La vio sonreír, provocando que frunciese levemente el ceño con desaprobación mientras dejaba en su puesto el maletín para sentirse menos pesado. Qué fastidioso, su asiento estaba al lado de la ventana, tras ella. De igual manera, no la creía de las tipas que husmearían en pertenencias ajenas a fin de cuentas, viéndola cruzar la pierna por el rabillo del ojo mientras comenzaba a desenredar los audífonos, hablándole desde atrás. —¿Se te desvanecieron las marcas? —siseó mal intencionado al recordar con la dureza que la acostó en la camilla al ver su muslo desnudo, sin embargo desde su posición jamás lograría visualizar si dichos moretones continuaban o se habían desvanecido en la noche. Ambivalente le observó el cabello. Le desagradaba, sin embargo no tanto como lo hacía la niñata con dialecto políticamente correcto.
Alisha Welsh Alcé las cejas, claramente sorprendida, para finalmente notar como una risa ronca me vibró en el pecho. Volví a colocarme bien la falda tras escucharlo y, recuperando la sonrisa ladina, me pasé el cabello por un hombro, comenzado a jugar con él con un dedo. Ladeé ligeramente la cabeza para mirar mis piernas, incorporándome después y dirigiéndole solo una mirada de soslayo al chico. —Ah, me pregunto~ Te dejo que lo compruebes tú solito, si tanto quieres saberlo~ —ronroneé. Contenido oculto Y lo bien que me lo paso con estos pendejos (?)
Le sonrió a Alisha con cierto aire infantil en cuanto ella se giró hacia él, a modo de saludo, y la dejó hacer en su camisa tras corroborar que, efectivamente, se la había abotonado mal. No dijo nada, sólo la miró y se encogió de hombros. Me declaro culpable~ ¿Chicas lindas? Soltó una risilla y le echó un vistazo a Sasha, metida en sus apuntes, y estuvo por intervenir cuando Gotho captó la atención de Alisha y, bueno, luego del arrebato inicial por llegar a tiempo... ahora le había dado algo de sueño. ¿Marcas? ¿Pero qué había andado haciendo esa chica ahora? Bostezó, rascándose un ojo, y se echó sobre su pupitre. Ah, ya podría levantarse cuando la profesora llegara. Contenido oculto hold my relleno
Niñita tonta. La quedó mirando por un rato más hasta que volvió la vista al celular. No tenía curiosidad, ciertamente eran más ansias de quitarle la sonrisa del rostro, como la vez pasada. Se guardó entonces el móvil en el bolsillo, pasando por el lado de ella sin voltear nuevamente a mirarla, caminando hacia la puerta, encontrándose en el marco los orbes carmín que pasaban por su lado, notando el cabello negro azabache menearse al caminar, sonriendo con aquella naturalidad, sin embargo sus ojos... no le gustaban nada. Salió del salón sin prestar mayor atención, encaminándose nuevamente por el pasillo. El 3-2, ahí quedó de verse con Balaam. Con una sonrisa perfecta se desplazó por el pasillo, distanciándose del grupo guiado por Morgan, todo por entretenerse con los detalles arquitectónicos con cada paso que daba. Sinceramente, los institutos que veía desde afuera cuando era pequeña en su tierra natal eran mucho más estilizados, sin embargo no se acomplejó; tampoco estaba nada mal donde estudiaría aquel año escolar, a fin de cuentas internamente, su educación se había constado del empirismo. Su largo, lacio y negro cabello se meneó al compás de sus caderas, manteniendo pasos suaves y cortos hasta llegar al frente de los presentes, notando los tatuajes del joven que pasaba por su lado, despertando aquella alma llena de discordia, sin embargo continuó como si no hubiese visto, sentido, o inhalado la colonia, procediendo a inclinarse como chica educada, sutil… y perfecta que decía ser, irguiéndose nuevamente para sonreír levemente de aquella forma amigable, procediendo a hablar. —Agnes —pensó por unos minutos sobre su apellido, soltándolo al disminuir el tono de voz—. Astaroth —paladeó llevando un mechón tras su hombro, observando las esquinas del salón a medida que retomaba sus pasos a uno de los puestos vacíos. Estaba limpio. Digno de ser ocupado por ella. Se sentó tras aquel chico de cabello claro. Sus facciones eran claramente salvajes, animales. Le recordaba a su hermano. Se sonrió para sí misma internamente por el recuerdo fugaz, tocándole el hombro de forma lenta al procurar no recibir un insulto a cambio, porque oh, su apellido no calaba con insultos que solían ser de seres humanos tan bajos, repugnantes y asquerosos, como los animales rastreros que le producían repelús. —Disculpa que me tome el atrevimiento —murmuró de buenas a primeras —. ¿Me permitirías tus apuntes de clase? —persuadió mientras sacaba uno de los cuadernos de su mochila, abriéndolo y alisando la primera página en blanco, pese a no existir ninguna arruga en las hojas—, prometo devolvértelo al final del día —comunicó con seguridad, re-dirigiendo sus pupilas carmín hasta las ajenas, clavándole aquella mirada ambivalente, carente de un sinfín de virtudes, apremiante de un sinfín de deseos.
Alisha Welsh Volví a reír, divertida, al ver como directamente me ignoraba para prestar atención a su móvil. Se había vuelto tan fácilmente predecible en tan poco tiempo~ Le lancé un beso al aire mientras se alejaba, incluso si sabía que no me estaba mirando directamente. Bueno, eso había sido bastante divertido pero... el profesor seguía sin aparecer. Me giré de nuevo, mirando alrededor mientras movía los labios, aburrida. Uy, aquella chica de pelo negro que había entrado no me inspiraba buenas vibras y... ¿hablando con el perro? Já, ni en coña. Me levanté y me acerqué el pupitre de Joey, subiéndome al mismo para sentarme intentando no molestarle demasiado con la acción. —Anda, cuéntame por qué te has quedado dormido~ —murmuré, llevando mi dedo hacia su pelo para comenzar a jugar con uno de sus mechones. Contenido oculto Pls bear with my anxious ass (?)
Joder. ¿Por qué Shiori tenía que meterse también? Prefería dejarla al margen de sus mierdas y de las mierdas que se buscaban con él porque sabía que solo iba a terminar lastimándola. Se pasó una mano por el cabello cenizo cuando finalmente ella desapareció dentro de su aula y dejó escapar un suspiro pesado. Mierda Tanuki. ¿Qué coño quieres de mí? Se pasó el pañuelo por el rostro para limpiar cualquier resto de saliva y arrojó el mismo a la basura cuando entró dentro de clase. Ya estaba la rubita gringa jodiendo como siempre. Chasqueó la lengua y prácticamente se dejó caer sobre su pupitre como un fardo. Se la traían flojas las clases, siempre lo había hecho, pero en ese día en particular estaba irritado y dudaba que fuera a hacer otra cosa que tratar de quitarse de la puta cabeza lo que había pasado en los casilleros. La fiesta en casa de Kou. Tensó la mandíbula. Tomoya, hijo de puta. En eso estaba cuando sintió un toque ligero en el hombro. Enarcó una ceja y se volteó, al menos lo justo y necesario para ver de quién se trataba. Una mujer. Tenía el cabello negro, lacio, como el ala de un cuervo. Y sus ojos eran del color de la sangre fresca, profundos e imsondables. El nombre que acababa de pronunciar en su presentación, aunque no había prestado atención apenas, le rayó el cerebro. Astaroth. Joder. La idea casi le hizo gracia cuando oyó su petición. Venga ya, ¿tenía pinta de ser el típico alumno aplicado que tomaba notas en clase? La idea, ridícula de por sí, le hizo soltar un bufido. —Yo no tengo apuntes—respondió con aspereza, tan tosco como solía ser siempre y su voz fue más un gruñido gutural que palabras—. Pídeselos a otro.
Ladeó levemente la cabeza ante sus palabras, sujetando un bolígrafo para ponerse a escribir la fecha en una esquina de su cuaderno, frenando para verlo de nueva cuenta, manteniéndose recta en su posición mientras llevaba un mechón tras su oreja con gracilidad. —Oh, es una lástima —respondió recostando su mentón sobre su muñeca izquierda, inclinándose sin dejar dejar de verlo —no creí que fueras tan inútil como pareces —murmuro tenue, procurando que solo él escuchara. En cuanto iba a emitir nuevamente palabra notó la figura adulta adentrarse, iban a dar inicio las clases. Prestó atención entonces al frente con parsimonia, escuchando ahora al docente. Ya sería cuestión de esperar el receso.
No creí que fueras tan inútil como pareces. —¿Ah? Frunció el ceño y giró nuevamente la cabeza para poder mirarla. ¿Qué cojones le pasaba? ¿Estaba buscando problemas? Sus ojos dorados de lobo la escudriñaron un instante eterno. Astaroth. Había que joderse. Soltó un nuevo bufido, una especie de risa ronca y sin gracia desde el fondo de la garganta. Apoyó el brazo en el respaldo de la silla. —Pues tú eres tan zorra como pareces—le dijo con hastío, en un murmullo tosco que solo ella escuchó—. Estamos en paz. Y sin esperar respuesta le dio nuevamente la espalda.
Contenido oculto Tendría que ponerle más empeño al idioma, de lo contrario terminaría teniendo problemas en las notas en corto plazo. Sacudió la cabeza al caminar por el pasillo, quitando la envoltura de uno de los tantos caramelos que cargaba consigo, metiéndose el dulce agridulce en la boca, enterrando además las manos en las bolsas de su pantalón luego de ver la hora en el reloj de plata que traía en la muñeca izquierda, frenando al llegar al salón de clase ajeno, como lo había dicho en la madrugada. Tenía tantas ganas de verla. Curioso se quedó en el marco de la puerta, ignorando de lleno el resto de personas al ubicar aquella cabellera, escapándosele la voz. —Ey —le llamó ladeando la cabeza. Sus ojos fueron presos al mantenerse fijos en su figura curvilínea, preguntándose si quizá, en algún momento dejaría de sentir aquel embelesamiento por verla, escucharla, pasar tiempo con ella. —¿Me mostrarías la azotea? —murmuró con aquel brillo innato, eterno.
Las clases le habían resultado algo complejas de seguir. Probablemente fuera a admitirlo con muy, muy poca gente, si es que se lo decía a alguien en absoluto, pero haberse ausentado la primera semana estaba claro que iba a traerle un par de problemas. Suspiró en cuanto sonó la campana y se corrió el cabello del hombro, guardando las cosas en el maletín. Tenía al menos una gran facilidad para dejar los problemas donde pertenecían, impidiéndoles afectarle la vida en general. Había sido así desde pequeña, siempre tan práctica y resolutiva. Quizá por eso su familia confiaba tanto en ella. Fue hasta el umbral del aula con su andar característico; era alta y no iba a fingir falsa modestia: le gustaba su cuerpo, le gustaba caminar como sabía lucía bien. El cabello acompañaba el contorneo de sus caderas y los brazos, que cortaban el aire con firme seguridad. Sus ojos grisáceos recorrieron los alrededores con cierta indiferencia, iluminándose de inmediato al topar con quien esperaba pasar el receso. Daute estaba esperándola en el pasillo y siquiera intentó disimular la sonrisa que le surgió de inmediato al cruzar miradas con él. Los problemas quedaban en el aula, en el trabajo, en casa. Para Daute no tenía más que sonrisas. Le rodeó el cuello en un abrazo fugaz, un saludo cariñoso, y mantuvo una mano sobre su hombro mientras lo escuchaba. Ladeó la cabeza, algo confundida, aunque aceptó de todas formas. —¿Quieres almorzar ahí? —inquirió, ya empezando a caminar—. Ah, babe, ¿trajiste comida? Puedo darte algo de lo mío, o podemos pasar por la cafetería, si prefieres.
Aquellos orbes dorados la observaron con tal deje de burla que apenas, y le sonrió grácilmente, dando a entender que aquella provocación no había surtido efecto, a fin de cuentas desde el inicio su propósito jamás fue interrumpir aquellas damiselas necesitadas, grabándose en su perfecto cerebro las facciones de ambas. La rubia estaba en su salón de clase, la otra no la conocía todavía. Volvió entonces la vista al celular y regresó sobre sus pasos al salón de clase. Zuko en ocasiones solía ser tan inoportuno como alguna piedrita en el zapato, a punto de realizar algún ejercicio de gimnasia, sin embargo no mostró índice en su rostro de molestia, desagrado o repelús, ni en él ni en las dos chicas que salieron del salón de clase a completar lo que al parecer, inició en el aula. Tenía pensado visitar el club de arte, pero en cuanto miró el tablón y notó que había un club de fotografía captó su interés como un pequeño chispazo en el cerebro. Se tomaría su tiempo para decidir por cuál inclinarse. Se sentó en su asiento, recostando su rostro sobre sus antebrazos al inclinarse mientras cerraba los párpados, deslizándose su cabello negro como una cortina a sus anchas. No se dormiría, pero se relajaría un poco.
Siguió sus movimientos como un gato acorralado, aunque no alcanzó a apartarse para evitar el golpe en su frente. Se llevó los dedos a la zona herida y chasqueó la lengua, arrugando el ceño. ¡Muy bien! ¿Así quería que fueran las cosas? —Pues bien, ven aquí de una vez. Con la misma velocidad que había usado él, enganchó su brazo entre ambas manos y lo arrastró hasta el aula. Se quedó cerca de la puerta, junto al pupitre más próximo, porque igual era un armario empotrado y no podía andar cargándolo así como así. Agh, la había hecho enojar. Se corrió el flequillo del rostro de un manotazo y puso los brazos en jarra, sosteniendo su mirada ámbar con cierta... severidad. O quizá sólo fuera tenacidad. Como fuera, parecía a punto de regañarlo, no disculparse. —Hoy temprano se me fue la pinza, ¿vale? Y lo lamento. Es decir, ugh, fue un asco lo que hice. ¿En serio no quieres una toallita? Como sea. —Se puso a esculcar en su mochila de todas formas y se las estampó en el pecho mientras seguía hablando—. Puedo adivinar que te importa una mierda si me disculpo o no, pero es importante para mí y, bueno, eso. Que lo siento. Se encogió de hombros, dejando colgar las manos en las tiras de su mochila. Bueno, había sido una disculpa... algo extraña. ¡Pero salía del fondo de su corazón! Tampoco esperaba llevarse bien con el perro ese, sólo... hacer las paces. —Además —agregó, suavizando la voz tras soltar un pesado suspiro—, puedes ayudarme. Lo sé, lo sé, ¿tengo derecho a pedirte ayuda? Creo que no. —Soltó una risa algo amarga y se rascó las raíces del cabello—. Pero... quiero sus nombres. De los lobos de Shibuya. —Estoy harta, sumamente harta de que sean una cosa oscura e indefinida en mi cabeza. Es... —Volvió a suspirar y apartó la mirada un instante—. Es aterrador. Por eso quiero sus nombres al menos. Quiero convertirlos en personas, ¿me entiendes? Así dejarán de ser sombras. O lobos. Contenido oculto Yugen sowwy, lo arrastré igual jsjs
Mierda. No había contado con que lo sujetaría del brazo y lo arrastraría consigo. Se le escapó un "¿ah?" entre sorprendido y molesto pero se dejó hacer con docilidad. Qué más daba. En cierta forma le causaba gracia. ¿Qué se le había ido la pinza? Joder, eso era un eufemismo. Había actuado como una puta desquiciada. Le impactó las toallitas en el pecho y se le escapó una especie de gruñido hastiado. Se quería disculpar ¿no? ¿Era eso? En cualquier caso, con cierto fastidio, se pasó la toallita por el rostro y luego la arrojó a la papelera más cercana. —¿Sus nombres?—cuestionó con las manos nuevamente en los bolsillos, con cierta seriedad—. ¿Qué buscas tanuki? ¿Venganza? ¿Es eso? Los lobos de Shibuya son gente jodida. Nadie lo sabe mejor que yo, que estuve con ellos. A su mente acudió el olor de la sangre y de los bates de metal en la semi-oscuridad de aquel callejón. La sonrisa casi desquiciada, animal, que se dibujó en la boca de una de las alimañas cuando él dio el primer golpe. Los cabrones lo disfrutaban. Lo disfrutaban como nadie. Rasgar. Quebrar. Romper. Compartían el botín como bestias famélicas. Cuando la presa yacía en el suelo desangrándose por los golpes, los huesos rotos y las heridas abiertas, esculcaban sus bolsillos y le robaban todo lo que podían. Dinero, móvil, pertenencias de todo tipo. Cualquier cosa de valor. Lo desplumaban hasta dejar tras de sí solo carroña para los buitres. —¿Sabes cómo se estructuran las manadas de lobos en la naturaleza, Hiradaira?—cuestionó. Pero no esperó una respuesta. Joder, empezaba a sonar como Sonnen—. Alfa, Beta y Omega. Los alfa son los líderes y los omega son el rango más bajo. Generalmente lobos sumisos, asustadizos y débiles, fáciles de dominar. Con las pandillas no es diferente. Tú lo sabes de sobra ¿no? La perra de Kakeru. Se inclinó levemente hacia delante hasta que estuvo a su misma altura y la miró a los ojos con severidad. >>Apunta esto en tu cabecita de pulga de agua: Tomoya Hideki. El cabrón es una hiena más que un lobo, no tiene reparos en ir por la carroña si le sale de los cojones. Los lobos de Shibuya no tienen alfa y aunque yo actué un tiempo como tal, el poder nunca me ha llamado la atención. Yo no disfrutaba sus mierdas de enfermos, no como ellos. >>Tomoya actuó como alfa cuando yo lo dejé y aún lo hace. Es un chaval enclenque, no tiene ni media hostia. Pero es una hiena. El resto solo actúa por inercia, como los jodidos omega que son. Si quieres patear el culo de alguien y echarle la culpa de toda la mierda, céntrate en él. No tiene pérdida.
Contenido oculto rolita de street lethal mode cUZ YES. Narrar con esto fue una puta joya i swear Mi expresión se había endurecido, aunque las luces colándose por los ventanales fueran extremadamente cálidas y estuviéramos entre las paredes del colegio. Se había endurecido, como la pintura opaca que me arrojaba en la cara para sobrevivir al mundo que también frecuentaba. Ese de lobos, oscuridad y violencia, de marginales y negligencia. Regido por la ley de la selva, la supervivencia del más fuerte. Frío, vacío y despiadado. Puede que Kakeru me hubiera protegido como un obseso, pero así y todo había sido testigo de cosas que probablemente jamás salieran de mi boca. ¿Qué buscas, tanuki? ¿Venganza? Sí, lobito. Eso es exactamente lo que quiero. Lo que necesito. —No tendré el coraje de llamarle justicia, aunque muchos lo vean así ahí abajo. —Mi voz sonaba calmada pero baja y plana, aunque una clara nota de furia y resentimiento se coló por detrás, casi como una serpiente siseante—. Esos hijos de puta iniciaron un efecto dominó que se convirtió en un jodido huracán, y me da igual la mierda que me cueste. No lo dejaré como está. La simple cadena de recuerdos tenía el poder suficiente para hervirme la sangre en las venas, calentarme el cuerpo y rayarme la mente. No sólo era el hijo de puta de Kou, chupándole la polla a los lobos y arrastrándose por el premio mayor como una asquerosa y patética alimaña. No sólo era lo que había ocurrido en la fiesta, el mensaje que quisieron enviar. Era la furia de Kakeru, el error garrafal, la pérdida del Norte y de los hilos. Eran las represalias de los lobos, su ensañamiento, su sed de sangre y destrucción. Eran las fichas que habían movido, los vientos que habían levantado. Derrumbaron el castillo de naipes. Empujaron a Kakeru al borde de la muerte. Y puede que fuera mi culpa, sí. Pero también era la de ellos. ¿Manadas de lobos? Las conocía de sobra, sí. Yo misma había pertenecido a una, aunque no me moviera como ellos ni rindiera el mismo tipo de lealtad. Siempre había sido el cachorro de león infiltrado entre los caninos. ¿Alfas, betas, omegas? Me traían sin cuidado. El cachorro de león ya había crecido. Le sostuve la mirada sin siquiera inmutarme cuando Hiroki se inclinó y clavó su filoso ámbar sobre mí. Realmente era una errática de mierda, una vorágine de energía sin objetivo ni dirección, pero tan sólo había que ver el poder de concentración que me confería una estupidez tan grande y suicida como la idea de venganza. Al final no era muy distinta, ¿eh? Al mundo de lobos y sombras. No tenía forma de saber si había nacido con ello o me habían moldeado como arcilla entre sus manos, pero me daba igual. No podía perdonarlos. Me resultaba imposible. Tomoya Hideki. Estaba absolutamente dispuesta a ignorar todos los apodos que ese cabronazo me adjudicara, porque también me estaba dando la información que necesitaba y que los idiotas de mis amigos siempre me habían negado. Siquiera me molesté en contener la sonrisa que se formó en mi rostro y podría haber ronroneado, joder que sí. Por fin estaba avanzando. Había perdido la puta cabeza, ¿verdad? Y pretendía echarles la culpa de eso. —Muchas gracias, lobito —susurré, sedosa, y le devolví con suavidad considerable el golpecito que él me había dado en la frente. Me dispuse a salir del aula, cuando recordé algo y deslicé mis ojos hacia él sobre mi hombro. —Ah, y tranquilo~ De ti no he oído nada. Aunque, bueno, no es como si realmente te preocupara, ¿verdad? De cualquier forma mis lealtades son fuertes. Te ganaste mi favor, lobito. Puede que te valga mierda, pero yo no lo olvidaré. Morderé el puto polvo antes de arrastrarte conmigo. Le dediqué una última sonrisa y alcé el brazo sobre mi cabeza mientras finalmente salía del aula, perdiéndome entre los estudiantes del pasillo.
Alisha Welsh Vaya día de mierda, ¿verdad? A saber qué clase de hechizo mágico habría en Tokio para que el ambiente prácticamente se coordinase con nuestras actitudes. No había más que verlo, estábamos todos en la mierda. Me dejé caer sobre mi pupitre con pesadez, apoyando la cabeza sobre los brazos y cerrando los ojos con la misma intensidad. No sabía que mierda me había dado Eris pero sentía los efectos incluso ahora, y mira que había pasado el peor fin de semana de mi vida tirada en la cama y teniendo a granny haciéndome solo sopas. Konoe, Eris, Altan. Vaya pleno de la desgracia me había marcado en un solo día, ¿no? No negaría que me merecía estar en ese estado tan deplorable, desde luego. Bostecé y enterré más el rostro en los brazos. ¿Las pruebas iban a seguir en el receso? Joder, ¿con ese frío? Aunque... hacer deporte no sonaba nada mal. De repente tenía ganas de volver a ir al gimnasio.
Se sentó con parsimonia en su pupitre, dejando la mochila de cuero en el respaldar con cierta pesadez en su mirar. Sus mejillas estaban coloradas como nunca solían estar, su cabello húmedo por la terquedad de ducharse con agua fría aquella mañana pese a saber las consecuencias, sacudiéndole el cerebro el sonar de su móvil en el bolsillo, el cual había apagado luego de hablar con el intenso de Suiren e ignorar la cantidad de mensajes. Fastidioso ciempiés. Recostó el mentón en la parte posterior de su mano, cerrando los párpados. Vaya fin de semana de mierda. Había sido buena idea el dejar la tinta, los guantes de látex, la máquina y demás en el casillero, de lo contrario le estarían pesando exageradamente en cada escalón, con lo mareado que estaba. Sin embargo, tenía claro que no sería ese día el que le terminaría el bicho en la espalda, no estaba en las mejores condiciones para ello.
Contenido oculto PERFECT TIMING PARA AVENTAR A LA PENDEJA DE VUELTA *sips tecito* y mañana sigo poniéndome al día con lo demás uwu7 Alisha Welsh Qué jodido remedio. Ya me hubiese gustado a mí quedarme en la Azotea toda la mañana pero si me saltaba alguna clase, le pillaría el gusto, mis padres se acabarían enterando y la verdad es que era lo último que me apetecía. Así que, tras hacerme con mi móvil y ver la hora, invertí todo mi esfuerzo en volver a la normalidad para poder ingresar de nuevo en el edificio. Vaya montaña rusa de emociones había sido eso. Llegué al aula a tiempo, el profesor aun no había llegado, y me dirigí a mi pupitre sin prestar mucha atención alrededor. Me eché sobre la mesa sin mucho cuidado, con los brazos hacia delante y los ojos cerrados. Qué cansancio.
Lo había notado, el pasar del ente de su hermano menor. Pobrecito, ¿qué estaría pensando en estos momento? Jugó con uñas sobre la pantalla del celular a medida que esperaba la presencia del docente en el salón de clase, manteniendo su expresión facial con un deje de comodidad, deslizando el pulgar por la aplicación en la que vio una foto de su hermano, pulsando para escribirle, dejando de lado el hecho de que su bufanda estaba en el cuello de otro que no era el suyo. Tenía cosas más importantes en qué pensar, ¿no es así? Zuko. ¿No ha llegado tu flotador? 8:25 Oh, qué lástima... parece que volverás a la correccional de menores 8:28 Debía estar con el mal humor a flor de piel. Lena... Tenía ofuscado al pequeño niño, lo suficiente para avivar sus ganas de pinchar, ahí, justo en la llaga.
Apenas levantó la vista de sus apuntes al sentir una sombra apareciendo a su lado. Se había compenetrado bastante releyendo unas notas sobre literatura japonesa, así que pestañeó al reparar en Joey y recién entonces le sonrió, como si hubiera vuelto a tierra. —¿Qué se te ofrece, cariño? —murmuró, sedosa, a lo que Joey se acuclilló junto al pupitre. —Del uno al Joey Wickham, ¿cuán divertida sigues siendo? Alzó apenas las cejas, como si intentara predecir el cause de la conversación sin mucho éxito. —No me atrevería a quitarte el puesto, cielo. El muchacho se sonrió y soltó la pasta así, sin más, porque era Morgan y esa jodida cabrona probablemente fuera peor que todo Cerbero junto. —Estamos organizando un... pequeño evento con unas amigas, y me preguntaba si te interesaría formar parte del comité~ Casi nada cambió en la expresión de Morgan. Sus ojos, a lo sumo, se entornaron suavemente a medida que recostaba el rostro sobre el dorso de su mano, con la sutileza de una princesa. O un fantasma. —¿Oh? Suena interesante, pero ahora estoy ocupada así que luego me cuentas mejor, ¿qué te parece? Esa fue su carta de despedida, no agregó nada más antes de volcarse en sus apuntes y Joey simplemente se retiró tras soltar un suave "roger that~", acomodándose en su asiento por fin. Pero bueno, la estadía en el Sakura comenzaba a ponerse interesante.
Alisha Welsh Granny, ¿has preparado ya la cena? Nope, Alishita. ¿Por? Me había quedado dormida como una campeona en clases, lo que no era ninguna novedad en realidad, pero al despertarme tuve una idea tan maravillosa que ni siquiera me di cuenta de que había empezado a llover y que las pruebas se habían cancelado. Cogí mi móvil con rapidez, ignorando que podíamos haber seguido en clases, y comencé a tipear con la misma velocidad sin poder evitar una sonrisa orgullosa al hacerlo. ¡Si es que era una jodida genia! Tras escribirle mi ocurrencia a la abuela, sabiendo que en realidad aceptaría sin mucha complicación, dejé el móvil sobre el pupitre y finalmente me digné a mirar por la ventana, descubriendo las gotas que estaban golpeteando la ventana. ¿Eh~? Me giré en la silla hasta encarar a Joey, con una mueca de molestia infantil. —Mira eso, pretty boy, nos hemos quedado sin las vistas del uniforme~ ¿Qué vamos a hacer ahora?