One-shot Neko no Niwa [Persona Rol]

Título: Neko no Niwa
Fandom: Persona [Rol]
Personajes: Shiori Kurosawa & Hiroki Usui
Summary: "—Los perros muerden—acotó ella—. De hecho pueden arrancarte una mano de cuajo. ¿Qué te va a hacer un gato en comparación? ¿Soltar una bola de pelos?"
N/A: Dicho y hecho. AAAAAA está ship va a acabar conmigo

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Sobre la puerta de aquel rústico local podía leerse en grandes letras doradas: "Neko no Niwa". Jardín de Gatos. Hiroki Usui alzó una ceja.

¿Qué cojones era un jardín de gatos?

Cuando Kurosawa le dijo ese día que irían a un lugar secreto imaginó una biblioteca o cualquier lugar que Kurosawa considerada "secreto" por las razones que fueran. Aquella fue la última opción en su lista. De hecho, ni siquiera estaba en su lista.

¿Gatos? No, no le gustaban los gatos. Eran animales fríos, independientes y hostiles y... ah, ¿por qué demonios no se identificaba él como un gato?

Amaba los perros. Todas y cada una de sus razas. Desde el pequeño Chihuahua hasta el enorme Gran Danés. Eran animales sociables, amigables, con un gran sentido de la familia y la lealtad.

Algo que no abundaba mucho en su vida.

Shiori por su parte sonrió al abrir la puerta. Había diversión en sus intensos ojos color atarceder, como una niña antes de hacer una travesura. Aquel iba a ser un día interesante.

—Buenos días—saludó.

Era un espacio pequeño, con algunos muebles y sillas donde reposaban otros clientes acariciando y jugando con gatos de todo tipo mientras tomaban té y café. Gatos negros, blancos, atigrados, con manchas, tricolores... había gatos por todas partes. Reposaban al sol frente a las ventanas que daban a la calle, satisfechos, con sus ojitos cerrados y cuerpos estirados, agitando las orejas ante el más mínimo sonido. Otros comían en un plato en el suelo, ronroneando. Saltaban de aquí a allá. Y los maullidos llenaban el silencio de la mañana perturbado, tan solo por el sonido de platos y vasos y el cantar de los pájaros fuera.

—Buenos días, bienvenidos—aquella fue la voz dulce de una anciana. Su rostro afable lleno de arrugas esbozó una gentil sonrisa. Llevaba un delantal verde y de sus brazos saltó un gato gris al suelo—. Pasen por favor, pasen. No sean tímidos, jovenzuelos.

Shiori se inclinó en señal de respeto y agradecimiento.

—Muchas gracias señora.

Debía ser la encargada del local.

Ah, eso era un jardín de Gatos.

Joder.

Shiori se agachó y tomó uno de ellos en sus brazos. Un gato blanco de espeso pelaje y ojos verdes. Al girase hacia Hiro, sus orbes naranjas brillaban con la emoción de una niña pequeña en Navidad. Amaba los animales... y le lastimaba tanto no poder tener uno en casa.

Los gatos se le antojaban místicos, elegantes. Como de fábula. Admiraba esa aura majestuosa y aristocrática que parecía rodearlos.

—Son preciosos ¿verdad senpai?

Preciosos no era la palabra que usaría Hiroki. Para nada. Se sentía incómodo en aquel sitio. Como fuera de lugar, un pez lejos del agua. Se llevó las manos a los bolsillos de la sudadera y apartó la mirada con resignación.

"¿Dónde me has traído?"

—Sabes que me gustan los perros Kurosawa.

Sí. Obvio lo sabía. Por eso ese escenario le resultaba tan divertido. Sus reacciones, similares a las de un niñito regañado, siempre lograban entretenerla. Despertaban tanta ternura como diversión en ella.

Hizo un pequeño mohín.

—Venga ya, condenado lobo—le dijo— ¿Por qué no acaricias a uno?

—¿Para que me arañe?—gruñó— No gracias.

—Los perros muerden—acotó ella— De hecho pueden arrancarte una mano de cuajo. ¿Qué te va a hacer un gato en comparación? ¿Soltar una bola de pelos?

—Tienen cara de odiar el mundo.

—En eso se parecen a alguien ¿no senpai?

Hiro bufó en respuesta, tosco, y Shiori soltó una risa burlona y divertida. Recogió un gatito naranja y atigrado junto a la ventana y regresó a él con pasos rápidos.

—Ten. Sujeta este.

Los ojos ambarinos de Hiroki se fijaron en ella por primera desde que entraron al local. Enarcó una ceja.

—¿Ah?

—Vamos. No me digas que te da miedo un gato de nada, "señor tengo malas pulgas, no te me acerques"?

—¿Qué clase de apodo es ese?

Pero Kurosawa no respondió. Con una sonrisa indescifrable tomó las manos de Usui apartándolas de sus bolsillos y con cuidado dejó al gato en sus brazos. El animal de dejó hacer, soltando tan solo un maullido de protesta al separarse del cálido cuerpo de la joven.

Shiori sonrió, satisfecha.

—Ah, gracias por sostenerlo senpai.

Hiroki tuvo que dar todo de sí para poder sostener al gato de forma correcta. ¿Cómo se sujetaba un gato? ¡Dios! ¿Por qué era tan torpe? Casi se le caía de los brazos y el animal maulló, irritado.

—¡Espera...! ¡Kurosawa!

Pero allí estaba. Solo ante el peligro.

***

—¿Has oído eso?

La tarde había caído en poco tiempo. El local empezó a quedarse vacío y ellos estaban allí en una mesa junto a la ventana, la luz del atardecer colándose a través del cristal. Calma. Cálida.

Única.

Shiori lo miró con curiosidad. Había un brillo de genuino interés en sus ojos naranjas.

—¿Qué cosa?—inquirió.

—Eso. Me está gruñendo.

Allí estaba el gato atigrado de ojos naranjas hecho un ovillo reposando aún entre los fuertes brazos del perro-lobo de Shibuya. Había logrado aprender a sujetarlo. Gracias a Dios. Y a todos los dioses del panteón sintoísta.

Kurosawa abrió ligeramente los ojos de la sorpresa. Sus pupilas contraídas.

—¿Qué? No—Shiori soltó una risa ronca, incrédula. Era tan torpe su senpai, dios—. Está ronroneando tonto.

Hiro la miró sin comprender.

—¿Qué cojones...? ¿Qué dices?

—Eso hacen los gatos cuando están felices, senpai—acercó la mano y con suavidad acarició al gato entre las orejas. El animal pareció buscar su tacto, mimoso y ronroneó más fuerte—. Parece que le gustas.

Y sonrió dulcemente con el rostro apoyado sobre los brazos y estos en la mesa. Había genuina ternura en su gesto. La misma que Hiroki Usui parecía trasmitirle con su torpeza. Con sus intentos por ser amable. Con su sola forma de ser. Ver a alguien tan rudo, tan aparentemente violento y agresivo sentado en una silla, con un pequeño gato entre los brazos... era una estampa idílica y dulce. Desbordaba ternura por doquier.

Una ternura extraña. Una dulzura torpe.

Toda la dulzura que Hiroki Usui, el perro-lobo de Shibuya podía motivar, por supuesto.

—Venga ya, no me jodas—replicó él con una risa ronca. Pero su tono áspero se oyó diferente. Sorprendido, incluso—. ¿Cómo le voy a gustar?

Miró al gato en sus brazos. Su pelaje atigrado parecía brillar bajo los últimos rayos del sol de la tarde. Ronroneaba a intervalos irregulares. Y allí estaba él, con aquella criatura que supuestamente odiaba encima. Y se sentía... bien. Era extrañamente agradable. No era un perro. Pero estaba bien.

Alguien más parecía soportar su mal carácter.

Aquel pensamiento subió el rubor a sus mejillas, el corazón se le aceleró y se apresuró a apartar la mirada, avergonzado como un niño. Se sobó la nuca con el ceño fruncido.

Shiori rio divertida, llena de ternura, y se llevó la taza de té a los labios.