En realidad no sabía que lo tenía más frustrado, el hecho de simplemente sentirse tonto al haberse quedado allí observando a que algo lo suficientemente relevante pasara para que esa molestia en su cabeza por no ser capaz de unir dos puntos tan simples como un rostro con alguna memoria, pero claro, ¿qué tantos rostros no había visto ya y cuantos no había dejado pasar en su ir y venir? Porque el apellido no le funcionaba en lo absoluto, era un dato inútil cuando en casi la mitad de su vida, solo había conocido gente sin uno y él mismo tuvo varios en su posesión. O quizás su frustración se debía a que gracias a estar perdido en su cabeza, ni siquiera se percató del momento en que el menor hizo acto de aparición y chocó con él, llegándolo a mover incluso un par de pasos al haber estado completamente relajado, inclusive estaba seguro que se alcanzó a quejarse un poco antes de solo mirarlo con cierta molestia. —¿Qué tan difícil es solo mirar el camino por el que vas? —Preguntó con genuina curiosidad aunque la molestia en su voz era más fácil de detectar que lo otro —, no puedes simplemente chocar con la gente mientras caminas...—Suspiró, dejándole de prestar atención unos segundos para recorrer su mirada por el lugar y confirmar que en efecto el chico "familiar" se había ido. —Estoy bien, solo cuida por donde vas, no vas a morir por simplemente llegar tarde. Se movió ligeramente hacia un lado para darle espacio a seguir, aunque de igual forma él se iba a ver obligado a seguir el mismo camino para dirigirse a clases, pero... tan siquiera si el menor iba primero se aseguraría que no terminara haciendo lo mismo mientras subían las escaleras.
Soltó una risa suave al imaginar a su madre apagándole el despertador. Vaya, hacerle eso a Daute era prácticamente sinónimo de guerra. Aunque claro, una como madre posee ciertos privilegios. Notó que el muchacho deslizaba su atención hacia otro punto de los casilleros y siguió su mirada por mera inercia, encontrándose al moreno que había dejado esperando el viernes por... bueno. Volvió la vista, algo incómoda. Aún le avergonzaba mucho la idea de hablar con él, aunque parecía haberse hecho amigo de Daute y eso le alegraba mucho. —¿Qué tal estuvo la juntada, por cierto? —cuestionó, en voz suave, aceptando su mano para empezar a caminar—. Con aquel muchacho. Aaron, ¿cierto? Cierto era que se habían visto el sábado, pero sus tiempos de almuerzo eran cortos y se les había perdido la mayor parte mientras Sasha lo regañaba sobre dejar a tus amigos plantados por razones tan bochornosas y que, encima de todo, no se lo hubiera hecho saber a ella. Bueno, podía ser bastante firme cuando algo le parecía una injusticia o una falta de respeto, y Daute ya la conocía. Contenido oculto no posteé directamente en el pasillo porque fui la última ahí y chale mi toc, pero ya arrástralos si quieres owo
Sonrió para sí al escuchar las palabras del muchacho mientras balanceaba el peso de un pie al otro antes de apoyar la espalda en la línea de casilleros. Se quitó los cascos de alrededor del cuello, extendiéndolos hacia el chico. —¿Quieres oír tú mismo? —preguntó sin quitarse la sonrisa del rostro—. Prometo no reventarte los tímpanos~ Eso, al menos, no era mentira. Sabía cómo moverse para no molestar tanto a la gente de primera entrada, sino hasta que ya no tuvieran por dónde escapar, más o menos como había ocurrido con Alisha, el polvo, las pastillas robadas y la culpa forzada. Porque era una hiena. Y aunque no lo sabía, no era la única hiena presente en el Sakura. Contenido oculto: La rolita que estaba escuchando la loca (?) Acababa de saludar al atolondrado de Koizumi cuando escuchó una vocecilla conocida a su lado, que la hizo dar un respingo de puro reflejo. La castaña había almorzado con ellos el viernes, se había tirado todo el rollo, pero había permanecido en silencio así que de alguna manera le preocupaba haberla incomodado o algo. Cuando se giró para mirarla, en todo caso, parte de la sensación se desvaneció al verla sonreírle. —Buenos días, Watanabe-chan. ¿Qué tal ese fin de semana~? La molestia que percibió en la voz del muchacho lo hizo desviar la vista a cualquier parte al notar que algo de color le había subido al rostro. Era muy torpe una mayoría importante del tiempo, estaba acostumbrado a recibir ese tono de voz por la calle o en la escuela, pero no por eso perdía efecto en hacerlo sentir más o menos estorboso. —De poder se puede —dijo con un hilo de voz—, ¿qué podría evitarlo? Pues también. En todo caso, me alegra no haberte lastimado ni nada. Hizo una reverencia quizás algo exagerada. —Me disculpo de nuevo, senpai. Contenido oculto el grupo de shitty posts madre mía
Los recibió para abrirlos y ajustarlos sobre su cabeza, acomodándolos en sus orejas para escuchar el tema con el cual ella antes, se retumbaba los oídos. Jamás había escuchado aquella canción, sin embargo, el ritmo y la tonalidad de la voz. La miró desde arriba al ser un poco más alto que ella, como si la observase entre las pestañas albinas con aquellos zafiros helados, volviendo sus labios a una línea recta a medida que se quitaba los cascos y sacaba del bolsillo sus propios audífonos, deslizando el pulgar por la pantalla del celular. Encontró la carpeta requerida, abriéndola para comenzar a reproducir, y prestarle ahora, sus audífonos a ésta, invadiendo su espacio a medida que procuraba estar alerta hacia cualquier ademán de incomodidad para alejarse, llegando hasta su cabello para correrlo y posar en su oído izquierdo el auricular blanco. —Buen gusto, Eris —susurró reproduciendo su tema ahora, para que ésta escuchara. Contenido oculto
Por alguna razón se mantuvo estática bajo el agarre de Ai Mamiya. Podía sentir sus dobles intenciones, podía sentir la posesividad impresa en el gesto. Pero no trató de librarse de él. ¿Trató? No quiso. Su mente hacía tanto ruido desde antes del fin de semana que aquel abrazo venido de la nado logró cambiar el cauce frenético y errático de sus pensamientos. No la apagó en su totalidad pero le bajó el volumen a sus reproches, a la autocrítica. Le bajó el volumen al dolor en su pecho. Ah, tan cálido. Cuando su cuerpo logró recuperarse de la sorpresa se relajó entre sus brazos como si quisiera derretirse y desaparecer. Exhaló liberarando la pesada carga de sus hombros y cerró los ojos. Se sentía cansada, confusa, ansiosa. Idiota. Aceptar lo que quiera que fuere que Mamiya pretendía darle se veía como una buena opción. Por instinto buscó más contacto, se apretó ligeramente y Ai se lo concedió sujetándola con algo más de fuerza por la cintura. El mundo se llenó de ruido blanco. No vio a Sonnen al pasar. No escuchó a Kohaku despedirse. No fue testigo de como Welsh se le abalanzaba a Joey. Se permitió dejar ese hermetismo de lado para aceptar el tacto de la Dionaea. Ser como ese insecto ingenuo y desprevenido que acababa siendo devorado entre sus fauces. Para percibir el roce cálido y sentirlo reptar sinuoso por su piel incluso a través de la tela del uniforme. Ponía en alerta todos y cada uno de sus sentidos. La suavidad, tersura y firmeza de sus senos contra sus omóplatos y su respiración caliente cosquilleándole el oído. Como si no hubiera nadie más ahí. Un suspiro tembloroso le recorrió el pecho cuando se vio forzada a centrar sus propias ideas nuevamente. Se lo ordenó a sí misma. Estaba actuando como la estúpida hormonal que había demostrado poder ser y no era eso lo que buscaba. Quería callar su mente pero no de esa forma. ¿Usar a las personas para su propio beneficio? Ella no era Cerbero. Abrió los ojos con un aleteo suave de pestañas. ¿En qué demonios estaba pensando? En su voz se coló cierta severidad intrínseca. —Mamiya-san. Ai casi rozó su oído. —¿Hm? Suficiente. Y el abrazo se rompió. Konoe se separó y giró en su dirección. Una nueva mascara hermética ocultó sus emociones. Esa expresión de estudiante modelo perfecta. —Deberíamos ir a clase.
Nagi Watanabe Como era de esperar, Kurosawa la recibió con la calma de siempre. —Normal, me quedé en casa como siempre —respondió a su pregunta— !Ah! También estuve cocinando arroz, quedó fatal las primeras veces, pero creo que logré hacer algo pasable al final —agregó entusiasmada, para después soltar una risita nerviosa. Estuvo por devolverle la pregunta, pero recordó su actitud cuando almorzaron el viernes. A pesar de que el tipo intentó entablar conversación, ella lo ignoró en un total silencio. Ahora se arrepentía un poco de haber tomado esa actitud, por haber podido incordiar la situación. Entrelazó sus dedos, desviando la mirada al piso algo apenada. —Uhm... Perdón por ignorarlos cuándo almorzamos el viernes —murmuró balancendo con suavidad el pie—. Creo que los nervios me pudieron, no quería parecer molesta o algo —. Tras decir eso volvió a toparse con los orbes de Kurosawa, cálidos como una fogata. Le sonrió sin perder el deje de preocupación—. No empezamos muy bien, pero no me molestaría si volvemos a almorzar con él. Contenido oculto
Le dedicó una sonrisa suficiente al escuchar lo de su gusto, pues obviamente tenía buen gusto. Podía moverse en el mundo de marginales, pero tenía sus propios estándares desde la música hasta a quién buscaba comerle la puta boca, aunque con lo segundo no se ponía tan quisquillosa de tanto en tanto. Lo dejó hacer, obviamente, luego de verlo sacar los audífonos y sacar el móvil para desbloquearlo, para luego correrle el cabello. Huh. ¿Rammstein? Le iba la mierda en alemán. Nice. —Lo mismo podría decir, Craig~ —dijo cerca de un minuto después dentro de la canción—. ¿Vamos subiendo a clase? Escuchó la respuesta de Watanabe sobre su fin de semana con atención y la felicitó cuando le dijo que luego de varios intentos había logrado hacer un arroz aceptable, eso estaba muy bien, sobre todo conociendo a Nagi. El resto de reacciones de la castaña, sin embargo, pusieron en alerta todos sus sentidos y esperó por lo que tuviese que decir, sus palabras le arrancaron una sonrisa suave, casi maternal. —No te preocupes, de verdad. No estoy molesta y sé que él tampoco. —Estiró la mano para poder revolverle el flequillo con cariño. No iba a engañarse, veía a Nagi como una partecita de su familia y, Dios, le tenía tanto cariño que era posible que ella no tuviera ni idea de cuánto era realmente. Cuando regresó la mano a su espacio tomó un mechón de su cabello y jugó con él entre sus dedos—. Bueno, debiste notarlo ya y tampoco quiero ocultarte nada. A pesar de lo que te dije el primer día de clase... Dejó ir el mechón, soltando un suspiro algo fuerte. —Comencé a salir con Usui-senpai. —El color le subió ligeramente al rostro, en parte porque no se lo había soltado a nadie directamente, ni siquiera a sus padres, pero también porque de repente la formalidad, el honorífico, se le antojó extraño porque ya no había marcha atrás, para ella era Hiro a secas—. A-así que en realidad solo estar con ambos me hizo muy feliz. Ustedes dos son mis personas favoritas en el mundo. ¿Qué acababa de decir? ¡Qué vergüenza! Se le había soltado la lengua con toda la tontería, pero no era mentira y en realidad tampoco se arrepentía.
Lo retiró luego de su comentario, guardándoselo nuevamente en el bolsillo de su pantalón de nueva cuenta, mirando de soslayo la entrada. Natsu definitivamente no llegaba, quizá tardaría de más, y él con el tatuaje a medio hacer. Aquello lo ponía algo ansioso. <<¿Vamos subiendo a clase?>> —Vamos —esperó a que ella comenzara a caminar para dar inicio a su marcha tras ella. Le tocaría tener algo de paciencia con Gotho.
Ren Kanzaki El pelirrojo se acercó agotado al área de casilleros, tras un último suspiro noto en su móvil la hora, al parecer llegaban unos minutos tarde. Como siempre su querida prima no ayudaba en su joven vida. Lo que se suponía debía ser una semana normal de presentación casi culminó en graves aprietos y una sanción de parte de la directora de la academia, pero por fortuna solo tuvo que cuidar el resfriado de la misma al resbalar con una cubeta. Ninguno se había presentado como debían pero esperaba que todos estuviesen de acuerdo en empezar de cero. —Espero Ayame no provoque más desventuras o no habrá más trucos secretos para Adventure quest— dijo Ren mientras organizaba sus cosas. —Consola portátil...libros mmm la libreta de dibujos se quedará conmigo. Ren permanecía algo distraído con los dibujos de la libreta cuando fue atrapado por un poderoso abrazo empalagoso...ella había llegado. Ayame Sabaku Cuando la chica deslizaba los dedos por su móvil culminando su conversación con un "nos vemos pronto" guardo el dispositivo en su equipaje y fijo sus orbes felinos color ámbar en una figura familiar. Sonrió ladina al reconocer aquella cabellera roja. —¡Ren!— como si fuese una ninja la chica sorprendió a Ren quien dio maldijo entre dientes el susto de su excéntrica prima, cuando la soltó Ayame llevo sus manos a ambas caderas para observar juiciosa a su primo. —¿Estas revisando otros de tus dibujos de "waifus"— inquirió con picardia la pelirroja, Ren contrariado negó tal acusación. —E-escucha no creas que olvidare tus tonterías...¡Tienes suerte que haya salvado tu vida! —Como sea ¿Sabes?—Ayame llevo una mano a su menton—En Sakura han ingresado muchos rostros nuevos según parece. —¿Y eso que tiene que ver?—Pregunto Kanzaki con muy poco interés. —Pues debo decir que he conmigo solo he traído una vieja amiga recién mudada y consiguió ser ¡aceptada en la academia!—exclamo Ayame extendiendo sus brazos con alegría. Ayame sacó su móvil y vio un mensaje en el buzón "estoy aquí ¿Aún llegó a tiempo? La pelirroja tecleo dando alivio a la persona al otro lado. —Ven a los casilleros...—susurro para teclear lo mismo en pantalla— ah y estoy con Ren no le temas...si hace algo tienes mi permiso para noquearle~ Ren rodó la mirada al escuchar a su familiar como si no le escuchase. —¡llegara en unos segundos! Apenas término el aviso unos pasos serenos se aproximaban al par y la dueña de estos al verles les saludo con suma gentileza y ánimo. Misato Aoyama Estuvo perdida en aquel nuevo instituto, sin embargo aquel paisaje de flores de cerezo era digno de admirar. No era tan malo estar perdida en un lugar tan llamativo. Los tonos de su móvil la regresaron a la realidad, era de alguien que buscaba guiarla hasta el lugar indicado. —Aya-chan... La chica de tez blanca y cabello atado en cola dejó aquel paisaje de ensueño y se aventuró entre toda la gente que rondaba la academia, muchos parecian encantados en guiar aquella chica y hubo otros que se ofrecieron en acompañarla. Pero ella solo deseaba la compañía de alguien en especifico, aún así agradeció toda la ayuda ofrecida con su acostumbrada sonrisa gentil. El último mensaje le llevo hasta el área de casilleros. Al divisar a la enérgica chica pelirroja se aproximó hasta esta y su acompañante. —¡Misa-chan!— cuando la mirada felina se encontró con la nueva estudiante corrió hasta Aoyama tomándola de la mano para arrastrarla hasta Ren. —uh...cielos asi que tú eras quien tanto mencionaba Ayame. —Por supuesto y tú debes ser ¡El subcampeón de juegos en linea!—señalo Misato aunque le confundió por un momento ver a Ren fulminar a la pelirroja con la mirada. —uh Aya-chan—llamo la atención de Ayame para tomar su mano— ¿ha mejorado todo con tu herida? Quisiera ver solo un momento ¿vale?. Sabaku levantó la manga de su uniforme, mostrando un vendaje envolviendo su muñeca. Misato examinó cuidadosamente el mismo. —Espero esto sirva de recordatorio para que cuides tus pasos— recordó Misato mientras levantaba su manga mostrando un vendaje similar...Ayame desvio su mirada con verguenza— descuida Aya-chan mi herida está mucho mejor y...créeme que no fue nada con tal de ayudarte. Mientras ambas reían Ren se acercó jugando con su consola portátil— No quiero interrumpir chicas pero lo último que quiero es ser enviado a la dirección tan temprano—comento entre risas nerviosas. —Lo siento Ren, no quiero problemas para nadie aunque si quisiera—Misato levantó la mirada tocando sus labios con el indice— dar una vuelta por el dojo de Kendo que tanto mencionaba Aya-chan. —Eso suena estupendo pero las aventuras son mejores en el receso— sugirió Kanzaki al guardar su consola. Aoyama asintió y dio un pequeño golpe en las espaldas de ambos pelirrojos. No debían hacer esperar al resto...y ¿Cómo serian los demás estudiantes? ¿Habrían conocidos tal vez?
Nagi Watanabe La sonrisa y palabras de Shiori lograron sacarle un suspiro de alivio, destensándo su cuerpo al relajarse. Cerró los ojos por reflejo cuando la chica le despeinó el flequillo, no hizo ademán alguno de interrumpir su acción, pues llegaba a ser agradable, como el mimo de una hermana mayor. Entonces, Kurosawa soltó lo de su relación con Usui, tomando a Nagi desprevenida. Sintió su pulso acelerarse y el frío de la mañana le recorrió el cuerpo, terminado por afianzar sus manos entrelazadas, la sorpresa se reflejaba en su rostro. La desconfianza y algo miedo se removieron un poco en su interior, pero antes de que cualquier inseguridad saliera a flote, Shiori agregó sus últimas palabras. "Ustedes dos son mis personas favoritas en el mundo." Sintió el calor de sus mejillas con las palmas de sus manos, sin despegar de Shiori la mirada sorprendida. Luego dejó escapar el aire contenido por la nariz, soltando una corta risita al final, sin dejar de acunar sus mejillas y con una sonrisa amplia. —Yo... también te quiero, senpai —dijo sin poder filtrar la alegría, aunque la tensión debido al bochorno volvió a reflejarse en su rostro con rapidez. Terminó por voltearse, dándole la espalda a Shiori, y luego de palmear sus mejillas dos veces volvió a suspirar. >>Creo que ya va siendo hora de que vayamos a clases, ¿no? —comentó, para luego observar a Shiori por sobre el hombro, el sonrojo había menguado un poco—. Ah, también iré a verte en el club de esgrima, para animarte y eso... supongo.
Aunque las palabras se le habían salido casi sin permiso, como si hubiese sido incapaz de contenerlas, al parecer habían bastado para distraer a Nagi del asunto principal que le había soltado así de la nada. Sabía que la castaña tenía sus dudas, que le tenía recelo y todo lo demás, no podía culparla tampoco pero confiaba en que el tiempo lograra hacer que eso cambiara al menos un poco. Cuando notó que a al chica le había subido el color al rostro una sonrisa enternecida se le formó en los labios, sobre todo al escuchar sus palabras. ¿Qué? El conejillo asustadizo que era Watanabe Nagi acababa de decirle que la quería. No pudo evitarlo, mucho menos sabiendo que Nagi era su amiga, así que se le acercó y le pasó los brazos por los hombros, dándole un abrazo fugaz desde la espalda antes de echar a andar. Para ser japonesa era una pesada de cuidado con el contacto físico, sin duda. —Vamos, vamos~ —dijo sobre lo de ir yendo a clases, sin poder evitar que la sonrisa se le ensanchara en el rostro al escuchar que iría a verla al club también—. Eh, Watanabe-chan, gracias por ser mi amiga y eso. Habló casi con un hilo de voz, sin atreverse a mirarla de nuevo, pero era algo que quería decirle.
¿Llegaba tarde? Como si le importara. Hacía un frío del carajo y la alarma de su móvil no había sonado porque Ike, con su usual culo inquieto había terminado tirándolo al suelo desde la mesita. Joder... iba a tener que terminar pidiéndole a Shiori que le devolviera su chaqueta. Aunque había ido con un abrigo esa mañana, abierto, incluso si la camiseta del uniforme era bastante fina y la corbata la tenía desabrochada. La pelusa blanca de la capucha le cosquilleó el cuello. ¿Primavera? Parecía puto invierno, coño. Y encima a la hora del receso tendrían las pruebas físicas. ¿Ponerse a dar saltos y hacer el imbécil con el día que hacía? Se echó las manos al bolsillo. Se preguntaba si no podía saltárselas como la última vez. Estaba seguro de que Shiori estaría de acuerdo.
Se había quedado dormido como un imbécil, después de todo se había quedado fuera hasta tarde y ese jodido clima de invierno adelantado o vete a saber qué mierda lo había hecho desear quedarse en la cama hasta medio día o algo. Se había puesto encima una chaqueta verde oliva, porque su puta madre iba a aguantarse ese frío, y se había puesto una bufanda que su madre le pasó a la carrera al ver que iba tarde. Había entrado a la Academia prácticamente detrás de Usui, pero no tenía ni que verlo de frente para saber que había que ser idiota para atraversársele en el camino, era como pensar en estorbarle a Sonnen o cualquiera de los jodidos pandilleros, un paso en falso y terminabas con la mandíbula floja, como mínimo. Los dos si acaso le sacaban un par de centímetros, pero en contextura se quedaba jodidamente rezagado, así que no iba a ser él quien jugara con fuego. Se lo había dicho a Morgan, ¿no? Había aprendido con quiénes no meterse. La astucia no le había venido de nacimiento, lastimosamente, pero había sabido construirla en la calle. Los zorros no se metían con lobos, si acaso se comían sus sobras. Huesos y poco más. Hizo el cambio de zapatos, se quitó la bufanda del cuello y la guardó en el casillero hecha una bola casi, antes de redireccionar los pasos hacia el ascensor. Contenido oculto relleno sabroso con Maze porque no iba a aventarlo hoy pero mira la vida es una y hay que vivirla (?
Luego de despedir a Daute con aquel gesto del puño terminó de guardar sus cosas y salio unos cuantos minutos después, no sin antes despedirse también de Katrina y avisarle claro, que había dos chicas que no creía que fueran de tercero que habían intentado entrar al club (aclarando específicamente que una era una rubia gritona y la otra lo que parecía ser un adulto en miniatura) y que prácticamente lo impidió con... lo que clasificaba como la peor excusa de todas, en caso de que se las topara luego. Y claro, aprovechar que ya estaba saliendo del salón para evitar alguna clase de comentario extra que estaba seguro que llegaría por su gran falta de capacidad de salir de las situaciones con labia. Se tenían que escoger las batallas y mejor, soltaba la información cuando ya estaba en un rango lejano y no había mucha oportunidad de simplemente, hablar de vuelta. Así terminó en la planta baja, sabía que tenía que dirigirse al gimnasio a tan siquiera ver lo del club pero aun así se había quedado momentáneamente en los casilleros, cuestionando en irse o realmente ir por aquel otro camino hasta que en una vista rápida por el lugar dio de nuevo con ese rostro conocido. Chasqueó la lengua, si se equivocaba podía dar media vuelta sin dar explicaciones y desaparecer hacia el gimnasio...¿no? Sin tratar de alargarlo más se encaminó hacia los casilleros de los de segundo año y sin mucha delicadeza cerró la puerta de su casillero para detener su ida al, bueno, impedir que sacara el cambio de zapatos. —Tu nombre, creo que te conozco. Contenido oculto Ceci
Contenido oculto: uwuuuuuuuuuu No podía decir que hubiera sido un mal primer día de escuela; aquella chica, Laila, había sabido ser bastante amable por la mañana, y después, quella otra chica Asteria, había sido hasta demasiado amable a la hora del almuerzo, tanto así, que prácticamente el receso se le había pasado demasiado rápido. —¿Debería intentar cocinar algo yo para mañana? —se preguntó en voz baja mientras terminaba de encontrar su casillero. ¿Pretendes sorprenderla con un sándwitch de pavo con mostaza? Suspiró pesadamente y empezó a descalzarse. No era como si él pudiera hervir siquiera un grano de arroz que se asemejara a lo que había probado ese mediodía, y de pronto, a medida que se daba cuenta de que realmente no podía devolverle el favor y al darse cuenta de que, pasadas las horas, aún seguía pensando en ese almuerzo, se sonrojó casi que de forma violenta. ¿Qué lo hacía pensar que ella querría volver a almorzar con él? Si bien no había terminado de entender por qué a él de entre todos los estudiantes, aunque fuera de forma subconsciente, le gustaba pensar en que, quizás, había encontrado alguien con quien pasar un rato al menos durante el almuerzo. Y tampoco abandonaba la ilusión de volver a probar semejante manj... Slam! Cerró los ojos casi tan fuerte como la puerta de su casillero, sin poder evitar contener su respiración. Estaba tan sumido en sus pensamientos que ni siquiera se había enterado de que se le habían parado al lado. 'Tu nombre, creo que te conozco' Qué ganas de presentarle mi pie a sus labios. —¿Y de dónde, exactamente? —contestó a secas, deteniéndose a mirarlo con la peor de las death stares, procediendo a abrir su casillero a nueva cuenta—. Acabo de llegar hoy a la escuela. Y él que pensaba que se iba a llevar un primer día sin momentos incómodos...
Casi frunció el ceño por inercia, ¿qué importaba de donde? Era una pregunta muy simple y que si terminaba equivocándose el mal trago de la situación podría irse con rapidez y ambos olvidarlo e ignorarse cada vez que se toparan en esa academia. Además, ni siquiera estaba seguro de que hacer con la mirada que le estaba dedicando justo luego de saber que lo había tomado por sorpresa, ¿debía pretender incomodidad o armar alguna clase de disculpas por solo cerrarle el casillero? —Prefieres decirme mejor que acabas de ingresar a la academia, cuando no es relevante en lo absoluto en vez de responder una pregunta —Volvió a cerrar el casillero, señalando el apellido que había "Briggs", de nada le servía —, tu apellido no me sirve en lo absoluto, tu nombre sí, que tienes la misma maldita cara... Chasqueó la lengua, no le gustaba sentir que algo de información se le escapaba, prefería directamente no saber nada porque así podía ignorarlo como siempre hacía con las cosas que lo rodeaban. —Niños, parece que solo te pusieron en un cuerpo más grande y mantuviste la misma cara de cachorro enojado, soy Aaron. Y el apellido sabía que no era relevante en lo absoluto, si era el mismo niño que se había topado en el sistema, ni siquiera tenía un apellido al cual responder.
Se echó agua en el rostro luego de salir del salón de clase, pese a que el malestar y la fiebre habían disminuido considerablemente no se encontraba en sus cinco sentidos a cabalidad. Abrió el casillero con parsimonia, haciendo el cambio de calzado al ignorar la presencia de la máquina, la tinta y los guantes de látex que había dejado dentro en horas de la madrugada, cerrándolo para observar las gruesas gotas de lluvia que descendían de las nubes grisáceas, empañando los vidrios de las ventanas. Una pulmonía no se le apetecía para nada. Podía esperar pacientemente a que disminuyera la tempestad al no ser la prisa una de sus cualidades impregnadas, sin embargo, no tenía pinta alguna de que el clima fuese a mejorar. Deslizó el cierre de la chaqueta negra hasta la altura de su cuello, recostándose en el acero mientras texteaba en su móvil, perdiendo la noción de su entorno en el proceso. Vete con Violet. hoy me voy temprano. Ha estado preocupada por ti, ¿qué te la pasaste haciendo en el receso? No te incumbe. Jaja, bien, bien. ¿Mañana sí me lo terminas o vas a seguir huyendo? Mañana, en el armario de enseres. Guardó el móvil en el bolsillo del pantalón escolar, no sin antes mirar la hora. No tenía ganas de llegar temprano a casa, pero tampoco es como si le apeteciera vagar por ahí luego de todo lo sucedido con Suzumiya y Welsh, quedándose en medio de una situación que no le concernía, debiéndole unas disculpas a Kohaku por evitarlo el fin de semana y luego llamarlo para disolver algo que no tenía caso. Inhaló por la nariz y exhaló por la boca con suavidad, como si cogiese algo de motivación para ponerse a caminar bajo la tormenta, aunque sabía de lleno que las técnicas de respiración eran completamente una pérdida de tiempo al carecer de estímulos. Parpadeó apenas, con ambivalencia, comenzando a caminar hacia la puerta al ir desenredando los audífonos. Contenido oculto Yugen ♥
Ni siquiera necesitó entrar en el salón para comprobar que Natsu no estaba dentro. Era alto, robusto, como un armario empotrado. Era francamente imposible que pudiera pasarle por alto en un salón prácticamente vacío. Salió rápidamente, incluso antes de poder comprobar si Alisha estaba allí o no. Debía hablar con ella. Debía hacerlo. Simplemente no era el momento apropiado. De acuerdo. Perfecto. ¿Dónde demonios estaba? ¿Se había marchado ya a casa? Esperaba que no hubiera cometido la imprudencia de marcharse enfermo sin un paraguas bajo la lluvia. Pero si debía de ser honesta ni siquiera le sorprendería descubrir que había sucedido ectamente así. Al fin de cuentas ere ese tipo de personas bruscas, tozudas, que probablemente pensaban que eran invencibles y un poco de lluvia no sería la gran cosa. Pero una pulmonía podía ser crítica. Su ansiedad y tensión aumentaba por momentos como si hubiese volteado un reloj de arena y ya se hubiese empezado a agotar el tiempo. ¿El pasillo de segundo o de primero? No. ¿El gimnasio? Dios, no. Lo buscó hasta el punto del agotamiento. Podía ser sumamente inteligente pero su resistencia física y todo lo relacionado con deportes se le daba realmente mal. Respiró agitada, tratando de normalizar su respiración y apoyó la espalda junto a la pared del ascensor. Se llevó la mano al pecho. Taquicardia. Por todos los cielos. Ni siquiera era la primera vez en el día que su corazón aumentaba el ritmo de sus pulsaciones para llevar el oxígeno necesario a todos sus tejidos. Fue entonces que lo vio. Percibió su presencia debido al ruido sordo que hizo al cerrar el casillero y alcanzó a verlo caminar pesadamente hasta la puerta. De verdad iba a hacerlo ¿no? Salir con esa lluvia. ¿Cómo de inconsciente e irresponsable podía ser? Se impulsó hacia delante sin siquiera pensarlo y caminó a paso rápido hasta él. —Gotho-kun ¿podemos hablar un segundo?—cuestionó deteniéndose en su totalidad a unos pasos pero no sonó cordial ni amable. Ni siquiera fue una pregunta. Cerró los ojos y exhaló con lentitud buscando calmar sus ideas, la frustración que le palpitaba en las venas—. ¿Sabes qué? Realmente no me importa si tienes o no tiempo para hablar. >>Quiero que seas sincero. ¿Es cierto que arrastrarse a una chica al cuarto de limpieza?—su expresión así como su tono eran pura severidad. Tenía el ceño ligeramente fruncido y su mirada, acusadora, no se apartaba del ámbar de los contrarios. Inamovibles, indescifrables— ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué le hiciste? ¿Cómo pudiste siquiera? Había una chispa de súplica en el fondo de sus pupilas. La ansiedad le recorría el cuerpo como un torrente imparable, le aceleraba el corazón en el pecho a consecuencia de la angustia. Necesitaba saberlo. Necesitaba tener la certeza de que no se había equivocado. Joder, de verdad lo necesitaba. >>Dime qué no he cometido el error de mi vida acostándome con un violador. Dímelo Gotho-kun. Porque voy a vomitar de ser cierto.
En cuanto estaba a pocos pasos de salir escuchó el trote suave, que aunque no tenía intención de girar a ver a quién pertenecía la voz lo frenó en seco, mirándola sobre el hombro por un momento, volteándose por completo al escucharle hablar de forma apresurada, notando los ojos hinchados al igual que los labios. ¿Se había quedado llorando en lo que resto del receso? Estaba por fruncir el ceño al imaginarla desconsolada por las decisiones de Welsh, pero en cuanto continuó como una metralleta soltando una palabra tras otra aflojó las expresiones que terminaron tensándose nuevamente ante la última pregunta. La sensación extraña en el estómago lo invadió, como el viernes y todo el fin de semana, la sensación que trató de devorarse Tolvaj al invadirle el espacio, acariciarle la mejilla con aquella suavidad falsa, tumbándolo en la camilla como un niñato que le enseñaban las preliminares antes de llegar a la base final. Se quedó quieto aunque su cuerpo permaneció tenso, entrecerrando los ojos al sostenerle la mirada, escuchando a la lejanía las gotas contra el asfalto pese a caer a pocos pasos de los suyos. No se había tomado el tiempo de preguntar por la chica, tampoco quería hacerlo en realidad, a menos que ella lo buscase para pedirle cualquier favor a cambio de la idiotez que se lanzó por solo desquitarse con una persona que no tenía nada que ver con su vida. Y fue entonces que tragó, olvidando la sensación carrasposa en sus amígdalas, sintiendo ahora como objetos corto punzantes le rasparan la tráquea. ¿Un violador? ¡Maldita sea, no, yo no soy igual que mi padre! La ansiedad le recorrió desde la yema de los dedos hasta el centro del pecho, sintiendo las absurdas ganas de golpear el casillero con los nudillos, limitándose empuñar la mano izquierda entorno a los audífonos negros. —No violé a nadie —siseó, sosteniéndole la mirada en todo momento. Sí, la cagué. Lo sé. —Sí la arrastré al cuarto de limpieza —continuó hablando, disminuyendo la agresividad inicial ante la negación sobre la última cuestión, como si buscase organizar las fichas que ella traía en la cabeza al tomarlo tan fuera de sí—. Fui un imbécil, y me disculpé con ella por la estupidez que hice. El celular vibró más no lo atendió, sin desviar sus orbes filosos sobre la mirada ajena. —Yo sé que la cagué —sin siquiera notarlo sonó exasperado, como si estuviese siendo juzgado por su padre adoptivo... su viejo, al llegar a altas horas de la madrugada, al tener amigos que quizá no tenían futuro alguno, al rechazar cualquier tipo de ayuda que conllevara hablar y expresas las emociones que creía enterradas, escudándose tras aquella gruesa capa de amargura, indiferencia, desaborido. Su madre llorando. El sonar agudo de la ambulancia. La trabajadora social. Lo tentaron las ganas de darle la espalda y largarse, sin embargo permaneció ahí, quieto, suspirando como si buscase quitarse el fastidio del pecho, desviando las pupilas por fin, enterrando las manos en las bolsas del pantalón escolar. —Puedes decírselo a la directora. No tengo intenciones de negarlo porque no soy un mentiroso, Suzumiya.
No había estado errada en algo. Al menos Natsu no eran ningún depravado psicópata. Podía notar cuanto le afectaba, cuanto se arrepentía. Cuanto parecía reconocer que la había cagado, que había actuado como un completo imbécil. Lo había hecho, sin ninguna duda. La había arrastrado al cuarto. Ya era bastante desagradable de por sí saber que había sido sin su consentimiento... pero era un alivio escuchar que no había cruzado los límites. No había abusado de ella. Le sostuvo la mirada sin vacilar, sin titubear. Como si tratase de descifrarle. Las páginas abiertas que Natsu le mostraba se le tornaban ilegibles. Cómo si fuesen meros parchones de tinta. —¿Te disculpaste? ¿Crees que eso es suficiente?—argumentó con la misma seriedad y sus manos se presionaron al asa de la cartera escolar con fuerza. Tensó los labios hasta que formaron una fina línea—. ¿Cómo se llama? ¿En qué curso está? Al menos, agradecía su sinceridad. Agradecía que hubiera sido honesto. Que lo afrontarse a pesar de que claramente era un tema del que le avergonzaba hablar. ¿Por qué lo hiciste Gotho-kun? Tuvo la necesidad de preguntarle. Casi de exhortarle a que le respondiera. Indagar un poco más, ya no molesta, si no francamente dolida... pero se abstuvo de seguir hurgando en la llaga. No era necesario hacerlo. —No voy a decírselo a nadie Gotho-kun—admitió entonces y retrocedió un paso para devolverle algo más de espacio personal—. No voy a hacerlo porque sé que no volverás a repetirlo. No volverás a acosar ni a tocar a nadie sin su consentimiento. Yo te lo permití. Y aún así... quería disculparme—fue en ese momento en el que cierta debilidad y fragilidad se coló en su expresión hermética y el tono impostado de su voz se suavizó. Porque seguía sintiéndose tan incorrecto. El rubor escaló a sus mejillas y volvió a repetir aquel gesto tímido, aquella inocente manía de llevarse el cabello tras la oreja con movimientos delicados, casi etéreos—. Por lo que pasó con Alisha-san. Porque te usé para apagarme. Yo la amo. Solo quería... dejar de pensar. Apenas había dormido los últimos días, estaba deprimida y...—sacudió la cabeza, abrumada. Su voz se quebró apenas—. No quiero usarte. No puedo hacerlo. No mereces que lo haga. Se había sentido increíblemente bien pero... Hizo una reverencia solemne y el fino cabello oscuro le rozó las mejillas al inclinarse. Una caricia suave sobre la piel ruborizada. >>Por favor, olvida todo lo que pasó este día.