Azotea

Honestamente, la tontería de la joya oculta no la había replicado por ninguna razón en particular. Un poquito bien había sonado, no iba a mentir, pero lo solté más por el bien del teatro que por otra cosa. No me esperaba que Anna se lo tomara en serio y soltara todas... todas esas cosas. ¿Qué onda? ¿Acaso me estaban avergonzado los cumplidos de una chica? Santo cielo, ¿a qué habíamos llegado?

Pestañeé un par de veces, escuchándola sin procesarlo del todo, y de un momento al otro esbocé una sonrisa un poquito cohibida y desvié la mirada, corriéndome el cabello detrás de la oreja. Suponía que mi vida había alcanzado una meseta tan, tan plana que hacía mucho tiempo nadie me dedicaba un cumplido. Me ocupaba en lo que hacía porque debía hacerlo y ya, no había ningún logro en ello.

¿Que tenía más cosas interesantes?

—Bueno... Me gusta mucho surfear y andar en patineta —solté casi a modo de confesión, lo cual era estúpido. Arrugué apenas la nariz y solté una risa breve, regresando a los ojos de Anna—. En Australia lo hacía un montón, andaba más sobre ruedas que mis propios pies. Aquí se me cortó un poco el rollo y, ahora que lo pienso, vete a saber dónde quedó mi patineta. De vez en cuando lo extraño.

Que siguiera con el teatro me daba gracia y provocaba ternura a partes iguales. La escuché con una atención estúpida y asentí, conque ella y su papá, ¿eh? Bueno, yo tenía a los tres pequeños y a granny pero de cierta forma también éramos sólo papá y yo. Los niños aún eran muy chicos y la abuela, muy vieja.

—¿Pero qué oigo? ¿Una oportunidad de oro para maravillar a toda la Corte Real con mis fantabulosos rollitos de pescado? —solté, con voz pomposa, y repiqueteé los palillos entre sí sin razón alguna—. Ah, ah~ Voy a tener que tomarla, no me queda de otra.

A quién iba a engañar, me gustaba cocinar para los demás y Anna claramente no sería la excepción. ¡Puede que su papá entrara en la bolsa y todo!

La chica contaba con bastante fluidez y ligereza para mantener vivas las conversaciones, cosa que agradecí y por ende le seguí prestando atención. Apenas extendió su móvil hacia mí, pestañeé y desvié la mirada a sus ojos antes de soltar una risa suave. Acepté el aparato con movimientos relajados.

—Eh~ Aren't you perhaps hittin' on me? —la molesté, riendo aún más, y me dispuse a anotarle mi número. Total que ya estaba metida de lleno en la tontería y me incorporé, carraspeando la garganta antes de ejecutar una profunda reverencia frente a ella con el móvil extendido en su dirección—. Ahí tiene, Su Majestad, cómo contactar a la Cocinera y Compañera de Almuerzos Real. El honor es todo mío.

Me erguí de inmediato, riendo de nueva cuenta, y regresé a mi lugar a su lado.

—¿Y qué te gusta hacer en tu tiempo libre~? Así, como quiz de revista barato para matar el tiempo.

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una shy Sa-chan pa ti, Annita

 

Que se emocionara tanto por mis hobbies de Australia me arrojó una extraña y por demás agradable sensación de calidez. Me hizo sentir que quizá me había equivocado al pensar que no tenía nada para ofrecerle al mundo y que aún era capaz de conseguir sonrisas así, genuinas e incluso chispeantes. Era reconfortante.

El problema que me impidió de seguir surfeando había sido un poco la distancia pero mayoritariamente las mierdas que ocurrieron. Llegó un punto en el cual ya no tenía tiempo de tomarme el tren a la playa más cercana, no entre la escuela, el trabajo y los niños. Y ni siquiera quería pensar en ello porque cada vez que lo hacía descubría que la lista de sacrificios era más larga de lo que creía.

Pero claro, nada de eso interesaba ahora.

Lo que sí logró arrancarme de mis cavilaciones fue saber que ella también andaba en patineta. Pero bueno, ¿cuáles eran las probabilidades? Sonreí ampliamente, oyendo sus peripecias para usar su Penny.

—¡Yo tenía una Penny! Cuando era más pequeña, luego la cambié. Sigo usando cruiser pero ahora tengo una Banga bastante old school, la adoro. Te reirías, de hecho, deja que te busco una foto.

Era un modelo basado en las tablas de los '70, con bastantes surfer vibes. Me la había comprado con trece años, cuando me sentía cool y grandiosa por surfear y quería usar hasta pijamas temáticos.

Busqué las imágenes en Google y se las mostré, sin evitarme la risa.

—Ya está un poco golpeada de tanto uso, pobrecita. Pero sigue resistiendo como una campeona. —Me guardé el móvil y le sonreí, animada—. ¿La verdad? Me encantaría quedar para andar un poco. Deberíamos hacerlo, definitivamente.

La idea de alimentar a toda la Corte seguía cobrando peso y ya no creía que fuera a echarme atrás. Además, conociéndome, no querría estarme quieta ni un maldito segundo en casa, ahora que estos días tendría que pasarlos sola. Cocinaría como puta loca.

Que Anna siguiera mi tontería e incluso se aventurara a darme un beso en la mano me arrancó otra risa que me esforcé por aplacar, ya que andábamos pomposas y ceremoniales de a ratos y coqueteando de a otros. Le concedí una sonrisa sedosa, con la barbilla bien en alto, y asentí.

—Su Majestad, ¿cómo podría yo, una humilde sirvienta, encontrar desalentadora la idea de que su Reina le esté tirando los perros? —Ya no pude tragarme la risa y se me coló en lo último que dije—. ¡Eso nunca!

Mientras Anna respondía a mi pregunta me dispuse a ordenar mi bento, ahora que ya había terminado de comer. Su rutina sonaba más divertida que la mía, la verdad, aunque me quedé con lo último que dijo.

—¿Practicabas tiro? Such a tough girl, I like it~ —Ya la había visto de traje en la fiesta, andaba en Penny y ahora esto. Seriamente podría reconsiderar mi sexualidad por esta chica—. Pues, lo tuyo suena mejor, supongo. Somos muchos en casa, asisto aquí con una beca y además trabajo en un café todos los benditos días. No me queda mucho tiempo libre, la verdad, y si lo tengo... Bueno, no sé muy bien qué hacer.

No había dejado de recoger las cosas mientras hablaba y al final me encogí de hombros, en mi eterno afán por restarle importancia a las cosas. Era cierto, de todos modos. El tiempo libre solía usarlo para adelantar tareas, limpiar, lavar ropa, cocinar o hacer las compras cotidianas. Y si no, siempre había que recoger a algún niño de alguna parte, o atender a Granny y comprarle sus medicinas.

Siempre había algo que hacer.

Cuando terminé de guardar el bento, reparé en la bolsa que tenía al lado. La sujeté, echándole un vistazo dentro, y le sonreí a Anna de forma sugerente.

—Alright, babe, listen to me —llamé su atención, incorporándome para empezar a volver—. Si adivinas lo que tengo aquí podrás llevarte un poco, ¿qué dices?

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quiero que quede constancia de que me clavé research de skateboards(?)

 

No iba a mentir, la idea de empezar las clases me había estado preocupando todo el fin de semana, y aunque lo había olvidado durante la conversación que tuve con Cayden, ver a la profesora entrando por la puerta me había lanzado toda la ansiedad encima de nuevo. Por suerte, había acabado saliendo mejor de lo esperado: las mates eran universales, la química casi que también e inglés... era inglés, idioma que manejaba de manera decente.

Aquello había logrado tranquilizarme ya por completo, pues me había dado la autoestima suficiente para considerar que podría con eso si se me lo proponía. Bueno, igual que prácticamente todo hasta el momento, digamos. Así pues, cuando acabaron las clases me despedí del chico pelirrojo y me dirigí hacia el pasillo de primero, divisando a Satoko no muy lejos en el mismo. Estaba acompañada, pero no parecía que a las otras dos muchachas les molestase mi presencia, o eso creí entender.

Vi como la menor ladeaba la cabeza ante la verborrea de una de sus compañeras, pestañeando un par de veces con un claro semblante de confusión en el rostro. ¿Que si Satoko se había sentido opacada en la conversación? Más bien era que sabía que iba a llegar y no quería que me pasase de largo, dudaba que la chiquilla se sintiese apartada en algún momento y su reacción fuese aquella.

No pareció querer darle más importancia y vi como irguió la cabeza para dirigirles una sonrisa amable a ambas.

—¡La azotea será! Seguidme~

Se giró sobre sus talones y comenzó la caminata hasta las escaleras, conmigo a su lado. Aprovechó el trayecto para preguntarme por las clases y le conté sobre el proyecto y el chico que había conocido, cosa que parecía alegrarle de sobremanera. Tenía que admitir que tenía bastante suerte de que la chica fuese tan buena y adorable, porque estaba haciendo el proceso mucho más fácil de lo que pudiera parecer. Quizás fuese un poco estúpido, pero estaba empezando a quererla y todo.

Llegamos a la azotea no mucho después (si lo hubiese sabido, me hubiese quedado en mi pasillo, la verdad), pero descubrimos que no habíamos sido las únicas en tener aquella idea.

>>¡Perdón por la intromisión! —anunció Satoko alzando la voz para llamar la atención de las otras dos chicas—. ¿Qué tal si vamos por ahí~? —se dirigió después hacia nosotras y señaló una zona algo apartada del otro par, seguramente con intenciones de no invadir su privacidad o algo.

No nos dio mucho tiempo a responder, realmente, porque se dirigió casi al instante hacia la zona y se sentó para sacar su almuerzo. Fui detrás, no me quedaba de otra, y me senté a su lado aceptando la caja de bento que mi madre le había pedido que me prepararse para hoy, con toda aquella excusa de que pasásemos el tiempo juntas y demás.

 

Asentí un par de veces al oírla, para reforzar su punto. Casi todos mis amigos usaban longboards en Australia, de hecho, y solían reírse de mi cruiser pequeñita, pero siempre las había preferido dinámicas y manejables. Quizá me hubiera acostumbrado a la primera penny que tuve y ya, pero en definitiva me sentía cómoda con las cruiser y no me apetecía probar otra cosa.

—Nah, para tablas grandes ya tenía la de surf —bromeé, sin molestarme en disimular lo mucho que me gustaba su idea—. Sure! Sounds great, sweetie. Veré cuándo pueda hacerme un huequito y me apareceré en tu casa para recorrer un poco. ¿Dónde vives? Yo en Suginami.

Cuestión que le encantaba hablar, sí, y al parecer también le iba tomando el gustillo a avergonzarme. Me tapé el rostro brevemente con una mano en cuanto se puso a enumerar todos mis títulos reales y suspiré sin molestia, pero sí un poquito de agobio. Sabía que tenía razón, sólo... necesitaba un tiempo para acostumbrarme.

Vete a saber dónde se había escondido mi autoestima.

Quizás el que Daute desapareciera me había afectado en más formas de las que creía.

—Alright, alright, Your Highness. Prometo esforzarme para recordarlos.

La aparición de personas nuevas me distrajo lo suficiente para recuperar toda la calma. Una chica del grupo se veía tan pequeñita que adiviné sería de primero, al parecer le supo mal sentir que nos estaba interrumpiendo y se apresuró por disculparse. Le sonreí con una ternura estúpida, débil como era por los niños, y suavicé un montón la voz al hablar.

—No te preocupes, cariño, la azotea es para todos.

Le sonreí también a las demás, ya que estaba, y las seguí un par de segundos con la mirada. No tenía idea quiénes eran pero se veían super adorables. Ya se me había activado el big sis mode y todo.

Luego regresé mi atención a Anna, escuchando su historia. Conque ex militar, ¿eh? Su papá, si ponía dos neuronas en funcionamiento. La verdad era que me daba bastante igual, por ende no reaccioné de ninguna forma particular; eso me lo reservé para su ofrecimiento como niñera. Alcé las cejas, un poco sorprendida, y lo sopesé.

—Gracias, cariño, es super amable de tu parte. Lo tendré en cuenta por si algún día surge algo.

Hablando del big sis mode, era estúpidamente protectora con los niños y aunque Anna me agradara y pareciera buena chica, en definitiva no la conocía de nada y no me atrevía a dejarla a solas con ellos. Además estaba el asunto de Danny. Pero bueno, fuera como fuera, honestamente agradecía su ofrecimiento y quién sabe, quizás en un futuro las cosas cambiaran.

Su reacción a lo de la adivinanza me arrancó una risa divertida y me encogí de hombros, agitando la bolsa de acá para allá.

—Vale, hagamos así. Puedes preguntar cosas de sí o no, y yo responderé sin falta. Tienes hasta que... ¡hasta que lleguemos a tu clase!

Ni siquiera sabía cuál era su clase pero dicho lo dicho, sonreí con cierta picardía y comencé a caminar hacia la puerta de la azotea, como indicándole que el tiempo comenzaba a correr. ¡Más le valía empezar a preguntar!

—Ah, y sí, es un postre~

 

Me seguí debatiendo en si detener a Hiradaira en algún momento de ese día, le di tantas vueltas que dejé de prestarle particular atención a las clases, hasta una mosca pasando hubiese llamado más mi atención y eso que era una jodida obsesa de la escuela. Tomé apuntes en automático, por supuesto, pero se notaba que no le estaba poniendo el empeño de siempre; además la herida de la mano todavía me jodía un poco, los cortes más profundos que había hecho el vidrio apenas estaban comenzando a sanar decentemente y me daban comezón.

Estaba balanceando el bolígrafo entre los dedos cuando la campana sonó y el respingo que di me voló el lapicero a la mierda, tuve que agacharme para levantarlo con tal de dejarlo con las demás cosas. Tomé aire, levanté el maletín y aunque trastabillé visiblemente antes de salir, acabé por decidir a último momento que aunque Hiradaira seguía dentro de la clase no iba a ser hoy cuando abriese la boca.

Poco sabía yo del pedazo de teatro que le había preparado a Al.

Y el pobre diablo habría rodado por el piso de felicidad.​

En realidad no tenía idea de una mierda de lo que estaba pasando, para variar.

Como fuese salí de la clase y enderecé los pasos hacia el tercer piso, por un momento dudé, fue apenas puse un pie en el pasillo. Las imágenes se me arremolinaron en la cabeza, desde cosas sencillas hasta el maldito llavero ensangrentado que todavía tenía en mi habitación y sacudí la cabeza en un intento fútil por apartarlas. Me forcé a continuar caminando, miré dentro de la 3-3 solo para confirmar que Kasun no estaba allí y seguí caminando cerca de las puertas de las aulas ni idea de por qué.

Al pasar cerca de la 3-2, con la vista puesta en otra parte totalmente, sentí que me sujetaron el brazo un poco de golpe y giré el rostro con cierta brusquedad solo para topar de lleno con Cayden. Tenía una cara de sueño que no se ocultaba con nada, era posible que hasta se hubiese dormido en clase, pero cuando su ámbar tibio reflejó el naranja propio me pareció escuchar el repiqueteo del fuego, sonó lejano, pero estaba allí y afilé los ojos sin siquiera darme cuenta, con un tinte claramente burlón.

Bienvenido, Cay-senpai~

En el círculo de fuego te echábamos en falta.
​

—No se aceptan comentarios, Kurosawa. —Atajó al vuelo, haciendo que las palabras que estuve por soltarle se me quedaran en la garganta, y me dejó ir el brazo con delicadeza—. Dos segundos y te dejo tranquila, que tengo que pagarle a Welsh de todas formas.

Como lo tenía bloqueando el resto de la vista de la clase no me di cuenta de la ausencia de Altan, aunque incluso de haber visto que no estaba solo habría pensado que se había ido ya o que estaba pegándose una siesta en cualquier otro sitio. Aún así en el mismo fuego, en la llama titilante de sus ojos, encontré una cuota de amenaza de la que seguro no era consciente.

No iba dirigida a mí, parecía estar suspendida en el aire.

—¿Qué necesitas, senpai?

Se inclinó lo suficiente para invadir mi espacio y casi como si hubiéramos invertido papeles, una tensión de lo más jodida me bañó el cuerpo incluso cuando este chico no era amenazante ni intentándolo. Se acercó, me alcanzó el oído y habló en un murmuro.

—Sin imprudencias, escúchame bien, porque como se te vuele la pinza te pondré a Arata de escolta una semana entera. En la 3-1, castaño, pintas de príncipe francés. —La pausa que hizo me lanzó la expectativa al estómago—. Lobo de Shibuya, de los grandes.

—¿De dónd-

Regresó a su espacio, encontró mis ojos de nuevo y su fuego se tornó mucho más suave, dejó de chisporrotear, y una cuota pequeñísima de tristeza le pasó por las facciones. Recordé de repente al muchacho de cabello celeste con el que lo vi en los casilleros antes de desaparecer de mi vista y algunas piezas encastraron de repente.

—Soy un carroñero —murmuró—. Nunca preguntes de dónde, solo confía. La información es oro líquido.

La información es oro líquido.​

Me hizo una señal con la cabeza para que me retirara, obedecí porque la bomba que me había soltado me dejó con las neuronas inútiles y solo supe que cuando seguí caminando hacia la azotea él se quedó apoyado en el marco de la puerta, esperando vete a saber qué. Subí las escaleras despacio, tratando de poner los pensamientos en orden y pensé que un monstruo había desaparecido en la noche para ser reemplazado con otro. Aun si nada tenía que ver conmigo su presencia era una desgracia, lo entendí al ver la tristeza en los ojos de Dunn.

Al abrir la puerta de la azotea el viento me arrojó el cabello en todas direcciones y me las tuve que arreglar para apartarlo con la mano libre, también tuve que vigilar que la falda no corriera el mismo destino en lo que me quitaba del espacio donde más se arremolinaba. Cuando lo logré encontré la silueta de ambos muchachos más allá, contra la reja y me acerqué dedicándoles una sonrisa a ambos. Detuve la vista un par de segundos en el de los tatuajes.

—Kurosawa Shiori, tu hermano casi me pasó por encima en la mañana —dije junto a una risa floja—. Es un gusto conocerte, senpai.

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tuve que largar el tocho porque si lo dejaba para mañana se me olvidaba la idea (?? lamento haberlo tirado justo pa comenzar esto JASJHJE

 

Me hizo algo de gracia la pregunta del tatuado, pero en sí lo dejé correr y ya porque no vi necesidad de añadir nada. El viento seguía soplando, no con tanta fuerza como en la pura entrada a la azotea, pero tampoco era lo que se dice una brisa ligera. Digamos que era liberador en cierta forma, el viento siempre había tenido esa cualidad para parecer que se llevaba las cosas consigo.

Tomé aire despacio y lo liberé de la misma forma mientras escuchaba al otro muchacho presentarse. ¿Zeldryck y Zoldryck? En fin, tampoco iba a ponerme yo a juzgar las elecciones de nombres de sus progenitores, aunque sí que iba a tener que ver si los llamaba a ambos por su nombre, solo a uno o qué hacía, porque como tenían el mismo apellido y edad eso era un lío, no podía diferenciarlos con honoríficos como tal.

Aún así fue la corrección de Zoldryck la que consiguió sacarme una risa que por poco acaba por convertirse en una carcajada, solo conseguí contenerla a medias al ver la vergüenza que le cayó encima al darse cuenta de la metida de pata que se había clavado así por las buenas.

—No importa, puedes llamarme como prefieras o te sientas más cómodo, no voy a ponerme tan delicada si sé que no naciste aquí. —Mantuve la sonrisa en la cara y me digné por fin a responder el halago—. Y gracias~

Había notado que la sonrisa del tatuado se acentuó con todo el asunto del apellido, así que podía ir haciéndome una idea de por dónde iban los tiros con este chico. Si tenía que ponerme a buscar comparaciones imaginaba que su personalidad no se alejaría demasiado de la de Alisha, por decir algo, incluso la de Katrina y el mismo Shimizu.

Abrasiva como le había dicho a su hermano.

No podía darme más igual en realidad.​

Navegué el espacio con la vista unos segundos, luego caminé por la azotea y acabé por decidirme por esa zona donde el concreto del edificio cubría algo más de la brisa. Apoyé la espalda en la pared y me deslicé hasta poder sentarme en el suelo, dejando el maletín a un lado. El viento estaba ayudando a disipar las nubes, aunque claro, suerte íbamos a tener si no nos salía volando algo.

 

Al pobre desgraciado no le había dado un venazo de la vergüenza por poco, en eso ya saltaba a la vista que eran diametralmente distintos. Ni siquiera me imaginaba cómo habría reaccionado si lo hubiese corregido en la mañana, apenas cometió el error, así que me alegraba solo haberlo dejado correr porque aunque podía picar a la gente, tampoco era que los quisiera tener al borde de un colapso nervioso. Ese tipo de cosas luego me pesaban en la conciencia, como haber usado a Cayden de carne de cañón o seguir sin saber cuándo y qué decirle a Hiradaira.

Sonreí ligeramente al escucharlo decir que sería Kurosawa entonces, aunque no respondí nada como tal y atendí a su pregunta entonces mientras rebuscaba en el maletín para sacar el bento junto a los palillos.

—Torikatsu —dije mientras abría la caja—. Onigiris y verduras, aunque eso sombró ayer de la cena.

La pregunta de Zeldryck me llegó desde su posición, haciendo que girara el rostro para mirarlo y asentir con la cabeza antes de regresar la atención a mi propio almuerzo con tal de llevarme un par de verduras a la boca.

—Preparo casi todas las comidas en casa a excepción del desayuno, desde que tengo no sé, ¿trece o algo así? —admití sin más—. Al principio se me quemaba la comida.

Tuve que detenerme un momento para acomodarme el cabello como pude, enrollándolo sobre mí mismo y presionándolo con mi espalda en la pared de atrás para que no siguiera moviéndose con el viento y me fuese a caer en la comida.

—Y por lo que veo a ustedes les empacan el almuerzo~ —solté junto a una risilla. En sí nada tenía de raro o malo, pero a mí me gustaba dar un poco de mala vida de vez en cuando.

 

Me había llevado algo más de comida a la boca después, así que cuando el chico preguntó si se veía eso con frecuencia me encogí de hombros sin más. Sí y no, dependía mucho de cada hogar suponía, de sus padres, sus hermanos o lo que fuese; había más de uno de nosotros que prácticamente había tenido que criarse a sí mismo, así que no era que tuviésemos mucha opción.

—Se ve si no te dejan otra opción, eso es todo —comenté sin más, con el tono de voz tranquilo de siempre—. A todos nos gustaría que nos prepararan el almuerzo, eso no se puede negar.

Me dejé los palillos en el regazo para tomar uno de los onigiris y alcé un poco las cejas al escuchar que la amiga con la que vivían les había preparado el almuerzo. El gesto me resultó lindo de su parte, aunque cuando Zeldryck agregó que no cocinaba con frecuencia ya no me sonó tan bien, al menos no para ellos. Cuando los vi destapar las cajas para dar con nada más que fruta, detuve la mano a medio camino de darle otra mordida al onigiri y solté la risa, casi me carcajeé.

—Pobrecillos~ —dije en medio de la risa—. Parece que se olvidó de que son dos chicos, ¿no? Los hombres comen como animales, Dios mío.

Tomé mi caja, me estiré y se la dejé a Zoldryck sobre el regazo sin pensarlo un sólido segundo antes de regresar a mi espacio. Solo me dejé el onigiri porque ya lo había mordido una vez.

—Pueden ir comiendo eso si quieren, puedo ir a la cafetería por más comida para los tres sin problema. No suena muy divertida esa idea de quedarse con hambre, ¿o sí?

No me importaba en lo más mínimo, en gran parte porque todavía me quedaba casi todo el dinero del que me había dado Cayden por la apuesta estúpida con Alisha así que no tenía que preocuparme.

 

Y... bingo.

En realidad tampoco había que hacer nada especialmente salido de lo común para meterse a gente como Arata en el bolsillo, y mucho menos cuando ya había hecho gran parte del trabajo en los últimos días. Me sonreí, satisfecha, y asentí con la cabeza antes de girarme para seguir sus pasos hacia el interior de la academia. Su comentario me había hecho algo de gracia, en realidad, y mira que me parecía bien que tuviese esa autoestima encima, pero no lo mostré más allá de la sonrisa anteriormente mencionada.

De paso, lo cierto era que había notado a Kou entrando en los casilleros y dirigiéndose hacia un tipo que vete tú a saber de dónde había salido, aunque las pintas de pandillero que me llevaba empezaban a parecerse a las de la mitad de los que estaban por ahí. Lo había visto y había recordado que, estúpida de mí, me había traído el regalo que le había comprado de China. Era un tontería, en realidad dudaba que le fuese a gustar especialmente, pero lo había traído y ni siquiera sabía si me atrevía a dárselo con este humor de mierda que llevaba hoy.

Dios, le estaba dando demasiadas vueltas, ¿verdad?

Me llevé a Arata hasta la azotea en silencio, el teatro parecía tener su límite en aquel día, y solo me digné a separarme de su agarre cuando estuvimos al aire libre. Al menos podía agradecer el buen día, eso me ablandaba aunque fuese un poquito, y como muestra de ello estiré los brazos hacia el cielo nada más recibir los primeros rayos de sol. Al terminar metí la mano dentro del blazer y apenas después me giré, lanzándole un pequeño paquete al chico.

—Para ti~

Me dirigí después hacia la verja del lugar y me senté en el bordillo, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

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No sé como describirlo (? pero puedes buscar Haw flakes o Escamas de espino para ver lo que le ha dado, pero te adelanto que son unos dulces uwu

 

Al final Riamu nos arrastró a la azotea sin decir nada más, cualquier otra persona decente seguramente abría preguntado algo, pero allí estaba yo y era evidente que no esperaba que nadie le preguntase un carajo, porque tampoco la creía tan estúpida. Si hubiese sido el caso claramente hubiese buscado a otra personas, pero la idiota estaba allí buscando hierba del imbécil que sabía que se la iba a dar sin hacer dos más dos.

La dejé deshacerse de mi agarre y recorrí la azotea vacía con la vista, antes de alzar la vista al cielo unos segundos. El aire que soplaba era algo frío, se me colaba por la camisa abierta y refrescaba un poco más de lo que uno quisiera, pero en realidad tampoco era tan difícil de ignorar. Ella estiró brazos apenas recibir el sol, el gesto no tenía nada de raro en sí mismo, pero me recordó a los gatos cuando se estiran en un lugar donde los alcanza un mínimo rayo de luz natural.

Cuando quise darme cuenta la vi hundir la mano en el blazer, luego se giró para lanzarme algo que atrapé sin dificultad. Después de todo siempre había tenido buenos reflejos. Giré el paquete entre las manos un poco extrañado y al segundo lo que estaba escrito en chino por fuera, arriba de la cuestión escrita con caracteres occidentales.

—¿Visita express a China, Ri-chan? —pregunté un poco porque sí, sacando uno de los dulces para llevarme uno a la boca y finalmente guardarme el resto en el bolsillo del pantalón—. Qué considerado de tu parte traerme algo~

De cualquier forma me acerqué a su posición, imité sus movimientos, luego saqué el porro a medio consumir al que le había pegado un jalón y como no sabía si la cría tenía fuego encima terminé por sacar también el mechero. Bueno, de poder clavarme una estupidez podía, ¿no? Ni idea de para qué me lo preguntaba si la respuesta era obvia.

Me acerqué a ella, ajusté la posición para invadirle un poco el espacio y le dejé un beso de nada sobre los labios, cuando retrocedí colé la mano en el espacio entre nosotros con el porro y el mechero, esperando a que abriese los ojos. No me separé demasiado de ella y volví a ponerme la sonrisa de eterna burla en la cara.

—Aquí tienes.

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he just talked to me

 

Arata definitivamente era la clase de compañía que siempre acababa buscando y, de hecho, en ese aspecto también me recordaba bastante a Hitoshi. Es decir, a parte de las pintas de pandilleros que se cargaban, claro. En resumen, preguntaban poco y hacían lo que les pedía, ¿y realmente qué más se le podía pedir a la vida?

Solté una risa ligera y me encogí de hombros, acompañando el movimiento con uno de cabeza para indicarle que no había problema. Al menos podía cobrarme mi pequeña venganza personal clavándole sablazos a la tarjeta de mi madre, y desde luego no había tenido reparo en comprar todo lo que viese por ahí que llamase mi atención para traérmelo a Japón, fuese a usarlo o no.

—Ya ves, a veces me aburro y voy a comprar dulces a otros países, cosas de niña caprichosa~

Lo noté acercándose y ajustándose a un lado de mi posición, pero lo cierto es que no me inmuté en absoluto antes todos los movimientos porque más o menos me lo había esperado. ¿Me había esperado lo del beso? Obviamente, solo que no tan pronto. Bueno, tampoco me iba a quejar por ello, ni que fuese tonta.

Abrí los ojos al fin y erguí la cabeza, cogiendo lo que me extendí apenas un segundo después. Me llevé el porro a los labios y lo encendí sin mayor complicación, ignorando por completo que el cigarro en cuestión estaba a medio consumir y que posiblemente le había quitado algo de su propia reserva en lugar de haberme dignado a buscar a alguien que vendiese de verdad, ya que seguro que había más de uno en la academia.

Le di una calada bastante profunda y me levanté lo suficiente para poder pasar una pierna por encima de las suyas, acabando así sentada sobre su regazo como si nada. Si hubiese sabido que nada más verme Kou había pensado que andaba como perra en celo, seguramente hubiese acabado dándole la razón porque ni modo de negar algo que se veía tan claramente. Sea como fuere, también aproveché la movida para meterle el mechero de vuelta en el bolsillo que correspondiese.

>>No voy a entrar a clases —solté, jugando con su ropa aquí y allá con la mano que tenía libre—. ¿Por qué no te quedas a hacerme compañía~?

Una nueva calada antes de buscar su mirada, en aquella ocasión plantándome una expresión de lo más inocentona sobre el rostro, y le extendí el porro por si quería fumar él también algo. Y, no sé, para que estuviese más perceptible a saltarse las normas conmigo o algo~

 

Contenido oculto: Cuz me está metiendo un mood (?

Era indiferente el motivo por el que Yumemi hubiese ido a dar a China y al regresar decidiera que valía la pena darme algo de lo que, muy seguramente, había comprado por el puro vicio de pasar una tarjeta o sacarle algo a sus padres. Es decir, en ese sentido todos los ricachones eran iguales, desde Riamu hasta Sonnen sin escalas de ninguna parte y claro que estaba asumiendo que tenía pasta si había ido prácticamente de un día para el otro, mientras yo acababa de estar en el patio frontal recordando que debía hacer la puta compra al llegar a Shinjuku.

La gente hacía muchas estupideces cuando les sobraba dinero.

Como ella misma acababa de decir, cosas de niños caprichosos.

Una buena parte de ellos parecían succionarles el alma a sus padres, quizás en un burdo intento de recibir algo que no se les estaba dando. Nunca lograban demasiado a decir verdad, era un círculo tan vacío como el mío con la burla sin fin, la hierba y los polvos. No había mucho que reclamarle a nadie si cada uno medio lidiaba con sus mierdas como podía.

Como fuese aceptó el porro sin más, ni modo si era ella la que andaba buscando hierba. Quizás en otro momento de mi vida me hubiese puesto más receloso con la droga, pero con la estupidez de la partida de beer pong que los pelirrojos habían perdido me había quedado con la hierba del chico, que para la gracia era cliente de Dunn, así que sabía que no estaba metiéndome cualquier mierda. Digamos que por eso me pude permitir dármelas de generoso con Riamu sin problema, era posible que no tuviese que comprar en un par de semanas.

Luego de pegar la calada la cabrona se enderezó lo suficiente para pasarme una pierna por encima y sentarse en mi regazo, toda la movida me aflojó la risa otra vez. Le enredé el brazo en la cintura, pegándola un poco más a mí pues porque sí, y alcé las cejas con una sorpresa claramente fingida en todo el rostro cuando dijo lo de que no iba a entrar a clases. En sí ya de por sí está chica parecía no ser muy amiga de... Bueno, la escuela, y realmente yo tampoco lo era así que todos ganando.

—¿De verdad? Pero Ri, hay hasta un proyecto~ —Tuve que tragarme a gracia mientras tomaba el porro que me extendía—. Vaya problema, ¿quién va a rechazar la oportunidad de disfrutar de tu compañía?

Le pegué un jalón bastante importante al cigarro, aflojé la mano en su cintura y le sujeté el mentón para acercarla a mí otra vez, instándola a separar los labios para pasarle el humo despacio.

Conecté con sus ojos al terminar, soltándole el mentón para regresar el brazo a su posición anterior, enredado en su cintura.