Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

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    Hygge

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    Parecía que Laila no estaba dispuesta a darle un respiro al manojo de nervios que respondía al nombre de Yule. Desde que tomó su mano y lo rodeó con algo más de fuerza hasta que se enganchó a su brazo, dedicándole una sonrisa amable, el rubor se le extendió hasta las orejas y apenas sí fue capaz de articular alguna palabra coherente, dejándose arrastrar por ella sin oponer resistencia realmente.

    Intentar consolarla le había drenado mentalmente y se sentía agotado, incluso a una parte de sí le seguía hirviendo la sangre y solo quería llegar a casa y gritarle al idiota de su hermano por hacer llorar a una persona como Laila. Pero con todo fue incapaz de decirle que no a su propuesta, como era incapaz de negarle nada a Rachel. Porque no dejaba de ser ese idiota enamoradizo por naturaleza y siempre terminaba envuelto en desgracias que no le correspondían por ello.

    Era incapaz de ver que estaba siguiendo el mismo curso de Laila, encerrando emociones hasta que explotasen como una olla a presión.

    Aceleró el paso con sumo cuidado, conociendo sus dos pies izquierdos y su tendencia a cagarla en cualquier momento, y ajustó el agarre de su brazo antes de soltar un ligero suspiro.

    —...Claro, no veo por qué no —respondió finalmente, echando un vistazo al cielo ennegrecido al otro lado de la cristalera mientras avanzaban, y no pudo evitar reparar en ella de reojo. ¿Habría traído paraguas?—. Dicen que el chocolate caliente de la máquina no está tan mal.

    Dejó escapar una suerte de risa, escuchando sus últimas palabras, y soltó aquello como si de una broma se tratase.

    >>Es un buen plan. Supongo que ser la oveja negra de la familia tenía que tener algo bueno después de todo.
     
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    Quizás si no tuviese el cerebro hecho puré habría podido pensar en que le estaba casi drenando la vida a Yule, pero lo cierto es que apenas la funcionaba un poco para mantenerse centrada en no volver a llorar como tonta y, a pesar de no admitirlo, ser consciente de que realmente no quería estar sola. No era que estuviera usándolo solo para eso, ni a él ni a Kobayashi, genuinamente se sentía bien con ambos pero sí que se había aferrado con quizás demasiada fuerza a ambos de la nada porque cuando las personas desaparecían o amenazaban con desaparecer de su mundo diminuto, sentía el más profundo terror.

    Era un miedo quizás emparentado al de Anna Hiradaira respecto a los lobos.

    Podría decirse, de hecho, que había tenido su propia versión de uno.

    A pesar de que lo había arrastrado consigo, apenas unos segundos después aminoró el paso buscando adaptarse al suyo para por lo menos no sentir tanto que se lo estaba llevando en banda, y se detuvo frente a la máquina mientras dejaba ir el brazo del muchacho y esculcaba por el dinero en los bolsillos de la falda.

    —¿Hmh? Bueno, entonces vamos a comprobarlo~ —dijo mientras insertaba las monedas.

    Frunció un poco el ceño al escuchar lo siguiente que añadió Yule y alcanzó a darle un codazo en el costado, casi como reprimenda por llamarse a sí mismo oveja negra, y le pasó su chocolate antes de insertar las monedas para el propio.
    En cualquier caso mientras tomaba el suyo de la máquina, al menos una parte de su cerebro logró reconectar los cables suficientes para decirle algo más, aunque la voz le salió como un murmuro.

    —Perdona por retenerte aquí, Shirai-kun.
     
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    Alzó las cejas ante el ligero codazo, soltando un leve "Hey, eso dolió" con una mueca fingida, porque realmente apenas lo sintió. Lo había dicho en broma, pero siempre lo había sentido así: el hecho de que no parecía encajar en el molde de su familia. En ninguno, en realidad.

    Quizás lo que más le entristecía de todo eso era el hecho de haberse acostumbrado.

    Sostuvo el vasito de plástico con sumo cuidado cuando se lo extendió y sopló, notando cómo el calor de la bebida alejaba parte del frío de la tarde. Apoyó su espalda cerca de la ventana y observó el repiqueteo de la lluvia, cerrando sus ojos y calmando parte de su respiración en el proceso. Quizás aún estuviese un tanto agotado por todo lo sucedido, y quizás prefiriese mil veces encerrarse en su cuarto antes que tener que socializar con alguien, pero en aquella ocasión, estando con Laila como única compañía... no se sentía tan mal.

    Tomó un sorbo, sin notar que la parte superior de su labio se había manchado en el proceso, y negó con la cabeza ante su disculpa.

    —No, no, yo... Estoy bien aquí —Vale, no quería decirlo así. Se aflojó la corbata del uniforme en un ademán nervioso, porque no era usual en él que se le aflojase la lengua, y corrigió—. ...Q-Quiero decir, adelanté materia y no tengo mucho que hacer. Puedes retenerme lo que quieras.

    ¿Puedes retenerme lo que quieras? Qué cursi, por favor.

    Cambió el peso de su cuerpo de una pierna a la otra y clavó su atención en el chocolate, removiéndolo con movimientos suaves entre sus manos.

    >>Creo que nunca te he preguntado... bueno, nada, en realidad, pero... ¿Sabes qué harás cuando termines este año, Meyer-san?
     
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    Soltó una risa sin gracia ante la reacción de Yule al codazo y luego solo fluyó un poco con la corriente, como siempre hacía. Se apoyó a su lado cerca de la ventana mientras le daba el primer trago a la bebida que le regresó algo más de calor al cuerpo.
    Lo escuchó enredarse y atorarse con las palabras, como si no supiera realmente cómo decir la idea sin que sonara extraña y se le formó una sonrisa suave en los labios.

    Iba a seguir con la tontería del brindis cuando él siguió hablando y se volvió para mirarlo, por puro reflejo se llevó la mano a su propio rostro, para señalarle que le había quedado algo de chocolate en el labio antes de regresar la vista al frente.

    No sabía.

    No tenía una respuesta a esa pregunta.


    —Realmente no tengo idea —respondió entonces. No tenía por qué mentirle de todas formas, así que simplemente lo soltó—. Lo he pensado, quiero decir, pero... Simplemente no lo sé. ¿Ir a la universidad y estudiar qué? No es que tenga algo que me guste en especial o en lo que sea buena que me ayude siquiera a elegir una carrera, así que bueno, ¿dejaré que el tiempo siga corriendo un rato? Hasta que...

    Se me acabe, como siempre.

    Dejó la oración al aire antes de bajarse otro trago de chocolate y luego buscó acomodarse el flequillo desarreglado en el reflejo de la ventana.

    —Eso de elegir cosas apenas salir de la secundaria es complicado —murmuró luego de rendirse en su tarea—. Me pregunto siquiera si una sola persona sabe con certeza qué hará.
     
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    Dio un pequeño respingo cuando le señaló que se había manchado y volvió a notar el ardor en sus mejillas, mirando su reflejo en el cristal para limpiarse con urgencia. La escuchó hablar en mitad de su tarea, irguiéndose de nuevo para mirarla, y poco a poco se fue calmando hasta que comprendió que no había dado con el tema de charla idóneo para ella.

    Ah, mierda.

    Parecía... realmente inquieta con respecto a su futuro, ¿no? Aunque lo soltase con bastante calma, debía ser una cuestión que a la mayoría de los estudiantes de tercero debía quitarles el sueño por las noches. Después de todo, planteaban el sistema educativo para darte toda clase de ramas y materias hasta que encontrases la que más te llamase la atención... pero no dejabas de tener que escoger con dieciocho años aquello que harías el resto de tu vida.

    Era una decisión importante, o al menos, se pintaba como tal.

    —Probablemente todos estemos igual. Supongo que es cuestión de ir probando hasta que encuentres lo que te interesa —soltó, pensando bien qué decir antes de hablar, porque siempre tenía miedo de cagarla. Y bueno, más ahora, que estaba con ella. En cualquier caso se obligó a destensar un poco los hombros, desviando su atención hacia cualquier parte mientras recordaba—. Shawn y yo siempre pensamos que te darían la beca deportiva si lo intentases. Aprendes rápido y tu técnica difiere mucho de las del resto del club. Si no llegases a saber qué hacer, bueno... Siempre tendrías ese plan b.

    Extendió el vaso de chocolate hacia ella, con una pequeña sonrisa en el rostro.

    >>Pero bueno, habíamos venido a brindar, ¿cierto?
     
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    Quizás hubiese un problema directamente en el sistema, en la forma en que intentaba poner las opciones o hacerlo aprender. Realmente tampoco podía ponerse a darle muchas vueltas a eso, a encontrar los fallos en un sistema entero con el que solo había fluido durante años y años, al punto de no ser más que una basurilla corriendo por un río sin fin que había topado con más de una piedra.

    Mantuvo la vista clavada en el reflejo del cristal, en sus siluetas y en el paisaje de afuera. No había dejado de llover, pero a través de algunas nubes algo de luz estaba filtrándose y bañaba de anaranjado ciertas partes, aquí y allá. Como pinceladas de fuego sobre un montón de cenizas.

    Beca deportiva.

    Lo había pensado también, es decir, incluso si no sabía qué diablos estudiar cuando se decidiera tenía eso allí. Lo único en lo que sentía que era verdaderamente buena.

    Soltó una risa con cierto tinte de malicia en ella antes de volverse a Yule de nuevo.

    —Bueno bueno, ¿pero qué hacen ustedes hablando de mí? ¡Con razón me pican las orejas a veces! —dijo con tono de broma, pero no le dio tiempo de nada de nuevo, le regresó la sonrisa y chocó el vaso suavemente con el suyo—. Cheers~ porque no se te pegara lo bruto.

    Se llevó el vaso a los labios para dar otro trago mientras regresaba la vista al exterior.

    >>Y por que tal vez deje de llover pronto.
     
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    Hygge

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    Se rascó la mejilla como toda respuesta, con aquella sonrisa nerviosa, culpable de todos los cargos. Quiso agregar algo más, pero incluso un incompetente social como Yule Shirai sabía darse cuenta que sacar a Shawn a colación no era adecuado, aunque fuese para mencionar algo bueno de él. No cuando había logrado romperla de esa forma, frente a sus ojos, y no se había dignado siquiera a recoger los pedazos y tratar de arreglar el maldito desastre que iba dejando atrás.

    Quizás estuviese acostumbrado a tontear con cualquiera, tan sociable como era que era capaz de pararse a hablar durante horas con el cajero del supermercado. Quizás el hecho de no aferrarse a nadie era lo que le hacía sentirse seguro, sin compromisos, sin ataduras. Pero Laila no era ninguna cualquiera, y su negligencia comenzaba a afectar a las personas a su alrededor.

    No podía ser un inmaduro para siempre, no cuando estaba por cumplir la mayoría de edad y debía empezar a encaminar su vida de alguna forma.

    Cheers~ —canturreó bajo, tímido como era, y terminó por beber el contenido del pequeño vaso antes de imitar su gesto, mirando a través de la ventana—. Al menos parece que está clareando un poco, ¿no? Es un avance.

    Se separó de la pared, notando la papelera no muy lejos de ellos, y contrario al impulso de su hermano de lanzar a canasta en cualquier lado se acercó a paso lento, no sin antes comprobar que Laila había terminado el suyo, para tirárselo también. Se llevó las manos a los bolsillos del gakuran, pensando si decir o no lo siguiente.

    Finalmente terminó cediendo.

    >>Si no llegase a despejarse dejé mi paraguas en la taquilla... En caso de que no trajeses el tuyo, digo.
     
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    Lo había soltado un poco en broma, pero lo cierto es que la parte más ansiosa y aterrada de sí misma no quería saber lo que otras personas, así fuesen Shawn y Yule, pensaban o hablaban de ella cuando no estaba presente. Era otro miedo visceral que quizás en la mayoría de ocasiones lograra ignorar de forma más o menos exitosa, o quizás lo ahogaba como había pretendido ahogar aquel montón de cosas que había pensando luego de que las terceras en discordia aparecieran y el vaso se desbordara.
    Si lo ponía en perspectiva tampoco era demasiado diferente de la forma en que el albino actuaba, desligándose aquí y allá de las situaciones, de las personas, con tal de sentirse seguro con... Vete a saber con qué en realidad.

    Tampoco podía realmente culparlo por hacer el imbécil cuando ella solo guardaba todo, cargándose hasta estallar sola, no podía pretender que fuese un adivino y se enterara por, no sé, el poder de la intuición que no parecía tener tampoco particularmente afilada.

    Quizás iba siendo hora de que se lo soltara en la cara por fin.

    Observó al menor luego de que se hiciera con su vaso para tirarlo también y sus palabras le arrancaron una sonrisa. La verdad es que se había quedado el paraguas justo en la entrada de la puerta, porque había salido un poco a las carreras y no había creído realmente que, a pesar del frío, terminara diluviando de aquella manera.

    —¿Qué comes que adivinas? Lo olvidé, la verdad —admitió algo avergonzada mientras se acercaba a él de nuevo—, pero hay que ver la suerte que tuve para topar con el siempre amable y caballeroso Yule~

    Rio, una risa suave, todavía no del todo alegre y luego le picó el costado con los dedos. Lo cierto es que cuando se sentía cómoda podía pecar de confianzuda y ya incluso antes de eso le tenía afecto al chico, a pesar de lo retraído que podía ser.
    Extendió la mano frente a él, casi con timidez.

    —Venga, vamos a casa. Me parece a mí que los dos necesitamos un buen descanso —dijo aún sonriéndole—. Y si despeja por el camino pues todo en orden, tendremos buena compañía, ¿no crees?

    ¿Qué decía la gente? Que Dios protegía la inocencia.

    En este caso protegía la absoluta ignorancia.

    ¿Habría actuado diferente de haber tenido siquiera la mínima idea del revoltijo que tenía el chico encima? Ni idea.
     
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    Zireael

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    Se quedó esperando a que el chico le respondiera, sin presionarlo ni nada y por la forma en que estaba actuando le pareció que no recordaba su nombre, bueno ella misma ni siquiera tenía claro si se lo había dicho pero seguro que sí. De todas formas no era que le importara tener que recordárselo porque solo había sido la chica que le señaló su casillero y le dijo cómo llegar a su clase.

    Estaba por refrescarle la memoria cuando el chico estiró la mano y atrapó la suya, para llevarla al pasillo. Fue puro reflejo, pero la sangre le subió al rostro ligeramente, no era que le molestaran esos acercamientos ni nada, si ella podía pecar de confianzuda solo no se lo esperaba.
    De cualquier forma se dejó guiar sin complicación y para cuando estuvieron en el pasillo ya algo de color se le había bajado del rostro.

    —¿Encontrar a alguien? Bueno, no sé si pueda ayudarte con eso pero se puede intentar —añadió en voz baja—. ¡Ah! Antes de que se me olvide, me llamo Laila, creo que estabas teniendo problemas para recordarlo y no tengo muy presente si te lo dije realmente, estoy asumiendo que sí.


     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Me dejé enganchar por Anna con una sonrisa, y aproveché el momento para dedicarle un a Jezebel también, murmurando un "bienvenida de nuevo~" antes de ver como se alejaba de nuevo hacia los casilleros.

    La vi acercarse a Bleke y pensé que seguramente Kashya se alegraría esta tarde de verlas, porque a pesar de todo seguía siendo su círculo, y mientras volvía la vista al frente distinguí a Joey pasando como una exhalación, lo que por algún motivo me preocupó más de lo que quizás debería.

    Apenas lo conocía pero era un poco tonta, ¿verdad? No podía evitar preocuparme hasta por alguien que hubiese conocido hacía unos minutos y... no es que tuviese un sexto sentido o algo así, pero se sentía raro.

    Pestañeé un par de veces y moví la cabeza de manera imperceptible, centrando mi atención de nuevo en la chica que llevaba del brazo, recuperando la sonrisa en el proceso.

    —Eh, Annie~ —murmuré, aprovechando que Jez se había alejado, y le piqué un poco las costillas para llamar su atención—. Te he preparado el almuerzo como te dije pero te lo doy con una condición. Tenemos que comer a solas~

    Le guiñé el ojo, cómplice, y volví a mirar después hacia el frente como si nada hubiese pasado, caminando. Y de repente una sonrisa divertida cruzó mi rostro al darme cuenta que, de nuevo, nos habíamos quedado los cuatro avanzando.

    Pero bueno, ¿se convertiría eso en costumbre o qué?

    Gigi Blanche *muerde manzanita* (?)
     
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    Gigi Blanche

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    For a second I realize that I’m holding a hollow dice
    And what lies before me doesn't fright
    A first sense of a common place
    The only wind that illuminates folding endlessly before my eyes
    Anna dark mode.png

    La alegría era casi una ilusión, ¿no? Tenía que serlo. Nada real, nada destinado a ser, podía contar únicamente con la resistencia suficiente para aguantar ¿qué? ¿Un par de horas? ¿Un par de días, a lo sumo?

    Menuda mierda.

    Alethea me había seguido el juego y eso me lanzó un destello de felicidad por el cuerpo, quizá debería haberlo valorado mejor. Su amiga me destacó las mechas e hice lo mismo, que llevaba la cabeza como un maldito arcoiris. Pensar que toda esa liviandad existió y estuvo ahí hace escasos minutos parece de locos. Una jodida ilusión.

    Le dije que sí a Em porque las clases aún no comenzaban y no me apetecía entrar, porque daba asco estando sola. Había visto a Kurosawa pasar detrás de nosotras y volverse por donde había venido, a pesar de mis intentos por fingir que la cabrona no existía; bueno, precisamente era eso lo que me hacía detectarla en cualquier maldito agujero, la identificaba como si estuviera programada para ello y luego me costaba un huevo correrme de ahí. Le seguí prestando atención a Riamu y Alethea, pero también al hueco de las escaleras por donde, apenas unos minutos después, vi subir a Altan sin Jez. No pretendí unir las piezas, sólo era información dispersa y, de hecho, aparté la idea apenas surgió porque no iba a ser tan puto paranoica.

    Como fuera, cuando Emi dijo que se había quedado algo le regalé una de mis mejores sonrisas, esas que sobrevivían en el terreno de las ilusiones, y nos giramos para bajar las escaleras. Fue arribando al primer piso que llegaron hasta nosotras. Los primeros gritos. Inconexos al principio, eran apenas un amasijo de evidente furia y desesperación. Arrugué el ceño por reflejo y busqué la mirada de Emily, apresurando el paso sin darme cuenta. No fue hasta casi llegar a planta baja que reconocí la voz, o al menos finalmente lo asumí.

    Kurosawa.

    ¡Sube al maldito tablero, jodido asqueroso!

    ¡¿Qué piensas, maldito desperdicio, que no tengo quién me respalde?!

    ¡Hijo de puta, no tienes idea de con quiénes te estás metiendo!


    Me decanté a planta baja con movimientos mecánicos, rígidos, tenía todo el maldito cuerpo tenso y lancé mi atención en todas direcciones hasta finalmente dar con una escena similar a la del viernes. Esta vez era Hiro-kun quien la contenía y no parecía lastimado pero la noté, la noté de inmediato. La maldita sangre derramándose hacia el suelo. Y vi su mano.

    ¡Lo sabes, hijo de perra, lo sabes bien!

    ¡En la puta calle todo se cobra!

    La tenía tan cerca que retrocedí un paso por reflejo, pero ni siquiera procesó mi presencia. Estaba demasiado hundida en su lago negro, demasiado cegada, demasiado furiosa. Fue como presenciar en primera fila la conmoción de una sala de interrogatorios o una cámara Gesell, al otro lado del cristal. No podía mover un músculo, no lo hice hasta que Hiroshi le dio un golpe contundente en la nuca y la dejó inutilizada.

    Silencio.

    Sangre.


    Pero, mierda, sus gritos seguían rayándome la mente como una maldita pesadilla, como el desastre del viernes. Sus imágenes se amalgamaron, su incendio alcanzó la superficie de mi piel y el aire se me escapó un instante, pues no sólo era el desastre de Shiori. Me vi a mí misma en ella.

    Fuego.

    Absoluto, oscuro y vicioso fuego.

    Pude acercarme recién cuando supe que la bestia estaba fuera de juego y tragué saliva, conecté con el esmeralda de Hiroshi.

    —¿Qué pasó? —pregunté por reflejo, pero de inmediato sacudí la cabeza y le indiqué las escaleras—. No importa, luego me dices. Llévala a la enfermería, hay que verle la mano. Ahora subo.

    Busqué a Emily con la mirada, sabía que era más sensible que yo, si se quiere, y tenía entendido que se llevaba bien con Shiori. Como fuera, me centré lo suficiente para sonreírle y decirle que también fuera para allá, aunque en verdad ya me había centrado desde el instante cero que llegué a la planta baja. El incendio de Kurosawa me había lamido la piel pero no consiguió perforarme, quizá porque estábamos hechas del mismo fuego. Quién sabe.

    Seguí el rastro de las gotas de sangre, era algo caótico pero claramente provenía del baño. Cuando me asomé dentro contuve la respiración un momento y me obligué a entrar. Uno de los espejos estaba destrozado y me faltaban piezas, me faltaban miles de piezas, pero sus gritos se habían grabado a fuego en mis oídos y no me importaba que pareciera un delirio de fiebre, creí comprenderlo.

    En la calle todo se cobra.

    La furia ciega.

    Su cachorro.

    Los lobos de Shibuya.

    Tomoya estaba en el Sakura.

    Fruncí el ceño con más ímpetu, cargaba encima una seriedad inusitada y salí del baño con su maletín encima, o al menos el que adiviné sería suyo, para subir las escaleras y dirigirme a la enfermería. Mis movimientos habían perdido la rigidez del desconocimiento, del maldito instante donde te arrancan de la ilusión, pues ya había caído de lleno en el mundo de sombras y sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Pero primero lo primero, oír la versión de Hiroshi y tratarle la maldita mano a Kurosawa para evitarle una infección de mierda a la jodida imbécil.
     
    Última edición: 2 Diciembre 2020
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  12.  
    Zireael

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    Al final me había tenido que separar del chico porque realmente se me estaba haciendo tarde y ya cargaba unas cuantas tardías por tonterías, así que no quería seguir sumando. Subí a la clase, poco me enteré del desastre de abajo, y lo siguiente que recibí fue un texto de Jez a mitad de la hora diciendo que si podía acompañarla abajo, no pregunté realmente por qué solo le dije que sí por inercia.

    Tuve suerte, supongo, de no ver a la señorita "me meto donde no me llaman" mientras bajaba, pura y mera suerte, porque la desgraciada estaba haciendo lo que se supone que me correspondía hacer a mí y lo cierto es que ya estaba lo bastante harta de su mierda como para haberme acercado y cruzarle la cara con la mano abierta por puro gusto.

    Por puro amor al desastre.

    Sin embargo, estaba allí en el pasillo y aunque había liberado algo de lo que me cargaba encima el día anterior y me había calmado gracias a Yule, lo cierto es que ahora volvía a sentir un montón de emociones revueltas burbujear. ¿Qué esperaba, que se apareciera y me dijera algo? Ni siquiera sabía si Yule le habría contado, una parte de mí esperaba que no y otra que sí, para que se enterara de una puta vez.

    No tengo idea de si estaba empezando a resignarme, si era solo frustración o cualquier cosa, pero ya ni siquiera sentía la necesidad de llorar como el día anterior. Solo quería apagar mi propia cabeza, silenciarme a mí misma.

    Quizás desaparecer como el fantasma que había dicho que era.

    Y terminar de demostrar que no iba a estar allí siempre, como una estúpida.


    No tenía ni la menor idea de que había dos Astaroth tocando huevos, eso sí, otra suerte que tenía. Quizás era la ignorancia tratando salvarme de otro jodido venazo, vete a saber.

    En cualquier caso había olvidado incluso que le había dicho a Kobayashi que me cantara algún día, había olvidado muchas cosas de repente en realidad. No tenía ni la mitad de mis capacidades en funcionamiento.
    Caminé hacia la máquina expendedora, la observé un buen rato hasta decidirme por un té helado y meter las monedas. Luego me senté en un banco que había en el pasillo, para abrir la botella y darle un trago.

    Qué maldito agotamiento.


    Dependiendo de cómo me sienta para el final del día con Laila decidiré si darle tiempo off como tuve que hacer con Jez en su momento por razones parecidas, rolear con ella está empezando a afectarme el ánimo y tampoco quiero colar en Laila la rage que es directamente mía, porque sé que no corresponde a su personalidad a pesar de que puede llegar a írsele la cabeza como a todos mis personajes (?) puede ser que tengo más messes de la cuenta encima, puede ser la mera existencia de Agnes y puede ser el fin de semestre o todas juntas, idk pero weno eso.
     
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    Insane

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    La esperé a que tomara su bolso, y en cuanto lo hizo busqué su mano para entrelazar sus dedos con los míos y echarme a caminar a su ritmo por el pasillo del tercer piso, bajando las escaleras un poco más fresco de lo que había estado en todo el día, quizá porque me estaba abriendo y sino resultaba ya se me escapaba de las manos, pero si con todo aquello, podía lograr algo, por mínimo, sería suficiente.

    —No, no me peleé con nadie —respondí risueño.

    Solo conmigo mismo.

    Por idiota, por cobarde.


    Frené entonces luego de guardar silencio por un rato al ya estar en el pasillo de la planta baja, dándome cuenta que faltaba poco para llegar a los casilleros. Me detuve al dejarla avanzar un par de pasos más, soltando su mano; y fue entonces que la abrace desde atrás, recostando mi mentón en sobre su hombro, rodeándola de la cintura con la derecha, buscando de nueva cuenta sus gráciles dedos con la izquierda, quedándome ahí, sin importarme en realidad los estudiantes que pasaban de aquí para allá, permitiéndome hablar nuevamente:

    —¿Es más complicado de lo que parece ser? —suspiré, refiriéndome a sus respuestas anteriores, sin pasarme desapercibido el como sorbió por la nariz antes de que apareciera Morgan.

    Sasha no solía contarme su vida personal, tenía poca por no decir nula información a la mano para ayudar en cualquier cosa que me fuera posible, pero simplemente las puertas parecían estar cerradas bajo llave, y no sentía que tuviese intenciones de darme una por una.

    Un paso a la vez, Daute, no hay prisa
    .

    Acaricié sus dedos con el pulgar, pestañeando mientras trataba de hallar algún punto ciego en todo eso, un espacio intermedio.
     
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    Gigi Blanche

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    Acepté su mano para incorporarme pero no me hice demasiado problema a la hora de rechazarla para atravesar la Academia, la verdad. Nunca me había considerado una persona excepcionalmente cariñosa, o más correcto sería decir que ante los problemas tendía a rechazar el contacto físico, como un gato arisco. No me reconfortaba, era el efecto opuesto y prefería mantener las cosas equilibradas tanto adentro como afuera. Siempre había sido así, al fin y al cabo, alejándome sin demasiado problema ante las primeras señales de presión o agobio.

    No se había peleado con nadie, ¿eh? Bueno, eso no respondía a mi pregunta inicial.

    —Muy bien, ¿pero qué te pasó?

    ¿Por qué sentía que Morgan guardaba segundas intenciones y no lo había soltado por amor al arte? Ni idea, pero de cualquier forma me preocupaba que Daute hubiera aparecido con los nudillos destrozados y no me confiara la razón. Como fuera, igual lo acompañé hasta abajo pues tenía que irme al trabajo y sentía que aún había cosas que quería decirme.

    Y volvió a buscar contacto. Me tensé ligeramente en cuanto sentí su peso encima, algo así como cuando Maze buscó mi mechón de cabello; no eran reacciones visibles pero estaban allí y aguardé unos segundos para deshacer el agarre sin ser brusca ni nada. Fui hasta mi casillero y lo miré de reojo mientras hacía el cambio de zapatos.

    —¿Complicado? Sí, es una buena palabra para definirlo. Por tu lado también, ¿no? Complicado como la mierda.

    Solté una risa floja, algo amarga, y me crucé de brazos al apoyar el hombro sobre la superficie metálica.

    —Mira, Dauti, yo... —Suspiré, pellizcándome el puente de la nariz, y dejé caer el brazo con cierta fuerza—. No lo sé, mejor vamos a pensarlo, ¿sí? Llevamos como un año y pico así y ahora de repente me lanzas esto a la cara. No me malentiendas, no digo que no lo valore, sólo que... es algo repentino, no sé.

    Me encogí de hombros, como si pretendiera restarle algo de relevancia o qué se yo. Podía ser bastante evasiva cuando quería. ¿Todo era por el beso con Katrina de ayer? ¿Tanto le había afectado?
     
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    Me había quedado anclada al suelo un par de segundos, al menos los suficientes hasta perder de vista a Konoe y reducir al mínimo las posibilidades de topármela en otro lado. No era lo suficientemente idiota ni tampoco me compadecía de mí misma al punto de ignorar que la chica estaba, de por sí, tomando decisiones de mierda, pero ¿desligarme de la culpa? ¿Cómo demonios se suponía que lograra eso cuando reconocía en la mirada vacía de Suzu otros pozos que yo misma había cavado?

    ¿Cómo se suponía que ignorara el miedo de acabar haciéndole lo mismo a Emily?

    Jez.

    Altan.

    Kohaku.

    Enfoqué lo que tenía en frente un poco sin quererlo, luego de algunos segundos de desconexión. Reconocí la cabellera cian de Ishikawa junto al pelirrojo del receso, parecían conocerse y no me molesté en indagar. Avancé hacia las escaleras, adquiriendo velocidad conforme bajaba. Del tercero al segundo, del segundo al primero, del primero a planta baja. Me había agitado un poco en cuanto llegué al pasillo y resoplé. ¿Ira? No. ¿Miedo? No el suficiente. ¿Oscuridad? Por todas partes.

    ¿Impaciencia? Parecía ser el término más apropiado.

    Seguía moviéndome, aunque no supiera por dónde mierda iba, retroceder o estancarme ya no eran opciones y mi cuerpo no lo soportaría, empezaba a cosquillear como insectos bajo la piel. Giré hacia los casilleros, había bastante flujo de gente y puede que me haya llevado a uno o dos en banda, ni idea. Abrí mi compartimento, saqué la bolsa de entrenamiento y el azote que le di a la puerta metálica fue la única descarga de violencia que me permití. ¿Me gané alguna mirada alrededor? No me importaba. Apenas a la entrada había distinguido el rayo eléctrico del cabello de Kurosawa y, por decantación, a Altan a su lado.

    Bueno, al menos la chica estaba de una pieza.

    No tenía un plan del todo definido, en ningún momento lo había tenido, pero eso nunca me había detenido, ¿verdad? Me eché la bolsa al hombro y avancé en línea recta hacia la puerta que rezaba "salón de actos", el gimnasio estaba cerrado así que parecía la opción más viable. No llegué, sin embargo. La imagen que capté por el rabillo del ojo me obligó a detenerme unos metros más adelante, un poco contra mi voluntad, un poco porque nunca había sido la reina del control de impulsos. La voz de Konoe retumbó contra mis oídos, con la fuerza suficiente para rayarme el cerebro.

    Anna-san, agradecería que dejaras de culpar a Gotho de todo.

    Y la chispa estaba ahí, aunque aún no pudiera verla.

    Y si me quedaba quieta, me congelaba.

    Retrocedí lo que había avanzado que me separaba de él, estaba leyendo un libro y no parecía haber reparado en mi presencia. Lo observé de arriba abajo y solté el aire por la nariz como un toro cabreado, reajustando la bolsa sobre mi hombro.

    —Gotho —lo llamé en el volumen suficiente para captar su atención, deslizando mi mirada apenas un segundo hacia el resto del pasillo antes de regresar a él—. ¿Un momento?

    ¿Podrían llegar a interrumpirnos ahí? Definitivamente no tenía ganas de sumar más gente al baile, de que cualquier idiota con ganas de protegerme me viera y, bueno, quisiera hacer lo mismo que yo quería hacer por Suzu. Fruncí el ceño y le indiqué con la barbilla la puerta a la que originalmente me dirigía: el salón de actos.

     
    Última edición: 16 Diciembre 2020
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    Insane

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    Me despedí de Suiren con un movimiento de cabeza luego de escuchar que Violet se había quedado ayudando a un niñito. Lo tipíco en ella. Con Craig acompañando a Lena no tenía porqué ir a cuidarla como el perro guardián al que le habían amarrado la cadena al cuello, al menos en lo que transcurría del día podía continuar centrado en seguir memorizando mientras esperaba que Balaam terminara lo que estaba haciendo y acompañarla a casa.

    Pasé de página, recostándome en la pared con la mirada perdida en la estructura de los tejidos, sintiendo la mirada encima como si me estuviesen escaneando en el proceso. Elevé mis pupilas con ambivalencia, reconociendo la mocosa que se la pasó taladrando los oídos de aquí para allá, provocando que Konoe nos echara como si estuviésemos apestados. Sin interés alguno volví mi vista al libro hasta que la escuché llamarme, respondiéndole con simpleza.

    —Lo que sea que quieras decir, dímelo aquí.

    No tenía ningún interés en seguirla a ninguna parte.

    Al parecer, en ese instituto había que pegarse un letrero en la frente para que los retrasados entendieran que lo mío, en definitiva, no era interactuar.
     
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    Recibir sus ojos me envió un extraño chispazo por el cuerpo que me obligó a recordar mis reacciones recientes, aunque se sintieran lejanas, extrañas, como si no me pertenecieran o fuera incapaz de reproducirlas. Cuando increpé a Hiroki y le escupí, la patada a la escoria de Astaroth, el cesto de basura que había desparramado en el suelo. Se revolvieron también, de una forma incomprensible y hasta disonante, con imágenes aisladas del cuarto oscuro. Lo cierto es que todo compartía algo de lo cual ahora carecía.

    Y estaba desesperada por recuperarlo, ¿verdad?

    Por eso había hundido la cabeza en el agua.

    Por eso había tensado la maldita cuerda con Altan.

    Y por eso estaba allí, como una jodida suicida, tocándole los cojones a un presunto acosador.

    Quería mi fuego de vuelta.

    Lo necesitaba.

    Me corrí el cabello con un movimiento de cabeza y suspiré, clavando mi vista encima de Gotho. Había algo en su tranquilidad, su disgusto, su aparente rechazo al mundo entero, que me crispaba los nervios. Al principio creí que se trataba de su cagada con Suzu pero quizá no fuera capaz de tolerar su existencia a secas.

    —¿Qué pasó luego de que nos fuimos, en el invernadero? —solté sin más, resignándome a que me siguiera—. Y no me digas "nada", joder, te estoy pidiendo una puta descripción de declaración jurada.

    ¿Y pretendía cooperación de su parte, con mi maldita prepotencia y aires mandones? Claro. No me interesaba enmascarar mis emociones, de plano jamás había sido buena haciéndolo y ni siquiera me apetecía montarme el esfuerzo por alguien que no valía la pena.
     
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    La miré sobre el libro como si no fuese más que una mocosa, porque eso era lo que se me asemejaba, una niñita mal hablada, prepotente y cansina. Doblé la equina superior de la página para que no se me fuese a perder el apartado, y entonces le sostuve la mirada con parsimonia, tomándome mi tiempo para responder, porque ¿qué se creía?

    Miré de soslayo entonces hacia el ascensor. Violet parecía que iba a tardar, por lo tanto saqué el móvil para buscar alguna nota de voz de su parte, pero no había nada. Podía ir a refundirme bajo el árbol en el que pasé el receso y esperarla ahí, para evitar personas como la tipa esta.

    —Nada —respondí con simpleza pese a su berrinche de no querer escucharlo—. Cuando te fuiste, quedó lo suficiente hecha mierda como para querer estar sola. Y eso es todo.

    Volví la vista entonces al libro para cerrarlo entre mis dedos con la izquierda, mientras con la derecha buscaba en el móvil deslizando el pulgar mientras me echaba a caminar, alejándome de ella sin escucharla aunque fuese a hablar, perdiéndome en la salida sin rumbo aparente.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Yashihiro Nakagawa.png

    ¿Cuántas habían sido, dos horas? Me desperté más temprano de lo habitual, seguramente debido a los nervios por empezar a moverme de una buena vez por todas para revivir el Club de Radio. Mason-senpai ya se había integrado, ahora había que buscar más integrantes para no cargar con todo solos... aunque, bueno; yo no tenía problemas en hacer cada una de las tareas solo, aunque eso significara menos cantidad por cada una; menos chismes, menos podscat, menos lectura casual. ¡Pero bueno! Que aunque ni para mí mismo lo admitiera, en verdad deseaba que ese sector volviera a llenarse de risas y buenos momentos, como los que me regalaron mis senpais antes de que se graduaran. En verdad lo apreciaba, me crearon y acomodaron un lugar en una escuela que me era desoladora, no podría estar más agradecido y, en el fondo, deseaba repartir esa gratitud dando lo mejor de mí este año.

    Coloqué el último afiche correspondiente:

    El Club de Radio a abierto sus puertas, otra vez
    ¿Deseas unirte y colaborar en el arte de dialogar, trasmitir, leer y aprender? Todo en un ambiente ameno y, por qué no; divertido.
    No temas en acercarte a Nakagawa Yashihiro de ser así; Salón 2-1, alto, de cabellos azulados al igual que sus ojos. Creo que no tiene perdida.

    Actividades del Club de Radio:
    —Organización de información.
    —Investigación para podscat o entrevistas.
    —Buscar poemas y otras historias cortas.
    —Leer poemas y otras historias cortas.
    —Transmitir los resultados de las entrevistas.
    —Transmitir los podcast.
    —Ayudar en eventos de la escuela.
    —Ayudar a los Club que requieran de la sala e implementos de Audiovisuales.

    Cosas a tener en consideración:
    —Estar motivado.
    —Venir por voluntad propia.
    —Tener gusto o pasión por al menos una cosa de la anterior lista.
    —Ser respetuoso.
    —Tener paciencia.
    —Estar abierto a debate y a la crítica.

    Sí este club ha llamado tu atención, estaré entusiasmado por recibirte en el.

    Se despide atentamente;
    Kanagawa Yashihiro.


    Solté un suspiro pesado en cuanto terminé de sujetar el afiche con cuatro lentejuelas en sus respectivos costados. Me alejé un par de pasos, para verlo en perspectiva, mi gesto se frunció huraño y me encorvé, hundiendo más las manos en mi sudadera. Estaba rojo, ¿verdad? Diablos, ¿por qué tanta verguenza? Me erguí como correspondía, soltando un suspiro pesado.

    Faltaba una hora para que empezaran las clases, ¿llegaría pronto algún interesado, o sería mejor marcharme a mi aula? Bueno, de todas formas, lo mejor sería agradecerle a Hikari-senpai por hacerme un afiche tan estético y elegante, a pesar de la cantidad de texto que le coloqué, supo combinar el verde y los celeste, entre otros colores, para que recordara a la primavera. Eso logró sacarme una sonrisa enternecida, aún observando el trabajo hecho.

    Hitori Hygge Pueden interactuar con él sí gustan uwu
     
    Última edición: 27 Enero 2021
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Había sido una noche y un inicio de día de lo más productivo, era imposible negarlo. Ayer apenas recibí la información de Akaisa se la pasé a Sonnen y el imbécil tuvo todo listo incluso antes de que tirara a Shinjuku, de forma que pude conseguirme a los contactos para que hicieran todo el trabajo de impresión para tener todo listo la mañana siguiente.
    El negocio con el tanuki también había llegado a buen puerto, lo que bastaba en grandes rasgos.

    Deslicé la última invitación en los casilleros cuando los primeros estudiantes entraban por el portón del patio frontal y me quedé solo con una para mí, por el puro gusto de hacer bien el teatro. Llevaba encima una sukajan con los colores exactos de las cabronas invitaciones, ahora que me fijaba; rojo, negro, dorado. En la espalda el bordado en hilo metálico resaltaba como una maldita bandera: un zorro.

    Herencia de Yako.

    Regresé a los casilleros después de haber ido a la máquina de la cafetería por un café en lata solo para sacar unas cosas y con ella la invitación, luego me desvié al pasillo solo por el placer de verles la cara a algunos al encontrarse con el sobre, mientras golpeteaba el propio sobre mis labios escondiendo la sonrisa de mierda que tenía en la boca.

    ¿Me estaba divirtiendo? Claro, como un puto cabrón.

    La maldita mascarada sería mi momento de oro.

    Que la presencia de Ko me hubiese ayudado a centrarme de nuevo me había regresado las ideas de mierda, los aires de grandeza y las ganas de tachar cosas en mi checklist, que incluía, para la gracia, los nombres de aquellos tres idiotas que se creían los reyes de la colina.
    Si la cabrona estirada de Akaisa me había pedido el favorcito y me había dejado la elección de diseño a mí, bueno, ahora era eso lo que había. No era que me interesara seguir haciendo negocios con Sonnen, pero por arrastrar el reflector hacia mí tampoco me importaban demasiado los medios a los que tuviese que recurrir.

    Como siempre.

    Me estuve algunos minutos antes de seguir caminando por el pasillo, mi atención la atrajo un chico que estaba terminando de pegar un afiche y me detuve a leer el papel a una distancia bastante prudencial, aunque tuviese que esforzar algo la vista.

    Club de radio.

    Huh.

    Organización, investigación, transmisión.


    Podía usarlo como un canal, ¿no? Para mis mierdas, para seguir atrayendo el reflector y arrebatarlos de algunos cuantos, además... Iba a ser bastante conveniente para seguir anunciando algunas cosas.
    Regresé sobre las letras mientras me guardaba el sobre en el bolsillo interno de la chaqueta, leyendo el nombre de quien se supone debía buscar y deslicé la vista al chico enton
    ces. Mierda que era alto el jodido para ser de segundo, ¿andaba rascando la altura de Sonnen? Tenía pinta.

    —Nakagawa. —Lo llamé desde mi posición—. ¿Cuánta gente tienes en el club de radio?

    La pregunta más bien era quiénes.

    Podía estar de buen humor por toda la mierda de las invitaciones, los éxitos de la noche y lo que fuese, pero eso no me convertía en ningún maestro de la socialización.
     
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