Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Le estaba tirando un montón de información inconexa en la cara, en realidad ya iban un par de días en que lo hacía y quizás nunca me fuese a cruzar por la cabeza que cualquier persona podía usar esos fragmentos para hacer dos más dos y darse cuenta de que no vivía con mis padres como se supone que uno hacía. En algún momento hacía sido el caso, sí, en general porque los niños eran más preguntones que los adolescentes, así que ahora solo hablaba de mi familia como si nada y sin pensar que era raro que nunca mencionara a las personas que me habían dado la vida y tal.

    Los episodios aquellos de mierda en que me lamentaba por ello también se habían reducido de forma considerable, además de que ya había entendido que no podía imaginarme una vida diferente a la que tenía ahora. Aún así, suponía que agradecía que Joey no hiciera preguntas de ninguna clase, porque hubiese sido muy feo soltarle por la cara el día de su cumpleaños que bueno, tenía dos tumbas que visitar en Países Bajos. Además de que en sí no era un tema de conversación muy agradable en ninguna circunstancia, ponía los focos en mí y ya estaba visto que más bien vivía de desviar los reflectores hacia los demás.

    Afirmé con un sonido cuando preguntó si Isaac era el que estaba enfermo, no me explayé más para enfocarnos en el tema del postre y lo vi acomodarse frente a mí, encontró mi mirada en lo que se pensaba el deseo, a lo que le dediqué una sonrisa tranquila. En condiciones normales cualquiera pensaría que Joey y yo estábamos en extremos completamente opuestos de una escala en blancos y negros, es decir, ni nosotros mismos sabíamos que teníamos ciertas desgracias comunes, pero allí todo parecía en su lugar.

    Era una pequeña burbuja donde no existían las escalas de color, una suerte de punto intermedio donde esas estupideces desaparecían, y solo pensé que aunque no tuviese un deseo, tuviese alguno imposible o cualquier otra situación, al menos estuviera contento con algunas de las cosas que tenía a su alcance, fueran muchas o pocas. El agradecimiento era lo que nos impedía hundirnos del todo en el fango, era una suerte de salvavidas arrojado por varias manos.

    No me interesaban las cosas que Joey hiciera o dejara de hacer, si era capaz de ser este chico, si todavía podía sonreír como un niño a mí el resto me daba igual. Esta alegría infantil era, posiblemente, lo más cercano al Joey de verdad que se me pudiese ocurrir y quería conservarlo, quería cuidarlo.

    Lo vi apagar las velas, solté una risilla baja y ya que no le había cantado el Feliz Cumpleaños porque me daba vergüenza por lo menos le aplaudí. El idiota se irguió, me sonrió y parecía que esperaba que le pusiera una medallita por haber apagado las velas, aunque lo que hice fue estirarme para dejarle otro beso en la mejilla antes de regresar a mi espacio.

    Dios, si solo hubiese imaginado su deseo. Si tan solo lo hubiese podido imaginar, habría podido decirle algo.

    Lo está, cielo.

    Tu mamá está contenta por ti.

    —Ya podemos —confirmé y busqué una última cosa en los cierres de afuera del maletín, un par de cucharas—. Lo siento pero los platitos ya no me cabían y me olvidé de traer unos del club de cocina, así que tendremos que comer de aquí. Y sí, estamos comiendo al revés al comenzar con el postre, pero tú pretende que aquí no pasa nada.


    nadie me preguntó pero me largué a llorar bien feo cuando pensé en qué le diría jez si supiera el deseo
     
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    Gigi Blanche

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    No agregué mayor cosa con respecto a su primito, ya había confirmado mi suposición y no creía que hubiera más. El resto transcurrió sin mayores altercados y cuando se inclinó para darme otro beso en la mejilla ya me empezó a parecer una falta de respeto estar recibiendo tantas atenciones sin dar nada a cambio. Esperé a que regresara a su lugar, total lejos no estaba, y busqué una de sus manos para agacharme y depositar un beso ligero en el dorso. No hice nada más, si acaso le sonreí al erguirme y le concedí una caricia vaga con el pulgar antes de dejarla ir.

    Gracias, Jez.

    Ya después finalmente recibí permiso para atacar los postres y por poco no brinqué en mi lugar. Acepté una de las cucharas y la sostuve entre mis labios para remover tanto las velas como las letritas de cumpleaños. Las dejé a un lado, con cuidado de no ir a romperlas ni nada, que no engañábamos a nadie: esas mierdas siempre se reutilizaban.

    —Pff, ¿quién va a decirnos qué hacer? ¡Este es nuestro territorio!

    Suponte, pero me hizo gracia pensarlo así porque, de hecho, así lo sentía y recién me daba cuenta. Una pequeña porción de universo donde establecer nuestras reglas, olvidar todo lo demás y dedicarnos a ser un poquito, sólo un poquito felices.

    Finalmente hundí la cuchara en el tompouce y me lo llevé a la boca, la porción quizá fue más grande de lo que dictaba la etiqueta en la mesa ¡pero bueno! ¡Mi reino, mis reglas! Era pura crema, estaba de lo más suavecito y no muy dulce. Lo pasé y me llevé otro poco a la boca, sonriéndole a Jez recién después.

    —No esperaba menos de una local~ No ha decepcionado a Su Majestad, miss Bellabel, well done. —Igual no quería ser un cerdo, así que me contuve y le acerqué el postre, indicándole que comiera—. Anda, anda, estás muy flaca.
     
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    Zireael

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    Bueno, pero ya estaba bien, ¿no? Que me dejara montarme todo el teatro y para cerrar me tomara la mano para dejarme ese beso en el dorso me iban a malacostumbrar o algo. Igual no me iba a quejar, había una cosa de lo más agradable en ese momento que hasta me daban ganas de, no sé, congelarlo en el tiempo para poder volver a él cuando hiciera falta. Como quien preserva insectos en resina o los pone en marcos sostenidos con aquellas agujitas diminutas.

    Lo vi quitar las velas y el cartel aguantándome un poco la risa, porque seguía pareciendo que al chico lo habían tenido amarrado sin dejarlo tocar el postre en todo el día cuando llevaba apenas unos minutos de saber de su existencia. Ya ni me imaginaba si se me hubiese ocurrido decirle desde la mañana que había traído algo para él, seguro se lo comían las ansias todas las horas de clase.

    ¿Qué era nuestro territorio? Suyo quizás, a mí todavía me resultaba un poco ajeno, pero ahora mismo estaba bien con eso. Como si me decía que nos fuésemos a comer el postre a media calle, seguro lo hacía y todo.

    Abrí un poco más los ojos al verlo llevarse la porción de postre a la boca, había sido algo más grande de lo que imaginaba, pero con la ansiedad que tenía encima ni podía culpar al pobre, más bien lo felicitaba por no haberse comido la mitad en dos movimientos. No tardó en llevarse otra cucharada y me quedé allí, como esperando algo, aunque ni siquiera lo había hecho yo sola, así que cuando habló le dediqué una sonrisa de ojos cerrados.

    —Me alegra haber alcanzado las expectativas, sir~ —Cuando me dijo que comiera, que estaba muy flaca parpadeé un par de veces e inflé las mejillas como una cría—. ¿A quién le dices flaca? ¡Estoy perfectamente! ¡Mira!

    Me piqué el estómago, como diciéndole que no estaba flacucha ni nada, y en sí todo era en broma, no me lo había tomado en serio realmente ni siquiera cuando había tenido algunos problemas de bajo peso cuando estaba pequeña.

    —Voy a comer, pero me ofende profundamente, Lord Wickham, ¡qué lo sepa! —Hundí mi cuchara en el tompouce, igual quizás se me fue la mano con la porción como a él, y me la llevé a la boca. Ya lo había probado ayer, pero no dejaba de saber igual de bueno—. Espero que te hayan gustado las sorpresas, cielo.

    Lo solté así un poco de la nada, sin venir a cuento, y dejé la cuchara en el molde un segundo para estirar las manos hacia él, ajustarle un poquito mejor la bufanda y luego posar las manos en sus mejillas. Le dediqué algunas caricias ligeras antes de regresarle su espacio y volcar la atención en el postre otra vez, haciéndome con otro bocado.
     
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    Gigi Blanche

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    Su reacción a la tontería que había dicho me pareció de lo más genuino y refrescante que probablemente había visto en Jez nunca. Se picó el estómago y todo, yo seguí sus movimientos con una nota de incredulidad impresa en el rostro y recién entonces solté la risa. Un poco delgada quizás estuviera, pero sabía que había gente incapaz de engordar ni a punta de pistola y aunque de buenas a primeras sonaba a fortuna divina, pues también traía sus problemas. Como cualquier desequilibrio, vaya.

    Todo el asunto fue tan efusivo que no vi muy bien por dónde responder, sólo me seguí riendo y alcé las manos en señal de rendición cuando parecía estarme genuinamente regañando. Lo vi, entonces, vi que esta chica sería capaz de cagarse en mis muertos por cualquier tontería que me marcara y pensé que parecía una madre o algo.

    Preocupándose por todo Dios y así, incluso cuando no lo merecíamos.

    La vi hundir la cuchara en el postre y la imité, desviando la mirada al paisaje durante el breve silencio que se había instaurado. La brisa soplaba con cierto dulzor impregnado en su caricia, quizá proveniente de los árboles, del lago o las flores. Vete a saber. Hacía buen clima y, en general, no tenía quejas con respecto a nada. Se podía decir que era un momento perfecto. Nunca había sido muy quisquilloso ni codicioso, pero aún así era un logro.

    Estaba estúpidamente agradecido.

    Su voz me alcanzó con la suavidad usual y regresé los ojos a ella. Asentí, relajado, y cerré los ojos al recibir sus caricias en el rostro. Me tomé un momento para volver a abrirlos, incluso luego de que se alejara, y solté el aire por la nariz en una especie de suspiro contenido. Distraje mi atención en el paisaje, el horizonte de la ciudad y los colores en el cielo. Era suave, era de lo más bonito y me di cuenta que un nudo se me había deshecho en medio del pecho.

    —Hace mucho tiempo ya que no me gusta mi cumpleaños, ¿sabes? Lo detesto, de hecho. Pero hoy... bueno, hoy me ayudaron a olvidarme de eso. Al menos por un rato. —Bajé la vista al piso, luego a mi mano y finalmente busqué los ojos de Jez. La sonrisa me salió sola y estrujé la bufanda entre mis dedos—. Gracias, de verdad.
     
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    Al menos mis estupideces seguían haciéndolo reír, iba a considerar eso la ganancia del día y de todo el rant que me había clavado. Verlo relajado era lo mejor que se me podría ocurrir ahora mismo, porque para empezar ni me había preocupado en pensar si le gustaba celebrar su cumpleaños o algo, sabía que había gente a la que no le hacía mucha gracia y allí estaba yo, haciendo y deshaciendo a su alrededor.

    Acabó por rendirse a mi regañina, haciendo que se me aflojara la risa a mí también, ni modo. Insistía en que había algo de lo más cálido en este momento que quería grabarme a fuego en la memoria, como si creyera, no sé, que podría llegar a necesitar de esta clase de recuerdos en algún momento y quisiera asegurarme que los tendría al alcance de la mano.

    Cuando lo acaricié cerró los ojos, verlo hizo que una sonrisa se me formara en el rostro, fue bastante ligera, casi imperceptible y pensé que aunque no supiera hacer nada más, aunque no tuviese talentos particulares que resaltar en mi persona, al menos había algo en mi tacto que me permitía conectar con el mundo. Había sido así con Altan, con Anna y ahora con Joey.

    Y sus palabras solo me cayeron en el centro del pecho, como confirmando eso.

    Parecía que era parte del club de los pobres diablos a los que no les gustaba su propio cumpleaños, quizás que me lo hubiese soltado desde el inicio me habría asustado, cohibido o algo, pero en ese momento la confesión perdió efecto porque venía conectada a otra cosa. Me amplió un poquito la sonrisa y pensé que me alegraba haber sido parte de las cosas que le habían ayudado a olvidarse de eso, que pudiera disfrutar aunque fuese una parte del día.

    Estiré la mano para alcanzar la suya, darle un suave apretón y al final desviar la mirada al paisaje. Algunas hebras de cabello, arrastradas por la brisa, me hicieron cosquillas en el rostro.

    —No tienes nada que agradecerme en realidad —dije casi en un murmuro, todavía con la sonrisa pegada en la cara—. Me hace feliz haber sido parte de algo que te ayudó a olvidar una cosa como esa.


    por aquí termino con Jezzie uwu ♥ thanks for this softness
     
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    Lo vi atragantarse con la soda cuando le respondí lo del Sakura y se me aflojó una risa sin gracia, bastante resignada, que casi decía a gritos que yo también era parte de la mierda, de la peste a azufre y de las sombras. De hecho las volví a sentir palpitar detrás de mí en ese instante, recordándome que podían tragarse a este mocoso en cualquier segundo, salir de la cueva, encajarle los dientes en el costado y arrastrarlo dentro de la cueva conmigo. Arrastrarlo, arrastrarlo y arrastrarlo, para que nadie me dejara solo de nuevo.

    Había nacido en Shibuya, era un puto lobo de sangre.

    Y a veces al cerebro se le antojaba recordármelo, que era un carroñero, un jodido lobo famélico.

    Pasé un poco de largo su respuesta, lo de que le extrañaba que lo habían dejado entrar en esa escuela de apariencia refinada, incluso a lo de que había dejado la hierba y ni de coña se me ocurrió pensar que el Happy Meal aquí presente se hubiera revuelto con, qué sé yo, la putísima irish mob. A mis ojos era posible que Aleck fuese siempre un crío de lo más inocente sin importar que me soltara hasta que había estado en prisión, tenía esa idea aferrada a su recuerdo, al niño de ocho años que me había pedido que siguiera hablando en japonés.

    El movimiento de la pierna poco o nada tenía que ver con la descripción de la escuela realmente, venía directo del resto de la mierda, de mi ansiedad natural y el hecho de que la respuesta de Emily no me había tranquilizado en lo más mínimo en realidad. En algún momento fui consciente de él, me detuve, pero volví a reiniciar el movimiento apenas me distraje lo suficiente.

    —Elegiste mal el ticket para una nueva vida, enano, pero ya que viniste a dar al Infierno desatado supongo que sí, es un consuelo que me hayas encontrado.

    Enarqué las cejas cuando lo vi levantarse imaginando que quería que subiéramos a clase, pero al final resultó que sugirió la azotea para que tomara aire y no sé qué. Por un instante pensé en decirle que no fuese idiota, que era su primer día y que tuviera la decencia de al menos terminar el día de clase, pero de repente me di cuenta que realmente no quería meterme al salón a soportar a Tolvaj o a Sonnen leyéndome como un libro.

    Ni modo, yo no era santo ante el cual persignarse.

    Me habló en inglés y fue una estupidez, pero lo sentí un poquito más cerca del corazón de lo que me habría gustado, cosa que me obligó a soltar el aire despacio para no ir a atragantarme con el nudo que sentí en la garganta de repente. Igual el resto me distrajo, porque atajé la referencia al vuelo y regresé de cabeza a, no sé, mis catorce años.

    Cuando no me perseguía ningún diablo.

    Cuando mi familia, mis chacales, no se habían fragmentado.

    Cuando teníamos a Yako.

    Y a Chiasa.

    Ain't it good? Bein' all alone. —Comencé a cantar luego de levantarme con la lata de soda en mano y se me escapó una risa por la nariz en lo que volvía a tomarlo del brazo para caminar—. Where you're from you might be the one who's runnin' things. Well you could ring anybody's bell and get what you want~

    ¿Que si me importaba estar cantando a los cuatro vientos en plena academia mientras subía las escaleras? No realmente, en ese momento habían muy pocas cosas que me interesaran lo suficiente, porque el terror no me dejaba en paz un segundo. Para la gracia las siguientes líneas me hicieron terriblemente consciente de las cagadas que me había marcado en toda mi adolescencia por no saber abrir la boca.

    You see it's easy to ignore trouble when you're livin' in a bubble.

    Me callé después de eso y para variar otra vez no me había soltado del brazo de Aleck, como un crío en el supermercado, de hecho la imagen me recordó a cómo me había aferrado al brazo de mi madre cuando conocí a este culo inquieto. Siempre era yo de estúpido sujetándome a algo, lo que fuese, incluso cuando no me ataba a nada ni a nadie.

    Solo lo dejé libre cuando llegamos a la azotea, abrí la puerta y la brisa nos recibió apenas unos segundos antes de que sonara la campana, así que cerré detrás de mí solo por si acaso. El viento me agitó el cabello e imaginé la de destellos que el sol debería estar arrancándole, como gotas de sangre o genuino fuego. Tardé en darme cuenta de que hasta ahora estaba solo con el Galletas, solo de verdad y no sé, me cayó encima una mezcla de miedo y euforia de lo más jodida.

    Caminé casi hasta el centro de la azotea, escarbé en el bolsillo y aunque por un segundo pensé en contenerme la verdad es que ya daba igual, así que saqué el porro a medio consumir, me lo coloqué entre los labios y lo encendí para darle un jalonazo que hasta que dio gusto. Dejé caer la cabeza hacia atrás, liberando la nube blanquecina que fue arrastrada por el viento, y hasta después de dar una segunda calada me atreví a abrir la boca.

    —Me alegra que hayas vuelto, Aleck —dije sin moverme de mi lugar, tampoco me atreví a buscar su mirada, su resina que sí tenía brillo—, como resucitado de los muertos.

    Estuve a nada de sorber por la nariz como un crío, pero al final todo lo que hice fue pasarme la manga de la camisa por el rostro como si solo tuviese comezón.


    ¡Alergias de primavera!

    Sí, sí. ¿Quién se lo iba a creer?
    el pedazo de rant que me clavé, hasta me duele la cabeza memeo

    ya con este post se cierra día, así que procedo con eso, perdón por el retraso *inhales* a

    george: no aventé la canción pero está la referencia
    my stupid ass: que cayden escuchara paramore a sus catorce como todos me estás diciendo? vale
     
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    Gigi Blanche

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    El mensaje de Anna no me tomó desprevenido como tal, no había dudado que cumpliría con la tarea tan simple que le encargué. La niña tenía este problema de lo más ridículo con la lealtad y las deudas, si aprendías a distinguir los hilos que la ataban a ciertas personas se volvía harto predecible. Eran las correas que ansiaba cortar, de las que prefería desligarse y aquellas a las que se aferraba con uñas y dientes. De momento, claro, aún no veía muchas de éstas últimas, sabía que me faltaban piezas. Pero hey, si se acercaba a mí de pura voluntad sólo sería cuestión de tiempo, ¿verdad?

    Mira si daba con algún que otro sujeto interesante.

    Al fin y al cabo, la mocosa esta ostentaba un poder que ni ella debía entender muy bien.

    Y me daba en los cojones, pero lo sabía.

    Lo había aprendido por las malas.

    Total que aguardé que la campana sonara y guardé mis cosas en perfecta calma antes de desviarme hacia la azotea, con el bento envuelto colgando de mi mano. A ver, que quisiera charlar no significaba que dejara de ser importante la alimentación, ¿verdad? El sol me pilló algo desprevenido, arrugué la expresión y cerré la puerta a mis espaldas, recorriendo el espacio hasta echarle mi peso a la reja y sentarme en el suelo. Estiré las piernas, abrí el bento encima de ellas y le eché un vistazo a la comida, sonriéndome antes de probar el arroz. De un movimiento ágil de muñeca comprobé la hora en mi reloj.

    Bueno, bueno, sólo era cuestión de tiempo~

    Yáahl im ready to unleash hell
     
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    Zireael

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    Que me preguntaran qué demonios había sido el numerito con Kasun en la enfermería porque no tenía ni idea, al final solo me había ido con el yogurt y había dejado al pobre diablo allí, sin siquiera tranquilizarlo diciéndole que sí, que dejaría su número en automático por cualquier cosa. Bueno, igual mejor así porque no planeaba hacerlo de todas maneras.

    Había regresado a clase apenas unos segundos después de que las clases pudieran darse por iniciadas, me disculpé y me excusé diciendo que había ido a la enfermería a buscar algo para tomar, porque me dolía la cabeza y no sé qué. De nuevo, con la de días que había faltado a la escuela pues no había mucho que decirme por andar sintiéndome para el culo todavía.

    Cuando la campana sonó revisé los mensajes del móvil porque sí, Cayden no había contestado nada, Arata sí y también Altan, que lo primero que preguntó era qué coño andaba haciendo ahora. Evidentemente no contesté y solo me quedó rezar para que el cabrón no me viese pasar hacia la azotea, que seguro se le volaba la pinza a él y sus hilos, ni idea.

    De cualquier manera no fue el caso, al menos no que yo me diese cuenta, y pude seguir sin más hasta la azotea. Igual debía estar cagada hasta las patas o algo, ni idea, pero tenía encima una calma que no sabía de dónde salía a pesar de que era consciente de que tenía el fuego girando dentro del cuerpo, esperando estallar encima de algo o de alguien, lo que pasara primero.

    La calma impostada era tal que hasta me había traído el almuerzo por la pura gracia, que fuese a probarlo era otra cosa claro, pero qué cojones sabía yo. Igual había que ser profesional, ¿o no? Como fuese, subí a la azotea con pasos livianos, como si nada y abrí la puerta despacio. Me recibió el sol, un dejo de brisa y me pareció detectar el olor de la primavera allí arriba cosa que desentonaba bastante si teníamos en cuenta que debería apestar a muerte en su lugar.

    No tardé demasiado en notar la silueta del chico y razón había tenido Cayden al decir que el pedazo de mierda parecía príncipe francés, así solo por las pintas pensé de una vez que era un niño pijo como lo era Altan, solo que se esforzaba en parecer tan pijo como era. No los estaba subestimando ni de coña, de hecho casi era más preocupante un cabrón de estos que otra directo de la zona de roja de Shinjuku por alguna razón.

    Después de todo ostentaban su poder sin mover un dedo, al menos en general.

    Me acerqué a su posición, lo repasé con la vista sin atisbo de molestia en mis gestos y le dediqué una sonrisa suave de las que le daba a todo el mundo, como si solo fuéramos compañeritos de instituto realmente.

    —Shinomiya-senpai, ¿cierto? —Balanceé el bento como un péndulo—. Un placer conocerte~

    Que alguien me diera el Óscar ya por este pedazo de teatro.


    im so ready for this mess

    even tho im scared af
     
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  9.  
    Gigi Blanche

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    No pasó mucho tiempo hasta que oí la puerta abriéndose y giré el rostro, masticando unos trozos de carne. La silueta delgada de Kurosawa se dibujó en el espacio y me dio a pensar que así no lo pretendiera, así fuera una mierda de genética a secas, igual su cascada obsidiana alcanzaba para tragarse parte de la luz natural. Era diferente a mis tonos, al cabello castaño y los ojos miel, la voz suave, todas las mierdas que desentonaban con lo que se suponía era.

    Y que me habían jodido los putos huevos hasta el hartazgo.

    Dejé el bento a un costado y me apresuré por incorporarme para recibirla en condiciones. Se acercó con una calma impresionante, detallé sus ojos, el anaranjado intenso, y le concedí una sonrisa tan cordial como sus palabras. A ver, no me tragaba nada, pero si ella pretendía subirse al escenario ¿quién era yo para destrozar el telón? Con lo que disfrutaba del teatro, encima.

    —Shio-chan —murmuré con todo el puto descaro del mundo, acentuando la suavidad en mi sonrisa—. Gracias por venir~ Temía que no lo hicieras.

    Yo no había llegado a conocer al famoso Yako, sólo había oído historias y Teruaki-san vino con la noticia apenas un carro lo arrolló hacía unos años. Fue una cagada el efecto dominó que generó en Chiyoda, no que a mí me importara pero todo Dios hablaba de eso. Nunca terminé de comprender por qué papá no aprovechó la oportunidad para colar mano en el jodido barrio del emperador, en el corazón del dragón, pero por ese entonces me daba terror hasta preguntar y ya el tren pasó. No había desatendido a la posibilidad, sin embargo, de que la mierda reciente fuera a revolver las piezas dispersas con tal de alzar una muralla en torno a la hermanita del mártir caído.

    Dejándonos en la puta mira.

    —¿Cómo has estado? —inquirí, ladeando apenas la cabeza e incluso arrugando el ceño—. Ya sabes, desde lo ocurrido.

    No era mierda como tal, a ver, no me estaba riendo en su puta cara. Algunas líneas compartía con lo que ya le había soltado a Hiradaira, no era ningún trigo limpio pero aún así me gustaba pensar que había trazado una sólida diferencia con Tomoya en mis métodos. El hijo de puta estaba mal de la cabeza, los lobos se habían convertido en una auténtica manada de salvajes bajo su liderazgo, y si los peces gordos habían decidido intervenir el tablero chico y meterme en sus putas narices fue con un único propósito. No me enorgullecía como tal, tampoco se lo soltaría a esta cría, pero el desastre de Tomoya con el Perro-Lobo me había dejado a la mano la excusa perfecta para finalmente jugar mi mano.

    Y mira nada más.

    Todo iba de maravilla.
     
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    No interesaba, pero pijo o no al menos el cabrón este era agraciado, eso nadie se lo iba a quitar en realidad y mira que tenía ojo de águila ya llegados a este punto. Igual no entraba en mi categoría, ¿en mis estándares? Lo que fuese, el caso es que era... demasiado pijo para mi gusto, así de sencillo. No que interesara, insistía, pero entre la de estupideces que andaba haciendo pues dejarlo sobre la mesa no sobraba.

    Me hizo gracia que se incorporara porque de repente la tontería de conocerlo en condiciones que le había soltado a Hiradaira me rayó la cabeza y entendí que, en fin, no estaríamos en el mismo nivel del infierno ni de chiste pero podíamos subirnos a los mismos teatros. Moldearse como aire, acompasarse a un corazón ajeno, fingir y fingir, sin ninguna clase de pesar o dificultad.

    Era un don de mierda.

    Claro que me cayó en los ovarios que se atreviera a llamarme Shio-chan, no que lo demostrara, pero sirvió para lanzar algo al fuego con tal de seguirlo alimentando silenciosamente.

    ¿Que había temido que no viniese?

    Joder, qué risa.

    Aún así nada lanzó más gasolina a mis llamas que la pregunta, la maldita pregunta de cómo había estado cuando era este jodido infeliz el que me había mandado a buscar con Hiradaira, que seguro andaba buscando venganza como una loca. No que yo pudiese hablar de estrategia, pero de verdad que necesitaba un poquito de orden.

    Ya Judas me había entregado de por sí, ¿qué importaba? Como si quería cargarse el mundo, que lo hiciera.

    —Todo lo bien que puede estarse luego de que apaleen al chico con el que empezaste a salir y le maten a su perro en la cara, ya sabes. Lo normal. —Moví los brazos para dejarlos a mi espalda, sujetando mi muñeca con la otra mano, y di un par de pasos por el espacio. Alcé la vista al cielo antes de volver a verlo, clavando mi mirada en la suya—. La pregunta peca de indiscreta pero, ¿en cuál botadero dejaron a Tomoya para ponerte a ti, senpai? Quiero decir, no que yo sepa cómo funciona, pero Tomo-chan me dejó un tutorial de lo más bonito~ como si fuese un cuaderno de colorear y todo, lástima que solo me dio lápices rojos.

    Lo solté con la calma que había mantenido hasta ahora, si acaso algo de diversión se me coló en la voz, pero nada más.
     
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    Gigi Blanche

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    Igual era un cabrón a pesar de mis autoproclamados estándares, porque mira que llamarla Shio-chan aún a sabiendas de lo que debía pensar e incluso sentir estando en mi presencia. En buena medida no conocía ni por un pelo a esta mocosa, no tenía idea qué clase de temperamento poseía, pero mejor echarle un vistazo encima tratándose de la hermanita de Yako. Qué sé yo, mierdas de genética. Además, en líneas generales era estúpidamente precavido y eso ya estaba visto. Por eso había tenido que comerme todas las mierdas que tragué a la fuerza antes de mover mis piezas.

    La escuché y seguí con la mirada, en cuanto me quitó la atención de encima recosté la espalda en la reja, que cedió suavemente. Se movía y hablaba con una calma ridícula y ni de putas me creería que la mierda le resbalaba, que estaba mostrándome algo parecido a la verdad. Pensé, entonces, que había tenido una gran cuota de razón en considerarla la hermana de Yako antes que una novia resentida. Cosa en la que Tomoya falló como un puto campeón, claro.

    Y por eso le fue como le fue.

    Su pregunta indiscreta me hizo alzar las cejas y esbozar una sonrisa apenas burlona, sosteniéndole la mirada. Aguardé, claro, pero descarté toda la estupidez sobre los tutoriales y los lápices de colores. A ver, pero qué ácida era. Carraspeé ligeramente, despegando la espalda de la reja, y llevé el dorso de una mano a mi pecho al inclinarme hacia ella. Fue breve pero elegante, si se quiere, y pestañeé con calma al erguirme y volver a mirarla.

    —En nombre de los Lobos de Shibuya, me disculpo por lo ocurrido, Shio-chan. —No que le importara, pero era un hombre de modales. Regresé la espalda a la reja sin prisa—. Veo que ya estás al tanto de algunas novedades, así que no tendré que hablar tanto. Efectivamente, Tomo-chan ya no es nuestro alfa.

    Paseé la mirada por el paisaje, el cielo y los alrededores, hablando con el tono suave y pausado de toda la vida.

    —Tomo-chan era peligroso, ¿a que sí? Me habría gustado hacer algo al respecto mucho, mucho antes, pero mis manos estaban atadas. Sólo hay que ver lo que hizo con Hiro-kun, meterse contigo, ¿lo de su perro? ¿Ike, era? —Le estaba imprimiendo una angustia a mi voz que no sentía del todo pero, otra vez, tampoco me desentendía del asunto por completo. Meneé la cabeza, claramente decepcionado, y solté el aire por la nariz—. Hombre, eso estaba fuera de los límites. Y fuiste tú con la mierda del llavero, y las chicas con las que se metió, las que drogó, ¿eres amiga de Hiradaira? Ah, como sea.

    Ups.

    Comencé a navegar el espacio sin un objetivo claro, justo como había hecho ella, con las manos a los bolsillos. Probablemente se estuviera preguntando para qué mierda la había citado, qué tanto me interesaba hablar con ella, pero vaya. Ya estaba visto que yo también disfrutaba de un poco de teatro y nada de lo último había sido necesario como tal, pero de una forma u otra contribuía a mis intenciones. Vete a saber, mira si efectivamente era más amiga de Anna de lo que parecía y me las arreglaba para alimentar la chispa.

    No tenía idea, claro, que la enana estaba acuartelada en el rellano de la escalera, dispuesta a saltar entre nosotros si me clavaba cualquier movida extraña. No que pudiera escucharnos desde su posición pero ahí estaba, el eterno perro guardián metiéndose donde no le correspondía.

    Me detuve frente a ella y le sonreí, calmado.

    —En definitiva, quería disculparme en nombre de todos y asegurarte que no poseo intenciones de meterme contigo o Hiro-kun por ninguna razón. —Acentué la sonrisa, le eché encima cierta cuota de inocencia y ladeé ligeramente el rostro—. ¿Confiarías en mí, Shio-chan?
     
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    Zireael

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    Era posible que esta conversación jamás hubiese salido así de haberse tratado de otra persona, quisiera o no debía reconocer que por lo menos este se tomaba el tiempo de tantear el terreno, pisar, antes de ver qué coño hacer. No había impulsividad pura, no había desorden visible, así que normal que no mi fuego no reaccionara todavía. A Tomoya seguro me le habría ido encima como una puta loca, ¿pero a este? Con este podía bailar un rato.

    Que sí, que yo también quería venganza como Hiradaira, yo también quería despedazar el mundo, matar a todos los lobos y esparcir su sangre por el suelo, pero como lo intentara sin planificación solo iba a hacer que la muerte me cayera encima prematuramente. Habían usado a Hiroki de saco de boxeo, lo habían dejado como carne molida y le habían arrebatado una de las pocas cosas buenas que tenía, lo mínimo que podía aprender de ello era que la venganza premeditada era mil veces más destructiva.

    Mi pregunta hizo que por la sonrisa le pasara algo de burla, nada insoportable, y siendo honesta lo había soltado esperando una reacción de esa clase. Total que luego de que terminara de hablar carraspeó, despegó la espalda de la reja donde se había recostado e hizo una reverencia digna del teatro, fue elegante y toda la cosa. Mi propia sonrisa adquirió cierta burla al escuchar lo que me dijo.

    No estábamos sincronizados, pero seguro si le sacabas mucha de la mierda de encima a este cabrón era posible que su figura se superpusiera con la de mi hermano, con la mía propia. Las pistas estaban en lo suave de su tono, en sus movimientos sin prisa y lo casi teatral de su personalidad. Quizás su seguridad viniera de que sabía que tenía poder sobre los otros, de que sabía que también tenía alguna clase de poder sobre mí, pero en síntesis era más o menos lo mismo.

    Era, si se quiere, una charla de negocios puramente.

    —Qué considerado de tu parte, Shino-senpai. —Uy, ¿y eso? Porque me vino en gana básicamente, ya me jodería que se quejara si él había empezado con lo de Shio-chan—. Muchas gracias~

    Lo vi pasear la mirada por el paisaje, el cielo y todo el asunto todavía con las manos entrelazadas tras la espalda. Siguió hablando, no me vendía la angustia en su voz pero ni de coña como seguramente yo no le vendía mi calma, pero podíamos seguir montándonos el numerito. No sé qué esperaba al soltarme en la cara lo de Hiradaira, pero no reaccioné de ninguna forma. ¿Qué si me cabreó? Sí, como me cabreaba cada vez que me daba cuenta de esa clase de cosas, pero poco más. No era mi amiga, yo no era la suya y por eso estaba ahí, incluso si la cabrona estaba en el rellano.

    Todos elegíamos bandos.

    Y el mío no era el suyo en este momento específico.
    Iba a robarme los chacales de mi hermano, iba a robarlos de las manos de Altan también si hacía falta.

    Lo vi navegar el espacio, lo seguí con la vista pues porque quise y cuando se detuvo frente a mí me prendé a sus ojos como si nada, como si no tuviese al puto alfa de Shibuya en la cara. Volví a colocarme la sonrisa, no había burla, ira, nada, solo la calma absurda del principio y quizás un diminuto reflejo de la inocencia que él había impreso en la suya.

    Como un espejo.

    Me moví solo para dejar mi propio bento cerca de donde él había dejado el suyo, cosa de no tenerlo en las manos ya simplemente, sentía que me limitaba un poco los movimientos. Regresé sobre mis pasos, lo medio rodeé al caminar y finalmente quedé frente a él nuevamente.

    —Confiar es una palabra muy pesada, Shino-senpai —respondí entonces, serena—, pero supongo que podemos llegar a algunos términos. Como buenos profesionales.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    De verdad, la veía a los ojos con una intensidad estúpida y ni siquiera me molestaba si notaba que le andaba sacando radiografía por poco. Me interesaba analizar sus mecanismos, sus patrones, pues todos los poseíamos. Había personas más transparentes que otras, algunos estaban tan llenos de telarañas que costaba un huevo ver más allá, pero por debajo de la superficie existían siempre. El código que nos programaba, las leyes que nos regían. Y comprender los engranajes me daba el poder que más me interesaba, ese que el cabrón de Sugawara parecía haber traído de nacimiento o algo.

    Predecir.

    Qué va, podía ponerlo más bonito.

    Vaticinar.

    El caso era que podía haber exagerado pero no la subestimaría, no descartaría la posibilidad hasta reunir evidencia; no cuando tenía esta inquietud anclada al pecho. Teruaki-san tampoco le daba mucho crédito, estaba bastante solo en mis sospechas, pero de por sí los hijos de puta me habían arrojado indefenso que te cagas a este colegio de mierda sin darme explicaciones sustanciales, el fundamento real. Y comenzaba a preguntarme si habrían sido conscientes o no de lo que hacían.

    Lanzándome de cabeza a la madriguera de los carroñeros.

    Kurosawa no me permitía entrever demasiado, pero al menos podía descartar opciones. No se veía impulsiva, imprudente ni de carácter volátil. Mantenía, de hecho, una calma extraña, perturbadora incluso. No condecía con lo que esperaría de una niña de dieciséis años tras haber experimentado lo que ocurrió, y en medio de mis cavilaciones me pregunté cómo la habría afectado la muerte de Yako, qué cosas habrían cambiado. ¿Estarían allí las respuestas que buscaba? ¿En el hueco que muy seguramente le habían forzado en el pecho?

    La chiquilla no estaba asustada y por mí mejor, que no lo había pretendido. Me movía entre espectros flexibles, si se quiere, que iban desde la búsqueda de respeto y admiración hasta el poder que confería imprimir terror a secas. Todo pertenecía a una misma escala y avanzaba, retrocedía, saltaba y mutaba según creyera conveniente, según me diera la puta gana. Podía ser un caballero frente a Kurosawa y moler a golpes a una criatura indefensa, podía condenar a Tomoya y empujar a Anna hasta una piscina. Podía quedarme callado, comerme los golpes y podía traicionar a todos mis amigos de un chasquido.

    Sólo necesitaba un motivo.

    Ensanché la sonrisa apenas al oír el apodo que me clavó, fue cosa de nada y mentalmente seguí organizando mi archivo. Estúpido era, ni que hubiera tantas chances de que fuera una mojigata si de por sí se había liado con Hiroki, ¿verdad? Debían irle los desastrosos o algo, quizá disfrutara del desastre a secas o ansiara dominarlo.

    Lo de Hiradaira pareció no generarle nada, quizá me la colara debajo de su manto de calma pero me dio que no, que no debían ser amigas. Anna tampoco me había dado la sensación la noche anterior. La seguí con la mirada, en lo que dejaba su bento y se reunía conmigo, y la inocencia que robó de mi rostro para echársela encima me lanzó un chispazo de satisfacción al cuerpo.

    Si no sería hábil con las máscaras.

    —Totalmente de acuerdo, Shio-chan. Me decepcionaría si confías en mí del mismo aire. —Repasé sus facciones de pura manía antes de seguir hablando—. ¿Creíste, de hecho, que vendría a firmar la paz con las manos vacías?

    Fue inevitable la chispa de diversión que se coló en mi voz al soltarle aquello último, aunque siendo francos tampoco me esforcé demasiado en ocultarla. Había sacado las manos de los bolsillos, dispuesto a seguir hablando, cuando noté de soslayo que la puerta de la azotea se abría.

    Haru.png

    No me interesaba ser buena compañía, muchísimo menos buen anfitrión, me daba lo mismo lo que este tío pensara de mí y así íbamos. Al menos tuvo la decencia de no destacar nada con respecto a mi cara de culo y siguió fluyendo con la liviandad que, al parecer, dominaba a la perfección. Había elegido la azotea, sus motivos me daban igual obviamente y, de hecho, fuera coñas me parecía la opción más razonable, así que asentí y empecé a caminar. Pensé en indicarle a la pasada las clases que rebasábamos pero mira, tenían carteles enormes en la puerta y dudaba que este fuera tonto.

    Viré para subir tras alcanzar la porción estrecha de escaleras que daban a la azotea y arrugué el ceño en cuanto noté la presencia de Hiradaira. Tenía la espalda pegada a la pared, debajo de un ventanuco abierto, y la tensión le bañó el cuerpo al verme. Si la cría era transparente a cagar, por favor. De la forma que fuera, eso no iba a detenerme y seguí avanzando como si nada, incluso cuando percibí sus intenciones de ¿detenernos? ¿Qué cojones estaba pasando?

    —Senpai —murmuró, bastante seria, y le echó un vistazo a Reece antes de volver a mí—. ¿Qué tal?

    —Todo bien. —Me encogí de hombros, deteniéndome un instante de mera cortesía, y señalé a Sean con un movimiento de cabeza—. Estoy mostrándole la escuela.

    Hiradaira asintió, bastante ausente, y me dio que toda la situación le había fundido la neurona. No pude evitar que la mierda me causara algo de gracia y una sonrisa ligera, ligerísima me torció la comisura de los labios.

    —¿Qué pasa? —agregué, bajando la voz un par de octavas—. ¿Se supone que no entremos?

    No le gustó nada la forma en que le hablé. Frunció el ceño, me fulminó con sus cuarzos y se encogió de hombros, regresando la espalda a la pared.

    —Hagan lo que quieran —murmuró, cruzando los brazos bajo el pecho—, no soy su mamá.

    La tía era super obvia pero tampoco me interesaban sus motivos, así que dejé correr el asunto y comprobé un segundo tener a Sean a mi espalda antes de girar el pomo de la puerta. Recién entonces, al bañarme con la luminosidad ambiente, al distinguir la silueta inconfundible de Shinomiya, tuve que preguntarme si las razones de Hiradaira no deberían haberme importado. Cientos, miles de piezas cayeron por todo el lugar, generaron un ruido insoportable y los hilos prácticamente me cegaron. Los había de muchísimos colores, grosores y formas. Discurrían como cintas de sangre en el suelo, embotaban el cielo y lo distorsionaban entre sombras negras y colmillos afilados. Había ira, había ansiedad, había flores negras y en medio del desastre, como arrastrada de una dimensión diferente, había otra cara conocida.

    ¿Shinomiya y Kurosawa?

    ¿Qué cojones?

    Seguí avanzando, de la forma que fuera, porque para la gracia sólo estaba mostrándole la azotea a un idiota. Shinomiya medio giró el cuerpo hacia mí, sonriéndome, y alterné la mirada entre ambos como un gato arisco.

    —Suga-chan, hola. ¿Aprovechando el buen clima?

    —Le muestro la azotea —reproduje el chip que ya tenía puesto en la cabeza y si acaso asentí hacia Kurosawa a modo de saludo. Me giré entonces hacia Sean—. Bueno, lo que oyes.

    Hundí las manos en los bolsillos y me estaqueé al suelo, sin la menor intención de acercarme a nadie. Me quedaría allí hasta que Reece quedara satisfecho y quisiera seguir el jodido tour, que técnicamente era lo único que me concernía. Ni las piezas del dominó, ni los hilos, ni los demonios, ni las disonancias consecuentes. No me concernía y eso lo sabía a la perfección, Shinomiya igual.

    —Ah.

    La respuesta de Kou fue vaga a cagar y lo vi girarse hacia Kurosawa, concediéndole una de sus sonrisas usuales ¿a modo de disculpa? No tenía idea, pero fue evidente que no planeaban seguir lo que sea que estuvieran haciendo hasta que Reece y yo nos fuéramos por donde vinimos.

    dios qué biblia sentí que escribía un capítulo para wattpad idk im wasted
     
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    Nekita

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    Contuvo sus ganas de estar suspirando y andar arrastrando los pies mientras lo seguía ante el poco interés que tenía el chico en hacer conversación que lo aburría bastante solo por querer seguir su cuento de buen estudiante, de nada le servía decirle algo al respecto y que el callado terminara teniendo más conexiones de las que no estaba consciente y como un efecto dominó terminara dificultando su andar solo por la falta de paciencia que llegaba a notar a veces en su persona.

    Además, toda pieza era importante mientras tuviera un posible potencial oculto.

    Para su suerte, la subida por las escaleras terminó con un punto rosado bastante curioso en el paseo gris de su guía -por mucho que supiera que estaba siendo un exagerado de primera-, y hasta sintió que la sonrisa que le dedicó fue genuinamente amistosa por solo ver aquella curiosa interacción, le habíamos interrumpido sin lugar a dudas su espionaje y por alguna razón el dementor presente le causaba una tensión que no había esperado en lo absoluto.

    Y para mejorar todo.

    El dementor también podía ponerse tenso por una escena que tampoco entendía del todo pese a que estaba seguro que podía cortar la tensión con un cuchillo, y quizás, no entender hacía la situación mucho más interesante a sus ojos, como si estuviera viendo un capítulo de su serie de televisión favorita, tan solo dio un paso hacia un lado cuando prácticamente lo presentó con su simple oración, moviendo una de sus manos de lado a lado hacia ambos.

    —Sean, un gusto... por la chica que estaba viéndolos creí que se trataba de una confesión o algo típico de lo que pasa en las historias escolares —La forme en la que lo dijo fue totalmente inocente todavía con su gesto amigable —, obviamente me equivoque pero si todo esta bien... —Y miró hacia donde estaba la chica de cabello negro aunque tampoco es que le interesara en lo absoluto su bienestar per se, tan solo la situación que habían armado los dos desconocidos —. Supongo que Sugawara tiene otros lugares bonitos para mostrarme~

    Retrocedió unos pasos hacia la puerta en cuestión, aunque sin querer alejarse demasiado de Haru para que tuviera oportunidad de rebasarlo una vez más, seguirlo.

    >> ¿Vamos ya? Te sigo sin problema.

    Solo le iba a quedar la duda si el hecho de saber que había un tercero en discordia allí vigilándolos les terminaría de joder toda esa escena o bien, ese punto rosado terminara haciendo todo más grande.
     
    Última edición: 7 Julio 2021
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    Zireael

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    Que el otro me estuviera sacando radiografía me daba bastante igual, quizás porque podía decirse que hacíamos lo mismo, él estaba buscando leerme, yo leerlo a él y a la vez desviando los tiros. Llevaba cuatro años siendo una persona difícil de leer, no lloraba, no mostraba enojo como tal, todo era calma y cordialidad, si acaso un poquito de burla aquí y allá. El mismo Hiroki había tenido problemas para leerme desde la primera vez, el resto de meses igual y si tuvo suerte se aclaró un poco días antes del desastre, pero era un código encriptado casi siempre.

    Que le dieran a mi fachaba de muñeca perfecta.
    Eso había dicho Al el día del llavero.

    Pues no me daba la maldita gana.

    Detrás de mí sentí las colas del kitsune moverse, palpitando como corazones, solo dándome más serenidad perturbadora a cada segundo. La máscara que tenía pegada en la cara no se había movido con semejante fluidez en mi vida, se había fundido de tal manera que las piezas articuladas ni eran visibles. No que me fiara de este hijo de puta, que si hacía una sola movida rara pensaba defenderme con uñas y dientes, pero aún así estaba allí como si no fuese nada del otro mundo. Era el poder que uno conseguía cuando perdía un hermano, suponía.

    Uno de los chacales de mi hermano podía confirmar, pero poco sabía yo.

    La vida no tenía sentido.

    Y solo podía encontrar a mi hermano en su manada desperdigada.


    Había sepultado a mi guardián, había evitado que mis padres fueran consumidos por un duelo sin resolución, luego habían medio matado a mi protegido y mi protector para dejarme un mensaje muy claro a mí, así que como decían ya había pasado por donde asustan. Este cabrón y todos los de su clase tenían que esforzarse como desquiciados para arrancarme alguna reacción que no fuese la pura rabia y aún así tenían que meterle un poquito de picante.

    La pregunta era hasta dónde llegaban mis lealtades.

    Suponiendo que las tuviese.

    Y dale con los apodos, si no estábamos en nuestra puta salsa con el espectáculo me daba con una piedra en el pecho. Seguí sus movimientos, ensanchando apenas la sonrisa cuando soltó la mierda de si había creído que venía a firmar la paz con las manos vacías, porque paz y lobos de Shibuya ni de chiste iban en la misma oración, pero como quisiera.

    De cualquier manera también detallé la puerta abriéndose y lo primero que pensé es que solo faltaba que Hiradaira hubiese sido lo bastante entrometida para aparecerse, pero para mi sorpresa lo que aparecieron fueron los ojos azules de Sugawara. Parecía delirio de fiebre, pero pude jurar que el kitsune, nogitsune más bien porque era negro como la mierda, me susurró algo al oído pero pareció estar en otro idioma y lo dejé correr junto a su aliento tibio.

    Suga-chan.

    Qué cosas.

    Me hizo gracia que Sugawara le contestara como en automático, pero me tuve que tragar la risa y todo lo que hice fue saludar al muchacho con una sonrisa ligera, de las de siempre, vaya. Recibí la sonrisa de Shinomiya después, la reflejé con la sencillez de quien le dice que tampoco abrirá la boca con público. El chico que acompañaba a Sugawara, que dicho fuese de paso era cagado a Wickham, nos saludó con un movimiento de mano y que me llamaran loca, pero solo con eso me vi venir alguna estupidez.


    ¿Chica viéndonos?


    No demostré sorpresa de ninguna clase, si acaso el cuerpo se me anticipó lanzándome una satisfacción un poco jodida sin siquiera saber todavía que mi pensamiento de hace un rato, sobre Hiradaira de entrometida, había acertado en el centro de la diana. Mantuve la tranquilidad de siempre, si acaso solté una risa por la nariz.

    —Todo perfectamente~ —respondí con sencillez, pero ya que andaba con un humor de lo más raro me subí un poco al tren—, lástima que no fuese una confesión romántica de novela escolar, eso sí.

    ¿Así de gratis? Como siempre.

    —¿Podrían decirle a la espía que el chisme está aburrido y que yo en su lugar usaría el tiempo para almorzar? ¿Sí? Gracias~ —Me acomodé el cabello dado que un par de hebras se habían salido de su lugar por la brisa y posé la vista en Sugawara—. Me alegra verte otra vez, Sugawara-senpai.

    Podía haberle dicho que me saludara a su hermana, pero me callé por alguna razón.
     
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    Gigi Blanche

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    No necesitaba que nadie me recordara que yo ahí andaba de gratis, ¿cierto? Kurosawa había rechazado explícitamente mi oferta de compañía así que, en buena teoría, podría haber seguido con mi vida. Buscar a Emi, arrastrarla para almorzar juntas, reírnos un rato y fingir que nada andaba mal, que no había lanzado a una chica a la boca del lobo. Fingir, fingir y fingir. Pero estaba hasta el puto coño y ¿qué iba a pasar si luego Shinomiya le hacía algo? Si la rodeaba, si la cagaba en las patas, si la arrojaba a una piscina o la utilizaba para enviar un mensaje. ¿Qué iba a hacer si sabía que lo había permitido?

    Me iría a la mierda.

    Haría de perro guardián las veces que hicieran falta, así nadie me lo pidiera y, de hecho, me tocara un poco los cojones hacerlo. Lo haría porque las otras cientos de posibilidades eran mucho, mucho peores y directamente me angustiaba, me perforaba el pecho la simple imagen mental. Altan se había comido la paliza de su vida por defender a una chica de un lobo y aquí, bueno, que alguien me buscara las siete diferencias porque yo no las veía. Me daba igual que Kurosawa no fuera mi amiga, que de hecho no me agradara del todo y que tenerla en frente me recordara los aspectos más desagradables de mi puto fuego. Me daba igual porque seguía siendo una chica y, por encima de todo, inocente. Se habría enrollado con Usui, sí, ¿y qué? No estaba hundida en el fango, no había saboreado la sangre de otros, la muerte no le había soplado en la nuca.

    Al menos hasta donde yo sabía, claro.

    Desde mi posición no oía una mierda, pero podía más o menos adivinar sus posiciones y en tanto mantuvieran distancia, pues, me valía. La aparición de Sugawara me agarró desprevenida y la neurona se me chamuscó, sabía que no tenía razones de peso para detenerlos pero en el primer impulso no razoné una mierda y, bueno, el cabrón me caló al hilo. Me dio bastante igual cuán risueño fuera quien lo acompañaba, cualquier cosa mi piraba y listo. No había contado, claro, con que el hijo de puta me delatara a los cuatro vientos.

    A ver, tenía que ser una jodida broma.

    Me quedé con la espalda pegada a la pared, oyendo cómo el cabronazo se montaba el numerito del siglo, y el corazón empezó a martillearme el pecho con fuerza. Estaba hasta el puto coño de todo. De la debilidad de Kakeru, de las costillas rotas de Altan, de mi insufrible necesidad de venganza, de los lobos y de Kurosawa. Ya no soportaba nada, o más bien no me daba la gana hacerlo, y oír la voz de Shiori con aquella nota de burla impresa, condescendencia incluso, terminó de encender la chispa.

    Era una broma o me mataba, en serio.

    Me colé en la azotea sin importarme el golpe que dio la puerta a mi espalda, si total ya era más que obvia mi presencia allí. Me colé con la misma contundencia que me había dirigido a lo más hondo del charco, a la fiesta de Shinomiya, a las narices de Usui. Me colé como si pretendiera dejar un rastro de fuego con cada pisada y lo cierto era que, mierda, estaba furiosa. Llevaba mucho tiempo furiosa y era la primera vez que me permitía exteriorizarlo, así fuera un poco. Le eché un vistazo a Sugawara, a Shinomiya y fulminé con la mirada al payasito de turno.

    ¿Podrían decirle a la espía que el chisme está aburrido y que yo en su lugar usaría el tiempo para almorzar?
    Pero mi atención se enfocó en Kurosawa.

    ¿Sí?
    Y una puta mierda.

    Gracias~

    —¿Qué te crees? —espeté, con el tono de voz aún bastante contenido, aunque prácticamente escupí las palabras—. ¿Qué mierda te crees, Kurosawa? ¿Una diosa o algo? ¿Intocable? ¿Todopoderosa? ¿Qué coño piensas que te diferencia de cualquier otra tía frente a uno de estos hijos de puta? —Señalé a Kou sin molestarme en mirarlo, y me acerqué un paso más hacia Shiori—. ¿Tienes idea acaso de la clase de persona que es? ¿De las cosas que ha hecho? Es el puto alfa de Shibuya ¿y te crees tan fresca como para andar de condescendiente? En serio, ¿qué mierda te crees?

    Solté el aire de golpe y meneé la cabeza, desinflándome los pulmones en una risa sin gracia, incrédula, antes de volver a la seriedad inicial. Dios, ardía. Ardía como el infierno y me estaba hirviendo la sangre en las venas. Quería reducir el puto mundo a cenizas y arrastrarlos a todos conmigo.

    Sin excepción.

    —El chisme no está aburrido, imbécil, y no, lo siento, Su Majestad, pero no voy a irme a ninguna parte. Lamento decepcionarte.

    Shinomiya se había mantenido al margen como un campeón, echándose el espectáculo en primera fila, y Sugawara ni idea en qué momento de mi speech desapareció pero ya no estaba en la azotea. Huidizo, el cabrón, como una maldita rata. Vete a saber para qué había dejado la puerta abierta, quizá fue su manera silenciosa de evitar un desastre de dimensiones colosales.

    Porque me la estaba buscando, ¿no?

    A puto pulso.

    holy moly
     
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    Zireael

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    Podía parecer estúpida pero mi deseo enfermo de control me daba un montón de ventajas, no que las hubiese usado para bien nunca, pero la misma mierda. Sabía que al decir lo que dije estaba arrimando una cerilla a una fuga de gas, en realidad no lo sabía con certeza, pero más bien fue por eso que lo hice. Si la fuga de gas, si Hiradaira era la que había estado tras la puerta y olía la puta cerilla al ser arrastrada contra la lija iba a sacar la jodida cara de su escondite de mierda.

    Como si no lo supiera yo, que era un montón de fuego contenido.

    Sujeté los hilos, tiré de ellos hasta rastrillarlos contra el borde de la mesa y su incendio se liberó como fuego sobre un derrame de combustible en el océano, se agitó, se arremolinó y me cayó encima una satisfacción de mierda. La satisfacción de quien se anticipa, de quien predice y ha perdido toda capacidad de asombro. La puerta se golpeó detrás de ella, siguió jodiéndome conexiones y hundiéndome en el lago negro.

    Se la estaba llevando el puto demonio.

    Su atención se volcó en mi obviamente, la que había encendido la cerilla esperando que su fuego la alcanzara, y ni una sola pizca de la furia que sentía se me filtró en el semblante, mantuve la misma calma perturbadora que había mantenido con Shinomiya. Me escupió las palabras encima, se acercó un paso incluso y gracias debía darle a, no sé, todos los Dioses del panteón sintoísta que no me descojoné en su cara. Ganas no me faltaron, porque toda la mierda que me soltó me era indiferente.

    Creerme intocable decía. Todopoderosa. Diosa.

    A ver, mi vida, ¿por dónde comienzo?

    ¿Por Aniki?

    ¿Mis padres?

    ¿Hiro?

    ¿O por ti, vendiéndome como un puto pedazo de carne?

    Intercambié la atención entre ella, su fuego, y Shinomiya como diciéndole que hasta allí llegaba la fiesta, me aparté, levanté el bento que había dejado en el suelo y caminé hacia la puerta. No le daba explicaciones a nadie, mucho menos se las iba a dar a Hiradaira y es que aunque podía dármelas de todopoderosa esta vez no era el caso. Pasaba que me importaban tres mierdas lo que ocurriera conmigo y un discurso de esta maldita entrometida no iba a cambiar eso.

    Como para decirle a esta cría que si seguía con su mierda a Altan le iba a dar un síncope, se iba a desmoronar como un montón de arena.

    Pero podía guardarme eso para después, ¿no? Cuando estuviera verdaderamente harta de su maldita hipocresía, de venderme y luego jugar de perrito guardián.

    —Supongo que la charla continuará en otro momento, Shino-senpai.

    Lo dije con serenidad, como si nada, aunque el fuego de Hiradaira chisporroteaba como un puto incendio forestal, y me dispuse a dejar la azotea solo que, obviamente, no esperaba que nadie se me cruzara en el camino.


    Shimizu 2.png
    La conversación con la tal Ophelia y la bañada en lejía de espectadora había sido una mierda de lo más rara, pero me había distraído de la cuestión de Kurosawa queriendo hablar de Yako y al final, tan pancho como siempre, solo me fui a clase luego de que se retiraran. Nada que hacerle, tenía un imán de chicas raras en esta puta escuela o algo.

    Las lecciones fueron el incordio de siempre, había pensado en molestar a Riamu un rato pero la mierda de Shiori me regresó a la cabeza, quizás fue una corazonada o vete a saber qué mierdas, pero preferí ir a buscar a la mocosa a su clase y saber si quería hablar del asunto hoy. No tuve éxito, claro, y no tenía caso enviarle un mensaje si ya no me había visto los anteriores así que solo volví a mis cosas.

    En el pasillo de segundo una chica había abierto la ventana y desde abajo, suponía que desde el patio norte, subieron las notas distantes de una guitarra. No sabía una mierda, en ese sentido estaba igual o incluso más perdido que Cayden, pero aún así sin permiso de nadie pensé en Kohaku. No vino a cuento de nada, solo lo pensé y ya, tampoco le di muchas vueltas.

    Había seguido andando de regreso al piso de arriba con intenciones de subir a la azotea, fumar un rato y hasta pegarme una siesta, de repente sonaba a planazo. En la puerta de la 3-2 estaba apoyado Sonnen, tenía la cara de culo de toda la vida, y me detuvo un instante.

    —¿Alguna idea de qué pueda andar haciendo Kurosawa, Shimizu? —preguntó mientras se guardaba el móvil en el bolsillo.

    —Ni de coña, ¿por?

    —Curiosidad simplemente.

    Me encogí de hombros, seguí caminando y debí olerlo quizás, el puto azufre, pero lo pasé por alto. Subí por las escaleras, pasé el rellano y cuando llegué arriba la puerta estaba abierta así que solo seguí, pasa que había dado como dos pasos en la azotea cuando Kurosawa casi chocó conmigo. En su rostro vi la eterna calma de Yako, pero el fuego se agitaba que daba gusto debajo de la máscara. Si acaso retrocedió un paso y me dio por observar el resto del espacio.

    El tanuki que traía a Sonnen bien sujeto por la correa.

    El príncipe francés.

    Y esta puta cría.

    —Uy, ¿interrumpí la reunión? ¿Vas a algún lado, Kuro-chan? —pregunté con evidente diversión en la voz, posando la vista en sus ojos, los ojos de su hermano.

    —Iba bajando, eso es todo.

    —¿No subiste a almorzar? —La repasé con la vista antes de inclinarme apenas sobre ella, porque todas las alarmas se me activaron y con ello los instintos, y le hablé casi en el oído—. No puedes engañarnos, ¿no sabes eso, Yako? Fuimos entrenados por uno de los tuyos, así que en lo que a mí concierne... Nogitsune, no vas a ninguna parte porque viniste aquí con el lobo.

    ¿Que si le clavé el apodo de su hermano por la pura gracia? Sí, era posiblemente la única capaz de heredarlo en realidad. Pero en gran parte fue porque aunque me esforcé, aunque lo intenté de verdad, no pude separar su figura de la de Kaoru. Imaginé que para hacerlo debería arrancarle la piel del rostro.

    Le pasé un brazo sobre los hombros, la hice girarse en dirección al otro par de desgraciados y posé la vista en ambos.

    —Vamos a ser profesionales todos, ¿quieren? No creo que ninguno tenga tiempo para mierdas, así que todo el que no sepa controlar el culo que se calle si quiere estar presente y si no, la puta puerta está detrás de mí. —Relajé una parte del peso sobre Kurosawa pero mantuve los sentidos alerta—. Nadie me llamó a la fiesta y me importa bastante poco si no me quieren aquí, pero la chica es nuestra, de Chiyoda. Aunque claro, ¿quizás eso ya lo sospechabas, príncipe?


    joder sentí que no iba a dejar de escribir nunca madre de dios, this is hell im-

    quiero patear a shiori fin del comunicado
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    A ver, a ver, pero qué desastre, ¿eh? Entre el payaso atizando el fuego, Kurosawa y sus ganas inmaduras de picar y, cómo no, el incendio de toda la vida que era Anna, ya se me quitaron todas las ganas de seguir ahí, rodeado de semejante manada de idiotas. Lo único que me interesaba era hacer negocios y mira, así era imposible. Tampoco iría a intervenir, claro, ¿por qué detenerlas cuando sus problemas no me significaban perjuicio alguno? ¿Porque probablemente era la causa principal del conflicto?

    Sí, claro.

    Total que se siguió sumando gente a la fiesta y cuando apareció la cara del rubio rodé los ojos. Genial, lo que faltaba, un pandillero de cuarta. Me quería sonar, aunque no tardó en confirmar su proveniencia y se me dio por pensar que esta cría, con sus aires de grandeza y la máscara de templanza, en verdad había corrido a sus perritos falderos apenas tuvo noticia de mi citamiento. Y ¿qué decir? Casi me descojoné. No era la primera vez que conocía gente así, claro, pero los idiotas con el orgullo tan frágil nunca fallaban en sorprenderme.

    Si acaso servían para limpiar la mierda del suelo.

    Deslicé la mirada a Anna, que bastante quietecita se había quedado, y luego de oír al rubio soltó el aire por la nariz y enderezó sus pasos rumbo a la puerta. Había que ver nada más lo rápido que se le podían bajar los humos si nadie le daba cabida a su incendio, la mocosa era de lo más volátil e inestable. Igual se le notaba que seguía furiosa, obvio, e imaginé que no se contendría del todo. Al pasar junto a Kurosawa y el otro metiche masculló algo por lo bajo.

    —Eres puto imposible.

    Me sonreí, meneando la cabeza, y suspiré plenamente dramático. Busqué mi almuerzo con la vista, me agaché para recoger las cosas y me erguí, enfrentando a los únicos que quedaban ahí.

    —Pero qué perrito tan bien entrenado —murmuré, risueño, caminando en su dirección. Posé la mirada en Kurosawa—. Pensé que no los necesitaba, Su Alteza.

    ¿Riéndome en su puta cara?

    Ni que fuera nada nuevo.

    —Supongo que la charla continuará en otra parte, en efecto —agregué a la pasada, cuidando de no ir a tocarlos, ya sin dirigirles la mirada—. Si me sigue interesando, claro.

    aún me faltan como dos posts de messes, just for everyone to know (??
     
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    Zireael

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    La cosa se cagó desde que el puto pedazo de mierda que parecía clon de Wickham se apareció en la azotea con Sugawara, eso lo sabía Dios, el diablo y posiblemente hasta un niño de tres años. Por eso quise cortar por lo sano, tomar mis mierdas e irme, dejar a Hiradaira con su puto incendio y a Shinomiya privarlo del numerito. Si me lo preguntaban, de hecho me quería cargar más al estúpido que quiso jugar de gracioso que al mismo alfa de los lobos en ese momento, bastante desproporcionado claro, pero me daba igual.

    La aparición de Arata fue la cereza del pastel de cagadas, me regresó sobre mis pasos y cantó sus lealtades a los cuatro vientos. Ni idea de si pretendía realmente continuar el asunto, solo despachar al otro par de desgraciados, joderme la fiesta o qué, el caso es que sólo siguió cagándome la cuestión. Nada nuevo bajo el sol por otro lado, si parecía su puto don, tocar los huevos aquí y en la China. Se me dio por pensar que para la gracia estos cabrones eran todos iguales, no los que estábamos en la azotea, sino Arata, Cayden y el resto de la cuadrilla posiblemente, y alzaban muros de tierra en cuestión de segundos para mantener el fuego contenido.

    Como si lo hubiesen sabido hacer toda la vida.

    Entrenado por uno de los míos.

    Yako.


    Cuando Hiradaira pasó me soltó que era imposible y otra vez no le respondí de milagro, que igual solo iba a decirle que era tan imposible como ella. A mi lado, con el peso sobre mi hombro todavía, Arata soltó una risa baja que de hecho no escuché, solo sentí la vibración proyectarse a mi cuerpo. Debía estar en su puta salsa siendo honestos.

    El comentario del castaño pareció pasarle por un oído y salirle por el otro, como si le decía de qué se iba a morir imaginé que Shimizu, al menos por ahora, no sé quitaría su máscara de burla ni aunque si vida deoendiese de ello. La verdad estaba jodidamente enfurecida, pero aún así el comentario de este lobito casi me arranca la risa pero de verdad. A ver, que yo no había llamado a los perritos expresamente, solo dejé migajas de pan para que se ciñeran con Shibuya si cualquier mierda me pasaba y ya. Me había salido como el culo, pues claro, porque este se apareció cuando no tenía nada que hacer en la azotea y debía insistir, el pedazo de mierda, ¿Sean se llamaba? Había sido el primer en joderlo todo.

    Si le seguía interesando.

    Dios y luego que por qué no me gustaban los niños pijos de estos. No que Al fuese muy diferente con sus aires estirados, su soberbia y toda la mierda, pero igual se entendía el punto.

    —No me interesaban las supuestas ofrendas de paz de todas formas, de no ser que fuese la cabeza de Tomoya en bandeja de plata —comenté al aire, para que me escuchara así le importara una puta mierda—, Su Majestad.

    Shimizu me sacó el brazo de encima, caminó por la azotea escarbando su bolsillo y sacó un porro que tardó cero segundos en encender. Le pegó un jalonazo profundo, liberó el humo y habló sin mirarme.

    —Ya debes intuir que tu hermano no fue ningún santo, ¿o no, muñeca? —preguntó sin más, sin anestesia de ninguna clase—. Vernos a nosotros ha sido prueba suficiente, pero quizás no mides las proporciones de lo que pasa ni de tus idioteces.

    —Y tú no mides dónde meter las narices y dónde no, justo como Altan —solté y por fin se me coló algo de la ira en la voz.

    —Quizás, me da igual. Las dudas de tu hermano te las respondo después de clase, en el Hibiya. No confío un carajo de hablar cosas que correspondan a Chiyoda fuera de Chiyoda. —Agitó la mano, apagando el porro, lo regresó al bolsillo y siguió hablando sin mirarme—. Vas a seguir haciendo lo que te salga del coño, eso lo sé porque conocí a tu hermano, pero esta estupidez, ¿venir a hablar con el príncipe francés? Sonnen y Dunn lo van a saber, y como consigas un maldito momento para esta sola en esta escuela de mierda va a ser un milagro, te lo juro por mis muertos. Debimos ponerte escolta desde el segundo en que supiste de la existencia de este pedazo de mierda.

    No respondí nada, giré sobre mis talones y bajé de la azotea, pasando como una campeona del nuevo numerito en el pasillo. Al seguir mi camino a vete a saber dónde, noté la silueta de Altan en la puerta de la 3-2 todavía y se le notaba que estaba a un pelo de meterse, así estuviese como un Cristo. Imaginé que igual tendría la información, que estaba al tanto de la presencia de Shinomiya, es decir era lo más normal, encima porque el verme bajar del mismo sitio que el otro par de imbéciles debió darle un montón de información.

    Ups~

    Al final ni siquiera había tenido que soltarle los trapitos sucios yo.

    Que le dieran a toda esta gente la verdad.


    Seguí de largo sin mirar a nadie, si acaso vi a Sugawara de costado que debía estar queriendo cagarse en su vida entera y continué hasta las escaleras, dejando el tercer piso atrás.


    Pedazo de relleno y me tuve que hacer un mashup aquí de info porque no quería like postear aquí y en el pasillo hasta que idk no sea estrictamente necesario (?????
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Si acaso en algún punto del recorrido se me ocurrió que había sido mala idea dejarlos con todas mis cosas allí, pues ya era demasiado tarde. Seguí mi camino hasta la máquina expendedora de planta baja con la inquietud picando, picando y picando, como una suerte de premonición. Inserté las monedas, elegí una soda de cereza y suspiré antes de emprender el regreso. Odiaba la idea de que semejantes cabrones tuvieran cualquier clase de poder sobre mí, odiaba a secas que una persona, quien fuera, se creyera con el derecho de sobrepasar los límites y perturbar a los demás con tal de divertirse. Era patético, era vacío, triste incluso.

    Y me hervía la sangre.

    Alcancé el tercer piso con una calma de lo más impostada, y no necesité observar dentro de la 3-1 más de dos segundos para saber que la puta mierda no había acabado. No oí una palabra de lo que hablaban, pero Alisha estaba encima de mis cosas y frente a ella, sentado en un pupitre, Joey cargaba un bento entre manos.

    Mi puto bento.

    Prácticamente ni me detuve, fue un impulso que no llegué a reflexionar. Seguí, más allá de la 3-1, seguí y recién entonces tuve que preguntarme qué mierda iba a hacer. Me detuve de golpe, tuve esta sensación incómoda de que la gente me miraba y no sé, sólo quería esconderme. Acabé virando hacia la azotea con la esperanza de que no hubiera nadie y repasé mis propios dientes con la lengua, sintiendo acrecentarse una especie de ansiedad que ya muy bien conocía.

    La misma de la fiesta.

    La misma de la enfermedad de Eloise.

    Entré y cerré la puerta detrás de mí, recién entonces distinguí una presencia ajena. Contuve el deseo de bufar, rodar los ojos, chasquear la lengua, cualquier cosa, y pasando frente a Arata le concedí una sonrisa a modo de saludo. A ver, podía estar hasta la polla pero probablemente casi nunca fuera maleducada, así era el chip de mi cabeza o algo. No me detuve, de la forma que fuera, seguí caminando hasta separarme un par de metros de su posición y le eché mi peso a la reja, respirando con pesadez. Abrí la lata, le di un trago y repiqueteé las uñas en el metal. Picaba, picaba y picaba. Quería y no quería. Intentaba no evocarlos, pero los cabrones seguían regresando frente a mí y chasqueé la lengua, hundiendo los dedos en mi monedero.

    Ya qué.

    No estaba segura cuánto tenía el cigarrillo que siempre llevaba ahí, tampoco me importó mucho. Lo sostuve entre mis dientes pero, claro, por mucho que palmeara mis bolsillos no iba a aparecer un mechero por obra de magia. Al final no podría renegar de no estar sola en la azotea o tendría que haberme metido el cigarro en el culo.

    —¿Tienes fuego? —le pregunté desde mi posición sin más, alzando la voz para que me oyera.

    Un poco lo estaba prejuzgando al asumir que llevaba un mechero encima, pero bueno, mea culpa. Me daba igual.

    tururu she wants to set me free she wants to fuel the fire *vibing*

    Yáahl hola preciosa *wink wink*
     
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