Pasillo (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Hygge

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    Quizás nos habíamos tirado más tiempo del que podía contar evitándonos y fingiendo demencia, como dos verdaderos estúpidos, que nos habíamos privado de cosas tan simples como un abrazo, una caricia, la mera cercanía del otro. Solo habíamos necesitado eso, dejar de huir para darnos cuenta de cuánto podíamos llegar a atesorar el mero hecho de estar acurrucados por ahí, sin necesidad de intercambiar palabras realmente. Disfrutando de la calidez y de la calma que transmitía el otro, y que tanto nos había hecho falta todo ese tiempo.

    Incluso en eso parecíamos movernos por espectros similares.

    No supe bien qué efecto tuvo la forma en la que se dirigió hacia mí, tan asombrosamente dulce, pero me ensanchó la sonrisa en el rostro a pesar de que no podía verla. Siempre había sido débil a la suavidad y el cariño de otros y a pesar de nuestra eterna rivalidad, fuera del dojo nunca había dejado de lado esa forma de ser. Lo había notado desde el minuto cero y podía decirse que siempre había estado ahí, quitando los ladrillos de mis murallas, sin ser siquiera consciente de ello.

    —Ah, ¿hoy estás generosa? Tendré que aprovecharme entonces —Lo había soltado en un tono bajo, similar al suyo, sin quitarme la pequeña sonrisa de encima. Había dejado caer la mejilla cerca de la mía y me removí un poco, casi para hacerle cosquillas con el contacto—. Yo me encargo de algún aperitivo entonces. Suena a un negocio redondo.

    Había que ver la cara que debían poner los miembros casi inexistentes del club de esgrima hoy si se dignaban a aparecerse y no les esperaba nadie. Dejé escapar el aire por la nariz ante la sola idea, con cierta gracia.

    >>Quizás le compre una soda a Kobayashi-chan el próximo día. Si se enoja me haré responsable de los cargos.
     
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    Gigi Blanche

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    En un momento dado la brisa sopló y me alborotó un poco el cabello, Altan aún me sostenía las mejillas y seguíamos allí, en nuestra pequeña burbuja casera. Me sirvió para relajarle a mi culo avergonzado y toda la mierda, que de por sí era altamente ridículo. ¿Andaba de noche, volvía sola a casa, lidiaba con imbéciles extraídos de un basurero y luego me sonrojaba por un simple cumplido?

    Por favor.

    El caso fue que la brisa sopló y olía a primavera, me distrajo de él momentáneamente y detuve el movimiento de mi cabello con una mano para alzar la vista al cielo. Revolvió algunas hojas secas que había en la azotea, las despegó del suelo y obligó a danzar a su ritmo. Se mecieron, giraron, más y más alto, hasta cruzar la reja y tornarse indistinguibles. En ese momento se me ocurrió una estupidez de antología y no pude más que sonreír, pues pensé que el movimiento de las olas podía parecerse mucho al de la brisa.

    Y que nuestros corazones, de repente, pertenecían al mismo lugar.

    Era un pequeño escondite, brillante y cálido, al cual pocos podían ingresar. Podía ubicarse al fondo del océano y poseer una fogata en medio, o podía perderse entre las altas nubes, dentro de un castillo de espuma y agua. Podía ser mil cosas opuestas, amalgamarlas y convertirlas en un todo coherente, en una unidad con sentido y relevancia. Como los parhelios.

    Como el refugio que habíamos construido.

    El idiota se había reído por mi reacción y de todas formas no me molestó del todo, pues había sonado increíblemente pura y cristalina; sin un ápice de burla o ironía contenida. Acariciar mis mejillas parecía ser su nueva misión de vida o algo así, que no dejaba de hacerlo ni un segundo. ¿Quería lustrarlas? ¿Sacarles chispa, quizá?

    Pff, como si fuera a quejarme.

    Atendí a su respuesta y fruncí los labios, pensativa. Sabía que, de haber existido la posibilidad real, probablemente me hubiera costado un huevo aceptar que me comprara un vestido, pero ahora que ya no había tiempo ni de pensarlo la cosa adquiría otro tinte, ¿verdad? Podía regodearme en la pequeña estupidez de que, lisa y llanamente, me lo hubiera ofrecido. Tampoco iba a negar que hondo, muy hondo, la idea de que Altan me regalara un vestido de gala se sentía... como de cuento de hadas.

    Como si tuviera derecho a ser una princesa.

    Sí, claro.

    —Eh~ —Solté, una sonrisa divertida danzando en mis labios. ¿Así de rápido me había recompuesto de la vergüenza inicial, sólo para molestarlo? Claro que sí—. ¿Habríamos ido de shopping y me habrías dejado arrastrarte a cientos de tiendas para probarme miles de vestidos y al final del día quejarme de que ninguno me gustó del todo? Te advierto, es equiparable a la tortura medieval. Aunque el smoothie de recompensa suaviza las secuelas~

    Tontería aparte, resoplé y me desinflé el cuerpo, encogiéndome de hombros.

    —Nah, algo inventaré. Mamá seguro tiene algún que otro vestido carísimo de sus épocas de hija de papi, antes de que se le volara la pinza y se fuera a la mierda. Sólo tengo que hablar con ella.

    Cosa que últimamente parecía misión imposible, ¿eh?

    Asentí a lo de la práctica intensiva, envuelta en resolución, y luego relajé el semblante para seguir escuchándolo. Claro que iba a tener algún traje super elegante, super caro y super de diseñador~ Era casi un requisito para vivir en Chiyoda, hasta Kohaku tenía de esos aunque los detestara y evitara a toda costa. De repente, la idea de verlo tan bien vestido me arrojó una chispa de emoción que no me molesté en disimular y sonreí con alegría contenida, llevando ambas manos a su corbata. A esta altura ya parecía incorregible el asunto.

    —Eh, a ver cuánto te dura~ —murmuré, con cierta ambigüedad implícita que ciertamente no había planeado del todo, pero ahora que lo reconsideraba podía interpretarse de formas extrañas. Regresé a sus ojos y le di un subidón repentino al nudo de su corbata, ajustándola en torno a su cuello. Me reí—. Deberías empezar a practicar, cariño, ¡como yo con los tacones!

    Cuando finalmente dejó de lustrarme las mejillas adiviné sus intenciones y me corrí a un costado, permitiéndole la salida. No sé muy bien por qué me quedé mirándolo desde ahí abajo, él me extendió las manos y las acepté sin siquiera pensarlo. Al incorporarme me palmeé un poco la falda y alcé los brazos como perchero para permitirle acomodarme la camisa. Lo observé con una sonrisilla divertida, repasando sus facciones.

    —Muchas gracias~ —canturreé apenas acabó y se alejó de mí.

    Lo solté y de alguna forma sentí que quedó suspendido en el aire, al notar que dudaba sobre su próximo movimiento. Me arrojó una ligera cuota de ansiedad encima, ni idea por qué, no tuve el tiempo suficiente para concederle forma ni entidad. Al final enredó sus dedos entre los míos y el nerviosismo se disolvió en un auténtico y jodido pestañeo. Algo similar a una bomba de emoción estalló en mi pecho.

    Y me bañó de una calidez absoluta.

    Sonreí ampliamente, divertida, avancé hacia la puerta de espaldas y lo jalé con ambas manos antes de darme la vuelta y seguir arrastrándolo. Abrí la puerta como pancha por mi casa, claro, no reparé ni medio segundo en que podría haber alguien en el rellano. Lo cierto es que casi mato a los pobres infelices que estaban ahí y el impulso por disculparme le ganó a mi velocidad de reconocimiento.

    —Ah, lo siento.

    Mi voz perdió determinación al reconocer a Laila, repasé sus rostros, el suyo y el del albino, y una sonrisilla divertida me decoró los labios.

    —Lo siento, lo siento —repetí, esta vez con intención añadida, y me apresuré por seguir arrastrando a Altan—. Ya nos vamos~

    Pero bueno, Meyer.

    Hoy andamos todos muy lovey dovey, se ve.


    Bajé las escaleras entre brincos y me giré hacia Altan al alcanzar el tercer piso, riendo con la diversión impresa de una chiquilla.

    —Ah, creo que interrumpimos algo ahí arriba. Qué cosas~ —rumié un poco, como si anduviera maquinando una idea malvada, y de un momento al otro le solté la mano para saltar a su espalda y colgarme como un koala. Le apreté el cuello, colando el rostro en el hueco de su cuello, y volví a reír—. ¿Me llevas, Al~?
     
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    Zireael

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    Me enjuagué los ojos un momento con el dorso de la mano libre. La verdad es que tenía que ser ilegal la tranquilidad que sentía allí, en el estúpido rellano con él, es que de verdad si se quedaba callado seguro hasta me dormía, porque ya hasta la respiración se me había tornado tan pausada que debía dar esa sensación si me quedaba quieta.

    No diría que Shawn era arisco como tal, no tenía en él aquella tensión que veía a veces en otras personas cuando alguien se aproximaba, solo era cerrado y parecía nunca involucrarse del todo, como si estuviese cerrado a cal y canto a pesar de su personalidad y su carisma. Era una cosa rarísima pero en ese momento esa sensación había desaparecido, había logrado alcanzarlo y me hacía estúpidamente feliz saberlo. Sentir que se abría a mí, a mi afecto y mi cuidado.

    Se me escapó una risa bastante baja cuando soltó la tontería de aprovecharse y su movimiento me hizo algo de cosquillas. Giré el rostro apenas lo suficiente para dejarle un beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios, y regresé a la posición anterior.

    —Puedo escribirle a Kobayashi-chan que no hay club, para que no se quede esperando —murmuré y estaba por decir algo más cuando la puerta de la azotea se abrió de par en par, haciendo que me callara.

    Me había asustado un poco, pero digamos que solo Shawn se podría dar cuenta por la cercanía, y más que susto lo que me cayó en el cuerpo fue sorpresa. Choqué con la mirada de la silueta más alta primero, que no era otro que Altan, y mi mirada siguió hasta su mano unida a la de la chica que era la del pelo teñido, la arisca de hace días y a la que le había dado la bienvenida a la escuela básicamente.

    Se me escapó de la nada, fue una sonrisa casi cómplice que le regalé a Hiradaira y ni siquiera me moví de donde estaba, en mi pequeña burbuja de paz. Para cuando encontré la mirada de Altan de nuevo tenía la misma sonrisa en los labios todavía, pero la suavicé un poco porque solo la tonta de Jez no había visto que el idiota estaba colado sin remedio por ella.

    Yo lo sabía, lo había intuido, que no había manera ya de que Jez lo viese como él deseaba ser visto por ella. Había trazado la línea hace tanto tiempo que seguro ni ella podía decir cuándo, pero ver vi en sus ojos oscuros un reflejo de la tranquilidad que yo tenía en ese momento y supe que había dado siquiera un paso al frente por fin.

    A pesar de que me había fastidiado el otro día, incluso si lo que pretendía era salvarme del mismo hueco en el que él pasaba metido, darme cuenta de eso me alegró de forma genuina y atajé la intención de su disculpa al vuelo.

    —No hay cuidado —respondí para ambos, dejándolos irse y regresé la atención a Shawn—. La próxima elijo mejor el espacio, lo prometo, pero tuve que improvisar mucho hoy.

    Ahora que caía, los grupos para el proyecto habían quedado hechos en los tablones de anuncios y de lo que había visto por encima en la 3-2, Sonnen estaba con Shawn. No sabría decir si eso era una ventaja o una desventaja, así que supongo que solo me quedaba desearle suerte con esa misión.
     
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    Hygge

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    La verdad es que no había caído en la posibilidad de que Laila tuviese su número, pero tenía su sentido. Después de todo habían estado almorzando juntas estos días, o al menos eso pude ver aquella vez que me colé en la azotea y la escuché cantar para ella. Me alegraba que hubiesen congeniado, Laila en verdad tenía esa capacidad de desenvolverse bien con otros, un poco como yo, solo que lo suyo era genuino y alcanzaba a conectar de verdad. La mayoría de mis amistades en cambio eran bastante superficiales, no solo porque me tuviesen de conveniencia por mi imagen si no porque yo tampoco le mostraba mis verdaderos colores a casi nadie.

    Estaba por decirle que era una buena idea cuando la puerta de la azotea se abrió de repente, y la noté tensarse del susto entre mis brazos de forma irremediable. La sostuve casi como un reflejo y alcancé a distinguir a uno de los chicos que abandonaban la azotea, Sonnen, el chico que estaba en mi clase y con el que debía hacer el proyecto ese. Observé por encima sus manos entrelazadas y me encogí de hombros hacia ellos, restándole importancia a sus disculpas.

    Aguardé en silencio, notando que las chicas y Altan se conocían sin interés en indagar realmente, y cuando terminaron por marcharse Laila no tardó en disculparse por el lugar escogido. Negué con la cabeza sin más.

    Había sido más que perfecto.

    —Parece que la azotea está más concurrida de lo que pensaba —solté sin verdadera incomodidad ni nada, hasta me había resultado algo tierno ver a otra parejita por allí rondando aunque no lo hubiese reflejado. Dejé de cruzar los brazos en torno a su cuerpo y llevé las manos a sus brazos, frotándolos como si buscase animarla a salir lentamente de aquella burbuja de paz. No es como si quisiese, pero debía hacer un esfuerzo si quería que sus notas no flaqueasen ni nada—. Habrá que tomarse eso como una señal de que es hora de irse.

    Poco a poco terminamos por levantarnos del rellano, noté las articulaciones un tanto entumidas y me pregunté cuánto tiempo nos habíamos tirado en esa postura. Poco nos hubiese importado con tal de seguir allí, la verdad. Rodeé su hombro en un apretón cariñoso y comenzamos a bajar las escaleras hasta alcanzar mi clase, donde por fuerza tuve que soltarla un momento para ir a por la bolsita que había dejado sobre mi mesa. Allí encontré a varios rezagados, Tolvaj rondaba por allí con otras dos personas pero los ignoré y pronto regresé al pasillo.

    Le extendí su regalo aguardando a que lo tomase y metí las manos en los bolsillos del gakuran.

    —Todos tuyos, si te sobra alguno la idea de comérmelo yo sigue en pie —dije, bastante en broma, por picarle un poco. Me sentía hasta raro ahora que tenía las manos libres, había que ver. La observé por un momento, mientras aún tenía la bolsita entre manos, y cuando lo notó me incliné con suavidad hacia ella, buscando sus labios de nuevo. Quizás era una especie de recordatorio, de que lo de la azotea no había sido un espejismo. Que todo aquello era real. Cuando me separé le dirigí una de esas sonrisas que solo me salían con ella, bastante más fresco que en la mañana. Le dirigí una última caricia en la mejilla antes de dar media vuelta—. Suerte en las clases. Te quiero.

    ¿Que si se lo iba a recordar a menudo? Todas las veces que hiciera falta hasta que terminásemos por convencernos de ello.
     
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    Zireael

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    Dejé salir una risa nasal al escuchar su comentario de que la azotea estaba concurrida y, a pesar de que no me di cuenta, cuando dejó de rodearme con los brazos para darme a entender que iba siendo hora de romper la burbuja hice un pequeño mohín. Me levanté casi con pereza, me sacudí la falda y me acomodé el cabello , estaba terminando de hacer eso cuando sentí su brazo sobre mi hombro y recuperé la sonrisa.

    Cuando llegamos a su clase y tuvo que separarse me quedé esperando en la puerta, sentí la mirada de Tolvaj, era bastante pesada, casi asfixiante a pesar de que me había visto de forma indirecta, y traté de silenciar el ruido que me arrojó encima. Shawn no tardó en volver sobre sus pasos para extenderme la bolsita, así que la tomé con cuidado y eso bastó para que dejara de preocuparme por la salida de Eris.

    —Bueno, te voy a compartir uno más tarde —respondí entonces, conteniendo una risilla. Me quedé allí no sé por qué, quizás esperando precisamente lo que terminó por hacer, inclinarse y besarme otra vez, cuando se separó encontré sus ojos—. También te quiero.

    Me lo pensé un momento antes de darle un abrazo bastante fugaz, cosa de nada al comparar cómo habíamos estado hace unos minutos, y me dispuse a entrar a mi clase despidiéndome con un movimiento de mano.

    Estaba estúpidamente contenta.

    Necesario? Absolutamente
     
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    Gigi Blanche

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    Bajé la vista a mis pies, los zapatos lustrados y las medias abullonadas cerca de los tobillos. También miré la bolsita que cargaba entre ambas manos, sobre mi regazo, y por último regresé la atención a las escaleras. Ya había echado un vistazo dentro del salón de clases para confirmar que no estuviera allí, de modo que podría esperarla junto a la puerta hasta que sonara la campana.

    ¿Estaba nerviosa? Un poco, para qué mentir. En un punto impreciso de la noche anterior había recuperado algunos recuerdos aislados de la fiesta. Recordé, por ejemplo, la estupidez de quitarle cosas a la gente y gracias a eso también noté que el collar de Margarita había sido lo único que no me preocupé por devolver directamente. Mi idea había sido vigilarlo en la cocina hasta que la chica lo encontrara por sus propios medios, pero papá me llamó y me olvidé de todo lo demás.

    A veces era una egoísta de mierda.

    Y por una imprudencia tan inmadura como esa, quizá la chica había perdido su collar. Conociéndome, la mierda me siguió carcomiendo la consciencia a la mañana y supe que pretender ignorarlo iba a ser bastante poco fructífero. Íbamos a la misma clase, encima. Su cara iba a ser la puta cara de mi culpa.

    Suspiré bajito y recosté un costado de la cabeza en la pared, aguardando en silencio. También me había empacado unos pastelillos en la bolsa donde me regresó el pantalón y le debía un agradecimiento. Es decir, aún recordaba la mierda rara que había ocurrido en los baños pero tenía mis propios errores de los que ocuparme.

    Comencé a golpetear suavemente la bolsa con mis rodillas y seguí con la vista pegada a la escalera, a la espera de que Margarita apareciera. Un muchacho de cabello celeste se metió a los baños y de repente me escoció la estúpida necesidad de fumar un cigarro, pero de alguna forma logré apartarla lo suficiente para que perdiera fuerza.

    Mori wenas wenas
     
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    Amane

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    Puede que mi fin de semana no hubiese sido tan... apasionante como el de Riamu, pero lo cierto es que me lo había pasado bien a mi manera. No me sentía especialmente orgullosa por ello, pero había fingido que la lesión del tobillo seguía peor de lo que realmente estaba para que mis padres me diesen un respiro aunque fuese un par de días. Planeaba compensar el tiempo perdido durante la semana, ¡eso seguro!

    Sea como fuere, me alegraba mucho de que Ri hubiese ido a la fiesta y hubiese quedado después con aquel chico que conoció, porque sabía que era el tipo de cosas que a ella le gustaba hacer, pero por mi parte había podido desayunar en el jardín sin tener que hacer nada más que no fuese eso mismo, comer, había adelantado algo de trabajo de la academia, y hasta había podido empezar a leerme uno de los libros que tenía en pendientes desde hacía tiempo.

    Había sido un fin de semana terriblemente tranquilo y, sinceramente, me dio un poco de pena que acabase tan pronto.

    Al menos me había servido para recargar las pilas y llegué al lunes con bastante energía. Y como estaba bastante animada, después de despedirme de Ri y su amigo no pude evitar acercarme a una chica castaña que parecía bastante perdida.

    —¿Necesitas ayuda?

    La muchacha se giró de manera algo brusca, y tuve que disculparme casi al instante porque me di cuenta de que parecía haberla asustado con mi aparición repentina. Esperé pacientemente a que se relajase y, cuando lo logró, se me quedó mirando un rato antes de hablar.

    —Voy al pasillo de tercero.

    —Oh, yo también. Puedo acompañarte, si quieres.

    La chica pareció dudar un poco, echó otro vistazo a la línea de casilleros de primero, y finalmente asintió con la cabeza. Le dediqué una sonrisa suave y no tardamos en encaminarnos hacia las escaleras de subida.

    —Eunbi Hwang, encantada.

    Giré el rostro para mirarla cuando se presentó, estando ya a medio camino de la primera planta, y asentí con una sonrisa antes de volver la vista al frente.

    —Qué lindo, ¿de dónde es? Yo me llamo Alethea Ethans, un placer.

    —Coreano.

    Ya que ella se había presentado de la manera occidental, pensé que sería justo hacerlo así también, aun cuando ambas seguíamos siendo plenamente asiáticas. Seguramente pensó que sería más fácil hacerlo así en un país ajeno, y además el Sakura era una academia internacional, así que era una apuesta segura.

    Mientras subíamos me confirmó que era su primer día de clases y tercer día en Japón, disculpándose por su pronunciación, a lo que respondí con unas palabras tranquilizantes. La verdad es que lo hacía bastante bien para tener tan poquito tiempo ahí, me preguntaba si había recibido clases o algo parecido.

    —Yo voy a la 3-1 y la 3-2 está aquí al lado. Si necesitas ayuda con algo, apuntes o si quizás no entiendes algún ejercicio, puedes venir a buscarme sin problema.

    La chica asintió con la cabeza, una ligera sonrisa en sus labios, y finalmente ingresó en el aula que le correspondía. Reconocí a Sasha por el pasillo, siendo que éramos compañeras de clase, y la saludé con una leve inclinación antes de entrar también a mi propio aula. Iba a ser una semana algo larga, seguro, pero me encontraba especialmente contenta incluso para ser lunes, y eso tenía que ser una buena señal.

    Ni caso, que es que fui la última en postear tanto en la 3-1 como en la 3-2 y eso es demasiado doble post para mí (???
     
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  8.  
    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Clementine Crimson

    Perdida en su movil, recorrio los pasillos con sus pupilas carmesi. Se dio cuenta entonces de haber llegado al pasillo donde conoceria a su clase.

    —Espero nadie recurra sobre bromas sobre tomar el té o debera preparar sus oidos para una charla sobre las bebidas festivas de la familia Crimson—afirmo con brazos en jarra pero sin una pizca de enojo, no despreciaba las tradiciones de su nacion pero le molestaba pensar que sus gustos sean tachados de simplones.

    La chica por si diese el caso reviso una libreta con varias recetas de bebidas para fiestas...tenia la ilusión de mostrar sus conocimientos en un proximo evento que ameritara emoción.

    —mmm...¿y que clase de clubes aguardarían? ¿habra algún club sobre trucos de magia?—medito justo en la entrada mientras revisaba el buen estado de su cabellera; confiaba en su toque natural y en poder ganar el favor de todos en la academia...habria que ver.
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

    Capricornio
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    — La verdad que sí, es una apuesta bastante segura. Lástima que no pusimos un zumo en juego, entonces. Habría sido bebida fácil —contesté, con una sonrisa, mientras me rascaba la barbilla.— Pero sí, me encanta mover el cuerpo. Tampoco pueda hacer tanto ahora por buneo, lo obvio, pero hago lo que puedo.

    Bleke era una chica bastante callada, la verdad. Parecía medir las palabras, el aire que soltaba en cada una, incluso las expresiones que hacía. Era como si tuviera una cuota diaria de sociabilización para gastar, y debía ser bastante cuidadosa con la misma, pues no era muy abundante. Eso era bueno. Me permitía hablar bastante a mí, y teniendo en cuenta que mi japonés era bastante pobre, poder soltar la lengua con alguien se sentía bien.

    — Ah, vaya, interesante. Una papelera. Es de esos trabajos que obviamente sabes que existen, pero al mismo tiempo, nunca te cruzas con alguien que se dedique a eso. Es como una profesión mítica. Pero, si me disculpas, parece que lo llevaras en la sangre —comenté, y luego la miré con una sonrisa estúpida.— ¿Eh? Porque el papel es blanco, y tu piel es bastante blan... Perdón. Chiste horrible.

    Me rasqué la nuca, jugueteando un poco con mi colita teñida, mientras mi sonrisa cambiaba a una de disculpa.

    — Espero no haberte ofendido, y que no se me prive de tu presencia en este viaje. Nos falta un piso nomás.

    Suspiré, mis mejillas relajándose un poco, y asentí de manera algo ausente. Era molesto, en cierta manera. No solo que no me dijeran de manera clara por qué nos habíamos venido a la otra punta del mundo, si no también por la celeridad que tomó todo. Apenas tuve tiempo de despedirme de todos allá. No pude ni asegurarme un cargamento de Guiness. Iba a sufrir de abstinencia de cerveza de verdad en cualquier momento. Le devolví la pequeña sonrisa a Bleke. Al parecer, a pesar de mi chiste de porquería, había decidido continuar acompañándome. Era encomendable.

    — Sí, es un cambio enorme. Seguro que te bombardearé de preguntas luego, entonces —sonreí.— Y nop, mi japonés es menos grácil que la pirueta de un hipopótamo. Nunca me interesó mucho el idioma, y la decisión de venir aquí fue algo brusca, así que no pude aprender mucho más que algunas frases simples, como saludos, disculpas, y preguntas básicas. La fonética, no tengo idea de como escribirlo ni leerlo, la verdad.

    Me había descargado también algunas aplicaciones que servían para traducir textos y demás, pero no sabía cuan certeras podían ser. No tenía muchas esperanzas para mi año escolar, la verdad.
     
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    Gigi Blanche

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    Bleke 2.png

    Era extraño, de alguna forma había logrado convencerme durante el recorrido hasta el tercer piso que subir por las escaleras con una lesión en las piernas era una idea respetable. Lo noté de un momento al otro, cuando pensé en su rutina usual y me lo imaginé repitiendo esa secuencia una y otra, y otra vez, sin desacreditarla ni rechazarla. Aceptándola y ya. Me pregunté, incluso, si a nivel institucional no habría mejoras que se pudieran efectuar para tozudos como él.

    Eran casos aislados, lo sabía, pero atender a ellos era lo que me diferenciaba de mi familia. Y me aferraba a ello con un ímpetu estúpido.

    —Bueno, para la próxima que quieras jugar baloncesto con bastón me aseguraré de apostar algo interesante.

    Su chiste no me causó una gran reacción, me limité a sonreírle y sacudir la cabeza cuando se disculpó, restándole importancia. No me afectaba lo suficiente como para dejarlo entrever y, además, su carácter jocoso volvía ridícula la idea de mostrarle que podía llegar a tomármelo en serio; sin importar cuánta razón hubiera en sus palabras.

    Sin importar que los Middel eran papel, la maldición con ellos, y estaban en todas partes.

    Desvié mi atención a su cabello teñido en cuanto él lo sujetó, no lo había notado hasta el momento. Tintes, tatuajes, la estatura de deportista olímpico y la heterocromía. Ah, y el bastón. Definitivamente no era alguien que pasara desapercibido.

    —No te preocupes, hace falta mucho más para ofenderme.

    Era una de las ventajas de ser Middel, suponía. A efectos prácticos podía relacionarme prácticamente con quien quisiera, considerando que no había posibilidad de ser molestada u ofendida. Supongo que de eso se había valido la familia para esparcir sus raíces en cualquier cantidad de direcciones.

    La eterna frialdad.

    Su comentario del hipopótamo me arrancó una risa suave, algo débil. Ahora me preguntaba cómo debía hablar en japonés, seguro sonaba gracioso y todo. Al menos estaba en una escuela internacional y gran cantidad de estudiantes hablaban inglés fluido. Los profesores ni hablar, directivos también. Era un buen lugar para tener una transición adecuada.

    —Si mal no recuerdo, hay un programa al que puedes acceder hablando con la directora para recibir el material de estudio en inglés. Hay otro par de idiomas disponibles, pero supongo que ese es el que te interesa. —Íbamos llegando al tercer piso, de modo que me detuve apenas abandonar las escaleras y me giré hacia él, manos a la espalda—. De todas formas sí, puedes preguntarme lo que necesites e incluso puedes encontrarme en la biblioteca la mayor parte del tiempo. Bienvenido al Sakura, por cierto.

    Ejecuté una suave y no muy marcada reverencia, ya que al final del día seguía siendo en gran parte japonesa, y le concedí una sonrisa al iniciar mi camino de regreso por las escaleras.

    —Nos vemos —fue lo último que le dije, en el tono pausado de siempre.
     
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    Amane

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    Riamu 2.png

    Las clases fueron el mismo coñazo que siempre, para qué íbamos a mentirnos; ni siquiera el hecho de que nuestro tutor fuese lindo arreglaba mucho el asunto. Tendía a distraerme mirando por la ventana, garabateando estupideces en el cuaderno y revisando el móvil de incógnito cada vez que podía. Tomaba apuntes, sí, pero sinceramente ya había asumido que acabaría pidiéndole a mis padres un tutor cuando se acercase la época de exámenes para pasarlos y ya.

    La campana anunciando el receso fue algo así como encontrar un oasis en mitad del desierto. Bueno, quizás estaba exagerando, ¡pero era lunes! El buen ánimo que había tenido por la mañana me lo habían absorbido poco a poco y estaba agotada, así que tocaba renovarlas.

    Salí del aula sin prestarle atención a nadie en concreto, siendo que simplemente ya no me interesaba hacerlo, y ya en el pasillo me estiré con los brazos hacia delante, echándole un vistazo al mismo justo después.

    Eh~ A ver qué podía hacer para entretenerme~

    La bombilla no tardó demasiado en encendérseme encima de la cabeza y me giré sobre mis talones para dirigirme hacia el resto de las clases. El niño pijo de la fiesta había dicho que iba a la 3-1, ¿verdad? No iba a asomarme, no quería parecer tan interesada, pero si me quedaba por ahí revisando el móvil y hacía como que el encuentro había sido totalmente casual... sería más divertido, ¿no? De todas formas ya había comprobado que le gustaba montarse el teatro casi tanto como a mí y, de repente, pues me apetecía un poco de eso~

    Gigi Blanche hello peach uwu
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Había algo peor que descubrir que la idiota de la cocina había olvidado guardar el almuerzo en mi maletín? Probablemente sí, pero ahora mismo no me apetecía reconocerlo. Mi cara debió haber sido de antología apenas levanté la tapa de cuero y descubrí que allí adentro sólo me aguardaban libros de texto y alguna que otra mierda. Bufé, alzando la vista al aula, y me quedé con cara de indignación un buen rato. Qué cosa increíble.

    ¿Iba a tener que comer comida de la cafetería?

    Válgame Dios.

    Me incorporé de mi asiento, corriéndome el cabello hacia atrás en un movimiento nervioso, y sin una chispa de motivación en el cuerpo comencé a dirigirme hacia la salida. Odiaba las multitudes, en especial las de escuela. Las odiaba, no me sentía cómodo y siempre, toda la vida las había evitado hasta el punto de lo obseso. Pero era eso o cagarme de hambre, ¿verdad?

    Eché un vistazo alrededor de pura manía al salir al pasillo, y no tardé nada en reparar en la melena corta que, si la memoria no me fallaba, recordaba con bastante claridad de la fiesta. Me detuve un par de segundos, observando el panorama, y como una obra milagrosa mi semblante cambió en cuestión de un chasquido. Ya no había rastro de la profunda irritación inicial, sólo la eterna burla sosegada, la suficiencia y la jodida altanería.

    —No me digas —murmuré al estar cerca suyo, manos a los bolsillos—, pero si estás igualita a una señorita que yo conozco. Qué cosas.

    Podría haber seguido montándome el teatro, el caso es que los hilos se tensaron, chirriaron en mis oídos y al levantar la mirada más allá de Riamu encontré... algo.

    Por su expresión, más bien diría que él me había encontrado a mí.

    No pude evitarlo, mis labios se curvaron en una sonrisa de mierda al detallar la sorpresa y la confusión en el rostro del pobre diablo. Pero más allá de eso, por encima de todo, era el miedo. El miedo crudo y visceral que le había arrancado de las entrañas.

    Pobrecillo, Ishikawa.

    Se las arregló para disimular bastante rápido, anuló el contacto visual y con movimientos algo torpes se lanzó a la puerta del baño. La cerró detrás de sí, de modo que ahí acababa mi espectáculo, y tomé aire por la nariz antes de regresar la mirada a Riamu.

    —Apurado estaba —comenté al aire, con cierta cuota de algo muy parecido a inocencia impostada—. Parecía haber visto un fantasma.

    O un auténtico demonio.

    uuuups

    Hey peach uwu *la llena de besitos*
     
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    Amane

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    Era bastante obvio que él lo iba a tener mucho más fácil para reconocerme que al revés, las cosas como eran, y aun así una estúpida satisfacción me cruzó el rostro al escuchar la voz masculina acercándose a mi posición. Es decir, podría fácilmente haberme ignorado de primeras (cosa que claramente no hubiese permitido después), pero no lo hizo y eso ya era más que buena señal.

    —Ah, ¿en serio? Conoces a señoritas muy lindas, entonces~

    Levanté la vista del teléfono en lo que respondía, guardándolo de nuevo en la falda, y no fue hasta que terminé con todo eso que me di cuenta de que Kou había desviado la vista a algún punto detrás de mi cuerpo. Lo seguí, girando tan solo la cabeza, y ladeé un poco la misma al encontrar lo que había llamado su atención.

    Tenía que ser el chico de mi clase, no había otra, y sinceramente, me sorprendió verlo tan alterado. Para el tiempo que llevaba en la academia, ya me había dado cuenta que era un tipo de lo más tranquilo, y algo fuerte tenía que haber pasado para que reaccionase de aquella manera.

    De repente se me ocurrió que quizás me había acabado relacionando con alguien mucho más peligroso de lo que podría parecer y lo peor era que mucho no me importaba.

    Volví a enfocar mi vista en el castaño cuando volvió a hablar, recuperando la sonrisa divertida, y acorté la distancia entre ambos para levantar la mano y llevarla hacia su rostro. Deslicé el índice desde su frente hasta la punta de su nariz y acabé el recorrido hundiendo el mismo en su mejilla un par de veces.

    >>Pues qué curioso, porque no parece que seas un fantasma —dije, soltando una risilla, y bajé la mano no mucho después—. ¿A dónde ibas~?
     
    Última edición: 12 Mayo 2021
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    Gigi Blanche

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    Say goodnight, I'll never get free
    Oh, I got troubles that won't let me be
    But I won't get tired, set the town on fire
    'Till my troubles got trouble with me
    Thinkin' that they've won

    It's only just begun.

    Kou 2.png

    Seguí sus movimientos con cierta calma pegada al rostro, en lo que ella me respondía y se regresaba el móvil a la falda. ¿Qué estaba haciendo ahí, en primer lugar? ¿Había caído en la trampa, acaso?

    ¿Importaba?

    Mi expresión no cambió al recibir sus ojos, seguía allí con la pequeña sonrisa prepotente. Me limité a encogerme de hombros y lanzar la vista al paisaje, fue apenas un segundo antes de volver a enfocarme en sus cuarzos.

    —¿Para qué mentir?

    El viejo siempre se había encargado de que las tuviera, al fin y al cabo. Todas las que se me antojara, como las quisiera. El tiempo que fuera. Con dinero muchas mierdas tenían solución, ¿verdad?

    O eso decía él.

    Una mierda sobre hacerme macho y todo lo demás.

    Riamu también notó la movida de Kohaku, en sí no tenía idea que iban a la misma clase pero, honestamente, tampoco habría cambiado nada. No era de los que andaban disimulando mucho, digamos. Sabía que el elitismo y la soberbia se me notaban a kilómetros de distancia, vete a saber en qué punto de la vida había acabado convirtiéndolos en una suerte de escudo, el caso era que estaban ahí y había que ser imbécil para no dilucidar el resto. Era dos más dos.

    Vamos, si apestaba a azufre.

    Entorné la mirada apenas notar las intenciones de la chica. Podría haberla enviado a tomar por culo, no habría sido la primera vez, pero su cercanía física no me encendió demasiadas alertas y simplemente la dejé ser. Contorneó mi rostro aquí y allá, su dedo se movía con ligereza y cuando me picó la mejilla estiré los labios en una sonrisa más amplia. No le había quitado la vista de encima ni un jodido segundo.

    Al oírla hablar, la estupidez que había pensado recién regresó con fuerza y solté una risa nasal. Fue breve, suave y cargada de ironía.

    —Un demonio, si no un fantasma —murmuré en voz baja, contando con la cercanía, y luego regresé a una parte del hastío inicial tras recibir su pregunta—. A la cafetería, se olvidaron de empacarme el almuerzo.

    Tenía cara de "¿puedes creerlo?" porque para sutilezas no había yo nacido. Resoplé suavemente, meneando la cabeza, y presioné la yema de los dedos contra mis piernas, dentro de los bolsillos del pantalón.

    —¿Has comido ya aquí?
     
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    Insane

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    Asentí ligeramente ante lo de mostrarnos la azotea, aunque en realidad prefería lugares de vital importancia, como el señalar en donde quedaba el salón de los docentes, la directora, la biblioteca, la cafetería. Aquello era mucho más importante, además de que no sabía qué tan correcto sería estar en una azotea que me imaginaba desierta, sin embargo el que comentara que apenas había ingresado el viernes hacía menos productivo todo aquello, demostrando que el docente que teníamos podía ser algo incompetente y desconsiderado.

    —No te preocupes, podemos conocer las instalaciones juntos entonces, no suena tan mal —comentó Zold a lo que le resté importancia a la situación.

    —Te seguimos —murmuré pese a echarme a caminar hacia el pasillo con Zold de la mano, esperando que ella nos siguiera a nosotros—. ¿Si sabes donde está la azotea? —cuestioné en el tono plano de costumbre—. De lo contrario preferiría que recorriéramos sitios más académicos de ser posible.

     
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    Rojo FireRed

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    Ya pues, como era de esperarse, estaban los tres en el pasillo y tal como ya se había demostrado, no tenían la más remota idea de las instalaciones, incluyéndose ella misma.

    —Pues la tenemos sobre nuestras cabezas, de resto pues es todo lo que sé —soltó una risa leve con un dejo de nerviosismo.

    Así que pues, Lady Allen era de particular sensatez sin andar con tantos rodeos, se llevarían bien sin duda alguna, tenía intereses claros y concretos.

    >>En ese entonces, Miss Allen, la biblioteca si más no recuerdo se encuentra en la planta baja según lo poco que he visto, así que... ¿Vamos allí primero?
     

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    Insane

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    Paseé la mirada por el pasillo, mirando las escaleras de las cuales no muy lejos quedaba el ascensor. La idea era optimizar tiempo para lograr almorzar algo antes de llegar a casa y sentarme a estudiar, además que eso de buscar un apartamento aún seguía en pie. Debía dividir el tiempo en tramos justos, de tal forma evitaría también hacerla perder tiempo a ella.

    —Estaría bien eso —murmuré en respuesta—. Te sigo a la biblioteca.

    Me dispuse entonces a seguirla por el camino que ella eligiera, ya fuesen las gradas o el ascensor. Zold continuó a mi lado fresco, distrayéndose por un momento al parecer con los pajarillos que volaban fuera de las ventanas entre los árboles, lo cual había que resaltar del instituto. No tenía un diseño especialmente único, pero estaba bien nutrido en cuanto a la naturaleza de lo que parecían los espacios verdes que aún desconocía, pero si los pajarillos se la pasaban de aquí para allá no tenía el por qué dudar sobre ello. En cuanto pasamos por la 3-2 di un vistazo apenas, sin embargo Zeldryck no se encontraba en el salón de clase.

    Quizá también le estaban dando el tour.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    — ¿De Escocia? ¡Qué genial! Yo de Irlanda. Bah, parte de mí —comenté, con una sonrisa. Miré mi pierna, algo tomado por sorpresa con la pregunta. Vaya, la señorita sí que era directa.— Oh, ¿esto? ¿Si te digo que soy un veterano de guerra, me creerías?

    Solté una risa sorda, mientras me palmeaba la pierna chueca.

    — Nah, un auto me levantó por los aires. De hecho, tenía ambas piernas destrozadas. Lo primero que me dijeron es que iba a tener que pasar toda mi vida en silla de ruedas. Al parecer, se equivocaron.

    El otro nuevo se acercó, y vaya que le gustaba hablar. En cierta manera, se lo notaba bastante nervioso. Era obvio que no se le daba muy bien esto de conocer gente nueva. Bueno, no importaba. Por algo se empezaba, ¿no? Era algo precipitado andar hablando de amistad con otros dos desconocidos, aunque parecía que el muchacho, que se presentó como Dellen Norsa, y la muchacha, que todavía no me había dicho el nombre, se conocían de antes. Le estreché la mano al chico, mientras le guiñaba un ojo y le sonreía.

    — Jack Atkinson, un gusto. Y al parecer nuestra guía anda algo impaciente como para presentaciones. Entendible —me hice a un lado, dejándola pasar, y la fui siguiendo de atrás.— Si hay mucho que ver, más vale no perder más tiempo. ¿A dónde vamos primero?

    Las etiquetas andan raras ahora, así que te etiqueto acá nomás Gigi Blanche madarauchiha
     
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  19.  
    madarauchiha

    madarauchiha Gracias Andy!!! TWT Orientador Game Master

    Aries
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    Dellen
    Sorpresivamente no parecía haberme dado cuenta de la conversación que tuvieron sobre la pierna del chico nuevo, más sí que parecía haberlo superado, algo que al fin y al cabo no me podía hacer sentir más que una alegría. Siempre he acabado considerando héroes a la gente con la capacidad de sobreponerse a sus accidentes y seguir hacia adelante con sus vidas, como si nada les hubiera pasado, bueno, relativamente.
    Finalmente ví a la muchacha apresurarse, ¿No le habría caído bien? No...Creo que era muy pronto para pensar en eso, aunque a la raíz de la reacción de ambos al decirles lo de la amistad quizás no hubiera sido la pregunta más adecuada, sinó más bien todo lo contrario.
    Aunque de mi semblante dubitativo pasé a sonreír al sentir que el otro chico me estrechaba la mano introduciéndose como Jack Atkinson, un apellido curioso, claro que no podía decir que Norsa fuera el más usual.
    — El gusto es mío, Atkinson-san, ¿O prefieres algo más informal? Disculpa, no soy muy bueno en esto de empezar a socializar—. Reí nerviosamente, pero prefería avisar de antemano para luego no dar cabida a malos entendidos, solo para ver que preguntaba sobre donde sería conveniente empezar el tour.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Morgan.png

    Escuché a Jack con la ligera indiferencia que tendía a caracterizarme, aunque de hecho sí le estuviera prestando atención considerando que, bueno, no había nada mejor que hacer. ¿Que una parte suya era irlandesa? ¿Debía asumir que era una sólida mezcla de sangres o se refería a otra cosa? Bah, daba igual. Total siguió hablando y lo miré, sonriendo vagamente divertida ante su broma del veterano de guerra.

    —Ni siquiera responderé a eso. —Oí el resto de la historia, echándole un vistazo a sus piernas, y me encogí de hombros. Ahora que lo pensaba, jodidamente alto era el cabrón—. Vaya, entonces debería decirte "qué suerte que andes de bastón y cojeando". Es cuestión de perspectiva, al fin y al cabo.

    Siendo ya lo usual, no me detenía a pensar ni un instante en cómo mis palabras o acciones podían afectar a los demás, las mierdas que irían a interpretar y demás. Eh, la comunicación humana conseguía tornarse tan enrevesada que me daba una pereza enorme, así que le bajaba al interruptor y ya. Sería desafortunado si Dellen creía que me había dado una mala primera (bueno, segunda) impresión o algo, pero otra vez, ¿me importaba?

    Escuché la breve conversación de los muchachos a mis espaldas y me sonreí, contorneando suavemente las caderas al caminar porque sí, solía andar así o con una pereza que te cagas. No había intermedio. Quizá fuera similar al movimiento de una serpiente y quizá la comparación fuera más acertada de lo que cualquier persona decente desearía, pero bueno.

    ¿Que estaba impaciente?

    En realidad me da bastante igual, cariño.

    —Vale, hagamos esto. Les muestro lo que hay en cada piso y si alguna zona les interesa, me dicen y entramos. Un servicio sólido, ¿eh? —Había tenido que alzar la voz para hablar al frente y que aún me escucharan, claro. Les concedí un vistazo por encima del hombro junto a una sonrisa suave antes de enderezar el cuello—. Las aulas aquí, esos son los baños, el club de fotografía allá y el despacho de la directora. Bueno, y escaleras y ascensor.

    Vaya, si tan sólo hubiera sabido que Kohaku estaba encerrado en ese maldito baño con lo más cercano a una crisis nerviosa que le habría visto nunca.

    —Lo más interesante es planta baja, la verdad, pero bueno. ¿Les interesa sacar fotos o lamerle el culo a la dire? Pueden hacerlo aquí.
     
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