De pronto, una especie de sombra blanca atravesó la bruma que flotaba sobre el gigantesco Pikachu. Antes de que este pudiera advertirlo, fue atacado con una poderosa ráfaga de fuego que lo obligó a cubrirse el rostro. Si Liza y Nikolah miraban con atención, podrían percatarse de que se trataba de Reshiram, el legendario pokémon de Teselia. Pero no sólo eso: sobre él se sentaba un joven que dirigía sus movimientos, gritando órdenes para evitar cualquier contraataque. El gran dragón blanco aterrizó pesadamente delante de los entrenadores, y de él se bajó de un salto la persona que lo montaba. Su entrenador. Vestía una camiseta de mangas largas negra, así como unos pantalones azul oscuro y zapatillas. Se mostraba cubierto de polvo, también despeinado. Pero cuando se giró para dirigirles una sonrisa, no cabía la menor duda de que se trataba de él. Hubert Mattsson —¿Están bien? —pregunté, aunque con una rápida mirada me respondí yo solo la pregunta— Me alegra ver que llegué a tiempo. No entiendo qué clase de factores han provocado este fenómeno —continué, mirando a Pikachu mientras sacaba otras dos pokébolas, de las que liberé a Serperior y Goodra—. Pero vamos a salvar a ese Pikachu, aunque me pese tener que atacarlo. Después hablaremos más calmados... >>Serperior, Goodra; usen LLuevehojas y Llamarada. SERPERIOR: Planta Salud: 150/150 Movimientos: -Aprisionar (30 Potencia, Normal) -Golpe Aéreo (40 Potencia, Volador) -Lluevehojas (70 Potencia, Planta) RESHIRAM: Dragón/Fuego Salud: 200/200 Movimientos: -Llama Fusión (70 Potencia, Fuego; la combinación con otro movimiento "fusión" podría resultar letal) -Llama Azul (60 Potencia, Fuego) -Paranormal (50 Potencia, Psíquico; el rival lanza un dado de 5 caras. Si sale 1, retrocede) (Usos: 4/4) -Luz de la Verdad (70 Potencia, Dragón; combinado con Luz de los Ideales, su efecto puede ser arrasador) GOODRA: Dragón Salud: 180/180 Movimientos: -Llamarada (70 Potencia, Fuego) -Rayo (60 Potencia, Eléctrico) -Hidropulso (60 Potencia, Agua)
Malherido, el Pikachu intentó mantenerse en pie, pese a los inesperados ataques de los pokémon de Hubert. Aún descontrolado y aparentemente confuso por la situación y sin saber cómo gestionar su nueva fuerza, usó otra Gigatronada que impactó en Noivern, Goodra y Slaking. PIKACHU GIGAMAX: Eléctrico Salud: 27/500 -Gigatronada (80 daño, eléctrico, golpea a tres enemigos) -Pisotón (100 daño, normal, golpea a un enemigo) -Nubarrón (en el siguiente turno, su gigatronada afectará a 5 enemigos y tendrá potencia 100) -Shock (Paraliza a un rival, haciendo que no pueda moverse en el siguiente turno)
Liza White —¿H-Hubert? Mis ojos se aguaron ligeramente ante aquella repentina aparición. Un destello blanco, un enorme dragón y una figura muy familiar. Perdí la concentración por un instante, y Slaking acabó resintiéndose con aquella gigatronada. ¿Pero cómo...? ¿Cuándo...? Respiré hondo, intentando dejar todas mis preguntas para después del combate. Ahora teníamos cosas más importantes que atender. Mi corazón nunca dudó de su estado. Me alegraba saber que había tenido razón. —¡Un último esfuerzo, chicos! ¡Vamos allá! RHYPERIOR: Roca/Tierra (Despreocupado) Salud: 230/230 Movimientos: -Terratemblor (50 Potencia, Tierra) -Roca Afilada (60 Potencia, roca) GARCHOMP: Tierra/Dragón (Brusca) Salud: 216/216 Movimientos: -Colmillo Ígneo (50 Potencia, Fuego) -Terremoto (60 Potencia, Tierra) -Golpe Aéreo (40 Potencia, Volador) SLAKING: Normal (Agresivo) Salud: 140/300 Movimientos: -Golpe Aéreo (40 Potencia, Volador; ineludible) -Terremoto (60 Potencia, Tierra) -Garra Brutal (50 Potencia, Normal)
Finalmente, el ataque conjunto de los holders logró debilitar tanto a aquel Pikachu que, poco a poco, su tamaño y su estado comenzó a volver a la normalidad. La gente se había acumulado alrededor del lugar, y las autoridades no tardaron en llegar, también, tratando de controlar todo aquel caos. Fue entonces cuando una investigación comenzó a iniciarse en privado dentro de Corporativas Chance... ¿qué estaba sucediendo en aquella empresa? ¿Qué le habían hecho a aquel Pikachu? Fuese como fuese... esto no iba a repercutir muy bien en sus intenciones de voto, y eso... tal vez no era tan buena noticia como parecía. Nikolah y Liza reciben 800 puntos por participar en el mini-evento. Ya sois libres de rolear de nuevo.
Nikolah Cruz La repentina ráfaga de fuego me obligó a cubrirme el rostro con un brazo, para protegerme del calor y de la luz. En cuanto pude abrir los ojos, mi mandíbula cayó al suelo de la sorpresa. Pues allí, al frente mío, se encontraba Reshiram, el compañero legendario de Zekrom. Comencé a boquear, intentando encontrar palabras, pero ninguna salía de mi garganta. Aquello era mucho más impresionante que Gordochu, con el permiso de este, claro está. Recordaba haberlo visto, anteriormente, cuando estábamos en la Pradera, subiendo esas escaleras, pero lo había atribuido más que nada a una ilusión que mi cabeza estaba generando en ese momento. Además, había estado concentrado en otras cosas, como cuidar de Talía y Alpha, y en coser esa manta para Liz... El recuerdo, por alguna razón, hizo que mis mejillas se colorearan. Sin embargo, al ver al muchacho que se bajaba del dragón, mis sospechas se confirmaron. Sí, había visto a ese mismo chico antes en las escaleras, utilizando a Reshiram para pelear. Eso quería decir que aquello que había visto, aquel otro pokémon negro como la noche, con toques de azul eléctrico... Apreté los puños, y sentí una pesadez en el estómago, que me obligó a mirar hacia el suelo. Vaya, Zekrom había formado lazos con otra persona, al parecer. Y eso quería decir que mi misión ya...no podía ser cumplida. Y dudaba mucho que ahora quisiera conversar conmigo, la verdad. Presentía que aquella pregunta que ardía en mi interior nunca iba a ser contestada. Tragué saliva, y alcé la mirada. Los pokémon de Liza terminaron de darle el golpe final al Pikachu, que ya derrotado, comenzó a decrecer en tamaño, hasta volver al suyo habitual. Había polvo por todos lados, pero podía ver la felicidad con la que Liza veía a aquel muchacho. Debían ser muy buenos amigso que hace tiempo no se veían. Sonreí tímidamente, y escuché como el lugar comenzaba a llenarse de gente. Al parecer, las autoridades habían llegado, y estaban comenzando a investigar. Sin embargo, mis ánimos no estaban en condiciones de ayudar como detective, como una parte de mí quería hacer. Ni siquiera de conversar con nadie en esos momentos. Una pesada realización había llegado a mi cabeza, y no estaba con energías para lidiar con nada. Así que miré a Liza por última vez, murmurando un triste lo siento, apenas audible, y me escabullí de ahí, aprovechando, aprovechando el polvo y el caos de gente. Salí del edificio y dejé que el viento frío me refrescara el rostro. Por alguna razón, ahora si podía sentirlo, y me abracé a mí mismo, para intentar darme algo de calor. Pesadamente, arrastrando los pies, me fui abriendo paso entre la muchedumbre, hasta llegar de nuevo a aquel banco en donde nos habíamos sentado a tomar el chocolate. Miré los vasos, que todavía tenían líquido dentro, y los dejé a un costado. Me dejé caer pesadamente en el banco, mientras reflexionaba. Faraday salió de su pokéball, mirandome preocupada. Yo simplemente acaricié su cabeza, mientras le guiñaba un ojo y le sonreía. Tan solo necesitaba tiempo, seguramente. Suspiré, mientras tomaba el chocolate, y notaba que estaba frío. Faraday captó el mensaje de mi rostro decepcionado, y rápidamente sacó su palito, que también servía de varita mágica, e hizo un pequeño fuego en su punta, calentando el chocolate de esa manera. La miré agradecido, y volvía a acariciarla, para volver a sonreír, y desviar mi mirada una vez más hacia el gentío, observándolos de manera ausente.
Liza White Y, finalmente, todo acabó. El Pikachu gigantesco regresó a su forma normal, y pude volver a respirar, aliviada de saber que no haríamos más daño a una criatura inocente. Habíamos ganado el tiempo suficiente para que decenas de personas llegasen, entre ellos investigadores y policías, y supe que estaría bien dejar el resto en sus manos. Sea lo que fuera que estaba pasando con la corporación de Chance, sabía que pronto tendríamos noticias de ello. No fue si no hasta que logramos salir de aquel tumulto de personas que me dirigí sin pensarlo hacia Hubert, abrazándole con una mezcla de alegría y alivio en mi rostro. A pesar de no haber tenido la oportunidad de conocerle propiamente seguía siendo un amigo para mí, y saber que se encontraba a salvo después de aquella pesadilla hizo que parte del peso sobre mis hombros desapareciese sin dejar rastro. —Por Arceus, Hubert... No vuelvas a darnos un susto así —murmuré, sintiendo alguna lágrima traicionera hacermeccosquillas en las mejillas. Deshice el abrazo con suavidad y pasé una mano por mi rostro, secando las lágrimas con una sonrisa avergonzada—. Me alegra mucho ver que estás bien. >>Dime... ¿Qué es lo que ocurrió en el futuro? ¿Cómo lograste regresar? Creímos que... —negué lentamente con la cabeza, suavizando mi expresión—. No importa, lo importante es que estás aquí. Sentí el impulso de dirigirme a Nikolah y gritar un alegre "¡Mira, es Hubert! ¡Ha vuelto!", pero mientras me giraba hacia él recordé que él no sabía que lo habíamos perdido de vista, quizás ni sabía quién era realmente. Sin embargo, en su lugar sentí una pesadez en el pecho, al ver que no podría pronunciar ninguna de esas dudas... porque Nikolah ya no estaba allí. —¿...Niko?
Nikolah Cruz Mientras asía el vaso con chocolate con ambas manos, para darme calor, contemplaba al mundo transcurrir frente a mis ojos. La gente pasaba, algunos paseando despreocupados, otros apurados, seguramente llegando tarde a alguna cita o reunión. Había de todo tipo: parejas, niños, familias, entrenadores. Personas con o sin pokémon. Personas con o sin abrigo. Me llevé de forma instintiva una mano a los hombros desnudos, y sonreí inconscientemente. Esperaba que al menos, Liza no tuviera frío con mi chaqueta. Todo el mundo vivía su vida, ajeno a mí. Y en esos momentos, así lo prefería. Estaba metido en mi propia cápsula, excluido de la realidad por cuenta propia. Suspiré, y me acabé el chocolate de un trago. Suspiré, cerré los ojos, y decidí relajarme, disfrutando del aire frío que acariciaba mi rostro. Algo cayó en mi nariz, algo helado, que me hizo salir de mi ensoñamiento. Al abrir los ojos y mirar hacia el cielo, pude ver como incontables copos de nieve comenzaban a caer, uno detrás de otro. Hice una copa con las manos, para intentar atrapar algunos. Podía contemplar su forma durante unos segundos, antes de que se deshacieran por el calor de mi cuerpo. Cada uno era distinto al anterior, cada uno con su propia forma. Me entretuve con ellos durante unos momentos, hasta que un sonido se metió por mis orejas, obligándome a desviar mi atención. Era un sonido puro, que retumbaba en los edificios a mi alrededor y resonaba dentro de mi pecho. Curioso, casi en trance, me levanté del asiento, y tomando el chocolate de Liza, me dirigí hacia la fuente de ese sonido. Por alguna razón, se me hacía muy familiar. Como si las sensaciones que me generaba ya las hubiera vivido antes. Me abrí paso entre la gente con aire ausente, intentando llegar hasta la fuente de aquel sonido, con Faraday siguiéndome atrás, sin saber a donde me dirigía. Hasta que al fin logré hallarlo. En un rincón entre dos edificios, una arista que la proveía de protección contra los elementos y excelente acústica, se encontraba una joven, tal vez apenas más grande que yo. Se encontraba vestida de forma andrajosa, con un suéter lleno de parches, una camisa blanca debajo, una pollera amarillenta, y calzas con agujeros. Llevaba sobre el pelo negro un gorro con orejeras para protegerse del frío, y se notaba que sus zapatos algo viejos hacían lo posible para evitar que la muchacha se resbalara en el suelo congelado. Porque la joven se encontraba bailando, con los ojos cerrados, mientras tocaba un violín. A su lado, un Kricketune y un Leavanny la acompañaba, haciendo un precioso dúo de bailes y sonidos que complementaban excelentemente a la violinista bailarina. La gente alrededor se frenaba para disfrutar del espectáculo un tiempo, dejando algo de dinero en el maletín abierto que la morocha tenía al frente, y luego continuaba su camino. Otros simplemente se quedaban observando, prefiriendo guardarse la experiencia para sí mismos. Y varios simplemente pasaban de largo, sin prestarle atención. Pero yo era el único que se encontraba en una especie de trance, contemplando toda la escena como si estuviera en un sueño. Algo había en esa música callejera que calmaba las inquietudes que tenía en mi alma. Y sin darme cuenta, busqué el bolsillo en donde tenía guardada mi armónica. La sostuve en mi mano, cerca de mi boca, pero sin animarme a tocar. No quería romper la magia que se encontraba transcurriendo frente a mis ojos. Sabía que si lo hacía, el mundo real volvería, y con ello, todas las dudas y preocupaciones que me habían asaltado hace unos momentos. Así que me quedé allí, disfrutando de la manera más pura que podía. Cerré los ojos, y dejé que la música me transportara, lejos de allí. De improviso, el espectáculo terminó, con algunas notas flotando todavía en el aire, cayendo al suelo junto a los copos de nieve. Abrí los ojos, y me di cuenta que la muchacha me estaba mirando. La gente alrededor se había dispersado, ya no había allí mucho más para ver, más que dos niños mirándose cara a cara. La joven de profundos ojos violetas señaló con la cabeza mi armónica, y me invitó con una sonrisa. Nunca nos habíamos visto antes en nuestras vidas. Al menos, no que yo recordara. Sin embargo, había una especie de conexión. Esa que viene cuando dos personas pasan por tribulaciones similares en sus vidas. Estaba seguro que aquella muchacha había vivido una experiencia de vida similar a la mía, y eso era suficiente para que uno pudiera entender al otro. Era como una especie de...hermandad de los desamparados. Y no era algo común. Las calles eran un mundo sin piedad. El hecho de que alguien quisiera compartir un momento contigo de esa manera era completamente inusual. Así que no iba a desperdiciarlo. La joven seguía mirándome, sonriente, expectante. Casi con reverencia, me acerqué, y me puse a su lado, pidiendo permiso con la mirada para participar. El espacio de un artista callejero era sagrado, y que me dieran la posiblidad de compartirlo era un honor. Ya me había dado permiso con su mirada y su sonrisa, pero nunca debía dejarse de lado la etiqueta. Eran simples reglas básicas de convivencia, que nunca debían olvidarse. La muchacha marcó el compás con el pie, y volvió a frotar las cuerdas del violín con su ajado arco, lentamente, invitándome a seguirla. Yo me llevé la armónica a la boca, intentando seguirla lo mejor que podía. Al principio, la vergüenza me atenazaba. No sabía si iba a ser lo suficientemente bueno como para acompañarla en su melodía. Pero de a poco, fui abandonámdome a la música, cerrando los ojos, y dejando que fueran mis instintos los que guiaban mi respiración. Y así me quedé, ajeno al mundo, dejando escapar toda preocupación y duda a través de las notas que soltaba mi armónica, en un pequeño reducto de paz y felicidad.
Hubert Mattsson Pikachu no aguanto mucho más aquella batalla. Un solo ataque de los pokémon e Liza hicieron que perdiera sus fuerzas y, ante mi desconcierto, se redujo rápidamente en tamaño hasta volver a la normalidad. Había asumido que su cambio físico era permanente y que tendríamos que buscar la forma de cuidarlo, pero no fue así. Tampoco podía apreciarse el cambio en su cola ni el aumento de su complexión físicamente… ¿Qué se supone que le había pasado? ¿Qué habían hecho los de la corporación y con qué motivos? Era mi deseo quedarme a indagar, pero me resigné al hecho de que ya no podíamos hacer mucho más allí, cuando se llenó de personas y las autoridades hicieron acto de presencia. Cuando nos apartamos del tumulto, Liza me dio un abrazo. Pude percibir el enorme alivio que sentía por volver a verme, algo que me tranquilizó a mí también y en parte hizo que me avergonzara… “Debí haberlos preocupado mucho” pensé mientras correspondía a su abrazo, dándole unas palmadas en el espalda para consolarla, para disculparme por el sufrimiento por el que seguro pasó por mí. Por el sufrimiento que deben haber pasado todos. —Estoy feliz de regresar y encontrar caras conocidas tan pronto —respondí cuando nos separamos, sonriendo. Vi que Liza buscaba a Nikolah con la mirada, momento en el que también me di cuenta que se había ido. Fruncí el ceño. —Ven —le hice una seña con la cabeza, mientras de una pokébola sacaba a Lucario—. Vamos a buscar a Niko, a lo mejor se perdió con tanto gentío. Lucario podrá encontrarlo a través de su aura, él nos guiará. Mi pokémon asintió y, tras hacer contacto con el suelo, buscando así el aura de Nikolah, nos pidió que lo siguiéramos. Así lo hicimos. —En cuanto a lo que ocurrió en el futuro… —comencé a contar— Cuando Necrozma atacó los Rescoldos de Lienzo… Ian, o mejor dicho, el Ian del Futuro me dijo que huyese… En un principio me iba a negar, pero no tuve más remedio que hacerlo cuando él me cubrió del ataque… Yo no podía hacer que su acto fuera en vano, así que me alejé de allí… Escapé… —en este punto, mi mirada se ensombreció. Seguía sin ser la opción que hubiera preferido— Y pese a todo, un trozo de escombro me alcanzó y me golpeó en la cabeza. Quedé inconsciente. El caos se oyó cada vez más lejano, hasta que todo fue completamente negro. >>Y cuando desperté… Vi que ya estaba aquí, en el pasado. No muy lejos de la ciudad, de hecho, por eso escuché una explosión lejana y me acerqué a ver qué ocurría, de ahí que los encontrase tan rápido. >>Yo creo… que Dialga me trajo de vuelta para salvarme. Es la principal hipótesis que tengo para explicar mi viaje en el tiempo estando inconsciente.
Liza White Me mordí el labio cuando noté que Hubert tampoco lo encontraba con la mirada, y busqué con cierta insistencia en los alrededores, poniéndome de puntillas en vano. El cúmulo de personas atraídas por lo sucedido en la corporación hacía imposible ver metros más allá, y el caos y el desconcierto solo crispaban aún más mis nervios. Después de lo sucedido en el futuro me encontraba especialmente susceptible como para pensar que una desaparición tan repentina podía significar algo malo. Hubert, como era usual en su persona, reaccionó con suma eficacia y no tardó en encargarle a su Lucario que rastrease el aura de Nikolah, invitándome con un movimiento de su cabeza a seguir sus pasos. Asentí levemente, abrazándome a mí misma mientras buscaba con la mirada una última vez, antes de iniciar la marcha. El entrenador pronto comenzó a contarme lo que había sucedido por su parte en el futuro, a lo que no dudé en prestarle atención, observando con disimulo los rastros de polvo que aún quedaban sobre su cabello y su ropa. El relato concordaba con lo que Ian del Futuro nos dijo, y comprendí en su semblante aquel atisbo de culpabilidad que todos sentíamos ahora. Tantas muertes sucedidas frente nuestros ojos, todo por mantenernos a salvo, por impedir que un futuro tan desolador como lo era aquel se repitiese de nuevo. Era un peso increíblemente grande el que dejaban sobre nuestros hombros... Pero, al verme reflejada en Hubert, comprendí que no estábamos tan solos como creí en un principio. —Y, con todo, te sientes culpable e impotente, ¿no es así? —murmuré entonces, con voz suave y calma, porque comprendía la magnitud de aquellos sentimientos y emociones—. Comprendo cómo te sientes, nuestra situación no fue muy distinta a la tuya. Los chicos del Futuro hicieron todo lo posible por mantenernos a salvo. Lucas del Futuro cargó consigo toda la responsabilidad del plan y cuando las cosas comenzaron a fallar... —enterré ligeramente las uñas sobre mis brazos, agachando la mirada—. ...algunos de los holders del futuro se sacrificaron por garantizar que ahora estuviésemos aquí. Que tuviésemos en nuestras manos la oportunidad de cambiar el futuro. >>Tu yo del Futuro... —murmuré, sintiendo que la voz se me quebraba al recordarlo. Le dirigí una mirada significativa, que dijo todo sin precisar de palabras. Intenté sonreír; una sonrisa pequeña, triste, pero sincera—. ...fue uno de nuestros héroes. Gracias a él y al resto logramos que Irvine entrara en razón, y ahora está dispuesto a revertir los hechos. Estoy segura de que Ian del Futuro debió estar orgulloso de que lograses escapar y llegar hasta aquí. El frío era palpable, y fue entonces cuando recordé que aún llevaba sobre mis hombros la chaqueta de Nikolah. Lucario aún lideraba la marcha, y por su semblante parecía que estábamos cerca de encontrarle. Aproveché ese momento en el que paseaba con Hubert para dejar que las palabras saliesen solas. Permitir que mi corazón hablase, pues él era de las pocas personas que podía comprender lo que sentía. —¿Tú... tienes miedo, Hubert? —comencé entonces, esta vez incapaz de dirigirle la mirada. Se sentía tan extraño caminar entre la gente, viendo cómo seguían viviendo sus vidas ajenos a la realidad que nos preocupaba. A todo lo que estaba por venir si no cambiábamos el curso de los acontecimientos—. Yo estoy aterrada. Temo tanto que Irvine no sea capaz de cambiar las elecciones, así como temo que no estemos a la altura de las expectativas que nuestros yo del futuro tienen de nosotros. Estoy... tan cansada de todo esto —suspiré, alicaída. Qué aspecto más patético debía estar dándole, ¿uh? Agité la cabeza con suavidad, intentando recuperar la compostura—. ...No importa, quizás tan solo debería descansar un poco. Todos estos acontecimientos me tienen algo confundida. Fue entonces cuando una hermosa melodía llegó hasta mis oídos. Curiosa, miré a Lucario, quien parecía haberlo percibido también. >>¿Has oído eso?
Hubert Mattsson El relato que Liza me ofreció, sobre los hechos ocurridos por el lado de los demás Holders, fue igual de desolador que el mío. Me refirió la valentía de nuestros yos del futuro para ayudarnos a regresar al lugar que nos correspondía en esta línea temporal, a la forma que entregaron sus vidas para evitar que perdiéramos las nuestras. Sobre todo destacó lo que hizo mi yo más adulto, el Hubert, y sin decir una palabra más me hizo entender su final. Todo lo que había pasado había sido sumamente desgarrador, y pensé que no volveríamos a sentirnos de esta forma luego de todo lo que habíamos pasado en la batalla final contra Tau. Nuestras aventuras se habían vuelto muy amargas últimamente. —¿Tú... tienes miedo, Hubert? —preguntó Liza entonces—. Yo estoy aterrada. Temo tanto que Irvine no sea capaz de cambiar las elecciones, así como temo que no estemos a la altura de las expectativas que nuestros yo del futuro tienen de nosotros. Estoy... tan cansada de todo esto —suspiré. Me apenaba verla tan afligida—. ...No importa, quizás tan solo debería descansar un poco. Todos estos acontecimientos me tienen algo confundida. No respondí enseguida. Mantuve un corto silencio para darle tiempo de recuperar la compostura, al fin y al cabo era comprensible. Miré a la gente que nos rodeaba, las luces, y me permití sentir el frío a pesar de que no contaba con abrigo. —Por supuesto que siento miedo —le respondí—. Raro sería no tenerlo, visto todo por lo que hemos tenido que pasar, el peligro que casi acaba con nosotros —me revolví los cabellos con suavidad, para quitarme un poco de polvo de encima. La brisa lo arrastró a nuestras espaldas, sin que cayera sobre el rostro de Liza—. Y tienes razón: no sabemos qué va a pasar a partir de ahora. Con Irvine, con nosotros, con el futuro. Todo lo que tenemos por delante es un desafío que debemos superar… Y una vez superado, más allá podremos encontrarnos con la esperanza, o con la desesperación o con un desafío mayor. >>Pero no lo sabremos a menos que sigamos hacia adelante, Liza. >>El miedo puede ser un motor que nos vuelve más fuertes. Eres de la que posee ese tipo de miedo, al igual que los demás. Por eso confío en nosotros, los Holders —la di una palmada en el hombro—. Y allí donde surja algo, seguiremos luchando codo a codo, como recién contra ese Pikachu gigante. No hay razón para sentirse desamparados. Al final de mi respuesta pudimos escuchar una melodía musical. Lucario me dirigió una mirada y señaló hacia una plaza donde el parecer estaban tocando unos artistas callejeros. —Parece que es allá —dije con una sonrisa, terminando de quitarme el polvo de la ropa.
Mimi Honda Emily logró darle la vuelta al combate y finalmente obtuvimos la victoria. Observé su desempeño desde mi lugar, sin moverme. Recordaba haberlo pensado más de una vez, pero no es difícil ver cosas buenas cuando estás obsesionada con alguien. Pero ahora que ya esos sentimientos no me nublaban el juicio y podía ser objetiva, coincidía en que Emily era una gran entrenadora. Y estaba orgullosa de ella. Mi irrisoria intervención en la batalla no había hecho mucho por darnos la victoria. Pero ella supo aprovechar eso y ganar a pesar de todo. Y aunque seguía sintiendo que yo no había hecho gran cosa, el hecho de cambiar la batalla a nuestro favor logró elevar mínimamente mis ánimos. —Eso estuvo bien ¿verdad?—le comenté con cierto orgullo—. Estoy segura de que cuando volvamos el resultado no será muy distinto. No hice mucho, pero siempre hemos hecho buen equipo. Y cuando salí de la Torre—después de rechazar los caramelos del empleado, duh—me sentía algo mejor. Fuera hacía frío y la ciudad presentaba una extraña calma. La noche estaba por caer y el sol se ocultaba tras los altos edificios de Ciudad Témpera, dando por finalizado un largo y extenuante día cargado de emociones. Me hacía sentir ligeramente nostálgica. A pesar de todo extrañaba mínimamente mi región. Mi Sinnoh. Volver a casa después de tanto había reavivado muchos sentimientos que creía dormidos. Galeia era inmensa. Y todo me resultaba ajeno y conocido al mismo tiempo. ¡Y sólo habían sido meses, por el amor de Arceus! No quería ni imaginar que sería de mí si me hubiese ausentado por años. —Quizás esto te parezca repentino—murmuré entonces con la vista fija en el cielo. Porque era una pregunta que quizás estaba fuera de lugar y no quería incomodarla después de aquel pequeño avance. Jugueteé con un mechón de cabello como solía hacer cada vez que estaba nerviosa y la miré de soslayo, con cierta timidez en el gesto—. Pero esta noche... ¿podríamos dormir juntas?
Emily Hodges Así pues, volvimos a Témpera. ¡Estaba contenta, la verdad! Hacía mucho desde la última vez que había ido a la Torre, ¡y más hacía desde el último cooperativo! Si no recordaba mal, había tenido uno con Ethan después de nuestro encuentro, contra su hermana y Beta... en ese momento, necesitamos la ayuda de los espadachines para ganar. No pude evitar llevar mi mano a las pokéball de Virizion y Keldeo... ¿estaría Ethan bien? ¡Me gustaría tanto enseñarle a Keldeo! Moví la cabeza de un lado, con rapidez, despejando mi mente de esos pensamientos. ¡Seguro que estaba bien! Estaría en los edificios batalla haciéndose más fuerte, como me había dicho... ¡solo tenía que hacerme fuerte yo también para encontrarlo! Me acerqué con los ánimos recuperados a Mimi, cerrando la cremallera de mi chaqueta para protegerme del frío que empezó a sentirse por la ciudad. Seguí su mirada hacia el cielo durante unos segundos, observando el atardecer tan bonito que se había plasmado. Sentí en mi pecho una calidez reconfortante, era ese tipo de imágenes que quería proteger y por la que estaba haciendo todo eso... ¿verdad? Bajé la vista y miré a la rubia con una sonrisa afable. —¡Ayudaste mucho, Mimi! Raiden nos ayudó a desgastar a Manectric un montón —fue lo primero que dije, sincera—. Y en cuanto a lo otro... claro, sin problemas~ ¿Vamos? Contenido oculto Me encantaría encontrarme con Hubert para que la niña pudiese dormir tranquila al saber que está vivo pero eso va a ser en otro momento (?
Mimi Honda La respuesta de Emily me sorprendió. Esperaba que me dijese que no. Estaba preparada, mentalizada de sobra para recibir una negativa. La miré directamente. —¿En serio?—cuestioné. Y quizás por el frío, quizás por los recuerdos que me asaltaron me abracé a mí misma y desvié la mirada con cierta culpabilidad—. ¿No te sientes incómoda? Durmiendo en la misma cama con alguien que te besó y que hubiese hecho más que eso. Me alegraba haber podido recuperar la relación con Emily pero me preguntaba si no la estaba forzando demasiado las cosas. Solo habían pasado dos meses, por Arceus. Si estuviese en su situación yo sí estaría incómoda. Y sería muy complicado poder tener incluso una conversación normal. Pero olvidaba que Emily y yo éramos personas muy diferentes. —... Si no hubiese escogido a Houndoom estoy segura de que hubiera podido hacer algo más—repliqué recordando la batalla en la Torre—. Pero ganamos, supongo que eso es lo importante ¿no? Le dirigí una pequeña sonrisa y comencé a caminar en dirección al Centro Pokémon. Curé a Jigoku y a Raiden y le pedí a la enfermera las llaves de una de las habitaciones. La última vez que Emily y yo estuvimos en la misma habitación... me declaré. Di el primer beso de toda mi vida. Y realmente los recuerdos que tenía de ese momento no eran particularmente buenos. ¿De verdad a Emily no le importaba? ¿En lo más mínimo? La miraba de soslayo tratando de encontrar signos de incomodidad en su rostro. ¡Lo que fuese! Cualquier mínima señal que me indicase que realmente no quería hacer eso. Me preguntaba si no estaba siendo nuevamente egoísta. Cuando abrí la puerta y entramos y esta se cerró a mi espalda sentí un repentino absceso de ansiedad. Mis pastillas estaban en mi bolso y pensé que no estaría mal tomar una. Aunque no eran específicamente para la ansiedad si no para controlar la ira. Ira era lo último que sentía en esos momentos. Pero... sí había algo que solía relajarme. —Iré a darme un baño. No lo hago desde que volví así que es un asco. Eso fue todo lo que dije. Toda mi excusa. Y cerré a mi espalda la puerta del baño.
Emily Hodges Miré a Mimi con cierta curiosidad, pues parecía no creerse mi respuesta. Me encogí de hombros, volviendo la vista al frente después. —Pero ya no, ¿verdad? Así que... ¿por qué debería pensar en algo del pasado cuando no es lo mismo ahora? —expliqué, con calma, mientras seguíamos caminando. No dije nada más, no quería estropear el momento, pero también estaba el hecho de que siempre que pudiese evitar dormir sola, iba a aprovechar y evitarlo. Así pues, llegamos al Centro Pokémon y tras pedirle a la enfermera que recuperase la energía de nuestros compañeros, nos dirigimos hacia la habitación que se nos había adjudicado. En cuanto entré a la misma, me dejé caer sobre la cama, estirando mis piernas hacia delante tras sentarme. Miré a Mimi mientras se iba a darse el baño que decía y en ese momento, Espeon salió de su pokéball, subiéndose a la cama para acurrucarse a mi lado. Le sonreí mientras acariciaba su cabeza y aproveché después para sacar la pokédex. Leí una noticia sobre una explosión extraña en las Corporativas Chance en Témpera y sobre unos holders que salvaron la situación de un Pikachu gigantesco. Abrí los ojos con sorpresa, ¿quiénes habrían sido los que se habían encargado de ello? Además... ¿que estaría planeando Chance? No pude evitar morderme el labio inferior, con cierta preocupación, apagando la pokédex para dejarme caer hacia atrás en la cama. ¿Podría Irvine recuperar la confianza de la gente de Galeia? Tenía la sensación que lo que pasamos en el futuro con Haku fue solo el inicio de algo mucho mayor, y no pude evitar sentir aquella pesadez en mi corazón. ¿Estaría Necrozma pensando ya en...? Cerré los ojos, suspirando, intentando mantener la compostura. Las cosas estaban bien en ese momento, no debía adelantarme a los hechos, sí...
Mimi Honda Sí, Emily y yo éramos personas muy distintas. Pero era cierto. Ya no sentía esa necesidad ni esos sentimientos me abrumaban. Había logrado superarlo. Y aquello, sin dudas, me hacían sentir orgullosa de mí misma. Decidí optar por tomar una ducha. Realmente no estaba tan sucia como decía, solo era una excusa para alejarme. Abrí la llave del agua caliente y suspiré, sintiendo como mis músculos se destensaban bajo el roce cálido. Ah, de verdad era agradable. Dejé que el agua caliente arrastrara todos mis pensamientos como una corriente sanadora dejando mi mente en blanco, casi como si hubiese usado paz mental. Siempre lograba hacerme sentir mejor de una u otra forma. Cuando cerré la llave me sentía mucho más calmada, relajada. Si a ella no le parecía mal suponía que no debía darle más vueltas al asunto. Era ridículo buscar problemas donde no había nada. Salí del baño ya vestida con mi pijama y secándome mi largo cabello rubio y suelto con una toalla. Alcancé a ver a Emily leyendo algo en su pokédex sobre la cama. ¿Le estaría aún dando vueltas a todo el tema del futuro y las elecciones? —¿Te preocupa?—cuestioné y enseguida me di cuenta de lo ridículo que fue preguntar eso—. Tsk, por supuesto que te preocupa. Qué pregunta estúpida. >>Supongo que solo queda confíar en que Irvine sepa lo que hace. Quiero decir, las campañas electorales de Chance y Haku son absurdas por lo que he podido leer.—fruncí el ceño ligeramente. De verdad, ¿qué clase de persona se dejaría engatusar por discursos separatistas como esos? ¡Eran estúpidos!— Dudo que los ciudadanos de Galeia se dejen llevar por políticas tan extremas. Los Pokémon y los humanos nos complementamos entre nosotros. Nos necesitamos. Somos amigos, compañeros... familia. Pensé en Flame y Alpha. En Espeon y Emily. En mí misma y Raiden. Era mucho más que una relación entre un Pokémon y su entrenador. Era una cooperación fomentada en el respeto y el cariño mutuo. Los Holders éramos el máximo exponente de todos los beneficios que traía la unión entre ambos. >>Irvine solo necesita exaltar ese sentimiento de unión—proseguí caminando hasta mi bolso para sacar un peine—. No nuestras diferencias, no nuestras discrepancias como hacen los otros... Haku y Chance quieren desintegrar. Así que Irvine solo debería integrarnos. Basar su campaña en eso que nos complementa como especies diferentes que conviven juntas. Me senté a su lado en la cama y empecé a peinar mi cabello. Si no lo arreglaba apropiadamente, todos los esfuerzos de mi peluquero en Sinnoh habrían sido en vano. Una vez logré adecentarlo lo dejé suelto, dejando que cayese libre sobre mis hombros y espalda. Fue entonces cuando miré a Emily directamente. >>Al menos eso es lo que creo.
Emily Hodges Giré la cabeza para mirar a Mimi antes de erguirme, quedándome de nuevo sentada en el borde de la cama. Suspiré con pesadez, tras escuchar lo que decía. Sí, la teoría estaba bien y era algo que todos sabíamos pero... lo que había visto... —Sé que parece imposible de creer —empecé a decir, mirando al suelo—. Pero sé lo que vi, Mimi, lo que vimos, lo que pasamos... ¿Quién votaría a Chance o a Haku si sus ideas nos dividen...? Hay mucha gente que no cree en nosotros, en que los pokémon y los humanos puedan vivir juntos, muchas más personas de las que creemos... por eso en el futuro ganó Haku, y... en fin... Apreté las manos, arrugando levemente la manta sin apartar la vista de la misma. >>Confío en Irvine y su capacidad de convencer a la gente de Galeia... pero temo que sea demasiado tarde. Que los sacrificios de todos hayan sido en vano... Tragué saliva con fuerza, aguantando las ganas de llorar al recordar de nuevo todas aquellas escenas. ¿Cómo estarían los demás? Alpha parecía muy afectado también por todo lo que sucedió, sobre todo teniendo en cuenta que Darkrai era el otro pokémon causante de todo. Me puse en pie con un suspiro, llevándome un mechón de pelo detrás de la oreja. Me giré con una leve sonrisa a Mimi. >>Creo que me ducharé yo también.
Mimi Honda Sinceramente no entendía gran cosa de lo que había sucedido en el futuro. Sentía que me faltaban detalles para entender completamente la historia, que ella no me lo había dicho todo. Sea como fuese, había sido grave. Muy grave. Nunca había visto a Emily tan preocupada y habíamos estado a punto de morir varias veces. Habíamos muerto, de hecho. En dos ocasiones. Escuchar sus palabras me apretaron el corazón en un puño prieto. Su voz sonaba cansada, triste, en determinado punto se quebró y pensé que iba a romper a llorar. Mis ánimos volvieron a desplomarse y agaché la mirada. Lamentaba no haber estado allí. Haber visto con mis propios ojos todo ese escenario para comprender de primera mano el sufrimiento de mi amiga. Sufrimiento que debían compartir todos los Holders que asistieron. Alcé la mirada al ver a Emily incorporarse. —Claro. Le devolví la misma sonrisa. Leve, una de esas sonrisas que trataban de destensar el ambiente pero que sabías que no servirán de nada. Sentía que cualquier cosa que pudiese decir sería inútil. Y seguir preguntando a Emily resultaría contraproducente. Contuve un profundo suspiro y me dejé caer hacia atrás en la cama cuando Emily se marchó al baño. Mantuve los ojos cerrados unos segundos pero los abrí para observar el impoluto techo del cuarto. Aunque mi mente estaba lejos de fijarse en una tontería como esa. Funcionaba deprisa, buscando entre las muchas cosas que almacenaba mi cerebro algo que pudiese hacer. No lo entendía del todo. Pero sabía que debía hacer algo. No por el futuro—porque dudaba que incluso con mi ayuda hubiesen cambiado mínimamente las cosas—, si no por ayudar en ese preciso momento. Cuando Alpha se fue de la región y Dante rompió su relación con Emily; aquella noche, nos encerramos en el cuarto, tomamos una manta y nos quedamos hasta tarde viendo películas. ¿Algo tan nimio serviría de algo? Me incorporé y descolgué el teléfono de la habitación. Ahora que podía pagar con tarjeta debía aprovecharlo. *** Cuando Emily salió del baño probablemente se sorprendió al ver la caja de pizza sobre la cama y todas las películas que renté de todos los géneros que consideré que podrían servir de algo. —La primera vez que comimos pizza fue en Ciudad Acuarela ¿lo recuerdas?—sentada me dejé caer hacia atrás y apoyé mi peso en mis manos—. Me sorprendía y asqueaba la idea de no usar cubiertos. Aún lo hace, de hecho. Reí. >>Escuchan Em—mi tono de voz cambió. Se tornó suave, comprensivo, calmo y la miré a los ojos—. Yo... siento no haber estado ahí. De verdad lo siento. No comprendo todo lo que ocurrió pero sé por tu actitud que debió ser horrible. Pero siempre nos pasan cosas malas y de un modo u otro logramos resolverlo. Fui yo esta vez la que se llevó un mechón tras la oreja. No podía verme pero podía sentir la intensidad en mi mirada. El fuego que ardía en ellos. >>Quiero creer en eso. Quiero confíar en que saldrá bien. Porque si incluso pudimos cambiar nuestro destino cuando la zorra de Tau nos borró de la existencia gracias a nuestros equipos, no creo que algo como esto haga gran diferencia. El futuro no está escrito en piedra. Puede cambiarse. Aún estamos a tiempo de cambiarlo. >>Cuando estamos juntos somos imparables—proseguí—. Lo hemos comprobado cientos de veces. Cuando las cosas van mal, de un modo u otro estamos ahí para arreglarlo. En las buenas, en las malas. Contra Arceus, contra el núcleo de la vida misma o contra nuestro propio jodido creador. Eso es lo que hacemos ¿verdad? Ser héroes a tiempo completo. >>Aunque esto no dependa enteramente de nosotros quiero creer en eso. Quiero creer que la gente que busca integrarnos es mucha más de las que quiere separarnos. Creer en un futuro en el que nuestras similitudes superen nuestras diferencias. En ese momento me incorporé de la cama y me acerqué hasta ella rodeándola con mis brazos y estrechándola con fuerza en un abrazo que sentía que ambas necesitábamos. Me había estado conteniendo pero ya no más. Igual que lo hice aquella vez en la playa, tras la masacre en la prisión Boceto. Había una sola cosa que quería transmitirle con ese gesto. Algo que yo había pensado que era cierto. Que siempre lo había sido para mí. >>No estás sola—susurré con suavidad pero afirmación casi repitiendo mis palabras de aquella ocasión en Islas Artistas. Vacilante en un inicio llevé mi mano a su cabello y acaricié con suavidad sus hebras negras, en un gesto casi fraternal—. Pase lo que pase no voy a dejarte sola.
Emily Hodges La ducha me ayudó bastante a despejar la mente, como solía ser costumbre. Era terrible, realmente. ¿Cómo podía seguir afectándome tanto aquel tema después de todo el tiempo que había pasado? No lograba entenderlo... Habíamos pasado cosas peores, la verdad. Salí pues algo más contenta, y cuanto menos, relajada. Me sequé, cambié y peiné dentro del baño, queriendo aprovechar al máximo el calor que se había formado gracias al agua caliente. Así, cuando salí del sitio, me encontré ya preparada y con una sonrisa relajada en mi rostro. Desde luego, una buena ducha era infalible~ Me sorprendí, claro, al ver todo lo que Mimi había montado mientras yo no estaba. —¿Qu-qué...? No tuve tiempo de decir nada más, la rubia se adelantó a mis palabras y solo pude escucharla en silencio, atenta. Después de todo, correspondí el abrazo sin dudar, acariciando su espalda con mi mano al hacerlo. Se sintió reconfortante. No había sido un abrazo como el de la Catarata, en el que simplemente me deshice en lágrimas, o el abrazo de esa misma mañana, que si bien no había sido incómodo se sintió extraño. Aquel era un abrazo lleno de sentimientos, pero no necesario para desahogarnos. Un abrazo entre buenas amigas. Cuando me separé, le sonreí y asentí con la cabeza. >>Lo siento por lo de antes, t-tienes razón... Seguro que salimos de esto también, si estamos unidos... Ah, pero que bien nos vendrían unas vacaciones después de todo, ¿no crees? —añadí, riendo levemente para quitar algo de tensión al asunto—. ¡Bueno! ¿Así que pelis y pizza? ¡Si los karatekas me viesen, no estarían nada contentos! Sin perder la sonrisa divertida, me dirigí hacia el sofá y me senté en el mismo, comenzando en a mirar las pelis que teníamos como opciones. Le sonreí después a Mimi y palmeé el asiento del sofá que estaba a mi lado, invitándola a acercarse.
Mimi Honda Fue extraño de alguna manera. El cambio tan repentino en la actitud de Emily. Se sintió como si se estuviese forzando a sí misma por creer en mis palabras. Quizás era genuino, tal vez mi discurso digno de una campaña electoral tenía ese poder de persuasión. ¿Podría yo misma ser política? Si tan solo no fueran unos bastardos mentirosos quizás podía planteármelo. Yo no era tan rastrera como un Rattata. En cualquier caso mi cuerpo se relajó, logró destensarse y cuando nos separamos de aquel abrazo le devolví una sonrisa. Pequeña, pero una sonrisa. Arceus, nos vendrían tan bien unas vacaciones. Algo de sol y playa. Aunque tenía la impresión de que incluso allí nos seguirían los problemas. Ese era... nuestro magnetismo. Los héroes salvaban el día a donde quiera que vayan. —Oh por favor, ¿de verdad crees que los karatekas no comen pizza y ven películas?—pregunté sentándome a su lado en el sofá. En voz tenía cierto tono burlón, irónico—. ¿Tienes idea de lo estresante que debe ser pasarse el día partiendo tablas con la mano como si fueran Machamp? Y si no fuese así, no me importa. Esta es tu noche, vamos a tirar la casa por la ventana. Me traía buenos recuerdos aquel pequeño momento a solas con Emily. Era como la primera vez que hicimos algo parecido, viendo películas hasta tarde. Aunque en aquella ocasión las razones eran distintas, los sentimientos actuales eran los mismos. Me hacía muy feliz saber que entre nosotras nada había cambiado. Que a pesar de todo seguíamos siendo amigas, que el cariño que nos teníamos era genuino y la incomodidad que pudiera habernos provocado aquel primer encuentro ya no existía entre nosotras. Abrí la caja de pizza y tomando un trozo me lo llevé a los labios para darle un mordisco. ¿Una pizza de baya Tamate? Esperaba no haberme pasado comprando una tamaño familiar. Me volteé a mirarla. >>¿Y bien? ¿Has decido ya cual vamos a ver?—inquirí inclinándome para tomar las películas que Emily aún no había mirado, aquellas que teníamos como opciones—. Yo había pensado en una de terror pero creo que ya bastante terror tenemos. Y real. Así que... ¿qué tal una comedia? ¿Anime? ¿Acción? ¿Un documental sobre la conservación de los Luxray en libertad...? Mi ceño se frunció al ver la portada de ese DVD. ¿Por qué diablos había comprado eso? Realmente estaba desesperada ¿huh? Dejé la película en el montón de descartes. No íbamos a ver un documental aburrido, ni aunque tratase de los Luxray y estos fueran hermosos y perfectos. ¿Además no estaba relacionado con la campaña de Haku? Había dejado unas seis películas descartadas cuando una nueva llamó mi atención. >>Oh, un romance. Trata de dos chicas que son amigas y una se enamora de la otra y—me congelé en el sitio, tensa, y descarté aquel DVD de forma inmediata dejando escapar una especie de gruñido contenido—.Ugh, ¿sabes qué? Olvídalo. Ni. En. Mil. Millones. De. Años.
Emily Hodges Ver a Mimi tan tranquila lo cierto es que me calmó también. No quería hacerla sentir mal después de todo lo que había tenido que pasar, tanto aquí como en Sinnoh, así que simplemente le sonreí cuando se sentó a mi lado. ¿Que los karatekas comían pizzas y veían películas? Quizás. Nunca me lo había planteado, la verdad, siempre los veía tomando batidos de proteínas y entrenando en el dojo, como si esa fuese su única razón de existir. Bueno, ¡no me importaba realmente! No tenían por qué enterarse de mi pequeño día para pecar~ Riendo levemente dejé de lado las películas y me hice también con un trozo de la pizza, comiéndolo con bastantes ganas. Sin darme cuenta, me encontraba a mitad del segundo trozo mientras Mimi se encargaba de mirar las caratulas de los DVD. Vaya que tenía hambre... —Una comedia está bien —dije, finalmente, cuando acabé con el segundo trozo. * * * Realmente, tampoco importó mucho la película que elegimos. Sí, al final pusimos una comedia genérica que no tardó en reproducirse en la televisión de la habitación. Apagamos las luces y tras acabar de comer la pizza, nos cubrimos con una manta para estar aun más cómodas en el sofá. Desgraciadamente, a mitad de la película, sintiendo el cansancio de todo el día encima de mi cuerpo y con el calorcito que aquella manta me estaba dando, acabé por dejar caer la cabeza hacia un lado, quedándome completamente dormida sobre el hombro de Mimi.