraz ridículo —masculló Calamardo mirando hacia todas las direcciones. Patricio mordió su lengua y rebuscó entre su traje algo que les sirviera, pero sólo encontró una pequeña ancla —, ¿es en serio? —No me presiones, Calamardo. Es un milagro que no me haya orinado encima —Patricio rebuscó nuevamente, pero esta vez, desde sus bolsillos traseros, encontró lo más cercano a una linterna —. Funcionará. —Espera, no podemos ir por ahí. Se llevaron a Bob esponja justo en esa dirección, así que no entraré a ese pasillo. —Pero es mi amigo. —Era tu amigo. Pero estás de suerte, hay muchos peces en el océano, Patricio. El enorme corazón de Bob Esponja Pantalones Cuadrados nos perdonará. —¡Un momento! —Patricio retrocedió y se deshizo del agarre de Calamardo —. No iré a ninguna parte. No dejaré a Bob. —Patricio. —Puedes irte, Calamardo. Yo buscaré a ese pedazo de esponja aunque me cueste la vida —se acomodó una vez más los pantalones y comenzó a caminar en dirección al pasillo. Escuchó los pasos de Calamardo seguirlo, y por alguna razón se sintió tranquilo con la idea. Alumbró con el pequeño juguete el camino, las luces rojas y azules no eran una buena combinación con la fachada del interior del Castillo del Terror, pero al menos sabían por dónde pisaban. Pero la paz duró sólo un par de miserables segundos, porque las voces comenzaron a escucharse nuevamente —. ¿Sabes, Calamardo? Hacía tiempo que no sudaba. —No hables —murmuró entre dientes —. ¡Allí! —las inconfundibles pinzas de Don Cangrejo intentaron atraparlos, pero ambos se habían tirado al suelo para evitarlas, sin embargo, Plancton hizo su aparición. Patricio ni tardo ni perezoso lo mandó a volar de un manotazo y comenzó a colocarse de pie con aquel disfraz que rechinaba peligrosamente —. ¡Es una mala idea, una mala idea! —¡Hacia esa puerta! —exclamó Patricio corriendo como podía —. ¿Qué esperas? —y apenas había terminado aquella oración, fue su turno de ser raptado —. ¡Dile a Bob Esponja que siento usar sus pantalones sin permiso! —gritó antes de que la oscuridad se lo engullera. Calamardo tomó el juguete que a este se le había caído y salió corriendo de allí. Ya la primera opción no era viable sabiendo que el peligro estaba flanqueando la única salida hasta el momento. ¿Cómo demonios se había dejado convencer? Oh, sí, lo recordó. Bob Esponja le había ofrecido cubrir su lugar por una semana. En ese momento había sonado tentador, ahora pensaba que había sido un terrible error. Llegó al final del pasillo, pero las cosas se ponían cada vez peor, había tres puertas: una al frente, a su derecha y otra a su izquierda. Si algo había aprendido desde que era un niño, era jamás retroceder. Siempre debía ir al frente y ese fue el motivo por el cual eligió aquella puerta. Para su sorpresa no tenía llave y, como era de esperarse, se metió como alma que se lleva el diablo y cerró las puertas detrás de sí. El corazón parecía querer atravesar su pecho, no estaba contento y él mucho menos. Tenía que salir de ahí, ¿por qué no por esa ventana? Parecía ser la única opción, sin embargo, ¿qué le aseguraba que no fuese una ilusión? Buscó con su tentáculo la llave de luz, hasta que finalmente la encontró. A diferencia de lo que había detrás de esa puerta, el lugar estaba demasiado limpio, ordenado, incluso parecía estar habitado en cuanto el modesto foco en el techo alumbró todo. Y no se había equivocado, frente a él, en un sillón, se escuchó una risita molesta. -Bienvenido, Calamardo –el sillón se giró y con él, aquel extraño pez de la entrada -. ¿Sorprendido? -¿Dónde está Bob Esponja y Patricio? -Oh, ¿esos dos?, son míos ahora –una risa maquiavélica salió de su boca y rayos y truenos le acompañaron. Calamardo no entendía lo que estaba pasando. Aquello estaba lejos de ser una atracción ñoña de Halloween, podía sentir en todo su cuerpo una maldad inhumana venir de aquel sujeto -. Los he convertido en momias, son fieles siervos y eso mismo te pasará a ti. -Ya lo veremos, cara de pez. -Oh. Pensaba dejarte correr por el Castillo del Terror un rato más, pero si así lo prefieres –canturreó con una expresión demoníaca -, tus deseos son órdenes –siseó. Calamardo no tuvo oportunidad de correr, porque las manos de Bob Esponja lo tomaron de los hombros. * Cuando abrió sus ojos, se encontró con una luz cegadora darle justo en la cara. Giró su cabeza, intentó levantarse, sacudirse, pero se dio cuenta que estaba atado en aquella camilla sucia. —No te preocupes, Calamardo, una vez las pinzas estén dentro de tu nariz y quiten tu cerebro, ya no sentirás dolor —dijo Bob Esponja con una voz monótona apareciendo gradualmente entre las sombras. No sólo su voz se notaba perdida, sino su mirada, sus ojos, prendidos en algún punto de la habitación mientras la saliva se le escapaba por la comisura de su boca sin que lo pudiese evitar —. ¿Verdad, Patricio? —Estrellas de mar, estrellas de mar —respondió este envuelto en pedazos de tela mal atadas y con la piel verdosa que a Calamardo le supo asquerosa —. Estrellas de mar, babas. —¡Son unos tontos, les dije que era estúpido venir! Lo último que vio Calamardo fueron las pinzas que Bob Esponja sostenía en sus manos. Porque Patricio, con un mazo de madera, prácticamente le partió la cabeza. A lo lejos, logró escuchar una risa maquiavélica y de repente, las luces se apagaron…
Primero que nada conste que lo he leído porque es tuyo, la temática de Bob Esponja no me entusiasma mucho xD Creo que eso mismo ha hecho que a veces no conociera a algún personaje que mencionabas por ahí y me faltara descripción al respecto o en algunos momentos no estaba segura de quién hablaba. Y también en alguna parte has mezclado la parte del diálogo con la narración, como en esta: Quitando esas cosas el relato ha sido interesante. Realmente al asociarlo con dibujos infantiles, en mi mente tenía que tener un final feliz y era una especie de broma que le estaban gastando a Calamardo. Así que el final me ha sorprendido. No me esperaba que todo fuera real y les estuvieran convirtiendo en zombies. Imaginarme la escena final con Patricio destrozándole el cráneo a su amigo con un martillo... sólo veo sangre. Mi parte favorita ha sido cuando Calamardo se ha quedado solo en el castillo del terror, siento que me he acelerado en la lectura, ansiosa por saber qué estaba pasando realmente. Un relato muy entretenido y ameno. Gracias por compartirlo en el foro.