One-shot Un lirio azul

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Ruki V, 7 Octubre 2019.

  1.  
    Ruki V

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    Escritora
    Título:
    Un lirio azul
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4818

    Colándose en medio de una gran familia camino a vacacionar en el sur, una chica de menos de metro y medio de alto, que pasaba desapercibida como una hija más de aquella última pareja en subirse al vagón, se subió al tren sin haber pagado pasaje.

    Hasta que no se cerraron las puertas, parecía haber estado conteniendo la respiración. Pero el sentimiento de alivio no le duró mucho, pues tenía que esconderse de la persona encargada de perforar los pasajes. Empezó a caminar despacio a través del estrecho pasillo de aquel vagón, esperando que la familia que lo llenaba tampoco la notara y le preguntaran donde estaban sus padres. Para su suerte, aquel era el último vagón de pasajeros; lo que significaba que el que era verdaderamente el último de los vagones era el almacén de piezas de refacción para el tren.

    Ahí encontró su escondite, entre enormes partes metálicas que no sabía para que eran; ensuciando de polvo, carbón y aceite su abrigo azul; acallando su tos con ayuda de su bufanda roja. Estaba exhausta y podría haberse quedado dormida así como estaba en aquel rincón del vagón, sentada en el suelo, abrazando sus rodillas. Pero quiso mantenerse despierta, lista para tratar de escapar si es que alguien la descubría. Y no sé permitió llorar: “No soy una niña para ponerme a llorar” se decía a sí misma, “…pero tampoco soy una adulta”.

    Se llevó las manos a la cabeza para quitarse su boina color beige y la usó para cubrirse el rostro, respirar hondo y ayudarse a contener las “estúpidas” lágrimas.

    De madre japonesa y padre sueco, Kano Astromelia era una chica de 14 años muy bonita (aunque de muy baja estatura) y muy inteligente. Lo suficientemente inteligente para haber escapado de sus padres y subido sin ser vista a aquel tres camino al sur de Japón. Y escapó porque, al parecer, era también lo suficientemente bonita para que el hijo del jefe de la gran mafia sueca, con la que su padre tenía tratos y deudas desde antes que ella naciera, la quisiera de esposa; a pesar de su corta edad y de que fuera ilegal tanto en Suecia como en Japón.

    La peor parte es que su padre decía no tener opción a causa de las enormes deudas que tenía con semejante grupo de asesinos a sangre fría; y su madre no puso objeción, pues era sumamente devota a su esposo y claramente lo amaba más de lo que amaba a su hija.

    Kano no podía comprenderlo, porque toda su corta vida había sentido que creció llena de cuidados y cariño. Siempre creyó que era muy cercana a sus padres, que eran una pequeña pero unida familia. Le dolió mucho darse cuenta de que no tenían reparo en venderla en matrimonio a un hombre que le doblaba la edad. Gritarles que ella prefería la muerte no sirvió de mucho para convencerlos.

    Era una estudiante de escuela secundaria; puede que algún proceso biológico que tenía lugar mensualmente dentro de su cuerpo indicara que ya era una “señorita”, y que ya una vez había pensado en cómo sería su primer beso, pero no sabía conducir ni usar tacones.

    Y había más razones igual de sencillas para explicar por qué no era una “mujer” con todas sus letras, a pesar de que tampoco era ya una niña. Se sintió completamente robada de su vida de adolescente, pues sabía que nada sería igual una vez que decidió subir a ese tren.

    Estaba pensando en eso cuando de pronto la puerta del vagón donde se escondió se abrió.

    Volvió a contener la respiración. Sintió su corazón latiendo como si se le fuera a salir del pecho y por un segundo pensó que aquellos golpes en su pecho sonaban tan fuerte que podrían delatar donde estaba escondida. Las lágrimas se le escaparon al no poder respirar hondo en un intento por contenerlas.

    —¿…Señorita Astromelia?— preguntó una voz masculina.

    El tono preocupado de aquella voz desconocida dejó a Kano perpleja. ¿Podría ser alguien de la mafia Sueca que de algún modo logró seguirla hasta el tren? ¿Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que el tren no se había movido en todo el rato? ¿Sería un oficial de policía enviado por sus padres a buscarla?

    —…Su nombre es Kano, ¿verdad?— volvió a hablar la voz. —¿Preferiría que la llame así?

    Kano no se inmutó, pero su miedo de ser encontrada continuó incrementando al tener que reprimir la urgencia de toser. Le irritaba en la garganta; sentía que se ahogaría.

    —…Ya la buscamos en todo el tren— insistió la voz. —Sé que está en este vagón.

    Aquella voz sonaba confiable. “Tiene que ser una trampa, ¿verdad?” pensó Kano.

    —Sé que no tengo derecho de pedirle que confié en un extraño considerando la situación en la que se encuentra, señorita Kano. Pero puede confiar en mí, en serio. Soy un agente del Departamento de Seguridad Nacional de Japón. La protegeré de la mafia Sueca.

    Ella aún no se lo creía. Tenía miedo, sentía hasta asco de imaginar la vida que le esperaba casándose tan joven y a la fuerza; le era más fácil imaginarse viviendo debajo de un puente hasta morir de hambre. Incluso una bala la recibiría con más dicha que un anillo de bodas.

    —No voy a obligarla a salir. Quiero ayudarla. Se lo prometo por mi hermana.

    Y ahí fue cuando Kano ya no pudo contener más sus ganas de toser.

    El desconocido se acercó un poco al lugar de donde provino la tos pero aún así no obligó a Kano a salir. Por su cuenta, lentamente se puso de pie, temblando y dejando que le ganaran las lágrimas. Al principio, mantuvo su mirada baja, sintiéndose avergonzada de no poder detener su llanto. Y cuando levantó la mirada e intentó hablar solo salieron sollozos, por lo que se cubrió el rostro con las manos y decidió dejar salir su llanto, sin mucho más remedio.

    El desconocido, un alto hombre de largos cabellos morados e impactantes ojos azules, dio otro par de pasos hacia Kano, observándola con una sonrisa triste y sintiendo de alguna forma algo de impotencia.

    —¿…Me permitiría tutearla, señorita Kano?

    Kano apartó sus manos para mirar al hombre. No sabía si era otro error de su parte pero al verlo a los ojos se reafirmó su presentimiento de que en verdad podía confiar en él; que era bueno, que estaba de su lado, que la ayudaría.

    Asintió con la cabeza ante su pregunta.

    —Entonces, Kano… ¿te gustaría un abrazo?

    En esos momentos, se permitió sentirse como una niña pequeña y se abrazó de él, y poco a poco dejó de llorar, tranquilizada por los brazos que la rodeaban y la hacían sentir que la protegerían.

    —Mi nombre es Kamui Gakupo, por cierto.

    —…Y-yo… ¿p-puedo p-preguntarle algo?

    —Sí— sonríe. —Y puedes tutearme también.

    —¿…Q-qué edad t-tiene t-tu hermana?

    —Tiene 14 años— dice él con un pequeño suspiro.

    —¿…Qué va a pasar conmigo?— pregunta Kano, temblando,

    —Entraras en un programa de protección de testigos, lo que significa que te encontraremos un nuevo lugar donde vivir, probablemente con una familia “adoptiva” temporal, ya que aún eres menor de edad.

    —Pero… ¿en verdad?— seguía un poco incrédula ante la idea de no tener que arreglárselas sola.

    —Todo estará bien, Kano— le aseguró sonriendo. —Te lo prometo. Por mi hermana.

    —¿La quieres mucho?— acabó por hacerla sonreír.

    —Daría mi vida por ella— dice sonriendo. —Sin dudarlo, te juro por ella que estarás bien.

    Gakupo separó a Kano del abrazo para ofrecerle su mano y ella la acepta.

    —Como vez, no tengo uniforme ahora mismo— explica él. —Vengo solamente con un compañero que tampoco viene uniformado, su nombre es Kaito. Nos dejaron subir mostrando nuestra placa en la estación, pero todos en el tren creen que estamos buscando a nuestra “hija”— dice esto último sonriendo y Kano de hecho deja oír una pequeña risa. —Si te preguntan, somos tus padres.

    Aunque la empezó a invadir la sensación de que se había quedado dormida en aquel vagón y estaba soñando, Kano asintió, apretando la mano de Gakupo y sonriendo.

    Entonces, antes de que salieran del vagón, el tren se comenzó a mover.

    —¿N-no íbamos a bajar del tren?— preguntó Kano, nerviosa.

    —Sí, eso se supone— responde Gakupo, confundido, escoltándola al vagón continuo.

    —Gakupo, cariño— exclamó claramente angustiado un hombre de cabello azul que se les acercaba a paso veloz. —Menos mal encontraste a Kano-- ¡Mi niña! No te nos puedes separar de esa manera— dijo tomando una de las manos de la chica.

    —¿Qué está pasando, Kaito?— le preguntó Gakupo en voz baja. —¿Por qué partió el tren?

    —Saben que estamos aquí— respondió el peliazul con seriedad. —Gente de Karlsson.

    —¿Karlsson?— Kano exclamó e inmediatamente después se llevó una mano a la boca, mirando a Gakupo aterrorizada. Él respondió estrechándola contra sí.

    —No lo entiendo— bufó Gakupo antes de instarlos a tomar asiento en lo que le daba sentido a la situación para que no los miraran con mucha sospecha. —Incluso si saben que estamos aquí, ¿qué ganaron haciendo que arrancara el tren?

    —No tenemos escapatoria— responde Kaito, tratando de no lucir alarmado.

    —Tampoco ellos— argumenta Gakupo.

    No pudo pensar con claridad porque entonces sintió a Kano temblar en el asiento junto al suyo, aún sujetando con firmeza su mano, con los ojos abiertos de par en par. Él la volvió a rodear con su brazo, abrazándola a medias, mirando en todas direcciones como si así fuera a encontrar una salida.

    —No pensé que me hubieran seguido— murmuró Kano.

    —Puede que nos siguieran a nosotros— dijo Gakupo, aunque sabía que no era consuelo.

    —Pero tienes razón— dijo Kaito. —Es decir, ¿en verdad planean tratar de llevársela de un tren en movimiento?

    —Incluso si es posible, no lo vamos a permitir.

    Y de pronto, el sonido de un disparo.

    Kano volvió a llevarse las manos a la boca, ahogando un grito; pero otros presentes en el vagón lo dejaron salir. Gakupo y Kaito inmediatamente se pusieron de pie y sacaron sus propias armas; junto con sus placas para inmediatamente aclarar a los pasajeros quienes eran.

    —¡Traten de no alarmarse!— gritó Kaito. —Somos de Seguridad Nacional. Les suplicamos que traten de guardar la calma y se resguarden debajo de las mesas.

    —Kaito, trata de traer una pieza de refacción hasta acá, no me importa cómo.

    El peliazul obedeció a Gakupo, regresando al vagón de refacciones y encontrando que la mayoría de las piezas necesitaban al menos dos personas para moverse, pero de hecho podría intentar rodar una de las ruedas de refacción a través del pasillo. Cuando iba por la mitad del camino, Gakupo lo ayudó a llevarla hasta que pudiera impedir que se abriera la puerta que daba al vagón.

    Los niños empezaron a llorar en voz baja; las mujeres estaban rezando; los hombres a la vez estaban aterrados y listos para proteger a sus familias. Kano solo podía observar sola desde debajo de la mesa del fondo, temblando, las lágrimas venciéndole de nuevo por mera inercia. Se sentía inútil.

    —G…Gakupo…— trató de alzar la voz pero en parte tenía demasiado miedo de hacerlo y por otra parte sabía que no debía, pero Gakupo igual la oyó.

    —Kano, te prometo que estás más asegura allá atrás sola que si yo estuviera contigo, todo estará bien— le aseguró desde el otro extremo del vagón, donde él y Kaito estaban resguardando la puerta en caso de que la derribaran o abrieran.

    Entonces, se oyeron más disparos, más cerca.

    Algunas madres tuvieron que cubrirles las bocas a sus niños para acallar sus gritos y más y más rostros empezaron a cubrirse de lágrimas de miedo. Kano casi podía sentir como se estaba poniendo pálida del terror que sentía de lo que podría pasar en aquel tren; pero además se empezó a sentir culpable de que otras personas inocentes se involucraran.

    Se asomó un poco fuera de su escondite y pudo ver a Gakupo y Kaito; incluso estando algo lejos se les notaba visiblemente alerta pero con la respiración agitada. En teoría, no tenía por qué sentirse culpable de que ellos dos fueran arrastrados a aquello. Sabía que no era tanto por protegerla a ella, sino que su trabajo era sacar a la mafia sueca del país. Suspiró, tosiendo mientras se cubría el rostro con su bufanda. “No entiendo cómo es posible que acabo de pasar mentalmente de sentirme mal por todas estas personas a sentirme mal por mí misma, incluso sabiendo que esto no se trata de mí” pensó.

    Se preguntaba si no sería más fácil para todos que saltara del tren.

    —No podemos simplemente seguir esperando a que lleguen— le dijo Kaito en voz baja a Gakupo. —No creo que estén disparando al aire: debemos proteger a todos los pasajeros.

    Y aunque eso claramente era lo más lógico, Gakupo no podía evitar dudar. No rompería su promesa con Kano; la protegería, no dejaría que se la llevaran, y no quería dejarla sola. El peliazul suspiró.

    —Iré solo al vagón siguiente.

    —No, Kaito, espera, dame un segundo para…

    Pero entonces se oyeron disparos de nuevo; a escasos vagones de distancia.

    —No hay tiempo para pensar— dijo Kaito volviendo a mover la pieza de refacción de tren, ayudado enseguida por Gakupo. —Cuando cruce esta puerta, usa toda tu fuerza para destruir la puerta con la pieza. Ya llamé refuerzos a la próxima estación.

    —No puedo dejarte sólo allá, no sabemos cuántos hay.

    —Tu trabajo es proteger a Kano y arrestar a Karlsson Jr, pero él no puede estar en el tren. Mi trabajo es cubrirte la espalda y también resguardar las vidas de civiles inocentes.

    —…De acuerdo.

    —No te preocupes por mí— Kaito sonríe. —Incluso si me alcanzan con una bala o dos, no me han derrotado antes.

    Gakupo le devolvió la sonrisa antes de ver a su compañero atravesar la puerta y salir del vagón, siguiendo su plan de tratar de “romper” la puerta de un modo que no pudieran abrirla desde afuera con ayuda de aquella gigantesca rueda. Un murmullo preocupado empezó a crecer en el vagón. Gakupo dio la vuelta para encontrar a Kano asomada de debajo de su mesa al otro lado del vagón, observándolo con ojos suplicantes. No pudo evitar sentirse obligado a caminar inmediatamente hasta ella.

    —Todo el mundo mantenga la calma— empezó a decirles a los pasajeros. —La puerta está bloqueada de modo que sería imposible abrirla; tendrían que quitarla por completo con láser. Cuando el tren se detenga en la próxima estación, policía, bomberos y ambulancias vendrán por nosotros.

    Terminó su aviso cuando alcanzó la mesa donde estaba Kano, quien se puso de pie e inmediatamente se abrazó de él, aferrando sus manos a su abrigo. Gakupo le devolvió el abrazo.

    —¿Kaito estará bien?— preguntó Kano.

    —Es un hueso duro de roer— responde con una sonrisa, más convenciéndose a sí mismo.

    —…Justo ahora, dijiste que vendrían por nosotros en la siguiente estación pero…

    —Está a media hora de distancia.

    —¿De verdad estaremos a salvo hasta entonces?

    —Te hice una promesa y voy a cumplirla: no vendrán por ti.

    Kano no estaba del todo convencida. La culpa la estaba consumiendo, sacándola de quicio, y volvió a pasar por su cabeza la imagen de sí misma saltando del tren y ahorrándoles a todos más problemas.

    —¿Y si saltara del tren?— decidió de hecho preguntar en voz alta.

    —¿Qué?— Gakupo la miró confundido, creyendo haber oído mal.

    —¿Sería realmente demasiado perjudicial físicamente si saltara del tren?

    —Kano…— la separó de él para verla a los ojos, pero no lo dejó hablar.

    —¿Qué tan altas serían realmente las probabilidades de que muriera?

    —Basta— Gakupo alza la voz un poco sin querer. —No digas tonterías, no vas a saltar el tren; por supuesto que podrías llegar a lastimarte, y mucho. Y ¿qué harías después de ahí?

    —No tenía planes para cuando llegara a la siguiente estación tampoco.

    —No es lo mismo: estarías en medio de la nada y herida.

    —Sé que no romperías tu promesa, pero no creo que valga la pena poner en peligro a todos aquí para protegerme a mí— dice bajando la voz, mirando de reojo al resto de las personas en el vagón.

    Antes de que Gakupo pudiera replicar, se escuchan más disparos y gritos que claramente provenían del vagón delante del suyo. El pánico no se hizo esperar entre los presentes.

    Rápidamente, Kano se apresuró a volver al vagón de almacenamiento, al final del cual sabía que había una puerta que conducía afuera. Gakupo tardó apenas un segundo en correr tras ella, gritando su nombre en el momento que abría la puerta y se agarraba inmediatamente a las escaleras que estaban justo al lado, sintiendo como el movimiento del tren casi podría ser suficiente para tumbarla hacia el campo abierto.

    —¡¿Qué crees que haces?!— le grita Gakupo tratando de llevarla de nuevo adentro.

    —¡¡No merezco la pena!! ¡¡Déjame saltar!!

    —¡No lo haré! ¡Regresa adentro!

    El sorprendente estruendo de alguien tratando de entrar al último vagón de pasajeros hizo que Gakupo regresara su mirada adentro. Los gritos se incrementaron y los agentes de la mafia sueca empezaron a disparar a la puerta para intentar quitarla.

    Kano aprovecho la distracción de Gakupo para empezar a subir las escaleras.

    —¡¡Kano, no lo hagas!! ¡¡Será peor desde allá arriba!!

    “Eso espero” pensó Kano.

    —¡¡Protege a los pasajeros!! ¡¡Déjame ir!!

    Pero Gakupo subió tras ella.

    Antes de llegar hasta arriba, la escuchó ahogar un grito; y luego la vio sosteniéndose sobre sus manos y rodillas mirando al frente.

    Él también ahogó un grito.

    —¡¡Mi preciosa Kano!!— gritó un misterioso hombre alto de cabello castaño que vestía pantalón negro y camisa de vestir blanca; y sostenía un arma en la mano, de pie del otro lado del techo de aquel vagón. —¡Podrías haberme dicho que querías viajar al sur antes de la boda!

    Bruno Karlsson Jr— murmuró Gakupo para sí, tratando de ponerse de pie.

    —No tan rápido, oficial Kamui— gritó Karlsson, apuntando su arma a Kano.

    —Dispárame, imbécil— gritó ella, irguiendo la espalda a pesar de seguir de rodillas.

    —No quiero hacerlo, mi amada— continuaban intercambiando gritos. —Ni tampoco quiero asesinar a tu recién adquirido guardaespaldas…

    —No lo escuches, Kano— le dijo Gakupo, logrando ponerse de rodillas.

    —Ni tampoco a tus padres— continuó Bruno.

    —Mata a mis padres— respondió Kano. —Mira cuánto me importa.

    —Ah, sí, es verdad que te han hecho mucho daño, vendiéndote a mí sin importarles lo que dirías. Entonces, ¿qué me dices de los inocentes pasajeros del tren?

    Kano abrió los ojos de par en par. Gakupo entonces fue consciente una vez más de los disparos que continuaban oyéndose a lo lejos mientras sucedía este enfrentamiento con Karlsson.

    —Hay bombas en el tren— dijo Karlsson. —Y obviamente las haré estallar a menos que vengas conmigo a disfrutar el resto del viaje a la próxima estación, mi bellísima Kano.

    Si antes temía que algunas personas inocentes podían morir a cambio de que ella pudiera tener una vida más o menos normal, ahora estaba segura de que muchas personas en definitiva morirían si ella se negaba a entregarse a ese hombre.

    —La matarás a ella también si explotas el tren— dijo Gakupo, furioso. —¿Qué ganas?

    —Gano mayor presencia para el apellido Karlsson en la mente de los japoneses: hoy sería un tren, mañana podría ser un edificio, la otra semana un aeropuerto. Sembraremos el terror hasta que el gobierno nos entregue voluntariamente poder de titiriteros sobre el país.

    Mientras Karlsson monologaba, Kano no estaba poniendo ni la más mínima atención; en su lugar, estaba tratando de pensar en una solución. Debía haber alguna forma de salvar a los pasajeros.

    —Más vale que le dispares a la cabeza, y no se te ocurra saltar tras de mí— dijo, lo suficientemente bajo para que Karlsson no la oyera, pero lo suficientemente alto para que Gakupo si lo hiciera.

    Y al voltearla a ver, sintiendo que ocurría en cámara lenta, vio como Kano saltaba del tren.

    En contraste, sus palabras se repitieron en la cabeza de Gakupo a la velocidad de la luz, dándole suficiente tiempo para tomar su arma, apuntar y disparar al confundido Bruno Karlsson con todas y cada una de sus balas; a pesar de que la segunda, justo a la cabeza, era más que suficiente para terminar con su vida.

    Después, perplejo, Gakupo dejó caer su arma junto a él, mirando hacia atrás.

    “Podría estar viva” pensó. “¿…Que no salte tras ella?” dudó, pero el sonido de los disparos justo debajo de él lo hicieron instintivamente volver a tomar su arma (sin balas) y bajar del techo, corriendo hacia aquel último vagón.

    El corazón le seguía latiendo a toda velocidad incluso cuando llegó a encontrar que Kaito estaba ahí, de pie, con su brazo izquierdo sangrando y tres agentes suecos muertos a sus pies.

    El peliazul se dio la vuelta y suspiró al ver a Gakupo, pero inmediatamente después volteó muy preocupado a ver vacía la mesa en la cuál debía de haber estado escondida Kano.

    —¿D-dónde está?

    —…Saltó del tren.

    —¡No!— exclamó Kaito inevitablemente sorprendido. —¿Y está muer…?

    —Puede que no— lo interrumpe Gakupo. —¿Pero sabes quién sí lo está?

    —Todos los agentes suecos que había en este tren.

    —Y Bruno Karlsson Jr.

    —¡¿Estaba en el tren?! … ¡¿Estaba en el techo del tren?!

    —Así es. Supongo que debería subir a recuperar su cuerpo.

    —Cierto, y yo debería mandar buscar a Kano— dijo Kaito sacando su teléfono.

    Gakupo bajó a como pudo el cadáver de Karlsson Jr al vagón de almacén mientras Kaito solicitaba apoyo para buscar a Kano en alguna parte a medio camino entre la estación de la que partieron y a la que llegaron.

    Se metieron en problemas leves por no haber dejado ningún agente sueco vivo que luego pudieran interrogar, pero por lo menos en cuanto a pasajeros solo había heridos y ningún fallecido.

    Pasadas un par de horas, los refuerzos enviados lograron encontrar a Kano.

    Desafortunadamente, muy herida; pero afortunadamente, viva.

    _________________________________________________________________________

    Gakupo ya estaba de vuelta en casa cuando recibió la noticia de exactamente en qué estado la habían encontrado y a qué hospital la habían llevado, pero se le ordenó no presentarse hasta que se recuperara. Estaba increíblemente angustiado y simplemente no podía quedarse quieto.

    —¿Qué fue lo que le pasó?— le preguntó con tristeza su hermana menor Gumi.

    —Se quebró la pierna izquierda, se hizo raspones por todo el cuerpo, se golpeó la cabeza un par de veces…— suspiró. —Te he dicho que si tienes que hacerlo saltes de un auto en movimiento, pero saltar de un tren es muchísimo más peligroso.

    —Ni siquiera viajamos en tren— dice sonriendo, haciéndolo a él sonreír. —Ahora come, por favor Gakupo: no has comido nada en horas.

    —Probablemente ella tampoco…

    —Basta— sentencia acercándose a estirar sus mejillas. —Iremos a verla más tarde.

    —¿Iremos?— se ríe.

    —Tal vez le caería de maravilla una nueva amiga, aún si es temporal.

    —Quizás tiene razón.

    Después de otro par de horas, Gakupo y Gumi fueron a visitar a Kano en el hospital. Se había puesto a ver la televisión y no pudo evitar quedarse clavada en los canales de noticias donde reportaban lo ocurrido en el tren. Pasaban imágenes de los asientos de los vagones balaceados y manchados de sangre; entrevistaban a pasajeros; mostraban a los agentes suecos muertos; llegaron a mostrar también a Karlsson Jr. Y finalmente, lo que más esperaba ver en pantalla, pero no se dio cuenta hasta que lo vio: el arresto de sus padres.

    Estaba justo viendo eso cuando Gakupo y Gumi entraron a la habitación.

    —¿Estás bien?— no pudo evitar decir Gakupo antes de siquiera saludar, señalando la tv.

    —Estoy intranquila— admite sin despegar la mirada de la pantalla. —Pero no por esto.

    —Apuesto que algo de helado lo haría momentáneamente mejor— dice Gumi apagando la tv y sentándose junto a la cama de Kano. —Mucho gusto. Kamui Gumi.

    —Oh, hola— Kano sonrió un poco sorprendida, mirando el helado. —¿De verdad puedo?

    —Por suerte, tus tratamientos médicos mayores terminaron, así que sí— dijo Gakupo.

    —…Casi se siente como si pudiera vivir una vida normal— suspira Kano.

    —Tendrás algo muy cercano— asegura Gumi.

    Aunque estaba bastante inquieta, la presencia de Gumi y su optimismo certero de algún modo le levantaban un poco el ánimo. Sonrió con sinceridad, a pesar de que la sensación de pesadez no abandonaba sus ojos mientras Gumi servía helado en un pequeño plato, para quedárselo y dándole el bote completo a Kano y una cuchara. La hizo reír un poco.

    —Probablemente eres muy joven para haber pensado esto con seriedad pero…— empieza a decir Gakupo, y Kano lo mira con curiosidad mientras empieza a comer su helado. —¿No hay ningún país en particular en el que preferirías empezar de nuevo?

    Kano casi deja caer su cuchara.

    —¿Es en serio?

    —Es en serio.

    —¿Me enviarán a otro país?

    —Es lo más seguro para ti.

    —En teoría, tienes docenas de opciones— interviene Gumi tratando de aligerar la plática.

    —Y-yo, no sé qué decir…— Kano dejó el helado y se llevó las manos al rostro.

    —Bueno, tal vez debería aclarar: ¿odiarías vivir en otro país?

    —Creo… ¿creo que no? Es decir, bueno, mi vida ya ha cambiado para siempre. No creo que sea la peor de las ideas cambiar todos los posibles aspectos que pueda, incluyendo el país donde viviría ahora, supongo.

    —De hecho, lógicamente, también cambiaremos tu nombre.

    —Uno que probablemente debería de ajustarse al país que elijas— opina Gumi de nuevo.

    —Cambiaría de sexo si fuera necesario— admite Kano con toda seriedad.

    —Eso ya es más peligroso para tu salud.

    —Gakupo, la verdad es que esperaba morir al saltar del tren.

    —¡Kano!

    —Woah woah woah— Gumi vuelve a hablar. —¿Y sigues deseando que así hubiera sido a pesar de todas las opciones que tienes ahora? ¿Toda la seguridad que se te va a ofrecer?

    —Directa o indirectamente, el hijo del jefe de una mafia murió por mi culpa— bufó Kano.

    —El objetivo de que entres en el programa de protección de testigos es que no te tienes que preocupar en lo más mínimo por la mafia sueca nunca más— respondió Gakupo.

    Kano decidió no argumentar más sobre sus más que bien fundados miedos y continuó comiendo su helado. Gakupo y Gumi decidieron respetar el tiempo que quisiera dedicarle a pensar en su situación.

    Bastaron un par de minutos.

    —Me imagino que igual tienes una lista de países más adecuados, ¿no?— preguntó.

    —Australia es el número uno— sonrió Gakupo.

    —¿Por qué?— preguntó Gumi, ahorrándoselo a Kano.

    —Es el que está más lejos de Suecia— dijo y Kano se rió un poco. —Y no tanto de Japón.

    —¿No sería entonces un poco obvio?— preguntó Kano.

    —De hecho no, porque Australia y Suecia mantienen una buena relación; por lo tanto la mafia sueca ni siquiera pisa el territorio australiano. Y estarías todavía más segura en Canberra, la capital, donde nada importante te quedaría muy lejos y casi no viven suecos.

    —¿…Cambiaría también mi corte y color de cabello?

    —Te propondría hasta pupilentes de color pero creo que eso ya es exagerado.

    —Al menos no tanto como un cambio de sexo— dice Gumi y Kano ríe un poco más.

    —¿De verdad será necesario vivir con otra familia? No quiero ser una molestia.

    —Necesitas alguna clase de tutor hasta que tengas la mayoría de edad.

    —¿Incluso si viviera, por ejemplo, en algún colegio internado?

    —Bueno, supongo que es una posibilidad.

    Kano volvió a su helado, pensativa una vez más. En eso sonó el teléfono de Gakupo y tuvo que salir a contestar. Gumi se quedó a solas con Kano y no podía evitar mirarla de reojo de vez en vez.

    —Nunca me he hecho nada en el cabello— dijo Kano de pronto.

    —Corto al hombro y rubio se te vería bastante lindo— sonrió Gumi.

    —¿De veras?

    —Gakupo me dijo que cambiarían tu país de origen a que fuera Dinamarca.

    —Supongo que tengo los genes europeos muy fuertes.

    —Las mujeres de Suecia y Dinamarca tienen bastante parecido.

    —Y… ¿qué opinas del nombre?

    —Tu apellido se puede traducir como “lirio de campo”, ¿no? Entonces: Lily.

    —Es un bonito nombre.

    —Gakupo mencionó Williams como un posible apellido común y conveniente.

    —Lily Williams— pensó en voz alta. —Definitivamente se oye como toda otra persona.

    —Será como volver a nacer, pero sin tener que volver a aprender a hablar, caminar, ir al baño por ti sola, cruzar la primaria de nuevo y demás— Gumi hizo reír a Kano otra vez.

    —…Una nueva vida.

    —Una mejor vida— le aseguró Gumi.

    Había logrado que Kano estuviera genuinamente emocionada acerca de su nuevo y más que prospero futuro en un nuevo país, con una nueva identidad, rodeándose de nuevas personas, empezando de cero. Por fin sintió esperanza sin que la acompañara la duda.

    Confiaba en que lo que sea que le depararía el destino sería justo lo que necesitaba.


     
    Última edición: 10 Marzo 2020
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    Medio suspiro de alivio que me mande.
    Pense en muchas posibilidades, entre ellas que moria Kaito, aunque, bueno, parece que este tipo en verdad es bastante bueno.

    Que adorable, me encantan :/*-*\:
    Me huele a enseñanzas de Kaito (???)
    ¡Woow! ¡Lo había pensado! Osea, no había pensado en Lily en específico, pero si en que su cambio de forma la haría verse como se representa en utaite o como una Vocaloid (no conozco casi nada de Kano, después de esto me iré a revisar,)
    ¡Me gusta!

    Y, wooow.
    Después de esto podemos deducir que Kano, digo, Lily se volvió una famosa cantante ¿No?
    Que manera de matar dos pájaros de un tiro tomando como protagonista a Kano y al mismo tiempo ¡Lily! En verdad bueno.

    También lograste ponerme en tencion respecto a ¿Que pasara?
    Y mis reacciones del momento por allá arriba.
    Me gustó leer, se nota bastante "La calma después de la tormenta" y aún más si l separas con esas líneas XD.

    Eso, me encantó.
    (LaVerdaderaPreguntaEsSiEl"Cariño"DeKaitoAGakupoEraGenuinoOPuraActuacion)
     
  3.  
    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

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    Y así es como accidentalmente sugiero una relación de más de compañeros de trabajo entre Gakupo y Kaito (?)

    Mi verdadera inspiración fue Shuuya Kano (así es, fue otro Kano) que es un personaje de la saga de canciones vuelta anime "Mekaku City Actors".
    De hecho iba a hacer a Gumi decir que no tenía que cambiar de sexo pero podía tener cabello de niño (?) Pero ya se me hizo mucho, la verdad, jeje.

    Supongo que el final queda abierto, pero yo descartaría la idea considerando que tiene miedo de que la mafia sueca la encuentre: lo mejor es un perfil bajo. Definitivamente no me esperaba esa interpretación; tal vez hasta es mejor que la que yo tenía en mente transmitir. Ni siquiera pensaba llegar tan lejos.

    No estaba segura de que a alguien le fueran a entretener realmente mis casi cinco mil palabras :'v muchísimas gracias por pasarte a leer :bulbi:
     
    Última edición: 8 Octubre 2019
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  4.  
    Luix

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    Bien, ahora que pude terminar, quiero decir... me has sorprendido como no te imaginas, no solo por la extensión de tu escrito, sino porque le has puesto mucho esmero, y es algo que me esta encantando en todas las participantes ><. Pero vamos a por algunos detalles, antes de tirarme fangirl por el escrito (?)
    A continuación marcaré algunos acentos que te has olvidado:

    Estúpidas
    Continuó
    Láser
    Bien aquí marque dos cosas: primero la palabra, que sería "llevó".
    Lo otro que tome en color azul, es una miniatura, pero generalmente cuando tienes dos símbolos en el dialogo, ambos son separados por un espacio. Sin embargo, no es relevante para el escrito. Ahora, a continuación voy a señalar palabras que han sido algún que otro dedito:

    Naciera
    En esta entré en duda, no estoy segura si es "insitarlos" o si tal vez has intentado poner otra cosa.
    Placas, tras y "al voltear" serían uvu

    Esto es lo último, lo juro (?)
    Cuando se trata de pensamientos directos como los que has puesto en varias ocasiones, se ponen en cursiva, con las comillas latinas (« »). Aun así, también esta bien con las comillas que utilizaste, es dependiendo el gusto de cada quien.

    A partir de este párrafo, lo único que cruzaba mi cabeza fue un GakupoxKaito, lo admito uwu
    Es interesante como manejaste a Kano, si bien has cumplido con que ella sea la protagonista, en algunas partes me perdí entre su personalidad, en algunos momentos se ponía difusa esa inocencia que tomaste como punto principal. Pero si me fascina como expresaste sus diferentes emociones en cada momento, desde el miedo a su tranquilidad. Consecutivamente también me llamó la atención la firmeza de Gakupo en no abandonar su promesa, y la fidelidad que Kaito tanto a la misión, como a esa amistad con él.

    Hubiera gustado de ver al final de la historia una mención más al de cabellos azules, después de ser herido, quedó apartado. Hubiese sido bueno añadirlo a fines, ya que participó a igualdad con Gakupo en la "recuperación" de Kano. Además de su fanatismo por el helado, el también quería un poco (?)

    Aparte, también me encantó que te centraras en el tren, que incluso haya estado en movimiento. Como espete antes, es claro tu esmero en las escenas, el texto en todo momento es fluido, manteniendo el tiempo, has hecho hincapié en cada "participante" de la historia, quizás solo -como expuse más arriba- los oficiales son los únicos que tienen un tenue nombramiento del "cómo, cuándo y porqué". Sin embargo, no dejan mucho sin explicar.

    No tengo nada más que decir, me has hecho meter mucho en la trama uwu
    ¡Saludos!
     
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  5.  
    Ruki V

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    Okay, primero que nada, JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA QUE ENDEMONIADA VERGÜENZA </3 Yo creo que ni siquiera en mis primeros años en el foro cometía tantos errores ortográficos. ¿Pero sabes qué? Es porque gran parte de este escrito lo hice en Word pero en mi teléfono; y no sé a santo de qué, mi teléfono no detecta todas todas las faltas de ortografía. Y no tuve la precaución de revisarlo antes de publicarlo, una enorme disculpa. En verdad no lo puedo creer.

    Aquí me puedo defender porque "instar" sí es un verbo: la diferencia es que instar es insistir, mientras que incitar es influir, o algo así a resumidas cuentas.
    [Y por cierto "incitar" es con "c" (?)]

    En verdad que fue taaaaan accidental jajaja. Me siento tan tentada a desarrollar más esta historia y hablar más de ellos, de Gumi, de "Lily". Tal vez algún día.

    Aaaaaaaaaaaaaaaah en verdad no te imaginas cuánto sentí que estaba escribiendo la palabra tren muchísimas más veces de las necesarias en el escrito (?).

    Agradezco el comentario :'v de verdad, muchísimo, sobre todo porque te tomaste la molestia de decir todo lo que dijiste encima de que leíste mis cinco mil palabras.

    :ditto:
     
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  6.  
    Luix

    Luix Fanático

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    No tienes porqué sentir vergüenza, además el celular hace eso con el Word, no te marca nada :v

    Aparte a veces se nos pasa, no hay problema alguno xD
    Por eso pregunté, la palabra me sonaba, pero al menos no la uso yo xd
    ves que a todos nos pasa algún dedazo (?)
    Gracias jajajaja

    Pues podrías hacerlo, la verdad que se que esta historia tienes más de donde sacar, a mi me encantaría leer más (además serviría para revivir el foro (? )

    No lo vi tan repetitivo, cada tanto estaba, para mi no hay problema, además ha sido hermoso leerte, me ha gustado de verdad.

    Y como he dicho, me emociona más a mi ver un escrito como este por la actividad uwu
     
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