Spin-off Exteriores [Pokémon Rol]

Tema en 'El cuento de la doncella y la flor de cristal' iniciado por Hygge, 20 Noviembre 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Cayden Dunn

    Cuando quise darme cuenta el cachorro se había acercado para hacerse un ovillo a mi lado, junto a Nyx y estiré la mano a pesar de que me dolía moverme para dedicarle una caricia suave entre las orejas. Nyx acabó por acomodar la cola de forma que también lo cubriese a él y la escena general logró arrancarme una sonrisa floja.

    Aún así incluso en medio de mi agotamiento noté la tensión que cruzó el cuerpo de Diona con las preguntas, no era mucha pero estaba presente y era normal, por eso me había disculpado por estar haciendo preguntas. Respondió y a medio camino se giró hacia mí para confirmar que estaba con ellos, a lo que asentí con la cabeza.

    No volvieron... No volvieron luego de habernos ayudado.

    Una angustia horrible me bañó, me hizo difícil respirar incluso, pero me forcé a seguir escuchando porque lo necesitaba. No podía quedarme sin saber qué era lo que podía haber ocurrido para que ya nadie estuviese allí. El sabio los había instado a dejar el campamento para ponerse a salvo a pesar de lo peligroso que podía ser, pero es que con la bestia despierta, todo el bosque era peligroso de por sí.

    La voz de Diona quebrándose me sacó de mis divagaciones de nuevo, todavía estaba acariciando al cachorro y me detuve de repente, como si me hubiese quedado atascado.

    —No eres una traidora —dije con un hilo de voz, debió alcanzarla antes de salir—. Si logras regresar con los demás, si están bien... Se van a alegrar de verte con vida.

    Habían acciones que no podían ser leídas de forma tan dicotómica, simple y sencillamente no era posible dividirlas en buenas y malas, cobardes o no, traiciones o lealtades. Había tantas otras acciones por las que no tenía sentido castigarnos a nosotros mismos porque no llevaban a ninguna parte, esa era una de ellas, al final del día Diona también había estado en peligro por su decisión, no necesitaba castigarse ella misma ahora que la habíamos sacado de la caverna.

    Por otra parte, imaginé que todos allí habíamos sentido el impulso de tomar todas nuestras mierdas y salir a buscarlos, pero tres de cuatro casi la palmamos saliendo de la cueva, ¿qué podíamos hacer contra la bestia del lago realmente más que ponernos en riesgo también y obligar a los demás a ir a buscarnos? Era imprudente y estúpido jugar de héroes de esa manera, yo mismo le había dicho a Mimi que no hacía nada si no se cuidaba a sí misma, lo mismo aplicaba a nosotros ahora. No estábamos en condiciones, simplemente.

    Como fuese ya Diona se había retirado y mi atención se volcó en los demás, que estaban pendientes de que Liza se dejara revisar la mordida por fin.

    —Tal vez un quince —corregí lo de la rubia un poco por la gracia—, para no poner tan mal el panorama. En realidad debe haber dolido más que anduvieras esa herida así que curarla en sí, pero ya veremos. Solo trata de no romperle la mano a Mimi.
     
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    Rider

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    Aleck Graham

    Había algo adorable e hilarante al ver a Cay en aquella posición, casi haciendo berrinche por tener que dejarse atender por una vez en su vida, casi como si fuera un niño pequeño que se negaba a ir al medico, incluso lo pude ver exaltarse por mi primer diagnostico en broma y cómo me llamaba "Doctor Graham" mientras me arrebataba la pastilla de las manos, casi cómo si lo hubiéramos regañado severamente.

    — ¡Heh! Tampoco te sulfures, Fuegin — Solté un par de risas al ver esa actitud tan impropia del pelirrojo. — Y tampoco me llames doctor, ¿Qué no sabes que es ilegal suplantar o personificar a un medico? ¿Acaso quieres que tú hermano vaya a prisión...otra vez? — Agregué, aun con un tono de broma, a medias, mientras lo escuchaba seguir haciendo pucheros, sólo para al final ceder y recostarse un poco y acomodarse junto a Nyx y Poochy. No esperaba que se durmiera, pero me aliviaba saber que al menos había accedido, aun que pusiera todas las excusas de cual era su motivo para hacerlo.

    Tras asegurarme de que ya había hecho todo lo que debía hacer con el Pelo de Fuego, la mujer, quien ahora sabíamos que su nombre era Diona, contestó a todas nuestras preguntas; repentinamente de que quizás, la habíamos incordiado un poco, definitivamente no debía ser un tema fácil del cual hablar. Todos paramos nuestras bromas y comentarios para escucharla con atención. La bestia del lago, el monte Frioeterno, todo sonaba tan jodido, parecía que había sido una noche agitada para todos.

    Por un segundo me sentí, culpable, por haber hecho la pregunta a Diona, por haberla hecho tener que refrescar su memoria. Aun había gente perdida ahí afuera; el pensamiento simplemente me invadió la cabeza, cómo los Gastly invaden las casas viejas y abandonadas. Debíamos buscarlos, debíamos ayudarlos, pero por suerte, y por única vez en mucho tiempo, mi sentido común me impidió seguir dándole vueltas al tema.

    ¿A que los vas a ayudar, tonto? ¿A morirse?

    Tras que Diona, mencionase aquello de que era una cobarde y sobre cómo había traicionado a su tribu, no pude evitar interrumpir. — El karma no le hizo esto ni a usted ni a su familia— Desvié la vista hacía mi taza de té, tratando de ocultar mi mirada con ella. —, a veces...sólo le suceden cosas malas a las personas equivocadas y eso es todo. Ni usted ni su tribu se merecían esto, pero...Yo tengo fe en que están bien, son personas muy capaces y fuertes. — Ni siquiera había conocido a la tribu, pero quería creer en mis propias palabras, tenía que creerlas, porqué sino, tendría que volver a salir en una misión de suicidio/rescate. Y Arceus sabe que estaba dispuesto a ello.

    Tras que concluyera su anécdota, la mujer se disculpó con nosotros y salió a buscar algunas especias y vegetales para preparar la comida. No supe cuan hambriento estaba hasta que Diona lo mencionó, después de todo, no habíamos comido nada desde la mañana.

    Por un instante sólo nos quedamos nosotros cuatro en la yurta, junto con Poochy y Nyx; aquel tan improbable pero efectivo equipo de rescate, un puñado de adolescente disfuncionales, que, por alguna extraña razón, parecían sí funcionar cómo un equipo.

    Tras un extenso silencio de palabras mudas y pensamientos inexpresados, fue Liza quien rompió aquel mutismo, para dirigirse a mí persona, aun con una mirada un poco asustada y adolorida. — ¿Huh? ¡Oh, es verdad, que la jornada aun no termina! — Exclamé entusiasta, para seguidamente beber un poco más de té, frotando mis manos contra la taza para generar un algo de calor. Tanto Mimi cómo Cay bromearon con la castaña sobre el dolor que tal vez pudiera sentir durante el tratamiento, pensaba que quizás sería buena idea unirme.

    — ¿Diez? ¿Quince? ¿Veinte? ¡Ja! Que optimistas de su parte al creer que este dolor se puede medir en una cifra de dos dígitos. Yo diría un...¿Setecientos veintitrés? Sí, ese sería un numero más acertado. —Solté una leve risa nasal, a la par que una sonrisa se dibujaba en mi rostro, evidentemente no iba a doler tanto ni de lejos, ni que estuviéramos tratando una herida de bala o el piquete venenoso de un Drapion. Pero mi sonrisa se desvaneció poco a poco al ver que la castaña de verdad estaba preocupada y que realmente el dolor por la mordedura le estaba afectando, hasta podía ver cómo apretaba la mano de Mimi.

    — Oye, oye, tranquila, estoy bromeando ¿De acuerdo? — Me acerqué algo apresurado a tratar de consolar a Liza, colocando mi mano sobre su hombro. — Hey, sabes que no podría mentirte ni aunque quisiera. Esto dolerá algo, pero te prometo que no será por mucho y que te sentirás mejor ¿Sí? Tienes mi palabra. — Acaricié suavemente la cabeza de la chica con unas cuantas palmaditas gentiles, en un intento de ayudarla a relajarse.

    Tras que la chica asintiera, tomé de mi kit unas vendas, un par de gazas y el agua destilada que le había encargado a Diona. Estábamos listos para comenzar.

    Tomé suavemente el brazo lastimado de Liza, estirándolo hasta mi con mucho cuidado, arremangue la manga de su anorak con la misma delicadeza hasta revelar el sitio donde tenía colocada la venda. Comencé a quitar aquellos vendajes con lentitud para no lastimar demasiado a la chica. — Bien, veamos que tenemos a-...Oh...— Mi expresión cambió un poco al notar cómo los vendajes estaban tan apretados que le habían dejado unas cuantas marcas temporales sobre la piel, y la herida estaba ya algo cubierta por costra de piel muerta y secreción, la zona de la mordida era pequeña, pero sin duda estaba infectándose poco a poco.

    — ¿M-Mimi? — Musité en un tono extremadamente bajo a la rubia, esperando que Liza no pudiese oír. — Agarra fuerte su mano...

    Deje el brazo extendido de la chica mientras vertía un poco del agua sobre una gaza. — Bueno, aquí vamos. — Pasé la tela con mucho tacto sobre la herida de la chica, removiendo toda esa capa de piel muerta, se podía palpar en el aire que Liza lo estaba pasando mal, pero debía empezar a tallar con algo más de fuerza para asegurarme de remover todo. El agua destilada ayudaría a detener y limpiar cualquier infección, y por suerte estaba tibia, así que sería algo más agradable al tacto.

    Los segundos poco a poco terminaron por acabar en minutos, dos minutos para ser exacto, pero había sido un éxito, la secreción y la piel muerta se habían ido, y por suerte, no hubo casi nada de sangrado en la herida, lo cual era un signo de que no había coagulación. Aparté la gaza húmeda de su antebrazo, para ahora usar una seca para limpiar el resto de humedad, con todo finalmente limpio, pude apreciar la mordida con mayor claridad, por fortuna no era una herida profunda, así que cicatrizaría en cuestión de días.

    Ahora que todo estaba seco, tomé nuevamente una de las vendas y comencé a rodear la herida, asegurándome de que quedara firme pero no muy apretada, asegurándola con una grapa.

    — ¡Listo, terminamos! Lamento mucho que hubiera durado tanto, estaba un poco más infectado de lo que creí, ya que cierta persona no se dejó atender antes. — Le dediqué una mirada de soslayo a la castaña, mirada que rápidamente se torno una suerte de gesto aliviado y alegre. — ¡Pero hey, has sido una buena niña y has aguantado bien! Creo que te mereces un premio.

    ¿De donde había salido esa actitud paternal tan extraña y ridícula? Ni idea, producto del cansancio probablemente. Busqué en mi botiquín una de las paletas dulces que cargaba, usualmente las usaba para cuando a alguien tenía la presión baja, pero, ¡Que rayos! Si ya estoy jugando al medico, que menos que hacerlo bien.

    — ¡Aquí tienes! Espero que te guste el sabor a cereza. — Extendí el dulce a la chica, más que cómo realmente un premio, cómo un gesto a amigable, una suerte de disculpa también por todo lo que había demorado. Solté un gran suspiro tras sepárame de la castaña, y aproveché para estirarme un poco.

    >>Van dos, falta una. — Le dediqué una mirada cómplice a la rubia, en las expresiones que hacía de pronto se notaba que los arañazos aun le ardían y estaba claro que no iba a dejarla así. — ¿Lista, Mimi?

    Tocho post ilegal
     
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    Cayden se sumó a la broma aunque era considerablemente más optimista. ¿Quince? Yo no sabía qué pensar. Estaba tensa porque sabía que iba a doler aunque no tuviera idea de cuánto realmente. Por eso me mantuve cerca, por eso le ofrecí mi mano. Aleck se había estado preparando durante todo ese tiempo y su aportación a aquella broma conjunta me hizo abrir los ojos en su máximo por el impacto. Una parte de mí sabía que era una intento de broma bastante ridícula pero setecientos en una escala de dolor sí que era una elección de palabras desafortunada.

    Retiró lentamente los vendajes y le dirigí miradas esporádicas a la herida. No podía mirarla directamente era superior a mis fuerzas. Por eso nunca podría ser médico a pesar de lo que mucho que me nacía cuidar de otros. Pero Aleck lo hacía con mimo, con cuidado y experiencia. Hasta tal punto que casi parecía médico de verdad. La herida supuraba y estaba cubierta por una costra parduzca que me hizo volver a apartar la vista. Apreté los labios.

    Oh, Arceus. Oh, Arceus. Oh, Arceus.

    Me dejé hacer como buenamente pude pero de verdad me gustaría preguntar de donde demonios sacaba Liz esa fuerza de Machamp dopado. Sentí mis huesos crujir bajo la presión de su palma, todas mis falanges se resintieron dolorosamente e hice todo lo posible por mantenerme estoica y no soltar su mano a pesar del chispazo eléctrico. De sostenerla con firmeza, darle el apoyo y la contención que buscaba y que necesitaba. Los segundos se extendieron y convirtieron en minutos mientras Aleck trataba pacientemente la herida. La limpió con agua destilada, secó y volvió a vendar nuevamente con algo más de soltura procurando no apretar en exceso para no cortar su circulación.

    Entonces, tal vez demasiado metido en su papel de médico, sacó una paleta de cereza de su kit y se la dio a Liza. ¿Una paleta? Vamos, ¿qué teníamos? ¿Cinco años?

    —Yo nací lista, Graham—le respondí a Aleck con cierta cuota de orgullo y cerré los ojos, aunque mi mano siguió allí, agarrada a la de Liza y esta vez fui yo la que le dio un ligero, inconsciente apretón. Sonreí, pero fue una sonrisa falsa, lo suficientemente fingidamente dulce para resultar amenazante—. Pero estás muerto si me das una piruleta.
     
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    Aleck Graham

    La castaña al final optó por aceptar la paleta, mientras parecía que poco a poco recuperaba la movilidad en su brazo, pero igual lo más prudente sería que no tratara de moverlo demasiado. Era algo raro en mí, pero me sentía orgulloso de mi trabajo, no estaba tan mal para alguien sin licencia ¿Eh?

    Estiré mis brazos al aire, para seguidamente tronar los dedos de mis manos, preparándome para continuar con mi labor, a la par que Mimi contestaba que, en efecto, estaba lista para comenzar, después de todo, siendo que ya habíamos logrado regular su temperatura y ya no tenía riesgo de hipotermia, lo suyo era lo más fácil de atender, pero no menos impactante, por decir lo menos.

    Me acerqué hasta donde estaba la chica, quien había cerrado sus ojos y había dibujado una extraña sonrisa, era tierna, pero al grado de llegar a ser inquietante, casi se parecía a aquella primera sonrisa que le había visto esbozar el día de ayer cuando le hablé por primera vez. ¿Está fingiendo acaso? ¿Por qué sonreía así? Incluso podía ver que aun apretaba la mano de White con algo de fuerza.

    —. Pero estás muerto si me das una piruleta.

    ¡Ah, es por eso! Bueno, supongo que no a todo el mundo le agradan las piruletas. O tal vez me excedí con el rol del medico atendiendo a un puñado de niños revoltosos, yo que sé.

    — ¡E-Entendido! Que tampoco hace falta la amenaza de muerte ¿Eh? Con un no quiero piruleta bastaba. — Solté un par risas avergonzadas mientras frotaba mi nuca apenado, a si estaba haciendo el papel de medico no debía tratarlos cómo si fueran unos niños, pero no era apropósito, en el fondo, era una actitud que me salía d manera involuntaria; quizás era un reflejo inconsciente de cuanto quería cuidar de todos y cuanto significaban para mí.

    Lo primero que hice fue ponerme frente a frente con la rubia, por suerte ella aun tenía sus ojos cerrados, así que al menos no se había percatado de lo cerca que estaba, examiné muy por encima aquellos pequeños pero extraños arañazo, irregulares pero metódicos, unos lograban ser mucho más profundos que otros, pero ninguno parecía grave. Tomé la barbilla de la chica con mi pulgar y mi índice con cuidado, y la hice girar su rosto un poco de izquierda a derecha, para poder analizar toda la superficie de su cara donde habían llegado los rasguños.

    — Caray, Mimi ¿Qué clase de Pokémon te atacó en la cueva? ¿Ursaring? ¿Weavile? — Era suposiciones al aire, y un poco exageradas también, las marcas parecían haber sido provocadas más bien por garras pequeñas, pero realmente no importaba.

    Tomé un trapo limpio del kit y seguidamente volvía a usar algo de agua destilada sobre el mismo, lo tomé con cierta firmeza y comencé a pasarlo suavemente sobre cada uno de los rasguños—Bueno, ninguno de los rasguños esta infectado aun, pero son bastante profundos y no sería prudente dejar este rostro a merced de las bacterias. — Solté en un tono jovial pero sereno mientras tomaba una toallita seca y retiraba el exceso de humedad que había quedado en su rostro.

    — Vamos, se que aun tenía un paquetito por aquí...¡Ajá! — Musité, mientras buscaba algo en el fondo del kit. De aquel lugar tomé un paquete peño de banditas y me dispuse a abrirlo— . De acuerdo Mimi, ahora necesito que te quedes quieta por un segundo ¿Esta bien? — Le indiqué a la rubia mientras empezaba a colocar una a una sobre su rostro aquellas banditas. Al final sólo coloqué cuatro, para aquellos arañazos que parecían más profundos, el resto cicatrizaría en cosa de horas. Tras colocar el ultimo, pude notar cómo la chica había abierto los ojos y me estaba mirando fijamente.

    — ¡B-Bien, ya quedó!— Desvíe la mirada con prontitud y me separé de aquellas dos. Carraspé un poco, en un intento de ignorar el rubor en mis mejillas y lo que acababa de pasar. — N-No necesitas dejártelas toda la noche, puedes quitártelas simplemente antes de que te vayas a dormir, sólo no olvides enjuagar tu rostro ¿Sí?

    Tras aquel ultimo caso, por fin pude regresar a mi lugar, aun con el kit en las manos. Solté un pesado suspiro de alivio, mi labor estaba concluida, y no podía sentirme más feliz por ello, me sentía alguien de provecho, que por fin había logrado devolver algo de lo que todos los presentes habían hecho por mí. Tras sentarme volvía a colocar el kit en mi mochila, esperando no tener que volver a necesitarlo por el resto de mi estancia en Galeia. Pero con nuestra suerte, eso no iba a pasar.

    — ¡Oh, casi lo olvido! — Exclamé, cuando repentinamente recordé que aun tenía que entregarle su diario a Mimi— ,me parece señorita que esto es suyo.— Me acerqué nuevamente a las chicas, esta vez sólo para entregarle aquel cuaderno a Mimi. — Poochy, quiero decir, Rudy, lo soltó poco después de que curara su patita.

    Le dediqué una ultima sonrisa a la chica tras devolver el diario, no sabía que tanto podría significar para ella, pero sin duda estaría mejor en sus manos que en las mías. — ¡Ah! Bueno, mi trabajo aquí a concluido. Puedo morir en paz. —Espeté, mientras dejaba caer mi espalda sobre la lona del piso— . Pero antes de que muera, ¿Están seguros que no quieren una paleta? Es una lastima, tenía de fresa, naranja, uva, manzana verde... Bueno, esas ultimas son para mí.
     
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    Zireael

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    Cayden Dunn

    Había terminado por guardar silencio y reiniciar las caricias sobre Rudy, lentas, me seguía sintiendo para la mierda pero podía sentir poco a poco que el calor de la yurta, ambos pokémon y la pastilla que me había dado Aleck poco a poco hacían retroceder el dolor muscular. También había cerrado los ojos, casi estuve por quedarme dormido un par de veces pero al final siempre algo me despertaba porque no podía desprender del todo la atención del entorno.

    Se veía que había que noquearme para que descansar como se debía.

    Aleck siguió atendiendo a Liza, una vez listo todo al parecer el idiota estaba muy metido en el asunto de ser nuestro doctor y quizás también con aquella mierda dejar al hermano de en medio encargarse de la situación, porque se puso encima una actitud medio paternal de lo más rara. Bueno en sí no era rara, a mí me lo parecía porque era yo el imbécil que andaba como un amargado cuidándolo todo el tiempo, la cosa es que cuando quise darme cuenta escuché la envoltura de un dulce y le dijo a Liza que esperaba que le gustara el sabor a cereza.

    Mimi era la que quedaba, hacía falta revisarle los rasguños de la cara y eso, pero en sí lo que consiguió arrancarme una risa floja y abrir los ojos de nuevo fue el comentario que soltó.

    Pero estás muerto si me das una piruleta.

    Me enderecé con algo de dificultad, quitándome la cola de Nyx de encima pero dejando cubierto a Rudy y me las arreglé para volver a acercarme a ellos con movimientos lentos, para no ir a lanzarme un chispazo de dolor tan fuerte así por puro gusto; me senté y estiré el cuello apenas para husmear por encima el kit de Aleck como un crío con las compras que traen a casa. Lo hice en lo que él revisaba a la chica sin decir nada todavía para no interrumpir o provocar que Mimi se moviera de golpe o algo.

    —Yo digo que sí quiere una —dije cuando vi a Aleck acostarse en el suelo—. Igual le gusta la fresa o la cereza. ¿Dijiste uva? Yo quiero una, seguro le ayuda a mi amargura crónica.

    Giré el rostro hacia Mimi y aunque estaba un poco arriesgándome a que me diera una paliza, bueno, el cansancio no me tenía en mi mejor momento y ya le había dicho que no era muy listo. Como fuese le sonreí, quizás para quitarle algo de peso al asunto, y fue el mismo tipo de sonrisa que le había dedicado como reflejo de la suya cuando la idiota estaba a un paso de convertirse en un helado. Genuina y con cierto aire infantil colado.

    —Debes tener el mismo diagnóstico, ¿y te digo qué ayuda? Azúcar, mucha azúcar.


    necesario? yes

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    Yugen

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    Mimi Honda

    Mi cuerpo se tensó instintivamente aunque fue un movimiento tan pequeño que probablemente nadie lo notó. Me había tomado suavemente del mentón ladeando ligeramente mi rostro para poder inspeccionar los cortes más de cerca. Juraría que el ritmo de mi respiración también se aceleró ligeramente ya fuese por la sorpresa o por el hecho de que por lo general no estaba acostumbrada a que nadie se me acercara tanto.

    ¿Ursaring? Si me hubiera atacado uno de esos me faltaría medio rostro.

    —Linoone—respondí frunciendo ligeramente el ceño al recordarlo. De verdad, ¿qué les había dado? Estaban fuera de sí. Terminé por relajar mis facciones al exhalar despacio por la nariz mientras Aleck inspeccionaba concienzudamente mis heridas. Era... un poco vergonzoso saber que estaba tan cerca y observándome con esa atención aunque yo no le estuviese mirando.

    Me hacía sentir... vulnerable.

    Arrugué ligeramente el gesto cuando comenzó a pasar la gasa sobre los cortes. Eran superficiales pero no por eso dolían menos. Mi cuerpo se tensó instintivamente cuando me pidió que me quedara quieta y apreté los labios preparándome para lo que quiera que fuese a hacer a continuación. No iba a abrir los ojos para descubrirlo.

    Mi mano apretó ligeramente la de White en respuesta.

    —Mhm...

    Estaba... poniendo apósitos sobre mi piel para cubrir los cortes más profundos. Colocó un aproximado de cuatro y agradecí que no me llenara el rostro de curitas. Una vez puso el cuarto, intuyendo que era el último abrí los ojos y lo vi aún allí, concentrado, casi abstraído en su tarea con mi mejilla derecha. Su ceño se había fruncido ligeramente y sus ojos dorados tenían un brillo de determinación en las pupilas. Se le daba bastante bien todo eso... como si fuera algo innato en él o algo que llevaba practicando mucho tiempo. Era cuidadoso y metódico, cercano pero profesional. Me estaba cuidando con un cariño ridículo. Ahora que podía verlo de cerca me daba cuenta de que el pensamiento intrusivo que me había cruzado la mente en la mañana no había estado tan errado.

    Aleck era de hecho bastante lindo.

    En ese momento él se dio cuenta de que le estaba mirando y practicamente se sobresaltó como un Spoink. Apartó la mirada y carraspeó separándose de mí como si mi sola presencia le quemase. Situación que yo, siendo excesivamente consciente de mí misma repentinamente, no tardé en imitar. ¿Se había sonrojado? Aún peor, ¿me había sonrojado yo? Carraspeé para aclarar mis propias ideas y al apartar la mirada jugueteé nerviosamente con un mechón dorado, enredándolo y desenredándolo en el índice.

    Por el amor de Arceus.

    —Ah, bueno... gracias—murmuré.

    Me devolvió el diario el cual dejé sobre mis muslos—no había servido de mucho de todos modos— y le dirigí una mirada de soslayo, cauta, cuando mencionó nuevamente las paletas. Era evidente que estaba interesada pero no quería sonar demasiado interesada. ¿Para qué tenía tantas paletas en primer lugar? Ya era bastante vergonzoso de por sí.

    Ni era necesario tener al bobo de Cayden burlándose de fondo.

    —¿Fresa...?
     
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    Rider

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    Aleck Graham

    El calor del lugar, el agotamiento general, la falta de comida, todo propiciaba el ambiente para que este fuese ideal para tomar una siesta fugaz. Tenía mis brazos y piernas extendidos a todo su largo y mi mirada seguía clavada sobre el techo de la yurta después de que se me pasara un poco el rubor. Ni siquiera yo era capaz de entender el porqué de tan brusca reacción de mi parte ante la mirada de Mimi, solo era contacto visual, la cosa más normal del mundo después del oxigeno. Entonces...¿Por qué de pronto me sentía tan raro solo de verla tan cerca? Estuve frente a su cara por minutos, ¿por qué no me sentí raro hasta que sabía que ella me estaba mirando de vuelta?

    Las preguntas se seguían acumulando en mi cabeza, tantas al punto que estaba doliendo, o tal vez era por el golpe en mi cabeza. Al final, me iba acabar por unir al club de los imprudentes que no velaban por su propia salud, aunque bueno, en el fondo yo ya formaba parte del club desde antes.

    Fruncí un poco el sueño mientras el dolor aumentaba ligeramente a la par que el rubor en mis mejillas. Tal vez dormir un par de minutos sobre el suelo ayudarían un poco. Cerré mis parpados con cierta pesadez, dejando escapar las docenas de preguntas que me estaba haciendo, porqué en el fondo sabía la respuesta a todas ellas: Era porqué Mimi se veía aun más linda con esos pocos curitas en su rostro. Pero para este punto no tenía la energía suficiente para discutir conmigo mismo.

    Mi plan inicial era simplemente dejarme llevar por los placeres oníricos, que sabía que si me quedaba profundamente dormido alguno de los chicos o sus Pokémon podrían llevarme hasta la cabaña. Pero una suerte de sexto sentido mi hizo abrir nuevamente mis ojos, una suerte de instinto paternal. No despegué la vista en ningún momento del techo, realmente no hacía falta, podía reconocer perfectamente la presencia de alguien con quien había estado viajando tanto tiempo.

    — ¿Sabes, Hermano? Empiezo a creer que tenemos un concepto muy distinto sobre lo que es "descansar" y que tal vez sea necesario encadenarte a una cama— Le dirigí al pelirrojo al sentir que se había levantado y desplazado junto a nosotros nuevamente, pero no se lo dije con un tono de regaño, ya era más en un tono resignado y bromista. —. Oye, te di un antinflamatorio, no una pastilla milagrosa, sino paras de forzar tus músculos de nada habrá servido. — Le espeté, sin despegar en ningún momento la vista de donde ya la tenía, parecía que el sueño se había ido.

    Aun pese a todo, no pude evitar soltar una risa al escuchar su comentario sobre las paletas, y tampoco lo iba a negar, era agradable que se nos reintegrara nuevamente. — Hey, te propongo algo— Le mencioné mientras me enderezaba para volver a sentarme— : Yo te doy una paleta de uva y tú dejas de moverte de un lado para otro ¿Trato? — Comencé a rebuscar nuevamente en ya mi pobre kit, para encontrar aquella bolsita con paletas. Busqué aquella que fuese morada y se la extendí cuan cerca pude al chico, asegurándome de que no se tuviera que mover mucho para tomarla.

    Otra suerte de risa se me escapó al escuchar a Cay hablarle a Mimi, sobre como muy probablemente ambos tenía un "mismo diagnostico".

    — Vaya, la amargura crónica no sólo no tiene tratamiento, también es contagiosa ¿Eh? — Solté bromeando, ayudando a amenizar mucho más el ambiente distendido del lugar. — Bueno, tal vez si que curen la amargura estas paletas, te noto mucho más animado Fueguin, ¿o estas delirando otra vez? — Pese a la broma, no podía estar más de acuerdo con las palabras de Cay, la vida a veces podía ser simplemente un asco, pero añadirle un poco de azúcar siempre ayudaba a mejorar el sabor.

    Escuche vagamente la voz de Mimi, quien parecía preguntar si uno de los sabores que había escuchado era correcto. Si yo sabía que en el fondo a todo el mundo le gustaban las paletas. — ¡Así es, también tengo de fresa! — Comencé a rebuscar una vez más en la bolsa, asegurándome de tomar una paleta de fresa. Se podían distinguir, ya que su tono rojo era un poco más pálido y transparente que las de cereza. Me puse de pie una vez más, para entregarle la piruleta a la rubia, quien en un principio se negaba a tomarla, desviando la mirada.

    — Oh, vamos, Mimi, nadie puede decirle que no a una paleta de fresa, además los dulces se llevan de maravilla con el té. —La chica finalmente accedió, tomando aquella golosina pero sin hacer contacto visual. Una pequeña risa nasal se me escapó al ver que, por alguna extraña razón, todo el mundo ahora quería un paleta. Pero en el fondo me alegraba, porqué si algo necesitaban nuestras vida, era aunque fuese solo un poco de azúcar.

    — De acuerdo , ¿ya todos los infantes presentes cuentan con una paleta? Genial. — Regresé conforme a mi lugar, con una sonrisa amplia en mi rostro, ya que estábamos, yo podría tomar una paleta también ¿No? Saqué una paleta de manzana verde y procedí a colocarla en mi boca. Era mi sabor favorito.

    >> Vaya día el de hoy ¿Eh? — Solté un poco porqué sí, mientras colocaba el dulce en una de mis mejillas para que me permitiera hablar. — Sé que han sido dos días ajetreados, pero... De verdad creo que estas han sido mis mejores vacaciones en años. — Concluí aquello con una leve sonrisa, mientras volvía a colocarme de espalda plana sobre el suelo y poniendo mis manos detrás de mi nuca.
     
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  8.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    Parecieron algo reacios a darme la información, aun cuando habían sido ellos mismos los que me propusieron acompañarles, y cuando finalmente lo hicieron... bueno, lo comprendí. ¿El monte Frioeterno? Desde luego no sonaba para nada agradable. Pero si lo que la chica decía era cierto, que los pokémon de tipo hielo iban ahí para recargar energías, entonces era bastante probable que tuviesen razón y nuestros guardianes estuviesen ahí.

    O eso quería pensar, claro, porque no iba a ser nada bonito tener que explicar cómo habíamos perdido del mapa a Yukio y no lográbamos encontrarlo ni en el lugar más peligroso de la zona.

    ¿Habéis venido solos entonces?

    Claramente no iba a ser yo la que les dijese nada al respecto, mucho menos conociendo nuestro propio historial, pero si me confirmaban aquello (cómo me temía que iban a confirmar) entonces tendría mucha más motivación para acompañarles. No iba a dejarles a su suerte y, lo admitiese yo o no, era una entrenadora experimentada.
     
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  9.  
    Hygge

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    Liza White

    No había que ser un genio para ver que más allá de aquella capa de perpetua tranquilidad me encontraba terriblemente tensa. Más bien asustada. Había vivido innumerables cortes, mordiscos y picaduras y aprendido a tratármelas como buenamente podía cuando era niña, para evitar regaños por jugar en el bosque, pero no recordaba que doliesen tanto. Ni que supurasen de esa forma. Claramente ahora debía pagar las consecuencias de mi insensatez en la caverna, no me quedaba de otra. La repentina cercanía de Honda y su intento de broma, a la que se sumaron los chicos poco después, me tomaron con la guardia baja.

    Quizás se debía al agotamiento, o a la inseguridad que sentía al dejarme en manos de otros, autosuficiente como solía, pero mis hombros se encogieron haciéndome pequeña en el lugar. Parpadeé, perpleja. Mis pupilas vibraron y casi sentí cierto ardor tras las cuencas al alzar la mirada del suelo.

    —¿Setecientos... veintitrés? —musité con voz queda. Palidecí de súbito. Aquello... ¡Aquello no ayudaba! ¡No ayudaba en lo absoluto! La amable caricia de Aleck sobre mi cabello y la mano de Mimi me devolvieron cierto color al rostro, haciéndome sentir como una niña temerosa de repente. Molesta conmigo misma dibujé una mueca, una suerte de mohín lastimero que más que imponer a nadie me dejaba más expuesta si cabía—. ...Idiotas.

    Podía quejarme todo lo que quisiese pero no rechacé ninguno de sus gestos. Los agradecí, de hecho, a mi silenciosa y obstinada manera. Mi mano se cerró en torno a la de Mimi y la apreté quizás con demasiada fuerza mientras Al limpiaba la zona dañada. Un chispazo de dolor me recorrió los nervios bajo mi piel y me retorcí de manera inconsciente, tratando de contener cualquier movimiento que amenazase con interrumpir su labor. Ardía, el tacto de las gasas se asemejaba a una lengua de fuego sobre mi piel expuesta y apreté la mandíbula, cerrando los ojos de por sí cristalizados por las lágrimas.

    Los minutos pasaron con lentitud pero cuando el incendio se detuvo y abrí uno de mis ojos, dubitativa, temiendo de nuevo su doloroso tacto, una paleta de cereza apareció en mi campo de visión. ¿Era... para mí? Dejé de fruncir el ceño lentamente y sostuve lo que me ofrecía sin cuestionarlo siquiera. Sorbí por la nariz y me lo llevé a los labios, dejando que el sabor dulzón aliviase lentamente mi malestar y destensase mis articulaciones entumecidas. El estado de alerta perpetua se desvaneció con ello.

    A pesar de rechazar constantemente la ayuda de otros aquello se sintió... reconfortante, de alguna forma. Le dirigí una pequeña sonrisa a Aleck, tanto por su extrema dedicación como por su cuidado en todo momento.

    —Gracias, Al.

    No intervine mucho más después de eso. Me concentré en mi paleta, en recuperar fuerzas y en apoyar a Mimi, acariciando su dorso con el pulgar de vez en cuando mientras sus heridas eran atendidas de la misma forma. Con eso Aleck cumplió con su repentino rol de médico y más de uno acabó con un dulce de regalo. Había hecho un trabajo admirable. Adormecida por la calidez de la yurta, la agradable compañía y el dolor que comenzaba a remitir, el regreso de Diona me tomó desprevenida.

    Me enderecé de manera inconsciente, conteniendo un bostezo.

    —Parece que me tardé más de lo que pensé. Por suerte aún nos quedaban provisiones para un día —Su voz había dejado de notarse gangosa, y nos repartió a cada uno un plato artesanal con cubiertos del mismo tipo—. Podéis pasaros entre vosotros este cuenco de aquí. Es puré de verduras y baya Algama, una receta de la tribu desde hace generaciones —Se apartó un poco para ella y le tendió el cuenco a los chicos. Su pokémon cargaba con otro plato más—. Charmeleon me ayudó a asar las pechugas de Pidgeotto que traje. No os cortéis y coged lo que queráis, ¿de acuerdo?

    Le agradecí a la mujer, quien se limitó a asentir y comer en silencio junto a sus pokémon. Debía estar agotada, y con cientos de emociones revolviéndose dentro de sí. Al menos, las palabras de los chicos y el tiempo fuera parecían haberla tranquilizado un poco. Aguardé pacientemente a que el resto tomase su parte para hacer lo propio, siguiendo el trayecto del cuenco con la mirada.

    Arceus, me estaba muriendo de hambre.
     
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  10.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Cayden Dunn

    Podía ser que al final del día Aleck tuviese razón y de hecho el rechazo que surgió como un reflejo del de Mimi fuese porque éramos más parecidos de lo que cualquier persona decente y que apreciara su integridad se atreviera a pensar, pero de nuevo ni estando inquieto por el cansancio, el no saber si los demás de la tribu estaban bien y demás iba a soltar una cosa de esas en voz alta.

    Igual fuese nada más que todos fuésemos unos jodidos idiotas y ya.

    —Llevas viajando conmigo ya un buen rato, Aleck, sabes que la única manera de que descanse es que me noquees y me mandes a negro —añadí en voz baja, todavía con la vista puesta en las paletas—. Se olvidaron de instalarme el botón de apagado.

    Cuando dijo que me proponía algo separé la vista de donde la tenía para mirarlo a él, atento, se me aflojó una risa con lo de que me daba una paleta de uva si me quedaba quieto. La verdad era que hasta ahora me levantaba de dónde me había acostado, pero tampoco iba a poner tantas pegas, además me alcanzó lo suficiente para que no tuviese que moverme mucho. La tomé, le quité la envoltura y me la llevé a la boca, era una tontería, pero sentir el sabor del dulce hasta me hizo relajar los gestos, lo acomodé en un lado de la boca para poder hablar.

    —Si fuese contagiosa ya todos se habrían vuelto amargados también, así que no. Seguro veníamos así de fábrica, bueno, al menos yo sé que venía así. —Negué con la cabeza cuando dijo lo de que me notaba más animado—. Estoy muy cansado y ya me habrás visto otras veces, el cansancio me pone inquieto. Es como si me hiciera un efecto rebote.

    Aleck volvió a recostarse luego de tomar una paleta para sí, mientras lo escuchaba hablar pensé que hubiera preferido unas vacaciones sin que Niko se nos perdiera en el bosque, casi nos muriéramos dos veces y todo lo demás, pero era claro que eso era pedir demasiado si éramos nosotros de los que hablábamos. Aproveché que ya había vuelto a su posición, estiré la mano y tomé algunas paletas más para guardármelas en el bolsillo del pantalón, tuve la decencia de dejarle de las de manzana verde. Fue un movimiento liviano, apenas perceptible y digno de un Nickit honestamente, digamos que siempre había tenido esa facilidad aunque pocas veces la ponía en uso.

    Cuando me terminé el dulce estuve por regresar a mi lugar para recostarme de nuevo con Nyx y Rudy cuando noté que Diona regresaba a la yurta, nos repartió platos y cubiertos y nos dijo que nos sirviéramos, que no nos cortáramos. El cuenco pasó, llegó a mí y me di cuenta que estaba muriéndome de hambre, pero aún así no me serví demasiado porque la verdad era que me daba vergüenza. Además no iba a comer con la velocidad que comía siempre allí frente a la pobre Diona que iba a pensar que era un muerto de hambre, así que con eso me valía.

    Repasé a la mujer con la vista solo para asegurarme de su estado y al menos me pareció que estaba algo más tranquila, cosa que era buena. Con esa certeza pude darle la primera probada a la comida, luego de bajar el bocado suspiré y hablé sin necesidad de alzar demasiado la voz.

    —Muchas gracias por la comida.
     
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  11.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    Terminé aceptando la paleta de fresa un poco a regañadientes. Era tan infantil... pero realmente me apetecía algo dulce. O tal vez solo tenía los niveles de glucosa por los suelos y cualquier cosa me bastaba para calmar un poco el hambre. Le di una probada ligera... era dulce, afrutada y sabía a fresa lógicamente. Juraría que mis facciones se relajaron y se me escapó una sonrisa no sé exactamente por qué.

    Como la niña que era en el fondo y que me negaba a reconocer tan obstinadamente.

    —¿Huh? Estas son tus mejores vacaciones?—repliqué a las palabras de Aleck y le di otra probada a la piruleta antes de meterla finalmente en mi boca—. Ah... tus otras vacaciones deben haber sido muy tristes, Graham.

    Habíamos estado a punto de morir. Yo casi me congelo, Liza casi pierde el brazo, Cayden casi colapsa y él mismo se llevaría una bonita cicatriz en la frente como recuerdo a casa. Pero esa era nuestra vida ¿no? El día a día de un holder. No podía considerarse un camino de rosas pero era gratificante ayudar a los demás. Proteger y servir, como si fuésemos héroes a tiempo completo. Y a veces sí podía ser divertido.

    Momentos después, una vez todos nos terminamos la paleta, Diona regresó a la yurta. El olor de la comida llamó mi atención de forma inmediata. ¡Por el amor de Arceus, sentía que no había comido en siglos! El frío, la incesante caminata, el revoltijo de emociones... me había dejado con un hambre atroz.

    Era un pequeño cuenco artesanal con un puré verdoso y algunas pechugas asadas de Pidgeotto. Cuando el cuenco pasó a mis manos tomé una cucharada de puré y se la acerqué a Liza. En realidad no pretendia burlarme de ella pero era un poco vergonzoso y se me escapó una risa por la nariz que no pude contener.

    —Hey, White. Di aah~

    El brazo aún debía dolerle así que no perdía nada por darle de comer yo.
     
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  12.  
    Hygge

    Hygge Game Master

    Acuario
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    Liza White

    Cayden fue el primero en servirse del cuenco, llenando parte de su plato antes de pasárselo al siguiente. Mientras tanto Charmeleon se dirigió hacia el chico para alzar una de las pechugas asadas, preguntándole con la mirada si quería que le colocase una. Deslicé la vista hacia Mimi cuando el cuenco llegó a sus manos, sentada a mi lado como estaba, pero para mi sorpresa no se sirvió su ración si no que extendió la cuchara hacia mí.

    Parpadeé, confusa.

    —¿Qué estás...? —Si tenía alguna clase de duda sus palabras me lo terminaron por confirmar; la idiota de verdad pretendía darme de comer así. Enarqué una de mis cejas—. Sabes que no es necesario, ¿cierto? Sigo teniendo un brazo sano y eso.

    Eché un rápido vistazo al resto al ver que insistía, dubitativa, y noté entonces la mirada furtiva de Diona, notablemente divertida con la escena. Al notarlo regresó la atención al plato con disimulo. Un ligero rubor escaló mis mejillas; era vergonzoso, pero no parecía pretender burlarse. Lo noté y quizás fue eso lo que me hizo soltar el aire al fin, resignada, antes de inclinarme y probar el puré que me tendía.

    Solté un "ah~" apenas audible, desviando la mirada en el proceso.

    —...Está bueno —Me aclaré la voz al erguirme de vuelta, dirigiéndome hacia la mujer. Las exóticas bayas le daban un sabor que no había probado con anterioridad. Solté el aire por la nariz con cierta gracia al darme cuenta de que con la tontería Mimi estaba acaparando el cuenco y aparté un poco para ambas, extendiéndoselo de vuelta a Aleck—. Está bien que quieras cuidarme pero no queremos que Al muera de inanición, ¿o sí?

    Charmeleon pasó por nuestro lado poco después y le pedí que dejase una de las raciones en mi plato. Moví ligeramente el de Honda, instándola a hacer lo mismo.

    >>Come tú también, boba.
     
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  13.  
    Rider

    Rider One of a Kind

    Cáncer
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    Aleck Graham

    Continué con aquel caramelo en la boca mientras escuchaba hablar a Cay, soltando un par de risas con su palabras. Sabía que en el fondo tenía razón, podía parecer muy estoico, pero cuando todos atrasábamos una mala racha parecía que él era el único para sacar energía positiva de la nada, cómo si las desgracias activaran la adrenalina en el chico y lo volviesen mucho más activo socialmente, pero también más necio de lo que ya era.

    —Yo no sé de que fabrica vine, pero me ensamblaron de una manera muy extraña y seguro perdieron la factura. —solté junto con varias risas a la par que hacía lo mismo el pelirrojo. El aire era distendido y jovial, realmente parecíamos un puñado de niños que se habían juntado después de la escuela a comer caramelos. Pero hubo una palabras que lograron sacarme un poco de aquel ambiente, que me hicieron replantearme mis propias palabras.

    — Ah... tus otras vacaciones deben haber sido muy tristes, Graham.

    Las palabras de Mimi lograron hacer que me enderezara nuevamente, sentándome algo conflictuado sobre mi lugar. En parte tenía razón, sabía a que se refería. Niko casi muere ahí afuera a la par de otros, no podía dejar de pensar en casa mientras decorábamos la cabaña, Liza se había molestado conmigo, había alcoholizado a la chica y subsecuentemente había hecho que se me tirara encima, Givan tuvo que pasar la noche solo, no traté la herida de White con prontitud, casi morimos todos dentro de esa caverna y la tribu seguía perdida, ni siquiera sabíamos como le había ido al resto de los chicos con sus respectivos encargos...

    Y aun así, todas y cada una de esas cosas habían sido mejor que todas mis vacaciones hasta esa fecha.

    — No tienes ni idea— solté con una risa sin gracia. No había mala intención en mi tono, genuinamente no me había puesto a pensar en lo miserables que habían sido mis vacaciones anteriores. Después de todo, eran vacaciones solo, así que todas esas vacaciones más bien parecían días normales y corrientes —, pero ¡Eh! Son gajes de oficio ¿No? Días buenos, días malos, días extremos.

    Volví recuperar mi semblante relajado mientras disfrutaba de lo ultimo de la paleta. El azúcar siempre era de agradecer, pero sin duda no era un sustito para una comida. Para cuando todos terminamos nuestros dulces, Diona volvió a la Yurta, esta vez parecía mucho más tranquila y alegre. Nos acercó a todos unos platos artesanales con cubiertos que iban a juego con los mismos. La gentil señora nos había preparado algo de puré de verduras con baya algama y unas cuanta pechugas de Pidgeotto. Todo se veía exquisito.

    Dejé que los chicos se sirvieran primero, estaba que me moría de hambre, pero sería descortés apropiarme del cuenco así sin más. Llevaba esperando toda la tarde, podía esperar un poco más.

    Una pequeña pero aliviada sonrisa se dibujo en mi rostro al ver aquel gesto entre Mimi y Liza. Parecía que finalmente cualquier rastro de conflicto o enojo se habían disipado junto con los rayos del sol. La castaña finalmente me extendió el cuenco para que pudiese servirme también, gesto el cual agradecí.

    — Hey, sería una vida corta pero feliz ¿No? —solté entre un par de risas y recibía el cuenco, finalmente pudiendo servirme un poco de aquel puré y una de esos filetes Pidgeotto— ¡Buen provecho a todos!

    Tomé finalmente un poco del puré en mi cuchara, pero antes de probarlo, había una cosa que quería intentar aprovechando que Cay se había sentado junto a mí.

    —¡Eh, Fuegin! Di ah~— traté de replicar cómicamente el gesto que había visto hacer a Liza y a Mimi. Aunque lo primero que recibí una mirada de soslayo mortal del pelirrojo.

    Me encanta todo esto porqué la baya Algama sirve para aumentar la amistad, que wuen detalle oye uwu
     
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  14.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    La respuesta y el tono vacío en la voz de Aleck me hiciron mirarle. No lo había dicho con esa intención pero mis irónicas palabras parecían haber removido algo en la mente de Graham. Realmente... ¿había tenido vacaciones tan miserables? Pensaba que no podía haber nada peor que casi morir en ese infierno helado. Suponía que estaba equivocada. Aunque inmediatamente recuperó su semblante relajado y aquella boba sonrisa no pude evitar desviar la mirada sintiendo un pinchazo de culpabilidad en el pecho.

    Por qué era tan bocazas.

    En cualquier caso la pregunta de Liz me hizo regresar la mirada a ella. Estaba notablemente contrariada y no podía culparla en realidad. Allí estaba yo sosteniendo la cuchara frente a su rostro sin titubear siquiera.

    —Encima de que me ofrezco... ¿pero qué tan desconsiderada puedes ser?—repliqué en respuesta pero no había reproche en mi tono. De hecho había terminado por tomarle la gracia pues había pasado por alto su otro brazo sano. ¿Pero qué importaba?—. Solo calla y come.

    Terminó por abrir la boca y comer el puré y no pude evitar sentirme algo orgullosa de mí misma. Al menos estaba comiendo, todos los estábamos, y eso me relajaba en cierta forma. Implicaba que por una vez nos estábamos preocupando por nosotros mismos.

    —Ya como, ya como mamá—repliqué ante su insistencia y me llevé una cucharada de puré a la boca. Era suave y dulce. Nunca había probado la baya Algama pero tenía un sabor reconfortante, ligero, familiar. Era cálido en el estómago como el fuego de una hoguera. Me recordaba a algo pero no lograba descifrar el qué con exactitud. Sorprendida terminé tomando otra cucharada y antes de comerla murmuré—. Sí está bueno...

    Quizás tenía un efecto calmante o solo me hacía más amigable de alguna manera extraña porque cuando vi a Aleck replicar mi acción con Dunn se me escapó una risa. Una carcajada honesta y genuina.

    —Yo digo que sí quiere—dije haciendo eco de las mismas exactas palabras que él había dicho cuando me negué a aceptar la piruleta en un inicio. Apoyé mi mano en mi mejilla y el codo flexionado sobre el muslo y sonreí de forma indescifrable. Podía ser tanto una sonrisa inocente como una clara burla—. Venga Cay, no le hagas el feo. Es bueno para la amargura crónica.

    Sí había funcionado conmigo y todo.
     
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  15.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Cayden Dunn

    Charmeleon se había acercado a mí después, ofreciéndome otra porción de comida y aunque trastabillé acabé por aceptar, porque también era mal educado rechazar la comida porque sí. En sí que estuviera físicamente cansado también me ayudaba a no comer a velocidad, si me movía demasiado el cuerpo todavía me mandaba una punzada de dolor al cerebro, así que tenía que hacer todo a velocidad Slowpoke casi.

    El comentario de las vacaciones de Aleck que había hecho Mimi no era lo que se dice muy acertado, no era que tuviese así un montón de información, pero por el tiempo que había pasado con Aleck y las cosas que hablábamos de vez en cuando, además de algunos deslices en su personalidad, dejaban claro que no tenía una vida familiar envidiable. De hecho cuando menos te los esperabas le entraba un golpe de inseguridad jodido y era usual que se pusiera siempre por debajo de Gen y yo, sin motivos muy claros. Era como si nadie se hubiese sentado nunca a decirle las cosas buenas que tenía, así que por rebote no estaba entre las opciones haber tenido vacaciones muy agradables o eso imaginaba.

    Igual el enano tenía un don para desviar las mierdas, así que aunque pareció quedar algo contrariado no tardó en volver a su semblante relajado de siempre, aunque de todas maneras mantuve la atención a él un rato, solo para asegurarme.

    Entre toda la tontería vi a la rubia ofrecerse a darle de comer a Liza, ante lo que alcé un poco las cejas mientras me llevaba una cucharada de puré a la boca, obviamente no dije nada, de hecho la misma Liza le recordó que tenía un brazo sano todavía, pero al final acabó por aceptar de todas formas por el hecho de que a pesar de que era vergonzoso que te cagas, en sí no tenía mala intención.

    Me había distraído con ellas y con mi propio plato de comida lo suficiente para dejar de tener la atención puesta en Aleck, lo que claramente fue un error garrafal. Cuando me llamó giré el rostro hacia él, pero no conté con que el idiota pretendiera replicar la gracia de Mimi y fruncí el ceño, la verdad es que podía haberlo matado con la mirada, para qué negarlo.

    Escuché la risa de Mimi después, además de su comentario, y toda la sangre que parecía haberme dejado el cuerpo me subió al rostro de golpe. Negué con la cabeza rápidamente incluso si el gesto me lanzó un relámpago de dolor. Un poco merecido me lo tenía, vamos, que había sido yo el primero en putearla con lo de la paleta, pero un poco de piedad no le venía mal a la cabrona. Encima a qué venía eso de decirme Cay justo ahora.

    —¡Qué tengo los dos brazos sanos! ¡¿Cuál es el punto?! —espeté, pero tenía la mirada de todos encima y ya me iba a dar un venazo—. No hay quien pueda con ustedes, de verdad. Solo para que me dejen en paz.

    Inhalé aire con fuerza y lo solté de golpe, casi como un bufido bajo, y como si fuese posible sentí que el rostro me ardía todavía más. Básicamente no me quedó más que imitar a Liza, soltar un "ah~" apenas audible y clavar la vista en cualquier parte que no fuese en ellos.

    Una vez hecho el teatrito regresé toda la atención a mi plato de comida, tratando de sacarme la vergüenza de encima distrayéndome en otra cosa.

    —Ya, ¿contentos?


    es que yo memeo saben

    Cay: su puta madre, que puedo comer solo
    Also Cay, muy en el fondo: this is fine
     
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  16.  
    Hygge

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    Los chicos se miraron entre ellos.

    —Bueno, hasta aquí sí, pero hemos venido al resort acompañados de mis padres —Marian despejó la duda; la diferencia entre los holders y aquel grupo de adolescentes era, sin duda, la vigilancia de los adultos que los cuidaban—. Les dijimos que buscaríamos a Naga por la zona, pero...

    —...Nos pasamos de la zona hace como tres kilómetros.

    Uno de los chicos se percató del cinturón de balls de Emily y entonces decidió hablar.

    —Pero tú eres entrenadora, ¿cierto? Y viniste sola hasta aquí, eso quiere decir que eres fuerte —El chico señaló a la supuesta líder del grupo, quien desvió la mirada con desinterés—. Ella es la mejor entre nosotros, seguida de Marian, pero apenas iniciamos nuestro viaje hace unos meses.

    —¡P-Pero seguro que podremos con esto!

    ...Desde luego, parecía que les vendría genial la ayuda de Emily. Había hecho bien en detenerse.


    ***


    Liza White

    Charmeleon terminó por servirle a todos los que le pidieron y regresó junto a Diona, dispuesto a hacer lo propio con su plato de comida pokémon. Para cuando todos empezamos a comer el ambiente se volvió cálido y distendido, el malestar terminó por mitigar y el frío retrocedió con ello. Nos merecíamos un buen descanso.

    No sabía si se debía al hecho de poder llenar nuestros estómagos al fin o si se trataba del puré en sí, pero parecí olvidar por un segundo mi cansancio y terminé por echarme a reír ante la escena que recreaban frente a nosotras. El pobre Cayden sufrió mi mismo destino y terminó cediendo a la fuerza, avergonzado lógicamente por aquel numerito innecesario.

    Dejé de cortar la pechuga (o de intentarlo a velocidad slowpoke) y negué con la cabeza, dándole un golpecito suave a Mimi en la coronilla antes de seguir comiendo.

    —Si esto va de venganzas os recuerdo que compartís habitación con nosotros dos —comenté casualmente, y abrí uno de mis ojos para mirar al chico—. Y la noche aún es larga, ¿no es así, Cay?

    Terminé por sonreírle, jocosa, y volver a lo mío como si nada. Era obvio que no pretendía vengarme de nada pero si de avergonzar a esos dos se trataba, teníamos nuestros ases bajo la manga.

    La mujer, quien había seguido la conversación con una sonrisa ligera, terminó por alzar la voz no mucho después.

    —Veo que os lleváis muy bien —Me hubiese gustado replicar y decir que "a ratos", sobre todo en aquel grupo en concreto, pero decidí callar y asentir sin más—. ¿Lleváis viajando mucho tiempo juntos? Por vuestros acentos me atrevería a decir que algunos no sois de Galeia.

    Realmente ninguno lo éramos, pero razón llevaba la mujer de todas formas.
     
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  17.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    Estaba segura de que el fondo Dunn no tenía nada en contra de aquella vergonzosa situación. Sí, me estaba aprovechando un poco pero éramos demasiado similares para saber que no iba a negarse. Cayden enrojeció, actuó a la defensiva y toda la cosa, pero al final aceptó. Se me escapó otra risa—por la obviedad del tema— y me llevé otra cucharada de puré a la boca para no añadir nada más. O lo intenté al menos.

    Porque terminé diciendo lo que pensaba en voz alta de todas formas.

    —Aw, mira qué linda pareja hacen y todo—sabía estar tirando bastante de la cuerda porque yo había hecho lo mismo con Liz y la broma se me podía volver en contra. Pero no iba a echarme atrás por eso, me estaba divirtiendo demasiado. Entorné ligeramente la mirada—. ¿Queréis privacidad? ¿Os dejamos solos en la yurta?

    Siendo muy honesta, podía sonar a coña. Pero genuinamente pensaba que hacían una linda pareja.

    Le dirigí una mirada de soslayo a Liz cuando mencionó el tema de la venganza y un escalofrío gélido me congeló la sonrisa burlona en la cara. Arceus, era muy capaz. Era demasiado capaz de vengarse de alguna manera ridícula. De modo que corté una de las pechugas de Pidgeotto y me la llevé a la boca, tensa, casi molesta en realidad por haberme cortado el rollo de esa forma. Chasqueé la lengua.

    El puré era suave y las pechugas crujientes y llenas de sabor. Era una delicia al paladar aunque en apariencia fuese la comida más simple y ordinaria del mundo. Poder compartirla con mi familia la hacía absurdamente cálida.

    Las palabras de Diona me hicieron recordar mis primeros años en la región. Había sido un desastre por aquel entonces... mi prepotencia, mi obstinación y mi orgullo estaban no solo por encima del límite de lo normal, si no por encima del límite del ridículo. Era una completa novata estúpida que se creía el centro del mundo solo por ser la hija de un millonario. Hice una mueca, asqueada de la Mimi del pasado. Al menos había dejado eso atrás y ahora sabía muy bien el tipo de persona que era realmente Moura Honda. Un padre pésimo, inepto y un cerdo elitista.

    >>En realidad yo soy de Sinnoh pero llevo en Galeia desde los catorce—expliqué con un tono neutro, solté el aire de golpe y apoyé mis manos en la lona usando mis brazos como apoyo—. White es de Teselia y aquella parejita de allá son de Gérie, una región al otro lado del mar. Están acá de vacaciones de Navidad.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Dejé escapar un suspiro pesado, llevándome las manos a la caderas y dejando caer la cabeza hacia un lado. Les eché un vistazo general y acabé por asentir con la cabeza, cerrando los ojos un par de segundos antes de dedicarles una ligera sonrisa.

    Era un grupo de lo más temerario, alejándose tanto de la vigilancia de los mayores sin tener mucha experiencia en combates aún. Pero no podía realmente molestarme con ellos ni recriminarles nada porque lo estaban haciendo por su pokémon guardián, porque estaban preocupados por él, y tirarse de cabeza a situaciones peligrosas solo por querer ayudar a otra persona era algo en lo que los holders nos especializábamos.

    —Bueno, cuantos más seamos, más protegidos estaremos, ¿verdad? Así que será mejor que hagamos equipo, para poder cubrirnos las espaldas —sentencié finalmente, cruzándome de brazos—. Una última cosa. ¿Qué me podéis decir de Naga? Me vendría bien la información antes de adentrarnos en el monte.
     
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    Rider

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    Me había prevenido para un golpe en el hombro o algo de naturaleza similar, pero todo lo que recibí fue una mirada fulminante del pelirrojo, acompañada de unas palabras bastante disgustadas del mismo. Tenía razón, su dolor era muscular, pero podía mover perfectamente ambos brazos ¿Cuál era el punto de hacerlo? Ni siquiera yo estaba seguro, simplemente había replicado el gesto había visto hacer a las chicas ¿Que tenía de malo? Sólo creía que era algo lindo de hacer, algo gentil.

    Pero entonces cuando finalmente el chico acabó por ceder el recuerdo de una de las cosas que me había contado Mimi durante su racha de ebriedad me hizo entender un poco más las posibles connotaciones de aquella acción.

    Oh...Ella lo hizo porqué...Ooh...ya entendí.

    Pensé para mi mismo. No sólo era imprudente, también era lento como un jodido Slowpoke. Había sido una mala jugada, pero tampoco me iba a arrepentir, ver a Cay hacer pucheros siendo que el siempre cargaba con esa faceta de hermano mayor era algo que no tenía precio. Pero definitivamente era algo que no me apetecía repetir.

    — ¡Contento!— Le contesté al chico, aun con una sonrisa en mi rostro, era algo raro, nunca había visto a Cay ruborizarse hasta ese entonces. Debía de tener más cuidado con las conductas que acaba replicando de los demás.

    Finalmente le clavé el diente a aquel delicioso puré. Por Arcues, dicen que el hambre es el mejor sazonador pero es que de verdad aquel guisado sabía espectacular, y se podía percibir aquel sutil toque de la baya Algama. aunque no pude saborear del todo mi bocado al escuchar unas palabras que hicieron que me atragantara.

    —¿P-Pareja? —cuestioné mientras tocía con algo de violencia— ¡Wow,wow,wow, para el auto Mim! —tomé una servilleta para poder limpiar los restos del puré que se habían quedado en mis labios. Podía devolver la jugada, no era ni el más listo ni el más avispado, pero sabía perfectamente que había cierta tensión entre las chicas, después de todo, la propia Mimi me lo había confirmado la noche anterior. Podía devolver aquellas bromas con la misma intensidad, como si esto fuese una discusión de niños. Pero no quise. O mejor dicho, no pude.

    Simplemente las palabras no me salieron. Yo era una persona bromista, de eso que no se suelen tomar la vida demasiado en serio para conservar su sanidad mental, pero había temas que sencillamente no me atrevía a tocar, cosas con las que no quería jugar. Sabía lo importante y complicado que podía ser este tema, así que resignado simplemente negué con la cabeza mientras soltaba una risa nasal.

    —Somos hermanos ¿de acuerdo? —le dirigí a la rubia— . Her-ma-nos, así para esas maquinaciones rara o llamaré a la policía.—solté en un tono de amenaza infantil. Era claro que no haría tal cosa, ni siquiera me esforzaría mucho en impedir que siguiera sacando ese tipo de comentarios.

    Quería olvidar aquel momento comiendo un poco más, pudiendo probar esta vez la pechuga de Pidgeotto. Cuando otra voz femenina interrumpió. Era Liz, quien parecía estar planeando su contraataque junto con Cay por haberlos forzado a comer como si fuesen niños pequeños.

    —¿Venganza por qué? ¿yo que hice?—contesté con algo de preocupación en mi tono, preocupación que sólo se agravió cuando vi que el Pelo de Fuego le regresaba la misma mirada cómplice a la chica— ¿P-Podemos cambiar de compañeros de habitación?

    Aquellos dos era personas de la cuales cuidarse, después de todo, tanto Liza como Cay disfrutaban de cumplir el rol de hermano y hermana mayor, y pensar que se podrían unir para planear una ofensiva contra nosotros con tal de avergonzarnos. Bueno, no era algo para tomárselo tan a la ligera.

    Continuamos comiendo mientras Diona mencionaba lo bien que nos llevábamos entre todos. Era extraño. Sí nos llevábamos bien, pero era sorprendente pensar que tan sólo hasta esta mañana las cosas no parecían tanto así. Quizás era verdad eso de que a los mejores amigos los conoces en los peores momentos. La señora notó nuestro evidente acento particular, cuestionándonos si teníamos tiempo ya viajando juntos.

    — Her-ma-nos.—corregí a la rubia— . Pero sí, la chica gélida dice la verdad, tanto el Pelo de Fuego cómo yo venimos de Gérie, ya llevamos algo de tiempo viajando junto con otro hermano nuestro, Givan. Y en efecto, fuimos invitados a pasar las navidades aquí, cortesía de aquella chica castaña con el brazo biónico en mantenimiento. — Señalé a Liz para reafirmar mis palabras, era gracias a ella que estábamos aquí en primer lugar. Era algo que en el fondo siempre le iba a agradecer.

    Terminé lo que quedaba de la comida en mi plato, completamente satisfecho. Que bien se sentía no estarse muriendo de hambre. Le agradecí a Diona por tan excelente comida y coloqué mis brazos de tras de mí, a manera que pudiese apoyar parte de mi peso en ellos. La noche ya había caído en su totalidad, y con ella el frío poco a poco aumentaba aun en el ambiente cálido de la yurta. Tomé nuevamente mi mochila y me dispuse a beber más de mi té, acabando con lo poco que le quedaba.
     
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  20.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    Estuve por rodar los ojos, hastiada. ¿Hermanos? Y un cuerno de Tauros. Liza y yo también éramos 'hermanas' y nos habíamos comido la boca en un callejón de Atracadero. Eran amigos cercanos pero no había lazos de sangre alguno entre ellos por mucho que Graham lo pensase de esa manera. ¿Pero qué tan inocente podía ser? ¿Siquiera ambos lo veían de la misma forma?

    Dirigí una mirada discreta hacia Cayden preguntándome el tipo de expresión que tendría. ¿Él estaba tan convencido con todo ese tema de que eran 'hermanos' como lo estaba Aleck? Porque si no, esa afirmación debía haberle sentado como una patada en el estómago. Estaba segura de que había algún tipo de chispa entre ellos. Algo que no podía definirse exactamente como una 'hermandad'.

    Aunque fuera algo ínfimo. O no fuesen siquiera conscientes de ello.

    No quería tocar otro tema delicado pero seguía siendo una bocazas. Tomé mi bolso y saqué mi termo con té rojo. No diría nada al respecto para no seguir jodiéndola de ser el caso, pero era bastante obvio lo que pensaba de la situación. Bebí en silencio con los ojos cerrados mientras el fuego crepitaba fuera de la yurta y disipaba las sombras.

    Post súper cortito pero *sips tea*
     
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