Fantasía La desventura de Navi

Buenas, gente. Estoy buscando opiniones con respecto a la historia en sí, saber si el cuento que van a leer, les divierte o no, y cómo se imaginan el mundo que hay detrás del narrador. Pongan su música de taberna que vamos para ese lado.

*

El primer cuento será…​

La desventura de Navi​

Otra, por favor... ¡Gracias!

Agarren sus tazones del mango, beban tranquilos. No pretendo cantarles, no aún, el licor de bayas debe afinarme la garganta. Empecemos con algo tranquilo y divertido. No voy a exagerar, esto en realidad sucedió, y si no me creen, espero que nunca se crucen con la «muerte gélida», como lo llaman.

«Muerte gélida» no es un demonio, es un guerrero, uno que lleva una lanza. Iurif es su nombre. Ah, sí, por sus expresiones es obvio que han oído de él. Se sabe que es un noble; o el hijo de un señor feudal, mas nadie sabe de quién. ¿De dónde proviene? Algunos dicen que ni él lo recuerda, que perdió la memoria. Pues no. Viaja de acá para allá porque está buscando «algo», o más bien a «alguien», «alguien que es un algo».

De todas formas esta historia no la protagoniza él, es solo el salvador. El protagonista de este cuento es su fiel compañero, o compañera, eso sí que no lo sé. Es un peluche.

Sí, sí, ustedes viven en este pueblo y no están acostumbrados. Se los dejo en claro: en las ciudades hay ¡cada cosa!, desde elfos hasta ogros, orcos, faunos… el otro día vi un robot. Un peluche vivo es lo menos raro de lo raro que se cruzarán en los mercados.

¡Basta! ¡Están haciendo que me pierda por las ramas!

Navi. Ese es su nombre. Es un peluche así de alto… ¿treinta centímetros será? ¿Más alto? Bueno. Es un zorrito, tejido, bonito, peligroso, caótico. Por sobre todo, caótico. Acérquense, esto se los digo por lo bajo. Una vez, por su culpa, se prendieron fuego una hilera de tabernas.

¡Entonces tenemos a Navi! ¡El fiel compañero de Iurif! Uno es caótico, el otro es serio y te hiela la sangre con la mirada, literal. Estos dos arribaron a Wuyi. Para los que no conocen Wuyi, imagínense una feria, larga, extensa, infinita. Vendedores de un lado, y del otro, y al frente, y detrás. Algunos sobre tiendas, otros en el suelo, otros venden en balcones e incluso en techos. El mercado de Wuyi, mejor conocido como Mercado del Abastecimiento, es el más grande del continente, ocupa casi la ciudad entera, y las casas que están por fuera de los interminables pasillos ofrecen servicios variados.

Quien quiera encontrar algo, en el Mercado del Abastecimiento lo hallará. Y también encontrará ladrones, ya que en un lugar donde se vende hasta el más extraño ítem, se roba y mucho. Ahora, ahora, volvamos con nuestros protagonistas.

Otra, por favor, que se me seca la garganta. ¡Gracias! Un segundo por favor.

Iurif y Navi, en Wuyi, pagaron un hospedaje, una habitación enorme y descansaron un poco. Iurif se cambió, dejó sus ropas finas, su capa violeta, su armadura blanquecina, y se vistió cual lugareño; incluso se puso una peluca para tapar su cabello blanco que siempre lo delata a donde va.

Y empezó el conflicto de este relato.

—¡Yo también quiero ir! —gritó Navi, enojadísimo.

—No —respondió Iurif con esa semblante dura que tiene cuando no está de humor. —Wuyi es peligrosa y molesta, igualita a vos. Vinimos para comprar algo… —No sé qué tenían que comprar, esa parte me la perdí —…y nos vamos, que nos esperan en la Capital —concluyó el guerrero.

—¡Nunca me dejás hacer nada, siempre detrás, siempre guardado! ¡Me tenés harto! —dijo Navi, enojadísimo, con el mejor berrinche jamás hecho.

Gente, Navi siempre termina mandándose una que otra y caos, caos. Por eso Iurif lo limita, o al menos lo intenta. Cuestión que Iurif le prohibió al peluche salir, y se fue, cerró la puerta con llave y listo, asunto terminado… o no.

Estaban en un cuarto piso y la habitación era amplia. Pero Navi quería conocer la ciudad. Y díganme ¿quién no querría recorrer el mercado más prominente del mundo? La ventana estaba abierta, por ahí el peluche trepó y saltó al techo.

Les describo una imagen. Un amigurumi de lana roja y blanca, con una mágica bufandita violeta, una mochilita marrón, ojos de botón negro, cola larga. Feliz, sonriéndole al horizonte. Wuyi queda entre las sierras más al norte, la ciudad es un sube y baja, apreciarla desde lo alto es bellísimo. En ese instante Navi habrá pensado:

—Solo se vive una vez. —Aunque es un milagro que un peluche viva.

Y Navi saltó de un techo a otro, a una ventana, y descendió al camino de adoquines. Avanzó entre vendedores y a nadie le interesó que un peluche caminase entre tantas piernas largas y cortas. Porque recuerden… en la ciudad…

Volvamos para atrás en el tiempo. Alguna vez, el peluchito ingenioso, al jalar de sus hilos, se había hecho un pequeño agujero debajo de la pata superior izquierda. En ese huequito guardaba las monedas de oro que robaba de los ahorros de Iurif cuando nadie lo estaba vigilando.

Ahora regresemos al presente de nuestro relato. ¡Gracias! ¡Ya tenía seca la garganta!

Y el demonio la muerte gélida,​

que sin pena sin pedir perdón.​

A la ruidosa ciudad de Érida,​

¡congeló de un estornudón!​

Es el verso de un bardo amigo. No es muy bueno aún. Su aventura comenzó hace unos días.

¡Navi no escatimó en comprar todo lo que le gustaba! Gastó de los ahorros que robó: una pulsera por acá, una camisetita por allá, un sombrero gracioso, una llave negra sin utilidad aparente, y cuanto objeto brilloso veía y entraba en su mochila. Más alegre que antes pudo disfrutar el sol de otoño en una vigorosa ciudad con artistas y mercaderes.

Y al fin alguien lo vio. No sé cuántos habrán sido, si cinco, seis o veinte… ya se habrán dado cuenta por mi tono de voz que es aquí donde el cuento se pone feo. Eran bandidos, saqueadores. Y me los supongo detrás de una muralla, espiando. Allí, con voz de ladrón, uno le habrá dicho al otro.

—¡Oye, es un peluche mágico!

Y el otro, tal vez, quién sabe, contestó.

—Lo podremos vender muy caro a los que experimentan con criaturas. ¡Robémoslo!

¡Vayamos a la pelea! Navi fue rodeado en una calle con poca gente. ¿Y qué le va a importar, un peluche, a los citadinos? Menos aún, ¿un peluche que se defiende?

Navi tiro un primer ataque con su pequeña patita, y si piensan que el puño de un peluche no les hace daño, están en lo cierto. ¡Sin embargo! Navi tiene una habilidad especial, y es que su puño genera una onda expansiva que te hiere el alma.

Navi le dio tremendo trompón al primero que trató agarrarlo, lo hizo volar para atrás, lo hizo rodar por el suelo, lo dejó inconsciente.

¡El peluche puede luchar! ¡Y se abalanzaron contra la pequeña criatura a la que no le quedó más que correr!

Por aquí, por allá, por acullá, por las calles de Wiyu. Con miedo de desaparecer y de a Iurif nunca más ver. En el hotel se hubiera quedado, si tan berrinchudo no se hubiera mostrado. A un callejón llegó, contra una pared chocó.

Nos ponemos tristes.

Navi se volteó y peleó para escapar. En un pasillo estrecho los ladrones tienen ventaja. Lo jalaron de un lado a otro, le robaron la mochila, le robaron lo que había comprado. Le quitaron la preciada bufanda que Iurif le había regalado. Y lo peor, luego de algunos tirones, el agujero secreto del peluche se abrió aún más y su patita casi se desprendió.

Pobre de Navi, con la lana sobresalida por su hombro, en ese instante se lamentó no haber hecho caso. Déjenme tomar un trago más antes de contarles el final.

¿Tienen idea de cómo termina la canción de mi amigo bardo? Termina brusco, sin rima, seco. Su verso dice «y si la piel blanca te toca y los ojos violeta te ven… la muerte gélida te ha alcanzado».

Iurif no es malvado hasta que tocas a su compañero, que es cuando se transforma en un ángel de la muerte. Y eso fue justo aquello que deslumbró a Navi. Un ángel con alas de hielo que descendió desde un techo, envuelto en aura cristalina, y que aterrizó con potencia y convirtió el callejón en un iceberg.

¿Quieren escuchar qué vio el único de los ladrones que no quedó atrapado en el hielo? Vio una sombra entre las sombras del angosto. Una boca que exhalaba aliento frívolo, y ojos llenos de ira.

Del hielo flotó una neblina helada y los gritos de ayuda de los maleantes que fueron ignorados.

Iurif, con mucha paz, tomó a Navi como si de un zorrito lastimado se tratase y le murmuró.

—Conozco una amiga que arreglará tu pata.

Y le sonrió. Recuperó las monedas de oro regadas por el suelo, tomó la mochilita con las compras, la bufanda, y se alejó. Y a los citadinos les dio igual tener un glaciar en la calle lateral llena de ladrones congelados.


¡La historia no termina aquí, señoras, señores y, con todo respeto, monstruosidades! La historia termina en otra ciudad, en Molteca, un mes después, donde Iurif alquiló otra habitación y le pidió a Navi que lo esperase.

Y el peluche, con el brazo ya cocido y con buen estado de salud, le gritó a su compañero:

—¡Nunca me dejás hacer nada, siempre detrás, siempre guardado! ¡Me tenés harto!