Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Dio un respingo ante la voz desconocida, tiñéndosele las mejillas del carmín al caer en cuenta de que se había quedado como un robot frente a casilleros ajenos, al quedarse ensimismada por la ausencia directa de Natsu. ¿Qué tendría que hacer? Ciertamente había memorizado cada escalón para subir perfectamente sola como hizo el día anterior luego de... de aquel encuentro que no le pondría nombre, sin embargo, deseaba el compartir más tiempo con Gotho si a fin de cuentas estaban en la misma clase. Volvió entonces su rostro hacia la dirección de la voz, se escuchaba... ¿nervioso?

    —L-lo lamento —se disculpó llevando sus manos a su pecho—. No me di cuenta que estaba mal posicionada —dudó en si inclinar la cabeza, terminando inclinándola al final al sentir su pecho estremecerse en vergüneza acumulada por los minutos que le había hecho perder al desconocido.

    Se movió entonces a la derecha con suavidad.

    Había perdido la orientación por su nerviosismo.

    Dios, por favor.

    Deslizó la yema de sus dedos, encontrándose con el rostro ajeno, quitando la mano inmediatamente.

    —L-lo siento, no fue mi intención. Yo —susurró dando un par de pasos hacia atrás, chocando su espalda con el frío metal.

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    Sacó la billetera del maletín, contando para terminar dándole un poco de más al prometer comisión y todo. Muchas molestias por una tonta que no conocía más que las caderas moviéndose, quizá el aburrimiento lo estaba llevando a pedir cosas tan banales. Un poco de diversión diaria, no estaba nada mal a fin de cuentas. Entregó entonces los billetes haciendo contacto con la mano de Kohaku, manteniendo su mirada sobre él.

    Hmp

    siseó por costumbre, sin agradecer.

    Aquello era común en él.

    Alejó su tacto, enterrando las manos en los bolsillos luego de acomodarse nuevamente la mochila al hombro.

    —No olvides que te comprometiste el fin de semana, Kohaku —comentó gélido, sin interés personal en el asunto.
     
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    Nekita

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    Anna White

    Jamás le había importado ser la chica nueva siempre, ni no poder mantener aquellas amistades que hacía en la escuela porque sabía que iba a estar allí un tiempo limitado y no quería arriesgarse a sentir como se rompía un lazo, simplemente mantenía todo en algo casual, casi compañerismo. Pero, esta sería su última locación, una última mudanza que hacía todo muy diferente: esta vez no vivirían en la comunidad de la base militar, tendrían su propia casa porque finalmente, su padre se había retirado y tan solo iba a ser un profesor dentro de las bases que la milicia tenía como lo había prometido hace mucho.

    Así que claro que estaba emocionada aunque estaba segura que por fuera no se notaba demasiado por aquella bufanda cubriendo la mayor parte de su expresión, tenía las medias bien puestas, su camisa estaba bien fajada, la chaqueta bien colocada y lo único es que su falda la había colocado un poco más corta de lo que sabía que se usaba (confiaba que no era lo suficientemente malo como para que le llamaran la atención), estaba más que acostumbrada a vivir con shorts cortos como para no tratar de imitar un poco lo mismo con su falda y estar cómoda.

    Cuando llegó a los casilleros observó a su alrededor un poco, no porque quisiera estar al pendiente de los estudiantes ni sus interacciones, más bien... trataba de recordar dónde se suponía que debía estar su casillero, hasta que pareció recordar que la llave tenía todas las respuestas que necesitaba que efectivamente, hicieron que por fin se dirigiera a la zona adecuada para cambiar su calzado.

    —Tercer piso...segundo salón...—murmuró cerrando aquel compartimiento para guardar la llave en aquel maletín —. Esto debería ir bien, es bastante normal que te pierdas cuatro días de clase...tendrás mucho de que hablar.


    Aaron Yume

    Todavía lo tenía grabado en su cabeza.

    Cómo su hermano y sus amigos habían entrado al gimnasio escolar donde estaba entrenando kendo, aprovechando el hecho de que ya les había dado la espalda para ir por su maleta y caminar con ellos a casa, solo para ser retenido y ser un muy vivo saco de boxeo para su hermano. En los primeros instantes ni siquiera supo cómo reaccionar, ni a los golpes que llegaban o a todas las palabras que le dirigía, solo había intentado librarse de los agarres moviéndose como podía...o incluso tratar de patear a su agresor entre lo nublada que sentía la vista por el dolor.

    Ni siquiera supo cómo terminó soltándose para tomar su espada.

    Tampoco cuando comenzó a ser él quien comenzó a atacarlos.
    O cuando llegó la policía y lo retuvieron.
    Pero sí tenía presente las voces de los demás, diciendo que habían ido por él y de pronto se había vuelto loco porque no quería irse, que de pronto había atacado a su hermano con la espada de kendo y cuando intentaron intervenir, también se vieron golpeados y solo habían defendido a su amigo.

    Recordaba también a su madre gritarle que era un monstruo por tocar a su “bebé”, a su padre decir que era un malagradecido por hacerles esto después de que ellos lo hubieran salvado del sistema y le hubieran dado la oportunidad de vivir de manera decente. Y a la señora que lo había visto crecer dándole unas maletas con sus pertenencias cuando llegaron del hospital, diciéndole que lo sentía, que se cuidara.

    Ya no pertenecía a su casa. Ni a su familia.

    No escucharon su versión en ningún momento, de hecho, ni siquiera lo habían dejado hablar. Solo lo botaron en el primer departamento cercano a su nueva escuela, sin el permiso de practicar su deporte favorito y con el ultimátum de que a los dieciocho todo se acababa. Estaba solo, todavía tenía parches en las heridas y rastros de moretones en su rostro, no podía perder más clases según la única comunicación que sus padres le habían dado y aquello solo contribuía a su mal humor de aquella mañana, haciendo que cerrara su casillero con algo más de fuerza de lo usual.

    "Como si una escuela fuera a cambiar algo..."


    María Akizuki

    Estaba algo nerviosa con la nueva escuela a la que tenía que acudir, se sentía vulnerable. En la anterior ya había conseguido amigas de confianza, amigas que buscaban hacerla sentir ella misma y no quien esperaban que fuera, unas que la habían impulsado a querer hacer más cosas aunque fuera de forma discreta y en secreto.

    Y casi como si hubieran percibido que estaba cómoda, la habían lanzado a algo nuevo porque estaban seguros que a su prometido le agradaría el hecho que terminara su educación en una escuela tan prestigiosa como esa, así que, sabía que tenía que dar todo de ella para que saliera bien, sin problemas. Su uniforme se lo revisó mil y un veces, que no se vieran arrugas, que la falda tuviera el largo adecuado, que el listón estuviera simétrico, que su chaqueta estuviera bien colocada y así finalmente estaba en la entrada de la academia con el corazón a mil.

    Quería creer que los compañeros que allí veía serían buenos, aunque el no saberlo había hecho que caminara en total silencio y con la mirada baja para no ser especialmente notada, buscando el espacio que le correspondía y realizar el cambio de zapatos. Luego vino la misión más difícil para ella: encontrar alguien que pareciera de su mismo curso entre todos los estudiantes mayores que podía entre las hileras de casilleros hasta que pareció encontrarlo, un chico de un color de cabello inusual: blanco con negro.

    Lamentablemente parecía estar algo más ocupado de lo que le gustaría.

    Suspiró, prefiriendo pegarse a uno de los compartimientos que parecían ya estar vacíos y esperar, no deseaba interrumpir una charla con una de las senpais.

    Dante Miles

    No había dejado de molestar a su padre con la idea de que decidiera ingresarlo al Sakura Gakkuen desde que supo la noticia que volverían a mudarse a su casa anterior, ya había tenido suficiente cuando tuvieron que irse dejando a todos atrás y tener que conformarse con la idea de que ya no podría verse con su mejor amiga para hablar si no que tendría que conformarse con mensajear o llamarse para saber lo que habían hecho y demás para no perder el contacto.

    Así que, cuando lo consiguió ni siquiera pudo pensar en el hecho de mantener la sorpresa de encontrarla en la misma escuela, no. Apenas se vieron instalados la noche anterior tuvo que llamarla para proponer que fueran juntos como solían hacerlo para por fin verse, prácticamente corriendo fuera de su casa y abriendo aquella reja lo más rápido que pudo para abrazarla con fuerza esperando que sintiera esa misma emoción que él tenía en el cuerpo.

    —Buenos días —terminó soltando una pequeña risa cuando se separaron, incluso posando un poco cuando notó que estaba viendo el uniforme —, claro que tenía que quedarme bien, no puedo simplemente lucir mal si te estoy acompañando—Dio un corto beso sobre el cabello de su amiga, aprovechando que estaba enganchada a su brazo y seguir su andar—. En este momento solo me importa que cierta chica me cuente con más detalle todo lo que me he perdido, así complementamos un poco el excelente tour, ¿qué te parece?

     
    Última edición: 16 Septiembre 2020
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Se detuvo sin voltear el rostro hacia la presentación del nuevo nombre en su cabeza. ¿Alice? Similar a una de las chicas que conoció hace un tiempo ya. Uh, que desagradable. No deseaba presentarse aún, sin embargo sonrió con gracilidad. Tanto tiempo fingiendo salía natural, su postura, su dulzura, su hablar. Dejó entonces que las otras dos hablaras. No reparó en ellas más de lo necesario.

    Educación.

    Sutileza.

    Fragilidad.


    —Agnes —se guardó el apellido luego de disfrutar el decir su nombre, por el momento, retomando sus pasos tras su guía, moviéndose su cabello al ritmo parsimonioso de sus caderas, pestañeando sin prisa, denotando por el rabillo del ojo al chico con los dedos tatuados interactuando con el rostro juvenil, dulce. Parecían un contraste el uno del otro.

    Qué curioso.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Volvió a reír porque sí, era como si fuesen plantes. No era que se alimentaran por luz, obviamente, pero el punto se entendía así que asintió con la cabeza. ¿Un girasol había dicho? Le iba como anillo al dedo, no iba a mentir.

    —A mí tampoco me gusta la lluvia realmente —admitió pero aún así la sonrisa cálida no desapareció de su rostro. Claro que no le gustaba, el día que habían sepultado a Kaoru llovía a cántaros y ella se había calado hasta los huesos, todavía recordaba el agua en sus zapatos, el cabello apelmazado y el frío. El frío sin lágrimas.

    Alzó las cejas cuando Aika la llamó nuevamente, extendiéndole un llavero. Se acercó apenas a la mano de la chica para detallarlo mientras hablaba.

    Hachiko.

    Se le formó una sonrisa estúpida en el rostro al recordar a Ike, que se le había echado encima apenas llegar el día anterior. Tomó el llavero de la mano de la muchacha con cuidado, como si por alguna razón creyera que podía romperse ante su tacto.

    "...esperó a su dueño frente a la estación de Shibuya".

    "Lloviera, nevara o hiciera sol".

    Hachiko era el representante absoluto de la lealtad sin límites de los perros.


    —Me gusta mucho —respondió casi en un murmuro, presionando el pequeño objeto en su mano, sin poder quitar la sonrisa tonta de su rostro—, de verdad que sí. Muchas gracias, Izu-chan.

    Se acercó a la muchacha y la rodeó con los brazos unos segundos, en un abrazo fugaz pero no por ello menos cálido.

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    Se permitió hacer un mohín casi infantil que desapareció al sentir la caricia de Alisha en su cabello. ¿Otro pelirrojo? Ah, cierto, por ahí había otra chica de profundo cabello rojo, la había visto como bueno... había visto a todas.
    Claro que no sabía que no era esa persona a la que se refería la rubia.

    Volvió a sonreírle a la rubia, antes de soltar una risa suave.

    —Tienes razón, ¡no debería rendirme en mi misión de observar chicas lindas tan fácil! —Con todo y el teatro, la energía que le chispeó en los ojos en el momento que dijo esa tontería parecía genuina—. Ah~ pero aún así espero poder seguir viéndote, Ali~ si es que eres de lo más linda, mujer, debería ser ilegal.


    me parto, no debería disfrutar tanto rolear a este wey
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    Con todo el hecho de que los gestos de la chica cambiaran ante su presencia logró relajarlo de verdad y se permitió la sombra de una sonrisa.

    —Caí muerto cuando llegué a casa, luego estuve despierto en la madrugada.

    Enarcó una ceja al ver que Anna esculcaba entre sus cosas, buscando vete a saber qué y cuando le arrojó la toalla abrió los ojos, confundido, aunque no hizo por dónde esquivarla.

    Era un imbécil.

    Le gustaba ser cuidado, ¿no?


    Con todo sus gestos no cambiaron demasiado pero usó la toalla para secarse más o menos el cabello, porque de todas maneras la humedad estaba comenzando a darle calor. Detuvo sus movimientos un instante al escuchar la pregunta de Hiradaira, antes de seguir.
    Al terminar sacudió la cabeza y las hebras oscuras siguieron su movimiento, ya más secas. De hecho se le había esponjado un poco el pelo pero lo traía sin cuidado.

    Gracias por facilitarme la conversación, enana.

    —No —respondió mientras le tendía la toalla de regreso—. De hecho por eso vine a hablar contigo. Jez no estará por unos días irá a Países Bajos con su familia, fue algo de última hora. Ahora debe estar preparando todo, así que me dijo anoche que te lo dijera. Seguro te trae un recuerdo y todo.

    Bueno, eso último se lo había inventado, pero conocía a Jez así que era muy probable.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Alisha Welsh

    Volví a reír, genuinamente divertida al escucharlo. Para ser amigo de Katrina se veía bastante alegre y desenfadado, me recordaba un poco a Joey incluso. Claro que, como él o yo misma, no sabía que faceta podía ocultar aquel pelirrojo.

    —Eh~ Gracias pero hombre, para, que vas a poner celosa a Katty-chan here~

    Dirigí mi vista otra vez hacia la morena, pero mi cuerpo se movió inmediatamente después, dando un par de pasos hacia atrás y rodeando el cuerpo del chico en el proceso. Me pegué entonces a su espalda, depositando la mano sobre su hombro para ponerme de puntillas y rozar así su oreja con mis labios.

    >>Estoy en la 3-1. Ven a buscarme cuando quieras, handsome, estaré igualmente encantada de verte~

    Me separé después de susurrarle aquello y volví a morder la barrita, sonriendo como si nada.

    >>¡Ten un buen primer día! Nos vemos~

    Me separé del par con la mano en alto antes de finalmente girarme para subir a la clase. Ah, bendita directora aceptando a gente tan guapa~
     
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  6.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Alethea.

    Aletheia.

    Aquello que no está oculto y es evidente. El concepto filosófico de la realidad. Aquella desoculta. Aquella que no puede ser escondida.

    Qué curioso escuchar un nombre como ese cuando sus propias intenciones no tenían nada de verdad. Cuando todo sus movimientos eran dobles intenciones. Ronroneó internamente casi como un gato al escucharla hablar.

    Era perfecta.

    Un lienzo en blanco, llena de pureza, con un nombre que hacía alusión al concepto griego y filosófico de la realidad. La verdad más pura.

    Una muñequita facil de quebrar.

    No la miró directamente, ni siquiera se giró. Como un depredador al predisponer una presa, ignoró el resto. Escuchó a Riamu pero no le prestó atención realmente. Su comportamiento díscolo dejaba mucho que desear... ella quería romper señoritas puras. Frágiles. Cuanto más tiernas y ajenas a la oscuridad intrínseca del mundo, mejor.

    —Ah, qué hermoso nombre Alethea-san—alabó sinceramente y detuvo sus pasos llevando sus manos tras su espalda para girarse, grácil y calmada, en su dirección. La brisa ligera meció su melena violeta, profunda. Su voz suave casi fue el siseo peligroso de una serpiente—. De origen griego. La vérité.
     
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    Gigi Blanche

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    Cuando Natsu le extendió los billetes, Kohaku de igual manera aprovechó el intercambio para entregarle un pequeño papel doblado con el número anotado. Sus movimientos guardaron el dinero en sus bolsillos con una velocidad fruto de la práctica y asintió, enérgico.

    —Claro, no lo olvido. Que tengas un buen día, Tsun-tsun~

    Ah, ¿cuánto tardaría en notarlo? ¿Un par de horas? ¿Lo abordaría mañana, quizá? Como fuera, planeaba gastar el dinero esa misma tarde así que los números le calzaban bastante.

    No había nada de lo que preocuparse.

    Permaneció un rato más en los casilleros, distraído con el móvil antes de tomar las escaleras. Natsu estaba ya dispuesto a subir y prefería no compartir el trayecto al tercer piso. Más valía prevenir que curar, ¿verdad?

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    ¿Hmm? ¿Despierto durante la madrugada e igual se había bañado tan tarde? Bueno, podía pasar. Ella también muchas veces se había distraído jugando videojuegos o viendo alguna película, a pesar de contar con todo el tiempo del mundo.

    Aceptó la toalla de regreso sin prestarle demasiada atención realmente a nada; ella no era la más perceptiva del mundo ni Altan el más demostrativo, aunque sí recibió un ligero resabio del aroma de su shampoo. Era fresco, como... ¿aires de bosque, quizá? Eucaliptos, laurel, menta. Le recordó a su colonia. Siempre andaba oliendo a la gente, ¿eh? Era un poco raro y por eso nunca hablaba de ello, pero tampoco lograba evitarlo y su memoria olfativa era muy buena.

    Crudamente emocional, arcaica e inevitable.

    —Eh~ Y yo aquí haciéndome ilusiones —bromeó ligera con respecto a sus razones para estar allí, y sacó el móvil para detener la música que seguía sonando por los cascos sobre su cuello—. ¿Hmm? Ah, vale. Luego le envío un texto, entonces. ¡O puedo llamarla!

    Soltó una risilla mientras alzaba la vista al techo, pensativa. ¿Un recuerdo de Países Bajos? ¡Eso sonaba genial! Y que Jez fuera quien se lo trajera le hacía especial ilusión. Ah, ya estaba tan contenta~

    —Ella es de allá, ¿verdad? Qué lindo~

    Sus palabras permanecieron suspendidas en el aire, casi como una reflexión arrojada en voz alta o más bien un deseo, un anhelo, y es que ¿cuántas veces había deseado ella hacer eso? Empacar, subirse a un avión y volver. Volver a los paisajes que perfiló hasta el hartazgo, a las largas horas entre el sol y la tierra, a las personas que amó con locura y que, en su corazón, eran parte de su familia.

    Volver a los mejores recuerdos de su vida.

    Había desviado la mirada, algo distraída en sus pensamientos, cuando algo más allá de Sonnen advirtió el cabello oscuro y la mirada violácea de Emily. Toda la alegría retornó a su cuerpo de golpe y le sonrió a Altan, dispuesta a ir donde ella.

    —Bueno, gracias por avisarme, senpai. ¡Nos vemos! —A mitad de recorrido pareció tener una idea de golpe y volvió a girarse hacia el moreno, ambas manos sobre las tiras de su mochila—. ¡Ah! Si quieres almorzamos juntos.

    Eso fue todo, tampoco esperó realmente una respuesta. Apenas lo soltó como había llegado a ella y se desentendió del asunto en un pestañear; en parte porque era ese su estilo y en parte porque, de repente, la idea fugaz de ser rechazada le hizo latir con más fuerza el corazón.

    —¡Emi-chan! —Prácticamente se lanzó sobre ella con suavidad, rodeando su cintura en el proceso, y rió—. Buenos días~ ¿Papando moscas?


    Posteo el recorrido turístico con Morgan directamente en un pasillo (?
     
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  8.  
    Amane

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    Emily Hodges

    Con la vista perdida en el par, lo cierto es que mi mente estaba más bien divagando a cualquier otro punto, sintiéndome de repente tremendamente somnolienta. Estado que, por supuesto, no me duró mucho porque Anna apareció como un rayo y su abrazo me despertó de golpe.

    —Anna~ —saludé, aunque con un tono ligeramente quejumbroso—. Buenos días~ Te estaba esperando, jo...

    En cuanto recuperé la compostura, sin embargo, le dirigí una sonrisa alegre sin separarme del abrazo, mirándola.

    >>¿Todo bien, cariño?

    chale the gayness is overwhelming today
     
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  9.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Ladeó la cabeza al sonreírle, algo socarrona, y le acomodó el flequillo recto que estaba algo fuera de lugar. Su queja se le antojó super tierna pero, contrario a demostrarlo, su mirada se entornó con cierta nota de burla; como si... quisiera molestarla.

    Era tan linda.

    —Eh~ ¿Estabas esperándome? Qué honor, Emi-chan~

    No era su intención hacerla enfadar, así que rió de inmediato y asintió, enérgica, buscando su mano para jalarla hacia el pasillo.

    —¡Sip, todo bien! ¿Y tú?

    hold my frickin gayness
     
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  10.  
    Zireael

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    A pesar de que el comentario de la enana iba con tono de broma y se dio cuenta, cayó en que ciertamente decirle que se le había acercado solo para eso podía ser hasta un poco grosero. Era una verdad a medias, porque si la chiquilla lo molestara realmente hubiese pasado de decirle al menos cara a cara. Hubiera sacado su número de las bases o la habría buscado en redes y le habría enviado un mensaje.

    Asintió a su pregunta sobre Jez, un movimiento mecánico. Le costa un poco seguirle la velocidad.

    La dejó ir sin más, aunque casi dio un respingo cuando se volvió hacia él para soltarle lo del almuerzo.

    ¿Almorzar juntos? Tenía una investigación por delante aunque era, en realidad, bastante sencilla. Si algo le había pasado a Jez había sido en el club, por lo que debía bastar con preguntarle a Middel. Podía hacer eso y luego buscar a la enana.

    ¿Por qué se lo estaba pensando de todas formas?

    Idiota.

    No respondió tampoco, aunque de repente se acordó de algo y alzó la voz, para que Anna escuchara.

    —¡Gracias por la toalla, enana!


    era necesario? absolutamente
     
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  11.  
    Amane

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    Emily Hodges

    Inflé las mejillas cuando noté su mano acomodándome el flequillo y su evidente tono de burla posterior. ¡Pero bueno! ¿Molestándome desde tan temprano? ¡Qué mala~!

    Dejé que encontrase mi mano y que la rodease, pero antes de que pudiese realmente avanzar hacia el pasillo opuse algo de resistencia y tiré de ella, haciéndola retroceder de nuevo. En aquella ocasión fui yo la que acabó rodeándola con los brazos, aunque no en un abrazo realmente.

    —Bien, pero estaré mejor cuando acabe de vengarme~

    Y con un brillo amenazante en los ojos, mis dedos se colaron en la camiseta de su uniforme con una claro objetivo: descubrir su punto débil y hacerle cosquillas.

    aber chicas un poco de respect por el resto de mortales que no pueden disfrutar de algo como esto
     
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    Yugen

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    hiro2.png

    Se sobó un lado del cuello, perezoso, cuando ingresó dentro de la Academia. La sonrisa tonta no se le borraba de la maldita boca. Había llevado a Shiori a su casa, le había presentado a su perro, la había besado y habían follado como animales sobre su cama porque ella lo había buscado. Le gustaba provocarlo. Le gustaba probar el poder que ejercía sobre él. Y vaya que lo tenía. No era como si él se resistiese.

    Y una mierda lo iba a hacer.

    Sus ojos ambarinos dieron un vistazo breve a su alrededor escudriñando de pasada línea de casilleros de segundo, y no tardó en localizarla. A ella. Arrugó ligeramente los gestos y chasqueó la lengua al ver que no estaba sola. Algo común, en cualquier caso. Su carácter maternal y personalidad calmada atraía a la gente. Exhaló pesadamente y se acercó a ambas. Era la chica hiperactiva amiga de Honda. La de las pulgas en el culo.

    Qué puto fastidio.

    Hey—saludó con su voz áspera, ronca y una de sus manos en el bolsillo. Apoyó la palma extendida de la contraria en el casillero y se inclinó para besar a Shiori en los labios. Un beso ligero, casto, un buenos días particular—. Qué hay, Kurobaka.

    Kurobaka.

    Aika retrocedió ligeramente, intimidada. Usui era alto e imponente como un armario empotrado. Y sus ojos, que parecían haberse suavizado con Kurosawa, se endurecieron como estaño cuando los fijó en ella. Era la mirada de un perro desconfiado.

    Casi como si le lanzara un rayo fulminante.

    —H-hey... ¡buenos días senpai!— alzó la mano con una sonrisa tensa, incapaz de ponerle un apodo a Hiroki como tanto solía hacer. Le inquietaba. Le fundía los fusibles en el cerebro y los engranajes dejaban de funcionar. De hecho su voz sonó tensa, casi forzada cuando habló. Podía crear puentes entre personas pero le costaba un mundo crear puentes entre ella y Hiroki.

    Era un caso perdido.

    —¿Y eso?—preguntó él con curiosidad, escueto, reparando en el objeto que Kurosawa tenía en la mano. Interesado, se inclinó sobre su hombro.

    —Es un llavero de Hachiko—aclaró Aika y cruzó las manos tras la nuca. Si se permitía involucrarse en la conversación podía disipar el miedo que le causaba. En cualquier caso su personalidad era así. Despreocupada y alegre—. Es—

    —El perro que esperó a su amo, el profesor Hidesaburo Ueno, durante diez años frente a la estación de Shibuya—completó él con seriedad. Por una vez su voz frente a otros no sonó como un gruñido seco y hosco. Sonó clara, ligera. Sus ojos tenían el brillo pueril de un niño—. Lo sé. De hecho...—metió la mano derecha en el bolsillo y sacó otro llavero plateado exactamente idéntico— tengo el mismo. Me tocó en una máquina de esas de bolas.

    Como un crío.

    —¡A mi también!—exclamó Izumi con energía y soltó una risita fresca y genuina. Quizás no eran tan distintos. Tal vez podría crear un puente. Volvió su mirada en esa sonrisa de ojos cerrados de regreso a Kurosawa—. Se lo regalé a Shiorin porque fue muy amable conmigo ayer.

    ¿Shiorin?

    >>Hey, hey~ Ahora tenéis algo así como llaveros a juego—prosiguió con su cierta diversión en la voz—. ¿No es lindo? Como anillos de compromiso~

    Hiroki enarcó ambas cejas. ¿Anillos de compromiso? ¿Qué cojones...?

    —¿Ah?—gruñó— ¿Qué coño dices Izumi?

    —¡Eek!

    Aika palideció como un papel y colocó las manos frente a sí como si rezara. Se hizo pequeña, estática como si fuese de piedra, paralizada por el miedo.

    —¡P-perdón senpai, por favor no me mates!—pidió con ansiedad cerrando con fuerza los ojos. Habló con rapidez, de corrido— ¡Aún no comí de nuevo el tokoroten de la yaya!

    Usui bufó, hosco y apartó la mirada. ¿Matarla? Venga ya. Era como un peluche a pilas. Pero no pudo esconder el ligero rubor que le subió de súbito al rostro.

    Joder, solo era un puto llavero.
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Su cuerpo regresó casi como un resorte en cuanto Emily jaló de ella, obligándola a girarse, y su atención viró hacia Altan por un trágico momento cuando lo escuchó hablarle. Hodges aprovechó la distracción para colar sus manos dentro de su camiseta.

    —¡Me debes una, sen-! ¡Hey!

    Le había sonreído ampliamente a Sonnen pero dio un salto sobre los talones al sentir la intromisión tan extraña, y todo el color le subió al rostro. Las manos de Emily eran frías contra su piel. Por Dios, ¡estaban en medio de los casilleros! ¡Qué bochorno!

    —E-Emily, ¡Emily, ya deja! —farfulló, nerviosa, intentando quitársela de encima sin éxito.

    Tampoco quería levantar la voz, esperaba no llamar tanto la atención, pero tan nerviosa estaba que una risa traicionera se le coló entre sus pedidos de auxilio y apretó los labios, sintiéndose totalmente descubierta. Oh, no... No, no, no.


    No en la cintura.

    No, por favor.


    Clavó sus ojos rosados en Emily, contraídos en preocupación. Tenía la palabra "piedad" escrita sobre todo el rostro.

    chale i felt that shame all over my body
     
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  14.  
    Zireael

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    Antes de que Aika pudiera responderle nada Hiroki había aparecido, había saludado con la voz áspera de siempre y ella había alzado la vista hacia él, sin siquiera esperarse que fuese a inclinarse para saludarla con un beso.

    Algo de color le subió al rostro porque su presencia y el beso, que realmente no era otra cosa que un buenos días, le habían arrojado las imágenes de la tarde anterior al cerebro.

    Bueno, se lo había buscado a posta, ¿no?

    Y se lo iba a seguir buscando.

    Como fuese, ¿qué pasaba con eso de Kurobaka? Idiota.


    Notó a Aika retroceder, evidentemente intimidada, y se le escapó una risa suave. La chica no pudo ni buscarle un apodo, lo llamó senpai a secas.
    Iba a decirle que se relajara, que incluso con esas pintas, realmente no había nada por lo que tenerle recelo a Hiroki. En realidad ella podía decir eso, porque bueno… Era ella.

    En su defecto, no le dio tiempo porque ambos desviaron la atención al llavero, casi como chiquillos. Su mirada viajó de uno al otro, con genuina ternura impresa en ella, sobre todo cuando Hiroki sacó un llavero exactamente igual.

    “Como anillos de compromiso”

    ¿Qué mierda…?


    De nuevo algo de rubor le coloreó las mejillas.
    La reacción del muchacho hizo que Aika perdiera el color, como si genuinamente temiera por su vida, y logró hacer que desviara su atención de aquel comentario.

    —Ya, ya, Izu-chan~ —empezó con su tono suave de siempre, conciliador—. Senpai no te hará nada. Es buen chico, te lo prometo.

    Se guardó el llavero en el bolsillo de la falda, extendió la mano y le acarició el brazo a la chica con mimo. Después de eso se estiró para dejarle un beso en la mejilla a Hiroki, notando que también se le había subido el color al rostro como era usual, y se permitió saludarlo más apropiadamente.

    >>Buenos días, Hiro —susurró luego de dejar otro beso, esta vez en sus labios.


    Aprecien la softness mientras puedan, que sale tercera guerra mundial y Shio se da de hostias con quien sea (???
     
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  15.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Emily Hodges

    Una sonrisa maliciosa se extendió por mis labios cuando vi la reacción que tenía al tocar su cintura. Ajá, así que ese era su punto débil, estaba bien saberlo~

    La liberé en cuanto tuve aquella información a mi disposición, sin realmente querer hacerla sufrir demasiado. No ahí, al menos, en mitad de los casilleros. Mi expresión volvió a adoptar la amabilidad de siempre mientras le colocaba el uniforme de nuevo bien, dándole un par de palmaditas en la cintura cuando acabé.

    —Ya, ya, perdón~ —canturreé al separarme, llevándome las manos tras la espalda—. Te ves tan linda así sonrojada, Annie~

    gabi, viendo como toda la gayness se le derramó por toda la academia
     
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  16.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    I HAD TO


    [​IMG]

    Cuando Emily finalmente retrocedió Anna fue consciente por primera vez de cuán fuerte estaba latiéndole el corazón. Se llevó una mano al pecho, tranquilizándose, y soltó un soplido. No había tenido un ataque de milagro.

    Soltó un gruñido ante su comentario sobre el sonrojo, fue algo áspera pero recordaba más bien a un animalito regañado. Se la tenía merecida, ¿no? Ella la había molestado primero, sólo que no había esperado que la tímida Emily redoblara la apuesta.

    Era interesante, aunque no fuera a admitirlo.

    Se dejó hacer mientras Hodges le acomodaba el uniforme y demás, en silencio, y no logró evitar pasear la mirada por los alrededores para confirmar si habría mucha gente viéndolas. Resultó que no, y eso era un alivio pero...

    Frío.

    La conversación con Altan y el exabrupto de Emi habían logrado distraerla, lo suficiente como para olvidar aquello que colmaba su mente desde ayer. Lo había olvidado y, de repente, ahí estaba. El cabello ceniza, los ojos dorados, las pintas de animal salvaje. El jodido perro-lobo de Shibuya. El color abandonó su rostro de un momento a otro y hasta su corazón pareció silenciarse, presa de un pánico momentáneo.

    Chispazo.

    Pero el miedo podía transformarse, ella muy bien lo sabía. Contaba con el poder de agarrar esa energía y moldearla a su antojo. Y liberarla.

    Llamarada.

    ¿Debería haberlo pensado mejor? Probablemente. Debería haberse detenido, pero Anna había vivido su vida entera a pura velocidad y jamás había aprendido a ponerse un freno, en especial cuando se trataba de... eso. Los recuerdos, las voces, los rostros inmundos se agolparon en su mente con una fuerza dolorosa y no, no pudo controlarse. No quiso hacerlo.

    Incendio.

    Avanzó hasta donde se encontraban Hiroki, Kurosawa y Aika. Avanzó golpeando el suelo como si pudiera prenderle fuego del mero impacto y a cada paso, a cada maldito paso, las palabras de Rei se reiniciaban en su cerebro.

    ¿El perro-lobo de Shibuya, dices?

    —Eh —bramó, su voz resultó contundente y vibró en su pecho. Se había detenido justo al lado del grupo y sus ojos, como dos estacas de cuarzo, no se moverían ni un ápice de Hiroki.

    Pero, Anna... ese es... Sí, estoy seguro.

    —¿Que no me conoces, decías? No me hagas reír, cabrón.

    Está con ellos, Anna.

    —Shinomiya Kou. —Ladeó la cabeza, los brazos bajo el pecho, y se le escapó una sonrisa ladina—. A que te suena, ¿verdad? ¿O me vas a venir con la misma mierda?

    Su voz se deformó en un extraño rugido al acabar la última pregunta. Ahí estaba, lo estaba todo. El maldito incendio incapaz de controlar, el jodido veneno con el poder de corroer lo que fuera que tocara. Ahí estaba todo lo que también era y que, para bien o para mal, ni un alma en esa institución había tenido que presenciar.

    Hasta ahora.

    hold my beer of hell
     
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  17.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    La paz no duró demasiado. No solía hacerlo cuando se trataba de él. Nada más oír aquel tono impostado refiriéndose claramente a él, la mirada ambarina de Hiroki se cruzó con los corales de Hiradaira.

    Qué putada.

    Allí estaba, la gyaru de la noche de la fiesta, la pesada tamaño tapón. Reconoció su pelo negro oscuro como el ala de un cuervo y la coleta fucsia cruzada. La jovialidad de esa noche había desaparecido y todo lo que quedó tras de sí fue el maullido estridente de un gato
    . ¿De qué mierda estaba hablando? ¿Shinomiya Kou?

    Ah, sí. El traidor.

    Lo recordaba.

    Y repentinamente las piezas encajaron de golpe. Por eso lo conocía, la mocosa. Eran la pandilla original de Kou.

    Hiroki exhaló con pesadez y guardó el llavero en el bolsillo del pantalón. Hacía meses de eso, joder. Estaba tratando de dejar atrás el pasado.

    Por eso había hablado con Kurosawa.

    —Eres una puta pesada tanuki—su voz fue un gruñido bajo, hastiado. Su ceño se frunció otorgándole a su aspecto tosco aún más hosquedad pero no parecía realmente molesto. Solo cansado—. Conozco a mucha gente, es lo que tiene ser una escoria de la sociedad.

    Sus ojos, intensos, feroces, no se apartaron de los suyos. ¿Qué mierda estaba buscando? ¿Pelea? ¿Era eso? No era su jodida culpa que Kou los hubiera apuñalado por la espalda. No tenía bolas el muy cabrón.

    Analizó la situación en silencio. No solía pensar antes de actuar, pero jamás le pondría la mano encima a una mujer. Incluso si le estaba tocando demasiado los cojones.

    Avanzó un paso hasta ocupar su espacio personal y la miró desde arriba. Era una enana, tan frágil como un palillo y pretendía parecer una leona intimidante. Qué gracia. Con las manos en los bolsillos alzó el rostro con desdén, evidentemente despectivo.

    Su voz tuvo la condescendencia de quién habla con un niño y al mismo tiempo el tono tosco y amenazante de lo que siempre había sido.

    Un animal.

    >>Lárgate.
     
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  18.  
    Zireael

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    Había que ver cómo se podía joder algo en segundos, ¿no? Como si la gente, el mismísimo universo dijera: mira, la verdad es que no me da la gana dejar que respires en paz.

    Escuchó los pasos rebotar en los casilleros, uno tras otro, hasta que el origen de estos se detuvo junto a ellos. Una chispa fucsia, en la que apenas se había detenido la noche de la azotea.

    Tenía suerte de que no la hubiese visto esa noche, cómo se había comportado en los casilleros antes de subir, porque posiblemente se le hubiese ido encima sin detenerse en preparativos o esperar más motivos.

    Como hacía Altan.

    Como había hecho con Katrina.


    Y suerte tenía también de que Sonnen no se hubiese molestado en contárselo a Kurosawa, aún, porque el resultado no habría diferido tampoco.

    La mirada de la chica no se había detenido en nadie más que en Hiroki, contundente, casi cortante como un cuchillo.

    Shiori frunció el ceño de inmediato, no quedó ni atisbo de la calidez que había mantenido hasta ahora. Anna Hiradaira estaba sosteniendo una cerilla demasiado cerca de una fuga de gas que, sorprendentemente, no pertenecía a Hiroki.

    Era suya.

    Un solo movimiento más y…


    Desconocía el nombre que salió de los labios de la chica, por supuesto, pero no podía importarle menos con la forma en que se había acercado y estaba hablando, sin siquiera haber sido provocada.

    Si una brisa balanceaba la flama de la cerilla de Anna iba irse todo a la mierda.

    Le sacaba algunos centímetros de altura a la chica.

    ¿Qué hacía ese jodido tanuki… jugando con un cable pelado y un cilindro de gas?

    Se mantuvo al margen de puro milagro, pero no se apartó del lado de Hiroki, y cuando reaccionó tampoco lo detuvo como acostumbraba a hacer hasta entonces.
    Se lo estaba buscando.

    A veces su visión de la justicia era bastante extraña.

    Con el rabillo del ojo, sin embargo, vio el movimiento apenas notorio de una silueta. El cabello revuelto de Altan, quien parecía haber retrocedido sobre sus pasos y se había apoyado al final de la línea de casilleros, allí donde no fuese visto al menos por Anna y los demás.

    Se lo estaba oliendo, ¿no? Lo que podía pasar. Altan Sonnen no era ningún imbécil y había visto a Anna pasar, con una actitud no pertenecía ni a la princesa de chicle ni a la huraña del primer día.

    Estaba allí, esperando como un perro guardián a que alguien hiciera un movimiento.

    La pregunta era, ¿para quién iba a jugar?
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Se había metido en la puta boca del lobo, lo sabía. No era ninguna estúpida. También había notado la reacción precavida, sin embargo contenida, de Kurosawa. No sabía lo que le pasaba por la cabeza pero no parecía tener muchas ganas de mantenerse al margen, tampoco. ¿Y ella? Sí, ella era un puto tanuki. Un tapón de piso, un corcho, una pulga chillona.

    Se sonrió, había alzado la cabeza todo lo que hiciera falta para sostenerle la mirada al perro. ¿Cuántas veces había oído esa hilera de apodos estúpidos? Cientos, miles.

    Se había metido en la puta boca del lobo y lo sabía, y no era ninguna estúpida ni perdería la cabeza por completo. Lo sabía, sólo necesitaba información.

    Eso no significaba que le apeteciera hablar bonito.

    —Cierra el hocico, lobo —le soltó, sin retroceder ni medio centímetro, y agregó—: Septiembre del año pasado, la puta fiesta en casa de Shinomiya. ¿Estabas o no?

    Soltó el aire por la nariz. Lo había jurado. No perdonaría ni a un maldito hijo de puta que hubiera puesto un pie en esa casa, esa noche. Que hubiera tenido que ver con lo que le ocurrió.

    Con el incendio.

    Con el huracán que derribó el castillo de naipes.

    —Responde.

    gigi: dios qué distress
    also gigi: que diga que sí parfavar
     
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  20.  
    Hygge

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    La albina se estremeció ante su voz y se llevó las manos al pecho, avergonzada. Yule sacudió la cabeza en respuesta, tensando la espalda y extendiendo las palmas frente a su pecho intentando quitarle peso al asunto... ¡Pero no podía verle! ¿Y desde cuando gesticulaba tanto? ¡Ah, era un completo idiota pero no se estaba riendo de ella, de verdad que no!

    —No necesitas disculparte yo fui el que aparecí de repente y te asusté y debería ir dejando los zapatos y ahora estoy hablando demasiado y no quería... ¿¡A-Ah!? —Su voz se fue agudizando a medida que la chica se acercaba a él, y al colocar las manos sobre su rostro la cabeza empezó a humearle, completamente rojo. Fue el ligero golpe contra el metal lo que le hizo reaccionar, viendo cómo varios alumnos le dirigían miradas de desaprobación. Genial, ahora pensaban que la estaba atacando. Suspiró, dejando los zapatos con resignación, y se llevó una mano a la nuca—. Los casilleros en hora punta se vuelven todo un obstáculo que cruzar, ¿eh? En días lluviosos es una mierda aún peor.

    No sabía qué demonios estaba diciendo pero le incomodaba dejar a la chica allí, más aún en su estado. Era un completo torpe social pero no un monstruo.

    >>¿Has venido con alguien? ¿Puedes llegar bien al aula?



    upload_2020-9-17_0-19-41.png

    Se le escapó una sonrisa ante el beso sobre su cabello y afianzó el agarre, empujándolo ligeramente hacia un lado tras el piropo con fingida molestia. Hacía tanto que no tenían la oportunidad de verse en persona que una parte de sí deseó arrastrarlo y recuperar el tiempo perdido en otro lugar que no fuese la academia.

    Quizás solo intentaba huir como la cobarde que era.

    —Oh Dant, la pregunta aquí sería qué no te has perdido —comentó al aire, contemplando las tímidas nubes que manchaban el lienzo azul—. Una pelea, una expulsión, pruebas de aptitud física que, por cierto —le picó una mejilla—, no vas a poder evitar. La información es oro y yo quiero lo mismo a cambio~.

    Podría haberle contado todo del tirón, ¿cierto? Pero estaba tan feliz con su presencia que prefería escucharle a él también. Ahora que el destino le arrojó un salvavidas no buscaría hundirse a sí misma mientras pudiese.

    >>Así que... ¿Clase? ¿Clubes a los que ir? Y sí —añadió, guiñándole un ojo—, hay uno de fotografía esperándote, cielo.
     
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