Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Había que verlo nada más, tan temprano y ya divirtiéndose como un cabrón. Al menos debería pasar la receta o algo, el muy jodido, que no se me ocurría el secreto así lo pensara durante mil años. Nada que hacerle, ¿no? Si parecía un bufón de Satanás o quizás el mismísimo rey del averno, qué sé yo. No lo conocía de nada, no lo identificaba del bajo mundo, pero era capaz de atizar el fuego sólo con una mirada. Apestaba a la oscuridad de la que vivía rodeado, al refreno, los impulsos, vete a saber si también la violencia. Bueno, acababa de llegar al país.

    Quizá pudiera hacerle un recorrido por lo que valía la pena.

    Su sonrisa no hizo más que acentuarse y solté el aire por la nariz, sin perder detalle de su expresión. Tatuajes o no, tampoco iba a ponerme imbécil y negar que el salido este estaba bien hecho. Muy a mi pesar, digamos.

    Su respuesta me arrancó una sonrisa jodidamente soberbia y me encogí de hombros, echando la espalda hacia atrás hasta dar con la línea de casilleros. No parecía tener la menor intención de quitarme los ojos de encima y, bueno, no iría a ser yo el maleducado que falte a sus atenciones. Delineé los trazos de tinta que llevaba en el rostro, un poco su cabello de pura manía, la piel de su cuello hasta regresar al miel que fácilmente podía actuar de espejo.

    —¿Qué? ¿Hay más? —murmuré con la eterna ironía; obvio que había más, ¿qué loco que se tatúa el rostro no tiene más mierdas desparramadas por ahí?

    Cuando quieras me dices y te los muestro.

    Pestañeé sin apuro, lo recorrí con la vista de pies a cabeza como si me estuviera imaginando lo que me ofrecía, y enterré las manos en los bolsillos.

    —Qué invitación tan abierta... —Dejé la oración en el aire, recordando que, así como con Riamu, tampoco nos habíamos dignado a presentarnos. Estiré los labios en una amplia sonrisa e incluso me relamí apenas antes de hablar—. Shinomiya, por cierto. ¿Con quién tengo el placer?

    estoy cortando la tensión con una cuchara

    Anna 3.png

    Emi podía ser muchísimo más tranquila que yo, incluso dulce y maternal. Tenía otra forma de acercarse a las personas, más similar a la energía que desprendía Jez. Eran criaturas capaces de sosegar todo el maldito mundo, de calmar el fuego y regresarlo a una fogata tibia. Podían ponerle dirección y reglas al desastre, o como mínimo lanzarle una cubeta de agua encima con una precisión aterradora. No tenía idea cómo funcionaba estando al otro lado del espectro, pero no necesitaba entenderlo para agradecerlo. De a ratos también lo ansiaba, digamos, tener la capacidad de ser esa energía conciliadora, aunque muchas veces se me fuera la pinza.

    Me gustaba ser una fogata, para qué mentirnos.

    Me gustaba sentirme útil.


    Quizá fuera parte del reconocimiento que había ansiado toda la vida o quizá sólo naciera de este corazón estúpido que nunca se callaba, nunca se estaba quieto, nunca dejaba de arder.

    La cuestión era que Emi podía ser la calma de un arroyo pero también sabía acoplarse a mi tornado de energía y no morir en el intento. ¡Un talento por demás envidiable, si se me permitía alardear! Su aporte al debate religioso me instó a echarme también un paño de seriedad encima y coloqué cara de indignación, llevándome una mano a los labios.

    —¡Emily! —la reprendí, como una madre toda pomposa—. ¿Cómo te atreves a dudar de la palabra del Señor? ¿Bajo qué tentaciones ha caído, señorita, para exhibir semejante comportamiento? Ah, shame! Shame!

    Agité los brazos a su alrededor e incluso me hice con un poco de su cabello para lanzárselo hacia arriba, alborotándolo en diferentes direcciones. La imagen me hizo demasiada gracia para seguir montándome el teatro y relajé el semblante, soltando una risa sin restricciones. Su balance de los pros y contras me pareció por demás razonable y asentí, picándole la nariz con una cuota estúpida de cuidado.

    —¿Ves? Estamos hechas la una para la otra, bonita.

    Su reacción a la estupidez del FBI me hizo gracia, primero, pero su actuación me resultó tan convincente que por un segundo acabé arrugando el ceño, preguntándome qué rayos le pasaba ahora y qué había dicho yo para que pusiera esa cara. La seguí con la mirada al engancharse a mi brazo y aguardé a que hablara, con una mezcla de curiosidad y diversión. Apenas oí el nombre de Kashya entendí todo el rollo y genuinamente me reí a carcajadas, importándome una mierda quién fuera a escucharme o no. ¡No, si tenía toda la razón del mundo! Si había un estudiante contratado por los alienígenas para dominar el mundo, esa tenía que ser Kashya.

    Estaba metida en mi ataque de risa y encima Emily no dejaba de picarme el costado, haciéndome cosquillas. Me removí de acá para allá, arrastrándola conmigo, y acabé echándole mi peso a los casilleros. Hizo un poco de ruido pero no dolió nada, y yo sólo me seguí riendo.

    —¡Ya, ya! ¡No diré nada! Piedad, por favor, piedad.

    Me las arreglé para recuperar un poco el aliento y escuché su respuesta de verdad, aunque las ganas de tontear no me las quitaba ni Dios. Le eché encima una mirada sugerente al oír que había almorzado con Cayden y fui consciente de su duda consecuente, claro que sí. Casi pude leer en toda su cara que estaba preguntándose si debía indagar con respecto a mi ausencia.

    Relajé el cuerpo en un suspiro prolongado, desenredé nuestros brazos para buscar sus manos y apretarlas con cariño, balanceándolas un poquito de lado a lado.

    —Está todo bien, Em —murmuré, con la vista pegada en el contacto—. Va a estarlo, estoy segura.

    Una calidez extraña se anidó en mi pecho al decir aquello y ser consciente de que estaba siendo totalmente honesta. De que lo creía con todo el maldito corazón.

    —¡Kakeru quiere conocerte! —solté de la puta nada, mirándola a los ojos con una ilusión enorme—. Será mi culpa, al parecer le hablé demasiado sobre ti~ ¡Y bueno! ¿Qué tal estuvo la fiesta?

    Me incliné hacia ella, echándole la mirada sugerente que había usado recién, y le piqué el costado.

    —¿Pasaste mucho tiempo con Akaisa-senpai, eh~?

    annita no teaseando a emi con kat es lava
     
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    Insane

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    Un poco me imaginaba el hecho de que hubiese visto a mi gemelo el día anterior para decir aquello de que me veía mejor sin la tinta en la cara, en el tiempo en que me distraje con Eris conociéndola un poco mejor, a menos que estuviesen en la misma clase pero me imaginaba que Génesis me lo hubiese comentado tal y como me comentó el que la linda chica de cabello rosa estaba con ella y había olvidado regresarle los anillos. Aunque para saber si con el alcohol que tenía en ese momento por lo de la dichosa mayonesa lo recordaría a medias.

    Seguí al toque el cómo prácticamente me escaneaba sin apuro, a lo que en realidad me provocaba una satisfacción sátira al recordar que el otro día el timbre del móvil le había salvado el pellejo, y ahora mantener su atención sobre mí con lo soberbio que era el tipejo este. Me mantuve en mi posición con las manos enterradas los bolsillos del pantalón, con la mochila de cuero ahí colgando en mi brazo izquierdo al escucharlo con aquel tono irónico que podía igualar de forma risible, notándolo ahora observarme de pies a cabeza.

    Bueno, por mí que siguiera haciéndolo todo el día hasta grabarme en su cerebro.

    Casi le mostré los dientes al verlo relamerse los labios apenas, captando de lleno que ese era el mísero apellido, y el apellido era tan formal que no me iba para nada esa mierda.

    Además, quería tomarme libertades con él.

    —Regálame tu nombre —por mero vicio bajé la mirada a sus labios y volví a sus ojos—. Kasun Zeldryck —me presenté entonces, con la plena intención de escucharlo pronunciar cualquiera de los dos que le apeteciera.
     
    Última edición: 19 Mayo 2021
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    Gigi Blanche

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    Había algo casi maniático, claramente desviado, en el disfrute que encontraba dentro de ciertas mierdas. No tenía idea cuándo había iniciado, si nací así o me pudrieron con el tiempo, pero en el descenso al puto infierno había un punto de no retorno y no necesitaba que nadie me avisara hacía cuánto me lo había pasado de lleno. ¿Me importaba? Usualmente no. No había forma y, siendo francos, tampoco me quedaba de otra.

    Mejor hundirme hasta el fondo y ya.

    No hacíamos más que mirarnos como obsesos pero eso era suficiente para marcarnos un numerito de antología. Sentía la tensión descargándose en cada centímetro de mi cuerpo. Era desagradable de a ratos, se oscurecía y me instaba a sacudirme como un perro mojado, pero había otros momentos, azarosos, anárquicos, donde el escozor se revolvía con algo demasiado similar al placer como para ponerle otro nombre. Era una mezcla extraña, cagada hasta la médula, que me inyectaba en la sangre precisamente lo que necesitaba para valerme el pellejo.

    Y llevarme mis flores en el proceso, digamos.

    Noté su reacción al verme, la sonrisa de lobo que le estiró los labios hasta más no poder, y congelé en mi rostro la eterna prepotencia para seguir hundiéndome en ese jueguito que de necesario no tenía nada, pero mierda. Cuán divertido volvía todo.

    ¿Que le regalara mi nombre?

    Pretencioso.

    —Kasun —murmuré, suavizando la voz y ladeando apenas la cabeza, el cabello me hizo cosquillas en la nuca—. ¿De qué agujero del mundo saliste?

    Me daba igual su nacionalidad, la verdad, pero todo fuera por demostrarle que planeaba pasarme por los huevos su pedido en tanto así me saliera de los cojones. De ahí la diversión que le imprimí a mi voz, aún suave, pero totalmente burlona. Que le regalara mi nombre, ¿eh? ¿Me había visto cara de beneficiencia?

    Soy un mocoso caprichoso, ¿qué no ves?

    Tendrás que ganártelo, Asmodeo.

     
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    Insane

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    No era la primera vez en que me tomaba mi tiempo en mantener los ojos sobre una presa que quería darle una pequeña muerte entre mis dientes, o varias, como la que le había obsequiado a Tolvaj en las duchas o a Riamu en el baño privado, si es que el hecho de que se pusiera a tejer un juego de qué ceder y qué no me complacía de forma enferma, así que eso de tomar el reto no había duda alguna. Mantuve mis músculos sin ninguna mísera tensión al realmente estar acostumbrado a moverme en mierdas bien caóticas, aunque siempre me andaba de independiente más que otra cosa para follarme alguna chica, robarle el novio a otro vicioso, y un par de mierdas más de las cuales terminaba sacándome mi hermano cuando estaba muy hundido, aunque en Canadá todo se redujo, pero en Serbia era como satanás en el patio de juegos.

    Quién diría que lo turbio me venía como anillo al dedo sin siquiera buscarlo.

    Gracioso era que Génesis fuese quién me mantuviese más a raya, pero aquí el cabrón podía fácilmente llevarme derecho de nuevo a la penumbra si a cambio obtenía algo de su parte, como su número de teléfono por ejemplo. Podía ser un vendido de mierda a cambio de un buen polvo a largo plazo. Casi se me escapó una carcajada al ver que el tipejo no soltó su nombre, sin embargo disfruté el cómo pronunció mi apellido como un jodido entornando ligeramente la mirada ante la pregunta del agujero, pasando de mi pedido como si fuese cualquier mierda sin importancia.

    Que mal educado, principito.

    —De uno que te invitaré a visitar en algún momento.

    Saqué la izquierda del bolsillo y llevé los dedos al lado de su cabeza por el metal del casillero, sujetando entre ellos lo que parecía una pequeña hoja que había arrastrado el gélido viento, a tientas de ver alguna reacción al sujetar dicha cosa verde cerca de su cabello, trayendo de nuevo la mano al bolsillo después de mostrarle la hoja resquebrajada al abrir la mano y dejarla caer al suelo, deslizándola en el proceso cerca de su mentón de a posta.

    Ups.

    —Parece que acabo de salvar tu peinado, debería obtener algo a cambio de eso, como no sé, saber si estás comprometido, ennoviado o soltero~

    Que me daba igual, que infieles había por montones y no me sorprendería ninguna de las respuestas, pero para variar escucharlo de su propia boca no estaba nada mal.
     
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    Gigi Blanche

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    Bien podía ser un maestro de la actuación y estar colándome el cuentito de forma fenomenal, pero era verlo y no albergar la menor duda de que el jodido estaba en su puta salsa. Ya ni siquiera había involucrada una danza extraña entre la tensión y el placer, era satisfacción a secas y de esa no creía haber conocido nada nunca, ni siquiera en mis mejores tiempos. De un momento al otro tuve que preguntarme cómo se sentiría.

    Si sería similar a la carne lacerada y los nudillos resbaladizos.

    ¿Cómo mierda había acabado tan involucrado, en tan poco tiempo, con este salido y Riamu? Iba a tener que echarle la culpa a la cojonuda fiesta donde me forzaron a ser guardaespaldas de Hotaru, al champagne que me había zampado y a las compañías también, ¿por qué no? Era ridículo y prácticamente me indignaba recordar cómo me había enredado con ambos a ojos de todo Dios, pero lo hecho, hecho, ¿no? Prefería morirme antes de admitir que podía llegar a arrepentirme, así fuera apenas.

    ¿Que me invitaría al agujero del cual había salido? Se me aflojó una risa nasal al tiempo que cambiaba el peso de pie, ¿iba a seguir invitándome a diferentes cosas o mejor cambiaba el speech, antes de aburrirme? Hubo algo en sus ojos en cuanto pronuncié su apellido, vete a saber qué era pero se me antojó un... incentivo.

    ¿Ese interruptor sí?

    Qué lindo.

    Había creído estar preparado para básicamente cualquier cosa, pero suponía que al final sí me faltaba un poco de alcohol en sangre para lograr arrancarme de encima las peores manías, esas asociadas a mi espacio físico. Advertí sus intenciones al vuelo, al extraer la mano del bolsillo y acercarla al costado de mi cabeza. No le demostré tensión o duda alguna, aunque sí acabé presionando las yemas contra mis piernas, dentro de las bolsas del pantalón.

    Puto cabrón.

    Seguí sus movimientos de soslayo, pude oír cómo la hoja se resquebrajaba dentro de su mano y el fantasma de un escalofrío me recorrió la línea de la mandíbula al navegarla a cierta distancia. Regresé a sus ojos y detallé su eterna diversión. ¿Que acababa de salvar mi peinado?

    —Vaya, gracias, Kasun —murmuré, suavizando su apellido a posta, y me encogí de hombros. Bueno, ceder unos centímetros no iba a matarme, ¿verdad?—. Soltero. No que importe de una forma u otra, ¿verdad?

    Volví a ladear un poco la cabeza e incluso me las arreglé para echarme algo de inocencia encima.

    —¿Qué pasa? ¿Interesado~?
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Lancé un bostezo tan grande que un oso podría haber entrado en mi boca, mientras me estiraba toda la longitud de mi cuerpo. Miré somnoliento alrededor, mientras el mundo transcurría, sin importarle que yo no estaba listo para que este comenzara su ritmo frenético de todos los días. Maldito irrespetuoso.

    Todos a mi alrededor bullían en actividad. Había dos que parecía que iban a comerse en nada, allí mismo en los casilleros, un nuevo que había cometido el grave error de acercarse a Alisha, esa chica del 3.1 de la que todos hablaban, y más espirales sociales de las que me apetecía participar con el peso del sueño encima mío. Gruñí en cuanto recordé como me había ido ayer. Haber tenido que pasear con la princesita de verdad me había consumido todas las energías. Ni había podido ir al club de teatro. Además, tenía el maldito trabajo ese para entregar. Suponía que debía contactarme con mis compañeros.

    Bueno, eso podría esperar. Tenía otras cosas de las cuales ocuparme. Como de encontrar a cierta persona, por ejemplo.

    Al fin la vi llegar, y me acerqué sonriente.

    — Así que... —empecé, sacando ambas invitaciones de mi chaqueta y dándole a Sasha la suya.— Supongo que gané. Buenos días, ma fleur. ¿Cómo te trata la vida?
     
    Última edición: 20 Mayo 2021
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    Insane

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    A decir verdad estaba disfrutando interactuar con el chico de una forma que no debería ni ser legal, como si su prepotencia avivara mi diversión, como si fuese una chispa permanente en la morbosidad de mi mente, manteniendo la llama eterna ardiendo contenida varios metros bajo tierra. Pfff, si eso seguía así terminaría creyendo en que existe alguna estupidez como el destino o algo, porque esto parecía engranaje perfectamente diseñados, a ver si en algún momento lograba encajar en él.

    Me relamí ligeramente los labios, ¿que si el chico supiese lo que me la pasaba pensando seguiría ahí de pie frente a mí? Bueno, ya era cuestión suya si en algún momento me dejaba espacio abierto, que por muy pequeño que fuese podía voltear las situaciones, calentarle el oído o la cabeza entera, para esas cosas si que tenía paciencia de sobra. Observé el cómo permaneció ahí, quieto pese al ademán que hice con la mano cerca de su cabello.

    Vamos principito, que en algún momento te dejarás ver bastante tenso.

    Escuche nuevamente el cómo suavizó ligeramente su voz al pronunciar mi apellido, si lo hacía a posta y todo bienvenido fuese. Luego respondió inicialmente la pregunta con otra, a lo que elevé los hombros apenas, dándole la razón. Pues con novio, sin novio, casado, comprometido o soltero mis intenciones seguían siendo exactamente las mismas. Comérmelo de pies a cabeza.

    —Quizás —respondí volviendo la vista a sus labios de aposta, volviendo a sus ojos miel. Entre todo aquello noté la cabellera dorada de Génesis pasar, a lo que di un paso hacia atrás con la intención de ya echarme a caminar fuera de los casilleros, murmurándole a Shinomiya antes de desaparecer de su vista—. En cuanto sepa tu nombre espero una recompensa~

    Le vi de perfil con deleite, ya echándome a caminar hasta la rubia que se encontraba con el móvil cerca del oído, al parecer escuchando alguna cosa en japonés que le habían traducido.

    —Hey Gen, voy a ir subiendo.

    Buscó mis ojos y en ese momento suavicé las facciones.

    —Bien. Yo subiré en un rato.

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    No sé cuántas veces había repetido la nota de voz que me había mandado Zoldryck de Ishikawa traduciéndonos el texto. Casi buscaba que las palabras se me grabaran en la cabeza, y en sí el tono de su voz no me ayudaba mucho. Era demasiado suave, aún así algo logré sacar de todo aquello al lograr grabarme pequeñas frases con las que practiqué la pronunciación, y en casa en donde traté de transcribir cada cosa propiamente dicha. Cerré el casillero con calma, deslizando la mano hasta llegar a los tablones de mi falda, recordando que todo eso del itinerario había sido ajustado, el tiempo me había alcanzado de igual forma para observar algunas páginas de apartamentos ante la desesperación de mi madre por los días que ya llevaba con los prismáticos, y aquello sin duda me desataba el dolor de cabeza que interfería con cualquier tipo de concentración, por lo tanto el té antes de dormir había estado perfecto.

    Moví el móvil entre mis dedos con la vista distraída en la propia pantalla, deslizando el pulgar hasta que denoté el número del desaliñado de la clase.

    Había preparado la noche anterior lo que deseaba impartir, ahora solo debía avisarle con anticipación. Me lo pensé por unos minutos antes de escribirle, recostada en el frío metal.

    Buenos días Shimizu.

    El itinerario está en orden, por lo tanto te veo en el receso para ir juntos a la biblioteca. Si prefieres otro sitio por favor me lo comunicas.


    Y lo envié, pestañeando con parsimonia.

    Yáahl lemandóunmensajitomañaneroperfeccionista(?)
     
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  8.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Noté una oleada de calor terrible encima y apenas un segundo después las mejillas se me tiñeron de un tono rojizo bastante intenso.

    —Ah, d-disculpa, qué error... —murmuré, llevándome las manos hacia los pómulos para intentar bajar un poco la temperatura—. Ethans Alethea, encantada.

    Logré recuperarme lo suficiente para responder a su pregunta y no arriesgarme a quedar aun peor por no ser lo suficientemente educada, acompañando las palabras con una reverencia de las estándares que provocó que un par de mechones se deslizasen por mi hombro hacia abajo.

    >>Izayoi-san, vas a tercero, ¿verdad? ¿Te importaría si subimos juntas a clase?

    Una vez controlada la vergüenza inicial, lo cierto es que no me fue muy difícil recuperar el tono sosegado y la expresión suave y educada que me caracterizaba, esperando su respuesta con la cabeza ligeramente ladeada. Quizás fuese un poco raro aquello tan de repente, y entendía si quisiera negarse a la propuesta, pero era mejor empezar poco a poco, ¿no?

    Tremendo dedazo tuve ahí (?)

    Anyways, te la puedes arrastrar si quieres <3

    aBbGD3Z.png

    Las reacciones de Anna solo lograban sacarme más y más carcajadas divertidas, y lo cierto es que pensé que teníamos que estar dando demasiado el cante siendo tan ruidosas en plena mañana de un martes y que, posiblemente, muchos alumnos nos estaban maldiciendo de todas las maneras posibles en sus mentes. Bueno, ¡mala suerte! ¡Había que afrontar los días con energía y buen humor si la ocasión lo presentaba!

    Asentí ligeramente cuando dijo lo de que estábamos hechas la una para la otra, arrugando un poco la nariz ante su toque solo por pura inercia, porque lo cierto es que había sido estúpidamente cuidadosa con el gesto. No era una locura tan grande pensarlo, ¿verdad? Que había sido cosa del destino que nos encontrásemos, que la manera en la que habíamos acabado encajando no podría compararse con nadie más.

    O bueno, a mí me gustaba pensarlo así de vez en cuando.

    La broma de Kashya siendo alien lo había dicho con todo el cariño del mundo, por supuesto, simplemente porque siempre me sorprendía la manera en la que parecía hacerlo todo a la perfección sin ninguna clase de problema y su falta de expresividad constante. Nunca iría desde la malicia, mucho menos cuando era la persona que más la conocía, que sabía todo lo que había pasado y que la quería tanto. ¡No se iba a enfadar conmigo, de todas maneras!

    Decidí ignorar la mirada sugerente que me echó cuando mencioné a senpai, porque por mucho que considerase que era un chico lindo, genuinamente dudaba que algo por el estilo podría suceder con él, ¡y mejor no darle mucha bola a Anna tampoco! Además, no tardó mucho en hacerse con mis manos y recibí su mirada con toda la atención del mundo. Era obvio que había leído la duda de mi rostro y, una parte de mí temió que me fuese a decir algo malo al respecto, pero aun logré no mostrar ese miedo.

    Le sonreí con la misma calidez estúpida que ella había mostrado cuando la escuché. Bien podía no saber nada al respecto y emocionarme como una idiota al saber que todo estaba bien, que ella sonaba sincera y que podría estar tranquila con lo que sea que fuese que había sucedido. Era lo que hacía siempre, ¿no? Preocuparme tanto por los demás que acababa sintiendo sus emociones casi como si fuesen mías, las buenas y las malas.

    Lo de Kakeru me tomó desprevenida, hasta di un respingo y todo, y la miré con la cejas alzadas y los ojos abiertos.

    —¿Qué dices? ¡Qué vergüenza, Annie! —me quejé, con un tono algo infantil, pero después de un segundo adopté una sonrisa con una chispa algo maliciosa—. Hmpf, tendré que sacarle anécdotas vergonzosas tuyas cuando me lo presentes~

    Igual la tontería me duró poco porque era obvio que Anna ya se estaba empezando a saber mis puntos débiles. Resoplé, apartando la mirada de la suya en cuanto recibí la pregunta, y no hubo manera alguna de disimular el sonrojo que se apoderó de mis mejillas. ¿Podía darme igual cuando Cayden lo insinuaba y avergonzarme de esa manera cuando lo hacía Anna? Parecía que cuanto más conocía a alguien, más fácilmente me sonrojaba o algo.

    En eso estaba cuando distinguí una enorme bolsa en el suelo y no lo pensé mucho antes de girar el cuerpo y acercarme a la misma, arrastrando a la chica conmigo porque ni de coña la iba a soltar así porque sí.

    >>¿Qué es eso, Annie?

    Sutil, Emily, muy sutil.
     
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    Rojo FireRed

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    Procedió a presentarse, si, luego de reconocer que no lo había hecho, se había puesto nerviosa e incluso se había sonrojado, no iba a mentir, le había parecido tierno.

    Ethans, ¿Eh?

    Interesante, por cómo se había presentado pues estaba al pendiente de los modales nipones, pero al igual que ayer, había encontrado a más extranjeros por lo que sonaba, o tenía tiempo viviendo en Japón o pues era natural nacida de padres foráneos.

    De igual manera, su comportamiento le había llamado la atención. Era tan sutil y amigable que pues no parecía del mal tipo, acompañarla sonaba tentador.


    —No veo problema en acompañarla, lady Ethans, así que pues vamos —esbozó una sonrisa amistosa, accediendo a la petición de la chica

    A ver qué se traían entre manos.
     
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    Nekita

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    Prácticamente llegó corriendo hacia el área de los casilleros.

    Entre los inesperados y no deseados invitados que habían dejado bastante tarde su casa había caído profundamente dormido por el cansancio y estrés que le generaba verlos de nuevo después de darse el baño más larga de su vida como si eso fuera realmente a ayudarlo a quitarse todo lo malo del cuerpo y así con todo eso mezclado, ni siquiera se había podido levantar a tiempo para poder tomar los diversos transportes públicos para llegar con tranquilidad a la academia.

    Tuvo que recurrir mejor a llamar un taxi y gastar lo necesario para que le ahorra la mayoría del camino y de allí, ayudarse del mismo transporte público como de costumbre para el último pequeño tramo sintiendo que realmente no iba a llegar a tiempo e iba a tener que excusarse con algún profesor en cuestión.

    Pero, lo había conseguido incluso aunque estuviera agitado cambiándose los zapatos mientras buscaba calmarse de su carrera, ya en el resto del día averiguaría que hacer con su nueva situación de la semana.
     
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    Gigi Blanche

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    Al final, Anna ayer no había conseguido adivinar lo que llevaba en la bolsa. Normal, pobre chica, entre que el camino hasta su aula era corto y nos distrajimos hablando de cualquier cosa. Nuestras comidas favoritas, qué nos había llevado a Japón, lugares donde podríamos patinar. Me sorprendió bastante la ligereza con la cual me contó que su mamá había fallecido, me dejó fuera de base un sólido segundo y me di cuenta que yo era una tonta atorada en el pasado. Que sólo me distraía y las mierdas nunca sanaban. Fui incapaz de compartir mi propia experiencia y eso me daba miedo.

    ¿Iba a ocurrir igual con Daute?

    Ya sabía que iba a darle las galletas así no adivinara, mira si se las negaría luego de montar semejante espectáculo al respecto. Conque iba a la 3-2, ¿eh? Al asomarme por la puerta tuve una idea repentina, pero la campana se replicó aquí y allá y tuve que volver a mi propia clase. Aguardé, por ello, a que acabara el día lectivo y aproveché el apuro usual con el que corría al trabajo para colarme de primera en los casilleros y dejar una bolsita de galletas en el locker de Maze. Solté una risilla como un niño pícaro que acaba de cometer la travesura del siglo y seguí a lo mío, que mi día aún distaba de terminar.

    Por la noche hablé con papá al teléfono, el silencio de la sala me había agobiado y prendí la tele para tenerla de fondo. La abuela al parecer había salido de peligro inminente y quería iniciar el papelerío para trasladarla de regreso a Tokyo, pero vete a saber cuánto iba a tomar. Planeaba pedir un par de días libres del trabajo, realmente no le quedaba de otra, pero los niños seguían perdiendo sus clases y me di cuenta que no tenía idea cómo solucionarlo. Es decir, sin seguir echándome responsabilidades encima. Que contratara a una niñera, había dicho, y casi se me fue el cucharón al fondo de la olla.

    A nanny? No fucking way.

    —Sash...

    —No, papá, no dejaré a los niños a cargo de una desconocida. Ya suficiente tienen con todo y encima está Danny, ¿recuerdas lo costosos que eran los terapistas ocupacionales? Y eso hace dos años, no quiero imaginar ahora.

    Había algo áspero en mi tono de voz, en la forma que lo increpé, que sabía era injusto. Me mordí la lengua luego de soltar todo aquello, para no seguir echándole mi mala hostia de gratis, y suspiré. Ahí iba, el speech de toda la vida.

    —Yo me encargo, pa. Tráelos mañana y yo me encargo de todo aquí.

    Dudó un poco pero al final aceptó. La verdad sea dicha, papá no tendía a discutir las decisiones que tomaba. Un poco por mi rigidez, otro poco por su falta de carácter. Era amable, dulce y cálido, era un amor de persona, pero era blando como la mierda.

    Así y todo, me las apañé para preparar la cena, el almuerzo y algo de postre. La tele seguía encendida, estaban echando un documental sobre gacelas que de tanto en tanto pispeaba. Si quería encargarme de los niños iba a tener que pedir días libres en el café también, y vete a saber cómo me iba con el gerente. La idea me ponía un poco nerviosa, odiaba tratar con él, pero no quedaba de otra, ¿verdad? Papá estaba atascado allá porque alguien debía cuidar de la abuela, y yo lo estaba acá porque alguien debía cuidar de los niños. Y no había dinero para pedir ayuda de terceros.

    Nunca había dinero.

    Y mi rigidez no ayudaba en nada.

    Cuestión que mi plan seguía en marcha, pero me había atrasado un poco y no logré llegar de primera a la escuela. Noté el bullicio en los casilleros ya desde el patio frontal y apreté el paso, la bufanda arremolinándose entre mi cabello a causa del viento. Joder que hacía frío de repente.

    A medida que llegaba noté la presencia de Sanji, debo decir que a pesar de su atuendo estrafalario no me costó mucho trabajo reconocerlo, en especial al notar su atención sobre mí. Le dediqué una sonrisa amplia y seguí caminando, indicándole con un movimiento rápido de mano que podía acompañarme. A la pasada identifiqué a Shinomiya recostado en los casilleros, nuestras miradas chocaron un instante y también le sonreí.

    —Buenos días.

    Se limitó a asentir y fui hasta mi locker para, desde allí, valerme de mi estatura y ponerme de puntillas, inspeccionando los alrededores. Bueno, al parecer no había moros en la costa. Sanji me extendió algo y regresé mi atención a él, reconociendo las invitaciones de la fiesta. Recordé toda la tontería que nos habíamos montado de un momento al otro, solté una risa breve y acepté la tarjeta, guardándola en mi bolso.

    Right, you won. —Me cambié los zapatos a velocidad y lo miré de soslayo tras erguirme—. Morning, hon. Aquí ando, ¡en medio de una misión secreta!

    Fue como el grito de batalla o algo así. Sonreí emocionada y me colé entre los estudiantes para alcanzar el casillero de Maze, que ya sabía dónde estaba, arrastrando a Sanji en el proceso. Bien, aún no se había cambiado los zapatos. Hundí una mano en mi bolso, sacando una caja de cartón pequeña, y la dejé encima de los mismos. Era bonita y todo, la había comprado en una papelería a la vuelta de casa. Era color crema y llevaba en la tapa un lazo dorado. Estuve un rato pensando si dejarle una nota, hice memoria sobre si reconocería mi caligrafía o no hasta que me chirriaron las neuronas. Al final le escribí "postre" en kanjis y la pegué a la tapa. Dentro había unos cuadraditos de brownie con nueces y esta cosa que vendían en la sección internacional del mercado llamada dulce de leche. Qué sé yo, era muy rico.

    Cerré la tapa del locker, me hice con la muñeca de Sanji y lo jalé hasta el final de la línea de casilleros. Recosté la espalda en el costado, de cara al pasillo, y sonreí victoriosa. Puede que el chico pensara que estaba chiflada o que era harto infantil, pero me importaba de poco a nada. Digamos que en esas pequeñas estupideces estaba encontrando algo de lo que aferrarme para no irme a la mierda.

    There, ready~ ¿Tú qué tal estás? ¿Cómo te trata la vida?

    Yáahl te etiqueto sólo para que estés al tanto de las pendejadas de Sasha(?

    Kou 2.png

    Imbécil había que estar para haber esperado una respuesta concisa de su parte, claro, si al parecer íbamos a mantenernos en esa hasta Dios sabía cuándo. No había otra forma de definirlo, era un tira y afloje, un puto juego de poder y esas mierdas eran el peor de mis vicios. ¿Dudaba? De momento no. Creía poder manejarlo dentro de los límites de la escuela. ¿Estaba siendo ingenuo? Quizás.

    Pero eso no iba a detenerme.

    Insistía en mirarme la boca y si seguía así iba a tener que preocuparme por cómo luciera, de verdad. Noté al vuelo la cabellera rubia que pasó a sus espaldas, era la chica de la fiesta, la que había terminado del culo por el shot de mayonesa, y la atención de Kasun se redirigió prácticamente de inmediato. Esa gente no podía importarme menos, pero estaba condenado a percibir los hilos del mundo y en ese momento se tensaron, permitiéndome entrever un nudo más resistente del que había creído encontrar antes. La sonrisa se me estiró apenas.

    Vaya, vaya.

    —¿Recompensa? La que quieras —solté al aire, despegando la espalda de los casilleros—. Buena suerte en conseguirlo.

    Un poco después de que Kasun se desapareciera, Pierce pasó frente a mí y me saludó con la frescura usual. Asentí con la cabeza en respuesta, echando un vistazo a los alrededores de pura manía, y me dispuse a subir a mi clase. Tras abandonar la línea de tercero me alcanzaron unas voces chillonas, por demás revoltosas, y volví la vista apenas de reojo, con cara de perros. Identifiqué el cabello bicolor de Anna y seguí mi camino, con su voz rebotando aquí y allá ahora que la había reconocido. Sonaba alegre que te cagas, casi nunca la había visto así en las épocas de los Boomslangs y bueno, con lo ocurrido el sábado, suponía que su buen humor era sinónimo de que todo había logrado enderezarse un poco.

    ¿Me alegraba? No exactamente.

    ¿Me aliviaba?

    Quizás.

    Anna 3.png

    Era tan divertido molestar a Emi que debería considerarse ilegal, además ni tan mal me sentía porque ella siempre que encontraba la apertura se las arreglaba para devolverme la jugada y así íbamos, de teasing en teasing. No tenía puta idea cuándo había sido la última vez que me había llevado tan bien con otra chica, sólo sabía que lo suficiente para haber olvidado por completo la sensación. Era divertido, era cálido y me llenaba de una alegría inmensa.

    Tenía una amiga de verdad.

    Su sorpresa al saber lo de Kakeru me arrancó una risa divertida y me encogí de hombros, haciéndome la tonta. ¿Quizá le había arrojado demasiadas flores durante el viaje a Minano? Ups~ Su idea sólo mantuvo la sonrisa en mi rostro y le piqué el hombro, acusadora.

    —¡Eh, nada de anécdotas vergonzosas! No permitiré que se alíen en mi contra, ¡no, no, no! ¡Sobre mi cadáver!

    Que encima totalmente lo veía pasando. Una de las primeras cosas que pensé al conocer a Joey fue que se le parecía a Kakeru, sólo que más estridente y caótico. La energía de Kakeru era más sosegada y casi nunca alzaba la voz, así que... ¿como una mezcla de Joey y Kohaku? ¡Como fuera! Tenía todo el potencial del mundo para meterse a Emi en el bolsillo y atacarme con munición pesada.

    Su sonrojo al soltarle lo de Katrina fue tan lindo que solté un sonidito de, qué sé yo, de ternura y estiré los brazos para estamparle las palmas en las mejillas. Fue suave, claro, y se lo zamarreé un poquito de derecha a izquierda, viéndola a los ojos.

    —¡Ah, eres tan linda, Emi-chan! ¡Quiero comerte!

    La dejé en paz no mucho después, ella redirigió su atención a la enorme bolsa misteriosa que había a mis pies y seguí la dirección de su mirada.

    —Ah, ¿eso? —Sonreí con malicia y deslicé mis ojos de regreso a ella, entornando la mirada y ladeando un poco la cabeza—. Eh~ ¿Quieres saber?

    ¿No podía responder una simple pregunta como la gente normal? ¿Acaso todo tenía que ser un juego o un reto? Se ve que sí. Me deslicé para acercarme a la chica, sedosa que te cagas, y le hablé cerquita del oído.

    —A ver, ¿cómo me convences para que te diga?

     
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  12.  
    Zireael

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    No tenía ni puta idea de qué mentira le habrían tirado a los padres de Altan en toda la cara para que el imbécil siguiera en casa, tampoco iba a preguntar, y menos idea tenía todavía de cómo había logrado que el jodido cabeza dura se quedara quieto vez de salir como un loco a la escuela, a lo mejor la puta cabeza de niño genio le había alcanzado por fin para entender que no tenía que ir a preocupar a nadie.

    No me había quedado más remedio que decirle a mi madre por encima que habíamos tenido un problema mientras estábamos fuera esa noche y que el idiota se iba a quedar en casa un par de días, lo mismo con mis hermanos para que al menos pudiese moverse por la casa, darse un baño y toda la mierda. Tan siquiera alguna de mi ropa le quedaba, porque el traje de niño pijo ya no valía un cinco.

    Lo habían dejado como un Cristo, no iba a mentir, era posiblemente la peor paliza que le habían metido en su vida (que no eran pocas), pero en cierto sentido el cabrón era como un gato asilvestrado. Podía tener heridas abiertas, quejarse por ellas en el instante que las recibía y luego seguir como si nada, incluso si le dolía cada músculo del cuerpo.

    Un poco monstruoso sí que era, lo había pensado al escucharlo reír en el callejón en medio de su sangre.

    —Si veo tu cara en el Sakura te voy a rajar el estómago con un cuchillo, que lo sepas —dije antes de salir de casa, cerrando de un portazo seco.

    Había quedado desayunando con mis hermanos que estaban terminando de prepararse para salir a la escuela, teniendo en cuenta la cara de culo que tenía en realidad parecía estarse llevando más o menos bien con los dos críos o quizás eran las gotas esas que le dejó Yuzu para el dolor que lo tenían menos amargado, qué iba a saber. Igual y me las quedaba yo cuando el cabrón no las necesitara más, aún si no me iban las drogas de farmacia.

    El jodido frío de afuera me había obligado a ponerme encima, en sustitución del blazer que siempre brillaba por su ausencia, una chaqueta de las que usaba por las noches. Era de un tono de rojo ferroso, que hasta ese momento no me había recordado al tono de la sangre oxidada, y por demás el uniforme era la desgracia de toda la vida, la camisa abierta dejando ver la camiseta de tirantes de abajo.

    Estaba cruzando la puerta de la famosa academia de niños pijos cuando sentí el móvil vibrar en el bolsillo del pantalón y lo saqué solo para leer el mensaje de un número que no tenía agendado, aunque por lo que medio entendí del mensaje (porque había mínimo un kanji mal usado) no podía ser otra que la rubita, mientras leía había notado pasar a Yume pitando a mi lado y al seguir su camino noté a Allen en la fila de casilleros así que no tenía caso responder el mensaje.

    En la fila de segundo sonaba un alboroto que recordaba a un puto gallinero, me pareció reconocer la voz de Hiradaira y una angustia de lo más cagada me cayó encima. Si la cría se enteraba hasta ahí iba a llegar la burbuja de felicidad y yo era un cabrón, pero tampoco le iba a desear el mal a nadie así tan de gratis, mucho menos a un tanuki.

    —Toma agua, Yume, la carrera te puede deshidratar —solté un poco porque sí al pasar al lado de chico para finalmente alcanzar a la rubia—. No me gustan las bibliotecas. El clima da pena, pero aún así el patio es menos aburrido, hasta la clase pinta mejor que la biblioteca.

    Entre la gente que vi aquí y allá noté el cabello de la pelirroja junto a otro anaranjadito antes de que se perdiera al final de la fila de casilleros, a este paso estos rojos iban a tener que formar un club con Cayden de verdad, que ya eran varios. Me pareció notar a uno de los Kasun irse, en ese momento también noté a un niño pijo... pero pijo con ganas, era castaño.

    Y no sé si fue resistencia, negación o que llevaba la guardia baja por todo el otro broncón que tenía encima.

    Porque aunque la peste era evidente, no la sentí.
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    Ayer había llegado tardísimo a la escuela, hasta había tenido que llamar e inventarme una excusa de mierda para justificar aparecerme casi tres horas después. El motivo era el mismo por el que había salido casi corriendo de la fiesta de Akaisa a cierta hora, mi madre llevaba ya semanas sin poder llegar a casa y esa noche solo había llamado diciendo que llegaría en unas dos horas, que la habían liberado un par de días de la cadena de hotel para la que trabajaba.

    Era un relajado, no un desconsiderado que no quería ver a su madre.

    Así que me fui para alcanzar a llegar y prepararle algo de comer así fuese a llegar a las dos de la mañana. El domingo le dije que descansara y me encargué yo de todo. Las comidas, hasta saqué tiempo de ver cómo preparaba un postre aunque no se me daban muy bien. El lunes insistí en hacer el desayuno y dejar preparado el almuerzo por lo menos, porque ella no paró de decirme todo el rato que ya dejara eso y me fuese a la escuela.

    No me quedó más que hacerle caso o no iba a parar con la cantaleta en todo el día, iba hasta a terminar disgustada conmigo, así que dejé todo listo y me fui. El resto del día me lo pasé dormitando en clases, igual en el receso, lo había hecho todo con gusto y cariño pero eso no quitaba que estuviese cansado. A la tarde cuando bajé para hacer el cambio de zapatos y dejar unos libros en el casillero encontré la bolsita de galletas, no tenía nombre o una nota ni nada, era sospechosa que te cagas pero yo era un chico simple.

    El gesto por descarte podía venir de una sola persona, pero en ese momento no lo pensé, cansado como estaba solo tomé la bolsa y la abrí para comer un par de las galletas mientras salía de la academia, tarareando una de esas canciones folk de toda la vida. Bien podrían haberme envenenado por comer una cosa que me dejaban sin explicaciones, pero también estaba dicho que no era muy listo.

    Hoy martes mi madre se fue de nuevo, imaginaba que por otro par de semanas como mínimo, así que llegué a una hora decente a la escuela aunque ya para entonces había bullicio en los casilleros. En realidad había más del usual, unas chicas de segundo se lo estaban montando todo me pareció, claro que no reconocí a Hodges en el alboroto porque no le puse especial atención, solo seguí hasta mi línea.

    Al abrirlo mientras me quitaba la bufanda del cuello para zambullirla allí la saltó a la vista, era bonita con su lacito dorado y toda la cosa, al estirar la mano para alcanzarla vi la nota que... Bueno, no era muy explicativa en sí misma, solo ponía "postre" y por alguna razón me arrancó una risilla al ser tan escueta. Dejé la mochila a un lado para poder tomar la caja, abrirla y revisar el famoso postre; el olor a chocolate me alcanzó la nariz y debí parecer un jodido chiquillo en Navidad, porque saqué uno sin dudar un jodido segundo y me lo comí de un par de mordiscos. Estaban buenísimos.

    En ese momento las neuronas decidieron funcionarme, no había otra explicación para una cosa de esas, si no era de parte de Sasha no tenía sentido realmente, ni que fuese a tener yo una admiradora que me fuese dejando postrecitos. Esa clase de gestos solo venían de gente como Pierce.

    Y eran estúpidamente cálidos.


    y yo te quoteo porque mereces ver la reacción del pendejo osi osi. Girl que estaba como a mitad del post de relleno con Maze y me cayó tu alerta xD pedazo de timing

    Weno, ahí queda el niño idk unu
     
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    Insane

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    Si fuese consciente de los kanji mal utilizados probablemente las mejillas me hubiesen ardido por mero orgullo, pero al menos por ahora parecía que podía escabullirme al no saberlo de lleno. Permanecí recostada en la hilera de casilleros, casi distraída al recapitula la conversación con mi madre. Un apartamento de dos habitaciones, una para mí, otra para un estudio en el cual terminaría sumergiéndome las horas restantes del día fuera del instituto. Me agobiaba un poco, pero la mentira referente al esquematizar la perfección como algo obligatorio y permanente me sumergía de nuevas cuentas, por mucho que Zeld o Zold tratasen de sacarme constantemente de ahí.

    Fue en cuanto escuché la voz de Shimizu en que elevé el rostro, denotando la chaqueta que traía puesta. La piel de mis muslos estaba enteramente erizada por el clima, y aún así me había negado a ponerme las medias blancas a medio muslo al parecerme algo poco educativo, pero ahora caía en cuenta de que un poco si me arrepentía, siendo sensata de que la próxima vez no volvería a altercar sobre esa prenda de vestir.

    —¿El patio? —no conocía aún dicho espacio, pero si me guiaba en el receso no debería haber problema alguno—. Está bien, será el patio entonces a menos que llueva.

    Regresé la vista al móvil para dejarle un mensaje a Zeld, pidiéndole un favor en realidad, guardándomelo de nuevo en el bolsillo de la falda. Entre tanto llevé un mechón rubio tras mi oreja, denotando el cómo el contrario portaba el uniforme a lo que mi mirada se entornó ligeramente por las arrugas. Por algo se debía empezar, la sociedad no se transformada en realidad con el chasquido de los dedos, era dedicación, esmero, cuidado, pulcritud, consciencia y mucha paciencia. Me enderecé un poco para estirar las manos hasta su corbata, organizándola con parsimonia, casi ensimismada en mis pensamientos al deslizar los dedos por la tela, tal y como había hecho con los gemelos antes de salir de casa.

    —Si te molesta el tacto, por favor me lo haces saber —murmuré alejando mis manos.
     
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  14.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Bueno, parecía que la idea de sacarle anécdotas a su ex la había asustado lo suficiente como para reaccionar de esa manera y me sonreí con un orgullo de lo más tonto por saberlo. Era más que obvio que no era ninguna amenaza real; no era yo del tipo de querer sacar trapos sucios de la gente para manipular o algo por el estilo.

    ¡Pero bueno! El punto de todo era que... aunque me avergonzase, también me hacía estúpidamente feliz pensar que Anna le había hablado de mí a Kakeru. Él era una persona importante en su vida, ¿verdad? Así que solo podía imaginar que yo era lo suficientemente relevante para ella como para mencionarme. Y después de que Anna me hubiese metido a conocer al hermano mayor del chico así de la nada, lo cierto era que creía poder estar a su altura también.

    Sea como fuere, su reacción a mi sonrojo me sacó tanto de onda que al final hasta consiguió sacarme una risilla e, irónicamente, me ayudó a bajarlo aun cuando había sido ella misma la que me lo había provocado. En fin, la hipocresía.

    Obviamente tampoco me iba a soltar lo de la bolsa así como así, ni siquiera necesité captar la malicia de su sonrisa para darme cuenta de ello. La vi acercarse con aquella sedosidad y aunque fui consciente en todo momento, no pude esconder el ligero escalofrío que me recorrió cuando me habló tan cerca al oído.

    —¿Convencerte? Eh~ Qué exigente, Annie —murmuré quejumbrosa, girándome lo suficiente para poder encararla pero sin alejarme ni un centímetro.

    Me quedé mirándola con una intensidad estúpida, repasando sus facciones como quien no quiere la cosa, y después de un par de segundos me sonreí, levantando la mano. Rocé su mejilla con la yema de los dedos y pasé un mechón de pelo por detrás de su oreja, deslizando después el dorso de la mano por su brazo mientras lo dejaba caer.

    >>Pues no sé, ¿depende de lo valiosa que sea la información? ¿Cuál dirías tú qué es el precio justo~?

    No sé ahora si especificaste como llevaba el pelo, pero si lleva su anna style ponytail pues di que se le escapó un mechoncito (???
     
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  15.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    La rubita estaba recostada a la fila de casilleros, reaccionó al escucharme y me miró. A ver, había desistido de la idea de echarle los perros porque era densa al punto de la exasperación, pero eso no quería decir que no pudiese deleitarme con las vistas así que la había detallado al acercarme, solo para darme cuenta que la idiota tenía hasta la piel erizada. Dios, ¿quién le decía a esta niña que si no quería usar medias a los muslos podía usar mallas para no cagarse del puto frío como una completa imbécil?

    Como fuese preguntó por el patio, a lo que asentí con la cabeza y terminó por aceptar en tanto no lloviera, algo que era de sentido común a decir verdad. No estaba tan salido, mojarme no me hacía mucha gracia con ese clima, seguro acababa uno con un resfriado de los buenos y ya tenía bastante como para sumarle eso también a la de mierdas que me rodeaban. Además, ni siquiera me podía sentar a reposar una gripe.

    La chica se enderezó e hizo algo que ni mi propia madre se atrevía a intentar ya, me ajustó el uniforme con una dedicación que solo las locas controladoras de la perfección poseían. El tacto no me molestó, yo no era ninguno de los traumados con el espacio físico, pero en sí el problema fue que me arreglara el uniforme directamente, ¿de verdad era tan tonta?

    Me llevé las manos a la corbata deshaciendo su trabajo en cosa de segundos, de hecho acabé por desaparecerla del todo y guardarla echa una bola en la mochila. Honestamente me la había puesto solo para tener algo de decencia, si no llevaba el blazer por lo menos llevaba eso mal puesto, pero evidentemente no había sido una decisión muy sabia.

    —Eso deberías pensarlo antes de tocar a la gente, Allen, más de uno te hubiese apartado de un manotazo. El tacto me da igual —comencé sin más—, pero si llevo la ropa de una manera es porque quiero llevarla así y ya. No soy un proyecto al que puedes reparar, a ver si vas a entendiendo eso de una vez o te vas a cansar mucho.

    Ya de por sí debía ser agobiante pasar tan atento a la perfección.
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    Era ridícula la cantidad de cosas que a una se le podían escapar por andar haciendo el tonto. El estado de Kohaku, la presencia tanto de Kurosawa, como de Cayden e incluso del rubio ese que era amigo de Altan, todos ellos y luego Shinomiya, con sus hilos y las conexiones que ansiaba arrancar de cuajo. Todo, todo eso, y por encima, una ausencia que bien podía reflejarse en la falta que había advertido en la sala de los Fujiwara, cuando las luces opacaban el semblante de todos y lo tenían escrito en la puta cara.

    Que el mundo se caía a pedazos.

    Que faltaba alguien.

    Pero ¿qué iba a hacer una con la ignorancia, más que regodearse en ella? Me llamaran loca o lo que fuera, creía haber distinguido la reacción que logré sacarle a Emi tras acercarme a su oído y me sonreí, con esa satisfacción estúpida que de tanto en tanto usaba de motor. La miré al buscar mis ojos, me quedé bastante tranquila en lo que abría la boca y estiré un poco más los labios. Su mano alcanzó mi cabello, al menos algún mechón que se había soltado de la coleta entre toda la tontería, y lo acomodó tras mi oreja. No hice más que ladear la cabeza y entornar la mirada, como un gatito satisfecho.

    Alcé las cejas y luego las fruncí apenas, pensativa. ¿Que cuál era el precio justo por tremenda información? Me crucé de brazos, fingiendo aún más concentración, y al final me encogí de hombros.

    —¿Almuerzo de Emi-chan? De los caseros, obvio~

    Igual mi idea no era mantener el suspenso hasta el fin del mundo ni nada parecido. Me acerqué a la bolsa, me acuclillé junto a ella y tras echar un vistazo alrededor, jalé de la cremallera para permitirle ver su contenido.

    —Tará~ —canturreé, con una sonrisa de orgullo estúpida plantada en el rostro—. Es parte de mi obra maestra. Luego échale un vistazo al tablón de anuncios, a ver si descifras el enigma, Sherlock~


    soy una bitch así que te voy a decir por wha que hay en la bolsa, gabi

    si me delatas te corto con cuchillitos (???
     
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  17.  
    Insane

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    Sino fuese porque no solía asustarme con facilidad hubiese dado un respingo. De cierta forma agradecía el hecho de que las emociones se encontraran resguardadas tras el fuerte muro de concreto que apenas traspasaban los gemelos, aunque la contrariedad hizo acto de presencia, siendo lo único que me permitía mostrar en realidad, siguiendo sus movimientos bruscos con algo de desentendimiento que no manifesté verbalmente, notando la corbata totalmente arrugada ser echada en la mochila como si mi acto hubiese sido de lo más bajo y ruin.

    Sus palabras hicieron un ligero eco en mi conciencia, provocando que mordiera el interior de mi mejillas por unos segundos. Aún así le sostuve la mirada en todo momento, sin atisbo de duda.

    —¿Un manotazo? Eso sería demasiado patán, pero lo tendré en cuenta para no repetirlo.

    Pasé de lo del comentario del proyecto porque jamás aceptaría que veía a las personas como estructuras que debían re-organizarse, o al menos ser orientadas de una forma u otra para lograr una sociedad aceptable. Y entonces, por fin desvié la mirada, sintiéndome algo pequeña al seguir ahí parada con la piel de los muslos vuelta nada a lo que me las arreglé mirando hacia la puerta, donde algunos estudiantes aún transitaban. Me cercioré de que mi falda mantuviese en su lugar al igual que los botones de mi blusa escolar, para disponerme a caminar.

    —Iré subiendo. Te veo en el receso, Shimizu.
     
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  18.  
    Zireael

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    Vi que una sola emoción le cruzó por la cara, algo parecido a la confusión o vete tú a saber qué al verme deshacer su trabajo como quien tira las sobras a la basura. De haber sido otra persona seguro había reaccionado a eso, pero era yo por desgracia y no me tomaba nada en serio y si lo hacía lo ignoraba de no ser que la mierda se estuviese desbordando del váter.

    Era después de todo, el que podía quedar bañado en sangre ajena y solo sacarse al ropa para tirarla al basurero sin ninguna otra reacción. ¿Qué se supone que fuese a provocarme que una cría más cuadrada que cubo de Rubik estuviese contrariada por verme no encajar en su maldito molde? Además ya se lo había dicho, más de uno habría reaccionado de una al sentir sus manos encima sin permiso.

    Recibir un manotazo por tocar a alguien que no había pedido ser tocado no era patán de parte de quien lo soltaba, de hecho los patanes éramos los que hacíamos esa mierda, como yo sacándole un beso al corderito por puro amor al desastre. Incluso así conocía mis límites, estaban allí mismo donde había quedado un desgraciado con la nariz rota en la callejuela de Taitō. No se comparaba con el gesto casi inocente de esta idiota, por supuesto, nadie iba a reventarle la nariz, pero el núcleo del argumento iba por el mismo camino.

    Ya la tenía medida y sabía que darle argumentos no servía de una puta mierda, la cosa con Allen iba a de poner límites, combatir rigidez con lo mismo pero sin darle cuerda a ningún debate porque se terminaba en Navidad del año próximo así que me callé y ella optó por irse.

    —Nos vemos —dije un poco porque sí, igual tenía que verme la cara en el salón así que no tenía mucho sentido pero como fuese.

    Aproveché que se fue para abrir el casillero, sacar lo que sea que fuese a necesitar aunque fuese para hacer la lámpara y me cambié los zapatos. Cerré de un golpe seco mientras le echaba un vistazo general a la fila de casilleros, bien podía ir subiendo pero no se me antojaba así que solo me quedé haciendo tiempo muerto revisando el móvil. Tenía cuatro mensajes acumulados de corrido en un solo chat.

    Me aburro aquí.
    Usa la pasta que ganas vendiendo cabezas por todo Tokyo y compra una consola para tus hermanos o algo.
    Pobres, seguro les crecen hongos de mirar el techo.


    Justo después envió un gato con cara de mala hostia.


    Dijo el que debería estar durmiendo.
    Trágate los medicamentos para el dolor y deja de ser un grano en el culo.
    Booooring.
    Siempre fuiste tan mandón?


    Suspiré con fuerza regresando el móvil al bolsillo, si le seguía respondiendo iba a seguir jodiendo así que mejor que le crecieran hongos de ver el techo como había dicho él mismo.

    Alguien me preguntaba cómo era que siempre terminaba de niñera de los que agarraban a palos o de un montón de críos y no tenía ni la más remota idea, pero ya había comenzado a resignarme.

    pero mira ese relleno
     
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    Amane

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    Me quedé a la espera de su respuesta con una expresión de completa atención, y apenas recibí sus palabras, noté como todo el semblante se me suavizaba. Asentí con la cabeza, una sola vez pero completamente decidida, y la seguí después con la mirada en lo que se dirigía a abrir la bolsa.

    No era la gran cosa, ni mucho menos; si de todas formas iba a seguir preparando almuerzos para ella o para Kohaku como si me fuese la vida en ello (además de que lo habría prometido). La cuestión es que se sentía terriblemente cálido saber que le gustaban lo suficiente para seguir queriéndolos y pedírmelos, aun si era consciente que todo estaba siendo una broma.

    Me acerqué un poco más a su posición y miré el interior de la bolsa con la curiosidad impresa en mi rostro. Fruncí un poco el ceño, sin comprender realmente, y la miré algo contrariada cuando dijo lo del tablón de anuncios. ¿Qué estaría planeando? Me daba la sensación que su cabeza iba a la velocidad de la luz para algunas cosas y, sinceramente, me era imposible seguirla.

    Solté el aire en un suspiro leve, relajé la expresión de nuevo y le sonreí antes de dejarle un beso en la mejilla, pues porque sí.

    —Suerte con tu obra maestra, cielo~ —murmuré, con genuino cariño, y me alejé apenas un par de centímetros—. Creo que voy a ir subiendo ya a la clase. ¿Quieres venir, vas a esperar a alguien más...? Ah, ¿quizás necesitas ayuda con algo? Me puedo quedar a ayudarte si hace falta~

    These sneaky bitches (?)
     
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    Gigi Blanche

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    Sin importar cuán habituado estuviera a estas escuelas con tamaño de centro comercial, lo cierto era que no dejaban de resultarme imponentes. Por lo que me había contado mamá el alumnado del Sakura ni siquiera era tan grande, así que vete a saber la cantidad de lujos y dependencias que una matrícula equivalente a un riñón humano te habilitaba de utilizar. No que me interesara, la verdad, no cuando el dinero que valiera mi culo aquí no me iba ni venía.

    Podría aprovecharlo, ¿no? Ya que era mi parte del trato.

    El frío no me molestaba, de hecho agradecía tener un día que no me recordara constantemente la llegada inminente del puto verano. Prefería ir así, zambullido dentro de mi bufanda y con el cardigan debajo del blazer. Pedazo de uniforme, por cierto, para saltar de Química a una fiesta de gala sin escala.

    Me adentré en los casilleros, directo a la línea de tercero, y me puse a repasar los nombres ordenados alfabéticamente hasta dar con el mío. El locker de Aya estaba al lado del mío, obvio, pero de la chica no había señales. ¿En serio iba a llegar tarde? Le eché un vistazo a mi reloj de muñeca y miré alrededor, por si llegaba a dar con su figura de casualidad. Al parecer no.

    Bueno, genial, estaba atascado en los casilleros de una escuela nueva, rodeado de gente que no conocía, sin saber cómo o dónde mierda poner las manos. No tenía idea de la cantidad de estudiantes nuevos que rondaban por ahí y, por ende, de la poca atención que cualquier alma me prestaría. El simple hecho de estar rodeado de gente desconocida me echaba la ansiedad encima.

    A ver, ¿y ahora qué?

    Suspiré, dando con un muchacho un par de casilleros más allá que, no sé, ¿tenía pinta de buen chico? Al menos no parecía que iría a morderme si le hablaba, no como el rubio gangster de allá. Podría haberlo reconocido, de hecho, pero aún no llevaba el tiempo suficiente en Tokyo para memorizar los rostros frecuentes de otros barrios.

    —Hola, disculpa —me acerqué al pelirrojo, arreglándomelas para dedicarle una sonrisa cordial aunque, bueno, tampoco era el rey de la sociabilización y seguramente se me notaba—. ¿Has visto a una chica por aquí? Como de esta altura, ojos celestes, rubia y con mechas rosadas.
     
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