Fantasía La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Reual Nathan Onyrian, 28 Agosto 2020.

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    Reual Nathan Onyrian

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    Título:
    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    17
     
    Palabras:
    8524
    La Balada del Mago y la Muerte - Parte I

    La violencia de la puerta al abrirse llamó la atención de todos los parroquianos que se hallaban en aquella perdida taberna de La Frontera, llamada “La Lechuza Plateada”. Aquellos que estaban ocupados jugando a “conquistadores” levantaron la vista de la mesa, en donde dos hileras de cartas se mantenían enfrentadas una con la otra. El veracciano que estaba por iniciar la mano de una nueva partida de truco miró por encima de su hombro, un despiste que fue rápidamente aprovechado por la pareja rival, para intercambiarse señas el uno al otro. Las risas se ahogaron y las historias se acallaron. De los pocos clientes que en ese momento se encontraban en el establecimiento, tan solo dos no voltearon su rostro para ver a los recién llegados.

    Un cuarteto de invididuos de feroz aspecto se encontraban en el umbral de la puerta. El que parecía el líder, un fill’kuta de lustrosas escamas negras y una alta aleta que corría desde el puente de su nariz hasta la base de su cuello, sonrió al ver el efecto que él y sus hombres causaban. Todos estaban enfundados en armaduras de cuero remendadas, y estaban armados con caras de pocos amigos. Tatuado en sus musculosos brazos desnudos, y cosido en el centro de su atuendo, se podía notar un emblema. Una cabeza de jabalí empalada en una jabalina. Tenían toda la pinta de ser un típico grupo de matones, listos para sembrar el miedo y extorsionar a cualquier pobre alma que se cruzara frente a ellos.

    Sin embargo, los clientes de esta posaba perdida en el centro de lo que anteriormente fuera el reino de Tol Krhogo eran hombres y mujeres de La Frontera. Los únicos que se decidían a pasear por esos lares eran testarudos que no querían comprender que su orgulloso reino ya había caído, aventureros, mercenarios, y sobre todo, idiotas. El lugar estaba lleno de gente dura y tosca, pero a todos se les encogió la rudeza cuando fueron tomando nota del emblema que estos individuos portaban.

    No eran una simple banda de rufianes. Eran representantes de Las Cabezas de Pecarí, un grupo de cazarrecompensas especialmente sanguinario. Y quien lideraba ese cuarteto no era nada más y nada menos que el jefe de toda la banda. Su gruesa cola se encontraba alzada de manera altanera, y tenía un ojo cerrado, seguramente de manera permanente, si se podía tomar la cruenta cicatriz que lo atravesaba como un testimonio de lo que había ocurrido.

    A medida que se internaban en el local, la gente cuchicheaba a su paso.

    — Escuché que son tan sádicos que solo toman trabajos en los cuales puedan entregar a su presa muerta.- comentó uno a su compañero, casi por debajo de la mesa.

    — Supuestamente se ganaron el nombre por su morboso forma de entrega. Dicen que envían el cadáver con la cabeza de un jabalí en vez de la cabeza de esa persona, y luego envían esta por separado.— se escuchó en otra mesa.

    — Patrañas, yo escuché que, sobre la cabeza de la víctima, ponen una cabeza ahuecada de pecarí, que cazan ellos mismos con sus propias manos.

    — ¿Ese es su líder, no? ¿Rykaal el Negro? Se rumorea que nació de un huevo incubado por un dragón de sombras.— el que había dicho tal cosa recibió pronto un cachetazo en la nuca, de parte de su compañero borracho.

    — ¡Qué idioteces dices, niñato! Los dragones no existen. En realidad lo empolló un basilisco.

    Rykaal sonreía a medida que los susurros llegaban a sus oídos. Amaba ser el centro de atención. Con una sola mirada intensa de sus ojos reptilianos y un gruñido, la mesa del centro fue desalojada de sus habitantes. El cuarteto se sentó pesadamente en las sillas, y mientras uno de los integrantes, un fornido semiorco torkai de piel azul, hacía señas a una de las muchachas que servían en el lugar para que los atendiera, el fill’kuta golpeó la mesa con fuerza.

    — Lamento interrumpir su almuerzo, señores, pero mis camaradas y yo de verdad quisiéramos comer en paz, y tanta algarabía y cuchicheos por nuestra llegada, si bien me halagan, tan solo convertirán luego en molestia. Así que si todos ustedes pudieran poner pies en polvorosa y salir huyendo de aquí, se los agradecería.— anunció, con voz calmada, y que no admitía quejas. Sin embargo, nadie parecía moverse.— ¿Acaso están sordos, o se quedaron cagados de miedo en sus asientos? Vamos, no tienen por qué temerme. No estamos aquí por ningún trabajo. Simplemente para disfrutar de una buena comida y un agradable descanso. Pero eso no puede lograrse si todos están aquí. Así que los invito de nuevo, de forma amable, a que se marchen.

    Otro de los integrantes del grupo, un dragariano rojo, con un enorme cuerno en la nariz, dejó escapar un gruñido, mientras volutas de humo y pequeñas chispas flameantes se colaban por la comisura de sus labios. Fulminó a todo el bar con sus ojos dracónicos.

    — No me hagan contar hasta diez. No quiero tener que iniciar ninguna pelea ni arruinar este fino establecimiento.— añadió Rykaal, hurgándose los dientes afilados con una uña.

    Estaban intimidados, eso era obvio, pero también eran tozudos. El fill’kuta de escamas negras se permitió una sonrisa ladina. Era justo lo que quería. Con un movimiento vago de la mano, seleccionó una mesa al azar, resultando ser en donde se había estado disputando la partida de conquistadores. Sus cuatro integrantes, todos ellos humanos de distintas etnias, miraron con algo de aprensión como el dragariano se les acercaba, amenazante. Este se quedó parado a un costado, sonriendo de manera maliciosa, tapándolos con su imponente sombra. Uno de los humanos tragó saliva, mientras sentía como un sudor frío caía por su frente. No eran más que trabajadores que habían decidido pasar el descanso del almuerzo de manera tranquila, alrededor de un juego de cartas. Eran hoscos y orgullosos, sí, pero ninguno era un idiota.

    Antes de que cualquiera pudiera levantarse e irse, y sin previo aviso, el dragariano descargó un fuerte puñetazo sobre la mesa, partiéndola a la mitad y haciendo que las cartas salieran volando por el aire. Aprovechando la sorpresa que había generado en sus víctimas, el gigante rojo levantó su barbilla, coronada con fieras púas, para luego dejar escapar un abrasador aliento de fuego sobre sus confundidas presas. Los chillidos y los gritos de uno de los trabajadores, que se había visto completamente envuelto por las llamas, llenaron toda la estancia, mientras rodaba por el suelo y sus compañeros hacían inútiles intentos para apagar las ascuas que lamían su piel y su ropa. Todos se quedaron contemplando la escena, atónitos. Todos, excepto por dos figuras.

    Los que estaban menos bebidos arrojaron agua e hidromiel sobre el hombre, logrando así poder apagar las llamas. Una de las muchachas de servicio había intentado acudir con un balde de agua de la cocina, pero había sido frenada en su camino por el torkai, que la había detenido con un fornido brazo, mientras meneaba la cabeza de manera negativa, exhibiendo los cruentos colmillos que sobresalían de su labio inferior. Rykaal simplemente sonreía, divertido, mientras le arrebataba el balde de agua a la joven y lo lanzaba a un costado.

    Los humanos levantaron a su compañero, que se encontraba sollozando y soltando quejidos de dolor cada vez que lo movían, y se fueron de allí rápidamente. El resto de los clientes los siguió, los más testarudos siendo empujados por sus compañeros. Tan solo quedaron el cuarteto de matones, el personal de servicio, y esas dos figuras, que anteriormente no habían mostrado ningún tipo de reacción ante la abrupta entrada y el sádico espectáculo de aquellos personajes.

    Una de ellas, que se encontraba en esos momentos en la barra, sentada con los pies en el aire debido a su baja estatura y la altura del banco, intercambió una mirada de circunstancias con la persona que se hallaba detrás de la misma. El dueño del local, un ta’hani de coloración violácea e intensos ojos rojos, simplemente bufó, quitándose de los ojos el flequillo de pelo negro que caía entre sus cuernos, y se encogió de hombros, en un gesto de resignación. Se notaba que esto pasaba a menudo. Era una de las razones por las cuales había tomado la política de cobrar antes de servir cualquier consumición. Y también la de barnizar todos sus muebles con pátina ignífuga.

    El semiorco le indicó a su jefe con un movimiento de cabeza que dos personas no habían seguido su comando. Este sonrió de manera divertida. Por dentro, había deseado que alguien lo enfrentara. Había esperado que la provocación exaltara los ánimos de la gente, pero no había tenido éxito. Necesitaba una distracción, y esta parecía ser una muy buena opción. Investigó a ambas figuras. Una de ellas se encontraba en un rincón, solo en su mesa, la cabeza enterrada en una bufanda violeta, los brazos cruzados frente a su pecho. Parecía estar durmiendo. Rykaal bufó. Tenía toda la pinta de ser aquellos tipos “serios y oscuros” que al final tan solo eran mucha palabrería y no tenían nada interesante. No sería divertido.

    Sin embargo, la otra persona sí parecía más satisfactoria. Era pequeña, su fina cola terminada en un mechón de pelo y la punta de sus cortos cuernos ramificados asomándose entre su cabello la identificaban como una elfa del bosque, pero sus brazos desnudos de piel bronceada se encontraban bien torneados, y se podían notar varias cicatrices en los mismos. Portaba lo que parecía una simple camisa de lino sin mangas, color crudo, un pantalón holgado color tierra, y sus pies terminados en garras estaban enfundados en botas de viaje. De su cintura colgaba la funda de una espada.

    Al fill’kuta le intrigaba el motivo por el cual no había hecho ni el más mínimo movimiento desde que habían entrado. ¿Tal vez se hacía la valiente? ¿O acaso se había paralizado en el lugar, intentando en vano hacerse pasar por alguien invisible? Rykaal se entretuvo con esa idea, mientras, con una seña de cabeza, enviaba al semiorco y al cuarto integrante, un gâjnlur de ojos hundidos del color de la castaña y pelo grasiento, a que “conversaran” un poco con la muchacha. Por el aspecto, podía ser una aventurera novicia, que había decidido empezar a lo grande, yendo a La Frontera en busca de fortuna. Bueno, lo que iba a encontrar era una buena golpiza.

    En cuanto sintió la compañía a cada lado, la arblur bajó la jarra de la cual había estado bebiendo hasta ese instante. Suspiró y se acomodó un mechón de su pelo castaño rojizo detrás de la oreja. Este le llegaba hasta los hombros. El dueño del bar simplemente le dedicó una mirada de advertencia, y se alejó de allí, para ordenar el estante lleno de botellas que tenía detrás.

    — ¿Tienes esas orejas tan largas llenas de musgo, elfa?— preguntó con tono mordaz el semiorco, poniéndole una pesada mano en el hombro.— Nuestro jefe pidió que por favor lo dejen en paz, pero sigues aquí, molestando.

    — En cuanto termine mi bebida, me voy. No pagué por ella para dejarla a la mitad.

    El elfo salvaje que se encontraba a su lado le arrebató la jarra y volcó su contenido sobre ella, formando un charco en el suelo, haciendo que una de las meseras soltara una queja, debido a que tendría más cosas para fregar y limpiar. Tanto el gâjnlur como el torkai miraron con curiosidad el charco.

    — ¿Agua? ¿Pagaste por tomar agua? Tenías que ser una arblur para ser tan idiota.— se burló el gâjnlur, con una voz chillona que no concordaba mucho con su increíble altura. La burla hizo eco en el resto de sus compañeros.— Ya no tienes nada más que terminar. Puedes irte, pobre excusa de lur.

    La elfa simplemente suspiró, bajando la mirada. Observó a sus dos rivales con atención, pero de manera disimulada. El torkai parecía ser el más morrudo de los dos, y tenía una ligera cojera en una pierna. El elfo salvaje era el más alto, e iba descalzo, como solían ir todos los miembros de su raza. Tener pies grandes y largos y pezuñas en los dedos hacía que fuera incómodo tener que usar calzado. La supuesta aventurera novicia parecía estar jugueteando con algo en su mano izquierda, mientras su cola se movía de manera nerviosa. Los dos matones también parecieron notarlo, pues pusieron sus manos cerca de sus armas.

    — Esto no acabará bien para ti, enana.— amenazó el semiorco, mostrando los colmillos.

    — Sí, y a menos que quieras terminar en un estado que lamentarás luego, te sugiero que muevas tu lindo trasero fuera de aquí.— añadió el gâjnlur, asiendo la cola movediza de la arblur.

    Esa fue la última acción consciente que el elfo salvaje realizó en ese día. Freyja, con una velocidad pasmosa, le estampó el culo de la jarra vacía en pleno rostro, con tanta fuerza que la nariz del matón se hundió como un bizcocho, y un par de dientes salieron volando. Este se tomó la cara, sorprendido, momento que la cazadora aprovechó para bajarse de un salto del banco, aplastarle los pies desnudos con todo el peso de sus botas, y lanzarle la jarra vacía al torkai para distraerlo. Tomó luego el mueble y lo estrelló contra la mandíbula del elfo, acto seguido descargó otro golpe en su estómago. El gâjnlur no pudo hacer más que retorcerse y encorvarse, mareado por tanto castigo, momento que la elfa aprovechó para destrozarle el banco contra la nuca. El matón cayó al suelo, con espasmos que le recorrían todo el cuerpo, completamente inerte. Si estaba vivo o muerto era algo que no le interesaba demasiado.

    El semiorco ya había desenfundando su clava y había lanzado un torpe pero mortal golpe a su cráneo. Freyja, que se había quedado con las patas del banco luego de que este se rompiera, las utilizó para fácilmente desviar el ataque, y descargarlas luego contra la mano de su contrincante, haciendo que soltara su arma. Mientras el torkai azul lanzaba un gruñido de dolor y se agarraba la mano, la elfa aprovechó para descargar ambas patas contra la rodilla de su oponente, que cedió con un escalofriante crack. El torkai gritó, perdiendo el equilibrio, cosa que la elfa aprovechó para tomar su cabeza, e impactarla una, dos, tres, cuatro veces contra la barra, con una furia inusitada. El cuerpo inconsciente del matón, más muerto que vivo, cayó inerte al suelo, con un sonoro plaf.

    Freyja tragó saliva, y exhaló un par de veces, recuperando el aliento. Comenzó a atarse el pelo en un rodete, dejando a la vista un tatuaje en su cuello: un corazón agujereado, con una campanilla creciendo entre los agujeros. Le dedicó al dragariano y al fill’kuta, todavía sentados, una fiera mirada de ojos gatunos color miel y una sonrisa exhibiendo sus colmillos. Se limpió un poco de la sangre que le había salpicado al destrozar el rostro del semiorco contra la barra, y desenvainó su espada.

    — Muy bien, ¿quién sigue?— preguntó, escupiendo a un lado.

    Rykaal tenía una expresión de sorpresa impresa en su rostro. No esperaba tal resistencia de parte de su supuesta víctima. Sin embargo, el asombro dejó paso a la satisfacción. Sí, no se había equivocado de presa. Esto sería divertido.

    — Tu turno, Weloh. Ve y demuéstrale lo que Las Cabezas de Pecarí le hacemos a los rebeldes.- el hombre lagarto palmeó a su compañero en el hombro, para luego poner las manos detrás de su cabeza, y subir sus escamosos pies terminados en garras sobre la mesa.

    Freyja retrocedió un par de pasos y levantó el mentón cuando el tal Weloh se incorporó. Era como una maldita montaña andante. Estaba más que segura que había tenido que agacharse para poder entrar al lugar. “Pequeño” en dracónico. Era un mal chiste.

    El dragariano de escamas rojas rugió con furia, con mechones de fuego escapando de la comisura de sus labios. Unió ambas manos en un puño, y lo descargó contra el suelo, en el lugar exacto en donde la elfa había estado momentos antes. Esta rodó una vez y se incorporó. Observó el cráter que Weloh había dejado. Lo más probable es que hubiera terminado hecha pulpa si no se hubiera movido lo suficientemente rápido. No le parecía tan inverosímil ahora que cazaran jabalíes con sus manos desnudas.

    Sin embargo, no tuvo demasiado tiempo para pensar en la cuestión, pues otro enorme puño de escamas carmesí se dirigía hacia ella. Saltó hacia un costado y tomó una silla con su mano libre. En cuanto se incorporó, la lanzó contra la cabeza de su oponente. Este sonrió y cabeceó el proyectil, haciéndolo añicos. Soltó un leve gruñido.

    — Ah, ¡por favor!— se quejó Freyja, con las manos a los costados y expresión de hartazgo en el rostro.

    Esta expresión fue rápidamente sustituida por una de sorpresa cuando vio como una mesa volaba hacia ella. Con un diestro juego de pies, esquivó el proyectil por centímetros, impactando este luego contra la pared. El viento que este había generado le movió algunos mechones sueltos de cabello. Observó los restos de la mesa, que había estallado al golpear contra la pared. Todos los muebles de la posada estaban hechos de roble. La fuerza que había imprimido su enemigo en ese lanzamiento había sido enorme. Si no se hubiera movido a tiempo, estaba más que segura de que hubiera terminado con el pecho totalmente hundido.

    Pasos pesados que corrían hacia ella la hicieron volver a la realidad, y pudo encontrarse con que su oponente había decidido abalanzarse ante ella. Se permitió una media sonrisa confiada, mientras ponía la espada entre ella y la mole de escamas rojas. Con la velocidad y el ímpetu que llevaba el dragariano, él mismo se ensartaría solo con el arma. Tan solo tenía que apuntar de manera correcta, y esta pelea acabaría en un…

    La expresión confiada de su rostro fue borrada completamente y reemplazada por una de sorpresa en cuanto vio como, con una sonrisa, el matón apartaba el filo de la espada utilizando una mano desnuda, arrancándole el arma de las manos en el proceso. Weloh se la llevó puesta con la misma facilidad que una carroza atropella un gato desnutrido. La elfa no pudo ni reaccionar ante como el dragariano la tomaba por las piernas y la zarandeaba de un lado para otro como si se tratara de un trapo sucio. La usó para destrozar otra mesa, la hizo besar el suelo con bastante vehemencia, y le dio un recorrido facial por toda la barra. Por último, la alzó por los brazos, y crujió los dedos de la mano libre. Soltó una risa burlona al notar el pobre estado en el cual había quedado su víctima, y terminó desencajándole un puñetazo en el estómago, con tanta fuerza que esta salió volando varios metros atrás, escupiendo sangre por la boca. Aterrizó sobre una sillas y quedó tirada en el suelo, retorciéndose.

    — Vaya, pensé que ibas a dar mucha más pelea, niña. Pero no eres más que una simple muñequita. Alguien tenía que bajarte de tu pedestal, enana.— comentó Rykaal, limpiándose las escamas.— Cumpliste tu función de entretenimiento, a pesar de eso, por lo que te agradezco. Termina con esto, Weloh.

    El dragariano carmesí soltó un gruñido de satisfacción, mientras se acercaba con una sonrisa a una elfa que a duras penas intentaba ponerse de rodillas. Le costaba respirar y había perdido la visión de su ojo derecho. Todo el mundo le daba vueltas, y sentía como el sabor metálico de la sangre se acumulaba en su boca y nariz. Su puño se cerró con fuerza sobre el objeto que había agarrado cuando había sido usada como repasador para limpiar la barra.

    Sintió como la alzaban por la camisa, que a pesar de la golpiza que había recibido, no se había ni deshilachado. El aliento fétido de Weloh le llenó las fosas nasales cuando este resopló en su rostro. Apenas podía ver la fila de dientes afilados esculpidos en una sonrisa sádica. El enorme cuerno de su nariz parecía ahora cómicamente grande, y le hubiera dado a su rostro un aspecto bastante gracioso, si no fuera por la situación de mierda en la que se encontraba. Ocultó detrás suyo su puño cerrado.

    — ¿Últimas pal… ?

    Sus altaneras palabras fueron rápidamente interrumpidas por un grito de dolor.

    El dragariano soltó a la elfa, que cayó al suelo de espaldas. Weloh rugió, con sus gruesas manos tapándose la cara, de la cual caían hilillos de sangre, producto de las astillas de vidrio que se le habían clavado en su piel y ojos. Freyja pasó rodando por debajo de sus piernas, mientras el ahora ciego matón intentaba encontrarla con una mano. Menos mal que había logrado manotear ese vaso de tragos de la barra. Las botellas estaban demasiado alejadas.

    Recuperó su espada e intentó pararse. El mundo daba cientos y cientos de vueltas a su alrededor. Bueno, la vista no le iba a servir de mucho. Cerró el único ojo que tenía moderadamente sano e inspiró. El lado bueno de que la totalidad de los clientes del lugar hubieran huido era que no había ruidos que ensuciaran su percepción. Se concentró en su alrededor, mientras sus orejas se movían de un lado a otro. Soltó un eructo, manchado con espuma roja. Sentía unas fuertes ganas de devolverle al mundo lo que sea que se encontrara en esos momentos en su estómago.

    Captó los distintos sonidos del lugar. Los quejidos de dolor y furia de Weloh, insultándola. Las risas y aplausos de Rykaal, extremadamente divertido con el espectáculo que se brindaba frente suyo. Las imprecaciones del dueño de la taberna también eran bastante audibles, y era bastante generoso sobre a quién se las repartía. Los quejidos de las pobres muchachas que tendrían luego que ordenar todo este desastre. Y por último, los ronquidos de aquella figura misteriosa. Por los Mahla, ¿acaso seguía dormido después de todo el barullo? ¿Estaba pasado en borrachera? Sin embargo, su ronquido sonaba extraño. Como si fuera forzado...

    Expulsó esos pensamientos de su mente. Debía concentrarse en su presa. Empuñó la espada con ambas manos, sintiendo su peso, balancéandose de una pierna a otra. En cuanto los pesados pasos del dragariano se sintieron lo suficientemente cerca, Freyja abrió el ojo que no se encontraba en compota y descargó un preciso y potente espadazo contra la pierna de Weloh. El acero mordió y atravesó sin problemas la pobre protección de cuero de la zona, dejando un profundo tajo en su pantorrilla. La sangre brotó, al igual que un sonoro grito de dolor proveniente de la garganta del matón.

    La elfa aprovechó ese momento para hundir la hoja en la cara interior del muslo del carmesí, cerca de la ingle. Retorció el arma en la herida, para luego extraerla y alejarse de allí con una finta. Con fieras heridas en ambas piernas y la cabeza repleta de esquirlas de vidrio, Weloh cayó de espaldas, habiendo perdido el equilibrio. La arblur se acercó arrastrando un pie, con la espada detrás suyo. Al dragariano parecía costarle respirar, y estaba intentando incorporarse. Apoyó la punta de la espada en la boca de su estómago, y presionó con el peso de su cuerpo, hundiendo el arma más y más, haciendo que la sangre borboteara como si de una fuente se tratase. El matón quiso sacarse el filo de su barriga, pero varios espasmos se lo impidieron. Al final, dejó caer su cabeza hacia atrás, los ojos vacíos, la boca abierta.

    Freyja cayó de rodillas, todavía agarrada con fuerza a su arma, mientras batallaba por respirar. Por eso no usabas armadura de cuero sin nada debajo, en especial una de tan mala calidad. Era estúpido. Ni siquiera podía frenar los tajos de una espada.

    Una sarcástica ristra de aplausos le recordó que todavía tenía un problema extra del cual encargarse. Se sentó en el suelo, al lado del fresco cadáver de lo que anteriormente había sido un envalentonado matón, y miró con un solo ojo como Rykaal se levantaba de su silla de manera perezosa. El fill’kuta sonrió. Parecía satisfecho.

    — Bueno, me has divertido bastante, elfita.— Freyja frunció el ceño. Odiaba que le dijeran así. El hombre lagarto se frotó los nudillos.— Lamentablemente, tengo que ponerle fin a este espectáculo. No puedo pasar por alto que dejaste al borde de la muerte a dos de mis hombres, e incluso te aseguraste de matar a uno.

    La elfa simplemente lo miró desafiante y gruñó, exhibiendo los colmillos. Era obvio que tenía que hacer algo, pero en estos momentos se estaba esforzando solamente por respirar. Había recibido una buena tunda. Rykaal parecía disfrutar mucho de esto, pues cada paso que daba lo hacía de manera agónicamente lenta, disfrutando de su segura victoria. Se pasó la lengua larga y afilada por aquellas fauces reptilianas sin labios, saboreando el momento. Lo único que hizo Freyja fue levantar la mano en un gesto obsceno, que desencadenó una pequeña seguidilla de risas por parte del cazarrecompensas.

    Con un gesto de dolor, metió lentamente la mano debajo de su camisa, y comenzó a levantarla. El fill’kuta enarcó una ceja, en un gesto burlón.

    — ¿Qué intentas hacer? ¿Una última táctica desesperada? Créeme, nada te funcionará ahora.— comentó Rykaal, prepotente. Sonrió, y se permitió tiempo para otra puya.— Aunque dudo que haya mucha sustancia debajo de tu camisa, la verdad. La mesa que te arrojó Weloh tenía más ondulaciones que tu pecho.

    La cazadora simplemente chasqueó la lengua. Y en un abrir y cerrar de ojos, arrojó lo que había tomado de un cinturón que tenía bajo su ropa. El frasco impactó de lleno contra el rostro del matón, que abrió la boca para soltar un gruñido de sorpresa, que fue inmediatamente sustituido por un aullido de dolor al sentir como toda su cara se derretía por acción de un espeso líquido anaranjado. Quiso quitárselo con las manos, pero solo logró quemarse las palmas, extrayendo más ruidos de agonía de su garganta.

    Luego de un pequeño respiro, la elfa apoyó pesadamente la palma de su mano derecha en el suelo. El tatuaje de su cuello brilló tenuemente por unos segundos, y un estremecimiento le recorrió el brazo. Sintió como la energía dejaba su cuello y se dirigía hacia el suelo, utilizando su brazo como conductor. Debajo de Rykaal, las maderas del suelo estallaron, y zarcillos hechos de pura oscuridad lo tomaron por la pierna, haciendo que perdiera el equilibrio. La cabeza del fill’kuta, al caer, impactó contra una silla, haciendo que su cuerpo cayera inerte a un costado.

    Los zarcillos de oscuridad comenzaron a envolverlo, formando un capullo a su alrededor. Freyja trepó sobre su pecho a duras penas, lista para rematarlo en caso de ser necesario. Cuando notó que un hilillo de sangre corría por el oído derecho del fill’kuta, suspiró, calmándose. Comprobó los latidos del corazón y su respiración. Estaba inconsciente, pero vivo.

    La elfa se dejó caer a un costado, soltando un quejido de dolor. Se arrastró hasta una silla, y trepó como pudo en la misma. Se sentó y calmó su respiración. Sentía como su ojo derecho estaba completamente hinchado, sus brazos habían ganado nuevos cortes, el ligamento que sostenía su pelo se había roto y ahora este caía sobre su rostro. Pero lo peor se lo había llevado su torso. Levantó su camisa, y desprendió el cinturón de cuero que tenía cruzado sobre su pecho, para lanzarlo al suelo. Había servido como arma secreta, pero ahora lo único que hacía era dificultarle respirar de manera profunda.

    Observó su costado, donde se había originado un desagradable y enorme hematoma. Iba cambiando de coloración a medida que se acercaba al centro, cada vez más oscuro. Se desplomó sobre el respaldar, y el solo movimiento le envió una oleada de dolor por todo el cuerpo. De no haber sido por la protección que le brindaba su ropa de hilo sidhé, seguramente sus órganos no serían más que pulpa sanguinolenta en estos momentos. La habían mancillado bastante.

    — Ale, ¿querés hacerme el favor de alcanzarme mis cosas?— preguntó, el cuello doblado sobre el respaldar, los ojos cerrados.

    — Freyja, esta fue la primera y última vez que dejo que me arrastras a este tipo de locura.— comentó el ta’hani detrás de la barra, con una mano en la cadera y la otra en una posición que claramente demostraba su descontento.

    Con un movimiento de su mano libre, un bolso que se hallaba a sus pies se alzó en el aire, levantado por una fuerza invisible, y flotó hasta ponerse al lado de la elfa.

    — Créeme, también es mi última vez. La próxima utilizaré la vieja táctica de tomarlos por sorpresa en un camino, y tener mi armadura puesta.— con una mueca, se puso a rebuscar en el bolso.— Gracias Schmidt.

    El espacio de aire que había delante de ella se agitó, como si tuviera vida propia, y retornó hacia la mano de Ale, que mantenía la palma extendida. Este bufó una maldición en un idioma que sonaba bastante profano, y se puso a acomodar el desorden que había, ayudado por las desdichadas muchachas de servicio. Era la última vez también para ellas que aceptaban un “turno especial” por el doble de paga. La cantidad de trabajo extra no lo valía.

    Freyja rebuscó en el bolso y tomó una cantimplora. Lo destapó con los dientes, dejando que el corcho colgara de la cuerda que la unía al recipiente, y tomó su contenido de color ocre oscuro de manera ávida. Se permitió una profunda inspiración al terminar, mientras sentía como el líquido recorría todo su cuerpo, calentándolo y brindándole ligeras y nuevas energías. Los cortes de sus brazos se cerraron, formando costras, y el dolor de su torso se volvió tolerable, al menos al punto que le permitía respirar y moverse con cuidado sin sufrir espasmos. Con un quejido, tapó la cantimplora y la dejó caer sobre el suelo. Intentó incorporarse, pero su cuerpo la estaba obligando a permanecer quieta. Gruñó. No iba a ceder ante su propio cuerpo.

    — Recomendaría que no te movieras. Tu cuerpo te lo impide por algo.— una voz que poseía una extraña mixtura entre suavidad y rispidez pareció surgir de la nada, rompiendo el silencio.

    A duras penas, la elfa se giró en la silla, apoyando un brazo sobre el respaldar, para ver a su interlocutor. Se encontró con dos intensos ojos de una increíble tonalidad esmeralda que la observaban con curiosidad, contrastando fuertemente con el rostro moreno de su dueño. La cazadora apartó la mirada por unos segundos. La fuerza de esa mirada la había abrumado un poco.

    Chasqueó la lengua.

    — Vaya, el borracho decidió unirse al mundo de los vivos. Pero creo que algún golpe en la cabeza me debe haber dado un poco de amnesia, porque no recuerdo en qué momento le pedí su maldita opinión.— apretó los dientes cuando otra oleada de dolor le recorrió el cuerpo.

    — También dejaría de hablar, y me guardaría la sorna para más adelante.— comentó el hombre, con expresión divertida, recostandose en el respaldar de su asiento. Entrelazó las manos detrás de su cabeza.— Freyja, ¿no es así? Me sorprende que seas capaz de moverte, después de la golpiza que te proporcionó el dragariano.

    La aludida miró al ta’hani, con expresión de desconcierto. Este la ignoró. Chasqueó la lengua y se incorporó. Se agachó a duras penas para recoger su bolso y, arrastrando un pie, se dirigió hacia la mesa en donde el hombre se encontraba sentado con una sonrisa. Tomó una silla y se sentó pesadamente en ella, soltando otra mueca de dolor.

    — Ale, o alguna de ustedes chicas, ¿me pueden traer un poco más de agua con limón? La que tenía antes yace ahora sobre el suelo y sobre mi persona.— preguntó al aire, escurriéndose un poco el pelo y volviéndoselo a atar en un rodete. Luego clavó su mirada en el humano, inclinándose sobre la mesa.— Perdón por irrumpir en tu pequeña esquina de melancolía y contemplación profunda, pero dime por favor: ¿quién carajos sos y por qué juzgaste que sería interesante fingir que estabas durmiendo durante todo el despliegue?

    Este levantó una ceja, divertido, y le dedicó una media sonrisa. Se inclinó sobre la mesa también, con un aire que hizo que Freyja lo relacionara con una pantera. La elfa cedió un poco de terreno, algo abrumada. El humano señaló con la cabeza al fill’kuta, todavía noqueado, rodeado completamente de aquellos zarcillos oscuros. Varias flores similares a las campanillas habían surgido en el capullo.

    — Muy linda decoración, la verdad. Me tienes algo intrigado, eso sí. ¿Qué le arrojaste en el rostro? Nunca había visto esa coloración y esa consistencia, además de ese poder destructivo. ¿No es una variante de fuego de alquimista, no?

    La elfa chasqueó con lengua, recostándose hacia atrás.

    — Ácrido diluido, un vial. No pensé que iba a tener tal efecto, la verdad. Me alegro no haberlo matado. La recompensa lo pedía vivo.— Freyja paseó su mirada de Rykaal al humano. Tenía acento essino, y algunos rasgos eran marcadamente anorianos, como la configuración de sus pómulos y su barbilla, pero su tonalidad de piel, el puente de su nariz y su contextura lo hacían notar como un ulalmarano.- No respondiste mi pregunta.

    El aludido soltó una carcajada y se llevó una mano al bolsillo. Extrajo un papel doblado, que desplegó en la mesa y se lo pasó. La arblur se inclinó para verlo mejor, y chasqueó la lengua, mirando molesta hacia otro lado. Era un clásico cartel de “Se Busca”, con su rostro. Soltó un poco de aire por la nariz, divertida. Se habían tomado ciertas libertades creativas con el dibujo. Sus colmillos sobresalían por encima de sus labios, sus cuernos no estaban ramificados y eran mucho más grandes y puntiagudos, y sus pómulos eran excesivamente protuberantes.

    — ¿“Deh Kin... Kinverschlin”? No pienso pronunciar eso

    Deh Kinverschlinger von Sasee, la devoraniños de Sasee, sí. Curioso nombre, la verdad.— contestó el humano, divertido, la cabeza apoyada en un puño.

    — Interesante título. Y vaya, que recompensa mediocre. No sé si sentirme aliviada o insultada.— la elfa deslizó el cartel lejos suyo.— No sabía que había causado tal impacto en aquel pueblo perdido en medio de la nada. Supongo que llevarse el cadáver de esa niña no fue tan buena idea después de todo.

    — No logro concebir ningún escenario en el cual esa idea hubiera sido buena.— comentó Ale, mientras depositaba otra jarra llena de fresca agua alimonada enfrente de Freyja.— ¿A ti te traigo algo?

    El aludido meneó la cabeza. El ta’hani asintió y se dio media vuelta. Suspiró al volver a ver el desastre que era su establecimiento en esos momentos, y volvió a ponerse manos a la obra. La arblur tomó un largo trago, dejando que el agua le acariciara la garganta, y soltó un suspiro de satisfacción.

    — Extraña elección de bebida.

    Freyja iba a contestar con un gruñido, pero un cuchillo apareció como por arte de magia en la mano del humano y se clavó sobre el cartel. Los músculos de esta se tensaron, y una de sus manos comenzó a moverse lentamente hacia la empuñadura de su espada. Lo que la había puesto alerta no fue el despliegue de velocidad del otro, que de por sí había sido impresionante, sino el mensaje que había transmitido con esa acción. Clavar cualquier arma en el cartel de “Se Busca” de alguien era sinónimo de que habías seleccionado a una presa, y de que esa presa iba a volver muerta. Pasaron varias fracciones de segundo llenas de tensión, hasta que, con una carcajada, el hombre tomó el papel y lo rasgó, para luego hacerlo un bollo y tirarlo al costado. Completamente indignada, la elfa le tiró el agua que le quedaba encima.

    — No pienso reponerte esa jarra.— se escuchó la voz de Ale detrás.

    La arblur lo ignoró, mientras miraba con una mueca desconcertada como el extraño seguía riéndose. Luego de secarse un poco el rostro con la bufanda de tela que llevaba al cuello y calmarse, miró fijamente a Freyja, con una sonrisa.

    — Supongo que me lo merecía. Lo siento, lo siento. Déjame compensarte.— levantó ambas manos, en señal de que venía en son en paz, y estiró una hacia el rostro de la elfa. Esta se inclinó instintivamente hacia atrás, mirándolo desconfiada.— Tranquila, confía. Sabes que no tengo nada en contra tuyo.

    Esta lo miró por unos segundos, para luego relajar los hombros y acercar el rostro. Había visto lo que el humano había hecho con el cartel. Si sus actos eran verdaderos, no traía malas intenciones. Este le puso suavemente una mano sobre su ojo herido, y cerrando los ojos, comenzó a recitar palabras en voz baja. Las orejas de Freyja se movieron curiosas, captando lo que el humano estaba susurrando. Era una historia. Se concentró en escucharla, mientras sentía como las chispas de energía salían de la palma de la mano del extraño y bañaban su ojo herido. Sin embargo, pudo entender poco y nada, ya que parecía estar siendo narrada en un idioma que no conocía, que sonaba como un llamador de ángeles al viento.

    El essino terminó su relato, con los ojos cerrados y una voz completamente calmada. En cuanto las últimas palabras escaparon de sus labios, Freyja sintió como el escozor e hinchazón de su ojo iban desapareciendo lentamente, suplantados por una refrescante sensación de alivio. En cuanto el humano retiró su mano, la elfa pestañeó un par de veces, sintiendo como su ojo lagrimeaba, pero iba recuperando la visión lentamente. Se lo restregó con suavidad, para sacarse las lágrimas.

    — Vaya, magia peregrina. ¿Eres un parabolero?

    — No, es un pequeño truco que aprendí cuando estuve estudiando medicina en Auzbünfurt.— respondió el humano, encogiéndose de hombros.- Tan solo puedo hacerlo una vez al día, y es un milagro bastante menor. Sacrificar parte de tu alma para poder realizar hechizos no me apetecía sobremanera, la verdad.

    Freyja observó a su acompañante con atención. Ahora estaba genuinamente curiosa, en especial teniendo en cuenta la casi invisible línea que había percibido bajo la bufanda, de una cristalina coloración celeste. Tamborileó con sus dedos sobre la mesa, sopesando las palabras.

    — Bueno, cada cosa que dices y hacés no hace más que aumentar el misterio que te rodea. Si es lo que estás buscando, felicidades. Pero dejame decirte que teniendo en cuenta tu atuendo y lo rasposo de tu voz, no te deja en muy buena posición, la verdad.

    — Ah, ¿sí?— preguntó divertido el humano.

    — Exacto. Tienes toda la pinta de ser uno de esos tipos que rodean su vida de misterio simplemente por lo aburrida y sosa que esta suele ser en realidad. La mayoría de las personas como vos no son para nada interesantes cuando se descubre toda la verdad.

    El desconocido se pasó la mano por su corto y rizado pelo azabache, mientras esgrimía una sonrisa de disculpas. De hecho, con su atuendo, tranquilamente podía entrar en esa categoría. Vestía ropa oscura, con su elaborada bufanda color violeta tapándole todo el cuello y parte de su barbilla, que exhibía la sombra de una barba hirsuta. Sobre su blusa, se encontraba un peto de un metal negro, que podía adivinarse como thochka, por su falta de brillo. Sus guantes de cuero estaban reforzados en los nudillos y las falanges con placas y tachas de acero. Sus pantalones también eran de cuero negro, obviamente teñido, con grebas de acera sobre las pantorrilas. Sus botas, de aspecto robusto, estaban reforzadas en la punta. Y encima de todo el conjunto, tenía un polvoriento sobretodo de viaje.

    — Sí, puede que de esa imagen. Pero descuida, me importa un soberano ajo ese concepto, la verdad.— respondió, encogiéndose de hombros, para luego cruzar los brazos enfrente suyo.— Pero supongo que tanta puya no es un simple desperdicio de aire, teniendo en cuenta que en tu estado te cuesta hasta respirar. Así que dispara. Supongo que te debo un par de respuestas.

    — ¿Un par?— gruñó Freyja. Y era verdad, ¿por qué estaba hablando tanto? No solía ser su estilo.— Bueno, empecemos por lo básico, ¿qué diablos hace un estudiante de medicina vestido de esa manera y en La Frontera?

    — Por la misma razón que tú, supongo. Es temporada de gnolls.

    — Oh, ¿así que sos un mercenario? ¿O un atraparratas?— el essino la miró algo confundido.— Aventureros. Una manera despectiva de decirles.

    — No tienes mucha estima hacia los aventureros, ¿verdad?

    — No, pero ese no es el tema en cuestión. Eres un mercenario entonces.

    — Algo así.

    — Bueno, ahora lo siguiente. ¿Qué diablos sigues haciendo aquí? Ya establecimos que estabas fingiendo sueño o borrachera cuando los Cabezas de Nabo entraron a la posada. Quiero saber la razón.

    — Está atado a mi primera respuesta. Tú eres la razón. Ahora sé los motivos por los cuales te quedaste también.— contestó, señalando con la cabeza hacia el fill’kuta.— Por cierto, cuando se despierte, si es que alguna vez lo vuelve a hacer, ¿no podrá liberarse fácilmente? Esas lianas no parecen muy gruesas.

    — Son más resistentes que una cadena de acero, así que lo dudo mucho.— respondió Freyja, mientras sentía como la punta de sus orejas se sonrojaba. ¿Ella era el motivo? Nunca le había gustado ser el centro de atención.— ¿Yo era la razón por la cual te quedaste?

    — Exacto, ¿tanto te sorprende? Eres famosa, y no solo por secuestrar cadáveres de niños.— la elfa le gruñó, mostrando los colmillos. El humano levantó las manos, en señal de paz.- Eres una cazadora de monstruos conocida. Freyja, la Erinia de Hierro.

    — ¿"Erinia de Hierro"? ¿Qué trovador borracho inventó esa mierda?— replicó la elfa indignada, para luego soltar una mueca de dolor, y agarrarse los oblicuos.

    — No deberías hablar tanto, en el estado en el que estás.

    — Es una mala costumbre que incorporé de una amiga.— respondió, con una tímida media sonrisa.

    — Aunque te queda bien el nombre. Tu resistencia al castigo es bastante conocida. Dicen que te caíste de un grifo en pleno vuelo, junto con el mismo grifo, te quebraste tan solo una pierna, e igual te incorporaste de nuevo y terminaste de rematar a la bestia. Con lo que acabo de ver, puedo darle mucho más crédito a esas historias.

    — Hay que destacar que me caí porque yo misma haché una de las alas del animal, así que fue en parte por mi culpa. Y yo no terminé de matarlo, mis compañeros… — Freyja se calló de inmediato, cerrando su boca como si un sortilegio le hubiera impedido continuar. Pasó unos segundos en silencio, en los cuales el humano se la quedó viendo con curiosidad. Al final, chasqueó la lengua y cambió de tema.— ¿A qué vino todo el circo que montaste hace unos minutos? ¿No era más sencillo hablar conmigo directamente?

    El humano se rascó la nuca, esgrimiendo otra sonrisa de disculpas. Vaya, para esta persona sonreír debía ser igual de fácil que respirar.

    — Sí, tienes razón. Lo siento, no soy muy bueno con las primeras impresiones.

    — Puedo notarlo.

    — Las cosas en mi mente transcurrieron de forma bastante distinta. No imaginé que fuera tan difícil intentar acercarme a ti.

    — ¿Y por qué dices eso?

    — Acabas de matar a tres personas, a dos de ellas con la misma soltura con la cual un niño aplasta una hormiga. Cualquiera se podría asustar por ese despliegue de habilidades.

    — Te equivocás, solo maté a uno.— comentó, restándole importancia con una mano.

    — La única forma en que los otros dos matones sobrevivan consiste en practicarle primeros auxilios de inmediato, e incluso realizar cirugía. Y nadie de aquí lo está haciendo, así que prácticamente están muertos.

    — ¿Vos no sos médico? ¿Ustedes no hacen un juramento al terminar sus estudios, algo sobre no dejar nunca a ningún herido sin tratar?— Freyja levantó una ceja.

    — No, dejé la escuela, a punto de terminarla. Se… perdió el interés, por decirlo así.— el humano se encogió de hombros.— Además, no tengo ni los instrumentos ni las instalaciones para tratarlos. No tiene sentido simplemente estirar su sufrimiento.

    — Hmm.

    El silencio, por primera vez, se instauró entre ellos. La elfa no pudo ocultar otra mueca de dolor, al intentar acomodarse mejor en la silla.

    — Pero puedo intentar atender tus heridas, si quieres.— se ofreció el desconocido.

    Freyja le quitó importancia con una mano.

    — No, por ahora, lo único que me interesa es saber el motivo por el cual estabas buscándome.— recargó un codo sobre la mesa.— Sigue siendo el meollo de todo este asunto.

    — Vaya, pensé que habías ya sumado dos y dos. Quería pedirte que formáramos un equipo, o al menos, que nos cuidemos la espalda mutuamente, cuando nos internemos en las Tierras de Nadie.— anunció el humano, apoyando ambos codos sobre la mesa y sosteniendo su cabeza con sus manos entrelazadas.

    — Una proposición… curiosa. ¿Hablas de contratarme? ¿Necesitas protección? No deberías internarte por estos lares si la segunda respuesta es positiva.

    — No y sí. Verás, tengo… una carga de la cual ocuparme en casa, y soy su único sostén. El negocio de los gnolls es extremadamente lucrativo, como bien sabes, pero su valor es directamente proporcional a su letalidad.— el humano se permitió una sonrisa tímida.— Mira, lo que quiero decir simplemente es que me gustaría volver de aquí con vida. Tengo todavía asuntos pendientes, y no me gustaría que todos tuvieran un fin abrupto en el estómago de un demonio hiena. No dudo de mis habilidades, tan solo… un seguro extra de verdad calmaría mi conciencia.

    — Por qué entonces decidiste venir a La Frontera, sigo sin entender eso. Pareces bastante preocupado por esos asuntos pendientes que tienes. ¿No sería mejor resolverlos antes de internarse en la boca de la hiena?

    — No pido que entiendas mis motivos. No quiero mezclar sinceramente lo que es vida personal con vida profesional. Tan solo te pido esto como favor. Piénsalo, dos cabezas son mejor que una. Sin resentimientos si dices que no.

    Freyja se lo quedó mirando durante unos instantes, sopesando sus opciones. Observó el panorama alrededor, ignorando deliberadamente las miradas acusatorias de las muchachas que estaban arrastrando los cuerpos fuera de la posada. Las palabras que salían de la boca del extraño sonaban sinceras, y en sus ojos no había rastro de mentira. Aunque era difícil saberlo, teniendo en cuenta la intensidad de su mirada. La ponía incómoda.

    Sin embargo, su oferta no era mala. Un par de ojos extras para vigilarte la espalda en las Tierras de Nadie nunca estaba de más, en especial si esos ojos tenían entrenamiento médico. Y por la velocidad con la que había clavado esa daga sobre la mesa, se podía notar que tenía entrenamiento especializado en el manejo de las armas. Ningún simple mercenario tiene esa capacidad para sacar un cuchillo como por arte de magia. Era obvio que ocultaba muchas cosas, pero como bien había dicho, la vida profesional y la personal no debían mezclarse. Ella tenía sus propios secretos de por sí.

    Tamborileó un rato los dedos sobre la mesa, al ritmo de una canción de su infancia, sobre un soldado, un poeta, y un rey. La ayudaba a concentrarse. Suspiró, chasqueó la lengua, y miró hacia su acompañante, que la había esperado pacientemente, con una sonrisa.

    — Sinceramente, te rodea un aura de misterio que no sé si tengo ganas de agujerear, y la única habilidad útil que has demostrado hasta ahora es poder sanar un ojo hinchado una vez al día.— arrancó la daga ,que todavía se encontraba clavada en la mesa, y se la arrojó perezosamente.— Pero al menos, me intrigaste lo suficiente como para aceptar tu trato. Tan solo una condición: lo que mata cada uno, se lo queda cada uno. Nada de compartir ganancias.

    Apoyó el codo sobre la mesa, y extendió la mano en dirección del humano. Este sonrió agradecido, y se dispuso a estrecharsela. Sin embargo, Freyja retrajo la suya.

    — Y otra cosa, quiero saber tu nombre. Yo me encuentro en desventaja. Si no quieres compartir nada de tu vida, está bien, pero al menos, dame algo para no llamarte simplemente “Humano”. Todavía no sé si incluso eres un anoriano o un ulalmarano.

    El aludido la miró sorprendido por un segundo, para luego soltar una carcajada.

    — ¿Cómo se me pudo olvidar? Otra prueba más de que no funciono para las primeras impresiones. Para quitar toda niebla sobre mi identidad étnica, soy anoriano, essino para ser más exacto. Mi madre era ulalmarana, así que saqué ciertos rasgos de ella. Pero supongo que la sangre mixta de mi padre tuvo más fuerza en el momento de la concepción, ¿eh?— al ver que Freyja ni siquiera sonreía, si no que lo miraba confundida, se mordió los labios y asintió con la cabeza.— Sí, chiste médico, lo siento. Mi nombre es Nànoi.

    Estiró la mano, pero la elfa tan solo la alejó más.

    — ¿Nànoi, en serio?- exclamó, exasperada, los brazos al aire.- Entiendo que no querés decirme tu verdadero nombre, ¿pero Nànoi? ¿Cero en élfico? Ahora estoy más que segura que tienes todo un trasfondo trágico. Seguro mataron a tus padres y quedaste huérfano en las calles. Tenías que robar para sobrevivir y cada día era una lucha contra el hambre, el frío, y no sé, ¿osos de callejón? ¿Alguna otra cosa absurda que quieras agregar?

    Nànoi tan solo se la quedó mirando, levantando una ceja, y apoyando su cabeza en una mano. El arrebato de la supuesta Erinia de Hierro lo había tomado completamente por sorpresa. Cada tanto, Freyja soltaba un quejido de dolor, por haber estirado demasiado y muy súbitamente los brazos.

    — ¿Sabes qué? Te voy a llamar Null. Así es, cero en essino, así entiendes lo estúpido que suena para mí que hayas elegido esa palabra como nombre.- sentenció, los brazos cruzados.

    — ¿Terminaste con tu berrinche ya?

    Freyja gruñó, mostrando los colmillos.

    — Perdón, suelo ser bastante apasionado sobre lo que me exacerba. Y en esa categoría entra cualquier cosa que no vea como práctica o la sienta estúpida, como tu nombre.— inspiró profundamente, para calmarse.— Otra mala costumbre que adquirí de una vieja amiga.

    — Bueno, dejando de lado mi reciente y poco ortodoxo bautismo, ¿tenemos un trato?

    — Sí, lo tenemos. Null.

    Con un bufido de parte del essino, ambas manos, al fin, se estrecharon. Este no pudo evitar sonreír y soltar una corta risa, lo que hizo que Freyja lo mirara intrigada. Null le quitó importancia con una mano.

    — Nada, tan solo que me parece extraño. De todas las escenas que visualicé sobre cómo transcurriría esto, en ninguna ocurría lo que acaba de pasar.

    — ¿Ah, sí? ¿Y en cuántas de esas escenas terminabas pagándome el almuerzo?- comentó la elfa, con una sonrisa ladina y un rugido en el estómago.

    — Si te soy sincero… — comenzó el anoriano, devolviéndole la sonrisa y levantando una mano, para llamar la atención de una de las muchachas que estaba descansando. Entre el índice y el mayor, tenía dos marcos de plata.— En cada una de ellas.
     
    Última edición: 15 Septiembre 2020
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    Tenemos un problema... Ya es la tercera historia de Freyja que leo y las anteriores fueron tan buenas que vengo con demasiadas expectativas y...
    ¡Me encantaaaaaaaaaaaa! Buah, ha sido un capítulo súper emocionante. Tenía un montón de ganas de empezar a leerla y ya de entrada he visto que era un capítulo bien largo y lo he cogido con unas ganas que no te puedes ni imaginar. Sabes que el personaje de Freyja me fascina, ese carácter tan fuerte que tiene, lo dura que es, esa mezcla de sarcasmo e ironía constante, simplemente fascinante.

    Me sorprende que en cada una de sus historias se rodea de personajes distintos, siempre tengo la ilusión de volver a encontrármelos, porque les cojo tanto cariño como a Freyja y me encantaría volver a verlos, pero éste último me tiene de lo más intrigada. Nànoi, Null para los amigos, tiene un aura de misterio muy intrigante, ya se deja ver que esconde algo y que va a dar mucho juego con la elfa. Desde el principio me ha descolocado que se mantuviera al margen de la pelea, me ha recordado a la escena del Señor de los Anillos con Aragorn fumando de la pipa... UY que me desvío. Los poderes que ha demostrado después y ser tan reacio a hablar de sí mismo, dejando en claro desde el principio que quiere dejar la vida personal al margen, ¡es tan misterioso! Supongo que con el tiempo se irán descubriendo más cosas sobre él. Me ha encantado la escena en la que ella le cambia el nombre y tiene una pequeña pataleta por no saber su nombre real. Curiosa elección de palabras, usando otro idioma, y una forma genial de aprender un nuevo idioma. Es algo que me encanta de tus escritos, los nuevos idiomas, las nuevas palabras que hacen referencia a razas, costumbres... A veces siento que no las entiendo, no sé qué es exactamente null por esa terminología extraña, simplemente me he quedado con que es humano y tiene conocimientos de medicina.

    Como siempre, tus narraciones sobre escenas de acción son soberbias. Me he metido en la pelea desde el principio, es muy fácil sumergirte en la lucha y vivirla intensamente junto a Freyja. La aparición de los 4 villanos, muy del estilo a película del oeste, ha sido genial. Desde el inicio se intuía que se iban a llevar su merecido, porque es Freyja, y obviamente es la mejor. Además, sabía que iba a ser ella porque soy una impaciente y en cuanto he visto que había un escrito tuyo he venido a cotillear, sin leer, simplemente saber a primera vista si leía su nombre. Toda la ambientación inicial, ese clima que se genera en el bar con la aparición de los 4 forajidos, cómo muestran su superioridad, los crueles que son para mostrar quién manda, cómo van contra la que consideran una mera diversión... esa forma de sumergirnos al lector y crear un ambiente tan propicio es difícil y lo has conseguido a la perfección. Estaba deseando que llegara el esperado enfrentamiento y por si fuera poco ha habido cuatro peleas, luchando individualmente contra cada uno. Los dos primeros han sido emocionantes, rápidos y me he sentido orgullosa de ella. En el tercero lo he pasado hasta mal, ha sido el más intenso de todos y en uno de los momentos pensaba que iba a terminar peor. Finalmente, pensaba que la lucha contra el jefe sería la peor, con eso de ir aumentando la dificultad, pero Freyja ya estaba destrozada, no podía ni respirar... De nuevo me ha sorprendido con todo el arsenal y objetos poderosos que lleva encima, un final muy ingenioso.

    Ha habido algún error de alguna letra cambiada, Freyja hablando en masculino... pero no molestan en la lectura y es comprensible en un escrito tan extenso. Una cosa nada más por si lo quieres corregir.
    Supongo que ahí quisiste decir sombrero o algo similar.

    Otro detalle que me ha sorprendido es que la elfa de vez en cuando hablara con expresiones como vos, sos.

    Resumiendo, estaba deseando leer una nueva aventura de Freyja y me ha encantado el primer capítulo. Tienes una manera de narrar muy atrayente y tus escenas de acción son sobresalientes. Tienes lectora asegurada hasta que termine la historia.
     
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  3. Threadmarks: Parte II
     
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    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    17
     
    Palabras:
    2784
    La Balada del Mago y la Muerte - Parte II

    Atravesar las tierras desoladas de lo que otrora fuera el orgulloso reino fronterizo de Tol Khrogo, el bastión de defensa de los Dominios Lejanos frente a las huestes monstruosas de las Tierras de Nadie, era una perspectiva bastante poco atrayente para la mayoría de las personas. Por aquí y allá, lo único que podía verse eran ruinas de lo que anteriormente habían sido casas llenas de vidas y risas, y granjas abundantes en cosechas y ganado. La Frontera nunca había sido buena con nadie, pero siempre había tenido su encanto. Los pocos habitantes demasiado testarudos y reticentes como para buscar otras pasturas miraban con semblantes mustios como el carruaje se arrastraba por los vestigios del antiguo Camino Real.

    El conductor del mismo, un joven anoriano de ojos esmeralda y piel morena, que no debía tener más de treinta años, se ajustó la bufanda púrpura para protegerse del viento frío que comenzaba a arreciar, y saludó con una mano y una sonrisa a una niña que pasaba a su lado. Su amabilidad fue simplemente correspondida con una tímida levantada de mano de parte de la niña, y un gruñido proveniente de la madre, que tironeó del brazo de la pequeña, para continuar con su camino. El muchacho se las quedó mirando un rato, con algo de pena, y azuzó al menudo cimarrón que tiraba del carro. Ellos también tenían que llegar a su destino todavía.

    — Nunca me imaginé que las vistas iban a ser tan… sobrecogedoras.— dijo, después de intentar buscar la palabra correcta.— La verdad que el Consejo de los Dominios Lejanos tuvo una actitud bastante egocéntrica con respecto a estas pobres personas. Que yo haya escuchado, ningún esfuerzo se ha dispensado para intentar reconstruir aunque sea partes del reino.

    — A mí lo que siempre me molestó es el nombre de “Dominios Lejanos”.— contestó Freyja, a sus espaldas, ignorando completamente las preocupaciones de su compañero.— Toussegard y Tres Arroyos son limítrofes al Imperio Donovan, e incluso desde donde estamos nosotros ahora mismo, supuestamente el reino más “lejano”, aunque ya de reino no tiene nada, estamos a unos simples cuatro días de viaje, uno por tierra y tres por barco, de Ragrard. No estamos lejos de nada.

    Null suspiró, derrotado. Desde que habían retomado su viaje esta mañana la elfa no había dejado de quejarse de cosas sin sentido. Sinceramente, no entendía de dónde provenía el malestar por el cual seguramente la cazadora debía estar pasando. Así que se limitó a mirar el camino más adelante, dejando de lado cualquier otro intento de conversación.

    Freyja no tenía noción de todo el paisaje depresivo que atravesaban en esos momentos. Lo único que podía ver, tirada en el carro como estaba, eran las barandas del mismo, el cuerpo envuelto y a duras penas consciente de Rykaal, y el cielo azul sin nubes que se extendía sobre ellos. Cada tanto, el fill’kuta soltaba un quejido sordo de dolor, que la elfa acallaba dándole un talonazo. Teniendo en cuenta todo lo que había llegado a derretir el ácrido diluido, dudaba de que conservara muchas capacidades cerebrales en estos momentos.

    Se sentía rara, la verdad. El día había comenzado de manera muy extraña. No, esa sensación venía desde el día anterior, desde que había cerrado su trato con el anoriano. Cerró los ojos, mientras recordaba los sucesos que habían acaecido desde ese momento.




    El almuerzo había terminado sin eventos ni conversación de por medio. Null lo había intentando, pero Freyja no estaba con el humor para hacerlo, además de que el apetito se le había abierto de manera feroz después de la pelea y de que la poción de vitalidad comenzara a hacer efecto en su cuerpo. En cuanto hubo terminado, soltó los cubiertos sobre el plato y soltó un sonoro eructo, recostándose en la silla. No pasaron ni dos segundos de que ya había hecho un ademán de pararse, cuando el anoriano la detuvo con un gesto.

    — ¿Qué te pasa ahora?— preguntó la elfa, algo molesta.

    — Espero que no pienses partir de inmediato.

    — Ese es exactamente mi plan. ¿Acaso ahora también me vas a decir que podés leer la mente, o tan solo las obviedades?

    — En el estado en el que estás, lo más sensato es que al menos pases un tiempo recuperándote.— comentó Null tranquilo, ignorando el tono ácido de la voz de su ahora socia.— Recibista una paliza brutal, y hasta que no tomaste un trago de esa poción tuya, ni siquiera podías respirar normalmente. Hablando de eso, ¿qué tomaste?

    — Una poción de vitalidad, ¿por qué?— inquirió Freyja, encogiéndose de hombros.

    — Quiero simplemente saber, para así dar un diagnóstico adecuado. Lo siento, pero no puedo permitir que mi nueva compañera se suicide yendo a cazar gnolls cuando tiene todavía un hematoma del tamaño de una pelota en su torso y múltiples cortes recién cicatrizados en los brazos y el rostro. ¿Quieres hacerme el favor de alcanzarme tu cantimplora?

    La cazadora lo miró hastiada, pero, con un chasquido de lengua, le lanzó al anoriano lo que pedía, ignorando su mano extendida. Este atrapó la cantimplora diestramente en el aire, mientras la miraba con expresión de circunstancias y levantaba una ceja, y la destapó. Se la acercó a la nariz, la olisqueó, y luego derramó unas gotas sobre su dedo, para llevárselo a la boca. Saboreó el líquido un rato, haciendo una mueca de asco. Freyja soltó una pequeña risotada ante la expresión de Null.

    — ¿De qué está hecha? En mi vida había probado una poción tan amarga, y mira que ninguna hierba medicinal tiene el dulce gusto de la miel, precisamente.

    — No tengo la menor idea. Me la preparó un amigo mío, un gigante. Supongo que será con diferentes partes animales, ya que muchas plantas no crecen en el Fin del Mundo.— contestó la elfa, encogiéndose de hombros.— Para que no se me acabara, la puse en esa cantimplora, que supuestamente está encantada para que el líquido que tiene dentro dure de manera indefinida. Hasta ahora no me ha traicionado.

    — Bueno, eso no hace más que complicar las cosas. Si fueran hierbas sería más sencillo, pero yo no tengo idea de cómo funciona la alquimia con partes animales.— Null le devolvió la cantimplora y luego se cruzó de brazos.— Sin embargo, no importa cuán fuerte pueda ser esta mixtura, igual necesitas descansar. Ya sabes que ningún tipo de magia o alquimia es milagrosa, excepto por, bueno, los milagros, valga la redundancia, pero incluso ese tipo de hechizos son muy demandantes para quien los conjura.

    — Y vos tan solo sabés remendar ojos en compota, ¿eh?

    — Es simplemente la cantidad de mi alma que estuve dispuesto a sacrificar, no pidas mucho más.— el anoriano dejó escapar una corta risa. Luego, su semblante se puso serio.— Como sea. Partiremos, como mínimo, en dos días. Tal vez pueda aprovechar mis plegarias para intentar ayudarte a acelerar la recuperación, además de utilizar algunos ungüentos que ya tengo preparados.

    — ¿Dos días?— exclamó la elfa, atónita.— ¿Qué voy a hacer en dos días? ¿Charlar contigo? Prefiero que Weloth vuelva a vapulearme de un lado a otro antes que eso.

    — Deberías estar agradecida de que sean simplemente dos días. Cualquier otra persona necesitaría al menos dos semanas para recuperarse del castigo que te dieron, y eso si es que hubiera seguido con vida.

    Freyja bufó, pero el essino tenía razón. Si bien la medicina que le había proveído Nootaikok había sido de gran ayuda, brindándole nuevas energías, sólo había hecho eso. Y no se podía negar que los golpes que había recibido todavía le dolían. Ir a la batalla con esas lesiones sería sinónimo de muerte. Y de una imbecilidad bastante grande. Y ella era arrojada, no imbécil.

    — Además.- agregó Null.— Si tanto dices que te vas a aburrir, puedes aprovechar ese tiempo para ayudar al pobre de Ale a ordenar y reparar todo lo que tú destrozaste. ¿Qué opinas?

    Ante la sonrisa traviesa del anoriano y la mirada acusatoria del ta’hani y sus empleadas, la arblur no pudo hacer más que rezongar con un gruñido. Fulminó con la mirada a su socio y se dejó caer pesadamente sobre la silla de la cual se había levantado.

    — Está bien, vos ganás. Pero dos días. No más que eso.— concedió la cazadora, chasqueando la lengua.




    Freyja, con un movimiento de su mano, ahuyentó temporalmente a una mosca, solo para que esta volviera con más ahínco. Parecía empecinada en posarse sobre uno de sus ojos. Desestimó con un gruñido la pregunta de Null, que se interesaba en saber cómo estaba y si le dolía o molestaba algo. Sí, había muchas cosas que le molestaban. El vendaje que le envolvía todo el estómago y le atravesaba el torso le escocía y estaba frío y húmedo, haciendo que sufriera leves escalofríos cada tanto. El essino lo había impregnado con una sustancia refrigerante, que la elfa no conocía ni se interesó en conocer el nombre, que supuestamente le ayudaría con las inflamaciones y hematomas que tenía en su castigado tronco. El ungüento que le había puesto sobre los brazos le picaba, y las costras de sangre que se le habían formado de sus recientes cicatrices rozaban contra la tela de su gambesón y no hacían más que aumentar su incomodidad.

    Los últimos dos días que había pasado con Null habían sido bastante extraños para Freyja. Aparte de aburridos. El joven había intentado sacarle algo de conversación; oh, los Mahla, los Cronistas, los Mártires y los Dioses Dragón sabían lo que había intentado. Sin embargo, no lograba comprender de que la arblur era antisocial por naturaleza. A Lavignia le había costado meses mantener algo más allá que una simple conversación incómoda con ella, en dos días no iba a lograr mucho más. Y después de todo lo que había pasado, intentar hacer amigos nuevos era lo último de su lista.

    Además, en cierta manera, su presencia la incomodaba. Tan alegre, tan servicial, tan atento, siempre con una sonrisa y un agradable brillo en los ojos. Le daba náuseas. Tanta amabilidad se le hacía empalagosa.

    Con una mano enfundada en un guantelete acarició el ojo que había recibido la magia del anoriano hace un par de días. Ya no le latía, y había dejado de lagrimear. Hurgó en su bolso y sacó el medallón de plata que Ale, esta vez con la forma de un alto elfo de sangre, con cabellos y ojos de un penetrante color dorado, le había dado al partir. Lo contempló en contraste con la Sonrisa, observando el relieve de una lechuza con las alas extendidas de un lado y las garras listas, como si estuviera a punto de cazar a su presa. En la otra cara, tan solo se veía el rostro de la lechuza. Chasqueó la lengua, mientras volvía a guardar el medallón, y le daba una patada gratuita a Rykaal. Entendía por qué estaba frustrada, pero admitirlo era otro tema completamente distinto.

    Null la miró por encima del hombro, levantando una ceja acusatoria en cuanto vio el trato que recibía el cautivo. Sin embargo, tan solo suspiró y no dijo nada. En esos dos días, había aprendido lo testaruda que podía ser Freyja.

    Esta miró su nuca desde su posición recostada, mientras rumiaba palabras que nunca llegaban a salir. Porque el hecho de que estuviera tan rara se debía a que, por primera vez en décadas, alguien había cuidado de ella. Usualmente era al revés. Era contratada para proteger a personas en viajes o en misiones específicas, siendo usada como escudo de carne. A veces tenía que ir sola a limpiar la guarida o nido de un monstruo, y luego volvía al pueblo para recibir su recompensa. Ella cuidaba del resto, no a la inversa. Y nunca le molestó. Pero esta situación sí que la frustraba un poco, la verdad. Aunque por qué la frustraba era algo que sí se le escapaba.

    Soltó un sonoro bufido. No tenía sentido seguir pensando en eso. Null sintió como, perezosamente, Freyja apoyaba los brazos y la cabeza al lado suyo, sobre el borde del carro. La miró curioso, con una media sonrisa.

    — ¿Ocurre algo?

    — Sí, de hecho. Ya que nos vamos a enfrentar juntos a las hordas del Gehenna, me parece que sería algo bastante inteligente conocer la forma de combatir y la estrategia del otro.

    — Una decisión sensata.— concordó el essino, con una sonrisa.

    — Vos ya me viste pelear en la Lechuza Plateada. No hay mucho más que agregar de mi estilo de lucha. Simplemente uso lo que tengo a mano, y de la manera más efectiva posible.

    — Y también sanguinaria, digamos. No hacía falta estamparle la cabeza al torkai cuatro veces contra la barra. Te dejas llevar bastante por el fragor del combate. Supongo que de alguna manera debías ganarte el nombre de “Erinia” en ese apodo tan pintoresco tuyo.

    La aludida gruñó, encogiendo los hombros.

    — Dejando de lado lo que seguramente fue un intento de sátira por parte de ese juglar, queda todavía la incógnita de saber cómo vos te desenvolvés en batalla. Por lo que he visto, eres simplemente un cobarde que prefiere simular estar dormido o borracho antes de ayudar a quien obviamente lo necesita.

    — ¿Vas a estar así de rencorosa todo el viaje, o se te va a pasar prontamente?

    — No sé, tendrás que averiguarlo por vos mismo.— respondió, sonriéndole de manera agresiva, mostrando los colmillos.

    Null soltó un suspiro descorazonado. Habían dejado ya detrás las últimas construcciones civiles y estaban llegando a lo que había sido anteriormente el borde del Tol Krhogo.

    — Ya te dije, tu pelea con el dragariano duró apenas unos segundos, no sé si logró siquiera pasar el minuto. Y al principio se te veía bastante bien. Pero ignorando eso, porque al parecer eres tan porfiada como resistente, pasemos a lo que nos compete. Tengo entrenamiento en batalla y puedo manejarme por mis propios medios. Y mis conocimientos en anatomía y medicina me dieron la capacidad de poder vislumbrar ciertos puntos débiles en el resto.

    — Vaya, un médico que sabe como pelear. Y con todo ese rollo de los puntos débiles, sonás cada vez más como un asesino.— Null la ignoró.— Bueno, interesante discurso, pero esa estrategia funciona excepcionalmente bien cuando te encuentras en un duelo formal, no en un páramo caótico lleno de demonios y ruinas. Dudo mucho que un gnoll te conceda una honorable pelea uno a uno a la primera sangre.

    — Estás bastante irritada. Desde que empezamos el viaje estás así. ¿Pasó algo? ¿Te encuentras bien? ¿Tus vendajes te molestan, quieres que te los cambie por unos más frescos?— el essino hizo una pausa, mirándola curioso.— ¿Acaso estás en menorrea?

    La pregunta congeló completamente a Freyja, que ya había abierto la boca para quejarse y decirle que no molestara. Soltó un par de sonidos ahogados, sus ojos se movieron nerviosamente de un lado a otro, y sintió como sus orejas pasaban de su suave cobrizo típico al saturado carmesí. Apuntó de manera acusatoria a Null, que la miraba sin entender qué le pasaba, y abrió la boca, pero no lograba articular ninguna palabra. Al final, soltó un gruñido de frustración y se sentó en el carro, dándole la espalda, el rostro como un tomate.

    ¿Cómo se atrevía a preguntarle eso? ¿Quién se pensaba que era? Recién se conocían, no habían estado en la compañía del otro por más de tres días, y ya le estaba preguntando sobre su período. ¿Qué acaso no sabía que esas cosas no se preguntaban? ¿Quién diablos lo había educado? Se agarró la cabeza, frustrada. Ahora tan solo quería aplastarle la suya al essino bajo las ruedas del carro.

    — Oye, ¿estás bien?— preguntó este, mirándola por encima de su hombro.— No sabía que el tema te iba a afectar tanto. En Northumbreisen nunca fue algo de lo que se hiciera un gran revuelo, y menos todavía en Auzbünfurt, en la Universidad. Supongo que ustedes los elfos tienen otros tabúes.

    — Callate, ¿sí?— replicó la arblur con violencia, sin verlo a la cara.— No tiene nada que ver con elfos, ni tabúes raciales, ni nada. No, no lo estoy, para responder tu maldita duda, pero si vuelves a preguntar algo así, te voy a demostrar lo doloroso que puede ser sangrar por ahí abajo. Involker.

    Null volvió a ver el camino, mientras exhalaba por la nariz y meneaba la cabeza, sonriendo.

    — Lo siento, lo siento. No volveré a hacerlo. Cada uno tiene sus temas prohibidos, lo entiendo.

    — Te pedí que te callaras.

    — Sí, perdón.

    Para intentar quitarse la furia que llevaba encima, Freyja pateó un par de veces el cuerpo inconsciente y envuelto de Rykaal. Sonrió satisfecha. Sí que era tranquilizador.
     
    Última edición: 11 Septiembre 2020
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    Primero que nada, perdón por tardar tanto en pasarme, ha sido una semana un tanto rara. Aunque no lo parezca tenía ganas de seguir leyendo sobre Freyja.

    He disfrutado mucho de la historia, la elfa tiene una forma muy curiosa de comportarse, me gusta cómo has incidido en su testarudez y lo que le cuesta hablar con otras personas. Me ha encantado la comparativa con Lavignia, espero que vuelva a aparecer de nuevo en esta u otro historia. A Null le sigue envolviendo un aura de misterio que me tiene de lo más intrigada, apenas se sabe de él, incluso cuando le ha preguntado directamente sobre cómo lucha tampoco ha dado grandes detalles.

    De nuevo, estoy curiosa por saber por qué Freyja de vez en cuando usa el vos. También me gusta el detalle de su incomodidad al ser cuidada por otra persona. aunque haya sido a regañadientes no le ha quedado otra que descansar. Ese juego de tener siempre el rol de cuidadora y no saber invertirlo es interesante, sus reacciones son divertidas.

    El final ha sido mi parte favorita, parece que ella intenta hacer un ademán de conversación y termina de manera de lo más curiosa. No me esperaba que se sintiera tan incómoda hablando de la menstruación. Al final se comporta como una niña pequeña, dando la espalda, roja como un tomate y mandado callar. Imaginarlo ha sido tierno.

    Un par de cosillas de nada por si las quieres corregir, pequeños dedazos.
    Te sobra ese de.

    Va a pasar, ahí te faltaría la preposición.

    Como siempre he disfrutado muchísimo de la historia, también como es costumbre siempre me dejas con ganas de más... Tengo muchas ganas de leer como evoluciona la relación de ambos, si los diálogos empezarán a darse más fluidamente, con esos toques sarcásticos que los caracterizan. Por supuesto, estoy deseando ver esas acciones de acción que se te dan tan bien. La narración excelente y el vocabulario empleado muy amplio, nada más empezar ya he tenido que echar mano al diccionario. ¡Con muchas ganas de seguir leyendo el siguiente capítulo!
     
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  5. Threadmarks: Parte III
     
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    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
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    Palabras:
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    La Balada del Mago y la Muerte - Parte III

    El inti se alzaba alto en un cielo que había sido limpiado completamente de nubes, gracias a un fuerte viento que se había levantado hace algunas horas. La Sonrisa acariciaba a los tres ocupantes de aquel solitario carro que avanzaba por antiguas calles embarradas. El hecho de que en pleno Capullo Abierto en los Dominios Lejanos hubiera aparecido un día seco era verdaderamente un regalo de los Mahla. Y Freyja se lo agradecía de manera silenciosa. Se había empapado los primeros días que había llegado allí.

    Terminó de comprobar el estado de su equipo por enésima vez en una hora, para luego chasquear la lengua. Null había seguido las instrucciones al pie de la letra, y no le había soltado palabra a ella desde el pequeño incidente. Se quedó contemplando su espada bastarda, que había vuelto a afilar y aceitar luego de enfrentarse a los matones en la Lechuza Plateada, y contempló el soso brillo del acero, viendo su rostro reflejado en él. Se frunció el ceño a sí misma y luego realizó una extraña serie de caras, para terminar enojándose con el reflejo y dejando caer el arma sobre el piso del carro.

    Miró al essino de soslayo, y soltó un bufido. Podía pasar días y hasta semanas sin hablar con ninguna criatura pensante, mientras viajara sola. Pero en cuanto tenía un compañero, sentía una tediosa necesidad de entablar conversación. Maldijo a Lavignia entre dientes, y le tocó el hombro al joven.

    — Che, todavía tenemos que seguir con la charla anterior.

    — ¿A qué charla te refieres? Porque si es lo último, no tengo problema en prepararte algo que te ayude con el dolor. Eso sí, no sé si dispongo de los elementos para…

    — Callate, por favor, y no arruines mi pobre intento de socializar con alguien. Y para evitar que sigas destrozando toda conversación, solo vas a responder las preguntas que yo te haga, ¿entendido?— Null simplemente la miró directo a los ojos, sonrió y asintió. La elfa frunció el sueño. Sería estupendo que dejara de sonreír tanto.— Bueno, sinceramente tu entrenamiento en pelea parece inútil con la situación que vamos a tener enfrente, aunque supongo que tan solo el tiempo lo dirá. La otra cosa que me interesa, y bastante, la verdad: ¿cuáles son tus armas? Necesito saber que equipo trajiste para saber cómo debo prepararme.

    — ¿Quieres saber específicamente sobre las armas que porto, o sobre todo mi equipo? Porque debo decirte que se entrecruzan bastante.

    — Me parece que sos lo suficientemente inteligente como para darte cuenta vos solo. Digo, pudiste descifrar que no necesitaba nada de ayuda en la posada, supongo que puedes descifrar esto.— replicó la cazadora, sonriéndole de manera enigmática, apoyando su cabeza en un puño cerrado.

    El humano tiró la cabeza hacia atrás y soltó un gruñido de frustración, que tomó por sorpresa y divirtió por partes iguales a la elfa. Null se pasó una mano por el rostro, haciendo una pausa de unos segundos antes de responder.

    — Bueno, terminemos con esto. Traigo conmigo un estoque y un requieter. También varias trampas desplegables, y una daga de parada.— Freyja lo miró con una expresión de no creer. Null le devolvió la mirada, desconcertado.— ¿Ocurre algo?

    — ¿Qué pensás que vamos a hacer, asaltar una bodega en Veraccia? ¿Un estoque y una daga de parada? ¿Trampas? ¿Y qué demonios es un “requieter”? Niño, nos vamos a enfrentar a demonios en forma de hienas humanoides, no a nobles en armadura. ¿Para qué te va a servir un estoque?

    — Dicen que la piel de los gnolls es tan dura como una cota de mallas.— intentó defenderse el anoriano. “¿Niño?”, pensó para sí, pero no lo dijo en voz alta.

    — ¡Sí, pero sigue siendo pelaje! Tan solo tenés que poner un poco más de fuerza en tu brazo para hundir un hacha o una espada. O una maza incluso sería bastante práctica. Su piel no está hecha de pequeños eslabones o placas que podés romper con tu maldita arma de duelo.

    — Creo que acabo de encontrar otro de esos temas que tanto te molestan.— suspiró el essino, y se concentró en el camino, mientras la cazadora seguía remarcando todas las fallas de su equipo.

    — ¿Una daga de parada? ¿Qué vas a hacer, frenar un mazazo? ¿Una flecha? Una daguita de morondanga no va a servir de nada cuando un gnoll te intente abrir el cráneo como si fuera una nuez de un hachazo. Incluso un broquel sería de mucha más ayuda que una jodida daga. ¿De verdad planeas enfrentarte a estas criaturas con un armamento tan poco apropiado? ¿Tienes al menos pociones o aceites para ayudarte un poco siquiera?

    Freyja continuó despotricando por varios minutos más, remarcándole lo estúpido que era por haber traído esas armas, su obvia inexperiencia, de que había firmado un contrato con su propia muerte al haber decidido aceptar su trato, y sobre qué carajos era un requieter, por segunda vez. Null reunió toda la paciencia que tenía dentro de su cuerpo, y cerró sus ojos y oídos al mundo. Se concentró en tiempos más felices en los cuales no era asaltado por una impetuosa elfa con un fetiche por las armas y las armaduras y la preparación adecuada. Por esa razón no se dio cuenta de que otra voz, mucho más autoritaria que la de la cazadora, le gritaba que se detuviera. No fue hasta que su acompañante lo zarandeó de los hombros que despertó de su ensoñamiento. Por fortuna, el cimarrón que tiraba el carro era tan manso que se había detenido hacía ya varios segundos.

    El essino pestañeó como si se hubiera despertado de una revigorizante siesta, y mientras se desperezaba, se encontró con la mirada sorprendida de la elfa. Ante su rostro que obviamente articulaba la incógnita que no quería o no tenía ganas de decir, los ojos de la cazadora brillaron de indignación.

    — ¿Acaso me estabas escuchando mientras te hablaba?— inquirió, con el ceño fruncido.

    — Te diría que sí, Freyja, pero la verdad es que detesto mentir.— el joven sonrió de manera cansada, y se giró, para dirigirse hacia la persona que había ordenado que se detuvieran.

    Era un individuo particular, chaparro y orondo, enfundado en la armadura de escamas y en el uniforme típico de los Rangers de la Frontera, la fuerza militar que el Alto Consejo había instituido para reemplazar la protección que el difunto reino de Tol Krhogo anteriormente brindaba. La elfa pudo sentir la tensión que se posó por una milésima de segundo en las manos de Null, que se hallaban sujetando la brida. Lo miró de soslayo, algo extrañada. ¿Tenía alguna historia con los Rangers, acaso?

    El mediano enfundado en el uniforme los observó con atención y la nariz arrugada, dándose todo el aire de importancia que podía teniendo en cuenta que apenas rozaba el metro y de lejos podría haber sido confundido con una pelota. Se acomodó la boina verde de su uniforme, coronada con una pluma de faisán, y se dirigió a los recién llegados con una estridente voz de pito, que sumado a su fuerte acento troscano, lograba hacer que los oídos de cualquiera terminaran zumbando. El essino lo miró algo intrigado al escuchar su acento. ¿Qué hacía un mediano de Trosca a un continente de distancia de su hogar natal? El mundo sí que tenía muchas sorpresas.

    — Informen nombre y motivo por el cual arribaron a La Frontera.— ordenó, con una mano sobre el sable que tenía colgado al costado.

    — ¿De verdad hace falta tanta ceremonia?— preguntó Null, levantando una ceja.

    — Si tanto le molesta cumplir una petición tan simple, bien puede darse la vuelta, señor.— replicó el ranger, de manera inmutable.

    — Soy Nà… — se interrumpió al sentir el pellizco que Freyja, de manera inadvertida, le había propinado a su estómago. La miró de soslayo, con ojos enojados, a los que la elfa simplemente respondió con una sonrisa inocente. Suspiró.— Null. Null de Auzbünfurt.

    El ranger lo miró algo raro, antes de continuar.

    — ¿Y tú?

    — Freyja de Nidohueco.— respondió la aludida, en un tono completamente neutro.

    — Ah, la Mocosa. Supongo que vienen entonces por la temporada de gnolls. Aguarden aquí, les prepararé sus permisos de caza.

    En cuanto el mediano se dirigió hacia la garita de guardia, con todo el aire pomposo que una criatura de su estatura podía darse, el essino giró la cabeza para mirar a su compañera, con una ceja levantada.

    — Ya, escupí. No te golpearé ni me enojaré, te lo prometo.

    — ¿Cuántos apodos tienes?

    — Mirá, doscientos treinta años es suficiente tiempo como para coleccionar unos cuantos. En especial con el estilo de vida que llevo.

    — ¿Y por qué “la Mocosa”?

    — Fue solo una vez, ¿está bien?— replicó la elfa, indignada. Se cruzó de brazos y le dio la espalda, contemplando el paisaje.— No sé si fue la segunda o tercera vez que vine acá. Me había unido a un grupo grande de caza. Una noche que estábamos acampando, fuimos emboscados por un grupo de sapos gigantes. Y al parecer, de verdad había enojado a Tylmora ese día. La fortuna no estuvo de mi lado, aunque nunca suele estarlo. En cuanto lograba salir de la boca de un sapo, entraba en la de otro. Hubo un momento en el cual me tragaron incluso. Obviamente, terminé llena de baba y moco de sapo. De más está decir que no fue una linda experiencia.

    Freyja escupió, recordando todo, y sintió un escalofrío correr por su espalda. Null se la quedó mirando, con la boca torcida, antes de continuar.

    — Al parecer eres conocida por estos lugares. ¿Siempre ha existido esto de los permisos? Digo, no vamos a salir a cazar cervatillos ni conejos. Y que yo recuerde, las Tierras de Nadie no son jurisdicción de, bueno, nadie, valga la redundancia.

    — Lamentablemente, si querés cobrar la recompensa por cada gnoll muerto, deberás tener ese papelito. Al Alto Consejo le encanta la burocracia, más ahora que el Ducado y Toussegard son los que esgrimen el poder.— la cazadora pateó a Rykaal.— Yo incluso tuve que conseguir un permiso de cazarrecompensas para poder siquiera apresar a este inmundo fill’kuta. La “gente libre” de los Dominios Lejanos son mucho menos libres de lo que creen.

    — Al menos no estamos en Ragrard. Escuché historias bastante terroríficas sobre lo restrictivos que son allí.

    — Principalmente con los inmigrantes.— comentó Freyja, tronándose el cuello y luego sobándoselo. Estaba bastante contracturada.— Aunque la “Joya del Lago” entró en un período de decadencia hace un lustro creería ya, desde la caída del sistema teocrático que la gobernaba, según se rumorea. Sinceramente, no lo sé ni me interesa. Una ola enorme podría succionar toda la ciudad al fondo del Mar Interior y la máxima reacción que obtendrían de mí sería un ligero gruñido de sorpresa y una razón más para nunca meterme en un bote.

    El essino asintió, rumiando en silencio las respuestas que su compañera le había dado. Si bien era un largo trecho desde su Northumbreisen natal, en Thorun, hasta los Dominios Lejanos al sureste de Ashalyra, todavía tenía mucho que conocer del mundo. Bueno, Erä era enorme, y era de iluso creer que alguien podría conocer todo en el lapso de toda una vida. El mediano salió de la garita y volvió a su lado, llevando dos pergaminos doblados a la mitad bajo el brazo. Se los tendió a Null, que tuvo que esforzarse para agacharse y estar a la altura del ranger. Le tendió uno a Freyja, que prontamente lo guardó en su bolso.

    El joven examinó el suyo, y se dio cuenta que estaba cerrado con un sello con el emblema de los Rangers de la Frontera: una flecha agarrada en un puño cerrado. Se preguntaba cuántas organizaciones en el mundo tendrían un símbolo similar. No era muy original a decir verdad.

    — ¿Cuál es el precio de este año?— preguntó la elfa, asomándose por sobre el hombro del humano.

    — Diez veleanos por par de orejas.

    — ¿Qué? El año pasado era el doble.

    — Los intereses del Alto Consejo van variando, Mocosa. Este año han centrado todos sus esfuerzos en embellecer y mejorar Andola y Solel. Han decidido que es mejor invertir el presupuesto en urbanización y reforma interna, aparte de reforzar la guardia estacionada en el sur. El norte ha quedado bastante olvidado.— explicó el mediano, con su voz chillona, quitándose una mota de tierra invisible de su impecable uniforme.

    Freyja frunció la nariz y rezongó, lanzando un gruñido desaprobatorio. Null suspiró y se guardó el permiso entre sus ropas, preparándose para seguir, cuando la elfa lo detuvo.

    — Ah, cierto, tengo otro negocio con ustedes.

    Y empujándolo con el pie, tiró el cuerpo del fill’kuta fuera del carro, para luego bajarse ella y ponerse a rebuscar algo en su bolso. El mediano la miró confundido y se acercó de manera cautelosa al bulto envuelto, mirándolo desde una manera prudencial.

    — ¿Qué es eso?

    —— Esto, mi… querido amigo.— dijo la cazadora, meditando unos segundos antes de hablar.— Es nada más y nada menos que Rykaal, el jefe de Las Cabezas de Cerdo, Pecarí, Jabato, lo que sea.

    Freyja se agachó sobre el matón, se quitó el guantelete del brazo derecho y puso su mano desnuda sobre las ligaduras que lo ataban. Estas comenzaron a soltar un leve fulgor y a retorcerse, para dirigirse luego hacia la palma extendida de la elfa. Treparon por su brazo, internándose entre su piel cobriza y las rendijas de su armadura, hasta llegar al tatuaje de su cuello. Null pudo notar, en un momento en el cual se había asomado por curiosidad, como los zarcillos volvían a darle color al dibujo, mientras parecían volver a fundirse con este. Las venas del cuello y rostro de la arblur se tornaron negras por un segundo, y esta apretó los dientes, en una clara señal de dolor. Sin embargo, esto solo duró unos momentos, pues al instante la elfa pareció recuperar la compostura, mirando sonriente al mediano, extendiéndole un pergamino similar al que les habían entregado hace unos minutos.

    El ranger tomó el permiso con desconfianza y lo abrió, rompiendo el sello y alternando su mirada entre la lectura y el cuerpo ahora descubierto de Rykaal, que parecía tan tieso como un cadáver.

    — El anuncio lo pedía vivo.

    — “Preferentemente” vivo.

    — Tiene la cabeza derretida.

    — Respira y tiene pulso. Podés comprobarlo por vos mismo. Puede que nunca vuelva a recuperar la conciencia, pero dudo que lo buscaban para compartir una linda tarde de mate con criollitos y una charla intelectual. Ahora, lo que me pertenece.

    Freyja extendió la mano, que había vuelto a enfundar en el guantelete, con una sonrisa. El mediano la miró, volvió a leer el permiso, para luego pasar de su atención al cuerpo y de vuelta al pergamino. Suspiró y se guardó el papel, mientras volvía a la garita. Luego de unos minutos, en los cuales la elfa se entretuvo picando al fill’kuta con un pie y Null intentaba ignorar la escena, el uniformado volvió, con una gruesa bolsa de monedas.

    — Cincuenta veleanos, tal como se establece en el permiso. ¿Quieres renovarlo por una pequeña tasa de dos veleanos? Recuerda que no puedes realizar labores de cazarrecompensas si no tienes un…

    — No, gracias.— lo interrumpió la cazadora, arrebatándole el dinero.— Atraparlo con vida fue una experiencia más horrible que contemplar el parto de un ogro, y no me gustaría tener que volver a repetirla.

    El mediano se encogió de hombros, y dándose media vuelta, volvió a internarse en la garita, llamando a otros dos uniformados para que lo ayudaran a cargar con el fill’kuta. Freyja abrió la bolsa y extrajo de ella diez monedas. Se las guardó, y luego tomó el medallón de plata que Ale le había dado. El essino contempló con curiosidad mientras la elfa lo lanzaba al aire, haciéndolo girar sobre sí mismo. Su expresión de curiosidad quedó suplantada por una de sorpresa en cuanto el medallón comenzó a brillar, y en su lugar, apareció una enorme lechuza, cuyas plumas tenían el color de la plata, y observaba atentamente alrededor con dos enormes e inteligentes ojos azules. La arbulr le acarició las plumas del pecho, ya que el animal debía medir fácilmente unos dos metros de alto, y le tendió la bolsa, que la lechuza tomó con el pico.

    Thöir dá Ale, ¿thagairrahd Buhal?— preguntó en élfico.

    La soberbia ave la miró, con un increíble brillo de razón en sus ojos, y levantó vuelo, de manera silenciosa. Null hizo visera con una mano, mientras veía como la lechuza se elevaba cada vez más y más, volviéndose apenas una brillante mota en el cielo, perdiéndose luego a la distancia. Soltó un silbido de admiración.

    — Vaya, nunca había visto algo así.— comentó, con cierta emoción en la voz.

    Freyja inclinó la cabeza hacia un lado. Parecía más un niño que un adulto, algunas veces. Se encogió de hombros y volvió a subir al carro.

    — ¿No me vas a explicar que fue todo eso?— empezó el humano, mientras volvía a poner al vehículo en marcha, azuzando al tranquilo cimarrón.

    — Le debía dinero a Ale, por haberme permitido tener la libertad de destrozar su bar si hacía falta para poder atrapar al fill’kuta escamasnegras. El resto del dinero está para cubrir los gastos por haber literalmente destrozado su bar. Además de una pequeña comisión extra, por razones de las cuales no tengo ganas de hablar.

    — ¿Y la lechuza gigante?

    — ¿Buhal? Es eso, una lechuza gigante. ¿Nunca habías visto una?

    — No, en mi vida. ¿Entienden el lenguaje élfico? ¿Pueden entender otros idiomas? ¿Todas salen de medallones de plata?— la elfa lo miró con el mismo rostro que se le dedica a los niños que hacen preguntas estúpidas.— ¿Qué?

    Su compañera tan solo le dedicó un gruñido, mientras se ponía a rebuscar algo en su bolso. Null puso los ojos en blanco, mientras de dirigían hacia las Tierras de Nadie y la silueta de Buhal se perdía en el horizonte.
     
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    ¿Freyja también habla élfico? Yo también me he sorprendido de la aparición del búho de una manera tan singular, creo que me hubiera puesto como Null, deseosa de obtener más información y haciendo preguntas. Tiene ese toque mágico tan fascinante.

    El capítulo ha sido interesante, me ha gustado leer cómo Freyja hacía el intento de entablar una conversación y nada más empezar Null metía la pata mencionando el incidente. Me sigue haciendo gracia que sea tan sensible al tema. La conversación con el mediado ha sido muy enriquecedora, ha aportado mucha información sobre su vida como cazarecompensas, espero seguir conociendo más. Me sigue intrigando la nueva forma de hablar de la elfa y estoy deseando saber qué aventuras les esperan a ambos. Muy divertida también la conversación sobre las armas y como ella termina en un monólogo despotricando sobre ellas.

    La narración como siempre es excelente. Me fascina la imaginación que tienes para crear tantos personajes, seres distintos, lugares, costumbres, idiomas... eres capaz de crear un mundo maravilloso a la vez que sorprendente y muy atrayente. Estoy deseando que llegue el siguiente capítulo y ver con qué me sorprendes.
     
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  7.  
    Gigi Blanche

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    Parte I

    AAAAAAAA PERO BUENO WE ARE BACK BITCHES ON DA HOUSE. Perdón por tardar tanto en leer, chale, más de dos semanas ohboy god forgive me for i have CLEARLY SIN

    Mentiría si dijera que logré retener en mi memoria todos los conceptos de razas and stuff que me tiraste por toda la cara jsjs, pero igual me encanta el nivel de detalle y que todo tenga un nombre, soy super nerd por esas cosas y realmente denota todo el trabajo que le has puesto encima a tu universo. Y sé que ya te lo dije miles de veces pero lo voy a seguir haciendo porque de veras de veritas pienso que estas historias son muy buenas y tienen un lore cada vez más y más amplio, rico e interesante, y eso aaaaaaa its great, really. Me dan ganas de tryhardearlo y aprenderme todo.

    A ver pa cuándo la enciclopedia (?

    Como dijo Its, aunque una parte de mi chicken heart extraña a los compañeros de aventuras pasadas de Freyja, igual me encanta que siempre nos introduzcas nuevos personajes para poder conocer sus personalidades, historias y sus dinámicas con Freyja. La elfa ya se ganó un lugar en mi corazan, btw, cuando la leí de vuelta me agarró esta sensación de nostalgia como cuando luego de un año por fin estrena la nueva temporada de una serie que estás siguiendo (? Es como aaaaaa me emociona volver a leerla y acompañarla en sus aventuras suicidas que casi la matan, like, el 99% del tiempo.

    I swear, por un momento tuve miedo de que la piba realmente se hubiera quedado ahí sólo porque quería terminar su vasito de agua, pero yo sabía que tanto vos como ella eran mejores que eso (? Al final los estaba cazando, obvi, y AAAAAAAAA toda la escena de la pelea, como siempre, estuvo GENIAL. Parfavar estuvo impecable y disfruté como una niñita leyéndola. Bueno, una niñita precisamente no, había mucha sangre y tripas, pero se entiende el punto (? Siempre me gusta ver cómo se las va a arreglar para salir de las situaciones porque siempre lográs sorprenderme y nada, la verdad que no sé por qué tardo tanto tiempo para leerte si ya sé que lo voy a disfrutar un huevo jsjs im just a dumb bitch

    F al pobre hombre que calcinaron, btw (?

    Y UN HIGHLIGHT a la random shit de la descripción de la voz de Null. Cuando pusiste lo de "suave y áspera" te juro que paré, cerré los ojos y me puse a intentar darle forma en mi mente JAJAJ-PORQUE AAAAAAAAA CIERTO, ESO, wey amo tus descripciones. Ahora se me vino a la mente la del idioma que sonaba como llamadores de ángeles al viento, cuando Null estaba curándole el ojo, IDK FUE MUY HERMOSO, SABÉS? I LOVED IT. Y bueno, parece que Freyja va a tener a un muchachote de compañero esta vez y no me engaña, todas mis alertas de charming boy se encendieron leyéndolo y nO SUELEN FALLAR.

    Otro highlight al pobre Ale y las señoritas trabajando en la taberna JAJAJA son las verdaderas víctimas de todo esto.

    Hoy no voy a tener tiempo de leer las demás partes pero no quería irme sin comentarte la que sí leí, y que igual fue la más larguita por bastante. La verdad que las 8k se me pasaron como agua, fue super entretenido y fluido de leer, y nada, estoy super contenta de que hayas vuelto y que nos hayas traído una nueva aventura de Freyja <3

    Aaaaaa cuando pueda leo las otras dos, I'LL BE BACK
     
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  8. Threadmarks: Parte IV
     
    Reual Nathan Onyrian

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    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
    Clasificación:
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    Fantasía
    Total de capítulos:
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    Palabras:
    4682
    La Balada del Mago y la Muerte - Parte IV
    Los rangers apostados en la puerta de la empalizada que separaba la Frontera de las Tierras de Nadie revisaron los permisos que Null les había extendido, para luego dejarlos pasar, observándolos atentamente con aires de importancia. El essino contempló la pobre empalizada, de apenas tres metros y reforzada con tierra, que era la única línea de defensa entre los Dominios Lejanos y las huestes monstruosas de las Tierras de Nadie. Había podido divisar tan solo a dos decenas de uniformados por toda el área. Si una banda de guerra gnoll o una horda de grandes trasgos decidían atacar, esas defensas no serían más que un pequeño inconveniente en su camino.

    Ni siquiera se habían molestado en restaurar o reutilizar el muro de piedra que se encontraba a unos kilómetros más adelante, que había marcado el anterior límite de Tol Krhogo. Por alguna razón, el Alto Consejo parecía estar empecinado en ignorar o de incluso borrar todo rastro del reino fronterizo. El muchacho agitó la cabeza. No entendía de política, y la verdad es que no debería distraerse con eso ahora. Miró por encima de su hombro para observar a Freyja, que había estado haciendo algo de ruido detrás, y la sorprendió en el momento en el cual se levantaba la blusa. Ambos se quedaron en silencio, mirándose fijamente durante unos segundos, en los cuales Null levantó una ceja, y la elfa chasqueó la lengua, terminando de desembarazarse de la prenda.

    — Mira, estoy seguro que tú tienes mucha más experiencia que yo en esto de internarse en el peligro, pero quedarse con el torso tan solo cubierto por vendas no creo que sea lo mejor.— comentó, con una media sonrisa.— ¿Necesitas que te cambie el vendaje?

    — No, no hace falta.— respondió la aludida, luego de unos segundos de pensarlo. Pudo notar la mirada intensa de ojos esmeralda del essino en su espalda, lo que hizo que la punta de sus orejas se enrojecieran.— ¿Se te perdió algo?

    — Tienes las vendas embarradas con sangre seca. Déjame que me ocupe, no es sensato que sigas así.— la elfa abrió la boca para discutir, pero fue frenada por una mano en alto del humano.— Insisto. Es una de las pocas cosas en las que te puedo ayudar, y me daría paz mental saber que al menos vas a estar bien parcheada antes de enfrentarnos a cualquier monstruo.

    Freyja soltó un gruñido, pero dejó caer la camisa de algodón gruesa que había tomado, y puso los brazos al costado. Null frenó el lento andar del cimarrón con una tirada de las riendas y se sentó detrás de ella. Tomó su bolso, del cual extrajo un mortero, algunas bolsas y frascos, y varios rollos de vendajes, y se dispuso a trabajar. La elfa lo dejó hacer, a pesar de que la molestia se le notaba en su ceño y nariz fruncida. Nunca le molestó que la vieran desnuda, pero no le gustaba que le palparan y le tocaran el cuerpo de esa manera. Sabía que era necesario, pero ese pensamiento no le quitaba ninguna incomodidad. En especial teniendo en cuenta que era el anoriano el que lo estaba haciendo en ese momento. Sus palmas eran ásperas, pero su tacto era suave. Parecía como si todo su cuerpo imitara esa extraña dicotomía entre rispidez y suavidad que tenía en la voz.

    — Y dime, ¿de donde vino el súbito deseo de desnudarte en el medio de las Tierras de Nadie? ¿Acaso es una especie de código oculto de cazadores de monstruos y mercenarios que no conozco?— sonrió el essino, con tono jocoso.

    — Si seguís así, lo que me va a terminar matando son tus bromas.— espetó la elfa, molesta.— Pero no, nada similar. Estamos entrando en terreno más peligroso. Me iba a poner mi armadura.

    Null la miró confundido.

    — Pero… si ya llevabas puesto armadura. No logro entender.

    — Lo que tenía encima era mi armadura de viaje.— respondió la elfa, como si fuera lo más obvio del mundo.— Es más liviana y no me sofoca tanto. Sin embargo, ahora que entramos en las Tierras de Nadie, prefiero poner toda la protección posible entre mi pecho y la lanza de un gnoll.

    Todavía sin entender del todo, el humano miró alrededor, mientras cambiaba el vendaje de uno de los brazos de Freyja. En efecto, en el piso del carro, se podía ver una cota de mallas y un gambesón, que previamente la cazadora había llevado encima, protegiendo su torso y sus muslos, hombreras, guardabrazos, brazales y guanteletes para ambos brazos y grebas para las piernas. La elfa solo se había quedado encima con sus pantalones y botas de cuero reforzado. Así que todo eso había sido su protección ligera. Ni quería imaginar lo que debería ser su armadura completa.

    Inadvertidamente, tragó un poco de saliva. ¿Tanto hacía falta para internarse por aquellos lares? Su mente divagó lejos de allí, hacia aquel poblado diminuto, en donde su carga lo esperaba. Se cuestionaba ahora sí había sido lo más sensato dirigirse hacia la Frontera. Agitó la cabeza, ahuyentando esos pensamientos. Ya estaba allí, y la verdad que el prospecto de ganar una decena de monedas de plata por cada par de orejas de gnoll era muy atrayente.

    — Bueno, terminé.— anunció, palmeándole el hombro a la cazadora.— Puedes volver a enfundarte en tu muralla de acero.

    Esta soltó una risa irónica, y se dispuso a vestirse, tarea que le llevó sus buenos quince minutos. En cuanto terminó, Null pudo notar que ahora, en adición a toda la protección que tenía antes, llevaba una coraza que le cubría todo el pecho y el estómago, que continuaba luego en lo que parecía una pollera de placas de metal que le llegaban hasta las rodillas. Había suplementado sus piernas con quijotes, rodilleras, y escarpes. Notó el sobreveste que tenía sobre la coraza, en donde se notaba un corazón agujereado y atravesado por una flor de campanilla. Abrió la boca para preguntar, pero la mirada fulminante que le dedicó la elfa fue suficiente como para que se lo pensara mejor.

    — Dijimos que dejaríamos la vida personal de cada uno en privado.— comentó esta, con seriedad en la voz.

    — Sí, lo siento. A veces soy demasiado curioso. No quise importunar.

    — Bueno, al menos decidiste no hablar, que es lo importante.

    — Oye, ¿quieres conducir tú a partir de aquí? Me vendría bien un poco de descanso.

    — No, la verdad es que no quiero. Además, todavía me queda revisar todo mi equipamiento, para asegurarme de que esté a punto.

    — Yo también tengo que hacer lo mismo.

    — ¿Qué vas a hacer? ¿Tirar tus armas por la borda ya que te diste cuenta que son inútiles?— sonrió Freyja, mostrando los colmillos. Null le dedicó una mirada de circunstancias.— Vaya, está bien. Tan solo dejame terminar y cambiaremos lugares.

    Y dicho y hecho, la elfa se dispuso a revisar que la espada bastarda, el hacha de guerra y las hachas arrojadizas que había llevado estuvieran afiladas, las fundas aceitadas en el caso de necesitarlo, que la lanza partesana estuviera bien balanceada, que los distintos frascos con aceites, pociones y demás líquidos se encontraran en buenas condiciones, que los mangos no estuvieran resbalosos, y que su escudo-linterna se encontrara en óptimo estado. Luego de ello, probó que todas las articulaciones de su armadura funcionaran de manera adecuada, y se aseguró de que todo estuviera bien agarrado y ajustado.

    En cuanto terminó, lanzó un suspiro desganado. Sinceramente, no tenía la menor intención de dirigir el carro, pero había dado su palabra. Y era lo justo, suponía. Aunque nunca le había interesado hacer especialmente lo justo. Rezongando, se pasó al frente y le arrebató las riendas a un sorprendido Null.

    — Ya, andate a dormir o lo que quieras hacer. Así al menos podremos ir un poco más rápido.— el essino le sonrió y le agradeció, gesto que la elfa desestimó chasqueando la lengua.— Y más te vale apurarte. Estamos llegando a las Ruinas Amuralladas. Otro nombre que no me gusta, pero al menos es práctico.

    El humano hizo visera con una mano, para que el sol de la tarde no le dañara la vista, y se concentró en la lejanía. De hecho, a tal vez un par de kilómetros, se podía notar la ominosa silueta de lo que antes había sido el Muro Fronterizo, como un caído gigante que la sociedad decidió olvidar. Null no pensó en eso, si no que se dedicó a preparar su equipo. Tenía que asegurarse de que todos los cargadores del requieter estuvieran en condiciones, además de que sus latas de aire comprimido no tuvieran ninguna pérdida. Luego, tenía que verificar que sus trampas se encontraban en buen estado. No quería que fallaran en el peor momento.

    Freyja azuzó al chaparro cimarrón con las riendas, pero el animal debía tener algún pariente burro o mula, porque era bastante terco, además de lento.

    — Ya, morcilla cruda. Movete más rápido. Si me voy a morir, al menos me gustaría hacerlo por la mano de un gnoll, no de aburrimiento.— gruñó, molesta.

    El equino simplemente le respondió con un bufido, y sacó la lengua, intentando quitarse las bridas de la boca. La elfa soltó un bufido similar y apoyó su cabeza en su puño cerrado, a la vez que apoyaba su codo en una pierna. Una media sonrisa se asomó en sus labios a los pocos segundos, mientras el caballo continuaba su paso, lento pero seguro. Soltó un poco las bridas, dándole más libertad al animal. La elfa agitó la cabeza, quitándose cualquier pensamiento que hubiera tenido ese momento de encima. No servía de nadar recordar esas cosas. Null lo notó, y luego de asegurarse de que todo quedaba al alcance de la mano, en el caso de emergencia, se sentó al lado de Freyja.

    — ¿Qué, ya querés cambiar de lugar?

    El joven soltó una risa ligera, que podía hasta tomarse como musical. Freyja lo miró algo molesta. No entendía esos arrebatos de alegría del humano. En su vida había conocido a alguien así. Y mira que ella había vivido y viajado mucho.

    — No, tan solo que no hay mucho que hacer detrás. Además, es más lindo siempre mirar el paisaje que tienes al frente, no el que ya has dejado.

    El silencio se instauró en ellos durante apenas unos segundos. Null se dedicó a mirar las pequeñas lomas por las que circulaban con curiosidad, observando todo un panorama nuevo. No había mucho verde en ellas, lo cual era algo raro, teniendo en cuenta que los Dominios Lejanos eran bastante húmedos, y Capullo Abbierto era de las estaciones más lluviosas. Sin embargo, el paso de cientos de soldados, carros, maquinarias de guerra y animales de pastura por allí durante décadas e incluso siglos había dejado su marca. Y más ahora teniendo en cuenta la destrucción que esa zona había sufrido.

    La elfa lo observó por el rabillo del ojo. Tenía un aire melancólico en la mirada esmeralda.

    — Che, Null…

    — Chitón, callada.— la interrumpió este, levantando la mano.

    — Ah, ¿vos podés hablar todo lo que quieras pero yo no? Qué te pensás que podés chistarme… — comenzó a quejarse la arblur, pero una mano le tapó la boca.

    — ¡Silencio!— susurró el humano, ignorando la expresión asesina que le estaba dedicando en ese momento su compañera.— Vi una silueta más adelante, por las ruinas. Parecía que estaba escondiéndose.

    Freyja se calmó un poco, aunque chasqueó con la lengua cuando el anoriano le retiró la mano de la boca. Hizo visera con una mano para protegerse los ojos, y los entrecerró para intentar enfocarlos mejor, pero le era imposible ver nada. Al menos, nada fuera de lo particular. Las Ruinas Amuralladas estaban a sus buenos trescientos metros de distancia, y aunque uno tenía el inti en la espalda, los únicos movimientos que veía eran las sombras danzando al viento. ¿Cómo había logrado el essino siquiera distinguir algo?

    — ¿Estás seguro de que no te estás confundiendo?

    — No, algo se movió. Más bien alguien.— replicó Null, pasándose a la parte de atrás del carro, y tomando su estoque. Comenzó a atarse la funda del arma en el cinturón.— Frena al caballo, continuaremos a pie hasta el muro derruido.

    La elfa lo miró desconcertada por un segundo, y continuó camino, ignorando por completo la sugerencia del essino.

    — ¿Estás loco? ¿Las Tierras de Nadie ya te afectaron la cabeza? Puede que hubieras visto tan solo un animal moviéndose por las ruinas. ¿Tan paranoico te ponés por una sombra?

    — El carro solo nos estorbaría si tuviéramos que enzarzarnos en una pelea. Además, hace que seamos un objetivo más elevado, en el caso de que quieran emboscarnos.- replicó el humano, caminando a lado del vehículo.

    — ¿Acaso te escuchás? Mirá, incluso si esperan emboscarnos, que de improviso empecemos a actuar de manera sigilosa solo incrementará sus sospechas. Además…

    La cazadora frenó el carro tan de improviso que Null se adelantó un par de pasos sin darse cuenta. Pudo notar como las orejas de su acompañante se movían nerviosas. Frunció el ceño, intrigado, y abrió la boca, pero Freyja se llevó un dedo a los labios, haciendo una seña de que se callara. Señaló sus propias orejas, mientras sus ojos se movían de un lado a otro, nerviosos. El humano se concentró, pero tan solo podía escuchar el sonido del viento susurrando entre las ruinas. Todo estaba en silencio. Pero de pronto, lo oyó.

    Era similar all sonido de un pájaro, un trino suave y melodioso. Parecía venir de todos lados, pero no se veía a ninguna criatura viva a la redonda. No sonaba como ningún ave que este hubiera escuchado antes, pero tampoco había dedicado demasiado de su vida al estudio de los cantos de las mismas. Quiso encogerse de hombros, pero el sonido volvió a repetirse, esta vez en una octava más baja. La elfa también pareció notarlo, pues lentamente, comenzó a llevar su mano hacia la empuñadura de su espada, que había dejado a la distancia de un brazo.

    Sin embargo, aunque la tensión todavía seguía poblando sus hombros, el essino decidió relajar los músculos de su cuello y aguzó el oído todavía más. Había algo en ese canto, un patrón que le resultaba vagamente familiar.

    Lanzó un silbido, que parecía tener un tinte interrogatorio. Freyja levantó una ceja, en una clara demostración de que creía que el humano había perdido la cabeza. Este la ignoró, mientras parecía agudizar el oído. La elfa abrió la boca, pero la cerró al escuchar otra ronda de silbidos, esta vez distintos. Parecía que Null se estaba comunicando con lo que fuera que hiciera esos sonidos. Chasqueó la lengua, mostrando su confusión ante la situación, y desenvainó su espada, para ponerla sobre su regazo. Si su interlocutor escondido los estaba viendo, suponía que entendería el mensaje.

    La conversación, si podía llamarse así, entre el essino y el silbador misterioso continuó por unos minutos más. Al final, el primero sonrió, y la arblur notó como sus hombros se distendían.

    — Bueno, podemos avanzar.— dijo, mientras subía al carro, a su lado.— No corremos peligro.

    — Ajá. ¿Y le preguntaste también cómo iba a estar el clima dentro de unas horas? La verdad que odiaría que el día se nublara y no pudiera disfrutar del solcito en mi rostro mientras intento que las babosas mandíbulas de un famélico demonio hiena se cierren sobre mi garganta.

    — Supongo que ser ácida para ti es igual de fácil que respirar. ¿Acaso no confías en mí?

    — Valiente pregunta para alguien que conocí hace tres días. ¿Cómo podés estar tan seguro de que lo que sea que te silbó no piensa hacernos daño?

    — Pues me lo dijo.— la cazadora le pegó un puñetazo en el hombro. Null soltó un quejido de dolor y la miró confundido, sobándose la parte afectada.— Es silbarado, un dialecto de la jerga de ladrones.

    — Sabés que mi paciencia es tan abundante como toda el agua que hay en el desierto de Arenisca. Ni te voy a preguntar cómo conoces algo siquiera de la jerga de ladrones. Y no me mirés así, tampoco te pegué tan fuerte.

    — Tienes un guantelete de acero encima de tu mano. Eso duele.

    — Por favor, si vas a quejarte por eso, dudo mucho que puedas soportar…

    Un movimiento nervioso de sus orejas detuvieron su puya, y la elfa miró hacia el frente, tensa, mientras una figura se acercaba hacia ellos, de manera tímida. Para ser tan grande, de verdad que se movía de manera silenciosa, sus pies calzados en botas altas con cordones apenas haciendo ruido sobre el camino. Traía un sombrero de ala ancha decorado con una pluma multicolor. El sombrero era púrpura, color que se repetía en varias partes de su atuendo extravagante. Se fue acercando despacio, siendo observado de manera curiosa por los dos jóvenes. A la cazadora se le venía a la cabeza la imagen de un oso, si ese oso tuviera un sentido de la vestimenta poco ortodoxa y llamativa.

    El extraño era humano, pero era enorme. Por sus facciones y el color de ébano de su piel, se notaba que era un ulalmarano. El jubón que tenía encima era también púrpura, bordado con hilo de oro. Llevaba un pañuelo azul al cuello. Freyja se preguntaba cómo no lo habían asaltado hasta ahora. Suponía que su tamaño y su rostro podían intimidar al ratero y bandido medio. Llevaba un parche en el ojo izquierdo, desde donde sobresalían cruentas y viejas cicatrices. Le faltaba parte de una oreja, y su barba oscura era gruesa y de rudo aspecto. Sin embargo, el brillo en su único ojo visible rebosaba de curiosidad, como un niño asombrado al observar el mundo a su alrededor. Se frenó a unos metros de distancia y se quedó allí, observando.

    — Así que este es nuestro pájaro oculto. Aunque más tiene pinta de armario que de pájaro. Pero la parafernalia que trae encima bien lo podría categorizar como un ave extraña.

    Null la ignoró, y silbó una pregunta. El otro humano le contestó, con tono algo entusiasmado. El essino se giró hacia su compañera, que le sonrió con tanta falsedad que este puso los ojos en blanco.

    — Pregunta si puede acompañarnos.

    La elfa miró a Null, luego al extraño, de vuelta a Null, y volvió a posar sus ojos en el ulalmarano. Este se había quitado el sombrero, y lo estrujaba nerviosamente en sus manos, como si fuera un pequeño que espera la aprobación de los adultos. Pudo notar varias escarificaciones en su cabeza pelada, así como también pequeños aros de oro en sus orejas. Una sonrisa tímida se asomó por entre los pelos de su barba, mostrando dientes blancos como la leche.

    — No.— respondió de forma simple, y agitó las riendas, haciendo que el caballo retomara su paso.

    Los dos humanos la vieron con ojos confundidos.

    — ¿Eh? ¿Por qué no?— inquirió el anoriano.

    — ¿Estás viendo lo mismo que yo? Nunca me había topado con un individuo tan llamativo en mi vida. No estamos formando un espectáculo viajero, venimos a cazar gnolls. ¿Te diste cuenta que todo lo que traía era una mochila de viaje, bandoneón y una guitarra? Ya de por sí tengo mucho en mi plato con vos y tus benditas armas de duelo, no tengo ganas de tener que cuidar a un trovador.

    — Otro par de ojos puede ayudarnos a vigilar mejor nuestras espaldas.

    — Cierto, pero muchos cocineros echan a perder el estofado. Además, los trovadores son buenos para nada. Lo único que hacen es hacer ruido, sea esto hablando, tocando instrumentos, cantando o mintiendo. ¿Qué podría sumar al grupo?

    El rostro del extraño parecía pensativo, según podían ver a medida que se acercaban. Un segundo más tarde, se le iluminó, y se puso al frente de ellos, con ambas manos en el aire, en un gesto de frenarlos. Obviamente, el cimarrón no iba a seguir su camino con un obstáculo tan grande frente suyo, sin importar las quejas y amenazas de su conductora. Esta bufó y apoyó la cabeza en una mano. Sabía mejor que nadie que no podía contra un animal terco.

    El ulalmarano sonrió, y desabrochó el bandoneón que llevaba atado al cinturón, mientras volvía a acomodarse el sombrero, y con una sonrisa, comenzó a tocar. Null lo miró curioso, mientras Freyja, con cara de hartazgo, levantó una ceja. Sin embargo, a esa ceja se le unió la otra, al mismo tiempo que se elevaban más y más de asombro. Su cabeza se fue separando lentamente de su mano, mientras veía el espectáculo que el trovador había materializado ante sus ojos.

    Comenzó con una suave brisa, que se levantó de repente, trayendo el aroma a otoño y la fresca sensación del invierno. A pesar de que no había árboles alrededor, hojas secas, marrones, amarillas y rojas, aparecieron arrastradas por el mismo, en una danza coordinada por la música que despedía el instrumento. Esta parecía amplificarse, y los rodeaba como si el mismo ambiente fuera el que estuviera resonando, y no un bandoneón en las manos de un hombre. Freyja levantó la mano y dejó que una hoja se posara en ella, para luego aplastarla, escuchando el satisfactorio crujido. Abrió la palma y dejó que los restos se dispersaran. Estos volvieron a unirse, formando una nueva hoja, distinta a la anterior. La elfa intercambió una mirada con Null, que también había atrapado varias hojas, asombrado. No eran ilusiones. Eran reales.

    Las hojas se transformaron en pequeñas motas de luz, de varios colores, que comenzaron a formar figuras humanoides. Estas comenzaron a contar una historia, a través del movimiento y la mímica, como si de un espectáculo de sombras se tratase. Ninguno de los dos podía comprender esa historia, porque no le estaba hablando a sus ojos. Sus ojos no tenían nada que ver con lo que ocurría al frente suyo. Pero eran capaz de verlo gracias a la magia del extraño hombre que tenían al frente. Había sido capaz de transformar la música, el sonido, en imagen.

    Allí no terminó el espectáculo, pues, a medida que el trovador pasaba a tonos más graves y retumbantes, las luces pronto se deshicieron, dejándose caer como una fina y delicada lluvia sobre el suelo. La tierra comenzó a temblar, y una enorme mano, hecha de tierra, seguida de un enorme cuerpo, surgió de ella. El gólem, con una vaga figura humanoide, se irguió en todo su esplendor, y los miró con dos guijarros negros en lugar de ojos. La cazadora los contempló. Eran distintos a cualquier otro gólem que hubiera visto en su vida, y tan solo se había encontrado con un par. Sin embargo, los ojos de este ejemplar tenían algo distinto. Estaban… vivos. No era un simple constructo sin mente. Era una criatura viva.

    El ulalmarano estaba inmerso en su interpretación, soltando gruesas gotas de sudor, y resoplando. Claramente, estaba usando una gran cantidad de magia. Además, tenía su único ojo cerrado. Pero no se veía tensión en ese gesto. Simplemente, parecía ser un hábito para concentrarse mejor, una manera para ignorar el mundo a su alrededor, y centrarse en lo que quería transmitir con su canción. Debía concentrarse lo más posible, pues debía materializar sus deseos. Debía crear.

    El gólem, a medida que la canción se tranquilizaba y parecía llegar a su final, se recostó en el suelo, fundiéndose una vez más con la tierra. Las luces abandonaron su cuerpo, formando luego una silueta, que imitaba al extraño de piel de ébano. Copió sus movimientos como si fuera una sombra, y al final, en cuanto la canción terminó, compartió la reverencia que hizo el humano. Este se sacó el sombrero, momento en el cual su doble se desvaneció, formando un nombre: “Lahnla Swhat Lah”.

    Lahnla volvió a ponerse el sombrero, sonriéndoles de manera radiante. Freyja no decía nada, su ceño dejando en claro que estaba reflexionando. Null, por su parte, estaba extasiado, aplaudiendo como un niño en una feria.

    — Es… un bardo.— comentó la elfa, en voz baja, con un dejo de asombro en la voz.

    — ¿Puedes creerlo?— preguntó emocionado el essino.— Nunca pensé que vería un hechicero en mi vida. Hizo magia de Creación, ¿no es así? Esas hojas aparecieron de la nada, junto con esa brisa, y las luces, ¡y la criatura de tierra! ¿Viste el brillo en sus ojos? Bah, en las piedras que tenía como ojos.

    — Ya, calmate. No tenés siete años.— Freyja suspiró.— Es impresionante, pero que sea un bardo empeora las cosas. Estos son peores que un trovador normal. Están todos inflados porque tienen un trozo de la Canción Primordial dentro suyo o no sé qué cuentos. La convivencia sería un desastre.

    Null la miró, algo divertido. Había muy poco convencimiento en la voz de su compañera. Al parecer, su opinión sobre el músico estaba cambiando. En un arranque de inspiración, y también un poco empujado por una sospecha que tenía anteriormente, silbó una pregunta. En cuanto escuchó la respuesta, sonrió satisfecho.

    — Creo que no tienes porqué preocuparte, si te molesta que tanto converse o hable. Es mudo.— comentó.

    Freyja lo miró sorprendido, y pasó su mirada del joven hacia Lahnla. Este asintió, confirmando las palabras del anoriano. Incluso abrió la boca e hizo el intento de hablar, con el único resultado siendo una suerte de jadeo.

    — Vaya, de verdad es mudo. Es la primera vez que veo un bardo mudo. Entonces sí, que suba.— tanto Null como Lahnla la miraron emocionados. La arblur chasqueó la lengua. ¿Desde cuándo se había transformado en su madre?— Eso sí, un par de reglas: nada de música. Eso solo atraerá atención no deseada. Y tampoco nada de conversaciones a puro silbido, por la misma causa. Y no planeo gastar más energías protegiéndote que las que gastaré para salvarle el pescuezo a este ganso, así que más vale que sepas cuidarte solo.

    El ganso soltó un quejido, ignorado completamente por la cazadora. Esta se encontraba mirando fijamente al bardo, que había asentido atentamente a todas las condiciones que le habían impuesto. Parecía que simplemente estaba feliz por tener compañía. En cuanto se acercó más a ellos, se sacó el sombrero, y con un melódico silbido, que evocaba a la estación de Capullo Abierto, sacó un manojo de nomeolvides del mismo, y se las extendió a la elfa, sonriendo. Esta levantó una ceja, y soltó una risa ronca.

    — Creo que el más indicado para recibir flores es Null, aquí a mi lado. Por cierto, soy Freyja.

    Lahnla inclinó levemente la cabeza, y luego entrecerró los ojos, mirando a la cazadora con atención. Esta se retrajo un poco en su asiento, algo incómoda por el súbito miramiento que estaba recibiendo en ese momento. El rostro del ulalmarano se iluminó, y con otro silbido y un movimiento de manos, las nomeolvides se cambiaron por otras flores. Freyja lo miró algo divertida, pensando en la futilidad de su acto de intentar caerle bien, pero su rostro se bañó en sorna y sombras en cuanto vio las flores que el bardo sostenía. Campanillas.

    De un súbito manotazo, las esparció por todo el camino, ante la sorpresa de ambos hombres. Las flores cayeron al suelo, en donde se volvieron mustias y desaparecieron, como si nunca hubieran existido, con gran pesar para el caballo, que ya había agachado el morro para probarlas. La cazadora miró a ambos de manera fulminante, y ninguno dijo palabra. El mensaje estaba claro. Lahnla tragó saliva, y con una rápida reverencia y un silbido que Null tradujo como una disculpa, cosa que Freyja ignoró por completo, se subió al carruaje, con algo de dificultad, probablemente debido a que el jubón que llevaba de por sí era rígido, y más teniendo en cuenta que debía acomodar una gruesa barriga. El bardo era grande en muchos sentidos.

    La elfa azuzó el caballo, con el rostro serio, y la carreta siguió su camino. Null miró a su compañera y extendió una mano para tocarle el hombro, pero luego se lo pensó mejor. Simplemente se mordió el labio y se pasó a la parte de atrás, para estar con Lahnla. Las sombras en el rostro de Freyja indicaban que necesitaba tiempo para estar sola.
     
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  9. Threadmarks: Parte V
     
    Reual Nathan Onyrian

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    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
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    Fantasía
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    La Balada del Mago y la Muerte - Parte V

    La elfa resopló, al mismo tiempo que el cimarrón, por cuarta vez en una hora. Ese bufido estaba lleno de arrepentimiento. Porque sí, se arrepentía. Se arrepentía gravemente de haber aceptado que el bardo viajara con ellos. Las reglas que ella había establecido no habían servido para nada. Al menos, la música era inexistente, pero Null y Lahnla no habían parado ni un segundo de conversar entre ellos. O bueno, Null era el que hablaba, Lahnla silbaba. Sentía como el sonido le taladraba el cráneo. Hasta había bajado la visera de su casco, con el poco efecto que esto tuvo, para poder amortiguar un poco el sonido. Tres veces ya los había callado, no iba a intentar una cuarta.

    — Niños. Mi pescuezo depende de dos niños.— masculló, enojada, en cuanto escuchó las risas animadas que el essino soltaba, seguramente por alguna historia que le había contado el ulalmarano.

    Sinceramente, le sorprendía como lograban comunicar tantas cosas con simples silbidos, aunque había espiado por encima del hombro varias veces, y había visto que se hablaban también con señas y un poco de esas luces y siluetas en miniatura que a Lanhla tanto le gustaban formar. La elfa se preguntó cuánta energía estaría gastando mientras hacía todo eso. No tenía idea del funcionamiento de la magia a rasgos generales, sólo sabía que si bien la magia bárdica tenía el potencial de ser extremadamente poderosa, también consumía mucha energía del usuario. Su “esencia”, creo que le decían. No estaba segura de si esas pequeñas siluetas eran agotadoras o no. Chasqueó la lengua. Bueno, mientras tuviera energías para pelear cuando hiciera falta, ella podría llegar a contentarse.

    Al cimarrón cada vez le costaba más y más avanzar por el terreno, que se iba volviendo prominentemente más pantanoso a medida que se internaban en lo profundo de las Tierras de Nadie. Las hordas de monstruos no eran el único motivo por el cual casi ningún asentamiento se alzaba aquí. Las Tierras de Nadie eran, en su mayor parte, una gran extensión de marismas, con algunos parches de tierra seca desperdigados por aquí y allá. La zona que habían atravesado antes carecía de árboles, debido a que los anteriores ocupantes los habían talado, para así poder defender mejor el terreno. Sin embargo, ya se estaban alejando de cualquier área de influencia de la civilización, y se internaban cada vez más en tierras salvajes.

    Los densos y oscuros bosques que poblaban las Tierras de Nadie eran ominosos. Freyja siempre mantenía la oreja atenta a cualquier movimiento que pudiera surgir de ellos, y había evitado internarse entre la maleza lo menos posible. Sabía qué peligros ocultos y desconocidos merodeaban en la protección que las sombras de los árboles les conferían. Y estos peligros podían variar desde simples bandidos a animales terribles. O monstruosidades mucho peores.

    Pudo sentir como Null se sentaba a su lado, sonriendo.

    — Si venís a pedirme que cambie de lugar con vos, olvidalo.

    — No, venía a conversar.

    — La respuesta sigue siendo un no.

    El joven suspiró, paseando la vista hacia un costado. Estaban atravesando en ese momento un parche de bosque. Había un sendero bien marcado, seguramente un vestigio de alguna ruta que se había utilizado antaño para transportar mercancía. Sin embargo, estaba bastante enlodazado, y al carro le costaba moverse.

    — Este camino no parece estar hecho por animales.— observó el anoriano.

    — ¿Acaso querés un premio a la más grande obviedad dicha por un humano? Fácilmente se notan las huellas de carretas.

    — Tan solo me parece raro.- comentó, ignorando la puya.— Un camino así, en las Tierras de Nadie.

    — ¿Qué sabes sobre las Tierras de Nadie?— inquirió la elfa, mirándolo de soslayo.

    — Nada, la verdad.— Null se encogió de hombros. Y con una sonrisa, agregó.— Tan solo me recuerdan a mi hogar.

    — ¿Northumbreisen? ¿Por lo lúgubre, triste, poco hospitalario y pantanoso?

    — De hecho sí, esas son las razones— rió el essino, alegre.— Sin embargo, noto algo distinto, una sensación de que todo esto no es… natural. Northumbreisen es húmedo y peligroso, sí, pero no de la misma manera que este lugar.

    — Y eso que estamos teniendo suerte y no ha empezado ninguna lluvia de ceniza. Los monstruos no son la única razón por la cual este es un lugar mayormente deshabitado. La tierra es ponzoñosa. Y no solo por los pantanos y marismas. Cuanto más te internás en esta región, más agresiva se vuelve. El aire se puebla de ceniza tóxica, el suelo se resquebraja y deja escapar olas de calor y fuego, e incluso dicen que el cielo se vuelve de un enfermizo tono rojo. Es una tierra rota.

    — Vaya, suena horrible.

    — Bueno, son rumores la verdad. Nunca lo vi en persona.

    — Esperemos que no tengamos que averiguar si es verdad o no, ¿eh?— comentó Null, con una risa algo nerviosa. Carraspeó, para recuperar un poco la compostura.— Oye, ¿habías mencionado que esta región estaba mayormente deshabitada? Yo pensé que nadie vivía aquí.

    — En el último año, probablemente las Tierras de Nadie hayan sido vaciadas de cualquier asentamiento que tenían. Pero sí, antes había varias aldeas dispersas por aquí y allá. Principalmente de pioneros, personas exiliadas, o que no querían vivir bajo el yugo de nadie. Tremendos idiotas, si me preguntás. En su momento, la ceniza y la humedad del lugar daban como resultado una tierra medianamente fértil, por lo tanto, si a uno no le molestaban las bandas vagabundas de monstruos, no era una terrible opción. Sin embargo, hace ya más o menos un lustro que el lugar se volvió violento. La gente ha empezado a irse y abandonar sus aldeas. Aunque otras no han sido lo suficientemente afortunadas.

    — Oye, Freyja.

    — ¿Qué querés ahora?

    — Nada, que al final, si estás conversando.— contestó el essino, con una sonrisa traviesa.

    La elfa lo fulminó con la mirada y levantó el puño. El humano levantó las manos para defenderse, con la sonrisa borrada de su rostro y reemplazada por una expresión de miedo. Sin embargo, esta cambió de la sorpresa a la seriedad en cuanto notó algo al frente. La cazadora siguió su mirada y se encontró con un cruce de caminos y el final del bosquecillo. Y en el medio del cruce, clavado y asegurado con sogas a una tabla burdamente erigida en la tierra, se encontraba un cadáver.

    La figura era grande, más robusta que un humano típico. Se podían notar los poderosos músculos bajo el grueso pelo moteado de sus brazos y piernas, aunque su estómago parecía consumido. Uno de sus brazos, el derecho, se encontraba clavado a una madera anexada a un costado, como si fuera un grotesco letrero, señalando la salida del bosque. Tenía una gran joroba en su espalda, y su hocico era largo y lleno de dientes afilados. Su lengua, oscura, colgaba a un costado. Sus ojos, de tal negrura que podían contener el mismo vacío, se encontraban apagados, aunque todavía se notaba una perturbadora malicia en ellos. De sus heridas, chorreaba un espeso líquido negro, con tintes carmesí.

    Null miró a Freyja. Esta simplemente asintió, confirmando su silenciosa pregunta. El essino tragó saliva. La criatura que se encontraba burdamente colgada al frente suyo era un gnoll.
     
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  10. Threadmarks: Parte VI
     
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    La Balada del Mago y la Muerte - Parte VI

    La elfa acercó el carro hasta el macabro despliegue, no sin algo de esfuerzo. El cimarrón ya había olido la sangre y se había puesto nervioso. Fue algo complicado persuadirlo para que siquiera se acercara a unos metros del cadáver. Tuvieron que recorrer el último tramo a pie, ya que el caballo se negaba a avanzar.

    Freyja iba al frente, en una actitud que a Null le parecía un poco despreocupada. Lahnla había decidido quedarse en el carro, por las dudas. La única que había bajado con su bolso era la elfa. También había decidido llevar un hacha arrojadiza.

    — No es la escena que había imaginado para cuando me encontrara con un gnoll por primera vez.— comentó el essino.— ¿Quién podría haber dejado un despliegue tan macabro? ¿Habrán sido otros gnolls?

    — Los gnolls se devoran todo lo que matan. Y lo que no terminan de matar también. No, esto lo hizo otra gente.— respondió la cazadora, habiéndose acercado ya al cadáver y revisándolo. Lanzó un gruñido de frustración.— Malditos involkers, le arrancaron el corazón. Bueno, eso y el corte que le hicieron alrededor de la frente prueba que fueron orcos.

    — ¿Orcos? ¿Hay orcos en las Tierras de Nadie?

    — Obvio, hay orcos por casi toda Erä. Pero estos de acá son orcos pálidos, clásicos de los pantanos y marismas. Las marcas de sangre y las mutilaciones que le hicieron al cuerpo los delatan.— Freyja se acercó a la base, y se apoyó contra el madero.

    — ¿Qué estás haciendo?

    — Ganarme diez monedas de plata.— contestó la aludida, como si estuviera diciendo algo obvio, mientras empujaba.

    Luego de unos segundos de esfuerzo, el improvisado letrero cayó al piso, haciendo un ruido de chapoteo sordo al chocar contra el fango. La elfa se arrodilló junto al cadáver, tomó una daga de su cinturón, y le cortó ambas orejas. Las depositó en un zurrón hecho de cuero que había sacado de su bolso. A continuación tomó su hacha, y la levantó. Dirigió su vista a Null.

    — Si te impresionas fácilmente, no mires.— dijo, acomodándose la visera del casco y descargando el filo del arma hacia el chorreante hueco en donde antes se hallaba un corazón.

    La sangre, o lo que fuera que ese líquido espeso y negro fuera, salpicó la armadura y el casco de la elfa. Esta frunció la nariz. Que estuviera acostumbrada a estas cosas no quitaba que su olfato también era bastante fino. Null batallaba entre acercarse por su curiosidad médica o alejarse debido al estremecimiento que la criatura le provocaba. Freyja volvió a levantar el hacha y la dejó caer nuevamente, esta vez soltando una media sonrisa al sentir que mordía hueso. Apoyó su peso contra el arma, sintiendo como cada costilla se iba quebrando. En cuanto hubo terminado, abrió por completo el pecho de la criatura, cortando donde hacía falta.

    — Cuando me curaste el ojo, la parábola que estabas recitando era sobre Gilkilesh, ¿no? No entendí nada de lo que hablabas, pero me pareció escuchar su nombre.— la cazadora se puso a rebuscar en su bolso mientras hablaba.

    — Sí, hablaba sobre El Pío, ¿por?— respondió el essino, intrigado y asqueado en partes iguales.

    — Bueno, como dato curioso del día, aunque supongo que será el primero de muchos, los orcos pálidos también adoran a Gilkilesh.— la arblur sacó un par de viales y un frasco de buen tamaño.

    El joven la miró perplejo.

    — ¿Eh?

    — Tal como escuchaste. Fijate, le quitaron el corazón, le cortaron el cuero cabelludo como si tuviera una corona sangrante, y lo clavaron en un madero. Y todo eso es…

    — Simbología de Gilkilesh.— completó el humano, en voz baja.

    — Exacto.— Freyja le arrancó los pulmones al cadáver y comenzó a exprimirlos, llenando los viales de esa sustancia viscosa y negra.

    Null desvió la mirada, y luego agitó la cabeza. Nunca había sido muy devoto, pero siempre sintió una conexión especial con ese Mártir. Que una deidad que representara la paz, la hermandad y el amor fuera adorado por criaturas tan violentas le parecía tan… erróneo. Bufó. No tenía sentido pensar sobre eso ahora. Tenía la cabeza llena de preguntas, muchas más de las que pensó que tendría al internarse en ese lugar. Suponía que lo mejor era ir liberándolas de a una. Presentía que su cabeza iba a terminar explotando si no las soltaba.

    — Tengo muchas preguntas.

    — Dispara.— indicó la elfa, mientras se encargaba de poner los pulmones exprimidos en el frasco. El essino pudo notar que el jarro parecía estar esculpido de la quitina de alguna criatura, de una fría coloración azul.

    — Primero y principal, ¿qué estás haciendo?

    — Cosechando icor.— notó la expresión confundida del anoriano.— Vísceras y sangre de criaturas del Abismo. Es lo que causa ese olor tan repugnante. No creas que vine hasta aquí simplemente para ganarme diez veleanos por gnoll muerto. Y eso si tenemos suerte y no nos encontramos con gnolls sin orejas. El icor se vende bastante bien, en especial a arcanistas y alquimistas.

    Freyja tomó el hígado, le hizo un tajo, y realizó el mismo procedimiento que había hecho con los pulmones de la criatura, exprimiendolo y quitándole toda esa sustancia negra. Luego, lo guardó en el frasco. Null gruñó, y se alejó unos pasos, para contemplar el panorama en general. Había vivido casi treinta años, y había tenido su buena ración de momentos brutales. La violencia no era ajena a él, y menos todavía los cuerpos muertos. Pero había algo primigenio, algo salvajemente visceral en lo que ocurría frente a sus ojos. No sabía que le causaba tal repugnancia: si el aspecto blasfemo del gnoll; la imagen de Freyja, cubierta totalmente de vísceras, abriendo y exprimiendo un cuerpo vagamente humanoide; o el grotesco despliegue con el que se habían encontrado y la oscura verdad detrás. Suprimió sus temores con un encogimiento de hombros. Suponía que su vida iba a ser así durante algunos días. Más le valía acostumbrarse.

    — ¿Tienes idea de por qué estos orcos colgaron el cuerpo del gnoll de esa manera? ¿Acaso será una advertencia?

    La elfa soltó una risa nasal.

    — Estás en las Tierras de Nadie, Null. Las advertencias sólo sirven para bestias sin raciocinio. No, los orcos pálidos hacen esto con todas las criaturas medianamente humanoides que matan. Los clavan en maderos, les hacen un tajo alrededor de la frente para que la sangre caiga sobre su rostro, y les arrancan el corazón. Lo cual me molesta bastante, porque el corazón de un gnoll es bastante codiciado, y por lo tanto, bastante caro.

    — Oh, así que simplemente es... ¿Una especie de ritual?

    — Sí, y también una burla y una provocación. Por algo el brazo apuntaba en una dirección.

    — ¿Provocación para qué?

    — ¿No lo escuchás? Camina unas decenas de metros más adelante y averigualo por vos mismo.- indicó la elfa, señalando el camino al frente suyo con su hacha sanguinolenta y cubierta de entrañas.

    El anoriano tragó saliva, y con la mano en la guarda de su estoque, se dirigió hacia donde le indicaban, despacio, cuidando cada paso. Salió de la protección del bosque, y se encontró con que el camino descendía hacia un terreno más plano,hacía una especie de valle, que daba la sensación de que se encontraban en una meseta en ese momento. En cuanto vio lo que allí ocurría, se quedó congelado. Su rostro empalideció, y se forzó a tragar saliva. Hasta ahora, no había tomado consciencia del embrollo en el cual se había metido. Aunque embrollo era una palabra muy suave para lo que estaba ocurriendo en esos momentos ante sus ojos.

    Domoch.

    La aparición de Freyja a su costado lo tomó por sorpresa. La elfa se había levantado la visera y estaba limpiando el filo del hacha, mientras contemplaba el panorama frente suyo.

    — En efecto, domoch.— coincidió Null.

    Una escena dantesca transcurría frente a sus ojos. Las Tierras de Nadie se extendían en un páramo, cubierto de ciénagas, sin ningún árbol en pie. El color de la tierra era negro, como si estuviera enferma, e incluso podían notarse pequeños copos de ceniza caer del cielo. Los chillidos y risas histéricas invadían sus oídos de forma algo débil, lo cual era, en cierto modo, una bendición. En el centro de ese valle escabroso se encontraba ocurriendo una orgía de tinte blasfemo.

    La tierra estaba sembrada de cadáveres, la sangre y entrañas mezclándose con el fango del suelo. Las aves de carroña circulaban los cielos, que habían comenzado a nublarse, ocultando así la luz del inti. Si no hubiera estado tan ensimismado, Null se hubiera rascado la cabeza. ¿De dónde habían salido esas nubes tan de repente? Encima se notaban muy pesadas, como si trajeran lluvia en sus barrigas. Cada tanto, algún buitre graznaba y bajaba en picada, intentando ganarse un premio entre toda aquella carne putrefacta. Sin embargo, la tarea se veía frustrada una y otra vez por los gruñidos y ladridos de las criaturas que en ese momento se hallaban devorando los cadáveres.

    A cuatro patas, con una gran joroba en el lomo y un pelaje moteado, los animales se encontraban en un frenesí completamente antinatural, como si una fuerza superior y maligna los hubiera controlado. Null había escuchado historias sobre la ferocidad y vulgaridad de las hienas, pero esto sobrepasaba cualquier rumor que hubiera escuchado. A pesar de eso, esos carroñeros no eran lo que hacía palidecer al joven, a pesar del grotesco espectáculo que brindaban. Eran las otras criaturas, también encorvadas y sumidas en una glotonería frenética y sacrílega, las que habían llamado por completo su atención.

    De gran tamaño, algunos seguramente rozando los dos metros y medio si se erguían completamente. Su contextura era relativamente flaca con respecto a su altura, pero podían notarse los gruesos músculos de los brazos y piernas. Como el ejemplar que habían encontrado clavado en el madero, tenían la región del abdomen completamente consumidas, como si estuvieran famélicos. Su pelaje era moteado, al igual que las hienas que los acompañaban en su festín macabro. Tenían una melena, similar a una cresta, de un color amarillento sucio. Los parches de piel que podían verse bajo el pelo de algunos ejemplares eran de un color grisáceo verdoso.

    El humano contempló asqueado como devoraban todo lo que tenían al frente, no importaba si era el cadáver de un orco, de otro gnoll, o de un par de ogros, que también vio por allí, que seguramente habían venido en apoyo de los orcos pálidos. Se tragaban hasta los huesos, excepto, curiosamente, que pertenecieran a un gnoll. En ese caso, una de las hienas se acercaba y los tragaba, completos. Una conmoción llamó la atención de tanto Freyja como Null. Al parecer, dos gnolls habían comenzado a pelearse por el cadáver de un orco especialmente voluminoso. Se ladraban, gruñían, hacían centellear sus mandíbulas, y se insultaban en un idioma incomprensible, que sonaría blasfemo a los oídos de cualquier habitante de Erä. Sin previo aviso, uno tomó su hacha y se abalanzó sobre su compañero, y los dos se enzarzaron en un ovillo de pelaje mugriento, dientes, garras y maldiciones. Algunos otros gnolls levantaron la cabeza y se acercaron a contemplar el espectáculo, atraídos por el ruido y la violencia.

    El gnoll del hacha logró encajar un golpe en el hombro de su contrincante, hundiendo el arma varios centímetros en la carne de la criatura. Sin embargo, eso no fue suficiente para frenar al otro demonio, que arremetió con un violento mordisco contra la garganta de su adversario. Con un súbito movimiento del cuello, le arrancó la laringe. El herido retrocedió un par de pasos, y cayó, sufriendo espasmos y soltando ladridos ahogados. El gnoll vencedor ni siquiera esperó a que el otro terminara de morir. Ya se encontraba encima del cuerpo, devorando su carne.

    Null comenzaba a sentir como su almuerzo peleaba contra su garganta para abrirse paso al mundo, odisea que el joven lograba frustrar a duras penas. Sin embargo, no resistió a devolver todo lo que tenía en su estómago en cuanto sus ojos se posaron en otro espectáculo todavía más macabro. Una de las hienas, que se encontraba grotescamente hinchada de tanta carne y huesos, comenzó a retorcerse y sufrir espasmos. Lanzaba gemidos y ladridos de dolor, hasta que ya no pudo más, y se desplomó en el suelo. Allí, siguió chillando, agitando sus negras patas, que parecían demasiado chicas en comparación a su inflado estómago, hasta que, con un estruendoso rugido de agonía, estalló. Las vísceras volaron por todas partes, y en donde se encontraba el cuerpo estallado de una hiena, un nuevo gnoll apareció.

    Este soltó un ruido que parecía una risotada demoníaca, que fue coreada por sus compañeros, a medida que otras hienas explotaban y daban a luz, si es que se podía usar ese término, a más monstruos. Y cada uno de ellos, sin perder tiempo, devoraban los restos de sus progenitoras, lamiendo incluso la sangre que se hallaba sobre el fango. El humano cayó de rodillas al suelo y vomitó.

    Freyja chasqueó la lengua y le palmeó la espalda.

    — ¿No estarás teniendo segundas opiniones sobre el trabajo, no? Vamos, tenemos que salir de aquí. Aprovechemos que están ocupados atragantándose. Es el único momento en el cual los gnolls no prestan atención a sus alrededores.— se dio media vuelta y le lanzó una sonrisa maliciosa.— A menos, claro está, que quieras cargar contra ellos ahora.

    El essino la miró horrorizado, y negó con la cabeza, incorporándose de forma tambaleante. Se secó la boca con un trapo, que prontamente arrojó al suelo. Le siguió el paso, cada tanto resbalándose con el fango. Se sentía algo débil después de lo que había visto. Y lo que había devuelto.

    Encontraron a Lahnla esperándolos recostado en el carruaje, fumando tranquilamente de una pipa. El humo que despedía era lechoso, y el olor era algo espeso. Freyja frunció la nariz. Parecía hierba de paz, aunque seguramente llevaba algo extra mezclado ahí. El aroma era demasiado fuerte para ella. El ulalmarano los miró algo sorprendidos, y pestañeó confundido cuando vio cómo Null apenas podía subirse al vehículo a duras penas, siendo ayudado en última instancia por un empujón un poco brusco de parte de la elfa. El anoriano se acostó de espaldas en el suelo del carro, con una mano sobre su rostro, inhalando y exhalando de manera pausada. Lahnla soltó un silbido preocupado, que la elfa desestimó con un movimiento de la mano, mientras también subía al carro.

    — No entendí nada de lo que dijiste, pero por las dudas, no tenés por que preocuparte. Tan solo que su estómago no está acostumbrado a los despliegues de depravación demoníaca. Pero más vale que lo haga rápido, porque no quiero cargar con un peso muerto durante los siguientes días.

    — ¿Días?- preguntó débilmente el essino.

    — Exactamente, días. Mi plan es quedarme aquí al menos una semana. Todavía no encontramos ningún otro grupo de cazadores o aventureros, lo cual es raro, y me da bastante curiosidad saber la razón.— comentó la elfa, mientras revisaba su bolso y comenzaba a desparramarlo sobre el suelo del carro.

    Los dos humanos vieron cómo tomaba su espada bastarda, su hacha de guerra y sus hachas arrojadizas y se las ajustaba al cinturón. Cruzó un cinturón de cuero atravesando su peto, de donde colgó varias dagas. Por último, ubicó en la parte interior de su escudo varios frascos, algunos de vidrio y otros de metal. Tomó la lanza partisana que había estado descansando en el carro desde que habían iniciado su viaje, y bajó del vehículo de un salto. Miró a los dos hombres por unos segundos, expectante. Como ninguno se movía, chasqueó la lengua.

    — Vamos, tenemos que continuar a pie. Será imposible maniobrar el carro con tanto fango, y eso ni hablar del olor a sangre que alterará a nuestro valiente corcel aquí presente.— indicó, palmeando el costado del animal. Este le devolvió una mirada completamente indiferente.— Seremos más difíciles de hallar de esa manera también, en especial si hay alguna trifulca entre los orcos pálidos y los gnolls.

    Apoyó la lanza en el carro, y se ocupó de ir liberar al cimarrón del vehículo, así como también de sus bridas. Antes de soltarlo del todo, les dedicó una mirada de advertencia a ambos humanos. Lahnla la leyó a la perfección y bajó del carro de un salto, llevando consigo sus cosas y las de Null. Era bastante ágil para su tamaño, la verdad. Al essino le costó algo más de trabajo, aunque parecía que su color estaba volviendo a su rostro. El trovador lo ayudó a bajar. En cuanto ambos estuvieran en el suelo, Freyja terminó de liberar al cimarrón.

    — Disculpame por lo que estoy a punto de hacerte.— susurró, acariciando su hocico.

    Tomó su lanza y le pinchó las ancas. El animal, por más cruza de burro o mula que tuviera, seguía siendo un caballo, y salió trotando de allí, con un relincho. El anoriano miró la trayectoria que había tomado algo confundido.

    — ¿Hacia allí no se encontraba la manada de gnolls?

    — Así es. Les dará algo con lo que entretenerse mientras nosotros nos alejamos.— explicó la cazadora, algo sombría, bajándose la visera del casco.

    Null tragó saliva, y comenzó a seguir a Freyja, que ya estaba dirigiéndose hacia otra parte, lejos de allí.

    El tránsito a pie resultó ser, frente a todo pronóstico, más veloz que en el carro. Uno podía esquivar de manera mucho más sencilla los mayores guadales y fanganales que se encontraban en el camino, además de no tener que lidiar con un terco caballo petiso. Sin embargo, el peso del equipo de cada uno a sus espaldas (exceptuando a Lahnla, que viajaba bastante ligero) sumado a la humedad del lugar hacía que la tarea fuera bastante engorrosa. En especial si se le agregaba el silencio que se había instaurado en el grupo desde que habían dejado el vehículo. Y era algo que Freyja apreciaba, principalmente porque le permitía prestar atención a sus alrededores, en busca de algún sonido delator. Parecía que la presencia de los gnolls había ahuyentado a casi toda la vida silvestre varios cientos de metros a la redonda, pero uno nunca podía estar seguro.

    Null se la había pasado masticando hojas de coca junto con otras hierbas, para aliviar el mareo, aunque la elfa no estaba segura de que si el color había vuelto paulatinamente a su rostro debido a eso o a la poción de vitalidad que ella le había convidado antes de retomar el trayecto. Sea lo que fuera, lo había mantenido entretenido y con la boca cerrada, lo cual era un alivio. La cazadora lo miró por encima de su hombro. Cada tanto, murmuraba algo con un hilo de voz, aunque no lograba captar nada de lo que decía. Parecía estar hablando en essino, lo que tan solo dificultaba la tarea. Se encogió de hombros. Más valía prestar atención a los alrededores que a los murmullos de alguien que había sufrido un ligero trauma. Ya se le iba a pasar.

    La cabeza del joven era un desastre, una nebulosa de pensamientos que se superponían unos con otros y se pisaban entre sí, compitiendo por el protagonismo y el placer de dominar su mente. Y cada vez que intentaba darle prioridad a uno, el resto se amontaba y lo agobiaba, celoso de que no les prestara atención. No podía llegar a comprender todo lo que habían captado sus ojos. Había visto y conocido a personas horribles y peligrosas a lo largo de su vida, y había presenciado escenarios que tal vez podrían rivalizar, en teoría, con el despliegue que había espectado. Sin embargo, ahora que lo había atestiguado, ni la más depravada persona podía compararse con el desenfreno y la corrupción de esas criaturas. Tal vez era que su propio cerebro sabía que estaba intentando comprender seres que no pertenecían a este plano de la existencia, y por eso caía una y otra vez en una niebla cegadora. Al lado de eso, la revelación de que los orcos pálidos también adoraban a Gilkilesh era tan solo una molestia menor.

    Las dudas se sembraban en su cabeza. ¿Había sido prudente venir hasta aquí, y enfrentarse a esas hordas del Abismo? Era dinero fácil, sí, pero lo barato siempre salía caro. Tal vez hubiera sido más sensato quedarse en casa, buscar un trabajo por allí. Podía hacerlo. Todavía podía volver atrás. La hija del sastre siempre se lo quedaba mirando cuando pasaba frente al taller. Podría usar eso para intentar conseguir un puesto de ayudante. Tal vez…

    Agitó la cabeza, ahuyentando esos pensamientos, masticando de forma rítmica, pausada. No podía. Necesitaba dinero, y lo necesitaba ahora. Sus fantasmas del pasado habían venido en forma de fuertes deudas, y esas deudas amenazaban con arrebatarle lo poco que había construido de su nueva vida. No iba a permitir que nadie le quitara aquello que había logrado obtener. Si era necesario ir al más páramos más maldito y corrupto del mundo, y enfrentarse a hordas de demonios hienas venidos del mismo Averno, iba a hacerlo.

    En esos pensamientos estaba cuando Freyja hizo una señal de alto repentina, agazapándose luego. Por instinto, Null la imitó, agachándose y llevando una mano a la guarda de su estoque. Inspiró y contuvo su respiración, para hacer el menor ruido posible, y todos sus músculos se tensaron, como una pantera preparada para saltar. En cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y de la mirada extrañada que le dedicaba la elfa, se relajó, soltando un inaudible “lo siento”, más por reflejo que por otra cosa. No sabía que su compañera lo había escuchado o no, pero agitó la cabeza, permitiéndose una fugaz y débil sonrisa. De tanto que se había sumido en sus pensamientos, había vuelto de manera inconsciente a las viejas costumbres. Estaba seguro de que Lahnla lo miraba curioso también. Siempre le habían dicho que tenía cuatro ojos, dos al frente y dos en la nuca. Una especie de sexto sentido, si se podía decir así.

    Se concentró en lo que tenía al frente, intentando divisar que había alertado a la elfa. Sin embargo, el foliaje en esa parte del bosquecillo era algo denso, y dificultaba la visión. Podía notar sombras y brillos detrás de las hojas y ramas, pero no podía distinguir bien a qué cosas pertenecían. Permaneció atento, listo para actuar en caso de ser necesario.

    Freyja había levantado su visera, para poder captar bien el olor que había olisqueado en el aire. Parecía el aroma del leño quemado y consumido, claro delator de una hoguera reciente. Pero había otra cosa que le había puesto los pelos de la nuca de punta. Mezclado entre la humedad de la tierra y las típicas fragancias del bosque corrupto de las Tierras de Nadie, se encontraba el ferroso olor de la sangre. Y parecía fresca. Miró hacia atrás, mirando algo extrañada la posición del essino, y luego sobre su cabeza, concentrada en Lahnla. Este los miraba algo preocupados, seguramente por el alto repentino en la marcha y la tensión que estaba saliendo del anoriano. La elfa dejó despacio su partisana en el suelo, para luego tomar uno de los frascos que había puesto anteriormente en la cara interna de su escudo. Lo destapó con los dientes y vertió un poco de su contenido en la punta de metal de la lanza. Null pudo notar que el líquido que contenía tenía una consistencia similar al aceite, de un color opaco.

    La cazadora les indicó con una seña que avanzaran despacio. Utilizó la punta de su lanza para correr el foliaje y poder divisar más adelante, y su postura se relajó apenas al notar el claro. Apenas. Null hizo una mueca al mirar por encima de su hombro y ver la escena que se encontraba estática frente a ellos. Lahnla silbó de preocupación. Alrededor de una fogata ya extinta, que todavía soltaba trazos de humo al cielo de la tarde, se hallaba una tienda destruida y el cuerpo de cuatro personas.

    Freyja ingresó al claro, las orejas atentas, olisqueando el aire, aunque estaba tan saturado de humo y sangre que era complicado intentar distinguir otros aromas. Recorrió el perímetro del campamento destruido, siendo imitada por Null en el lado contrario. En cuanto ambos se hicieron una señal que indicaba que al parecer no había peligro inmediato, la elfa se dispuso a investigar qué demonios había ocurrido allí.

    — Null, ocupate de los cuerpos, fijate si podés averiguar que los mató, o incluso quienes eran. Lahnla, mantén ese fino oído de músico atento a los alrededores. Lo que mató a estas personas bien podría estar cerca, o volver para reclamar su premio.— indicó la cazadora.

    Ambos hombres asintieron, poniéndose manos a la obra. Lahnla se quedó en dónde estaba, visiblemente nervioso, pero con el oído presto a captar cualquier sonido inusual. Null suspiró y se agachó sobre los cuerpos, para examinarlos. Por su lado, Freyja se dirigió hacia la carpa.

    No halló rastros de garras en la tela destrozada, por lo que descartó rápidamente el ataque de un animal salvaje. De hecho, parecía como si la tienda se hubiera desarmado debido a que los habitantes salieron despavoridos de adentro. La lona tenía cortes, pero no estaba claro si habían sido desde adentro o desde afuera. Era obvio que lo que sea que hubiera atacado a este grupo de personas los había tomado por sorpresa. Se agachó y se dispuso a buscar huellas alrededor, pero era imposible distinguir cualquier cosa debido al caos de pisadas que había sobre el húmedo suelo. Chasqueó la lengua. Las cosas serían más sencillas si la tierra del lugar fuera firme.

    Comenzó a limpiar el área de restos de carpa, para ver si encontraba algo debajo de la lona destrozada. Sonrió al hallar dos mochilas de viaje, que habían sobrevivido casi sin ningún rasguño. Podía tachar bandidos o simples asaltantes de la lista de atacantes. Las arrastró al centro del campamento, en donde Null, con ayuda de Lahnla, había dispuesto de los cuatro cuerpos, y se encargaba de quitarle los atuendos y las armaduras. Freyja le pegó un vistazo rápido al anoriano. Al parecer, había recuperado el color de su rostro, y se había compuesto de nuevo. Debía sentirse bastante más cómodo con cadáveres humanoides, por perturbador que eso sonase. Los contempló rápidamente. Dos mujeres y dos varones. Tres humanos, todos romuleeanos, y una mediana. Jóvenes. Una pena, suponía. Iba a dedicarse a escarbar en las mochilas que había encontrado en busca de algo que fuera de utilidad, pero luego de que el essino terminara de desnudar a uno de ellos, un flaco muchacho de apariencia fibrosa, con su cuerpo lleno de cortes y heridas, algo de su cuello le llamó la atención.

    Se acercó, ante la extrañeza del estudiante de medicina, y se agachó al lado del cadáver. Le quitó el colgante que tenía de un tirón, y se lo acercó al rostro. Chasqueó la lengua, frustrada.

    — ¿Qué ocurre?— preguntó Null, mientras se le acercaba.

    — Son chapas de aventurero. Eran un grupo de atraparratas.

    — Oh, interesante. Bueno, al parecer a ninguno le falta el corazón, así que podríamos descartar a los orcos pálidos, según lo que contaste.

    — Y son chapas de acero. No eran novatos.— masculló la elfa, en voz casi imperceptible.

    — ¿Eh? ¿Dijiste algo?

    — No, nada.

    El joven la miró durante unos segundos, para luego volver su atención a los cuerpos.

    — Lo que sea que los haya matado los tomó por sorpresa. No tuvieron mucho tiempo para reaccionar, como demuestra el hecho de que dos de los cuerpos estuvieran a medio vestir, y la expresión de pánico de varios de ellos.

    — La carpa parecía haber sido tumbada desde adentro.

    — Eso explica algunas cosas. Los cuerpos fueron brutalmente mutilados, incluso después de su muerte, así que nuestro atacante misterioso tenía tendencias bastante sádicas. El cuerpo de la romuleeana tiene mordiscos, eso sí. Pero parecen haber sido dados por una dentadura humana, y no son muy profundos, así que podemos adjudicarselo a uno de los habitantes de la carpa, ¿eh?— comentó el essino, sonriendo levemente.

    — Eso no achica la lista para nada, teniendo en cuenta dónde estamos. ¿Podés deducir hace cuánto murieron?— la elfa ignoró lo último, sintiendo como las puntas de sus orejas se sonrojaban. Agradecía llevar puesto el casco.

    — No tengo mucha luz y tampoco tiempo para examinar los cuerpos y heridas en detalle, pero si me apuras, te diría que hacer unas…— se rascó la barbilla.— Tres o cuatro horas.

    Freyja torció el labio, pensativa. Era bastante reciente. El misterio era por qué ningún animal o monstruo se acercó para reclamar los cuerpos. El olor a sangre seguramente podía sentirse a varios cientos de metros a la redonda, para la nariz especializada de varios predadores y carroñeros. Probablemente la presencia de los gnolls y los orcos hubiera amedrentado a cualquier oportunista a aparecer. Se encogió de hombros. Bueno, si quería resolver el misterio rápido, debía recurrir a medios conocidos. Tomó uno de los brazos del cadáver del joven a quien le había quitado las chapas, pero luego se lo pensó mejor y se dirigió hacia la mujer humana. Parecía que su piel era más suave y delicada. No tenía ganas de intentar masticar algo que debía tener la misma textura que el tallo de un cardo.

    — Oh, ¿vas a practicar nemofagia— preguntó Null, con una mezcla de curiosidad y emoción en la voz.

    — ¿Nemofagia?— cuestionó algo incómoda la elfa. Esos malditos ojos esmeralda intensos.

    — Sí, por ese nombre se la conoce a la capacidad que tienen algunos arblur de poder visitar recuerdos al devorar la carne de una criatura muerta. Nunca la había visto en persona, la verdad. Es emocionante e intrigante en partes iguales. ¿Qué ves cuando pruebas la carne de una persona muerta? ¿Y de un animal? ¿Algunos recuerdos son más vívidos que otros? ¿Puedes ser selectiva o simplemente aparecen de forma aleatoria? ¿Debes digerir la carne o simplemente masticarla? ¿Es una habilidad innata o adquirida?

    — Ya, ya, callado.— lo interrumpió la elfa, frotándose las sienes. Tanta emoción por su habilidad le recordaba a alguien, que era igual de intensa que el anoriano.— Tantas preguntas me hacen doler la cabeza. Y la necesito lo más despejada posible para poder soportar esto.

    — ¡Oh! ¿Acaso los recuerdos traumáticos se comportan de manera más violenta cuando los ves? ¿Dejan alguna secuela física? ¿Acaso tu psiquis… ?— la cazadora lo fulminó con una mirada de ojos gatunos color miel.— Cierto, perdón.

    Null sonrió a modo de disculpas, rascándose la nuca, y se retiró a revisar otro cuerpo, para dejarla tranquila. La elfa bufó molesta, y volvió a acercarse el brazo a la boca. Sus colmillos estaban por cerrarse en la tierna carne de la joven, cuando la voz del anoriano, que la llamaba por su nombre, la detuvo. Lo miró de manera asesina, haciendo que este levantara las manos en señal de paz. Con un dedo, señaló el cuerpo que estaba revisando en ese instante. Era el otro humano, más rechoncho que el resto, y más petiso. A un costado, cerca de donde deberían estar los oblicuos, tenía una mancha negra. Extrañada, Freyja se acercó a examinar. Esa mancha era viscosa, y tenía un color similar al…

    Lahnla silbó.

    Con la velocidad del rayo, interpuso su escudo entre el rostro de Nulll y la punta de la lanza del gnoll. El arma se quebró al contacto, haciendo que el brazo de la elfa se resintiera ante la brutalidad del ataque, y habría golpeado la frente del essino con su puño si este no se hubiera agachado de manera vertiginosa. Ya había producido un cuchillo en su mano y lo había clavado en el pie del monstruo, que lanzó un gruñido de dolor. Sin darle tiempo a reaccionar, el humano se escabulló por debajo del brazo de la cazadora, y clavó la daga en la garganta al gnoll, con una precisión espeluznante. El demonio hiena comenzó a ahogarse en su propia sangre, o icor, y se desplomó en el suelo. Null y Freyja simplemente se miraron y asintieron. Ya habría tiempo para seguir examinando luego.

    Lahnla lanzó otro silbido de advertencia, mientras se acercaba a ellos, dándoles la espalda. Las risas y gruñidos de las hienas podían escucharse resonando por todo el bosque. La elfa calculó que debía haber unos siete, mínimamente. ¿Se habían separado de la banda mayor que habían visto en esa depresión, o eran tan solo un grupo de avanzada? Como sea, siete gnolls era una perspectiva bastante peligrosa. Más en un espacio reducido como el que estaban, rodeados de bosque y con el suelo cenagoso. Tomó su lanza y se fijó que la punta todavía estuviera embadurnada en ese aceite especial. Inspiró, para calmarse, y estar atenta a los alrededores. Podía sentir cómo aquellos ojos rojos llenos de hambre y furia la veían a través del follaje. Se preguntaba a qué estaban esperando.

    Null había desenfundado su estoque, pero se estaba moviendo lentamente hacia su bolso, a un par de pasos de distancia. Podía sentir como todos los demonios que lo observaban estaban preparándose para abalanzarse sobre ellos. Estiró la mano lentamente hacia sus cosas, intentando alcanzarlas haciendo el menor movimiento posible. En ese momento, los gnolls atacaron.

    Una vorágine de fauces aserradas, garras oscuras, y crudas armas oxidadas emergió de improviso desde el laberinto de árboles y arbustos que los rodeaban. Se acercaron hacia ellos en puro frenesí, sin orden ni organización, empujándose los unos a los otros para ver quién llegaba antes al jugoso premio que tenían enfrente. Freyja se puso en posición, con la lanza sobre su escudo, lista para recibir el impacto. Esperaba tan solo que sus compañeros pudieran cubrirle la espalda. Apretó los dientes. No iba a ser sencillo sobrevivir a esta pelea. Más teniendo en cuenta que se encontraban parados sobre el fango. Cualquier desliz podía ser mortal.

    Sin embargo, e incluso antes de que los demonios lograran hacer contacto con ellos, sintió una pesada mano en su hombro, a la vez que el suave sonido de un silbido llenaba sus oídos. La pesadez y nerviosismo en su cuerpo se fueron, y se sintió revitalizada, como si le hubieran infundado nuevas energías. Y sobre todo eso, el fango alrededor de sus pies parecía ya no molestarle. Giró apenas la cabeza y pudo notar por la visera del casco como Lahnla le guiñaba un ojo, y luego hacía el gesto de taparse las orejas. Pero la elfa no le prestó más atención, pues ya tenía a los gnolls encima.

    Una explosión sónica al frente suyo hizo que todo su cuerpo retumbara y sus dientes rechinaran. El barro salió disparado por todos lados, así como también algunas ramas que había por allí, sus astillas atravesando el aire como minúsculas saetas de ballesta. Las hienas que habían sido atrapadas en el impacto salieron despedidas, una directo hacia la lanza de Freyja. Esta aprovechó el impulso y atravesó el cuello del monstruo, las aletas de la lanza impidiendo que este pudiera acercarse más. El gnoll chilló, soltó su arma y comenzó a arañar el mástil recubierto de metal de la partisana, mientras sentía como el aceite santificado que cubría la punta quemaba su interior. Freyja sonrió y desalojó la lanza de la yugular del demonio, que cayó al suelo, en estertores de muerte. Había salido bastante caro, pero el aceite había valido la pena.

    — ¡Recuerden no dañar ni la cabeza ni el torso! ¡Necesitamos las orejas y los órganos!— exclamó, cubriendo con el escudo el ataque de otro gnoll, que se había recuperado.

    El hacha de cruda construcción chirrió contra el metal del escudo cuando la criatura la atacó de manera frenética. La elfa lanzó una estocada con la lanza, logrando clavarle el arma en el muslo. El gnoll la superaba ampliamente en altura, haciendo que apuntar a la garganta fuera complicado, en especial bajo la andanada de golpes a la cual se encontraba sujeta. Sin embargo, el aceite comenzó a surtir efecto, pues la hiena lanzó un aullido de dolor, mientras se podía notar como el humo comenzaba a surgir de la herida en su pierna. La cazadora quiso aprovechar ese momento para atacar cuando notó algo por el rabillo del ojo.

    Una maza se dirigía directamente hacia su cabeza. Apretó los dientes, intentando levantar su brazo para protegerse. Un golpe con una clava blandida desde esa altura y con la fuerza salvaje de un gnoll lograría fácilmente atontarla, dejándola vulnerable y expuesta. La habían atacado por su lado ciego, tendría que haber prestado más atención. Un silbido resonó en el claro, y la maza pasó a centímetros de su cabeza, desbalanceando a su atacante. Freyja aprovechó el desliz, estampando el escudo en la nariz del primer gnoll y clavando las púas del mismo en su estómago, desgarrando piel y carne. Esperaba no haber perforado el hígado. Desalojó el escudo del demonio, que cayó de rodillas al frente suyo. Volvió a desencajarle otro golpe en el rostro, rompiéndole la nariz y hundiéndole el hocico. El otro gnoll ya había levantado de nuevo su maza, pero la cazadora fue más rápida. Las pequeñas veletas de la partisana impidieron que pudiera acercarse hacia ella, mientras la punta del arma se hundía en su garganta. El cuerpo inerte del monstruo cayó al suelo, el icor escapando de su herida y mezclándose con el oscuro fango.

    Se permitió un respiro y miró por encima de su hombro, a Lahnla. Este le guiñó un ojo, con el bandoneón en las manos, y luego se enfrentó a un gnoll, que se dirigía corriendo hacia él. El instrumento comenzó a cantar, siendo maniobrado de manera experta por el ulalmarano, soltando un sonido alegre y jovial. De improviso, la criatura frenó su loca carrera, pareciendo completamente desorientada. Luego de unas fracciones de segundo, su estómago se llenó de convulsiones, al tiempo que su hocico soltaba risotadas estruendosas y grotescas, como si le hubieran contado el chiste más gracioso del mundo. Cayó al suelo, escupiendo carcajadas sin cesar, luchando por respirar, aferrándose el vientre, hasta que al final, con unos últimos aspavientos, quedó inerte sobre el barro. Freyja agradeció tener un bardo de su lado. Suponía que el hecho de que no tuviera dificultad para moverse por ese terreno y que el mazazo de aquel demonio hubiera fallado se atribuían a su magia.

    Null se encontraba en ese momento enzarzado contra dos gnolls, y no parecía estar en una muy buena posición. Un tercer gnoll yacía en el suelo, intentando, de manera infructuosa, frenar la hemorragia que desprendía su laringe cortada. Con un par de estertores más, quedó inerte. Sin embargo, los otros dos demonios estaban ganándole terreno. A pesar de que no parecía ser afectado por el pantano, seguramente gracias a la intervención de Lahnla, era obvio que estaba cansado. No debía olvidarse de que hacía poco había vomitado, y tan solo había masticado una pasta de hojas para no desmayarse. Las dos hienas atacaban de manera frenética, dándole apenas tiempo para defenderse de ambas, esquivando la mayoría de los golpes, e interponiendo la protección en sus antebrazos cuando aquello resultaba imposible. De improviso, una de sus piernas cedió, haciendo que cayera con una rodilla sobre el suelo. Uno de los monstruos lanzó un aullido de júbilo, e hizo descender la clava que llevaba en la mano contra la cabeza del joven.

    Freyja comenzó a correr hacia él, aunque sabía que iba a llegar muy tarde. Maldición, tal vez tendría que haber prestado más atención a su condición. Bueno, también él se lo buscaba. Ella le había advertido de los peligros de este viaje, además de que le había mostrado de primera mano lo salvajes y peligrosos que podían ser los gnolls. No tenía por qué sentirse responsable. A pesar de eso, seguía corriendo hacia allí. Apretó los dientes. Maldita moral de mierda.

    Clavó sus pies en el suelo y levantó la lanza por encima de su cabeza, presta a lanzarla. Sin embargo, bajó el brazo, atónita. Si sus ojos no la engañaban, estaba viendo como un segundo Null aparecía al costado del gnoll atacante, lanzándose contra él. El demonio también pareció verlo, pues giró su cabeza para enfrentarlo, perdiendo puntería y firmeza en su ataque. El essino aprovechó ese momento para tomar el musculoso brazo de la hiena y bloquearlo en una llave, torciéndolo y haciendo que soltara la clava. Con un movimiento fugaz, extrajo una daga de su cinturón y la hundió en la axila de su oponente. Se desembarazó del monstruo y tomó una bolsa de su cinturón. Esta impactó contra el rostro del gnoll restante, soltando un estallido de luz blanca que iluminó el área de un chispazo, durante una fracción de segundo. La elfa tuvo que pestañear varias veces para eliminar las motas negras sobre sus ojos que le impedían la visión. El anoriano ya se encontraba hundiendo su daga en la garganta del gnoll enceguecido. El cuerpo del demonio cayó inerte al suelo, chorreando icor negro.

    Con paso vacilante, Null recuperó su estoque del suelo, y se dirigió a la última criatura que quedaba con vida, que se estaba recuperando del sorpresivo ataque a su brazo. Le lanzó un gruñido amenazante al humano. Este le clavó el arma en su boca abierta, atravesando su cráneo.

    Soltó el estoque y cayó sentado sobre el fango, luchando por controlar su respiración. Freyja podía notar como se sujetaba la cabeza, como si estuviera sufriendo una terrible jaqueca. La cazadora todavía no se recuperaba de lo que había visto. ¿Había sido una ilusión? ¿Acaso Null sabía más magia que lo que había demostrado? Ese clon suyo que había aparecido parecía una extraña mezcla entre un ser tangible y uno incorpóreo. Además, en cierta manera, era distinto. Como si fuera una parte de Null, no todo. Y esperaba que esa explosión brillante tan solo fuera una de las trampas que este había mencionado anteriormente. Sinceramente, cada vez se sentía menos cómoda sobre este acuerdo de “no conversar sobre vida personal y pasada”.

    Lahnla se acercó corriendo al anoriano caído, agachándose junto a él. Con un par de silbidos, produjo pequeños objetos con forma de notas musicales casi transparentes, que ingresaron en el cuerpo del joven. Este inspiró de forma profunda, exhalando luego calmado. El color volvió ligeramente a su rostro, y el temblor de sus manos se detuvo. Asintió en agradecimiento al ulalmarano, y se incorporó con cuidado, para no marearse. Sabía que la magia curativa tan solo tomaba prestadas energías del cuerpo y aceleraba el proceso de curación natural, no sacaba energías de la nada. Iba a necesitar un buen descanso luego. Le dedicó una intensa mirada a Freyja. Esta chasqueó la lengua. Sabía lo que significaba, pero no le gustaba. La batalla todavía no había terminado.

    Algo renqueante, Null se dirigió hacia donde había quedado su equipo, prontamente abandonado debido al ataque de los gnolls. La elfa se tensó, al escuchar más gruñidos y ladridos en la cercanía. Al parecer no se había equivocado, aquellos demonios que habían matado era simplemente un grupo de avanzadilla. Comenzó a mirar en varias direcciones, sus orejas atentas, intentando adivinar por donde atacarían esta vez. Estaba algo preocupada. Ella seguía en perfectas condiciones para pelear, pero habían estado caminando durante casi una hora por el fango, y eso tarde o temprano iba a pasarle factura. Además, Null obviamente no estaba en buen estado para seguir luchando. Tenían un hombre menos, y más que un hombre, era una carga en estos momentos.

    Sintió una mano sobre su hombro. El essino estaba a su lado, con el brillo de sus ojos esmeralda algo apagado. Y tenía un extraño objeto apoyado en su hombro. En cierta manera, por el gatillo y la mira de hierro, le recordó a una ballesta. Pero en vez de tener el arco típico en la punta, tenía un fino cañón. Null insertó lo que parecía una pequeña caja debajo, cerca del gatillo.

    — Recuerdo que tenías cierta curiosidad sobre lo que era un requieter.— comentó con voz rasposa, mientras insertaba un cilindro metálico cerca de la culata del arma.— Supongo que esto todavía no ha terminado.

    El cilindro, al ser insertado, soltó un pequeño resoplido. El anoriano tiró con algo de esfuerzo un par de veces de una palanca que había inmediatamente encima del cilindro. El ruido que soltaba le hizo recordar a Freyja el sonido de alguien soplando.

    — ¿Vas a poder continuar? Estás tan pálido que si te iluminara con una linterna, probablemente reflejarías la luz.— preguntó.

    — Creo que mi respuesta no va a cambiar el hecho de que estamos por ser atacados por más de esos demonios, así que no importa ahora.— sonrió Null, con algo de esfuerzo.

    La elfa chasqueó la lengua. No se iba a poner a discutir. Inspeccionó con la mirada el campamento, buscando algún lugar mucho más defendible que el centro. Lamentablemente, nada parecía satisfacer sus necesidades. Y no le apetecía para nada volver a tener que enfrentarse a otra oleada de gnolls sin más cobertura que su escudo.

    — Che, bardo.— llamó, levantándose la visera, atenta a los sonidos que indicaban que la horda se acercaba.— ¿Podés, no sé, crear un muro a nuestro alrededor, o una fosa, o algo similar?

    El ulalmarano torció el labio y se encogió de hombros, mientras negaba con la cabeza. La cazadora frunció el ceño, algo molesta.

    — ¿Acaso no creaste un gólem de tierra cuando apenas te encontramos? ¿Qué diablos fue eso, entonces?

    Lahnla comenzó a gesticular rápidamente, como si estuviera pisando sus propias palabras. De más estaba decir que Freyja no entendió absolutamente nada de lo que quería decir. Estaba molesta. Muy molesta. Quería gritarle, exigirle que le explicara de una manera que ella pudiera comprender. Sin embargo, este no era el momento, a pesar de que sus venas ardían de enojo.

    — Intenta decirte que la magia bárdica no funciona de esa manera, o al menos, no de la manera que tú pareces entenderla.— explicó la voz de Null.— Lahnla, ¿tienes la suficiente energía para crear una situación que nos favorezca?

    El trovador silbó, dando a entender que lo intentaría. El essino levantó un pulgar.

    — Tan solo necesito algo que baje su velocidad o los mantenga concentrados en un solo lugar. No estoy en condiciones de disparar de manera certera a blancos en movimiento. Y también tengo que pedirte un favor a ti, Freyja.— la elfa lo miró, levantando una ceja.— No voy a poder defenderme muy bien en estas condiciones. Necesito que seas mi escudo.

    — Vaya, ¿ahora eres nuestro jefe, que no dejás de darnos órdenes?— chistó con la lengua.— Como sea, sabía que tendría que cuidarles el trasero, así que no es ninguna sorpresa.

    Desalojó uno de los frascos de la cara interna de su escudo, y se lo arrojó al joven. Este lo atrapó en el aire, algo confundido. Observó el recipiente de metal con curiosidad.

    — Bébetelo.— indicó la elfa.— Tranquilo, no es una poción de vitalidad, es un ungüento de exterminatumbas. No tomará prestadas energías de tu cuerpo.

    — ¿Ungüento de exterminatumbas?

    — Sí. Ahora, ¿querés que te haga sentar en el suelo y te dé una explicación detallada sobre lo que hace, o quieres sobrevivir? Si es lo segundo, tomatelo de una maldita vez.— lo retó, irritada.

    Freyja bajó la visera de su casco, dando fin a la conversación. El anoriano destapó el frasco y miró al interior. Parecía en cierta manera grumoso, y tenía una extraña coloración amarillenta. Apretó los dientes, hizo de tripas corazón, y bebió el extraño líquido. Lo sintió espeso, y tuvo que hacer un esfuerzo por tragarlo. En cuanto entró a su sistema, se encorvó por un dolor súbito en su abdomen y su cabeza. Los oídos le pitaban, y la visión se le nubló momentáneamente. Apenas podía escuchar los ladridos de los gnolls acercándose. Sentía como un sudor frío descendía desde su frente hasta su boca, llenándola de un sabor salado.

    — Che, no te desmayés. Tu cuerpo no está acostumbrado a ingerir mutágenos, así que obviamente tendrás esas reacciones. Ya se te va a pasar.— la voz de Freyja le llegaba lejana.

    El joven se frotó la cara e inspiró profundo. La visión se le había aclarado y el agudo pitido había desaparecido. Se sorprendió al darse cuenta de que, de hecho, podía ver y escuchar mejor que antes. Los colores eran más nítidos, los sonidos más puros. Se sentía revitalizado, como si hubiera recibido un subidón de energía.

    — ¡Atentos! ¡Los gnolls llegarán en cualquier... !— una flecha se clavó en el hombro de la elfa, aunque no logró atravesar la cota de malla que tenía debajo de su armadura de placas.— Malditos hijos de una perra, ¡están aquí!

    Algunas flechas más rebotaron contra su armadura y contra su escudo alzado. Por suerte, parecía que atacarían solo por un lado, si la dirección de los proyectiles podía tomarse como prueba, lo que facilitaba las cosas para defender a sus compañeros.

    El impacto de un proyectil que sintió en su espalda le confirmó que sus conclusiones habían sido completamente erróneas. Gruñó de frustración, mientras preparaba su lanza. No podía defender dos frentes al mismo tiempo. Null y Lahnla tendrían que encargarse ellos de lo que sea que viniera por sus espaldas.

    El primer gnoll en salir de la maleza cargó contra ella, seguido por otros tres compañeros, apoyados por los arqueros que se habían quedado en la protección de los árboles. Era un asalto completo. Debían haber olido el icor de sus compañeros, y presintieron que había una amenaza grande en el lugar. Si todo su cerebro no estuviera ocupado intentando calmar la eterna hambre que sentían, los demonios hienas podían llegar a ser criaturas bastante inteligentes.

    El primero en llegar saltó hacia ella, con el hacha sobre su cabeza, listo para hendirle el cráneo. La elfa sonrió. Se notaba que el hambre no les dejaba pensar. Clavó sin demasiado esfuerzo la punta de la lanza en la garganta del monstruo, las pequeñas aletas frenando su trayectoria. Rápidamente se quitó de encima el cadáver, que todavía se ahogaba en su propio icor, para recibir a la siguiente criatura. Sin embargo, había muchos más de lo que había anticipado.

    Dos gnolls corrían hacia ella por delante, mientras un tercero intentaba flanquearla. Chasqueó la lengua. No le serviría mucho la lanza peleando a tan corta distancia contra tantos enemigos. La alzó sobre su hombro y la lanzó contra el primer gnoll, que deflectó fácilmente el proyectil con su arma. No era una sorpresa, había arrojado la lanza más como una distracción que un ataque en serio. Le permitió el tiempo suficiente para desabrochar otro frasco de su escudo, esta vez de vidrio, y arrojarlo contra el rostro del demonio que estaba intentando atacarla por su flanco derecho.

    El recipiente estalló en su rostro, rociando todo su hirsuto pelaje con el líquido transparente que contenía dentro. La criatura frenó su carrera de inmediato, cayendo al suelo mientras chillaba de dolor. El agua bendita le quemaba la cara con tanta violencia que podía notarse el vapor saliendo de sus pelos chamuscados, que dejaban lugar a piel ardida y roja. Freyja suspiró. Bueno, ahí iban veinticinco piezas de plata. Desvió su atención del gnoll chillante hacia los dos que todavía quedaban en pie. Un par de flechas impactaron contra su coraza, encontrando los huecos de su armadura, pero no lograban atravesar ni la cota de mallas ni el gambesón que traía debajo. Tendría que encargarse de los arqueros cuanto antes. Sabía que los gnolls envenenaban sus proyectiles, y si llegaban a simplemente rasparle la piel, iba a estar en serios problemas.

    Desvió el mazazo de uno de los gnolls con su escudo, mientras extraía el hacha de su cinturón. La espada no era una mala opción para cortar carne, pero prefería el peso del hacha para poder arremeter contra los fibrosos músculos de sus oponentes. Lanzó un golpe contra el brazo de uno de los gnolls, que no logró encontrar un blanco, ya que la bestia quitó su extremidad con rapidez. La elfa apretó los dientes, haciendo un esfuerzo para cambiar la trayectoria de su golpe y tomar por sorpresa al segundo gnoll, provocando un profundo tajo en su pecho. Sin embargo, el movimiento la dejó abierta, lo que le permitió al primer demonio encestarle un golpe con su maza, en el hombro izquierdo.

    La articulación se resintió ante la brutalidad del impacto, y pudo sentir como su armadura se abollaba levemente. Domoch, más gastos encima. Y tenía que evitar esas aperturas. No iba a tener que preocuparse por ningún monto de dinero si seguía recibiendo golpes de esa manera. Empujó a la bestia con su escudo, para luego clavarle las púas del mismo en el pecho, haciendo que el demonio soltara un grito de dolor, mientras su carne se quemaba con el contacto de las púas bañadas en plata. La cazadora desalojó rápidamente el escudo y clavó su hacha en el musculoso cuello de la criatura, haciendo que el icor salpicara sobre su casco. No fue suficiente para apagar la vitalidad en los ojos del monstruo, que abrió sus fauces chorreantes de saliva y llenas de dientes afilados, y levantó la maza, lista para partirle el casco en dos, y su cráneo con él.

    Una fina estaca de madera atravesó una de las cuencas oculares del gnoll, sobresaliendo por la parte trasera de su cráneo. La elfa no paró a meditar lo que acababa de ocurrir. Dejó el hacha clavada en el cuello de la criatura, y desenvainó su espada. Tenía ahora más espacio de maniobra, y el gnoll que quedaba ya estaba herido. No resultó demasiado trabajo despacharlo.

    Iba a concentrar su atención en los arqueros, que parecían haber perdido interés en ella, por alguna razón, cuando sintió como un enorme peso la arrollaba por su lado derecho y la tumbaba al barro. Una mandíbulas frenéticas se restallaron a centímetros de su rostro, mientras su armadura chirriaba al ser sujeta a brutales y salvajes arañazos. El rostro cuasi derretido del gnoll al cual había arrojado agua bendita se cernía sobre el suyo, chorreando saliva, sus dos ojos inyectados en sangre, sus pupilas dilatadas. Al parecer, había entrado en una especie de furia primigenia.

    Freyja lograba a duras frenar los salvajes ataques de la criatura. Incluso había puesto su espada entre las mandíbulas del gnoll, pero ni el dolor parecía detenerlo. El icor chorreaba por sus encías y la comisura de su boca, pero en sus ojos no había más que odio. Intentaba despedazar la armadura con sus propias manos, en un vano esfuerzo por llegar a la suculenta carne que estaba encerrada dentro.

    A pesar de toda su protección, la arblur podía sentir el castigo que su cuerpo estaba recibiendo en esos momentos. La fuerza de los gnolls era sobrehumana, y parecía que esta se había aumentado cuando la criatura había entrado en esa locura. No iba a poder resistir mucho más en esa situación. Además, sentía como la magia de Lahnla había comenzado a menguar, debido a que cada vez se le dificultaba más y más moverse en el fango. Estaba en una situación demasiado precaria.

    Dos silbidos cortaron el aire, dando lugar a otras dos estacas que se hundieron en los ojos inyectados de sangre del monstruo. Este rugió de dolor, momento en el cual la elfa aprovechó para clavar el filo de la espada lo más profundo que podía en las mandíbulas del gnoll, logrando así separar su mandíbula inferior del resto del cuerpo. El cadáver inerte cayó sobre ella, aplastándola levemente bajo el peso de un demonio de dos metros de altura.

    Rápidamente se desembarazó del cuerpo, y se incorporó, cansada. Esa pequeña pelea había durado poco, pero la había agotado físicamente. Tenía que sumar el esfuerzo de la pelea anterior, y la marcha en el fango hasta llegar allí. Levantó la visera de su casco, mirando a sus espaldas. Null estaba accionando nuevamente la palanca de su arma. Podía notar las venas en su rostro, marcadas de un enfermizo color verde rojizo. El mutágeno estaba haciendo estragos en su cuerpo. Este la miró, y le dedicó una pequeña sonrisa cansada, que prontamente se vio suplantada por una mezcla de sorpresa y miedo. La elfa sintió las pesadas pisadas en el barro demasiado tarde.

    No llegó siquiera a girar su cabeza cuando sintió en su pecho un impacto igual a como si la hubiera arrollado un carro tirado por bueyes enloquecidos. El brutal golpe la lanzó por los aires, robándole todo el aliento. Voló un par de metros, hasta donde estaban sus compañeros, y rodó por el fango, cayendo boca abajo. La cabeza le daba vueltas, y sentía ganas de devolver todo lo que había comido hasta ese momento. Se tocó el pecho, notando que el peto había quedado profundamente abollado, y presionaba contra su cota de mallas, dificultándole respirar. Tosió sangre, e intentó incorporarse, a duras penas, pero trastabillaba y se le dificultaba estar parada. Unas manos fuertes la sostuvieron e impidieron que volviera a caerse. Unos silbidos melódicos y casi inaudibles fueron captados por sus sensibles oídos, y sintió como la presión del pecho se aliviaba levemente, así como también la hemorragia que había comenzado a sentir en su nariz. Lahnla terminó de enderezarla y le dedicó una sonrisa cálida, para luego desviar su atención al frente. Null ya se encontraba apuntando con su requieter a la criatura que tenían en frente. En cuanto vio a lo que se enfrentaban, Freyja tan solo pudo lanzar un insulto a Tylmora por la mala suerte que la diosa parecía haber depositado en ellos.

    Gruñendo de manera amenazadora y portando un enorme espadón romo, que más parecía un bloque de metal que un arma convencional, se erguía una abominación que fácilmente superaba la altura de un hombre promedio, pero su masa muscular era muchísimo mayor. Su cuerpo estaba cubierto de pelo erizado, y su cabeza estaba decorada con crestas y dos enormes cuernos puntiagudos. Iba desnudo, excepto por un taparrabos hecho del cuero crudo y sin tratar de un oso pardo. Dos enormes colmillos sobresalían de su mandíbula inferior, curvados como los de un jabalí. Un intenso olor a azufre comenzó a poblar el ambiente, seguramente emanando de esa criatura. En una de sus manos, tenía a un gnoll agarrado por un brazo, que colgaba inerte, cubierto de icor. Eso resolvía el misterio de por qué los arqueros habían dejado de lanzar flechas.

    Null lanzó dos disparos, dirigidos al pecho de la criatura. La elfa notó que el sonido que hacía el arma al disparar era similar a cuando uno suelta aire de repente. Las finas estacas simplemente se rompieron al entrar en contacto con la gruesa piel, lo que generó que el monstruo simplemente soltara un par de risotadas graves y burlonas. Le arrojó el cadáver del demonio hiena al essino, que no pudo reaccionar lo suficientemente rápido y fue atropellado por el enorme cuerpo destrozado del gnoll. El monstruo rugió y cargó contra los dos oponentes que quedaban en pie. Freyja llevó una mano a su cintura, para darse cuenta que lo único que tenía a mano eran un par de dagas y hachas arrojadizas. Maldijo en un par de idiomas, y se preparó para saltar a un costado y así esquivar el golpe. Sin embargo, una de sus piernas le falló, y cayó con una rodilla al suelo, el fango impidiendo que se moviera con rapidez. La abominación ya se encontraba frente a ella, y su espadón bajaba contra ella. La bestia blandía el arma como si se tratara de un enorme hacha, más que una espada. Otro silbido, y el mandoble impactó contra el suelo, pasando a milímetros de su cuerpo. Un aplauso, y una explosión sónica empujó a la criatura un par de metros atrás.

    El monstruo miró con ojos demoníacos al ulalmarano, que le dedicó un gesto desafiante, y sacó su bandoneón de su cinturón. Sin embargo, antes de que el trovador pudiera siquiera soltar un par de notas, la abominación clavó su espadón en el suelo, y con sus largas y negras uñas, arañó la superficie de metal del arma, soltando un chirrido horrible, y más importante, chispas. El olor a azufre en el ambiente se incrementó, y Freyja abrió grande los ojos. Se giró para lanzarle una advertencia a Lahnla, pero la explosión de fuego ahogó sus palabras, mientras envolvía al bardo y la lanzaba a ella volando por los aires.

    El polvo que se levantó le imposibilitaba poder ver, y ya su visión estaba bastante borrosa por el castigo que había recibido hasta ahora. Intentó agarrar la cantimplora que llevaba colgada de su cinto, pero una patada en su estómago la lanzó una corta distancia, arrastrándola por el barro. Apenas podía notar la figura oscura que se cernía sobre ella, con ojos fulgurantes de un fuerte color rojizo y amenazantes cuernos. Esta sonrió, mostrando hileras de dientes afilados y amarillentos, y levantó su mandoble por encima de su cabeza. Bueno, al menos no iba a morir por una estupidez, la verdad. Eso la reconfortaba de una manera bastante macabra y pesimista.

    Una estaca chocó contra los cuernos de la criatura, haciéndose astillas y llamando su atención. Rápidamente, dos frascos impactaron contra su rostro, liberando una sustancia pegajosa y negra, que se extendió rápidamente por la cabeza del monstruo. Este soltó un gruñido de confusión, mientras intentaba desembarazarse del líquido que cubría su cara. Freyja escuchó pasos sobre el barro que se dirigían rápidamente hacia ella, y un grito ahogado de esfuerzo.

    El estoque de Null perforó la dura piel de la criatura, en el estómago, haciendo que esta soltara un aullido de dolor, mientras seguía batallando por quitarse de encima la brea que le cubría el rostro. Comenzó a exudar icor negro y viscoso por la herida, al momento en el cual el essino le arrancó el arma. Este tomó rápidamente un frasco de su cinturón y lo estrelló contra el cráneo del monstruo, que inmediatamente comenzó a arder, las llamas del fuego de alquimista iluminandolo con una tenue luz verde.

    Sin embargo, la abominación parecía más furiosa que lastimada. De un manotazo, mandó a volar al anoriano, que chocó contra los restos de la tienda, enredándose en la lona rasgada y los vientos rotos. El joven intentó desembarazarse de los pedazos de la carpa e incorporarse, pero una serie de convulsiones recorrió su cuerpo, impidiendo que pudiera moverse. Freyja apretó los dientes. Tal vez no tendría que haberle dado ese ungüento después de todo. Viendo la situación en la cual se encontraba su atacante, el monstruo sonrió de manera cruel, y dedicó su atención a Null.

    El anoriano sentía que su cabeza iba a explotar. Las venas en su rostro estaban fuertemente marcadas, con un color enfermizo. Su estómago daba vueltas, y podía sentir un fuerte gusto metálico en la nariz y la boca. Tenía los músculos tensos y cada movimiento que hacía le dolía. Su situación no mejoró en cuanto sintió como todo su cuerpo comenzaba a temblar, y varias convulsiones lo invadieron. Tan solo veía sombras borrosas, y los ruidos llegaban completamente amortiguados a sus oídos. Parecía como si algo se acercara a él. Algo sumamente pesado. Alzó la cabeza débilmente, pero solo podía notar como una figura en sombras se movía vertiginosamente hacia donde él estaba. Intentó reunir energías, intentó concentrarse, necesitaba convocar a su espigón. Pero ya no tenía ninguna fuerza. Tan solo le quedaba quedarse allí, de manera patética, esperando la muerte.

    Un golpe seco. Un grito de furia. Un rugido. Era todo lo que Null podía notar, ya que su visión había sido invadida por dos figuras amorfas, que parecían debatirse en el barro frente a él. Una voz llegaba a sus oídos, pero le era imposible descifrar qué decía, o a quién pertenecía. Se concentró, necesitaba entender que le estaban gritando. Su propio espíritu no iba a dejar que muriera allí. No mientras todavía tuviera cosas de las que ocuparse. No mientras tuviera una carga que cuidar.

    — ¡Corré, pedazo de involker!

    La orden de Freyja retumbó dentro de su cráneo de forma clara, y lo suficientemente fuerte como para hacer que el anoriano saliera de su ensueño. Levantó la vista, y vio como la elfa se encontraba sosteniendo al toro por las astas, de manera bastante literal. Ya no tenía su casco, y había perdido también el peto de su coraza, seguramente arrancada por ella. Tenía sangre chorreando de su nariz, y de su boca salían hilillos de un líquido verdoso. Sus ojos estaban inyectados en sangre, y sus pupilas estaban dilatadas.

    Una nueva voz invadió el lugar. Una gutural y profunda, que sonaba sacrílega, y hacía doler la cabeza, debido a que el cerebro intentaba entender las palabras de ese idioma de tintes blasfemos, pero no podía.

    —¡UIpo eoilñlñ foir pmdrvyf!

    — ¡No entiendo una porquería de lo que estás diciendo, pedazo de mierda!— espetó la cazadora, con esfuerzo.

    Con un grito, torció la cabeza de su oponente, empujándolo a un costado. Este cayó al suelo, pero rápidamente rodó y se incorporó en un solo movimiento. La elfa no tenía armas en su mano. Tan solo su escudo, y una mirada asesina en su rostro. Las venas alrededor de sus ojos estaban marcadas, como si estuvieran a punto de explotar. Mientras se alejaba gateando de allí, Null se preguntó qué había ingerido que la había puesto tan violenta. Una parte de él consideró que no había tragado nada, y esta era tan solo una de sus facetas. Decidió concentrar su energía en sobrevivir. Luego tendría tiempo para debatir sobre la peligrosidad de sus compañeros.

    La abominación volvió a cargar contra la arblur, y atacó con su mandoble. Esta no hizo ningún atisbo de moverse, sino que juntó ambos brazos, protegiéndose con su escudo antes los poderosos y frenéticos espadazos de su oponente. Cada golpe le enviaba oleadas de dolor a su cuerpo, pero en el estado en el cual estaba, apenas las sentía. Posicionó el escudo de tal manera que el ataque fue desviado, más que soportado. El espadón impactó contra el suelo, levantando fango y aplastando el cadáver de uno de los gnolls muertos. Y más importante, dejando al monstruo abierto a un ataque. Las púas del escudo de la elfa se hundieron en el pecho de la criatura, quemando su piel al contacto con la plata, haciendo que esta soltara un chillido de dolor que soltó una sonrisa de satisfacción por parte de la cazadora.

    El monstruo se recuperó rápidamente, y lanzó otro ataque contra Freyja. Si sus reflejos no hubieran estado aumentados, probablemente varios de sus huesos hubieran terminado rotos. Pudo esquivar por milímetros la estocada y rodó por debajo de las piernas de su oponente, aprovechando para clavarle de vuelta las púas en el muslo al demonio. Con otro gruñido de dolor, este cayó sobre una rodilla, el icor goteando de las numerosas heridas de su cuerpo, volutas de humo saliendo de su carne quemada por la plata. La brea seguía ardiendo sobre su cabeza, pero parecía no importarle. El olor a azufre, tan intenso hasta hace unos momentos, estaba menguando.

    La elfa se colgó de la espalda de la abominación, agarrándose fuertemente con un brazo alrededor de su cuello, y comenzó a pegarle en el rostro, lanzando un puñetazo tras otro. En su furia ciega, ignoraba completamente las llamas que todavía cubrían la cabeza de la criatura. Esta soltó su espadón y comenzó a retorcerse y mover sus brazos, intentando quitarse de encima a la cazadora que lo asaltaba.

    Null se alejó gateando débilmente de allí, intentando distanciarse de la lucha entre las dos bestias. Había escuchado la explosión y había visto como una bola de fuego erupcionaba bajo los pies de Lahnla. Tenía que cerciorarse de que estuviera vivo, al menos. La sangre huyó de su rostro cuando todo lo que encontró fue una bota, pero rápidamente encontró el pie en donde esa bota seguramente calzaba, y el resto del cuerpo todavía unido al pie. Se acercó con dificultad, y no pudo evitar soltar un suspiro de alivio al ver que el ancho pecho del ulalmarano todavía se movía en débiles inhalaciones y exhalaciones. Sin perder ningún segundo extra, se puso a inspeccionarlo.

    Pestañeó un par de veces con curiosidad, al notar que, aparte de un par de quemaduras menores en sus manos y brazos, y retazos de su ropa rasgados y quemados, el bardo había salido bastante indemne de aquel ataque. Sabía que los ulalmaranos eran resistentes incluso al calor mágico, pero esa explosión podría haber calcinado cualquier cosa que no fuera inmune al fuego. Sin embargo, se notaba que Lahnla estaba exhausto. Respiraba con dificultad, y partes de su cuerpo se notaban más pálidas que otras. No era una palidez normal, producto de la falta de sangre. Era una palidez traslúcida, como si la propia materia de su cuerpo se estuviera desvaneciendo. Null ya había visto eso antes, mientras estudiaba. Era lo que ocurría cuando un hechicero utilizaba demasiada magia. De a poco, su existencia se iba desvaneciendo. Sabía lo peligroso que podía ser eso. Sin embargo, mientras no utilizara más magia, o al menos, más magia bárdica, estaría bien. Simplemente para asegurarse, repitió la parábola que había utilizado en la taberna, con Freyja, y dejó que la energía milagrosa cubriera las quemaduras más superficiales del cuerpo de Lahnla. Era todo lo que podía hacer por el momento. Agradecía que la magia peregrina no tomara prestada fuerzas del receptor. Podría llegar a matar a Lahnla de esa manera.

    Un fuerte impacto sobre el suelo hizo que volviera su atención a la elfa y a su trifulca contra aquella bestia demoníaca. La cazadora estaba tirada en el suelo, cara arriba, cubriendo con su escudo los formidables ataques de su contrincante, que lanzaba puñetazos a diestro y siniestro, embargado en una locura infernal que parecía invadir todo su ser. En una apertura que logró encontrar, Freyja logró clavarle las púas a la criatura en el pecho, haciendo que esta chillara de dolor, y el olor a carne quemada volviera a despertar.

    La bestia agarró de improviso el escudo con ambas manos, y comenzó a retorcerse de un lado a otro, tomando a la elfa por sorpresa. Esta fue zarandeada por todos lados, y con chasquido, el escudo fue separado de su brazo. Soltó un grito de dolor y voló por los aires, para aterrizar en el fango y rodar un par de metros. Se levantó a duras penas, y el essino pudo notar que su brazo izquierdo pendía de forma inerte a un costado, probablemente dislocado del hombro. El monstruo cargó contra ella, la cabeza gacha, los cuernos preparados para embestirla. Las venas en el rostro de Freyja parecía que iban a explotar, en especial cuando lanzó un rugido de furia y se preparó para recibir la carga con solo un brazo.

    El impacto la hizo perder todo el aire de los pulmones, y la arrastró una buena distancia por el barro, dejando un profundo surco. Sus pies lograron asirse lo suficiente como para frenar el ataque, lo que dejó algo perplejo al demonio. Freyja le sonrió de manera intimidante, mostrando los colmillos, y ella misma embistió con su propia frente contra la cara de la criatura. El impacto y el ataque lo tomaron tan por sorpresa que tan solo pudo soltar un gruñido antes de caer al suelo, boca abajo.

    La sangre chorreaba por el rostro de la arblur y le impedía ver bien, pero todavía debía encargarse de terminar con la bestia de una vez por todas. Rápidamente, puso un pie sobre su cabeza, impidiendo que pudiera levantarse, y con su brazo sano, comenzó a tirar de uno de los cuernos que adornaban la cabeza de su enemigo. Con un sonoro crack, el cuerno se quebró, quedando la punta en la mano de la elfa. Esta la hundió rápidamente en la nuca de la bestia, haciendo que el icor fluyera como una fuente. Con un último estertor, el cuerpo del demonio quedó flácido en el lodo.

    Freyja contempló el cadáver bajo sus pies, y su mirada luego paseó por lo que antes había sido un campamento, transformado ahora en un campo de batalla, cuyos colores principales eran el marrón del barro, el negro del icor, y el rojo de la sangre. Su mirada se posó en los ojos de Null, que la miraban con preocupación. Abrió la boca, pero en ese momento sintió como su propio corazón se encogía, su estómago se contraía, y toda la sangre en su cuerpo ardiera como si se hubiera transformado en fuego líquido. Hizo un rictus de dolor, y el suelo se acercó peligrosamente al segundo.

    Domoch... — fue todo lo que pudo decir, antes de colapsar sobre la tierra, y que las convulsiones tomaran el control de su cuerpo.

    Null contuvo una exhalación, y comenzó a arrastrarse hacia la elfa, pero tuvo que detenerse en el momento en el cual sentía que su cabeza se derretía, y el pitido en sus orejas se volvió insoportable. El mundo fue volviéndose cada vez más borroso a su alrededor, hasta que se tiñó completamente de negro, y todo lo que pudo ver antes de caer inconsciente, fue oscuridad.
     
    Última edición: 6 Octubre 2020
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    Voy a comentar los capítulos uno a uno, intentando no explayarme mucho para no escribir un testamento.

    El cuarto capítulo me ha encantado. Me fascina la gran imaginación que tienes para crear nuevos personajes, un vocabulario muy rico que incorpora un sin fin de términos relativos a razas, idiomas... es asombroso. Mi parte favorita, sin duda, ha sido la aparición del bardo. De primeras pensé que se avecinaba una pelea, una escena de acción de esas que narras tan maravillosamente bien pero me has sorprendido. El momento del bardo tocando, creando un sin fin de elementos según toca, materializando objetos, ha sido simplemente mágico. Me hubiera encantado, de verdad, presenciarlo en directo. Poder disfrutar de ese momento en la vida real.

    Las conversaciones entre Null y Freyja son muy interesantes. Ese lado sarcástico de ella me encanta y él parece que ya le va pillando el punto. No me esperaba ese momento incómodo inicial en que le ha pillado quitándose la camisa pero me gusta cómo se ha desenvuelto y que al final el humano le haya ayudado con las vendas. Obviamente la elfa se iba a quejar, porque ella es así y se la quiere por eso, pero me agrada que se haya dejado ayudar. Me sigue encantando ese deje argentino que se le escapa de vez en cuando a la hora de hablar.

    También me ha gustado la escena en la que Null le pide que lleve el carro un rato y no quiere. ¡No puede ser más clara y directa! Muy divertido que Freyja, a pesar de lo cabezota y fuerte que es, no pueda con el animal. Me parece tan divertido que no le quede otra que adaptarse al ritmo lento del animal.

    Esta frase inicial me ha encantado y me ha sacado una sonrisa nada más empezar.
    Como es normal, en un texto tan largo, tienes algún dedazo por ahí pero se disfruta muchísimo de la lectura igualmente.

    Con el final me has dejado en ascuas por saber cómo es que es el bardo es mudo, otro puntazo que no me esperaba y sobre todo, qué problema o experiencia negativa tiene Freyja con las campanillas. Oh, otro detalle que me ha encantado, y de nuevo alucino con tu gran imaginación, es el lenguaje por medio de los silbidos. ¡Siempre tienes algo nuevo con lo que sorprender!

    *************

    El quinto capítulo.

    Buahhhh simplemente el inicio es genial. Tan divertido imaginar a Freyja desesperada porque no paran de hablar, aunque sea a silbidos. Tiene ese toque de "madre" que mencionabas en el capítulo anterior. Y las primeras palabras que intercambia con Null soberbias: " La respuesta sigue siendo un no" jajaja ¡qué buena! Los diálogos tiene un toque sarcástico fantástico.

    ¡Menudas palabrejas te inventas! Sé que me repito pero es que el vocabulario nuevo me sorprende.

    Uff la aparición del cadáver en mitad del camino pone los pelos de punta y más por la descripción detallada y siniestra. No sé muy bien qué esperarme ahora, el final del capítulo activa todas las señales de alarma. ¡Qué interesante!


    El sexto capítulo se va a quedar para mañana que es más largo y sino se me va a hacer tarde. ¡La historia promete mucho y como siempre es super interesnate!
     
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    ¡Bravo! Este último capítulo ha sido super emocionante. Intuía que al ser tan largo y después de cómo había terminado el anterior con una imagen tan macabra se avecinaba una batalla de las tuyas. Al principio yo también me he sentido asqueada imaginándome cómo Freyja hacía "uso" del cadáver. Después, me he sentido super identificada con Null, la descripción de cómo se devoraban Los gnolls entre ellos, hacían explotar los cuerpos de las hienas desde dentro, etc. normal que haya terminado vomitando y sintiéndose débil. ¡Menuda carnicería más atroz! Y lo mejor es que está narrado maravillosamente bien.

    Cuando han descubierto el campamento, toda una sorpresa, sobre todo cuando la elfa ha descubierto que eran aventureros y de los buenos. De nuevo, se veía venir que algo malo los rodeaba. Buahhh, cuando han aparecido a atacarles... la batalla ha sido super emocionante. Pensé que Freyja tendría que cargar con ellos y sería la más destacable en la batalla pero tanto Null como Lahnla han sido una grata sorpresa. El bardo ha estado increíble usando su magia, la verdad, ha sido un gran fichaje. El humano, a pesar de su mala condición inicial, ha estado a la altura y se guarda unas cuantas sorpresas.

    Y cuando parecía que tenían bajo control a los gnolls o que por lo menos ya sabían cómo enfrentarlos llega el adversario supremo. Es realmente emocionando cómo narras las escenas de acción, son muy vividas y es muy fácil sumergirte en ellas. He disfrutado mucho con la batalla, lo he pasado mal, me he emocionado cuando se ayudaban entre sí y no puedo evitar leer cada vez más rápido de la emoción.

    ¡Ha sido fantástico! Ahora me tienes en ascuas porque has dejado a los tres sin fuerzas, medio desmayados y desprotegidos.
     
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  13. Threadmarks: Parte VII
     
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    Título:
    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    17
     
    Palabras:
    4543
    La Balada del Mago y la Muerte - Parte VII

    Sangre. A su alrededor, solo había sangre. Roja. Espesa. Insondable. Impoluta. Un mar de sangre que la rodeaba, allí donde posara la vista. Era lo único tangible que había en aquella oscuridad envolvente, aparte de ella. Flotaba. Podía sentirlo, y podía verlo, la sangre tiñendo el ambiente de una leve tonalidad roja, la única luminosidad en esa negrura que todo lo engullía. Flotaba en la sangre. No se hundía, aunque podía sentir que ese mar tétrico y carmesí no tenía fondo. Estaba de espaldas, suspendida en el tiempo y en el espacio. No sentía deseos de moverse. Tan solo se dejaba llevar por la corriente. Una corriente que venía de una dirección desconocida. De a poco, fue cerrando los ojos, cediendo ante el suave oleaje que la mecía y la acunaba. Podría dormir ahora, y no despertarse ya nunca. Ya nunca tendría que preocuparse por nada más. Con tan solo cerrar los ojos…

    Una mano la agarró del cuello, una mano que surgía de las mismas profundidades escarlatas del océano macabro. Asió firme su pescuezo como una garra, tomándola completamente por sorpresa. Tan solo logró tomar una leve bocanada de aire antes de que la arrastraran hacia el fondo. Intentó retorcerse, pero más manos aparecieron de improviso, aferrándose a sus brazos, piernas, cabeza, torso. Casi toda su anatomía se encontraba apresada en ese momento, solo su rostro parecía haberse escapado. Intentó abrir la boca, para gritar, pero fue rápidamente silenciada por otra pálida y escuálida mano. Podía notarse el hueso bajo su piel reseca. Las manos la arrastraban cada vez más y más profundo, sumiéndola en la oscuridad. Sus ojos apenas podían notar el brillo rojo que se colaba por la superficie del mar.

    De repente, se detuvieron, su descenso frenado de forma abrupta. Fue obligada a mirar al frente, las manos sin cuerpo forzándola a abrir los ojos y a no mover su rostro, a medida que una figura comenzaba a materializarse. La cara que tenía al frente suyo la miró con aprensión y lástima, y el odio podía reflejarse en el brillo rojo de sus ojos. Abrió su boca, y de ella escaparon mudas palabras, que sin embargo, penetraron profundo en su cráneo, y escarbaron en su cerebro, alojándose allí de forma ponzoñosa.

    “Nadie me salvó. Y nadie te salvaré a ti.”

    Freyja gritó, y sintió como dos manos le aferraban los hombros, con un firme agarre. La elfa se debatió, y un profundo dolor en su estómago y su hombro izquierdo le enviaron un estremecimiento por la columna. Una voz logró colarse por debajo de la tormenta que estaba ocurriendo en su mente en esos momentos, y trajo algo de luz a la oscuridad.

    — Tranquila Freyja, tranquila.— susurró la voz de Null, calmada y suave, cerca de su oreja.— No pasa nada, estoy aquí. Nada nos persigue, y nada quiere matarnos, para variar.

    La elfa comenzó a calmar su respiración, y notó que ambos brazos del essino le rodeaban el cuerpo, y su rostro se encontraba apoyado en el hombro del joven. El color apareció en su cara en un santiamén, y de un empujón, se liberó del abrazo del humano. Lo miró de manera acusatoria, mientras sentía como sus mejillas despedían calor. Null simplemente la miró divertido.

    — Bueno, parece que ya recuperaste algo de fuerza, y no estás tan pálida como antes. Sugiero igual no moverte mucho. Sufriste varias hemorragias internas y externas, te dislocaste un brazo, y tu organismo se puso como loco después de que se pasaran los efectos de lo que fuera que tomaste— le informó este, mientras rebuscaba en un bolso que tenía al costado.— Tuve que moverte de lugar tres veces, ya que vomitaste dos.

    La tomó del rostro, para examinárselo, pero la elfa lo apartó de un manotazo, mientras lo miraba con ojos como ascuas. El anoriano suspiró, guardó la pequeña pieza de madera que había sacado del bolso, y depositó un frasco a su lado.

    — Bebe eso. Te ayudará con los mareos y los desmayos. Si necesitas descansar, vuelve a dormir, no te preocupes. Yo me quedaré haciendo guardia.

    Null se incorporó, con algo de dificultad, y se dirigió hacia una fogata, no muy lejos de allí. Parecía tener una ligera cojera. Freyja paseó su mirada alrededor. Se encontraba en lo que parecía un crudo campamento, en el claro de algún bosquecillo. Se habían tomado el trabajo de eliminar la mayor parte del barro del lugar, haciendo que pudieran asentarse en simple tierra firme. Notó que se encontraba acostada sobre un bolso de dormir, y vestida simplemente con su blusa y sus pantalones, sus pies prensiles y con garras sintiendo el tacto de la tierra fría. La rasposa textura de una venda podía adivinarse en su frente, y al levantarse un poco la camisa, pudo ver todavía más vendaje húmedo. Su brazo derecho se encontraba repleto de costuras y pequeños cortes, y el izquierdo se encontraba en cabestrillo sostenido por lo que parecía un largo pañuelo púrpura. La arblur inclinó la cabeza, curiosa, para luego mirar la silueta de Null, recortada en la noche por el fuego de la hoguera. Sí, no había duda. Era el pañuelo que antes el anoriano siempre parecía traer en el cuello.

    Volvió a contemplar el campamento, esta vez con ojos más considerados. Su armadura yacía a un costado, en una pila ordenada. Ansiosa, rebuscó en el montón, buscando su peto, y pudo volver a respirar solo cuando encontró que el sobreveste se encontraba en perfectas condiciones. De hecho, y para su sorpresa, toda su armadura se encontraba como nueva. Ya no tenía los golpes que había sufrido en su pelea contra los gnolls y aquella otra abominación demoníaca. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando la recordó. Contempló su mano, con la que había arrancado el cuerno, y pudo notar que de uno de los cortes había aparecido una fina gota carmesí, cristalizada como un ínfimo rubí en su palma. Vívidas imágenes comenzaron a inundar su mente, y volví a sentir el agarre asfixiante de aquellas manos en su garganta. Se golpeó la frente un par de veces, para centrarse en el ahora, y no volver a sumirse en esa pesadilla.

    Agarró el pequeño vial que Null había dejado a su lado, y lo descorchó, tomando su contenido rápidamente. El sabor agrio le dio arcadas, pero la alquimia nunca había sido famosa por producir pociones efectivas y que además tuvieran buen sabor. No se podían tener ambas cosas al mismo tiempo, al parecer. El martilleo de su cráneo cedió un poco en cuanto el brebaje comenzó a tener efecto en su cuerpo, y sus ojos pudieron adaptarse mejor a la oscuridad que la envolvía. Se los restregó, más por reflejo que por otra cosa, y se quedó uno segundos contemplando la silueta del essino frente al fuego. Estaba removiendo un poco las llamas con un palo, con un aire ausente. Le había dicho que volviera a dormir en caso de que lo necesitara, y de verdad lo necesitaba. Una persona no podía recuperarse de la golpiza que había sufrido solamente con una siesta. Acarició levemente el pañuelo púrpura. “Qué mierda me está pasando”, se cuestionó, y chasqueando la lengua, se incorporó, con algo de dificultad, y se dirigió hacia donde se encontraba el humano.

    Este pareció no prestarle atención, sumido como estaba en contemplar la hipnótica danza del fuego, las rodillas recogidas contra el pecho, el rostro enterrado entre ambas. Pareció volver a la realidad en cuanto Freyja lo golpeó suavemente en el hombro. Le dedicó una suave sonrisa, sus ojos esmeralda brillando ante las llamas.

    — Me alegra que ya tengas la energía y la voluntad suficiente para caminar hasta aquí y golpearme. Supongo que significa que ya estás de mejor humor, si podemos tomar como prueba las experiencias que he tenido contigo en estos días.— rió el joven.

    La elfa no le contestó, con la mirada perdida al frente, en ningún punto en específico. El silencio se instauró en ambos, siendo roto ocasionalmente por algún grillo u otro animal nocturno que pasaba rápidamente por allí. La cazadora retorció los dedos de sus pies, algo incómoda. Su cola también parecía estar algo nerviosa.

    — Che, Null. ¿Por qué… por qué me abrazaste hace unos momentos?

    — Oh, ¿eso? Nos lo enseñaron en Auzbünfurt, para tratar con pacientes que pueden haber sufrido traumas severos o shocks, para retenerlos y evitar que se sigan lastimando. Junto con palabras suaves y calmadas, el paciente se logra tranquilizar, y así es más fácil tratarlo.

    — Siempre pensé que simplemente te ataban con tiras de cuero a una camilla y listo.

    — Esos son métodos más… pragmáticos, pero con los que no estoy de acuerdo. Incluso se puede noquear al paciente con magia o alguna droga, si es sumamente necesario que no se mueva por ningún motivo.

    — Hmm.

    — Oye, si te molestó, solamente dímelo. Puedo buscar tiras de cuero para retenerte si es lo que prefieres.— el essino soltó una pequeña risa ante su propio chiste, que el único eco que encontró en la arblur fue en forma de gruñido. La expresión del humano cambió a una de preocupación.— Si te puse incómoda…

    — No, digo sí, quiero decir… — se atropelló Freyja, para luego soltar un gruñido de frustración, y frotarse el rostro, intentando ocultar su rubor.

    Luego de una pausa, miró a su compañero directamente a los ojos.

    — No estoy acostumbrada al contacto físico. Al menos, no de ese estilo. Se siente… raro. Y no trae exactamente bellos recuerdos, para ser sincera.— desvió la mirada.— No lo vuelvas a hacer. A menos que quieras que te quiebre la nariz de un cabezazo.

    Null sonrió, divertido, y le guiñó un ojo.

    — Luego de ver lo que puedes hacer de un cabezazo, creo que una nariz quebrada será el menor de mis problemas. Tranquila, lo tendré en cuenta de ahora en más.

    El anoriano volvió a sumirse en su tarea de remover la hoguera, y la elfa le agradeció en silencio que no ahondara más sobre el tema. Paseando su mirada por el campamento, pudo notar una carpa pequeña, a la que antes no le había prestado atención. Eso le trajo algo a la mente.

    — Null, ¿y el bardo?— preguntó, con algo de aprensión en la voz.

    — ¿Lahnla? Se encuentra sumamente dormido dentro de esa carpa. El pobre gastó muchísima energía, y necesita un buen tiempo para recuperarse. No solo nos ayudó en la batalla, si no que también logró esquivar una bola de fuego, y reparó tu armadura mientras dormías. Un poco más de magia y desaparece de este mundo.

    — ¿Reparó mi armadura?

    — Siendo sincero, yo tampoco entiendo muy bien la magia bárdica. Verlo con tus propios ojos no es suficiente. Según lo que había aprendido, no se trata de crear cosas, sacarlas de la nada, como comúnmente se piensa. Trata más sobre, cómo explicarlo, crear situaciones, o realidades en los que ciertos eventos no ocurrieron, o si lo hicieron. Esquivar un ataque que debería haber impactado, ignorar barro resbaladizo en el suelo, encantar a toda una multitud reacia a tu actuación. Pero incluso lo que hace Lahnla… — Null pudo notar que la mirada de Freyja estaba perdida. Se había encogido y había rodeado sus rodillas con su brazo sano.— Oye, si te estoy aburriendo, solo tienes que decirlo.

    La elfa no contestó, ni acusó recibo de la sonrisa divertida que el essino le había dedicado. Este inclinó la cabeza hacia un costado, algo confundido.

    — Qué ocurrió desde que me desmayé, Null. Quiero saber eso.— exigió de improviso la cazadora, mirándolo fijamente.

    El cuestionamiento tomó algo por sorpresa al joven, pero se recompuso, y comenzó su narración.

    — Luego de que acabaste con ese extraño monstruo, yo tampoco estaba en mejores condiciones que tú. Sentía como todo mi estómago se estuviera estrujando a sí mismo, y la cabeza me ardía tanto que sentía que tenía una fogata prendida dentro de mi cráneo. Estuve a punto de desfallecer. Pero contigo sangrando en el suelo, y Lahnla también inconsciente, si yo caía desmayado, iba a ser nuestra perdición. Así que tuve que forzarme a permanecer despierto. Nada que un poco de pellizcos y cortes para despertar el sistema nervioso no ayuden.

    El anoriano abrió y cerró la mano, y la elfa pudo notar los puntos de costura que tenía en su palma. No hizo ningún comentario.

    — Mi primera preocupación fue atenderte a ti, en especial viendo las convulsiones que estabas teniendo. Tuve el buen tino de ponerte de costado, pues inmediatamente vomitaste de nuevo. Créeme, limpiarte no fue tarea fácil.- bromeó el humano. Freyja se mantenía imperturbable.- Bueno, luego de una revisión rápida, estaba claro que lo que sea que hubieras tomado, junto con el arrebato de adrenalina y la cantidad de heridas que habías sufrido habían terminado por apagar tu sistema. Me impresiona tu constitución, sinceramente. Una persona normal habría muerto de un paro cardíaco mucho antes.

    >> Después de darte la mejor atención que podía brindarte en las condiciones en las cuales me encontraba, mi siguiente preocupación fue salir de esa localización. En ese momento te insulté un poco. El carro de verdad me hubiera servido. Pero no tenía caso quejarse por lo que ya había pasado. Era obvio que iba a tener que hacer varios viajes, no había forma que pudiera cargar a ambos conmigo. Lahnla tiene bastante humanidad, y no lo digo por su personalidad y carisma. Y aunque tú eres pequeña, llevar toda tu armadura iba a ser complicado. Así que los oculté lo mejor que pude entre matorrales, alejé a todos los cuerpos unos metros, para evitar carroñeros, y me dispuse a recuperar todo lo que podía del campamento anterior. Después de eso simplemente recorrí el bosque hasta que encontré un lugar que parecía tranquilo, lo limpié de barró, alcé el campamento lo mejor que pude, y los traje aquí, de a uno. Tuve que improvisar una camilla. ¡No iba a arrastrarlos sobre el fango! Aunque tropecé varias veces, así que se mancharon igual.

    El humano le dedicó una sonrisa de disculpa, que la cazadora no captó.

    — No hay mucho más que contar. Cuando levanté campamento me ocupé de atenderlos de forma más atenta y cuidadosa. Tú seguías noqueada cuando Lahnla se despertó, y se dispuso a reparar tu armadura. Luego de eso, su cuerpo cedió al cansancio, y se encuentra descansando desde ese momento.

    — ¿Vos pudiste descansar?— preguntó Freyja, la voz algo débil.

    — Sí, sí, tranquila. Mientras Lahnla se ocupaba de tu armadura, yo me eché una cabezada. Estoy como nuevo ahora.— Null le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

    — Estás mintiendo.- replicó la elfa, frunciendo el ceño.

    El essino abrió la boca para responder, pero luego decidió cerrarla. Sonrió débilmente y meneó suavemente la cabeza.

    — No soy muy bueno ocultando la verdad, ¿no?

    — Tus ojeras son bastante delatoras.

    — Sí, supongo.— concedió el humano, restregándose un ojo.— Pero bueno, no podía dejarte en el estado en el cual te encontrabas. Tenía que tratar tus heridas, coserte varios cortes, encargarme de tu brazo, renovar tus vendajes y asegurarme de que ya no estuvieras intoxicada. También tenía que tratar a Lahnla, aunque sus heridas eran más espirituales que físicas, así que no pude hacer mucho. Y debía terminar de preparar el campamento y ocuparme de varias tareas. Lo que me recuerda…

    Null se incorporó, soltando una fugaz mueca de dolor al apoyarse en su pierna izquierda, que no pasó desapercibida para Freyja, y se dirigió hacia el bulto en donde había puesto la mayoría del equipamiento y cargamento de su grupo. Allí, rebuscó hasta que encontró una bolsa sanguinolenta, un tarro grande y opaco, y otro paquete envuelto. Volvió a la hoguera y se sentó al lado de la cazadora, que lo observaba algo perpleja. Le fue tendiendo los objetos de a uno.

    — Estas son tus orejas de gnoll que te corresponden. Creo que le calculé bien. Cualquier cosa puedes contarlas y avisarme.— le tendió la bolsa, bastante abultada, y luego le pasó el frasco.— Y esto son las vísceras e icor que pude sacar. Fue complicado hacerlo, teniendo en cuenta el desastre que aquel monstruo hizo en el campamento. No quedaron muchos cuerpos en buen estado.

    — Supongo que no vomitaste esta vez.— bromeó Freyja.

    Null notó cierta debilidad en su voz, pero decidió no comentarlo.

    — No, solo tuve muchas arcadas.— replicó el essino de manera irónica.— Esta vez simplemente puse la cabeza fría. No era la primera vez que abría un cadáver, ¿recuerdas?

    — Sí, y cada vez que lo decís suena igual de perturbador, no sé por qué.— el anoriano rió de manera breve.— ¿Y qué es esto?

    Null observó el paquete que la elfa tenía en la mano.

    — Oh, tu cena. Son solo raciones calentadas, no pidas mucho. No soy bueno cocinando. Pero lo hice lo mejor que pude.

    Freyja levantó una ceja, y comenzó a desenvolver el paquete. Adentro se encontró con algunas lonjas de carne, raíces y tubérculos asados, y una hogaza de pan. Las manos comenzaron a temblarle levemente, mientras miraba la algo rostizada de más cena. Sin perder tiempo, comenzó a llenarse la boca con todo lo que tenía al frente. Estaba completamente hambrienta, y el hueco en su estómago no se iba a llenar solo. Se golpeó el pecho un par de veces con el puño, debido a que se había atragantado. Null le alcanzó una cantimplora con agua, que la arblur bebió con avidez. Cuando hubo terminado, le pegó un puñetazo en el hombro al anoriano.

    — ¡Eh, y eso por qué! Si no te gustó la comida, lo podrías haber dicho. No hacía falta... — se interrumpió en cuanto vio la expresión de la elfa. Sus labios temblaban, y podía notar como tenía los ojos levemente cristalizados.— Oye, ¿te encuentras bien?

    La cazadora no lo miraba a él, sino a la danza hipnótica de las llamas. Acarició el pañuelo que sostenía su brazo herido, y chistó con la lengua, restregándose los ojos.

    — Sos demasiado bueno, Null.

    — ¿Gracias, supongo?— respondió confundido el essino, sobándose el hombro.

    — No fue un cumplido. Sos demasiado bueno para tu propia seguridad.— lo miró a los ojos.— El mundo te va a comer crudo.

    La expresión de confusión de Null se transformó en una sonrisa de comprensión. Tomó una rama de la hoguera y se dispuso a remover la misma con esta.

    — Créeme Freyja. Ya lo intentó. Y en cierta manera, tuvo éxito.

    Ahora era el turno de la elfa de mirarlo confundida. Sin embargo, ahora que no tenía la bufanda alrededor de su cuello, pudo volver a notar ese brillo celeste que había visto anteriormente en la Lechuza de Plata, en el cuello del joven.

    — Null, mirame.

    El anoriano lo hizo, levantando una ceja, pero Freyja estaba concentrada en su cuello. Y allí, iluminada por la luz naranja de las llamas, encontró la marca delatora: una cicatriz en forma de X en la nuez de Null, que brillaba con una bruñida tonalidad celeste.

    — Sos… sos un Remendado.— dijo, con un hilillo de voz.

    Instintivamente, el aludido se llevó una mano al cuello, tapándose la cicatriz. Miró de forma intensa a la elfa, tal vez debatiendo pensamientos dentro de su mente, pero luego sonrió débilmente. Acarició su marca, y luego volvió su atención a las llamas. Tardó unos segundos en responder, en los cuales Freyja se mantuvo en silencio.

    — Así es. Me quitaron la vida y volví a recuperarla. O más bien, lo hicieron por mí.— la única reacción de la arblur fue un nervioso movimiento de su cola.— Puedo notar que tienes algunas preguntas. Mientras no sean personales, haré lo mejor para intentar responderlas.

    — ¿Cómo puedo saber si son personales o no? Te moriste, y volviste a la vida. ¿Qué tan poco personal puede ser una pregunta al respecto?— replicó la cazadora, con un leve tono de indignación en la voz.

    — Tienes razón, es bastante ambiguo.— rió el humano. Su semblante se ensombreció suavemente.— Tan sólo… no preguntes sobre quién me mató, ni quién me revivió. No estoy con ánimo de hablar de eso ahora.

    La cazadora asintió e hizo una pausa, mientras meditaba. Se mordió el labio inferior, y las garras de sus pies se contrajeron levemente. Una duda la asaltaba desde hacía tiempo.

    — ¿Cómo es eso? O sea, ¿cómo es morir y que luego te revivan? ¿Recuerdas algo que hayas visto o sentido en el otro lado? ¿O tan solo hay oscuridad y vacío?

    Null se llevó una mano a la boca, pensando. Sus ojos pasearon por el campamento improvisado, para detenerse una vez más en las llamas.

    — Sé que va a sonar decepcionante, pero no tengo idea. Supongo que la experiencia es tan traumática que cuando vuelves a la consciencia, tu cerebro elimina todos los recuerdos que tuviste. Estaba tirado en el suelo, sangrando desde mi garganta cortada, y luego todo se puso negro. Después, recuperaba el aliento en una cómoda y calentita cama, mi nueva cicatriz color diamante en el cuello. Todo el resto es un vacío del cual no me logro acordar.— como toda respuesta, recibió un gruñido de decepción. Soltó una carcajada.— ¿No es lo que esperabas, eh?

    — No, sinceramente, pero supongo que tiene sentido. Che, ¿y cómo es eso de volver a la vida? Según había escuchado, el cuerpo o el alma no se recupera del todo de ese viaje. Te quedan algunas secuelas.

    — Eso es cierto. Es una sensación muy extraña… y muy desagradable. Sientes como si algo te faltara de manera constante, como si una parte de ti estuviera perdida y por más que buscas, no pudieras encontrarla. No estamos preparados para volver a recibir nuestra alma una vez que morimos.

    — ¿Y qué secuelas te dejó a vos?

    — Perdí mi sentido del olfato, de hecho. Y ya no necesito respirar. Y en teoría, tampoco necesitaría dormir, pero supongo que mi mismo cuerpo y subconsciente se aferran a ello, para seguir sintiéndome humano. Por eso muestro signos de cansancio, a pesar de que en realidad, no los siento. Pero una buena siesta nunca viene mal, ¿eh, dormilona?.— sonrió ante su broma, pero la elfa no acusó recibo, si no que lo miraba con sus ojos color miel.— Piensas que me estoy guardando algo, ¿no?

    — Sí. Aunque no sé si lo que vi en realidad fue generado por el cansancio y la adrenalina de la batalla, pero un segundo vos apareció cuando estabas peleando contra esos tres gnolls. Bien podría haber sido neuromancia, pero nunca mencionaste que supieras magia de ilusión. ¿Qué fue eso?

    — Tienes razón, esa es otra secuela. Es bastante extraña, y única, a decir verdad. Lo que viste no fue una ilusión. Fue un segundo Null, tan tangible como yo en estos momentos. Al parecer, mi travesía entre la vida y la muerte fue tan traumática que mi mente desarrolló poderes psiónicos, que me permiten proyectar parte de mi ser y hacer un “clon” de mí mismo. Dicho de manera simple, puedo dividirme en dos. Hacer eso me debilita bastante, y tampoco tengo completo control sobre esa habilidad. Suele surgir en momentos de mucho peligro, tensión o ansiedad, en el cual mi mente se acelera tanto que se termina desconectando de la realidad. No puedo explicarte mucho más que eso. Yo sigo sin comprenderlo demasiado. Yo lo llamo espigón, pero dudo que sea el nombre correcto.

    — ¿Hace cuánto que tenés esa capacidad?

    — Desde hace siete años, más o menos. Lo sé, es mucho tiempo, pero las veces que intenté controlarla o entenderla simplemente terminaba conmigo exhausto, desmayado, o incluso al borde de terminar como un vegetal. Es un arma de doble filo, y pocas veces mi mente ha recurrido a usarla. Así que no me preocupa demasiado.

    — Entonces hace siete años que has muerto.

    — Diez, de hecho, aunque el recuerdo está muy borroso. No culpo a mi cerebro. Nadie quisiera recordar el día de su muerte.

    El essino volvió a reír, y la elfa le dedicó una sonrisa algo ausente. Suponía que esa era la razón por la cual estaba tan alegre todo el tiempo. Una vez que morías y volvías a la vida, seguramente valorabas mucho más todo lo que te rodea. Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. Y por primera vez desde que se habían conocido, conversar con Null no le resultaba tedioso, ni molesto. Y sentía que no lo estaba haciendo por pura necesidad de llenar el ambiente, si no por un interés genuino. Habían pasado muchos años desde que se había sentido así. Décadas. El anoriano de verdad exudaba confianza. Con su sonrisa permanente, sus intensos ojos esmeralda, su buen humor y su curiosidad, de verdad que podía caerle bien a cualquiera. Lo que le había dicho al principio de la conversación era cierto. Era demasiado bueno. Y había pagado ese precio. Nadie le corta a otra persona la garganta en forma de X simplemente por accidente. Su asesinato había sido bastante deliberado.

    Y sin embargo, seguía sonriendo, haciendo bromas pésimas y preocupándose más por el resto que por sí mismo. No lo entendía. Una parte de ella quería hacerlo, pero otra, más fuerte, se negaba rotundamente. Esa otra parte tenía miedo. Miedo de que si lo conocía y entendía demasiado, se contagiaría. Y volvería a estar expuesta.

    — ¿Te sientes bien? Me estás mirando muy raro por el rabillo del ojo. ¿Tengo algo en la cara?— comentó Null, arrebatándola de sus meditaciones.

    Sorprendida in fraganti, la elfa solo pudo abrir la boca, sentir como la punta de sus orejas ardía igual que la hoguera que tenía enfrente, y luego mirar hacia un costado, con las mejillas sonrojadas. El essino rió de forma breve, y le puso suavemente una mano en el hombro sano.

    — Vuelve a dormir, no pareces estar muy atenta. Yo me encargaré de vigilar.

    — Ya dormí lo suficiente. Además… quisiera estar un rato a solas, conmigo y mis pensamientos.

    — Después del grito que pegaste al despertarte, no sé si esa es una buena idea.— bromeó Null, pero levantó ambas manos en señal de disculpa en cuanto la cazadora lo fulminó con la mirada.— Como te sientas más cómoda. Yo estaré por aquí, por si me necesitas.

    — De hecho, prefiero que te vayas a dormir. Tenés el aspecto de un Condenado. No inspirás ningún tipo de confianza en estos momentos.

    — Sí, me vendría bien a decir verdad. Bueno, pero se mantiene la oferta. Cualquier cosa que necesites, me despiertas. Sabes que igual no necesito dormir para seguir funcionando.

    Freyja le respondió con un movimiento de la mano, con aire ausente, dando por finalizada la conversación. Null le sonrió, le saludó con la mano, y se dirigió hacia la carpa donde dormía Lahnla. Al parecer, iba a tener una carpa para ella sola. La elfa se lo quedó viendo hasta que desapareció dentro de la tienda, y luego se dispuso a juguetear con una rama encendida, mientras su mente se alejaba de allí. Soltó una sonrisa irónica. De todos los escenarios que podrían haber ocurrido desde que entró a La Frontera, este era uno que nunca se le habría cruzado por la cabeza.

    Acarició de manera inconsciente el pañuelo púrpura que sostenía su brazo, mientras tarareaba una canción de su niñez. Una canción que hablaba sobre un soldado, un poeta, y un rey.
     
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    El capítulo ha sido increíble. El principio ha sido angustioso, no sabía que le estaba pasando a Freyja, pensaba que la estaban atacando de alguna forma mientras estaba inconsciente y he estado muy intranquila hasta que la ha despertado.

    La posterior conversación entre el humano y la elfa ha sido muy tierna al inicio. Después de ese abrazo, la incomodidad de ella, su forma de sonrojarse con facilidad con él... no sé, toda la escena era muy tierna. En el transcurso de la conversación he ido sorprendiéndome a pasos agigantados. Primero he sentido profundo orgullo por Null, al que ella daba por poco "útil" al principio de la aventura. La forma en que los ha mantenido vivos, los ha curado y protegido es verdaderamente admirable. Después, cuando ha revelado su historia me has dejado sin palabras. Nunca imaginé que tendría ese tipo de pasado, ni sería un personaje tan complejo e interesante. La verdad, tengo muchísimas ganas de saber más sobre su pasado. Espero que se vaya revelando a lo largo de la historia, por favor, como me dejes con la intriga pienso ir a incordiarte al perfil.

    En general, he disfrutado muchísimo de la historia. La trama es muy interesante, la narración es excelente y estoy enamorada de cada uno de los personajes que creas. Tienes una gran imaginación para crear ambientaciones distintas, personajes curiosos y atrayentes... siento que en cada historia echo de menos a los previos compañeros de Freyja y a su vez me enamoro de los nuevos. Lahnla me sorprendió muchísimo en los últimos capítulos y su forma de usar la "magia", o como se llame, es sumamente interesante. Realmente me gustaría poder presenciarla en directo. Pero en éste capítulo me has sorprendido muchísimo con Null. ¡Qué ganas de saber más!

    Unas pequeñas cosas por si las quieres corregir:

    A esa primera frase le falta los signos de interrogación al ser una pregunta.

    Ahí no sé por qué le has puesto esos signos al inicio siendo que seguía hablando el mismo personaje.

    Esa frase no la he entendido.

    ¡Felicidades, el capítulo es increíble! Me has dejado con muchas ganas de seguir leyendo.
     
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  15. Threadmarks: Parte VIII
     
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    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
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    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    17
     
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    La Balada del Mago y la Muerte - Parte VIII

    La jabalina atravesó la nuca del gnoll que huía, clavándolo contra el suelo y haciendo que soltara un último estertor.

    Freyja se acercó de manera desinteresada al cadáver, y desalojó el proyectil del cráneo del demonio hiena. Con ese ya era el séptimo gnoll que mataba ese día. Este trabajo estaba siendo mucho más fructífero de lo esperado. Movió un poco el hombro izquierdo, en donde todavía sentía molestias. Hacía ya casi cinco días desde su encontronazo con aquella criatura, pero su brazo seguía algo resentido. Habían tenido suerte de que, durante este tiempo, no se hubieran encontrado con grupos de más de tres o cuatro enemigos.

    Miró por encima del hombro, mientras esperaba que Null terminara con el cuerpo de otra de sus víctimas. Habían decidido que el essino se encargaría de cosechar las orejas y órganos de las bestias. Su método era más cuidadoso y no hacía un enchastre cada vez que abría uno. Varias veces se habían tenido que detener para que la elfa se lavara, después de descuartizar a un demonio y quedar cubierta de icor y vísceras. Chasqueó la lengua. Su forma de trabajar era mucho más rápida, pero si tenía que frenar cada dos por tres porque sus compañeros se quejaban del olor, sinceramente prefería no preocuparse y que otro lo haga. Bueno, en realidad uno solo lo hacía, considerando la situación de Null.

    Hizo visera con una mano mientras observaba alrededor. La tarde ya se estaba poniendo, así que necesitarían encontrar un lugar para acampar. El problema es que ya habían dejado toda zona boscosa detrás hace un par de días, y se habían internado en terreno abierto. Habían tenido la esperanza de encontrarse con alguna meseta o suelo sólido, pero el pantano parecía extenderse por toda la inmensidad de las Tierras de Nadie. Encontrar allí un punto seco iba a ser toda una odisea.

    Algo llamó su atención, a lo lejos. Siluetas fijas se recortaban sobre el horizonte, aunque no lograba distinguir bien qué eran. Tan solo los sonidos propios de las marismas llegaban a sus oídos, así que no podía guiarse por eso tampoco. Sintió los pasos húmedos de las botas de Null, a su lado, y le dedicó una mirada breve pero significativa.

    El anoriano se encontraba en ese momento limpiando el cuchillo largo que había utilizado para abrir el cadáver. Observó a Freyja, al cuerpo que todavía quedaba sin tratar, y luego en la dirección de la mirada de la elfa.

    — ¿Ocurre algo con lo que debamos preocuparnos?— preguntó, mientras se agachaba para continuar su faena.

    — Nada en particular. Estoy buscando un lugar para acampar, y aquellas siluetas me llamaron la atención.— contestó esta, señalando con el mentón.

    El humano se cubrió los ojos con una mano, y los achicó para poder ver mejor.

    — Parecen edificios. ¿Un pueblo quizás? ¿Crees que sean lo suficientemente hospitalarios como para darnos alojamiento?

    La cazadora exhaló aire por la nariz, con sorna.

    — Por favor, Null. No quedan establecimientos habitados en las Tierras de Nadie. Si es un pueblo, probablemente sea uno fantasma. Pero eso es bueno. Seguramente quedará una estructura en pie lo suficientemente estable como para pasar la noche protegidos de los elementos.

    — Puede ser una buena idea, sí. ¿No habrá otra alternativa?

    — ¿Por qué? ¿Tenés miedo?— se burló la elfa.

    — No me siento muy cómodo con los pueblos fantasmas, la verdad. Tienen un aire… perturbador.

    — ¿Temés de que aparezca alguno de los habitantes del pueblo, todo traslúcido, y te apunte con su mano huesuda mientras arrastra cadenas o una mierda similar?

    — Creo que estás confundiéndote. No me dan miedo los fantasmas, ni ningún Condenado.— Null terminó de cortarle ambas orejas al gnoll.— Es simplemente esa sensación opresiva de soledad y abandono, de que algo horrible ocurrió, pero nunca sabrás qué, porque ya no queda nadie vivo para contarlo.

    — Es obvio que ocurrió algo horrible, cerebro partido. La gente no abandona sus hogares así porque sí. Y te apuesto las orejas de este gnoll de que en realidad no lograron ni abandonar el pueblo. Todos deben haber muerto allí.

    El essino enarboló una sonrisa nerviosa, que luego se esfumó al notar la seriedad de las palabras de Freyja. Tragó saliva, y siguió concentrado en su tarea. Ignoró el insulto, pues había aprendido que era una manera retorcida de la elfa de mostrar camaradería y compañerismo. Lo había llamado por nombres similares desde que le había contado lo que había ocurrido con su mente después de que lo revivieran.

    — Bueno, su culpa por no irse cuando todo se fue a la mierda. Vos terminá con eso, yo le avisaré al trovador de que ya encontré un lugar en donde acampar.

    Null carraspeó, pero decidió ocupar toda su mente en la tarea que tenía al frente. Por su parte, Freyja se dirigió hacia el ulalmarano, que se encontraba en ese momento sentado sobre una piedra, intentando afinar su laúd. En cuanto notó que se acercaba, le dedicó una sonrisa radiante, y continuó toqueteando las cuerdas. La elfa suspiró. Tenía sentimientos conflictivos con respecto al bardo. Por un lado, se notaba su blandura por dentro, y a pesar de su edad aparente, también su inexperiencia. Casi todo lo que ocurría parecía darle miedo, y al mismo tiempo, se asombraba por cada pequeña cosa que encontraba en su camino, como si fuera un niño pequeño al que le cuentan una nueva historia fantástica. Y por todo eso, no era más que una carga. Y una carga inmensa. Pero al mismo tiempo, su magia era capaz de permitirles viajar por marismas y pantanos sin cansarse demasiado, y estar más alerta a sus alrededores. Además, había no solo reparado su armadura un par de veces, sino también otras partes de su equipamiento y sus propios cuerpos. No se podía negar su utilidad. En fin, mientras continuara siendo efectivo, y sus contras no superaran los pros, podía soportarlo. El mayor beneficio que tenía, en sí, era que desviaba todo el ánimo de conversar del essino hacia él. Era increíble como alguien mudo podía ser tan charlatán.

    — Che, vamos a ir hacia ese pueblo abandonado para acampar. Recogé todas tus cosas rápido.- Lahnla pestañó un par de veces, algo confundido.- Pueblo fantasma, acampar, se hace de noche. ¿Te volviste sordo también?

    El ulalmarano comenzó a gesticular. Freyja seguía sin entender un pepino de lo que cada signo simbolizaba, pero al menos se daba maña logrando comprender los sentimientos que intentaban transmitir. Obviamente demostraba mucha emoción, pero no lograba descifrar si era miedo, curiosidad, o excitación. Como sea, mientras supiera hacia dónde iban y se preparara, no le molestaba entender lo que el trovador le quería decir.

    — Cómo sea, tan solo preparate. Partimos en cuanto Null termine de sacar todo lo que sea de provecho del gnoll.— anunció la elfa, y se dio media vuelta, alejándose de allí.

    Se distanció un par de metros de sus compañeros, y se dispuso a atender su equipamiento. Ya lo había hecho a la mañana, pero le relajaba aceitar y limpiar sus armas, fijarse si su armadura no tenía ninguna tira floja o suelta, si no se había acumulado barro en alguna articulación, etc. Como estaba tan familiarizada con la tarea, podía hacerlo de manera automática y apagar el cerebro durante unos segundos. Lo necesitaba, la verdad.

    Desde aquella noche, no había vuelto a tener una conversación similar con el essino. En cierta manera, parecía estar evitándolo. Sentía como algo dentro de sí lo resintiera, pero no podía explicar el por qué. No tenía una razón para, en especial después de la manera en que la trataba y cuidaba de ella. Nadie le había pedido que lo hiciera, la verdad, y lo más probable es que, antes del ataque de la abominación demoníaca, ella bien podía haberlo dejado muerto en el suelo. Tal vez por eso sentía cierto enojo contra él. La había obligado a entrar en deuda por su vida. Y su maldita moral no le permitía ignorarla. Escupió a un costado, para luego chistar con la lengua. Humano estúpido.

    El humano estúpido se le acercó, guardando los frascos y bolsas con orejas y vísceras en una mochila, con varios bolsillos. Por extraño que pareciera, la mochila parecía no acusar recibo de los nuevos objetos guardados dentro suyo: ningún bulto quedaba a la vista.

    — Agradezco que aquellos aventureros hayan tenido una mochila de Haver entre sus pertenencias. Cargar con tanto frasco y bolsa sanguinolenta iba a ser complicado.

    — Aún no puedo entender por qué enterraste sus cuerpos, la verdad.— respondió la cazadora, revisando el filo de una de sus dagas.

    — Ya habíamos discutido sobre esto, Freyja.— Null suspiró.— ¿Y qué otra cosa iba a hacer? ¿Dejarlos a la intemperie, a merced de moscas y carroñeros? Se merecían un poco de dignidad.

    — ¿Dignidad? Por favor. Alguien que murió se convierte simplemente en un pedazo de carne, nada más. No tiene sentido seguir preocupándote por ellos. Ni los conocíamos.— replicó sombría, mientras guardaba el arma.

    El humano, que había abierto la boca para responderle, la miró con algo de curiosidad. Era la primera vez que la elfa utilizaba esa respuesta. Usualmente, argumentaba que igualmente los carroñeros olerían la sangre y excavarían hasta encontrar los cadáveres, o que la misma corrupción de la tierra los pervertiría y los terminaría alzando como Condenados. Y además, no parecía del todo… convencida. Había bastantes nubes oscuras en el pasado de su compañera, pero sabía que no era el momento para intentar dilucidarlas. Simplemente se quedó en silencio y miró hacia el frente, en dirección al pueblo abandonado en donde pasarían la noche. Tragó saliva.

    — Bueno, si ya estás lista, deberíamos seguir, ¿no? No quisiera estar en terreno abierto y pantanoso durante la noche.

    — ¿Noto un poco de nerviosismo en tu voz? ¿Acaso te sentís algo… dividido por esta decisión?

    — Freyja, tus chistes son tan malos, o tal vez peores, que los míos.— comentó el anoriano, mirándola cansado.

    — Sí, tenés razón. Eso fue muy malo, me disculpo conmigo misma.

    Null bufó, y cargándose la mochila al hombro, comenzó su camino hacia las siluetas que se recortaban contra el horizonte. Esa extraña sensación en su nuca que había surgido desde que la elfa había decidido acampar en ese pueblo se intensificó. Y aunque nunca lo admitiría, Freyja sentía lo mismo. Una sorpresa desagradable la esperaba allí.
     
    Última edición: 16 Octubre 2020
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    ¡Venga ya! ¿En serio me estás diciendo que vas a dejar la historia ahí? Justo cuando deciden acampar en un pueblo aparentemente maldito por algo, despertando un mal augurio en ambos y aún así aventurándose a la boca del lobo. ¡No es justo! Deberías haberlo dejado un poco más. ¿Qué te costaba? Joooooooooooo.

    Después de haberme dejado con unas ganas tremendas de seguir leyendo... he de admitir que el capítulo me ha gustado mucho. Me gusta la relación de ambos, esa naturalidad y normalidad con la que se comportan, acorde a la personalidad de cada uno. Las conversaciones entre ambos fluyen y son de lo más entretenidas. Es divertido ver cómo Freyja le pone motes a Null, como dices, signo de camaradería entre ellos. Null, como es un buenazo, pues no le sienta mal. Me ha encantado la forma de contar los pros y los contras del bardo, esta elfa tiene una forma muy curiosa de valorar las cualidades de las personas.

    El capítulo genial como siempre, pero con unas ganas inmensas del siguiente capítulo para saber más del pasado del humano, lo que les espera entre los edificios... ¡Qué ganas!
     
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  17. Threadmarks: Parte IX
     
    Reual Nathan Onyrian

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    Título:
    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    17
     
    Palabras:
    6014
    La Balada del Mago y la Muerte - Parte IX

    Null levantó el pie y leyó el letrero que había pisado de manera ausente. “Descanso del Vagabundo”. Teniendo en cuenta el aspecto en el cual el pueblo se encontraba en estos momentos, el nombre tomaba un matiz ominoso y macabro. Agitó la cabeza y continuó internándose en el asentamiento. Los pueblos fantasmas y abandonados siempre le habían dado grima. Y la razón era bastante simple: se había perdido en uno cuando era niño. No era raro que eso ocurriese en Northumbreissen, en especial con asentamientos alejados de las rutas comerciales y de las grandes ciudades. Muchas veces era más barato y seguro abandonar tu hogar que intentar enfrentarte a los horrores que poblaban la Tierra Lúgubre. Impulsado por el espíritu aventurero propio de la niñez, y animado por su hermana mayor, había decidido escaparse de su casa una tarde y explorar con ella un pequeño caserío cercano, que había sido abandonado algunos años atrás. Lamentablemente, no estaba tan abandonado como parecía. El susto le curó las ganas de explorar durante varios meses.

    Freyja también podía notarse nerviosa. Parecía mirar a todos lados, y aunque el casco las ocultaba, estaba seguro de que sus orejas se movían de un lado para el otro, intentando captar cualquier sonido. Este pueblo podía estar sin habitantes fijos, pero era bastante estúpido pensar que no hubiera algún inquilino temporal aprovechando el refugio que las casas derruidas brindaban. El único que parecía contento con la situación era Lahnla. Tenía la misma expresión que tenía él cuando había realizado su propia aventura en el caserío fantasma. El hecho de verla en un hombre adulto de casi dos metros de alto y tan ancho como un armario era en partes iguales extraño y tierno.

    No parecía que el pueblo hubiera sido abandonado hacía mucho. Las casas, la mayoría de madera, tenían la mayor parte de su estructura de pie, y muchas de ellas todavía conservaban toda su integridad. Lo más probable es que los habitantes hubieran huido de allí rápidamente ante la amenaza de un peligro mayor. No se notaban signos de algún conflicto o pelea en el lugar. Aunque con la poca luz que le quedaba al día, era bastante complicado poder notar algo, sin importar su buena vista. La única que no tenía mayores problemas para manejarse en la penumbra de los tres era Freyja, y había ordenado que no encendieran ninguna linterna, para evitar atraer atención no deseada. Eso iba a complicar las cosas cuando la noche terminara por cernirse completamente sobre ellos.

    Al llegar al centro del pueblo, pudo notar cómo los hombros de la elfa se relajaban. Parecía que no había detectado ningún peligro. Sin embargo, eso no lograba tranquilizar del todo al joven. Tal vez fuera una simple sensación, pero había algo allí. Algo horrible y perverso.

    La cazadora sentía lo mismo. Es más, tenía muchísimas ganas de que sus orejas hubieran detectado algún ruido, un movimiento, algo que le indicara la naturaleza de su posible enemigo. Pero nada de eso había ocurrido. No iba a transmitir estos sentimientos a Null, obviamente. En especial después de como se le había burlado. Pero parecía que no era necesario, pues al essino se lo notaba incluso más nervioso que ella. Bueno, quedarse en el medio del pueblo no iba a ayudar en nada. Lo mejor era buscar refugio. Ella podía ver medianamente bien en la noche, pero sabía que los humanos no. Si algo aparecía y los atacaba, no quería cargar con dos pesos inútiles en su espalda.

    Hizo un par de señas y se dirigió hacia la casa que parecía en mejores condiciones. La verdad, todo el caserío parecía estar en buen estado. Los habitantes debían haber abandonado el lugar hace poco. Aunque en un principio no había visto signos de pelea, al acercarse a la estructura, un escalofrío de alerta le recorrió la espalda al notar marcas en la madera. Tanto de garras…. como de uñas. Estas últimas parecían haber sido hechas por alguien que se aferraba desesperadamente a lo que fuera para evitar que se lo llevaran. Chistó la lengua. Genial. Bueno, con algo de suerte, lo que sea que hubiera atacado ya no se encontraría por allí.

    Un fuerte ruido se escuchó a sus espaldas, lo que hizo que todos se dieran vuelta rápidamente, uno de ellos soltando un pequeño grito ahogado de sorpresa. Freyja ya había preparado su lanza, presta a lanzarla, pero se encontraron que era una de las secciones de un edificio que se había derrumbado. La cazadora gruñó.

    — Vamos, en cuanto antes tengamos una pared y un techo protegiéndonos, mejor.— apuró, mientras se dirigía hacia la puerta.

    Esta colgaba de uno de los goznes y parecía que había sido forzada. La elfa tuvo que hacer cierto esfuerzo para abrirla del todo. Al parecer, los antiguos inquilinos de aquella vivienda habían acumulado muebles del otro lado, seguramente para evitar que lo que fuera que estuviera afuera no pasase. No pareció servir de mucho, si las marcas en el suelo podían tomarse como prueba. Parecía que anteriormente había sido la residencia del alcalde u otro habitante importante de ese pueblo, debido al fino mobiliario que todavía quedaba en pie, así como también por lo espacioso del interior. La humedad cubría el techo, y se podía escuchar el quejido de la madera con cada paso que daban. Las ventanas tenían los vidrios rotos, y el murmullo del frío viento nocturno se colaban por las mismas. Un par de cucarachas y ratas persiguiendo a estas se escabulleron ante el ruido de la puerta al ser abierta. Por fuera de estas alimañas, el lugar parecía estar deshabitado.

    Una escalera ascendía a un segundo piso, en donde seguramente estaban los dormitorios. En el vestíbulo en donde se encontraban, un pasillo a la izquierda invitaba a internarse más en la casa, mientras una puerta al frente y otra a la derecha ocultaban los secretos de las habitaciones que guardaban. Freyja suspiró. Todavía quedaba mucho por explorar.

    — Lo mejor será dividirnos. Cada uno registre una de las habitaciones de planta baja. Luego subiremos.— susurró esta, y se dispuso a ir a la derecha.

    Null abrió la boca para objetar, pero luego la cerró. Era lo más lógico, la verdad. Además, era una casa, no un laberinto. No deberían tardar demasiado en encontrarse si algo salía mal. Tragó saliva, y tomó la puerta del frente. Lahnla fue hacia la izquierda.

    El grandote se sentía como un niño que habían dejado solo en una tienda de golosinas. Todo este viaje había sido emocionante, desde que había dejado su hogar hasta ahora, que se encontraba junto con dos individuos completamente distintos, en una tierra maldita, persiguiendo hienas humanoides y explorando casas abandonadas. Cada paso que daba sentía que aprendía algo nuevo. Pero lo que más le emocionaba eran las personas que encontraba en el camino. Cada una tenía su historia, sus costumbres, sus rasgos de personalidad distintivos, sus fallas, sus ideales. Y estos últimos dos, Freyja y Null, eran super intrigantes. Se había cruzado con mucha gente que ocultaba su pasado, o lo afrontaba de maneras distintas. Pero había algo en ellos que le fascinaba más que al resto, aunque no podía poner su dedo en que era. Suponía que tenía que viajar más con ellos para encontrarlo. Esperaba que le dieran la oportunidad.

    En esos pensamientos estaba el ulalmarano cuando se encontró en lo que parecía ser el comedor del lugar. Anteriormente debió ser un lugar agradable y bien cuidado, dispuesto enteramente para cumplir su función de habitación social. Ahora, sin embargo, el aspecto que tenía era bastante triste. Las cortinas que antes habían cubierto las ventanas, de una tela de buena manufactura y con bellos diseños, yacían raídas y deterioradas, aunque no podía discernir si era por el paso del tiempo, las polillas, o alguna otra causa más tenebrosa. Las estanterías en donde antes se encontraba la vajilla estaban sobre el suelo, derrumbadas tal vez por un temblor, o en una huida desesperada. Los cubiertos, platos y vasos estaban desparramados por el piso, los más frágiles hechos añicos. Las sillas y la mesa no estaban en mejor estado. Parecía como si un torbellino se hubiera colado por la ventana, y hubiera puesto la habitación patas para arriba. Los únicos habitantes de este comedor parecían ser arañas, teniendo en cuenta la cantidad de telas con intrincados diseños que unían las distintas partes del lugar, compuestas de finos hilos, que brillaban como la plata ante la luz de la vela que Lahnla había encendido. Tuvo mucho cuidado de no desarmarlas mientras se movía alrededor de la habitación. Arruinar tan bellas y delicadas obras de arte sería muy desconsiderado de su parte.

    El comedor tenía otra puerta, o antes lo hacía, teniendo en cuenta que lo único que quedaban eran los goznes y el marco. La misma yacía en el suelo, seguramente embestida con una fuerza brutal. Varias marcas de garras podían notarse en la misma, así como también en la abertura de madera. La habitación que se conectaba con el comedor era, obviamente, la cocina. El estado de la misma hizo que Lahnla se quedara pensativo durante unos segundos. Estaba completamente revuelta, con varios de las ollas, cubiertos y demás instrumentos de cocina esparcidos por todo el lugar. No hizo falta examinarlos en detalle para reconocer las manchas oscuras que tenían los cuchillos en su filo y las sartenes. No era óxido, el bronce no se oxidaba con ese color. Era algo más siniestro. Tal vez debiera avisar a sus compañeros. En cuanto se agachó para tomar una sartén y examinarla de manera más minuciosa, pudo notar, gracias al brillo de una paila, una trampilla, en uno de los rincones de la cocina.

    Curioso, se acercó con cautela, evitando no patear nada que hubiera en el suelo. Se encontraba bajo un almacén, y hubiera pasado completamente desapercibida si no hubiera sido por el reflejo de la paila. Apoyó la vela sobre una mesada que tenía al lado y movió la estantería, despacio, intentando no hacer ruido. Le parecía raro que taparan la trampilla de esa manera, pero quizás había sido un intento de ocultarla, o de proteger lo que sea que hubiera ahí debajo. O quizá, de evitar que lo que sea que estuviera atrapado ahí salga. Sea lo que fuera, lo mejor sería avisar a sus compañeros de lo que había encontrado. Le parecía importante.

    Miró alrededor, ayudado con la vela, buscando los materiales que iba a necesitar para el hechizo. Sonrió al encontrar lo que necesitaba. Una telaraña bañada por la luz de los Ojos de Noctaleya. Se disculpó en silencio con la dueña de tal perfección, y envolvió un dedo con la fina seda. Se lo acercó a los labios, y silbó una simple canción de cuna, para luego soplar sobre su dedo. La telaraña comenzó a vibrar y a brillar de de manera leve en una pálida luz. Con el dulce tintineo de un llamador de ángeles al ser sacudido por el viento, la seda se separó del dedo del ulalmarano, y se retorció hasta lograr una forma: una mariposa luna. Mientras dejaba que esta revoloteara a su alrededor, realizó el mismo procedimiento otra vez, logrando una segunda mariposa. Abrió sus palmas, y ambas se posaron en ellas. Silbó un mensaje sobre cada una y sopló gentilmente, para darles un empujoncito.

    Sonrió mientras las veía alejarse. No necesitaba exactamente telaraña bañada de luz de killa, cualquier otro material bastaba. Pero siempre le gustaba poner esos detalles en sus conjuros. La magia bárdica era la máxima expresión del deseo del alma, la mayor representación artística a la que una persona podía aspirar. Era capaz, en cierta manera, de crearlo todo. Su alma era un pedazo de Sylir, la Canción Primordial con la cual los Mahla habían moldeado al mundo. Y por lo tanto, no podía contentarse con métodos más simples y pragmáticos.

    Su sonrisa se borró y fue reemplazada por una expresión de inmensa preocupación cuando sintió un chillido de terror dentro de la casa, así como también el ruido de varios muebles siendo destrozados. Rápidamente, se dirigió hacia la fuente del sonido, y casi se lleva a puesto a Null en el vestíbulo. Los dos intercambiaron una rápida mirada, y se dirigieron hacia la puerta de la derecha, en donde Freyja había entrado. El essino fue el primero en entrar, y pudo esquivar de milagro un casco que se estrelló contra la pared, con tanta fuerza que astilló la madera de la misma. Pestañeó un par de veces, confundido, al ver el espectáculo que tenía al frente.

    La elfa había agarrado una silla, que prontamente destrozó contra el suelo, mientras seguía chillando. Armada con una pata en cada mano, paseó una mirada de ojos desorbitados por el miedo por toda la habitación. Antes de que el humano pudiera reaccionar, la cazadora volvió a golpear el suelo con una de las patas de la silla rota, dejando una profunda marca en los tablones. Un brillo plateado se escabulló por entre sus piernas, haciendo que esta soltara otro grito, saltara a un costado, y arrojara ambas partes de la silla hacia el pequeño destello. En cuanto Null notó lo que era, le hizo una seña a Lahnla, que prontamente silbó, y la mariposa se desvaneció en el aire, en una fina llovizna plateada. Freyja miró para todos lados, como si se tratara de un animal encerrado, buscando a su perseguidor. Al no escuchar más el revoloteo, pareció calmarse, y se irguió lentamente.

    — ¿Ya… ya se fue? ¿La maté?— preguntó, entre hiperventilada y atemorizada.

    — Sí, sí, ya la aplastaste Freyja. Tranquila. Ya no hay de qué preocuparse.— intentó tranquilizarla el anoriano, sonriendo, a una distancia prudencial.

    La cazadora tragó saliva, intentando calmar su respiración acelerada. Null recogió el casco del suelo y se lo alcanzó. Freyja le agradeció con un asentimiento. Se instauró un silencio incómodo entre los tres, mientras ella intentaba esquivar la mirada de los humanos.

    — Le tengo fobia a las mariposas.— dijo por toda explicación, la coloración rojiza de su rostro oculta tras la visera de su casco.

    — Bueno saberlo.— comentó el essino, intercambiando una mirada de circunstancias con el ulalmarano. Este asintió, comprensivo.— Pasando a otros temas, ¿encontraron algo? Me parece que la casa está deshabitada.

    Freyja frunció el ceño. Sabía que, tácitamente, la oración continuaba con “si algo estuviera viviendo aquí, se hubiera sentido atraída por el ruido”. Aunque no podían descartar la idea de que se hubiera escondido ante el súbito ataque suyo. Sin embargo, se inclinaba a pensar como el cerebro partido. Había encontrado rastros de pelea en esa habitación, que por el tamaño y el mobiliario, parecía como una sala de recepción o de entrevistas. Lamentablemente, después de su arrebato, intentar descubrir lo que había ocurrido en ese lugar iba a ser imposible.

    Por suerte, parecía que el trovador sí había encontrado algo, pues hizo señas para que lo siguieran hacia la habitación que había investigado él. Ella iba al último, con la mirada algo cabizbaja. Muy poca gente conocía sobre esa fobia suya, y era un aspecto de ella que la avergonzaba. Lograba controlarlo la mayor parte del tiempo, prefiriendo irse del lugar antes que compartirlo con tal horrenda criatura. Pero esta vez la habían tomado por sorpresa, y ya estaba nerviosa por toda la situación y esa maldita sensación que tenía en la nuca de que algo muy malo los esperaba dentro de aquella casa.

    Esa sensación tan solo se incrementó en cuanto Lahnla les mostró la trampilla que había encontrado en la cocina. Null estaba agachado y examinando el área de manera minuciosa, a la luz de la vela. Pasó una mano por las marcas que había sobre la madera.

    — Lahnla, ¿tuviste que mover esta estantería para encontrar la trampilla, no?— el bardo dio un silbido afirmativo. El essino suspiró.— Probablemente haya algo debajo de nosotros que los habitantes de esta residencia no querían que saliera. O tal vez estaban impidiendo que algo entre allí.

    — A ver, movete.— ordenó la elfa, mientras se sacaba el casco y empujaba a un desconcertado Null. El essino levantó una ceja. Se ve que ya había vuelto a su encanto habitual.

    Plantó una oreja sobre la puerta, y se mantuvo en silencio, haciendo una seña para que los otros hicieran lo mismo. Frunció el ceño.

    — No escucho ningún movimiento, pero sí el murmullo del viento.— dijo, la oreja todavía pegada al suelo. Puede que la bodega o el sótano que esté detrás de esta trampilla salga al exterior, o se conecte con algún otro cuarto que lo haga.

    — Eso no sirve mucho para tranquilizarnos, la verdad. Tal vez lo mejor sería volver el mueble a donde estaba.— sugirió el anoriano.

    La elfa lo ignoró, mientras se ponía de rodillas y abría la trampilla de par en par. Tuvo que hacerse para atrás, mientras podía sentir cómo las ganas de vomitar subían por su garganta. Null mantuvo su posición, sacando rápidamente una daga de su cinturón. Freyja lo miró frunciendo el ceño, mientras ponía una mano sobre su nariz, pero luego recordó que el essino había perdido el sentido del olfato. En ese momento, lo envidió sobremanera. Lahnla se estaba tapando la nariz con un pañuelo colorido.

    El olor fétido que escapaba de aquel agujero era peor que una docena de huevos podridos que habían pasado una semana en un jarro lleno de vinagre. La arblur estaba evitando a duras penas que la bilis no se escapara por su boca. Null tomó la vela y se alejó de allí, para prender una pequeña linterna con ella. Apagó la llama de la candela, y le alcanzó el farol encendido a la elfa.

    — Si mal no recuerdo, tu escudo tenía un compartimiento para guardar una linterna. Tal vez lo que están oliendo es metano, y tener una llama expuesta no es la mejor idea en esos casos.— se explicó.

    Freyja simplemente gruñó, volvió a ponerse el casco, y acomodó la linterna dentro de su escudo, para que la luz se enfocara en el frente. Con un asentimiento, comenzó a descender por las escaleras, la lanza lista para ensartar lo que sea que apareciera al frente. El essino la seguía, siendo el último Lahnla, que había atado el pañuelo colorido alrededor de su boca y nariz. Null, por primera vez en mucho tiempo, agradeció haber perdido el olfato. Por el rostro de su compañero detrás, el hedor debía de ser fortísimo.

    La escalera daba rápidamente lugar a lo que parecía una bodega o almacén subterráneo. Barriles, bolsas de arpillera y estanterías se encontraban contra las paredes excavadas en la piedra. Sin embargo, los barriles estaban sin tapa, las bolsas abiertas o vacías, y lo único que quedaba de varios alimentos en conserva eran los frascos, que habían sido dejados en el suelo de manera poco ceremoniosa. Parecía más el fruto del saqueo de un oportunista o de un vagabundo que del posible ataque violento que habían visto en el piso de arriba. A pesar de eso, la luz de la linterna de Freyja y lo opresivo de ese sótano tan solo aumentaban lo ominoso del ambiente.

    La elfa continuó avanzando, despacio. El olor a podrido era insoportable, pero no parecía venir de los alimentos ni de los contenedores. Su fuente debía estar más adelante. Y no iba a sentirse cómoda durmiendo en un lugar con un sótano que olía a cadáver descompuesto. Al menos, sin averiguar la razón.

    Frenó su marcha en cuanto llegó a una curva en el camino. Allí, apenas un par de metros más adelante, había una puerta. Y la luz sangraba a través de los bordes de la misma. Era la primera señal que tenían de cualquier criatura viva en ese pueblo. Lentamente, se acercó al umbral, y, desembarazándose del casco, apoyó la oreja sobre la madera. Podía escuchar como algo se movía del otro lado, pero no podía distinguir que era. También notó el sonido del vidrio al ser manipulado y apoyado sobre una superficie, como si frascos fueran movidos de un lado a otro. Probablemente fueran conservas del almacén en donde estaban, así que su inesperado inquilino seguramente estaba del otro lado. Si ese era el caso, prefería tomarlo por sorpresa y ser ella la dueña de la situación.

    Le hizo una seña a sus compañeros, que estos respondieron con un asentimiento de cabeza. La elfa inspiró y exhaló para tranquilizarse. Necesitaba estar atenta, aunque el tremendo hedor la mareara. Necesitaba concentrarse. En especial, porque la sensación en la nuca no había hecho más que crecer a medida que se acercaban a aquella puerta. Contó hasta tres mentalmente, y levantó la pierna, para patear la puerta con la suficiente fuerza como para hacer que saltara de los goznes.

    Freyja alzó el escudo al frente, la lanza lista para ensartar lo que sea que estuviera detrás de la puerta. Sin embargo, lo que vio le quitó toda determinación. Ni en sus más pérfidas pesadillas se hubiera imaginado lo que tenía frente a sus ojos. Sus brazos cayeron a un costado, sin fuerzas, flácidos. Toda energía había sido drenada de su cuerpo.

    — ¿Freyja?

    — Morí. Estoy muerta. Esa abominación me mató, y ahora estoy en la zona más profunda y horrible de las Planicies de Ceniza.

    Wuulfgarth puso los ojos en blanco, mientras, con un movimiento de su mano y un par de palabras arcanas, limpiaba toda la sangre, vísceras y otros fluidos del delantal y los guantes que traía.

    — También me alegro de verte, elfa. Gracias por tirar la puerta, también. Veo que sigues tan salvaje e incivilizada como siempre.— el archimago pestañeó un par de veces, sorprendido.— Freyja, ¿esos detrás tuyos son… personas? ¿Seres humanos? ¿Vivos? Por el trágico pasado de Tyndran, mujer, ¿acaso has evolucionado lo suficiente como para poder interactuar con otros seres conscientes e inteligentes?

    Fingió que las fuerzas se le iban, apoyándose en la mesa ensangrentada que tenía al frente. Se limpió el rostro con un pañuelo que sacó al parecer del mismo aire, de manera teatral.

    — Vaya, no sé qué decir. De verdad estoy ofuscado. Supongo que has crecido mucho en este tiempo que no nos vimos. El mundo cambia muy rápido para este pobre viejo. Recuerdo aquel momento…

    — ¿Querés cerrar la cloaca que tenés por boca de una condenada vez? Con razón sentía esa sensación de peligro en la nuca. Hasta preferiría enfrentarme a toda una horda de gnolls que tener que hablar contigo. ¿Y podrías decirme de dónde viene ese pútrido…? Oh...

    Había paseado la mirada por la habitación, y se había interrumpido al ver la pila de cadáveres a un costado. Las moscas parecían ser las únicas contentas con la presencia del macabro montón. Muchos de los cuerpos estaban abiertos en canal, y la mayoría eran de elfos, humanos, medianos y orcos. Ya no se podía adivinar el propósito inicial de esta otra habitación, ya que parecía que el lurewulffer lo había remodelado completamente. No había forma de saber cuánto tiempo había estado allí, tampoco. La voz del viejo la volvió a la realidad.

    — Bueno, ¿vas a decirme que en el aliento fétido de Fafnir hacías aquí, y quiénes son las dos personas que te acompañan?— se dirigió luego hacia Null y Lahnla.— ¿No fueron conminados a seguirla por amenaza de muerte, no? Es algo típico de ella.

    El essino no tenía idea de cómo diablos reaccionar ante el espectáculo que tenía al frente. Tenía su requieter en sus manos, listos para dispararle a lo primero que apareciera detrás de la puerta y fuera una amenaza, pero ni en sus conjeturas más salvajes se hubiera imaginado la escena que transcurría frente a sus ojos. El lurewulffer que tenía al frente y Freyja parecían conocerse, y por lo que había notado de la elfa durante su semana de convivencia, eran muy buenos amigos. Y le preocupaba bastante que la situación en la cual lo habían encontrado fuera tan normal que la cazadora ni se había molestado en remarcarla, más allá del olor. Aparte de la pila de cuerpos, la habitación tenía una mesa, llena de sangres y vísceras, en donde el lurewulffer se encontraba, y en la que habían dispuesto varios instrumentos de cirugía y de embalsamamiento. En una estantería, había varios recipientes opacos, con etiquetas sobre ellos. La habitación estaba bastante bien iluminada, con bolas de luz colgadas del techo, seguramente conjuradas por el lurewulffer, lo que lo volvía un usuario de magia. Gracias a eso, podía leer las etiquetas de los frascos. Sin embargo, estaban en kaladoriano, un idioma que él no conocía. Aunque tal vez lo mejor sería mantenerse en la ignorancia.

    Por último, otra mesa, sobre la que parecían que habían dibujado símbolos arcanos con tiza, se encontraba repleta de frascos e instrumentos alquímicos, como morteros, destiladores, y pequeños mecheros. No quería imaginarse los experimentos que se podrían haber conducido ahí, en especial con la tétrica pila a un costado, invadida por las moscas.

    Freyja se internó en la habitación, todavía discutiendo con el mago. Null se giró para ver a Lahnla, intentando adivinar su reacción. El ulalmarano seguía con el pañuelo en la boca, y su mueca de asco por el olor, pero en sus ojos podía notar una extraña fascinación, que parecía centrada en el lurewulffer. El anoriano se puso a estudiarlo más en detalle. Era alto, tan alto como Lahnla, y ancho de hombros, pero su figura era mucho más esbelta y definida. Tenía el largo cabello blanco atado en cola de caballo, y su barba cenicienta se encontraba finamente arreglada. Sus dos ojos de un color azul glacial eran penetrantes y juiciosos, y su pose era orgullosa y regia, rayando lo fanfarrón y altanero. Se encontraba vestido con una túnica de color azul, bastante simple, y sobre ella, había un delantal de cuero. También llevaba guantes y unos anteojos de protección se encontraban en su cuello. Parecía un individuo bastante particular, pero no lograba encontrar nada que le llamara tanto la atención como para justificar la fascinación en la mirada del trovador. Tal vez era algo que solo los usuarios de magia experimentados podían notar entre sí.

    — Sí, por favor, pasa, ponte cómoda, siéntate en mi mesa. ¿Acaso quieres un café o algo similar? ¿Galletitas tal vez?— ironizó Wuulfgarth.

    Freyja había hecho exactamente eso, sentándose sobre un escritorio, sin importarle las notas que yacían sobre el mismo. Se quitó el casco, dejándolo a un costado.

    — ¿Qué tienes en el cuello? Noto una energía extraña.— preguntó el archimago, achicando los ojos.

    La elfa se llevó de manera instintiva la mano al cuello, a pesar de que con su gorjal poco podía verse. Sin embargo, una parte de tinta negra podía notarse sobresaliendo. El humano decoró su rostro con una sonrisa burlona.

    — ¿Te hiciste un tatuaje mágico? Nunca pensé que terminarías así.

    — Callate, es bastante útil.

    — Me pregunto qué diseño habrás elegido que resulte de tanta significancia para ti, como para otorgarle poder.— Wuulfgarth cerró los ojos y se rascó la barbilla, como si estuviera meditando. Abrió los ojos, un brillo divertido en sus iris gélidos.— Y obviamente, ni siquiera pudiste costearte una versión más poderosa. No sé qué tan útil te puede haber sido, teniendo en cuenta que usas siempre armadura y no puedes liberar los efectos de ese tatuaje si tu piel desnuda no está en contacto con lo que quieras afectar.

    Null soltó un sonido inaudible de entendimiento. Así que por eso Freyja no había utilizado ese tatuaje en su lucha contra la abominación. La verdad que le hubiera resultado útil inmovilizarlo como había hecho con Rykaal. Se encogió de hombros. La cazadora tendría sus razones.

    — Además, ¿cómo conseguiste un que hakei te tatuara? ¿Y cómo incluso lograste encontrar uno?

    Freyja corrió el rostro, con el ceño fruncido, evitando la mirada del lurewulffer. Tenía una leve coloración roja en las mejillas y una expresión abochornada, pero era imposible intentar adivinar la razón. Escupió en el suelo, molesta.

    — ¿Podés hacer algo con este olor de mierda? Apenas estoy conteniendo las ganas de vomitar.— espetó, cambiando totalmente de tema.

    Wuulfgarth puso los ojos en blanco.

    — ¿Y por qué lo haría? Obviamente a ti te repugna, y eso es bueno. Significa que no vas a molestarme con tu presencia por mucho tiempo. Además, parece que a uno de tus compañeros no le molesta.— dijo, señalando a Null.

    Su mirada lo atravesó, como si estuviera estudiándolo de forma profunda. El essino se sintió visiblemente incómodo. Sin embargo, prontamente el archimago desvió su atención hacia Lahnla. Debió haber visto algo que no le gustaba, pues hizo una mueca de desagrado, mientras decía algo entre dientes.

    — Bardos... - pudo escuchar Freyja.

    Esta agarró un tintero y se lo arrojó al mago, que simplemente, con un movimiento de la mano, lo devolvió a su agresora. Esta se cubrió con su escudo, manchándolo de tinta negra. Chistó con la lengua.

    — Sacá este maldito hedor de una vez. ¿Y qué diablos hacés acá, en un laboratorio que parece sacado de una historia de terror?

    — Biomancia, el próximo paso de la filosofía natural. Aunque dudo que eso te interese. Y está bien, si tanto deseas disfrutar de mi presencia.— replicó Wuulfgarth, cansado.

    Se dirigió hacia la mesa alquímica, y tomó de allí una piedra de un extraño color violáceo, con un centro lechoso. Con una pequeña piqueta, obtuvo unos pedacitos de allí. Los puso en su palma, y apoyó una mano sobre la otra, haciendo movimientos como si amasara. Se acercó a Freyja.

    — Inhala fuerte.— ordenó.

    La arblur lo miró desconfiada, pero hizo lo que le pedían. Apenas comenzó a inhalar, el humano realizó un tubo con una mano y sopló, llenándole la cara de polvillo. La cazadora quiso insultarlo, pero se encontró con sus fosas nasales llenas de restos de piedra, por lo que comenzó a toser. Wuulfgarth soltó una risita contenida, y se dirigió hacia el resto.

    — Supongo que a ti no te afecta, niño bonito.— le preguntó a Null, mirándolo de manera severa. El essino tan solo miró hacia otro lado, y se alejó de allí. La presencia del archimago era apabullante. Este se encogió de hombros.— Te toca a ti, bardo.

    Repitió el mismo procedimiento con Lahnla, mientras este lo miraba curioso. Apenas mostró signos de malestar al recibir el polvillo. Null supuso que tal vez se debía a su adaptación al desierto y a las tormentas de arena. Pasó su mirada a la elfa. Esta seguía tosiendo, intentando limpiarse las lágrimas. Aunque con guanteletes y un escudo todavía adosado a un brazo, era complicado.

    — Pedazo de… involker.— fue todo lo que logró decir.

    — Siempre tan fina, elfa.— replicó Wuulfgarth, con una sonrisa sardónica.— ¿Qué les pasa a tus compañeros que no hablan? Son mudos, supongo. Tal vez esa es la única razón por la cual toleras estar en la presencia de otras personas, supongo.

    — De hecho, uno de ellos lo es.- Freyja señaló a Lahnla, que había levantado la mano ante la mención de su condición.— El otro… no sé. Le agarró timidez, supongo. Aunque agradezco su silencio.

    Null le dedicó una mirada molesta, y luego se aclaró la garganta, pasando su atención a Wuulfgarth.

    — Tan solo el espectáculo me tomó completamente por sorpresa. No todos los días te encuentras en el laboratorio de un entropista.— dijo, ojeando alrededor.

    El lurewulffer bufó por la boca, visiblemente molesto. Puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.

    — Por tu acento detecto que vienes de Northumbreissen, y al menos, conoces de la escuela entropista de magia, por lo menos de nombre. Eso quiere decir que estás por encima de los brutos peones de campo y simples mercenarios que suelen componer su población. ¿Dónde estudiaste, en Auzbünfurt?

    — Así es, en la Facultad de Medicina.

    — ¿En serio? ¿Y tienes el nervio de llamarme entropista? La educación sí que decayó en las últimas décadas en ese país.

    Null abrió la boca, para replicar, pero Freyja simplemente le hizo una señal sutil para que desistiera. Así que simplemente se mordió el labio inferior, y desvió su atención hacia la mesa alquímica. Notó algo que no había visto antes: una vejiga, abierta completamente. Por la forma y el color, parecía de orco. El essino se acercó, su curiosidad médica ganando terreno sobre su prudencia. Había visto imágenes ilustradas en sus textos universitarios, pero nunca había visto una vejiga de orco tan cerca. Era un poco más grande que la de un humano, y tenía paredes más gruesas. Además, el color era ligeramente distinto, aunque podía deberse más que nada a alguna enfermedad que hubiera tenido el individuo en vida. Por las manchas que tenía en su cavidad interior, parecía que este había sufrido alguna especie de infección urinaria. ¿Pero cuál habría sido la causa? Tenía que conocer los hábitos alimenticios de la persona, tal vez era debido a algún desbarajuste hereditario. Puede que incluso la vejiga haya pertenecido a un semi orco, teniendo en cuenta que el fruto de una unión entre padres de genética lo suficientemente similar como para producir hijos no siempre significaba que los individuos resultantes salieran en las mejores condiciones. De hecho, solía pasar lo contrario, que eran más propensos a…

    — Vaya, ahora entiendo por qué la elfa no te terminó matando, si eres igual de maleducado que ella. Confundes de manera bastante insultante el enfoque de mis estudios, husmeas en mis experimentos, utilizas mis instrumentos sin preguntar, y ni siquiera me dices tu nombre. Al menos el mudo se quedó quieto en un rincón.— replicó el archimago, con voz exasperada.

    Null pestañeó un par de veces, su línea de pensamiento cortada de raíz por el comentario de Wuulfgarth. Se dio cuenta que había tomado un bisturí de la mesa y había comenzado a cortar levemente la piel de la vejiga. Dejó el instrumento en la mesa, con cuidado, mientras sentía como sus mejillas se coloreaban apenas. Se dio media vuelta, y se rascó la nuca, mientras sonreía algo abochornado.

    — Lo siento, no soy bueno con las primeras presentación y suelo dejarme llevar por cualquier otra cosa.— miró a la elfa por el rabillo del ojo.— Null, un placer.

    Extendió la mano, sonriendo. Wuulfgarth se lo quedó mirando durante unos segundos, la ceja levantada, sus brazos en una pose pretenciosa, estudiándolo como si él fuera un estanciero y el essino fuera un becerro flaco en un remate. Con la mano todavía en el aire, el joven miró hacia Freyja, que simplemente se encogió de hombros. Esta chistó la lengua, poniendo los ojos en blanco. Al archimago le encantaba hacer esperar a la gente.

    Al final, el lurewulffer relajó su pose y se quitó el delantal. Con un chasquido de sus dedos, su túnica fue rápidamente suplantada por caros ropajes de exquisita manufactura, que mezclaban los colores azules y violetas, con un par de terrosos aquí y allá. Tenía lo que parecía una piel de lobo gélido en sus hombros. La arblur frunció la nariz. El hedor a muerte había desaparecido cuando el hombre le había soplado aquel polvo en la cara, pero ahora parecía oler a limón.

    — Wuulfgarth. Tengo más nombres, apellidos y títulos, obviamente, pero con eso bastará. Y soy un filósofo natural. Un transmutador, si quieres utilizar el término burdo.— se llevó su pipa a la boca, que al parecer, había conjurado del mismo aire.— Eres extraño, essino. Noto un aura intrigante alrededor tuyo. Y no es esa peste peregrina que tienes. Hay algo más profundo. Algo metido en tu cabeza.

    Le tiró el humo en la cara, que se dividió en canal alrededor de su cabeza, como si fuera un río sorteando un islote. Wuulfgarth parecía penetrarlo con su intensa mirada glacial, a tal punto que hasta Freyja se sentía incómoda. Luego de unos segundos en la cual la tensión era tan densa que se podría haber cortado con un cuchillo, el archimago simplemente dejó caer un poco de ceniza de su pipa al suelo, y se dio media vuelta, observando a la cazadora.

    — Muy bien, ahora, por favor, deléitame, ¿a qué malsana razón se debe esta visita tan inesperada?
     
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    La Saga de Freyja de Nidohueco: La Balada del Mago y la Muerte
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    Fantasía
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    La Balada del Mago y la Muerte - Parte X

    — La verdad, esperaba una explicación un poco más interesante.— comentó Wuulfgarth, mientras paseaba la yema de su índice por la boca de la copa que tenía al frente.

    Se encontraban todos en el comedor de la residencia, sentados alrededor de la mesa. Con un par de movimientos de manos y unas palabras de parte del archimago, el polvo de los muebles había sido removido y la habitación había sido acomodada de manera que pudiera ser habitable. Lahnla, al parecer también ansioso de mostrar sus poderes, con unas notas de su bandoneón y un par de silbidos, pequeñas representaciones espectrales de animales exóticos con proporciones caricaturescas se encargaron de traer platos, cubiertos y vasos, así como también suministros del almacén. El ulalmarano se encontraba en esos momentos en la cocina, preparando la comida. Parecía estar pasándola de maravilla, pues cada tanto, se lo veía pasar por el frente de la puerta, bailando y silbando alegremente, mientras sus animales en miniatura lo asistían.

    Null cada tanto asomaba una sonrisa al verlo. Wuulfgarth tenía una ceja levantada, en un gesto molesto. Freyja simplemente se encontraba jugando con un cuchillo, intentando agujerear la mesa, sin prestarles atención. Su estómago gruñó.

    — No sé por qué esperabas una explicación más interesante, sinceramente.— remarcó, atenta en su tarea de dañar la madera.— Sabés que es temporada de gnolls, y pagan relativamente bien por par de orejas. Era obvio que me ibas a encontrar aquí.

    — ¿Acaso la mesa insultó a todo tu linaje que estás tan empeñada en agujerearla? Al parecer tienes algo en contra de los muebles de madera.— la punta de las orejas de la elfa se sonrojaron levemente. La primera opción para sentarse a conversar había sido el cuarto de visitas, pero estaba destrozado por el ataque que le había agarrado al ver la mariposa.— ¿Es algo de los elfos del bosque, jurar venganza contra esta madera muerta o algo similar? ¿El trato que habían hecho hace milenios no era así?

    — Dejá de decir idioteces. El tratado que se hizo con Mirkaylar no tiene nada que ver, y sabes lo que me ofende que lo malinterpreten.

    — Nunca pusiste un pie en Aras Balan, petisa. No sé por qué te molesta tanto.

    — Si aunque sea asomo mi cabeza en Aras Balan, me matan. Y qué sé yo, orgullo de familia. No necesito explicarte nada.

    — ¿Orgullo de familia? Pero si ambos sabemos que…

    El cuchillo se clavó con tanta fuerza en la mesa que hasta Lahnla dejó de silbar y se asomó al comedor, curiosidad y preocupación por partes iguales en su mirada. Null, que había estado siguiendo la conversación con intriga, se sobresaltó levemente en su asiento. Freyja no dijo nada. Simplemente se quedó mirando fijamente al lurewulffer, una pesada intensidad reflejada en sus ojos gatunos color miel. Wuulfgarth simplemente se encogió de hombros, quitándole importancia con un gesto.

    El essino se mordió el labio inferior, algo incómodo con la situación. La elfa seguía aferrando el cuchillo con fuerza, y su respiración se había vuelto irregular. No podía dejar que el silencio los terminara aplastando a todos allí presentes.

    — Entonces, Wuulfgarth...

    —Hersir Wuulfgarth para ti, niño bonito. Y trátame de usted.— lo cortó el archimago, dándole luego un sorbo a su copa.

    Null frunció el ceño ante el apodo, confundido. Nadie lo había llamado de esa manera hace años, probablemente desde antes de que se transformara en Remendado. Se encogió de hombros. Tal vez era por el combo de piel oscura y ojos claros. Era exótico, según lo que le habían remarcado. Y más para un lurewulffer, suponía.

    — Hersir Wuulfgarth, entonces.— Freyja, que había vuelta a juguetear con el cuchillo, hizo una mueca.— ¿Por qué un transmutador está en el sótano de una casa abandonada, en medio de las Tierras de Nadie, y con una pila de cuerpos humanoides? La verdad estoy intrigado.

    El archimago se lo quedó mirando unos segundos, analizándolo. Al notar el sincero brillo de curiosidad en sus ojos, se encogió de hombros levemente.

    — Un experimento. Los entropistas no son los únicos permitidos para trabajar con cadáveres. Te sorprendería saber lo que los taumaturgos hacen con ellos. Pero nos estamos desviando. Verás, la biomancia es una disciplina que comenzó a desarrollarse hace unos años atrás. Como probablemente intentar explicárselo a ustedes tan solo logrará como único efecto que sus cerebros se dañen, pues estos temas se encuentran por encima de lo que un aventurero o mercenario promedio, o disculpa, una cazadora de monstruos, puedan llegar a entender, simplemente la definiré como una ciencia que une ciertos aspectos de la transmutación, la alquimia y la taumaturgia, principalmente centrándose en el manejo de la materia orgánica de cada una de esas escuelas. Mi objetivo es, dicho de manera simple, obtener una nueva fuente de energía para impulsar maquinaria y vehículos.

    "En síntesis, quiero obtener biocombustible.— Wuulfgarth hizo una pausa dramática, esperando que sus palabras surtieran efecto en sus oyentes. Lahnla había vuelto a la cocina, Freyja se había levantado y había comenzado a escribir cosas en la pared con el cuchillo, y Null parecía estar escuchándolo atentamente y con curiosidad, pero se notaba la confusión en sus ojos. El archimago puso los suyos en blanco, mientras bufaba fuertemente.— No me esperaba nada, y así incluso lograron decepcionarme.

    — No logro entender por qué buscar biocombustible, en especial en cuerpos muertos. ¿Qué parte puede ser aprovechada para tal fin? ¿La grasa corporal? No poseemos un alto índice calórico, según lo que me enseñaron.— comentó el essino, rascándose la barbilla.

    — Bueno, no me sorprende que…

    — A menos que… — lo interrumpió el joven.— Quiera manipular algunas de las reacciones químicas que se producen en un cuerpo al morir el individuo. ¿Tal vez tenga algo que ver con el metano que liberamos? De ser así, cualquier otra materia orgánica en descomposición sería igual de útil, y tal vez más barata y accesible que cuerpos muertos. ¿Por qué centrarse en humanoides?

    — Vaya, sí que hablas mucho.— dijo Wuulfgarth, mirándolo extrañado.— Sin embargo, al menos demuestras tener neuronas funcionales, mucho mejor de lo que esperaba en un mercenario que viene a cazar gnolls.

    El joven se sonrojó levemente ante la descripción del archimago. Ante la emoción, se había olvidado de por qué estaba allí. No la razón por la cual había decidido tomar este trabajo, obviamente, eso lo tenía bien presente todo el tiempo. Tal vez de verdad hubiera habido una mejor manera para afrontar sus deudas.

    — Apenas te acercas a las orillas de lo que planeo hacer, pero sí de esa manera tan simple puedes entenderlo, me vale. Es verdad que utilizando vegetales podridos, por ejemplo, puedo obtener en parte lo que yo busco. Sin embargo, mis estudios van más allá de los simples resultados químicos propios del proceso de descomposición. Lo que busco es poder obtener esos resultados, y luego utilizarlos como base para experimentos alquímicos y de transmutación. Y así, lograr formular un proceso que sirva para la rápida obtención de un combustible potente, y más barato que las opciones actuales.

    — ¿Pero qué hay de malo con el carbón? Incluso he escuchado que en Mulfjoran Dhzúm se está comenzando a utilizar marlo como sustituto. Además, muy pocos lugares tienen la infraestructura suficiente como para soportar un sistema de transporte que requiera combustible. ¿No sería mejor avanzar sobre lo que ya se tiene, antes que intentar obtener algo de la nada?

    — Ahí te equivocas, essino. ¿Qué mérito tiene simplemente mejorar lo que ya existe? No, si uno de verdad quiere trascender, debe romper todas las fundaciones y conceptos de ese momento. No basta con solo inventar. Debe crear.

    — ¿Y por qué estás haciendo todo esto, Wuulfgarth? Te conozco desde hace años y nunca expresaste ningún deseo en trascender o dejar algo para la posteridad.— replicó Freyja, dándose vuelta para mirarlo.

    — Oh, es simple. Por un concurso. El Consejo de Caída de Cuervo ha lanzado una convocatoria para todos los “ilustres y distinguidos usuarios de magia y mentes creativas que se encuentren abocados a las investigaciones y descubrimientos pertenecientes a las ramas alquímicas y de la filosofía natural” y muchas otras cosas que me da una increíble pereza detallar ahora. En síntesis, lo que buscan es una nueva fuente de combustible. Otorgan una muy buena suma por eso.

    — ¿Por qué quisieran eso? ¿Overscar no estaba utilizando carbón justamente? Según lo que conocía, habían encontrado un par de minas abundantes por allí.— preguntó Null.

    — Además, ¿un concurso? Eso sigue siendo totalmente fuera de papel para vos. ¿Acaso caíste en la ruina, que andás necesitando dinero?— se mofó la elfa.

    — Tengo suficiente dinero como para vivir el doble de años que tú y además todavía mantener ahorros, chichón del suelo.— la arblur contempló arrojarle el cuchillo, con el rostro rojo de ira. Odiaba que le remarcaran su baja estatura. El archimago le dedicó una sonrisa burlona.— No sé qué demonios haré con el dinero si gano (y obvio que lo haré). Tal vez lo done, o haga una estatua gigante de oro que representa una osa preñada, solo para demostrar que puedo. Aún no me decidí.

    Se giró hacia Null, que miraba el intercambio algo divertido. Lahnla apareció en ese momento con la comida, llevando dos platos en la mano y los otros dos eran traídos por figuras espectrales. Si uno no prestaba la suficiente atención, parecía que flotaban en el aire. La cazadora notó que las figuras tenían formas humanoides, pero con sus rasgos modificados cómicamente: un guerrero con un torso extremadamente ancho y cintura y piernas diminutas, el casco tapándole el rostro y una enorme hacha completamente impráctica en la espalda; y un sujeto que parecía un villano de un cuento malo para niños. Hasta se acariciaba el bigote fino y largo, en una mueca que seguramente era una burda representación de una sonrisa malvada. Freyja arrugó la nariz y se sentó en la mesa. En estos momentos, su estómago le demandaba más atención que los personajes caricaturescos y fantasmagóricos.

    — Para responder a tu pregunta, essino.— continuó Wuulfgarth, ignorando la presentación de Lahnla, al igual que a los espíritus.— Es bastante simple: política. Obviamente que en Kalador hay carbón mineral de sobra, pero la maquinaria para poder utilizarlo, e incluso minarlo, se importa de Archion. El Consejo quiere iniciar una industria propia, y no depender de otro país que se encuentra a bastante distancia para sus medios de transporte. Y además, tener en su poder una nueva fuente de combustible y ser los dueños de la maquinaria que pueda usarlo le dará bastante poder sobre los Jarls.

    — Entonces… ¿A usted le interesa la política?— preguntó Null, algo confundido, agradeciendo a Lahnla con una sonrisa y un asentimiento de cabeza cuando le puso el plato humeante al frente.

    — Oh, no. Bastante lejos de la realidad. Odio la política, de hecho. La detesto.

    — ¿Podés dejar de dar tantas vueltas, carajo? No sos tan interesante.— espetó Freyja, tomando la carne cocida del plato con una mano y cortando un trozo con el cuchillo con el que había estado jugueteando, para llevársela a la boca, hambrienta. El archimago la miró arrogante.— ¿Qué?

    — Cómo siempre, tus finos modales son una clara muestra… — Wuulfgarth se frenó al ver que Lahnla hacía un procedimiento similar con su comida, aunque estos eran vegetales.— No importa. Al menos, uno de ustedes tres sabe utilizar cubiertos de manera correcta. Bastante correcta, a decir verdad.

    Al sentirse observado, Null dejó lentamente los cubiertos sobre la mesa, y decidió ocultar su abochornado rostro tras la copa de vino que tenía al frente. Sin embargo, no pudo mantener el escondite durante mucho tiempo. El vino era demasiado dulce para él.

    — ¿Y por qué tengo la sensación de que eso te molesta?— inquirió Freyja, divertida, mientras trozeaba su comida, esta vez con la boca. La naturaleza le había dado dientes capaz de arrancar y cortar carne, los iba a utilizar.— ¿Sentís que ya no sos el único refinado de la sala y no podés refregárnoslo en la cara? Tranquilo, tu lugar como mago esnob y estirado está seguro. Nadie podrá quitártelo, no importa cuan bien sepa usar un juego de cubiertos.

    — Entré en este concurso simplemente porque un rival mío también lo hizo, y quería obviamente rebajarlo todavía en otra disciplina. En caso contrario, ni me hubiera molestado.— comentó el acusado, ignorando por completo a la elfa.— Esa es la pura y simple razón. Pensé que sería divertido superarlo en todos los aspectos de su vida, así que aquí estoy.

    — Sigo sin entender algo.— dijo Null, no queriendo seguir inquiriendo sobre este rival y seguir alimentando el orgullo del archimago. Había escuchado que los personalistas necesitaban de un ego increíble, que de alguna manera se relacionaba con su poder y capacidad de usar magia.— ¿Por qué utilizar cadáveres? O para ser más exacto, cadáveres de humanoides. No llego a encontrar cual sería la ventaja sobre otras materias orgánicas descompuestas.

    Wuulfgarth dejó caer los cubiertos sobre el plato y se frotó las sienes, soltando el mismo suspiro derrotado que un profesor suelta cuando tiene que explicar por tercera vez un tema simple al alumno más cabeza dura. Apoyó el rostro sobre sus manos entrelazadas.

    — Lo voy a poner así, para que dejen de hacerme preguntas. Como les había mencionado, entré a este concurso puramente por motivos egotísticos y personales, sin intención de contribuir absolutamente nada a la sociedad. Por lo tanto, no quería siquiera tener que gastar la energía mental suficiente como para pensar en un proyecto atractivo. Así que espié a mi rival, y logré obtener información sobre lo que él planea hacer, que es la utilización de cadáveres para la obtención de energía. Y obviamente, lo que haré será replicar exactamente su experimento, pero mejor, y así demostrarle que incluso utilizando sus propias ideas soy mejor.— explicó el lurewulffer, con aire de satisfacción, y le dio un sorbo a su copa.

    El silencio se había instaurado en el comedor después de sus palabras. Null no sabía qué responder, y había decidido que lo mejor era seguir comiendo. Lahnla no le había prestado demasiada atención a la situación, al parecer, atento como estaba comiendo, y anotando cosas en un cuaderno. Freyja miraba al archimago con una mueca de desagrado.

    — Sos despreciable, Wuulfgarth. ¿Hasta dónde vas a llegar para demostrar un punto? ¿Tan falto de atención estás?

    El archimago tan solo le dedicó una sonrisa sarcástica, para luego mirar hacia la nada, ignorando completamente la comida caliente que tenía al frente. Sin embargo, su rostro se iluminó poco después, y miró a todos con interés. La elfa hizo una mueca. Conocía esa expresión. Y no le gustaba para nada.

    — ¿Cuánto?

    — ¿Disculpa?— preguntó Wuulfgarth, con expresión inocente.

    — No te hagás el tarado. A qué monstruo querés que mate y cuánto me vas a pagar por eso. Más te vale que sea mucho más que lo que voy a ganar matando gnolls, y también en moneda. No pienso volver a aceptar más frascos de sangre de wyrm de escarcha.— replicó la cazadora, mirándolo seriamente.

    — Eso, ¿al final qué hiciste con los frascos que te di?— preguntó el humano, curioso.

    — Entre otras cosas, le derretí el rostro a un fill’kuta.— respondió de manera seca la arblur.

    — Interesante uso. Y un increíble desperdicio de una sustancia extremadamente valiosa, la verdad. Pero no viene al caso. Muy bien, si esos son tus términos.— accedió, levantando las manos en el aire.— ¿Conoces la historia de la Tragedia de Campo Blanco?

    Lahnla levantó la vista de su plato. La palabra historia le había llamado la atención. Por su parte, Null tensó levemente sus músculos, de forma completamente imperceptible. Conocía la historia. La conocía bastante bien. Si alguien notó su nerviosismo, nadie lo demostró. Freyja chistó con la lengua.

    — Algo, sí. ¿No fue una masacre en un pueblo por aquí? Había sido invadida por ghouls o Malditos similares, y estos exterminaron a todos los habitantes. Fue tan grotesco que inició toda la diáspora de las Tierras de Nadie hacia otros lugares.

    — Esa es la versión resumida, sí. Lo que ocurrió en Campo Blanco fue la gota que rebalsó el vaso para mucha gente viviendo en la región. Obviamente, es una historia rodeada de misterio, pero eso me interesa bastante poco la verdad. Lo que me concierne en estos momentos es lo que quedó después de la masacre.

    — ¿Un pueblo fantasma?

    — La simpleza de tu pensamiento es inspiradora. No, elfa, cadáveres. Cómo morían por docenas, simplemente decidieron enterrarlos a todos en una enorme fosa común. Y no solo los cuerpos devorados de los pobres aldeanos. Cuando un destacamento de atraparratas llegó para investigar y limpiar el lugar, mandaron a todos los cuerpos de los no-muertos a la misma fosa. Dicen que lo encontraron allí fue tan sacrílego y terrorífico que decidieron hacer un pacto de silencio y nunca más hablar sobre ello, además de destruir la evidencia, para evitar que un horror así pudiera volver a repetirse.

    — Esperá un segundo… ¿Querés entonces que recoja… ?

    — Cadáveres, así es.

    — ¿Por qué mierda te interesa eso? No pienso alimentar ninguno de tus fetiches raros.

    — ¿Qué acaso tienes una papa en las orejas? ¿No escuchaste nada de lo que estábamos hablando?— Wuulfgarth soltó un bufido de exasperación.— Mira, estoy seguro de que los no-muertos que invadieron Campo Blanco no eran zombies o ghouls normales. Alguna magia extraña los impulsaba, además de que al parecer, lograban transformar a sus víctimas rápidamente en el período de un día. Ningún ghoul puede convertir a una criatura viva en otro ghoul, y la infección zombie no surte efecto tan rápido. Me intriga saber qué es lo que volvía a esos no-muertos tan especiales. Y si puedo obviamente utilizar eso para mis experimentos.

    — Yo cazo monstruos, Wuulfgarth, ya te lo había dicho. Ni loca voy a ponerme a fisgonear…

    — Te pagaré veinte osos denarios por cuerpo. O veinte arylianos, no sé cómo diantres llaman a las monedas de oro en los Dominios Lejanos.

    El sonido de la mandíbula de Freyja al cerrarse resonó por toda la sala. Eso era muchísimo dinero. En especial si era por cada cuerpo. Apoyó la cabeza en sus manos entrelazadas, meditando.

    — Bueno, te dejo para que lo pienses bien. Yo seguiré con mis experimentos.— comentó Wuulfgarth, con una sonrisa de satisfacción al ver el efecto que habían tenido sus palabras, y se levantó de la mesa, dejando el plato de comida entero.

    Sin embargo, al salir de la habitación, hizo un gesto con la mano, y el plato se levantó en el aire y lo siguió. Lahnla soltó un silbido de alegría.

    — No estarás verdaderamente sopesando el ofrecimiento, ¿no?— preguntó Null, mirando fijamente a la elfa, una vez que el archimago hubiera desaparecido.

    Esta lo miró algo confundida.

    — Pues claro que no. No tengo que sopesar nada, es obvio que voy a decir que sí. Pero quería pasar la noche en un lugar con techo, y conociendo a Wuulfgarth, seguramente me hubiera pateado de aquí apenas aceptara. ¿Por qué?

    — No creo que sea lo mejor.

    — ¿Y por qué no? Si vos querés seguir arriesgando tu vida por solo diez veleanos el par de orejas, por favor, que nada te detenga. Pero yo acabo de encontrar una mejor salida económica, y bastante fácil, la verdad. Tan solo necesito conseguir un carro…

    — ¿En serio prefieres exhumar cadáveres de personas que murieron de manera horrible simplemente por… dinero?— Freyja se encogió de hombros.— Pensaba mejor de ti.

    — ¿Disculpa? ¿Desde cuando alguien te nombró como mi juez moralista? Y qué te importa lo que haga, sinceramente. Hasta donde sé, vos solo estás conmigo para que alguien te proteja el culo. Había una jodida pila de cadáveres ahí debajo, y no pestañeaste ni una sola vez. ¿Y vienes con esas palabras ahora?

    — Disculpa Freyja, no era mi intención insultarte ni nada por el estilo. Es solo que… me parece bastante malo tener que profanar la memoria de alguien que murió de forma tan trágica. En especial para un… experimento, que solamente está impulsado por una rivalidad mezquina.— comentó Null, en voz baja, mirando hacia la mesa.

    Freyja se lo quedó mirando, y se levantó, sin decir una palabra. Fue hasta donde habían dejado sus cosas, y volvió luego con una bolsa en la mano, que arrojó sobre la mesa, al frente del essino. Este se sobresaltó por el sonido húmedo que esta provocó al chocar contra la madera.

    — Tus orejas. Tomalas y andate. Nuestro pequeño acuerdo terminó.— indicó, en un tono serio.

    — ¿En serio? ¿Eso es todo? ¿Tan difícil es decir un “no” y continuar con lo que vinimos a hacer?

    — Lo que yo vine a hacer es ganar dinero, Null. Y creo que vos también. Si tanto importa tu moral, continuá cazando gnolls. Nadie pestañeará dos veces cuando llegues con una bolsa sanguinolenta llena de orejas de hiena.— la elfa hizo el ademán de salir de la habitación, pero se detuvo en el umbral de la puerta. Miró al joven por encima del hombro.— Me importa un pepino sinceramente si desentierro cuerpos de gente que ha muerto de forma pacífica o violenta. Los muertos están muertos Null. Ya no se puede hacer nada al respecto. Lo único que queda de ellos es un pedazo de carne vacío, listo para ser devorado por los gusanos. Creo que ya te lo había dicho. No me interesan.

    Null no le creyó. No sabía si había sido el tono en su voz, o el hecho de que desviara la mirada en la última frase. No podía decir por qué, pero sabía que la elfa estaba mintiendo. Aunque no podía decidir si le estaba mintiendo a él, o a sí misma. Todo lo que pudo hacer fue observarla mientras se alejaba.

    Se frotó el rostro, cansado, y con un suspiro, se levantó de la mesa. Miró la bolsa con las orejas, y rascándose la nuca, salió de la habitación.

    Lahnla entrelazó las manos sobre la mesa, preocupado. A pesar de su tamaño y su excéntrico vestuario, podía pasar bastante desapercibido cuando lo quería. Para acentuar el efecto, había utilizado su magia para crear una situación en la cual su presencia no fuera importante. Tomó su cuaderno, y anotó un par de cosas más allí. Movió sus dedos, y de ellos se desprendieron hilos etéreos, con los que el bardo empezó a tejer una figura. En cuanto estuvo satisfecho con el resultado, guardó la figura en su cuaderno, como alguien guarda una flor entre las hojas de un diario, y se levantó de allí, dejando la vajilla sobre la mesa. Las historias de sus compañeros habían tomado un par de giros dramáticos, pero él no podía hacer nada para desenredarlos. Él era tan solo un cuentacuentos, no un arreglacuentos. Además, sabía por experiencia que las mejores historias eran las que se resolvían por sí mismas, sin ninguna ayuda externa.

    Meditabundo, salió de la habitación, mientras silbaba una canción tranquila, que no tenía ningún sentido para aquel que la escuchara.




    Al día siguiente, Freyja halló una nota sobre la mesa del comedor, cuando bajó para desayunar. No había podido dormir bien, y sus ojeras lo demostraban. Ni siquiera su meditación la salvó de eso. Por lo tanto, tardó un poco en entender las palabras que había escritas sobre la hoja. Soltó un suspiro cuando terminó de leer, bajando el brazo.

    Wuulfgarth apareció en la habitación, vestido igual de pomposo que siempre.

    — Bueno, supongo que ya estás lista para irte. ¿Esa nota es del essino, no? Supongo que se fue. No se lo notaba muy emocionado ante el prospecto de asaltar una fosa común por cadáveres.— la elfa no le respondió, pues estaba mirando por la ventana.— Oye, ¿acaso te afecta en algo que se vaya? Me cuesta creerlo.

    — No, no me afecta.— comentó, haciendo un bollo con la hoja, y tirándola al suelo.— Si no tenés nada más que decirme sobre el trabajo, quisiera empezar cuanto antes. No quiero pasar mucho más tiempo en este lugar. En especial si tu cara va a estar en él.

    — Te iba a decir justamente que salieras de inmediato. Campo Blanco está a más de un día de aquí, pero si te apuras, puedes llegar al anochecer.

    La elfa asintió y salió de la sala. Cuando estaba poniéndose su armadura, notó los vendajes alrededor de sus brazos y su torso. Se había acostumbrado a su tacto con su piel, y apenas los sentía. Chistó con la lengua, mientras se ataba el pelo en su clásico rodete, para luego agitar la cabeza.

    Involker....

    No, no le afectaba. Ni un poco.
     
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  19. Threadmarks: Parte XI
     
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    La Balada del Mago y la Muerte - Parte XI

    Freyja gruñó levemente, mientras escarbaba con una garra para sacar los últimos pedazos de carne de pavhúo que habían quedado entre sus dientes. Había cazado un ejemplar a la tarde, y Lahnla se había ocupado de cocinarlo. No iba a admitirlo, pero estaba riquísimo. Rara vez extraía toda la carne de ave que quedaba pegada en lugares poco accesibles, pero el sazonamiento que el ulalmarano le había dado era sabrosísimo. Un poco picante para su gusto, sí, pero no dejaba de ser exquisito.

    Escupió a un costado los restos que había logrado sacar, y se dirigió hacia el carro. Después de mucho insistir, había logrado convencer a Wuulfgarth para que tomara las maderas de los muebles que ella había roto y las transformara en una carreta. Así iba a ser mucho más sencillo poder cargar con varios cuerpos, le había mencionado. Como no, el archimago se lo había descontado de su paga, pero no le interesaba mucho. Con las orejas de gnoll y lo que iba a ganar ahora actuando de asaltatumbas, iba a ganar una pequeña fortuna.

    Asaltatumbas, ¿eh? A eso se había reducido. Ella, que siempre había dejado bien en claro que su única profesión era cazar monstruos y nada más. Meneó la cabeza, quitándose esos pensamientos de encima. Era dinero, y en estos momentos, lo necesitaba. Nunca había estado rebosante de recursos, y tener la posibilidad de pasar una semana sin preocuparse si al día siguiente iba a comer sin tener que arriesgar el pellejo era un muy buen prospecto. La moralidad no tenía nada que ver en todo esto.

    Tomó una pava, que había birlado de la casa en donde habían pasado la noche, un odre con agua, y dos pequeñas bolsas de tela. Fue hacia la hoguera, mientras llenaba la pava de agua, para luego ponerla sobre el fuego, suspendida de los mismos hierros que Lahnla había dispuesto para calentar las ollas. De una de las bolsas, sacó un porongo ahuecado, una bombilla de hierro, y un saquito con yerba mate. Se dispuso a preparar la bebida, mientras vigilaba alrededor. Desde que había entrado en La Frontera que no tomaba mate. Le gustaba hacerlo de noche, cuando se sentía un poco más relajada. Y teniendo en cuenta que le tocaría hacer una guardia extendida, debido a que el ulalmarano tenía tiempos de sueño de un humano, no había un mejor momento. Dejó la otra bolsa a un costado de su asiento, con la boca abierta para fácil acceso. Un puñado de nueces podía notarse dentro de la misma.

    Exhaló aire por la nariz, de manera pesada. Lo que sea que Wuulfgarth le había hecho a sus fosas nasales para que ya no sintiera el olor putrefacto del sótano había desaparecido, y aunque agradecía poder oler de nuevo, el hedor del pantano le había pegado como una trompada. Al menos, esta zona parecía ser un poco más seca, al estar más expuesta por la falta de árboles. Eso también hacía que fuera más peligroso acampar, pero por suerte, no se habían encontrado con ningún peligro en su viaje hasta allí. El carro los había atrasado, y a pesar de que el bardo había hecho aparecer lo que parecía un elefante en miniatura, con proporciones, como siempre, caricaturescas, para tirar del mismo, el terreno de las marismas era lo peor para un vehículo pesado como ese.

    Volteó su cabeza, para ver la carpa en donde el trovador dormía. Había viajado por más de una semana con él, y aún no entendía en absoluto como su magia funcionaba. Todo lo que sabía era que se necesitaba música, o al menos eso suponía, ya que siempre Lahnla estaba silbando o tocando un instrumento, y que todo lo que conjuraba o cambiaba parecía ser como… como el recuento de una historia o una fábula. Agitó la cabeza. Tal vez estaba pensando demasiado. Tal vez simplemente no seguía ningún tipo de reglas. Era una magia nacida del arte, después de todo, y los artistas podían ser extremadamente caprichosos.

    El sonido del vapor escapando vivamente por el pico de la pava la volvió a la realidad. Tomó el mango de la misma, y se disponía a llenar el porongo con agua cuando sus orejas se movieron nerviosas. Algo se había acercado hacia ella por su espalda, y estaba peligrosamente cerca. Sin perder tiempo, giró su cuerpo y lanzó la pava detrás suyo. Tomó la lanza, que estaba apoyada al lado de su asiento, y se puso en posición, asiéndola con ambas manos, lista para ensartar lo que fuera que hubiera invadido su campamento. La voz del intruso la tomó por sorpresa.

    — ¿Freyja, acabas de lanzarme una pava?

    — Sí, con agua hirviendo.— respondió esta, relajando su postura, pero no su expresión.— ¿Qué diablos hacés acá, Null, y acercándote de manera tan sigilosa? ¿Te perdiste?

    — Yo… eh… ¿me puedo sentar? Si no soy una molestia, claro está.— preguntó, el nerviosismo patente en su voz.

    La elfa lo miró duramente por unos segundos. ¿De verdad tenía el nervio de venir y preguntar eso? ¿Qué mierda quería? Chistó con la lengua, meneando la cabeza. ¿Por qué la afectaba tanto? Tal vez que la gente la dejara, y no al revés, la afectaba sobremanera. Debía ser una de las razones por las cuales le gustaba tanto viajar sola. Señaló con la barbilla el suelo alrededor de la hoguera y volvió a sentarse, dejando la lanza a un costado. Cuando Null iba a hacer lo propio, la cazadora le chistó. El essino la miró confundido.

    — Andá a buscar la pava. Es por tu culpa que la arrojé, así que tenés que ir a recogerla ahora.— sentenció de manera seria.

    El joven suspiró, poniendo los ojos en blanco, pero se dirigió hacia donde la pava había caído, recogiéndola del suelo.

    Zwafell!— maldijo cuando agarró el asa caliente, dejando caer el recipiente de nuevo al suelo.

    — Cuidado, está que pela.— le avisó de manera irónica Freyja, soltando una pequeña risita.

    Null bufó, y esta vez con un trapo protegiendo su mano, alzó la pava, y se la entregó a la elfa. Esta la volvió a llenar de agua, y la puso sobre las llamas de nuevo. El silencio se sentó junto a ellos, de manera pesada, ninguno de los dos queriendo ser el primero en iniciar la conversación. Habían tenido una pelea tonta, la verdad, y ambos lo sabían. Pero una de los dos era extremadamente orgullosa, y el otro algo tímido, y seguía sin saber cómo tratar con ella. Era una combinación complicada cuando se trataba de disculparse por algo. Tampoco eran amigos, solo eran socios, y ninguno le debía nada al otro. Aunque, tal vez, eso no fuera del todo cierto.

    — ¿Les quedó algo de la cena? La verdad es que no pude comer nada desde el almuerzo, y viajar por las marismas cansa.- se aventuró el essino, frotando las manos algo nervioso.

    — No, ya no queda nada. Te lo perdiste encima, estaba riquísimo.— la elfa hizo una pausa, meditando.- Pero tengo nueces, si querés.

    — No me vendría mal, gracias.— el joven sonrió.

    La cazadora buscó en la bolsa que tenía al lado. Eligió una pequeña, que parecía tener una cáscara bien dura, y se la arrojó. El humano la asió en el aire, y se la quedó mirando, como si estuviera esperando algo más.

    — ¿Qué?

    — ¿No tienes un cascanueces o algo similar? No creo que pueda abrirla así.— comenzó, con una media sonrisa, algo confundido.

    Freyja chistó con la lengua, poniendo los ojos en blanco, y le arrebató el fruto de las manos. Lo puso en una palma, y cerró el puño con fuerza. El ligero crack de la nuez al partirse tomó por sorpresa a Null. Su compañera simplemente le depositó en sus manos la nuez rota, los aceitosos cotiledones libres al fin de su coraza. Iba a tener que escarbar un poco entre los restos para separar lo que era comestible de lo que no, pero no se podía negar que el método había sido efectivo. El joven agitó la cabeza, para quitarse su perplejidad, y se dispuso a comer.

    El silencio permaneció con ellos hasta que fue ahuyentado por el chillido del vapor escapando de la pava. Freyja la sacó del fuego, y se dispuso al fin a llenar el porongo. Removió un poco la yerba mojada con la bombilla, y se la llevó a los labios, saboreando el agua caliente. Contempló la quietud de la noche, la oscuridad que los rodeaba, y el sonido de animales nocturnos, principalmente insectos, revoloteando alrededor de las llamas. Null no dijo nada.

    Terminó el mate y volvió a llenarlo. Se lo estuvo por llevar a los labios de vuelta, cuando se detuvo y lo pensó mejor. Extendió el brazo, alcanzándole la bebida al essino. Este la miró algo sorprendido, y curioso, tomó el porongo. Sorbió un poco, pero de inmediato sacó la lengua afuera, en una expresión de desagrado.

    — Te dije que estaba que pela. Y además es amargo.— comentó la cazadora, la cabeza apoyada en una mano, mientras lo miraba fijamente.

    — Sí, lo pude notar.— respondió el anoriano, devolviéndole el mate.

    — Es un gusto adquirido.— Freyja tomó lo que le entregaban y sorbió.

    — Eres de la Doble Costa, ¿verdad?— preguntó Null, sorprendiendo a la elfa.

    — ¿Disculpa?

    — Tu forma de hablar, tus modismos, y esa bebida, ¿mate se llamaba? Es muy típico de allí.

    La arblur se quedó estudiándolo durante unos segundos, meditando, antes de responder.

    — Sí, vengo de Uleared.

    — De Nidohueco, ¿verdad? Mencionaste ese nombre cuando te presentaste ante el Ranger.

    Freyja asintió, con aire ausente, mirando hacia la nada. Null había recogido sus piernas, rodéandolas con los brazos.

    — ¿Y vos de dónde venís, Null? ¿Desde Northumbreissen? Es un camino largo solo para unas monedas.

    — Es… complicado. Desde mi nacimiento viví allí. Por…— hizo una pausa, intentando buscar las palabras correctas.—... diversas circunstancias, tuve que recorrer todo el país. Y al final, terminé huyendo de allí. Viví los últimos años en los Dominios Lejanos.

    — ¿En serio? ¿Por qué irte tan lejos? Cruzaste todo un continente.— inquirió la cazadora, algo sorprendida.

    — Sí, lo hice. Y era necesario. De verdad necesitaba alejarme de allí. Tenía que dejar todo detrás.— Null miraba con aire ausente las llamas. La elfa pudo notar como, de manera inconsciente, se había llevado una mano al pañuelo violeta.

    Un chasquido de lengua trajo de vuelta al essino a la realidad.

    — De verdad sos frustrante, Null.

    — ¿En serio? ¿Por qué?— preguntó el humano, divertido.

    — Cada vez que descubro algo nuevo sobre vos, resulta que detrás hay otras cinco cortinas que me impiden ver más adelante. Literalmente estás rodeado de misterios.

    — Bueno, ¿pero no sería muy aburrido de otra manera? No tendrías nada nuevo por descubrir.

    — Yo no tengo tantos secretos.

    — Supongo que se debe a que no tienes mucho espacio para guardarlos.— comentó Null, encogiéndose de hombros.

    Prontamente, levantó el brazo, para protegerse de la bola de fango que la elfa le había arrojado, con el ceño fruncido. El joven comenzó a reír. Una risa suave, casi sin volumen. Pero liberadora. Hacía un tiempo que no se reía así. Sonreía mucho, sí. Pero reírse de esa manera, no. Freyja chistó con la lengua y se llevó la bombilla a los labios, que se dibujaron en una fugaz y etérea sonrisa.

    El silencio, tímido, volvió a sentarse entre ellos. Pero esta vez, no los aplastaba con su peso. Simplemente los acompañaba, brindándoles confort, y un espacio en el cual relajarse. De alguna manera, parecía que velara por ellos. Se sentían cómodos en ese silencio. Cada tanto, el silencio era levemente ahuyentado por el sonido de una nuez al quebrarse bajo el apretón de la elfa. La mano con la que agarraba el mate se tensó ligeramente. Hacía décadas que no se sentía así. Tal vez cerca de un siglo. Inconscientemente, se abrazó con el brazo libre.

    — Null, ¿por qué viniste hasta acá? Estoy más que segura que no te perdiste.

    El aludido sonrió débilmente, mirando el danzar de las sombras que producía la hoguera.

    — Me di cuenta que mi reacción y las cosas que dije en la nota habían sido completamente inmaduras. Tal vez me chocó todo lo que estaba ocurriendo en ese momento, o el cansancio y la sobreabundancia de información me confundieron, no sé. Entendí que había iniciado un conflicto por nada, y me sentía bastante mal. Vine a pedir perdón por mi reacción.— hizo una pausa.— Y también para preguntarte si no es molestia que los siga acompañando en este viaje.

    — Sí, de verdad que nos peleamos por nada.— concedió la cazadora.— Pero, ¿estás seguro? Mis planes no cambiaron. Pienso ir a ese pueblo y desenterrar tantos cadáveres como pueda.

    — Me lo temía. Bueno, pero con una condición.

    — ¿Eh, ahora sos vos él que pone condiciones? ¿No estabas pidiendo permiso para acompañarnos hace un segundo?

    — Pienso que tal vez deberías escucharme. Cuando inevitablemente te vuelvas a dislocar el brazo y abrir la cabeza de un tajo porque decidiste pelear contra un demonio a puño limpio, ¿quién te parcheará de vuelta?— inquirió Null, con una sonrisa.

    Freyja chistó con la lengua, poniendo los ojos en blanco, y dándole otro sorbo al mate. Una media sonrisa se asomó en sus labios.

    — Está bien, ¿qué querés?

    — Que tan solo llevemos cuerpos de no-muertos, y volvamos a enterrar a cualquier aldeano que debamos exhumar. Todo esto me sigue dando muy mala espina, en especial con las historias que escuché del pueblo y lo que ocurrió allí, y yo estando tan cerca, pero si no vas a cambiar de opinión sobre el trabajo, debo flexibilizarme un poco.

    — Un segundo, ¿vos estando tan cerca? ¿Te referís ahora o…?

    Null le dedicó una sonrisa débil, y señaló en una dirección, por el camino que habían transitado ella y Lahnla por ese momento.

    — Salvando los kilómetros que nos separan, en esa dirección se encontraba mi casa.

    — Eso quiere decir…

    — Sí, vivía en el reino de Tol Krhogo, antes de que cayera y se convirtiera en La Frontera. Mi forzosa mudanza es una de las razones por las cuales estoy en deuda hoy.— comentó, tomando una ramita del suelo y partiéndola en dos con una mano.

    Silencio, una vez más. Freyja suspiró. Null, por algún motivo desconocido, le generaba genuina curiosidad. Quería preguntarle bastantes cosas, la verdad, pero sabía que no era el momento. Sin embargo, había algo que tenía en su garganta hace bastante tiempo. Una semana atrás, desde que Null la había cargado a sus espaldas para llevarla a un lugar a salvo, después de caer desmayada debido a la pelea contra la aberración. Suponía que ahora era un buen momento como cualquier otro.

    — Gracias.

    — ¿Eh?— el essino la miró confundido.

    — Eso, gracias. Sé que no te di las mejores razones para caerte bien, pero… seguiste a mi lado todo este tiempo, trataste todas mis heridas sin peros, e incluso volviste para disculparte. Puedo contar con una mano la cantidad de personas que se portarían así conmigo. Antes me burlaba de que eras demasiado bueno. Lo veía sencillamente como una debilidad de tu parte.— hizo una pausa.— Siéndote sincera, lo sigo viendo de esa manera. Pero… ya no me molesta que vos lo seas.

    Lo miró directamente a los ojos para decir lo siguiente:

    — De verdad, muchas gracias.

    Null desvió la mirada y se concentró en el fuego, con una sonrisa asomándose en sus labios.

    — A decir verdad, sí fuiste bastante irrespetuosa y cascarrabias.

    — No arruinés el momento, cerebro partido.— la elfa chistó la lengua, molesta.

    El joven soltó una carcajada leve y suave. Alegre. Sin ninguna malicia detrás. Era más como el susurro del viento que una risa.

    — Bueno, si te hace sentir mejor, hasta ahora no encontré ni una sola razón para no seguir a tu lado en este viaje. Y obviamente, seguir curándote. Aunque no lo quieras admitir, Freyja, tú también eres bastante buena.

    — Andate a la mierda, involker.

    Null volvió a reír, y el sonido finalmente hizo desaparecer el silencio que había entre ambos. Los dos lo pudieron sentir. Un peso, aunque leve, se levantó de sus cuerpos. Había sido gentil, pero seguía estando allí. Ahora, se sentían liberados. Se quedaron un rato más frente al fuego, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Luego de unos minutos, el essino se levantó y se desperezó.

    — Deberías ir a dormir. Yo puedo hacer la guardia a partir de ahora.- anunció, sacudiéndose el barro de las posaderas.— Primero revisaré el perímetro y pondré varias trampas. Te voy a demostrar que no me equivoqué al traerlas.

    Freyja levantó una ceja, pero también se levantó de su asiento. Sin embargo no se dirigió hacia su carpa, sino que siguió de largo.

    — ¿A dónde vas?— preguntó el essino, algo confundido.

    — Acabo de tomar media pava de agua caliente. Creo que sabés la respuesta.

    — Oh.

    — Más vale que me esperés hasta que pongas esas trampas.

    — Descuida, lo haré.— le aseguró, con una sonrisa.

    Freyja simplemente chistó con la lengua y se alejó. Null esperó sentado, siguiendo un ritmo imaginario con sus palmas, tamborileando sobre sus rodillas. Al cabo de un rato, la elfa volvió, con el porongo ya vacío y limpio. Se quitó algunos trozos de piel de nuez que habían quedado entre sus dientes con la lengua y los escupió a un costado.

    — Buenas noches, Null.

    — Buenas noches, Freyja. Que descanses.— se despidió el aludido, con una sonrisa.

    El humano se la quedó observando mientras entraba en la tienda, y luego se dedicó a las tareas que él se había encomendado, patrullando el perímetro y asegurándose de que no hubiera ninguna amenaza cerca. Luego de disponer varias trampas en lugares cuidadosamente seleccionados, se sentó frente a las llamas, contemplando su hipnótica danza. Miró hacia un costado, hacia la pava que yacía medio vacía. La sonrisa en su rostro se fue difuminando lentamente, hasta transformarse en una mueca triste. Sus ojos esmeralda perdieron un poco el brillo, mientras suspiraba y miraba hacia la noche.

    — Una persona buena, ¿eh? Freyja, no puedes estar más equivocada.— comentó al viento, con la voz apagada.
     
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  20. Threadmarks: Parte XII
     
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    La Balada del Mago y la Muerte - Parte XII

    — Bueno, este paisaje es alentador.— comentó Freyja, haciendo un esfuerzo por ver veinte metros al frente suyo.

    Habían llegado a Campo Blanco, o al menos lo que la elfa suponía que era Campo Blanco, pasado el mediodía. Desde que habían comenzado a acercarse al pueblo fantasma, una sensación de ansiedad se había instaurado en los tres. Era una reacción instintiva, pero distinta a la que habían sentido al ingresar a la casa en donde habían encontrado a Wuulfgarth. Era peor. Lo que fuera que hubiera ocurrido en esa villa había dejado su marca, una marca sacrílega que había manchado todo alrededor. Combinado eso con lo blasfemas que eran ya de por sí las Tierras de Nadie, se lograba un efecto opresor y completamente desagradable.

    Y las brumas no hacían más que empeorar la situación.

    Espesas, sucias, enfermizas. Lo cubrían todo, oscureciendo pesadamente todo el paisaje, elevándose a una altura que fácilmente lograba superar a Lahnla. La punta de los edificios más altos era lo único que podía distinguirse a través de la gruesa cortina inmaterial que tenían al frente. Esa bruma no se había generado por medios naturales. Algo más perverso y artificial lo había hecho. En el mejor de los casos, los aventureros que habían venido a acabar con los Malditos y averiguar qué había pasado aquí la habían levantado. En el peor, lo que sea que impulsó esa invasión de no-muertos había sido la causante. Y eso podía significar que una fracción de ese poder todavía seguía vigente. Null tragó saliva, por lejos el más nervioso de los tres. Esas brumas le recordaban a su hogar. Y nunca habían sido un buen presagio.

    — Maldito sureño, nunca me avisó de esto.— escupió la elfa, mirando alrededor.

    Era imposible intentar discernir nada con esas brumas. Que el día estuviera nublado y la luz del inti apenas se filtrara para iluminar todo de manera débil no ayudaba en absolutamente nada. Miró hacia sus compañeros, y apretó los dientes. Bueno, no iban a lograr nada quedándose parados en los lindes del pueblo. Debían encontrar los cuerpos que el archimago les había pedido.

    Hizo una seña y se internó en las brumas. Los otros dos cargaron la vara del carro al hombro y comenzaron a tirar. El espíritu del elefante que había conjurado Lahnla anteriormente había empezado a actuar extraño a medida que se habían ido acercando al pueblo, incluso volviéndose agresivo, así que decidieron que lo mejor era simplemente no tener que confiar en la magia para tirar del vehículo. Eso sí, el ulalmarano continuaba brindándoles libertad de movimiento a través de sus silbidos, aunque al parecer, el área estaba mucho más seca aquí y no había tanto peligro para resbalarse. Igual, uno nunca podía estar lo suficientemente preparado.

    A medida que se internaban en la villa, las siluetas de los edificios se demarcaban contra la niebla como gigantes de sombra, irguiéndose amenazadores y vigilando a los invitados inesperados que se atrevían a interrumpir su eterno descanso. La atmósfera era opresiva, y navegar por el lugar era una tarea casi imposible. Ni el olfato ayudaba a la elfa, teniendo en cuenta que la misma bruma soltaba un olor fétido, que volvía bastante dificultosa la búsqueda de alguna fosa común. O al menos, de cadáveres a simple vista. Y eso es justo lo que la elfa se encontró unos metros más adelante.

    No lo hubiera visto al principio si no fuera tan obsesiva con prestarle atención a cualquier cosa que apareciera por el rabillo de su ojo. Apenas era una mancha oscura, apoyada a un costado sobre una pared, un bulto olvidado en este pueblo fantasma. Hizo una seña a los demás para que se detuvieran, y se acercó con cautela, la lanza lista. La niebla se iba retirando a medida que caminaba, dejándole una sensación de mala espina. La sensación se incrementó al notar que la bruma parecía evitar de manera deliberada al cadáver. Con los pelos de la nuca de punta, examinó el cuerpo, completamente atenta a los alrededores.

    El pobre desdichado parecía ser un humano, aunque no podía identificar su linaje. El rostro, que solía ser una señal reveladora para averiguar eso, se encontraba completamente destrozado. Por la sangre y lo fresco de sus heridas, que parecían de garra, parecía que había muerto recientemente, tal vez un par de días, como mucho. Había bastantes marcas carmesí en el suelo y en la pared, demostrando que su final había sido bastante violento. Las moscas ya habían reclamado el cadáver, así como también varios otros parásitos que se retorcían y movían bajo la carne. La armadura hecha pobremente con retazos de otras le comunicó que probablemente se haya tratado de un carroñero o un oportunista, que entró al pueblo buscando algo valioso para saquear. Si las brumas se encontraban ya depositadas allí cuando este llegó, la verdad que era bastante valiente (o idiota, muchas veces esos conceptos se confundían) para internarse en las mismas solo. No por el peligro que las mismas brumas plantearan, si no por lo que pudiera esconderse en ellas. Seguían estando en las Tierras de Nadie, después de todo.

    Sus orejas se movieron nerviosas al acercarse para examinar el cuerpo en más detalle. Algo se acercaba. Parecía pesado, pero el ruido de pasos le llegaban amortiguados, como si esas mismas brumas ahogaran el sonido. Se incorporó, intentando descifrar la dirección de las pisadas. No tuvo que esperar demasiado, pues la pared en donde el cuerpo estaba apoyado explotó. Saltó hacia atrás por reflejo, y una enorme mano hecha de acero sobresalió de la oscuridad, cerrándose sobre el cuerpo del saqueador y haciéndolo desaparecer. El sonido del metal chirriando lastimó los finos oídos de la elfa y al frente suyo una abominación de acero hizo acto de aparición.

    Era alto, tal vez llegando a los cuatro metros, a pesar de estar encorvado. La forma de su cuerpo parecía haber tomado inspiración de un escarabajo rinoceronte, con un caparazón en su espalda y un enorme cuerno sobresaliendo de su cabeza. Esta parecía tener cuatro ojos, todos iluminados con una extraña luz anaranjada que parecía provenir del interior de la criatura. Sus piernas traseras se encontraban flexionadas y recordaban a la de una liebre, y sus brazos eran idénticos a las extremidades delanteras de una mantis religiosa, con la excepción de que estas terminaban en garras. En todo su cuerpo había púas sobresaliendo por aquí y allá, en donde podían verse otros cadáveres ensartados, o partes de ellos. En donde su lomo finalizaba, una canasta, que parecía más una jaula, también de metal, estaba llena de cuerpos. Había de todo tipo, aunque la mayoría eran gnolls y orcos. Freyja hizo una mueca de asco, pues el hedor a muerte que la criatura de metal despedía era poderosísimo.

    Esta tomó el cadáver del carroñero y lo subió a su espalda, ensartándolo en una de las púas que la adornaban. La cazadora pudo notar que cada vez que se movía, pequeñas nubes de vapor salían de sus articulaciones. Concentró su mirada luego en la arblur, que simplemente se quedó quieta. Los ojos del constructo parecieron calibrarse, cambiando de naranja a rojo, y luego a verde. Se escuchó un sonido extraño, que parecía provenir del interior del escarabajo monstruoso, sonando similar a una confirmación. Sin más, miró hacia el frente, y avanzó, de manera lenta, soltando vapor con cada paso, perdiéndose en la niebla.

    Freyja inclinó la cabeza, confundida, mirando como la criatura se alejaba. ¿Un gólem colectacadáveres? ¿Qué estaba haciendo allí? Tal vez era un extraviado de algún ejército, probablemente de Nilfgarish, al norte. No le decían el “Imperio de Hierro” por nada. Se mordió el labio inferior. La presencia del constructo iba a ser un problema. Los gólem colectacadáveres no atacaban criaturas vivas, pero ellos estaban allí buscando exactamente cadáveres, lo que los convertiría en un objetivo de la criatura. Iban a tener que moverse de manera más cuidadosa a partir de ahora. Un silbido de alarma llegó a sus oídos, de manera bastante clara, a pesar de que las brumas habían amortiguado todo sonido hasta ahora. Domoch, se había olvidado de los otros dos. Seguramente habían visto al gólem y se debían haber asustado. Debía detenerlos antes de que hicieran algo estúpido.

    Sin embargo, no se esperaba lo que se encontró cuando volvió al carro. Lahnla estaba allí, y no parecía tener ningún rasguño, pero se lo veía bastante agitado, y estaba mirando para todos lados. Cuando notó a Freyja, esta pudo notar la desesperación en su rostro. Levantó una ceja, algo confundida, hasta que se dio cuenta de lo que ocurría. Su corazón dio un vuelco.

    Null parecía haber desaparecido sin dejar rastro.
     
    Última edición: 16 Noviembre 2020
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