Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    Cuando entré a la Academia, lo hice con los ojos cerrados, por temor a encontrarme de frente con miradas burlonas o de pena. Los pómulos me temblaban un poco, así como el cuerpo en general. Tenía frío pese a que me protegía mi prenda favorita, un abrigo rojo con el que me sentía un poco más segura, ¿tal vez? Debía verme lamentable, temblando de esta forma. Ay, qué vergüenza. Miré el paraguas que llevaba en mi mano, hecho trizas. El viento me lo había destrozado cuando aún faltaban varios metros para llegar a la Academia, y me daba demasiada vergüenza pedir o aceptar la ayuda de las personas que se cruzaban en mi camino. Todo lo que hice fue correr para llegar lo más pronto posible.

    Miré hacia una de las ventanas, encontrándome con mi reflejo. Mis ojos, uno celeste y el otro gris, emitían tristeza. Mis cabellos goteaban de forma lamentable. Aunque no era mi culpa, sino obra de un azar, me sentía demasiado torpe y tonta.

    Abrí los ojos mientras avanzaba hacia la zona de los casilleros. Mi mochila estaba demasiado mojada. Cabía le posibilidad de que se hubiera colado agua a su interior, donde llevaba mi consola portátil. Mi corazón dio un vuelco debido por este (tan inoportuno) pensamiento. Sin dejar de trotar, me descolgué la mochila y la abrí para examinar su interior. Suspiré con alivio al ver que tanto mis materiales de estudio como la consola estaban secos y en perfecto estado.

    Mas mi suspiro se vio cortado de golpe, cuando choqué con otra persona . La inercia me echó hacia atrás. Abracé la mochila para proteger su interior, de modo que caí hasta quedar sentada en el suelo. Ahora no sabía se mi dolía más la vergüenza o la zona de los glúteos.

    —¡L-Lo siento! —exclamé, mirando a la otra persona, una chica de cabellos verdes— Y-Yo… Yo… Eh… No quise hacer eso —negué vehementemente con la cabeza, haciendo que mis cabellos mojados salpicaran los zapatos de la chica— ¡Y… y eso tampoco! Tampoco quise hacer eso… Perdón…
     
    Última edición: 21 Agosto 2020
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    Pero Satoko rechazó su oferta. Pudo verla desde debajo del flequillo, acalorada y enrojecida, visiblemente nerviosa. Su cerebro tardó en reaccionar, nublado, pero no pudo ocultar la sorpresa en su voz cuando Shichimiya dejó la toalla nuevamente en el casillero.

    —¿I-irás así a clase...?

    Ah, ¿por qué no te fijaste en el color del cielo antes de venir Satoko-chan?

    Aquello iba a ser catastrófico. No había terminado de secarse apropiadamente y aún se le transparentaba el sostén a través de la fina camisa del uniforme. Se llevó la mano al pecho una vez Satoko empezó a alejarse, repentinamente preocupada por los turbulentos latidos de su corazón.

    Thump.

    Thump.
    Thump.

    Si seguía así cualquier día le daría un paro cardíaco.

    —¡E-espérame Satoko-chan!—exclamó con urgencia y apresuró el paso para alcanzarla. Pero no llegó demasiado lejos. Su torpeza acrecentada por los nervios la hizo tropezar con una figura que no alcanzó a ver y la inercia del golpe lanzó a la otra persona al suelo.

    Abrumada tardó unos segundos en reaccionar. Su cuerpo aún estaba en tensión por el acontecimiento reciente. Se trataba de una jovencita de corto cabello oscuro y dispares ojos heterocromos. Podía parecerse a Akaisa de alguna manera... pero aquella muchacha era mucho más tranquila, tímida, casi esquiva.

    Como un animalito perdido.

    Como ella misma.

    El color le subió de golpe al rostro al comprender lo que acababa de pasar. Era simplemente tan vergonzoso toparse de esa forma con una persona totalmente desconocida. La había empujado al suelo por descuido y aquello la hizo sentirse sumamente culpable y torpe.

    Apretó los labios un instante antes de encontrar las palabras apropiadas en su cabeza y lograr exteriorizarlas.

    ¡T-tranquila!—la voz le sonó titubeante sin quererlo y se aferró al asa de su cartera buscando algo de estabilidad—¡N-no pasa nada! El agua... el agua sale fácil ¿ves? Solo es agua. Nada preocupante...

    Nada preocupante. Pero la tenía al borde un colapso.

    Sentía la ansiedad burbujearle en el estómago. Aquella clase de situaciones siempre encendían la señal de huida en su cabeza, como un cervatillo al oír disparos en la distancia. Pero no podía dejarla así ¿no?

    ¿Era una chica nueva? No recordaba haberla visto antes. Aunque el curso no había empezado hacía demasiado tiempo. Quizás simplemente estaba en otra clase o otro curso quizás.

    >>Yo... siento haberte empujado. De verdad. No te vi— en un ademán extraño de coraje repentino a pesar de su carácter tímido y huidizo, tal vez el mismo que la impulsó a acercarse a Watanabe y Kurosawa, le extendió la mano. Era incapaz de mirarla tensa como un elástico y con el rostro como un semáforo en plena vía—¿E-estás bien? ¿Puedes incorporarte? ¿Quieres ir a la enfermería? Puedo acompañarte. Quiero decir... ¡si quieres! No quiero que pienses que te obligo o algo así...—soltó un quejido bajo, angustiado, similar al llanto de un cachorro— ¡Ah...!

    Estaba hecha un desastre.
     
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    Bruno TDF

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    Beatriz Luna

    Desde mi lugar en suelo, me di cuenta de que la persona a la que había embestido en mi distracción era una chica de mi clase. A juzgar por su reacción, no me reconocía como su compañera de aula, lo cual era comprensible: todos estos días en la Academia me dediqué a estar apartada, a no llamar la atención de nadie. Me costaba mucho conocer personas nuevas, no sólo por mi enorme y pesada timidez, sino también por temor a verme frente a gente mala, ¿tal vez? Por eso, mis esfuerzos estuvieron centrados en pasar desapercibida… hasta aquel momento, en que todo salió mal por acto de la lluvia. Por un momento me aterró la idea de que aquella chica se enojara conmigo, mas todo se disipó cuando noté que ella se sentía tan nerviosa como yo, con la cara roja de vergüenza.

    Apreté los labios: ahora me sentía apenada por haberla preocupado inútilmente.

    Miraba, dubitativa, la mano que la chica me extendía. Me ofreció disculpas y asimismo me llenó de preguntas sobre mi estado físico, incluso se ofreció a acompañarme a la enfermería con varias aclaraciones entremezcladas. A decir verdad, mi mente se mareó y no pude responder enseguida, todo cuanto llegué a hacer fue tomar su mano, sólo para poder contestarle de alguna manera. La calidez de sus dedos le dio un alivio a la fría piel de mi mano, lo que me hizo ruborizarme y apartar la vista; no estaba acostumbrada a estas cosas que para otros alumnos eran tan comunes. Me incorporé sin atreverme a mirarla.

    —Me… Eeeh… M-Me encuentro bien, no hace falta ir a… Eeeh… La enfermería. Gracias… —dije con torpeza, mientras cerraba mi mochila y me abrazaba a la misma— Fue… mi culpa por no mirar dónde corría.

    Nos quedamos ahí paradas, sin decirnos nada más por un momento. Eso hizo que me pusiera nerviosa de nuevo. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Si me iba sin más, quedaría como una grosera con esa chica que me había tratado bien (¡encima éramos compañeras de clase!); pero no se me ocurría qué decirle ¿Una broma para romper la tensión? ¿Preguntarle si le gustaban los videojuegos tanto como a mí? ¿Qué…? ¿QUÉ?

    La miré de reojo, aún ruborizada. Parecía ser alguien buena... Me pregunté cómo se llamab… ¡Claro! ¡Eso! ¿Tal vez? ¡Ay, Beatriz, si es lo más básico de las relaciones humanas!

    Me giré de pronto y me atreví a mirarla a los ojos. Un segundo después sentí calor en el rostro y aparté la mirada un poquito.

    —Me… Me llamo Beatriz —me presenté. ¿Por qué aquello me resultaba tan difícil? Seguí esforzándome:—. Creo… Creo que somos compañeras de clase, ¿tal vez? ¿Có-có-cómo te llamas?

    Volví a atreverme a mirarla, pero mis ojos entonces se desviaron a la toalla que había en un casillero cercano. Mi cabello todavía goteaba.
     
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    Yugen

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    La respuesta nerviosa de aquella joven solo le concedió más peso a aquella primera impresión. Era introvertida y tímida, puede que incluso más que ella misma. Era extraño de alguna manera. Nunca se había encontrado con nadie tan retraída como ella. Se atrevió a mirarla ligeramente por debajo del flequillo con curiosidad cuando sintió el tacto frío de su mano sobre su piel cálida. Pero enseguida volvió a tensarse nuevamente y la ayudó a ponerse en pie tirando ligeramente de ella. Fue un shock extraño. La única mano que recordaba haber tomado hasta el momento era la de Satoko y siempre solía estar cálida.

    Beatriz.

    Era... un nombre extranjero ¿cierto?

    ¿Compañeras de clase? ¿Cómo era siquiera posible que hubiera pasado por alto algo como eso? Apretó nuevamente los labios y dio un paso prudencial hacia atrás, apenas un leve movimiento para recuperar su espacio. No le molestaba aquella joven pero las interacciones con desconocidos disparaban su ansiedad social a límites ridículos. Incluso le ardían las orejas como si las hubiesen marcado con hierro hirviendo.

    —¡Oh, yo...!—exclamó y alzó finalmente la mirada para poder verla al rostro. Se había presentado, lo correcto era que ella también lo hiciera—. Yo... soy Yukie. Inuoe Yukie. E-es un placer Beatriz-san.

    Su voz se fue apagando a medida que hablaba al tiempo que volvía a desviar la mirada con un parpadeo nervioso. Sus ojos casi lagrimearon. Odiaba eso. Odiaba ser tan tímida e introvertida y haber dado un paso tan grande para reforzar su confianza y seguridad en sí misma aquella mañana... y ser incapaz de mantenerla en ese instante.

    Era meramente frustrante.

    Se percató entonces, tal vez por vez primera, de las gotas que caían desde los mechones oscuros de Beatriz y al mirarla nuevamente, casi de forma esquiva, percibió la dirección de su mirada.

    La toalla.

    Apretó nuevamente el asa de la cartera y se acercó a paso rápido hasta el casillero recuperando la toalla que había usado para secar a Satoko. Tal vez no podía tratarla con palabras sin sentir el corazón en la garganta pero las acciones decían mucho más que estas. Regresó sobre sus pasos y se la extendió, aún ruborizada, aún tensa, aún apretando los labios.

    >>T-toma. Puedes usarla.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Vaya, apenas se conocían y no habían iniciado con buen pie, pero el asunto de Honda llegaba a preocuparla. Aunque escuchar que Kurosawa estaba bien, fácilmente la distrajo del asunto.

    Tras eso Yukie se despidió, y poco después Shiori comentó de partir ya a clases. Acompañó a su Senpai hasta llegar al primer piso, despidiéndose de ella al momento de llegar a su aula.


    Margarita Nieves

    Observé con fastidio como las pequeñas gotas de lluvia caían, aún refugiada bajo el techo de la estación. No lo había previsto, así que no traje un paraguas conmigo. ¿Y ahora qué? Podía seguir adelante y llegar a la academia empapada, o regresar sobre mis pasos y llegar empapada a casa. Aunque también podía perder el tiempo en la estación, hasta que la lluvia se detenga y después volver sin mojarme, ya había perdido bastantes clases de todas formas. Un día más no afectaría.

    —Oye, ¿esto es tuyo? —Volteé para ver sobre mi hombro, ¿alguien acababa de hablarme? La sorpresa se vio reflejada en mi rostro al notar a una chica menuda, de ojos filosos y cabello igual de oscuro que el carbón, sosteniendo un libro que reconocí con rapidez.

    —Eh... Si —musite volviendo a mi expresión de amargada, aunque por dentro me sentía avergonzada, ir dejando caer mis cosas... Tomé el pequeño diccionario, notando como la pequeña se fijaba en mi uniforme.

    —De casualidad... ¿vas a la academia Sakura Gakkuen? —La pregunta me pilló de sorpresa, mientras guardaba el libro en el bolsillo exterior de la mochila. Solo con su comentario me fijé que la chica tenía el mismo uniforme.

    Asentí a su pregunta, mientras ella abría su paraguas y yo acomodaba la mochila en mis hombros, intercambiamos miradas en silencio un momento.

    —... No tienes paraguas, ¿verdad? —preguntó con una leve sonrisa, mezclada con compasión y algo de sorna. Me sentó molesto. Hundí con más fuerza mis manos en los bolsillos, sin responderle nada al desviar mi mirada a la calle. Para estar lluviéndo transitaban bastantes personas.

    —¿Quieres acompañarme? —preguntó con un tono más neutral, al igual que su expresión. La miré extrañada, frunciendo aún más mi ceño—. Así podríamos compartir paraguas, y evitas enfermarte—sonrió nuevamente, aunque no había rastro de burla esta vez, ¿en verdad estaba preocupada por una desconocida? Recién empecé a notar como su nariz estaba rojiza, y también se oía algo congestionada.

    Me encongí de hombros, como si el asunto del paraguas no me importara.

    —Llévalo tú, entonces. Así nos aseguramos de cubrirnos bien ambas —respondió a mi reacción, sacándome un bajo gruñido fastidiado. Tomé el paraguas con algo de brusquedad, ganandome una mirada de reproche.

    Y así, compartimos el camino hacia la academia. El crepitar de la lluvia era interrumpido de vez en cuando por comentarios de la chica, a lo que respondía generalmente con monosílabos. Aunque al inicio estaba tensa, terminó siendo más llevadero de lo que esperaba. Al parecer, tomábamos el mismo transporte. Se llamaba Kobayashi Masuyo y también era nueva estudiante en la academia.

    —¿Y tu nombre cuál es? —preguntó cuando por fin llegamos al establecimiento, me mantuve a su lado observando los alrededores, mientras ella dejaba su paragüas en el paragüero. Demasiados casillero, ¿cómo descubría cuál era el mío?

    —Nieves —respondí a la pregunta de la chica, notando su leve confusión ante el nombre, que rápidamente reemplazó con una sonrisita al cerrar los ojos.

    —Bueno, Nieve-senpai, espero tengas buen día —dijo haciendo una leve reverencia, seguramente en modo de despedida. Le hice un leve gesto con la mano en respuesta, sin cambiar mi rostro amargado.

    Ahora... se suponía que debía buscar mi casillero... ¿y cambiar mis zapatos? Dios, esperaba encontrar el correcto rápido.

    Probando al azar, tuve la suerte de acertar con el que era el mío al quinto intento... Oh, vaya, ¿acaso era estúpida? Era el primer día que asistía, no había llevado ningún par de zapatos con anterioridad para cambiarlos ahora. Golpeé mi frente con la palma de mi mano, casi con la misma fuerza con la que cerré el casillero, el sonido metálico resonó con la lluvia.

    Bueno, nada que hacerle. Hora de buscar mi aula... La 3-1, ¿no? A saber dónde estaba.
     
    Última edición: 22 Agosto 2020
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    Bruno TDF

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    Beatriz Luna

    Mi compañera se presentó bajo el nombre de Yukie… ¿Inoue? ¿Ainoie? ¿Inoue? Su voz se fue volviendo inaudible conforme hablaba, por lo que no pude enterarme con exactitud de su apellido. Sólo registré que se llamaba Yukie. Me pareció un nombre muy lindo, el sólo escucharlo de su parte me transmitía paz. Pensar en esto hizo que mi rubor se acrecentara. Para colmo, ella parecía estar tan nerviosa como yo, y eso hacía que me pusiera más nerviosa. Mi nerviosismo seguramente le causaba más nervios, en un círculo sin fin de tensión. Me daba mucha vergüenza.

    Cuando me ofreció su toalla, que había visto tan distraída, me ruboricé más, si acaso aquello era posible.

    —¿¡Eeeh…?! Eeeh… —empecé diciendo cosas ininteligibles mientras sacudía mis manos— ¡Yo- Yo sólo la estaba mirando! ¡No hace falta que te moleste! ¡Kya! —exclamé, al sentir una gota fría deslizándose por mi espalda— ¡Gra-Gracias, Yukie!

    Tomé la toalla que me ofrecía, casi arrebatándola de sus manos, y tapé mi rostro avergonzado para dejar de sentirme observada. La toalla era cálida y parecía estar perfumada. Empecé a pasarla con manos temblorosas sobre mi cabeza, centrándome en secar sobre todo la nuca. La pasé sobre mis manos y, con un poco de pudor, me sequé las piernas también. Ahora me sentía mejor, pero no menos avergonzada.

    Le devolví la toalla a Yukie y me incliné unos muy pocos milímetros hacia ella, como hacían en estas tierras.

    —Gracias… Me has ayudado mucho… —dije con los ojos cerrados con fuerza— Es-Espero que tengamos un gran año escolar junt… —la última palabra se me atoró en la garganta.

    “Juntas” iba a decir. Es que de verdad no podía concebir la idea de compartir parte de mi vida con alguien, ni siquiera como mera conocida.

    ___________________

    Verónica

    La Academia tenía toda la pinta de ser un lugar espléndido, ni el penoso clima del exterior parecía quitar el encanto de todo su diseño. Un punto que le jugaba en contra era su parte administrativa, en lo concerniente a la transferencia de alumnos venidos del exterior. Creo que este era el cuarto día de clases, y recién podía incorporarme como era debido. Era un punto que estaba dispuesta a señalar a la presidencia del Consejo Estudiantil, para ver si era posible elevarlo a las autoridades del instituto y que se ocuparan de evitar estos pormenores, ¡todos merecían la oportunidad de disfrutar una nueva vida desde el primer día!

    Traspasé las puertas de la Academia con el paraguas en alto, tarareando una canción. Aquel día vestía el uniforme reglamentario, sobre el que portaba un abrigo blanco, un gorro de igual color con un mullido pompón en la parte de arriba, además de una bufanda celeste. Mi bufanda pareció moverse por su cuenta, hasta que de ella asomó la cabeza de un gorrión. Era albino, con destellantes ojos rojos. Lo oculté con mis manos enguantadas en lana, un poco alarmada y mirando a los costados. No había ningún adulto, por lo que me permití dejarlo a la vista. El pequeño me miraba.

    —Normalmente te dejaría afuera como acostumbramos siempre, pero hace demasiado frío —le dije con una risita—. Hoy te quedarás por aquí, bien calentito y a gusto. ¿A qué es un buen plan, mi Copito?

    Copito pió. Me dirigí a la zona de los casilleros. Allí vi a dos chicas a las que me sentí tentada de saludar, pero noté que estaban hechas unas pelotitas de nervios y no me pareció correcto ir a incomodarlas más. En vez de eso, dejé mis cosas en el casillero que tenía asignado. Cuando me quité la bufanda, Copito alzó vuelo y se colocó en un lugar muy alto, cerca del techo. Alcé el pulgar en su dirección, aprobando semejante decisión tan inteligente de su parte: ¡allí estaría seguro, eso segurísimo!

    Tomé material de estudio y troté hacia las escaleras. Por culpa de esta llueviecita inoportuna, estaba llegando un poco tarde.

    —Clase 3-3, ¿no? —me dije, pensativa, y se me dibujó un gran sonrisa en los labios. Por fin estaba en la Academia— ¡Allá voy!

    __________________________

    Leticia Mateson

    Entré a la Academia siguiendo los pasos de una chica muy enérgica. Mi paraguas supo sobrellevar la violencia de los cielos, estaba a salvo de un potencial resfrío. Pero más que eso, me interesaba perderme la clase de la primera hora. Tenía algo más importante que hacer. Algo que se hallaba en la caja de madera que llevaba entre mis brazos. Entré rápidamente sin ver a nadie, esperando encontrar un sitio tranquilo. Pasé de largo de la zona de los casilleros.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Satoko Shichimiya

    Fruncí el ceño, en una mueca de preocupación, cuando vi que Yukie tropezaba con algo y se caía. Mientras tenía intenciones de acercarme, sin embargo, descubrí que se trataba de otra chica la que había provocado el choque.

    Oh, por dios, y luego la torpe era yo, ¿eh?

    Observé el intercambio entre ambas desde una distancia prudencial, gratamente sorprendida por ver que Yukie no salía huyendo de buenas a primeras e intentaba mantener una conversación... aun cuando ambas parecían estar muriéndose de nervios.

    Dios los cría y ellos se juntan.

    Después de un rato acabé por acercarme a ambas, con una sonrisa.

    —¡Hey! Buenos días~ Has dicho que vas a primero también, ¿no? Deberíamos ir yendo a clase, entonces, se nos va a hacer tarde~
     
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  8.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Bajo su paraguas negro se deslizaba como una sombra entre la impasible lluvia. La oscuridad y pesadumbre de esos días grises le resultaba particularmente encantadora. Era como si el cielo encapotado y monocromático reflejase el sufrimiento intrínseco de ellos, simples mortales y lo enalteciese. Como si la naturaleza o la propia Gaia actuase como un espejo y solo trasladase el pesar de ese infierno terrenal a sus elementos. La lluvia era llanto y a ella nunca le había desagradado el llanto de otros.

    Era ajena a la mayoría de sentimientos humanos, incapaz de sentirlos o experimentarlos en carne propia. ¿Empatía? ¿Culpa? Conocía sus definiciones pero le resultaban tan ajenas como incomprensibles. Por eso gustaba de apreciarlas en otros. Observar. Ese era su rol. Como si fueran piezas de un tablero, cartas de una baraja dispuestas para ser jugadas por una mano experta y estratégica. Meras marionetas sentimentales.

    Tan lamenrables. Tan interesantes.


    Esbozó una sonrisa extraña, torcida.

    —Ah, vaya—poseía una voz suave, sedosa, similar a un ronroneo burlón. Tenía sin embargo una extraña oscuridad y misticismo. Sus ropajes victorianos, puramente góticos, solo acrecentaban aquella imagen ominosa y la hacían parecer un elemento más del ambiente tétrico—. Sakura Gakkuen. C'est magnifique.

    Detuvo sus pasos bajo el paraguas y su sonrisa torcida se extendió. Solo estaba allí en calidad de visitante y observadora para terminar de arreglar los pormenores de su transferencia al centro en posteriores días. Por eso ni siquiera se había tomado la molestia de llevar el uniforme.

    Era tan ordinario.

    ¿No era más hermosa así? Con la oscuridad de su vestido gótico que resaltaba la palidez casi enfermiza de su piel. Sus venas prácticamente visibles bajo la carne tierna y fina como serpientes. Sangre azul. Sangre pura. Ni siquiera el sol parecía haber osado jamás tocarla y sus manos blancas con uñas pintadas de morado presentaban la delicadeza de aquellas que jamás habían trabajado duramente.

    Parecía una muñeca de porcelana. Su largo y liso cabello morado hacía juego con sus ojos violetas, opacos, y caía hasta su cintura como un manto.

    Qué espléndido. Tantas vidas nuevas por atestiguar. Por observar, por tratar de comprender.

    Tantas vidas apabullantes por ser descubiertas. Inmortalizadas. Evaluadas.


    ... Por destruir.
    SORPRESA
    Esta crazy bitch tenía que estar aquí so <3 no me pude contener. No puedo ni conmigo misma, pero aquí estoy haciendo la pendeja porque soy muy gay por esta perra maldita. Shishi, mete a Corianne. I need It (??

    *huye*
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    Para Masuyo era poco probable que el dojo, en donde se llevaban acabo las actividades del Club, estuviera en alguna de las plantas superiores, por lo que optó bajar en busca del lugar. Con un rostro serio, travesó con lentitud el pasillo de la planta baja, para que no se le fuera pasar por alto algún lugar. Salón de actos, gimnasio, biblioteca y cafetería, pero ninguna indicación del dojo. Por lo menos ahora conocía más partes de la academia.

    Terminó llegando a los casilleros, reposando sus costado en uno de esos con brazos cruzados, observando la lluvia caer. Soltó otro suspiro, estaba la posibilidad de que el dojo estuviera afuera, pero ella no podía salir. ¿Tendría que esperar hasta mañana? Bueno, aún podía intentar buscar al tal Amery. Recorrió los casilleros con la mirada, en busca de alguien a quien pudiera preguntarle, podía tener suerte y dar con el curso del chico de ese modo.
     
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    Hygge

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    Parte del peso sobre sus hombros se esfumó tras la ducha en los vestuarios del gimnasio. El vapor del agua caliente despejó su congestión y pudo respirar algo más tranquilo, pero sabía que se trataba de una tregua temporal. Lo mismo sucedía con la charla con Laila.

    Tan solo aplazaba lo inevitable.

    Con la toalla al hombro se dirigió a la entrada de la academia, pasando los casilleros, y a punto estuvo de encaminarse al dojo cuando uno de los prefectos le prohibió seguir avanzando. El muchacho trató de excusarse con que solo chispeaba, pero el suelo del camino estaba lo suficientemente embarrado como para causar problemas.

    Bufó, hastiado, dando media vuelta sobre sus pasos. No podía concebir pasar más días con toda esa culpabilidad, angustia y frustración oprimiéndoles el pecho. Si las palabras no le salían dejaba que la esgrima hablase por él, pero sin ello acababa reducido a la nada misma. Solo era un chico perdido e inseguro en el fondo, y lo odiaba.

    Escuchó a una de las alumnas de tercero llamarle, y se volvió intentando disimular su mal humor. Tenía una imagen que aparentar. Al parecer una chiquilla estaba preguntando por él justo entonces, probablemente por alguno de los clubes que dirigía. Apoyó el hombro en el casillero, despidiendo a la chica con la mirada, y se volvió hacia la nueva.

    Dejó salir el aire de sus pulmones antes de hablar.

    —¿Qué se te ofrece, linda?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    Tras un último suspiro, se acercó a uno chica que también andaba por los casilleros, preguntándole con una sonrisa cordial si conocía a un tal Shawn Amery, sin muchas esperanzas en ello. Para su sorpresa no tan solo le conocía, si no que el chico también se encontraba cerca, por lo que con un grito fue suficiente para atraer su atención.

    —Gracias —dijo con un leve inclinamiento de cabeza, antes de que la chica se marchara.

    El chico albino se posicionó a su lado, Masuyo lo observó con calma, volviéndose a cruzar de brazos. El rostro ajeno se mostraba cansado, pero aún así lograba sacar una sonrisa radiante. Logró contener la sonrisa que casi se le forma por reflejo, no así el leve rubor por el halago que el tipo soltó con bastante naturalidad.

    —¿Amery Shawn? —preguntó con aquella voz grave y calmada, sosteniendo con facilidad la mirada ajena—. Soy Kobayashi Masuyo. Eres el presidente del Club de esgrima, ¿no? —Ladeó levemente la cabeza—. Me preguntaba si quedaban bacantes... ¿hay algún requisito especial para entrar?
     
    Última edición: 28 Agosto 2020
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    "¿Amery Shawn?"

    —El mismo que viste y calza —arqueó las cejas, escuchando su presentación en silencio. ¿Mao Kobayashi? Tenía toda la pinta de ser de nuevo ingreso—. Soy el capitán de esgrima y de básquet, de hecho —puntualizó, guiñándole un ojo cuando preguntó por los clubes. No, definitivamente no podía mantener la boca cerrada el jodido soberbio.

    Al parecer la chica estaba interesada en la esgrima, y no pudo evitar observarla de arriba a abajo con disimulo mientras hablaba. Tenía un cuerpo atlético y esbelto para su edad, no dudaba en que podía ser una buena integrante para el equipo. Pero para despejar dudas siempre quedaba la práctica.

    Se cruzó de brazos, separándose del casillero con cierta pesadez.

    —Lo cierto es que sí. Arrastramos cierta tradición desde que el club fue creado; ya sabes, mera burocracia conservadora —hizo un gesto con la mano, restándole importancia al asunto—. Se trata de una pequeña prueba de aptitud. Los nuevos tienen que cumplir ciertos retos que los más viejos les asignan, y si calificas, enhorabuena: estás dentro.

    Lo cierto es que eso no era del todo cierto. Tan solo se trataba de una jugarreta que los viejos solían hacer, una especie de iniciación particular. Pero la enmascaraban de tal forma que los nuevos lo daban todo en ella, aunque iban a ser admitidos sí o sí. Era un espectáculo de lo más divertido de ver.

    Sonrió hacia la joven, adulador, y añadió.

    >>Pero estoy convencido de que tú lo pasarás de sobra, ¿cierto, Kobayashi-san?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    dont mind me, Bleke había salido de la biblioteca para hacer una llamada y se iba a desviar a los casilleros cuz no había nadie, así que sólo pueden hacer de cuenta que no la vieron cuz está en una esquina hablando bajito :D (??
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    Tono, tono, tono. Tardó en responder, era inusual. La voz al otro lado de la línea vibró justo como la había esperado, como siempre sonaba. Baja, grave, monótona, y fría. Fría como el puto hielo.

    No entendía la razón de la llamada en horario escolar y Bleke no perdió tiempo en excusas prefabricadas para guardar las apariencias, porque había tenido que mentirle a Ophelia, porque era una estúpida orgullosa y porque su padre no le había dicho nada. Si le había ocultado eso, ¿qué otras cosas no sabría? ¿No era acaso una digna hija Middel? ¿No lo había sacrificado todo para convertirse en eso?

    ¿Y no alcanzaba? ¿En serio, maldita sea, no alcanzaba?

    —¿Dónde está Jenkin? —Allí estaba el hielo afilado ante el cual Vandor Middel, la montaña de la familia, había titubeado hacía años—. ¿Donde siempre?

    Lo percibió en la mínima fracción de segundo donde el hombre titubeó. Podía prácticamente ver frente a sí la expresión incrédula, el miedo disfrazado de estoicismo. ¿Se preguntaba por qué, acaso? Ahí tenía la respuesta. Era una Middel, pero por las grietas de las agujas se filtraba sangre nueva. Sangre que le quitaba el puto sueño a su padre.

    Sangre sucia.

    —Sí —fue toda su respuesta.

    Los dedos de Bleke se aferraron al móvil y los sonidos de unas personas charlando en los casilleros la ayudaron a centrarse; había estado a una uña de ceder. Tomó aire, lo liberó poco a poco, y apoyó la espalda contra la pared. Poseía una capacidad casi sobrehumana para conservar la calma, pero lo cierto era que su voz seguía manchada con aquel tinte de furia y reproche que los Middel no soportaban; y sólo los Middel serían capaces de identificarlo.

    —¿Cómo está?

    —Estable. Ve a visitarlo luego de la escuela, le diré a Takizawa.

    Se le escapó una sonrisa burlona.

    —¿Es una orden?

    —Innecesario. —Bleke arrugó el ceño al oírlo—. No digas cosas innecesarias. Estoy ocupado, tengo que colgar, Bleke.

    Volvió a tomar aire. Joder.

    —¿Por qué no me dijiste?

    —Iba a hacerlo.

    —Innecesario. —La mano libre se comprimió en un puño—. No digas cosas innecesarias, papá. Adiós.

    Dejó caer la cabeza contra la pared al colgar, alzó la vista al techo y suspiró. Cerró los ojos. Dios, ¿por qué era tan difícil? ¿Por qué todo tenía que serlo?

    ¿Por qué eres una Middel?

    La pregunta le rayó la mente con la interferencia suficiente para obligarse a apartarla, y reconoció entonces ciertas palabras en la conversación llevándose a cabo al otro lado de los casilleros. ¿Amery, habían dicho? Se asomó con disimulo y allí estaba, la cabellera albina. ¿No que Joey iba a estar encargándose de él? Volvió a suspirar y se recostó contra una columna, a la entrada de los casilleros, aguardando por que acabaran de conversar. ¿Votos de confianza? Qué carajo, si ni su propio padre confiaba en ella.

    Eran mierda.


    Como siempre, sólo contaba consigo misma para hacer las cosas.
     
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    Zireael

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    Se había quedado allí sentada en el suelo por un buen rato, con las palabras de Shawn haciéndole eco en la cabeza, martillando, y la imagen de Eris atravesándole la mente como una daga impregnada en veneno.
    Hubiese llorado, tenía ganas de hacerlo de hecho, pero era como si las lágrimas se le hubiesen secado. No tenía caso de por sí, ¿por qué iba a llorar ella por una cabrona zorra y el imbécil arrogante que era Shawn?

    Se levantó con movimientos lentos, para inhalara y exhalar, buscando reorganizar sus emociones. ¿En el club había dicho? ¿Era idiota? Estaba lloviendo a cántaros.

    Como fuese había dicho que la esperaba, ¿no? Bueno, lo que iba a soltarle era otro golpe por idiota.

    Para cuando llegó a los casilleros ya algo de la molestia se había desvanecido, pero no así aquel vacío, que no era tristeza pero tampoco dejaba de serlo. Escuchó lo suficiente de la conversación con la muchacha de cabello negro para saber que ya estaba fanfarroneando de nuevo.
    Suspiró con pesadez, aproximándose a ambos.

    No notó la presencia de Bleke tampoco, como los otros dos. Tenía la cabeza demasiado embotada en estupideces y la chica de por sí estaba prácticamente escondida.

    —Asumo que ya te diste cuenta de que no podemos pasar al dojo, Shawn —dijo antes de dirigir su vista a la chica. Su tono se suavizó al hablarle a ella, regresando a la normalidad—. Laila Meyer, miembro del club de esgrima. Lamento haber interrumpido su conversación.
     
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    Masuyo Kobayashi

    Asintió con lentitud, sin perder la expresión seria, cuando Amery le informó que también era capitán del club de basket. Luego le habló sobre la prueba a realizar, que consistía en retos asignados por los más "veteranos".

    —Ah —exclamó melodiosa, nuevamente asintiendo con suavidad. La información se le había hecho algo ambigua—. Entonces... —una sonrisa socarrona adornó sus labios, afilando la mirada—. Debes ser bastante bueno, ¿no, senpai? Como capitán del Club, supongo que también asignarás algunos de los retos.

    "... Tú pasarás de sobra..." Masuyo se encogió de hombros con las palmas hacia el cielo, deshaciendo la sonrisa en su rostro dando paso a una expresión más neutral, ya no se veía tan seria.

    >>Eso tendremos que verlo —respondió llevándose las manos a la cintura, otra vez inclinando un poco la cabeza al costado—. ¿Cuándo hay club?

    Antes de que Shawn pudiera responderle otra persona llegó a escena, Masuyo la observó de pies a cabeza antes de que esta dirigiera su atención a ella. El cambio de voz le causa cierta gracia, así que cuando Laila la miró ya se encontraba sonriente, alegre y tranquila.

    —Un gusto, Meyer-san —respondió con una voz algo más dulce y cantarina—. Soy Kobayashi Masuyo, de primero. Estoy viendo la posibilidad de entrar al club de esgrima.
     
    Última edición: 28 Agosto 2020
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    Hygge

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    "Entonces... Debes ser bastante bueno, ¿no, senpai?"

    Shawn se sonrió, colocando un brazo en jarra.

    —El mejor, desde luego —comentó, como si no fuese la gran cosa, con esa actitud prepotente tan suya. O bueno, iba a ser así hasta que Laila apareció en su costado y su postura confiada se desvaneció, haciendo bailar las palabras en su boca con cierta prisa—. Quiero decir, el mejor método de ser bueno en algo es entrenando duro, sí señor.

    ...

    ...

    No, eso no había colado. Buen intento, idiota. Se llevó la mano a la nuca, suspirando derrotado.

    >>Lunes y viernes por la tarde.

    No reaccionó al comentario de Laila, conservando la poca dignidad que le quedaba después de esa metedura de pata y las escuchó presentarse en silencio, tratando de disimular una mueca infantil.

    ¿Por qué se hablaban tan animadas entre ellas? No era justo.

    —En fin, kohai-san —se dirigió entonces a Mao, recuperándose de ese desliz—. Te estaremos esperando encantados, allí se te darán las directrices de las pruebas. Quizás te asignemos a Laila, así que ya sabes, gánatela —trató de buscar algo con lo que bromear, lo que fuera mientras no fuese un silencio incómodo. Mao no tenía por qué saber nada, después de todo.

    >>¿Eres de primer año?
     
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  17.  
    Zireael

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    Fingió no notar la tremenda metida de Shawn y se limitó a centrar su atención en la muchacha. ¿Era de primero decía, y ya quería entrar al club de esgrima? Eso era interesante, le gustaba ese espíritu.

    —Siempre es bueno tener sangre nueva en el club —añadió secundando al albino, genuinamente alegre de que hubiese alguien interesado. Lo miró de reojo cuando habló de asignarla a Kobayashi y soltó una risa con cierto aire orgulloso, definitivamente no iba dirigida a la chica—. Algunos no me tomaron en serio y salieron un poco mal parados.

    ¿Algunos? Había sido solo el idiota que tenía al lado. Era único con quien se había ceñido hasta tirarlo del trono.

    De repente recordó que tenía el uniforme desarreglado, así que volvió a abotonarse el primer botón de la camisa, sacó el lazo del bolsillo de la falda y lo rehizo, mientras tanto siguió hablando.

    >>Lo que espero es que el clima mejore o a este paso vamos a tener que usar, no lo sé, alguna cosa de la cocina para practicar. Ya mañana deberían dejarnos cruzar.
     
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  18.  
    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    Brotó una leve risa ante la corrección que se hizo el mismo Shawn, asintiendo luego a la información del horario. Definitivamente ni se enteró de la broma interna, así que solo intercaló su mirada pasmada entre Amery y Meyer. La chica parecía confiada de sus habilidades, y Masuyo con suerte y reconocía una espada de esgrima, claro que no se la tomaría a la ligera.

    —Haré mi mejor esfuerzo, senpai —exclamó hacia Laila con una seriedad repentina, que al percatarse de ella la hizo soltar una risilla avergonzada, desviando un momento la mirada.

    >>Bueno, el clima ha parecido muy cambiante, espero que tengamos la suerte de que esté despejado mañana —agregó al comentario de la otra, volteando a ver la lluvia caer tras los ventanales.

    Deshizo sus brazos cruzados, para poder entrelazar sus manos en una posición más relajada. Les brindó a ambos una suave sonrisa.

    —Sep, soy de primer año, ingresada recientemente, debido a terminar todos los cursos de mi anterior escuela—. Tras eso frunció el ceño pensativa, exagerando un poco las facciones— Ustedes... son de tercero, ¿no? —ladeó la cabeza— ¿Cuánto tiempo llevan acá?
     
    Última edición: 30 Agosto 2020
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  19.  
    Hygge

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    Soltó una risa nasal al escuchar el comentario de Laila y negó con la cabeza, incrédulo, brazos en jarra. "Eso sobraba, princesa", parecía estar diciendo su tensa sonrisa, mordiéndose la lengua solo para que su nueva kohai no descubriera el pastel.

    Pero, ¿qué iba a sobrar? Si se pasaba el día haciendo lo mismo y más.

    No obstante, escuchar a Mao pareció suavizar sus facciones considerablemente. Ver a una recién llegada con esa energía y esas ganas de vivir su estancia en el Sakura le hacía sentir una felicidad extraña, incluso nostálgica. No fue si no hasta ese preciso momento que reparó en el poco tiempo que le quedaba allí, en lo importante que era preparar a las nuevas generaciones para que pudiesen llevar el club adelante.

    Un impulso extraño lo movió en el momento en el que colocó una mano sobre la cabellera de Mao, dirigiéndole una sonrisa de ojos cerrados. Sincera, genuina. Como la de un padre orgulloso escuchando hablar a sus hijos.

    —Así se habla. Bienvenida a la academia entonces, kohai-chan.

    Revolvió con cierto cariño su cabello, sin buscar despeinarla, y la dejó ir mientras Laila respondía su pregunta. Se llevó una mano a su cabellera albina con disimulo, notando cómo el dolor de cabeza volvía, avivado por las voces a su alrededor. Si ya no iban a ir al dojo, sería buena idea pasarse por la enfermería.

    Se rascó la nuca, volviendo la atención a las chicas.

    >>Disculpadme un segundo, ahora vuelvo. Un placer haberte conocido, Kobayashi-san. Meyer~.

    Y tras dirigirles una última sonrisa, comenzó a alejarse de allí, con la intención de ir a por alguna pastilla. Lo que fuera con tal de sobrevivir hasta el final del día.

    Gigi Blanche todo tuyo :0!
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    El sonido suave de los pasos haciendo eco hacia su dirección la hizo alzar la cabeza; se había distraído bastante entre sus pensamientos, perdiendo el hilo de la conversación que podría haber escuchado de parar la oreja. Era extraño en ella, ¿verdad?

    Separó la espalda de la columna al identificar la cabellera albina y, a pesar de todo, se las arregló para esbozar una de sus sonrisas suaves y educadas.

    —¿Senpai? —tanteó, inclinando ligeramente la cabeza—. Bleke Middel, de segundo año. Sé que esto es repentino, pero ¿podrías concederme un minuto de tu tiempo?

    Soltó una risa floja por la nariz al darse cuenta de cómo debía verse toda la situación y meneó la cabeza, sujetándose un codo con la mano contraria.

    —Descuida, no planeo confesarme, si eso es lo que parece. Más bien me gustaría hacerte una pregunta.


    Se abrió ligeramente hacia el costado, indicándole que podría acompañarlo adonde fuera que planeaba ir en su dirección hacia fuera de los casilleros.
     
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