Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

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    Realmente había tenido intención de ir al club de arte para buscar a Ophelia y todo eso, pero al asomarme por el pasillo me di cuenta que la sala ya estaba ocupada y no me apetecía mucho lidiar con más gente de la necesaria, así que volví mis pasos hacia los pisos superiores hasta llegar a la azotea.

    La zona estaba bastante tranquila teniendo en cuenta el buen día que hacía y me di una vuelta por ahí antes de dejarme caer sobre la verja, usando la espalda de apoyo. En definitiva, estaba sola e iba a aprovecharlo.

    Rebusqué en el interior de mi blazer hasta dar con el vaporizador que había decidido traer aquella mañana, rellenando el líquido con toda la tranquilidad del mundo. De verdad que la seguridad en ese sitio dejaba mucho que desear, pero bueno... no iba a ser yo la que se quejase~. Una vez listo me lo llevé a los labios y le di una calada profunda, echando el vapor apenas unos segundos después.

    —Ah, frutos del bosque, nice~

    En buena teoría lo tenía prohibido, claro, ¿pero quién iba a chivarse, si la pobre Thi estaba en su casa? Nadie~

    Saqué el móvil mientras seguía fumando, comprobando las redes sociales como venía siendo costumbre. Ah, podría aprovechar para ver lo de las máscaras y el vestido también, ¿verdad? Claro que sí.

    Gabi en vacaciones = relleno en todos lados
     
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    Zireael

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    Se había marcado un récord, eso seguro, el imbécil había estado en la mierda el fin de semana, resulta que estábamos jueves y ya estaba en la más absoluta de las mierdas otra vez. No me había dado demasiadas pistas ciertamente, en realidad nunca las daba, en ese sentido el hijo de puta era como una caja fuerte y vete a saber quién cojones tenía la combinación.

    ¿Me interesaba precisamente por qué?

    Porque el estúpido estaba convirtiéndose en un estorbo y yo no tenía tiempo para inútiles.


    Dejé el gimnasio con pasos lentos aún así, esperando que la mierda que le había soltado tuviese algún efecto pero parecía apagado, como si lo hubiese desenchufado y no tuviera ya ni un generador de emergencia para seguir funcionando aunque fuese en piloto automático. No hubo mayor reacción a mis palabras, se quedó atrincherado como un puto imbécil y no me quedó más que largarme.

    Me detuve en al máquina expendedora de la cafetería, compré una soda y enderecé los pasos hacia la azotea porque la verdad no era que tuviera mayor cosa que hacer en esa escuela de niños pijos en la que había terminado ahora sin motivo real alguno. Ya en el rellano esculqué los bolsillos, di con un par de cigarros algo maltrechos y seguí subiendo mientras me colocaba uno entre los labios para accionar el encendedor.

    —Puta manada de idiotas —murmuré en lo que guardaba el mechero en el bolsillo y no fue hasta que alcé la vista que noté la presencia de Riamu, la sonrisa burlona se me coló en el rostro sin tregua—. ¿Interrumpí un momento de ansiada soledad?

    Caminé hasta alcanzar la reja para recostar la espalda y liberé el humo entonces. Claro que había notado que la mocosa tenía un vaporizador, que me interesara si era porque no le gustaba el olor del tabaco o algo del estilo era otra cosa.


    Why? Do I need a reason? Huh

    Paula aventando pendejos cuando se supone que el día cierra el miércoles jsjsj pero todo sea por no pensar en los exámenes que comienzan cuando se cierra el día *c mata* Lo tenía pensado hace días but im dumb so
     
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    Amane

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    Obviamente me conocía y aquello había sido una mala idea, pero en mi defensa hubiese pasado de igual manera aun haciéndolo en casa así que era cuestión de tiempo que sucumbiese. Como siempre, había empezado buscando algún vestido para llevar a la fiesta y había acabado llenando el carro de ropa que nada que ver con el evento en sí. ¿Pero qué podía hacer? Era una chica muy débil~

    En eso estaba, de hecho, cuando escuché la puerta abrirse y alcé la cabeza para ver al intruso. Y una sonrisa se me coló en los labios al reconocerlo, solo acrecentándose más al ver que había tardado su tiempo en darse cuenta de mi presencia y su inmediata reacción a lo mismo.

    Observé su recorrido con atención, una ligera chispa de curiosidad en los ojos, y solté una carcajada ligera al notar el humo justo a mí lado.

    —Para nada, cariño —respondí, sedosa, con la cabeza girada lo suficiente para detallar su perfil mejor—. Además, tampoco podría negarme a la compañía de un chico guapo~

    Volví la vista hacia el frente, dándole una última calada al aparato antes de devolverlo al interior de mi blazer, y seguí el mismo proceso con el móvil, dándole un último vistazo a la pantalla antes de bloquearlo y guardarlo en el bolsillo de la falda.

    >>¿Y que ha hecho la pobre manada de idiotas para que vengas a entregarte a los vicios del tabaco, Shimizu-senpai~?
     
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    Zireael

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    La reacción de Riamu sólo me ensanchó la sonrisa, no esperaba menos de la muñequita teñida a decir verdad, ya de por sí había demostrado que aunque fuese a un ritmo distinto estaba subida en el puto tren. Me limité a darle una nueva calada al cigarro en lo que ella seguía hablando y solté el humo por la nariz.

    Se me escapó una risa baja con la tontería del chico guapo y toda la mierda, pero ni siquiera la miré directamente.

    Eh~ Se me va a subir a la cabeza, Ri-chan.

    Como si fuera posible inflarme más el ego.

    Había dicho manada de idiotas refiriéndome a la escuela completa en realidad, pero no iba a soltarle eso a la chiquilla por puro deporte, así que no me quedó más que usar al idiota miserable de comodín.

    —¿Hoy en particular? —pregunté luego de otra calada—. Dejarme sin hierba, por eso el puto tabaco.
     
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    Amane

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    —Ah~ —fue mi respuesta inicial, sin poder esconder diversión impresa por todo mi tono—. No me digas. ¿Y tú has sido tan amable de dársela toda?


    Había usado un tono sorprendido, claramente fingido, y pasé un brazo por debajo del pecho para usarlo así de apoyo hacia el contrario, que había acabado alzándolo para juguetear con un par de mechones entre los dedos, como venía siendo ya costumbre.

    Me tomé algo de tiempo, solo para añadirle más emoción al asunto o para crear algo de expectación en el chico, yo que sé. Al final, después de un rato ya, me giré hasta pasar a apoyar el hombro sobre la reja y así poder mirarlo directamente; incluso dejé caer la cabeza hacia el lado de la verja, el pelo siguiendo el camino y tapándome algo del rostro en el proceso, solo lo suficiente para dejar la sonrisa ladeada a la vista.

    >>¿O, más bien, tan estúpido de ni siquiera guardarte un poco para ti?

    Dejé de jugar con los mechones en ese momento y bajé la mano hasta el cuello, en un movimiento lento y algo sinuoso, comenzando a jugar con el collar de turno de manera distraída.

    >>Sea como sea, concuerdo en que es una pena~ Tendrás que traer más provisiones la próxima vez, pero quizás sea yo la que intente dejarte sin ella.
     
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    Zireael

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    Negué con la cabeza riéndome de la gracia con la que había salido la mocosa y no respondí, la dejé que soltara lo que tuviera que soltar mientras yo me limitaba a seguir fumando el cigarrillo a velocidad, como si me hubiesen tenido puto amarrado o algo. Giré el rostro apenas para seguir sus movimientos, el cruce de brazos, la tontería con su cabello y todo lo demás.

    Di la última calada cuando la tonta deslizó la mano a su cuello para ponerse a jugar con el collar, arrojé la colilla al suelo y la aplasté antes de hundir las manos en los bolsillos del pantalón.

    —Vamos directamente por la opción de que fui estúpido. —No había demasiada amabilidad en mi persona, la verdad, ni siquiera con el imbécil atrincherado—. Aunque para que sea tan imbécil como para dejar que tú me quites la hierba tan bien vas a tener que ponerle siquiera algo más de emoción a todo este asunto.

    Tan siquiera al otro imbécil le había sacado unas buenas comidas de boca ya, qué sé yo. Intercambio equivalente o vete a saber qué cojones, pero el caso es que la chiquilla iba a tener que ponerle más esmero a la cuestión, aunque igual y la fiesta del sábado en el Triángulo servía precisamente para eso.

    Como fuese me saqué el móvil del bolsillo para checar la hora y solté un suspiro al ver que prácticamente se acababa el receso.

    El reloj estaba avanzando, ¿no? Especialmente para los anfitriones del desastre.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Margarita Nieves

    Oscuridad, ruido, ¿silencio? A veces nada se movía, pero las cosas nunca dejaban de suceder. A veces, simple y llenamente me aterraba morir, otras... tan solo sentía que era imposible. Inconcebible, como que desearlo solo me traería más desgracias, que mi maldición no era más que... una suerte... ¿injusta?

    Cian,
    Amarillo,
    Magenta...

    Desperté sobresaltada, la chaqueta de la cual no era consciente recorrió mi espalda hasta dar con el suelo, con una velocidad neutral, ni de cerca con el ritmo acelerado que mis ojos angustiados observaron todo a mi alrededor.

    Inhalar,

    Exhalar,
    Inhalar,
    ...
    ...

    Limpié el par de lágrimas que surcaron con naturalidad mis mejillas, mientras sorbía despacio, no había hecho más ruido que aquel. Mi corazón acelerado se apacigüada un poco, pero no dejaba de estar ahí, pendiente de mertillearme el pecho como las voces cercanas, pero invisibles y carentes de rostro, me llegaban desde un punto muerto... ¿o yo estaba en el punto muerto? Observé a todos lados otra vez, sin levantarme del suelo, compungida y sin nada que hacer...

    Más bien no sabía que hacer, pero por lo menos tras la exhalación pesada a labios cerrados pude comprobar que estaba algo más calmada, y que efectivamente las voces que escuchaba eran de algunos tipos que estarían por ahí, lejos de interesados en mi persona. Me levanté con cuidado con una mano sosteniendo mi frente, ¿cuánto había dormido? Se sentían como horas interminables.

    Recogí el cárdigan y le sacudí el polvo, para luego colocarmelo y abrochar los dos primeros botones más bajos. Miré tan compungida como extrañada la chaqueta que me había cubierto de momento, indecisa y estática, terminando por levantarla con una mano y empezar a sacudirla con otra, insistente y haciendo movimientos algo bruscos. Terminado mi trabajo volví a observarla extendendóla por delante mío, y de manera casi instintiva la acerqué a mi para olfatear el cuello de la prenda, sin lograr nada relevante; no reconocía la colonia ni cualquier otro mínimo olor que pudiera mantener. Volví a desinflar mi pecho por la nariz, abrumada y cerrando con fuerza los ojos cada vez que intentar recordar algo me brindaba punzadas de cabeza.

    Terminé por doblar un poco la prenda desconocida y dejarla colgando en mi antebrazo, apegado a mí. Luego, casi por reflejo más que otra cosa, saqué un papelito que tenía guardado, tenía un par de cosas anotadas con rapidez.

    • Que no vuelva a llorar Lily
    • No llegar de noche a casa
    • No preocupar a los tíos
    • No está mal hablar con Kobayashi
    • No está mal hablar con Altan
    • Pídele la materia faltante solo a Shiyomiya
    • Evita a Sasha
    • Sí sientes que se te olvidó algo importante, revisa la última página rellena en tu libreta, la cual está en el bolsillo interno de la sección amplia de tu mochila.
    • Tras la escuela ve directo a casa
    Todos los nombres me sonaban, pero intentar asociarlos a una cara tan solo me hacian sentir demasiado ansiosa. Sacudí mi cabeza con cuidado, como sí en verdad fuera a deshacerme de alguna preocupación así. Di un último suspiro observando todo a mi alrededor, optando por irme de una buena vez por todas, dándole una mirada efímera, de reojo y compungida, al dúo de chico y chica que se encontraba no lejos de mi posición; pero sí que sería lógico que no hubieran visto mi cuerpo durmiendo y tal. La cosa es que, a paso algo rápido y nervioso, terminé por dejar la azotea tras un leve portazo que apenas resonó.
     
    Última edición: 9 Febrero 2021
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    Amane

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    Solté el aire por la nariz en una risa el escucharlo admitir lo de que fue estúpido como si nada. Pero bueno, ¿qué pasaba en esa academia tan rara? Nadie se molestaba por mucho que los picase, si encima hasta había ido a molestar a los que más propensos parecían a ello.

    Bueno, así también era divertido, a decir verdad.

    Alcé las cejas después, en una expresión de genuina sorpresa, y otra risa se me escapó de los labios. Me encogí de hombros sin perder la expresión divertida, reanudando el movimiento de la mano que había acabado parándose en seco por el asombro.

    —Hombre, pensaba pagártela, que soy una chica legal~

    Todo lo legal que se puede ser comprando hierba en la escuela, claro.

    Me separé finalmente de la verja y di un par de pasos para acercarme a su posición, prácticamente invadiendo de nuevo su espacio personal. Pero es que... no había demostrado que le molestase especialmente, así que no iba a controlarme tampoco.

    Dejé finalmente el collar libre y levanté esa misma mano hasta alcanzar su rostro, apoyando el dedo índice en su mandíbula para obligarle a girarse hacía mí. Lo recibí con una sonrisa felina.

    >>Pero supongo que ahora tendré que recurrir a otros métodos. Cosa de orgullo, más que nada~

    Me puse de puntillas para alcanzarlo mejor y dejé un beso superficial sobre la comisura de sus labios, con movimientos suaves y hasta lentos. Fue cuando volví a dejarme caer sobre los talones y solté al chico que vi de reojo a la chica aquella saliendo de la azotea, saliendo de vete tú a saber dónde.

    Ups, no la había visto y se había tenido que comer la pequeña escena. Pobre~

    >>Y ahora te voy a dejar tu ansiado momento de soledad, para que veas lo mucho que te aprecio ya, Ara-kun~

    Le guiñé un ojo antes de darme la vuelta y dirigirme hacia la salida de la azotea.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Vite Horiazana

    Cerré de un portazo la puerta tras mío, alzando de inmediato la vista al deslumbrante cielo azul; alumbrado, la sorpresa genuina no demoró en ser opacada por una radiante sonrisa. Llevé mis manos empuñadas frente a mi pecho, dando saltitos dignos de un canguro a punto de encertar su mejor golpe, ¡pero no! ¡Yo era Horiazana Vite! ¡El chico más alegre del sector! Di un par de zancadas, luego unas cuantas vueltas y apenas pude ya me había encaramado a la verja que impedía que...

    Que...
    Vaya...
    Que triste.
    Me quedé colgando de lo más alto, brazos cruzados por sobre la horizontal línea que significaba el final de aquella cerca. Dejé que el viento meciera con tranquilidad mis cabellos, serio y calmado; observando el horizonte que mezclaba urbanidad con campo...

    ¿Estaría onii-chan bien?...
    ¿Y el Señor Hoirazana?...
    Al menos ellos parecían llevarse bien.
    Cerré mis ojos, sintiendo la brisa veraniega... ¿o primaveral? ¡Era una estación hermosa, como todas las estaciones! Los cantos de los pájaros, el silbar del cielo, el murmullo de las flores inaudibles a esas alturas...

    ¿Eh?...

    —¡¿Qué diablos haces ahí colgado....!— Me gritó un chico de cabello color cielo, quien también había cerrado de un portazo la puerta de la azotea; lo observé con calma y ligera sorpresa... Diablos, que miedo; se veía atemorizante. Gissss.

    Lo ignoré de sobremanera, con apatía prácticamente, para seguir maravillándome con lo hermoso que era aquel pueblo... ¿O ciudad?

    >>¡Hey, bájate de ahí! —gritó otra vez...

    No te escucho...​

    >>¡Mira, escúchame bien, pequeñajo! —continuó tras mascullar algo que a mi altura no entendí.

    Soy de palooo...

    >>¡Estando... ahí... te puedes....!

    Tengo orejas de pescado~

    >>Caer, ¿sabes? —soltó absolutamente serio, agitado; pero a mi lado. Sonreí con suficiencia, felino, y lo miré de reojo...


    ¿Había estado llorando? Vaya, eso me impactó, por suerte pude mantener lo que se había vuelto una máscara. Dejé caer mi rostro sobre mis brazos cruzados.

    —Vaya, ¿en serio~? —entorné la mirada al decir eso, mostrándole una hilera de dientes pulcros luego; sonriéndole con sorna—, yo te veo bastante a gusto acá encima.

    Entonces pareció que todo su cuerpo se erizó, el rojo le cubrió todo el rostro, y sus ojos centellaron de ira. Pobre chico desvalido~
    >>Jeje —solté algo ronco—; sayonara, babe~ —solté meloso, y en otro abrir y cerrar de ojos, me encontraba en el suelo otra vez; ¡sin un solo rasguño!

    Sí es que era un real maestro del disfraz y la escalada, ¿no? ¡Mamá estaría orgullosa!... ¡Oh, espera!

    ¡Ya lo está!
    —Jajajaja —reí cantarín cruzando el piso de la azotea, raudo; ¿Izayoi y Watanabe se abrían extraviado ya? Quería volver a verlas~

    Hygge Ahí terminó Yashi y Vite salió corriendo a su bola uwu Por sí le interesa.
     
    Última edición: 11 Febrero 2021
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Sus razones para querer ir a la fiesta eran por demás cuestionables, es decir, no parecía tener motivos reales pero de cualquier forma ¿iba a juzgarlo? Obviamente no. No me creía capaz de juzgarle nada en absoluto, siendo honestos. ¿Me alegró que dijera que iba? Bueno, sí, aunque al instante me haya obligado a reprimirme la emoción como si nunca hubiera existido, y me las arreglé para mantener aquella casualidad impresa en mi rostro tan, tan cercana a la monotonía. Como si nada me importara en absoluto.

    —Huh, ¿voy a verte de traje y corbata? So handsome~ —murmuré en un tono bastante seco, concediéndole una sonrisa ligeramente torcida de soslayo. Enganché las manos frente a mí y estiré los brazos, suspirando—. Sip, voy con Emi. Justamente estaba pensando hoy si comprar papitas o Doritos, ¿tú qué dices? Yo prefiero los Doritos, pero cierto es que las papitas vienen de muuuchos sabores.

    Solté una risa nasal, relajando la postura. Venga, como si fuera a interesarle, ¿para qué había prendido la radio? ¿Para disimular? Quizás.

    Apenas llegamos al tercer piso me desvié de inmediato hacia la azotea, pero eso no me impidió conectar miradas con Shinomiya, que justo iba saliendo de su aula. Sólo fue eso, un vistazo casi inexistente al cual ninguno le otorgó mayor importancia ni reaccionó al respecto; aunque el estómago se me había tensado.

    —Ah, sí —dije con cierto volumen, mi voz rebotó en el rellano y abrí la puerta al exterior con fuerza; la brisa me agitó el cabello y lo dejé hacer lo que le saliera del culo, básicamente—. Supongo que sabes lo de Usui.

    Tiré la mochila por ahí, el blazer encima, y recién entonces me digné a bloquear el paso de mi cabello sobre mi rostro con una mano.

    —Puedes decirle a Kurosawa también que ya no quieren nada con ella —avisé, rebuscando en mis bolsillos por el encendedor y el porro empezado; lo sostuve entre los dientes—, que puede regresar sin problemas. Bah, al menos eso dijeron ellos.

    Busqué a Altan de reojo y le concedí una sonrisa extraña, dándole una calada al cigarro tras encenderlo.

    —Los Lobos —murmuré, soltando el humo sin prisa.

    Dejé el asunto estar, como si realmente no tuviera importancia. Me giré por completo hacia él y me acerqué hasta ponerme de puntillas y enterrar la nariz en su cuello, sosteniendo el porro liado entre mis dedos, lejos de él. No lo toqué, siquiera lo rocé, me detuve un instante allí para olfatearlo y retrocedí.

    El shampoo y el tabaco.

    —¿Pasó algo, Al? —murmuré como si nada, caminando vagamente mientras revisaba mi móvil—. Apestas tanto como ese fin de semana que te clavaste el pleno de cagadas, ya sabes. Que casi te comes a Kurosawa.

    Increíble, Anna.

    Al final no eres más que una egoísta de mierda.

    Verga no planeé nada de esto pero la rolita me metió un mood rarísimo *c mata*
     
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  11.  
    Zireael

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    Tampoco pretendía que ella demostrara algún tipo de emoción por el hecho de que podíamos vernos en la fiesta, no era yo ningún imbécil y estaba allí hablándole en un tono tan monótono que debía dar hasta pereza, pero era eso, soltarme a llorar como un crío o ser directamente un grano en el culo así que era lo que había simplemente.
    Seguían picándome las putas manos en los bolsillos, la cajetilla y el mechero, como una maldita picadura de mosquito que causó reacción alérgica, empezaba ser hasta fastidioso y me estaba consumiendo parte de la atención de forma importante ya en ese punto. Incluso así pensé en responderle la tontería de las papas o los Doritos, pero antes de hacerlo pude jurarlo, que percibí un chispazo de un ánimo diferente que me hizo cerrar la boca.

    Tenía la mente demasiado consumida en prestarle atención a Anna, a la compulsión y al resto de mierdas como para haber notado al puto niño pijo del otro día, a pesar de su peste, así que solo seguí caminando a su paso, en dirección a la azotea.

    Vaya decisión de mierda.

    Hablando de puta autodestrucción.


    La seguí por inercia pero entonces me arrepentí de darle la opción de decidir, me arrepentí con ganas y pensé que mejor la hubiese abrazado, que la hubiese arrastrado al patio norte o a cualquier otro sitio, porque en ese preciso instante la azotea me lanzaba una sensación de disgusto que palpitaba como un maldito corazón, bombeaba sangre de forma rítmica y ponía en riesgo todo el sistema, amenazando con sobrecargarlo como ayer.

    Supongo que sabes lo de Usui.

    Asentí con la cabeza al asumir que iba a seguir hablando, para no interrumpirla y me pregunté entonces por qué cojones parecía tener a Kurosawa en la boca, ya no solo por los apuntes, sino para venir a decirme esa información si ya de por sí intuía que la tenía y siguió moviéndose un espectro rarísimo que no podía asociar a nada en particular, más que a la cagada del día anterior de no haber escuchado.
    Fue involuntario, joder, pero cuando se me acercó la tensión me regresó al cuerpo y por un instante pensé en hacerme a un lado, porque no sabía por qué cauce se supone que estaba fluyendo y porque a secas no entendía una mierda.

    Hasta que siguió hablando.

    Qué cosas, ¿no?

    ¿Había unido los jodidos puntos por fin o había sido Jez?


    Podía decirle, soltarle la mierda y ya estaba, o soltarle una parte como que había terminado encerrado en el armario de enseres con una puta crisis nerviosa pero me callé, me callé y alcé hasta el último de los interruptores que había bajado, levantando así las murallas.
    Me obligué a aflojar la tensión de forma consciente y cedí entonces, porque daba igual llegados a ese punto, saqué la cajetilla, otro cigarrillo y todo el resto del ritual. Di una calada profunda antes de abrir la boca, buscando controlar siquiera una parte de la mierda.

    —Sí, tenía la información —murmuré entonces, liberando el humo por la nariz. No me iba a poner a preguntar las razones, pero era evidente que ponerme a justificar la desaparición de Kurosawa de la escuela ya no era una estupidez, era un suicidio a secas y aún así, joder, aún así—. Kurosawa, Kurosawa, Kurosawa. Se te rayó el disco, Anna, ¿veníamos aquí a recapitular mis cagadas para registrarlas o cómo estuvo el asunto? Para eso no necesito asistencia, puedo hacerlo yo mismo y lo sabes bien. Tampoco hace falta que resaltes que las sigo cometiendo a pesar de llevarlas en apunte, solo por si hace falta recordarlo.
     
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    Gigi Blanche

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    Menuda mierda, ¿eh? ¿Había sido la puta aparición de Shinomiya lo que me aflojó los cables o lisa y llanamente seguía siendo la hija de puta llena de veneno, con esa compulsión enfermiza por escupirlo hacia los demás? ¿Estaba así de enfadada con Altan o sólo iba buscando un saco de boxeo? Un chivo expiatorio.

    Y se había tensado.

    Puta madre, me acerqué y el cabrón se tensó.

    Y me dolió en todo el cuerpo.

    Así era, me buscaba la mierda y luego la renegaba. Que me hablaran de masoquismo o la mierda que fuera. De todas formas no reaccioné visiblemente, y luego de soltarle esa sarta de estupideces y de pretender estar metida en el móvil me detuve al percibir sus movimientos. Lo miré de soslayo mientras encendía el cigarrillo y todo, el porro me picó entre los dedos y le di una pitada profunda. Quemó.

    Era la primera vez que me hablaba así y me asustó. Me asustó pero también fue el vendaval capaz de revivir hasta la última de las brasas prácticamente carbonizadas. Los chispazos repercutieron aquí y allá, se entrecruzaron y me arrojaron una sensación bien conocida por el cuerpo. Era la jodida voz de la ira susurrándome al oído, tentándome.

    ¿Valía la pena?

    ¿En serio era capaz de envenenar a Altan?

    Recibí sus palabras con una seriedad impenetrable, casi muerta. Al final me encogí de hombros y volví a buscar el porro, como si fuera mi único cable a tierra. La última mierda atándome a cualquier cosa lejos de la explosión.

    —Si quieres cambio el chip, pero no creo que eso te guste tampoco. —Porque si no era Kurosawa era Jez, ¿no? Le eché un vistazo a la punta de mis zapatos antes de volver a sus ojos, ligeramente más demandante—. ¿Vas a decirme qué mierda te pasó o prefieres seguir hundiéndote solo?

    ¿Quería ayudarlo o echarle la mierda encima? La verdad, llegados a este punto no tenía idea.
     
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    Zireael

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    Me estaba corriendo por el cuerpo una ira bastante parecida a la que me había arrojado Shimizu en la mañana, con la mierda de ser un arrastrado; y me pregunté por qué demonios era eso realmente, por qué había ido, por qué estaba allí y qué cojones era lo que la tenía tan cabreada porque iba a tener que hacerme dibujitos o señales de humo, porque no era puto adivino.

    No lo era.

    Y no iba a pensar nunca que la idiota de hecho estaba corriendo en el mismo cauce que yo.

    El de la realización del día anterior.

    Venga, que me agarrara de puto saco de boxeo o lo que quisiera, no era que me diese igual ni de puta coña, estaba confundido que te cagas y la sensación me estaba arrojando chispazos del armario, del ataque del pánico, del corazón acelerado, la tensión, las náuseas y el cuerpo descontrolado. Era la puta sensación de no tener control pero ni de la mínima cosa lo que la estaba detonando.

    No entendía si quería ayudar, agarrarme a palos, comerme la boca o todas a la vez, y me estaba cagando en mis putos muertos con semejante revoltijo de señales mezcladas. Tuve el impulso de largarme nada más, pero había hecho una puta promesa, le había dicho que iba a buscarla para hablar sin saber de qué cojones era y allí estábamos.

    Ahora me tenía que comer una mierda.

    Le pegué otra calada al cigarrillo que consumió una buena parte, fue el mismo tipo de calada que di encerrado en el armario antes de que mi cuerpo decidiese que era un buen momento para desatarse. Los pulmones me quemaron, estuve por toser pero logré evitarlo y solté la cortina de humo no mucho después.

    —Tuve un maldito ataque de pánico en el jodido armario de enseres, ¿contenta? —solté de golpe, buscando que eso le bastara ya fuese para reorganizar la mierda o seguirme agarrando de piñata pero con otra cosa—. Si me preguntas por qué exactamente no tengo ni puta idea, supongo que se juntaron un montón de mierdas y mi cuerpo dijo: What a time to mess with this motherfucker.

    Volví a pegarle un jalón al cigarro.

    —Solo fui a encerrarme porque no quería nada con nadie, porque fui a tu clase y no supe cómo cojones buscarte porque me sentía como una puta basura. Entonces fui, me encerré y colapsé, solo como debe ser. —Arrojé la colilla al suelo, la aplasté y mientras saqué otro cigarrillo, el resto lo solté después de encenderlo y haber liberado el humo de la primera inhalación—. De acuerdo al equilibro del mundo.

    Me temblaban las manos que daba gusto, pero me las había arreglado para hacer todo eso con tal de mantener el foco de atención en algo además de Anna.

    Compulsión.

    Compulsión.

    Compulsión.

    Estaba rozando la personalidad de Akaisa.
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Qué mierda esperaba oír? Muchas cosas, honestamente, éramos dos cagados de cuidado y sabía que su vida podía tornarse tan desgraciada como la mía en un chasquido. Así funcionabamos, supongo, o así Dios o lo que sea se había empecinado con nosotros. Peleas, discusiones, mala suerte, drogas, alcohol, me esperaba cualquier cosa.

    Pero no eso.

    Ataque de pánico.

    Creí percibir al mundo congelándose y con él mi corazón, sus latidos murieron en lo que pareció ser el péndulo inmóvil de un reloj y en cuestión de un pestañeo regresó. El vendaval no sólo se había frenado de golpe, había caído una especie de manto helado sobre todo el incendio que me había montado en cuestión de minutos. Fue un instante y sólo tres palabras bastaron para silenciarlo todo.

    Ataque de pánico.

    Perdí total registro de mis expresiones, sólo sé que me quedé allí, estaqueada al suelo, oyendo todas y cada una de sus palabras sin el menor atisbo de ira o molestia en mi expresión. El cuerpo se me había aflojado como sogas de tela y me olvidé el porro en una mano, que colgaba inerte a un costado. Lo oí, intenté procesar todo lo que dijo, incluso lo de que me había estado buscando a mí y no a Kurosawa, pero en mi cabeza seguían rebotando aquellas tres malditas palabras y la sucesión de imágenes mentales volvieron a agrietar la represa.

    Un ataque de pánico.

    Solo.

    En un cuartucho de mierda.

    A oscuras.

    Dios, debe haber sido tan aterrador.

    Y yo aquí escupiendole veneno.

    ¿Quién es la puta basura?


    Las lágrimas se agolparon tras mis ojos, ardieron y pestañeé, intentando regresar a mi eje para... decirle algo. Lo que fuera. Lo había presionado hasta que me soltó la mierda y ahora no... no sabía muy bien qué hacer.

    Detallé sus manos, temblaban como hojitas raquíticas y avancé un paso sin reflexionar al respecto. Avancé pero me detuve de golpe y vacilé, claramente contrariada. Hacía cuestión de minutos se le había tensado hasta el último nervio del cuerpo por mi cercanía, ¿no? No quería volver a presionarlo, no quería volver a sentir ese dolor y mucho menos quería tensar la cuerda hasta que me rechazara por completo.

    Pero tampoco podía irme.

    No quería irme.

    Pensé un par de segundos y de un momento a otro me desvié hasta zambullirme en mi mochila, guardándome el porro ya apagado en el bolsillo. Corrí las cremalleras con evidente apuro, molestia incluso, encerré algo en mi puño y al regresar frente a él lo extendí boca abajo para que recibiera lo que quería darle sin necesidad de tocarlo. Tenía la mandíbula apretada y los ojos me seguían ardiendo.

    Eran sus malditos cupones.

    —Ten. —Mi voz sonó ligeramente ahogada, como si estuviera tragándome el llanto, pero era lo que había—. Ya que no te dignas a usar los que te regalé te prestaré de los míos.

    ¿Qué estaba haciendo? No tenía idea. Una vez más, no me creía con el derecho a nada pero allí estaba, francamente desesperada por ayudarlo. Por juntar sus fragmentos rotos y recomponerlo.

    Su dolor era lo que más me dolía, ¿verdad?

    —Y tienes cinco minutos para usar al menos uno —agregué, llegados a este punto sonaba como una cría caprichosa—. O ya no seremos amigos nunca, nunca más.

    Podía no quererme encima suyo, podía rehuir de mi tacto y estaba bien. Aún podía comprarle un zumito o decirle algo que le hiciera sentir mejor. Aún podía hacer cosas por él, pero no movería un dedo a menos que él lo pidiera.

    Ya lo había presionado demasiado.
     
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    Zireael

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    Creo que se esperaba cualquier mierda, hasta algo del rollo del otro día que le había comido la boca a Welsh o que esta vez sí me había comido a Kurosawa, algo de ese calibre porque ya había tenido el poder de fracturarme antes, podía hacerlo de nuevo pero el caso es que no, ya no andaba buscando un castigo como ese día ni nada, al menos no externo. Me lo había aplicado yo mismo, por eso terminé en el jodido armario. Pero sí supuse que la pieza que había caído sobre su incendio como líquido extintor fue lo del ataque de pánico.

    Se quedó clavada al suelo mientras yo hablaba, se había hasta olvidado del porro en apariencia y cuando me callé crucé los brazos sobre el pecho como no recordaba haberlo hecho antes, incluso cuando estuve envuelto en mí mismo como un puto puercoespín el día anterior. Fueron unos segundos porque tuve que desenredarme para sacarme el cigarro a medio consumir de entre los labios.
    Me rasqué la cara del antebrazo contrario por encima del blazer en automático, un movimiento casi ansioso, y la quemadura de colilla me arrojó un latido sordo al cerebro que me hizo centrarme en esa sensación corporal antes que en otra cosa, porque estaba peligrosamente cerca del borde.

    Y abajo, en la negrura del pozo, el monstruo esperaba.

    Llamándome, divirtiéndose a mi costa.

    En lo que daba otra calada temblorosa noté el paso que dio, también que se detuvo a medio camino y conecté un poco de puntos, asumiendo que había notado mi tensión antes y Anna, de toda la puta gente, no iba a tocarme sabiendo que apenas un momento atrás acababa de reaccionar así a una aproximación de su parte. Se desvió después, escarbó en la mochila con prisa o molestia directamente, no sabría decir, de cualquier manera regresó a mí y me extendió algo en el puño cerrado.

    Ya que no te dignas a usar los que te regalé te prestaré de los míos.

    Se las estaba aguantando, ¿no? Las ganas de llorar.

    O ya no seremos amigos nunca, nunca más.

    Podía pasar por una tontería pero eso me arrojó un terror encima que no fue ni normal, pensar la sola posibilidad me hizo estirar la mano todavía con el pulso en la mierda para que me diera los condenados cupones, cuando los tuve en la mano dudé de forma visible antes de guardármelos en el bolsillo y estuve por soltarle todo encima, que no sentía derecho alguno de tocarla.

    Pero me callé. Me callé porque estaba cansado, absolutamente agotado.

    Le di la última calada al cigarro, solté el humo casi con prisa para arrojar la colilla al suelo y me obligué a silenciar parte de mi mente mientras rompía la distancia, la extinguí en cosa de segundos y la rodeé con los brazos.

    No me di cuenta hasta que la toqué que el corazón me iba como descosido otra vez, lo sentía rebotarme en el pecho y tuve que inhalar aire con fuerza para tratar de regularlo. La abracé casi sin fuerza, tentando mis propios límites.

    Acaparador.

    Acaparador.

    Incluso así afiancé el agarre en torno a su cuerpo no mucho después, no había tensión ya porque había salido del cauce anterior, había apagado el incendio con el que estaba amenazando evaporar mi agua y de nuevo me rayó la cabeza el pensamiento del otro día, de los accesos, los permisos que le había dado Anna a mi alrededor.

    —Puedes deshacerte de los otros dos colores, déjame este —murmuré y la presioné contra mí, como si pretendiera fundirme con ella.

    Otra vez tuve la estúpida necesidad de disculparme como había hecho por mensaje ayer, pero ya iba a pecar de necio y no era precisamente el momento, si abría la boca para eso iba a fracturarme aún más a voluntad.


    tochohell, is that u? im not cryin u cryin
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Se tomó su tiempo para aceptar los cupones, regresé el brazo a mi espacio con una delicadeza estúpida, casi como si temiera moverme en absoluto; como si estuviera atenta a cada parpadeo, cada respiración y cada latido para no ir a espantarlo. Me di cuenta que se me había asemejado a un animal silvestre, temeroso y receloso, mucho más similar al Altan que había conocido de primera mano antes de la enfermería. Desde el incidente jamás había huido de mi tacto, jamás me había negado algo realmente, exceptuando quizá el exabrupto del miércoles sobre el techo de la azotea. Así y todo, esta fue la primera vez que temí, y temí de verdad, haberlo empujado hasta cortar los lazos sin retorno.

    Y habría sido todo mi culpa.

    Seguí sus movimientos en silencio, prácticamente congelando mi respiración, al observar los cupones y enterrarlos en su bolsillo. Volví a temer, joder. Temí que se diera media vuelta y se fuera, fue apenas un instante pero el pánico me atravesó el cuerpo como la descarga furiosa de un rayo y tragué saliva, soltando el aire de golpe. Dios, ¿cuándo iba a dejarme de estupideces si luego tenía tanto, tanto miedo de quedarme sola?

    ¿Es que no iba a aprender nunca?

    Así y todo, no se fue. Se apresuró por acabarse el cigarro, seguí el trayecto del mismo hacia el suelo y apenas tuve tiempo de regresar la vista a él cuando extinguió la distancia bastante de repente. El cemento de la represa ya no tembló duro, no fue un terremoto que la agrietó y me tapó debajo de una pila de escombros. Fue directamente como si se hubiera derretido.

    Desapareció por completo, se evaporó.

    Tuve que pestañear para intentar ajustarme, para asimilar que Altan me estaba abrazando, aunque mis brazos y piernas realmente reaccionaron de inmediato sin pedirme permiso; ya me había colgado de su cuello, ya estaba de puntillas. No me atreví a acentuar el agarre hasta que él lo hizo, y cuando me apretó con fuerza se me escapó un sollozo traicionero. Los ojos se me inundaron y los colores del cielo se diluyeron entre sí.

    Puedes deshacerte de los otros colores.

    Déjame este.

    —Al —susurré con la voz ahogada, fue prácticamente una exhalación, y luego de otro sollozo pude hablar con mayor claridad—. Perdón, Al. Perdón, perdón, perdón.

    Enterré el rostro en su cuello, me aferré a él con una fuerza estúpida e intenté controlar el temblor de mi cuerpo. ¿Qué hacía llorando si era él quien la había pasado horrible? Era una puta blanda, llorando por todo. Patético, francamente patético.

    —No eres ninguna basura. —Mi voz sonó amortiguada desde allí, y a pesar de las lágrimas fue contundente y estuvo llena de convicción—. No eres ninguna basura, por favor. No vuelvas a decir esas cosas. ¿Y "solo como debe ser"? ¿Qué es esa mierda?

    Bueno, ya sonaba extrañamente molesta y todo. Menuda combinación. Descubrí el rostro de mi escondite para tomar aire y apoyé la barbilla en mis propios brazos. Alcancé su cabello y lo acaricié, mi tono de voz se suavizó a la par.

    —Que se joda el equilibrio del mundo, lo que eso sea. En ningún universo existente te mereces pasar por eso solo, jamás de los jamases.

    Sorbí la nariz. Dios, tenía que haber sido tan, tan aterrador.

    —Sé que soy el mismo tipo de estúpida y que es irónico que venga de mí, pero, por favor, no lo hagas solo. —Mis dedos se aferraron a sus plumas negras y ladeé el rostro para aplastar mi mejilla sobre ellas—. Por favor, por favor, acude a quien sea, pero no te hundas solo. No vale la pena, no te lo mereces. Porque no eres ninguna basura. Ninguna basura.

    Mi voz fue perdiendo brío a medida que hablaba, hasta extinguirse en un susurro débil que ahogué contra su cabello al presionar mis labios allí. Ya no estaba preocupándome por ninguna de las mierdas anteriores, sencillamente no podía cuando sentía la necesidad de ayudarlo, o al menos intentarlo. Todas mis mierdas desaparecían, las pateaba hacia el fondo de algún pozo oscuro y nada, absolutamente nada me importaba más allá de él.

    Sólo quería quitarle esa angustia de encima.

    Por favor, cariño.

    Ese miedo.

    Déjame ayudarte.

    Las manos temblorosas.

    Llámame cuando lo necesites.

    Las ansias de huir como un animal silvestre.

    Por favor.
     
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    Zireael

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    Lover, I feel your sorrow pouring out of your skin
    and I don't wanna be alone.
    If I am tonight, I'll always be.

    .
    So take from me what you want, what you need.
    Take from me whatever you want, whatever you need.
    but lover, please stay with me.
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    Era un retroceso, todo lo que había hecho ayer había sido un retroceso terrible respecto a los pocos pasos que había dado en los días anteriores, al haberme abierto a Anna, a Ishikawa y haber aceptado a Hodges dentro del paquete, todo. Me di cuenta que me había arrancado de cuajo de varias personas en un burdo intento por recuperar mi centro, de evitar cualquier otra cosa que fuese peor. Era el animal arisco, hastiado y reacio al contacto de los primeros días del Sakura, incluso podía alcanzar el nivel que había tenido previo a la aparición de Jez cuando éramos críos.

    Y pensé que ese mismo tipo de retroceso o miedo era el que había alimentado la actitud de Anna, como si una parte de sí hubiese querido apartarme de cuajo antes de que fuese yo quien decidiera largarme, dejarla allí o lo que fuese. Porque siempre era menos doloroso asumir que habíamos hecho algo que causara que alguien se fuese que pensar que se había ido solo porque sí, por pura iniciativa propia.

    Aún así cuando la abracé la tonta correspondió, se me colgó de cuello y sentí unas ganas de llorar que fueron casi estúpidas pero las arrojé por la borda al escuchar el sollozo que surgió de ella cuando afiancé el agarre, llamó a mi nombre y empezó a disculparse como una idiota, justo como había hecho yo el día anterior. No hice más que dedicarle una caricia en la espalda, el tipo de caricia que busca consolar.

    Dios, era tan pequeñita.


    Ya, está bien.

    Está bien y estoy aquí, no fui a ninguna parte.


    Una sonrisa de lo más amarga se me formó en los labios al escucharla decir que no era ninguna basura y todo el resto de la regañina, estaba molesta por haberme escuchado decir esas mierdas y quizás por primera vez me arrepentí genuinamente de haberlas dicho, por la sola idea de que la hicieran sentir mal o algo parecido. Sus caricias bastaron para que el pulso se me comenzara a regular por fin, así estuviera ahí reclamándome por mi autodesprecio.

    Siguió soltándome un montón de cosas que ya casi parecían delirio de fiebre, a la pobre le había apretado el gatillo y solo la dejé hablar, que me dijera todo lo que creyera necesario decirme e hiciera lo que quisiera, no la solté en ningún momento ni detuve la caricia en su espalda, si acaso hice un par de sonidos afirmativos ante sus palabras, para que supiera que la escuchaba.

    Cuando su voz terminó por extinguirse la abracé con algo más de fuerza y me enderecé apenas para separarla unos centímetros del suelo, la bajé con cuidado no mucho después antes de separarme apenas para sujetarle el rostro con las manos y dejarle un beso en la frente.

    —Lo siento —murmuré contra su flequillo antes atraerla contra mi pecho, acaricié su cabello con un mimo estúpido—. Perdona por decir esas cosas y no haberte escuchado cuando me buscaste por fin.

    Inhalé aire despacio luego de apoyar el mentón en su coronilla, mecí el cuerpo suavemente hacia los lados, al ritmo de una canción que me llegó de vete tú a saber dónde y alcancé a dejarle un beso allí donde había apoyado el mentón. Hundí la mano en su cabello, en las hebras oscuras revueltas con el tinte rosa chicle y la presioné contra mí de nuevo.

    —Pero no dejes de hacerlo, búscame. Búscame siempre que necesites y me esforzaré por hacer las cosas bien.
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Cómo era que había terminado consolándome él a mí, siendo que fue suyo el jodido ataque de pánico? Me di cuenta entonces que había muchas cosas que no sabía de él, muchísimos detalles que se me podían estar escapando. ¿Habría sido el primero? ¿Los sufría con recurrencia? ¿Quizás una recaída? ¿Habría buscado ayuda profesional alguna vez? ¿Creería necesitarla, en definitiva? ¿Cómo lo tratarían sus padres en casa?

    ¿Cómo había sido su infancia?

    ¿Sufriría alguna otra cosa?

    ¿Depresión? ¿Ansiedad?

    No sabía nada de nada.

    Le dejé despegarme del suelo, realmente no tenía opciones así que me limité a sujetarme de su cuello para no ir a deslizarme sin querer o algo. Su cuerpo seguía siendo cálido y reconfortante, seguía calmándome y recordé con una fuerza increíble aquello que le había confesado a Emily esta mañana. Confiaba en Altan, lo hacía en formas que siempre había anhelado y... no quería perder eso. Me aterraba la idea.

    También era peligroso aferrarme tanto, pero qué sé yo.

    Busqué sus ojos apenas noté que me separaba de él, pero inmediatamente subió a mi frente y descansé los párpados, soltando el aire poco a poco. Mi corazón se había calmado y las lágrimas también habían mermado hasta desaparecer. Dios, ya estaba tan cansada de llorar y llorar y llorar, era agotador.

    Meneé la cabeza suavemente al oírlo, ya que seguía cerca de mi frente y no pretendía perturbarlo. Apreté los labios un momento antes de responder.

    —Está bien, Al, en serio. No te atormentes con eso.

    Volvió a acomodarme, esta vez contra su pecho, y reposé la mejilla allí sin la menor queja. Permanecí en silencio, me dejé mecer, le dejé todo para disfrutar simplemente de la sensación, de la calma que me confería. Había retraído los brazos, de modo que estaba envolviéndome por completo y, Dios, me sentía tan, tan pequeña a su lado. Y no era sólo eso.

    Asentí en silencio.

    —Me siento segura contigo. —No tengo idea por qué lo externalicé, el asunto es que fluyó con la naturaleza del agua y no le concedí segundas reflexiones. Cerré los ojos—. Y es algo que no quiero perder. Puede ser egoísta pero es la verdad, y es precioso para mí.

    Recién entonces relajé los brazos para deslizarlos en torno a su espalda y abrazarlo también. Despegué la mejilla de su pecho y la reemplazó la punta de mi nariz y mi frente. Se me escapó una risa suave.

    —Parece que estamos bailando —anoté, alzando el rostro para verlo—. Qué cosas.

    Bueno, era cosa de sumar dos más dos y darse cuenta que yo con el baile tenía una historia entera. Fue darme cuenta y subirme al carro de inmediato. Me despegué apenas lo suficiente para pasar los brazos sobre sus hombros, engancharlos tras su cuello y alcanzar a ver sus ojos. No dejé de mecerme en ningún momento, sólo era eso pero eso también era bailar.

    —Mira, tú que decías que eres de madera —murmuré, permitiéndome sonreír ampliamente—. Felicitaciones, estás bailando~
     
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  19.  
    Zireael

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    Atormentar era un verbo perfecto para lo que había estado haciendo y ni siquiera me había parado a pensarlo como tal hasta ese momento, me estaba puto atormentando con lo que había hecho, con eso, lo de Jez y Cerbero, con toda la otra mierda que me había tenido con niveles de estrés que debían rozar ya la enfermedad. En lugar de buscar tranquilizarme solo había conseguido otra cosa para martirizarme hasta el punto de quiebre.

    Horrible.

    ¿Hubiera conseguido evitarlo si en vez de huir como imbécil la hubiese buscado ayer? Quién sabe.


    La mantuve allí entre mis brazos, así que cuando soltó que se sentía segura conmigo no fue capaz de ver mi reacción, fue una mezcla de incredulidad y una alegría casi infantil, estúpida, que me recorrió el cuerpo haciendo que cualquier rastro del desastre que me cargaba encima pasara completamente a segundo plano y prácticamente desapareció.

    Era pequeña, lo había pensado ya, pero su fuego era ridículamente cálido y así como ella se sentía segura conmigo, yo me sentí seguro con ella. Su cuerpo era tibio, comenzaba a memorizar la textura de su cabello, el tono de su voz y sus reacciones corporales, todo estaba siendo archivado en un lugar particular, específico para ella y diferenciado del resto, allí iba guardando cada cosa de descubría de ella.

    No tenía remedio.

    Solté una risa floja cuando me miró y soltó lo de que parecía que estábamos bailando, porque en realidad tenía razón, había comenzado como una suerte de arrullo digamos pero allí estábamos. La dejé hacer sin mayor problema, anclando las manos en su cintura, total ya estaba subido al carro y tampoco era nada complejísimo.

    —Tiene que quedar registrado para la posteridad y todo —solté reflejando su sonrisa y alcancé a estamparle un beso en la mejilla—. Deberíamos bailar de nuevo en la fiesta esa, just for the record.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Shaking off your troubled soul as silence seems to grow
    It's the faith in sight, the doubt that fades
    as the world dissolves below
    .

    Where the heart is, when the light's at your side
    When the faith is ready
    No more guidance, take the leap of your life
    As the ground is shaking
    Anna.png

    Era extraño, realmente no era capaz de recordar algún otro momento donde fuera la calma, profunda y tierna calma, la responsable de empujarme al borde de las lágrimas; ya no por tristeza, frustración o enojo. Lisa y llana emoción. Si hacía memoria me daría cuenta que así era a su lado, la mierda aparecía y me carcomía la cabeza cuando me empujaban lejos pero si él estaba presente, si caíamos en las sonrisas y los abrazos de siempre, todos los miedos se silenciaban. Y la calma aparecía.

    Como una fogata crepitando suavemente junto al profundo espejo de agua del océano, cuando la brisa amaina, las nubes se dispersan y la luna brilla alta, alta en el cielo.

    Era una estúpida a secas, sin remedio, y si de algo había servido todo el desastre era para obligarme a enfrentarlo y, quién sabe, incluso aceptarlo. Aunque no saliera de mi boca como tal, aunque no sintiera la necesidad demandante de gritarlo a los cuatro vientos, era una certeza quieta y silenciosa asentada en mi pecho. Esparcía calma por todas partes, desde el cabello hasta la punta de los pies.

    Era el arrullo de las olas al acariciar la costa.

    Estábamos ahí, meciéndonos en el techo de la escuela como dos putos locos, a un ritmo invisible. No tenía idea de la canción que sonaba en la cabeza de Altan, por mi parte me había ocurrido lo mismo y las primeras notas de piano se deslizaron con una dulzura inusitada aquí y allá, como una caricia envolvente. Creí reconocerla por los costados de mi visión, sin necesidad de correr la vista de la persona que tenía enfrente. La reconocí y sonreí, sintiendo cómo poco a poco se revolvía a mi alrededor y me alzaba del suelo.

    Cada vez más, y más, y más liviana.

    Mi adorada brisa.

    Su ¿invitación? me tomó un poco por sorpresa, me distrajo de la música que sonaba en mi mente y lo observé con los ojos bien abiertos, primero, antes de sentir la tibieza en mis mejillas. Bajé la vista a su pecho un instante, lo suficiente para juntar coraje y regresar a sus pozos oscuros. Podía tener la capacidad de devorar hasta el último rayo de luz, podía creer que cargaba encima esa manía casi compulsiva por acaparar, pero a fin de cuentas sus ojos eran espejos y en ellos no encontré ni una pizca de lo que él parecía reconocer a diario. Ese simple pensamiento me dibujó una sonrisa estúpidamente dulce en el rostro y asentí con calma, suavizando la voz.

    —Me encantaría, cielo.

    Cielo.

    —Ahora que lo dijiste ya no vas a poder escapar~ Tendrás que marcarte un vals frente a media escuela y mira que este es mi campo, eh, puedo ponerme exigente.

    No era en serio, obvio, si total yo tendría que aprender a lidiar con los malditos tacones en tiempo récord. De repente pensé, bah, me di cuenta que iría a disfrazarme como una jodida princesita frente a él y el rubor volvió a empañarme las mejillas, esta vez sin un motivo evidente, por lo que relajé las manos enganchadas tras su cuello y las deslicé hasta permitirme reposar la frente en su clavícula. No creía que fuera a verme tan bonita como las demás ni de coña, ¿y si hacía el ridículo? ¿Y si me tropezaba y me pisaba la falda del vestido o no lo portaba con la suficiente gracia? Ugh, qué vergüenza.

    Y como ya estaba subida al tren del bochorno, ¿qué más me quedaba por perder? La canción regresó, débil y amortiguada, reconocí las notas de piano y la voz suave, tan suave que realmente era una caricia.

    —Al —lo llamé desde allí, ahora sí incapaz de mirarlo; el rostro y todo el cuerpo me ardía—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

    Pedazo de idiota estaba hecha.

    —¿Estás...? ¿Te estás viendo con Kurosawa o algo así?
     
    • Fangirl Fangirl x 4
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