Harry Potter Patronus

Esta historia acontece en los eventos de "La cámara de los secretos"


En aquel lugar sombrío, carente de esperanza, aquel hombre, el guardabosques y guardián de llaves avanzaba arrastrando sus pies mientras aquellos ojos de magos tenebrosos llenos de maldad escudriñaban su persona, buscando introducirse, intentando alcanzar e infectar su interior, arrastrarle a las sombras donde ellos residían.


Rubeus Hagrid aspiró profundo intentando imaginarse en el interior de su cabaña, sentir la caricia gentil del fuego de su fogata mientras permanecía en su sofá, la imagen rápidamente le era arrancada mientras el frío invadía su interior, lamentos espectrales de los guardias de esta prisión, le miraban sombríos aguardando ansiosos la oportunidad de devorar su alma.


El semigigante por determinación intentó mantener la cabeza en alto, buscando aferrarse a los recuerdos de sus amigos, de sus criaturas, de su mentor, de su padre evanescentes en tu mente a causa de aquellos seres y su capacidad para robar la luz y la felicidad.


Se adentró en la celda que estaba vacía por indicación de los guardias, aquellos magos custodios cuya función era vigilarlos parecían autómatas, sin un ápice de emoción dibujado en sus rostros concluyó enseguida que era a causa de aquel sitio pues él más que cualquier otro sabía que los sitios que habitas se reflejan en ti, Rubeus se recordó a sí mismo recorriendo los bosques, entre los pasillos y las habitaciones, rememoró el gran comedor del colegio que resguardaba, aquel donde había soñado ser mago y aunque no lo fuera en el sentido estricto, podía sentir aquella magia, emanaba de él por cada poro, la exhalaba y ni una eternidad allí la harían desaparecer, con ese último pensamiento en su mente logró dormir.


Los prisioneros de Azkaban podían ser seres despiadados pero no estúpidos, sabían que meterse con un hombre de la talla de Hagrid sin estar armados con una varita era buscar intentar devorar más de lo que podían tragar y ganarse un par de huesos rotos, por lo que esa apariencia imponente le servía para ahorrarse el lidiar al menos con ese tipo de problemas. Hagrid creía haber imaginado que la única ocasión que un grupo de antiguos mercenarios tuvieron el atrevimiento o el poco cerebro de querer atacarlo, que Sirius Black un antiguo conocido -por decir mucho- le había ayudado, para luego alejarse sin decir una palabra. Hagrid esperaba realmente no lo hubiera hecho, pues no quería deberle nada, conociendo lo que decían que este había hecho.


— Tal vez debería...— murmuró Hagrid para sí mismo tiritando.


Con esfuerzo se reincorporaba de la ruinosa cama ya hecha trizas por causa de su peso y la inclemencia del tiempo que ya la tenía desgastada. Llevaba su manos a cubrir su rostro como un niño pequeño que busca huir de las pesadillas cuando estás le acechan en la noche, Rubeus Hagrid podía soportar más de lo que un humano normal lo haría ante hechizos, hambre, sueño o cualquier enfrentamiento, excepto esto, la presencia constante de los dementores, las horribles bestias que custodiaban la prisión, eran seres que ni él que buscaba bondad en cada criatura podía llegar a aceptar, como a todos sucumbia ante su influencia, impotente mientras estos le hacían abandonar sus sueños, las horas se volvían días y estos semanas en un tortuoso pasar del tiempo que le murmuraba con malicia que no podría escapar del lugar jamás, voces, eran voces como ecos que una y otra vez le indicaban que Ron, Harry y Hermione lo olvidarían, que Dumbledore perdería la fé en él, que todos en Hogwarts lo recordarían desde ahora falsamente como el heredero de Slytherin.

— Tal vez podría...— declaró con un hilo de voz mientras desde los bolsillos de su abrigo extraía su vieja sombrilla floreada.


Hagrid no se había puesto a pensar, por qué él entre todos había podido mantenerse así, tal cual había llegado, tal vez fuera del castillo creían que no era una amenaza, tal vez había sido lo último que había podido lograr el nombre de Albus Dumbledore por él.


Rescató de su memoria un vago recuerdo mientras deambulaba en los pasillos de la escuela de magia, una clase avanzada donde tres estudiantes de grados superiores aprendían un hechizo de alta dificultad, presionó los ojos con fuerza escarbando en su memoria intentando recordar el conjuro, siempre fue consciente de sus capacidades y talentos, no contaba con muy buena memoria y aspectos para los que otros estudiantes parecían simples, él terminaba sintiéndose acomplejado, presionó los dientes y así lo logró.


Expecto patronum


El hechizo para combatir demententores, si tan solo pudiera ejecutarlo una vez, contra alguno de ellos, si al menos pudiera hacerlo aunque fuera de manera débil, en su forma más simple, si al menos pudiera lograrlo y aún así perecía, sabría que fue luchando, con los pensamientos y su corazón, leales a él y a sus amigos en lugar de sumido en esa asfixiante desesperación que evocaban los dementores.


— Expecto patronum...— exclamó en voz baja como un secreto.


La sombrilla o más bien los restos de su varita dentro de ella no crepitaron como cuando generaban un hechizo.


Hagrid cerró los ojos y rememoró a su padre jugando con él, intentó hacer de nuevo el hechizo.


— Expecto patronum— declaró con más determinación en su voz.


Recordó las visitas de Harry y sus amigos a su cabaña, las risas y la calidez.


— ¡Expecto patronum!— exclamó con coraje en su voz recordando la confianza innegable que el profesor Dumbledore volcaba en él.


Una leve luz destelló de pronto pero nada más, era consciente de esto mientras sentía que la conciencia le abandonaba.


Despertó de nuevo unos segundos después, algo acontecía afuera, allá donde el mar era tormentoso y caótico, donde se vivía la inclemencia, algo ajeno a todo ello, algo que tal vez, solo tal vez con la magia que aún habitaba en su interior había invocado.


Desde un pequeño agujero que se formaba por la ausencia de varios ladrillos se asomó, observando como un cuerpo majestuoso de color plateado descendía violentamente hasta estrellarse contra las rocas a la orilla de la isla, por la tempestad no podía reconocer que era. Pero estaba seguro que era una criatura, aunque no pudiera asegurar cual.


Decepcionado iba a volver a entrar apenas siendo capaz de soportar el exterior, cuando lo vio. Se dice que solo un mago experimentado es capaz de invocar un patronus de cuerpo completo, presenciar la forma animal que lo define y condensa todas sus esperanzas, fuerza de voluntad y alegrías.


Hagrid con sumo cuidado, con lágrimas en los ojos y un gesto paternal y tan conmovedor que jamás volvería verse en un sitio como Azkaban, abrazó entre sus manos a un pequeño polluelo de hipogrifo comprendiendo que había sido llevado hasta allí con las últimas fuerzas de su madre y lo escondió entre sus ropas.


Hagrid aquella noche fue capaz de soñar por primera vez, se mantuvo fuerte y firme, fue capaz de esperar paciente que volvieran pues estaba seguro que sería liberado, imaginó que quedando impune de cualquier cargo se encontraría con todos en el gran comedor, lo recibían a su regreso.