Introducción La Guerra Jishō-Juei, lleva años en estado latente por la inestabilidad entre dos clanes; Taira y Minamoto, pero esto no siempre fue así; los clanes antes estaban en paz uno con el otro. Fue cuando entre ellos desataron conflictos civiles al desafiar las viejas costumbres, el clan Minamoto no estaba de acuerdo que alguien del clan Taira tomara el trono Imperial; un acuerdo al cual se había llegado varias generaciones atrás; pero el líder del clan Minamoto: Sogo; consideraba que el clan Taira se había corrompido, habían desviado sus atenciones a la vida de lujos en lugar del entrenamiento, además de volverse autores de varios ataques a clanes menores para demostrar su poder. Sogo Minamoto era un hombre bastante honorable, por lo que antes de que iniciaran la guerra civil entre clanes, decidió desafiar al líder del clan Taira: Sakurai; un hombre de la edad de Sogo, el cual ya estaba muy acomodado a su vida de opulencia en el palacio Imperial junto al líder del Imperio: Akishino. Sogo y Sakurai eran viejos amigos, por lo que Sakurai al ignorar los consejos de su amigo referentes a la corrupción, decidió mejor aceptar su desafío; donde ambos tendrían un duelo a muerte para decidir que clan merecía estar en la Ciudad Imperial. El duelo se llevaría acabo en el patio del Castillo, donde cada clan reuniría a su élite; los guerreros mas importantes. El día llegó; el pequeño grupo del clan Minamoto ingresó al Castillo Imperial, donde ya era esperado por el pequeño grupo del clan Taira. Sakurai estaba adosado de las armaduras imperiales para samurái, mientras que Sogo portaba un hakama con su haori para ser mucho más ágil, un atuendo informal pero efectivo. La contienda tenía un favorito, la mayoría consideraban a Sogo con mejores capacidades que Sakurai, el cual había estado descuidando su entrenamiento dejándole eso a sus pupilos, presentes detrás suyo. Pero antes de que se diera por iniciado el duelo, Sogo cae muerto tras ser atacado con una flecha directamente al corazón, su contrincante estaba bastante molesto mirando alrededor buscando al culpable. Akishino era quien sostenía el arco mientras observaba desde su balcón. —Hay algo que no les ha quedado claro; yo soy quien toma las decisiones en Japón. Esta acción de Sogo Minamoto es catalogada de traición ante el Imperio; he dado fin a su error; con la muerte del líder la insurrección de su clan ha quedado saldada; el resto puede irse y tomar su lugar como protectores de Kioto, su poder ya no será trascendente en la corte. Para Noishi Minamoto, el asesinato de su padre había sido un deshonor; pero trató de guardar compostura mientras le indicaba a su hermano Shigeari que tomará al menor de la familia, Takeda y regresaran al dojo a alertar al resto; debían huir de Kioto. Al inicio Shigeari se negó mientras Takeda permanecía inmóvil mirando el cuerpo de su padre; pero Noishi insistió pues sabía que los presentes no saldrían de territorio Imperial, así se perdería el legado Minamoto. Shigeari tomó a Takeda y corrió sin mirar atrás; mientras que Noishi dirigía su ataque final al clan Taira; asesinando a toda la elite incluyendo a Sakurai; pero poca fue su victoria, arqueros imperiales los acribillaron a todos, terminando con el conflicto en sólo unos segundos mientras Akishino observaba. Shigeari llegó al dojo con Takeda, escapando gracias a sus grandes cualidades de sigilo y agilidad; llegó con el espíritu destruido. Avisó de lo sucedido a todos en el dojo obligándolos a escapar, Shigeari se quedó allí mientras los demás huían junto a Takeda quien no quería irse sin su hermano; sólo tenía nueve años cuando esto sucedió. Eventualmente los guardias Imperiales entraron al dojo y Shigueari los enfrentó hasta morir permitiendo el escape de su clan. Obata, un viejo shinobi a mando del clan Minamoto, tomó al pequeño Takeda y huyeron. El clan Minamoto se resguardó en la provincia de Nara, donde mantendría el anonimato por un par de meses; pues el clan se vio tan afectado que se disolvió sin un líder nato. Takeda quedó al cuidado de Obata y Hamami; quienes lo criaron y siguieron adoctrinando. Si se desea adentrarse a la historia de Takeda Minamoto se debe leer su ficha: Takeda Minamoto Transcurrieron quince inviernos donde Takeda siguió entrenando para que el clan Minamoto renaciera, pues su honor estaba comprometido; lentamente fue reclutando espadachines capaces; formando de manera clandestina un clan que empezaba a retomar renombre en Nara, donde ya algunas personas deseaban pertenecer a un clan de los viejos escritos. Actualmente el clan Taira ha dominado al clan Minamoto; asentándose dentro del círculo imperial en Kioto; ellos creen que por su linaje son merecedores de aquel honor, y sobre todo por su superior poder, el cual al pasar de los años fue incrementado pues grandes samuráis se fueron uniendo al clan bajo el mandato de la nueva líder, Shino Taira, quien junto a su hermana menor Tomoe, son las últimas con el apellido original; actualmente Shino es esposa del líder imperial Akishino. "No mido el éxito de una persona por lo alto que llega; sino lo alto que rebota cuando toca fondo"
Capítulo I Virtud El dojo del clan Minamoto era un lugar amplio y silencioso por el momento; sus paredes y techos de madera de bambú creaban un clima bastante templado en su interior donde tres hombres parecían estar discutiendo. Takeda estaba sentado en la silla de instructor en el dojo; un mérito que se había ganado tras arduos años de entrenamiento y resurgimiento de su clan. El lugar no ostentaba el emblema; pero detrás de su ropa tenía cosido aquel símbolo. Takano estaba su lado; se consideraba su mano derecha; pues no sólo era un espadachín hábil sino que también era un gran artista marcial. —¿Que vamos a hacer con ese chico Takeda? ¿En serio lo dejaste ingresar al clan sin siquiera una prueba?— Preguntaba Takano con los brazos cruzados. —Lo sé; fue una decisión imprudente; pero no podía soportar otro mas de sus intentos en entrar al dojo, distraía nuestros entrenamientos y destrozó el techo una vez. No tenemos el dinero y el tiempo para estar pagando por sus errores— decía Takeda con demasiada tranquilidad. —Podemos llevar a Yamagata a su casa; decirles que él es su maestro; sólo con verlo los padres temerán, al oírlo hablar seguro temerán por la cordura de su pequeño...— dijo riendo, haciendo reir a su líder del mismo modo. Ukita escuchaba desde el pequeño altar budista que se tenía en en dojo, terminó su plegaria y se acercó a ambos con la seriedad que lo caracterizaba. —Investigué la situación del crio, es huérfano— mencionó mientras observaba fijamente a Takano; este entendió todo; sabía que su líder era bastante compasivo. Justo en ese instante Kuroki (Gigavehl ) ingresaba al lugar, seguido de un joven, aparentemente cargaba con una misiva (Gigi Blanche ); Takeda al ver esto se acercó al muchacho; este le extendió la misiva, sin abrirla supo que era de un viejo conocido. —Hace tiempo que no sabía de Obata— tomó la misiva y la leyó con cuidado, al terminar se la entregó a Takano quien la leyó a velocidad, al terminar clavó la mirada en el joven. —Esto no es un orfanato Takeda; sé que tienes un conflicto con los niños huérfanos pero no podemos estar aceptando pupilos; necesitamos verdaderos espadachines o artistas marciales. Entiende que tu compasión los puede llevar a la muerte— esto último lo dijo mirando a los dos muchachos. —Haré que demuestren sus habilidades Takano, mientras tanto no reprocharé armas dispuestas a unirse; serán miembros oficiales hasta que yo los condecore con el apellido— Dijo caminando a la salida; mostrando el emblema Minamoto en su espalda. Takeda tenía un alma tranquila pero su liderazgo era un talento nato que demostraba con el simple hecho de caminar; todos los presentes en el dojo lo siguieron sin que este se los indicara. Nara es un ciudad pequeña; a diferencia de Kioto carece de murallas; un río divide la ciudad en dos, en el sueroeste están los comercios y el noreste está el área residencial junto a la casa del señor feudal. El área comercial es muy ruidosa en comparación al área residencial; pero es un bullicio en el lugar dónde se encuentre Yamagata; en este momento está en el comercio de bebidas local. —¡EH MATSUDA!— gritaba a su compañero que estaba a un lado sentado; tapándose la nariz por el aliento alcohólico de su camarada —Es muy temprano para tus tonterías Yamagata; estás incomodando a los clientes— Decía el hombre de cabello largo en una coleta. —¡YA CÁLLATE YAMAGATA!— Gritó una mujer que estaba atendiendo la mesa de la esquina del local, al dejar las bebidas en la mesa se disculpó con los clientes, los cuales sólo rieron. La mujer se acercó a Yamagata y lo golpeó con la bandeja vacía. —Sabes que mis padres detestan que te pongas borracho— dijo retirando las botellas vacías frente a Yamagata, depués tomó la taza frente a Matsuda —Te traeré otro, cariño— se retiró a la barra donde los dueños miraban con desaprobación a Yamagata. Matsuda goleó el estómago de su amigo obligándolo a permanecer en calma —Eres un suertudo Matsuda; al estar casado con Fuji— decía Yamagata dejando caer su cabeza sobre la mesa —Ella es tan bonita y fuerte; quiero conseguir una mujer así— Matsuda lo miró y sonrió —Evita ponerte borracho; eso no les gusta— Decía Matsuda mientras Fuji regresaba con la taza llena, la cual colocó frente a él; Matsuda le sonrió amorosamente; mientras Yamagata se quejaba —¿Y tomar té frío por la tarde? No, mejor me quedo en libertad— En el establecimiento había otra mesa ocupada; era un hombre que tomaba sólo agua (rapuma ). Fuji se acercó al hombre que se ocultaba bajo un sombrero de paja —¿Quiere algo más que agua señor? — En el otro extremo en la barra se encontraba otro hombre cubierto de tatuajes (Insane ); el dueño del local se asomó por la barra y le entregó su pescado; olía muy bien, no era un simple pescado a la plancha; lo habían condimentado y la porción era considerable —Que lo disfrute señor— dijo el dueño, y antes de retirarse se disculpó —Perdone por los clientes ruidosos, si lo incomodan demasiado hágamelo saber para sacarlos del local— En un sector mas ameno del área comercial se enontraba Chikusa; quien traía unos vendajes en ambas manos, no se le veía adolorido o cansado, aún así entró a la Clínica local; se veía bastante concurrida, era algo inusual para él. El doctor lo miró y negó con la cabeza mientras se acercaba a él. —Le he dicho incontables veces que sus cicatrices jamás van a desaparecer; normalmente lo revisaríamos pero hoy tenemos el lugar un tanto lleno; vuelva más tarde— Dijo el doctor sin esperar respuesta mientras se apresuraba a una de las habitaciones En uno de los bancos que se usaban para que los pacientes esperararan, había una mujer sentada(Kuno Vizard ); estaba manchada de sangre pero ella no estaba herida, no era su sangre; portaba una katana. Intrigado, Chukusa se sentó a su lado —¿También estás esperando a que el doctor se desocupe?— Y antes de que le diera tiempo de responder, una mujer salió de la habitación dónde había entrado el doctor; Chikusa se levantó rápidamente y la observó sonrojado —¡Suguino! Yo...— la mujer le indicó que callara con su índice frente a su boca; ella también estaba manchada de sangre. Lentamente Suguino se acercó a la mujer que estaba sentada —El se encuentra estable; y le agradece su ayuda. Me ha dicho que quiere recompensarla pero no posee mucho; le ofrece lo poco que lleva consigo; ¿quiere tomarlo?— Preguntó Suguino; pues la mujer había encontrado al hombre muy mal herido de camino a Nara, y ella fue quien lo trajo a la Ciudad con vida. El doctor salía de la habitación junto con una pequeña de unos catorce años(Mori ) —Muchas gracias por la asistencia Mao; tu habilidad para suturar es muy buena; nos has ayudado mucho a Sugino y a mi el día de hoy; este paciente fue difícil de atender y aprecio que pudieras cuidar a mis demás pacientes mientras terminábamos aquí; puedes pasar en unos días por el pago por este tiempo— Dijo mientras lavaba sus manos con un trapo húmedo y se dirigía nuevamente a la habitación dónde había sido atendido aquel hombre mal herido. Chikusa la observó, podría decir que era una niña y tenía habilidades médicas, jamás la había visto en Nara. Contenido oculto: Indicaciones ¡Bienvenidos y bienvenidas al rol! Podrán interactuar con los pnjs con los que he narrado estas pequeñas historia; también podrán interactuar entre ustedes (jugadores) si es que así lo desean. rapuma Mori Kuno Vizard Gigi Blanche Gigavehl Insane
Kuroki Fusatada Si bien no había demostrado mucho en cuanto ocultarse se trataba, tampoco le agradaba la idea que no lo dejasen hacer una prueba solo por ser un chico, alguien mucho menor por el otro sujeto que había entrado con él al Dojo. Yo solo quiero ver a mi padre o saber de él, pero no dudaba que me cuestionaban con solo decir que tomaba este sitio como un orfanato. Sé qué sitio es este y sé en lo que me estoy metiendo. Puedo demostrar mi valía y seguro, una que otra sorpresa podrían llevarse. Sin en cambio, no era el momento para ponerse a discutir eso, no cuando no conozco a nadie siquiera superficialmente, aunque parece que Takeda es alguien a quien por mínimo podría apoyarme al menos el tiempo suficiente para habituarme, que sea un crío no quiere decir que no sepa cómo manejar una espada, mucho menos si mi propio padre me entrenó. —Señor—me dirigí a Takeda—. Siento los disturbios que ocasioné, juro dar lo mejor de mí para demostrarle a usted y a todos los aquí presentes que puedo luchar como es debido—. Expresé con firmeza y seguridad, me respondiesen o no, quería dejar en claro que confiaba en mis habilidades y que sabía lo que hacía, estarme metiendo no era en vano. —Muchas gracias por esta oportunidad—. Reverencié sin dejar de avanzar con ellos.
Kohaku Ishikawa Una extraña situación se desarrolló frente a mí antes de siquiera poder asimilarlo. ¿Orfanato? ¿Espadachines? ¿Acaso... estaban discutiendo si incluírme o no en un lugar al que acababa de llegar? Fruncí el ceño debajo de la máscara, echándole un vistazo al jovencito junto a mí. Él parecía estar al tanto de la situación. ¿Habrían asumido que venía con él? O quizá... —Señor, espere —me dirigí a quien parecía ser el líder de ellos tres—. No comprendo lo que está ocurriendo. ¿Esto tiene algo que ver con la misiva que le he entregado? El pescador del pueblo sólo me pagó por traerla, eso es todo. Aún pensaba en la gran insignia que lucía a su espalda, la flor azul brillante. ¿No era, acaso, uno de los clanes enemigos del clan Taiga? No estaba muy al tanto de lo que había ocurrido en el último año, había muchas piezas faltantes. ¿Quizá el viejo me había metido en algo gordo sin advertirme? Revisé el dojo con ojos raudos, aunque no logré dar con nada que pudiera rellenar la información faltante.
Natsu Gotho El delicioso olor del pescado bien preparado captó mi atención, ignorando completamente el bullicioso entorno, sujetando los palillos mientras deslizaba mi filosa mirada ámbar sobre el señor que me dirigía palabra. Me mantuve sentado con la espalda levemente curvada, la capucha cubriéndome la cabeza y las manos sobre la barra. Un buen plato debía ser bien disfrutado. —No se preocupe —comenté refiriéndome al ruido, no era algo que me perturbara en lo más mínimo. Deslicé la punta de los palillos sobre el pez, abriéndolo para denotar el color. Con pausa aparté las espinas en movimientos simples, para después comenzarlo a comer. Al finalizar posicioné los palillos sobre el plato, dando las gracias con un simple vistazo, que esperaba y fuese entendido sin necesidad de expresarlo por medio del habla.
Mao Mao hizo una leve inclinación ante las palabras de agradecimiento del doctor; y a pesar de que no era de 90°, no la deshizo hasta acabar con sus palabras: —El agradecimiento se lo debo yo, Doctor —empezó con una voz monótona, pero excesivamente cortés; a pesar de que se escuchaba fuerte y claro, la algo grave voz no incordiaba ni distraía oídos ajenos, como si se tratara de un susurro sonoro —. Si no fuera por el trabajo que me brinda, yo sería tan solo un forastero más, muchísimas gracias por esta oportunidad; la que es verdaderamente beneficiada soy yo. — Si sus palabras eran o no vacías y sin peso, dependía totalmente del prejuicio ajeno Cuando terminó de hablar se volvió a erguir nuevamente: Una postura demasiado perfeccionista, si la veías sin referente pensarías que era una joven bastante alta... pero la realidad es que tan solo mide 1,56, cosa que no influye en su autoestima; pues para la mujer japonesa es una altura promedio... Le supo amargo ver al doctor retirarse, no despegó la vista de la espalda de él hasta que perdió su rastro involuntariamente. Cuando ya estaba liberada de la presencia de su superior, giró todo su rostro y el torso le siguió hasta cruzar miradas con Chikusa; sus pies no se movieron ni un centímetro, estaban pegados al piso de madera. >> ¿Necesitas algo? —preguntó al aire, aunque era claro a quien se dirigía.
Kenzaburô El olor a pescado y a hierbas cocidas le arrancó un ruido de su estómago; tenía hambre, pero el agua, que bebía casi sin descanso, apaciguaba ese pequeño hueco de comida que su cuerpo necesitaba. Intentó no pensar en eso y prestó especial atención a las figuras ruidosas del lugar. Kenzaburô estaba ubicado estratégicamente en el rincón del comercio, justo contra el ángulo del lugar de modo que nadie podría sorprenderlo por la espalda y él barría el lugar con su mirada de lince, nada se le escapaba. Levantó un poco la cabeza, lo suficiente para que la penumbra que proyectaba el sombrero de paja sobre su rostro se alargue y sólo puedan verse sus dientes amarillos al contestar. —No me negaré a algo que sobre de la cocina o que estén por tirar. Me conformo con poco. La voz salió grave y burlona.
Takeda Minamoto Salieron del dojo confundidos ante su actitud; Takeda solía estar en una tranquilidad completa, algo que había logrado por el budismo, además de que entendía a la perfección el código Bushido. Miró apacible hacia los dos que preguntaban por sus acciones, primero aclaró a Kuroki —Sé que lo harás, no darse por vencido es una cualidad que estimo en epadachines, y yo jamás podría subestimar a nadie por su edad; creeme— después giró ante Kohaku, un joven mayor a Kuroki — El viejo Obata, es un informante muy apegado a mi familia; por un tiempo cuidó de mi. Y veo que aún lo sigue haciendo— sonrió al recordar al viejo y mas imaginando cómo se vería como pescador —Esa misiva era una recomendación de él. Te siguió por un tiempo, me dió tu nombre y listó tus cualidades; yo jamás dudaría de Obata— esta vez se dirigió a ambos —Kuroki, Kohaku; cargo conmigo una misión de suma importancia, y he iniciado un reclutamiento para este clan, aquí en Nara ya nos conocen; y todo Japón reconoce este apellido— dijo con solemnidad —Mi nombre es Takeda, soy el líder del clan Minamoto— aquel apellido parecía sólo ser una vieja historia —Y juro por mi nombre que haré pagar a los Taira y a Akishino por sus pecados— Takano y Ukita asentían detrás suyo. En ese instante Takeda sujetó a cada uno del hombro; sintieron la firmeza del agarre que poseía el espadachín —Y yo seré quien decida si pueden portar este apellido; estar bajo el manto de los Minamoto— Contenido oculto Gigavehl Gigi Blanche Comercio El dueño del local volvió a la barra para levantar el plato vacío de Natsu —¿Bueno eh? Mi esposa es la mejor cocinera de todo Japón; este róbalo es un clásico del lugar— mientras hablaba le servía un poco mas de té — Si necesita algo mas no dude en pedirlo; o a mi hija que atiende las mesas— el hombre caminó por la cocina, desde la barra podías ver y oír todo; allí estaba la cocinera, la esposa de aquel hombre aparentemente —Yamagata me va a espantar a los clientes de nuevo, no sé porque el joven Matsuda no controla a su subordinado, tiene el prestigio de la policia local, debería hacer algo...— decía mientras batía con fuerza una mezcla; el hombre sólo sacudió la cabeza —Matsuda jamás lo ha podido controlar; el único que lo hace es el líder del clan...— Mientras tanto Fuji observaba al forastero con pena, a su vez miró que venía armado; no era algo inusual ver a alguien armado pero si ver a un guerrero sin monedas a su nombre —¿Por qué no vendes el arma que cargas contigo? Así tendrías bastante dinero para sobrevivir unas semanas mas— Fuji la observó con mas detenimiento; esa arma a pesar de ser vieja y estar descuidada, no era una simple katana —¿De dónde sacaste esa arma? — dijo observando el tejido en la empuñadura, intrincado; no era un tejido en círculo normal. Contenido oculto Insane rapuma Clínica Chikusa se acercó a la mujer; era obvio que había notado su mirada; todas lo hacen, a veces le molestaba tanto causar tanta incomodidad; estaba apenado, realmente no necesitaba nada, miraba de reojo a Suguino pero sacudió su cabeza y llegó hasta Mao —Tengo unas cicatrices...— sin darse cuenta volvía a decir la vieja historia de sus cicatrices, ya había perdido la cuenta; pero era algo que hacía por incercia cuando no sabía que decir; se quitó las vendas mostrando aquellas marcas; era profundas, circulares; no parecían ser el patrón de algún arma —Me gustaría saber cuándo desaparecerán...— Contenido oculto Mori
Kuroki Fusatada Me sorprendió la respuesta que dió ante lo de las edades, inclusive me sentí arrepentido por juzgarlo tan pronto, por lo que no evité bajar un poco la mirada, hasta que volvió a dirigirse a ambos. No fue hasta que se giró a nosotros y nos sostuvo con una firmeza increíble del hombro que volví a sorprenderme, no sabía si era porque en cierta medida él me ilusionaba, pero cada aspecto en él denotaba liderazgo y firmeza envidiable. —Y-Yo... Comprendo—. Fue lo que pude decir por un momento hasta que reverencié de nuevo.—Muchas gracias Takeda, es un honor—. Dije hasta que volví a erguirme. —He escuchado poco lo acontecido con ese conflicto, ¿qué ha pasado? Bueno, no quiero avivar dolores. Claro. Pero tenía entendido que los clanes Minamoto y Taira estaban en paz, de un momento a otro empecé a verlos en conflicto—. Pregunté preocupado, sea por enturbiar su calma o por la clase de respuesta que pudiera otorgarme de vuelta. >>Me disculpo de nuevo por la pregunta—. Añadí un tanto nervioso.
Kenzaburô Sonrió levemente con la boca cerrada a la cuestión de vender su arma. La midió con precisión, de pies a cabeza, deteniéndose en sus manos, piernas, cabello y rostro. La estudió con cuidado antes de añadir algo al silencio que se había generado. —¿Venderias tus manos si con eso te dieran dinero suficiente para vivir un mes? No. Tus manos son tu sustento; sin ellas no podrías servirme agua y tampoco rebuscar en el almacén algo podrido que podrías regalarme, no; necesitas tus manos para vivir, las necesitas más que el dinero. Lo mismo pasa con mi espada. Y entonces cuando la mujer prestó especial atención en su arma, Kenzaburô cambió de postura e intentó mantener la funda fuera del alcance de la mujer. Se sintió incómodo; su espada era lo único que tenía, era tan parte de sí mismo que sentia que le estuvieran viendo desnudo y eso le puso especialmente nervioso. —Si no tienes nada para darme será mejor que te largues. —dijo de mala gana, bajando la cabeza para que el sombrero de ala ancha le oculte por completo las facciones.
Natsu Gotho Escuché las palabras del señor asintiendo brevemente con la cabeza, sujetando la taza de té para sorber un poco del caliente líquido. Ciertamente el té era lo mejor para acompañar los alimentos, pero aquellos alimentos siempre sabían mejor si los preparaba alguien más que no sea yo. —¿Quiere qué les diga que guarden silencio? —cuestioné pausadamente con el mentón recostado en mi muñeca derecha, con los ojos entre cerrados. No era de participar en conversaciones, pero de alguna forma debía sentir que agradecía por el platillo. Me levanté por un momento del asiento para quitarme el pesado abrigo en conjunto de la capucha, colocándome la boina blanca afelpada al té cumplir el objetivo de que mi flujo sanguíneo recorriera mi cuerpo como debía ser, denotándose las marcas en mi pecho por la tinta negra que estaba plasmada en mi piel. Me senté de nueva cuenta, con las pupilas perdidas en alguna parte de la madera. —¿Sirven alcohol aquí?
Fuji Hatsu Fuji sonrió; parecía una respuesta inesperada —Con eso me lo dices todo; la espada es tuya. Un verdadero espadachín sabe el tiempo que tarda en realizarse el sable de una katana; no es algo barato pues no es un simple golpe de martillo de un día y fuerza bruta; esto puede durar meses porque es un arte— giró hacia Matsuda quien seguía tomando su té como si revisara que no la viera y volvió a mirar al hombre —Para ser alguien que habla tan bien de su arma, le has dado muy poco cariño. Yo no puedo regalarte comida; eso es negocio e mis padres; pero puedo ayudarte con tu katana— Contenido oculto rapuma Comerciante Miró a su cliente en la barra; luego a su mujer dándose cuenta de lo alto que han estado quejándose —Yo creo que de nada ayudará, aunque podrías intentarlo; a ese ingrato nadie lo calla; en cuanto a la bebida tenemos el mejor sake y amasake; no soy quien para decirle a un hombre que debe tomar; pero siendo que terminó con su comida recomiendo un buen amasake, son ocho monedas por vaso— Contenido oculto Insane
Takano Turusuke Takano se acercó a Kuroki; lo miró con detenimiento y sacudió su cabello —Pero no has de tener mas de unos quince años ¿O me equivoco? has crecido con la guerra— Dijo para que Takeda no comenzara a hablar de lo que vivió hace quince años, de lo que tuvo que presenciar —Ya habrá tiempo para contarles la historia; por el momento vayamos a buscar a los demás, pues es hora de comer un poco— Decía mientras Takeda parecía ensimismado por unos instantes; tardó en reaccionar y emprendió el camino hacia el área comercial de Nara. Takano afirmó hacia Kuroki. Contenido oculto Gigavehl
Mao La chica miró de pies a cabezas; de cabezas a pies al hombre que se erguía delante suyo, tan solo moviendo sus orbes, casi sin pestañear; los pequeños y sutiles gestos le dijeron cosas de las que no quería enterarse, pero era lo que se tenía que tragar por su labor de médica. —Lo lamento, las heridas de un guerrero jamás se borran; pueden ser indoloras, hasta invisibles, pero siempre estarás con ellas... Nunca destensó su ceño, pero cerró sus ojos... ¿Por miedo o vergüenza? ¿Propia o ajena? >>Soy humano, médico y mujer; no una diosa, así que solo soy capaz de aliviar dolores físicos, y lo normal es que las cicatrices no duelan. Libró los amarillentos ojos de sus parpados; eran tan amarillos como los de un gato negro. —Entonces ¿Te duelen tus cicatrices? Eso podría significar que tienes algún tipo de infección; si te dan comezón podría significar que se te están volviendo a abrir, aunque por lo que vi ambas opciones son muy poco probables. Si no es ninguna de esas, lo lamento; no puedo ayudarte. Contenido oculto: Si Chikusa fuera mina Heridas y belleza no iban de la mano: En una mujer era algo garrafal. Mao se mostró con el ceño fruncido hasta que la mujer se despojó de sus vendas; le estaba mostrando sus heridas, entonces la niña entendió muchas cosas. Cuando su mirada volvió del viaje a las cicatrices, para toparse nuevamente con la mirada ajena en un simple movimiento de pupilas; el ceño fruncido de Mao había desaparecido. Su mirada ahora era de una indiferencia total. — Entiendo —contestó —. Disculpa por mi forma de actuar, no pensé que fueras una paciente. Mao miró en un corto silencio a la otra mujer, para luego soltar el suspiro interno suavemente por su nariz. Alzó su propio brazo, cubierto totalmente por la larga manga de su ropaje, para así poder levantarla; exponiendo su propio brazo. Era aún el brazo de una niña, pero se le notaban los músculos, que hasta parecían ser estos mismos delgados. Su piel se veía suave, pero... >>¿Ves? Yo también estoy completamente marcada, con cicatrices —. Su voz nunca parecía dejar de ser redundantemente simplona y monótona, como si no poseyera alguna emoción. Se volvió a cubrir el brazo con la gigantesca manga—. En verdad es una lástima, para cualquier mujer. ¿Te duelen las heridas? ¿O te duele el orgullo? Mao, a pesar de la diferencia de altura, tocó con el dedo índice el pecho ajeno; un poco más abajo del centro de las clavículas, por encima de las telas. —Es más que predecible que eres una guerrera. Eso es muy honorable, pero si dejas que vean tus debilidades poco te va a durar —. La vista no se desviaba de la mirada ajena, el dedo permanecía inamovible; y la chica, si no fuera por el movimiento de sus labios, parecería una estatua —. Como mujeres nuestra belleza es nuestra principal arma, nuestra nobleza es nuestro escudo, la humildad la estrategia... Hizo una leve pausa, donde por un tenue y casi imperceptible movimiento, su mirada se agudizó. >> Y el orgullo nuestra alma; y eso último es lo más valioso. Suspiró pesadamente, destensándose completamente mientras se cruzaba de brazos, cerrando los ojos en el proceso y agachando la cabeza. —Al tipo que atendimos ahí adentro —. Apuntó la sala, atrás a sus espaldas, por un misero segundo—. Tendrá suerte si su herida siquiera logra cicatrizar; si no cicatriza, significa que su cuerpo es débil, y si es débil es propenso a infecciones: Si se infecta dalo por muerto. Su rostro se mostró compungido un momento, mientras miraba el piso parecía estar haciendo un puchero. Volvió a soltar aire por la nariz, de manera lenta y tortuosa, para después alzar la visa y sonreírle a la mujer: Una sonrisa totalmente genuina, parecía una niña pequeña. >> ¡Agradece que estás viva! —Y su rostro volvió a apaciguarse, pero una leve sonrisa surcaba sus labios —. Si te duele o sientes comezón en alguna de tus cicatrices, estaré honrada de ayudarte en un intento de apaciguar tu malestar: Como aprendiz de medico es lo único que te puedo ofrecer. Contenido oculto ¿Mao está discriminando por sexo? Si, ella es la reina marginadora (???)
Misato Aoyama En mis viajes encontraba todo tipo de personas, pasando por seres amables hasta verdaderos problemáticos, aunque la verdad prefería eso último a ver cómo algún pobre viajero sucumbir en medio de la nada. Esperé largos minutos sentada en uno de los bancos para pacientes, todo parecía un eterna espera, hasta que finalmente llame la atención de un tipo curioso, había pensado que las manchas de sangre y mi katana ¿Eran por alguna batalla reciente? Supuse que no podía culparlo. Y vaya que resultó curioso, no perdió su tiempo para indagar sobre mi. Apenas le iba a responder una mujer salió de la habitación, no pude evitar sonreír por la divertida reacción del tipo curioso. La mujer entonces salió y aviso sobre el estado del viajero. Fue un alivio saber que no corría peligro. —Uh...oh no creo que debo rechazarlo—negue con la mano la paga modesta del viajero— creo que el puede necesitarlo más que yo...pero muchas gracias de todas formas—agradecí de pie con una reverencia, al escuchar que aquello era todo lo que el humilde viajero podía disponer, no podía concebir dejarlo sin algo que le ayudase más adelante, además en todo lo que fue mi viaje nunca tuve mayores problemas económicos. —Asi que descuide se que encontraré una buena suma de dinero luego—afirme dedicando una amigable sonrisa mano en la mejilla, esperaba que no insistiera y todo acabase con un amable acuerdo, más de una vez me tocó aceptar agradecimientos...en lo personal no me considero una heroína pero si alguien que apoya el honor donde se coloque.
Kenzaburô Había llevado la mano hacia la katana y sus dedos se cerraban sobre la empuñadura; el gesto no era amenazador, simplemente su inconsciente quería tocar el sable para evitar sentirse tan incómodo y molesto por la apreciación de la mujer. Y a su pesar Kenzaburô bajó la mirada y observó la funda de su katana, como si mirara a través de la misma y pudiera ver el sable ya sin brillo y poco lustrado. La mujer tenía razón y su mandíbula se tensó. —Encontrar el aceite apropiado para afilarla es difícil. Y un precio del cual no me puedo costear; el filo se echa a perder y cuando se utiliza se puede llegar a romper si no se trata cuidadosamente. ¿Cómo podrías ayudarme? —se hizo silencio. —¿Y al precio de qué?
Kohaku Ishikawa Fue tanta información para procesar en pocos minutos que permaneció tieso un rato, hasta verse forzado a responder o reaccionar de algún modo. El viejo Obata... lo había agarrado, ¿eh? Luego de lo ocurrido en la villa se había preocupado por mantener un ojo vigilante tras sus espaldas; no tenía idea, en definitiva, si el clan Taiga estaría o no buscándolo para acabar el trabajo que habían iniciado. No notó, sin embargo, en ningún momento la presencia del anciano siguiéndole las pisadas. Aún tenía mucho que aprender. Minamoto. Ese era el nombre que no acudía a su memoria. Claro que sabía de ellos, habían aparecido decenas de veces en los textos que leía y las historias de su maestro. Jamás habría imaginado que se toparía de esa forma con ellos, aunque... una parte de él no lograba oponerse. Como si ese fuera el lugar que su corazón había estado añorando sin percatarse. Como si allí pudiera realmente avanzar en una dirección fructuosa, y no permanecer atado a la vida que debió llevar durante ese tiempo. Cazando, regateando, robando. No. Se merecía mucho más que eso. Él era un Ishikawa. Cierto es que no fue consciente en su momento de que, por primera vez, se había erguido lleno de orgullo por el apellido que portaba; ese apellido que nunca había significado nada para él. La muerte, la pérdida y la melancolía habían resignificado prácticamente todo lo que alguna vez había conocido y menospreciado. Y era doloroso, pero no tenía tiempo de lamentarse. Takeda había apretado su hombro con confianza y Kohaku se inclinó profusamente hacia él, con los brazos pegados a ambos costados de su cuerpo. —Señor, es un honor —pronunció tras la máscara, en tono suave y pausado, formal; digno de la educación que había recibido—. Por favor, permítanme acompañarlos en este camino y dar cuenta de mis habilidades. Confiaba. Confiaba en sus capacidades y en su potencial para ser de utilidad allí, con el clan Minamoto. Se irguió, entonces, su boca tensa en una fina línea de profunda seriedad. Escuchó el intercambio del muchacho y los demás en silencio, y decidió seguirlos hacia fuera del dojo sin réplicas. En el bolsillo de su abrigo, Chiasa se estaba despertando y había asomado la cabecita. Kohaku le rascó entre las orejas y le ofreció la mano para subirla a su hombro. La pequeña ardilla, como era su costumbre, se aferró allí y comenzó a observar los alrededores con curiosidad. El joven Ishikawa hacía lo mismo. Nara. Nunca antes había estado allí. Contenido oculto ya arranqué con los tochos god forgive me
Natsu Gotho Sus callosos dedos recorrieron sus propios muslos con la expresión ambivalente que tenía, notando el cómo otras personas pasaban tras él mientras escuchaba el anciano. Lidiar con tercos y bestias no era algo grato, prefería dialogar con personas que se pudiera comunicar por medio del habla, irónico, al él no hablar demasiado. Recostó nuevamente sus codos sobre la barra y jugó con un pequeño monedero ajeno. 50 monedas, no estaba nada mal. —Un amasake estaría bien —solicitó posicionando las ocho monedas en la barra. ¿Alcohólico? No, realmente no era un amante al líquido que le hacía carraspear la garganta, pero luego de una deliciosa cena, la amargura no sabía tan mal. Guardó el monedero entre su kimono, esperando su bebida. Contenido oculto Monedas: 42
Clínica Suguino miró con alegría a aquella mujer (Kuno Vizard); no sólo le había salvado la vida a aquel hombre, sino que ella esperó en la clínica hasta saber que se encontraba bien, y no fue por esperar una recompenza —Seguramente quedará muy agradecido; en el momento que terminé de descansar le diré su respuesta; él no puede ayudar mucho pero yo al menos puedo darte esto a cambio— le entregó una moneda, no era de canje; parecía ser un metal con un simple grabado de una flor—Si vas al comercio de alimentos Hatsu, mi hermana podrá ayudarte a tu estancia aquí en Nara, no es una lugar muy grande; pero es un poco difícil de entender para forasteros— decía Suguino con seguridad; pues jamás había visto el rostro de Misato. Se alejó con una pequeña reverencia mientras veía como Mao (Mori ) una pequeña que había llegado a Nara unos días antes y ayudado en la clínica, estaba viendo las cicatrices de Chikusa; Suguino suspiró y tomó las manos de Chikusa quien inmediatamente se sonrojó —Tus brazos están bien; no volverán a abrirse; no te deben causar dolor; pero si quieres podemos revisarlas nuevamente— le habló como a un pequeño niño, no con un tono de regaño, sino uno bastante dulce —Suguino; lo entiendo; volveré otro día... para revisión obviamente— dijo Chikusa mientras que Suguino sonrió y soltó sus manos mientras este se retiraba de la clínica aún sonrojado. Ella volteó hacia Mao y sonrió —Su dolor no es físico; pero a veces se siente mejor si revisamos las heridas; no han de tener una buena historia, nunca nos ha explicado cómo las obtuvo— El doctor volvió a salir de la habitación; su ropa estaba nuevamente limpia, pues ya se había cambiado; miró a Mao y sonrió —¿Aun siguen por aquí? Vayan tomar una cena; que lo han ganado— el doctor siempre estaba en movimiento, era muy raro verlo sentado; su vocación era muy grande, y sus pacientes eran su vida. —Iré directamente a la cama; estoy muy cansada para ir con mi hermana a cenar y escuchar los gritos de todos— Decía Suguino mientras subía las escaleras de la clínica; al trabajar allí tenía la ventaja de poder utilizar una de las habitaciones superiores, dónde el pequeño personal de la clínica podía dormir o tomar una siesta. Comercio [Rōdō-sha Hatsu] Fuji se recargó en la mesa mirando al hombre (rapuma), ahora parecía uno mas de los clientes en lugar de atender a los clientes— Si algo no soporto es ver morir una katana; por eso no me importaron tus palabras sobre mi, mi principal trabajo no es este; esto lo hago por ayudar a mis padres —Sacó de su cinturon una kodachi, una espada corta y deslizó su funda a la mitad sin mostrar la punta; el brillo era excelente —Yo mantengo con vida estos filos; puedes ver tu reflejo en ella— Decía orgullosa, cerrando a velocidad su kodachi —Mi maestro busca espadachines capaces, si es que quieres salir de pobre y que esa katana renazca,podrías hablar con él; ya no hade tardar mucho en aparecerce con hambre por acá— El hombre de la barra sonrió (Insane ) —Es un digestivo; se podría considerar como el hermano menor del sake; suave y dulce, sin tanto dejo de alcohol; perfecto para terminar de digerir; ayudará a que tu cuerpo se relaje; una bebida que se debe disfrutar, no tomarse de golpe— Dijo entregándo el vaso; olía increíble, como si fuera postre líquido. —¡TAKEDA!— Gritó Yamagata mientras veía al grupo de Takeda Minamoto; lo seguían Takano; Ukita; Kuroki y Kohaku —¡Ya era tiempo de que apareciera!— dijo mientras Takeda lo veía y negaba con la cabeza —Algún día este mal vicio tuyo te va a perjudicar en el combate; contrólate— Takeda respondió a Yamagata el cual al instante se mantuvo sentado y en silencio; los dueños detrás de la barra sonrieron, por fin alguien lo callaba. —Meishu— Matsuda se levantó y se inclinó ante su líder; Takeda sacudió su hombro, para que dejara las formalidades —Calma, no estamos en el dojo; es momento de sentarnos entre camaradas y comer— Decía Takeda sentándose a un lado de Matsuda mientras Yamagata hacía muecas; Takano tomó el asiento de junto; los demás arrastraron los bancos restantes para compartir la mesa que no era tan amplia para aquel grupo tan grande. Los dos clientes que estaban al fondo se retiraron no sin antes agradecer a Fuji quien permanecía distraída y a los dueños en la barra; miraron hacia Takeda y gritaron —¡Kanpai!— al oir esto Yamagata respondió de la misma manera mientras observaba a Kuroki (Gigavehl ), a él lo conocía poco; pero al nuevo chico no lo conocía en absoluto (Gigi Blanche ) —¿Uno mas?— dijo sosteniendo su sake a medio terminar; Ukita afirmó mientras se sentaba a su lado junto a los dos nuevos integrantes —¿Y Chikusa?— preguntó Takeda viendo a su alrededor, se percató de dos nuevos rostros en el local; Fiji conversaba con uno—Seguro fue de nuevo a la clínica— contestó entre risas Takano.
Mao observaba el lado más vacío del pasillo, como si fuera lo más interesante del mundo; pero gracias a la mirada periferica, podía divisar el difuso gesto que llevaba acabo su superior. A epesar de que su rostro estaba totalmente serio, su cara estaba demasiado roja, mucho; cosa algo confusa, pues con la indiferencia de piedra que mostraba su rostro, uno pensaría que estaba afiebrada... pero simplemente le daba una verguenza ajena lo transparente que era aquel paciente. Joder, odiaba a los hombres que parecían niños pequeños; eran una incongruencia. —E-entiendo. Haré mi mejor esfuerzo por ayudarle en lo que pueda, aunque creo que... — No terminó la oración, no podía decirle a su mayor que, a leguas, se notaba que él deseaba pasar tiempo con ella; eran médicas y su trabajo era curar, y los más especializados les tocaba lidiar con los de más grave condición; y este, físicamente al menos, estaba completamente sano: Tan sano, que tenía tiempo a sufrir heridas emocionales. >> N-nada, intentaré ser más amable. —¡Entendido! —contestó enérgica, pero con suavidad; mirando directamente al doctor; después hizo una reberencia —. Yo saldré a almorzar fuera —. Y se volvió a erguir. >> ¡Espero que descansen bien! —sonrió genuina, transmitía mucha alegría; ¿cómo no estarlo? ¡Había llegado su momento más amado! ¡El almuerzo! Antes de salir, fue a cambiarse el kimono a un salón privado de la clínica. Para Mao, la presentación era esencial, y la costura le era una pasión que la hacía sentir viva; los kimonos le eran bellos y muy simbólicos, y los trataba con el respeto que sentía que se merecían aquellas ropas, por lo que tenía unos pocos para situaciones precisas. Se vistió con el más elegante y fresco que poseía en ese momento: Un kimono rosa palido, adornado con el bordado que era una lluvia de flores sakura; de distintos tamaños y tonos de rosa, desde el más pálido al más rojizo, sin llegar a ser saturantes para la vista. El obi era de un rojo intenso, adornado de con sogas de algodón blancas, perfectamente amarradas para resaltar la belleza del traje. Se despojó de sus moños y, con una peineta de madera otorgada por la clínica, peinó su cabello; para después agarrar las mechas frontales con un lindo broche metálico con forma de flor, de color azul. Ese broche había sido un regalo de su maestro, no tenía idea de como lo consiguió, seguramente lo robó, pero poco le importaba; a ella le encantaba. Cuando estuvo totalmente preparada, se puso los calcetines y las sandalias, para salir apresurada; pero no llegó a correr, solo se movía veloz y agraciada como la suave briza de primavera. En su rostro surcaba una sonrisa mientras caminaba por las calles de la ciudad; nada le alegraba más que pasar tiempo a solas, en un día soleado y pacifico, tras haber logrado evitar la posible muerte de alguien; a pesar de ser una felicidad que solo se permitía disfrutar sola. En el comercio: Y cuando estaba a unos 30 pasos de llegar al lugar dónde pediría un buen pescado... le pareció ver a quien iluminaba su camino; y se quedó completamente estática, el corazón se le paralizó y sus ojos acusativos se fruncieron; definitivamente era él, y parecía estar dialogando con quien parecía ser una bella dama. El rostro se oscureció solo, la sonrisa se esfumó completamente, ahora su alegría se había reemplazado por completo; solo denotaba furia y peligro, pero no estaba asustada, y mucho menos iracunda; solo tenía ganas de poner a prueba a alguien. Se acercó soberbia y estoica, a un paso lento y elegante, hasta que llegó al lado de cierto comensal del bar; era un viejo hombre con un característico sombrero chino, al alinearse a su lado, le dirigió la vista a la señora frente a ella: La conocía, la verdadera pregunta era; ¿Ella la reconocería? —Buenas tardes, señorita —. Le dijo, observando a la mujer —. Buenas tardes, señor ( rapuma )—. Le dijo sin voltear a mirarle. En su rostro se formo una sonrisa ladina llena de soberbia. >> Veo que eres una muy linda mujer ¿Puedo saber que asuntos tiene con este hombre? Porque si le esta incordiando... Volteó a ver a Kenzaburo; sonriéndole desafiante, con una alegría que solo él podría percibir. —Estaría encantada de cortarle la yugular ¿Está de acuerdo, señor? Mao, con las manos cerca de su katana, que estaba bastante bien camuflada por el peculiar diseño de su funda; parecía una simple enana parlanchina, dispuesta a matarse por una estúpida pelea sin sentido... Solo su Maestro entendería sus verdaderas intenciones.