Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Era muy probable que por mucho me empeñara en imaginarlo, difícilmente alcanzara a asimilar la realidad de lo que implicaba permitir que la oscuridad te engullera, rellenara los huecos y lo tiñera todo de negro. Sería muy similar a un niño pretendiendo describir la vida adulta, suponía. El problema venía, quizá, cuando la vida era una mierda y ocurrían esas precisas disonancias. Cuando un crío decidía salir a robar para llevar el pan a casa o cuando lo obligaban a hacerlo, ya fueran los padres, los pares o el sistema negligente que los abandonaba. Cuando había demasiadas bocas que alimentar, cuando habías nacido en el agujero equivocado del mundo o cuando la muerte llegaba demasiado rápido, demasiado de repente, y los cimientos tambaleaban.

    Quizá no tuviera idea lo que era vivir en las sombras, pero seguía siendo una niña capaz de describir la vida adulta.

    No conocía mis límites, ¿quién lo hacía, siendo francos? Muchas veces nos llenábamos la boca hablando de suposiciones cuando no debíamos preocuparnos por la larga, larga lista de las mierdas aseguradas. Cuando había un techo sobre tu cabeza, comida a la mesa e ingresos mensuales estables. Cuando no habías topado con el frío de la muerte, cuando nadie te había abandonado. A veces era fácil minimizar la gravedad de las cosas y decir "yo nunca", y a veces no lo era.

    Había querido ignorarlo o convencerme de que no importaba, pero la tensión que Honeyguide le provocaba a Maze incluso desde la partida de beer pong me preocupó un poco. Entendía que una reacción medianamente normal sería rehuir de cualquier tío con tatuajes y cara de gangster, si igual yo estaba siendo medio estúpida al charlar como si nada, pero lo de Maze no parecía un mero preconcepto, la mera advertencia de tus viejos pidiéndote que no te acerques a cualquiera con pintas de criminal. Era otra cosa, era más real y de un momento al otro se me ocurrió que quizás acabara lastimándolo si lo instaba a quedarse allí, así como parecía haber pinchado en el lugar incorrecto al pedirle que me buscara en vez de almorzar solo.

    Sólo sentía más y más que no tenía idea cómo tratarlo, qué decir o no decir.

    Como si todo, pese a su aparente indiferencia y liviandad, fuera un campo minado.

    Aún así, no quería alejarme. Que me cortaran un brazo o algo, pero su puta madre iba a retirarse. Vete a saber si estaba siendo una obstinada del demonio o si simplemente me aterraba volver a quedarme sola, pero creía estar dispuesta a seguir tanteando el terreno sin importar cuántas bombas activara. Y si se tenía que ir al carajo, que se fuera, pero no sería por no haberlo intentado. Al final del día siempre era esa testaruda, ¿verdad? Me echaba las causas a la espalda, las convertía en mi estandarte y luchaba por ellas como si me hubieran metido la mierda entre ceja y ceja. No sabía ceder, no sabía delegar y al final de día acababa exhausta.

    Iba a ser mi propia perdición o algo, qué sé yo.

    Sure, babe, pásate por mi aula y ahí decidimos.

    De repente la tontería que se me había ocurrido ayer en la noche recobró su fuerza, aún me quedaba el resto de la mañana para analizarlo pero lo visto, difícilmente me echara atrás. Su agradecimiento me agarró algo desprevenida, detallé la calma de su sonrisa y, no lo sé, por un segundo sentí que me subió la sangre a las mejillas y todo. Probablemente haya sido una cosa de nada, pero sí me puso un poquitín nerviosa y sacudí la cabeza, sonriéndole en reflejo. Algo de cabello acabó encima de mis hombros.

    —No fue nada, cielo, de verdad.

    Y encima no le había dejado las galletas en el casillero, quería que me tragara la puta tierra. Bueno, ya podría resarcirme durante el almuerzo, ¿verdad? Que entre la vergüenza del agradecimiento no me daba la compostura para quitar las galletas ahí, frente a todo Dios, y obsequiárselas en mano.

    Desviar la atención a Honeyguide fue, de paso, un manotazo de ahogado para disimular la sensación de que todos me estaban mirando, que me había puesto como un tomate o algo, y atendí al intercambio de los muchachos. Alcé las cejas en cuanto Maze me preguntó si no sabía el nombre del rubio, y apenas Honeyguide abrió la boca lo miré casi con pánico.

    —¡No! —exclamé, apremiante, y me tapé las orejas con ambas manos. No, si de repente era una niña. Miré al rubio como si pretendiera regañarlo y hablé, oí mi propia voz totalmente amortiguada—. ¡Dilo bajito, eh! ¡No quiero saber!

    ¿Por qué no quería saber? Qué sé yo, así era más divertido. Total que vi sus labios moverse pero no entendí nada, y por precaución aguardé a que Maze dijera lo que sea que dijo. Mejor, porque había intentado atinar a los kanjis y, para mi desgracia en ese momento, era muy buena en japonés.

    Intercambié la mirada entre ambos con extrema precaución, deslizando las manos por encima de mi cabello hasta engancharlas en mi nuca, y me enfoqué en la pregunta que me hizo Honeyguide. ¿Que si se tendría que cuidar las manos? Bueno, al parecer habíamos regresado a la tontería. Me sabía mal dejar a Maze fuera, de modo que le alcancé el móvil desbloqueado con las fotos abiertas por si quería verlas.

    —Estábamos hablando del castigo de la fiesta, esas son las cosas que conseguí sin que me pescaran —le expliqué rápido, y luego regresé mi atención al rubio—. Quizás, no lo sé, tú dirás~

    ¿Le había devuelto la jugada por amor al arte? Claro que sí. La mano que había dejado en mi nuca se hundió entre las hebras y simplemente observé el movimiento del cabello al caer por su propio peso a medida que extendía el brazo. Un poco me estaba haciendo la interesante, a quién iba a engañar, pero digamos que sentía haber recibido el espacio para darme el pequeño lujo estúpido.

    Curvé los labios en una pequeña sonrisa al quedar mi mano libre de cabello y alcé la vista al chico, regresando el brazo a mi espacio.

    —Así que, ¿un poco de hierba y una billetera sin un duro? Tendré que reconsiderar el riesgo si no tienes nada más interesante que ofrecer, cariño~

    pedazo de tochazo im so sorry

    sa-chan decídete, o te zorreas al rubio o mimas al pelirrojo, U CANT DO BOTH
    sa-chan, in the back: u sure about that?
    Morgan.png

    Me hizo un poco de gracia la confusión inicial de la chica, que no era para menos. Entre lo ambiguo que había soltado el comentario y su aparente sueño, las neuronas debían haberle tardado lo suyo en conectar. Ensanché apenas la eterna sonrisa al recibir sus ojos, eran de un cuarzo rosado de lo más bonito, se me antojaba cristalino y todo. El tono de su queja se me asimiló al de una niña y el mohín sólo contribuyó a la sensación.

    Aguardé en silencio, repasé sus facciones ya que estaba, y al recibir su atención de lleno le devolví el gesto entornando apenas la mirada.

    —Oye, ¿y si los denunciamos? Ya sabes, pura extorsión, y a cambio nos suben las notas o algo.

    Vete a saber si era una idea prudente soltar cosas así a alguien que no conocías de nada, jamás me había preocupado por esos detalles. Giré el cuerpo también en su dirección, la oí presentarse y ladeé apenas la cabeza. La tontería que me había clavado con Zeldryck acudió a mi mente, eso de estirarle la mano como si fuera una puta reina, pero igual tenía mis límites y no había razones de peso para jugar con esta niña. Le alcancé la mano, por ende, pero sólo para estrecharla. Fue un movimiento lento, fluido, y me permití un segundo antes de contestar.

    —Morgan O'Connor, linda, un gusto~ ¿Cómo te llaman usualmente? Quizá... —Alcé la vista al techo y le sonreí con una ligera chispa de diversión al alzar el índice junto a mi rostro—. ¿Yume-chan~?
     
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    Zireael

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    Me di cuenta tarde, porque no era ningún genio ni veía los hilos con la facilidad de otros, que este idiota era como un globo de helio y de repente lo único que lo mantenía anclado a la tierra, lo único que lo sujetaba de una cuerda delgadísima, era esta chica. Ni idea de si era consciente de ello o no, si se habría atado a ella a voluntad, sin darse cuenta o solo se había dejado agarrar en vez de seguir y seguir flotando hacia ninguna parte.

    De cualquier manera, el caso era que se trataba de su cable, un diminuto punto de estabilidad y quizás a la vez un punto de inflexión. Si se quedaba allí, aguantando la tensión que mi sola existencia le lanzaba encima, era por Sasha y ya, porque se notaba a leguas que este escapaba como un hijo de puta a la mínima señal de peligro. Se habría llevado sus palizas, pero le habían servido para aprender cuándo quedarse o salir pitando.

    El agradecimiento de la pelirroja incluso pareció aliviarle algo de la tensión que tenía en el cuerpo y si notó el ligerísimo bochorno que le cayó encima a la otra pasó de él como un campeón, obviamente yo hice lo mismo, que era un insufrible pero también conocía de límites de vez en cuando. Toda la reacción de la chica al asunto de mi nombre pareció tomarnos fuera de base a los dos, alzamos las cejas y luego de todo el intercambio tuve que aguantarme la risa, no sé, me había parecido de lo más cómico.

    —¡Ahora tengo un secreto del gobierno conmigo! —exclamó el chico con un aire medio teatral—. Ah, ¿qué haré con esta información?

    —¿Venderla? —solté sin pensar mientras escarbaba otra vez por los dulces en el bolsillo.

    Total que él se distrajo cuando Pierce le alcanzó el móvil, se puso a revisar las fotos de las cosas que había tomado y abrió bastante los ojos en una, asumía que la del collar porque no había que ser un ingeniero de la NASA para saber que eso debió haber sido toda una misión. Estaba llevándome otro par de moneditas de dulce a la boca cuando escuché lo otro que dijo la chica y la sonrisa de genuina diversión me regresó a la boca. Aplasté las golosinas contra el cielo de la boca e intercambié el peso de un pie al otro.

    Ni que fuese yo tan imbécil para quejarme de tener que vigilarle las manos a una señorita.

    —Sash, al menos dime que te comiste una menta, si no comenzaré a cuestionarme tu capacidad para divertirte —comentó el chico regresándole el móvil.

    Total que vi que no solo yo, sino el cabrón con complejo de globo de helio aquí presente, seguíamos el movimiento de su cabello al caer como un par de idiotas y estuve a nada de soltar la risa.

    —Lamento decirte que no tengo nada más que ofrecer, linda. Una lástima~
     
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    Bruno TDF

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    Entré a la Academia con la carita cansada y un pañuelo sobre la nariz, con Verito escondido entre los cabellos que caían como una lacia cascada sobre mis hombros. Era una técnica que descubrimos durante mi gripe. Debido a que tenía que hacer reposo y sólo levantarme para las cosas esenciales, como comer e ir al baño, el gorrión en ningún momento se alejaba de mí y se quedaba en mi hombro, pegado a mi cuello para darle calor a mi garganta maltrecha. Así fue como una mañana, el cepillarme los dientes, me di cuenta de que podía mantenerse oculto ahí, sus plumas blancas se camuflaban a la perfección en mi pelo. Así era más cómodo para ambos, no haríamos malabares para que se metiera en la mochila, y además tenía la seguridad de que estaba siempre conmigo, sin que le pasara nada.

    —Lo que menos me gusta de estar enferma es no poder entrenar —me lamentaba al entrar a la Academia, con la voz un poco nasal—. Y todavía no me anoté a ningún club.

    Satoko ya me había dicho los nombres de las personas con las que tenía que hablar, pero no recordaba a cuál clase iban. En esto pensaba mientras guardaba las pertenencias personales en mi casillero, cuando noté en las cercanías uno de esos tableros de anuncios con papeles coloridos. Notarlos me hizo barajar la chance de que allí hubiera un cartel relativo al club de esgrima, por lo que con unos libros en mano, el pañuelo en la otra y el pajarito en el hombro, me acerqué a leer.

    Al cabo de unos segundos, sentí que mi resfrío se curaba de golpe ante lo que veía. Mis ojos brillaron de emoción mientras exclamaba:

    —¡Whoa! ¡¿Un club de kickboxing?!
     
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    Amane

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    Solté una risa baja al escuchar su propuesta, quedándome un rato con la vista clavada en sus ojos antes de encogerme de hombros y suavizar un poco la intensidad con la que la había mirado. A ver, ¿quién en su sano juicio se ponía a hablar de denunciar a la escuela con una completa desconocida? Podía ser más o menos broma, pero no dejaba de ser casi surrealista y, mira, la chica había conseguido despertar mi interés solo con eso.

    —Venga, parece más entretenido que estudiar para tener buenas notas, al menos~

    Seguí después el movimiento de su mano y no tardé en extender el brazo para corresponderle al gesto, dándole un apretón suave mientras le dedicaba una sonrisa deslumbrante. Me hizo algo de gracia porque, no sé, era un gesto un poco frío al que no estaba acostumbrada y no lo hubiese esperado de buenas a primeras, aunque tampoco era como para quejarse ni nada.

    >>¿Yume-chan? ¡Ese no me lo habían dicho aún! Así que te cedo la exclusiva, Morgana~

    Si de apodos hablábamos, pues ahí iba el que me había sacado de la manga. El nombre de Morgan me lanzó un chispazo a un personaje de un videojuego que se llamaba así, Morgana, que además era un gato y la muchacha esta tenía un aspecto bastante felino si te parabas a pensarlo así que... ¡servía! Era un poco difícil hacer un diminutivo con su nombre o apellido, pero seguramente seguiría pensando hasta dar con algo que me resultase satisfactorio.

    >>Y... ¿vas a tercer por algún casual? Podríamos subir juntas si es el caso~
     
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    Hygge

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    Bellamy Dubois

    Podía notar al vuelo a qué clase de persona se asemejaba aquel chico, al menos en apariencia. El color de su aura. Brillaba como si contemplase de cerca el lienzo azul de la mañana, su reflejo limpio en el agua. Era cristalino, desinteresado, fluía como un arroyo en calma. Podía contar con los dedos de las manos la cantidad de veces que había dado con gente así, tras atravesar las apariencias y contemplar de cerca el verdadero color que ocultaban muchas otras.

    Asentí, conforme con su propuesta de acompañarme a clase, y me erguí de vuelta, echando un vistazo general a los casilleros. Me preguntaba qué tan en lo cierto estaría y si llegaría a conocer la respuesta.

    Solo el tiempo lo diría.

    —He escrito canciones sobre sandwiches, me temo que nada podrá superar eso. Es el cúlmen de mi carrera artística —Me ajuste la correa de la funda y comencé a caminar hacia las escaleras, siguiendo sus indicaciones de cerca—. Pero descuida. Si logras que ambos lleguemos a clase (te advierto que suelo distraerme fácil), compondré una canción en tu honor.

    Me llevé las manos a los bolsillos, girando el rostro hacia él. La trenza imitó mi movimiento, cosquilleando apenas mi mejilla.

    >>Y dime, ¿qué tal la cafetería? ¿Tienen menú para veganos? —Usualmente la gente preguntaría por la sala de profesores o la ubicación de aulas especiales, ¿pero dónde estaba la gracia de encontrarlo uno mismo deambulando por ahí?—. Oh, ¿y los clubes? ¿Estás en alguno, Zold?

    Puedes arrastrártelo a las plantas altas si tienes tiempo <3
     
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  6.  
    Gigi Blanche

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    Para algunas cosas era bastante tonta, quizá, podía notar cuando alguien se relajaba en mi presencia, cuando disfrutaban de mi compañía y ese tipo de cosas, a la inversa lo mismo, pero el material ya más profundo se me escapaba. Quizá fuera mi miedo a encariñarme, a dejar a las personas entrar, que me empeñaba en negar cómo mis palabras o acciones pudieran repercutir en los demás. Me involucraba con mucha gente y me desviaba del camino sin problema si eso significaba asistir a quien fuera, pecaba de amable o abnegada a secas dependiendo la situación, y aún así iba a mi bola. Quizá se disimulara con una facilidad estúpida debajo de mis atenciones y mi personalidad aparentemente cálida, pero al final del día no acababa pensando en nadie, incluso los niños se desdibujaban.

    Sólo lo que debía hacer y ya.

    La reacción de Maze a mi tontería me resultó tan tierna que solté una risa limpia, y así como en el almuerzo con Sakuya me contuve de alcanzarle las mejillas o algo porque había más gente presente. Honeyguide sugirió vender la información y me encogí de hombros, divertida.

    —Eh, yo probablemente la compraría, lástima que tampoco tenga un duro. Tendrás que buscar clientela en otra parte, Mason.

    Luego le dejé mi móvil y de reojo fui siguiendo sus reacciones, justo como había hecho antes con el rubio. A ver, seguía siendo poco moral pero aún así me interesaba la opinión de los demás, qué sé yo, en mi búsqueda del éxito personal o algo. No que fuera lo más importante de mi vida, pero la aprobación ajena importaba y eso nadie me lo negaría.

    —¡Claro que sí! —afirmé, fingiendo indignación, y lo señalé con el móvil—. I can be funny too, you know.

    Al final se me había colado en la voz el reproche de una niña pequeña y obviamente fruncí los labios sin darle mucha relevancia o advertirlo del todo. No duró mucho, como le ocurría siempre a mis mini berrinches, y fui consciente de que ambos habían seguido el movimiento de mi cabello. Nada que hacerle, esas estupideces me causaban una satisfacción que siquiera me molestaba en cuestionar. De tanto en tanto me gustaba llamar la atención de ciertas personas así no la buscara a pulso, era parte de mi personalidad, quizá.

    Me encogí de hombros a la respuesta de Honeyguide, desinflándome los pulmones, y alterné la mirada entre ambos con bastante tranquilidad.

    —Me hace algo de gracia que acabáramos juntando en la escuela también, sólo falta la rubia tan bonita que hizo equipo contigo, Honey. —De repente recordé algo, fue una imagen fugaz que la borrachera me había suprimido por completo y volví a señalar a Maze con el móvil, arqueando las cejas—. ¡Ah! ¡Y tú la besaste!

    Lo solté sin pensar, si no parecería emocionada como una niña y todo por haberlo recordado. Había sido por la papeleta de la urna, ¿verdad? El castigo. No sabía exactamente cómo había sido, pero sí que había derivado en eso. Ah, y por eso el otro me había besado en la mejilla, ¿no?

    —Aunque se veía más pequeña que nosotros —reflexioné al aire, revisando los alrededores, y luego me volví hacia los chicos—. Bueno, deberíamos ir subiendo, ¿verdad?


    Morgan.png

    Vete a saber si había decidido reaccionar a mi comentario con algo políticamente correcto o si de veras le había resultado entretenido, no era algo que me quitara el sueño. Me contenté con su aparente naturalidad, siendo que al final del día nunca teníamos certeza de lo que la gente pensaba o sentía, sólo de lo que hacía.

    —Cualquier cosa es más entretenida que sacar buenas notas, ¿no? Pero bueno, nobleza obliga.

    Aceptó mi mano sin mayor problema, el gesto debía resultar extraño en Japón pero ella se amoldó con suma facilidad a la situación. Recibí su mano, la envolví suavemente y al retirarme deslicé la yema de los dedos por su piel pues porque sí. Mantuve la calma al oír su apodo, si acaso arqueé las cejas y solté una breve risa nasal. ¿Morgana? ¿La hermana de Arturo? Esa hechicera que siempre era oscura y malvada en las pelis. Venga, si no me gustaría la asociación y todo.

    Ensanché la sonrisa, como dándole mi aprobación, y tampoco me molesté en disimular la satisfacción.

    —Día de apodos, entonces. Tampoco me habían dicho Morgana nunca.

    Me contuve las ganas de replicarle que qué haría cambiándome los zapatos en la línea de tercero si fuera de otro año, pero me apetecía en mayor medida seguir conversando con una chica tan bonita, así fuera un poquito lenta~ Asentí, calmada, y deslicé los dedos sobre su hombro al rebasarla, indicándole que se girara para caminar conmigo.

    —Me encantaría~ —murmuré, sedosa, y por la pura gracia dejé caer la mano sobre el largo de su brazo hasta regresarla a mi espacio—. ¿A qué clase vas, linda? No te había visto antes.


    Morgan quieres dejar de tocar a la gente que no conoces ffs

    Morgan: ño
     
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  7.  
    Zireael

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    A ver, mi plan nunca había sido tener que acercarme tanto a este cabrón con pintas de gang boy incluso si sabía que el idiota no me haría nada, no estaba en su personalidad, pero su figura se fundía con la de otros de la misma calaña que me habían soltado una buena paliza en algún momento de mi adolescencia por las estupideces que me marcaba. Habían sido un par de veces, antes de que se me afinaran los sentidos, pero habían bastado para que estos hijos de puta me metieran una tensión de lo más jodida, todos ellos.

    Si me había acercado fue solo para poder abordar a Sasha antes de la clase, decirle lo del almuerzo y agradecerle por los postres, así podía asegurarme de verla en el receso y poder hacer el resto de cosas que había planeado. Debía insistir, vete a saber cuándo dejé que esta chica sujetara la cuerda que me impedía seguir flotando sin rumbo, pero ahora no había nada que hacerle.

    Igual de alguna forma me alegraba verla tan suelta aquí, aunque fuese con este pandillero que parecía vivir de picar a la gente, digamos que me tranquilizaba incluso si sabía que, no sé, en ciertas cosas Sasha podía ser muy parecida a mí.

    Que soltara que compraría la información de no ser porque no tenía un duro me aflojó una risa.

    —No puede ser, ¡y yo que te iba a hacer descuento, Sash! —Negué con la cabeza, incrédulo—. Ni modo, ahora me llevaré la información a la tumba.

    Una sonrisa casi de ternura se me formó en los labios con el otro comentario, el de que podía ser divertida y ladeé apenas la cabeza sin quitarle los ojos de encima. Me la había intentado ligar sin ninguna clase de disimulo, vamos, eso no lo ocultaba ni Dios, pero estaba empezando a agarrarle un cariño de lo más bonito.

    —Todos los caminos llevan a Roma —dijo Shimizu a lo de que nos habíamos acabado juntando—, o algo así era, no sé, no soy muy listo.

    Di un respingo cuando Sasha pareció recordar que golpe que había besado a la rubia, me señaló con el móvil e intercambié la mirada entre el objeto y ella, aguantándome un poco la risa. ¿Así de la nada? Pero qué memoria de borrachera más selectiva, de verdad.

    —Por la urna de la desgracia, sí —confirmé y repasé el recuerdo que tenía de la chica—. Seguro va a segundo, la verdad no la había visto en mi vida.

    —Ni yo —añadió el otro despegando la espalda de la línea de casilleros por fin—. Pero sí, subamos. Te seguimos, Pierce.
     
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    Gigi Blanche

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    Agradecía que esa mañana estuviera más nublado, la verdad, ni que disfrutara de broncearme y todas esas mierdas que dañaban la piel. Me bajé del coche y recorrí la extensión del patio frontal con la calma de siempre, de quien se cree puto intocable o algo. Que a ver, un poco lo era, pero no íbamos a ponernos de egocéntricos, ¿verdad~? Me sonreí apenas, sintiendo la ligera presión del pañuelo al cuello, y llegué al edificio. Como tal no era reglamentario, pero me había dado por reemplazar la corbata con un pañuelo de seda que había encontrado perdido en mi armario y ¿qué iba a hacerle, si me quedaba tan bien?

    Estaba con un humor de puta madre, y eso seguro se notaba a kilómetros. No podía ser de otra forma, ciertamente, luego de que la chiquilla Hiradaira me hubiera concedido el pedazo de placer de buscarme a pulso luego de haberme insultado de pies a cabeza, de haber arruinado todo y echado los esfuerzos de su noviecito ridículo por la borda.

    Luego de haberme dado una puta bofetada.

    La muy perra.

    Pero venga, no era rencoroso ni nada y sabía perdonar~ La vida se basaba en paciencia, al fin y al cabo, en conservar la calma hasta que la mano te favoreciera. Y eventualmente siempre lo hacía, era una mera cuestión probabilística. Sólo quedaba utilizarla de manera inteligente y ¿no llevaba preparándome para eso toda la puta vida? Auténticas flores se habían desplegado tras la silueta de la mocosa la noche anterior, eran de un negro espeso y las palabras de Teruaki-san resonaron en mi cabeza junto al sabor del whisky.

    Dale lo que quiera, sin restricciones, y luego vemos.

    Es la sobrina de Jun, al fin y al cabo.
    De momento le había pedido algo muy, muy simple a cambio de mi gran colaboración a su causa. Vete a saber de dónde salía tanta curiosidad, quizá se vinculara con el incidente del sábado pero ¿honestamente? Me importaba una mierda. Era y no era tonta al mismo tiempo, quizá demasiado impulsiva para mi gusto, pero el olfato le funcionaba y sabía dónde buscar si se lo proponía.

    Si no acabaríamos limando asperezas y todo~

    Me tragué otra sonrisa al abrir mi casillero para cambiarme los zapatos y todo lo demás, echando un vistazo alrededor. Ahora que lo pensaba, ¿no hacía mucho que no le veía la carita al Ishikawa joven? Venga ya, si al final no lo habría espantado y todo.

    Qué cosas.

    ola sí me disculpan sólo tenía unas ganas insanas de rolearlo since ancient times

    pos queda ahí, por si alguien quiere caerle. Está de buen humor, aprovechen (????
     
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  9.  
    Amane

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    Aparte de la tontería con Arata, el final el día acabó siendo de lo más tranquilo, en realidad. Seguí prestándole más o menos algo de atención a las clases, lo suficiente como para apuntar algunas cosas básicas y así poder pedirle a mi tutor que me las explicase en profundidad antes de los exámenes, y pasé el resto de la tarde en casa jugando videojuegos.

    Al día siguiente aparecí en la escuela con mi energía habitual, siendo que al fin había podido recuperar las horas de sueño que había perdido, y estaba entrando en la línea de casilleros de tercero cuando distinguí la figura de Kou no muy lejos de dónde yo estaba. Me sonreí, porque había pasado todo un día entero sin molestarle y ahora tenía más ganas que nunca de hacerlo, y me acerqué a su posición mientras rebuscaba algo en mi maletín.

    Me coloqué a su espalda y pasé un brazo por encima de su hombro, con la palma abierta para que lo que tuviese en la mano quedase a su vista. Era un colgante redondeado de jade, tallado de manera que estuviese compuesto de un patrón algo intrincado que se veía bastante bonito, aun así. En teoría era una colgante, claro, pero me pareció que era lindo incluso así sin más y que podía servir de decoración en cualquier otro lado.

    —Los chinos dicen que da buena suerte y como claramente has gastado toda la tuya conociéndome, pensé que tenía que ayudarte a recuperarla~ —murmuré, quizás un poquito demasiado cerca de su oído, aunque no le di mucha mayor importancia.

    Los chinos no decían exactamente eso, o eso creía, pero sinceramente solo lo estaba usando de excusa para poder bromear al respecto y, no sé, también darle un sentido al regalo sin que pareciese que venía a cuento de nada. Ya había pensado que seguramente no había nada que pudiese regalarle al chico que le gustase por completo o qué sé yo, así que si al menos era algo con lo que podía montarme una estupidez pues merecería la pena.

    Por demás, ignoré como una campeona que seguramente podía haberlo asustado apareciendo así de la nada y hablándole al oído, me separé para poder buscar su mano y le dejé el jade en la misma, con una sonrisa brillante. Me apoyé en el casillero de al lado con la espalda y lo recorrí vagamente con la mirada, ladeando un poco la cabeza cuando volví a encontrar sus ojos.

    >>Lindo pañuelo, te queda bien~

    Prometo por copito que iba a portarme y tirar a Emi, pero es que quería darle el regalo desde hacía mucho y soy una intensa así que here we are (?) Luego traigo a la otra pendeja, que al final me ha dado como que perecita (?)
     
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    Gigi Blanche

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    El peso que Riamu me echó encima un poco de repente genuinamente no me sobresaltó ni nada. Tenía una manía con estar al tanto de mis alrededores y llegados a este punto, ya distinguía todo lo rosa que llevaba encima con bastante facilidad. Había percibido el chispazo flúo de soslayo y sólo por la gracia, por un pequeño placer personal, seguí a lo mío como si nada.

    Bingo.

    Arrugué un poco el ceño al enfocar lo que me había puesto frente a la cara. Era un colgante con una piedra preciosa incrustada en medio, tenía pintas de ser un jade si juzgaba su opacidad y tal. La luz no se colaba como tal, pero sí la reflejaba con bastante intensidad y en uno de los sutiles vaivenes me lanzó una chispa de sol directo a los ojos. Su voz me alcanzó no mucho después, casi encima de mi oído, y esbocé una sonrisa ligeramente divertida. ¿Que los chinos qué? ¿A qué venía todo esto?

    Giré el cuerpo hacia ella en cuanto se separó y recibí el colgante sin mayores complicaciones, total ya había intuido que era un regalo por... vete a saber por qué. ¿En retribución a los postres del otro día, quizá? Enredé la cadenita entre mis dedos y lo observé un par de segundos más, suspendido en el aire. No se me ocurría que fuera a darle un uso tradicional pero venga, ya lo pensaría más tarde. Por lo demás, no me parecía un gesto desagradable ni nada.

    Es decir, ¿una señorita tan bonita me traía regalos?

    Pero qué afortunado era~

    Sentí su mirada encima, recorriéndome, y solté el aire suavemente por la nariz al recibir su cumplido. Cacé el jade dentro de mi puño, hundiéndolo en el bolsillo, y me incliné hacia ella con toda la tranquilidad del mundo. Navegué el espacio sin desatender el cuarzo de sus ojos, con una sonrisa burlona pegada en los labios, y no fue hasta casi rozarlos que desvié mi recorrido y deposité un beso suave en su mejilla. Casi como el aleteo de una mariposa.

    Si andaría hecho un poeta y todo.

    —Buen día, Ri-chan~ —murmuré, irguiéndome, y ladeé apenas la cabeza como un cachorro curioso—. ¿Souvenir de China o estoy arriesgando demasiado?

    OLA RI-CHAN WELCOME WELCOME *rueda*
     
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    Amane

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    Al final Kou no pareció inmutarse ni un poquito por mi aparición tan repentina y supongo que tendría que haberme alegrado por no haberle dado un infarto, pero en su lugar me indigné un poco con el asunto. ¡Al menos podía haber fingido algo para darme la satisfacción! Que incluso con el pelo de neón que me cargaba, yo estaba convencida que podía pasar desapercibida si me lo proponía, cosa que claramente no era verdad.

    Aun así, el regalo no pareció desagradarle tanto como hubiese esperado (claramente no estaba fingiendo porque a la vista estaba que se le daba muy mal saber cuando debía y cuando no, hmpf) y eso fue más que suficiente para olvidar la molestia, por demás infantil, que me había arrojado encima su poca consideración. Lo seguí con la mirada mientras se guardaba el colgante, sin perder la sonrisa en ningún momento, y acabé alzando ligeramente las cejas cuando noté sus intenciones de acercarse.

    No me moví ni un centímetro, si acaso entorné un poquito la mirada sin dignarme a romper el contacto visual en ningún momento, y me quedé a la espera de que lo fuese a hacer. La sonrisa se me ensanchó un poquito más cuando lo sentí rozándome los labios, pero al final simplemente solté una risilla divertida al notar que se desviaba del camino y me plantaba un beso sobre la mejilla.

    Eh, ¿tan reservado en público de repente? Qué tierno~

    No fue nada que me sorprendiese tampoco, si tenía que ser sincera, así que no me inmuté en lo absoluto con el cambio. Podía haberlo hecho para seguirle el juego, ¡pero esa iba a ser mi venganza por lo de antes! Ahora estábamos en paz, mhm.

    —¿Eh? ¿Cómo me has descubierto? —solté, llevándome una mano a la mejilla y haciéndome la sorprendida, abriendo mucho los ojos y todo para darle realismo.

    No tardé mucho en cortar el teatro, eso sí, y me encogí de hombros en cuanto recuperé la normalidad en el rostro, volviendo a soltar una risa breve.

    >>Algo así, sí. Estaba comprándome ropa y lo vi en una tienda de paso, tampoco te creas, ¿eh?

    Es decir, más o menos, la verdad es que solo me gustaba jugar con él. Sí que estaba comprándome ropa cuando vi la tienda, pero ya había planeado de antemano traerle algo, así como a Arata y a Thi, así que era una mentira a medias.

    Me quedé unos segundos en silencio después de hablar, pero así de la nada di un respingo y, antes de que me pudiese responder o algo, me giré para encararlo, juntando las manos delante de mi rostro y dando una palmada ligera en el proceso.

    >>¡Ah, Shino-kun! ¡Rápido, rápido! ¿Cuándo es tu cumpleaños?

    La neurona de ri-chan a las ocho de la mañana: struggling to survive
     
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  12.  
    Gigi Blanche

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    Era bastante evidente que Riamu había esperado algo diferente de mi reacción, no lo sé, ¿más sorpresa? Honestamente me importaba tres pepinos y en tanto no se pusiera a reclamar mierdas podíamos seguir a lo nuestro como si nada, que no iba a preocuparme por detalles así ni morirme por complacerla. Es decir, al menos no en esto, claro, que si me salía del culo bien que sacaba la tarjeta de papá sin que me temblara el pulso.

    Y con otras cosas también~

    Había hundido ambas manos en los bolsillos al erguirme y repasé la sorpresa impostada de su expresión sin hacer mayor cosa, si acaso mantuve la sonrisa y aguardé a que respondiera en serio. ¿Comprando ropa en China? Vete a saber en qué momento, si que yo recordara no se había ausentado de la escuela. Bueno, asistía a este colegio de putos pijos, ¿no? Quizá la princesa punk aquí presente manejara más recursos de los que estimaba de primera mano. Había dicho que vivía en Shibuya, ¿no?

    ¿En los barrios altos, quizá?

    Me encogí de hombros a lo de que no me la creyera, porque igual me daba bastante lo mismo si había recorrido medio Hong Kong buscando el jodido collar o lo había pillado a la pasada.

    —¿Y en qué momento fuiste a China? ¿Tienes un jet o algo? —sopesé, con una chispa de burla en la voz.

    Su respingo sí que me sorprendió un poco, abrí ligeramente los ojos y la observé algo incrédulo antes de relajar el semblante. ¿De dónde le salían las ideas a esta chica?

    —El tres de julio, ¿por? —respondí con simpleza pues, ¿por qué no?
     
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  13.  
    Zireael

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    Solté un bufido mientras bajaba del coche al detectar la silueta de Arata Shimizu no mucho más allá del portón frontal, al parecer fumándose su porro matutino o vete saber qué mierdas, no interesaba. El pedazo de mierda ni había asomado las narices para el proyecto y ya me estaba comenzando a oler que el cabrón no estaba aquí porque cagara dinero, tampoco por becas, así que su presencia en el Sakura solo podía explicarse por contactos.

    ¿Algún grande de la yakuza de verdad?

    ¿Un simple peón?

    Whatever.


    Como fuese, eso no quitaba que había terminado haciendo yo el trabajo con un chico que ni era de nuestro grupo, que igual aunque había picado a Sugawara como una cabrona al menos eso se lo iba a rescatar al crío. Era diligente, digamos, o su deuda con Ishikawa lo hacía lo suficientemente diligente si acaso.

    Suficiente para mí.

    Entré a la academia sin prisa real, con el ritmo de una canción en la cabeza y no iba ni por medio patio frontal cuando detecté la mata de pelo de fuego de Dunn en la entrada principal, apoyado en el marco de la puerta para no estorbar pero como si, no sé, no se convenciera de si entrar o no. Verlo me encendió la neurona, así que cuando pasé a su lado me detuve y quizás me lo soñé, pero casi podía jurar que tenía pegado el olor a hierba encima.

    —¿Tienes la noche libre? —pregunté sin ninguna intención de mierda, ya sabía cómo era la cosa con este.

    —Podría decirse —respondió casi en voz baja.

    —Puede ser el sábado si no.

    Aye, whatever, te aviso más tarde. ¿Lo mismo de siempre, Akaisa?

    —Sí.

    Esa fue toda la respuesta que le di antes de seguir andando en dirección a los casilleros, el otro se quedó allí, todavía claramente indeciso. Bueno pero si no sería un desastre con patas más de lo usual, pero me daba bastante igual, de por sí el jodido había pretendido robarse los faroles de la mascarada.

    Un poquito de karma no le venía mal, al maldito cordero este.

    katty-chan queda al servicio de la comunidad y el cay en plato para la desgracia, luego sigo aventando gente i guess (?
     
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  14.  
    Amane

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    Su pregunta me hizo un poco de gracia, si tenía que ser sincera, y ni siquiera sabría decir muy bien por qué. Es decir, no había pretendido esconder en ningún momento que vivía bastante bien y aunque tampoco lo había gritado a los cuatros vientos, pensaba que era prácticamente obvio por estar estudiando en el Sakura y todo el rollo. Que encima había acertado con la suposición, pero igual era de esperarse siendo él un niño rico, ¿no?

    —¿Quién sabe? —respondí, aun así, encogiéndome de hombros—. Si tuviese uno y se descubriese que soy ultra millonaria, ¿dejarías de invitarme a postres? Porque eso me pondría muy triste~


    Mi arrebato repentino lo sacó completamente de onda, solo había que verlo y, sinceramente, tampoco podía culparlo por ello; por regla general, una persona decente no podía seguirme el hilo con los cambios de conversación tan al azar que a veces me pegaba solo porque, no sé, mis neuronas pegaban un patinazo de la nada. Tenía que darle eso a su favor, en verdad, porque me había estado aguantando hasta el momento de manera bastante admirable.

    No respondí al instante, me quedé un buen rato levantando los dedos de las manos y con la vista clavada en ellos, cómo si estuviese haciendo cálculos o algo por el estilo. Bueno, es que realmente estaba haciendo una especie de cálculo, y acabé por darme un golpecito en la palma de una mano cuando llegué al resultado final.

    >>Cáncer, ¿verdad? Oh, no somos muy combatibles... —murmuré, chasqueando la lengua y haciendo un mohín con los labios al soltar aquella información.

    Aunque también era verdad que los opuestos se atraían y me parecía haber leído que ese era el caso con nuestros signos, así que no estaba todo perdido. Quiero decir, solo había que vernos, en realidad no pegábamos ni con cola y aun así, de alguna manera, nos lo acabábamos pasando bastante bien cuando nos juntábamos. Una vez más, las astrología acertando al 100%, era increíble.

    >>Ah, pero igual no es como que haya que creerle a ese tipo de cosas, ¿verdad? —solté inmediatamente después, con toda mi cara dura, quitándole importancia al asunto.

    Di un paso al frente, así un poco de la nada, y levanté la mano hasta llegar a su pañuelo. Comencé a juguetear con la tela entre mis dedos y busqué su mirada, entornando ligeramente la mía de nuevo. Claramente, me había dado otro calambrazo entre las neuronas y, como siempre, ni siquiera me paraba a pensarlo antes de seguir lo que fuese que se les había ocurrido.

    >>¿Sabes? Esto me recuerda... —bajé la vista hacia mi propio cuerpo durante un par de segundo, porque obviamente hoy tampoco me había dignado a sustituir el lazo robado por otra cosa, y le dediqué una sonrisa casi angelical cuando volví a mirarlo—. ¿No tienes algo para mí~?
     
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    Rojo FireRed

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    Había que dar crédito, al menos se había librado del trabajo ya como dios manda, no habían rechistado los demás, y hasta terminó escribiendo un puto testamento.

    ¿Orgullo?

    Posiblemente

    ¿Determinación de cojones?

    Dalo por hecho, Sakuya no se queda con chiquitas ni con resultados de la media.

    Se acercó a su casillero en un ritmo lento y parsimonioso, como si la estuvieran arrastrando al mismo, la verdad no tenía las ganas de ponerle empeño a los estudios por los momentos, al menos era viernes, cosa que le servía para armar jaleo por la noche con Hiroshi, y más que se habían dispuesto a darse un vueltón por Tokio.

    Esa idea era lo único que circulaba en su cabeza, la escuela le era secundario en esos momentos, estaba aburrida, obviamente, después de todo no estaba en esos círculos sociales que parecían abundar en el Sakura, niños de papi, con conexiones, algunas para nada honestas, haciendo y deshaciendo a su antojo, bebiendo como si no hubiera mañana, metiéndose mierdas raras, follando como animales, festejando como salvajes. No era lo suyo, gustaba de su estilo de vida tranquilo y relajado, si querían vivir así de rápido, su rollo, le resbalaba de una manera olímpica.

    Cambió las revistas por nuevas ediciones, para abrir una y ponerse a leer.

    It's like that.
    And that's the way it is.

    upload_2021-6-30_22-10-37.png

    Así que este era el Sakura... La escuela en la que papá y mamá decidieron por fin enrolarme para terminar mis estudios aquí en Japón.

    Ya teníamos un año en Tokio, desde la mudanza desde nuestro hogar en las afueras de París, siempre recordaba a papá diciendo que pues había preferido mudarse gracias al trabajo con nosotros a Japón en vez de Alemania por la mejor paga, que valía la pena y que en general estaríamos más cómodos.

    Confiaba completamente en él y en mamá, además, Tokio, por ser una enorme ciudad, ¡Estaba llena de vida! Y el apartamento al que nos habíamos mudado era muy cómodo, no podía pedir algo mejor.

    Aún así, mi manejo del japonés no era del todo pulido, ¡Pero hacía lo mejor que podía!

    Veía asombrada el lugar al llegar a la entrada, era una escuela inmensa, muy propia de esos dramas escolares que solían pasar en la televisión.

    No pude contenerme en parar a echar un vistazo rápido, todo estaba tan limpio, reluciente y como nuevo... Cuidaban esas instalaciones como de su alma, ¡Eso era genial!

    Entré ya definitivamente al área de casilleros siguiendo las instrucciones que mamá había dejado, según ella, debería buscar un casillero con mi nombre.

    ¡Por favor, que no esté en kanji!
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    La forma en que respondió mi pregunta no me hizo pensar que pretendía ser evitativa, y aún si se me hubiera cruzado por la cabeza tampoco me habría interesado probablemente, así que lo dejé correr. Su preocupación me arrancó una sonrisa floja y meneé apenas la cabeza, si esa chica no tenía un problema con los dulces o algo yo no me apellidaba Shinomiya.

    —A ver, ¿de veras te parezco tan superficial? —le seguí la broma, ampliando un poco los brazos porque, bueno, era perfectamente consciente de que sí lo era—. Pero no queremos que Ri-chan se entristezca, ¿verdad? No podemos permitirlo.

    No me había parado a analizarlo con detenimiento pero tampoco había reparado nunca en usar el dinero de papá si se me antojaba. Tampoco eran mierdas exorbitantes, no iba de yate en yate, si acaso ordenaba en los restaurantes sin leer el precio y de vez en cuando me echaba la mañana entera en Ginza comprándome ropa. A papá no le interesaba, en definitiva, ni siquiera le hacía cosquillas a sus ingresos y de ahí la jodida libertad. Usualmente la usaba a mi entero beneficio pero vete a saber, de vez en cuando me daba por ponerme generoso.

    Postres, algún trago, joyas o vestidos.

    Sólo tenía que agarrarme de buen humor~

    Luego de saber mi cumpleaños se puso a sacar cuentas y me quedé allí, esperando en absoluta calma. La paciencia era una de mis grandes virtudes, eso lo sabía yo de sobra, si decidía agotarla o destruirla era porque de plano me apetecía hacerlo. Alcé las cejas al deducir mi signo zodiacal y esbocé una sonrisa bastante burlona al meterse en el rollo de que no éramos compatibles y qué sé yo, porque esas mierdas a mí no podían darme más igual. Lo dejé correr, por ende, y seguí sus movimientos en lo que se acercaba a mi posición y jugueteaba con mi pañuelo. La repasé con la vista, en especial allí donde faltaba el lazo, y me quedé en sus ojos el tiempo que me salió del culo. Cargué mis pulmones de aire, tomándome todo el tiempo del mundo, y me encogí de hombros, risueño.

    —Así que podemos dejar en circulación los postres —retomé, con una cuota extra de suavidad en la voz—, ¿y qué me dices de un trago?

    Parecía que la había ignorado por completo pero nada más lejos de la realidad. Ladeé apenas la cabeza, volviendo a recorrerla con la mirada, y hablé casi en un susurro, como una reflexión al aire.

    —El blanco te sienta muy bien, ¿a que sí? Azul acero también.

    Por favor.

    Si no me estaría montando ya todo el puto teatro en la cabeza.

    full sugar daddy mode: activated

    Morgan.png

    Bueno, esto de llegar sola a la escuela ya empezaba a parecerme de lo más triste, la verdad. Tendría que buscarme otro amiguito en Chiyoda que me hiciera entretenido el viaje en tren tan jodidamente largo hasta el Sakura. Que, dicho sea de paso, si me había transferido aquí fue sólo para acompañarlo. Quizá no lo pareciera pero venga, a veces sí que tenía sentimientos y precisamente por eso era que jamás le echaría nada en cara. Lo dicho, todo había sido mi decisión y recaía en mí la responsabilidad. Kohaku no me debía nada.

    Y yo no le debía nada a él.

    Por eso funcionábamos así de bien.

    Suspiré apenas, cambiándome los zapatos, y recorrí el pasillo de tercero con la vista. Dios, estaba mortalmente aburrida y ya me había decidido por cambiar un poquito la estrategia con Cathy, así que aún no me apetecía buscarla o aguardar por ella. Repasé los rostros que me rodeaban, si de casualidad conocía alguno, pero la suerte no estaba de mi lado. Bueno, cambio de criterio.

    A ver, a ver, alguien bonito~

    No fue la idea más inteligente, si en esa Academia parecía que los sacaban de concursos de belleza, pero me detuve un par de segundos extra en una chica bastante pequeñita con pintas de darketa o similar. Suficiente para mí. Cerré mi casillero y me moví con la suavidad usual hasta su posición. Me incliné hacia un costado, buscando captar su atención, y entrelacé las manos a la espalda.

    —Hola~ —saludé con toda la naturalidad del mundo, y repasé las puntas de mi propio pelo para indicarle el suyo—. Me gustan tus mechas rojas, ¿te las hiciste tú?

    ¿Pasando de su heterocromía? Pues sí, si es que era una cosa de lo más extraña y me interesaba mejor algo de tintura antes que un fenómeno muy poco visto en seres humanos.

    woah las cñoritas de btooom acaban de reunirse memuero
     
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    Insane

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    Vaya noche tan buena que había pasado, si es que había dormido como un puto bebé al tener el aire acondicionado encendido, los perros subidos en la cama y la música suave sonando en el móvil, tanto así que sonó en automático durante toca la noche conectado al cargador en lo que probablemente mi hermano al igual que yo terminó como una piedra sobre el colchón, porque de seguro si hubiese estado despierto me lo hubiese apagado mientras estuviese yo en el quinto sueño. Le miré de soslayo con la línea recta en los labios en cuanto nos bajamos del auto, jugando con las llaves en el índice mientras sentía el viento en mis hebras húmedas.

    —Y entonces como te contaba ayer ya hay gente interesada en el club, la verdad no creí que fuese tan rápido.

    —Y yo que pensaba que terminaríamos solo los dos dentro —comentó con la frscura de costumbre, acomodándose la corbata al aflojarla ligeramente. Ambos nos hacíamos aún un lío con esa mierda desde que Génesis no vivía con nosotros.

    Si nos había mal acostumbrado y todo con sus atenciones desde Canadá.

    Enterré las manos en los bolsillos en lo que llegabamos a la puerta, notando a Shimizu furmarse un porro como si estuviese en su casa. Irónico el que no lo quería cerca de Allen cuando el maldito tenía similitud conmigo al no parecer importarle un carajo nada en partícular, visualizando casi de forma inmediata la cabellera roja, esa de fuego impreso que decoraba el rostro del ratoncito, ese que parecía que si le susurraba al oído iba a dar un salto que de seguro terminaría tropezando y cayendo al suelo, como un animalito asustadizo.

    Uy, que ganas de jugar al gato y al ratón.

    —Nos vemos en el receso, Zold.

    Mi hermano tan solo asintió continuando a su casillero sin prestar mayor atención a su alrededor, a lo que detuve mis pasos en el marco de la puerta, manteniendo igual una distancia prudente con el chico porque bueno, no quería asustarlo de buenas a primeras cuando me interesaba el vicio que me podía conseguir, además, quizá y a largo plazo lograba meterme en sus pantalones. ¿Quién sabe? No me cargaba con prisas, así tuviese que trabajarlo todo el puto año con gusto lo haría si a la final pudiese sacarle algo.

    Y sino, pues ni modo, a comprar hierba como un desquiciado.

    —Hey, cardenal~ —murmuré desde atrás de él, sonriendo torcido hacia la izquierda luego de llamarlo como aquella ave, esa que le venía como anillo al dedo, aunque vete a saber si el cabroncito tenía alguna creencia cristiana porque bueno, frente a él tendría a un hijo de Belcebú—. ¿A cuánto la maría?

    Además, lo más lógico era que al verme me asociara directamente con Tolvaj que podría ser la novia de Satanás, así que a girar la ruleta con el ratoncito dentro de ella.

    Ahí queda Zold a la disposición del pueblo (?)
     
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  18.  
    Zireael

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    Igual debía controlar la mala hostia con la que vivía o algo, aunque era claro que eso no iba a ser hoy ni en un futuro cercano. Si vivía encabronada con Dios y María santísima cada día de mi vida desde que el mayor de los Kurosawa la palmó e incluso antes, solo que nunca lo externalicé. Si lo reflexionaba rozaba lo enfermizo, como para andarle deseando el mal a un idiota con cara de borrego degollado y tal, pero tampoco era que me fuese a quitar el sueño.

    Seguí de largo, hice el cambio de zapatos en el casillero y estaba acomodándolos dando un par de golpes con la punta del pie en el suelo cuando me pareció detectar que alguien se me acercaba. Así por descarte no había mucha gente que se me arrimara a voluntad, si acaso lo hacía el inglés cuando tenía una idea de mierda, lo mismo Alisha, Emily y Aaron porque parecían suicidas a secas.

    Sin embargo, la silueta no correspondía con ninguno de ellos y me mantuve en mis cosas hasta que apareció en mi campo de visión con más propiedad. No me sonaba de nada, de hecho le repasé las facciones tratando de ver si la ubicaba de alguna de las noches de fiesta, pero no, era una perfecta desconocida. Al menos debía admitir que la jodida estaba guapa, eso nadie se lo iba a quitar, así que me subí a medias al tren.

    —Hola. —Le regresé el saludo, alcancé hasta a dedicarle una sonrisa y la vi repasar las puntas de su cabello antes de soltar el resto—. Gracias~ y sí, me las hice yo.

    Cerré el casillero de un movimiento suave que nada correspondía con la mala leche con la que entré a la academia y giré el cuerpo en su dirección, para poder prestarle la atención debida, ya que la señorita se había acercado así de la nada.

    —Se ve que tomamos decisiones parecidas con los cortes de cabello además, así que tienes buen gusto. —Cambié el peso de un pie al otro—. ¿Con quién tengo el placer? No recuerdo haber tenido el gusto de hablar contigo antes~


    sister im SO GAY

    Cayden S.png
    Al menos anoche había tenido la decencia de no salir o bueno, casi que me obligaron a tenerla, cosa de una o dos horas más tarde luego de haber llegado a casa, comido y toda la cosa se apareció Yuzu. Traía consigo media panadería, seguro la mitad de los snacks de un estante del 7-Eleven y una botella grande de Coca-cola, mi madre la recibió como si fuese su hija aunque hace rato no se pasaba. Total que se tiró gran parte de la noche conmigo, vimos películas, hasta me dio por encender la consola y me olvidé de la mierda un rato.

    Ya cuando se fue, bastante tarde a decir verdad, todo me cayó encima otra vez, los miedos sin sentido, las preocupaciones y todo el resto de tonterías. Ni idea de qué necesitara realmente para dejar de pensar tantas estupideces, quizás solo tiempo y ya, pero el caso es que aunque tenía un sueño de muerte, tampoco dormí muy bien así que seguía cansado que te cagas.

    Había llegado al Sakura temprano como era normal, pero ya allí me entró una ansiedad de mierda y recordé que Vólkov me había mandado a tomarme un día de la escuela, no que le fuese a hacer caso así porque sí, pero me regresó a la mente y pensé en regresarme a Shinjuku, pero estaba el Galletas y todavía le debían un almuerzo en condiciones. Además, ¿qué iba a hacer en casa? ¿Seguir con la mente haciendo ruido?

    Fuck that.

    Incluso así me quedé en el marco de la puerta, sopesando de quedarme o irme y fue en ese momento que me cayó Akaisa, me tensé al verla, pero solo quería su hierba y ya, hoy o el sábado. La interacción fue rápida, quizás despedía más hostilidad de lo usual, pero normal con lo que había hecho con las invitaciones. Había entrado algo más de gente y juré por mis muertos que sentí ojos encima, pero pasé de ello como un campeón.

    Pasaba que parecía que la manada de elefantes que meaba a Sonnen me había encontrado a mí, y allí estaba, meado hasta el puto cuello, una voz me llamó en un murmuro y me desinflé los pulmones mientras giraba el cuerpo solo para dar con el ligue de turno de Tolvaj, el tatuado aquel de nuestra clase que apestaba Infierno.

    Cardenal.

    Ese era nuevo y bastante acertado si nos poníamos a pensarlo.

    —Depende de qué tan bien me caigas, devil. —Lo repasé con la vista de pura manía, intentando leer cualquier cosa en sus expresiones y preparándome para, no sé, mandarlo a tomar por culo y salir pitando si hacía falta. Le respondí casi en un murmuro—. Por ahora te dejo la base de mil seiscientos yenes.

    I mean, no que tuviera que ser tan específico, con esa cara de puto hijo del demonio claramente sabría que me refería al gramo.
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    De primera mano consideré la posibilidad de que la chica no sólo tuviera cara de mala hostia, sino que fuera realmente capaz de dejarme con la palabra en la boca. Nada que me afectara, quería decir, pero sí que me habría dado bastante pereza seguir intentando hablar con alguien si ya me sentía un testigo de Jehová o similar. De ahí provino la primera chispa de satisfacción, al notar que me repasaba con la vista y decidía que sí, que valía la pena. Ensanché apenas la sonrisa tras escucharla y deslicé la mirada al movimiento de su mano, al ruido casi inexistente del casillero cuando se cerró.

    —Pues están muy bonitas —concedí en el tono de siempre, asintiendo con lentitud para reafirmar mi opinión, y ladeé la cabeza, pensativa, al observar su cabello—. Oye, ¿qué dices? ¿Me sentaría bien algo así? ¿De qué color podría ser~?

    Hablaba con cierto aire distante, como si me hubiera distraído en mis propias divagaciones, y parpadeé antes de regresar la atención a sus ojos. Destacó que llevábamos un corte similar y era verdad, ni hablar del color, aunque no se me ocurrió que fuera teñido. Había algo... repentinamente suave en la chica, algo que me empujó a entornar la mirada y agregarle una cuota de diversión a mi voz.

    Es decir, más de la usual.

    —Morgan O'Connor, un gusto~ Entré este año, así que normal. —Detallé sus facciones de nueva cuenta pues porque quise, y agregué luego de regresar a sus ojos—: ¿Tú?


    Anna 4.png

    Probablemente ni todo el cariño del mundo habría sido capaz de quitarme de encima el frío espantoso que me caló hasta los huesos apenas salir del jodido casino, alcanzar la acera y aceptar el aventón que Shinomiya me ofreció. Ya no había trenes, era demasiado tarde y prefería compartir coche con el demonio antes que caminar sola por barrios que no conocía mucho. Intenté, no lo sé, replicar los abrazos de Emi, las sonrisas de Al, su voz y su cuerpo tibio, lo que fuera. Nada funcionó.

    Igual yo solita me lo había buscado todo, metiéndome con una de las personas que más despreciaba en el puto mundo con tal de conseguir información. Tenía que saber mierdas de primera mano, ¿no? Digo, ya que había tenido los santos cojones de traicionarnos para pasarse del lado de Shibuya, como mínimo que escupiera lo que me sirviera. Y vaya que escupió, incluso más de lo que le había pedido. Semejante diligencia no hacía más que agolparme ruido, mucho ruido contra los oídos, pero no era ninguna luminaria, no veía los hilos del mundo y sólo me quedaba moverme en base a instintos y corazonadas. Al menos iba avanzando y sin levantar mucho polvo, aparentemente.

    Eso si Kohaku no había hecho dos más dos, claro.

    Hice el cambio de zapatos con cierto aplomo y bufé, viendo el tupper vacío y limpio que llevaba entre manos, el que había contenido las galletas de Kurosawa. Había que verlo al hijo de puta, si parecía un auténtico brujo o algo. Le eché mi peso a los casilleros, incluso flexioné una pierna y aguardé por ver a la chica aparecer envuelta en presunta calma.

    ¿Adónde quería llegar con exactitud? No estaba segura, siendo honestos, como si destacara por mis planes a largo plazo o algo. De momento me contentaba con trazar un panorama de la situación, lo más claro posible, y sopesar recién entonces las posibilidades. No era la idea arrastrar a nadie dentro de mi mierda, a los soldados que, sabía, si se los pedía simplemente acudirían al campo de batalla. Y maldita yo, maldita mi incapacidad de estarme quieta que no podía dejar correr lo que había pensado la noche anterior, entre los tragos de cerveza y la suavidad en la sonrisa de Kou.

    Que los lobos aún podían servirme.

    Yáahl tuturu annita quiere devolver a tupper-chan
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido city gakkouer

    Leo
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    No lo había sobresaltado ni nada, al menos no que lo dejase notar así que bueno, un punto más. Le recorrí como un escáner a lo que hablaba sin demostrar el hambre, si es que había que caerle bien y todo al cabroncito éste para que le bajase el precio a la hierba, pero mira que hasta lo había imaginado algo dócil, pero el tipejo aquí estaba dejando la carta sobre la mesa pese a que parecía que se fuese a largar en cualquier momento si me le acercaba o algo. ¿Así que si le caía mal le subiría a la mierda hasta quedar satisfecho? Acentué la sonrisa ante el apodo, apoyando el hombro contra el marco, parpadeando con una parsimonia risible.

    Si de seguro estaría ofreciendo el puto gramo a ese precio, que en realidad no me importaba una mierda, pero por tontear en algún momento me metería con el precio de la hierba, cuando consiguiese algo de su confianza como para acercarmele un poco.

    ¿Días, semanas o meses?

    Pfff, si es que debería estar apostando con alguien por esto.


    —Bien —murmuré bajando el ritmo de mi voz—. Serían cuarenta gramos, para el sábado~

    Apenas y ladeé la cabeza, sin la intención de desprenderme de sus ojos. ¿Qué podía decir en mi defensa? Si lo dominante lo llevaba en las venas, solo había que verme, la sensación de tener poder sobre el otro para brindar placer me lanzaba una chispa de lo más cagada, tantear terreno, ir al ritmo del otro, y él ahí, con esa cara de no matar un puta mosca encajaba perfectamente en dejarse tirar de la cuerda, esa que en algún momento haría el amague de ponerle para empezar a denotar los limítes del ratoncito.

    —¿Dónde te veo o qué para hacer el intercambio?

    Veinte gramos la dosis personal, cuarenta para fumar con alguien más y por ahí derecho medir la calidad. Hubiese dicho hoy en la tarde pero ya tenía programado algo con Cathy, y su puta madre se iría a perder una salida con la princesita.

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    Un poco si que observé el rubio fuera del portón, en eso que detallaba lo que se fumaba. Si es que era irónico el que Alek me prohibiese por cuestiones lógicas referente al deporte meter hierba como había hecho un par de veces cuando estaba estresada, muy pocas en realidad al no verlo más que como algo que me adormecía. Además de que bastante ignorante era yo de que éste se fumaba cajetillas enteras de cigarros por la ansiedad cuando según él lo estaba dejando. ¿Y cómo no? Si me la pasaba amenazándolo con reemplazarlo. Tampoco es como si tuviese pensado volver a llenar mis pulmones de humo en realidad.

    —Te dormirás en clase, bad boy —una sonrisa incitante apenas y me apareció en los labios que permeaban el tinte rojizo, resaltando lo oscuro de mi cabello en conjunto al lavanda de mis ojos; si es que en realidad prefería acercarme a los chicos que a las chicas aunque se viesen amenazantes, quizá porque trabajando en un bar había aprendido a lidiar con los patanes, además no tenía que estar compitiendo con ellos, ni escuchando chismes, o de que le había bajado el novio a x o y mujer cuando eso ni me venía a la mente, al menos no de forma consciente~. Con los tipos se podía hablar de cualquier cosa si se congeniaba, así que bueno, el intento por hacer un amigo no venía nunca de más.

    No deparé en quedarme a charlar ni nada ya que solo era una especie de saludo lo que había lanzado con ese comentario. En lo que llegué a mi locker me distraje un rato con el móvil, mirando lo hora después para girar los números sin prisa hasta dar con la combinación, pero no abrió. Revisé la ennumeración, repitiéndola, pero seguía sin abrir.

    ¿Se había atorado?

    Que buena suerte, Kathe.

    Sí, eso hubiese dicho Alek~

    Miré a mi alrededor, estando cerca un chico que era más alto que yo, a lo que no dudé en pedirle el favor:

    —Hey~ ¿Me ayudas?

    ¿Sabía que podía molestarlo pidiéndole ayuda? No, ¿me importaba si fuese el caso? Tampoco.

    Yáahl le hablaron a Shimi-kun de pasada (?)
    Nekita <33
     
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