Capítulo II 義 Gi — Justicia Lentamente en el transcurso de la noche; se fueron retirando, Kohaku guió a Suguino nuevamente a la clínica, protegiéndolo y haciéndola sentir segura. Fuji regresó al comercio de sus padre antes de que regresaran a su hogar guiaron a Misato hacia el hostal dónde podría pasar una noche agradable. Yamagata ya no estaba con ellos; regresó a su hogar, dispuesto a ayudar a su padre; pero simplemente no encontró la fortaleza para hacerlo, así que acompañó a Matsuda, a quien le sugirió mantener guardias para cuidar de Tenshin y así poder dormir un poco respectivamente. Kuroki; Natsu y Ukita mantuvieron una dinámica similar; haciendo rondas para que pudieran dormir un poco mientras vigilaban a Kenzaburô; quien se mantenía en la celda durmiendo de pésima manera; sin su katana. Ukita cuidaba aquella arma, observándola; estaba descuidada; igual a su dueño, pero no tenía sangre fresca. Takano se retiró a dormir a su hogar cuando sólo Takeda permanecía en el Santuario. La noche había terminado; el sol comenzaba a asomarse por el horizonte; la hoguera sólo desprendía un poco de humo, pero las llamas habían muerto; Takeda seguía allí, allí estuvo todo el tiempo; con la piel sucia y oliendo a fuego muerto. La espada de Chikusa estaba clavada frente al árbol Bodhi, la tierra debajo había sido manipulada; allí quedaron las cenizas de su amigo. Takeda le dedicó una última oración; se levantó y comenzó la limpieza del Santuario; en estos momentos su piel parecía tostada por el sol; pero sólo era leña quemada en sus poros. Takano despertó; e inició el día con su entrenamiento; salió de su casa y golpeó tres veces un gran tronco; este no parecía inmutarse ante los golpes; Takano suspiró frustrado, y comenzó a caminar por Nara buscando a sus compañeros; era momento de iniciar el día con el entrenamiento en el dojo. Generalmente Takano no tenía que buscar a nadie, todos sabía que tenían que estar allí; pero esta vez se dedicó a ello, seguramente la mayoría se encontraban desvelados.
Ryouma MAO Antes de ir a buscar al hombre condenado por la desgracia, decidió visitar a alguien demasiado importante; el último puro de los Minamoto. Entró como el silencio de la noche, a pesar de que era madrugada. La seriedad de su expresión, su ropa estratégicamente colocada; era imposible discernir con seguridad si se trataba de la médica Mao o alguien muy similar a ella, pero su ropa le delataba, a pesar de estar toda embarrada. Entró descalza al templo, con sumo silencio. No comentó nada y se quedó de pie, sujetando con fuerza natural la empuñadura de su única katana. Takeda se encontraba limpiando el lugar, por lo que no lo iba a interrumpir, esperó de pie a que su atención se dirigiera a ella; toda su presencia gritaba cansancio, así que sería ilógico que buscara enfrentarse a un duelo, pero la lógica a veces se atrofiaba en mentes débiles. Mao era resistente, pero la fuerza le flaqueaba constantemente. Sus ojos entrecerrados no estaban así por juzgadores; la migraña era demasiado fuerte, más de lo que acostumbraba a sobrellevar, pero no estaría tranquila hasta enterarse del paradero de Kenzaburo: Tenía que escuchar la respuesta que Takeda tuviera para ella antes de decidir como actuar.
Takeda Minamoto Takeda dejó de barrer y enfocó su vista a la niña que lo observaba; posiblemente se vería peor que él; esto lo hizo soltar su escoba y caminar hacia ella; se incó a su altura para colocar el dorso de su mano en su frente; Mao podía distinguir el aroma de madera quemada e incienso que desprendía Takeda, mientras el se daba cuenta de la fiebre que traía —No has descansado; ¿no dormiste en la Clínica?— Takeda no conocía a Mao; pero la había visto hace unos días en la Clínica cuando visitaban a Suguino por una herida de entrenamiento; Takeda se levantó, fue al pozo por un trapo el cual humedeció; el agua estaba fría; lo colocó en la frente de Mao —Deberás sostenerlo; sé que no cura nada pero al menos da la sensación de bienestar— sonrió a Mao — Ayer ofreciste tu katana a mi apellido ¿Por qué quieres brindarme tu fuerza?—
Contenido oculto: Musiquita por que puedo y quiero Ryoma Masuyo Sintió el olor del incienso y sus ojos se cristalizaron; pegaba bastante con Chikusa. Negó suavemente ante la primera pregunta, quedándose simplemente estática en lo que podía. A pesar que sus ojos estaban abiertos, su cabeza solo podía visualizar cosas que nunca más podría volver a ver. Sostuvo el paño que le brindó Takeda, era claro que entendía como funcionaba el asunto; simplemente no quería ser atendida por nadie, pero negarse a ello era ridículo y lo sabía bastante bien, los enfermos cabezotas y soberbios eran los más desesperantes de atender. Al momento de tomar ella misma el paño, pasó a rosar la mano ajena, que a comparación suya era totalmente cálida. Apenas el caballero alejó su mano, Mao se dejó caer al suelo; sentándose con los pies cruzados, rodillas apuntando a polos opuestos; apenas generó ruido en cuanto su cuerpo se dejó reposar en el suelo de madera. Pensó la pregunta. —No puedo lograr lo que quiero sola —contestó, su voz sonaba como la de una niña pequeña, había perdido su característica voz profunda, porque en realidad esa era la falsa; ahora simplemente hablaba como podía, la fiebre no le permitía fingir mucho. Lágrimas en silencio recorrían sus mejillas, mientras ella tan solo miraba el suelo. Caliente, su cabeza y todo lo que esta generaba, contando las gotas saladas de sus ojos. >>Pero preferiría que fuera así. No quiero vincularme, solo quiero degollar un par de cabezas de los Taira —comentó, su voz era inestable, a veces se les salían monosílabos más agudos que otros, pero todo eran simples susurros adoloridos al final. — El motivo es mejor ni mencionarlo —finalizó, mientras cerraba sus ojos para empezar a dormitar un poco. Los templos siempre eran un buen lugar para descansar; entendía por qué Chikusa se había descuidado tanto, ella misma había estado así desde que llegó a Nara. Hubo un leve momento de silencio absoluto. >>También quiero ver a Kenzo.
Kohaku Ishikawa La cola peluda de Chiasa agitándose cerca de su rostro lo había despertado. Al abrir los ojos y notar la luz natural colándose en la habitación sintió que su mente apenas había descansado. ¿Qué debía hacer ese día? Se levantó, se aseó y se vistió, abandonando la posada. No sentía particularmente hambre, pero sabía que lo ideal sería echarle algo al estómago. Con esas ideas en mente se dirigió al comercio donde había cenado el día anterior.
Takeda Minamoto —Ya veo...— dijo intrigado; mientras levantaba la escoba y la dejaba en el cobertizo; se dirigió nuevamente al pozo, sujetó el cubo de madera que había junto y lo llevó de agua; la cual utilizó para lavar sus manos y cara; volvió con Mao, aún destilaba el aroma de madera quemada e incienso; pero su rostro estaba mas fresco; sólo con ese poco de agua se revitalizó —Entonces acompáñame al dojo; todas las mañanas nos reunimos allí; mi clan apenas resurge...—miró hacia el árbol —... y no es un camino seguro; pero si sientes que es tu camino no te detendré— Dijo avanzando para salir del santuario y dirigirse al Dojo Comercio [Rōdō-sha Hatsu] El comercio aún seguía cerrado; posiblemente era muy temprano para que el lugar abriera; no se escuchaba ruido en su interior. Takano caminaba por el mismo lugar cuando te vió; te saludó aún estando lejos para llamar tu atención mientras se acercaba a ti —Kohaku; has despertado muy temprano; buena cualidad de guerrero. Ve al dojo—Dijo mirando el local cerrado —Ellos abren mas tarde; normalmente después del entrenamiento venimos a comer; pero Fuji siempre nos lleva arroz al dojo para que tengamos energía antes del esfuerzo físico —Se quedó un momento en silencio; pensando si esa rutina se mantendría; si Fuji iría al dojo ese día —Yo estaré allá pronto; debo buscar a los demás; ayer perdí a Kuroki...—dijo apenado —Seguramente fue a dormir al Shukusa, así que iré allá a buscarlo, caminemos junto al área residencial; después yo iré a buscar al resto— Celda [Subterráneo Casa Feudal] Ukita miraba a Kuroki y Natsu; la última guardia había sido de él así que ellos seguían dormidos en posiciones incómodas; los sacudió un poco para que despertaran; después se acercó a Kenzaburô detrás de rejas; golpeó con el mango de su katana una de ellas para despertarlo —Creo que es tiempo de que hables con nosotros; antes de que el señor feudal o Tenshin empiecen con violencia— decía estóico, sin burla ni malicia —¿Qué es lo que crees que sucedió anoche en el Santuario?—
Misato Aoyama La luz del alba puso fin a mi letargo, había descansado tan profundamente que por un segundo olvide las primeras turbulentas impresiones en Nara, moví mi cabellera que cubría parte de mi rostro y acomode mi atuendo y observé mi katana reposando a un costado de la habitación, desenfunde y vi mi reflejo por un segundo. —Este lugar tampoco pierde el tiempo—murmure mientras cepillaba mi cabello con una vieja peineta de mi infancia, observando el amanecer tan pacifico, acompañado con una ligera brisa, de verdad me encantaba ese tipo amaneceres tan refrescantes. Era una pena que fuese luego de un día en el que un valeroso guerrero fuese asesinado de una forma tan vil y cobarde. —Era esto lo que escuchaba, este clan despiadado apenas empieza—afirme mientras veía al viento mover mi larga y oscura cabellera, tras incorporarme lo até y tome mi katana, no sabía bien que lugar visitar era muy temprano aún pero mi deseo de explorar, a veces no se detiene. —¿Estarán cerca?—me pregunté apenas disponía a salir, las personas que guiaron a este Shukusha quizás las encuentre más tarde y en otra parte de Nara.
Kuroki Fusatada Musite levemente ante la suave sacudida que Ukita nos proporcionó, por lo que me levanté sobre mi brazo derecho para tallarme los ojos y poco después ver y escuchar lo que le decía a Kenzaburô. Por lo que al final me senté ahí mismo en el suelo y bostece en silencio, así que con algo de dolor por dormir incómodamente sumado a esa sensación de un mal descanso estaban presentes. Pero sin más me levanté y me quedé de pie ante cualquier cosa, mientras veía un momento a Natsu por si quería conversar sobre la situación actual, para después volver mi atención hacia Kenzaburô.
Ryouma Se quedó en silencio, sin decir mucho más... ¿Tenía que seguirlo en ese mismo instante? ¿O podía dormir un rato? No, lo último era ilógico, nunca se sabía cuando a un idiota se le ocurría atacar dos veces el mismo lugar. Respiró hondo en un intento de ganar fuerzas, pero no sirvieron de nada; igual se tambaleó al momento de pararse. Siguió los pasos de Takeda; parecía un alma en pena, la diferencia es que estas últimas salían de noche, así que tan solo era una condenada que arrastraba su caminar. —¡KENZABURO, TAKEDA! ¡Si se muere me voy a enojar bastante! —gritó a sus espaldas, su vozarrón parecía intacto, y usaba esa voz profunda y sería con la que solía usar para hablar con cualquier desconocido. >>¡Ayer estaba vivo; si mañana aparece muerto, me voy a enfurecer! ¡No quieres ver a un niño furioso, ¿verdad?! ¡Son tontos y actúan sin saber! —sonaba bastante molesta, y estaba siendo descuidada; pero la migraña no le dejaba nada más que ponerse insoportable. Golpearía a Kenzo si no fuera un viejo. —¡Es un hombre idiota, Takeda! ¡De seguro se metió en malentendidos por ser un perro que solo busca sobras asquerosas! ¡Un tonto, el peor de los tontos, Takeeeda! ¡Si muere será por tonto! Sus ojos cristalinos empezaron a soltar lágrimas, más que nada por la jaqueca de la migraña, la fiebre no le bajaba el mal humor; más aún caminando bajo el sol. Se sentía acalorada. >> ¡Si se muere por mi culpa, te juro que cometo Haraki-... Se mordió la lengua, y tan solo miró el piso mientras seguía la sombra de Minamoto. Estaba nerviosa, no tenía ganas de encontrarse con el resto de individuos del Clan, se sentía como una patada en el estómago solo pensarlo. Le gustaba la gente como Kenzo, esa que hablabas y no se ofendían; porque sabían que eras un cabeza dura sin reparo. —Viejo perro estupido, ya verás; te meteré ingredientes que no te gustan a la próxima comida que te haga —susurró para sus adentros. Solo pensar en Kenzo metiéndose en problemas por aplanarle el camino le hacía hervir la sangre. A la mierda sus deseos egoísta; él debía ser capaz de pensar en ella antes de hacer estupideces.
Kohaku Ishikawa Estaba acercándose a las puertas cerradas del comercio cuando Takano lo alcanzó desde un costado; el silencio sepulcral del local le había dado la sospecha que el hombre se encargó de confirmar. Asintió ante sus órdenes de ir al dojo, o al menos así las incorporaba Kohaku. Con ese nivel de diligencia y responsabilidad. —Siempre he preferido aprovechar el día —comentó en voz calmada, empezando a caminar junto a Takano—. Además, ahora tengo una especie de despertador personal más efectivo que la luz del sol. Chiasa chilló con alegría desde su hombro y Kohaku le rascó el lomo con apenas un dedo. —¿Dice que perdió a Kuroki, señor? Se refiere al niño albino que estaba con nosotros, ¿verdad? ¿Acaso ocurrió algo?
Kenzaburô Gruñó como un animal feroz cuando fue despertado; llevó su mano a dónde debería estar la empuñadura de su katana y al encontrar vacío suspiró resignado. Se acomodó como pudo para sentarse sobre sus piernas en un intento de descansar mejor la postura; la espalda me dolía de dormir mal y sus huesos tronaban por la humedad de aquel calabozo. Contó a los tres que le vigilaban, incluído el niño que le había increpado en el comercio. ¿Que hacía un niño allí? —¿Cuántos guerreros más han de morir para que abras los ojos, general? ¿Cuántos visitantes al pueblo deben ser desterrados y encerrados para que te des cuenta? Esto es mi mundo, no uno perfecto, pero es mío; y se viene abajo por una confrontación que no tardará en explotar. Cuando encajes todas las teselas del mosaico, general, verás que te faltará una pieza, solo una. Esa tesela lleva el nombre de Tenshin. Hizo silencio mientras seguía con la mirada el rostro de los tres, observandolos por turnos. —Si no pensarás lo mismo no tendría guardias en mi celda. ¿De quién me proteges? ¿Piensas que sigues las reglas a la perfección o hay algo más? La mujer observa mi katana; yo estuve en el comercio mientras todos salían despavoridos como gallinas sin cabeza. El filo está descuidado pero no tiene una gota de sangre. Pero sí tiene sangre las manos del tal Tenshin. Lo rastree desde el Santuario hasta el Dojo y finalmente al establo, dónde los animales reaccionaron a mi presencia y me vi sobrepasado de guardias; admito que me frustré personalmente, perdí el toque. —rió entre dientes. —Es todo lo que tengo para decir y lo único que diré. —su voz cambió un poco. —Pero si tocan un poco de más a mi katana juro que saldré de esta celda como sea y ahí tendrán otro problema del qué ocuparse. Retornó a su posición, aún incómoda, de loto y esperó la sentencia.
Kuroki Fusatada No evité asentir ante la respuesta de Kenzaburô, no podía evitar compartir su opinión, y comprendía perfectamente su malestar, pero tampoco era inteligente mostrarse tan hostil, por lo que no evité suspirar molesto pero manteniendo la calma, dirigiéndome a él. —Amigo, por favor. Mantengamos la calma, ¿sí? Amenazarnos no es la mejor opción ahora, menos si ahora todo mundo empezará a hablar de ti. Por favor, puedo ver que eres un hombre que puedes preocuparte verídicamente por tus actos, al menos. En nombre de otros—. Expresé, refiriéndome a Mao. >>Colaboración es todo lo que te pedimos, porque creo haber escuchado que no te ejecutaron porque precisamente el señor aquí presente lo impidió, si no ahora serías historia. Así que no te alteres, faltan piezas. Eso es todo—. Dije con firmeza, mirándolo serio, confiaba en él pese a todo. No quería pensar que si fuese por alguna muy extraña razón el asesino, si decimos que se haya cambiado de ropa y sea tan descarado como para volver a la escena y encima fingir seguir un rastro para ser capturado no sonaba coherente. Y quería, pese a la breve amenaza, que tampoco lo estamos sentenciando inmediatamente.
Natsu Gotho Sus labios se fruncieron mientras permanecía sentado en el sucio suelo manteniendo las piernas un poco abiertas y su espalda levemente curveada, con la espada de apoyo en su mano izquiera mientras su cabeza se recostaba en la pared de textura rocosa, escuchando lo que hablaba Kenzaburô, abriendo levemente sus párpados luego de ignorar la agitación de Ukita para despertarlo de su profundo sueño. —El tipejo no tiene pinta de estar mintiendo —comentó como si la situación no lo involucrase ni un ápice—, deberían mandarnos a cazar el verdadero problema. Dudo que el señor —continuó en un tono de voz cauteloso— no se sepa defender solo. Terminó su comentario como lo obvio, desviando sus pupilas ámbar hasta Kuroki, identificando aquel aire apaciguador que sentía al escucharlo hablar. Un mocoso educado.
Takano Turusuke Takano se distrajo un poco al ver a Chiasa; que pudiera controlar al animal le parecía sorprendente; volvió en sí y miró a Kohaku mientras caminaban por el área comercial en Nara —Con el asesinato... creo que todo ha sucedido; te has unido al clan en un momento tormentoso —decía preocupado —Takeda ha pasado dos años reuniendo personas dispuestas al entrenamiento samurai con la vieja filosofía del clan; apenas comenzábamos a reformar todo, a mejorar en entrenamiento — notaste que su expresión estaba molesta —Sólo Chikusa, Takeda y Ukita estaban en dominio absoluto para poder enfrentarse al clan Taira — comenzaron a cruzar el río por el puente de madera y así llegar al área residencial de Nara —El que nos arrebataran a Chikusa... ha sido un golpe muy fuerte para nosotros— El dojo estaba a la vista; Takano no avanzó mas para poder irse y buscar a los demás —Ve al dojo, allí ya deberían estar Fuji y Yamagata; me reencontraré con ustedes cuando encuentre al resto— Dijo despidiéndose de Kohaku y Chiasa. Siguió avanzanzo hasta llegar al Shukusha, una vieja casa residencial, perfecta para los forasteros; al entrar Roku Kimura, el dueño del lugar lo saludó asintiendo con su cabeza; un hombre de pocas palabras y estaba recién despertado por lo que su humor no era el mejor. Takano miró a Misato en la entrada; la ubicaba del comercio del viejo Hatsu, había comido al mismo tiempo que ellos; se acercó procurando no asustarla; Nara estaba inquieta y no quería causar un altercado —Disculpe; ayer la vi en el comercio. No sé si usted habrá visto a un muchacho albino, estaba conmigo comiendo ayer y pensé que había pasado la noche aquí...— Takeda Minamoto Takeda caminaba a un lado de Mao, su diálogo parecía mas un monólogo; no sabía que responder; no entendía quien era Kenzaburô; después consideró que podría ser el hombre con el que comía ayer "¡Es un hombre idiota, Takeda!" decía Mao haciendo que Takeda tratara de seguir el ritmo a sus palabras; para alguien tan tranquilo como él; con siempre un ritmo suave y ameno; le resultaba difícil seguir los monólogos, aunque con Yamagata le pasaba algo parecido, también él era alguien que sacaba todos sus pensamientos de un tajo "¿será su padre?" Pensaba mientras negaba su cabeza para sí mismo "No no, nadie le podría decir perro estúpido a su propio padre; puede ser su hermano" dijo mientras recordaba el rostro de aquel hombre, era mucho mayor a ella —Encontraremos a tu... amigo; conozco muy bien Nara; pero primero debo ir a escuchar las palabras de los míos y saber que ha pasado en mi ausencia — dijo refiriéndose a aquel desprendimiento que tuvo la noche anterior; al atender únicamente el funeral de su amigo. Dojo Minamoto Fuji era la única presente en el doyo; junto a ella una cesta llena de arroz el cual humeaba. —Ya era hora Yamagata....— detuvo su oración al ver a Kohaku entrar en lugar de la persona que estaba esperando —Bienvenido Kohaku; ¿Quieres un tazón de arroz?— Sin esperar la respuesta comenzó a servirlo —Gracias por lo que hiciste ayer por mi hermana; tenía mucha preocupación de que no quisiera irse nunca de aquel sitio... ya sabes.... debíamos dejar a Takeda...— En ese instante la puerta de nuevo se deslizó; era Takeda seguido de Mao; Takeda saludó a ambos con una sonrisa; Fuji corrió para recibir a Takeda; le entregó un pergamino con un sello de lacre rojo. Takeda lo abrió y comenzó a leer —Una audiencia con el Señor Feudal Hidetoshi, Eizo— Dijo mirando a Fuji; quien entendió el por qué Matsuda no había vuelto a casa la noche anterior y el por qué Yamagata aún no llegaba al dojo esa mañana —¿Habrán atrapado al asesino?— dijo con la mayor delicadeza posible. Takeda la miró —La misiva no me especifica nada; sólo que me requieren de inmediato— se incó para mirar a Mao —Podrás descansar aquí mientras regrese, nadie puede acompañarme a esta Audiencia— Celda [Subterráneo Casa Feudal] Ukita le mostró la katana a Kenzaburô —Esta katana en manos equivocadas pudo haber sido la que te delatara de un crimen que no has cometido — dijo entregándosela a Kuroki, ignorando las amenazas del espadachín—Entrégasela a Fuji; con la condición que tiene ahora esta arma no le servirá de nada— antes de que Kuroki se fuera se dirigió a Natsu —Tu curiosidad ha sido lo que te trajo aquí; tu falta de miedo sobresalió donde la mayoría hubiera huído; ve con Kuroki al dojo; busquen a Takeda, nuestro líder e infórmenle de esta situación— miró hacia Kenzaburô y después fijó la vista en Kuroki —Ambos han mencionado que el asesino se detuvo frente al dojo un tiempo —habló para Kuroki y Natsu —traten de encontrar el por qué hizo esto— se dirigió hacia Kenzaburô y lo miró fijamente con la seriedad que lo caracterizaba; pero esta vez la furia salía de sus palabras —Mis ojos siempre han estado abiertos; pero es de ingenuos creer que el Señor Feudal dejará morir a su primogénito sin suficientes pruebas en su contra. Tenshin siempre ha gozado de inteligencia verbal; pero ayer, seguramente el miedo lo hizo trastabillar; su diplomacia se perdió por unos instantes y es por ello que te he defendido, a ti, un forastero. No pienso dejar impune al asesino de mi amigo; y tampoco voy a dejar ver morir al que ha logrado atrapar al imbecil — dijo antes de indicarles a Kuroki y a Natsu —Kuroki; tu eres parte de nuestro clan; así que lo que he mencionado es una orden. En cambio tú...—dijo a Natsu —... no tengo mínimo poder en tus armas; pero veo cualidades admirables en ti; si puedes brindarnos tu ayuda serás recompensado— señaló a Kenzaburô— el rastreador está en las rejas y mi equipo tiene manos atadas; pongo sobre ustedes y el resto— dijo a modo de disculpa.
Kenzaburô Miró a Kuroki y alzó ambas cejas en sorpresa. ¿De verdad el niño le estaba interrogando? Todo eso parecía una puesta en escena de Mao solo para irritarle. —No tengo más que decir. —soltó con una voz monótona; sin sentimientos. —Quedará en sus sentidos comunes buscar respuesta a lo que conté. Luego miró a Natsu y la palabra tipejo le hirió. Iba a decir algo pero se mordió la lengua para dejar de hablar o maldecir. Quiera o no era cierto; no estaba en posición de dar gritos. —No pueden vigilarme por siempre. —anunció cuando escuchó el plan de investigación. —Y tampoco tienen la forma de conseguir más pistas. —se quedó en silencio, apoyando la frente sobre la pared húmeda como una especie de sólido consuelo. —Una grulla de papel. Una grulla de papel por debajo del puente principal. Debe tener mi firma. A la noche habrá una persona en el extremo oeste de la ciudad que les dará información sobre quién sea. Pregunten por Tenshin. Amelie no sé si funciona así mi habilidad de Recursos xD
Misato Aoyama Tras lavar mi rostro amarre mi katana lista para el nuevo día, suspiré aún recordando la tragedia ocurrida el día anterior. Una gran batalla está...¿pronto a llegar? Ya en la entrada vi a un hombre de cabello oscuro acercándose de forma sigilosa, sonreía esperando no sea alguna propuesta para captar a la "nueva del pueblo". Odiaba pensar eso, pero más de uno pidió mi mano en mi recorrido por Japón, era casi una costumbre. Pero esta vez su cuestión era saber sobre el paradero de un joven albino ¡claro! era el mismo de aquel grupo, el junto a un enmascarado con la ardilla destacaban entre los comensales del lugar. —Ah el chico pues...—medite un poco con el índice en mis labios— me pareció verle salir tras la niña de la clínica, pero no seguí su rastro apenas llegue y decidí comer y descansar lo más pronto posible, días atrás tuve...ciertos encargos que en verdad exigieron mucho de mi...ya sabes trabajando de sol a sol. Explique amable y confiada como una nueva amiga a conocer,sin más detalles, odiaba tener que contarles como primera impresión mis trabajos como una especie de mercenaria. Aunque sabía que nadie tardaría en descubrir mi naturaleza...una vez noten mi katana.
Natsu Gotho El escuchar el discurso de Ukita lo hizo levantar con parsimonia, re-acomodando la boina sobre su cabeza mientras apoyaba su espada en su hombro izquierdo, mirando a Kuroki por encima, como si lo examinara brevemente. A simple vista el chico no pasaba los dieciséis años, además de aquella aura calmada que le transmitía. Sin palabras, con una simple mirada esperó y aquel niño entendiera que estarían juntos en esta ocasión buscando el culpable, al menos, eso haría él por su parte. Salió de aquel sitio con simpleza denotando el sol del amanecer, el sonar de las aves cantarinas y el viento cálido. Al comenzar a dar sus pasos vio entre el alto césped algunas ciruelas. No perdería tiempo si evaluaba las condiciones de aquella fruta, quizá podría recolectarlas para después continuar su camino hasta llegar a Takeda. Con su pie las movió, mirándolas para probar si sería de utilidad llevarlas consigo.
Kuroki Fusatada Suspire ante la respuesta del encarcelado, aunque parecía tener un contacto, bueno. Ya era algo, desafortunadamente pese que Ukita le dijo técnicamente lo que yo quería decir, era la triste realidad... La palabra que pesa aquí es la de Tenshin. No de ninguno de nosotros, excepto la de Ukita pero sin evidencias... No podríamos hacer nada. Luego miré a Ukita, mientras me entregaba la Katana de Kenzaburô. Sosteniéndolo con firmeza mientras la contemplaba, cielos. Esta tan dañada y descuidada, aunque mas bien diría que esta espada ha presenciado ya demasiados combates, y quién sabe cuanta sangre haya derramado ya. Lo coloqué con firmeza a mi costado izquierdo, mientras asentí en silencio, y me giré a la salida, mientras Natsu salía. Ukita se disculpó y me giré a el para reverenciar. —Hay tiempos difíciles ahora, no se preocupe por eso—. Dije con calma, irguiendome y girándole de nuevo a la salida, esta vez alcanzando al otro chico. Poco después lo vi revisando unas plantas, no le di mayor importancia y suspire para concentrarme. —Vamos, el tiempo es oro. De tardarnos mucho... Podrían ejecutarlo, no creo que él sea el asesino—. Le dije con calma, mientras hacía ademán de correr.
Ryouma Mao "Amigo"... No, ella no tenía ningún amigo. Nunca los tuvo, ni antes ni después de la masacre... ¿Qué eran? ¿Se sentirían bien? Lo más probable es que serían un estorbo, un peso de más, gente de la cual depender... No estaba lista para esas cosas, solo podía pensar en Kenzo, en cortar cabezas de samurais, conseguir trabajo y en ella misma. —Ey, Takeda —dijo con su tono de voz neutral, el suave y profundo sonido nacido de su estómago —. ¿Te molesta... Si me sujeto a tu brazo? Siento... Que se me nublan los sentidos... Seguía caminando, aunque si se le veía más encorvada, y mucho más desganada. >>Para evitar estrellarme contra el suelo, digo... No me gustaría rasmillarme la cara. Hacía calor, demasiado calor. La cabeza le punzaba y tenía que concentrarse demasiado en su respiración, para no desfallecer. Si Tekeda le dejaba, se afirmaría. Si no, tendría que afrontar las consecuencias de su pataleta nocturna. —Ah, y tus compañeros dan miedo; una jauría ¿Sabes lo aterrador que es encontrarse una condenada jauría de lobos hambrientos? Por suerte los tuyos están algo domesticados... Supongo que ser viejo no está tan mal... Si Takeda iba a ser su líder desde ese día en adelante, más le valía empezar a sincerarse aprovechando que tenía fiebre; con la mente despejada nunca se le ocurriría soltar tanta palabrería barata.
Kohaku Ishikawa Atendió a las palabras de Takano mientras recorrían Nara a paso calmo y, en cierta forma, pesado. La ciudad estaba amaneciendo y el bullicio urbano comenzaba a solaparse con el vigor del río y el piar de las aves matutinas. Ahora comprendía que la pérdida del clan no era solo afectiva sino también táctica. Una baja considerable, motivo digno de iniciar una guerra. Las había, de hecho, germinadas de suelos aún menos fértiles. Sin importar el culpable del asesinato, las cartas serían echadas y más sangre inequívocamente sería derramada. Kohaku alzó la mirada al cielo turquesa un breve instante, en lo más alto del puente. Así era el mundo donde vivían. Sonrió apenas, con los labios apretados, y liberó un suspiro suave. —Es un momento tormentoso, ciertamente. Pero estos son los momentos que suelen requerir mayor cantidad de espadas a disposición, y llevo tanto tiempo sin un rumbo fijo que me alegra haber encontrado un lugar por el cual actuar. —Se giró hacia Takano cuando éste se había detenido, dispuesto a separarse, y se inclinó honroso hacia él—. Le agradezco, señor, y a todos los demás, por acogerme aquí en Nara. No los defraudaré. Lo siguiente que observó fue la espalda de Takano alejándose y se encaminó hacia el dojo sin tardanza. Allí lo recibió Fuji y Kohaku le agradeció por el tazón de arroz. Le aliviaba verla allí, con la comida humeante, esperándolos a todos. Debía ser una señorita muy fuerte. Asintió ante sus palabras luego, estirando los labios en una sonrisa suave. Conque Suguino era su hermana. —No se preocupe, señorita, acompañar a su hermana a tan altas horas de la noche era lo menos que se esperaría de un hombre. ¿Cómo se encuentra ella? Le parecía ciertamente descortés preguntarle por ella misma, y decidió encauzar la conversación hacia Suguino. Puede que, de esa manera, Fuji hablara también sobre sus ánimos. Una parte dentro de Kohaku, sin embargo, le decía que su fortaleza se lo impediría. Apenas unos momentos más tarde, Takeda ingresó al dojo junto a una muchacha pequeña. A Kohaku le sonaba de alguna parte, aunque no sabría decir dónde. Se la veía débil y afiebrada, y se incorporó de inmediato para ir hacia ellos. Mientras Fuji le entregaba la misiva a Takeda, Kohaku hincó la rodilla frente a la niña y tanto él como Chiasa la observaron. —¿Te encuentras bien? —murmuró, preocupado—. ¿Puedes mantenerte de pie?