Había sido un día de lo más raro si tenía que ser honesto, me había pegado la siesta con Anna en la enfermería y me había ayudado un montón a centrar la mierda, la preocupación que me había quedado en el centro del pecho, pero luego fue llegar a casa y que las cosas se fueran un poco al carajo. No contaba con que el famoso Hikari Sugino se me apareciera en la puerta a las putas nueve de la noche, claro. Pero si no sería de lo más diligente, el pedazo de mierda. ¿Eran así todos estos hijos de puta? Hasta que daba gusto. Al llegar a la academia noté a Dunn en la puerta, tenía cara de mala hostia y debía insistir en que con cada día que pasaba el jodido parecía más delgado que el anterior, un poco como una planta a la que olvidas regar una semana entera. Pensé en detenerme, soltarle la bomba y seguir con mi vida, pero se tensó apenas me vio la cara así que seguí mi camino hacia los casilleros. Había notado a Anna hablando con Kurosawa, pero con lo jodidamente intensas que eran las dos como me metiera capaz que terminaba con otro rasguño en el cuello y ganas no tenía, además de que confiaba que se hubieran arreglado para el proyecto y esas mierdas, que hablando de proyecto no habíamos entregado nada. En fin, que me preguntaran si me importaba en ese momento de la vida. Afuera había visto a Arata, pero parecía tener las mismas ganas de entrar a la academia que la mariposita, es decir, ningunas así que nada que hacerle. Seguí hacia las filas de tercero, hice el cambio de zapatos todavía con movimientos lentos que te cagas como si fuese un jodido viejo y hecho eso apoyé el peso del cuerpo contra las taquillas, respirando despacio. Hoy tampoco me había metido el chute de medicamentos, si acaso me bajé una ibuprofeno con el desayuno, así que nada que hacer por mi costilla. Pero es que esa maldita academia apestaba tanto o más a azufre que el primer día que llegué. No contaba con que Emily Hodges, de toda la gente posible, fuese aparecerse con intenciones de hablarme. Es decir, no era que me cayera mal ni nada, si era el mismo tipo de estúpida que Jez, pero hasta ahora si mediábamos palabra era porque coincidíamos en el mismo espacio físico por Anna, nada más, pura cortesía. La confusión debió notárseme en la cara, que total no andaba filtrando muy bien esos días y me fallaba la cara de póker, pero traté de regresar a una expresión más neutral casi de inmediato. —Buenos días, Hodges —saludé en tono plano—. Pues todo lo bien que pueda estarse con esta paliza encima, ya te imaginarás, pero en fin. ¿Tú qué tal? ¿En tu segunda casa con los de tercero como Anna? Uy, ¿y eso? Pobre niña, que había venido a querer picarla así sin venir a cuento. Contenido oculto HOLA EMI-CHAN pude haberme marcado el fatality en este post, pero let's build up some tension first also me acabo de dar cuenta que ando aquí con un combo de rage de lo más sabroso, alguien que me ayude me voy a morir a las 25 con mis pendejos *inhales* a
Me fui abriendo paso entre la marea de estudiantes, tranquilo y silbando bajito, mientras mis auriculares tiraban música que tal vez era demasiado fuerte para tan temprano a la mañana. Pero bueno, ya me había acostumbrado. Había llegado a un punto en el cual podía dormirme escuchando grunge. Divisé los casilleros de tercero, y me dirigí hacia allí. Me sentía liviano. Ya me había sacado de encima el peso del trabajo de los hombros, por lo que podía relajarme un poco. Hasta que volvieran a anunciar otro proyecto más, y yo me quedara esperando hasta último momento para hacerlo. Había costumbres difíciles de matar. Me senté en el suelo, al llegar a los casilleros, y me desembaracé de mis zapatillas desastrosas para ponerme los zapatos del uniforme. Hice una mueca mientras me los ajustaba. Me apretaban demasiado el pie. Era el talle más grande que habíamos conseguido con mis padres, pero igual me quedaba algo chico. Conseguir cosas en Japón para alguien de mi talla era complicado. No imposible, era Japón después de todo; pero sí complicado. Además, no tenían todos los "ductos de ventilación" que mis zapatillas se habían ganado durante los años y el uso. Me encogí de hombros. Bueno, que se le iba a hacer. Era mi vida ahora. Con ayuda del bastón, volví a las alturas, y a contemplar el mundo desde una posición privilegiada. Sinceramente, parecía que era el más alto de toda la escuela. Creía haber escuchado que había un club de basket en la escuela, pero por qué no se me habían acercado era un misterio para mí. El bastón. Seguro era el bastón. Comencé a avanzar hacia los pasillos, pensando en la nada, recordando los eventos del miércoles a la tarde. La verdad, no creía que podría volver a poner pie en la casa de Kou. Había sido lo más respetuoso que podía, pero bueno, algunas cosas eran difíciles de entender. En especial en otro idioma. Y con la poca paciencia que parecía tener el chico. Pero había que darle el honor de decir que me había aguantado durante toda la tarde. Tal vez debería comprarle algo, como un gesto, no sé. Como una pequeña disculpa. O sea, no sabía que sus pisos se podían rayar tan fácil, incluso con medias. Además, ¿qué le podría comprar? Parecía que ese chico tenía de todo. Y con el ajustado presupuesto mío, tampoco podía aspirar a mucho. Torcí el labio. Tenía que buscarme un trabajo, la verdad. Algo para aliviar un poco la situación en casa. No tenía que ser algo tan alejado de casa, tampoco. ¿Quién podría saber sobre eso? ¿Bleke? ¿O tal vez Alisha? Ambas podrían ser buenas opciones, pero me daba que sus sugerencias iban a ser radicalmente distintas. ¿Tal vez Alethea? O Laila. Ambas se habían portado bastante bien conmi... Tan inmerso estaba en mis cavilaciones que no me di cuenta que me había llevado puesto a alguien por delante. Regresé a la realidad y logré cazar a la pobre desdichada del brazo antes de que el tropiezo pasar a mayores. Medía un metro ochenta y nueve, pesaba noventa kilos, y solía caminar rápido mientras pensaba. Suficiente para tumbar a alguien que no se esperaba que lo empujaran. Agradecí a los reflejos que me habían quedado de años de entrenamiento, mientras me enderezaba, y hacía lo propio con la pobre chica. — Oh, mil disculpas, no iba mirando por donde caminaba, je, tengo que prestar más atención —me rasqué la nuca, para luego quitarme los auriculares. Por mi cabeza empezaron a pasar todas las maneras que me habían enseñado sobre como pedir disculpas. Los austríacos solíamos ser bastante formales, pero los japoneses nos superaban. ¿Cómo tenía que hacer ahora? ¿Inclinamiento de cabeza? ¿Reverencia? ¿Tenía que usar una palabra en específico?— ¡Oh, Alethea! Eres tú. Justo estaba pensando en ti. Bueno, eso facilita las cosas. Le sonreí, y me acerqué un poco, como si quisiera susurrarle algo. — Dime, ¿cómo te tengo que pedir perdón? Digo, aquí en Japón. Sé que había varias maneras de pedirlo, y dependía de la situación, lo que habías hecho, a quien se lo habías hecho. Pero estoy bastante confundido. Y ya que tú te mostraste tan paciente y demás conmigo en lo de Kou, enseñándome un poco de japonés, ¿me podrías enseñar? Necesito a alguien con paciencia, je. Contenido oculto Amane ahí te va el desastre. Hacete cargo.
Era extraño, ¿por qué no lo encontraba por ningún lado? ¿Su nombre era Marie Rose La Pointe o "Mon nom est" también formaría parte? Ni de coña, ¿no? Fruncí ligeramente el ceño, concentrado en la tarea como si ya fuese algo personal, cuando la vocecilla de la chica hizo que me detuviese en seco. —...¿Eh? Miré las taquillas, luego a la chica y viceversa. Y el rojo volvió a subirme al rostro. Sería idiota, como si fuese la primera vez que las apariencias engañaban así porque fuese tan pequeñita. Comencé a jugar con un mechón de mi flequillo, aquel movimiento nervioso que me salía por reflejo, y me disculpé por tremenda estupidez antes de dirigirme hacia el casillero de al lado. Fue entonces cuando dos figuras más nos abordaron. —Shirai-kuun, mira quién ha venido a... —Rachel se detuvo cuando notó la presencia de Marie Rose—. Oh, hola~. ¿Nueva amiga de Shirai? —E-Es una nueva estudiante. Extranjera. La estoy ayudando a buscar su casillero —enfaticé, de espaldas y con el rubor hasta en las orejas. No sé para qué mierdas me comprometía a nada si era una bola de nervios con patas para las relaciones sociales—. ...Aquí está, La Pointe-senpai. Aula 2-1. —¡Ah, eres una senpai! —exclamó la rubia, a un lado junto a Sakuya—. Yo soy Gardner Rachel, y él es Shirai Yule, de primero. Y esta linda señorita de aquí es de tercero~. Musité un escueto "mucho gusto" antes de apartarme un paso y enterrar las manos en los bolsillos. Sin duda ya había cumplido mi cuota de socialización hasta dentro de un par de meses.
Lo que pasaba me parecía muy surreal, estaba fuera de casa por mi cuenta y aquel chico, a pesar de su cordialidad, se veía era por lejos muy tímido, y me preocupó un poco. ¿Estaba siendo muy densa? ¡N-No! Solo estaba pidiendo ayuda y me la estaba proporcionando, no debería sentirme culpable... ¿O sí? Luego de eso pues llegaron dos estudiantes más... Parecían conocidos de aquel muchacho, y de boca que dicha rubia que se apareció aprendí el nombre (O apellido) del chico que me estuvo ayudando... —¿Shirai-san? —podía estar algo cruda con el japonés, pero ponía especial interés en los honoríficos apropiados, que eran muy importantes en estas tierras. —Shirai-san, ¡Muchas gracias! —no pude evitar rascarme la nuca con una enorme y torpe sonrisa, me habían sacado los pies del barro, eso era cierto. Mi atención se fijó luego a la rubia como a la chica que la acompañaba que pues... Era de peculiar altura... ¡Le llegaría a los hombros como mucho! Me vi forzada a levantar la mirada para verla, la verdad... Se me había familiar, de hecho si, se parecía a mamá, con sus trenzas y todo, a pesar de tener el cabello más claro y ojos azules. Y si, se presentó, tenía una gran cantidad de energía, su presentación había sido animada, aún así no mencionó el nombre de aquella señorita. —M-Mucho gusto... Soy Marie Rose La Pointe —seguí sonriendo, la verdad eso me había complacido, se veía eran un grupo con el que era confortable estar... La albina había acompañado a aquella jovencita con los otros dos que estaban allí, que, casualmente, incluía a Yule, estaba allí así que pues podría hablar con él para lo del club de baloncesto. Pero lo que se llevó su atención por completo fue la presencia de aquella niña que si no fuera por qué Yule dijo que era del 2-1 podía pasar por una de primero. La sorpresa se internalizó en ella, sin mostrarla, ya que pues básicamente estaba viendo un reflejo de una época ya perdida de su vida, le encontraba mucho parecido a su yo más joven, salvo por el color de ojos, incluso con el cabello revuelto, es como si fuera ver un fantasma. No se la veía incómoda por lo menos, aquella niña no tenía la culpa de la montaña rusa que había sido su adolescencia temprana, incluso cuando alzó la mirada para verla a los ojos, estaba de lo más tranquila, y no se le veía intimidada por su imponente altura para una chica. No evitó a sonreír también, aprovechando lo positivo de su situación interna, después de todo, era como volver a ver la luz de la felicidad infantil, cuando era una niña. Antes de bajar a las profundidades del infierno. —Izayoi Sakuya, el placer es mío, mademoiselle —reconoció el acento francés en su voz, así que no se lo pensó en seguirle el juego, que capaz le ayudaría un montón, pegó una gran sonrisa también, complacida con la presencia de ese grupo de chiquillos.
Era otra mañana preciosa en la nación del sol naciente. Había un par de nueves en el cielo, las suficientes para generar una agradable brisa y un clima agradable, pero sin llegar a cubrir del todo el cielo celeste sobre la ciudad. Tomé el metro en la estación que estaba a un par de calles de mi departamento, con unos audífonos viejos que había traído desde casa, escuchando una vez más "Ain't it fun" no había logrado sacármela de la cabeza desde que Cayden la cantó el día anterior tras que subiéramos a la azotea. Avancé por los jardines frontales de la academia mientras veía un par de estudiantes más pasar junto a mí, parecía que al menos había llegado a tiempo a la academia antes de que empezaran las clases, era un alivio, no podía llegar tarde a un día tan importante como lo era el viernes ¿O sí? Conforme me acercaba a la puerta principal pude notar que había alguien recargado en el marco de puerta principal. El cabello rojo que era capaz de cegar a la distancia lo delataba, era el mismísimo Pelo de Fuego. — ¡Eh, Cay Cay! Buenos días —saludé contento al chico mientras le daba un leve golpe en el hombro y atravesaba la puerta — ¿Huh? ¿No estarás pensando en faltar a clases hoy o sí? —le cuestioné mientras me acercaba a mi casillero y le hablaba de lejos. Me coloqué el calzado reglamentario de la escuela con algo de disgusto y me volví a acercar al chico, sin perder aquella sonrisa que siempre llevaba conmigo. — Ni siquiera pienses en fugarte hoy, aun me debes un almuerzo ¿Recuerdas? Oh, espera... —le sonreí al chico, solo para interrumpirme y buscar algo en mi mochila— .Mi casera me dio unas cuantas esta mañana, dijo que nunca viene mal darle algo de dulzor a la vida o algo así. Le extendí una paleta de uva que la señora Sasaki me había dado esa misma mañana para seguidamente sacar una para mí, la cual coloqué en mi boca inmediatamente. Esperaba que no fuera a tener problemas solo por comer en clases, aunque bueno, en comparación a lo que los demás hacían, era algo mucho menor. — Bueno bueno, creo que iré a dar un par de vueltas por la academia antes de que inicien las clases. Ya te quite mucho tiempo ayer así que hoy toca ver si aprendí de las indicaciones que me diste ¿Eh? ¡Nos vemos más tarde! No quería incordiar mucho al pobre Cay, de por si ya sabía que no había llegado en el mejor momento ayer, así que sería mejor que anduviera un poco por mi cuenta. Quien sabe, quizás podría conocer a alguien nuevo. Contenido oculto How little we know, poor Aleck (???
Pobre, había ido a dar con el desastre de Yule en su primera toma de contacto y lo más probable era que se sintiese culpable, como que nos había pasado un poco a todos. No hacía falta mucho para causarle un cortocircuito, pero cuando lo conocías terminabas por darte cuenta de que era parte de su personalidad, de lo que había moldeado aquellas respuestas tan ansiosas y evasivas. El chico asintió de manera fugaz ante el agradecimiento de Marie Rose, y le devolví la sonrisa a la senpai. —"San" está perfecto~. Depende de ti, a mí no me importa que me llames como quieras —le aseguré y cuando estuvieron hechas las presentaciones recordé que el tiempo seguía transcurriendo—. ¿Qué tal si vamos subiendo? Podemos hacer algo de tiempo arriba, es temprano aún. —Por mí no hay problema —convino Yule, sujetando las asas de su mochila un tanto abrumado aún. De nuevo volvía a estar rodeada de chicas, ¡era todo un imán! —Quiero comprarme un zumo antes de entrar —comenté mientras daba media vuelta, y me giré hacia Sakuya mientras iniciábamos la marcha—. Ah, si, Izayoi-senpai tenía algo que preguntarte, ¿no? Contenido oculto Puedes postear directamente en el pasillo que quieras rojito uwu
Contenido oculto: lo que no era mentira era mi obsesión con bmth Ah, pero si no sería un día de lo más bonito para dar por culo como todos los anteriores. Mi madre iba mejorando gradualmente, pero parecía que su recuperación completa iba a tomar meses, así que ahora la vida se reducía a tratar de no medio matarme con mi gemela en su ausencia aunque la empollona de mierda me tenía agarrada por los huevos (no que los tuviera, pero se entendía el punto). Era un desastre con patas, pero no se me apetecía tener embrollos con la policía de forma especialmente directa, así que más me valía estarme tranquilita al menos en casa. Esa mañana no alcancé a llegar a tiempo para comerme el show de Kasun con Dunn, que hubiese sido una putísima joya, pero sí que vi el segundo espectáculo que solo me puso más víctimas en bandeja. Había notado la melena de fuego ya estando a un par de metros de la puerta principal, pensaba tocarle los huevos un rato, pero vi que a la mariposita se le acerca un castaño de lo más bonito. Pero qué cosas~ Relenticé los pasos a conciencia, de paso revolviéndome con la gente para no perder detalle, y me tiré toda la escena como venía siendo tradición. Si es que estaba hecha una voyeur, de verdad. El pelirrojo se sobresaltó ligeramente por el golpe en el hombro, pero no detecté ni una pizca de la eterna tensión que surgía cuando yo me le acercaba, ni siquiera cuando tenía esas pintas de mierda. De hecho casi puse jurar que había relajado al cuerpo conscientemente, apenas un segundo después de escuchar como el castañito este lo llamaba. Cay Cay entonces. —Buenos días —respondió y se rascó el cabello cerca de la nunca con cierta cuota de nerviosismo cuando el otro le dijo lo de si andaba pensando en faltar. Negó con la cabeza, bastante resignado, en lo que el otro le hablaba del casillero antes de volver sobre sus pasos—. Sí, lo sé y soy un hombre de palabra, Akkun, no te preocupes. Akkun. Dios, qué belleza. El chiquillo escarbó en la mochila para la final sacar una paleta y entregársela, la aceptó con movimientos algo mecánicos, pero acabó por quitarle la envoltura y llevársela a la boca también, despidiéndose del famoso Akkun de un movimiento de mano. Fue en ese momento en que me puse en movimiento otra vez, atravesé la puerta y noté que al cabrón le estaba fallando el radar, los putos ojos en la espalda, y casi me descojono allí mismo cuando solo me notó cuando ya estuve casi a su lado. La chispa de amenaza que le cruzó por los ojos fue de antología, me recordó bastante a Akaisa cuando casi me mata con la mirada por haberme visto con Hodges, y me sonreí como una hija de puta. —No te atrevas, Discordia, métete conmigo todo lo que quieras, pero al crío no le toques un pelo. —Ni siquiera alzó la voz, pero se veía que había dado directo en el blanco. En la pata coja de la mesa, si la pateaba tiraba todo a la mierda. —¿Ah? Pero si no estoy haciendo nada~ —Estuve a un segundo se estirar la mano para quitarle la paleta dado que se la había sacado de la boca para hablarme, pero al final me contuve—. Qué poca fe, corderito. No lo dejé responderme, seguí hacia los casilleros de tercero, hice el cambio de zapatos con cierta prisa y seguí mi camino hasta encontrar al chiquillo castaño. Me extrañó que Dunn no me hubiese seguido los pasos como un puto perro de caza, pero aproveché el desliz o la interrupción que tuvo para seguir mis mierdas. Alcancé al muchacho no mucho más tarde ya un poco más allá de los casilleros y me colé en su campo de visión sin más. No lo quería cagar hasta las patas, claro, así que me puse en la cara una sonrisa de lo más inocentona que nada calzaba con el tatuaje de la serpiente que me alcanzaba el cuello y mis pintas de rockera, pero colaba igual. Tuve que tragarme la diversión al ver el color de sus ojos, del ámbar casi idéntico al que acababa de dejar atrás y me quité el flequillo albino del rostro con un movimiento de cabeza, porque algunas hebras se me estaban colando en la vista. Pero si no estaría hecho un snack el crío este, oye. Qué ojo más afilado tenía el hijo de puta de Cayden. —Hola~ —saludé como si nada, ampliando un poco más la sonrisa—. ¡Qué color de ojos tan bonito! Ah, pero seguro te lo dicen todos los días, perdona por molestar. Contenido oculto qué dios me agarre confesada y el diablo me libere el trono, señores, porque se viene sE VIENE Aleck perdóname mi niño, te prometo que te quiero mucho
Yo más que nadie me imaginaba lo extraña que tenía que ser la situación, conmigo cayéndole al muchacho de la absoluta nada en mitad de los casilleros, y aun así tenía que admitir que me hizo un poco de gracia ver su expresión de pura confusión. Es que, a ver, solo le había visto dos expresiones desde que lo conocía: apatía por todo en general y cuando se ponía bien blandito al estar con Anna. Lo dejé pasar y no comenté nada al respecto, sin embargo, porque había ido con buenas intenciones y no quería picarle demasiado. Lo repasé con la vista, eso sí, cuando habló y ladeé al cabeza antes de responderle. —No deberías meterte en peleas, senpai, vas a preocupar a la gente que te quiere. Lo solté así, sin ninguna clase de problema y ni siquiera me paré a pensar que, bueno, qué derecho tenía yo de decirle a él lo que debía o no hacer, sobre todo cuando seguramente ya sería más que consciente de lo que le había dicho. Pero digamos que no podía evitarlo, porque hasta yo estaba un poquito preocupada ahora que había dicho que le habían pegado así que no podía imaginarme cómo se sentiría su familia, Anna o Jezebel. Tampoco iba a darle más vueltas de las necesarias, que tampoco era su madre ni nada parecido, y solté una risilla cuando dijo lo de andar en los casilleros de tercero como si fuese mi segunda casa. Bueno, razón no le faltaba, ¿no? Y si lo había dicho con aquel tono plano de siempre pues tampoco le di mayor importancia, ¡ese era el Sonnen que yo conocía, al fin y al cabo! >>Así es, es más divertido estar por aquí~ ¡Por cierto, senpai! Dime, ¿alguna vez has jugado al fútbol? Tenía que admitirlo, mis expectativas para el trabajo en grupo no habían estado muy altas después del viaje en coche tan disperso que tuvimos. Jack parecía tener un torbellino en el culo y Shinomiya, por el contrario, no parecía aguantarlo ni en pintura. Pensé que eso complicaría demasiado el coordinarnos, así el trabajo fuese en realidad bastante corto. Por suerte, logramos hacerlo mejor de lo esperado y, la verdad, hasta orgullosa me sentí del resultado. Por demás, ya estaba al tanto de que Ri andaba tonteando con el castaño en cuestión (cosa que de buenas a primeras no me creí, pero bueno, Ri siempre había tenido una facilidad ridícula para arrastrar a quien fuese a sus desastres) y no pude aguantarme el decirle que vivía super cerca de su edificio, que hasta lo había visto desde el coche mientras llegábamos al lugar. Ya demasiado tarde pensé que no tenía que haber soltado esa información así como si nada, pero confiaba plenamente en que mi amiga no iba a hacer ninguna tontería más allá de usarla a su beneficio con el chico. Estaba pensando en todo eso, de hecho, después de ver como justamente la chica le había caído en los casilleros y comprobar que, efectivamente, se lo había arrastrado a uno de sus desastres vete tú a saber cómo, cuando sentí a alguien chocando contra mí. Entre que estaba distraída, yo era bastante menuda y la persona que me dio parecía ser todo lo contrario, por un breve segundo me vi comiéndome el suelo con bastantes ganas. Por suerte, la persona reaccionó con bastante rapidez y lo evitó, agarrándome del brazo. —No pasa nada, yo también andaba distraída... —murmuré, mientras me daba la vuelta para ver de quién se trataba. Lo cierto es que fue un poco raro, pero se me iluminó ligeramente el rostro al ver que justamente se trataba de Jack. Casi me tumba contra el suelo, cosa que no tendría que alegrarme para nada, pero de alguna extraña manera el chico me había acabado cayendo bien y tampoco estaba acostumbrada a tener muchos amigos o relacionarme con la gente, así que se sentía como algo lindo poder hacerlo de vez en cuando. Lo escuché con atención y solté una risilla cuando se acercó para susurrarme, como si fuese alguna especie de secreto de Estado. >>¿Cómo pedirme perdón, dices? Ah, supongo que lo correcto sería con 'sumimasen', pero como ya nos conocemos puedes ser incluso más informal y usar el 'gomen'. No es mucho problema en la academia, entre que todos tenemos la misma edad y hay muchos extranjeros, ¡pero sí que tienes que tener cuidado con los mayores! Siempre tienes que usar la versión más formal con ellos, porque puedes ofenderlos si no...
Fruncí apenas el ceño de pura incredulidad cuando la otra me soltó que no debía meterme en peleas, no era raro viniendo de ella como tal, pero no había pensado que lo soltara así por las buenas. Además de que su razonamiento fue el mismo que el de Arata al llevarme a su casa en vez de la mía, toda la mierda se resumía en tratar de no preocupar a la gente que me quería y esas mierdas. Claro, nada que hacerle ya en ese punto, casi infarto a Anna, luego a Jez, después a mi propia madre y hasta a Kurosawa acababa de meterle todavía más mala hostia sin saberlo. Tampoco me iba a poner aquí a darle explicaciones a Hodges, se las había dado a Anna porque era Anna y el resto lo sabían porque o se comieron el show o por aproximación. No era que hiciera falta, además hasta pereza me daba si debía ser honesto, así que todo lo que hice fue encogerme de hombros sin más, y mis propias palabras me rayaron el cerebro como en el invernadero. Estoy acostumbrado. ¿A preocupar a la gente o darme de palos? Vete a saber. —Un poco tarde para el consejo. Mi comentario le sacó una risa de nada, porque de por sí era cierto que se pasaba revolviendo con los de mi año como si nada, y solté una risa por la nariz cuando dijo que era más divertido estar allí. Cuestionable por decir otra cosa, pero sí intuía que los de segundo no se marcaban tantas cagadas o al menos no tan a los cuatro vientos como nosotros. —¿Fútbol? No me gustan los deportes en equipo, si acaso llegué a jugar cuando era un crío —respondí como si nada, después de todo se me notaba en toda la cara—. Además creo que tampoco se me daba muy bien. Era más de lógica y de fuerza bruta, por rara que fuese la combinación. Estaba por cuestionarle a qué venía la pregunta cuando noté el chispazo rojo por el rabillo del ojo y se me había escapado una vez, pero dos ya no. Mantuve la atención en Hodges, así que no levanté alertas de ninguna clase, e igual se veía que incluso el radar estaba empezando a fallarle un poco, hasta que me despegué del casillero y estiré el brazo para cazarlo del cuello de la camisa y arrastrarlo con nosotros. Se revolvió como un loco un instante hasta que sus ojos encontraron la silueta de Hodges y se forzó a quedarse quieto, apartando mi mano de él con un golpe seco. —¿Qué quieres, Sonnen? —preguntó de mala gana luego de sacarse de la boca la paleta que estaba comiendo, repasando el final de la línea de casilleros como si algo se le hubiese escapado en las narices. —¿Alguna vez has jugado al fútbol, mariposita? —repetí la pregunta de Hodges solo para agarrarme de algo. —Soy malo con los deportes, no tengo fuerza, resistencia ni velocidad. ¿Qué pregunta tan rara es esa? —respondió bastante resignado ya a quedarse con nosotros, así que giró el rostro para mirar a la morena y le dedicó una sonrisa que ni en su mejor intento le alcanzó los ojos—. Buenos días, Emily. Contenido oculto co co co combo breaker perdona el medio tocho gabibi
Sonreí levemente al notar que Alethea no se había hecho nada, y que además, se le iluminaba un poco el rostro al verme. No sé, siempre se sentía bien cuando otras personas se alegraban al ver a uno. Era un sentimiento lindo. Al menos, parecía que le había caído un poco bien después de toda la drenada de energías que parecía haber impuesto en el resto del grupo tanto en el viaje a la casa de Kou como durante la escritura del trabajo. La risilla que soltó mientras le comentaba con un poco de vergüenza que no sabía como disculparme con ella me alegró un poco, también. Bueno, que se yo. Me alegraba con bastante facilidad. — Entonces sería... go-gomen —dije, mirando hacia arriba, intentando cazar el sonido con la boca.— Y el otro es... ¿zunimasen? ¿Zuminasem? No, no, no es así. Eh, espera, lo tengo en la punta de la lengua. Su-mi-ma-sen. Así, ¿no? La miré algo emocionado. El idioma todavía se me hacía un poco trabalenguas, pero al menos había aprendido algo nuevo. Así que "gomen" era para la gente con la que tenías confianza o conocías, y "suni...". No, "zumi...". No, carajo. A ver, puta madre. Iba a tener que escribirmelo. "Sumimasen". Sí, ese. Ese era para la gente grande, o el más formal. Bueno, tenía una parte del rompecabezas. Pero luego quedaba la otra. — A ver, bueno, entonces —seguí, emocionado por aprender.— Te tendría que decir "gomen" ahora. ¿GO-men? ¿O go-MEN? El segundo, ¿no? Y lo tengo que acompañar con un gesto, ¿no es así? ¿Un inclinamiento de cabeza? Eso dependía de cuan avergonzado o grave había sido la falta, ¿verdad? O sea, cuanto tenías que inclinarla me refiero. O cuan profunda es la reverencia. Pero como nos conocemos y tenemos edad similar, sería un gesto simple, ¿verdad? A pesar de que no tenía ninguna intención de tumbarte, perdón. Tengo que poner más atención por donde camino. Verás... Me callé de repente, la notar lo que estaba haciendo. Otra vez me había dejado llevar. Mierda que se me hacía difícil cerrar la boca, ¿eh? Me rasqué la nuca, y solté una sonrisa de disculpa. — Perdón, yo... Bueno, conoces esa parte de mí. Me emociono fácil. Je — miré hacia otro lado, avergonzado. Se me iba a hacer difícil mantener relaciones en este lugar con esa energía enchufada 24/7. Tenía que ver de calmarme un poco.— Oye, si no te molesta y no estás harta de escucharme, ¿quieres acompañarme hacia el curso? Caminar me ayudaría a gastar algo de energía. ¡Y puedes seguir explicándome! Si voy a vivir aquí, al menos quiero aprender cuales son las normas básicas de convivencia, antes de hacer un desastre. O sea, ya hice uno. Creo que no quieres escuchar como me enteré de que no puedes hacer ejercicio en plazas públicas. Oh, y supongo que también notaste lo horrible de mi japonés en casa de Kou. Te iba a proponer... ¿tienes ganas de alguno de estos días, quedarnos en la biblioteca, o ir a algún lugar tranquilo, o a la casa de alguno para que me ayudes a practicar un poco? También le iba a preguntar a Laila, pero te encontré a ti primero. Aunque también Bleke es otra opción, si no estás interesada o estás incómoda. La verdad... Volví a cerrar la boca, y la miré por encima del hombro, con otro brillo de disculpa en el rostro. >> Volví a hacerlo, ¿verdad? Bueno, ¿vamos? —la invité, con una sonrisa tímida, y apuntando hacia las escaleras.
De nuevo, no quise seguir picándole con el tema de las peleas y el hecho de preocupar a los demás porque para nada me correspondía y seguro ya se lo habían dicho un par de veces, pero aun así lo pensé. ¿Un poco tarde para el consejo? Qué estupidez, nunca era tarde para nada, y mucho menos para algo como eso; solo tenías que tener la fuerza de voluntad para hacerlo. Al menos mi comentario sobre los de tercero pareció hacerle algo de gracia y eso acabó ensanchándome un poquito más la sonrisa, ¡eso era todo un logro! Luego escuché su respuesta con toda la atención del mundo, asintiendo de vez en cuando según iba hablando y con una expresión de total concentración en el rostro. Me llevé la mano a la barbilla y fruncí ligeramente el ceño, toda pensativa como si fuese una detective privada o algo, dándole vueltas a su respuesta. De alguna extraña manera tenía todo el sentido del mundo lo que estaba diciendo, y eso que yo tampoco lo conocía lo suficiente como para encajarlo en un grupo específico de gente. Cuestión de que estuve concentrada y todo, pero aun así fui capaz de ver al moreno arrastrándose al pobre Cayden junto a nosotros y obviamente me cayó encima una ola de preocupación que no pude disimular demasiado bien. Dudaba que Altan le fuese a hacer daño específicamente, pero Cay se veía tan delgadito que, no sé, igual le daba uno un poco más fuerte y le dejaba un moretón aun sin querer. No pareció ser el caso, por suerte, solo noté la típica molesta que parecía sentir cada vez que alguien se le acercaba demasiado o algo por el estilo y pues no le di más vueltas. Suavicé la expresión cuando comenzaron a hablar con más tranquilidad y recibí la sonrisa de Cayden reflejando con una mía de la mejor manera que pude, aun cuando no dejaba de sentir esa culpa palpitante por todo el cuerpo al verle el rostro. —Buenos días, senpai~ —saludé, con una inclinación de cabeza leve, y luego intercalé un par de miradas entre ambos antes de volver a hablar—. Lo de la pregunta es culpa mía, que justo se la he hecho a Sonnen-senpai. Es que el otro día me di cuenta que conocía a tanta gente en tercero que hasta podría hacer un equipo de fútbol. Annie y yo dijimos que Sonnen-senpai iría en la ofensiva y Dunn-senpai en la defensiva. Me quedé un rato en silencio y apenas después adopté una sonrisa un poco más divertida, encogiéndome de hombros. >>Tranquilos, hipotéticamente jugaríais muy bien~ Contenido oculto meanwhile gabi, too happy bc husbandos a jack me lo arrastro que me agobia más de una persona por post (?)
Poco sabía yo que la otra estaba juzgando mi respuesta como una estupidez, que tampoco era que le faltara razón, pero seguro de haberlo externalizado le habría soltado en toda la puta cara el pollo entero para que me dijera qué le parecía más estúpido y nos montáramos una sesión de apuestas con la mariposita aquí presente o qué sé yo. Igual bendita fuese la habilidad de esta chica de hablar con cualquier diablo como si fuera lo más normal del mundo, porque con todo no estaba tenso ni nada y la conversación se dejaba llevar. Ver que su comentario había logrado quitarme un poco la cara de póker pareció servirle de mini logro personal o algo del rollo, porque amplió la sonrisa y ya que estaba entendí por qué esta cría había conseguido llevarse tan bien con Anna en cosa de días. Ya no era solo que tuviera el mismo poder de Jez de sosegar a casi cualquier desgraciado, también era más vivaz, apenas lo suficiente para parecerse más a Anna de lo que uno pudiese pensar de primera entrada. Me escuchó con una atención que casi rozó lo ridículo, por un segundo me forcé a preguntarme si de verdad la jodida no se estaría pensando armar un equipo de fútbol. Hasta se había puesto en modo detective, sopesando la respuesta como si tuviese algo realmente importante cuando era mi versión de una respuesta de cajón. En fin, con la movida de arrastrarme a Dunn se veía que casi los había matado del susto a los dos, al otro porque lo ponía malo que lo tocaran y llevaba ya varios días harto de mi puta cara, a la otra porque seguro pensó que un movimiento en falso y desarmaba a este palito de dientes. Aún así la fuerza la calculé para no hacerme daño yo mismo en la costilla y tampoco ir a lastimar al mocoso. No le puse mucha atención luego de eso, pero casi pude jurar que cargaba encima cierta peste a hierba. Cayden alzó las cejas al escuchar la explicación de Emily respecto a la pregunta, llevándose la paleta de nuevo a la boca y un rato después de que la chica terminara de hablar hizo el dulce a un lado con la lengua para poder responder. —Mejor déjame en la banca —dijo casi como una queja y soltó el aire por la nariz—. No no no, ya sé, puedo ser el aguador. Sería el aguador perfecto, te lo juro. Joder con el crío y eso que quería todos los putos reflectores. Ni siquiera podía admitir que era la pieza perfecta para una defensa. —¿Y Akaisa, Hodges? —pregunté porque me salió de los cojones y Dunn disimuló la risa volteando el rostro para toser como si se le hubiese atorado algo de repente. Estiré la mano para darle un golpe en el brazo, cosa de nada, y aflojó la risa tonta. Al menos parecía haberse relajado, no sé, dos segundos. —Sonnen, ¿a ti nadie te enseñó a ser discreto? El burro hablando de orejas.
El fin de semana, al menos, había marchado bien. Básicamente pasé el tiempo con los niños como solía hacer cuando tenía ratos libres. Horneábamos algo, sacábamos a pasear a Betty, jugábamos algo sencillo o nos echábamos en el sofá todos enredados a ver lo que estuvieran dando por la tele. El sábado a la mañana los llevé a visitar a papá y a granny, que ya había despertado, y el viaje de regreso lo dedicamos única y exclusivamente para decidir qué cenar. No hubo ni un solo peso en mi corazón. En teoría, en estos días a Nana le darían el alta y ya podrían regresar a casa, cosa que igual ansiaba porque llevaba demasiados días sin aparecerme en el café y comenzaba a preocuparme. De la forma que fuera, ese día estaba tan feo que agradecí tener el coche para movilizarme. Abrí el paraguas únicamente para atravesar el patio frontal y ya en los casilleros lo sacudí un poco, dejándolo a un costado de la puerta, en los recipientes para ello. De un momento al otro distinguí un chispazo oscuro y vi que Joey había llegado también, ni idea si no me vio o qué, el caso es que pasó de mí y me maldije mentalmente por haber dudado. Parecía tan agitado por la lluvia que podría haber sido una buena oportunidad. —Disculpa, ¿me permites? Una voz suave se alzó a mi lado y volví el rostro, topando con un muchacho que no tenía de nada. Su cabello celeste lucía de lo más suavecito y di un respingo, haciéndome a un lado. Ah, venga, me había enfrascado tanto en lo que estaba pensando que le bloqueé su casillero sin darme cuenta. El chico me sonrió con calma, disponiendo de sus zapatos, y yo me limité a ver cómo Joey se iba. Bueno, tendría otras oportunidades. Contenido oculto tiré dado pa ver si le robaba el móvil y la pelotuda falló por tres míseros números (? y bueno, ya que estoy, dejo a Kohaku y Sasha al servicio de la comunidah uwu/
Había amanecido con un día ciertamente deplorable. Quizás no fuese el mejor comienzo de curso, mucho menos teniendo en cuenta que se incorporaba unos días tarde. Llovía copiosamente y de vez en cuando cruzaba el cielo un destello de luz repentino. Pero no era como si alguien como Shizuku Yoshino tuviese problemas para evitar los pormenores del tiempo. La limusina se había detenido en la puerta haciendo alarde de la más exacta puntualidad nipona. Para alguien como Yoshino, la puntualidad era muy importante. Demostraba responsabilidad y autodisciplina. —Hemos llegado Yoshino-sama. —Gracias por el paseo Sugimoto-san. Su voz, suave y calma, llevó consigo cierta simpatía impresa. No fingía ni tenía que esforzarse en agradecer por nada. Kenji Sugimoto llevaba tanto tiempo al servicio de los Yoshino como chófer que bien podría ser parte de la familia. Shizuku abrió la puerta del auto y posteriormrnte el paraguas y se encaminó hasta la puerta del centro. La lluvia golpeaba con insistencia pero el rostro de Shizuku, delicado como el de una muñeca de porcelana, no daba muestras de sentir molestia. De hecho se la veía tranquila. Tenía referencias excepcionales sobre la academia Sakura y eso era en definitiva lo que le interesaba de su mudanza a Tokio. La productividad y rectitud que el Sakura Gakkuen hacía alarde de inculcar a sus alumnos. Contenido oculto Acá quitándome el óxido de encima (?) Dios, ha pasado tanto tiempo desde la última vez que posteé en Gakkou que estoy hasta nerviosa aaaa
Eso de las revisiones periódicas me solían fastidiar un poco, sin embargo me mantenía con la sonrisa floja para reducir la tensión de mi madre, y por ahí derecho la de mi hermana, como si temiesen que en cualquier momento me dieran el positivo sobre la misma enfermedad congénita de la vista, aunque por anterioriores osteópatas se hubiese descartado, al no haber presentado ningún sintoma ni mucho menos. Porque aunque fuese portador podía no desarrollarlo. Quizás debía re-plantearme eso de querer tener un hijo luego de la universidad, quizá con dieciocho años me estaba preocupando antes de tiempo. —Puedo esperar a Violet en la entrada, no tengo prisa. Mi madre me miró por el espejo retrovisor con su sonrisa calma de costumbre. —Si se entera que la mantienes cuidando como si ella no pudiese cuidar de sí misma se molestará, y sabes lo terca que es. Me sonreí entonces con una cuota de soberbia, bajandome con la mochila al hombro para darle un vistazo leve al frente del instituto. Hacía varios días que no asistiamos, así que debíamos ponernos al día y eso, ni modo. Cerré la puerta del auto despidiéndome con un "te veo luego". Estaba haciendo algo de frío, aunque bien por mi país de nacimiento no lo veía problemático pese a tener el cabello húmedo, pero de seguro necesitaríamos un paraguas de regreso a casa, a ver cómo nos resolvíamos entre los dos. Me coloqué la capucha de la chaqueta negra que traía encima, encaminándome en lo que sacaba los audifonos del bolsillo, desenredándolos. Un poco perdido entre los pensamientos sobre mi hermana, y el nudo que se hizo en los auriculares me entretuve lo suficiente como para no prestar atención enfrente, haciéndome llevarme por encima un paraguas que a lo que me di cuenta se había enganchado en mi mochila, más bien, en uno de los llaveros con uno de los arcos de las barillas. —A ver si cierras el paraguas al entrar~
Era un centro imponente, de eso no tenía dudas. Con múltiples edificios y amplias zonas verdes. Era el tipo de lugares que le recordaban a Kobe, en Hyogo, y al mismo tiempo era diametralmente opuesto. Su anterior escuela había sido un institutuo privado solo para mujeres así que quizás, y solo quizás, se sintiese un poco perdida en una escuela mixta. Su primer encuentro con un alumno no fue lo que se diría adecuado. De hecho había estado a punto de llevárselo por delante. Se trataba de un joven alto, de ojos vibrantes y con un cabello sorprendentemente similar al suyo. Por todos los dioses. Su expresión aparentemente imperturbable mutó ligeramente a una de cierta consternación. No estaba acostumbrada a cometer errores de esa forma. —Lo lamento—se disculpó—. Lo estaba cerrando cuando tú decidiste entrar. Me disculpo en cualquier caso por importunarte. Con un movimiento simple separó la varilla del paraguas del llavero en su mochila y dejó el mismo en el lugar habituado para ello. —Tus auriculares—mencionó y giró sobre sus talones. Su largo cabello plateado acompañó el gesto con fluidez, como un suave manto—. ¿Están permitidos en el centro?
No era como si yo pudiese pasar desapercibida en un país como Japón, eso era algo que había notado nada más poner un pie aquí, y tampoco era como si nunca hubiese intentando pasar desapercibida, a decir verdad. Así y todo, a veces me superaba, y definitivamente llevar gafas de sol un día de tormenta me había hecho recibir un par de miradas curiosas en mi camino. Pero es que, joder, no me había dado tiempo a maquillarme antes de salir de casa, si acaso me tomé la pastilla porque la abuela me la dejó en la mesilla de la entrada. Ni siquiera sabía para qué venía a clase, con el tiempo este de mierda con el que habíamos amanecido. Gruñí, dejando caer la frente contra el casillero, y ya después de un buen rato decidí abrirlo para tirar el paraguas en su interior, después de sacudirlo un poco y todo el rollo. Porque mira, ni loca lo dejaba yo ahí en la entrada para que algún imbécil se lo llevase sin querer o algo, que después de la cena del otro día y alguna que otra compra de alcohol que hice para suplir mis reservas, me había quedado sin mucho dinero para los próximos días. —Fucking hell —murmuré, rebuscando entre las cosas del casillero hasta dar con la hierba y guardármela en el uniforme por completo. Encima no iba a poder salir a la azotea a fumar, ¿verdad? Vaya asco de lunes, por algo los odiaba. Contenido oculto ¿Dejaré algún día de postear con ali como si me fuese la vida en ello? nO
Había sido un muy mal día para salir de mi casa dormido. Y mira que mi madre me había insistido. Pero no, ¿qué me iba a hacer un poquito de lluvia? Había sido tan iluso. Al menos vivía cerca de casa, pero me había empapado. Tan solo esperaba que de vuelta no siguiera lloviendo esa maldita catarata que parecía caer del cielo. ¿Quién lo había lastimado tanto, que se había dedicado a llorarme encima como si le hubieran destrozado el corazón en pedacitos? Quería tener unas palabras con ese alguien. No era decente mojar a un pobre muchacho lisiado tanto. Me sacudí el agua como pude mientras entraba al instituto, meneándome casi como un perro. Esperaba no haber mojado a mucha gente a mi lado, pero estaba demasiado empapado como para pensar bien. Por suerte la chaqueta había amortiguado la mayor cantidad de gotas. Ir con la camisa transparentada a clases no me apetecía mucho. Hice memoria, intentando recordar si había dejado ropa de repuesto en mi casillero. En un principio, ¿por qué hubiera dejado ropa de repuesto? Maldición, encima este era mi único uniforme. Mis padres me iban a matar. Me dirigí hacia mi casillero, deseando que por algún milagro, ropas nuevas se materializaran allí dentro. Chasqueé con la lengua en cuanto vi que no, allí no había nada. Solté un bufido. Iba a tener que contentarme con andar con la ropa húmeda durante el resto del día. Maldita incomodidad. Encima la pierna me había empezado a doler. Suspiré, intentando calmarme. Bueno, al menos no todo estaba perdido. Podía ir al baño a secarme, o incluso, si ponía demasiadas esperanzas sobre la mesa, la escuela tendría un par de uniformes de repuesto. O incluso alguien, no sé. O podría pedir un secador de pelo prestado... ¿Alguien de acá traería un secador de pelo a la escuela? O sea, era doble escolaridad, pero... Ya ni sabía que estaba pensando. Bueno, lo mejor sería ir al baño. Me estaba cambiando los zapatos en cuanto escuché una voz conocida. Me asomé por encima y pude notar a Alisha, con cara de que odiaba su vida. Suponía que eran las pocas ganas de venir al colegio un lunes y con este clima. Se me iluminó el rostro. Quizás... quizás mi idea del secador de pelo no fuera tan disparatada. Tan. — ¡Hey, Ali! —la llamé, dirigiéndome hacia ella, sonriendo.— Estoy en un predicamento y puede que necesite tu ayuda. Ah, ¿y cómo estás? Contenido oculto Tomá, ¿lo querías? Aquí está.
En cuanto descendí la mirada noté que la afortunada a la que casi le daño el paraguas era una chica, con un cabello que rayaba en lo plata, orbes azules por ahí derecho, y la tez blanca de porcelana. Elevé la cejas en lo que luego de la disculpa turnó la culpa hacia mi persona, restándole importancia después. Un poco de gracia si me causó pero no dejé que surgiera porque bueno, no se veía con vibras raras ni mucho menos, más bien dóciles. —No pasa nada, al menos tu paraguas y mi llavero están a salvo. No fuese que me tocase sacar dinero para pagarlo, que eso si sería inoportuno cuando aún no conseguía un trabajo de medio tiempo. La pregunta me hizo ladear ligeramente la cabeza con un tinte entretenido. Bueno, no es como sino supiese que en realidad los auriculares no se permitían en los espacios acádemicos, pero para jugar un poco y tantear la credulidad de esta chica por ahí derecho. —Quién sabe~ —me los guardé de regreso en el bolsillo del pantalón, como si pensase en el proceso sobre su pregunta, pestañeando con parsimonia en lo que volvía mis ojos a los suyos—. Aunque ahora que lo pienso recuerdo que sí, están permitidos, ¿no sabías?
Podría haber enarcado una ceja con evidente escepticismo pero su expresión se mantuvo serena, sus ojos fijos en él, y su voz, calma, ligera como una agradable lluvia de verano. No era una voz átona ni motótona en sí misma simplemente era calma, modulada, como si nada pudiese perturbarla. Soltó el aire por la nariz y sonó como una especie de risa sin gracia. ¿La estaba tomando por tonta quizás? ¿Hasta donde pensaba que llegaba la ingenuidad de la sangre nueva? Conocía las reglas. Su vida estaba regida por ellas de forma estricta. —Tengo entendido que no suelen permitirse aparatos electrónicos en los centros educativos—respondió—. Aunque algunos son más flexibles con esta regla, no pensé que el Sakura Gakkuen sería uno de ellos. En una sociedad tan tecnológica como la nuestra nunca se sabe. Guardó silencio durante unos segundos sin apartar los ojos de aquel curioso muchacho, atenta, como si estuviera evaluándolo en su mente. Como si estuviese decidiendo si merecía la pena perder con él o no su valioso tiempo. ¿Alguien que la tomaba por estúpida? No parecía una compañía muy grata. Pero no perdía nada por hablar un poco más. Había algo en aquellos ojos fríos que le causaba curiosidad. Mera curiosidad científica. —Mi nombre es Yoshino Shizuku—se presentó finalmente—. Y como imagino habrás supuesto, este es mi primer día aquí.