Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Hygge

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    No tardé en arrepentirme en cuanto terminó por abrir la boca y me soltó aquella suerte de lección por la que, cabía destacar, nadie le había preguntado. Tensé los labios, frustrada, con un ligero rubor escalando mis mejillas mientras señalaba lo obvio. Small talk, decía. Míster extravagante aquí presente podía tener una personalidad avasallante y agotadora de por sí, pero también contaba con labia y elocuencia y eso era algo con lo que yo siquiera podía llegar a pensar. No era como si la quisiese, no estaba entre mis planes cambiar mi forma de ser, pero lo cierto era que a veces envidiaba esa facilidad para abrir puertas y horadar caminos, en caso de no haberlos, que tenían algunas personas.

    El ejemplo más claro era cómo, con el uso de las palabras correctas y los movimientos adecuados, Allende había conseguido que pasase de querer reventarle el zumo en la cara a, al menos, tolerar mínimamente su presencia. Lo suficiente como para acercarme por mi cuenta.

    Quizás la suicida siempre había sido yo, a fin de cuentas.

    —Si crees que alguien es capaz de anotar todo lo que sueltas por esa boca tienes demasiada fe en... ¿Huh? —Me detuve, perpleja, cuando algo entre toda su verborrea captó mi atención—. ¿Aprendiz? ¿Yo?

    Mis facciones reflejaron pura y genuina sorpresa, para terminar soltando una risa sardónica e incrédula. Debía ser una broma, aquel tipo sin duda tenía un extraño sentido del humor. Debía concederle al menos eso. Pero al encontrar sus ojos la gracia desapareció y alcé las cejas, desconcertada. Oh, no. Estaba hablando en serio. Tan en serio que de repente se había erguido, con a saber qué nuevo delirio en la cabeza, y me había erguido a mí de paso. Me había tomado todo tan de sorpresa que me dejé hacer hasta determinado punto, retrocediendo un paso prudencial mientras él sacaba una baraja de a saber dónde.

    Era aterrador cómo incluso estando relajada seguía marcando distancias de esa forma. Me salía tan natural como respirar y no fui consciente hasta entonces, observando con atención el movimiento de sus manos, las barajas que danzaban y cambiaban de colores y formas. Solo eran... cartas. Solo era un tipo extraño haciendo magia. No había motivo alguno para alejarse.

    Y sin embargo me resultaba tan difícil ponerlo en práctica.

    Volví en mí cuando mis reflejos atraparon el monedero que me lanzó al vuelo. Abrí los ojos. De nuevo había vuelto a pillarme con la guardia baja. No sabía cómo lo hacía, pero era algo tan inofensivo y a la vez tan sorprendente que no me importaba aguantar sus ocurrencias con tal de seguir contemplándolo en primera fila. Ser aprendiz sonaba tan pueril y vergonzoso... Apreté ligeramente la carta entre mis dedos, viéndolo marchar sobre sus... ¿ruedines? ¿Acaso estaba viendo bien?

    Negué con la cabeza, mi confusión incrementando por momentos, y tras pensarlo mucho comencé a seguirle, aún sin procesar bien todo.

    —No es como si hubiese aceptado ser tu aprendiz, ¿bien? —Dejé en claro en primer lugar, mirando al frente mientras subíamos las escaleras—. Pero en el remoto, hipotético caso de que lo hiciese... —Alcé la carta entre mis dedos en su dirección—. ¿Cómo dejo de ser un "Jack"? ¿Y por qué eres un As?

    Me digné entonces a mirarle de soslayo, y cierto tono jocoso apenas perceptible se coló en mi voz, suavizándola por un instante.

    >>Te pega más ser un Joker.
     
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    Rider

    Rider One of a Kind

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    Miré con cierta atención y alegría como aquel chico bebía del té sin mayores reparos. Era algo curioso la verdad, para parecer alguien con cara de pocas ganas de interactuar con el mundo, había tomado el té de un desconocido sin prejuicios. Y ya mencionándolo, este chico no parecía tener cara de...Bueno, no tenía cara de nada, como si fuese inexpresivo en todo momento. Hasta Cay era un experto en la exteriorización de emociones comparado con él.

    Pero vamos, había bebido el té y no me lo había escupido en la cara, íbamos por buen camino.

    — B-Bueno, no es que pretenda ocultar de donde vengo, pero, no lo sé, años estudiando este idioma ¿Cómo para que al final no pueda disimular el acento? ¡Me siento estafado! Pero es muy tarde para un rembolso ¿No? Además...No quisiera que ser otro chico extranjero de intercambio se mi única característica.

    Negué ligeramente con la cabeza al percatarme de que otra vez estaba hablando mucho sin parar.

    Noté como el pobre chico frunció un poco el ceño cuando hice aquel gesto con el puño, incluso después de eso escondió su mano libre en su bolsillo para evitar que se repitiera.

    Pobre, no tenía el corazón para decirle abiertamente que eso no me iba a detener de intentarlo más tarde.

    —¡Oye, que también tienes expresiones faciales! Ahora podemos descartar que seas un robot —solté una leve risa nasal antes de desviar la mirada— Ya ya, lo siento, supongo que tampoco eres muy fan del contacto físico, cómo Cay ¿Eh? Bueno, no de un desconocido.

    Por alguna extraña razón, toda aquella tensión que pude sentir en ese momento se marchó cuando escuché al muchacho llamarme "Amber", así sin más, en cierta manera, me trajo recuerdos de cuando el pelirrojo me había llamado Akkun en los primeros segundos de haberme conocido. O la gente tenía un talento natural para los apodos en esta escuela, o en el fondo el chico era más similar a Cay de lo que yo podía imaginar.

    Quien sabe, capaz se parecen tanto el uno al otro que no se soportan.

    Cierto brillo se reflejo en mis ojos cuando mencionó aquello de que la miel podría acompañar bien al té

    —¿Miel de abeja? Hmmm...¡Hey, eso podría funcionar! Le daría algo más de textura y reduciría la intensidad del tomillo— mi mirada se iluminó irremediablemente aun más al escuchar su nombre completo, aun si el motivo de mi alegría era una tontería— ¿Altan? Al-tan...¡Al! ¡También eres Al! ¡Somos como tocayos! Casi...

    La emoción de aquella revelación hizo que me olvidara por completo de la pregunta que le había hecho sobre su estado de salud actual, aunque tenía fe en que el té ayudaría en algo al menos.

    —Pero oye oye, ¿Qué calificación le darías al té en general? ¿Aun sin la miel es apto para el consumo humano?

    -Rider, ¿Dónde carajo has estado?
    +Estoy enfermo
    -¿De manera literal o metafórica?
    +Both
     
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    Zireael

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    Entre más hablaba este chico más me preguntaba con qué pegamento industrial lo habrían pegado a la mariposita, porque estaban en extremos completamente separados de la escala. El culo introvertido de Dunn tenía unas juntas de lo más raras, pasando todos los famosos chacales hasta llegar a este crío que tenía azúcar en vez de sangre en el cuerpo o algo, ni idea. Hablaba como loro el cabrón y si no fuese porque ya venía un poco acostumbrado a Anna, que de la nada también se le metían unos chutes de energía de estos, seguro me habría ido hace ya un buen rato.

    Alguien debía decirle a este pobre diablo cómo funcionaba aprender idiomas, eso sí. Algunos la tenían más fácil al disimular el acento, otros podían echarse la vida aprendiendo que no se les iba a quitar nunca y a su manera todos teníamos acento en realidad, incluso dentro del mismo país y tal. No era una cosa que se pudiese sacudir así como así tampoco, e igual podría ir mejorando el asunto con el tiempo que pasara en Japón.

    Además, sin duda esa no sería su característica definitoria ni de coña, si aquí Dios y el diablo tenían acento y ya a los dos días nadie te alzaba a ver por ello, pero ese puto torpedo en el culo sí que era su character trait. De cualquier manera paró un poco el carro antes de volver a meterle gas y solté el aire por la nariz al escucharlo decirme que sí tenía expresiones faciales. Bueno, nada extraño teniendo en cuenta que una buena parte de la vida hablaba sin particular emoción ni nada, seguro una piedra era más expresiva emocionalmente que yo y que lo dijera la carta de Anna, que seguía sonando rígida que te cagas a pesar de que la escribí sin filtrar mucho nada.


    Era una máquina, nada que hacer.


    Al chiquillo le pasó tal emoción por la cara cuando le solté mi nombre que me hizo alzar las cejas ligeramente, cosa de nada, en lo que lo escuchaba hablar y un poco hacer dos más dos de repente. Pues sí, iba a ser que los dos éramos Al, pero en el momento no me interesó señalarlo.

    —Algo así —secundé y le extendí el termo de regreso luego de darle un último trago al té—. Creí que lo segundo se respondía solo. Si no fuese apto para el consumo habría que estar imbécil para seguir bebiendo, ¿no te parece?

    Hundí también esa mano en el bolsillo, comenzando a caminar con intenciones de subir y dando por asumido que me seguiría, porque qué iba a hacer si no la verdad.

    —Ocho punto cinco para el té, Al dos —respondí a medio camino.


    Somos compis de enfermedades también al parecer (? Bueno que no me quería quedar sin contestarle al niño y llevo aquí idk una hora cuz estoy desde el móvil

    Si quisieras responder o te da tiempo o te sientes en condiciones or whatever, te lo puedes llevar hasta el pasillo de segundo. Si no, obvio no pasa nada uwu la salud es importante (?
    —dijo la que bebió estando enferma del estómago lmao
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Los airpods no tenían mucho problema suprimiendo por completo el ruido del mundo. Lo comprimían, lo hacían un bollo y lo arrojaban al cesto de basura, que total musicalizado se veía más bonito, ¿a que sí? Mamá me había dejado en el coche, cosa de ser el primer día en instituto nuevo. Se había bajado las gafas de sol para echarme un vistazo y me estampó un sonoro beso en la mejilla, jalándome del cuello abierto de la camisa en claro gesto aprobatorio. No andaría mostrando de más pero tampoco éramos monjas aquí, ¿verdad?

    Now go and slay it, queen —exclamó con su marcado acento sureño, en lo que me bajaba del coche.

    Le guiñé un ojo antes de cerrar la puerta y entonces se fue, tocando la bocina al ritmo de la canción que habíamos venido escuchando. Se me había quedado pegada, de paso, así que saqué los airpods y la elegí. El resto fue historia.

    Crucé el patio frontal con calma. No me pondría a romper normas por amor al arte, sin importar lo bien que habrían quedado unos tacones con esa falda escocesa, y no sabía cuán estrictos eran aquí con el Sakura así que, bueno, quedaba obedecer. Al menos por ahora, claro~ Visto estaba ya que no era la reina de quedarme tranquilita y modosita.

    Que le preguntaran al dire del insti anterior, si no~

    Igual había mierdas con las que no cedía y, entre ellas, estaba la manicura, los aros, el gorro y esas cosas. Bueno, los accesorios. El día estaba super bonito, además, así que había atado el blazer a las tiras de mi bolso y arremangado la camisa. Me agradaba sentir el aire tibio contra la piel. Los zapatos me seguían molestando, venga, pero de momento podía dejarlo de lado. Lo importante era que el sol brillaba, esa escuela pintaba bastante bien y ¿lo mejor? Había leído en internet que estaba llena de extranjeros. Se lo había comentado a Cory incluso, como lo descubrí en su casa, y él me echó el peso encima para chusmear mi móvil y soltó una risa nasal.

    —Eh, ¿el Sakura? —murmuró, con el cigarro entre los dientes, y la sonrisa le decoró el rostro—. Qué cosas, tengo un amigo ahí y todo. Me dan ganas de volver a la prepa y todo~

    Vete a saber quién era, no quiso decirme, el muy cabrón.

    Como fuera, llegué a los casilleros cantando en voz baja y fui repasando los lockers hasta dar con el mío. Me había concentrado lo suficiente en mi tarea para no preocuparme si llamaba la atención de alguien al moverme así o cantar, incluso si andaba estorbando. Sonreí al encontrar mi nombre y me dispuse a cambiarme los zapatos como ya estaba acostumbrada, notando de soslayo el destello de una cascada bicolor que se meció y desapareció justo detrás del final de la línea. ¿Habría mucha gente con el cabello teñido? ¡Esperaba que sí! Siempre me hacía ilusión, quedaba muy bonito y me alegraba que se animaran a ello.


    Quería introducirla así que aproveché el bug para que Anna se quede esperando a Al. Está apoyada al costado del final de los casilleros, por si no quedó muy claro (? Y etiqueta aunque sé que seguro lo lees JAJAJA Yáahl

    bueno, y Abby-chan queda al servicio de la comunidad
     
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    Zireael

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    Quisiera o no la mierda de los cabrones chacales del barrio me había seguido dando vueltas después, a la hora del almuerzo de ayer, y me quedé en el aula un rato, al final salí y me metí a fumar en uno de los cubículos de los baños del segundo piso, porque me dio que había gente en el de tercero y mira, no gracias. Me eché el resto del receso allí metido, rumiando la mierda esta y aunque podría haber buscado a Anna lo cierto es que un poco de nervios sí que me daba ir a buscarla luego de haberle dejado todo el circo en el casillero.

    Por la tarde me fui a casa directo porque la verdad la costilla me estaba molestando un poco más de lo que quisiera admitir y me pegué la siesta de la historia, así que cuando me desperté ya era muy tarde para escribirle o eso sentí. Algo de decencia tenía todavía para no ir a enviarle mensajes pasada la medianoche así por la pura gracia.

    Que hubiese seguido dándole vueltas a la mierda en gran parte se debía a que hasta hace unos días tenía puros pedazos sueltos, de hecho en determinado punto Shiori había hasta tenido más información que yo, todo a lo que yo podía llegar era la voz de Sugino embotada por mi propia sangre diciendo que si era yo el pedazo de mierda que pretendía reemplazar a Kurosawa, luego a Minami soltando que podría cuidarlos y hasta el viernes a la noche tuve todos los hilos.

    Se expandieron por millones desde Arata, desde Minami y Sugino, también de los mellizos, y aunque Dunn no estaba allí también aparecieron de alguna parte para unirse a los demás, incluso los de Ishikawa porque ahora tenía el cuento completo. De dónde se conocían este montón de cabrones, por qué algunos de ellos habían accedido en realidad a salvarle el culo a Shiori y cuáles eran sus verdaderas capacidades.

    La neurona no me había dado para pensar que, sin darme cuenta, estaba tapando cosas y lo noté solo entonces en el Hibiya, con los Jackals, y por eso dije lo que dije. Por eso le solté a la jodida loca de Kurosawa que dejara que ellos la cuidaran.

    Para salirme del tablero al menos una vez en la vida.

    Porque no podía llevarme a Anna en banda y era lo que iba a hacer si seguía avanzando y avanzando en el petróleo. Sabía que no podía renegar la naturaleza que había aceptado, el corazón de máquina, el océano y las sombras, pero podía tan siquiera desligarme de ellas hasta el punto en el que estaba antes. Seguiría siendo una pieza suelta y ya.

    Al llegar al Sakura Arata se estaba bajando de la moto y cuando me ubicó se me puso al corte mientras se sacaba el móvil del bolsillo, para revisar Instagram al vuelo o lo que fuese.

    —¿Al final firmaste el papel aquel? —pregunté para llenar el vacío.

    —Sí y ya se lo di a la chica. Gracias por esa mierda por cierto.

    Me encogí de hombros, seguimos caminando y como a medio camino del patio frontal abrí la boca para decir una sola cosa.

    —Dile a Minami que no lo haré. —Arata se desinfló los pulmones con cierta fuerza, se regresó el móvil al bolsillo y puso la vista al frente—. Si voy a preocupar gente por un montón de diablos... No va a ser ahora con diecisiete años.

    —Da lo mismo, somos como hiedra —respondió aunque se le notó cierta molestia en la voz—. Igual al final tendremos que darle la razón a Kicchan... Eres demasiado violento para ser sangre de nuestra sangre, así que igual nos libramos de una.

    —Dile a Ootori que mire mejor lo que tiene en las narices, porque Sugino es otro salido.

    Soltó una risa sin gracia, se encogió de hombros y cuando llegamos a la puerta principal me adelantó unos pasos hasta su propio casillero sin decir nada más. Yo hice lo mismo, me cambié los zapatos y tal, ni siquiera repasé el espacio ni nada, así que luego solo retomé mi camino.

    Pensé en la posibilidad de comprarme algo de tomar en la máquina, qué sé yo, incluso escarbé en el bolsillo por dinero. Estaba en eso cuando alcancé el final de la línea y vi con el rabillo del ojo el chispazo rosado del pelo de Anna, yo no era asustadizo ni de puta coña, pero no me la esperaba y di un ligero respingo en lo que sacaba la mano del bolsillo sin dinero ni nada.

    La repasé con la vista por encima, pues porque qué iba a hacer si no, y al final me incliné para dejarle un beso en la cabeza. Zambullí en el fondo de mi mente la cuestión de la carta y todo el show, porque seguro hacía combustión espontánea como Jez si le daba mucha cabeza así sin venir a cuento.

    —Buenos días, An —dije en lo que le regresaba su espacio y pensé una cosa un poco de repente—. ¿Te cayó el diluvio del lunes encima? ¿Te mojaste mucho o algo?


    qué pedazo de TOCHO perdóname alv *c mata*

    also no, no estoy shorando con better de fondo por el final del post qUIÉN DICE????

    edit: al final no estaba tan tocho, fue solo la sensación memeo
     
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  6.  
    madarauchiha

    madarauchiha Gracias Andy!!! TWT Orientador Game Master

    Aries
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    Lynn
    De nuevo pasé por las puertas de la entrada de la academia en dirección a los casilleros, paso obligatorio para preparar los materiales de materias para ese mismo día. ¿Que que había de nuevo? Realmente nada. Mismo día misma mierda, solo las materias correspondientes y unos recesos baldíos a raíz de las nulas amistades que llegaba a cosechar, aunque tampoco me sorprendía, de hecho estaba acostumbrada. No era menos, siempre trataba de pasar desapercibida y mi poco tacto a la hora de expresarme no ayudaba en absoluto pero no era mi culpa tampoco. Eso pensaba cada vez que alguien me recriminaba por ello, "imbéciles" pensé mientras veía las típicas escenas de adolescentes sin pudor, que decidían usar los pasillos como "Zona de morreo" por lo que suspiré, empezándome a mover hacia mi salón con paso calmado.
    * * * * * * * * * * * * *
    Shiori
    Nuevo día ¡Nuevas sensaciones! Eso pensaba mientras con paso alegre entraba por las puertas de la entrada en dirección a mi casillero, el cual abrí para ver como todos mis libros en perfecto órden me llamaban para que recogiera los que hoy me iba a tocar emplear y ¿Por qué no? Ver si lograba captar alguna amistad.
    Agarré mis enseres y me puse a caminar con calma hacia el salón, saludando a todas las personas que pudieran estar ahí y me dirigieran alguna mirada. Así, finalmente en silencio llegué al salón, donde me senté para empezar a preparar mis cosas esprando al profesor en turno.

    * * * * * * * * * * * * *

    Dellen
    El dia se mantenía tranquilo. Mi mañana fue tan normal como de costumbre. Me levanté temprano para asegurarme que los ejericicos que tenía que hacer para hoy estuvieran correctos y completos. Para alguien tan maniático de la perfección (Al menos, conmigo mismo) hacer este tipo de cosas se había tornado una rutina.
    Tras 3 cafés, estaba preparado, por lo que entré en mi casillero para meramente agarrar mis cosas y marcharme, esbozando una sonrisa, ¡Me gustaba este sitio, mucho más que las academias anteriores. Así que opté por lo típico. No quise simplemente hacer nada al respecto fuera de lo que ya tenía programado, por lo que me senté en el aula, material a mano, esperando pacientemente a que llegara el profesor de turno.
     
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  7.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Del baño me dirigí a los casilleros, el impulso del diablo inicial se me gastó a los pocos segundos y una vez comprobé que no lo veía por la zona decidí dejar las cosas en mi locker y recostarme en los casilleros. El corazón me iba con algo de fuerza, era un revoltijo de cosas y, entre ellas, la ansiedad de la espera. Odiaba esperar, siempre lo había hecho, así que ni modo. Entrelacé las manos a la espalda y bajé la vista a mis pies, balanceándome suavemente. Esperando. Era curioso que no tuviera idea de nada, la verdad, o más bien que no me alcanzaran las piezas para armar el rompecabezas. Ni siquiera era una cuestión que me interesara, el Krait lo había soltado el lunes a la pasada y pensé en chusmeárselo a Kohaku, que ahora no pero antes había sido muy amigo de esa pandilla de Chiyoda. Ni siquiera estaba muy al tanto de que había pretendido escarbar precisamente en la mierda de esos tíos cuando se me fue la pinza con lo de Al. Pero bueno, llegados a este punto ya ni me acordaba del dichoso rumor.

    Vete a saber cómo me habría sentado de enterarme.

    Me pareció notar de soslayo que alguien se detenía junto a mí, alguien bastante alto e incluso antes de alzar la mirada tuve esta certeza implícita de que se trataba de él. Le concedí una sonrisa al topar con sus ojos, me quedé quieta en lo que recibía el beso y ensanché el gesto ante su saludo, rodando luego brevemente los ojos.

    —¿Tanta cara tengo de ser olvidadora serial de paraguas? —repliqué, sin molestia aparente, de hecho estaba hablando con bastante calma. Seguí hablando con las manos aún a la espalda, rebotando un poquito de tanto en tanto—. Pues sí, soy esa tonta. Me comí toda la lluvia y llegué a la escuela hecha un moco, y encima mini Ishi no traía toallas encima, ¿puedes creerlo? Al menos me topé a otro olvidador serial de paraguas y fuimos juntos a robar toallas a la enfermería, así que si nos pillan tengo un cómplice. Quiero decir, no que eso reduzca la pena, pero ya sabes. Los partners in crime y todo eso, ¿qué equipo? ¡Linces!

    Se me había encendido la radio y bueno, igual era yo, tampoco resultaba muy extraño. Podía ser que estuviera vomitando tontería tras tontería para mitigar los nervios, la expectativa o vete a saber qué, incluso quizás estaba haciendo tiempo para... ¿sacar el tema? Ni idea, en definitiva no tenía sentido.

    Los rebotes habían aumentado en frecuencia e intensidad, como si estuviera descargando energía, y acabé por suspirar y quedarme quieta. Desentrelacé las manos, lo miré a los ojos y estiré los brazos en su dirección, elevándome sobre mis puntillas sin darme cuenta del todo. Se me frunció el ceño y todo, como si anduviera enfurruñada.

    —Abrazo —murmuré, más bien demandé, y me las arreglé para alcanzar su cuello y enredarme en torno suyo. No quise apretar mucho por si aún le dolía el cuerpo, y me puse tan, tan de puntitas que un pie se me despegó del suelo. Tomé aire, absorbiendo su aroma, y aproveché la cercanía para hablar en voz baja—. Gracias, cariño. Perdona no te lo dije antes, hasta ahora no la había visto.

    Lo apreté un poquito más y hundí el rostro en su cuello, dejándole un beso pues porque sí. La respiración me tembló apenas al exhalar.

    —En serio, gracias.
     
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    Zireael

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    Luego de que le soltara la pregunta un poco en modo ametralladora dijo que si tanta pinta tenía de andar dejando el paraguas tirado, la tontería me hizo soltara una risa por la nariz y me encogí de hombros sin más, pues porque un poco sí tenía carita de olvidarse el paraguas con más frecuencia de la que uno quisiera. No podía juzgarla por ello tampoco, que yo también solía dejarlo en casa, pero igual pregunté solo para saber y no ir a sorprenderme si de repente aparecía resfriada o algo.

    Escuché el resto con la atención estúpida de siempre, notando también que había seguido rebotando en su espacio como si tuviese hormigas en el culo. Ladeé apenas la cabeza cuando dijo lo de que Ishikawa no cargaba toallas, pero que al final se había encontrado con otro idiota que no llevaba paraguas en la vida y se había ido a robar toallas de la enfermería. No me dio la neurona para imaginar que el famoso olvidador de paraguas era S'mores, digo, Graham.

    Ya ni me inmuté por escucharla hablar como si fuese un rifle de asalto, digamos que me iba acostumbrando y si se me ocurrió que era por nervios debido a las cosas que le había dejado que estaba así, preferí pasar de ello como los grandes. Los rebotes fueron escalando y estuve a un pelo de preguntarle qué le pasaba entonces, pero fue cuando se quedó quieta y luego de desinflarse los pulmones me miró, estiró los brazos y se alzó en las puntas de los pies. El gesto me suavizó los gestos al punto de la estupidez y me dio ternura que se hiciera la enfurruñada y todo.

    Me alcanzó el cuello, se me enredó en el cuerpo y tardé cero segundos en envolverla entre mis brazos, ella no me había apretado mucho, imaginé que por temor a que me doliera algo todavía, pero me había metido algunos medicamentos de nuevo y en sí el día no pintaba que fuese a ser como ayer, que me dolía sin venir a cuento. El caso es que entonces fui yo el que la apretujó, calculé la fuerza para tampoco ir a hacerle daño ni nada y solté una risa baja al oírla agradecerme.

    —Gracias a ti, cielo —murmuré en respuesta y la terminé de separar del suelo luego de que me dejara el beso en el cuello—. Es de las cosas más bonitas que ha hecho alguien por mí.

    La balanceé suavemente de un lado al otro antes de regresarla al suelo, pero sin dejar de abrazarla y lo otro lo dije aún más bajo.

    —Pegué la canción frente a mi escritorio.
     
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  9.  
    Gigi Blanche

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    Pobre chico, eventualmente se merecería una medalla o algo por soportar mis arranques de cacatúa. Pero venga, tampoco tenía pinta de que le significaran un suplicio, ¿verdad? De una forma extraña, puede que incluso por razones desconocidas, veíamos constantemente de amoldarnos y respetar los límites y caprichos del otro. Bueno, no que él me demandara nada, la verdad, pero lo dicho. No sé, se me ocurrió de repente, que a pesar de los elementos opuestos y de la simbiosis consecuente, también había algo más. Paciencia, quizás, o cariño a secas. Quizá fuera la voluntad que requería y significaba que dos personas aceptaran al otro en su espacio, que ansiaran agasajarlo.

    Era aflojar los bordes para mezclarse un poquito entre sí.

    No dudó en corresponderme al abrazo, como ya me tenía acostumbrada, y me estrechó con la firmeza suficiente para desarmarme brevemente; para reflejar el agarre, también, porque me había contenido por miedo a lastimarlo pero, siendo sincera, me moría de ganas de... sentirlo, no sé. De tenerlo conmigo y darle calor, que él me lo diera a mí, de que su aroma se me pegara a la nariz y saber que ese cuerpo era el suyo.

    Que estaba conmigo.

    Me separó del suelo por completo, arrancándome una sonrisa, y flexioné un poco las piernas en reflejo. Me importaba absolutamente nada estar en los casilleros, a ojos de todo Dios, si alguno de los dos podía preocuparse por eso, bueno, no era yo. Además lo había extrañado, a quién mierda iba a engañar. Cuando llegué a casa el lunes y mamá ya estaba durmiendo, cuando no quise despertarla y me fui directo a la cama. Me abracé a la almohada, hundí la cara casi hasta quitarme el aire y quise, quise con todas mis fuerzas, que Al estuviera conmigo.

    Me costaba creer que un montón de hojas escritas a mano con la letra de una canción random fueran de lo más bonito que alguien había hecho por él, pero tampoco iría a desestimar lo que me decía. Además, ¿a que me llenó de una alegría inmensa? Le di un apretón suavecito, como haciéndole saber que lo había oído, y estiré las piernas en cuanto adiviné que me regresaría al suelo. No me soltó, sin embargo, y sentí los latidos del corazón en el pecho.

    Pegué la canción frente a mi escritorio.

    Me cayó encima una mezcla de vergüenza y felicidad de lo más extraña, pero al final lo segundo tuvo más peso y solté una risa breve, deslizando los brazos para buscar sus ojos. En el camino no me contuve las ganas y le dejé un beso en la mejilla.

    —¿En serio? —repliqué, así no dudara ni un ápice en sus palabras, y la sonrisa se me ensanchó—. Qué honor~ Ah, y hablando de honores...

    Le quité un brazo de encima para buscar en mi bolsillo y extraer la cadenita con el anillo. La plata tintineó y la acerqué a su mano, dándome la vuelta para correrme el cabello de la espalda. Lo miré de soslayo, sonriente.

    —¿Me harías tú los honores ahora?
     
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  10.  
    Zireael

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    Al 3.png
    Realmente tampoco me di cuenta en qué momento el modo loro de Anna había dejado de sacarme tanto de base, de alguna manera solo lo había aceptado por lo que era y la dejaba ser. Suponía que todo eso venía de la enfermería, de la vez del rasguño de Shiori, que fue cuando básicamente le abrí las puertas de par en par a Anna y todo solo siguió escalando hasta... Esto. Hasta dejarnos cartitas como un par de críos, que a fin de cuentas era lo que éramos realmente.

    El fuego brillaba bajo el agua o se encendía en los derrames de combustible sobre el océano, no importaba mucho, el caso era que los elementos eran capaces de revolverse, hacer simbiosis y lograr que las personas limaran sus bordes y que las piezas encastraran. Era eso lo que habíamos logrado de la nada, precisamente porque aunque éramos la misma clase de intensos también había diferencias nucleares en nosotros, en nuestras naturalezas y las melodías no salían de secuencias idénticas.

    La energía irreflenable de los corazones a veces necesitaba del metal de las máquinas para no acabar consigo y las máquinas necesitábamos la sangre tibia para recordar que éramos capaces de ser mucho más que solo recolectores de datos. Digamos que en eso se basaba todo, en saber mezclarse con las personas y así poder amarlas sin pretender que dejen de ser lo que eran.

    Reflejó mi agarre y me di cuenta que llevaba días deseando que me abrazara así, que me abrazara de verdad, sin miedo a que fuese a lastimarme ni ninguna mierda de esas. Suspiré despacio, me grabé la silueta de su cuerpo en la memoria, el calor de sus brazos y el sonido de su risa luego de que le soltara que tenía la canción frente escritorio, ya habiéndola bajado.

    Cuando me dejó el beso en la mejilla arrugué apenas la nariz, con la sonrisa de imbécil pegada en toda la cara y asentí con la cabeza a su pregunta. De por sí ya estaba claro que estaba bien idiota, así que nada que hacerle.

    Seguí sus movimientos y no conté que con la tontería del honor sacara la cadena con el anillo. Parpadeé un par de veces, intercambiando la vista entre el collar y los ojos de Anna antes de que se diese la vuelta. Se me aflojó una risa de nada, bastante baja en realidad, y tomé la cadena para acomodarla con cuidado y finalmente cerrarla.

    —Pues ya está~ —Le pasé los brazos sobre los hombros, abrazándola por la espalda, y me las arreglé para inclinarme lo suficiente con tal de estamparle un beso en la mejilla. Aproveché la cercanía para decirle algo en voz baja y relajé un poco el cuerpo, echándole algo de mi peso encima—. Te quiero, ya lo sabes.

    Me dio por pensar de repente que Arata seguro se estaba comiendo todo el show, pero la verdad que me preguntaran si me importaba, me estaba montando todo el numerito allí y no podía darme más igual.

    Alcancé el anillo en el collar y lo alcé sin prisa frente a ambos.

    —Ahora vas a llevar un pedacito de mí contigo, ¿qué te parece? —Repasé el relieve de la cruz celta con el dedo. Se asociaba a la protección y las cuatro estaciones, le había dicho a Ishikawa hace días o un siglo porque ahora parecía increíblemente lejano—. Justo para que puedas recordar que quiero cuidarte como tú nos cuidas a los demás.
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    di con esta canción en una de mis playlists y me estoy ahogando en feelings

    Anna 2.png

    Cuando encontré sus ojos, cuando topé de lleno con la sonrisa que tenía pegada en el rostro, tuve que quedarme fuera de base un sólido segundo para darme cuenta que su voz seguía llenando el silencio. Que sus manos, su cuerpo, su sangre y engranajes podían ser fríos, dignos componentes de una máquina, y aún así vibrar lo suficiente para generar calor. Reproducir una melodía. Despertar aquello que dormía y también revivir lo muerto. Era movimiento, era dinamismo e incluso allí, en el lugar donde jamás nos deteníamos, podía descansar. Recostarme, cerrar los ojos y seguir disfrutando del sonido de su voz, de las cuerdas de su corazón, vibrando y tintando el silencio. Él, un cuervo hecho de metal y negro, que si le prestabas la suficiente atención albergaba en su núcleo multitud de colores.

    Una maldita supernova, de esas que se ahogaban dentro de agujeros negros.

    Pero su sistema había empezado a fallar, ¿verdad?

    Los colores se le estaban escapando.

    Aguardé quieta a que enganchara la cadenita a mi cuello, y en cuanto noté su peso alcé una mano para tocar el anillo. Sus brazos me rodearon, me hice pequeñita y sonreí sin tregua, balanceándome brevemente antes de que me dejara el beso en la mejilla. Su voz me alcanzó baja, casi latente, y solté el aire por la nariz al tiempo que asentía con la cabeza. Dios, si no sabría yo que me quería. Ni siquiera era que lo tuviera subido a la cabeza, de hecho lo aceptaba y albergaba dentro del corazón con una tranquilidad estúpida. Él me quería, yo lo quería y ya estaba.

    Lo sabía como si lo llevara grabado a fuego.

    Observé el anillo en cuanto lo alzó frente a ambos, y enganché ambas manos de su otro brazo, el que aún me rodeaba. Lo seguí escuchando y pensé que su voz sonaba exactamente igual a como me había rodeado en los baños, mientras leía la carta. Como si estuviera allí y también dentro mío. A mis espaldas, al frente y en todas partes. Ladeé un poco la cabeza, lo suficiente para dar con él, y me froté apenas, cerrando los ojos un instante. Yo decía de su sonrisa de idiota y sólo había que ver la mía.

    Volví a asentir, murmurando un sonido afirmativo.

    —Ahí se va a quedar siempre, aunque me lo clave en el pecho mientras duerma y luego amanezca marcada como vaca. —Se me escapó una risa breve y giré sobre mi eje, cuidando de no salirme de su agarre. Le eché los brazos al cuello y retiré la espalda hasta dar con el costado de los casilleros, acariciando el cabello de su nuca—. Así que... ¿adónde tenías pensado llevarme a comer~?

    Porque toda la tontería me había dejado sensible que te cagas pero ni de casualidad había ignorado la pequeña, pequeñísima posdata que adjuntó al final de la carta.


    no hace falta pero estaba sonando mientras escribía el post so fuck it

    Sasha 4.png

    Venga, al fin iba mejorando el clima. No me entusiasmaba mucho que hubiera pruebas físicas, la verdad, honestamente me daban bastante pereza ¿y encima después de P.E.? ¿No eran capaces de cancelar la asignatura si nos iban a seguir haciendo correr como descosidos? Si llegaba viva a la noche sería de milagro, entre la escuela, el trabajo y todo. Ni hablar de que ayer el imbécil que tenía de jefe me había tenido de acá para allá como una puta hormiga y no pintaba que fuera a ser diferente. ¿Qué? ¿Pagando su bondad de la semana pasada?

    Y una mierda.

    Me había puesto de mala leche como pocas veces, vete a saber si estaba rozando ciertos límites o en líneas generales andaba más irascible. La ansiedad había vuelto a cosquillearme en el cuerpo pero no tuve tiempo para fumar un cigarro afuera, así que sólo quedó tragármela como una campeona y ponerle buena cara a los clientes. Llegando al final del día, entre las idas y venidas, se me volvió a rayar un poco el cerebro y pensé que no tenía mucho sentido seguir arriesgándome con Joey.

    No cuando el imbécil este se dejaba el móvil tirado detrás del mostrador, en los baños, cualquier lado.

    Como era lo usual, la mala hostia no se me traspasaba al semblante o el lenguaje corporal, vete a saber si porque la consideraba irrelevante o a secas me forzaba a taparla. Ingresé a los casilleros con la liviandad usual y me hizo algo de gracia topar con el cabello rubio de Honeyguide, siendo que era precisamente la persona que buscaba. En lo que me acercaba también advertí a la parejita de tórtolos al final de la línea de lockers.

    La cuestión es que pasé junto al muchacho y le colé los móviles, el de Welsh y el de mi gerente, uno en cada bolsillo del pantalón. No me detuve, lo rebasé de cerca y me aboqué a cambiarme los zapatos. Lo busqué de soslayo, sin embargo, y volví a echarle un vistazo a Altan y ¿su novia? antes de regresar al rubio.

    Aren't they the cutest? —solté porque sí, aunque genuinamente me daban ternura. Seguí hablando en lo que me agachaba y guardaba los zapatos—. Well, conseguí un premio bastante gordo. Seguro te gusta~

    No estaba muy al tanto de los nuevos modelos, pero el iPhone que le había pillado al gerente sí que tenía pinta de costar su buena pasta. Al final se me ocurrió que así había salido mejor y todo, dudaba que Joey tuviera un móvil ni remotamente parecido. Cerré la puerta del locker con movimientos suaves, empujándola hasta que hizo click, y le concedí una sonrisa en lo que retrocedía para retirarme. Podría haber esperado a que lo descubriera y ya, pero no me dio la gana y me acerqué un poco para que no lo escuchara media escuela. Que tampoco habría habido problema, claro, pero por la gracia.

    Check out your pockets, hon. —Les eché un vistazo y ensanché la sonrisa al regresar a sus ojos, en lo que retrocedía para marcharme—. Buena suerte~ Esperaré noticias tuyas.

    pos eso, no se quedó ni nada, pero la aventé así ya hacía la entrega (??

    *vibing la nueva rolita de rosenfeld*
     
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  12.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido biblical gakkouer

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    Quizás no lo pensara nunca a conciencia, pero todas las máquinas generaban ruido, todas tenían su propia melodía de engranajes, botones y sonidos de procesadores. Era un ruido frío, pero ruido a fin de cuentas y nos caracterizaba, le permitía a los nuestros escucharnos y reconocernos en cualquier parte, porque ese sonido de engranajes en movimiento era distinto para cada máquina, era nuestra voz.

    Era un pajarraco hecho de metal helado y mis piezas chirriaban, las plumas metálicas, los engranajes de mis articulaciones y el motor que tenía en el pecho. Era el remedo de algo que tenía calor en el cuerpo, pero eso no importaba mucho en tanto las personas que quería supieran reconocer el sonido de mis piezas.

    Anna se había hecho pequeña entre mis brazos, como si no fuese ya un jodido tanuki y luego de escucharme asintió con la cabeza. La verdad es que de todo el espectáculo lo que me interesaba era que se quedara con eso, con que tenía un fragmento mío consigo y que podía volver a mí cuando la mierda le cayera encima, que bastaba una palabra o una seña para que yo apareciera sin ella me necesitaba.

    Cuando enganchó sus manos a mi brazo su tacto se me antojó de lo más cálido, luego se giró lo suficiente para poder girarse, frotarse apenas y le noté la sonrisa de tonta que me sirvió de espejo. Nadie podía negar que estábamos hechos un par de estúpidos honestamente.

    Soltó la tontería de que amanecería marcada como vaca y se me salió una risa que amenazó con convertirse en una carcajada, no se me había ocurrido que no se lo quitara ni para dormir, así que de repente me la imaginé despertándose con la marcada del collar y me hizo toda la gracia.

    Aflojé apenas el agarre cuando noté sus intenciones de girarse y la dejé hacer como venía siendo normal ya de por sí. Entre toda la tontería al final me había olvidado de lo que había puesto al final de la carta, que en gran parte lo había puesto en medio del impulso sin pensarlo mucho y ya cuando revisé la carta lo dejé ahí. El que no arriesgaba no ganaba o lo que fuese.

    —¿Hmh? Pensé que lo habrías olvidado~ —atajé sin necesidad de alzar demasiado la voz. Me incliné para dejarle otro beso en la mejilla y ya de plano, porque me dio la gana, le estampé también un beso en los labios—. Depende de si quieres que seamos fancy, que nos atiborremos de comida chatarra o si prefieres pasar por casa un día.

    ¿Así tan pancho invitándola? Pues sí, nada que hacerle.

    Shimizu1.png
    Me había quedado con la espalda echada sobre la línea de casilleros luego de cambiarme los zapatos porque no había mucho más que hacer y no se me antojaba subir de una vez, no sé, me daba pereza. Me quedé viendo a la gente ir y venir, volví a sacar el móvil, miré los mensajes, le escribí a Yuzu y luego me puse a ver Twitter. Nada interesante la verdad, como siempre, pero en fin.

    Como me había quedado allí no tardé nada en comerme todo el espectáculo de Sonnen con el tanuki, di por asumido que esta era la famosa Anna y tampoco debía tener el cerebro de Sonnen para hacer dos más dos. Di por sentado que era su existencia la que, por fin, había hecho a Altan pensar más que solo en el poder al que podría acceder. Había sido capaz de retroceder algunas pasos, regresar a su posición desligada en el tablero y resetear todo el alineamiento.

    Por una vez había hecho algo genuinamente inteligente.

    Nosotros volveríamos debajo de las rocas, a donde pertenecíamos desde que Yako había muerto.

    De voyeur como estaba solo noté la presencia de Pierce hasta que ya me rebasó y me buscó con la mirada antes de regresar la vista a Sonnen y la chiquilla, en su burbuja rosada. El comentario de la pelirroja me hizo soltar una risa baja a la vez que me encogía de hombros, no podía darme más igual en realidad. El resto de sus palabras sí me llamaron la atención y recordé de repente la charla que habíamos tenido de vender mierdas robadas.

    Era una mujer de palabra, qué lindo~

    Se acercó apenas lo suficiente para no tener que hablar a los cuatro vientos, me dijo que me revisara los bolsillos y me llevé las manos al pantalón, como si nada, solo para dar con ambos móviles y la sonrisa de mierda me alcanzó los labios al segundo.

    —Nos vemos, rojita~ —contesté y recorrí la silueta de su cuerpo en lo que se retiraba.

    Ya luego revisaría ambos teléfonos, modelos y tal, si había uno que costara su buena pasta tendría que pedirle un poco de backup a Dunn para ver a quién se lo colábamos y si no, bueno, mis propios contactos deberían bastar.


    vibeé feelings and hell en un solo post, amazing :vibing:

    no lo dije posts atrás but Arata está al servicio de la comunidad obvi
     
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  13.  
    Gigi Blanche

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    Anna 3.png

    La verdad, el anillo sólo había llegado para reafirmar lo que, por suerte, ya había comenzado a incorporar. El trato que habíamos hecho en el invernadero, el de cuidarlo y dejarle cuidarme, sin darme cuenta lo había respetado cuando supe lo de Ko, cuando lo del desastre en la azotea y luego la confesión de pecados en los baños. Y, la verdad, puede que hubiera hecho excepciones con él casi desde el principio, desde que le abrieron el cuello por mi culpa y me vi en la necesidad de darle consuelo al niño perdido que, descubrí, realmente era. Vete a saber si en algún momento intentamos ponerle un freno a la tontería o si, no lo sé, estábamos destinados o algo a caer en este saco de idiotez. Tampoco me preocupaba averiguarlo, no cuando estaba tan, tan bien con aquello que tenía.

    Aquello en lo que confiaba.

    Pero bueno, el anillo me ayudaría, si se quiere, a recordarme esa promesa con mayor ímpetu cuando los cables se me cruzaran. Al menos me gustaba creerlo, claro, y el hecho de que me hubiera regalado uno de sus anillos me resultaba de por sí increíblemente bonito. Además se veían algo antiguos y todo, ¿no? ¿Habrían sido de alguien de su familia? ¿Su papá, quizá? El freak de las máquinas, o quizá su abuelo, el del mal genio. Vaya, de repente pensé que estaba empezando a conocer a su familia y me dio un poquito de miedo, pero también me llenó de una alegría absurda.

    Y es que quería saberlo todo de él, vaya.

    Su risa fue algo fuerte y me pilló desprevenida, pero no tardé en esbozar una sonrisa amplia porque, vaya, oírlo reír era tan bonito. Eran los momentos donde más parecía lo que era, o sea, un crío de diecisiete años.

    Luego su voz sonó bastante baja y suavicé el semblante en consecuencia, hundiendo los dedos en su cabello un poquito más pues porque sí. Meneé la cabeza, lo hice antes de ladearla y echarme encima un leve tono de queja, aunque luego lo reemplazó una mezcla de diversión y suavidad.

    —¿Me invitas a una cita y piensas que voy a olvidarlo? Tienes que estar tonto o algo~

    Se inclinó, entonces, recibí su beso en la mejilla y para el otro cerré apenas los ojos. Mis dedos se habían activado en automático, presionándole ligeramente la piel como si se estuvieran quejando por haberse alejado tan pronto, aunque nada de eso reflejó mi expresión. Sopesé sus opciones un rato, frunciendo los labios, y al final me encogí de hombros.

    —No sé, ¿tu casa es muy grande? —solté por la pura gracia, de descarada que era, y lo empujé despacito hacia mí para sonreírle encima de los labios—. ¿Tienes jardín, piscina y esas cosas de niño rico? ¿Mascotas?


    culpo de esto a careless en vivo y al vodka de coco maybe, no regrets tho
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido biblical gakkouer

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    Al 3.png
    Puede que no lo pareciera, pero en rasgos generales me quedaba tranquilo con lo que tenía, lo que la gente me brindaba y lo que me permitían brindarles los demás. Si ignorábamos el rollo con el poder y toda la mierda, por demás me adaptaba a lo que había, a los círculos donde tenía lugar, y quizás de allí venía el que nunca me hubiese cuestionado con particular intensidad nada de lo que pasaba con Anna. Que sí, que había tenido las epifanías y lo que quieras, pero tampoco era que hubiese buscado por dónde parar el carro.

    Bueno, si en el rellano la primera vez que nos comimos la boca básicamente le di la bienvenida al Infierno.

    No iba a echar para atrás luego de eso.

    Me podía clavar las cagadas que quisieras, eso ya estaba visto, pero tan siquiera tenía la cabeza para saber que la cosa con Anna había escalado a un nivel en el que, primero no me interesaba retroceder en lo más mínimo, y segundo, había que ser hijo de puta para desaparecerse de la faz de la tierra luego del montón de cosas que nos permitíamos. Así que allí me veías, regalándole uno de los anillos del viejo Sonnen que papá había tenido guardados desde quién sabe cuándo, una genuina reliquia familiar de nivel parecido al mechero que cargaba siempre.

    La sentí hundir los dedos en mi cabello, la sonrisa se me amplió un poco más y me tragué la gracia que me hizo escuchar el tono de su voz. A ver, eran las ocho de la mañana, solo como recordatorio.

    —Pues va a ser que sí, que estoy tonto —atajé sin problema—. Hombre, si se enteran en casa me desheredan o algo.

    Luego del beso sentí la ligera presión que aplicó sobre mi piel, fue cosa de nada, pero no la pasé por alto y genuinamente me arrepentí de haberla dejado ir tan rápido así estuviéramos en los casilleros. Con todo la dejé empujarme hacia ella, que me sonriera encima y me soltara la lista de preguntas. Desvié la mirada unos segundos, como pensándome la respuesta, y regresé a sus cuarzos después, con una diversión un poco cagada encima de la nada.

    —Puede que sí~ pero si tanto quieres averiguarlo entonces tendrás que venir, no lo digo yo, lo dice la constitución. —Le dejé otro beso en los labios, no me separé tan rápido como antes, pero tampoco me monté el espectáculo allí, no del todo al menos—. Te adelanto que te quedo debiendo la piscina, eso sí.


    culpo al fact de que también me puse careless y arriba el vodka de coco, no me importa nada *vibes*
     
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  15.  
    Rojo FireRed

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    Había llegado, aquel día.

    El clima se había despejado un poco, pero no por ello cesaba la tormenta en el interior del corazón de aquella albina.

    Un día más, un año más, una vida más.

    Era su cumpleaños, una fecha que en su libro no era peculiarmente placentera, era como una cachetada de realidad para hacerle recordar quién faltaba en su vida, aquella amarga ausencia que fue arrebatada de manera sanguinaria y violenta siendo apenas una niña ya hacía años, y por la cual estuvo a punto de cometer alguna locura.

    Abrió su casillero para ver el calendario y apartar la mirada con un suspiro de hastío, otra vez aquella época del año que afortunadamente era un solo día.

    ¿Por qué costaba tanto pasar página y aprender a ser feliz de una vez por todas?

    ¿Por qué tenía que ser tan jodido?

    ¿¡Por qué!?

    Si algo era muy cierto era las maneras misteriosas en la que obraba la vida, quita, da, y en general jode bastante, pero no quitaba lo placentera que podía ser a veces.

    Se fuerte, Sakuya-chan.

    upload_2021-8-14_13-55-45.png

    La intensidad de las clases había bajado últimamente por las lluvias pese a que el clima hoy era más liviano, pero las lluvias pues habían hecho lo suyo.

    Por lo menos no hacía tanto calor como otros días lluviosos y me permitía sentirme más a gusto con respecto al lugar, unas instalaciones tan grandes con semejante calor pues eran desagradables, más bien me impresionaba que no tuvieran aire acondicionado en toda la escuela dado lo cara que era.

    ¡Pero me daba igual! Seguía siendo un colegio bastante bonito y me encantaba la biblioteca, además... Habían tomos de música que me interesaban.

    ¡Si!

    ¡Ansiaba el piano de nuevo!
     
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  16.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna 3.png

    Puede que un poco ambiciosa sí que fuera, ni idea. No estaba segura si en las relaciones personales exactamente, de por sí antes de mudarme a Japón nunca había tenido que cuestionarme mierdas relacionadas al afecto y la compañía porque nunca me habían sido privadas. Qué va, con casa rodante y todo lo cierto es que nunca me había faltado nada. Mis viejos se llevaban bien, me demostraban todo su afecto y los demás del circo también me trataban como una muñequita de exposición o algo. Por la energía y la simpatía, primero, luego por el talento con el trapecio. Y al final acabé recostándome en toda esa atención incluso sin ser del todo consciente, me acostumbré y un poco de repente me la arrebataron de cuajo. Intenté replicarla en Japón con la misma fórmula que me había funcionado antes y fracasé como los mejores, así que muté y muté hasta apropiarme de otro campo de acción.

    Así fuera entre críos perdidos y marginales.

    Si lo pensaba con mala leche era casi preocupante, la idea de adaptarme a moldes ajenos y cambiar mi pulso, cambiar mis cargas, con tal de magnetizar el mundo a mi alrededor y mantener a las personas pegadas a mí. Tampoco lo hacía con las intenciones de manipular a nadie, mucho menos de controlarlos, así que no me comía demasiado la cabeza. Pero bueno, de tanto en tanto el pensamiento aparecía.

    Que sin gente a mi alrededor que me quisiera, que me admirara, era una puta nada.

    De la forma que fuera, si había algo que rescataba de mí misma, quizá, era que seguía considerándolo todo un gran intercambio. No pretendía imantar a las personas sin darles nada a cambio, jamás había sido ni sería mi idea atraer los engranajes de Al para lucirlos en exposición y mantenerlos así, fríos y aceitados. Frotaría y frotaría las piezas hasta entibiarlas, y si regresaban a su temperatura original apenas soltarlas entonces no las soltaría nunca. Armaría la pira del tamaño que fuese para que siguiera trabajando, ya no a oscuras, ya no en silencio. Que la luz alcanzara hasta el último de los recovecos de su máquina y el chasquido suave de la leña crepitara entre las tuercas y tubos, propagando su eco de punta a punta.

    Que siguiera trabajando, que siguiera siendo él.

    Sólo que mejor.

    Y allí tenía colgando del cuello una pieza de metal que le pertenecía, que había decidido confiarme, y como su guardiana podía llegar a dudar de muchísimas cosas, pero algo que jamás le faltaría a ese anillo sería calor. Viviría puto pegado a mi pecho, directamente contra mi piel, aunque de vez en cuando lo corriera o me lo quitara y al regresarlo sintiera el choque del frío. Ya se lo había dicho, quizá amaneciera marcada como vaca y me daba igual. Me daba igual porque era un pedacito suyo y me significaba un honor estúpido que me lo hubiera confiado.

    Me siguió la tontería sin problema y simplemente la dejé correr, porque no se me ocurrió nada que agregar al respecto. Luego se pensó su respuesta antes de soltarla y, venga, no era la más avispada de la camada y menos a las ocho de la mañana, pero la diversión que le atravesó el semblante podría haberla distinguido desde el otro lado de los casilleros. Ya la conocía, además, la conocía de sobra. Me la había echado encima en incontables ocasiones y a quién iba a engañar, seguía siendo la estúpida que mutaba y mutaba hasta encajar en bordes ajenos. Me había habituado a esa oscuridad.

    A que me gustara.

    Recibí su beso con un gusto hasta idiota, cerré los ojos y afirmé la presión en su nuca. Nada loco, si buscaba retirarse perfectamente podía hacerlo, pero se me antojó imprimirle en la piel la sensación. Tampoco pretendía engañar a nadie ni disimular que disfrutaba de sus besos como si fueran la última Coca Cola del desierto.

    —Aw~ —Me monté un mohín y todo tras oír que no tenía piscina, y una de mis manos se deslizó por su cuello hasta descansar sobre su pecho—. Piscina no, vale, ¿y jacuzzi? No sé, me falla un poquito la memoria quizá pero creo que teníamos un asunto pendiente con uno de esos~

    Igual no había mucho tiempo para seguir haciendo el tonto, lamentablemente. Me molestaba un poquito pasar tan poco tiempo con él, que los quince minutos de la mañana o si éramos jodidamente afortunados algún almuerzo pacífico, pero tampoco me quejaba. Es decir, podía esperar, vete a saber de dónde sacaba la repentina paciencia pero era genuina y me tranquilizaba mucho tenerla. Lo último que querría sería presionarlo o peor aún, ahogarlo.

    Mi mano siguió bajando hasta entrelazarse con la suya y un poquito a regañadientes salí del espacio entre su cuerpo y los casilleros para jalarlo en dirección a las escaleras. Bueno, poco o mucho tiempo haría valer mis privilegios de... lo que sea que fuéramos y se iba conmigo como que me llamaba Anna.

    —Hoy son las pruebas físicas, eh —solté un poco al aire, meciendo nuestros brazos con suavidad—. ¿Vas a participar, cariño?


    tardé una eternidad y me disculpo por ello, tampoco tienes que responder ni nada más allá de que la pendeja nunca se queda callada, así que eso

    supongo que aquí cierro con annita tururu its just careless we just dont thiiink
     
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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    La voz de la profesora me llegó algo lejana ya, pues yo misma había decidido ir hacia la enfermería y me estaba dirigiendo hacia el edificio cuando nos llamó, a mí y al otro chico que había recibido un balonazo en la cara. Un poco de pena me daba, ya que me gustaban los deportes y era algo que podía disfrutar sin la barrera del idioma, pero tampoco me iría a quejar de poder irme a casa antes de tiempo.

    A mamá le darían tres infartos si notaba que me habían golpeado el rostro, pero ya vería como lidiar con eso cuando llegase el momento.

    Pillé la enfermería justo a tiempo, minutos antes de que llenase con más gente herida o que simplemente estaba ahí por estar, aunque claro que yo no tenía ni idea de todo eso. La cuestión es que pude revisar mi condición con bastante tranquilidad y me hice con un refrigerante para colocármelo en la mejilla, que había acabado siendo la zona más afectada por el golpe. Me quedé un rato descansando, pero recibí un mensaje de Satoko a los minutos y esa fue señal suficiente para irme de ahí.

    Dejé las cosas en su sitio y me encontré con la chica en el gimnasio, pues nos fuimos a cambiar juntas a los vestidores y luego dirigimos nuestra marcha hacia la salida de la Academia. Me contó un poco por encima como había sido su partido, que desde luego parecía haber sido más tranquilo que los de mi curso, y me dispuse a hacer lo mismo cuando alcanzamos los casilleros, momento en el que me interrumpió.

    —¡He pensado que podríamos ir a merendar algo! Ya que tenemos tiempo por haber salido antes y así~ ¡Conozco un sitio donde hacen unos gofres muy ricos! Y así me cuentas el partido y las cosas de tu curso más tranquila. ¿Qué te parece?

    —Suena muy bien.

    Realmente lo hacía, y era realmente extraño, pero me hacía algo de ilusión la idea. La chica se emocionó, por supuesto, si era un amor de persona, y no tardó en dirigir la marcha hacia nuestro objetivo. Se me coló una pequeña sonrisa enternecida mientras la seguía y pensé que, bueno, aquello de tener una hermana pequeña no era en absoluto tan malo como había pensado.

    Y que me alegraba mucho de que así fuese.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido biblical gakkouer

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    Estábamos meados por putos elefantes, por todo el circo, es más, todos los malditos elefantes que quedan en el mundo y si no era así, pues una buena cantidad de los que meaban a Sonnen se habían pasado a mi lado del terreno en los últimos días. Había empezado desde que me dejé arrastrar a esta escuela de niños pijos, entonces las piezas siguieron y siguieron cayendo a mi alrededor, en silencio o haciendo un montón de ruido. Lo de ayer había sido la cereza del pastel, el acabose de un montón de días que habían sido una mierda.

    ¿Me sorprendía? No, pero aún así no dejaba de decepcionar.

    Shimizu Ryouta se podía ir mucho a la mierda.

    Por la mañana me había despertado con la mala hostia impresa en toda la cara, desayuné algo recalentado de la misma manera y cuando estaba por irme Seiichi me tomó por el brazo, me arrastró de regreso a la casa y me obligó a sentarme al pie de las escaleras. El crío tenía más tensión en los gestos que yo, no sabía decir si estaba molesto conmigo directamente y tampoco se lo pregunté, pero me dejó allí y reapareció con algo para taparme el golpe de la nariz. El viejo no me la había fracturado de milagro, pero sí me había abierto la piel y era un poco un destrozo.

    No preocupar a la gente que nos quería, le había dicho a Altan que eso era lo importante.

    ¿Cómo evitaba uno eso cuando el desastre había pasado en las narices de los centros de nuestro mundo?

    Lo dejé hacer en gran parte porque eso le quitó la tensión de las facciones, también porque tenía sentido cubrir un corte abierto si era sincero, y cuando terminó noté que Izumi se asomaba por la puerta de la cocina como un animalillo temeroso. Confirmó que Sei había terminado, se acercó a darme un abrazo que correspondí con más fuerza de la que ameritaba y no dijo nada antes de agarrar la mochila, meterle prisa a Sei y echar a andar para irse.

    Me quedé un rato sentado al pie de la escalera todavía cuando se fueron, tomé el rollo de gaza que había entre las cosas que vete a saber de dónde había conseguido Seiichi y con movimientos lentos me envolví la mano izquierda, cubriendo los nudillos hechos mierda. Arrugué los gestos hasta que terminé, dejé todo en la mesa de la cocina y fui al garage para sacar la moto.

    Conduje como siempre, quizás le metí más gas o quizás no, ¿qué importaba de por sí? Las plagas como nosotros, como el imbécil que me había dado su apellido y yo, no moríamos a tiempo nunca. Porque bajo esa lógica yo debía haberla palmado la primera vez que casi me provoco un coma etílico o todas las veces que Yako me envió a arrastrar a alguien a nuestra manada.

    Mala hierba nunca muere, ¿cierto?

    Al llegar al Sakura estacioné, bajé de la moto y me ajusté mejor la chaqueta del mismo rojo oxidado de la sangre que había quedado en el piso de casa ayer en la noche. No que hiciera frío como tal, pero bueno. Escarbé en el bolsillo por un porro, lo encendí para darle un par de jalones profundos, y lo apagué entonces para entrar a la famosa academia. Me pareció notar la melena rubia de la Barbie, estaba fumando para variar, pero pasé de ella como los grandes con las manos hundidas en los bolsillos de la chaqueta.

    En la entrada del edificio como tal casi me llevo a Akaisa en banda, me soltó una sarta de maldiciones en inglés y cuando sus ojos encontraron los míos solo fruncí el ceño.

    —Ya deja de gastar saliva conmigo, Akaisa —mascullé de mala gana, pasando a su lado y si me contestó algo no le puse atención. Solo la vi seguir caminando.

    Seguí hasta el casillero, me cambié los zapatos en cámara lenta y cuando terminé eché la espalda sobre las taquillas, sacando el móvil del bolsillo como siempre. Ni sabía por qué había ido a la escuela honestamente después de semejante noche de mierda, ¿esperaba encontrarme a alguien con quién quitarme la puta ira de encima, como si fuese posible? ¿A cualquier desgraciado al que soltarle una paliza o encajarle un cuchillo? ¿Soltarle el pollo a Sonnen o a alguno de los cachorros? ¿Hasta a Riamu?

    Qué coño sabía. Estaba harto, llevaba más de ocho años harto de esta puta mierda, de la vida que nos había tocado y ya no sabía qué más hacer que no fuese despedazar el mundo a mi alrededor, como un maldito huracán.


    super uncalled for pero tenía que aventarlo y usar la cinta nueva (? queda al servicio del público, igual kat

    luego aviento más messes, digo, más gente ajá
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Era estúpida? Un poco, eso lo sabía yo y podía llegar a admitirlo frente al espejo, pero por fuera del límite probablemente me arrancara un brazo primero. Era estúpida porque debería haber reorganizado mis prioridades en el momento indicado, resetearlas y retirarme del partido en cuanto sentí el esbozo de la tensión muscular. Pero ni modo, se me había cruzado el orgullo por enfrente y me costaba un huevo y medio lidiar con esa mierda.

    Otra cosa que jamás admitiría fuera del espejo.

    Luego sólo quedó caminar hasta la estación, pillar el tren, ir al café, atender las mesas y comerme la otra caminata del tren a casa. La mierda no empeoró, pero para el final del día estaba puto muerta y en la mañana, con los músculos fríos, fue aún peor. Pero ni modo, sólo quedaba iniciar el día y activar el piloto automático. Como siempre. Me duché, los raspones ardieron un poco, me vestí y le preparé el desayuno a los niños y a mí. Danny iba a tener un día difícil, se ve, así que mantuve la calma cuando me aventó el manotazo al pretender acomodarle el uniforme desalineado y arrojó las tostadas al suelo.

    Jamás lograría comprenderlo, así que sólo me quedaba no empeorar las cosas.

    Mi humor era el mismo de siempre, al menos tenía un superpoder para hacer como si nada casi siempre, para silenciar el cerebro y seguir a lo mío. La pierna ya no me molestó tanto recorriendo el tramo desde la estación hasta el Sakura, aunque el clima se veía bien feo y qué pereza, de verdad. Bueno, igual me había traído un paraguas pues precavida se nace. Lo dejé en la entrada, me envolví el cabello para echármelo hacia atrás y avancé. Le había prometido a Maze que hoy iba a compensarle las galletas que le había negado ayer, y esa tontería pesó lo suficiente en la pirámide de prioridades como para obligarme a hornear algo por la noche, luego de la cena, a pesar del dolor corporal y la mala hostia.

    Ni modo, ya había dicho que a veces era estúpida.

    Y podía seguir siéndolo si me daba la gana o si veía la oportunidad, quizá la responsabilidad. De la forma que fuera, le dejé a Maze unas cookies de chocolate negro con una ración extra de nueces dentro, fueron un par más de las que solía meterle en las bolsitas y cerré su locker despacio, echando un vistazo alrededor. De repente temí que Joey volviera a aparecer para joderme los nervios, pero lo noté recién atravesando el patio frontal y me relajé. Qué va, ni siquiera había notado que un poquito de tensión me cayó encima, y la idea de estar dándoles poder sobre mí me jodió más que todo lo demás.

    Puta mierda.

    Igual no demostré nada, como venía siendo lo usual, y seguí con pasos livianos hasta mi casillero. Noté que el rubio estaba echado sobre la línea de casilleros y lo miré de costado en lo que abría mi locker ya con movimientos mecánicos; llevaba tres años ahí, al fin y al cabo. Recordé de repente que ayer se había comido un balonazo en la cara, pero además llevaba una venda encima de la nariz y los nudillos cubiertos. Se veía para el culo, a quién íbamos a engañar, pero siendo el tío de los cuchillos y los tatuajes, ¿no había que hacer un poco dos más dos?

    Bad night? —asumí en lo que sacaba los zapatos, considerando que hasta ayer durante las pruebas estaba enterito, y me agaché para dejarlos en el suelo. En lo que me quitaba unos con el talón y me calzaba los otros, volví a mirarlo—. Te admiro las ganas de venir a la escuela, eso sí.

    Bah, el muerto riéndose del degollado.


    osu una sa-chan over here cuz yes? cuz yes, yes[/spoiler]
     
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    Zireael

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    Una parte de lo que más enfermo me ponía era el hecho de que ya no podía ignorar la ira como hacía gran parte del tiempo, en ese punto ya no podía pretender que no existía, tampoco transformarla en la eterna burla que parecía cargar y no tomarme una mierda en serio. Había alcanzado el punto de quiebre, el borde del vaso se había rebasado y lo había tomado para reventarlo contra la pared. Quizás no podía alcanzar mi faceta de bufón porque la había visto en Ryouta, quizás era por haber alcanzado el límite, igual y eran ambas.

    ¿Importaba?

    El caso era que lo aborrecía, detestaba la sola idea de sentir semejante violencia correrme por el cuerpo, era como si me hubieran enchufado una serpiente eléctrica directo en la base del cerebro. Se movía, agitaba todo a su alrededor y esparcía la electricidad a todo lo que tocaba. No era que no la considerara parte de mí, era bien consciente de que la había tenido siempre, pero una cosa era tenerla y otra externalizarla.

    Había sido una corriente de aire mucho tiempo, me colaba por rendijas, instigaba el fuego, las olas o sacudía el polvo y seguía a lo mío. Pero ahora la tormenta me picaba en los dedos, la sentía encima, el viento se arremolinaba y los relámpagos chocaban con insistencia contra el suelo, buscando alcanzar lo que fuese. Una persona, un árbol, un auto, un puto charco, cualquier cosa que condujera la suficiente electricidad como para sucumbir a ella y despedazarse.

    Yo no era un maldito intenso, joder.

    Vivía rodeado de ellos, pero no lo era. No lo había sido hasta ahora.

    Seguía con la atención en el móvil cuando noté la chispa de rojo, era el rojo de vino tinto de Pierce y no el de sangre de Cay así que lo dejé pasar. Estaba dejando pasar un montón de cosas en realidad, como si estuviera buscando la cabra de sacrificio perfecta en lugar de rajarle la garganta al primero que se me cruzara.

    Aún así, la voz de la chica no tardó mucho en alcanzarme luego de haber dejado algo en otro casillero y acercarse a cambiarse los zapatos. Giré apenas el rostro en su dirección, todavía con el móvil en la mano, y se me soltó una risa apagada. Si el cuervo hubiese estado presente seguro habría señalado que me veía como el culo, así como se lo había echado a ver a Cayden hace días.

    ¿Era azul también? ¿Rojo? ¿Púrpura como un moretón reciente? ¿O era del mismo gris que bañaba el mundo de algunos desgraciados?

    —Mala vida, rojita —corregí sin demasiada emoción en la voz—. Te diré un secreto, pero no se lo vayas a contar a nadie, Pierce. No se me apetece repetir tercero otra vez, al menos no por faltas, así que aquí me tienes.

    Regresé el móvil al bolsillo entonces, el roce de la venda con la tela me envió una chispa sutil al centro del cerebro y arrugué ligeramente los gestos. Seguí mirándola, pues porque era lo más interesante que tenía al frente ahora mismo, y poco sabía que esta chica pasaba estresada por sus hermanos como lo pasaba yo.

    —Al menos uno de nosotros parece de una pieza, eso ya debería ser un triunfo en sí mismo —comenté refiriéndome a ella.

    En la fila de casilleros apareció entonces la silueta de Altan, el cabrón traía en los gestos un revoltijo de mala hostia, preocupación y quién sabe qué más. Me dio unas vibras de animal encerrado algo jodidas, como si el mínimo movimiento fuese a hacerlo correr hasta la cueva más cercana o arrancarle la mano de un mordisco al imbécil que se atreviese a tocarlo, sin puntos intermedios.

    Ni de coña la iba a tocar los huevos en ese estado, además de que no tenía el ánimo para hacerlo, y dejé de prestarle atención en cosa de un segundo así que no supe qué más hizo, si se quedó allí o qué. Apenas podía con mis mierdas, ahora imagínate con las del sucesor que se había retirado.


    thanks, sa-chan i wov u *rueda*

    la madre que me parió con este tocho eh
     
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