Exterior Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Sentí la brisa suave del atardecer en mis mejillas a cada paso que daba. El clima ciertamente estaba mejor que ayer, al menos ahí, encontraría algo de paz.

    Al sentarme divisé las hojas del árbol meneándose, recostándome en el tronco mientras mantenía el celular en la mano, y suspiré apenas, mirando el número en la pantalla con serenidad. Pedírselo para devolverle el paraguas había sido algo idiota, si a fin de cuentas me había dicho dónde estaría en el receso, pero qué más daba, si ahí estaba pensando en ello.

    ¿La tonta había tomado la pasta que le dejé al lado del paraguas? O quizá, ¿Fue tan tonta que la tiró sin darse cuenta? Arrugué la nariz al pensarme que quizá le había contagiado el resfriado.

    Qué fastidio.

    No es que me interese Suzumiya, pero, ¿te tomaste algo para el malestar?
    Dejé el celular sobre el césped y retomé la lectura.

    Yugen te etiqueto ya que le envió un mensajito a Konoe <3
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No tenía idea cuánto tiempo había pasado. La música seguía sonando, era plana y no conseguía activarme ni un solo sentido. Tampoco era capaz de recordar las canciones que habían venido antes. Se habían convertido en ruido blanco.

    Cuando abrí los ojos lo primero que noté fue la oscuridad, ya no sólo de mi propio mundo. El sol se proyectaba débilmente dentro del salón y deslicé la vista a las ventanas, no sé muy bien a la espera de qué. Me tomó un par de minutos levantarme, no encontraba motivos para ellos más que los obvios.

    Estás en la escuela, si no mueves el culo se hará de noche.

    Me desperecé, todos los huesos se quejaron por haberme dormido sobre la dureza del escenario. Recogí mis cosas con calma, una a una, y revisé el móvil bastante por inercia. Tenía un mensaje de Kohaku que no me molesté en abrir y también uno de Kakeru.

    Sigues en la escuela?

    Andamos cerca, por si quieres que te busquemos

    No era que deseara su compañía en específico, pero de alguna forma luego de haber incumplido el pedido de Altan sobre no andar solas sentí que lo ideal sería salir y regresar a Shinjuku con un par de guardaespaldas. Bueno, en sí no sabía a quién englobaba ese plural pero asumí que se trataría de Rei o el Quebrantahuesos.

    Sí, estoy saliendo


    Su respuesta no tardó en llegar.

    Muy bien, llegaremos en diez minutos o así


    Me quedé matando el rato revisando el feed de Instagram hasta que se hizo la hora. Sin hacer ruido navegué el espacio hasta la puerta, el pasillo, los casilleros. Me cambié los zapatos y mientras cerraba la puertilla recibí otro mensaje.

    Estamos afuera


    Empecé a caminar con la atención metida en el aparato y aún asi, de alguna forma extraña, me detuve ya en el patio frontal y eché un vistazo por sobre mi hombro. Topé sin demora con el pelirrojo de hoy, Kurosawa y Altan, y me detuve en éste último.

    Cuídalas.

    Mi propia voz se agolpó en mis oídos y, como mínimo, junté la motivación para no arrojarle esa cubeta de mierda encima. Tampoco sería justo ignorarlo, cuando había buscado juntar mis piezas rotas y me brindó calor sin una sola restricción.

    Quizá ya no quedara ni el último resquicio de ese calor, pero seguía siendo Al.

    —Nos vemos —fue todo lo que dije, en un tono bastante neutro, y seguí camino.

    Efectivamente se trataba del Quebrantahuesos. Él y Kakeru estaban usando la reja abierta de soporte y tenían un pie en el patio frontal y otro en la acera. Fujiwara me sonrió al verme e intenté devolverle el gesto, aunque resultara en una pobre copia barata de su expresión.

    —Buenas, buenas~ —canturreó, bastante animado.

    Lucía contento pero tampoco me molesté en preguntar, sólo asentí y solté un "¿cómo va?" en voz baja. Despegaron la espalda de la verja al alcanzarlos y Kakeru me pasó un brazo por detrás para darme un apretón fugaz en el hombro contrario, echando un vistazo hacia el interior de la escuela. El buitre no tardó nada en sacar un habano y ponerse a fumar mientras caminabamos.

    —¿Mal día? —inquirió Fujiwara, acercándonos poco a poco al sendero de árboles.

    Deslicé la vista hacia el costado antes de abrir la boca para lo que fuera y detallé al pelirrojo. Kakeru debió notarme la cara de perros y soltó una risa suave, sacándome de mi eje.

    —Pareces un espía de la KGB o algo —bromeó, relajando el semblante—. No te preocupes por el enano, puedes hablar frente a él.

    Me tocó un poco los cojones sentirme tan expuesta, en especial cuando el buitre se dio por aludido y me dedicó una sonrisa entre socarrona y victoriosa. Resoplé, sobándome la nuca, y alcé mi cabello en un amplio vaivén intencional al retirar la mano.

    —Hoy a una tía le llegó un mensaje de los lobos. Al parecer apalearon a su novio. —Los miré de refilón—. El perro-lobo de Shibuya.

    Kakeru y el Quebrantahuesos compartieron una mirada antes de que el primero regresara a mí y el otro siguiera en su aparente mundo, jalándole una pitada al habano.

    —Fuerte. ¿La has visto? A la hiena.

    —No desde el viernes, pero al parecer entregó la puta oreja en persona y además ayer se lo toparon unos amigos. Supongo es cuestión de tiempo para que vuelva a aparecer como regalo de Navidad.

    Se asentó un breve silencio. La brisa entre los árboles era agradable y olía a primavera, aunque no me generara ninguna satisfacción particular.

    —¿Trabajas hoy? —preguntó Kakeru.

    —Nop, cierran por el día.

    —Bueno —murmuró, acercando una mano a mi espacio para arrebatarme la bolsa de entrenamiento y echarsela al hombro—. Te acompaño a tu casa, entonces.

    Tuve el impulso de quejarme o impedirle la noble jugada de caballero, pero la verdad era que todo me daba jodidamente igual y lo dejé ser. Me encogí de hombros, asintiendo, y el resto del camino lo rellenaron ellos con pura conversación trivial.

    y hablando de relleno, acá terminan mis interacciones as well
     
    Última edición: 18 Diciembre 2020
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    Kaisa Morinachi

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    Fue cosa de despertar para notar sus ojos tan pesados como su cabeza, se revolcó con pereza en la cama soltando un bufido bajo. Era miércoles, había clases y quedaban dos días por delante. No llevaba ni un minuto despierta y su corazón ya se alteraba de sobre manera.

    Siguió soltando quejidos mientras se erguía, estirando sus brazos y espalda con lentitud, terminando por soltar un suspiro mientras todo su cuerpo quedaba como una marioneta sin titiritero. Observó la ventana de reojo, notando los rayos del sol traspasar la ventana y los bordes de la cortina, ni eso había influido en sí despertó más temprano o tarde.

    Con movimientos decaídos y perezosos recorrió su pieza en busca de las cosas que necesitaba; el blazer, medias y blusa limpias, la falda, etc. Se vistió con la misma lentitud que se cargaba mientras se discutía seriamente si asistir o no, al fin y al cabo su mamá se levantaba tarde y cuando lo hiciera también sería tarde para que la mandara al colegio. De todas formas, sin poder decidirse por haber continuado divagando en lo de ayer en vez de tomar una elección, ya tenía entre sus manos el bolso con su respectivo material de estudio. Soltó un suspiro pesado, sintiendo una molestia en la garganta, pues al final optó por ir sin importar qué.

    Tras agarrar teléfono, cargador y sus cascos salió en sumo silencio, cerrando la puerta de igual manera. Entonces lo oyó, lo que parecía el crepitar del aceite caliente. Se encaminó a la cocina con el ceño fruncido, notando de inmediato a su madre frente a la cocinilla, con una coleta y delantal puesto. Esta no demoró en voltear a ver a su hija, quien la miraba con transparente sorpresa.

    —Buenos días, cariño~ —saludó melodiosa y sonriente antes de volver a centrarse en los rollitos de huevo que preparaba, con bastante energía a pesar de su continuo rostro cansado.

    La mente de Nagi tan solo se cuestionaba que hacía ella ahí, cuando debería estar descansando, dejar de mimarla. Que la obligara mínimo hacerse el desayuno sola. Observó el piso y afianzó el agarre en el asa de su bolso, compungida, soltando con pesadez el aire por la nariz, pues una cantidad considerable de sentimientos contradictorios la invadió en un solo momento.

    >>Quería darte una sorpresa —agregó suave la mujer sin mirarla, quien había escuchado sin problemas la respiración de la chica.

    Nagi soltó un quejido medio mezclado con gruñido, casi inaudible y frunciendo el ceño. No podía ser una desconsiderada con su madre, se odiaría mucho de ser así, por lo que alzó el rostro y se palmeó con fuerza las mejillas, buscando espabilar de una vez. Humiya volteó a verla con la sonrisa suave, ceja enarcada y un deje de procuración en su mirada.

    >>¿Todo bien?

    —¡Todo bien, mamá! —exclamó con una firmeza que le sorprendió a ella misma, puños cerrados frente a su busto, aunque no demoró en volver a su expresión huidiza, desviando la mirada—. O eso espero.

    La madre se volteó con un tenedor y plato en mano; el cual contenía dos rollitos de huevo, un poco de arroz y tómate; dejándolo con suavidad en la mesa y brindándole una sonrisa enternecida, aunque no por eso menos preocupada.

    —Bueno, tendrás que comer bien si quieres energías para que si vaya bien —agregó en tono maternal, y Nagi otra vez la miraba algo sorprendida, como si el año pasado aquella situación no fuera la rutina diaria. La chiquilla por fin le brindó una sonrisa, más genuina, aunque sin perder las cejas lastimeras.

    Adoró tanto esos desayunos sin saberlo, así que una tristeza y alegría mezcladas le invadió el cuerpo. Cálido, pero vergonzoso. Nostálgico, hasta cierto punto.

    Asintió una vez más y se fue a sentar donde su madre dejó el plato, comiendo más rápido de lo normal, pero lejos de llegar a comparación de su almuerzo del martes. Su madre le sirvió algo de agua en el lapsus de tiempo, vaso que Nagi no demoró mucho en vaciar.

    —Muchas gracias, mamá —dijo una vez acabó, parándose con rapidez para ir al baño a lavarse los dientes.

    Humiya era la quién ahora se mostraba algo sorprendida, pero no demoró en soltar una ligera risa, para sus adentros también se sentía orgullosa de haberle subido algo los ánimos a su niña.

    Cuando Nagi volvió del baño, más que lista para marcharse, su madre la esperaba con una caja de bento envuelta en el paño de siempre.

    —Ten, también te hice esto—. Nagi lo tomo con delicadeza entre sus manos, otra vez anonadada, porque había dado por sentado que sería otra mañana sola. Casi con la velocidad de un relámpago, envolvió a su madre con los brazos y hundió el rostro donde pudo, sin soltar el bento que agarraba con una mano. Humiya soltó otra risa ligera, correspondiéndole el gesto con delicadeza y acariciando de igual manera su cabello.

    —Qué te vaya bonito —murmuró con cariño.

    —Gracias, mamá —repitió lo de antes, pero está vez con la voz algo rota, lo que hizo que Humiya entornara la mirada con una seriedad repentina.

    La chica se separó entonces, una sonrisa adornaba sus labios a pesar de que se tuvo que limpiar el par de lágrimas que se le escaparon. La mujer ocultó a la perfección cualquier rastro de preocupación para brindarle una sonrisa más cálida, abrazadonse con ligereza así misma.

    —Nos vemos... mañana, supongo —dijo Nagi con algo más de ánimo, y en otro movimiento rápido, escasos en ella, le brindó un beso en la mejilla, alejándose luego por el pasillo mientras se despedía con un gesto de mano— Adiós~

    Humiya solo negó derrotada con la cabeza, sonrisa en los labios, al ver como su hija había olvidado peinarse. Por lo menos algo había logrado ordenarle cuando le acarició el cabello.

    ...

    El desayuno con su madre logró brindarle algo de determinación, y aunque esta era tan frágil como ella misma, por lo menos era algo. Hizo el recorrido de siempre con algo de prisa, más por los nervios que por querer llegar pronto, y estos no hicieron más que aumentar a medida que llegaba a su destino. En cuanto bajo del autobús no era capaz de alzar la mirada, con el corazón demasiado acelerado como para hacerlo.

    Redujo un poco sus ansias para avanzar con más lentitud el tramo que le quedaba, cada vez más cerca de su objetivo, dejando que las hebras cubrieran los costados de su rostro. Cruzó el patio frontal de igual manera, esquivando uno que otro estudiante, chocando con otros pocos, soltando bajos y temerosos "lo siento" en consecuencia.

    Casi parecía estar volviendo a su primer día de clases, con la diferencia de que no había una guía que le mostrada el camino con calidez.

    A un par de metros de la entrada hacia los casilleros, atinó por alzar la vista y enfocar las siluetas de tras de los vidrios. Tenía la garganta apretada y el corazón en los oídos, no demoró nada en visualizarla.

    El carbón... ¿tan solo carbón? Sus facciones se tensaron en un gesto compungido, y con una velocidad impropia, salió del campo visual de cualquiera que estuviera en la zona de casilleros en ese momento, en menos de un parpadeo.

    Casi haciéndole honor a la creencia de que parecía un conejo asustadizo la mayoría del tiempo.

    Pues ahora sí que se veía capaz de correr como una liebre.

    Se respaldó en la misma pared de la entrada, pero lejos de esta, sintiendo el palpitar de su corazón con una mano y con la otra sostenía con fuerza el asa de su bolso. Pestañeó con velocidad, ninguna gota corrió por sus ojos.

    Soltó un suspiro pesado y alzó la vista el techo, vacía, concentrándose en su respiración a ver si se evitaba el paro cardíaco. Se decidió con rapidez que entraría al lugar en cuanto las campanas indicaran el inicio de clases.

    Incapaz de enfrentar a Shiori.

    Porque era bastante cobarde y sobre todo, sabía que podía quebrarse tal cristal frágil.
    Y lo que menos quería era ser una carga más para la chica.

    Hitori , ahí te la dejo pa' Jez
     
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    Zireael

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    Le había avisado a Al que nani me haría el favor de pasar a dejarme a la Academia, si quería lo podíamos llevar también. Negó la oferta, diciéndome que aprovecharía eso para acompañar a Kuro-chan. No tenía los detalles a fondo, ciertamente, pero para que estuviera comportándose de esa manera la cuestión de verdad tenía que haber sido muy seria.

    Como fuese, a la mañana desayuné, guardé los almuerzos en el maletín y luego de terminar de prepararme subí al coche. Todavía tenía el horario de Países Bajos, así que iba bastante dormida la verdad, creo que cabeceé varias veces y nani me dejó estar, sabiendo que debía estarme costando ajustarme de nuevo a Japón.

    Me espabilé unos metros antes de llegar al portón principal, me di un par de palmadas en las mejillas y me acomodé el cabello. Al final me había hecho una media cola, apenas para apartarme algo de cabello del rostro y tal, aunque el condenado flequillo seguía tan incontrolable de costumbre.

    —Nos vemos. Gracias por traerme —le dije a mi tía mientras me bajaba del coche, me despedí con un movimiento de mano y una sonrisa luego de haber cerrado la puerta.

    Caminé entonces por el patio frontal, ya bastante gente había llegado y tal, así que tuve cuidado de que nadie me fuese a llevar en banda. Apenas un par de metros antes de la puerta principal noté una silueta conocida, la chiquilla castaña amiga de Kuro-chan. ¿No estaban juntas? Además no parecía en su mejor estado, la verdad.
    Ya en el almuerzo del otro día había notado que era nerviosa, pero no sé, había algo diferente.

    Me acerqué con cuidado de no ir a asustarla ni nada y le hablé sin alzar la voz.

    —Buenos días... —Me esforcé por recordar su apellido—. Watanabe-chan. No te veía desde el día que almorzamos.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Se encontraba aún ahí, no había sacado la vista del techo ni despegado la espalda y cabeza de la pared, centrada en su respiración. Aunque más que observando la estructura del lugar, eran las imágenes de cada recuerdo que poseía con Kurosawa las que invadía su mente y casi podían generar la ilusión de tenerla al frente.

    Oprimiéndole la garganta, con sus ojos ardiendo, incapaz de soltar una lágrima de momento. La madera se había consumido por el fuego después de todo, y sus iris a esas alturas se asemejaban al nogal oscuro de su hermano pequeño, Kazuki, cuando los ojos de ella en realidad siempre habían sido los más claros entre los tres.

    Y a pesar de que el deje de preocupación se aferraba a su rostro con fuerza, su mirada estaba vacía, seca, al punto de que ella misma parecía ser un ente invisible en ese mismo momento.

    Alguien sin esencia, que si llegaba a transmitir algo era simple angustia.

    Y aunque los murmullos de los estudiantes a lo lejos se escuchaban como ruido blanco al llegar a sus oídos, diferenció de inmediato los pasos que se acercaban a su dirección cuando estuvieron a un metro de distancia. Sus orbes marrones, aun con la mirada perdida, dieron con Jezebel en cuanto esta se detuvo frente a ella. Apenas y había girado un poco el rostro para poder verla, con la esperanza de que pasara de largo en busca de cualquier cosa que no fuera ella, a pesar de que era lo único que podía generar algo de interés ahí.

    Su expresión algo indiferente no demoró en arrugarse, otra vez compungida y con el pulso aumentando de nuevo, luego de haber logrado calmarlo un poco. No demoró en desviar la mirada y rostro al costado que daba a la hilera vacía de árboles, incapaz de sostener los ambáres ajenos, con las manos afianzándose al inicio del asa de su bolso.

    Recordaba su rostro, la imagen de Altan también le rayó la cabeza debido a eso, pero su memoria y los eventos ocurridos no aportaron nada para recordar también el apellido.

    —Uhm —soltó poco después, en una afirmación vaga. Una parte de ella quería ignorarla, ser una borde, pero otra aún más grande le echaría toda la culpa encima si hacia eso.

    Porque no disfrutaba de actitudes como esas, así que menos replicarlas. Aunque cuando la acorralaban lo suficiente, cerrándole todas las salidas, no podía hacer mucho por impediar que aquel método nefasto de defensa fluyera.

    Buscando que el aire se filtrara por algún lado de la opresora situación, antes que estallara por la presión.
     
    Última edición: 5 Enero 2021
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    Zireael

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    No era que esperara una bienvenida de lo más cálida, no cuando la chica de por sí parecía cargar algo encima y toda la cosa, pero al menos tuve la fe de que dijera una palabra al menos. Sin embargo todo lo que salió de ella fue un sonido afirmativo y yo solo avancé el tramo que me faltaba para apoyar la espalda en la pared también, de forma que le sacara los ojos de encima. No era que Watanabe pareciera una reina del contacto visual ni nada y no se me apetecía incomodarla más de la cuenta.

    Tomé el maletín con ambas manos y mantuve la vista al frente. Si la chica se mostraba aún más incómoda, si me decía que me fuese o algo del rollo pues lo haría, así de sencillo, pero por los momentos iba a tantear un poco más. Por alguna razón intuía que podía costarme más alcanzarla a ella de lo que me costó alcanzar a Anna, quizás porque la chiquilla daba palos de ciego y había perdido a su faro, ni idea.

    —¿Qué tal estás? —pregunté con voz suave, era una pregunta de rutina ciertamente, tampoco era que planeara indagar nada así tan directamente. Como fuese, incluso si se mostraba más huraña, creía que necesitaba compañía.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Ay, Jez, diosito, sos un amor ;--;

    Weno, the Akiyama's song:
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    Los murmullos ajenos a ellas dos le seguían pareciendo mera estática y las palabras cálidas de la chica le llegaban como dagas de hielo frías, pues quemaban a la par de helarla, y la sensación se incrementaba al estar sofocada por el clima de ese día. Se quedó mirando los árboles, parpados entrecerrados y con los ojos ardiendo algo secos, sin contar que su pulso de a poco incrementaba. Y a pesar de todo ahí se mantuvo, con el nudo en la garganta y todo, buscando entre la bruma y el ruido blanco que eran sus pensamientos alguna frase coherente para contestarle.

    Porque ya se sabía, ser una descortés estaba lejos de sus paciones.

    Otro par de pestañeos, desinflando su pecho en un suspiro tan suave como pesado, logrando hasta destensarse solo un poco con eso. Si no cayeron lágrimas era por que sus cuencas ya no podían estar más secas.

    —Agotada, diría —respondió con la voz un poco más aguda de lo normal, por tener la garganta cerrada y tal, como cuanto te ibas a largar a llorar. Aún así su tono era apagado, y para sorpresa de todos no sonó temblorosa.

    No por que le faltara miedo, o penas, más bien ya había dejado en segundo plano el primero quién sabe cómo, y hubo un tiempo en que estaba tan acostumbrada al otro que en ocasiones sentía una calma rara a pesar de que la inundara.

    >>¿Y tú?

    Pero seguirían ahí, entorpeciéndola, hasta que no solucionara sus problemas.
     
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    Zireael

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    La esperé tranquila, sin siquiera presionarla más ni nada. Si quería responder perfecto y si no también, cada quien era libre de hablar lo que deseara, hasta donde creyera posible o cómodo. Así como podía escuchar a todo el mundo podía solo hacerles compañía, como un animalillo silencioso que solo está allí para asegurarte que no estás solo.

    Contra todo pronóstico me respondió y asentí con la cabeza para que supiera que la estaba escuchando. La voz le había salido algo aguda pero lo dejé pasar, obviamente, si me le iba encima pasaría una de dos cosas, se soltaría a llorar o saldría huyendo.

    Como había hecho yo la noche antes de irnos a Países Bajos.

    —Lamento escuchar eso —comenté—. Espero que te sientas mejor pronto, Watanabe-chan.

    Giré apenas el rostro para observar su perfil unos segundos antes de regresar la vista al frente, apretando el agarre en el asa del maletín.

    —¿Yo? Algo cansada también, pero todo bien. —Otro breve silencio antes de lanzar una pregunta inocente, ajena al asunto de las pruebas físicas y otro montón de cosas—. ¿No quieres entrar a la Academia todavía?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Tener la vista clavada en el suave rosa de los cerezos, justo en dirección contraria a Vólkov, estaba ayudando un montón. Que la chica se mantuviera al margen también era un alivio.

    La albina lamentaba escuchar sus palabras, esperaba que se recuperara pronto, su voz era suave y... tan solo estrechó aún más la mirada, sin mover nada más y soltando el aire contenido lo más discretamente posible. No dejaba de sentirse en peligro, pero que no hubiera ningún cazador en las cercanías era un alivio del cual no era consciente. Aparte, la chica brillaba por dónde la miraras, incluso en esos momentos que ni siquiera tenía la vista sobre ella, con calidez.


    Como Kurosawa... No.
    Ahora la verdadera diosa de la paz era la albina,​

    Shiori había quedado reducida a una mundana humana.

    Aquellos seres que se manchaban con barro, se prendían fuego y se ahogaban en el agua.
    Tal como su familia.

    —Uhm —soltó igual que antes al recibir una respuesta similar a la suya. Por eso mismo tampoco demoró en pensar que la otra debía cargarse angustias similares, solo por que era incapaz de percibir el mundo de manera racional en ese momento. Todo estaba cubierto de una bruma blanca, como la costa en las mañanas frías, a pesar de que eran contadas las veces que fue a la playa.

    Le anudó otro poco la garganta al imaginarse al faro reconfortante que podía ser Jezebel en esas brumas mañaneras, como si alguien de su categoría no lo mereciera.
    ¿Y tú sí, Aki?

    El ruido blanco subió un montón de improviso, y por unos breves instantes vio todo en blancos y negros, errático y sin forma. Solo un segundo, cuando los colores volvieron su ojos estaban nublados y ya había soltado dos lágrimas en completo silencio. Escuchó la pregunta de Jezebel sin emitir ruido alguno, ni tampoco moverse más que para seguir exhalando con fuerza, pero en absoluto silencio.

    Con el cabello castaño cayéndole por delante, y al tener la cabeza volteada en dirección opuesta a la albina el rostro apenas se le veía, por lo que poco le importaron los surcos transparentes en sus mejillas.

    En cuanto pudo volver a ver los contornos de las cosas con nitidez, se dio cuenta del cantar de algunos pájaros a lo lejos, el susurrar de las hojas al viento juguetear entre ellas, y el ruido de fondo volvía a ser una bulliciosa academia más,

    —No, no quiero —respondió casi en un murmullo, más por pesadez que por vergüenza, con la voz algo grave por el posible inminente llanto del cual Jez se había percatado, pero de todas formas aún estaba algo lejos de sonar quebrada.

    Sentía que algo había cambiado, pero no sabía dónde ni por qué. Tampoco quería averiguarlo.
    Por lo menos de momento.
    ¿Voy a poner canción por cada simplón post de Nagi? Eso parece, aunque esta en especifico me calma el alma.

    Plost-twist, cambié poner las cancioncitas arriba, a ponerlas abajo (???)
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    —Ngh~

    El aire fresco del exterior me había ayudado a despejarme, tal y cómo había supuesto, y aproveché el momento para estirarme también tras recuperar la compostura. El sol brillaba con bastante fuerza pero aun así había alguna que otra brisa aleatoria que ayudaba a que el ambiente no fuese asfixiante.

    Ya que había salido, podía aprovechar un poco el buen tiempo antes de subir a clases, que no había ninguna regla en contra de eso, ¿verdad? Y en eso estaba cuando me giré un poco sobre mi cuerpo y distinguí la pálida melena de Jezebel. No sabía exactamente qué era lo que tenía, porque quizás en una situación diferente no me atrevería a molestarla, pero aquellas hebras blanquecinas me atraían como si fuesen un faro o algo así.

    Así que me acerqué a su posición y fue apenas cuando me paré al lado de la mayor que me di cuenta de que estaba acompañada por alguien más. Bueno, ya había llamado demasiado la atención así que no había modo de dar la vuelta e irse. Además, no tardé en darme cuenta que se trataba de Watanabe-chan y fue, de hecho, bastante oportuno porque se veía lo mucho que ella quería a Shiori y... bueno, solo podía imaginarme lo mal que tenía que estar pasándolo.

    >>Vólkov-senpai, Watanabe-chan, buenos días~ —saludé, con la suavidad de siempre—. ¿Aprovechando el sol matutino~?
     
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  11.  
    Zireael

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    Jez.png
    Había sido así desde que había nacido Anne, ¿no? En ese momento, cuando tuve un cuerpo más pequeño que el propio en brazos me di cuenta de lo único para lo que servía, lo único que quería hacer, como si fuese inherente a mi personalidad. Lo traída grabado a fuego en el alma.

    Cuidar.

    Ser un pilar.

    Cobijar a los demás.

    Iluminarles el camino.

    Hacerles compañía hasta que pudieran levantarse o avanzar por sí mismos.


    No tenía la vena posesiva y controladora de Kurosawa tan marcada, existía, ciertamente, pero en general mi forma de actuar era tan desinteresada que no me paraba a verla como una manera de mantener el control sobre lo que ocurría a mi alrededor pero ni en chiste. Jamás de los jamases era capaz de ver en mi calidez, en el amor que quería prestar, algo tan rígido como las correas que Shiori Kurosawa colocaba aquí y allá.

    Yo, al final del día, era agua al igual que Al. Mucho menos caótica, no era ni de cerca algo parecido al océano, me asimilaba más a los lagos, las pequeñas charcas o a la llovizna de verano.

    ¿Cómo iba el agua a contener a nadie?

    Seguí sin mirarla, dándole su espacio, y de nuevo me pregunté por qué su eterna guardiana no estaba con ella, qué clase de hecatombe podía haber ocurrido realmente para que las cosas estuvieran así. Qué había pasado para que Watanabe estuviera allí, llorando a la orilla de la puerta sin que la otra se enterara. Con la castaña no podía tomarme las mismas confianzas que con Anna, no podía abrazarla, limpiarle las lágrimas del rostro y casi consolarla como a una niña pequeña.

    Sentía el impulso, claro. Era casi tan natural como respirar, pero encontré por dónde contenerlo y solo mantenerme a su lado.

    —Está bien, cariño. —Ah, eso no lo había podido filtrar—. Podemos quedarnos aquí y disfrutar un poquito del sol, ¿a qué sí?

    Sonreí, una sonrisa dirigida a ella aunque no estaba haciendo contacto visual. Inhalé aire de forma casi imperceptible mientras metía la mano al bolsillo de la falda para sacar un pequeño pañuelo y extenderlo hacia ella.

    Llora lo que haga falta si te hace sentir mejor.

    No pasa nada.

    Estoy aquí.


    Le di su tiempo para aceptar o rechazar el trozo de tela. Poco después me di cuenta de que alguien se había acercado a mí, Emily Hodges, y cuando estuvo a mi lado le dediqué una sonrisa suave.

    —Por supuesto. Luego de los días que pasó lloviendo hay que aprovechar el buen clima, ¿no?


    como tres veces casi me largo a llorar mientras hacía este post, ni idea (???
     
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  12.  
    Kaisa Morinachi

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    WEY, QUE ONDA, soy muy fan de esto.
    No pongo nada, pa que se quede sonando la canción de Hito (???)
    Nagi-cinta-gigi-1.png

    Ahora mismo estaba cargando con un seriedad que le recordaba a sus días sus últimos días en primaria, entre sus 10 y 11 años aproximadamente, cuando apenas empezaba a conocer a Natsumi, quien había llegado a la vida de Haruka y Nagi alrededor de esas fechas. Un par de años antes de eso, solía mantenerse pasiva dentro de los perímetros que Haruka se atrevía marcar entre ellas y los demás, con acciones entre agresivas y hurañas, haciendo lo que estuviera a su alcance para que dejaran de aprovecharse de ellas de una buena vez.

    Una vez formado su trío de amigas, las cosas en casa también empezaron a cambiar de forma paulatina, silenciosos todos los involucrados a pesar de lo ruidoso que podía llegar a ser su hogar, no por nada Ichirou fue el único en empezar a ver los atisbo de lo que ocurría.
    Por aquí.
    Por allá.
    Él era la primera serpiente de la cadena, al fin y al cabo.
    Hasta que su actitud y relación tanto fraternal como maternal de aquella época se vio resquebrajada, siendo altas las probabilidades que de por vida. Por lo menos le quedaron sus hermanos pequeños, pero hoy por hoy eso también pendía de un hilo.

    Y entonces la voz dulce de Jez y su elección de palabras le llegaron demasiado de improviso, provocando que inhalara hondo e incluso se irguiera un poco en el proceso, reflejando en su rostro clara sorpresa y bochorno. Había sido como un balde de agua fría, el cual le reactivó el corazón de sobremanera, mandándole señales a su cerebro de que aún seguía viva, y ya iba siendo hora de despertar.

    Dejar atrás esa ensoñación que se llevó lejos a la pequeña Aki.

    —Su-su... suena bien, s-si —empezó a soltar en un volumen normal, pero tartamudeando demasiado para tan pocas palabras. Hubiera querido que la tierra la tragara en alguna otra canción, pero era lo que menos apetecía ahora que recién se había levantado de una buena vez, aunque le tocara andar caminando a tropezones. Aunque, bueno, de todas formas había terminado por encogerse sobre sí misma, llevándose las manos tras la espalda y con la vista clavada en el piso. Parecía un buen avance, por lo menos.

    Y fue ahí cuando vio el pañuelo blanco, igual que el cabello de la chica. Con lentitud volteó la cabeza hasta dar con sus ojos ámbar, compungida aún con toda la cosa; y no demoró en devolverla con rapidez al pañuelo blanco, tomándolo de sus manos casi con ansiedad.

    Pero bueno, ¿qué diablos hacia una chica tan linda como ella ahí? Se habían visto solo una vez, donde se mantuvo en su burbuja limitándose a hablar con Aika, la senpai de ojos dorados no debía por qué tener algún motivo para querer acercarse. No eran ni amigas ni mucho menos compañeras, después de todo. Y eso pudo haberle olido raro, pero en esos momentos tenía el cerebro tan chamuscado que tan solo se limpió las lágrimas con escasos movimientos, para extenderle con cuidado el pañuelo de vuelta a Jezebel.

    —Ga... Gracias —masculló, empezando a tamborilear la pared del edificio con suavidad, apenas generando ruido.

    Y el cielo no pararía de tirarle ángeles, parece.
    Ya no podría quejarse de su suerte, pues le cerraron una puerta y la divinidad que estuviera a cargo le abrió dos y quién sabe cuantas más.
    Aunque no por eso había tirado la tolla, esperaría frente a la puerta por mucho más tiempo aún.

    Y cuando aún tenía la cabeza gacha, fue que Hodges llegó a escena, en una sintonía no muy distinta a la de la otra chica. Aunque mientras Jezebel desprendía una calidez maternal, Emily mandaba más vibras de una alegría juvenil que te incitaba a ignorarla y pasar tiempo con ella, por lo que se encontraba otra vez sin poder ser una borde, pero cada vez le estaba preocupando menos eso.

    Y eso era bueno.

    Watanabe soltó un quejido bajo, casi lastimero, con expresión compungida y cabizbaja, terminando por desinflar en pecho exhalando por la nariz. Era un gran paso hablar con cualquiera conectado a Kurosawa, la verdad, porque se estaría vinculando a ella indirectamente de tal forma y aún no estaba segura de sí su senpai quería eso aún.

    —Mamá dice que quedaré blanca como un papel sí me llego a quejar del sol—. Fue lo único que soltó como al aire, de manera enfurruñada—, por lo que si, es sano.


    Le juro que lo estoy escribiendo desde hace mucho rato, pero me distraje como chorrocientas veces ;w;
    Pero bueno, ahí está uwu
     
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  13.  
    Amane

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    aBbGD3Z.png

    Ajena al intercambio de las chicas anterior a mi aparición, simplemente asentí con la cabeza sonriente mientras me llevaba las manos tras la espalda. Di media vuelta para quedarme durante un segundo frente al sol y recibir su rayos de lleno, completando la vuelta justo después para volver a encarar a las chicas.

    Así y todo, era más que consciente que Nagi no estaba en su estado nervioso de siempre, y si bien por un lado podía ser algo bueno, se notaba que tampoco estaba en uno mejor. Quizás Jezebel también se había dado cuenta y la estaba intentando ayudar... y al mirarla entonces, me di cuenta que quizás nos parecíamos más de lo que nos dábamos cuenta.

    —Ah, mi madre también decía cosas de ese estilo... y por su culpa ahora mi hermano y yo le decimos lo mismo a nuestra hermana más pequeña, que tome el sol porque es muy sano —conté, con un tono liviano como quien cuenta una anécdota cualquiera a sus amigas.

    Y bueno, que mentira no era tampoco. Desde que volvió a trabajar, mamá siempre nos recordaba que sacásemos a Alice a pasear para que tomase el sol y esas cosas.

    >>Senpai, ¿cómo es el tiempo en los Países Bajos? —pregunté, girando el rostro hacia la mayor para mirarla con curiosidad—. Está... en la zona occidental de Europa, ¿cierto? Tiene que hacer bastante fresco~

    Cualquier tema era bueno para distraer, ¿verdad?
     
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  14.  
    Zireael

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    Jezebel Vólkov

    —No es nada —respondí mientras tomaba el pañuelo de regreso y lo guardaba en su lugar.

    Solté una risa al escuchar su comentario antes de añadir algo más.

    >>Yo no puedo tomar mucho sol, puedo quemarme muy feo si lo hago, pero con un poco está bien.

    Me alegraba que la llegada de Emily en lugar de cohibirla, asustarla o molestarla de cualquier manera más bien parecía haberla puesto en marcha de nuevo, trayéndola de regreso al mundo de los vivos.

    Atendí entonces a la pregunta de la morena.

    —Ah, sí. Es bastante fresco, la verdad me gusta mucho ese clima —respondí junto a una sonrisa.


    Me salió todo shitty el post sowwy
     
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  15.  
    Kaisa Morinachi

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    Nagi happy me da como cien años de vida ;w;

    Nagi B.png
    Nagi alzó el rostro para ver con aires de anonadada, y un atisbo de ilusión en sus ojos, el rostro calmo de Emily cuando mencionó tener una hermana pequeña.

    —¿En serio tienes una hermana pequeña?—. Quedó con la impresión en el rostro unos pocos segundos, con la voz reflejando su incredulidad, pues ni estaba segura del todo por qué le hacía cierta ilusión.

    Sería que, a pesar de lo mucho que se le dificultaba, desde que Ichirou ya no estaba con ellos se había tomado el rol de protectora muy a pecho, aunque fuera tan solo con en mocoso de Kazuki. Y, así por reflejo e instinto, buscaba ver sí, tal como ella podía pasar tan buen rato con Emily, los pequeños pudieran internar lo mismo.

    Pestañeo un par de veces, despertando de su asombro, y volviendo al gesto nervioso y asustadizo que había conocido la morena en sus primeros encuentros. Bajó y alzó la vista y cabeza con rapidez, otra vez pateando con suavidad el suelo.

    >>Di-digo... ¿Cu-cuantas años tiene? —tragó grueso para inhalar hondo después, desinflando el pecho al botar todo el aire por la nariz—. Yo... también tengo un hermano pequeño... seis años —agregó, con una entonación similar a la anterior, pero más plana casi pecando de monótona.

    Se quedó en silencio, seguía con los nervios de siempre, pero al mismo tiempo sentía una seguridad quién sabrá de dónde que le transmitía paz. Le aseguraba que podía estarse tranquila.

    Aguardó en silencio, cabizbaja y meditativa, mientras escuchaba el resto del intercambio.

    Cuando Hodges mencionó que la senpai era de Países Bajos, qué quién sabe dónde estaría en el mapa, Nagi también volteó a verla asombrada.

    —¿E-en serio? —murmuró a un mirándola, hablando para sí misma en realidad, ycocn lentitud volvió a fijar su vista en el suelo.

    ¿Países Bajos?, ¿y qué diablos significa eso, precisamente? Hacia frío, según lo respondido por la albina... Entonces... ¿son "Países Bajos", por sus "Bajas" temperaturas?

    Diablos, se sentía tan ignorante. Y a pesar de que le sentaba mal, la curiosidad por saber más la llevó a volver a posar su mirada en Jezebel, algo más calmada a pesar de los nervios transparentes que aún se cargaba.

    Le gustaba el frío... no era mala opción, la verdad. Sí pudiera combinar frío con la luz de un día soleado, Nagi definitivamente elegiría un día así.

    —Ah, claro... sí tienes piel delicada, tanto sol es algo peligroso, ¿no? —divagó en lo anterior, con su voz tímida y ahora poco invasiva, como sí no pudiera dejarse cabos sueltos—, y... ¿Es bonito? Países Bajos, digo.

    Devolvió su vista al paisaje de la academia, ya no evitando las o algo, simplemente sentía la necesidad de no mirar un mismo lugar todo el tiempo, a menos que fuera una anime, manga o videojuego.

    >>¿Qué tanto se parecerá a Japón? —divagó otra vez, con vocecita suave y aguda, casi como la tecla más alta, pero menos estridente del piano.

    Su voz era fácil de no oír por el tono bajo que poseía por naturaleza, pero estaban tan apartadas de la muchedumbre que no era mayor problema en realidad.
     
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  16.  
    Amane

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    aBbGD3Z.png

    Levanté las cejas al escuchar la voz de Jezebel y, en un impulso algo extraño, me acerqué un poco más a su posición para colocarme de puntillas y poner una mano contra su frente a modo de visera.

    —Tu piel parece muy suave, senpai, sería realmente una pena que se quemase, ¿no crees? —susurré, con una ligera sonrisa.

    Casi podía parecer que me había olvidado que no estábamos solas y que tampoco tenía mucha confianza con ella porque, con aquel extraño brillo en los ojos, deslicé el dorso de la mano a lo largo de su mejilla hasta que finalmente la dejé caer y volví a centrar mi atención en Nagi.

    >>¿Eh? Ah, sí, se llama Alice. Tiene 12 años ya, la enana —le respondí, recuperando la expresión amable—. Quizás algún día os la pueda presentar. Es una bola de energía, pero es buena chica.

    Tras decir aquello deslicé la vista por el patio y saqué mi móvil con una expresión curiosa, queriendo comprobar la hora.

    >>Ah, ya queda poco para que empiecen las clases, ¿queréis ir subiendo?

    Enviar a Emi toda horny no parece que haya sido la mejor de mis ideas huh (?) en verdad sí
     
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  17.  
    Amane

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    Tremendo doble post me voy a marcar SIN IMPORTARME NADA solo porque NECESITO rolear a esta pendeja ahora OBVIO lmao

    tqTcEwK.png

    Volver a las clases en mitad de las mismas, con las pintas que nos llevábamos y todo, la verdad es que no me había parecido la idea más apetecible del mundo. Pero, por desgracia, no es que tuviese mucha más opción salvo quedarme aburrida en la azotea así que... ahí estábamos.

    Las clases, por demás, pues fueron un jodido coñazo, como siempre. No conseguí quedarme dormida de nuevo, a pesar del evidente cansancio que ya comenzaba a llevarme, quizás porque sentía que sería tan poco tiempo que ni merecería la pena dormirme, ni idea. La cosa es que me pasé todo el rato jugueteando con los bolígrafos y lápices entre mis dedos, haciendo garabatos en la libreta y mirando por la ventana cada tanto.

    La campana sonó al final después de un tiempo, pero más que emocionarme lo cierto es que me sacó un resoplido hastiado. Deslicé la mirada hacia Joey cuando llamó mi atención, dedicándole una sonrisa parecida aunque algo más vaga mientras movía la mano de lado a lado, indicando algo así como "haz lo que quieras" pero también como despedida. Bueno, más le valía aparecer luego, como me dejase sola en las pruebas después de todo sí que me iba a enfadar.

    Sea como fuere, con un suspiro pesado acabé levantándome de la silla, hice el cambio de uniforme y me dirigí hacia el patio frontal a paso relativamente tranquilo, haciéndome la coleta alta de siempre por el camino. Y en cuanto llegué a la zona, ni siquiera me digné a mirar a mi alrededor o algo, pillé el primer árbol que tuve al alcance de la vista y me tiré al suelo, con la espalda apoyada en el tronco y las piernas dobladas, apoyando las brazos extendidos sobre las rodillas.

    Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, suspirando.

    Dios, qué puta pereza.
     
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  18.  
    Kaisa Morinachi

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    Chale, me equivoqué de patio XD

    Masuyo cuando cante en público: "Con mucho amor y cariño, para mi lindo príncipe de tercero~"

    Masuyo C.png

    Las clases pasaron apacibles, irrelevantes, mundanas; me concentré, me perdí, rendí con la habilidad de siempre; pero gran parte de mi mente, para mí mala suerte, no podía deshacerse del principito consentido de la academia. Lo veía, lo juzgaba y no me estaba gustando nada en las primeras casillas en las que estaba cayendo, había que cortar más y más, meter el dedo en las gallas tras ir encontrando cada herida: Hasta comprobar sí ese ser humano en verdad tiene valor alguno como ser vivo, cosa de la que me fiaba totalmente, pero a ver sí no terminaba alguno en el hospital o con quién sabe qué desgracia antes de eso.

    Cuando me quise dar cuenta las clases habían pasado sin pena ni gloria, guardé todo con ambivalencia y estoicismo, pintando otra vez la fachada de alumna estrella, correcta, japonesa de nacimiento. Bueno, lo último sí que lo era, y estaba más que orgullosa, como siempre estaría de la más mínima cosa que me brindó mi familia, como la más mínima enseñanza que me enseñaron desconocidos, como la más mundana pelea y discusión que me llevó a ser quien era hoy por hoy:

    Masuyo Kobayashi: alguien que no se doblega a menos que desee ser doblegada.
    Antes muerta que dejar que me pisoteen y maltraten.

    A mí o a cualquier otro.

    Sin percatarme ya me encontraba con el caminar fusionado de una chica correcta y alguna pandillera de baja alcurnia, ni idea cómo se describiría eso a ojos ajenos, pero así me sentía y ya está. Entonces, luego de cambiarme al ajustado y revelador traje de gimnasia que por mi parte no rebelaba mayores curvas, pero sí que mis piernas y brazos tonificados por mis ejercicios aeróbicos, salí a enfrentar la luz de la primavera. Al deshacerme de la oscuridad del edificio me extendí tal flor en primavera, parecida a un girasol siguiendo su astro, como los árboles más altos intentando alcanzar el cielo; porque así era yo, no me conformaba con dar y recibir migajas. Para egoístas ya estaba el mundo en sí.

    Entonces, cuando llegué a un lugar algo apartado del lado derecho, algo cerca de los árboles de cerezo, me puse a calentar. Estaba a la distancia suficiente para que el docente de turno no tuviera que forzar su voz para llamar mi atención en especifico, ni yo correr de más sí debía acercarme a velocidad. Calentar, estirar, calentar, estirar; tensar: golpear.

    Vaya, había que ver lo bruta que era, la idea de que amaba los deportes y competir no fuera más que para poder enfrentarme a bestias que me doblaban el tamaño logró sacarme una sonrisa socarrona, adornando mis labios mientras me preparaba para la acción, buscando con mi vista los próximos objetivos.

    ¿Objetivos para qué, Kobayashi? Pues bueno, ya esos objetivos lo decidirían~

    Gigi Blanche uwu Toda para ti, te juro que a Bleke no le muerde la oreja (????)
     
    Última edición: 18 Enero 2021
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Bleke.png

    Habían sido unos días de lo más apacibles. Jez había vuelto y todo siguió su curso habitual, como si el tiempo no transcurriera realmente. Como si ella no hubiera faltado y a nuestro alrededor, lejos del alcance, la escuela no amenazara con reducirse a cenizas por conflictos cerniéndose desde afuera. Habían infectado el corazón del Sakura, se habían alojado como un huésped malicioso. Pero nada de eso sabía yo, aislada dentro del cascarón congelado en el que vivía desde quién sabe cuándo.

    Había estado buscando a Violet, pero al parecer no había ido a la escuela. Ya que me encontraba en el pasillo de tercer piso, decidí probar suerte con Shawn también. Las elecciones seguían en pie y él había accedido a ayudarme con la campaña. Como fuera, tampoco lo encontré y quizá estuviera loca o algo, pero tuve la sensación de que aquella chica parada frente a la 3-2 deambulaba la zona con el mismo propósito que yo.

    Me cambié al uniforme de gimnasia para las pruebas físicas junto a Kashya y salimos al patio. Busqué a Jez con la mirada, sin éxito. En eso estaba cuando identifiqué precisamente a la niña del receso y decidí acercarme a ella, indicándole a la albina con un vistazo rápido que me siguiera. ¿Quizá supiera algo? Al menos para confirmar mis paranoias.

    —Hola. —Mi voz, como era usual, repercutió suave y aterciopelada en el ambiente. La acompañé de una sonrisa modesta—. Perdona si esto te resulta extraño, pero ¿de casualidad conoces a Amery-senpai?
     
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  20.  
    Kaisa Morinachi

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    Masuyo C.png

    Piernas, espalda, muslos, torso; manos, dedos, hombros, brazos; calor, estirar, elasticidad, energía. Ya sentía la sangre fluir con habilidad por mis venas, no burbujear de manera molesta como con ese principito engreído... calma, Musuyo, ¿dónde estaba eso de no juzgar un libro por su portada? Aparte, la reacción explosiva de la chica no había sido... la más adecuada, ni menos aún estratégica. Solté un suspiro pesado, no sé qué tan jodido debía estar el tipo sí él era el vulnerado en esa situación, pues no mostró ni un ápice de pena, angustia o desespero. A veces yo era capaz de hacer eso, mostrar un solo lado, pero no era más que una fachada que por muy adentro escondía todos mis sentimientos enmarañados. Emociones que luego fluían fuera de mí vertiginosamente y, no sé, a ratos no era muy agradable que las emociones pudieran sobre tu actitud.

    Y mientras buscaba la mirada miel del individuo ese, mis ojos se toparon con unos azules bastante curiosos. Papel, nieve, invierno, ¿sonrisa? Sutileza, ¿precavida también? Tímida no parecía. Ladeé la cabeza, con una expresión de ligera sorpresa mientras me echaba el flequillo hacia atrás, dejando despejado todo mi rostro, con la respiración más que agitada, diría que puesta en marcha.

    —¿Amery-senpai? —fue cosa de pronunciar el nombre para que una sonrisa genuina y alegre iluminara mi rostro de por sí ya algo rojo, soltando luego una risita sencilla—. Sep, lo conozco —contesté con sencillez y antes de sostenerle la mirada a ella tras abrir mis ojos, inspeccioné con rapidez a la chica que le acompañaba, volviendo a ver a mi locutora poco después. Mirando directamente a sus cristales fríos, como solía hacer cuando andaba de buenas... o de malas—, juro haberlo visto en la mañana —proseguí, luego a mis palabras las acompañó un gesto que mezclaba tanto preocupación como duda—. Lo esperé bastante tiempo fuera de su aula, pero parece que no salió. O tal vez sí lo hizo y yo ni enterada.

    Me había terminado por cruzar de brazos, mirando el cielo casi despejado con calma, pensativa. Bueno, debía de haber estado en la sala, ¿no? ¿Me habría visto afuera y decidido no salir? Tal vez había llegado demasiado tarde y yo estuve anclada ahí como una idiota. A mi expresión le cruzó una ligera sorpresa y tras eso hice una leve reverencia, tan formal como amigable.

    —Soy Kobayashi Masuyo —aclaré para luego erguirme, otra vez sonriente a ojos cerrados, llevando mis manos tras la cintura, entrelazando mis dedos—. Un gusto.
     
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