Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    No era que tuviese forma de saberlo, pero uno de los pensamientos recientes de Kurosawa podía solo ser cierto a secas. Tanto ella como Yako habían amado como imbéciles a un montón de inadaptados, diablos que no encajaban en ninguna parte incluso cuando podían fingir que sí. Al final del día eso éramos todos, un grupo de idiotas que solo lograron encastrar en algún sitio más allá de sus familias (y a veces ni eso) hasta el momento en que encontraron un líder o el hermano mayor que supiera afinar nuestras cuerdas.

    Todos estábamos desafinados.

    Creábamos pura disonancia.

    Todo era liviano, todo era risas y estupideces hasta que Yako murió y todo lo demás cayó como castillo de naipes. Quizás no lo dijese nunca, pero igual era tan obvio como que los rayos del sol calientan y que el cielo es azul, pero siempre había necesitado de anclas. Eran los famosos bandos de los que hablaba Sonnen, eran mis bases, mis cimientos y de un momento a otro había sentido que podía perderlos todos. Que me resignaba a perderlos en realidad.

    No había nada que hacer por Yako, estaba bajo tierra.

    ¿Pero el resto? ¿Qué pasaba con el resto, con mis anclas?

    La cuestión no tenía respuesta porque la gente era cambiante, porque los hilos se movían y la telaraña se modificada cada día a cada segundo, porque ya sabíamos que existía lo inevitable de la muerte también, que un buen día la gente despertaba y simplemente ese era el último. De ahí venía una parte del miedo en realidad, no todo, pero sí una buena cantidad y ni siquiera era temor a la muerte propia, era la muerte de los otros.

    Siempre los otros.

    No era tampoco ningún secreto, en realidad estaba casi seguro de que todos sabían que vivía cagado de miedo por todo, incluso en los buenos días que parecía que no y que solo era un gato arisco. Claro que nunca me gustaba proyectarlo, dejarlo verse, pero a veces sencillamente la cosa alcanzaba un breaking point en el que ya todo explotaba. Era mi culpa obviamente, por retraerme en lugar de hablar mis mierdas, pero no sabía moverme de otra manera así que me comía las hostias contra el piso todas las veces.

    También era sentimental hasta decir basta, incluso cuando en sí leía el mundo de forma muy cuadrada, como una simple lista de objetivos, una checklist o la lista de la compra, ordenando cosas por categorías y separando información. A la hora de la hora, era sensible que te cagas, todo me dolía un montón y allí me tenías, casi llorando porque Ko había faltado a la escuela tres días presionando el gatillo de otro montón de mierdas sin saber. En parte por eso desconectaba del mundo, para evitarme estas cosas, porque era más sencillo y así no tenía que detenerme tan seguido a lamerme heridas que, muy seguramente, yo mismo me hacía. Por eso chamuscaba los hilos, mordía manos y me metía en la cueva.

    Las últimas notas de la guitarra flotaron en el aire, se alzaron y quizás, solo quizás, se llevaron consigo una parte de mi malestar. Lo arrastraron, barrieron el suelo y levantaron el polvo, quitándolo del camino o al menos dejándolo unos metros más allá. De nuevo, me estaban fallando un huevo los sensores y ya junto a Ko podría decirse que los desconectaba directamente, así que de repente solo sentí su mano revolviéndome el cabello, no fue brusco ni nada pero obviamente me lo desordenó y de puro berrinche infantil inflé las mejillas un segundo antes de que se inclinara para buscar mis ojos.

    —¿Cuántas veces a la semana tengo que decir que sí, que soy un idiota? —respondí e iba a seguir con la estupidez hasta que sus palabras se me clavaron en el pecho, aguándome los ojos otra vez.

    No voy a irme a ninguna parte, Cay Cay.

    Estoy bien aquí, y tú estás aquí, y no tengo intenciones de moverme. Así que no te preocupes.

    ¿Quién me lo aseguraba de todas formas? ¿Él con su jodido aire, con los hilos chamuscados y retrayéndose como imbécil de la misma forma que yo o cómo estaba eso? No era que fuese a reclamarle tampoco, en realidad ni siquiera encontré por dónde hacerlo y por vete a saber cuánta vez ya, todo lo que hice fue confiar ciegamente en él. En que de verdad no se iría a ninguna parte, que no había caso en hacerlo realmente.

    Dejé la vista pegada a su guitarra un rato, tratando de reordenar mis pedazos para poder decir algo y estiré la mano para recorrer las cuerdas suavemente, si acaso fue una caricia al instrumento y ya. Era una parte de Ko después de todo, ¿no? Y ni siquiera me di cuenta de ello de forma consciente hasta ese momento, que se me ocurrió que la guitarra también tenía hilos encima.

    Liberé el aire despacio, parpadeé un par de veces y retrocedí el cuerpo hasta encontrar el tronco del árbol también, no tardé mucho en echarle el peso de la cabeza en el hombro. Por un segundo me entró pánico de que sintiera mi cuerpo la mitad de lo frío que lo imaginaba, pero pateé el pensamiento a la mierda y aflojé todos los músculos sin darme cuenta, casi derritiéndome a su lado.

    —No vas a irte a ninguna parte —repetí en un murmuro como un mantra, la estrofa de una canción de cuna, un hechizo pagano o quién sabe qué—. My cloudy baby is not going anywhere.

    Me quedé callado algunos segundos, respirando casi en cámara lenta y genuinamente creí que iba a quedarme dormido allí, como si todo el cansancio me hubiese caído encima de repente, pero me llené los pulmones de aire y canté algo en voz baja que me había caído en la cabeza de la nada. Ahora que lo pensaba era una tontería, pero ayer Aleck con la referencia a Paramore sin venir a cuento me había recordado que me gustaba un huevo cantar.

    Yet I know, if I stepped aside, released the controls, you would open my eyes. —No que supiera nada de música, pero sin darme cuenta había marcado el ritmo que recordaba con los dedos sobre mi propia pierna—. That somehow, all of this mess is just an attempt to know the worth of my life.

    I'll go anywhere you want me.

    Volví a quedarme callado, tomé aire otra vez y sin saber nada todavía abrí la boca para preguntar como había hecho ayer al preguntarle a Emily, solo que ahora no sentí la oleada de ansiedad.

    —Ko-chan, ¿cómo te sientes?


    el pedazo de tocho que acabo de tirar sis, pero toy shorando x666

    No que interese, pero desde la primera vez que narré a Cay con Mercury en Pokémon me di cuenta que me sana y me rompe el corazón a la vez cuando cae en el mood de esta canción (?)
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Sabía que mis palabras podían no tener fundamento alguno, o como mínimo no parecerlo desde el primer segundo que los demás sólo encontraban un montón de aire arremolinado dentro de mi silueta. Nada que hacerle, nunca culparía a nadie por no creerme, así supiera que no mentía adrede ni por deporte tampoco veía espacio ni necesidad de protegerme con excusas. ¿Cómo decía el dicho? Mientras más se aclarara, más oscurecía. Cay podía tomar mi promesa con pinzas o directamente pasársela por el culo, me daba bastante igual porque en definitiva ni siquiera les veía tanto sentido. Las personas cambiaban, la vida sucedía y nunca éramos el mismo del día anterior. Nunca, en definitiva, sabíamos una mierda y estaba bien así, aunque entendía que la incertidumbre muchas veces resultaba agobiante.

    Y Cay vivía con miedo, por eso le había hecho una promesa.

    Así fuera hipócrita a cagar, en definitiva no veía razones para ir a dejarlo y eso era lo que más importaba de momento, suponía. No que pudiera hablar por el yo de mañana, de la semana que viene o dentro de diez años, por eso las promesas eran una cosa complicada, pero si tenían el poder para calmar el malestar de este niño, así fuera un poco, me valdría de ellas. No sabía si estaba bien, no sabía si era correcto, pero al menos guardaba certeza de una sola cosa.

    No pretendía deshacerme de ese peso sobre mi hombro.

    Ya había perdido uno, de por sí.

    Estaba allí, debajo del árbol de Chiasa, y la cabeza de Cay se acomodó en mi hombro justo como ella había hecho siempre. Creía que los ojos se le habían cristalizado al escucharme, seguía pensando en eso entre el silencio suspendido, y se me ocurrió que había logrado presionar los botones correctos. No que quisiera verlo llorar, claro, quizás hasta me iba a la mierda si este niño se rompía frente a mí, vete a saber. El caso era que mi promesa, por más sinsentido que me resultara, había logrado removerlo por dentro, lo había alcanzado y estaba bien. Era lo correcto.

    Acomodé mi cabeza sobre la suya, nuestro cabello seguro se revolvió en un montón de colores dispares y recordé este fenómeno de los océanos cuando corrientes de agua dulce y salada se encuentran pero no se mezclan. Tampoco me dio por pensar que su cuerpo estaba frío, la verdad, de hecho ni lo sentí y quizá fuera por los resabios de fiebre que aún daban vueltas en mi cuerpo, dejándome un poco tonto. Al menos sí noté que prácticamente se derretía contra mí e hice lo mismo, nuestros brazos conectando de hombro a codo. Permanecí con la mirada perdida, mis piernas y las suyas, el césped y el edificio de aulas. Miré sus zapatillas, miré las mías, y cuando pareció que recitaba un puto mantra deslicé la mano hasta encontrar la suya.

    No vas a irte a ninguna parte.

    Rocé la palma, primero, y fui expandiendo los dedos hasta entrelazarlos con los suyos. Le di un apretón suave, cerrando los ojos.

    My cloudy baby is not going anywhere.

    No, mi niño, no lo haré.

    Me quedé allí, respirando pausado y disfrutando de la calma a secas, de su calidez y compañía. Aún sentía los hilos enredados en torno a mi cuerpo, así no apretaran ni buscaran hacerme daño, sabía que estaban allí y no renegaba de ellos, la verdad. No podía hacerlo en tanto significaran que Chiasa permanecía a mi lado. Dudaba encontrarla en otro lugar y al mismo tiempo era consciente que eventualmente debería irme. Lo disfrutaría lo que durara y luego, bueno, a seguir con la vida.

    En un momento me pareció que Cay se cargaba los pulmones de aire y pensé que diría algo, sin embargo cantó. Cantó en inglés, no lo seguí al hilo pero tampoco fue necesario. Chiasa lo había dicho, que no hacía falta entender para sentir. Y allí estaba de nuevo, la chispa vibrante palpitando en el centro de mi pecho. Era cálida, triste también, me disparó las emociones y respiré profundamente, prestándole a su voz baja toda la maldita atención del mundo.

    Seguí sin hablar, no pronuncié una palabra hasta que me hizo una pregunta. Entreabrí los ojos por fin, detallando su mano en la mía, y removí los dedos sólo para ponerme a juguetear entre ellos, distraído. Que cómo me sentía, preguntaba.

    —Estuve enfermo y todavía me siento un poco mal —susurré, pausado—, pero va bien. Seguro para mañana ya estoy como nuevo. Igual no pretendo ir a clases, sólo vine a tocar un rato la guitarra debajo de este árbol. Era el favorito de Chiasa, ¿sabes? Perdí la cuenta de la cantidad de veces que me habló de él, de su historia y las leyendas que corren. Cuando la admitieron aquí, en el Sakura, y pudo conocerlo en persona, incluso le hizo un video y me lo envió a mitad de mañana. Recuerdo que pedí permiso en el aula y me metí en los baños para poder verlo, creyendo que sería importante. Primero caminó alrededor, lo filmó desde todos los ángulos posibles y luego se echó en el césped, justo aquí. Repasó los edificios de aulas, el cielo, giró el móvil y me sonrió. "Mira, Ko", me dijo, "desde ahora en adelante declaro este mi lugar favorito en el mundo".

    Carraspeé apenas la garganta, tragando saliva. No estaba muy seguro qué pretendía contándole el drama del siglo a Cay, sólo me apeteció hacerlo y no me lo cuestioné en absoluto.

    —Entonces al año siguiente hice el papeleo y me transferí al Sakura. Había estado meses y meses y meses intentando convencerme, pero no le hice caso hasta que me pregunté dónde mierda podría encontrarla. Recordé el dichoso video, entonces, y pensé que quizás aquí, debajo de este árbol, lo lograría. Que podría volver a cantarle y tocarle la guitarra. —Sorbí apenas por la nariz, fue cosa de nada y esbocé una sonrisa bastante amplia, incluso algo de alegría se me coló en la voz—. Y creo que lo logré, ¿sabes? Creo que pude alcanzarla y es... Dios, lo agradezco tanto.

    Volví a cerrar los ojos, desinflándome los pulmones de golpe, y le eché más peso a la cabeza de Cay.

    —Hoy hace un año que la perdí, Cay Cay, y necesitaba encontrarla. Era lo único que quería y lo hice. Y estoy tan contento.


    este post y mercury me destruyeron el corazón
     
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    Zireael

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    Como si sus palabras fueron humo al viento, si fueron vacías, inciertas, cualquier cosa, en ese momento no me interesó. Me aferré a ello, al hecho de que habían dado en el centro de mi terror y de mi búsqueda eterna, y el corazón se me sosegó un poco, como si me hubiese sacado una espina del pie por fin. Además que se lo aguantara, porque entre toda la mierda me había dado cuenta que no quería dejar que la gente se fuese y como se le volara la pinza de desaparecerse iba a buscarlo en los mismos infiernos si hacía falta. No se lo iba a decir en ese momento, quizás nunca abiertamente, pero lo tenía decidido ya.

    Metido en la maldita checklist.

    Se derritió a mi lado como había hecho yo, su cabeza reposó en la mía y repasé todo lo que tenía cerca con la vista varias veces. Nuestros cuerpos, las cosas que había dejado al frente, su guitarra y todo de nuevo, pero aún así la manía no cargó del todo con la ansiedad de siempre. No contaba con que encontrara mi mano pero ni de coña, aunque no me tensé ni nada y lo dejé hacer como siempre, porque encima lo hizo justo cuando estaba con mi desgraciado mantra y genuinamente sentí que iba a soltarme a llorar ya de una vez. Entrelazó nuestros dedos y correspondí al apretón, antes de dedicarle una caricia en el dorso con el pulgar.

    Ni siquiera me detuve a pensar que estábamos ahí, a ojos de todo Dios, como tampoco me puse a pensarlo ayer al cantar a los cuatro vientos. De vez en cuando me daba ese pequeñísimo privilegio de no darle demasiadas vueltas a las cosas y solo hacerlas. En ese momento en particular era posible que tuviese que partirme un rayo para que me privara de la compañía de este idiota, de su cuerpo a mi lado y la ilusión de que no se iría.

    Había cantado porque sí, sin esperar que me siguiera el hilo ni nada, pero en la música había algo que trascendía idiomas y ya. Estaba asociado a la emoción directamente, era una cualidad que poseía todo arte, nacido de los sentimientos crudos, y uno a veces tomaba el arte de otros para darle sentido a las propias emociones, para comunicarlas. Para gente cerrada y desligada como Ko y yo quizás fuese uno de los pocos canales de comunicación disponibles de vez en cuando. Un sitio donde encontrar respuestas, lugares o solo reconocer las emociones, que a veces, no sé, nos parecían tan distantes.

    Quizás no dijéramos nunca las cosas importantes, quizás nos moviéramos por corazonadas, presentimientos, puras ideas y ya, porque éramos esa clase de idiotas, pero al menos ese día digamos que lo habíamos logrado. Sus palabras me dieron en el corazón y mi pregunta, aunque se la habría podido hacer cualquier otro, consiguió que abriera la boca por fin.

    Lo vi remover los dedos antes de ponerse a juguetear, me quedé prendado al movimiento, esperando, esperando y esperando. Me di cuenta que sería capaz de esperarlo toda la desgraciada vida si hacía falta, como lo había esperado en la base de las escaleras del Yasukuni cuando éramos unos críos de menos de catorce y no nos pesaba tanta mierda encima. Porque era ese idiota, porque tenía fuego en el centro del pecho, porque Ko era mi amigo y lo adoraba con todo el maldito corazón.

    ¿Cómo no iba a esperarlo?

    Le presté toda la atención del mundo una vez comenzó a hablar, fue como si desconectara el resto del ruido del ambiente y me alivió un poquito saber que no pretendía ir a clases, porque si no le soltaba la regañina allí mismo. Cuando mencionó a Chiasa afilé todavía más el oído y la realización me cayó como un alud, me golpeó la nuca en el momento en el que habló en pasado de ella y sentí posiblemente el miedo más aterrador de toda la semana. Me aplastó el pecho, detuvo mi respiración y me hizo presa de una expectativa espantosa.

    Mira, Ko.

    No, por favor, no. Alguien que nos saque, que alguien nos saque de esta pesadilla de una vez.

    Quien sea, lo que sea, no importa el costo. Que alguien eche el tiempo atrás y le regrese a Chiasa.

    Desde ahora en adelante declaro este mi lugar favorito en el mundo.
    El nudo que había logrado deshacerme de la garganta hace un momento volvió y tragué una, dos, tres veces y me di cuenta que nada iba a deshacerlo esta vez. No había manera de que pudiese hacer semejante cosa, no cuando las palabras de Ko se acercaban cada vez más a la bomba, y solo quería levantarme, romperlo todo y cagarme en la vida entera, porque primero perdimos a Yako y luego Ko siguió perdiendo. Perdiendo, perdiendo y perdiendo.

    La vida era perder, la gente se moría, pero no se suponía que uno enterrara a los hermanos a los dieciséis años, no se suponía que los padres enterraran a sus hijos. El maldito mundo no funcionaba así.

    Tenía un cristal tan grueso en los ojos que ya no veía casi nada. Lo escuché sorber apenas por la nariz, parpadeé y la primera lágrima me corrió por el rostro, no mucho después vino la segunda y agradecí que en sí no estuviese mirándome porque no era justo para él. Quizás debí pensar que tampoco era justo para mí pensar en contenerme, porque me estaba soltando que Chiasa ya no estaba, que la niña que me pregunta si me quedaría a cenar no estaba ya más.

    Ya con el cristal de lágrimas algo deshecho me pareció notar que cerraba los ojos y solo entonces me permití comprimir apenas los gestos, en un burdo intento por no soltar el violín completamente, cosa que sirvió a medias porque aún no había terminado.

    Hoy hace un año que la perdí, Cay Cay, y necesitaba encontrarla.

    Y me destrozó el corazón dentro del pecho.

    Era lo único que quería y lo hice.

    Tenía un revoltijo de emociones encima, porque me alegraba sobremanera que hubiese sido capaz de encontrarla, pero se revolvía con el hecho de que hasta ahora lo sabía, se arremolinaba con la tristeza inmensa y la culpa, y no sabía por dónde lanzar los tiros para hacer algo por él, por mínimo que fuese. Porque no había podido estar a su lado, porque me di cuenta también de que al final la puta corazonada había acertado.

    Que si me quedaba a cenar había preguntado Chiasa.

    Debí decirle que sí, debí decirle que sí todas las veces.
    Pedir un teléfono, avisarle a mamá que llegaría después y quedarme.

    Me las arreglé para removerme en mi lugar, lo suficiente para separarme un poco, dejar ir su mano y echarle un brazo sobre los hombros. Lo arrastré hacia mí entonces, el movimiento fue medio raro para qué negarlo, pero conseguí atraerlo a mi pecho y lo abracé con tanta fuerza que seguro le encajé algún hueso como mínimo. El semblante se me descompuso y ahora sí sorbí por la nariz, estuve a nada de que un sollozo me rasgara la garganta pero lo contuve de milagro y tomé aire lenta y profundamente un par de veces.

    —Lo siento, enano —murmuré con la voz gangosa que te cagas. No había lástima en mis palabras, si acaso arrepentimiento o dolor a secas, pero también eran horriblemente sinceras—. Lo siento muchísimo, aunque sé que de nada sirve sentirlo.

    Sorbí por la nariz otra vez, liberé un brazo para pasarme la manga de la chaqueta por el rostro y volví a enredarlo en su cuerpo al segundo, hundiendo una mano en el pelo de nube. Me costó un huevo y medio volver a calmarme lo suficiente para decirle lo que no quería que se me quedara atorado en el pecho el resto del día, de la semana o de la vida.

    —Pero me alegra tanto que hayas podido encontrarla, no sabes cuánto, porque puedes volver aquí, cantarle, tocar para ella y encontrarla cada vez. —Me cargué los pulmones de aire con cierta dificultad y antes de seguir hablando le dejé un beso en la cabeza—. Y el hilo dorado que te rodea el cuerpo estará contigo toda la vida, porque es suyo.


    no sé ni explicar la manera en que lloré con este post ya en serio, no podía ni escribir por ratos
     
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    Insane

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    No era como si pasase de sus expresiones que parecía que tenía un peso sobre sus hombros que le causaban cierto recelo, pero tampoco me molestaba, es más, compensaba como una brisa cálida en la tormenta que pasaba por sus orbes esmeraldas, así que descomplicado y todo le seguí la charla ante la respuesta de la bebida. En primera instancia llegué a pensar que lo rechazaría, y tendría yo que llegar con un sabor que seleccionaría por puro gusto propio, pero en cuanto escogió elevé las cejas ligeramente.

    Porque el café era mi bebida favorita de por sí.

    —Una café latte será entonces~

    En el patio norte había almorzado con Aaron sino mal recordaba, y sí, era un buen sitio al aire libre. Caminé a su lado hasta denotar el carbón oscuro de Hotaru. Saqué la derecha del bolsillo para moverla en forma de saludo a lo que ésta se acercaba, escuchando la charla de ambas. Bueno, parecía que lo que hubiese pasado se habia disuelto, así que todo bien. Las seguí desde atrás para dejarlas ir un poco más adelante al no caber los tres por el espacio. En cuanto ibamos ya en la planta baja un par de chicos venían a toda prisa frente a Sallow, y por mera inerca la jalé hacia la derecha para que éstos pasaran sin lastimarla.

    —¿Estás bien? —pregunté risueño retirando el tacto en lo que ya dejabamos las gradas, deteniéndome frente a uno de las máquinas para adentrar las monedas.

    A la final terminé comprando tres latas de café.

    —Hotaru, no sé si te gusta pero compré uno para tí también —abrí la lata del mío, dando un sorbo en lo que llegabamos al patio norte, denotando la luz del sol dar con los árboles, se escuchaban hasta los pajaros cantar de aquí para alla—. ¿Prefieren el césped o una banca?
     
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    Gigi Blanche

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    Era probable que así pareciéramos salidos del mismo molde, del mismo tipo de introvertido retraído que no tenía ni cojonuda idea cómo lidiar con los problemas, Cay y yo poseyéramos diferencias abismales. O quizá fuese solo una, surgida de las raíces, del núcleo y del centro de nuestros pechos. Quizá fuera tan sencillo como recordar que él estaba hecho de fuego y yo de aire. ¿Siempre había sido así? ¿Todos estábamos preestablecidos? No tenía idea, no sabía si los elementos podían mutar, si resultaba imposible a secas o si era un privilegio de algunos. O si era una maldición. No tenía idea y no me importaba demasiado, en tanto mantuviera a este idiota conmigo.

    Me iba dando cuenta, ¿no? Me había martirizado por eso en la habitación de huéspedes, en los baños, pero en definitiva empezaba a darme cuenta. Así me machacara la cabeza con culpas morales, por creer que lo estaba usando, arrastrándolo al centro de mi cueva oscura, en definitiva fui consciente del efecto de su fuego.

    Iluminaba las profundidades.

    Como había hecho Chiasa.

    Un poquito de culpa me generaba estar soltándole el drama, porque él había conocido a Chiasa y sabía que la noticia iba a sentarle como una patada en el estómago. Pero, vaya, tampoco pretendía ocultárselo. Nunca había sido mi intención con nadie, de hecho, aún así lo pareciera. El caso era que las conversaciones no colaboraban, nunca en el sentido necesario para tener que soltarlo, y si ahora lo había hecho sería porque no podía dejar de pensar en ella, porque venía de una semana de mierda y ahora sólo ansiaba un poco de paz.

    Cay había permanecido mortalmente quieto, no había esperado otra cosa pero no pude evitar preguntarme cómo se lo estaría tomando. Me cayó algo de ansiedad encima, de hecho, cosa rarísima, y apenas percibí sus intenciones de removerse le quité el peso de mi cabeza de encima. Me quedé allí, a la espera, como un maldito niño perdido o algo. Me echó un brazo a los hombros, fue tibio y envolví su espalda con los brazos plenamente en automático. No podía ser de otra manera, no cuando estaba sujetándome con tanta fuerza y su chispazo de luz iluminó la cueva. Seguía algo idiota, pero apenas lo oí sorber por la nariz algo se desarmó en el centro de mi pecho y los ojos se me llenaron de lágrimas.

    Lo siento, enano.

    Perdóname, Cay Cay.

    Me quedé en su pecho, con el aire congelado a medio camino, y fue cerrar los ojos y que las lágrimas simplemente desbordaran. Parpadeé lento, fue tenue y el semblante se me contrajo, lo hizo en una mezcla de dolor y paz, de nostalgia y alegría, de vacío y calidez. La oscuridad de la cueva parecía infinita, a cada segundo proyectándose cada vez más, pero lo mismo hacía el fuego de Cay y, Dios, sólo quería que me sacara de ahí. Así fuera por cinco minutos.

    Quería que me arrastrara fuera y me mostrara el mundo.

    Que el tiempo podía seguir corriendo.

    Asentí, asentí y asentí una y otra vez, acordando a todo lo que dijo. Que podía venir aquí, podía encontrarla y cantarle. Que su hilo dorado jamás se iría de mi lado. Chiasa viviría en mí, lo haría en tanto no la olvidara, y eso era todo lo que ahora mismo debía importarme. Las lágrimas siguieron corriendo y no me creí capaz de formular palabra sin romperme en mil pedazos, así que sólo lo apretujé con fuerza y hundí el rostro aún más en su pecho.

    Me quedé allí, inmóvil. Llorando en silencio, desahogándome. Me quedé no sé cuánto tiempo hasta que respiré por la boca, tragué saliva varias veces y removí el rostro hasta acomodar la barbilla en su hombro. Igual me hundí en su mata de pelo rojo.

    Sabía que era egoísta a cagar, pero ya tenía los cables estropeados.

    —Ella era mi luz —murmuré con un hilo de voz—. Era toda la luz de mi mundo y fue horrible. Me perdí por completo. El tiempo se detuvo, no sé cuándo, pero lo hizo y me quedé atorado.

    Volví a tragar saliva.

    —Y ahora siempre es primavera.

    Apreté los párpados con una fuerza absurda y le imprimí la misma intención a mis brazos, como si buscara fundirlo en mi cuerpo. Como si ansiara conseguir hasta su última gota de calor.

    —Pero tú tienes fuego y... y te necesito. —Era un egoísta de mierda—. Te necesito, Cay Cay.

    Pero estaba desesperado.

    Sácame de aquí.

    Por lo que más quieras, ayúdame a salir de aquí.
     
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    Lost in skies of powdered gold,
    caught in clouds of silver ropes,
    showered by the empty hopes.
    .
    I know I'll wither so peel away the bark
    'cause nothing grows when it is dark.
    In spite of all my fears, I can see it all so clear.
    .
    Cover your crystal eyes
    and feel the tones that tremble down your spine.
    Cover your crystal eyes
    and let your colours bleed and blend with mine.
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    Había pasado por un montón de espectros en los últimos días, me había revuelto con mis propias sombras, había reducido el ya de por sí limitado poder de mi fuego y hasta había pensado que así como le había encajado los dientes en el costado a Kohaku en los baños para regresarlo a la cueva, para arrastrarlo conmigo e impedir que me abandonara, podía hacerlo también con Aleck. Me paseé por una decena de miedos distintos, tuve el insight de mi puta vida y me di cuenta que podía ser un posesivo de mierda si me descuidaba dos segundos.

    Todo por el miedo.

    El terror de no ser elegido por nadie.

    Pero también existía lo demás, ¿no? El maldito amor sin fin y luego de semejante bomba que me había soltado Ko encima que me cortaran la cabeza de una si me atrevía a ignorar el hecho de que este chico era un pedazo gigante de mi vida, que haría por él cualquier cosa, que llegaría a cualquier hueco del mundo y regresaría si me lo pedía.

    Bastaba que me lo pidiera, Dios, era solo eso.

    Cuando me removí para atraerlo a mi pecho y todo el asunto se había quedado allí, esperando como un maldito niño perdido, y me recordó a mí mismo. Lo perdido que podía quedarme solo porque me encerraba, porque huía y me negaba a que alguien me alcanzara. No sabía ya si considerar un privilegio o un jodido honor que este chico me dejara hacerle de ancla, porque fue atraerlo a mí y que los brazos se le accionaran en automático.

    Fue repentino, pero fui jodidamente consciente de lo pequeño y hasta delgado que me resultó, como si se hubiese encogido de la nada. Fue raro también porque lo noté justo en el momento en que el llanto le ganó por fin, luego de oírme a mí casi descompuesto. Asintió una y otra y otra vez, como un crío regañado o más bien como el niño perdido al que le dan la razón en su miedo y su dolor, y me di cuenta en ese momento de que se había soltado a llorar. Me apretujó en sus brazos, se hundió más en mi pecho y seguí acariciándole el cabello con un mimo estúpido, dejándole otro beso en la cabeza de vez en cuando.

    Ya está.

    Llora todo lo que necesites, hazlo. Viene bien y no pasa nada.

    Estaré aquí todo el día, toda la semana y toda la vida.

    Lo escuché tomar aire por la boca, se las arregló para encajarme la barbilla en el hombro y prácticamente me lo arrastré al regazo, lo envolví entre mis brazos con una fuerza ridícula, como si pretendiera levantar sus pedazos y unirlos de nuevo. No iban a quedar perfectamente acomodados, eso era obvio, pero era mejor que dejar el montón de fragmentos allí tirados sobre el césped, bajo el árbol de Chiasa.

    Su voz salió en un hilo, me rompió el corazón todavía más de ser posible, pero me las arreglé para mantenerme más o menos entero y seguirle sirviendo de soporte. Sus palabras me martillaron la cabeza, me hicieron tragar grueso y comencé a dedicarle caricias amplias en la espalda, las mismas que me había dedicado mi madre la otra madrugada. Eran un remedo de consuelo.

    Y ahora siempre es primavera.

    Sus brazos se aferraron a mí con una fuerza que me tomó un poco desprevenido, no me quejé ni de coña, pero no fue hasta que habló que sentí que había sido un intento burdo de fundirse conmigo. De fusionarse, de encontrar alguna clase de calor o un ancla... y lo dijo. Joder, lo soltó sin más, porque así de grande era su desesperación.

    Pero tú tienes fuego.

    Porque tienes fuego aquí dentro.

    Y te necesito.

    Y lo usarás bien.

    Te necesito, Cay Cay.
    El mundo depende de los corazones que nacieron de las chispas.

    Odiaba que hubiese tenido que llegar a ese punto, al breaking point para ser capaz de decirlo, pedir ayuda por fin y decir lo que creía necesitar, lo aborrecía. Aún así me alivió el corazón porque lo entendía, solo así funcionaba y Ko tenía que soltar la mierda, tenía que decir las cosas, ese era un paso grandísimo. Más allá de eso acababa de pensarlo, bastaba que Kohaku me pidiese algo para que yo me lanzara de cabeza a ello.

    Sus palabras repicaron como el sonido de una campana, se proyectaron, me alcanzaron el centro del pecho y el hilo plateado dejó de correr con la velocidad suficiente para cortar la carne. Se detuvo por fin, luego de años de correr y correr hacia ninguna parte, se mantuvo tenso pero estático. Debajo de nosotros las paredes de tierra helada reaccionaron, se alzaron en segundos y casi inmediatamente después tiré la vela que no alumbraba una mierda. El fuego bañó el suelo que ni sabía estaba empapado de gasolina, corrió como una serpiente y trepó por las paredes, bañando de luz anaranjada hasta el último rincón de la cueva, dispuesto a tragarse hasta la última de las sombras, desapareciendo los bordes afilados, las garras y los dientes.

    Toma, un espectáculo de luces solo para ti.

    Me desinflé los pulmones y aunque tenía los ojos cristalizados todavía, me permití una sonrisa y se me aflojó una risa baja, pero aún así sonó cristalina, casi infantil. Apretujé a Ko, volví a hundir la mano en la mata de pelo de nube y lo acaricié como si fuese un mocoso.

    —Te tardaste lo suyo, ¿no? —murmuré con el tono tan suave que la debilidad por este crío se me notaba, bueno, seguro desde el otro lado del mundo—. Mi niño, sólo toma el fuego y ya está. Es todo tuyo.

    Solo bastaba un chasquido de dedos.

    —Si me necesitas estoy aquí, he estado aquí desde el primer momento y lo estaré hasta el último, encendiendo las luces para ti.

    Y de nuevo, las palabras de Yako surgieron del más allá.

    El rojo es el color del destino.

    De la buena fortuna.
     
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    Gigi Blanche

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    Nunca había necesitado a nadie, ¿verdad? O al menos, nunca lo había dicho. Chiasa había sido una suerte de luz constante sujeta a mi hombro, tan permanente que acabé obviando su presencia, su calor y energía. Tuve que perderla para extrañarla, para notar que no era parte de mí, que sólo había sido una suerte de ángel prestado. Yo no era luz, no era cálido ni irradiaba energía, no era nada y la noticia me abofeteó en la cara de un día para el otro.

    No era nada.

    Sólo aire.

    Quizás estuviera destinado a robarle cualidades al resto de elementos o quizá contara con el beneficio de la duda, con la capacidad de convertirme en lo que yo quisiera. Honestamente no tenía idea y tampoco me importaba demasiado, si lo más importante en mi vida siempre había sido la paz. Ser aire no me causaba conflicto como tal, el problema había sobrevenido de haberme convencido de lo contrario. Ahora me quedaba aceptarlo.

    Pedir calor prestado y ya.

    No era para tanto, ¿verdad?

    Cay Cay era cálido, así fuera delgadito y pálido como yo. Podía parecer frágil, que cualquier remontada de viento lo mandaría a la mierda, y muchas veces podía hacerse cacao por estupideces. Podía enroscarse en sus miedos y pretender encerrarse en su cueva. Pero era cálido, lo era un montón y jamás dudaba de ponerse al servicio de las personas que quería, cosa que admiraba. Yo casi nunca era capaz de alcanzar a los demás, pero el poder de su fuego era prácticamente ilimitado. Sólo tenía que perder el miedo a usarlo.

    Sus caricias, su voz, sus besos en mi cabello, todo eran pequeñas chispas que comenzaban a albergarse en mi cuerpo. Eran luciérnagas, más anaranjadas que amarillentas, naciendo del espacio entre nosotros para elevarse en torno al cielo, al árbol de Chiasa y este abrazo. Muchas se escabullían, brincaban y giraban, pero eventualmente volvieron a reunirse para concentrarse sobre mi hombro. Justo allí, el lugar designado para mi pequeño ángel prestado.

    Te tardaste lo suyo, ¿no?

    Y estaba bien.

    Mi niño, sólo toma el fuego y ya está.

    Era lo que tenía que ser.

    Es todo tuyo.

    Seguí asintiendo, grabándome sus palabras a fuego, y se me ocurrió que siempre habíamos sido el tipo de idiota que no verbaliza las mierdas importantes. Siempre lo habíamos sido pero allí estábamos, sentimentales que te cagas, y no vi por dónde arrepentirme. Seguramente no significaba que mi carácter entero fuera a cambiar, no andaría contándole a todo Dios lo que me ocurriera. Era muy probable, de hecho, que de vez en cuando siguiera dándole dolores de cabeza a las personas que me querían. Pero había reconocido la ausencia de Chiasa, había decidido aceptar a Cay en ese preciso lugar y estaba bien, ya era algo. Era un paso en la dirección correcta.

    Sólo tenía que seguir sus serpientes de fuego.

    Me conducirían fuera de la cueva.

    —No creas que lo he olvidado —murmuré, removiéndome un poco para despegar la barbilla de su hombro y acercar la mejilla a su cabello. Lo abracé mejor, no lo rodeé como si pretendiera derretirlo contra mi cuerpo, sino para obsequiarle el oxígeno que su fuego necesitara—. Tu invitación a almorzar.

    Se me aflojó una sonrisa y la gracia se me coló en la voz.

    —O a tu casa, a jugar videojuegos, o comer, o dormir, o lo que sea. No lo olvidé ni un segundo.

    Venga, seguía sobre su regazo a ojos de todo Dios y no me importaba una mierda. Me cargué los pulmones de aire y deslicé el rostro hasta unir su frente con la mía. Cerré los ojos, de paso, que seguían algo irritados y me daba un poquito de vergüenza.

    —Ese poder para entregarte, Cay, para esperar y entregar el tiempo que haga falta, es valioso. —Inhalé y, a tientas, alcancé su mejilla con una mano para otorgarle caricias suaves—. Es estúpidamente valioso y usarlo requiere de mucho coraje. No lo olvides nunca. Ahora sólo espero que sepas tolerarme, vete a saber si no me pego como lapa o algo.

    this is so incredibly wholesome i cannot explain my heart is fluttering
     
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    Zireael

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    Además no podía juzgar a Ko, ¿cierto? Jamás de los jamases, porque era mi espejo, porque en ciertas cosas éramos el mismo tipo de idiotas y yo también había necesitado hacerme trizas para externalizarlo, para decir que ya no quería que nadie me dejara solo. Todo lo que quería era ser la prioridad de alguien, quién fuese, porque hasta entonces la gente se me escapaba entre los dedos como agua. Eran problemas distintos, miedos distintos y necesidades diferentes también, pero habíamos tenido que despedazarnos para poder soltarlas.

    El aire de Ko era una cosa de lo más caprichosa si uno se ponía a pensarlo, como un día te daba vueltas al siguiente tomaba una dirección completamente diferente. Se amoldaba, cambiaba, apagaba o instigaba, era quizás esa su cualidad más poderosa y a la vez su maldición, condenándolo a la misma desgracia que mi fuego a media vida. No conectábamos con nada, no encastrábamos con el resto de piezas.

    Pero habíamos encajado entre nosotros.

    Por eso un hilo plateado me cruzaba el centro del pecho.
    Ningún fuego o vendaval sería capaz de romperlo.

    Una mayoría de mis problemas provenían de mi terror a usar mi propio fuego, al horror que me provocaba la posibilidad de las emociones ajenas me alcanzara, rebotaran y me hicieran el mismo daño que le hacían a la persona de la que provenían, porque era frágil emocionalmente al punto de lo que se consideraba enfermizo. Aún así allí estaba, recibiendo el destrozo de Kohaku sin dudar un mísero segundo porque mi lealtad no conocía de límites.

    Las serpientes de fuego siguieron moviéndose por el espacio, alcanzando los rincones, el techo, toda superficie disponible y de ellas se desprendió una nube de brasas. Me di cuenta hasta ese momento que me volvió el calor al cuerpo al fin, que el parchón azul que me rodeaba había desaparecido y el rojo, amarillo y naranja habían regresado.

    Ko había seguido asintiendo y me permití cerrar los ojos unos segundos, descansando la vista. Sabía que esto no implicaba que fuese a cambiar su carácter, sabía que cualquier día volvería a preocuparnos a todos, pero quería pensar que recordaría sus palabras cuando se me volara la pinza y la paranoia me consumiera. Que cuando tuviese miedo de que desapareciera otra vez no solo pensaría en que me había dicho que no se iría, también en que me había dicho que me necesitaba.

    Y podría correr a su lado otra vez y sacarlo de la cueva.

    Se removió para acomodarse mejor, su abrazo perdió la cualidad de pretender fusionarse conmigo y en su lugar su brisa me dio algo más de oxígeno, avivando el fuego, y su voz me alcanzó. Había sido siempre suave, era casi un arrullo y no sé, de repente me transmitió una calma hasta estúpida. Tomé aire, exhalé despacio y esta vez fui yo el que asintió con la cabeza.

    —Que sea una invitación a todas las anteriores entonces —contesté en un susurro—. La próxima semana, Ko-chan, algún día después de la escuela.

    Su rostro se deslizó, unió nuestras frentes y lo vi cerrar los ojos. Lo que me dijo que lanzó la sangre al rostro como en la mañana que Emily había dado en el centro de mis inseguridades sin venir a cuento. Sus palabras se fusionaron con las de Hikari, también con las de Yuzu y supuse que no me quedaba más que aceptar las cosas por lo que eran.

    Las caricias en la mejilla me subieron algo más de color a la cara y gracias debía dar a que hubiese cerrado los ojos, que ya me daba vergüenza y todo. Inhalé con cierta fuerza, tomé su mano y teniendo en cuenta que llevaba ya todo el rato haciendo un poco lo que me salía de los huevos, entrelacé nuestros dedos como había hecho él antes de soltarme la bomba de información.

    —¿Tener al cloudy baby pegado como lapa? —pregunté con cierta diversión en la voz—. A ver, no tenías que decir nada para convencerme pero lo compro~

    Alcancé su rostro con la mano libre, le dediqué unas caricias en la mejilla también y me permití una nueva sonrisa, fue amplia y me hizo pensar que llevaba ya días con bastante cara de moco, es decir, más de lo normal. Me separé un poco, lo suficiente para poder acomodarme y estamparle un beso en la mejilla, porque me dio la gana básicamente, y entre todo el desastre recordé que se suponía que yo había ido al patio a otras cosas.

    —¿No quieres acompañarme a almorzar ahora? Quedé con un amigo y por eso la comida para un ejército, yo creo que nos alcanza. Y si no quieres está bien —dije casi en voz baja todavía, alzando la cabeza para ver el cerezo unos segundos—, es tu momento con ella después de todo. Jamás te arrebataría eso.

    Regresé la vista a él, de milagro me aguanté las ganas de llenarle toda la jodida cara de besos y solté otra cosa que no me quería guardar.

    —Gracias por reflejar las cosas, me ayudas a ver mejor o verme mejor, no sé, pero eso. Muchas gracias.


    yo sigo tirando listas pa ver qué respondo primero bc im so damn weak. Estos niños me dan mil años de vida como el altanna en sus momentos más healthy y aquí me tienes llorando en el pinche piso

    iN SPITE OF ALL MY FEARS *sobs* I CAN SEE IT ALL SO CLEAR
     
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    Gigi Blanche

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    Realmente nunca había pretendido alejarme de Cay, lo sabía mejor que nadie. Puede que no lo hubiera razonado a consciencia aún, pero el hecho de haberlo vuelto a encontrar en el Sakura fue una de las mejores cosas que me pasó en muchos, muchos meses. Nunca se me dio por creer que había ocurrido con un propósito, que lo habían puesto en mi camino para descongelarme, iluminarme, centrarme. No lo creí porque no creía que las cosas pasaran por algo, sólo ocurrían y ya. El mundo era una telaraña enorme que nos empeñábamos en recorrer y a veces, por factores incomprensibles, nos topábamos en las intersecciones. Quizá siguieramos coincidiendo o quizá no, y de la forma que fuera estaba bien. Jamás ataría a nadie a mi lado, pero eso no quitaba la otra verdad.

    Que tenerlo de regreso en mi vida era precioso.

    En cuanto dijo de quedar para la semana entrante asentí con la emoción contenida de un crío. Me daba igual el día que definiera, iba a liberarme la agenda y punto.

    No me dio por pensar que mi tontería le avergonzaría tanto, pero de la forma que fuera tampoco me enteré. Lo dejé hacer al buscar mi mano, por supuesto, y entrelacé nuestros dedos para darle un apretón cariñoso. Su voz me alcanzó con una chispa de diversión que capté al vuelo y no pude más que sonreír, entreabriendo por fin los ojos. Me quedé allí, advirtiendo la absurda paz que sentía en el pecho.

    —Voy a confesar algo vergonzoso, sabrás disculpar —susurré, volviendo a cerrar los ojos—: me gusta mucho cuando me dices así.

    Me ahorré pronunciarlo porque mi acento inglés daba pena, así que con eso tendría que valerle. Suficiente ya estaba exponiéndome, venga. Su mano alcanzó mi mejilla y arrugué apenas el ceño, como un perro viejo o algo, de esos cascarrabia que parecen en guerra con el mundo pero aún así disfrutan los mimos en el lomo. Recién abrí del todo los ojos cuando advertí que se acomodaba y ya no tenía mucho sentido darle vueltas al asunto, no cuando me estampó el beso en la mejilla y sonreí como idiota.

    Ese desastre con patas me había salvado y punto.

    Suavicé el semblante al invitarme a comer, y agradecí que se adelantara en la segunda opción porque me habría sentido un poquito mal de rechazarlo abiertamente. Mantuve mi atención sobre él, aún cuando se distrajo en el árbol de cerezo, y me agradeció por una mierda que ni a cuento. Meneé lentamente la cabeza antes de inclinarme y presionar, esta vez yo, mis labios en su mejilla. Fue una cosa de nada, apenas una caricia, y unos mechones de mi cabello le rozaron la piel al regresar a mi espacio.

    —Nada que agradecer. Y gracias, valga la redundancia, pero prefiero quedarme aquí hasta que deba irme. —Me cargué los pulmones de aire y le pellizqué una mejilla, anclando la mano en su cuello después—. Pero gracias, de verdad. Ya otro día me presentas a tu amigo.

    Me removí, bajándome de su regazo para permitirle irse, y me acomodé la guitarra encima para volver a tocar. Busqué sus ojos de nueva cuenta y le concedí una sonrisa llena de calma.

    —Ah, y gracias por la contribución a la causa —agregué, señalando el estuche donde estaba su moneda, y se me escapó una risa cristalina—. Cuando sea famoso y ande de gira recordaré a mi primer benefactor.

    Y así finaliza el arco de desarrollo de Ko-chan (???

    Thanxs for fixin my son, Cay Cay, u may go in peace uwu *sigue shorando pero de wholesomeness*
     
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    Rider

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    Cáncer
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    Una vez que terminé con la lata de café la aplasté entre mis manos con bastante ahínco, porque a ver, tampoco era tan bestia como para tratar de aplastarla con mi frente, aunque ganas no me faltaban, la verdad que aquel pequeño chute de cafeína había dado justo en donde debía, aun me costaba dormir un poco por las noches en el futón de mi departamento, así que esta lata me ayudaría a mantenerme algo más activo —más de lo normal— y quizás a poner algo más de atención en clases.

    No pude evitar mirar confundido a la castaña cuando mencionó a los afamados irish pubs, no sorprendía saber que había uno en una ciudad tan grande como esta, pero...¿Sólo con decir con quien me juntaba me bastaría para entrar? Si yo solo interactúo con Cay y con mi casera. ¿Será que la señora Sasaki esta metida en el mundo de los bares de mala muerte? ¿Y en secreto es Irlandesa? Yo que sé, supongo que solo lo podría averiguar yendo un día de estos, después de todo, mañana era sábado ¿No?

    — Oye, ¿Cómo que 'cara de bebé'?— Respondí contrariado mientras masajeaba mi propia cara. Estaba claro que no parecía un adulto aun ni mental ni físicamente pero ¿tanto como para que me digan bebé? debía dejarme la barba o algo. Pero todas mis preocupaciones se fueron cuando fue la propia Eris quien mencionó que no le estaba quitando el tiempo, era un alivio la verdad.

    Al final se despegó de la maquina expendedora y se dirigió hacía las escaleras y continuaba llamándome Akkun. Debían patentar ese apodo antes de que fuera tarde. Tras subir al segundo piso Eris se despidió con una sonrisa en la puerta de mi salón y se marchó al tercer piso, lucía bastante contenta. Al menos había tenido un mejor avance en mi segundo día ¿Eh?

    Tomé mi asiento junto a la ventana y comenzamos las clases sin mayores contratiempos. El señor Skit llegó unos minutos tarde, aun con esas impecables gafas de sol, en fin, no había nada nuevo que reportar en clases. La cafeína estaba cumpliendo su labor, me mantuve relativamente concentrado durante la mayor parte del tiempo. ¡Hasta tome apuntes y todo! Eran un desastre, pero apuntes al final de cuentas, y claro, me tomaba respiros para perderme mirando por la ventana de tanto en tanto.

    Las horas pasaron y por fin sonó la campana del almuerzo, me disponía a guardar todas mis cosas cuando de ponto sentí una mirada clavada sobre mí desde el otro lado del aula. Una melena rojo se estaba asomando desde la puerta y no hacía falta ser un genio para saber quien era.

    —¡Hey, Fueguín! ¿Qué tal las...?— El pelirrojo me interrumpió gritándome "Galletas" ahí desde su lugar, citándome en el patio norte para nuestro almuerzo, recordándome que el pagaría y que no tratara de impedirlo. Si hasta me llamó cabezón. ¿Qué le pasa a la gente poniéndome apodos hoy? Debe ser porqué es viernes. — Bueno te veo allá entonces.

    Ni había terminado aquella oración cuando Cay ya se estaba marchando a toda velocidad. Y luego decían que era yo el que tenía pólvora en el culo. Era evidente que el pelirrojo estaba actuando un tanto extraño, pero era difícil adivinar porqué. Fuese como fuese, continué guardando mis cosas en la mochila no sin antes sacar mi termo con té que yo mismo había preparado esa mañana; planeaba beberlo antes de que comenzaran las clases, pero siendo que Eris había pagado el café, no vi necesidad de hacerlo, al menos ahora podría compartirle un poco al chico a manera de gesto de agradecimiento por el almuerzo de hoy.

    Cuando por fin tuve todas mis cosas juntas me dispuse a salir del aula e ir rumbo al patio, pero justo en el pasillo pude vislumbrar por la ventana del pasillo lo que parecía Cay hablado con un chico con una guitarra. Obviamente no podía escuchar que era lo que decían, pero podía notar con perfecta claridad que ambos pasaban constantemente sus manos por sobre sus ojos, como si estuvieran conteniendo sus lagrimas.

    Bueno, al menos ahora estaba seguro de que había motivos para que el pelirrojo estuviese actuando un tanto extraño.

    No me apresuré mucho en bajar y llegar hasta el patio, en realidad no quería interrumpir nada y de cualquier modo, las olas de gente moviéndose por la academia imposibilitaba que me moviera con mayor rapidez. Al final llegue hasta el patio atravesando las multitudes valiéndome de mi altura, no sin disculparme un montón de veces con la gente que empujaba sin querer. Al final opté por moverme a una de las bancas del patio que estaban completamente libres y esperar al buen Cay, podría aprovechar para respirar un momento beber un poco y disfrutar de la hermosa vista de la academia.
     
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    Zireael

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    Lo cierto es que era tozudo, lo sabía perfectamente, era cabezón, terco y me obsesionaba con las cosas como los grandes para alcanzar o intentar alcanzar lo que quería. Quizás era mi forma de resistirme a la telaraña que sabía que existía aunque no la vi con claridad hasta el día que Ko me soltó lo de Shinomiya, porque lo cierto es que había demasiada resistencia en mi carácter.

    Me resistía como un desgraciado a que los hilos me envolvieran, también a perder los pocos que tenía al alcance y por eso, quizás, ahora estaba allí. Por eso había sido capaz de hacer algo por este niño perdido, porque apenas el hilo volvió a mí le di tres vueltas en la mano y tiré como un loco sin importar si me abría la piel, negándome a dejarlo ir. Porque estaba hasta la polla de cometer los mismos mismos errores y del maldito miedo.

    Su promesa de no irse, que me dijera que me necesitaba y todo lo demás me ayudaron a entender que ya era hora de soltar el hilo, que no iba a moverse, y con ello me liberó del terrible esfuerzo consciente que estaba haciendo. Ko no lo sabía, pero me estaba permitiendo descansar por fin, él y solo él. Pateó mis miedos de la semana por un barranco, sacudió las cenizas que la llama a medio morir estaba dejando y me dio la confianza suficiente para encender la cueva.

    Cuando asintió a mi invitación le sonreí casi con ternura, porque había aceptado como un crío cuando le dicen que si quiere ir a parque de atracciones o a comer al McDonald's.

    Suponía que cualquier tarde servía, podíamos ir juntos a casa, pasar a comprar golosinas a cualquier lado y luego pegarnos una viciada con algún videojuego o lo que fuese, y si quería quedarse a dormir pues ahí estaba la invitación igual. Dios, mamá seguro se moría de la emoción al verlo.

    No esperaba que me soltara ahí, tremenda confesión de su guilty pleasure o quién sabe qué, pero que me dijera que le gustaba cuando le decía el apodo tonto que me saqué de los cojones me amplió la sonrisa. A ver, que ya en confianza le tiraba apodos a todos a diestra y siniestra, pero ese en particular a pesar de haberlo pensado en el momento tenía algo diferente, qué sabía yo, a mí me gustaba decírselo así que todos ganábamos.

    Cuando quise darme cuenta me regresó el beso en la mejilla, fue ligero y tuve este pensamiento de que pegó con su personalidad de aire. Arrugué los gestos cuando me pellizcó la mejilla, pero de inmediato relajé el semblante de nuevo y suspiré con cierta pesadez cuando dejó mi regazo, fue casi un sonido de protesta, pero ni modo que encima seguíamos allí a los jodidos cuatro vientos.

    —Ah, le interesa el club de jardinería por cierto, así que seguro la otra semana lo mando contigo y tal —dije un poco al aire, apoyando la manos en el suelo para estirar la espalda y se me aflojó una risa liviana antes de añadir otra cosa—. ¿Disculpa? Yo voy a patrocinar tus conciertos, ¿con quién piensas que estás hablando?

    Como le acababa de decir, había comprado comida para un ejército así que me estiré hacia adelante para alcanzar uno de los bentos y se lo dejé al lado con palillos y toda la cosa, me saqué también una de las sodas del bolsillo de la chaqueta para dejarla junto a la comida. Me incorporé después de eso, aunque me acuclillé frente a él un momento, repasé sus facciones con la vista como había hecho apenas verlo aparecer como un fantasma y apoyé una mano en el suelo para poder inclinarme, dejarle un beso en la frente y otro en la mejilla de nuevo.

    —Come algo, por favor, que si tú y yo nos ponemos más flacos seguro desaparecemos. See ya, cloudy baby. —Le revolví el pelo antes de levantarme y dedicarle una sonrisa, para después alzar la vista al cerezo de nuevo—. Gracias por prestarme a Ko-chan un rato, Chiasa.

    ¿Que si podía parecer un loco por eso? Sí, pero que me preguntaran si me importaba y que uno solo se atreviera a decirlo en voz alta, que sacaba la otra lata del bolsillo para estampársela en toda la cara. Acabé girando sobre mis talones, todavía sin estudiar el espacio con la vista, y porque me dio la gana otra vez me puse a cantar algo mientras me alejaba de la sombra del árbol.

    I know I'll wither, so peel away the bark 'cause nothing grows when it is dark. —Tomé aire y giré otra vez solo para echarle un último vistazo a Kohaku—. In spite of all my fears, I can see it all so clear.

    Volví a enderezar mis pasos en dirección al resto del patio, ahora sí repasándolo con la vista y cuando noté la mata de cabello castaño en una de las bancas, me pregunté cuánto rato llevaría comiéndose todo el espectáculo en realidad. No creí que Aleck fuese a molestarse ni nada por haber tenido que esperarme, pero vamos, que había sido tremendo show, pues sí.

    Me pasé la manga de la chaqueta por el rostro como hace un rato, lo irritado de los ojos no se me iba a quitar obviamente, pero fue casi un reflejo. Al llegar a la banca dejé el bento y los mochis junto a Aleck, además de que saqué la soda del bolsillo también. Le dediqué una sonrisa bastante amplia que nada tuvo que ver con las sonrisas que me habría visto ayer, que en su mayoría no terminaban de alcanzarme los ojos.

    —Creo que tendrá que ser un almuerzo para dos, si llevas mucho rato aquí ya imaginarás qué pasó con el otro. —Aproveché para sacarme la chaqueta y dejarla en la banca también, ahora que el calor me había regresado al cuerpo por fin. Además el sol venía bien—. Perdona por hacerte esperar tanto, Akkun.

    Dentro de mi cueva el fuego seguía repiqueteando, iluminándolo todo.


    qUÉ PEDAZO DE TOCHO PERDÓN a

    dios i loved this arc so fucking much *shora de wholesomeness too* cay cay siempre al servicio de su cloudy baby uwu also they have a date? they have a date change my fucking mind
     
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    Hygge

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    No me sorprendió que Hotaru lo conociese. Esa chica parecía tener clasificadas a todas las personas habidas y por haber en aquella escuela, esperando para acecharlas y hacer sus movimientos o vete tú a saber. Se movía con fluidez, con aquel ademán sedoso inherente en ella, y no pude evitar dirigirle una mirada de circunstancias al notar de lejos sus intentos sutiles por acercarse al chico.

    Pero qué básica podía llegar a ser. Ugh.

    Almorzar fuera no sonaba tan horrible. Hacía un día decente y desvié la vista hacia las cristaleras, observando el cúmulo de estudiantes en el exterior. Fue en ese instante cuando sentí los brazos de Kasun sostenerme sobre mis hombros, y evitó que chocase con la marea de estudiantes que venía de frente. Fue un movimiento tan inesperado que me sacó de base y abrí los ojos, tensa, apartándome al poco tiempo como si el tacto y aquella estúpida sonrisa quemasen.

    —...Los había visto venir —le espeté, mintiendo claramente, y giré el rostro hacia cualquier otro lugar, ocultando un ligero rubor al notar la mirada pícara de Hotaru encima.

    —¿Entonces te dejaste salvar? —cuestionó, con una puta naturalidad venida de a saber dónde. Se sonrió como si nada—. No te culpo~.

    Hija de perra.

    No tardamos demasiado en alcanzar la máquina expendedora, y recibí el café con un agradecimiento mudo, un mero asentimiento de cabeza. Hotaru, por su parte, negó con tranquilidad y tomó la bebida con gusto, mientras buscabamos un lugar donde descansar.

    —Mhm, me gusta, gracias —Movió su cabello con sutileza, comparando los lugares disponibles enel patio—. ¿Qué tal el césped? Yo no tengo problema y hoy apetece, ¿no?

    Noté que buscaba nuestra aprobación y simplemente me encogí de hombros, dándole un sorbo a la bebida. No pude contener el gesto de agrado al notar lo bien que sabía, relajando mis faccionesen el proceso.

    —Césped será.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Un poco de gracia me causó la respuesta de Lena en las escaleras, el cómo Hotaru la molestó también, pero fingí eternamente no percatarme de ello por el simple hecho de que... no quería incomodarla ni mucho menos, así que continué en lo mío. Fue cuando llegamos al patio norte que decidieron el césped como un buen sitio así que moví la cabeza hacia uno de los tantos árboles, para que nos hicieran sombra y eso. Me senté con la lata de café en la derecha, dejando las rodillas como apoyo para mis codos en el proceso.

    —¿Les gusta mucho el café? —pregunté a ambas, echando la cabeza hacia atrás contra la madera del tronco.

    Solía tener una facilidad risible para fluir con el resto, así que no me sentía incómodo ni mucho menos, aunque si supiese que Hotaru era la chica de la máscarada, esa del vestido rojo que acomodó la pierna de cierta forma en la habitación en lo que se inclinaba, sin duda el calor me hubiese llegado a los pómulos, pero la ignorancia en este caso suponía una ventaja desconocida. Busqué entonces por un momento los orbes aguamarina de la pelinegra.

    —¿Tú asistes a algún club o algo?

    Turné mis pupilas ámbar con las esmeraldas ahora, dejando la sonrisa floja en mi rostro.

    >>Ahora que lo pienso no te lo había dicho verbalmente, pero gracias por unirte al club Sallow~
     
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    Rider

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    Ya sentado en la banca me di la oportunidad de sencillamente estirar un poco mi espalda y dejar caer mi cabeza por detrás del respaldo de la banca. La suave brisa de la primavera a la vez que el particular aroma del enorme cerezo que había en el patio lograban nublar todos mi sentidos. Tan solo cerré mis ojos por un instante y me permití disfrutar de una agradable respiro. Tal vez era idea mía, pero hasta el aire se sentía distinto al de casa. Muy distinto.

    Pero aun así...
    La gente de esta academia, las cosas que desconocía, las cosas que ocultaban, las cosas que yo ocultaba. No hacía falta ser un genio para percatarse al momento de que había gente peligrosa en esta academia, cómo la mismísima Eris, quien pese a todas las alertas que me despertó al final del día parecía buena persona. ¿Realmente que tan diferente era mi hogar en comparación a este sitio?

    La sombra era justo la ideal en aquella banca que había tomado, cubría lo suficiente el sol para que fuese agradable pero a su vez permitía colarse un par de rayos de luz solar que ayudaban a sentir el calor en la piel.

    Take me down to the Paradise City, where the grass is green and the girls are pretty —comencé a cantar aun con mi cabeza recargada detrás del banco—. Oh, won't you please take me hooome? ¿Huh?— me interrumpí al escuchar unos pasos acercarse a mi posición así como vi de reojo como dejaban caer una chamara junto a mí, así como una caja y un par de sodas. Era el pelirrojo.

    —¿Oh? ¡Hey, Cay! —me enderecé rápidamente mientras saludaba alegre al chico—. Día productivo en la escuela ¿Eh? Te veo mucho más feliz que ayer. Ah, no te preocupes no me molesta compartir si tú pagaste, además, mi idea de almuerzo hoy era poco más que una manzana y algo de té, así que es un gran...¡¿Esa es una Bento Box de la cafetería!?

    Toda mi atención se desvió hacía aquella pequeña caja de almuerzo que había traído consigo el pelirrojo. Las había visto en el menú de la cafetería. Esas cosas no era precisamente baratas, y por lo que se veía por algunas mesas dentro del edificio, aquello era un almuerzo popular entre los estudiantes.

    — Vi lo que le pasó a la segunda caja, y definitivamente creo que tomaste la decisión correcta, así que no te preocupes por eso ¿De acuerdo? Pero yo pido el arroz. —Le dediqué una amplia sonrisa al chico, pero en esta ocasión, la suya parecía incluso más grande que la mía, hasta parecía que el brillo en sus ojos ámbar se había intensificado un poco, de hecho, más bien parecían cristalinos. Pero aun así, ver Cay tan lleno de alegría sencillamente me alegraba más de la cuenta, me recordaba a aquellas tarde de verano en el parque cazando bichos y corriendo como un par de niños revoltosos.

    —Pero no te quedes ahí de pie Fueguín, acompáñame en este hermoso día en el país del sol naciente. Oh cierto, ¡piensa rápido! —le lancé despacio el termo que había traído conmigo a la escuela. Sabía que el había traído sodas también, la cual también pensaba beber sin reparos, pero ofrecerle un poco de mi té era mi manera de retribuir el almuerzo que se había molestado en comparar —. Bebe un poco si gusta, esta muy bueno, es the pu-erh, o té rojo si prefieres no complicarte la vida.

    Tras aquello ultimo, el chico se sentó junto a mí bajó la sutil sombra de aquel árbol y comenzamos a degustar de toda la comida del bento.

    >>¿Sabes? Creo que empiezo a adaptarme aquí. Hoy creo que hice una amiga y estoy casi seguro de que tomé el mínimo de apuntes necesarios en clase. ¿Qué tal ha ido tu día?

    Lo juro, mi idea no era que me saliera un tocho (?
     
    Última edición: 12 Julio 2021
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    Zireael

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    Al acercarme me di cuenta que Aleck también estaba cantando, cosa que me hizo gracia la verdad, y me pareció reconocer la melodía sin mucho problema aunque de cualquier forma lo dejé correr. Cuando notó mi presencia se enderezó en la banca y me saludó con la energía de toda la maldita vida, venía sensible que te cagas de todo el asunto con Ko, así que no sé. Solo pensé que a este crío también lo quería un montón y que quizás también debía soltar mi miedo a dejarlo irse sin más una segunda vez.

    Te veo mucho más feliz que ayer.

    Estaba por decirle que solo llevaba ya varios días preocupado, aunque seguro se habría dado cuenta porque le había preguntado a Emily por Kohaku frente a él, cuando el otro volcó la atención en el bento. No que fuese barato pero no costaba un ojo de la cara, eso lo sabía, pero tampoco era nada del otro mundo, bueno, para mí que había crecido allí. Imaginaba que para el culo irlandés de Aleck sí era una suerte de novedad todavía, ¿o un medio lujo? Ah, no que importara. Solo me limité a asentir con la cabeza.

    Me dijo que había visto lo que había pasado con la segunda caja y asumí que también con la otra soda, no que necesitara validación con eso, sabía que era lo que correspondía pero igual se le agradecía. Su sonrisa fue amplia también, nada especialmente nuevo en él, pero encontré mi ámbar reflejado en el suyo y entendí de golpe cuando el necio de Sonnen había preguntado por mi estado de ánimo.

    Feeling blue, kiddo?

    I am not.

    Pero vaya que sí.


    —¿El arroz? Such a simple boy you are, Akkun —dije luego de que me indicara que me sentara, abrí mucho los ojos cuando me lanzó el termo pero lo atajé y ya entonces me acomodé a su lado—. No hables en lenguas, si es té rojo, di té rojo desde el inicio.

    Dejé el termo a un lado un momento, par tomar el bento, abrirlo y dejarle los palillos, que también había quedado flojo con eso por dejarle el otro par a Kohaku, así que íbamos a tener que compartirlos. Total que lo dejé que comiera en lo que yo bebía del famoso té, que estaba bueno para qué mentirnos, y me ayudó a regular un poco más el cuerpo, que la noticia de Chiasa era lo único que me había quedado pesando en el pecho.

    Miré a Aleck de reojo cuando dijo que había hecho una amiga o que creía haberla hecho al menos, porque recordé a Eris y mira, casi me tira humor a la mierda. Podría haberle dicho todo, sí, pero no quise en ese momento, no cuando seguro significaba darle otra naturaleza a mi fuego que todavía hacía de guía e iluminación.

    —¿Tomaste apuntes? Felicidades~ mientras los entiendas luego —bromeé y le di otro trago al té antes de responder su pregunta—. Mejor que los cuatro anteriores, eso te lo puedo asegurar. Digamos que recibí malas y buenas noticias, pero por una vez en la vida decidí aferrarme a las buenas y estoy más tranquilo. Cansado como la mierda, pero más tranquilo.
     
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    Rider

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    —Oye cuando empiezas a vivir por tu cuenta empiezas a apreciar las bondades y el sabor sutil pero consocio de un buen arroz...Sobre todo cuando el arroz que uno prepara esta quemado por abajo y curdo por arriba —le respondí alegre mientras mi paladar era degustado con aquel sencillo pero delicioso platillo. Debí mejorar mis habilidades culinarias pronto, no podía estar dependiendo del Pelo de Fuego para los almuerzos o me iba a acabar por morir de hambre.

    —¿Qué tal está el té? Al menos eso aun lo sé preparar, junto con un par de cocteles, claro —Le extendí la caja de regreso al chico para que este pudiera comer también así como los palillos, solo teníamos un juego, así que habría que compartir. Pero a ver, tampoco era la gran cosa, no es como que tuviera una enfermedad super contagioso ni el chico tampoco, así que no había que hacer drama. Mientras el comía y bebía un poco del té, aproveché para darle un par de tragos a la soda, aun conservaba bastante gas y era refrescante. — ¿Sabes? Este sitio no será perfecto, de hecho ya veo que aparentemente todo el mundo esta de acuerdo a que esto es lo más parecido al infierno en la tierra...Pero, pese a todo, me siento en casa. La cual ya que lo digo en voz alta es preocupante ¿Eh?

    Ambos continuamos comiendo sin mayores mortificaciones, disfrutando de aquel efímero momento lleno de paz y calma. Me llenaba de alegría escuchar que el pelirrojo se encontraba mejor aun después de que haya tenido que lidiar con tantas desgracias.

    — Bueno, de eso se trata la vida ¿No? Aferrarse a la bueno que nos ofrezca, disfrutando de los pequeños detalles que nos ayudan a seguir adelante... Que mayor prueba de ello sino este almuerzo ¿Eh, Cay Cay?

    Y continuamos comiendo con alegría, como un par de niños que se sentaban a comer en el parque un par de dangos. Sin preocupaciones, sin remordimientos, nada más que un agradable momento bajo aquel bello cerezo. Si estos había sido mis primeros días en la academia no podía aguardar a averiguar que me traería la próxima semana.

    AAAAAAAAAAAA Se me había olvidado el almuercito NOOOO But still, SPEED, I am SPEED
     
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  17.  
    Zireael

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    Suponía que tenía razón, a mí el arroz me parecía una cosa sencilla porque seguía viviendo en casa, si acaso de vez en cuando preparaba la comida y ya estaba. No era que tuviese que andar pensando cada noche o cada tarde en preparar el almuerzo o hacer la compra ni nada, de nuevo, entre que mi padre aka el fantasma me mantenía y yo a secas pecaba de niño de mamá, pues nada que hacerle. De hecho quizás tuviera tanto tiempo para pensar mierda precisamente por eso, porque no tenía complicaciones reales más allá... Bueno, el fact de que habían medio matado al novio de la hermana menor de mi fallecido líder de pandilla y que recién me enteraba que Chiasa había fallecido.

    Mira que para las pocas preocupaciones de verdad que tenían y eran bombas nucleares.

    —El té está bueno, pero ahora que lo dijiste me debes un cóctel —respondí en lo que aceptaba la caja de regreso. Tuve la decencia de no comer tan rápido como era normal, porque bueno, tenía años de no ver a este chico y vergüenza debía darme—. ¿Hmh? Preocupante que lo digas viendo los reviews que te hemos dado, pero supongo que... A pesar de todo se convierte en nuestra casa, ¿no?

    Le eché un vistazo de reojo al cerezo antes de volver la atención a la comida, deteniéndome una vez para tomar algo más del té de Aleck. Me encogí de hombros ante su comentario de que la vida se trataba de eso, de aferrarse a las cosas buenas, porque imaginaba que sí pero la tarea parecía requerir demasiado esfuerzo.

    —No es mucho, pero es trabajo honesto —comenté a lo del almuerzo junto a una risa floja.

    Al menos podía fingir que por ese rato, los pocos minutos que le quedaran al receso o, si era codicioso como de costumbre, el resto de ese día no me perseguía ningún diablo, porque había podido usar mi fuego sin miedo y tenía a mis amigos de vuelta.


    IM FAST AS FUCK BOOOOIIII

    bueno ya ahora sí, con esto cierro bro, como y luego hago cierre formal del día i guess (?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La ilusión que chispeó en sus ojos apenas acepté su oferta de visitarme por el café trajo consigo un montón de recuerdos puntuales, sensaciones también. Los blueberry pancakes, su voz cantando en el lago, la fiesta, la 3-1. El primer almuerzo que me preparó y que comimos en la cafetería, los bordes puntiagudos de su máscara, el abrazo que le eché encima en el beer pong, cómo me despegó del suelo y el sonido de su risa. El apretón que me dio en el hombro antes de mecerme lentamente luego del incidente con Alisha, las monedas que deslizó en mi dirección y la forma en que casi, casi lo dejé irse. La imagen de su espalda.

    Justo a tiempo.

    Cada pequeño gesto suyo, colmados de alegría o ilusión, arrastraban consigo la certeza casi inamovible de que había hecho lo correcto al arriesgarme y alzar la voz para detenerlo. No éramos ningunos genios del autodescubrimiento ni adorábamos el sonido de nuestras voces, pero poco a poco me iba tomando el tiempo de conocerlo. Sin necesidad de presiones, interrogatorios o mierdas forzadas. Que sus comidas favoritas, el tipo de música que le gustaba, lo que hacía en sus ratos libres o adónde salía a beber. Que en líneas generales era un amor pero también le podía salir lo cabrón si le daba la gana, que no se le daba mal cocinar, lidiaba con la soledad a su manera y siempre, siempre me aceptaba en su espacio. Y así como así me di cuenta que quería seguir conociéndolo, almacenar esos pequeños datos, inútiles en apariencia, dentro de mi archivo. Tenerlos ahí, a buen recaudo, por el mero placer que cualquier coleccionista debía sentir apenas topaba con algo de su agrado.

    Con algo que le gustara.

    Me había equivocado al imaginarme un bar, pero rápidamente lo reemplacé por la imagen de un parque de noche y me hizo un poquito de gracia, porque esos escenarios los evitaba a pulso cada vez que salía tarde del trabajo. Me daba que se llenaban de gente rara o pandillas a secas, y bueno, yo iba más que bien en mi pequeña burbuja de seguridad. No lograba posicionar a Maze perfectamente en ese tablero, pero al mismo tiempo este chico seguro se amoldaba a lo que fuera con una facilidad absurda.

    —¿Tienes amigos fuera de la escuela? —pregunté con liviandad, ensanchando la sonrisa al imaginar a los perros correteando de acá para allá—. Bueno, ya que eres todo un profesional, tendré en cuenta tus servicios por si algún día los necesito. Adivina qué: tenemos un kelpie australiano. Sí, sí, desbordamos originalidad.

    Esperé a que terminara de hablar sobre la locación del almuerzo pero igual me apetecía más salir, de modo que agradecí que pusiera la opción sobre la mesa y, al final, me cediera la responsabilidad. Sonreí, dando un saltito para bajarme del pupitre, y le eché un vistazo antes de empezar a caminar. Mantuve el bolso al frente, sosteniéndolo con ambas manos.

    Era una tontería, pero desde lo del lago se me antojaba mucho llevar a Maze adonde fuera, en tanto lograra conectar con un cachito de tierra. Sentía que le había hecho bien, que había removido algo o sencillamente se lo recordó, y bueno. Era una mierda que quería hacer por él.

    Estaba de buen humor, era liviano y me eché todo el camino hasta el patio norte murmurando canciones en voz baja. Apenas salimos, recorrí el escenario con la vista y avancé hasta sentarnos a la sombra de uno de los árboles laterales, sobre el césped. Como había hecho en el lago, me saqué tanto los zapatos como los calcetines y estiré las piernas, descansando la espalda en el tronco.

    —¿Te parece bien aquí, cielo? —le pregunté recién entonces, ya habiéndome más que instalado, y la idea me arrancó una risa divertida.
     
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    Zireael

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    Ya se sabía que yo no era de darles demasiadas vueltas a las cosas en tanto no me rompieran la tranquilidad, así que ni me había detenido un solo día a pensar que hace unos días había estado al borde de irme a la mierda y desaparecerme de la vida de Sasha la vez de la gracia de Alisha. No lo pensaba porque no había ocurrido, así que sencillamente lo había desaparecido de las memorias y ya. Pero la cosa era que por eso ahora estábamos allí, por eso ella me había llevado al lago y me seguía llevando a vete saber dónde, si nos poníamos a hilar muy fino.

    Quisiera o no, Sasha sujetaba el hilo de nylon que me impedía seguir elevándome hasta perderme en la atmósfera.

    Esta chica me trataba como si no fuese un jodido globo de helio y aún así me dejaba ser, en realidad ambos nos dejábamos ser y ya, en eso estaba lo agradable de la relación que manteníamos. La tierra estable de Sasha me venía bien a mí y a ella le venía bien mi aire, ese que se colaba por el ventanuco de su torre, éramos el recordatorio para el otro de que las raíces eran necesarias y que no por ello debías dejarlas enredarse hasta sofocarte.

    Su pregunta me alcanzó con la livianidad de siempre y me encogí de hombros en respuesta sin más.

    —Conozco mucha gente, así que eso, un montón de conocidos... Cosa que funciona cuando uno quiere salir a hacer el tonto. —La escuché hablar sobre que tenría en cuenta mis servicios y solté una risa por la nariz cuando dijo que tenían un kelpie australiano—. Pues yo encantado, los perros se me dan casi tan bien como los niños. Tengo el combo ganador, se ve~

    Cuando finalmente se bajó del pupitre aproveché para levantarme, tomar mis propias cosas y seguirla. Se tiró todo el camino murmurando canciones, así que cuando medio atajaba el ritmo de alguna se hacía segunda en un murmullo y así nos fuimos.

    La seguí hasta la sombra del árbol, con la calma de toda la vida, y me senté después de que ella se acomodara de forma que respondí su pregunta, aunque ni era necesario porque ella ya estaba más que acomodada. Podría haberla imitado, quitarme los zapatos y toda la cosa, pero de repente no me sentí con la comodidad para hacerlo, al menos no en la escuela, así que me quedé como estaba, con mi almuerzo en el regazo.

    De todas maneras apoyé las manos en el césped, deslizando los dedos entre las briznas y acomodé la espalda contra el tronco por fin.

    Approved by the peasant~


    no sé yo cuántas veces me interrumpieron este post and i c r y, porque lo empecé super invested y luego ya no sé ni cómo salió ;-; *c mata*
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Era un poquito gracioso, así como podía ser un monstruo de la organización, la responsabilidad y la diligencia también podía ser, bueno, bastante tonta. Había cosas que no las pensaba demasiado, contradictorio si me detenía en las búsquedas de atención puntuales que me sacaba de la manga de tanto en tanto, esas que podían interpretarse como una necesidad directamente ligada a ¿la soledad? Ni idea, quizá me gustaba y punto. El caso era que, para dármelas de reina de la galaxia a veces, tampoco me fijaba mucho en los detalles.

    Como que, por ejemplo, tenía enredado entre los dedos el hilo de Maze.

    Sabía que era aire, pero en ningún momento había pretendido o contado con la intención de atarlo a mí, atarlo a la tierra y hundirlo en ella. Lo dejaba ser, vaya, no le demandaba nada y si algún día se iba, pese a haberme prometido lo contrario, si la vida volvía a joderme y el hilo de Maze se me escapaba de entre los dedos... bueno, probablemente no hiciera nada. La verdad era que tampoco había hecho nada con respecto a Daute ni con ninguna de las personas que se fueron antes que él. Era también ese tipo de imbécil.

    Vete a saber si nacía de la bondad o del orgullo.

    Pero lo sentía y era agradable. Sentía sus corrientes de aire, la brisa tibia y a la vez fresca que me quitaba un poco el desasosiego de encima. Las oía susurrando a través del ventanuco, rozando las paredes frías hasta envolverme y alborotarme el cabello. Estar con Maze me relajaba, era tan sencillo como eso y puede, sólo puede que sin darme cuenta acabara buscándolo cada vez que necesitaba precisamente eso. Se lo había dicho una vez, ¿verdad?

    Que le ponía un freno al mundo.

    El hecho de que hablara de conocidos en vez de amigos me recordó nuestra conversación de la fiesta, cuando me confesó que a veces se sentía solo pero que ya se había habituado a ello, y así me resultara un poquito triste no lo externalicé ni agregué mayor cosa. Si acaso, me gustaba pensar que con mis tonterías y mis raciones de galletitas diarias había conseguido subir de escalafón, que si un día le preguntaban por mí usaría la palabra mágica y no desplegaría entre nosotros la distancia que generaban, bueno, los conocidos.

    Por otro lado, no dudaba que tuviera un imán para niños y perros, si el chico despedía estas vibras de, no sé, cachito de cielo incapaz de herir una mosca. Estaba segura que Betty no tendría un problema con él, de por sí era una perra entrenada para contener a Danny, y en lo que hablaba y todo el rollo se me ocurrió, de un momento al otro, que Fanny estaría alucinada de conocerlo. Primero porque era guapo, y a la enana le salía la vena romántica con una facilidad estúpida, y luego Maze seguro le hacía caso a sus tonterías y ya está, con eso te la metías en el bolsillo. Dios, ni hablar si le comprabas un montón de cherry ripes o la llevabas a tomar un helado.

    Pero bueno, ya se me estaba yendo la pinza.

    Me limité a soltar una risa nasal sobre lo del combo ganador, tampoco podía negarlo así que era lo que era. Recorrimos los pasillos atajando canciones al aire, cuando notaba que me seguía el ritmo ensanchaba la sonrisa y a veces subía el volumen, para facilitarle la tarea, y a veces cambiaba drásticamente de banda, género y todo para desorientarlo. Al final iba más atenta de si él se acoplaba que a las canciones en sí.

    Noté que no me imitaba con lo de los zapatos, un poco me llamó la atención siendo que siempre parecía hacer lo que le saliera de los huevos y ya, sin detenerse en barreras o nimiedades, pero por la misma razón lo dejé ser. Quizá no tenía ganas, vete a saber, a mí me daba igual. No me preocupó ni de casualidad. Él se había traído su propio almuerzo, así que me concentré en correr la cremallera del bolso y sacar las cosas que llevaba ahí dentro. Mi bento, una botella de agua, los palillos y un tupper pequeñito con cereales de chocolate, iguales a los de ayer.

    —¿Anduviste de chef otra vez? —indagué, en tono liviano, en lo que destapaba mi almuerzo y recostaba la cabeza en el tronco para girar el rostro hacia él—. No hace falta que lo diga, además es lo mismo de siempre, pero puedes comer lo que quieras~

    A ver, de vez en cuando seguía siendo una adolescente de dieciocho años y el sutil, pero posible doble sentido de la frase me arrancó una sonrisa traicionera antes de que pudiera hacer de cuenta que no había pensado en la estupidez. De la forma que fuera, no me mortificó y me llevé a la boca la primera porción de arroz con verduras.

    —La verdad que no era muy de hornear las papas y eso, ¿sabes? Pero desde que las probé de tus almuerzos pues descubrí una pequeña maravilla del mundo. Espero que no me demandes por copyright ni nada~

    como sí me hace youtube culero conchesumadre

    and dw bby, está super bonito como siempre uwu
     
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